Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
D Aillapan D Faure R Hidalgo D Quintana
D Aillapan D Faure R Hidalgo D Quintana
DE HISTORIA
SOCIAL POPULAR
¿CÓMO CONSTRUIMOS
CONOCIMIENTO COLECTIVO ?
3
VII JORNADAS DE HISTORIA SOCIAL POPULAR
¿Cómo construimos conocimiento colectivo?
Editores:
Diego Aillapán, Daniel Fauré,
Rodrigo Hidalgo & Diego Quintana
ISBN: 978-956-393-226-3
Diseño y diagramación:
Diego Aillapán & Marco Lagos.
Primera Edición.
Santiago, octubre 2017
4
VII JORNADAS DE
HISTORIA SOCIAL POPULAR
¿Cómo construimos conocimiento colectivo?
27 y 28 de octubre de 2016
Casa Central / Universidad de Chile
Diego Aillapán
Daniel Fauré
Rodrigo Hidalgo
Diego Quintana
(Editores)
5
ÍNDICE
......................................................................................... INTRODUCCIÓN
¿Qué son las jornadas de Historia Social Popular? .................. 9
¿Cuáles son los objetivos de las jornadas? ............................... 10
¿De qué trata este libro? ............................................................... 11
7
Metodología ..................................................................................... 75
Resultados ......................................................................................... 76
Decálogo del Historiador/a Social:
Hacia una investigación comprometida
con las organizaciones populares ............................................. 77
9
¿CUÁLES SON LOS OBJETIVOS DE LAS
JORNADAS?
10
en el que nos toca vivir; y para construir y fortalecer las
múltiples iniciativas culturales, económicas y políticas
que las organizaciones sociales y populares levantan
cotidianamente.
11
I
CHARLA INAUGURAL
¿Cómo construimos
conocimiento colectivo?
13
La producción de conocimiento colectivo:
análisis y experiencias
Mario Garcés Durán
Historiador y Educador Popular.
Académico de la USACH y Director de ECO,
Educación y Comunicaciones
15
El conocimiento, sabemos, que tiene un carácter
histórico y social. Eso lo hemos ido aprendiendo con los
años, pero ya por los ‘70, se publicó un famoso libro de
sociólogos del conocimiento que decía, que tenía por
título: La construcción social de la realidad. 1 Y lo que
nos estaba indicando ese trabajo, es que eso que llama-
mos realidad, que aparentemente estaría separado de
nosotros, “objetivo” que podemos conocer, en realidad
está construido socialmente. Eso significa entonces que
está condicionado por el lenguaje y las representaciones
que la propia sociedad se ha hecho acerca de sí misma.
En la tradición freireana podríamos decir: el conoci-
miento es situado y fechado. En este sentido más amplio,
el conocimiento que refiere a la realidad tiene que ver
con las construcciones que la propia sociedad ha hecho
sobre la realidad. Esto puede ser muy desconcertante en
las visiones más tradicionales del conocimiento. Pero si
quieren que les dé un ejemplo, ayer discutíamos con un
estudiante sobre cuál era el marxismo predominante
durante los años de la Unidad Popular, y si eso tenía o
no influjo en la conducta de los actores. Y claro, había
una cierta manera de cómo se entendía el marxismo: las
clases, la lucha de clases y el papel del partido, etc., etc.
Todo eso fue influyente. Y cuando se produce el golpe,
para muchas de las personas que se representaban de ese
modo el mundo, que entendían de ese modo el mundo, lo
ocurrido fue un desastre. Porque si bien el golpe podría
ser y algunos podían preverlo, para otros no tenía lugar
en las estrategias, que se creían exitosas.
16
supone dialogar sobre el mundo. Freire decía: “es pronun-
ciando el mundo y estando en el mundo que se produce el
saber”. Entonces vayamos a la Pedagogía del oprimido.
Texto, que a mi juicio, es el más relevante de Freire, y
que escribe en Chile en los años ’60. La primera edición
se publica en el ‘71 en Montevideo, y luego se masifica.
En el capítulo tres de este libro, llamado “La dialogicidad:
esencia de la educación como práctica de la libertad”, Freire
dice lo siguiente:
17
Por otro lado, desde la tradición hermenéutica
en la historia, también sabemos que la comprensión
humana tiene una estructura dialógica. O sea, nosotros
no entendemos lo que pasa en el mundo sino es conver-
sando sobre las cosas del mundo o sobre las experiencias
del mundo. Valga un ejemplo de la vida cotidiana, cuando
uno es papá y educa a sus hijos, uno les está siempre
hablando de las cosas que ocurren, de los sucesos, y
es un dialogo entre el padre, la madre y los hijos sobre
las cosas. Cuando uno les dice “no ponga las manos al
fuego que se quema”. Y claro, de repente hay niños, que
ponen las manos al fuego… una de mis hijas no me creía
y, en fin, puso las manos al fuego y se quemó. Pero en
el fondo el saber surge del dialogo sobre la experiencia.
Por supuesto que esa estructura dialógica puede ser
más democrática como puede ser más autoritaria. Hay
padres que no dialogan: las cosas son así y fin. Y mucha
de nuestra tradición autoritaria tiene que ver con que no
hemos hecho la experiencia de conocer, de saber, sobre
la base de interactuar, de dialogar sobre el mundo.
18
Parte de los problemas surgen a partir de deter-
minados enfoques, o ciertas tradiciones, sobre todo la
tradición positivista que propone que para producir saber
la realidad tiene que ser cosificada. Problemas que son
cosas. Y en ese acto podemos entonces transformar la
realidad en un objeto de saber. Y eso está enraizado en
nuestro lenguaje: cuál es su objeto de estudio, cuál es su
objeto a saber, etc. Pero en esta proposición si hay un
objeto de saber, la realidad, o el problema que vamos a
investigar, también hay un sujeto de ese saber. Que es
el investigador, el científico, el intelectual. En algunas
disciplinas, como las llamadas ciencias duras, esto parece
funcionar así. Pero el problema en las ciencias sociales
y en la historiografía, es que el objeto del saber, son ni
más ni menos que otros sujetos. Por lo tanto, la relación
que podríamos denominar sujeto-objeto, en rigor, es una
relación sujeto-sujeto. O sea, nosotros somos sujetos que
estudiamos sujetos; y no podemos cosificarlos y trans-
formarlos simplemente en objetos. Sobre esto se puede
discutir, y de hecho habría que seguir conversándolo.
19
sujeto a sujeto, emerge un dato muy difícil de controlar
por la historiografía. Y ese dato se llama subjetividad. Es
decir, el historiador formado en la tradición positivista
presupone que su saber es objetivo y esa efectividad está
dada por sus fuentes. Bueno, en estas nuevas produc-
ciones de saber, en donde hay una relación explícita
sujeto a sujeto, como dice Alessandro Portelli, lingüista
que ha hecho grandes aportaciones a la historia oral,
dice en las entrevistas “muchas veces los sujetos nos dicen
lo que aconteció, pero en realidad dicen lo que debió haber
acontecido, lo que pudo ser bueno que pasara, y lo que debiera
ser desde hoy”. Es obvio, la memoria se mueve, tiene otras
temporalidades. Pero este dato es el más complejo para
el historiador: procesar la subjetividad. ¿Qué significa
eso? Procesar las emociones, procesar los sentimientos,
procesar la lectura de la realidad, la posición de los
distintos sujetos en la sociedad. Esa es la complejidad.
Y esta complejidad es de tal magnitud que un filósofo
norteamericano, Frederic Jameson, que dice por los años
‘90, “en realidad, a estas alturas, si somos serios, tenemos
que admitir que la subjetividad es un problema objetivo”.
Cómo hacer historia social sin apelar a la subjetividad,
sin conocer la subjetividad, sin interactuar con la subjeti-
vidad. Entonces, a mí me parece que… fíjense que todavía
no he dicho nada político, porque en realidad, producir
conocimiento colectivo implica opciones políticas, busca
y tiene efectos políticos. Pero, por ahora me he movido
solamente en el campo de la epistemología, y en parti-
cular, ingresar a este campo que a los historiadores les
molesta mucho: el tema de confrontar la subjetividad de
las personas con las que trabajan. Dicho de otra manera,
en la entrevista, en la historia oral, en la memoria, la
realidad emerge matizada, condicionada por la propia
experiencia y con los lenguajes socialmente construidos.
Lenguajes de clase, lenguaje de género, lenguaje de pueblo,
20
lenguaje de las elites. Sí, hablamos distinto. Hombres y
mujeres hablamos distinto. Y dependiendo de la posición
de clase. Y los académicos hablamos distinto, y ustedes
hablan distinto, o sea, el lenguaje es muy expresivo de
cómo estamos constituidos socialmente. Yo, a veces he
pensado, un poco a la antigua, que sería bueno volver
a las clases en latín porque me encanta el lenguaje;
volver a los orígenes de nuestra lengua. Pero en realidad
tal vez eso es muy antiguo, tal vez muy conservador.
Pero en el curriculum de historia debiéramos tener más
de un ramo en lingüística, unos dos o tres ramitos para
que entendamos cómo se construye el lenguaje, que
expresa el lenguaje, cuál es la historicidad del lenguaje,
en fin. Freire tenía siempre mucha preocupación por
esto. De hacer la historia del lenguaje, de conocer el
lenguaje popular. Que está lleno de sentido, de signifi-
cado. Recuerdo una vez de una trabajadora social me
decía que iba con un grupo de mujeres de pueblo a una
actividad al Estadio Nacional, no recuerdo cuando, y las
mujeres le decían: Y bueno, ¿dónde nos ganamos? Y es
que el pueblo siempre cuando tiene que tomar esa deci-
sión, dice, bueno, ¿dónde nos ganamos? No donde nos
ponemos, donde no situamos. No, dónde nos ganamos.
Porque para el pueblo participar en el espacio público es
siempre una disputa y por lo tanto el lenguaje expresa
esa disputa. Y podríamos seguir tratando conocer nuestra
propia cultura popular conociendo sus expresiones más
significativas, sus expresiones lingüísticas particulares.
21
que lo hicimos el 2000. O sea, ya tiene algunos añitos.
Bueno, cómo hicimos este trabajo. Primero establecimos
un convenio con la Red de Organizaciones Sociales de La
Legua. O sea, nos interesaba conocer la experiencia que
había significado el Golpe, la violación a los derechos
humanos, etc., en la población. Y para hacer esto, no
íbamos a ser investigadores simplemente externos, sino
que queríamos tener relación directa con las propias
organizaciones. Acordamos con la Red hacer un taller de
formación de monitores para personas de la población,
de tal manera que el proceso de investigación no fuera
solamente un proceso de investigación con historiadores
externos, sino, con una suerte de historiadores locales.
En el capítulo III, yo narro un poco cómo se armó esta
reunión con los monitores. Les voy a leer un poco para
poder contarles al respecto.
22
Esta fue una experiencia, yo diría muy importante.
Colocamos el tema, colocamos una pregunta ante un
grupo de personas mayores, parte de ellas. Y lo primero
que emerge es un silencio muy espeso. Bueno, habla
una compañera, no les voy a leer todo, ustedes pueden
consultar el libro. Se insinúan algunos temas. Después se
habla de los campos de concentración. Pero sin embargo,
rápidamente anoto, “los recuerdos de los familiares que no
están, se manifiestan muy pronto y este será tal vez uno de
los nudos de la memoria más importante. Respecto del cual
no hay amnesia posible”. El recuerdo no puede disociar
al que no está respecto a quienes los mataron, con los
que los hicieron desaparecer. Es decir, a la víctima y al
victimario. Y empieza la gente, no.
“Yo pienso que el video que se vio hoy son recuerdos doloro-
sos y amargos, porque pasa lo siguiente, llega una etapa que los
hijos preguntan lo siguiente: mamá, por qué esto, por qué paso
esto otro, por qué no voy a ver más a mi tío, por qué no voy a ver
más a mi primo. Entonces, son recuerdos amargos, muy amargos”.
23
“Para muchas personas de La Legua fue un castigo
psicológico creo yo. Con los aviones que ya cayeron. Fue algo
terrible. Yo me acuerdo que tenía de los seis (hijos), tenía
como tres más abajo. Y es verdad, todos abajito del catre.
Mi suegra debajo del catre. Yo lo único que quería es que
me mataran a mí. Que mataran a mis hijos, porque ¿quién
me iba a ayudar? Entonces pienso que el castigo psicoló-
gico que se le hizo a La Legua, de pensar que en cualquier
minuto íbamos a ser liquidados todos. Y se burlaron. Yo
digo burla psicológica. En pensar que todo lo que sucedió
en estos años uno lo recuerda con dolor, con mucha rabia”.
