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19/4/23, 09:01 La obra del templo y de historia familiar, una misma obra

La obra del templo y de historia


familiar, una misma obra
Por el élder Benjamín De Hoyos
De los Setenta

Un enfoque central del plan de nuestro Padre Celestial es unir a las


familias por esta vida y por la eternidad.

Estoy muy agradecido por la continua edificación de templos en esta, la


“dispensación del cumplimiento de los tiempos” (Doctrina y Convenios
128:18). Desde los primeros días de la Restauración, los santos fieles han
hecho muchos sacrificios para recibir las ordenanzas y los convenios del
templo. Siguiendo su gran ejemplo, en 1975, después de muchos
sacrificios económicos para viajar desde la Ciudad de México, mi
querida esposa, Evelia, y yo, acompañados por nuestros queridos
padres, fuimos sellados como esposo y esposa eternos en el Templo de
Mesa, Arizona. Ese día, al ser unidos por la autoridad del sacerdocio en
la Casa del Señor, verdaderamente experimentamos un vislumbre del
cielo.

La obra y el propósito de los templos


Aquella experiencia me ha permitido apreciar mucho mejor cómo,
después de tres años de arduo trabajo y gran sacrificio, los santos en
Kirtland, Ohio, finalmente completaron su hermoso templo en la
primavera de 1836, el primero en esta dispensación. En marzo de aquel
mismo año, más de mil personas se congregaron en el interior del
templo y en sus entradas para el servicio dedicatorio. El profeta José
Smith se levantó para ofrecer la oración dedicatoria, la cual había
recibido por revelación (véase Doctrina y Convenios 109). En ella
describió muchas de las extraordinarias bendiciones que son otorgadas
a aquellos que entran dignamente en los templos del Señor. Luego el
coro cantó el himno “El Espíritu de Dios” y la congregación se puso de
pie y dio la Exclamación de Hosana “con tal fuerza que parecía […]
levantar el techo del edificio” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia:
José Smith, 2007, pág. 325).

Una semana después, el Profeta describió la aparición del Señor en el


templo, quien dijo:

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“Porque he aquí, he aceptado esta casa, y mi nombre estará aquí; y me


manifestaré a mi pueblo en misericordia en esta casa […].

“Y la fama de esta casa se extenderá hasta los países extranjeros; y este


es el principio de la bendición que se derramará sobre la cabeza de los
de mi pueblo” (Doctrina y Convenios 110:7, 10).

Después de esta y otras visiones, Elías el Profeta, que fue llevado al cielo
sin gustar la muerte, apareció ante el profeta José Smith y Oliver
Cowdery y dijo:

“He aquí, ha llegado plenamente el tiempo del cual se habló por boca
de Malaquías, testificando que él [Elías el Profeta] sería enviado antes
que viniera el día grande y terrible del Señor,

“para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y el de los hijos a
los padres, para que el mundo entero no fuera herido con una
maldición.

“Por tanto, se entregan en vuestras manos las llaves de esta


dispensación; y por esto sabréis que el día grande y terrible del Señor
está cerca, sí, a las puertas” (Doctrina y Convenios 110:14–16).

El templo y la historia familiar


Una vez que el Señor restauró las llaves para sellar a José Smith,
comenzó de nuevo la obra de salvación en ambos lados del velo en
nuestra dispensación (véanse 1 Corintios 15:22, 29; Doctrina y
Convenios 128:8–18).

El presidente Boyd K. Packer enseñó: “Aunque este acontecimiento


notable pasó inadvertido para el mundo, habría de influir en el destino
de toda alma que haya vivido o que vivirá sobre la tierra. Diversos
sucesos comenzaron a acaecer calladamente. La Iglesia se tornó en una
iglesia constructora de templos.

“Surgieron en el mundo, aquí y allí, en una manera que parecía ser


espontánea, personas, organizaciones y sociedades interesadas en
buscar genealogías. Todo esto ha ocurrido desde la aparición de Elías el
Profeta en el Templo de Kirtland” (véase Cómo prepararse para entrar en
el Santo Templo, 2002, pág. 31).

