Está en la página 1de 25

1.

Introducción: ética económica y empresarial

En este capítulo vamos a hacer una primera aproximación a la manera


en que se ha definido y entendido la ética de la empresa desde sus
recientes orígenes en la década de 1970. Presentaremos las diversas
corrientes e interpretaciones que del concepto ética de la empresa se
están desarrollando en el panorama académico de nuestros días y
tomaremos partido por uno de ellos en virtud del concepto de
racionalidad moral que la sustenta.

No es aquí el momento de presentar y entrar en discusiones


conceptuales sobre la ética y sus diversas tradiciones (algo que ya hemos
hecho someramente en los capítulos anteriores) pero sí creo que es
necesario advertir que a lo largo de nuestra investigación iremos
poniendo de manifiesto las diversas tradiciones que subyacen a una y
otra interpretación de la ética de los negocios.

Podemos partir de la definición presentada por la enciclopedia de ética


aplicada: “Business Ethics es el estudio de lo que es éticamente
permisible y de lo que es positivamente virtuoso, a la vista de la actividad
de los negocios. Ésta es un intento no sólo de sacar conclusiones, sino
también de entender lo que subyace a ellas” (Jackson, 1998: 398). Ésta
es la definición presentada en la Encyclopedia of Applied Ethics (1998).
Aún siendo una definición bastante general, creemos que ya apunta a
dos aspectos muy importantes que iremos tratando:

a) por un lado su apelación no sólo a lo éticamente permisible,


sino también a lo positivamente virtuoso,

b) y la reivindicación no sólo de soluciones, sino también de su


fundamentación.

En esta línea otra definición de Business Ethics, más genérica si cabe, es


la presentada por el Encyclopedic Dictionary for Business Ethics:
“Business Ethics es el estudio de la acción en los negocios – individual o
corporativa – con especial atención a su adecuación moral” (Werhane /
Freeman, 1997: 51).

Y una última definición, que a nosotros nos parece más acertada es la


presentada por J. Mª. Lozano: “la Business Ethics se puede entender
como una reflexión ética sobre el sistema económico, sobre las
empresas y las organizaciones y sobre las actuaciones de los individuos
en sus roles profesionales y sus funciones institucionales” (Lozano, 1999:
45).

Y finalmente, una definición que nos parece especialmente adecuada es


la presentada por Cortina. Ésta recoge de forma brillante la dimensión,
ética, la social y la organizacional: “La ética de la empresa consistiría en
el descubrimiento y la aplicación de los valores y normas compartidos
por una sociedad pluralista – valores que componen una ética cívica – al
ámbito peculiar de la empresa, lo cual requiere entenderla según un
modelo comunitario, pero siempre empapado de posconvencionalismo”
(Cortina, 1993: 282). Lo que en esencia significa que la ética de la
empresa debe ocuparse de la realización concreta de unos valores éticos
posconvencionales bien fundamentados y compartidos por las
sociedades moralmente más avanzadas; es decir aquellas sociedades
que reconocen como valores esenciales para todas las personas,
independientemente de su raza, religión, cultura, etc., la libertad, la
igualdad, la solidaridad, el respeto y el diálogo.

Bajo estas genéricas definiciones de Business Ethics se agrupan una


serie de corrientes que reflexionan y estudian la vinculación entre la
ética, los negocios y la empresa. Atendiendo a los niveles de análisis
deberíamos hacer una distinción entre: ética económica, ética de
la empresa, y ética en la empresa.

- La ética económica. La ética del sistema económico hace referencia


al análisis ético de los sistemas económicos y de forma especial a la
moralidad de las estructuras y mecanismos del mercado. En esta línea
se enmarcan las reflexiones sobre el capitalismo y sus diversas
variantes. Se trata de pensar y evaluar el marco normativo en el que
se desenvuelve los procesos económicos actuales con especial
consideración de las cuestiones macroeconómicas. La preocupación
de la reflexión en este nivel es sobre la justicia del sistema
económico.

Para algunos autores ésta es la única ética económica posible, la que


analiza las condiciones macro del orden político en el que se da la
competencia económica. En este ámbito deben ser canalizadas las
posibilidades de acción empresarial. En este punto debemos
distinguir entre el orden marco y las acciones dentro del marco. Sería
algo así como diferenciar entre lo que son las reglas del juego, y lo
que son las jugadas. Desde esta perspectiva se ve claramente que
sólo sobre la base de un orden consensuado políticamente, donde
las reglas de competición sean neutrales, pueden realizarse las
jugadas.

Esta interpretación de la ética económica percibe la moral como


restricción, su valor es meramente de limitador externo, y no de
motivador interno. Estas teorías defienden que el actual marco de
competencia del mercado es el mejor, y está legitimado éticamente
por tres razones fundamentales: primero, se da una casi absoluta
soberanía del consumidor; segundo, la competencia que se da en
este marco es el más grande y genial instrumento de la historia para
reducir el poder; y tercero, el mercado es el mejor medio, hasta hoy
conocido, para la realización efectiva de la solidaridad entre todos los
hombres.

- La ética de la empresa y las organizaciones hacen referencia, como


hemos presentado anteriormente, al análisis ético de las actuaciones
de las empresas en el seno del sistema capitalista. Aquí, el centro es
la concepción de la empresa como organización económica e
institución social donde los valores morales juegan un papel
sumamente importante. Aquí no se cuestionan el sistema económico
en el que estamos, la legitimación de este sistema tiene que venir
desde una opinión pública crítica. En esta interpretación lo que se
cuestiona es la legitimación de las acciones empresariales en el
marco de libertad que brinda la base de una economía social de
mercado. Así pues, la tarea de la ética empresarial es la de preguntar
por las posibilidades y patrones (fundamentados en acuerdo con los
otros) de la responsabilidad empresarial en las actuaciones diarias. La
pregunta es por los medios para conseguir las ganancias, unas
ganancias o beneficios que son un presupuesto necesario de toda
actividad empresarial.

