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República de Colombia

Consejo de Estado Magistrado Ponente


Sección Cuarta JUAN ÁNGEL PALACIO HINCAPIÉ

Bogotá D.C., veintisiete (27) de abril del año dos mil seis (2006)

REF. Expediente No. 1100103150002005 01294 00


ACTOR: JAIRO SIERRA AVENDAÑO C/ CONSEJO DE ESTADO SALA
PLENA CONTENCIOSA Y OTROS
Asuntos Constitucionales - Acción de Tutela – FALLO-

Se decide la acción de tutela interpuesta mediante apoderado, por el señor


JAIRO SIERRA AVENDAÑO contra la Sección Segunda Subsección “B” y la
Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, pues en
sentir del actor le fueron violados los derechos a la igualdad y al libre acceso
a la administración de justicia en los fallos proferidos el 28 de enero de
1999 y 15 de junio de 2004, dentro del proceso radicado No.38017.
ANTECEDENTES

HECHOS:

El ciudadano Jairo Sierra Avendaño, ingresó a la Escuela de Cadetes de


Policía “General Santander” en calidad de alumno en el año 1970, aprobó el
curso de oficial, accediendo al escalafón de oficiales, nombrado como
Subteniente el 10 de diciembre de 1971, mediante decreto No.2420 del
mismo año.

Para el año 2004 el señor SIERRA AVENDAÑO, según lo señala su


apoderada, ostentaba el grado de Teniente Coronel en la POLICIA
NACIONAL.

Mediante acta No.224 del 9 de diciembre de 1994, correspondiente a la


Reunión de la Junta Asesora para la Dirección General de la Policía
Nacional, tal Junta acordó aprobar y recomendar a la Junta Asesora para la
Policía Nacional, el retiro del servicio activo de la Policía Nacional del hoy
accionante, por llamamiento a calificar servicios. Con acta No.431 de 12 de
diciembre de 1994, correspondiente a la reunión de la Junta Asesora para la
Dirección General de la Policía Nacional, aprobó y recomendó llevar a cabo
en el Ministerio de Defensa Nacional, el retiro del servicio activo de la Policía
Nacional del accionante por llamamiento a calificar servicios.

Mediante Decreto No.03 de 3 de enero de 1995, proferido por el Gobierno


Nacional se retiró del servicio activo de la Policía Nacional al actor, por
llamamiento a calificar servicios, argumentando que tenía 15 años de
servicio.

Mediante apoderado el actor presentó demanda en ejercicio de la acción de


nulidad de las actas Nos. 224 y 431 de 9 y 12 de diciembre de 1994,
suscritas por la Junta Asesora de la Policía Nacional y el Decreto No.03 de 3
de enero de 1995 expedido por el Gobierno, por medio del cual fue retirado
del servicio activo de dicha institución por llamamiento a calificar servicios al
hoy accionante a título de restablecimiento del derecho solicitó se ordene el
reintegro al servicio activo de la Policía Nacional en el Comando de la Policía
Metropolitana de Bogotá, igualmente el ascenso al grado de Coronel ó al
grado que le corresponda en antigüedad, el día de su reintegro, conservando
siempre la misma precedencia en el escalafón de oficiales que tenía al
momento del retiro.

De la acción conoció el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, quien en


fallo del 20 de marzo de 1998, denegó las súplicas de la demanda,
considerando que en la demanda hubo un error al identificar como acto
administrativo complejo los actos demandados, pues el decreto de retiro del
actor no constituía acto administrativo complejo con las actas cuestionadas
por ser éstas sólo actos de trámite.

La apoderada interpuso recurso de apelación contra la sentencia


mencionada, expresó su inconformismo, pues adujo que ella no demandó las
actas en forma autónoma como lo expresa la sentencia, sino que lo hizo
como parte integrante de un “ACTO ADMINISTRATIVO COMPLEJO”, porque
son actos administrativos complejos.

