El ingeniero Antonio de Castillo perforó en 1862 el primer pozo
petrolero en Tabasco. Durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo se emitió un decreto que permitía la explotación del petróleo mexicano con la intervención y aprobación del gobierno. Las concesiones petroleras fueron otorgadas a particulares sin beneficio alguno para el pueblo. Posteriormente durante el gobierno de Porfirio Díaz, la explotación y consumo del petróleo y sus derivados, se encontraba en manos de industrias extranjeras, principalmente estadounidenses. La actividad petrolera fue organizada en el Golfo de México en los estados de Tamaulipas, Veracruz y San Luis Potosí. En 1934 se puso en marcha el plan sexenal cuya premisa básica fue la de priorizar los intereses nacionales sobre los extranjeros, esto implicó necesariamente, el rescate de las riquezas del subsuelo mexicano que estaba en manos extranjeras. Así, en 1936 la ley de expropiaciones fue aprobada y en ella se establecía que el gobierno podía tomar cualquier propiedad si los intereses de la sociedad así lo requerían. Con esto fue adquirida la obligación de compensar al propietario en un plazo de máximo diez años, lo que significó que el gobierno de México debida compensar económicamente a las empresas. Eran tantas y tan grandes las deudas con las compañías petroleras que fue necesario solicitar apoyo económico de todo el pueblo mexicano. En una demostración de solidaridad nacional, los ciudadanos acudieron al llamado del gobierno para entregar voluntariamente, en centros de acopio, sus posesiones más valiosas y con ello cubrir esa deuda con las empresas extranjeras. La central del sindicato presentó demandas en 1937, exigiendo un contrato justo para los trabajadores, puesto que los intereses de las compañías petroleras pasaban por encima del bien nacional y las condiciones laborales de los trabajadores eran deplorables, pero fueron rechazadas por las compañías petroleras, mismas que, no respondieron al llamado de la Suprema Corte. Dando como resultado el estallido de la huelga. El 18 de marzo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas pronunció un mensaje para todo el pueblo a través de la radio. El mensaje anunciaba la expropiación de todos los bienes materiales de las 16 compañías petroleras que se negaban a acatar las leyes.