Este ámbito tiene un punto central en la toma de decisiones. Toda la


reflexión teórica de la “ética económica” se especifica en las
estrategias para la toma de decisiones. En este sentido la tarea de la
ética empresarial, entre otras, consiste en generar recursos para
tomar mejores decisiones, y para ello se hace inevitable una
elaborada concepción de la responsabilidad como clave para resolver
los retos del futuro y los problemas del presente. La ética entra aquí
en el proceso de reflexión sobre las razones que existen para adoptar
un determinado curso de acción entre posibles alternativas.

- La ética en la empresa o de los individuos que trabajan en las


organizaciones es lo que se ha dado en llamar el nivel micro y se
centra en el análisis ético de las relaciones y actuaciones individuales
dentro de la organización. En este nivel el foco de análisis es lo que
las personas – en tanto que empleados, directivos, inversores,
consumidores, etc. – deben hacer para percibir y asumir su
responsabilidad ética. La lógica de la acción colectiva no es igual que
la lógica de la acción individual, y atender sólo a la lógica individual
supone una irresponsabilidad y una miopía. En palabras de J. Mª.
Lozano: “No se trata de negar que la ética tiene siempre una
dimensión individual, sino de afirmar que la Business Ethics no puede
poner todo el acento en los individuos, sin comprender la dimensión
organizativa como un hecho estructural y estructurador” (Lozano,
1999: 51).

Conviene aquí aclarar que nuestro ámbito de reflexión y estudio es lo


que se ha dado en llamar el “nivel meso” de la Business Ethics (Lozano,
1999). Es decir, vamos a centrarnos en la integración de la ética en la
empresa y en las organizaciones. No va a ser nuestro objetivo discutir
las virtualidades o deficiencias del sistema de libre mercado – que
evidentemente nos afectan – ni las claves personales e individuales de la
ética de los negocios – aun cuando somos conscientes de que en el ser
humano individual se encuentra la esencia de la moralidad –. Nuestro
objetivo es ver cómo la ética puede ser aplicada a las organizaciones,
entendiendo por aplicación la institucionalización – integración – de la
ética en las organizaciones.

2. Origen y evolución de la Business Ethics


El origen de la Business Ethics, como disciplina específica, se encuentra
en Estados Unidos en los años setenta, aunque cabe hacer un recorrido
más largo para encontrar el origen de la preocupación por las cuestiones
éticas y morales en la economía. Tradicionalmente se han distinguido
tres periodos:

a) Antes de 1960. Este periodo se remontaría a las discusiones


teológicas que se desarrollaron durante el S. XVI, XVII y XVIII en torno
a temas como el justo precio y la usura. La preocupación por estos
temas, así como la inclusión de las cuestiones económicas dentro de
la filosofía y la teología y la valoración moral que de ellas realizó la
Escuela de Salamanca, anticipa algunas de las discusiones
económicas posteriores y supuso un importante avance respecto a
las teorías económicas del momento. En este periodo el tema de la
ética está incrustado dentro de los estudios teológicos y religiosos.
No se trata de una disciplina especial, sino que se trata de aplicar los
principios de la ética religiosa – en este caso católica y cristiana – al
terreno de la economía y la empresa, tal y como se aplican a la
política, a la familia o a la vida privada. En este tiempo los cursos que
se imparten sobre esta temática son cursos de ética y doctrina social
católica. Sólo en un sentido muy amplio (que creemos que
convendría ir abandonando) se puede hablar de Business Ethics antes
de la primera mitad del pasado siglo.

b) De 1960 a 1970. En esta época es el momento en que se


reincorporan las cuestiones sociales a la economía. La década de los
60 en Estados Unidos, que es donde surge originariamente
la Business Ethics, es una época de agitación social y de
cuestionamiento de las instituciones. También es el momento de la
aparición de la conciencia medioambiental y del surgimiento de la
responsabilidad del consumidor (“consumerism”). En este momento
se empieza a ofrecer cursos sobre cuestiones “sociales y económicas”
y a escribir sobre responsabilidad social corporativa. En este
momento el aspecto ético todavía aparece muy vinculado al Derecho
y a las cuestiones jurídicas.

c) A partir de 1970 es cuando realmente la Business Ethics aparece


como disciplina autónoma y con gran eco. Para este surgimiento el
desarrollo de la ética biomédica, la aparición del libro de J.
Rawls Teoría de la Justicia (1971), y el famoso artículo de Friedman:
“la responsabilidad social de las empresas es incrementar los
beneficios” (1970) fueron pasos previos decisivos. También los casos
de corrupción política (Watergate) y algunos desgraciados accidentes
(DC 10) junto con casos de estafa y soborno hicieron explotar el
interés por la ética de y en las organizaciones. A partir de los
primeros años de la década se suceden los congresos[1] y se empiezan
a crear asociaciones que se ocupan específicamente de este tema; a
la vez que se empieza a impartir cursos de ética de los negocios en
las escuelas de negocios y universidades. Es fundamentalmente a
partir de los años ochenta cuando se da una definición académica y
organizativa de la Business Ethics así como su expansión a Europa y
otros países.

3. Diversos enfoques en el estudio y la práctica de la Business


Ethics

Podemos distinguir tres enfoques diferentes de hacer y pensar la ética


en los negocios: el modelo estándar, el modelo político y el modelo de
virtudes.

- El modelo estándar se refiere al modelo de decisión moral


individual. Éste se centra en los individuos que deben tomar una
decisión o resolver un dilema moral al que se enfrenta en el
contexto de los negocios. El enfoque docente de esta perspectiva
se centra de forma especial en el análisis de casos donde la
dificultad estriba en tomar una decisión de acuerdo a los
principios éticos teniendo en cuenta los intereses en juego. El
objetivo fundamental de este enfoque es sensibilizar a los
alumnos sobre las cuestiones éticas.

Este modelo tiene dos puntos fuertes a destacar. El primero es que


hace congruente la ética con los negocios. Es decir presenta
situaciones en las que se aprecia claramente que la ética no está
separada de la realidad de los negocios. Y el otro punto fuerte es
que insiste en la persona que tiene que tomar la decisión. A
menudo las personas involucradas en dilemas éticos entienden
que es una cuestión de la estructura o la cultura de la organización
y que no se trata de su responsabilidad. Aquí se insiste en que la
persona es el agente moral central.

