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Biblioteca SdCF

Varios autores
SDCF - ANTOLOGÍA DE RELATOS 2015

Edición para lectores de libros electrónicos y dispo-


sitivos móviles.
SdCF - Antología de relatos 2015
© 2015 Adhemar Terkiel por REFLEXIONES DENTRO DE UNA ESFERA
PLATEADA y UN ÚLTIMO RECUERDO DE MARTHA
© 2015 Anselmo Vega Junquera por JB7 y EL PANEL PRODIGIOSO
© 2015 Dante De Marco por LA MÁQUINA DE VENCER
© 2015 Luis Antonio Bolaños de la Cruz por IMPERIO DECADENTE y
HORIZONTE CERCANO
© 2015 Pedro Padilla por LIFE OF MARS
© 2015 Eduardo Delgado Zahino por EL MAGUFO
© 2015 Ricardo Cortés Pape por EL CASTIGO
© 2015 Magín Méndez Sanguos por El PROYECTO
© 2015 Leonardo Espinoza Benavides por SUEÑOS DE CIUDAD
© 2009-2015 Javier Sánchez-Donate por EL INCIDENTE CON / DE TIMMY
O´TOOLE

Publicados en 2015 en la web Sitio de Ciencia-Ficción:


http://www.ciencia-ficcion.com

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resumen, alterar este archivo PDF o comerciar con él o medios que lo contengan sin
contar con la autorización explícita de los autores de los textos.
Índice
Introducción....................................................................5
JB7..................................................................................8
UN ÚLTIMO RECUERDO DE MARTHA.................34
EL PANEL PRODIGIOSO...........................................49
LA MÁQUINA DE VENCER......................................58
IMPERIO DECADENTE.............................................76
LIFE ON MARS.........................................................103
EL MAGUFO.............................................................133
EL CASTIGO.............................................................162
El PROYECTO...........................................................179
HORIZONTE CERCANO.........................................193
SUEÑOS DE CIUDAD..............................................224
EL INCIDENTE CON / DE TIMMY O´TOOLE.......264
Introducción

De nuevo, puntual a la cita anual de la recopilación


de los relatos aparecidos durante el año en el Sitio de
Ciencia-Ficción, tengo el gusto de presentar los que
he ido seleccionando durante este año.
En REFLEXIONES DENTRO DE UNA ESFERA
PLATEADA, Adhemar Terkiel, habla sobre el
despertar de la inteligencia artificial y su relación con
el mundo.
Anselmo Vega Junquera nos cuenta en tono
humorístico las tribulaciones del robot JB7 durante su
intensa fase de desarrollo.
Otro nuevo relato de Adhemar Terkiel, qe nos
presenta en UN ÚLTIMO RECUERDO DE MARTHA
como la soledad puede llegar a ser la única compañía.

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En tono humorístico, EL PANEL PRODIGIOSO,


de Anselmo Vega Junquera, habla sobre los
materiales milagrosos que no lo son tanto.
LA MÁQUINA DE VENCER, una visión salvaje y
tierna de Dante de Marco sobre un futuro
apocalíptico.
Luis Antonio Bolaños De La Cruz tiene en su
IMPERIO DECADENTE una ventana a una
humanidad que, en su expansión por el Universo, ha
soltado lastre pero ha adquirido nuevos vicios.
LIFE OF MARS de Pedro Padilla explora el
eterno despertar y la ¿vida? Eterna.
Con su habitual ironía Eduardo Delgado Zahino
describe en EL MAGUFO como apostar a caballo
ganador no siempre es sinónimo de triunfo final.
EL CASTIGO, de Ricardo Cortés Pape, habla en
esta fábula espacial de como nuestros actos del pre-
sente acaban escribiendo nuestro futuro.
Magín Méndez Sanguos nos habla en El PRO-
YECTO de como los intereses espúrios más allá de la
pura investigación pueden dar al traste con proyectos

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que harían un gran bien a todos… pero que no engor-


darían demasiado la cartera de los de siempre.
Nueva vuelta de tuerca de Luis Antonio Bolaños
De La Cruz a un futuro desquiciado, esta vez en su
visión del HORIZONTE CERCANO vislumbra como
será una perturbadora exploración espacial.
Leonardo Espinoza Benavides imagina en SUE-
ÑOS DE CIUDAD una sociedad en la que el sueño es
un a modo de segunda vida, sin la que solo queda la
locura.
Francisco Javier Sánchez Donate nos presenta en
EL INCIDENTE CON/DE TIMMY O´TOOLE un re-
lato escrito a la manera de los clásicos de los años 50,
posatpocalipsis y monstruos por doquier.

