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METODOS PARA LA EVALUACION DE LA CONDUCTA

Goldfried, M.; Davison, G. (1981). “Técnicas Terapéuticas Conductistas”. Buenos Aires. Paidós.

UNIVERSIDAD DEL ACONCAGUA


CÁTEDRA: CLÍNICA COGNITIVO CONDUCTUAL
Libro: Goldfried, M.; Davison, G. (1981). “Técnicas Terapéuticas
Conductistas”. Buenos Aires. Paidós. Pp. 46 a 63.
CAPÍTULO 3:
METODOS PARA LA EVALUACION DE LA CONDUCTA

Ya esbozados algunos de los problemas conceptuales asociados con la evaluación


conductual, podemos ahora referimos a la traducción de esos principios a procedimientos
concretos de la evaluación clínica. En la práctica clínica de la terapia conductista, la
evaluación se lleva de ordinario 3 cabo mediante entrevistas, observación de la conducta en
la vida real, observación de la conducta en situaciones simuladas, cuestionarios que deben
contestarse por escrito y combinaciones de los métodos mencionados.

LAS ENTREVISTAS
Puesto que el terapeuta conductista subraya la importancia de evaluar los problemas
de conducta de modo directo, puede resultar sorprendente que las entrevistas sean el
procedimiento más empleado para tal evaluación. Esto es en gran parte consecuencia de las
dificultades inherentes a la observación directa de la conducta: la falta de un medio
controlado, la carencia de observadores entrenados, la relativa infrecuencia de ciertas pautas
conductuales y la naturaleza compleja y a veces íntima del problema mismo (por ejemplo: la
inadecuación sexual). En la entrevista, la atención del terapeuta conductista se centra por lo
general en las variables antes expuestas, a saber: antecedentes, organísmicas, respuestas y
consecuentes.
La utilización de la entrevista en lugar de las técnicas de observación más directas
constituye una alternativa obligada. Junto con la economía y la flexibilidad que ella permite,
subsiste siempre un cierto grado de incertidumbre en cuanto a que el informe verbal del cliente
refleje lo que acontece en la vida real. Aunque Mischel (1963) ha dado a conocer material
que sugiere que la información verbal constituye un buen indicio de la conducta real, la
utilización de la entrevista como técnica de evaluación tiene limitaciones. Al intentar obtener
un informe detallado de las reacciones del sujeto ante situaciones específicas, no es
infrecuente descubrir que tiene dificultades para proveer los datos que exige una adecuada
evaluación de su conducta. Puede haber olvidado lo acontecido, omitir ciertos detalles que
cree carentes de pertinencia o simplemente avergonzarse de revelar ciertos hechos. Además,
si la conducta consiste en respuestas estereotipadas, puede que no tenga conciencia de lo
que está haciendo.
Como cualquier otro profesional que utilice el procedimiento de la entrevista, el
terapeuta conductista debe ser sensible a los indicios que el cliente proporciona, estar
dispuesto a seguir sus propias impresiones y, con frecuencia, echar mano de técnicas de
entrevistas de carácter tradicional tale: como el servir de reflejo a los sentimientos, la
clarificación, el uso de transiciones, el resumen de lo expuesto y las preguntas abiertas.
La obra clásica de Sullivan, The Psychiatric Interview (1954), contiene sugerencias
valiosas sobre cómo conducir una entrevista, muchas de las cuales son compatibles con la
orientación conductista. Sullivan destaca la importancia de que el terapeuta asunta el rol de

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Goldfried, M.; Davison, G. (1981). “Técnicas Terapéuticas Conductistas”. Buenos Aires. Paidós.

experto, controle en general la entrevista, se muestre atento a los signos no verbales y


obtenga información sobre las expectativas que el cliente tiene respecto del tratamiento.
Storrow (1967) y Peterson (1968) también describen técnicas que le son útiles al terapeuta
conductista paja obtener información.

GUÍA PARA OBTENER DATOS MEDIANTE UNA ENTREVISTA


Aparte de la cuestión de cómo obtener información de cada cliente en particular,
existen ciertas guías generales para conducir una entrevista que permita la obtención de
datos. Según la complejidad del caso, si se trata de un adulto o un niño, por ejemplo, pueden
ser necesarias una o más entrevistas para lograr información. Aunque la guía que se ofrece
más adelante se utiliza en el contexto del contacto inicial con el cliente, puede que varias de
sus partes tengan que repetirse durante el curso del tratamiento, con el fin de determinar si
el cambio ha tenido lugar y, en caso contrario, por qué razones.