Junto a los puntos fuertes, a nuestro juicio este enfoque tiene


varias limitaciones. La primera de ellas es no reflexionar sobre los
principios éticos. Aquí se asumen acríticamente unos principios
que nos vienen dados por el contexto sociocultural en el que se
presenta el dilema. Otra limitación es que se tiene un modelo de
aplicación “casi mecánico”. Se entiende que en una situación dada,
se buscan los principios éticos – que están en otro nivel ontológico
y epistemológico – y se “dejan caer” sobre la realidad concreta. La
tercera limitación es que da a entender que la ética sólo juega un
papel en determinadas situaciones límite y que no aporta nada en
la vida diaria de la organización. Y finalmente es un enfoque que
tiende a ignorar el contexto socioeconómico en el que se toma la
decisión.

Éste es un enfoque que goza de especial consideración en


Norteamérica donde prima un enfoque muy orientado a la praxis.

- El modelo político trata a la ética de los negocios como una


filosofía política aplicada más que como una ética aplicada. En este
punto se trata de analizar el sistema económico como un todo y
su preocupación central son las cuestiones de justicia económica
y el debate moral sobre el capitalismo. Aquí hay una preocupación
mayor por la responsabilidad de la organización y por su
actuación dentro del marco legal, económico y medioambiental
en el que la empresa opera. Es decir, “se trata de determinar qué
guías sociales o legales deben gobernar la toma de decisiones
diariamente en una organización” (Shaw, 1996: 496).

Esta interpretación tiene una serie de limitaciones que hay que


tener en cuenta junto a sus fortalezas. Destacaría entre sus
fortalezas la importancia que aporta a una reflexión global e
integrada de la ética en los negocios, así como la preocupación
por temas radicales y centrales de justicia social. También
convendría destacar algunas de sus limitaciones entre las que
citaría el hecho de que se presente la cuestión de la ética en los
negocios como algo sobre lo que discuten los filósofos y los
economistas pero que no aporta nada para la práctica profesional
de los directivos; y citaría también para finalizar la debilidad que
significa el reducir todas las cuestiones ética al nivel meso, sin dar
oportunidad a la acción individual que en este caso se limita a
cumplir las normas.

- El modelo de las virtudes defendido por algunos autores


como Goodpaster (1994) encuentra sus raíces en Aristóteles. Este
modelo crítica la excesiva racionalización de las teorías éticas y la
idea de que el agente moral como un abstracto deliberador
racional. Este modelo propone que en vez de buscar y analizar los
principios morales necesitamos preguntarnos quiénes somos,
dónde se encuentran nuestros compromisos y nuestras
vinculaciones; y qué clase de personas queremos ser y qué tipo de
excelencia estamos intentando conseguir en nuestra vida. De
acuerdo a este modelo, los principios éticos son incapaces de
ofrecer una guía satisfactoria de nuestra conducta. De lo que se
trata es de educar el carácter, la sensibilidad moral y la sabiduría
práctica. La gran fortaleza de este modelo es el atractivo del léxico
empleado (palabras como virtud, carácter, excelencia, etc.) y su
insistencia en que los negocios es un terreno en el que es
relevante el desarrollo de determinadas virtudes. A nuestro juicio,
este modelo tiene la gran debilidad de no superar el nivel
convencional. Si bien es cierto que está haciendo una relevante
aportación al desarrollo de la ética en las organizaciones, también
es cierto que carece de unos fundamentos éticos universales y de
un cuestionamiento crítico de las tradiciones y valores.

Nuestra interpretación de la ética de la empresa se alinea con la


propuesta de A. Cortina (1994, 1997) que presentaremos con más detalle
posteriormente y que a nuestro juicio recoge lo más positivo de los
modelos aquí expuestos.

4. Origen y corrientes de la ética empresarial en España

El origen de lo que en esencia se llama ética empresarial puede datarse


de los primeros años de la década del 90. Fue en 1992 cuando se crea la
asociación Ética, Economía y Dirección, (rama española de la European
Business Ethics Network), en 1991 cuando se inicia el seminario
permanente de ética empresarial en la Fundación Bancaja, Seminario
que se transformaría en la Fundación ÉTNOR en 1994; y es también en
1991 cuando el IESE (Universidad de Navarra) organiza su primer
coloquio anual de Ética empresarial y económica.

Pero llegar hasta este punto de emergencia requirió una serie de


desarrollos culturales y avatares históricos que conviene recordar
aunque sea brevemente.

La influencia de la doctrina social de la iglesia y de la tradición católica


fueron especialmente intensos en los años 50 y 60 del siglo pasado
debido a la situación de dictadura política en la que se impuso el
catolicismo como único credo posible. Esta situación de imposición del
nacional-catolicismo terminó con la Constitución de 1978. Una
Constitución no-confesional, democrática y plural que abre un nuevo
espacio para las diversas tradiciones morales y el pluralismo axiológico.
En ese momento la reacción ante las cuestiones éticas no fueron muy
positivas y la ética como tal fue rechazada por tres tipos de grupos: Los
grupos religiosos tradicionales que no concebían la posibilidad de
compartir principios éticos con los no creyentes; los positivistas que
dominaban las escuelas de economía y que consideraban la economía
como un saber neutral que no tiene nada que ver con los valores éticos;
y los marxistas que consideraban imposible hablar de ética en un sistema
que se basa en la explotación de gran parte de las personas.