24
sociedad chilena? ¿En cuántos espacios hemos compartido
esas memorias? ¿Cuántos actos de contención psicosocial
se han producido en Chile respecto a la violación de los
Derechos Humanos? No, esto es un dato que se puede
cuantificar. Cuántos fueron, quienes fueron, etc. Pero la
verdad es que la realidad es mucho más densa. Enton-
ces, claramente, en éstas experiencias emergen estos
sentimientos y emociones fundamentales, respecto a las
cuales los historiadores no estamos muy preparados, en
cuanto a cómo procesar, cómo escribir. Nos dimos cuenta
haciendo el taller, que duró como seis semanas, de las
cuales lloramos cuatro, de cómo ir cambiando el tenor
de las conversaciones. Aprendimos a hacer ejercicios de
contención. Alguien descubrió que el agua con azúcar es
buena para la pena, entonces en el próximo taller había
agüita con azúcar, la cual se pasaba entre los vecinos. El
mismo vecino podía tocarle el brazo, el hombro al que
está conversando… etc. Por tanto, fuimos encontrando
formas de contención entre nosotros mismos.
25
textos que ustedes leen habitualmente sobre el Golpe,
los que en general son pocos. Y este saber es individual
pero al mismo tiempo es colectivo. Es comunitario. Y en
la medida que el taller ofrece el espacio de intercambio,
emerge como saber comunitario.
26
que queríamos, era que ese saber histórico que nosotros
habíamos producido fuera solo el punto de partida para
una conversación con los propios participantes. Algo
que no sabíamos, pero que aprendimos en el camino. Lo
intuíamos. Nosotros decíamos: los participantes son parte
y protagonistas de esta historia. Por tanto, la pregunta
luego de la exhibición del diaporama era muy sencilla,
“queremos que nos cuenten cómo ustedes han sido parte
de esta historia”. Y eso animaba la reflexión cuyo punto
de partida era el saber popular. ¿Cuál era el saber popular
sobre la historia? La memoria. ¿Cómo se gesta la consciencia
histórica popular? ¿Porque se leen muchos libros? No, se
leen muy pocos. Por las conversaciones, por los recuerdos.
El saber popular histórico es básicamente el saber de la
memoria. Hicimos entonces un gran descubrimiento.
Yo miro acá a la Francisca Rodríguez (en el público),
porque nos conocimos el año ‘82, en unos talleres con la
Coordinadora Nacional de Sindicatos. Estuvimos doce
semestres con dirigentes sindicales en donde hicimos un
ejercicio similar. Como producto de eso después edita-
mos una serie de cuadernos de historia popular. Once
cuadernos que después se difundieron bastante, pero fue
a propósito de estos talleres y de la experiencia de trabajo
con los sindicalistas. ¿Qué aprendimos? Primero, lo que
ya he dicho. La fuente de saber del pueblo es su propia
memoria. Pero en este contexto específico descubrimos
dos cosas. Primero, que nosotros como historiadores
éramos portadores o expresivos de unos déficits de saber
histórico impresionantes. De hecho, en esa época, por los
años ‘80, la historiografía no había producido nada prác-
ticamente sobre el mundo de las poblaciones. Un ejercicio
primero fue el de Cecilia Urrutia que está publicado en
Nosotros los chilenos, en la Editorial Quimantú, ahí por
el año ‘72. Y no había más. Por lo tanto cuando nosotros
abríamos los talleres e invitábamos a reflexionar sobre
27
la memoria, empezaban a emerger la tomas, empezaban
a emerger el inicio de las organizaciones populares, etc.
Y después las preguntas. ¿Quiénes fueron más activos?
¿Las mujeres, los jóvenes, las comunidades cristianas?
Es decir, diez o quince preguntas que nos invitaban a
formarnos. Teníamos que aprender.
28
educadores populares nos dimos cuenta que el pueblo y
en especial los pobladores estaban siendo crecientemente
invisibilizados. Convertidos en masa de votantes. De
electores. Después de ser protagonistas en todo el periodo
de dictadura, eran transformados en masa electoral. Y
algunos políticos lo sabían. Y además lo decían explíci-
tamente: “debemos transformar la movilización social
en movilización electoral”. La transición implicaba todo
este proceso, de hacernos electores, y como dice Edgardo
Boeninger, en el año ’97, en ese libro impresionante
Lecciones para la gobernabilidad: “hacer que los partidos
cumplieran el papel principal”. Y como él agrega: “con las
organizaciones sociales, a su sombra”. Porque, en verdad, el
actor principal es el partido; los partidos. Los resultados
están a la vista. Los resultados del domingo (elecciones
municipales 2016) son visibles respecto de los efectos ese
modo de concebir “la política” y la acción política en la
sociedad: una muy baja participación con una abstención
del 60% de los electores.
29
Entonces buscamos, previo acuerdo con las orga-
nizaciones sociales, recrear la historia de la población,
mediante entrevistas, revisión de prensa, etc. ¿Con qué
nos encontramos? Nos encontramos con un saber local
con el que podíamos construir nuevas narrativas históri-
cas en relación a lo popular. Ese saber local tiene fuertes
vínculos con las experiencias de solidaridad que se han
vivido en el campo popular. Y también con las derrotas
del campo popular que, por cierto, han existido.
30
las cuentas sobre las derrotas y los fracasos. En vista
de esta situación del año ‘86 nos dimos cuenta en ECO
que los movimientos populares entraban en una fase
de incertidumbres, de crisis, de divisiones, y también
de fuertes tensiones con los partidos. Necesitábamos
producir entonces un nuevo saber social y político, que
como decíamos en la educación popular, fuera un saber
prácticamente orientado. O dicho de otro modo, un saber
que pusiera la práctica, la experiencia, como punto partida
de la reflexión y la producción del saber. Este es el punto
clave a mi juicio. La pregunta a la historia es si es capaz
de producir conocimientos prácticamente orientados,
que tengan relación con la práctica de los movimientos
sociales, de las organizaciones sociales, etc., etc.
31
que pensar el plebiscito del ‘88, en donde todo el mundo
estaba muy animado con el plebiscito y pensábamos que
“La alegría ya viene”; nuestros análisis nos empezaron
a mostrar que no era tan claro que la alegría llegara. E
incluso llegamos a decir, “el plebiscito tiene un efecto de
espejismo. Pareciera mostrar más de lo que efectivamente
podía ocurrir”. Y teníamos que hacernos preguntas: “¿Hay
cambios estructurales en juego en el plebiscito? ¿O el
cambio simplemente es político? ¿Qué expresa ese cambio
político?” Bueno, había que problematizar la realidad, y
eso a veces tiene costos… de hecho, nosotros el 88-89 en
ECO casi nos dividimos como organización, porque no
estábamos de acuerdo con la lectura que hacíamos de lo
que estaba ocurriendo. Y segundo, éramos aguafiestas. Y
ya el año ‘89 publicamos el quinto número del taller, que
se llamaba Los límites de la transición. O sea, no estába-
mos celebrando el ascenso de Aylwin, sino que estábamos
diciendo “miren, interesante lo que está ocurriendo, pero
esto tiene límites que son estructurales. Y así como va,
no va a ser lo que esparábamos”. Eso lo dijimos el ‘89. Por
“suerte” pocos nos escucharon, pero hoy día ciertos histo-
riadores jóvenes nos estudian y revisan esos documentos
y dicen “bueno, y ¿cómo ellos pudieron pensar esto?” No
fue porque fuéramos genios, no, sino porque invitamos y
dialogamos con la gente que estaba viviendo la experiencia,
de que sí, había CUT, pero no se sabía si iba a ser capaz
de traspasar el Acuerdo Marco, que germinó favoreciendo
a los empresarios. Sí, habían organizaciones de derechos
humanos, pero se estaba negociando cuanto de eso iba
a ser posible. Antse de iniciar esta charla conversé con
Francisca Rodríguez sobre el movimiento de campesinos,
y comentó que cuando se reunieron con Aylwin, éste
les dijo: “miren, limítense porque el tema agrario es muy
complicado, sobre todo el tema de reforma agraria”, etc.
32
Entonces ¿qué aprendimos, o qué surgió en los
talleres? Básicamente una mirada crítica de la transición.
Que impresionante cómo pasa el tiempo, pues era una
mirada crítica de la transición que hoy toma forma en
la crisis del sistema político, o si ustedes quieren, en la
crisis del sistema de representación política. Hoy día en
la mañana escuchaba a Marta Lagos de las encuestas de
la oficina del MORI, que Chile vive una crisis de repre-
sentación radical. Los partidos dejaron de expresar a la
sociedad. O sea, cuando de 14 millones votan 4, hay 10
millones que no se sienten representados por el actual
sistema de partidos políticos. Y uno dice, bueno, ¿y cuál
fue la propuesta de la transición? Hacer de los partidos
los actores fundamentales de la recuperación democrática
y subordinar a las organizaciones sociales, ponerlas en
segundo plano. ¿Cuál es el resultado? Un sistema político
deshabilitado, escindido de la sociedad. Y una sociedad
que tiene que recrear la forma de acción colectiva. Eso
se llama movimiento social, y en eso estamos en estos
momentos.
33
tiene que ver con el vínculo, a mi juicio cada vez más
débil —ojalá me equivoque—, entre el saber académico
y el saber social. Yo tengo la impresión que para muchos
académicos establecer tal relación, en realidad, no tiene
ninguna importancia, ninguna relevancia. El saber acadé-
mico puede funcionar en torno a sí mismo, girando en
torno a sí mismo. Y los intelectuales, en realidad, la mayor
parte de las veces, hablan desde sí mismos, por sí mismo
y para sí mismos. Y hay prácticas académicas hoy en día
que refuerzan esta tendencia. O sea, hoy día si uno quiere
hacer carrera académica y producir tiene que publicar
en revistas indexadas, de alta calificación. ¿Quién la lee,
y cuántos la leen? La verdad es que no importa mucho.
Lo importante es que esté incorporada a los circuitos de
mercado de saber reconocido como científico. E incluso,
en algunos casos, la producción de libros empieza a ser
desestimulada. No importan tanto. Es decir, no importa
tanto cómo el saber vuelve sobre la sociedad; el libro
es una manera, hay muchas, pues el saber académico
puede funcionar escindido de la sociedad, y la verdad es
que para muchos académicos jóvenes investigadores, la
pregunta por la sociedad —me da la impresión a mí— es
una pregunta secundaria. Ahí hay un problema profundo
que ustedes discutirán.
34
programa Quiero mi barrio, y en fin. Se iba a presentar
un video de una historia de una población de la Zona
Sur de Santiago. Llegó la gente, se mostró el video, muy
bien hecho, todos felices, aplaudimos contentos; incluso
aparecían las canciones de la UP y algunas personas se
ponían a cantar ahí espontáneamente. Fantástico. En fin,
un clima comunitario muy potente Había participado
gente de la población pero menos de la esperada, y a mí me
habían invitado a comentar un poco todo esto, y yo, junto
con valorar todo lo que se había hecho; les dije: “está muy
bien, pero, hay un punto —del cual ustedes también van
a tener que hacerse cargo—, que esta experiencia positiva,
valiosa, comprometida, en fin, que hicieron ustedes en
su población, en verdad eran cientos, miles de poblado-
res en Santiago.” No terminamos de cuantificar todavía
bien cuántas “tomas de sitio” se produjeron entre el año
‘57 y ‘73, que es a mi juicio un gran ciclo de movilización
poblacional. Probablemente podamos llegar a una cifra
cercana a unas 600 o 700 tomas en todo Chile. Sólo en
Santiago tenemos más de 300 ya bastante documenta-
das. Y en un ejercicio que estuve trabajando hace 4 o 5
años en Concepción, en 4 años, ‘70- ‘73, identificamos 172
ocupaciones. Y los urbanistas de Santiago, los buenos
urbanistas del ‘72- ‘73 decían que en realidad Santiago,
estaba viviendo en medio de una revolución urbana. Y
el actor principal eran los campamentos, que habitaban
los más pobres. Lo que quiero decir, es que necesitamos
establecer el vínculo de la parte con el todo, de que la
experiencia particular, el archipiélago que representa
una u otra población, se reconozcan en un continente
mayor. Y ese continente mayor, a mi juicio, es el primer
gran ciclo de movilizaciones populares de mediados del
siglo XX. Y que curiosamente, estos pobres más moviliza-
dos, que ocuparon sitios, vivieron una epopeya histórica
impresionante. No hay ningún país en América Latina
35
en que los pobres, en 15 o 20 años, hayan transformado
las ciudades, y modificado sus modos de pertenecer a la
sociedad como son los pobladores chilenos. O sea, también
tenemos que mirarnos en perspectiva Latinoamericana.
Muchas gracias.
36
II
ORGANIZACIONES POPULARES DE HOY
¿Qué saberes necesitan nuestras
luchas y resistencias?
37
Es urgente empezar a comprender que la
situación en la cual estamos es barbárica
39
Nosotros nos reconocemos como una corriente de
trabajadores que busca el aporte bajo perspectivas políticas,
entendiendo que el problema que actualmente estamos
sumidos las trabajadoras y los trabajadores en Chile
no viene de la nada, sino que responde a experiencias,
imposiciones y a construcciones históricas las cuales nos
encontramos hoy en día; las regulaciones que tenemos
vienen de un sitio, de una historia, de un resultado que
determina profundamente nuestras relaciones y la situa-
ción que nos encontramos hoy.