Por otra parte, la actora solicitó se autorizara la realización de una audiencia


pública con el objeto de dilucidar puntos de derecho relativos al proceso,
pero en providencia de 4 de diciembre de 1998, esta Corporación decidió,
conforme al artículo 147 del C.C.A. negar las pretensiones del demandante.

Con providencia de enero 28 de 1999, la Sección Segunda de esta


Corporación resolvió el recurso de alzada impetrado por la actora. Confirmó
la decisión de primera instancia fundamentada en que el acto demandado
fue proferido por Gobierno Nacional, de conformidad con los artículos 75 y 76
numeral 1, literal c) y 79 del Decreto 41 de 1994, normas que fueron
modificadas por el Decreto 573 de 1995, por lo que concluyó que el Director
General de la Policía Nacional, ejerce discrecionalmente sobre el personal de
suboficiales, según los reglamentos, la facultad de retirarlos del servicio
activo, sin necesidad de explicar los móviles.

Bajo tal decisión, la actora interpuso recurso extraordinario de súplica contra


la providencia que confirmó la sentencia acusada, concediéndose mediante
auto de 6 de mayo de 1999.

Mediante sentencia del 15 de junio de 2004, la Sala Plena de lo Contencioso


Administrativo, declaró infundado el recurso extraordinario de súplica.
Advirtió que el recurso extraordinario no constituye una nueva instancia a
través de la cual sea posible una revisión de los aspectos fácticos y
cuestiones jurídicas planteadas en la demanda.

Frente al cargo de violación por falta de apreciación de los artículos 2, 4


numerales 3, 14, 46, 48, y 51 del Decreto 354 de 1994, que modificó el
reglamento de evaluación y clasificación para la Policía Nacional, precisó la
Sala que las razones en que se sustentan, proponen un nuevo examen de
mérito lo que sugiere una nueva revisión de los hechos y pruebas
“apreciadas o dejadas de apreciar por el fallador”, tales planteamientos
resultan improcedentes, pues el cargo, en los términos propuestos por el
actor, conllevan a la violación indirecta de la ley, causal que no esta
contemplada para el recurso extraordinario de súplica.

Manifiesta la parte actora que el juez de segunda instancia incurrió en vía de


hecho por “errónea interpretación de la norma aplicable al caso sometido a
estudio, pues la norma escogida y aplicada al fallador, si efectivamente, por
mandato de la ley sustancial, la Dirección General de la Policía Nacional
ejerce y desarrolla el poder discrecional, tal y como lo consigna el artículo 75
del Decreto 41 de 1994, o de la Dirección General de la Policía Nacional para
Suboficiales..” mas no para Oficiales , cual era el objeto del proceso en
estudio.

Coligió así el demandante, que las normas reglamentarias para el ascenso


de Oficiales de la Policía Nacional, expedidas con facultades extraordinarias
por el Presidente de la República, como lo son el Decreto 41 de 1994 y el
Decreto 354 de la misma anualidad, son por naturaleza sustanciales y en ese
contexto, la misma Jurisprudencia de lo Contencioso Administrativo, así lo ha
consignado según él, “en el decreto reglamentario, el Presidente de la
República consigna el criterio que debe dirigir a la administración en la
aplicación de la ley y este criterio es obligatorio, por cuanto proviene de la
suprema autoridad administrativa. La unidad de orientación en la ejecución
de la ley, que el decreto encierra, es un factor que evita el riesgo de
arbitrariedad de los funcionarios subalternos y pone presente un elemento
fundamental del derecho, como es la seguridad de los gobernados sobre las
normas que rigen su conducta”.

Para el accionante existe violación flagrante al principio de igualdad y el de la


buena fe contemplados en la Constitución Política, pues al no permitirle
acceder por méritos y requisitos administrativos, al grado inmediatamente
superior dentro del escalafón, como seguir perteneciendo a la institución
como sí sucede con otros oficiales, hacen palpable la vulneración al artículo
13 y 83 de la Carta Magna.