Saludo inicial
Al hacer el contacto inicial con el cliente, el terapeuta debe recordar que el propósito
de la entrevista es en realidad doble: obtener información y proporcionarla. Así como el
terapeuta quiere saber más del cliente, éste trata de conocer al terapeuta. De modo que las
actividades del terapeuta durante la entrevista deben estar dirigidas a obtener datos que
permitan la evaluación pertinente y, a la vez, a establecer el vínculo necesario para la
aplicación de un programa terapéutico.
Describir con detalle cómo el terapeuta conductista debe manejarse en este contacto
inicial está más allá de los límites de este esbozo; algunos de estos problemas se expondrán
en el capítulo 4. Basta decir que debe hacer lo que sea posible para que el cliente se sienta
cómodo (por ejemplo, sonreír, llamarlos por su nombre e indicarle dónde sentarse) y, al
mismo tiempo, dirigir la interacción dentro de una estructura lo bastante sólida, como para
que el cliente, a través del saludo inicial, brinde la información necesaria y facilite la meta de
la evaluación de su conducta.

Descripción del problema que motiva. la consulta y de las variables de


mantenimiento
Aunque existen algunas semejanzas entre las entrevistas de orientación conductiva y
las de orientación tradicional, los terapeutas conductistas tienden a centrarse en los detalles
concretos relacionados con el problema las mantienen su vigencia en el presente. La razón
de esto resulta cuando consideramos lo que implica la práctica de un análisis conductista. Lo
que puede no ser tan evidente, sin embargo, son los posibles efectos colaterales negativos
que se asocian con el hecho de recabar detallen. Un problema potencial es que instar a que
se sea específico puede malograr el establecimiento de la relación. AI tener que utilizar de
continuo ejemplos concretos para ilustrar lo que quiere decir, el cliente tal vez tenga la
impresión de que no se lo comprende, sea por su propia incapacidad de comunicación, o por
insensibilidad del terapeuta. Esta brecha puede evitarse, sin embargo, si el terapeuta clarifica
las razones de este particular tipo de interrogatorio, y también si se conduce de modo tal que
el cliente se dé cuenta de que es comprendido. El terapeuta debe comunicar que los detalles
le procurarán una cabal comprensión de la perturbación que aqueja al cliente, y que tal
comprensión es necesaria para una terapia exitosa.
Una segunda desventaja que puede tener la concentración en los detalles, consiste
en que quizá el terapeuta se enceguezca para la captación de otros problemas significativos
todavía no expuestos. Un modo de evitar esta desventaja es darle at cliente la oportunidad

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de describir la naturaleza de sus trastornos en términos generales, antes de proceder al


análisis detallado de dificultades específicas. Debe recordarse, sin embargo, que aun durante
la descripción general de los problemas traídos a la consulta, el terapeuta no debe ser
totalmente pasivo. Es decir, antes que aceptar sin más el rótulo que da el cliente a su trastorno
conductual (por ejemplo, “soy dependiente"), se le deben exigir ejemplos de lo que quiere
decir. Luego, de ser necesario, se puede reformular el problema. Una vez hecha la evaluación
general de los diversos problemas presentes, se puede abordar la información detallada de
su duración. frecuencia e intensidad, así como también recoger datos acerca de las variables
de mantenimiento pertinentes. Esta información puede obtenerse durante la entrevista, o
quizá se requieran procedimientos de evaluación adicionales como los que se bosquejan más
adelante -entre ellos la observación directa, la utilización de otros informantes y la
autobservación—.
La siguiente transcripción ilustra algunos de los problemas que crea la obtención de
información específica durante la entrevista:
Cliente: Me siento nerviosa gran parte del tiempo.
Terapeuta: ¿Qué experimenta en esos casos?
Cliente: No sé. Es difícil de describir... Sólo me siento nerviosa.
Terapeuta: (Pienso que voy a tener dificultades para lograr que elabore sus problemas. Quizá
debería abstenerme por un tiempo de presionarla para que se muestre más específica; en cambio,
trataré de que se sienta más cómoda al describir y elaborar sus sentimientos y de sostener una
conversación general): De modo que sabe cuáles son sus sentimientos, sólo que le es difícil explicarlos
en palabras.
Cliente: Si, así es. Sabe usted, es un sentimiento de inquietud y aprensión. Como cuando se
sabe que algo malo va a suceder o, por lo menos, uno teme que así sea.
Terapeuta: Emocionalmente y quizá también físicamente existe el temor de que algo suceda,
aunque no sabe bien qué.
Cliente: Sí.
Terapeuta: Cuando se siente así, ¿qué experimenta físicamente?
Cliente: Bueno, el corazón me late de prisa y me siento completamente tensa. No siempre es
tan desagradable: a veces es sólo una ligera molestia.
Terapeuta: (A esta altura puedo permitirme una suave transición y tratar de averiguar cuáles
son las situaciones en que su ansiedad varia. Si he de utilizar o no esta información para una
consideración jerárquica de sus problemas. queda por verse.): En otras palabras, según sean las
circunstancias, se siente más o menos ansiosa.
Cliente: Sí.
Terapeuta: Dígame algo sobre las situaciones en las que se siente más ansiosa.
Cliente: Bueno, sobre todo cuando trato con gente. '.
Terapeuta: Sería muy útil que me dijera algo sobre alguna situación capaz de alterarla.
Cliente: Es difícil encontrar algo específico. ,
Terapeuta: (No sé bien hasta qué punto presionarla para que me dé detalles. Si le es muy
difícil encontrar algo especifico, todo el proceso de la interrogación puede volvérsele en exceso
aversivo. Quizá pueda encomendarle la tarea de autoobservarse durante el curso de la semana.
Tratare de obtener uno o dos ejemplos, limitándome quizá a los de la semana pasada y sugiriéndole
ciertas clases de situación. Luego puedo usar como guía para averiguar si las situaciones son típicas
de una clase de acontecimientos más amplia. Percibo en la expresión de su cara que teme no ser
capaz de darme la información que pretendo. Antes de seguir adelante debo quizá solucionar eso.):
Entiendo que le resulte difícil encontrar ejemplos específicos así, sin más. Suele suceder casi siempre.
Déjeme ver si puedo hacérselo algo mis fácil Tomemos la semana pasada. Piense qué ocurrió en el
trabajo, en su casa o en alguna reunión social que pueda haberla acerado.
Cliente: Muy bien. Se me acaba de ocurrir algo. El fin de semana pasado fuimos a una fiesta,
y cuando estábamos en camino, me sentí aterrada.

