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Cuando Reyes tenía apenas 20 años formó parte –junto con José Vasconcelos, Pedro Henríquez
Ureña, Martín Luis Guzmán, Diego Rivera y otros– del Ateneo de la juventud (1909-1913). Este
célebre grupo destacó porque sus ideales se rebelaban en contra de la educación científica que
se había impuesto después de la Reforma y que desplazaba por completo el carácter humanista
de la educación.
Como podemos notar, el espíritu de Reyes era el de un hombre fuerte y culto, quien después de
perder a su padre, Bernardo Reyes, en la conocida “Decena Trágica“, escribió uno de sus
grandes poemas que lleva por nombre 9 de febrero. Después, Reyes se exilió en España.
Cabe mencionar que la muerte del padre de Reyes fue un dolor que compartió con el del escritor
argentino Jorge Luis Borges, pues también el abuelo de éste murió durante un combate.
Asimismo, Reyes fue uno de los fundadores del Colegio Nacional, miembro de la Academia
Mexicana de la Lengua. Reyes recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Literatura y
Lingüística en México. Fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Princeton,
California Berkeley (E.U.) y Soborna (París). Finalmente, este célebre autor e intelectual
mexicano falleció a los 70 años.
El viajero cultural
Las calles en las que podemos encontrar a Reyes nos recuerdan por un momento que él era un
viajero, que la vida lo llevó a vivir en diversos lugares del extranjero y que los viajes lo
ayudaron a construir su proyecto universalista y le permitió la construcción de sólidas redes
intelectuales en América Latina y Europa (muestra de ellos es su relación con Borges). El viaje
se encuentra siempre presente en su obra periodística, ensayista, epistolar etc.