“Desde ese mismo día, el 3 de abril de 1836, el corazón de los hijos
comenzó a volverse a sus padres. De allí en adelante, las ordenanzas no
fueron provisorias, sino permanentes. El poder para sellar estaba con
nosotros. Ninguna autorización lo excede en valor y trascendencia.
Dicho poder dota de vigor y durabilidad eterna a todas las ordenanzas
que se efectúan con la debida autoridad, tanto por los vivos como por

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los muertos” (véase Cómo prepararse para entrar en el Santo Templo, 2002,
pág. 31).

Queridos hermanos y hermanas, la construcción y el uso correcto de los


templos ha sido en cualquier dispensación una señal de la Iglesia
verdadera de Jesucristo. Después de la dedicación del Templo de Salt
Lake en 1893, el presidente Wilford Woodruff animó a los miembros de
la Iglesia a buscar los registros de sus antepasados y a registrar su
genealogía llegando lo más lejos posible para poder llevar los nombres
al templo y realizar las ordenanzas de salvación y exaltación (véase
Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Wilford Woodruff, 2004, pág. 180).

La obra de historia familiar y del templo: una


obra
Un año después, en 1894, el mismo presidente Woodruff supervisó la
creación de la Sociedad Genealógica de Utah. Cien años después, en
1994, el élder Russell M. Nelson, entonces miembro del Cuórum de los
Doce Apóstoles, dijo: “Los acontecimientos de ese año histórico
establecieron la investigación de historia familiar y el servicio en el
templo como una sola obra de la Iglesia” (“El espíritu de Elías”, Liahona,
enero de 1995, pág. 98).

La obra de historia familiar


Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos anima, como miembros
de Su Iglesia, a preservar nuestra propia historia familiar, a aprender de
nuestros antepasados y hacer los arreglos necesarios para que ellos
también reciban las ordenanzas del Evangelio en los templos, a fin de
ayudarlos a progresar en la senda de los convenios, lo cual nos
bendecirá con una familia eterna. Ese es un enfoque central del plan de
nuestro Padre Celestial: unir a las familias por esta vida y por la
eternidad.

Para aquellos de ustedes que aún no se sientan capaces de realizar esta


obra, deben saber que no están solos. Todos podemos recurrir a las
herramientas que la Iglesia ha preparado y que se encuentran en los
centros de FamilySearch, que antes conocíamos como los centros de
historia familiar. Estos centros de FamilySearch han sido diseñados de
manera que casi cualquier persona, con poca ayuda, pueda encontrar la
información de sus antepasados y organizarla debidamente para poder
llevarlos a la Casa del Señor. Por favor, contacten con los consultores de
historia familiar de su barrio o rama, quienes los guiarán en cada paso
del camino.

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A medida que sigamos la guía de los profetas, aprendamos a hacer


nuestra historia familiar y realicemos las ordenanzas del templo por
nuestros antepasados, experimentaremos un gran gozo al punto que no
querremos dejar de hacerlo. El espíritu inundará nuestro corazón,
despertará nuestras facultades para lograrlo y nos guiará en la
búsqueda de los nombres de nuestros antepasados. Sin embargo,
recordemos que la historia familiar va más allá de solo buscar nombres,
fechas y lugares; es unir las familias y sentir el gozo que viene de
extenderles las ordenanzas del Evangelio.

Amo la inspirada enseñanza de nuestro querido profeta, el presidente


Russell M. Nelson, quien ha dicho: “El templo es el núcleo del
fortalecimiento de nuestra fe y fortaleza espiritual porque el Salvador y
Su doctrina son la esencia misma del templo. Todo lo que se enseña en
el templo, mediante la instrucción y el Espíritu, amplía nuestra
comprensión de Jesucristo. Sus ordenanzas esenciales nos unen a Él
mediante convenios sagrados del sacerdocio. Luego, al guardar nuestros
convenios, Él nos inviste de Su poder sanador y fortalecedor” (“El
templo y el cimiento espiritual de ustedes”, Liahona, noviembre de 2021,
pág. 93).

Ciertamente, la obra del templo y de historia familiar son una misma


obra en la Iglesia.

Testifico de estas verdades. Yo sé que esta es la Iglesia del Señor


Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, a quien recordamos y
veneramos en estos días de Pascua de Resurrección. Sé que Él nos ama y
que cuando guardamos los convenios y ponemos nuestra confianza en
Él, Él nos inviste con Su poder sanador y fortalecedor. En el nombre de
Jesucristo. Amén.

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