40
Nueva Mayoría en conjunto con la derecha. Es necesario
empezar a hilar más fino, empezar a preguntarnos ¿Cómo
desarrollamos nuestras organizaciones?, ¿Qué organi-
zaciones queremos? ¿Qué características queremos que
tengan estas organizaciones?
41
sociedad; ahí podemos ver que hay una brecha impor-
tante y terrible. Esto sepulta la idea de que hay que creer
que las y los trabajadores no somos una fuerza motriz
importante y estratégica dentro de la constitución de esta
sociedad. Sin embargo, tenemos una participación casi
nula dentro de las decisiones y dentro de la planificación
en la sociedad, y de la cual nos atrevemos a pensar en
una diferente. De esta masa de trabajadores el 17% gana
el sueldo mínimo y el 53% gana menos de 300 mil pesos;
actualmente el sueldo mínimo esta en 257 mil pesos, o
sea podríamos decir que más del 60% de los trabajadores
está dentro del rango de los 350 mil pesos. Eso ya acota de
alguna manera y nos muestra un escenario de absoluta
precariedad a la cual estamos sumidos. El 60% de las
familias chilenas estamos endeudadas, o sea hay otro
elemento más que determina nuestras condiciones subje-
tivas de nuestra vida diaria que en conjunto con estar
sometidos con sueldos precarios, también nos vemos
forzados al endeudamiento para poder solventar desde
el elemento más superfluo hasta cuestiones fundamen-
tales como salud, educación, etc. Y esto no es casual,
es importante contextualizar los elementos que llevan
a que los trabajadores estemos en estas condiciones.
Veo que es urgente tomar conciencia de la importancia
de empezar a comprender que la situación en la cual
estamos es barbárica.
42
herramienta efectiva que tenemos las y los trabajadores
para negociar, y trata de acceder a mejores condiciones
dentro de nuestros trabajos, eso siempre dentro de los
marcos de la ley.
43
el subcontrato se profundice, no es casualidad que este año
se haya pactado junto con el empresariado y la CUT, una
reforma laboral que es nefasta, que el código laboral actual
nos permite un margen muy restringido de negociaciones,
de lucha y de huelgas. Esta reforma que se viene acrecienta
estas diicultades, una reforma regresiva para los intereses
de las y los trabajadores. Es una reforma que criminaliza
la huelga, que va a permitir el reemplazo por huelga — la
única herramienta de presión que tenemos va a dejar de
tener una efectividad real — y estas condiciones son las
que de alguna manera han permitido la profunda regre-
sión en la cual actualmente nos encontramos sumidos. La
CUT aglutina a un 23% de los sindicatos, cuando en Chile
en términos efectivos existe un 10% de sindicalización. O
sea de este 10%, un 23% lo representa la CUT y el resto un
68% está en diferentes sindicatos sin una organización ni
una centralización de los trabajadores.
44
Eso ha llevado a una despolitización de parte de los
sindicatos, a tener problemas de burocracia, a personalis-
mos y egos de personalidad, los cuales han aportado a la
desorganización y a la concepción de que, en el fondo, la
organización no sirve para mucho. En ese sentido, yo creo
que la historia y el trabajo de los historiadores cumple
un rol importante en términos de que tiene que ser capaz
de indagar, de desarrollar y de aportar con perspectivas
siempre, en conjunto con las organizaciones que se vayan
desarrollando, hacia la comprensión de que es necesario
también hacer una síntesis histórica y comprender que
las experiencias que hemos tenido a lo largo del siglo
XX son tremendamente valiosas y nos sirven para sacar
lecciones, para luchar hacia el futuro.
45
En conjunto con esas tareas objetivas, debemos
empezar a tomarles atención a las alternativas y caminos
que han tenido los explotados en chile, para sacar leccio-
nes para el presente y futuro. La legislación actual nos
presenta un margen estrecho de movimiento y eso ha
significado una sensación de que poco podemos hacer
desde el sindicalismo. Creo que es interesante mirar
desde una perspectiva histórica y desde una perspectiva
hacia el futuro las experiencias que han tenido las y los
trabajadores en Chile, que de alguna manera ha tendido
bajo las necesidades imperiosas de mejorar y de avanzar
en sus condiciones laborales, en sobrepasar la institucio-
nalidad, la legalidad práctica y empezar a desarrollarse
bajo otros caminos de organización, caminos de auto-
nomía, que les han permitido a los sectores que los han
emprendido a establecerse y mejorar sus condiciones de
manera real entre los trabajadores en Chile. No por nada
se han levantado los contratistas del cobre, tratando de
ir mejorando sus condiciones laborales, no por nada el
sector portuario a través de la unión portuaria ha hecho
un camino y ha realizado un camino que es largo, no nace
de ahora tiene más de 20 años de desarrollo y actualmente
ha permitido que sea uno de los sectores en los cuales, a
pesar de todas las precariedades esté más bien parado, más
consciente y más fuerte de sus condiciones y le permite
desarrollar una unidad de acción potente. Asimismo los
pescadores, con todas las contradicciones que existen,
incluso el sector público bajo sus organizaciones sindi-
cales, nos demuestran que la unidad de los trabajadores
es importante y es vital, para que logren transformar las
condiciones en las cuales nos encontramos sumidos.
46
Quiero cerrar haciendo un llamado a que estos
espacios, que son importantes por ser de discusión y
reflexión, deberíamos todos hacer el esfuerzo aún mayor de
acercarlos a los nichos en los cuales existe la organización,
a los cuales existe una intención de politizarse, de tener
e incorporar la conciencia de que si nos organizamos, si
es que somos capaces de coordinarnos entre nosotros,
bajo banderas y principios elementales pero que no son
tan elementales a diario y que, de alguna manera, en la
práctica y en la lucha se van haciendo carne, y permiten
ir modificando — en un principio marginalmente —
nuestra realidad, pero que en un futuro no tan lejano den
perspectivas para no solamente mejorar nuestras condi-
ciones parciales, sino para empezar a pensar de manera
concreta y factible en la posibilidad de una construcción
de una sociedad diferente.
Muchas gracias.
47
La pregunta es cómo recuperamos nuestros
saberes e historia desde los propios actores
49
cosas que facilitan el proceso de contrarreforma agraria,
porque nuestra ausencia debilita la lucha de los movi-
mientos. Muy por el contrario, donde están las mujeres
el movimiento crece y se fortalece, porque no solamente
lo hace más participativo o más democrático en su ejer-
cicio, sino que más integrador en lo que hoy significa la
demanda social y popular, no sólo de los trabajadores,
sino de los pueblos, y el pueblo somos todos.
50
en ninguna parte. Por lo tanto, nosotras sentimos que
teníamos un movimiento sindical que no daba cuenta
de esta nueva realidad, y que no se daba cuenta que en
esta nueva realidad tenía que cambiar no solamente la
visión del mundo sindical sino que la construcción del
movimiento sindical. Esa es una de las razones por la
cual nosotras decidimos conformar una organización de
mujeres, y creo que dimos en el clavo, porque pareciera
ser que, en el campo, las mujeres estaban esperando esta
organización, que partió con cincuenta y cuatro mujeres
y hoy día podemos hablar de que somos más de diez
mil mujeres a través de todo el país desde Arica hasta
Coyhaique, donde está nuestra base social constituida
por organizaciones vivas, porque esa fue la primera tarea
que nos propusimos: articularnos en grupo, en grupos de
interés –por ejemplo, las mujeres que producían flores,
las que estaban en los invernaderos, etc., grupos que iban
floreciendo al calor del asistencialismo. Entonces noso-
tras dijimos que teníamos que ser capaces de recuperar
organización, organización con principios, organización
que se mire a sí misma.
51
de mujeres rurales — éramos AMUR — y las indígenas
reclamaron el hecho de estar claramente identificadas y
nos sacaron de quinientos años para acá para decir por
qué teníamos que decir que éramos una organización de
mujeres indígenas. Y creo que nosotras aprendimos que
cuando están hablando de los indígenas están hablando
de la diversidad que tenemos como país, tanto cultural,
social, como étnica. Y en nuestra organización se expresan
casi todos los pueblos indígenas: las mujeres organizadas
de los pueblos indígenas de norte a sur. Incluso pasado
mañana tenemos un tribunal ético en Calama, y allá está
el directorio organizando este tribunal ético, y el próximo
mes tenemos el otro que se hace en el museo mapuche
en Cañete para denunciar todo lo que las mujeres van
sufriendo producto de la vida, la represión, y lo que vive
el pueblo mapuche desde el punto de vista de la usurpa-
ción y su resistencia.
52
pueblo, de haber visto lo que habían sido los procesos
tanto de la dictadura en Sudamérica como de las luchas
de insurgencia en Centroamérica. Quería decirse que en
este continente no había pasado nada, y por eso es que
nosotros y nosotras hablamos desde nuestra resistencia
y rompiendo el aislamiento para poder mirar frente a
qué sistema estamos, para no denunciarnos entre noso-
tros y tener la capacidad de vencer al sistema. Y de ahí
que nos declaramos como una organización anticapi-
talista, antiimperialista y antipatriarcal, combatiendo
fuertemente el patriarcado que sostiene a este sistema,
y combatiendo el apoliticismo que se fue plasmando
tanto en la juventud como en las mujeres para plantear
la lucha política como perversa. A partir de esa definición
nosotras trabajamos fuertemente por la recuperación de
nuestra historia, pero también por la recuperación de
nuestros saberes y nuestros haceres en la validación de
lo que significa un oficio tan importante y noble como
es producir alimento para nuestro pueblo.
53
un concepto y pasó a ser un principio, y para nosotras los
principios se deienden, se sostienen y no se negocian. Y
bajo ese prisma nosotras hemos ido avanzando.
54
y trabajamos desde el principio de que las organizaciones
tienen que buscar formas de autofinanciamiento, porque
si somos organizaciones de la clase, la clase tiene que ir
resolviendo los problemas de sobrevivencia de sus orga-
nizaciones. Además, estamos planteando el problema de
la participación desde el punto de vista religioso, porque
nosotras sabemos que cada una de nuestras compañeras
puede desarrollarse en ese sentido.
55
esto tenemos que revertirlo. Una de las fortalezas de
ANAMURI han sido los cientos de pasantes que hemos
tenido principalmente en trabajo social. Hasta aquí no
nos ha caído ningún pasante de historia, el único que nos
cayó fue un estudiante de geografía con el cual hicimos
un libro que se llama “La tierra, futuro y esperanza”, y
lo hicimos con él porque queríamos ver en qué estaba la
tierra que ayer había alimentado al pueblo, y nos dimos
cuenta que había cultivos y plantaciones, pero todo para
exportación. Cuando llegamos al territorio nos encon-
tramos con que la gente no quería recordar lo que era,
sólo quería mejorar lo que había sido el contra-proceso
de reforma agraria.
56
la queremos enterrar, tenemos que proyectarla, porque
la reforma agraria es lo que garantiza soberanía a este
país, y si no hablamos de eso, si no discutimos de lo que
se nos viene, con el TTP, por ejemplo, podemos hablar de
todo lo que dice el compañero, pero vamos a tener una
supra-Constitución donde hemos perdido absolutamente
la soberanía popular, la soberanía nacional, sin que los
pueblos sepamos en qué nos estamos metiendo. Y yo creo
que esa es la discusión, en eso nos estamos metiendo en
este minuto: en poder decir los doce puntos de por qué los
campesinos y campesinas no queremos el TTP, y estamos
discutiendo en todo el país, porque uno de los retos que
nos planteamos es que hay que conversar con la gente,
tenemos que recuperar la oralidad… nuestras escuelas
son escuelas de diálogo de saberes.
57
para prepararse para la producción agroecológica, porque
parece que hoy día la agroecología es el descubrimiento,
pero nosotras sólo estamos validando nuestras prácticas
campesinas de hacer agricultura recuperando nuestras
prácticas campesinas. Sin embargo, para recuperar
nuestras prácticas campesinas tiene que haber una recu-
peración de todo el pueblo de la necesidad de una buena
alimentación, de mirar qué está pasando hoy día y no estar
ensimismados, porque una de las cosas que ha logrado
el sistema es tenernos a cada uno en nuestro frente de
lucha sin hacer luchas comunes, confrontándonos entre
nosotros. Tenemos que cambiar eso, no podemos pensar
que esto va a seguir. Yo creo que todos estamos pensando
que el próximo gobierno va a ser de derecha y la cosa se
nos va a poner más dura a quienes estamos en resistencia.