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Terapeuta: ¿Puede decirme algo más acerca de la situación?


Cliente: Bueno, la fiesta es en casa del jefe de mi marido, y siempre me siento incómoda en
situaciones así.
Terapeuta: ¿De qué manera?
Cliente: Bueno, me es difícil mostrarme natural en una situación Semejante.
Terapeuta: (De acuerdo con mi experiencia personal y clínica, existen varios componentes
capaces de crear ansiedad: la obligatoriedad de la ocasión y las evaluaciones percibidas en tales
situaciones: para no hablar de la clase mucho más amplia de interacciones sociales a las que quizá
ella responda con aprensión. Veamos si puedo averiguar por ella de qué fue muestra esta situación.):
¿En general se pone nerviosa cuando va a reuniones sociales?
Cliente: Bueno, mucho depende de la situación.
Terapeuta: ¿De qué manera?
Cliente: Depende de lo cómoda que me sienta con la gente.
Terapeuta: (Parece que completamos el círculo. Creo que mis preguntas tendrán que ser más
precisas.): Muy bien, de modo que hay ciertas situaciones y cierto tipo de gente con los que se siente
más cómoda, y otros con los que se siente más aprensiva.
Cliente: Si.
Terapeuta: Creo que sería útil concentramos algo más en la clase de personas y situaciones
que la alteran en grado diverso.
Cliente: Mucho depende de lo alto que la gente habla y de cuán agresiva sea. Creo que me
siento intimidada cuando la gente se manifiesta muy segura.
Terapeuta: (Entre las posibilidades que debo comprobar algo más adelante en el curso de la
sesión está la de si interviene aquí un déficit social o de alguna otra especie de problema relacionado
con la falta de Por el momento me. atendré a averiguar la: clases generales de situación que la
alteran.): ¿Ante qué otra clase de personas reacciona usted de manera negativa?

Información histórica pertinente


En las obras sobre terapia conductista existen ciertos prejuicios acerca de lo pertinente
que pueda resultar la información histórica. Casi siempre el terapeuta conductista tiende a
restar importancia a la vida pasada del cliente, sin duda porque poco es lo que hace por
procurar la comprensión de los primeros determinantes de las conductas conflictivas. Se
centra en cambio en las situaciones presentes. En su ansiedad por transmitir una orientación
conductual, suele comunicar inadvertidamente que no cree que el pasado gravite demasiado
en los problemas actuales del cliente. Desdichadamente, puede que esto le leste credibilidad
al terapeuta, pues el cliente suele estar muy convencido de la importancia de sus experiencias
pasadas.
¿Qué importancia tiene —si la tiene- la información acerca de la historia pasada en la
evaluación de la conducta? La respuesta a este interrogante no es fácil En el caso de los
problemas bien delineados, como las fobias, el conocimiento de los antecedentes históricos
probablemente no será de mucha ayuda en la conducción dé la terapia. En otros casos,
empero, la información sobré la vida pasada puede ayudar a que el terapeuta entienda las
dificultades actuales, lo cual tiene consecuencias en el tratamiento. Esto resultaría
particularmente válido en los casos más complejos, en los que la naturaleza exacta de los
problemas actuales y de sus variables de mantenimiento no es clara. Si acepta el supuesto
de que el temprano aprendizaje social explica el posterior desempeño, el terapeuta
conductista suele adquirir más datos acerca del problema actual del cliente y de sus variables
de mantenimiento, en virtud de la información que habrá obtenido sobre las experiencias de
aprendizaje pasadas.