PETICIÓN

Se ampare los derechos constitucionales fundamentales a la igualdad y al


trabajo de manera que se emita un fallo que revoque los ya proferidos tanto
por el Tribunal, como por ésta Corporación y en su lugar, se declare la
nulidad del acto administrativo demandado a fin de reestablecer los derechos
del Teniente Coronel de la Policía Nacional Sierra Avendaño.

TRÁMITE:

La acción de tutela fue admitida y tramitada, se comunicó al accionado y al


tercero interesado.

CONTESTACIÓN

Los magistrados de las Salas accionadas no rindieron informe.

El Brigadier General Rafael Parra Garzón, Director de Recursos Humanos de


la Policía Nacional, dentro del término, solicita se declare improcedente la
acción impetrada, manifestando que comparte en su integridad los fallos
tanto del Consejo de Estado como del Tribunal, pues ellas están ajustadas a
derecho no incurriendo así en vía de hecho alguna, por un lado porque el
ascenso de los oficiales es una facultad discrecional y no reglada, como sí lo
es la evaluación del desempeño, por otro es decir el grado policial del
accionante, considera la institución que teniendo en cuenta que el régimen
de carrera y prestacional de los Oficiales y Suboficiales es el mismo,
contenido en el Decreto 41 de 1994, ahora Decreto 1791 de 2000 y Decreto
1212 de 1990
De ahí que no constituye causal suficiente para que los fallos proferidos por
la jurisdicción de lo contencioso administrativo sean objeto de tutela.
Por otro lado y refiriéndose a la afirmación de la apoderada del actor dentro
de la acción de nulidad y restablecimiento, que hubo desviación del poder, a
su parecer carece de fundamento alguno para alegarse.

Mediante auto de 6 de febrero de 2006, esta sección aceptó los


impedimentos manifestados por las doctoras María Inés Ortiz Barbosa y Ligia
López Díaz, toda vez que firmaron la providencia de Sala Plena, objeto de la
tutela y se ordenó el sorteo de conjueces para su reemplazo. Cumplido lo
anterior, aceptaron tal designación los doctores Gina Magnolia Riaño y
Martha Teresa Briceño.

CONSIDERACIONES DE LA SALA:

El mecanismo de la acción de tutela fue instituido para que toda persona por
sí misma o por interpuesta persona, pueda acudir ante el juez constitucional
con el fin de que le sean protegidos los derechos constitucionales
fundamentales que estime le son amenazados o vulnerados por la autoridad
pública. Este medio no es procedente cuando existen otros mecanismos de
defensa judicial, a menos que de no proceder el juez le cause un perjuicio
irremediable al actor.

En el caso concreto, pretende el accionante, el amparo den los derechos


constitucionales fundamentales pues en su sentir se incurrió en vía de hecho
en la providencia atacada.
Esta Sala reitera1 que “la solicitud de acción de tutela contra providencia
judicial es improcedente, desde antes de la sentencia C- 543 del 1º de
octubre de 1992, que declaró la inexequibilidad de los Arts. 11, 12 y 40 del
Decreto 2591 de 1991.

“En efecto, ha sido claro su criterio de que la acción de tutela no procede


contra providencias judiciales, puesto que la naturaleza de la acción es
subsidiaria y residual, lo que impide su ejercicio en los procesos judiciales
dado que éstos se encuentran regulados en forma tal que permite recurrir
contra las decisiones que en el transcurso del proceso adopta el juez, de
conformidad con el procedimiento previamente establecido en la ley al cual
están sujetos, tanto las partes como el juez. Todo procedimiento judicial tiene
sus propios recursos y medios de corregir los errores incurridos durante
ellos. Por esto, la acción de tutela no puede ser instrumento para modificar
tales procedimientos, ni para revivir términos que dejaron precluirse, ni
establecer instancias distintas, ni alegar nulidades fuera de la respectiva
oportunidad y jurisdicción. También ha dicho la Sala que de aceptar la
procedencia de la tutela contra providencia judicial, se rompería con los
principios de autonomía funcional del Juez y la cosa juzgada. En el
primero de los casos porque al romperse la autonomía funcional de los
juzgadores de instancia a través del mecanismo de tutela, se crearía
inseguridad jurídica que causaría niveles de zozobra entre los ciudadanos al
no poder tener absoluta claridad sobre el punto final de sus controversias
sometidas a la decisión jurisdiccional.