58
que tuvimos ayer, porque nos han negado la historia, y
un pueblo sin historia es un pueblo sin futuro ni porve-
nir. Por eso creo que estos espacios son tremendamente
importantes, como dice Mario. La pregunta es cómo recu-
peramos nuestros saberes e historia desde los propios
actores, para la juventud que viene; cómo trabajar con
la sabiduría campesina. Tiene que ser como una yunta
de bueyes. Los viejos siempre decían que tiene que haber
un buey viejo y un buen joven, así el buey viejo no se va
quedando en los pasos cansinos que nos dictan los años,
y el joven no se arranca con el vigor y la fuerza que tiene
la juventud, y así se produce el equilibrio, y ese equili-
brio se produce en el andar conjunto. Hoy día hay un
profundo desprecio por los viejos, la tecnología nos cazó,
todo está en el disco duro, en la Wikipedia, no sé cómo se
llame… entonces no hay consulta, no hay conversación, y
cuando vamos planteando estos temas muchos nos dicen
que nos quedamos en el pasado. Y nosotras decimos que
no estamos en el pasado: estamos recuperando nuestras
semillas, estamos recuperando nuestros saberes, aunque
la televisión nos robó el programa “recomiendo Chile”,
que era nuestro programa, porque nosotras queríamos
recomendar nuestras comidas — no recomendar el país
—, e íbamos a hacer después recorriendo América, y nos
patentaron, nos quitaron el programa.
59
espalda sin que nos demos cuenta. Los procesos juveniles
son tremendamente importantes y alentadores, pero no
pueden ser aislados de la población.
Gracias.
60
Conocer más acerca de la historia del
magisterio, sus luchas y memoria
61
asumieran un rol más pedagógico, más teórico y también
de actor social. Se creía que a la dictadura le quedaba poco
tiempo y en este contexto se pensó que el y la profesora
eran actores privilegiados y debían prepararse para esa
gran tarea de democratizar la sociedad partiendo por
la escuela. Además dada la acción de los movimientos
sociales y la contingencia del país se necesitaba otro tipo
de profesor y profesora.
62
La primero que necesita ser más investigado (tanto
por la academia como por nosotros los y las profesoras)
es la realidad docente y sus prácticas pedagógicas y en
segundo lugar, la despolitización del magisterio. Lo primero
desde el aspecto sindical hasta el cómo hacemos clases.
Lo segundo tiene que ver con entender, y la experiencia
lo ha demostrado, que la escasa capacidad de organizarse
y la falta de elementos teóricos y políticos empobrece la
labor del profesor y en general de cualquier trabajador
o trabajadora, digamos que en general de toda persona.
Le hemos dado mucha vuelta a ese asunto, ¿Cómo rever-
tirlo? ¿Cómo educar o convencer a los demás profesoras
y profesoras? Como decía la compañera de ANAMURI,
pensar que la política no es para las mujeres o pensar
que la política es una mala acción, ha jugado en nuestra
contra como trabajadores de la educación.
63
saberes populares de cada persona. No porque luzcan un
corte de pelo estilo futbolista vamos a pensar de antemano
(prejuicio) que no tiene opinión o no reflexiona, muy por el
contrario, muchas veces la rebeldía y la manera de vestir
o hablar significa que quieren algo distinto, quieren un
mundo diferente y quieren que también nuestras clases
(la escuela) sean distintas.
64
que aporte más a la sociedad. Otro tema a debatir es
el del currículo, más que debatir sobre la educación en
general o sobre la intencionalidad que tiene ¿Qué tipo
de contenidos queremos — como comunidad — que
nuestros y nuestras estudiantes tengan? ¿Qué tipo de
educación queremos ?
65
En cuanto sindicalismo también tenemos una deuda
pendiente. Los y las profesoras tenemos que ser, y en general
todos los trabajadores y trabajadoras, poco menos que
contadores o gerentes para saber porque están pagando
esto, a qué se debe el descuento, que ley está haciendo
que te paguen menos el sueldo, etc. Y finalmente vamos
a mencionar que respecto de los temas de género y femi-
nismo estamos en la edad de piedra. Los profesores y las
profesoras no recibimos una formación en ese sentido,
investigaciones incluso del mismo colegio de profesores
indican que cuando los profesores y las profesora hablan y
se dirigen a sus estudiantes casi nunca aparece la palabra
mujer o los femeninos de las profesiones u ocupacio-
nes. O dicen, las niñitas son tranquilas, los niñitos son
inquietos. Esas cosas no las podemos dejar pasar si es
que queremos que algún día esta sociedad sea distinta y
se construya de otra manera.
* * *
66
a este sujeto y esta sujeta que tenemos que “educar” en
nuestras escuelas, por lo tanto y en relación a la pregunta
¿Cómo construimos conocimiento colectivo? Nosotros y
nosotras consideramos y creemos que puede haber tres
ejes importantes a considerar, y que aquí se ordenan: el
primero es conocer, el segundo lugar organizándonos y
en tercer lugar entregar confianza, eso como sumamente
importante.
67
También es importante y que se menciona, es que
seamos capaces de transformarnos en transformadores,
en conocer, esa es una de las líneas importantes del Movi-
miento Pedagógico Sexta desde sus inicios, lo cual no
se concretó a nivel nacional, tal como decía María Luisa,
nosotros y nosotras somos el único colectivo, orgánica
o grupo del movimiento pedagógico que hay en Chile y
eso se debe también a una cuestión política de invisibi-
lización por parte de aquellos que hoy día están en el
poder en el colegio de profes, y esa es también una de las
premisas principales. No nos sentimos representados por
el colegio de profesores, porque, por ejemplo, es la misma
línea autoritaria, un elefante blanco más, dentro de la
estructura que tenemos como sociedad, sólo pensar en
lo que ocurrió el año pasado con respecto al tema de la
aprobación de la carrera docente. El 98% del profesorado
estaba en contra, pero el colegio de profesores seguía
propugnando y diciendo que estaba todo bien, ellos no nos
representan claramente. Eso como elemento importante.
68
Otro tema es el de la convocatoria, como Movimiento
Pedagógico Sexta no hemos tenido la capacidad de poder
convocar a nuestros colegas, y eso pasa a ser un problema
¿por qué?, porque sabemos que los profesores y las profe-
soras están dentro del neoliberalismo, mientras algunos
estamos en reuniones, charlas o autoformándonos y otros
y otras lo más probable es que están viendo comedias,
o en el mall, o haciendo otras cosas, o incluso más aun,
desarrollando pruebas estandarizadas, portafolios, corri-
giendo pruebas al servicio del poder, alejándonos/as de
una u otra forma de los movimientos sociales. Ya lo había
dicho en relación a la conciencia de clase.
69
versión, en relación a la educación popular y sus aporte
a la educación formal, además, en el afán del rescate
de la memoria de los profesores torturados y asesinados
en dictadura, se han desarrollado charlas, seminarios, la
próxima charla y seminario es sobre educación popular.
Y también participando de las elecciones del magisterio
donde la idea es recuperar el magisterio desde abajo y bajo
una línea sindical y de clase.
70
III
TALLER
Definiendo los saberes que
necesitamos para las luchas del
presente y futuro
71
Síntesis Taller:
“Definiendo los saberes que necesitamos para
las luchas del presente y futuro”
Objetivos
73
preguntas que constituyeran una hoja de ruta para la
investigación histórica, es decir, generar una interpela-
ción desde la gente a la Historia. Para eso se realizaron
los siguientes cuestionamientos: ¿Qué conocimiento
queremos construir?, ¿qué conocimientos necesitamos?,
¿cómo construimos este conocimiento?
Metodología
Trabajo grupal:
1) ¿Qué problemas hemos tenido en la construcción
de conocimiento? A través de un ejercicio de teatro mudo
se plantearon problemas en la relación entre historiado-
res y movimiento social. Al ponerlos en evidencia, se dio
paso a la conversación de cómo enfrentarlos y superarlos.
74
y para las organizaciones sociales, efectuando una jerar-
quización por medio de un esquema de tiro al blanco
(centro + importante y periferia - importante).
Resultados
75
Por otra parte, se plantea el peligro de imposición y
manipulación ya sea por un sesgo del investigador, o en
un polo opuesto, por una serie de condiciones que colo-
casen las organizaciones sociales que acaban censuran
o inhibiendo la voz del investigador.
76
las organizaciones populares
77
IV
MESA DE DISCUSIÓN
Nuevas problemáticas para la
Historia Social Popular
79
Historia y educación: Algunas de las
complejidades del proceso histórico que
construye el vínculo pedagógico
Leonora Reyes
Historiadora.
Doctora en Historia y académica del Departamento de
Estudios Pedagógicos de la Universidad de Chile
81
pública, etc. Y eso nos hace constantemente estar interpe-
lando los conceptos, los lenguajes, las formas de trabajo.
Entonces, las pedagogías innegablemente se relacionan
con la política pública. La Ley de Carrera Docente, por
ejemplo, afecta directamente la formación docente. Los
municipios también porque son, en el fondo, los sostene-
dores de gran parte de nuestros centros de práctica; con
ellos tenemos que dialogar porque nuestros estudiantes
van allá a hacer su práctica pedagógica. Con el mundo
de los profesores, sus diversas formas asociativas, como
movimiento pedagógico, también gremial, el Colegio de
Profesores, por ejemplo, con ellos también intercambia-
mos saberes, y porque también es importante que nues-
tros estudiantes se formen en lo que va a ser el mundo
del trabajo, en las leyes laborales y en la defensa de sus
derechos. Y con el movimiento estudiantil: nuestros estu-
diantes, que desde el 2006 en adelante están cruzados todo
el tiempo con estas movilizaciones impulsadas desde los
secundarios, en paros, tomas, donde el trabajo pedagógico
se tiene que hacer cargo de esos temas también. Enton-
ces, desde aquí, la educación interpela innegablemente
a la historia social, porque mientras más los centros de
formación pedagógica conocen estos diferentes actores,
dinámicas y lenguajes, y más se internan en esas histo-
rias, más puedes delinear, definir y posicionarse en un
determinado proyecto educativo y de formación docente.
82
vínculo que construimos en la relación pedagógica. Porque
difícilmente va a haber cualquier tipo de aprendizaje si
no hay vínculo. Me alegro de que se haya planteado así
de fuerte en la mesa anterior, porque nosotros veníamos
desde hace años trabajando en clases de distintas formas,
tratando de historizar estos vínculos. El vínculo educa-
tivo, el vínculo pedagógico, como lo queramos llamar
es, finalmente, el núcleo central de la pedagogía, más
aún cuando lo que pretendemos es poner en marcha una
pedagogía centrada en el sujeto. Desde aquí, sin vínculo
no hay pedagogía. Y, quien tenga la capacidad de crear
ese vínculo, hizo magia, en el sentido de que encontró
al otro. Se entrelazan ahí dos sujetos, se entrelazan dos
historias. Y esta es la importancia que quiero relevar de la
función de la historia social en la educación: sólo a través
de ese vínculo se van a generar aprendizajes mutuos; de
ida y vuelta, yo hago parte de mi historia al otro, y el otro
me hace parte de su historia. En ese instante esencial se
funda la nueva historia social. En una de estas jornadas de
experiencias de educación popular y formal que mencio-
naba Daniel en la mesa anterior, organizada por ECO,
realizada en el Liceo Confederación Suiza, ahí alguien
dijo: “el vínculo educativo es la relación más importante
después del vínculo madre e hijo”. Así de fuerte es el tema
en el que trabajamos en la formación docente.
83
Porque la escuela estatal, inicialmente, y es parte de su
ADN, está llamada a ser funcional a los intereses de la
construcción del Estado Nación y, posteriormente, queda
bajo los influjos del mercado educacional; ambos ámbitos
muy lejanos de lo que es el vínculo intersubjetivo. Un
conocido historiador de la educación, Iván Núñez, llegó
a ponerle nombre a estas identidades docentes asignadas
como mandatos desde el Estado. Tiene un decálogo de
conceptos, como por ejemplo el “profesor misionero”, bajo
la idea de que los docentes son una extensión del Estado
que hacen el sacrificio de llevar el mensaje republicano
a los distintas confines del territorio nacional. Su propó-
sito es “sacar” a los niños y niñas, a los jóvenes del medio
donde está, de la “ignorancia” y subirlo al pedestal de la
ilustración. Nosotros podríamos reconocer a muchos de
nuestros profesores en esa misión, incluso me atrevería a
preguntarme ¿cuántos de nosotros mismos no portamos
esas identidades en algún momento de nuestro desarrollo
como educadores y educadoras? Porque todos en algún
minuto fuimos formados en el sistema formal de educa-
ción. Núñez también se refiere al “profesor técnico”, el
que tiene que obedecer instrucciones de cómo aplicar la
pedagogía elaborada desde la política pública, por ejemplo.
También está el profesor como “asalariado”, o trabajador
precarizado. Con todo, estas identidades también fueron
asumidas y puestas en positivo por los mismos docentes.
El profesor trabajador, por ejemplo, fue asumido como
parte de un gremio asalariado que reivindicaba su iden-
tidad de clase organizando grandes frentes sindicales, o
bien la el “técnico” en el sentido de que se asumen como
“quienes saben del tema”.
84
abrupta desde los años ochenta, con el despojo de la condi-
ción de trabajador público de los docentes instalándose
desde los noventa en adelante, con mucha fuerza, la figura
del profesor “profesional”, con una definición ministe-
rial que lo asociará al concepto de “docente efectivo”: un
profesor que sabe preparar evaluaciones, un profesor
innovador en las metodologías, que sabe planificar, un
profesor que logra buenos resultados con sus estudiantes.