El desarrollo de la democracia junto con el desarrollo industrial y urbano


de la sociedad española también tuvo un importante efecto en el
conjunto de valores morales. Según Argandoña (1999) “... la tendencia
más individualista, junto con la expansión de los valores democráticos,
ha propiciado la tendencia a afirmar los derechos individuales y la
libertad personal frente a los otros y el Estado, y finalmente ha creado
una mayor conciencia de los derechos humanos en general, aunque
muchos ciudadanos no sepan donde se encuentra la base de esos
derechos” (1999: 158). Las conclusiones que Argandoña extrae de este
análisis es que el marco de referencia de los negocios en España tiene
unas características que debemos considerar antes de hablar de ética en
los negocios: mayor peso de los valores individuales; pérdida de la
dimensión de comunidad; ambigüedad en la relación entre los
ciudadanos y las empresas; y la falta de procesos para institucionalizar
los mecanismos que desarrollen los valores económicos y profesionales
que están emergiendo.

A finales de la década de los ochenta – en que dominaban los grupos


comentados anteriormente y con la transformación de los valores
apuntada – se empieza a hablar de ética en los negocios debido a una
serie de escándalos de corrupción. El caso Ibercop, el caso Rumasa, el
triunfo de la “cultura del pelotazo” e importantes casos de corrupción
política hicieron que el ciudadano empezara a hablar de la necesidad de
comportamientos éticos en la política, las profesiones, los medios de
comunicación y los negocios.

Razones y motivos de su aparición

El marco general en el que se desarrollan las primeras iniciativas para el


desarrollo de la ética de las organizaciones lo hemos dibujado en las
páginas anteriores, ahora conviene analizar si hubo causas específicas y
decisivas que apoyaran este surgimiento en nuestro país.

Según A. Cortina (1998) podemos identificar tres causas generales que


impulsaron el desarrollo de las éticas aplicada a los negocios. Junto a
estas tres causas creemos que podríamos añadir dos más que han sido
decisivas para el desarrollo de la ética en las organizaciones en nuestro
país.

- La urgencia de recuperar un ethos con calidad moral. Ante


algunos graves casos de corrupción y la constatación de que los
cambios políticos y legales eran insuficiente, se empieza a reclamar
que los profesionales asuman sus responsabilidades y respondan a
la meta de su quehacer profesional – que es lo que les da
legitimidad social – sin anteponer a estos fines sus intereses
personales.

- La necesidad de recuperar la credibilidad y la confianza. En


sociedades de gran complejidad y que tienen importantes retos
sociales, culturales, económicos y medioambientales, la necesidad
de confianza y credibilidad es especialmente acuciante. Sin un nivel
de confianza y credibilidad es sumamente difícil vivir y hacer
negocios en sociedad. Esta necesidad se mostraba especialmente
relevante a comienzos de la década de los noventa en España
donde el descrédito de la política y de los negocios era muy alta.

- La necesidad de buscar unos mínimos compartidos más allá de


las “doctrinas comprehensivas del bien”. Tras años de dogmatismo
nacional católico y el escepticismo moral siguiente, a principios de
los noventa se apreciaba una necesidad de volver a encontrar esos
mínimos comunes, esas normas compartidas que facilitaran la vida
social de calidad en una sociedad pluralista. Las doctrinas
comprehensivas del bien debían ser buenas propuestas, pero no
imposiciones.

- Revolución empresarial. El panorama industrial y empresarial de


nuestro país ha sufrido una revolución en los últimos 30 años. De
ser un país receptor de empresas multinacionales que venían a
España como vía de acceso al mercado europeo, ha pasado a ser un
país “exportador” de empresas multinacionales, con una importante
presencia en el mercado mundial e integrado plenamente en la
Unión Europea. Esta situación ha hecho que las empresas se
enfrenten a problemas que antes no se planteaban (por ejemplo el
multiculturalismo) y se vean obligadas a desarrollo de nuevas
técnicas de gestión para competir en los mercados mundiales. La
preocupación por la calidad, las certificaciones normalizadas (ISO,
EFQM) han conseguido que las empresas españolas se
comprometan activamente en proyectos de desarrollo organizativo
donde los aspectos humanos son esenciales, en crear una imagen
de prestigio, en tomar la iniciativa en cuestiones medioambientales,
etc., cuestiones éstas que van en la dirección de una mayor
responsabilidad empresarial.

- El surgimiento de una sociedad civil activa y exigente. Si el


panorama empresarial ha sufrido una radical transformación en los
últimos años, no ha sido menor la transformación de la sociedad
civil. Los partidos y sindicatos han perdido presencia social a favor
de organizaciones cívicas solidarias (las mal llamadas ONG´s). Éstas
empezaron desarrollando labores asistenciales, pero cada vez más
han pasado a realizar acciones de crítica propositiva ante las
injusticias – fruto, en muchas ocasiones, de los abusos de la política
y los negocios – y a exigir responsabilidades. Estas actuaciones que
en ocasiones han tomado forma de boicots (p. e. contra los
fabricantes de ropa deportiva Nike, Reebok, Adidas), de campañas
(p. e. contra la explotación infantil), y de proyectos de cooperación
con empresas (p. e. la certificación SFC para las maderas tropicales
o el plan del Voluntariado de Bancaja) han sido determinantes para
la asunción de responsabilidades por parte de las empresas.

Éstas han sido, a nuestro juicio, las razones más importantes para el
desarrollo de la ética empresarial en España. Evidentemente también ha
habido empresas con una larga tradición de responsabilidad y
compromiso social (p. e. MAPFRE, el grupo cooperativo MONDRAGÓN,
etc.), así como empresarios y directivos con una enorme voluntad y una
sincera aspiración al desarrollo de la ética en las empresas.

Actuales corrientes y perspectivas en la ética empresarial en España

Junto a las razones y a los líderes empresariales, la aportación del ámbito


académico al desarrollo de la Business Ethics ha sido de primera
magnitud. En nuestro país son varios los centros, los profesores y los
investigadores que llevan varios años trabajando con rigor en el tema
de la Business Ethics. En estos años se ha podido ir apreciando una serie
de enfoques y tradiciones en el estudio y la práctica de la ética de los
negocios que tiene sus especificidades respecto a lo que se está
haciendo en Europa. Esa diversidad de enfoques se debe,
fundamentalmente, a las teorías morales que las sustentan. Según A.
Cortina (1998a) podemos identificar cinco grandes tradiciones.