“Lo anterior, se encuentra íntimamente ligado al principio de la cosa juzgada


y al principio non bis in idem, consistente este último en que ninguna persona
1
Para mayor información ver sentencias de tutela radicados Nos. 01397, 01264, 01397, 00143, 00235, 00250,
01443, 00252,01351, 01081, 00237, 01417, 01260, del 30 de marzo de 2006; 01072, 00752,01040, del 13 de
diciembre de 2005, y las 00534 01028, 01021, 01020, 0129 , 00958,00720, del 7 de diciembre de 2005.
puede ser juzgada dos veces por el mismo hecho y al romperse el equilibrio
de la cosa juzgada, ha reiterado la Sala, se crearía incertidumbre frente a la
firmeza de las decisiones judiciales.

“Ahora bien, al declarar la Corte Constitucional la inexequibilidad de los


artículos 11, 12 y 40 del Decreto 2591 de 1991, reglamentario del artículo 86
de la C.P., mediante la sentencia C-543 de 1992, resolvió, de acuerdo a los
cargos presentados, sobre un doble problema jurídico, el primero de los
cuales tiene que ver con el término de caducidad planteado en las normas
atacadas y el segundo, de si es o no procedente la acción de tutela contra
sentencias que pongan fin a un proceso.

“En este último punto, es claro que el principio de la cosa juzgada rige para
todas las sentencias judiciales y por mandato expreso de la Constitución (art.
243), las sentencias de exequibilidad de la Corte Constitucional hacen
tránsito a cosa juzgada constitucional sobre las cuales no puede existir
modificación alguna y su texto, implícitamente, entra a formar parte del
cuerpo de la normatividad analizada. Según lo anterior, la sentencia C-543,
con fuerza de cosa juzgada constitucional, excluye rotundamente cualquier
posibilidad de ejercer la acción de tutela contra providencias judiciales y sólo
admite el trámite de esta acción frente a actos de la autoridad judicial que no
tengan el carácter de providencias. Pero, de otra parte, mediante sentencia
C-590 del 8 de junio de 2005, mediante la cual se revisa la constitucionalidad
del artículo 185 de la Ley 906 de 2004, la Corte Constitucional cambia
abiertamente su criterio y acepta la acción de tutela contra todo tipo de
decisiones que den por terminado los diversos procesos judiciales, para el
caso concreto de esa sentencia, las de casación ante la Corte Suprema de
Justicia.
“En la sentencia C-543/92, se analiza si procede o no la acción de tutela
contra providencia judicial en 8 acápites a saber: 1. Carácter subsidiario e
inmediato de la acción de tutela. 2. Subsistencia del orden jurídico
compatible con la Carta. 3. La tutela contra sentencias ante el principio de la
cosa juzgada. 4. La falacia del error judicial. 5. Fundamentos constitucionales
del principio de la cosa juzgada. 6. La tutela contra providencias judiciales
frente al principio de la autonomía de los jueces. 7. antecedentes
constitucionales. 8. Derecho comparado y, 9. Unidad normativa.

“Procede la Sala a continuación a realizar un estudio de cada uno de los


acápites mencionados con base en los cuales la Corte concluyó la
improcedencia de la tutela contra providencia judicial.