Entre más profesional es un profesor, más efectivo es.
85
del movimiento obrero. Ahí se genera un vínculo ¿Por
qué? Porque los docentes enseñaban la historia de “mi”
familia, de “mi” pueblo, y su conexión con una historia
universal. Esa era una forma de plantear el vínculo a
fines de siglo XIX y principios del siglo XX.
86
queremos investigar sobre procesos donde las personas
protagonistas ya han muerto, tenemos las revistas docen-
tes, las publicaciones periódicas obreras, tenemos revistas
de educación en general, incluso la literatura nos puede
alimentar esa reflexión o programas de radio registrados
en los años 20’s y 30’s, se trata de investigar lo que los
educadores y educadoras han dicho y hecho en torno al
vínculo. Pero ¿cómo encender estas voces ahora? Esa es
una pregunta. Estamos en un contexto muy adverso para
escuchar las voces de los docentes. En general, escuchamos
la voz del presidente del Colegio de Profesores, pero no
tiene nada que ver con los temas que estamos planteando
acá. Al respecto quisiera plantear dos propuestas, que
espero hacer en los minutos que me restan.
87
un trabajo meramente historiográfico, sino contribuye a
la formación docente y posibilita reconocer en la historia
de uno la historia de deserciones del sistema, ausentismos,
modelos pedagógicos y evaluativos opresivos y enlazarlos
con los proyectos de estado. Otra propuesta tiene que ver
con el “Taller de expresión, corporalidad y narrativas
docentes” que realizamos con grupos de docentes que
se reúnen para poner en marcha procesos de escritura
individual pero recursiva, es decir, que se vuelve muchas
veces al relato a raíz de una reflexión crítica y colectiva
con otros acerca de una situación vivida en relación
a su experiencia de ser docente. En estos procesos, los
docentes van dando cuenta de experiencias significati-
vas de su quehacer, de sus prácticas, relevando propias
formas de nombrar las situaciones a las que ellos se han
enfrentado: sentimientos, interpretaciones, pero se basa
en una metodología que integra cuerpo, emoción y pensa-
miento. Entonces se trabaja en el movimiento expresivo
del cuerpo, promoviendo en los docentes la valoración
de este cuerpo, la visibilización de este cuerpo que noso-
tros tenemos como profesores, como una herramienta
de aprendizaje, de expresión y comunicación. Entonces,
lo que vamos viendo es que el cuerpo también tiene una
disposición para mostrar ese vínculo, o no la tiene y, por lo
tanto, también hay ahí un área a trabajar, en el sentido de
captar la historia del otro. No es sólo racional, no es sólo
una narración, sino que tiene que ver con movimiento.
Uno cuando está haciendo clases puede estar más abierto
corporalmente o más cerrado a esa dinámica. Se trata de
una metodología que articula muchos lenguajes, de tal
manera que promoviendo ciertos ejercicios quedamos
más dispuestos y dispuestas a narrar experiencias que
son muy dolorosas para los profesores del sistema.
88
en relación a un problema inquietante en la relación
entre educación formal y educación popular, y es ¿cómo
convertir la formación de profesores en un espacio de
profesionalización de la educación popular? Algunos
estarán de acuerdo o en desacuerdo, pero ¿por qué no
pensar en la profesionalización de la educación popular?
Este tema tiene que ver con cómo aprovechar los saberes
instalados por los educadores populares que llegan a la
formación inicial. Lo que pasa es que, muchas veces, estu-
diantes llegan de experiencias de educación popular pero
“se pierden en el camino”. Tenemos que pensar que los
educadores somos de carne y hueso, tenemos condicio-
nes materiales de existencia, nos emparejamos, algunos
decidimos tener hijos, y ahí hay que seguir subsistiendo.
Sin embargo, eso no debería conspirar en contra de los
saberes adquiridos en las experiencias de educación
popular, y menos en replicarlas para reconstruir y hacer
vigentes nuevas formas de educación posibles.
89
la educación popular y la educación formal, pudiendo
colaborar con el proceso de transformación de la escuela;
¿cómo -desde la academia-, pueden promoverse transfor-
maciones que vayan en el sentido de generar experiencias
donde participe la comunidad, donde se ponga al centro
el vínculo humano? Nosotros tuvimos hace tiempo, en
2013, una experiencia de relacionarnos con la toma de
un escuela pública por sus apoderados, las madres de los
niños principalmente. Se trató del proyecto de Escuela
Pública Comunitaria República Dominicana en la comuna
de La Florida. Un grupo de estudiantes de la formación
inicial docente se hizo co-protagonista de este proceso,
desarrollando sus prácticas en el contexto de esta toma.
Bueno, esto no terminó bien, como muchos de ustedes
saben, porque fue reabierta por el alcalde UDI de La
Florida, y fue transformada en otro proyecto educativo
del sistema formal de educación con el claro propósito
de detener el proceso que estaba ocurriendo con la toma.
Pero la experiencia que ahí se dio durante un año no se
le van a borrar más ni los pobladores del sector, ni los
niños, ni los que se formaron como docentes en esta expe-
riencia, ni nosotros que trabajamos por vincular estas
dos instituciones, apostando a que la universidad no es
un agente que impone sus conocimientos en los procesos
sociales, sino un coadyuvante de estos. Creo que es algo
que se puede hacer, pero hay que preguntarse entonces
por las estrategias para que ello sea posible.
90
Alejandra Brito
Historiadora, Doctora en Estudios Americanos y
académica de la Universidad de Concepción.
91
El problema con eso, es que cuando uno salía a la
calle, las mujeres estaban ahí. En los ochenta ellas estaban
en la primera línea, eran las que estaban organizando las
comunidades sociales-populares en las poblaciones para
resistir las crisis económicas y la represión de la dictadura,
eran las que salieron a la calle también a enfrentarse por
primera vez con la dictadura. Por ejemplo, la Agrupación
de Familiares de Detenidos Desaparecidos, donde fueron
las mujeres las que lideraron la lucha por saber dónde
estaban sus familiares. Eran las mujeres las que estaban
organizando y reflexionando de manera mucho más
profunda en torno a qué tipo de democracia debíamos
construir. Como dijo Julieta Kirkwood “queremos demo-
cracia en el país y también en la casa”.
92
parte de lo que he podido hacer; por lo tanto, también
una retribución al territorio fue estudiar la ciudad. De
una manera bastante intuitiva al comienzo de mi labor
como historiadora, me parecía que si yo vivía en Santiago
tenía que estudiar esa ciudad (la primera investigación
que hice sobre mujeres se titulaba “Mujeres en Santiago”)
porque a pesar de vivir aquí, tenía esa sensación, en
ningún caso concreta ni profundizada, de que Santiago
no era Chile. Si yo estaba estudiando los archivos de la
Municipalidad de Santiago, de la Intendencia de Santiago,
yo estaba estudiando la historia de Santiago. Eso fue clave
también cuando me fui a Concepción, porque empecé a
estudiar esa ciudad y a entender la región, era una retri-
bución con el territorio que me acogía, que me permitió
desarrollarme profesionalmente. Ya era difícil estudiar
sobre Santiago, porque ya no tenía la experiencia de las
calles, de las memorias, de las personas. Las mujeres con
las cuales yo me relacionaba, no eran las de Santiago,
eran las de Concepción, entonces había que comenzar a
pensarlas desde ese territorio.
93
preocupaciones de las mujeres siguen estando pendientes.
En cuestiones de equidad de género, todavía las mujeres
estamos condicionadas por sistemas patriarcales, que
nos privan de nuestra autonomía; por ejemplo, sobre
nuestro propio cuerpo. La historia nos interpela acerca
de cómo nosotros contribuimos como historiadoras. Se
nos presentan las tensiones en cómo articular el quehacer
profesional, con el quehacer activista en colectivos de
mujeres, movimientos de mujeres o en los movimientos
feministas. Y yo puedo contribuir al movimiento, desde
lo que yo soy, una mujer historiadora.
94
ser cobraba sentido. Entonces y como estaba trabajando
con un historiador económico, pusimos el énfasis en la
recuperación de las historias económicas de las mujeres. El
sesgo era pensar que esta mirada que nosotros estábamos
teniendo “que yo no las quería ver en el espacio privado”
y que era posible buscarlas en los espacios público- como
espacio de reconocimiento- es una distorsión del propio
investigador o investigadora, porque al estudiar la histo-
ria de las mujeres, una de los primeros elementos que
te aparecen, es que ese vínculo entre “lo público” y lo
“privado”, es una definición que viene de fuera. El tránsito
entre uno y otro es absolutamente puesto por otros y no
por la experiencia de las mujeres. Eso me obligó a mirar
y a escuchar los discursos femeninos, y me fui dando
cuenta que aquello que yo había desechado — que era la
familia (porque me parecía algo clásico de trabajar con
la mujer) — era fundamental. Pero no era fundamental
porque fuese una elaboración teórica (aunque después
sí se transformó en una categoría analítica clave) si no
porque era fundamental para las propias mujeres con
las que estábamos trabajando.
95
Ese tipo de reflexión, me lleva a la experiencia
de lo que estoy trabajando en estos últimos años. Cómo
pensar una historia que parece tan de hombres — como
la historia de la industrialización, la de los movimientos
sindicales y obreros — desde una perspectiva de género.
La categoría de género se transformó en una herramienta
analítica. Es un concepto que potencia los movimientos
políticos, pero también potencia la capacidad de pensar la
construcción del conocimiento. Nos fuimos dando cuenta
en el trabajo que hemos realizado en los últimos años,
de que no es posible entender los modelos de desarrollo,
por los cuales ha transitado el país — en términos más
bien gruesos — tres grandes modelos de desarrollo: un
liberalismo clásico del siglo XIX, un modelo desarro-
llista, más o menos desde a mediados del siglo XX y un
modelo de post industrializador y neoliberal, que es el
que vivimos actualmente), sin la clave de género. Se nos
invisibiliza o se nos obstaculiza el entender de manera
profunda los procesos si no incorporamos las relaciones
de género. Nos dimos cuenta que siempre para quienes
detentaron el poder, lo privado ha sido una cuestión
esencial para el desarrollo de lo público. Esta idea de
las feministas norteamericanas de los sesenta de que
“lo personal es político”, ha estado siempre claro para el
poder hegemónico que ha subordinado a las mujeres. La
intervención en el ámbito de la familia ha sido enorme
desde las políticas de paternalismo industrial en el XIX
y comienzos del XX y desde los modelos desarrollistas
a mediados de siglo. Intervención que se concreta a
través, sobre todo, de la acción de otras mujeres, que se
transforman en las profesionales de la intervención en
lo privado: las Asistentes Sociales. Ellas son las agentes
que van moldeando el tipo de familia que la sociedad
requiere. Y hoy día no estamos muy lejos de esto, hoy día
96
también la sociedad moldea, hoy día también la sociedad
requiere una mujer multifunción. Se requiere además
una mujer que finalmente potencie la sociedad, a la vez
que seguimos siendo asesinadas por nuestra condición
de mujeres.
97
Otra cuestión que, en la experiencia de recupera-
ción de memoria a partir de los talleres, es la posibili-
dad de construir conocimiento colectivo, generando la
“activación de la memoria”. A nosotros nos pasa que en
las industrias, sobre todo en aquellas que tuvieron un
paternalismo muy efectivo, la impresión de los trabaja-
dores/as en la primera entrada es que la empresa era lo
mejor, “la empresa nos dio todo, la empresa nos permitió
tener casa, tener escuela, tener hijos, educarlos, etc.”. Pero
cuando les vas dando el espacio para ir construyendo su
propia historia, ellos empiezan a darse cuenta de una
situación que no siempre tuvieron tan consiente: “no…
si la empresa era buena, era súper buena… pero pucha
que era segregadora, había una playa de los empleados
y una playa para los obreros, había un casino para los
empleados y un casino para los obreros, había barreras que
dividían los espacios en el territorio”. Y ese proceso es un
conocimiento colectivo, y en este caso el/a investigador/a
se transforma en un facilitador/a de esa experiencia, y
yo creo que eso es lo interesante pensando un poco en la
clave de lo que ustedes están trabajando en este Núcleo.
Cómo finalmente nosotros, en tanto historiadores/as
podemos contribuir para que esos sujetos o sujetas final-
mente vayan construyendo su propia historia, que los
potencie. Como la experiencia que se está viviendo hoy
día en Tomé — que es muy importante porque están en
una defensa de su fábrica como monumento histórico —.
Los dueños actuales se niegan a aceptar en la declaratoria
del Consejo de Monumentos e interpusieron un recurso
ante el Tribunal Constitucional alegando que la declara-
toria atenta contra su legítimo derecho a hacer uso de su
propiedad privada. La comunidad entonces se organiza
y defiende la fábrica porque es lo que le da un elemento
de identidad, es lo que los constituye como comunidad.
En eso contribuye la historia, facilitando que hombres y
98
mujeres finalmente sientan que ese territorio, y en esa
comunidad, con sus problemas, con sus diferencias de
clase, con sus diferencias de género, es un espacio que
se tiene que defender. Y nosotros como universidad, lo
que hicimos fue participar, apoyar, pero finalmente son
ellos, los que han ido construyendo su propio proceso.
