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LECCIONES DEL PASADO

el cambio climático hundió


europa en el mesolítico
Durante miles de años, la tierra en el norte de Europa se extendía más allá
de Gran Bretaña, pero el dramático aumento del nivel del océano sumergió
amplias regiones y expulsó a sus habitantes hacia el interior.
 Prehistoria
 
 Arqueología
 
 Descubrimientos
Laura Spinney

29 de diciembre de 2022 · 15:48


cuando empezaron a encontrarse vestigios de un mundo perdido en
el fondo del mar del Norte, nadie podía creerlo. Aparecieron por
primera vez hace un siglo y medio, cuando la pesca de arrastre se
extendió por toda la costa neerlandesa. Los pescadores barrían el
lecho marino con sus redes y las subían llenas de lenguados, platijas y
otros peces que viven en el fondo del mar. Pero a veces caía también
sobre la cubierta algún colmillo enorme, o los restos de un uro, de un
rinoceronte lanudo o de alguna otra bestia extinguida. Estas pistas de
que las cosas no siempre habían sido como eran ahora inquietaban a
los pescadores, quienes devolvían al mar todo aquello para lo que no
tenían explicación.
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El cambio climático acabó con las civilizaciones fluviales de Asia
Central
Generaciones después, Dick Mol, un hábil aficionado a la
paleontología, convenció a los pescadores para que le facilitasen esos
huesos y tomasen nota de las coordenadas exactas del lugar donde
los habían encontrado. En 1985 un capitán le entregó una
mandíbula humana completa, perfectamente conservada, con los
molares desgastados. Mol y su amigo Jan Glimmerveen, otro
paleontólogo aficionado, hicieron datar el hueso mediante
radiocarbono. Resultó que tenía 9.500 años de antigüedad, lo cual
quiere decir que el individuo a quien perteneció aquella
mandíbula vivió durante el mesolítico, período que en el norte de
Europa comenzó al final de la última glaciación, hace unos 12.000
años, y se prolongó hasta la llegada de la agricultura, unos 6.000 años
más tarde. "Creemos que proviene de un enterramiento que ha
permanecido intacto desde que aquel mundo desapareció bajo las
olas, hace unos 8.000 años", dice Glimmerveen.

Hace unos 18.000 años, el nivel del mar en el norte de


Europa era unos 122 metros más bajo que el actual
La historia de esta tierra desaparecida empieza con la retirada de
los hielos. Hace unos 18.000 años, el nivel del mar en el norte de
Europa era unos 122 metros más bajo que el actual. Gran Bretaña no
era una isla, sino la deshabitada esquina noroccidental de Europa, y
entre ella y el resto del continente se extendía una tundra helada. A
medida que el planeta se calentaba y el hielo retrocedía, los
ciervos, uros y jabalíes empezaron a dirigirse hacia el norte y
hacia el oeste, seguidos de los hombres que los cazaban.
Procedentes de las regiones montañosas de lo que hoy es la Europa
continental, los cazadores se encontraron ante una vasta llanura de
escasa altitud.
Este mapa recrea las tierras emergidas del océano hace miles de años en el norte de
Europa. La línea roja señala el límte de la costa en la actualidad.

Foto: Olav Odé / Museo Nacional de Antigüedades

Un lugar llamado Doggerland


Los arqueólogos denominan ese terreno desaparecido
Doggerland, por el banco de arena del mar del Norte conocido como
Dogger. Antes considerado como un puente de tierra entre la actual
Europa continental y Gran Bretaña, un lugar de paso en su mayor
parte deshabitado, hoy se cree que Doggerland estuvo poblado du-
rante miles de años por gentes del mesolítico, hasta que fueron
expulsadas por la crecida implacable del mar. A ese período le
sucedió otro de convulsiones climáticas y sociales hasta que, a fines
del mesolítico, Europa ya había perdido una parte importante de
su masa continental y su aspecto era más o menos el que tiene
hoy.
Muchos expertos ven en Doggerland la clave para entender el
mesolítico en el norte de Europa, y en el mesolítico, un referente
que debemos tener en cuenta en una época de cambio climático
como la actual. Gracias a un equipo de arqueólogos de la
Universidad de Birmingham dirigido por Vince Gaffney, tenemos una
idea del aspecto que debió de tener ese territorio. Basándose en
datos sísmicos del subsuelo del mar del Norte, ellos han reconstruido
digitalmente 46.620 kilómetros cuadrados del paisaje sumergido.
En el Centro de Tecnología Visual y Espacial IBM de la universidad,
Gaffney proyecta imágenes de esta tierra ignota sobre inmensas
pantallas en color. En una esquina del mapa, el Rin y el Támesis se
unían y fluían hacia el sur hasta lo que actualmente es el canal
de la Mancha. Habría otros sistemas fluviales para los cuales no
tenemos nombre. En el clima de aquella época –quizás un par de
grados más cálido que el de hoy– los contornos de la pantalla se
traducirían en suaves colinas onduladas, valles arbolados,
exuberantes pantanos y lagunas. "Era un paraíso para los cazadores-
recolectores", dice.
Restos de un roble prehistórico en el estuario del Severn (Gales) durante la marea
baja. Testimonio del avance del mar en lo que en tiempos fue tierra firme.