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Características positivas
Para llegar a una evaluación completa, la entrevista debe incluir, además de
información acerca de los problemas, datos acerca de sus puntos fuertes. Por ejemplo,
¿cuáles son las ventajas conductuales del cliente? ¿Qué le gusta hacer? Este conocimiento
puede ser luego utilizado terapéuticamente por el profesional o por el cliente mismo, pues
procura la comprensión de los refuerzos potenciales de la vida de este último.

Intentos anteriores de enfrentar los propios problemas


La información acerca de los éxitos y fracasos pasados que tuvo el cliente al enfrentar
los problemas de su vida tiene una relación directa con la técnica el terapeuta decida utilizar,
como también con el modo en que se la presente a su cliente. Por ejemplo, si éste afirma que
ha logrado vencer su ansiedad tomando duchas de agua caliente, el terapeuta Ie podrá
explicar que el entrenamiento de relajación cumple la misma función. Si el cliente manifiesta
haber tratado infructuosamente de relajarse por sus propios medios, el terapeuta podría
aclararle que el procedimiento de relajación particular que ha de utilizarse en el tratamiento
de la terapia es diferente y, presumiblemente, más eficaz.
Además de los intentos anteriores del cliente, deben también examinarse las pasadas
experiencias terapéuticas, en el caso de que existan. Si han sido favorables, el terapeuta
puede entonces Señalar las semejanzas con el procedimiento que él ha de utilizar. Si el
cliente se siente insatisfecho con sus experiencias terapéuticas pasadas, sea cual fuere su
orientación, se deben poner de relieve las diferencias entre los métodos precedentes y los
que se han de utilizar en el nuevo tratamiento. Por si un proceso terapéutico bien ejecutado
no ha dado fruto alguno, el terapeuta hará bien en no seguir el mismo plan de acción.

Expectativas con respecto a la terapia


Además de obtener información indirecta (tal como la que procura la experiencia
acerca de los intentos terapéuticos anteriores), es importante evaluar más directamente las
expectativas del cliente, tanto con respecto a las probabilidades de cambio como respecto
del tratamiento particular que ha de utilizarse para provocarlo. La investigación demuestra
que las expectativas favorables con respecto a un tratamiento se correlacionan de manera
positiva con la producción del cambio (Goldstein, 1962). Si no se logra una evaluación
adecuada de las expectativas, puede que cliente y terapeuta trabaje en direcciones
contrarias, lo cual condenará al fracaso aun a las técnicas terapéuticas más eficaces. El
capítulo 4 contiene una exposición más detallada acerca de las expectativas del cliente.

Establecimiento de metas
Un modo adecuado de establecer las metas terapéuticas es lo que Sullivan (1954)
llamó el “resumen de lo expuesto”. Una vez que el terapeuta considera que ha obtenido datos
suficientes sobre las conductas que deben ser objetó de modificación, puede darle al cliente
un resumen de esas conductas tal como él, el terapeuta, las ve en ese momento. De ese
modo el cliente tiene oportunidad de comentar la posible exactitud de la percepción del
terapeuta a continuación puede establecerse qué es prioritario en el tratamiento. Como se
verá en el capítulo 4, debe realizarse algún tipo de contrato en el que se esboce la conducta
esperada tanto del cliente como del terapeuta

OBSERVACION DE LA CONDUCTA
En la medida en que resulte factible la observación directa de la conducta con
frecuencia resulta el procedimiento de evaluación clínicamente más útil. Estas observaciones

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pueden ser llevadas a cabo por personas entrenadas para hacerlo, individuas significativos
fin la vida del cliente, el terapeuta o el mismo cliente.

Observadores entrenados
La utilización de personas entrenadas en los procedimientos de observación de la
conducta constituye el modo de evaluación más deseable, aunque no necesariamente el más
práctico. Aunque es en teoría posible seguir a alguien y observar su conducta durante las 24
horas del día, los observadores entrenados se han empleado de ordinario en medios más
controlados, tales como hospitales o escuelas.
En la observación directa de la conducta es necesario elaborar alguna especie de
sistema de clasificación que permita centrar la atención en aspectos específicos del medio y
en la reacción del individuo frente a ellos. Existen guías para la observación en hospitales
(Ayllon y Azrin, 1968; Honigfeld, Cillis y Klett, 1966), escuelas (O’Leary y Becker, 1967; Werry
y Quay, 1969) y hogares (Lewinsohn y Shaffer, 1971; Patterson, 1971). Goldfried y Sprafkin
(1974) han examinado algunos de los problemas metodológicos relacionados con la
utilización de estos procedimientos y también han sugerido ciertos medios para hacerles
frente.