Gracias.
99
Racismo: Apuntes para un debate
emergente
Fernando Pairicán
Historiador Mapuche. Doctor (c) en Historia y académico
de la Universidad de Santiago de Chile.
101
En cierta manera sobre nosotros — la población
indígena, sobre nuestras matrices fundamentales como
pueblo —, las decisiones las siguen elaborando y deci-
diendo personas no-indígenas en nuestra vida cotidiana.
Se nos puede consultar, pero ellas no son vinculantes en
los procesos. Ello a pesar que como ciudadano indígena
tenemos que pagar todos los costos que se nos imponen
— a pesar de ser una de las poblaciones más precarizadas
dentro de la sociedad chilena — y no obstante a ello, no
se nos retribuye en políticas públicas que modifiquen
nuestro estado de subordinación, y más bien se nos
da un chorreo de asistencialismo que nos imposibilita
la conquista de una libertad integral. Tal vez, por eso,
cuando exigimos la conquista de nuestros derechos a la
libre determinación, nos plantean que no es viable en
Chile. Nos dicen que no está en la agenda, otros nos dicen
que estos conceptos asustan porque significa dividir el
país en dos. Y por lo tanto nos obligan a hablar en un
lenguaje que no incomode a la sociedad chilena. Tenemos
que generalmente abarcar la vulneración a los derechos
fundamentales al oído de quien nos ha vulnerado de
manera permanente a partir de la conquista de nuestros
territorios libres en 1883.
102
somos distintos a la vez. Entonces el juego de poder en
el plano del poder judicial es bastante claro, si tomamos
como símbolo lo que pasó ayer, una vez más, con la
Machi Francisca Linconao. Yo creo que ella hoy en día
está simbolizando la verdadera pugna que existe en el
país mapuche: anti-mapuches y pro-mapuches. En ella,
a mi parecer, están las múltiples vulneraciones para
enfrentar la lucha indígena. Primero, como autoridad
tradicional, que según lo redactado por la Declaración
de los Derechos Indígenas de la ONU el 2007, no debería
estar en prisión por esa condición y tampoco por ser
indígena. Según estas declaraciones, se plantea que en
estos casos judiciales tiene que verse una forma que
no sea la cárcel para abordar temas más relativamente
judiciales en torno a reivindicaciones de tierra.
103
vivirá sus primeros años de vida en una cárcel. Entonces
se agrega otro tema de vulneración: la vulneración a los
derechos de la niñez.
104
de este racismo, a mi parecer, en la sociedad chilena, es
transversal. Puesto que no deja de ser racista. Y si tomamos
lo que dice Silvia Rivera Cusicanqui, para avanzar en la
historia de los pueblos indígenas, si tomando la memoria
larga — ella acata las nociones de temporalidad de
Fernand Braudel — diciéndonos que: “para analizar
la historia indígena tengo que ver sus memorias”, y por
eso tengo que ver las memorias largas, y si hacemos la
historia de la memoria larga de la historia indígena,
entonces vemos una larga duración del racismo en la
historia de Chile sobre los pueblos originarios. Por lo
tanto, esta historia larga del racismo — de la memoria
larga — vemos o vamos a analizando ciclos de catego-
rías raciales que nos hablan de momentos y procesos
históricos con sus propias variables según su contexto
histórico particular. Entonces ellas van entrelazando
los ciclos del capitalismo que a partir de este modelo sus
pensadores terminaron por forjar categorías raciales en
un fin de justificar el temido a nuestros antepasados, y
sino precarizando ese sometimiento.
105
género así como a la estructura social, nos abre nuevas
perspectivas analíticas.
106
A lo antes señalado, Héctor Nahuelpán — que es otro
miembro de la Comunidad de Historia Mapuche —, nos
dice que abre las zonas grises nuestra historia mapuche, su
imbricación en categorías raciales-sociales confluyeron
en una formación colonial 4. En esa misma perspectiva,
como sostenía Enrique Antileo, —, también miembro
de nuestra Comunidad—, profundizar la idea de raza
y racismo permiten empalmar de mejor manera los
procesos de marcación por la restructuración de forma-
ciones coloniales y raciales específicas, y en ello situar
la experiencia de vida de residentes indígenas en esos
lugares. Y continúa Enrique, la historia de los pueblos
indígenas en Chile, —, en una perspectiva más amplia —,
pueden comprenderse más profundamente si considera-
mos los procesos de colonización y las presencias actuales
irreformables de estructura colonial.5 Me parece entonces
que si incorporamos al racismo como matriz de análisis
para complementar las ciencias sociales y los vacíos de
algunos ejes de los procesos históricos, podrían ayudarnos
a comprender porque la libertad en que se vanagloria la
república criolla se sustentó y se sustenta en el modelo
neoliberal que ha producido un nuevo tipo de racismo que
estructuralmente es el multiculturalismo; y por lo tanto,
esta libertad de la que la república criolla se vanagloria
tiene su opuesto, la subalternización, la subalternidad
de cerca de tres millones de seres humanos que perte-
necen o se reconocen como miembros de alguno de los
pueblos originarios. Entonces libertad y subalternidad
por sí mismo me parecen que son bastante complejas.
107
Para cerrar, me gustaría quedarme con una pregunta
—,espero que lo tomen más como una crítica constructiva
que un desencuentro radical —, frente a lo que planteaba
al principio el compañero cuando nos dieron los once
mandamientos (se refiere al Decálogo del Investigador
Social del día anterior); cuando se plantea la noción tal
vez acrítica de lo popular y que lo popular tenga que ser
recepcionado de manera casi acrítica. Yo pondría una
visión dialéctica, ya que no porque sea popular, necesaria-
mente es positivo, cuando lo popular carga perspectivas
que por lo menos me parecen que son racistas muchas
veces. Entonces tomando una visión crítica, me parece
que podemos incorporar principios que deshumanizan
al mismo ser humano. Cuando una vez tuvimos que
contestarle a Sergio Villalobos, Enrique Antileo en una
frase sintetizó todo, cuando dice: “el problema no es Villa-
lobos, el problema son los Villalobos que están en la micro con
nosotros, que están en los trabajos precarizados con nosotros,
que caminan juntos y viven por las calles de Santiago”6. El
racismo es también popular, el racismo es por lo tanto
transversal en Chile y también el sujeto popular puede
ser racista, incluso el sujeto popular puede ser neoliberal.
Entonces me parece que verlo así —, sin analizarlo, muy
cerradamente —, como una visión acrítica, yo por lo
menos lo pondría en el caso de la historia indígena, lo
pondría también en discusión. Dejo esta idea como parte
para el debate.
Muchas gracias.
108
V.MESA DE DISCUSIÓN
La historia Social Popular y
la (Auto)Educación Popular
109
La escuela como frontera: Reflexiones desde
la Historia Social y la Pedagogía para la
historización de los actores y
espacios educativos
Camila Silva Salinas
Licenciada en Historia y Profesora de Educación Media en
Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile,
Mágister en Historia de la Universidad de Chile
111
tradicionalmente el movimiento popular o las ideologías
de izquierda consideraron que la escuela era una pieza
más del engranaje de dominación burgués, nacionalista,
industrial y, por lo tanto, era un espacio clausurado de
participación.
112
la Unidad Popular, y que en realidad lo que había ahí era
una falta de capacidad de escuchar la acción histórica de
estos actores en el espacio escolar. Un poco por la coloni-
zación que esta idea de la escuela como un instrumento
de dominación había causado al leer el impacto de la
escuela en su medio.
113
Frente a eso, acá con los chiquillos que están en
la mesa hemos estado dialogado en otros espacios, más
vinculado a la educación popular, y hemos propuesto la
idea de ver la escuela, más que como un espacio clausu-
rado, verla como un espacio fronterizo, frente al cual la
Historia Social tiene una deuda bien importante; porque
si bien se han venido realizando estos esfuerzos de histo-
rizar experiencias educativas populares, principalmente,
cuesta mucho más meter esa mirada en el funcionamiento
diario de las escuelas que tenemos, y sobre todo si trata-
mos de ir más allá de las “escuelas excepcionales” a las
“escuelas comunes y corrientes”, a las escuelas donde los
jóvenes populares asisten al menos doce años y donde
pasan gran parte de su día, y que además es el espacio
donde se ha generado con gran potencia el movimiento
social desde el 2001, el 2006 y el 2011; hay que recordar
que desde la extensión de la jornada escolar, hoy día los
jóvenes y niños populares muchas veces pasan más tiempo
en la escuela que en sus casas, entonces ahí la escuela
se vuelve un espacio de socialización que reemplaza a la
plaza, o reemplaza a la calle o a la esquina como pasaba
en décadas anteriores.
114
Frente a eso, a mí me gustaría proponer dos vías
de acción. La primera es ocupar las herramientas de la
Historia Social para historizar la escuela, y esto quiere
decir comprender contextualizadamente todos los actores
sociales que habitan la escuela: a los estudiantes, a los
profesores, a los trabajadores de la educación, a las fami-
lias y a las comunidades que la rodean. Y allí que viene
grandes preguntas para las que necesitamos respuestas
hoy en día, por ejemplo: ¿Quiénes son los jóvenes que
asisten hoy día a la escuela pública? ¿Cómo son sus
familias? ¿Cómo son sus vidas cotidianas? ¿Cómo son
las poblaciones donde viven? ¿Trabajan? ¿Tienen hijos?
¿Cómo se enfrentan al tema del mercado y el consumo?
¿Cómo se enfrentan a la droga? ¿Cómo se enfrentan a la
existencia de proyectos colectivos? ¿Es válido para ellos
hablar de proyectos colectivos hoy en día? Todos los que
trabajamos con jóvenes sabemos que ahí hay una incóg-
nita tremenda, porque al mismo tiempo que depositamos
nuestras grandes esperanzas, también vamos viendo que
hay una importante transformación de los lenguajes. Lo
mismo pasa, por ejemplo, si nos enfocamos en las comu-
nidades: hay diversas comunidades escolares que pueden
ser mejor entendidas si nosotros nos vamos a su historia.
El caso de la Escuela República Dominicana, que se auto-
gestionó hace dos años después que se decretara su cierre
en la Municipalidad de La Florida, es bien interesante
porque cuando se le preguntaba a los pobladores “¿por
qué ustedes se niegan a aceptar el cierre de una Escuela
con baja matricula y con malos resultados educativos?” el
primer argumento que ellos presentan es que esa escuela
la habían construido sus padres, los fines de semana, en
las tardes después de su jornada laboral; que esos árboles
los habían plantado sus padres, sus abuelos. Entonces ahí
había toda una red o un capital social, que muchas veces
está olvidado porque las escuelas municipales tienden a ser
115
las más pobres de su entorno, o las que invierten menos
en infraestructura, o las que cargan el prejuicio de ser
malas ante las otras escuelas; pero cuando se tocan esas
escuelas, cuando se amenaza con cerrar el espacio social
que había sido construido por las mismas comunidades,
la comunidad se vuelve organizada.
116
der mejor los distintos contextos, a vincularlos con un
proceso histórico, a dejar de entender nuestra realidad
particular como una isla, tomando la idea que ayer nos
daba Mario Garcés de que las islas entiendan que son un
archipiélago que a la vez está en un continente.
117
psicólogos, terapeutas ocupacionles, trabajadores sociales,
técnicos en trabajo social, etc. De esa manera tendríamos
el desafío de ver cómo es que podemos “pedagogizar” la
Historia Social, considerando que no sólo es abordar
temas de educación desde la mirada de la Historia Social
en términos de investigación, sino cómo hacer ese “viaje
de ida y vuelta” también en el mundo escolar. Ahora va
hablar Pedro, que yo creo que su trabajo que hace en el
Confederación Suiza es un gran ejemplo del esfuerzo que
implica—y de lo bien recibido que es por los estudiantes,
jóvenes populares que van a una escuela pública—este
esfuerzo de “pedagogizar” la Historia Social, de trans-
formar el lenguaje académico de la Historia para que
tenga sentido también por las personas que habitan la
escuela. Y ese, me parece que es un desafío que recién está
comenzando, entonces a lo mejor en 10 años más vamos a
recordar estas líneas de acción que están surgiendo para
la Historia Social, porque lejos de haber un agotamiento o
una superación de esta corriente historiográfica, como se
ha planteado desde algunos lugares de enunciación en el
mundo académico, podríamos ver que hay una apertura
desde nuevos ámbitos para la acción de los historiadores
o de los profesores con una mirada histórica también.
118
¿Por qué no hay Historia Social dentro de las
escuelas?
Pedro Poch
Profesor de Historia, Liceo Confederación Suiza
119
Nacional. Nosotros vamos a organizar las Jornadas de
Historia Social y así como el año anterior había sido en
homenaje al profesor Lucho Vitale, este año va a ser el
turno del profe Salazar”. Y se hicieron, y fue como dos
semanas antes, algo así, que ganó el Premio Nacional y
al final nadie se acordó que las Jornadas eran en honor
al profe Gabriel y qué se yo (risas).