Foto: Robert Clarck (www.robertclarkphoto.com)

Pescadores de tesoros
La publicación en 2007 de la primera parte del mapa permitió a los
arqueólogos "ver" por primera vez el mundo mesolítico, e identificar
la probable ubicación de algunos asentamientos, con vistas a una
posible excavación. El elevado coste de la arqueología submarina y
la escasa visibilidad del mar del Norte han mantenido esos
yacimientos fuera de nuestro alcance. Pero los arqueólogos
también disponen de otros medios para desvelar quiénes fueron los
habitantes de Doggerland y cómo respondieron al inexorable avance
del mar sobre sus tierras.
En primer lugar están los tesoros atrapados en las redes de los
pescadores. Además de la mandíbula humana, Glimmerveen ha
acumulado más de 100 piezas: huesos de animales con marcas de
despiece y herramientas de hueso y de asta, entre ellas un hacha con
un motivo en zigzag. Al conocer las coordenadas de estos
descubrimientos, y dado que los objetos no suelen desplazarse
demasiado sobre el lecho marino, puede determinar que muchos
provienen de la zona meridional del mar del Norte que los
neerlandeses llaman De Stekels (las espinas), caracterizada por sus
abruptas crestas del fondo marino. "El yacimiento o yacimientos
debían de estar cerca de un sistema fluvial –dice–. Quizá vivían en
dunas fluviales."

Los objetos recuperados en el mar del Norte testimonian un


modo de vida que quedó sumergido bajo el agua. 
Otra línea de investigación sobre Doggerland son las excavaciones en
aguas someras o en zonas intermareales cercanas de una antigüedad
similar. En las décadas de 1970 y 1980, en un yacimiento llamado
Tybrind Vig, a pocos cientos de metros de la costa de una isla danesa
del mar Báltico, se hallaron indicios de una cultura pesquera del
mesolítico tardío sorprendentemente avanzada. Entre los objetos
figuran remos decorados con elegancia y varias canoas largas y
estrechas, una de ellas de más de nueve metros.
Bosques hundidos
Más recientemente, Harald Lübke, del Centro de Arqueología Báltica y
Escandinava en Schleswig, Alemania, y sus colegas han excavado
una serie de yacimientos submarinos en la bahía de Wismar, en la
costa alemana del Báltico, de entre 8.800 y 5.500 años de
antigüedad. Los yacimientos documentan de manera ostensible un
cambio en la dieta de sus habitantes, que pasaron de comer pescado
de agua dulce a consumir especies marinas a medida que la subida
del nivel del mar transformaba sus tierras; con el paso de los siglos,
los lagos interiores rodeados de bosques se transformaron en
marismas cubiertas de juncos, más tarde, en fiordos y finalmente,
en la bahía abierta que hay en la actualidad.
Una transformación similar tuvo lugar en Goldcliff, en el estuario
galés del Severn, donde el arqueólogo Martin Bell, de la Universidad
de Reading, y su equipo llevan excavando 21 años. Durante el
mesolítico el Severn estaba encajado en un valle estrecho, pero a
medida que el mar fue subiendo, se desbordó sobre los lados del
valle y se extendió, creando el actual estuario.
Un día de agosto, durante una marea excepcionalmente baja en
Goldcliff, seguí a Bell y sus colaboradores por la fangosa llanura
mareal hasta dejar atrás enormes troncos negros de robles
prehistóricos que el lodo ha preservado. Teníamos menos de dos
horas antes de que la marea volviese a subir. Llegamos a una
pequeña elevación que 8.000 años atrás era el litoral de una isla. Un
miembro del equipo echó agua a presión, y de pronto surgió el
relieve de 39 huellas dejadas por tres o cuatro individuos en
ambas direcciones a lo largo de la orilla. "Debían de salir de su
campamento para examinar las trampas para peces en un canal
cercano," dice Bell.
En el estuario del Severn, en Goldcliff, Gales, la bajamar revela la huella de un cazador
de hace 7.500 años, cuando el nivel del mar registraba una subida gradual. 