Personas significativas
En ausencia de un medio controlado y/o personal entrenado disponible el terapeuta
puede recurrir a la cooperación de personas significativas vida del cliente. Esto contrasta
pronunciadamente con algunos de los enfoques mis tradicionales de la terapia, renuentes a
involucrar a terceros en el proceso terapéutico. Aunque la capacidad de observación de estas
personas rara vez está a la par de la de los observadores entrenador, los padres, los
cónyuges, los amigos o los compañeros de cuarto del cliente que en procurar m formaciones
valiosas acerca de las reacciones de aquél frente a diversas situaciones. Este enfoque es
particularmente útil en el caso de los niños pues padres y maestros tienen amplias
oportunidades de observarlos. Basta una guía mínima para la observación de ciertas clases
de conducta adaptada y desviada; por ejemplo, un sencillo plan, de acuerdo con él cual el
informante debe registrar los antecedentes, la conducta y las consecuencias.

Observaciones del terapeuta


Autores como Sullivan (1954), Fromm-Reichmann (1950), Reich (1949) y algunos
terapeutas de las escuelas gestáltica y experimental (Corsini,1973) han hablado que las
relaciones que establece en el consultorio el cliente con el terapeuta con frecuencia
constituyen una muestra de sus problemas conductuales. Basándose en su experiencia con
pacientes hospitalizados que padecían perturbaciones graves, Fariña, Arenberg y Guskin
(1957) formularon una lista de ítems para evaluar la conducta social de un individuo tal como
se desarrolla en el marco de la entrevista. Sin embargo, no se puede saber con certeza si la
conducta del cliente constituye una reacción ante el terapeuta o es en realidad índice de un
problema más generalizado. Pero la observación de la conducta durante la terapia suele
procurar datos útiles para afirmar la evaluación.

La observación en situaciones simuladas


La representación de roles constituye otro medio para observarla conducta del cliente
(McFall y Lillesand, 1971; McFall y Marston, 1970; Rotter y Wickens, 1948; Stanton y Litwak,
1955). Dicha representación puede ser sólo imaginaria: por ejemplo, cuando se quiere

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determinar el grado de ansiedad que crean ciertas situaciones no susceptibles de simulación


en el consultorio (es el caso de la conducta sexual).
Wahler, Winkel, Peterson y Morrison (1965) demostraron que los problemas
suscitados en las relaciones entre padres e hijos pueden percibirse fácilmente utilizando
modos de observación unilateral. Con el objeto de obtener una muestra del problema de
conducta de que se trata, se estructura una situación que con toda probabilidad habrá de
provocarlo. En el caso de un niño que tenga dificultad para hacer sus deberes sin ayuda, se
lo puede poner resolver un problema escolar mientras el padre realiza alguna otra actividad
(por ejemplo, lee el diario o completa un cuestionario). Luego se anotan la frecuencia con que
el niño hace consultas y la reacción del padre ante ellas. A partir de estas observaciones
puede que el terapeuta llegue a una hipótesis acerca de las circunstancias en las que el niño
es incapaz de trabajar sin ayuda; también es probable que averigüe que el padre refuerza las
consultas inútiles del niño. El terapeuta tiene entonces la oportunidad única de emplear un
procedimiento de evaluación altamente refinado mediante la manipulación de las variables
que aparentemente perpetúan la conducta conflictiva. Haciendo llegar indicaciones al padre,
por ejemplo, mediante una luz o audífonos, acerca de cuándo debe prestar atención al niño
y cuándo no tenerlo en cuenta, el terapeuta puede poner a prueba la hipótesis de que ciertas
reacciones del adulto son las que mantienen la conducta conflictiva. Cabe la pregunta de si
un procedimiento semejante no constituye más una terapia que un modo de evaluación.
Aunque ambas cosas están indisolublemente entremezcladas en tales casos, podría
considerarse que la intervención fue terapéutica si produjo resultados benéficos, y evaluativa
si no dio lugar a una modificación conductual.