Frente al tema (1) “Carácter subsidiario e inmediato de la acción de tutela”,


expresó la Corte:
(…)

Vistas así las cosas, en nuestro sistema pugna con el concepto mismo
de esta acción la idea de aplicarla a procesos en trámite o terminados,
ya que unos y otros llevan implícitos mecanismos pensados
cabalmente para la guarda de los derechos, es decir, constituyen por
definición "otros medios de defensa judicial" que, a la luz del artículo 86
de la Constitución, excluyen por regla general la acción de tutela”.
“(…)”

Aunado a lo anterior, frente al punto (2.) “Subsistencia del orden jurídico


compatible con la Carta”, manifestó esa Corporación:

“En ese orden de ideas, la acción de tutela no puede asumirse como un


sistema de justicia paralelo al que ha consagrado el ordenamiento
jurídico en vigor. El entendimiento y la aplicación del artículo 86 de la
Constitución tan solo resultan coherentes y ajustados a los fines que le
son propios si se lo armoniza con el sistema. De allí que no sea
comprensible como medio judicial capaz de sustituir los procedimientos
y las competencias ordinarias o especiales, pues ello llevaría a un caos
no querido por el Constituyente”.

Como se ve, por ser de naturaleza subsidiaria y residual e inmediata no


puede proceder la acción de tutela contra providencia judicial y, dado que la
constitución del 91 mantuvo el ordenamiento jurisdiccional que venía
operando desde antes de su vigencia no le es posible al legislador crear
jurisdicciones paralelas que controlen las decisiones de las establecidas.

Frente al tema (3.) “La tutela contra sentencias ante el principio de la cosa
juzgada”, la Corte manifestó:
(…)
“La función estatal de administrar justicia lleva implícito el concepto de
la cosa juzgada aún antes de su consagración en normas positivas,
pues resulta esencial a los fines que persigue. Si es propio de la
potestad atribuida al juez la capacidad de definir el derecho en el
asunto materia de su competencia, sus facultades se actualizan y
concretan en el momento en que resuelve y su resolución es
vinculante.

“La Corte Constitucional no podría compartir una interpretación jurídica


en cuyo desarrollo se hiciera posible sacrificar el supremo valor de la
justicia en aras de un orden o de una seguridad que no la realizaran,
pero reconoce a estos valores, razonablemente entendidos, el carácter
de presupuestos indispensables para que la justicia se haga realidad
concreta en el seno de la sociedad. Así entendida, la seguridad
jurídica no se contrapone a la justicia sino que se integra con ella.
(…)”

Del texto transcrito, claramente se aprecia que la Corte Constitucional basa


la seguridad jurídica y la realización concreta de la justicia en el principio de
la cosa juzgada como elemento rector en la definición de las controversias
judiciales.
Continúa la Corte Constitucional en acápite (4.) disertando sobre “la falacia
del error judicial”, como sigue:
(…)
“Tampoco podría negarse que las equivocaciones de los jueces,
cuando en ellas incurren, constituyen fuente de injusticias y de
violaciones a los derechos de quienes tienen interés en los resultados
del proceso, razón que justifica la existencia de múltiples medios de
control previos, concomitantes y posteriores a la adopción de los fallos,
a fin de asegurar que quien se considere lesionado en sus derechos
pueda obtener que se corrija el rumbo del proceso, impugnar el fallo
que le es adverso y verificar en diferentes momentos procesales si el
juicio se ajusta a las prescripciones constitucionales y legales, dentro
de un conjunto de garantías que nuestra Carta Política cobija bajo la
institución del debido proceso consagrada en su artículo 29. La ley en
su desarrollo, establece recursos judiciales ordinarios y extraordinarios,
impedimentos, recusaciones, principios de valoración y contradicción
de las pruebas, nulidades y oportunidades de impugnación contra las
providencias proferidas por el juez, entre otros medios cuyo objeto es el
de verificar la observancia de la legalidad, la imparcialidad del juzgador,
el respeto a los derechos de los afectados por sus decisiones y el
mayor grado de justicia en el contenido de éstas, además de las formas
de responsabilidad patrimonial del Estado y del propio juez por los
perjuicios que ocasione un yerro judicial debidamente establecido por
la jurisdicción correspondiente.