Foto: Robert Clarck (www.robertclarkphoto.com)

cambios excepcionales
El arqueólogo opina que en algún momento hubo numerosos
campamentos en el estuario, y que cada uno de ellos estuvo poblado
por un grupo familiar de unos diez individuos. Seguramente no
estaban habitados de forma permanente. El más antiguo habría
quedado sumergido durante las mareas más altas, por lo que
está claro que sus ocupantes eran estacionales, y cada vez que
regresaban construían el campamento un poco más arriba en la
ladera. Lo asombroso es que siguieran volviendo durante siglos, quizá
milenios, y que cada vez encontrasen el camino a través de un paisaje
siempre cambiante. Esta población fue testigo de la desaparición del
bosque de robles, tras quedar anegado por el mar. "En algún
momento los árboles colosales asomarían, muertos, a través de
la marisma. Debió de ser un paisaje extraño", imagina Bell.

Los individuos de mayor edad serían los guardianes del


conocimiento medioambiental, capaces de interpretar el
patrón de las migraciones
El verano y el otoño habrían sido épocas de bonanza en toda la
costa, con buena caza gracias a los animales salvajes que llegaban
atraídos por los extensos pastizales de las marismas, el mar lleno de
peces, y avellanas y bayas en abundancia. Durante las otras
estaciones los grupos se trasladaban a tierras más altas,
probablemente siguiendo los valles de los afluentes del Severn.
Puesto que se trataría de culturas de transmisión oral, los individuos
de mayor edad serían los guardianes del conocimiento
medioambiental, capaces de interpretar, por ejemplo, el patrón de las
migraciones de las aves y poder así informar a su grupo sobre el
momento adecuado para abandonar la costa y migrar a las tierras
altas, decisiones de las que dependía su supervivencia.

Los Neandertales se volvieron caníbales con el cambio climático

El hallazgo de grandes concentraciones de objetos sugiere que los


pueblos del mesolítico, al igual que los posteriores cazadores-
recolectores de América del Norte, se reunían en grandes grupos
para celebraciones anuales de tipo social, posiblemente a
principios del otoño, cuando llegaban las focas y los salmones. En el
oeste de Gran Bretaña, estos encuentros tenían lugar en las cimas de
las colinas, con vistas a los cazaderos de focas. Habría sido el
momento ideal para que los jóvenes encontrasen pareja y para el
intercambio de información sobre otros sistemas fluviales más allá
del territorio de cada grupo, una información cada vez más crucial
conforme el mar iba alterando el paisaje.
Jan Glimmerveen exhibe en su casa de La Haya algunos de los huesos fósiles y
herramientas que a lo largo de los años le han hecho llegar los pescadores de arrastre
del mar del Norte provenientes del desaparecido mundo de Doggerland.

Foto: Robert Clarck (www.robertclarkphoto.com)

Huída precipitada
La subida más drástica del nivel del mar se produjo a un ritmo de
uno o dos metros por siglo, pero dada la variada topografía del
terreno, las inundaciones no debieron de ser uniformes. En los
territorios bajos, como Doggerland, el avance del mar convirtió los
lagos en estuarios. La reconstrucción digital de Gaffney muestra que
uno en particular, el Outer Silver Pit, contiene inmensos bancos de
arena que solo se podrían haber creado por fuertes corrientes
mareales. En algún momento esas corrientes habrían dificultado
enormemente el paso en canoa, y a la larga habrían creado una
barrera permanente a lo que antes habían sido territorios de
caza.