AUTOOBSERVACIÓN
Una estrategia de evaluación que se utiliza en casi todos los casos consiste en hacer
que el cliente observe su propio comportamiento o sus reacciones emocionales en ciertas
situaciones de conflicto. Se le puede encomendar que marque en un contador la frecuencia
de la aparición de ciertas conductas, o que lleve un registro escrito de su nivel de ansiedad
en diferentes situaciones. A veces resulta útil que observe el momento en que se pone tenso,
y utilice luego esa sensación como señal de que debe hacer una pausa para examinar lo que
csti aconteciendo. Uno de los “inconvenientes” que tiene el empleo de la autoobservación
como modo de evaluación es que el individuo con frecuencia cambia (en general para mejor)
como consecuencia de observar su propia conducta. Esto parece ocurrir en los casos en que
los conflictos conductuales envuelven una respuesta instrumental (por ejemplo, el estudio).
Aunque no resulta del todo claro por qué surge el cambio como consecuencia del
automonitoreo es posible que una perspectiva más objetiva y tal vez distanciada sobre la
propia conducta, interrumpa una cadena estereotipada y automática, y haga asimismo más
evidentes las consecuencias negativas que se siguen de ella.
Otro modo de obtener información, del propio cliente consiste en hacer que éste
responda a varios cuestionarios. Pueden utilizarse formularios de datos para estudiantes
universitarios y pacientes adultos externos como los diseñados por Storrow (1967) y Lazarus
(1971). En años recientes han aparecido diversos cuestionarios de orientación conductista:
por ejemplo, la Encuesta del temor (Geer, 1965); la Encuesta del refuerzo (Cautela y
Kastenbaum, 1967); el Cuestionario de asertividad (McFall y Lillesand, 1971); el Test de las
creencias irracionales (Jones, 1968) y la Escala de la conducta ansiosa (Suinn, 1969). Estos
cuestionarios, sin embargo, se utilizaron primordialmente en la investigación y quizá carezcan
de la especificidad o la generalidad requeridas para un procedimiento de evaluación clínica
adecuado.

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ESBOZO DE UN CUADRO INFORMATIVO


Aunque los límites entre la evaluación de la conducta y la terapia conductista a
menudo resultan borrosos, hay de ordinario un período durante el comienzo del tratamiento
en el que el terapeuta recoge información e intenta organizaría de manera tal que le permita
decidir provisoriamente en qué meta centrarse y qué métodos terapéuticos emplear. Según
la complejidad del caso y la naturaleza del medio, dicho periodo puede abarcar una o dos
entrevistas, complementadas con otros procedimientos de evaluación. En todo momento, sin
embargo, el esquema conceptual que se formule el terapeuta debe ser susceptible de cambio.
En el proceso de compilar y organizar la información para llegar a una evaluación
escrita, se debe decidir qué incluir y qué descartar. Gran parte de lo que aprendemos acerca
de un cliente, aunque intrínsecamente interesante, es irrelevante para la planificación del
tratamiento. Desdichadamente, en los informes suelen encontrarse abundantes datos de este
tipo. Storrow (1967) expresó con énfasis el problema que plantea esta plétora de datos:
“Las historias de casos... [a menudo] contienen información abundante, útil y también
inútil, y la útil suele estar tan bien sepultada que incluso ella se vuelve inútil. Hace mucho que
vengo presentando un síndrome de aburrimiento agudo como consecuencia de la lectura de
tantos historiales semejantes. Se parecen a biografías mal escritas, plagadas de datos sin
relación alguna con el problema que se tiene entre manos. Lo cierto es que por lo común ni
siquiera recuerdo todos los datos, y por lo tanto mucho menos puedo utilizarlos para hacer
predicciones y planes de tratamiento (pag: 41).”
Con el objeto de evitar semejante caso, Pomeranz y GoIdfried (1970) han sugerido
una fórmula para elaborar un cuadro informativo (véanse págs. 60-61), que no sólo guía al
asesor clínico en la obtención de datos pertinentes, sino que también permite organizar el
material del caso de modo tal que el terapeuta puede elegir las conductas que deben ser
objeto de modificación y los procedimientos más adecuados para cada cliente en particular.
El informe por lo general se estructura de la manera siguiente:

I. Conducta durante la entrevista y descripción física


Este punto incluye las observaciones del terapeuta sobre lo que puede ser una
muestra de la conducta del cliente en la relación terapéutica y, quizá, aun fuera de ésta.
También se anota cualquier aspecto de la apariencia física* típico del grupo’de referencia del
cliente, o que lo señale como distinto de ¿!, piies esto procura indicios acerca de la impresión
que puede producir en los demás.

II. Problema(s) presentado(s)

A. Naturaleza del (de los) problema (s)


Aunque esta categoría abarca el trastorno que motiva la consulta tal como el cliente
lo describe, puede incluir más de lo que éste conciba al respecto. Si el entrevistador que toma
nota de los diversos ítems cree que el problema presentado puede explicarse mejor en otros
términos, en esta sección debe también hacer constar su reconstrucción de la concepción
original. Por ejemplo, puede que el cliente mencione que en ciertas situaciones sociales se
pone nervioso; pero quizá el interrogatorio revele que se trata de un problema de falta de
asertividad

B. Antecedentes históricos
Este material resulta útil primordialmente en el caso de los clientes a los que la
evaluación de la situación actual les resulta algo difícil (por ejemplo, el sujeto expresa su

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problema en términos vagos y abstractos). Así, pues, el informe debe incluir cualquier hecho
de antigua data que procure un contexto para los problemas vigentes y que dé indicios sobre
la dimensión de los conflictos, la naturaleza exacta de la conducta desviada (por ejemplo,
deficiencia o inhibición) y las situaciones en las que es más probable que tenga lugar.