(…)

Pero, además, no es lícito acudir a los casos singulares de


equivocación judicial como instrumento dialéctico para presumir que
todos los jueces aplican errónea o indebidamente la normatividad
jurídica, que todos prevarican o que todos cometen injusticia en sus
fallos. Suponer que la regla general es la decisión judicial desacertada
e incorrecta, implica una descalificación anticipada sobre la idoneidad
de la administración de justicia y de los numerosos medios de defensa
judicial previstos por el ordenamiento jurídico para realizar en los
casos concretos los fines propios del Derecho.
(…)
Agréguese a lo dicho que la acción de tutela no es el único mecanismo
orientado a la protección de la persona humana y sus derechos
esenciales. Todos los procesos y la integridad del aparato judicial
tienen ese mismo fin, de donde se desprende la falacia de los
argumentos que tienden a presentar el conjunto de garantías
representadas en la idea misma del proceso (artículo 29 de la C.N.)
como un rígido esquema formalista que sacrifica al hombre y
desconoce sus derechos. Si así fuera, la propia Carta, lejos de exigir
que la verdad jurídica con efectos concretos se dedujera siguiendo "las
formas propias de cada juicio", habría prohibido los procesos,
sustituyéndolos por la tutela, lo cual no acaeció”.

En esta materia, como en las anteriores, tampoco permite la sentencia de


exequibilidad posibilidad alguna por la que pueda filtrarse la acción de tutela
contra sentencias judiciales con el argumento de que los jueces de instancia
no son infalibles, por cuanto tampoco lo son los de tutela y más aun, cuando
los unos y los otros en la práctica son los mismos funcionarios, exceptuando
naturalmente a los magistrados de la Corte Constitucional en las eventuales
revisiones de las sentencias de tutela, quienes por supuesto tampoco son
infalibles, porque también, de elemental razonamiento, conservan la
condición humana.

Continúa la Corte con los (5) “Fundamentos constitucionales del principio de


la cosa juzgada”, haciendo un análisis pormenorizado de la circunstancia
según la cual, si bien es cierto la expresión cosa juzgada solamente aparece
en el artículo 243 de la Carta Política, cuando ésta trata el tema de las
sentencias de exequibilidad de la Corte Constitucional, también es cierto, que
al realizar un análisis armónico e íntegro de la Constitución se desprende
que la aplicación del principio de la cosa juzgada se hace indispensable para
la concreción de la justicia en el estado de derecho establecido por el
Constituyente.

Prosigue la misma sentencia, con (6.) “La tutela contra otras providencias
judiciales frente al principio de la autonomía de los jueces”, así:
(…)
Como se puede advertir, habiendo establecido el Constituyente
jurisdicciones autónomas y separadas (Título VIII de la Constitución) y
puesto que el funcionamiento de ellas ha de ser desconcentrado y
autónomo (artículo 228 de la Carta), no encaja dentro de la preceptiva
fundamental un sistema que haga posible al juez, bajo el pretexto de
actuar en ejercicio de la jurisdicción Constitucional, penetrar en el
ámbito que la propia Carta ha reservado a jurisdicciones como la
ordinaria o la contencioso administrativa a fin de resolver puntos de
derecho que están o estuvieron al cuidado de estas. Considerar que
semejante opción se aviene a lo preceptuado por la Carta, tanto vale
como aceptar que ésta consagró jurisdicciones jerarquizadas, lo cual
no encuentra sustento en la normatividad vigente.

Ahora bien, como única excepción a lo anterior contempla las actuaciones de


hecho de los funcionarios judiciales que pudieren generar un perjuicio
irremediable, circunstancia ésta en que cabría la posibilidad de tutelar pero
sólo como mecanismo transitorio, mientras el juez competente en el litigio
determinado se pronuncie de fondo, pero jamás puede el juez de tutela
imponer al juzgador de conocimiento el sentido de una sentencia. Al respecto
expresó:

(…)

De ningún modo es admisible, entonces, que quien resuelve sobre la


tutela extienda su poder de decisión hasta el extremo de resolver sobre
la cuestión litigiosa que se debate en un proceso, o en relación con el
derecho que allí se controvierte.