- Una importante y extensiva escuela de pensamiento es la que


sigue explícitamente la tradición de la doctrina social de la iglesia.
Como se sabe en España algunas de la escuelas de negocios más
importantes pertenecen a grupos religiosos, y por tanto está
influencia no es casual. Entre los centros que siguen esta línea están
ESIC y el ISE.

- Una segunda línea en estrecha vinculación con la anterior es la


defendida por autores que conjugan los dictados de la doctrina
social de la iglesia en un sentido amplio con la línea de pensamiento
económico liberal de la escuela austriaca, especialmente Hayek y
Von Mises; y con la tradición ética aristotélica. La concepción ética
en la que se basan parte de una línea de interpretación de
Aristóteles. Dicha concepción ética, que se entiende como la
búsqueda de la felicidad, tiene tres rasgos fundamentales: 1. la ética
es personal y única, por tanto no es necesario distinguir entre
diferentes éticas aplicadas; 2. la ética es la búsqueda de la felicidad
desarrollando las virtudes; 3. Las empresas serán éticas si las
personas que en ellas trabajan son éticas, especialmente si los
directores – que deben dar ejemplo – lo son.

- La línea representada por García Echevarría (1993, 1995) en


nuestro país tiene su base en la tradición alemana de la economía
social de mercado. La cuestión central que ocupa a García
Echevarría es la integración de la ética en la dirección y gestión de
las organizaciones, y de ahí sus importantes estudios en el análisis
de los costes de coordinación y de transacción. Para este autor la
ética es un factor clave de la competitividad de las organizaciones.
En este sistema económico las metas de las acciones económicas se
fijan en un espacio de competencia, a la vez que se satisfacen las
necesidades materiales necesarias para el desarrollo perfecto de las
personas.

- Ética personalista de las organizaciones. Con este singular


nombre queremos referirnos a esos autores que centran su análisis
en el desarrollo sociocultural de la organización. Podemos distinguir
tres características fundamentales de esta tradición: (1) Centran su
análisis de la ética de las empresas al nivel de las organización
puesto que consideran que en sentido estricto, sólo podemos
hablar de ética de la empresa considerando las relaciones que se
dan intra y extra organizaciones. Para estos autores la realidad de la
organización es configuradora del desarrollo de las personas que
participan en ella. (2) La empresa es una organización que aprende,
un lugar donde se realizan procesos de cambio y de aprendizaje
para adaptarse al entorno y que configuran los procesos de toma
de decisión. (3) El desarrollo humano de las personas en las
organizaciones es el factor clave de la efectividad organizacional. La
preocupación de la armonía y síntesis entre la cultura de la
organización y la ética es otro punto central en el análisis de estos
autores que advierten del riesgo de manipulación de las personas
mediante culturas organizativas fuertes y acríticas.

- Ética empresarial orientada por el diálogo. Para finalizar nuestro


breve repaso por el panorama de la ética de la empresa en España,
queremos presentar la corriente que se ha dado en llamar de la ética
empresarial orientada al diálogo y que se ha desarrollado con gran
dinamismo en los últimos años. Los profesores A. Cortina, J. Conill,
y D. García-Marzá son sus grandes referentes. La propuesta de esta
tradición empieza por reivindicar un concepto más amplio de ética.
Frente a la extendida concepción de la ética, como individual, de la
convicción y del desinterés proponen nuestros autores un concepto
de ética que se amplíe a las organizaciones como agentes morales;
que considere las consecuencias de las acciones como una muestra
de su vinculación a la realidad y de responsabilidad; y que se
entienda también como la ética del interés común en la que lo justo
y lo conveniente pueden – y deben – coincidir. Según nuestros
autores sólo desde un concepto de ética así entendido podremos
hablar de ética de y en las organizaciones.

El método de análisis que presenta este grupo es el llamado


método hermenéutico crítico, que se definiría como: “el método
ocupado con detectar los requerimientos especiales de la actividad
económica y de los negocios que son presentados en esta esfera
por los principios éticos del discurso, de acuerdo a los cuales cada
afectado por las decisiones normativas es un interlocutor válido,
que debe ser tenido en cuenta cuando se tomen las decisiones”
(Cortina, 1998: 415).

Como hemos apuntado al principio de este capítulo, la definición


de ética de la empresa que presenta Cortina recoge de forma
brillante las características de esta ética de la empresa: “La ética de
la empresa consistiría en el descubrimiento y la aplicación de los
valores y normas compartidos por una sociedad pluralista – valores
que componen una ética cívica – al ámbito peculiar de la empresa,
lo cual requiere entenderla según un modelo comunitario, pero
siempre empapado de posconvencionalismo” (Cortina, 1993: 282).
5. Ética de la empresa como hermenéutica crítica. La propuesta de
A. Cortina

Adela Cortina es, hoy por hoy, una de las autoras más influyentes en el
ámbito de la filosofía práctica, y más en concreto de la ética aplicada. El
éxito de su propuesta filosófica se debe, a nuestro juicio,
fundamentalmente a la necesidad del tema que desarrolla. Sin lugar a
dudas vivimos en tiempos de necesidad ética, y en los que el público –
no sólo el especializado, sino también el extraño a la filosofía – se ocupa
y preocupa por lo que debe ser, por la justicia y por la felicidad.

Su pretensión de aplicar los principios de la ética del discurso se han


centrado fundamentalmente en el ámbito de la bioética, de la ética
política y de la ética de las organizaciones. Sus numerosos trabajos en
ética de la empresa (1993, 1994, 1997) han sido decisivos en el desarrollo
de esta disciplina no sólo en España sino también en América Latina.

Su propuesta se centra fundamentalmente en el nivel meso y micro,


teniendo como centro de estudio el funcionamiento de las
organizaciones. Podemos afirmar que su objetivo es la integración en
estos grupos humanos de los aspectos éticos; lo que implica atender a
las metas propias de las organizaciones y a la lógica de funcionamiento
para la consecución de esas metas.