120
Ahora, la cuestión es que uno viene desde varios
lugares a la vez, y es esa una de las cualidades más valiosa
de nuestra experiencia, pues nos permite tejer diálogos
y crear redes en diferentes contextos. Por ejemplo, a mí
me ha tocado estar en otras partes este mes de octubre,
que lo estoy terminando aquí con ustedes pero que lo
empecé en el Centro Metropolitano Norte de Til Til, que
es una cárcel de menores donde van a dar los niños y
jóvenes condenados, y que es dependiente de SENAME,
y que para sorpresa de quienes no lo conocen (a la
cárcel de niños y jóvenes), está al lado de Punta Peuco,
¡así al lado! Hay una reja que los separa, una reja que
es perimetral entonces de aquí pa’ acá estan… ustedes
sabes quienes están, y al otro lado están los cabros, y
están ahí, ahí mismo… son cerca de 87 u 88 jóvenes, sólo
hombres, no todos menores de edad porque en Chile la
legislación señala que si los delitos se cometieron siendo
menor tiene que ser cumplido en recinto de menores,
entonces hay cabros de veintitantos ahí también.
121
Ya, mucho preámbulo, vamos al grano: cuando a
me llamó Daniel, dijo:
122
En fin, la pregunta que yo quiero plantear aquí
es otra, pues tengo la impresión — no sé si Dani, que
lleva más tiempo aquí en la cosa de la universidad
la comparte —, que se ha formado harto profesor y
profesora de historia en perspectiva de historia social,
nos hemos formado hartos, o sea yo hace como diez
años, aquí mismo veo caras nuevas, otras no tanto, con
Enrique que fuimos compañeros por ejemplo, yo creo
que hay harto, hay un par de generaciones que han sido
formadas en la línea, hay ahí uno de los responsables
(mira a Pablo Artaza), que han sido formadas en este
enfoque de la historia social.
123
está pasando, el debate es pa’ decir lo que pensamos. Y al
menos lo que yo pienso, es que la historia social tiene que
plantearse en una posición de disputa de los proyectos
educativos. Porque ahí vamos a lo más de fondo de la histo-
ria social, más allá de lo académico, de las cátedras, de las
monografías, más allá del cerro de tesis que se corrigen
anualmente historia social; y es que nosotros podemos
sintetizar que la historia social tiene un horizonte con
dos sentidos fundamentales, un horizonte, no les estoy
hablando de un tema de investigación ni de un objetivo de
tesis ni de un marco lógico, no: un horizonte. Y un sentido
se llama “humanización”, y el otro “liberación”, corta.
124
El segundo es que la historia social tiene que abrirse
a otro debate, que también está vinculado con la escuela
pero que tiene que ver con esto que llaman currículum
escolar; ¡oye! Pero tiene que abrirse no desde esta posición
sacramental que tiene media no si mira este currículum
es súper positivista, es súper academicista, no es que en
realidad tiene un enfoque del siglo XIX es decimonónico
(tono irónico)… decimonónico… ¡Discutamos la arquitec-
tura del currículo! Y cuando comprendamos la arquitec-
tura del currículum, que el marco curricular, que la base
curricular, y los cinco currículum en paralelo — aquí el
compañero sabe de eso — (mira a Fabián Cabaluz), ¡Cinco
curriculum en paralelo oye! ¿De qué estamos hablando? Ya
pero igual, tenemos que aprenderlo si estamos formados
en la Universidad.
125
Porque ese es un terreno en que hay pega; porque
lo que tenemos son los manuales de Mario Garcés y la
gente de ECO en los ochentas, que son maravillosos,
pero en clave ochentera ¿me entienden? Estamos en
el siglo XXI, 2016, teléfonos ¿y todas esas cuestiones
dónde están? ¿Dónde están los recursos pedagógicos de
la historia social para la disputa del terreno curricular
en la sala de clases? Que es el terreno único en el que
me voy a relacionar con los estudiantes. Desafío, ese es
el segundo punto.
126
en probables tres áreas por donde salir. Yo creo que la
primera por dónde salir es asumir que nos necesitamos
y tenemos que tejer — ojo, porque somos los mismos y
las mismas, y no nos partimos en tres, somos uno, una,
une, unx, o como quiera pero somos uno así ya somos
entero —, entonces pongámonos ahí a tejer, no nos
miremos en menos, cortémosla con esta cuestión de
que la escuela es la cuestión más perversa que hay, no
mentira: la escuela es donde van todos los cabros chicos
y las cabras chicas de este país — la Camila sabe mucho
de eso —, ¡más encima cada vez hay más cobertura!, ¡y
cada vez hay más escuelas!, ¡y cada vez son más terrible
las escuelas!
127
Cierro, con dos preguntas: ¿para dónde quiere
mirar hoy día la historia social?, ¿qué están haciendo
hoy en día los estudiantes, profesores e investigadoras
de historia social?, son buenas las monografías cabros,
pero son mejores son los recursos pedagógicos, y para
que hagamos de esto, un circuito virtuoso de saberes,
no más de lo mismo.
128
Interpelaciones a la Historia Social desde la
Educación Popular
Fabián Cabaluz
Historiador y Educador Popular. Academico UAHC
y educador de la Escuela Pública Comunitaria Franklin.
129
ahí presentes y yo sé que probablemente desde la historia
social se puedan tirar algunas pistas, algunos elementos
de análisis para nutrir el trabajo.
130
dando en la actualidad, es el eje educación y trabajo. En
sintonía con lo que dijo la Cami y el Pedro, se han hecho
muchas investigaciones desde la tradición de las peda-
gogías críticas que han señalado y enfatizado el carácter
y el rol que cumple la escuela dentro de los procesos
de disciplinamiento, de reproducción de la división
social del trabajo, de la formación de la mano de obra,
etc. Es toda una tradición de pensamiento, muy de los
sesenta, que tiene presencia activa hoy en los espacios
de formación docente, que rechaza también la escuela
porque se posiciona exclusivamente desde la lógica de
la reproducción. La escuela como un aparato que contri-
buye y que es fundamental dentro de la reproducción
social capitalista, en la división social del trabajo, en las
clases sociales, etc. Personalmente, creo que esa línea, y
comparto lo que decían los compañeros y compañeras es
una línea que poco contribuye al accionar político hoy
día. Si bien contribuye en términos de concientización,
de visibilización y de tenernos “vivitos” de cuanto la
escuela aporta en eso, no se han desarrollado muchos
trabajos, y aquí hay un desafío importante, vinculado a
visibilizar la otra forma de entender cómo en escuelas
de carácter emancipatorio, que apuestan a la construc-
ción de un proyecto educativo transformador, radical,
van reconfigurando otras formas de entender el trabajo.
Trabajos cooperativos, trabajos autogestionados, talleres
productivos que en el fondo vayan también prefigurando
esa otra forma de ver la producción. En esa línea, hay un
viejito que ha escrito un texto que es maravilloso, que lo
recomiendo, un filósofo que ha publicado un libro que se
llama “La educación más allá del capital”, que avanza en
esta línea de la importancia que tiene el visibilizar tanto
experiencias de educación, trabajo colectivo y autoges-
tionado, como la relevancia de articular las luchas por
la educación con las luchas por el trabajo.
131
También yo diría, en términos políticos, que es un
planteamiento que tiene enormes potencialidades, pues
si bien el 2011 los secundarios lograron articular movili-
zaciones en la calle, con ciertos sectores estratégicos de
la clase trabajadora, no deja de ser uno de los grandes
desafíos, avanzar en una lucha que articule movimiento
estudiantil y organizaciones de trabajadores. Profundizar
en este eje educación-trabajo, también nos permitiría, en
los espacios de educación popular avanzar en otra direc-
ción, que es la dirección que nosotros en el espacio que
construimos en el barrio Franklin le hemos dado mucha
vuelta y nos tiene completamente atrapados. Me refiero al
tema de cómo se soluciona materialmente la posibilidad
de que existan otro tipo de escuelas, escuelas comuni-
tarias, escuelas populares. Cómo en el fondo podemos
asumir que nuestro proyecto sea factible, materialmente
factible, que se sostenga, que no se caiga. Experiencias
de educación popular desde los noventa hasta ahora,
han transitado como estrellas fugaces, que iluminan y
rápidamente desaparecen, porque yo creo que no hemos
logrado solucionar el problema material, que nos permita
tener continuidad en los proyectos de construcción terri-
torial, comunitario, popular, etc. Entonces, visibilizar o
trabajar en torno a ese eje histórico, educación-trabajo,
con perspectiva crítica, creo que puede ser productivo.
132
movimiento estudiantil es de los pocos actores sociales
que tiene una capacidad de movilización, de visibilizar
problemáticas dentro de la esfera pública, de instalar
discusión nacional sobre temas que son relevantes, es
un movimiento que tiene una capacidad de protesta muy
fuerte con toda la potencialidad que ello implica. Y por
su parte, las experiencias de educación popular tienen un
acumulado, si lo queremos decir en lógica gramsciana,
tiene una capacidad prefigurativa que probablemente
el movimiento estudiantil en algunas dimensiones no
las tenga. ¿A qué voy con esto? Si nos encontramos con
experiencias de educación popular, probablemente en
ellas encontremos efectivamente algunas alternativas o
pasitos más avanzados en lo que respecta a la construc-
ción de propuestas curriculares contrahegemónicas, a la
generación de metodologías de aprendizaje diferentes a
las convencionales, a la posibilidad de encontrar alguna
herramienta o alternativa de evaluación que tensione las
lógicas competitivas y punitivas, que están naturaliza-
das en las escuelas tradicionales. Entonces, creo que ese
diálogo (entre el movimiento estudiantil y las experien-
cias de educación popular), puede ser completamente
fructífero para ambos, tanto para el robustecimiento
del discurso del movimiento estudiantil, como para que
las experiencias de educación popular puedan sacar sus
propuestas y demandas a la calle.
133
que ir revisando y reconstruyendo. Finalmente, respecto
a este eje esta la importancia que tendría y que, yo creo
que también hay una tradición dentro de la educación
popular, de visibilizar dentro de este tronco como se han
dado las luchas por comunitarizar lo público. Así como
los chiquillos se tiraron una frase “historizar la escuela”
(Cami) o “pedagogizar la historia social” (Pedro), yo digo
que desde la educación popular se está planteando el
tema de comunitarizar la educación pública. En esa línea
hay una tradición relevante en América Latina, que viene
sosteniendo la disputa por lo público, desde los movi-
mientos, desde los sectores populares, que sostiene que
lo público no puede restringirse a lo estatal, sino que lo
público puede y debe entenderse desde lo popular, desde
lo comunitario. Historizar ese camino, me parece que es
una cuestión muy importante.
134
la educación convencional, racionalista, decimonónica,
chata, todas esas cuestiones son irrelevantes y secundarias,
pero la gravedad de la destrucción planetaria, nos obliga a
buscar con rigurosidad algunas claves de acción en otras
tradiciones educativas. Y quiero insistir en que me parece
fundamental ese ejercicio de estar permanentemente
visibilizando que nuestras luchas no son nuevas, si bien
pueden tener componentes profundamente creativos y
vinculados al presente, hay tradiciones en las cuales se
inscriben que debemos conocer y discutir.
135
Y un quinto eje que refiere a la compleja relación
entre educación y descolonización. Al igual que los ejes
anteriores, creo que aquí tenemos un problema relevante,
que no impulsa nuevamente a visibilizar prácticas y expe-
riencias educativas del movimiento indígena en América
Latina y en Chile, que nos obliga a reflexionar en torno a
cómo se ha desplegado particularmente la crítica radical,
no una crítica solamente cognitiva, sino que una crítica
racional, afectiva, de haceres y de prácticas sociales,
al eurocentrismo y al colonialismo. Probablemente si
logramos visibilizar algunas prácticas en esta línea, nos
vamos a dar cuenta de que las experiencias educativas
que se posicionan desde lógicas de descolonización,
siempre tensionan y superan los espacios de las institu-
ciones educativas. Además, dichas prácticas educativas
nos permiten avanzar en experiencias superadoras del
monolingüismo, del racismo, de la folclorización, entre
otras. Son prácticas y experiencias que reivindican
saberes que han sido históricamente subaternizados y
marginados de los espacios educativos convencionales.
Fi n a l m e n te, p a r a ce r r a r e s t a i n te r ve n c i ó n y
reforzando la idea de las provocaciones que tiraron
los compañeros de la importancia de la articulación
entre historia social, educación formal, escuela pública,
autoeducación popular, etc., me gustaría reafirmar
un planteamiento que en algunos colectivos hemos
sostenido, y que sostiene que la lucha educativa de
quienes entendemos la pedagogía como un espacio
militante, se despliega “desde” la escuela, “contra” la
escuela, y “más allá” de la escuela. Las luchas “desde” la
escuela, consideran las posibilidades de profundizar en
las fisuras que tiene este sistema educativo, las cuales son
múltiples. Hay fisuras que están en el plano curricular, en
el plano didáctico, fisuras que nos permiten hacer cues-
136
tiones interesantes en las salas, posibilidades de instalar
discusiones y espacios organizativos dentro de la escuela.