C. Determinantes situacionales actuales


Las variables situacionales antecedentes -sea que provoquen conductas reactivas o
actúen como estímulos discriminativos para el desarrollo de conductas operantes- deben
incluirse en esta categoría.

D. Variables organísmicas pertinentes


Además del estado fisiológico del cliente y cualquier efecto potencial que tenga la
medicación que esté tomando en el momento, el clínico debe tener en cuenta la actividad
interior de rotulación, sea como determinante primordial del problema (por ejemplo, “en esta
situación debo actuar a la perfección”) o como agregado secundario a la dificultad (por
ejemplo, “la aceleración del pulso debe de significar que estoy por sufrir un ataque cardíaco”).

E. Dimensiones del problema


En esta categoría debe incluirse toda información referente a la duración, intensidad,
frecuencia y magnitud del problema.

F. Consecuencias del problema


Además de la información sobre los posibles reforzadores de la conducta conflictiva,
también deben incluirse aquí las consecuencias positivas y negativas para el desempeño
actual o futuro del cliente (por ejemplo, para su status laboral, sus relaciones interpersonales,
etcétera).

III. Otros problemas


Esta categoría incluye los problemas que no plantea el cliente, pero que el terapeuta
observa. Estos problemas no se relacionan necesariamente con los presentados, pueden no
haber sido comentados con el cliente mismo y quizá no sean en realidad objetivos para la
modificación.

IV. Cualidades favorables


Además de proporcionar información que facilita el pronóstico, las cualidades
favorables tales como características físicas, aptitudes, capacidades e intereses pueden
procurar también indicios sobre posibles refuerzos sociales con el fin de alterar la conducta
desadaptada del cliente. También se incluye en esta categoría todo aspecto del medio del
cliente que pueda provocar y/o reforzar conductas adaptativas (por ejemplo, un cónyuge bien
dispuesto para cooperar).

V. Objetivo(s) para la modificación


En esta categoría se especifican las variables que deben modificarse, se trate
antecedentes situacionales, variables organísmicas, aspectos de la conducta conflictiva
misma y/o refuerzos de su mantenimiento. También debe indicarse en este caso un orden de
prioridades provisional.

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VI. Tratamiento(s) recomendado (s)


En esta categoría se incluye cualquier procedimiento o combinación de
procedimientos que se consideren más apropiados para lograr los objetivos de modificación
antes mencionados.
VII. Motivación para el tratamiento
Además de los datos que sirvieron de base a la inferencia correspondiente (por
ejemplo, propósito expresado verbalmente de cambiar, pasados intentos de modificar la
conducta, etcétera), debe indicarse alguna clasificación general -como “motivación elevada’*,
“mediana”, “baja”—.
VIII. Pronóstico
Sobre la base de consideraciones tales como duración del problema, posibilidad de
manipular las variables pertinentes (las ambientales y también las personales del cliente),
procedimientos terapéuticos adecuados y otros factores, puede hacerse un pronóstico
general (probable evolución muy mala, mala, regular, buena o muy buena).

IX. Urgencia del tratamiento


Esta es una categoría particularmente útil en un medio clínico, en especial cuando el
tiempo de que dispone el terapeuta es muy solicitado. Sobre la base de la consideración de
las consecuencias eventuales de no tratar a cada ca- • so, se le puede atribuir una prioridad
“escasa”, “mediana” o “elevada”.
X. Expectativas
En esta categoría deben incluirse las expectativas de cambio que tenga el cliente, y
también su idea general acerca de la terapia.
XI. Otros comentarios
Esta categoría omnicomprensiva abarca toda la información no clasificable de otra
manera: por ejemplo, recordatorios sobre datos de obtención pendiente, o advertencias sobre
dificultades que se prevén en el tratamiento. Si proponemos el cuadro informativo que
precede, no es porque pretendamos que todas estas categorías sean adecuadas para
cualquier caso clínico. Puede que algunos ítems resulten sin pertinencia o inaccesibles. Este
esbozo es sólo una guía, no un chaleco de fuerza.
El ejemplo siguiente de cuadro informativo fue confeccionado en una clínica
universitaria:

MUESTRA DE CUADRO INFORMATIVO


Nombre: Brian, James (nombre supuesto). Edad:22 años Sexo: Masculino;
Clase: Último año Fecha de la entrevista: 25 de marzo de 1974
Terapeuta: John Doe

I. Conducta durante la entrevista y descripción física:


James es va joven prolijamente afeitado y de cabello largo que asiste a la entrevista vestido con un
atuendo universitario bien combinado, cinturón ancho, camisa abierta y sandalias. Se muestra tímido
y habla en voz baja. Ocasionalmente debe buscar las palabras para expresarse. Aunque se lo vio
incómodo la mayor parte del tiempo que duró la sesión, habló no obstante sin trabas y con
espontaneidad.
II. Problema presentado:
A. Naturaleza del problema: Ansiedad en las situaciones en que debe hablar en público y también
en otras en que los demás puedan evaluarlo.