Ética aplicada: hermenéutica crítica de las actividades humanas

Comencemos diciendo que el concepto de aplicación no es unívoco y


que conviene que nos detengamos brevemente en presentar los
diversos modelos de aplicación que podemos reconocer en el panorama
filosófico. Cortina (1996) identifica tres modelos de aplicación, posibles
pero insuficientes.

a) El primero es el modelo denominado casuística 1 consistente en


aplicar cualquier tipo de principios morales a los casos concretos,
donde se entienden los casos concretos como concreción de los
generales. El método lógico que sigue es el deductivo. La figura
propia de este modelo es el silogismo práctico que identifica el
momento universal – en el que se encuentran los principios
universales y los axiomas – y el momento particular donde entra en
juego la prudencia para aplicar esos principios universales y
axiomas. Se trata de un modelo que adolece de dos errores
fundamentales: el primero es pretender buscar principios
universales con contenido y el segundo pretender imponer unos
principios a la realidad social sin tener en cuenta su especificidad.

b) El segundo modelo es el llamado casuística 2 y que se basa en una


lógica inductiva. Este modelo propone la búsqueda de unas
máximas o axiomas de partida que se entienden como criterios
sabios y prudentes de actuación práctica, en los que coinciden todo
el mundo, la mayoría o los especialistas. Estas máximas son
resultado de la sabiduría práctica de los hombres y las culturas que
han sido capaces de descubrir principios universales. También este
modelo adolece de dos errores: el primero es considerar que no hay
principios éticos universales y el segundo es que si la ética aplicada
funcionara en realidad como dice funcionar llegaría a esos
principios por intuición lo que nos impediría cualquier ordenación
entre los principios.

c) El tercer modelo es el propuesto por la ética del discurso,


concretamente por el filósofo alemán Karl Otto Apel quien
distingue en la ética del discurso entre dos partes: la parte A que se
encargaría de la fundamentación y la parte B preocupada por
diseñar el marco racional de principios que permiten aplicar en la
vida cotidiana el principio descubierto en la parte A. Mientras que
en la parte A la idea orientadora es la fundamentación, en la parte
B la idea orientadora es la responsabilidad. Esta propuesta ha
recibido el nombre de “ética de la responsabilidad convencida”
porque supone la realización del principio mediante el uso de la
racionalidad estratégica siempre que se pretenda con ello dos
cosas: la conservación del sujeto hablante y poner las bases
materiales y culturales para que algún día sea posible actuar
comunicativamente.
Una vez mostradas las propuestas de aplicación más usuales y sus
deficiencias, Cortina propone un modelo de aplicación circular propio
de la hermenéutica crítica. Un modelo que tiene la siguiente
arquitectónica:

- Un primer momento que empieza con un análisis de la lógica de


los ámbitos de la vida social para encontrar ahí la especial
modulación del principio ético común. Esta propuesta tiene la virtud,
a nuestro juicio, de no otorgar un papel superior al saber ético, sino
que trabaja al mismo nivel que otras disciplinas (la sociología, la
política, la medicina, los estudios empresariales, la biología, etc.) en
una interdisciplinariedad auténtica e inevitable. En esta
interdisciplinariedad el papel que corresponde a la ética del discurso
es el de “orientación de trasfondo” (Cortina, 1996: 128); el de medio
de coordinación de las diversas actividades humanas. “La idea de
sujeto como interlocutor válido configura el trasfondo «melódico»
común a todas las esferas, ya que en todas ellas es el afectado, en
último término, quien está legitimado para exponer sus intereses, y
sólo deben considerarse legítimas aquellas normas que satisfagan
intereses universalizables” (Cortina, 1996: 128). Este trasfondo
melódico es el elemento kantiano, incondicionado y ético en el
proceso de hermenéutica crítica.

- El segundo momento es el de la ética de las actividades sociales.


El también llamado momento aristotélico se ocupa de descubrir en
cada campo de la ética aplicada las máximas y valores que en ese
ámbito son exigidas por el reconocimiento de cada persona como
interlocutor válido. Este momento significa la reivindicación de la
acción colectiva; significa el reconocimiento de la necesidad de
conocer bien los ámbitos a los que nos estamos refiriendo, puesto
que la lógica de la acción individual es insuficiente. Desarrollar una
actividad social con altura moral exige tener en consideración cinco
puntos de referencia y esto lo vamos a referir directamente al ámbito
empresarial que es el que aquí nos ocupa:

a) El bien interno a la práctica social. Entendiendo por «práctica»


una actividad cooperativa que cobra su sentido, su racionalidad
específica, de perseguir determinados bienes internos (MacIntyre,
1987). Así pues el fin propio de la práctica de la medicina sería la
salud, de la educación la transmisión de conocimientos
críticamente, etc. Estos fines son los que dan legitimidad social a
estas prácticas y quien en ellas ingresa no puede ignorarlos ni
renunciar a ellos. Así pues aquí la discusión no se centra en los
fines sino en los medios – disposiciones, valores y virtudes – que
son necesarios para realizar estos fines de forma excelente. En este
punto conviene insistir en la distinción entre los bienes internos y
los motivos de quienes realizan esa actividad. Un médico puede
querer ganar prestigio, seguir una tradición familiar o ganar dinero
– los motivos o intereses personales son de lo más diverso y difícil
de conocer – pero lo decisivo es que esos motivos no se
antepongan a los bienes internos. Cuando priman los motivos
sobre los bienes internos de la práctica estamos ante prácticas
corruptas y que degradan la actividad y a quienes la realizan. En el
caso de la empresa su bien interno es la satisfacción de
necesidades / deseos / demandas humanas con calidad y no el
afán de lucro (este es un motivo, hasta cierto punto legítimo).

b) Los mecanismos específicos que una sociedad ha ido


desarrollando para la realización de esos bienes son el segundo
punto de referencia. Cada actividad necesita de unos mecanismos
que son la encarnación de la razón estratégica y el camino más
adecuado para la consecución de esos fines internos. En el caso
de la actividad empresarial son la competencia y la búsqueda del
beneficio dos de los mecanismos más relevantes.