No puede, por tanto, proferir resoluciones o mandatos que interfieran u


obstaculicen diligencias judiciales ya ordenadas por el juez de
conocimiento, ni modificar providencias por él dictadas, no solamente
por cuanto ello representaría una invasión en la órbita autónoma del
juzgador y en la independencia y desconcentración que caracterizan a
la administración de justicia (artículo 228 C.N.), sino porque, al cambiar
inopinadamente las reglas predeterminadas por la ley en cuanto a las
formas propias de cada juicio (artículo 29 C.N.), quebrantaría abierta y
gravemente los principios constitucionales del debido proceso. Lo
anterior sin tener en cuenta la ostensible falta de competencia que
podría acarrear la nulidad de los actos y diligencias producidos como
consecuencia de la decisión con los consiguientes perjuicios para las
partes, la indebida prolongación de los procesos y la congestión que,
de extenderse, ocasionaría esta práctica en los despachos judiciales.

De las razones anteriores concluye la Corte que no procede la acción


de tutela contra ninguna providencia judicial, con la única salvedad del
perjuicio irremediable, desde luego aplicada en este evento como
mecanismo transitorio supeditado a la decisión definitiva que adopte el
juez competente”.

“…”

Prosigue haciendo un análisis de (7.) “los antecedentes constitucionales” del


(8.) “El tema en estudio frente al derecho comparado” para concluir con (9.)
“La Unidad normativa en la que concluye el análisis de los artículos 11, 12 y
40 del Decreto 2591 de 1991, para declararlos inexequibles.

De lo transcrito, no se infiere por ninguna parte la posibilidad constitucional


de adelantar acciones de tutela contra las decisiones judiciales que pongan
fin a un proceso ya que, como quedó claro, la tutela únicamente en forma
excepcional y para evitar un perjuicio irremediable procede frente a
actuaciones de hecho de la autoridad judicial que no sean una providencia.

Hecho el anterior análisis y cotejándolo con lo expresado por la Corte


Constitucional en la sentencia C- 590 de 2005, que declara viable la acción
de tutela contra las sentencias de casación de la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia y realiza una extensa disertación sobre la procedibilidad
de esta acción contra todo tipo de decisiones judiciales (no sólo en materia
penal), que pongan fin a los procesos judiciales y, teniendo en cuenta que la
sentencia analizada (C-543 de 1992), tiene fuerza de cosa juzgada
constitucional, procede la Sala a darle la aplicación adecuada a la
constitucionalidad de ésta y en consecuencia, rechazará toda acción en este
sentido.

Por lo anteriormente considerado, se rechazará por improcedente la presente


acción de tutela interpuesta contra providencia judicial.

En mérito a lo expuesto el Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso


Administrativo Sección Cuarta, administrando justicia en nombre de la
República y por autoridad de la Ley,

FALLA :

RECHÁZASE POR IMPROCEDENTE LA SOLICITUD DE TUTELA


INTERPUESTA POR EL CIUDADANO JAIRO SIERRA AVENDAÑO.

Si no fuere impugnada, envíese a la Corte Constitucional para su eventual


revisión.

CÓPIESE, NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE.


La anterior providencia fue discutida y aprobada en Sesión de la fecha.

HÉCTOR J. ROMERO DÍAZ JUAN ÁNGEL PALACIO HINCAPIÉ


Presidente
GINA MAGNOLIA RIAÑO BARÓN MARTHA TERESA BRICEÑO DE
VALENCIA
Conjuez Conjuez

MERCEDES TOVAR DE HERRÁN


-Secretaria-
ACTOR: JAIRO SIERRA AVENDAÑO.

ACCIÓN DE TUTELA C/ PROVIDENCIA JUDICIAL DE LA SUBSECCIÓN


“B” DEL CONSEJO DE ESTADO M.P. Doctora María Inés Ortiz Barbosa.

POR NO ACCEDER A LAS PRETENSIONES DE LA DEMANDA.

SE RECHAZA POR IMPROCEDENTE. TUTELA CONTRA PROVIDENCIA


JUDICIAL.

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