Fisuras hay, la escuela no es un espacio cerrado, hermético,
monolítico donde no podemos incidir, sino que, todo lo
contrario, hay que trabajar por acrecentar esas fisuras.
Y evidentemente ese trabajo no es individual, nosotros
creemos que es colectivo, que es mancomunado y que
apuesta a formar organización docente, organización de
profesores y profesoras, de educadores populares. Por su
parte, las luchas “contra” la escuela, en la misma línea
de lo que dijimos hace un rato atrás, tratando de visibi-
lizar todo el carácter violento, de segregación, todas las
malas prácticas que están presentes dentro de la escuela,
que tampoco hay que taparlas, si bien podemos creer en
la escuela, la escuela también es una mierda, también
es un espacio autoritario, un espacio profundamente
clasista, colonialista, eurocéntrico, patriarcal, etc. Y eso
no debemos cansarnos de gritarlo, el tema es que hay que
gritarlo también desde la escuela, eso es lo que nosotros
creemos importante. Y finalmente, al asumir que la
lucha es “más allá” de la escuela, se apuesta por construir
espacios educativos que no se restrinjan a los espacios
institucionales que ofrece este sistema educativo, sino a
que apostemos por la relevancia de construir espacios de
autoeducación desde las organizaciones, desde los espa-
cios territoriales, desde las comunidades en lucha, todo
lo cual para nosotros y nosotras, también es un aspecto
que relevante…
137
Historia Social de la Educación Popular: la
necesidad de ser intelectuales de nuestra
clase popular
Daniel Fauré
Historiador y Educador Popular. Doctor en Historia,
académico de la USACH y militante del Colectivo Caracol
El apañe de los piños
138
educación formal. Digo esto para dar un poco vuelta la
pregunta de Pedro hacia “qué hemos hecho nosotros en
función de esto”, no un qué han hecho los otros, como si
la historia social fuesen un conjunto de personajes que
están por fuera de este espacio.
139
historia social y una historia social popular de la educa-
ción popular es aquella que se enfoca en cómo hemos
desarrollado como pueblo, como clase popular, proyectos
autoeducativos que han sido exitosos. Y en esa línea no
hay aún desarrollo investigativo. Me parece importante
decirlo porque cuando uno se va hacia atrás buscando
antecedentes a sus investigaciones, los antecedentes
son todos de los últimos diez años. Es decir, las primeras
investigaciones sobre este tema son los primeros trabajos
que publicó Leonora Reyes, que estuvo en la mañana en
estas Jornadas. De hecho, Leonora me preguntaba: ¿por
qué quedé en la mesa de la mañana y no quedé en ésta?
Y yo le respondí porque había que tirar a “los famosos”
en la mañana, si nosotros aquí somos los discípulos. Y
aunque Leonora se reía un montón, ella nos ha formado
también a nosotros como generación, aunque ella sea
sólo un par de años mayor que yo. Ella empezó con
este tema, es decir, con una lectura clasista. Lo que nos
interesa a nosotros investigar es cómo hemos desarro-
llado — nosotros como pueblo — una serie de practicas
educativas que han sido exitosas o no. Intentamos buscar
nuestra propia pista como educadores y educadoras
hacia atrás, no a través de una definición general de lo
social, sino una particular, específica, clasista. Y desde
esa perspectiva la historia social de la educación en Chile
tiene tres o cuatro nombres que se me vienen a la cabeza
inmediatamente y de esos tres o cuatro nombres, están
todos en esta sala: pienso en los trabajos de Camila Silva,
de Pedro Poch, en la tesis de Daniela Zubicueta, que esta
acá en la primera fila…
140
me ha costado mucho tiempo asumir que soy académico y
que mi vida es la investigación. Llevo un montón de años
haciendo clases, subcontratado en tres universidades,
pero para mi el tema siempre era cómo desde la militancia
uno relexionaba, sistematizaba y aprendía, pero no como
desarrollaba una corriente investigativa en paralelo, desde
la posición y la condición de académico e investigador.
Como si la militancia y el trabajo asalariado de académico
e investigador fuesen dos esferas separadas, incompatibles.
Como si el espacio de la investigación académica no fuese
un campo en disputa ni un lugar desde donde aportar a las
luchas populares. Por eso creo que llego el momento — y
tal como planteara Pedro, marcando el hito de los diez años
—, creo que éste es el momento, desde hoy día empieza: si
queremos una historia social de la educación que se enfoque
en cómo hemos levantado y desarrollado como pueblo
procesos autoeducativos, bueno, desde hoy día empezamos,
y hagamos una evaluación de aquí a cinco años más, porque
este trabajo es lento, lamentablemente es lento.
141
bles: prácticas de educación popular en un contexto de
clandestinidad, verdaderas epopeyas, como guiones de
películas. Yo empecé a investigar por eso, porque quería
responderme cosas para mí, y que luego empecé a compartir
con el resto de los míos. Pero con el pasar del tiempo uno
se da cuenta que se acumulan algunos saberes y quizás
llegó el momento de empezar a hacer una evaluación de
cuánto hemos avanzado en esta línea. Quiero plantear este
tema a partir de tres preguntas que son fundamentales en
economía política: si vamos a levantar una línea de historia
social de la educación popular, pensemos qué es lo que
tenemos que producir, cómo lo tenemos que producir y
para qué lo tenemos que producir.
142
de la sexta región en la jornada de ayer: lo que requerimos
es reconstruir nuestra historia, porque nadie la ha hecho
y la tenemos que hacer nosotras y nosotros mismos. No
la va a hacer otro externo, porque la historia social no es
otro externo, somos nosotros mismos investigándonos
como clase. Entonces, como primera cosa, hagamos el
trabajo en serio de reconstruir nuestra propia historia
en tanto educadores y educadoras, pero en tanto educa-
dores y educadoras que provienen del campo popular
y que desarrollan ahí sus prácticas educativas, donde
producen y comparten saberes con una intencionalidad
política clara: el fortalecimiento de nuestra clase.
143
de educación que se va a levantar desde campo popular
no hay que inventarlo, porque ya existe, esté prefigurado
en cada una de las prácticas que están desarrollando los
compañeros y compañeras. Esas prácticas son las que
tienen que ser fortalecidas hoy en día, ya que incuban,
prefiguran el proyecto educativo popular. Y nosotras y
nosotros, desde la historia, debemos aportar dándole a
esos proyectos una mirada de mediano y largo plazo, una
mirada histórica, para fortalecerlas entroncándolas con
un proceso mayor.
144
compañeras a partir de esos cerros de tesis que hay hoy
en día -que están olvidadas en las bibliotecas porque no
fueron hechas para la universidad, sino para las mismas
organizaciones-, son sistematizaciones de sus experien-
cias, intentos de alejarse de su propia experiencia para
admirarla — como decía Freire —, para hacer una
lectura desde dentro y desde fuera de las mismas. Y la
producción que sale desde ahí es muy interesante, muy
potente, pero son saberes válidos fundamentalmente en
el territorio en el cual fueron producidos, son saberes
territoriales, saberes situados y, aunque ello es un valor
en sí mismo, se supone que nosotros — en tanto histo-
riadores e historiadoras — tenemos un desafío que es un
poquito mayor, que no es sólo la sistematización de una
experiencia, sino el ser capaces de colocar varias expe-
riencias en relación, entenderlas como proceso, darles
sentido histórico. Si cada una de esas sistematizaciones
constituyó una foto del momento que vivía determinada
organización, sobre todo considerando la fugacidad de
los proyectos de educación popular como se señalaba
en esta misma mesa; nuestro trabajo es precisamente
tomar esas 300 o 400 fotos y hacer el ejercicio de ver
como se mueven y ver la historia que se genera, como
si cada foto fuese un cuadro de una cinta de película.
Tal como si cada una de esas investigaciones fuese un
dibujito hecho en la esquina del cuaderno, nosotros
tenemos que tomar ese cuaderno pasar nuestro dedo por
esa esquina para hacer que esos dibujitos vayan pasando
y “se muevan”, necesitamos verlos en perspectiva histó-
rica integrándolos a un proceso mayor. Nuestro trabajo
es hacer una gran sistematización de sistematizaciones,
nuestro trabajo como historiadores e historiadoras es
devolver sistematizada la memoria de nuestro pueblo
Y eso implica métodos y técnicas diferentes a los de la
sistematización de una experiencia concreta.
145
En relación a eso, aparecen dos desafíos: primero, un
desafío a corto plazo que tiene que ver con lo referente a
los archivos. Lo conversaba ayer con Pablo Artaza a partir
de las locuras que se nos ocurrían hacer en los próximos
años y le comentaba que no existe ningún espacio, ningún
archivo o ninguna biblioteca donde uno pueda archivar
y revisar todas las producciones de historias locales que
se han desarrollado a lo largo de Chile. El movimiento de
pobladores se ha historiografiado a si mismo hace mucho,
mucho tiempo, con nosotros y sin nosotros -y la mayoría
de las veces sin nosotros-, pero no hay ningún espacio
donde podamos ir a ver eso, ni siquiera sabemos cuántas
son, ¿cuántas investigaciones hay sobre La Victoria que
haya hecho la gente de La Victoria? Por nombrar solo una
población. Y resulta que son varias. No existe ese espacio,
ese archivo. ¿Cuál es el archivo donde nosotros accede-
mos a la historia, a las experiencias sistematizadas de
las organizaciones de educación alternativa en Chile? No
existe, y el primer desafío pasa por ahí, por constituirlo.
146
encuentro que es notable. Dijo: “nosotros hemos contro-
lado, como pueblo, el modo de producción del saber, pero
no controlamos los modos de socialización del saber”. Esa
es una provocación muy potente, ¿cuántos medios de
producción hemos socializado como pueblo, de cuántos
tenemos control? Coincido con Garcés en que si hay uno
del que tenemos control, que es de la producción de saber:
sabemos cómo se producen saberes. Que no lo hagamos
sistemáticamente, en red, colaborativamente y con sentido
político es otra cosa, pero sabemos cómo se hace. Pero esa
producción está dejando fuera las lógicas de circulación,
de socialización. ¿Cómo vamos a socializar esos saberes?,
¿los socializamos a partir de revistas indexadas? No. Estoy
seguro que la mitad de este auditorio va a decir que no,
porque las revistas indexadas de la academia son sólo para
un círculo pequeño de “especialistas”, con un lenguaje
críptico, etcétera. Entonces ¿vamos a hacer boletines
como los que hacía ECO en los ochenta? No, tampoco.
Entonces, ¿qué hacemos? Y aquí me voy a referir a un
último punto que tiene que ver con lo siguiente: con que
para poder construir una historia social de la educación
popular, una historia social de la educación alternativa
hoy en día, nos falta asumir un elemento clave, que el
movimiento de educación popular, que nosotros como
movimiento tenemos nuestros propios intelectuales, y
que esos intelectuales somos nosotros.
147
Estado, sino por ampliación del mercado, las y los pobres
terminamos ingresando y saturando la educación supe-
rior en general y el espacio universitario en específico,
en un ritmo creciente durante toda la postdictadura.
Y ¿qué hicimos durante muchos años, pasando por un
par de generaciones? Llegar a este espacio, sentirnos
ajenos a él, aprender y recoger tres o cuatro saberes que
nos parecieran útiles de este lugar y luego “traficarlos”
llevándolos a nuestros territorios. Ese concepto, el de
“traficar”, estaba en todas las discusiones de educa-
ción popular hace diez años. Traficar, lo que nosotros
hacíamos era traficar. Llegábamos aquí a “la academia”,
descubríamos tres o cuatro secretos, nos devolvíamos a
la población y los contábamos.
148
Ahí hay una discusión que no hemos dado: yo asumo
que el espacio universitario no es la panacea, en ningún
caso. Es un lugar interesante donde aprendemos herra-
mientas para producir saberes que deben ser socializados,
pero tampoco creo que la tarea fundamental para esta
etapa sea disputar este espacio. Pero no podemos hacernos
los ciegos y no ver que somos más y que si no ocupamos
este espacio en beneficio de la clase, estamos desaprove-
chándolo, desaprovechando los recursos y sobretodo no
nos estamos asumiendo en nuestra doble condición. A
mí, en mi lado militante, me toca una labor muy bonita
que es apoyar o “apañar” una gran cantidad de procesos
de autoformación de organizaciones populares. Con el
Colectivo de Sistematización Militante Caracol estamos
todas las semanas en diferentes territorios apañando
procesos de autoeducación de educadores y educadoras
populares, y es muy divertido porque cuando uno les hace
la pregunta de qué hacen, en su gran mayoría son univer-
sitarios o profesionales. O sea, el mundo popular cambió,
nosotros como pueblo ya cambiamos. Cuando ayer en el
taller sobre investigación popular nos preguntábamos
¿dónde está el pueblo?, vimos que ya no hacemos esa
dicotomía calle-pueblo / universidad-clase media porque
sabemos que el pueblo está acá y hay que asumirlo.
149