c) El tercer punto a tener en cuenta es el marco jurídico-político de


la sociedad en cuestión. La legislación vigente y las reglas del
juego que la sociedad establece para ese ámbito son decisivas
para la realización de los bienes internos. En el caso de la actividad
empresarial, por ejemplo, debe atenerse a la legalidad de los
países en que opera así como a las disposiciones y directrices
internacionales.

d) Las exigencias de la moral cívica. Como hemos dicho en varias


ocasiones, la legalidad no agota, ni puede agotar, la moralidad,
por ello una práctica social no debe sólo responder a las
exigencias jurídicas y políticas; sino que tiene que tener en cuenta
“el conjunto de los valores que los ciudadanos de una sociedad
pluralista ya comparten, sean cuales fueren sus concepciones de
vida buena” (Cortina 1996: 132). Éste es un aspecto que se ha
revelado especialmente importante en la actividad empresarial.
Para que la actividad empresarial obtenga la legitimidad social
que le permita sobrevivir en el mercado debe producir bienes o
prestar servicios de calidad respetando los derechos y valores que
esa sociedad comparte. La demanda por el cuidado del
medioambiente, la ayuda a los más necesitados y de forma
especial el respeto de los Derechos Humanos es una cuestión cada
vez más importantes para la empresa en los países con una
sociedad civil activa y un elevado nivel de competencia.

e) Las exigencias de la moral crítica. En nuestras sociedades


modernas con conciencia moral posconvencional no basta con el
respeto de la moral cívica vigente, sino que hay que atender al
parámetro de la universabilidad y del reconocimiento de los
afectados para saber si una práctica o institución concreta es
auténticamente legítima. En el caso de la empresa, por ejemplo
habría que preguntarse si determinadas políticas discriminatorias
que se desarrollan en algunos países son legítimas aun cuando
cumplen la legislación y la moral social.

- El tercer momento sería el de los procesos de toma de decisiones


en casos concretos. Una toma de decisiones que debe ser realizada
por los propios afectados – contando con todo el asesoramiento y
mecanismos necesarios – mediante un proceso de diálogo racional.
Los argumentos que se presenten en este diálogo deben tener en
cuenta: 1. la actividad de que nos ocupamos, 2. la meta de esa
actividad, 3. los valores, principios y actitudes, 4. los datos de la
situación, 5. las consecuencias de las distintas alternativas.

De lo hasta aquí expuesto podemos concluir que la ética aplicada como


hermenéutica crítica es una ética de la responsabilidad convencida a la
altura de las sociedades con una conciencia moral posconvencional.

Ética de la empresa como ética cívica

Como se puede apreciar de lo dicho hasta ahora el bien interno de la


actividad empresarial implica el reconocimiento de los valores de la ética
cívica como aspectos esenciales para la consecución del bien interno a
la actividad empresarial. Unos valores que se tendrán que conformar
teniendo en cuenta la realidad empresarial. La pregunta que nos asalta
ahora es: ¿Cuáles serían las características de una ética empresarial
entendida como una ética cívica?

- La ética de la empresa es una ética de la responsabilidad


convencida que ni puede ni debe ignorar las consecuencias de sus
actuaciones, pero tampoco puede ni debe caer en el puro
pragmatismo.

- La actividad empresarial tiene una finalidad que le legitima y por


la que cobra sentido: la satisfacción de las necesidades humanas
con calidad.

- Los consumidores deben ser entendidos como interlocutores


válidos y por tanto se exige tener en cuenta sus intereses a través
de mecanismos de participación efectiva.

- También los miembros de la empresa son interlocutores válidos


cuyos derechos deben ser respetados. Esto afecta, por supuesto, a
la política de Recursos Humanos – donde el respeto a la autonomía
y el derecho a la información son pilares fundamentales –, pero
también exige una corresponsabilidad con la marcha de la empresa
por parte de todos los trabajadores.

- Una empresa moderna y responsable debe ir más allá del marco


jurídico y atenerse al marco postconvencional de justicia.

- Se debe dar el paso de una concepción taylorista de la empresa


(separación entre los que piensan y deciden, y los que ejecutan y
obedecen) a una empresa postaylorista de la corresponsabilidad no
sólo por razones de eficiencia y eficacia, sino también por la
exigencia moral de los tiempos modernos.

Estas seis características serían los rasgos esenciales de la ética de la


empresa propuesta por Adela Cortina que recoge los principios de la
ética del discurso y los aplica al ámbito empresarial.

La necesidad de estar altos de moral y la rentabilidad de la ética


La propuesta de Cortina de ética de la empresa no se agota en la
dilucidación sobre las normas correctas para actuar en el ámbito
empresarial. A nuestro juicio, una aportación valiosa y que los otros
autores no hacen, es la recuperación del valor de la ética como un
elemento generador de compromiso y que favorece la innovación, la
competitividad y la rentabilidad de la empresa.

Partiendo de la acertada distinción ortegiana entre estar altos de


moral y estar desmoralizado, nuestra autora nos recuerda que: “Es una
empresa desmoralizada la que, ignorando el fin propio de la actividad
empresarial (la producción de riqueza para satisfacer necesidades
humanas), carece de un proyecto compartido en el que merece la pena
emplear las fuerzas, o la que lo ha olvidado y la que carece de fuerzas
para llevarlo adelante; la que no considera la calidad de sus productos
como el valor más elevado de su tarea; pero también la que,
descuidando la naturaleza misma de la empresa como grupo humano,
al servicio de grupos, mantiene relaciones humanas ad-intra y ad-extra
puramente instrumentales, como si la pura instrumentalización, sin dosis
alguna de comunicación, fuera la propia del mundo empresarial”
(Cortina 1994: 88).

