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contra el poder del mal; y el cristiano pudo dominarla.

Dejó ella caer los brazos, y se quedó


contemplando con mirada de asombro las pálidas mejillas de aquel hombre que le parecía
un
poderoso mago, fuerte en sus artes misteriosas. Leía él en alta voz oscuras y funestas runas,
trazando en el aire signos indescifrables. Ni ante el hacha centelleante ni ante un afilado
cuchillo
blandido ante sus ojos habría ella parpadeado; y, en cambio, lo hizo cuando él trazó la señal
de la
cruz sobre su frente. Permaneció quieta cual un ave amansada, reclinada la cabeza sobre el
pecho.
Él le habló con dulzura de la caritativa acción que había realizado aquella noche cuando,
presentándose en su prisión en figura de feísima rana, lo había desatado y vuelto a la luz y a
la vida.
También ella estaba atada, atada con lazos más duros que los de él, dijo, pero también
llegaría, por
su mediación, a la luz y la vida. La conduciría a Hedeby, a presencia del santo hombre
Ansgario;
en aquella ciudad cristiana se desharía el embrujo. Pero no debía llevarla montada delante
de él,
aunque se comportara con apacibilidad y mansedumbre.
-Montarás a la grupa, no delante. Tu beldad hechicera tiene un poder que procede del
demonio, y
lo temo. ¡Pero venceré, en el nombre de Cristo!
Hincóse de rodillas y rezó con piedad y fervor. Y fue como si la silenciosa naturaleza se
trocase

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