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Ángel

Desolado y perdido se encontraba en un bosque cubierto por las huellas del otoño,
donde todo se hallaba sin vida; un niño, sin recordar nada, intentando moverse. Este no
sentía sus piernas, mientras el viento helado y penetrante como un puñal, mas el
incremento del frío, agredían el cuerpo del mismo.
El sol empezaba a ingresar en su escondiste e impedía la vista de su magnífica presencia
desde ese lugar; pero el niño pudo divisar una pequeña fuente de agua esculpida en
piedra antes de que las sombras invadieran sus ojos y la penumbra invadiera el lugar.
Cuando la noche se hacía señora y dueña del lugar, el pobre niño, afectado por el frío y
su incapacidad de moverse, observó a una hermosa mujer que reposaba en la fuente de
agua. Su cuerpo estaba cubierto por un vestido blanco resplandeciente que, a pesar de la
noche, se destacaba. Esta bellísima mujer tenía largos cabellos, oscuros como la
penumbra dominante del lugar.
De piel muy pálida, la mujer se acercó lentamente al niño; este con el miedo intimidante
que invadía su corazón y carcomía su piel intentó escapar, pero ante la ausencia de
respuesta por parte de sus piernas y paralizado por el terror que lo invadió, quedó
desmayado.
Al despertar, el niño se encontraba cobijado en un trozo de piel animal y mientras él se
recuperaba la mujer limpiaba la herida que se encontraba en su cabeza causada por el
golpe del desmayo.
La mujer le explicó que su inmovilidad era causada por una vértebra desplazada que
había cortado su medula espinal. Esto sucedió en un accidente automovilístico con sus
padres. Estos, discutiendo, viajaban a un pueblo cercano, y por la inoportuna de la
discusión salieron de la carretera y cayeron a un barranco.
El padre, aún consciente, llevó a su hijo en brazos hacia el bosque en el que habían
caído, esto para que el niño pudiera recostarse. Luego el padre regresó por su esposa,
pero al llegar a su automóvil, por una fuga de gasolina, este explotó y mató a ambos
padres.
El niño, al verse sorprendido por el accidente e intentando contener las lágrimas que ya
resbalaban por sus mejillas, le preguntó a la mujer cómo sabía todo lo sucedido. Esta,
con toda la frialdad que emanaban sus ojos, le dijo que todo eso era parte de su misión.
Ella era un ángel enviado desde el cielo, el cual debía librar a los hombres de sus
cuerpos y llevarlos ante la presencia divina del Señor.
En esta oportunidad debía llevarlo a él a llegar ante Dios.
Acercándose lentamente y tomando la mano del niño, la mujer emitió una luz cegadora
y en ella. Ambos desaparecieron del bosque.
El Rey de Reyes recibió al niño, por su fe en Él, con mucho agrado, y le explicó que
todo lo sucedido era por su voluntad, pero que habitando en su reino la felicidad lo
invadiría eternamente.

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