La necesidad de compromiso en las organizaciones innovadoras y


flexibles basadas en el conocimiento es incuestionable. En este tipo de
organizaciones la aportación de valor por parte de los trabajadores se
centra en la creatividad y en la innovación; actitudes que son muy
difíciles de motivar y controlar; éstas dependen de la voluntad de las
personas. Mover la voluntad de las personas requiere mucho más que
unos incentivos, requiere una identificación con los fines y los medios
de la organización que es lo que genera el compromiso. En esta línea es
en la que se está hablado de la necesidad de un “nuevo contrato moral”
que genere un auténtico compromiso y no un mero acuerdo.

Una organización que tiene un núcleo de valores sólidos, compartidos y


coherentes evita el riesgo de obsesionarse sólo con los fines y no sólo
es una organización de mayor altura ética sino que está más preparada
para competir. “Una empresa alta de moral es la que tiene arrestos para
enfrentarse a los retos vitales, porque cuenta con un proyecto
compartido, del que forman parte la producción de calidad, la
generación de confianza, la comprensión de las relaciones humanas no
sólo como instrumentales, no sólo como regidas por el derecho, sino
también como comunicativas y cooperativas” (Cortina, 1994: 89).

De lo dicho en la últimas líneas se puede deducir la afirmación que la


ética es rentable, y ésta es una afirmación que habría que comentar
brevemente antes de terminar este apartado. Con la afirmación de que
la ética es rentable se quería, con buen acuerdo, contrarrestar la
extendida convicción de que las empresas que actúan de forma
éticamente correcta se debilitan frente a las que se comportan de forma
inmoral, porque sus costes aumentan, mientras que los del competidor
disminuyen. La afirmación buscaba atraer el interés de los empresarios
y directivos, así como luchar contra esos tópicos tan superficiales como
incorrectos que afirmaban que en la jungla de la competencia sólo
sobreviven los más fuertes, pícaros e inmorales. Hay pruebas – como los
fondos éticos de inversión – que demuestran que esto no es así, pero su
interés no iba tanto por “demostrar” sino por llamar la atención y
reflexionar sobre la compatibilidad entre la ética y la empresa.

Es cierto que no podemos afirmar que la ética es rentable; pero sí


podemos afirmar que puede ser rentable – y de hecho en muchos casos
lo es –. Garantizar no podemos garantizar nada, pero sí apostar que una
empresa que trate a sus colaboradores, competidores y clientes como
ciudadanos o como interlocutores válidos tiene más posibilidades de
triunfar en el mercado.

Caminos para la excelencia empresarial

Convendría ahora concretar un poco más e intentar responder a la


pregunta, ¿qué debe hacer una empresa para elevar su nivel ético?, o
por decirlo de otro modo: ¿cuáles serían los caminos para la excelencia
empresarial? Evidentemente nuestra respuesta a estas preguntas tienen
más un carácter orientativo y de demostrar que desde los
planteamientos éticos podemos llegar a propuestas concretas de mejora
organizacional que no de dar una lista de recetas.

Según la propuesta de Cortina en su artículo de 1998, “Diez sugerencias


éticas para tiempos de crisis”, una empresa ética debería tener en cuenta
una serie de sugerencias éticas a la hora de tomar decisiones.
1. Tener un proyecto y una idea y querer realizarla. Una empresa
que se entienda como una máquina de hacer dinero
difícilmente sobrevivirá en una sociedad que demanda cierta
altura moral.

2. Optar por los valores más que por las reglas. Las reglas
funcionan en situaciones fijas y en organizaciones jerárquicas
que funcionan mecánicamente, pero en organizaciones
innovadoras y flexibles son más necesarios los valores que las
reglas.

3. Atender a los bienes intangibles y no sólo a los tangibles. La


paz social, el clima de cooperación y la confianza social son
factores clave para la marcha de la empresa y que requieren un
cuidado y preocupación.

4. Elaborar productos y servicios de calidad. A menudo se olvida


que la calidad es un imperativo ético que lleva implícito el
respeto al cliente.

5. Potenciar la cooperación y la corresponsabilidad más que la


subordinación y la obediencia.

6. Voluntad de mantener la empleabilidad de los colaboradores.


La formación permanente es algo más que una necesidad
estratégica, es una exigencia moral.

7. Garantizar un beneficio económico. Ninguna empresa puede


sobrevivir sin beneficios y los inversores tienen derecho al
beneficio. Frente a la idea, demasiado extendida, de que el
beneficio es inmoral debemos recordar que el beneficio
económico es fundamental y que además hay otros tipos de
beneficio necesarios.

8. Pagar las deudas puntualmente es un signo de respeto y


honestidad; además de que mantener la palabra dada es
fundamental para la confianza y la credibilidad.

9. Respetar las reglas de la competencia significa tratar a los


competidores como interlocutores válidos que tienen sus
propios intereses y con los que hay que competir con buenos
argumentos (productos o servicios) no con trampas o mentiras.

10. Asumir la responsabilidad social por las acciones y los efectos


de las acciones que genera la organización. Una empresa no
puede aislarse de su entorno social y natural del que es
corresponsable.

► Resumen ◄

En este módulo nos hemos centrado en reflexionar sobre el origen y las


diversas interpretación de la ética de la empresa. Hemos empezado
destacando la importancia de una buena definición de ética de la
empresa, y sus diferencias respecto a ética en la empresa o ética
económica.
También hemos presentado diversos enfoques en el desarrollo de la
ética en las organizaciones; y éste no es sólo un ejercicio académico, sino
que dependiendo del enfoque que partamos optaremos por unas
iniciativas u otras.
Sin lugar a dudas el apartado más extenso y difícil de este módulo ha
sido el último en el que hemos presentado el modelo propuesto por A.
Cortina como una interpretación o enfoque de ética de la empresa que
nos parece más adecuado. Y nos parece el más adecuado porque tiene
una sólida fundamentación filosófica que se encuentra en la ética del
discurso y en la tradición de la hermenéutica crítica; y porque es lo
suficientemente práctica y realista para proponer acciones y criterios
concretos. Es decir nos propone pautas para actuar en la empresa de
acuerdo a los criterios éticos de la ética del discurso.
[1]
Se considera el momento fundacional de la Business Ethics el
congreso que se celebró en la universidad de Kansas en 1974.

También podría gustarte