Conforme el mar avanzaba los bosques  morían


gradualmente por la intrusión de agua salada. Los seres
humanos se debieron de trasladar a zonas más elevadas,
hasta que el mar también las engulló.
¿Cómo se adaptaron los cazadores del mesolítico, cuya existencia
estaba determinada por el ritmo de las estaciones, a la progresiva
desaparición de su mundo? Jim Leary, arqueólogo de English
Heritage, ha buscado en la literatura etnográfica paralelismos con
los inuit y otros cazadores-recolectores actuales que se
enfrentan al cambio climático.
Para quienes aprendieron a explotar ese mar en ascenso,
convirtiéndose en expertos fabricantes de canoas y pescadores, la
nueva situación debió de ser una bendición, pero solo por un tiempo.
Al final la pérdida de territorio llegaría a contrarrestar esos beneficios.
Los ancianos del mesolítico, los «depositarios del conocimiento»
como los llama Leary, ya no habrían sido capaces de interpretar
por más tiempo las sutiles variaciones estacionales del paisaje
para aconsejar al grupo. Aislados de sus territorios de caza y pesca
ancestrales, y de sus cementerios, las poblaciones humanas debieron
de sentirse profundamente desarraigadas, dice Leary, «como los inuit,
aislados de sus tierras por la fusión de los témpanos de hielo».
«Debieron de producirse enormes flujos migratorios –añade Clive
Waddington, de Archaeological Research Services Ltd., una consultora
de Derbyshire–. Es probable que los pueblos que vivían en lo que hoy
es el mar del Norte tuvieran que marcharse con gran rapidez.»
Algunos se dirigieron a Gran Bretaña. En Howick, Northumberland, en
los acantilados que recorren la costa nordeste de Gran Bretaña y que
por tanto debieron de ser las primeras colinas que vieron, el equipo
de Waddington ha encontrado los restos de una vivienda que ha
sido reconstruida tres veces en un período de 150 años. La
cabaña data de hacia 7900 a.C., una de las evidencias más antiguas
de asentamiento en Gran Bretaña. Waddington interpreta su repetida
ocupación como señal de un creciente sentimiento de territorialidad:
sus residentes tuvieron que defenderse de las oleadas de
desplazados de Doggerland.
Síntomas que resultan familiares
«Sabemos lo importantes que fueron las zonas de pesca para la
subsistencia de aquellos pueblos –dice Anders Fischer, arqueólogo de
la Agencia Danesa para la Cultura, en Copenhague–. Si cada
generación veía desaparecer sus mejores caladeros, sin duda
debían de verse obligadas a encontrar unos nuevos, y eso los
llevaría repetidamente a entrar en competición con grupos vecinos.
En sociedades con una organización social de escasa complejidad, eso
seguramente derivaba en conflictos y violencia.»
Asesinadas y luego enterradas juntas en una tumba adornada con cornamentas, estas
dos mujeres de un cementerio mesolítico de la isla Téviec, en Bretaña, Francia, son el
testimonio de una era violenta. La pérdida de territorio debido a la subida del nivel del
mar pudo provocar conflictos entre poblaciones vecinas.

Foto: Robert Clarck (www.robertclarckphoto.com)

¿Fue el tsunami de Storegga el golpe de gracia, o ya había


desaparecido Doggerland bajo el mar?
Migración, territorialidad, conflicto: modos diversos y difíciles de
adaptarse a las nuevas circunstancias, pero adaptaciones al fin y al
cabo. Hubo un tiempo, sin embargo, en que el mar agotó por
completo la capacidad de supervivencia de los habitantes de
Doggerland. Hace unos 8.200 años, tras milenios de una
ininterrumpida crecida del mar, una inmensa descarga de agua
de deshielo procedente de un gigantesco lago glaciar
norteamericano, el Agassiz, causó una subida del nivel del mar de
más de 0,6 metros.
Esta entrada de agua helada ralentizó la circulación de agua caliente
en el Atlántico Norte, lo que provocó una bajada brusca de la
temperatura e hizo que las costas de Doggerland –si es que aún
quedaba algún trozo de tierra emergida– fueran azotadas por vientos
gélidos. Por si el panorama no fuese bastante dramático, casi al
mismo tiempo un deslizamiento submarino cerca de la costa de
Noruega conocido como el deslizamiento de Storegga provocó un
tsunami que inundó todo el litoral del norte de Europa.
¿Fue el tsunami de Storegga el golpe de gracia, o ya había
desaparecido Doggerland bajo el mar? Los científicos no están
seguros, pero lo que sí saben es que a partir de ese momento el ritmo
de la subida del nivel del mar se ralentizó. Después, hace unos 6.000
años, un nuevo pueblo procedente del sur arribó a las costas de las
islas Británicas, por entonces cubiertas de bosques densos. Llegaron
en barcos, con ovejas, ganado y cereales. Hoy, los descendientes de
aquellos primeros agricultores neolíticos, aunque equipados con una
tecnología mucho más sofisticada que la de sus congéneres
mesolíticos, se enfrentan una vez más a un futuro con un mar en
ascenso.

El descenso del nivel del mar en Brasil hace 2.000 años cambió el
modo de vida

 
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