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METODOS PARA LA EVALUACION DE LA CONDUCTA
Goldfried, M.; Davison, G. (1981). “Técnicas Terapéuticas Conductistas”. Buenos Aires. Paidós.

B. Acontecimientos del medio histórico: James nació en Francia y llegó a los Estados Unidos
hace siete años. Por ese tiempo experimentó problemas a la vez sociales e idiosincráticos. Sus
contactos sociales había sido mínimos hasta el momento de ingresar a la universidad; por ese
tiempo, un amigo suyo, socialmente agresivo, lo ayudó a salir del cascarón. James dijo que su padre
en un hombre en exceso exigente y perfeccionista, que llegaba incluso a romper los deberes que él
hacía si los encontraba por debajo del nivel deseable. Su madre, según la describió, era controladora
y por demás afectuosa, mostrando siempre preocupada por su bienestar. Ambos le ponían corno
ejemplo a su hermano menor, que había sido siempre un buen estudiante.
C. Determinantes situacionales actuales: La interacción con los padres, los exámenes, las
reuniones de familia, la participación en las clases, los contactos sociales iniciales.
D. Variables organísmicas pertinentes: El cliente encara varios tipos de situación con
expectativas irracionales, un afán de perfección poco realista y un abrumador deseo de ser
aprobado por los demás. No medicación alguna en este momento, salvo la que se indica en X
más adelante.
E. Dimensiones del problema: La ansiedad social y valorativa del cliente tiene antigua data y se
produce en una amplia variedad de situaciones cotidianas.
F. Consecuencias del problema: Su ansiedad crónica tuvo por consecuencia una operación de
úlcera a los 15 años. Además, se le ha producido sarpullido en las manos y los brazos,
aparentemente como efecto de un exceso de transpiración. Afirma que en un tiempo tartamudeaba
de nervioso, pero ya no en años recientes. La ansiedad que le producen los exámenes suele afectar
su rendimiento.
III. Otros problemas:
A. Asertividad: Aunque evidentemente se trata de una persona retraída y tímida, James dijo que
la falta de asertividad ya no le representa un problema. En un tiempo sus amigos se aprovechaban
de él, pero sostiene que ya no sucede.
Esto debe examinarse con detalle más adelante, pues no resulta claro qué entiende por
“asertividad”.
B. Olvidos: El cliente afirma que con frecuencia falta a las citas, pierde los objetos, cuando sale de
su cuarto olvida tomar la llave que necesita para volver a entrar y, en general, es distraído.
IV. Cualidades favorables:
El diente es bastante inteligente e impresiona como persona cálida' amistosa v • sensible.
V. Objetivos para la modificación:
Autovaloración poco realista en lis situaciones sociales; posibles déficits conductuales relacionados
con falta de asertividad y frecuentes olvidos.
VI. Tratamiento recomendado:
El entrenamiento de relajación parecer ser un buen modo de comenzar, en especial tomando en
cuenta el alto nivel de ansiedad del cliente. Luego el tratamiento debería seguir los lineamientos de
la reestructuración racional y, posiblemente, el ensayo de conducta. No resulta claro por el momento
cuál sería la mejor estrategia para enfrentar los olvidos.
VII. Motivación para el tratamiento:
Elevada.
VIII. Pronóstico:
Muy bueno.
IX. Urgencia del tratamiento:
Grande.
X. Expectativas:
A veces, en especial cuando tiene cita con alguna mujer, James suele tomar media pastilla de
somnífero para tranquilizarse. Quiere abandonar esté hábito y considera que debe aprender a
controlar sus ansiedades por sí mismo. Parecería que va a mostrarse muy receptivo ante cualquier
programa de tratamiento que finalmente decidamos, en especial, si en él se destaca el autocontrol
de la ansiedad.

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METODOS PARA LA EVALUACION DE LA CONDUCTA
Goldfried, M.; Davison, G. (1981). “Técnicas Terapéuticas Conductistas”. Buenos Aires. Paidós.

XI Otros comentarios:
Dado el breve tiempo de que se dispone antes de que termine el semestre, debe ' destacarse que
las tareas asignadas para realizar en la casa, entre sesiones, son de gran importancia en el proceso
de cambio de la conducta.

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