© Francisco José Súñer Iglesias,


26 de diciembre de 2015

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JB7

Anselmo Vega Junquera

EL ROBOT JB7

Las tres leyes de la Robótica (según Isaac Asimov)

1. Un robot no puede hacer daño a un ser


humano o, por inacción, permitir que un ser
humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas
por los seres humanos, excepto si estas
órdenes entrasen en conflicto con la Primera
Ley.

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3. Un robot debe proteger su propia existencia


en la medida en que esta protección no entre
en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

El primer robot fiable que salió de los Talleres de An-


droides y Mecanismos Cibernéticos, Inc. fue el X7.
Antes se habían hecho seis pruebas, que no dieron el
resultado apetecido.
No era fácil trasladarlas a formulaciones
matemáticas las Tres Leyes de Robótica que se
habían enunciado literalmente muchos años atrás. El
primer X1 fue apenas un brazo mecánico, controlado
por un chip. Lo pusieron a la salida del Alto Horno,
para que golpeara el hierro al rojo. Pero no funcionó.
Primero, porque sus niveles de temperatura le
indicaron que era peligroso para su integridad según
la Tercera Ley. Segundo, porque en la pantalla de la
monitorización apareció el siguiente mensaje: ¿Y si
eso es un Hombre, con una fuerte insolación?.
Tampoco era fácil aclararle, con algoritmos, lo que
era un Ser Humano.
El modelo X2, que salió un año después tenía dos
brazos articulados sobre una especie de cajón con
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ruedas y motor, llevaba una descripción física de lo


que era una persona. Lo quisieron probar con motivo
de un incendio en una tienda de modas, pues era
peligroso para los bomberos acceder hasta donde
estaban los clientes y el personal que se había
quedado dentro. Pero el robot volvió a fracasar,
porque lo primero que sacó fueron los maniquíes de
los escaparates, mientras las personas que estaban
más adentro morían asfixiadas por el humo y
quemadas por las llamas.
El siguiente modelo, el X3, ya sabía distinguir
entre personas vivas y objetos inertes con forma de
ser humano. Para ello se le habían incorporado unos
detectores de actividad cerebral. En vez de ruedas le
colocaron una especie de orugas, así como diversas
herramientas. Lo probaron con motivo del derrumbe
de una casa, puesto que era peligroso para los
zapadores meterse bajo los escombros. Le pidieron
que sacara primero a los supervivientes que
encontrara y en último lugar a las víctimas mortales.
Volvió a fallar, porque al no haber vivos, sacó a los
muertos, pero troceándolos para poder extraerlos,

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ante la consternación y grandes protestas de los


familiares.
Se hizo un nuevo modelo, el X4, con
instrucciones más precisas Se le dio apariencia
humana y se le pusieron piernas, aunque su caminar
no dejaba de ser muy peculiar. Lo colocaron a las
puertas de las oficinas de Androides y Mecanismos
Cibernéticos, Inc., como reclamo. A los pocos días
tuvieron que retirarlo, porque una noche que entraron
unos ladrones, les ayudó cuando ellos así se lo
pidieron, en virtud de la Primera Ley.
El X5, que fue el siguiente, ya distinguía a los
ladrones de las personas honradas, por lo que una
joyería de fama se avino a probarlo como guardia
nocturno. Los atracadores que quisieron entrar una
noche no se pudieron llevar nada, pero el destrozo
que organizó el robot, en su persecución, rompiendo
tantas vitrinas y objetos de arte como era físicamente
posible fue tal, que lo tuvieron que descartar.
El X6 casi fue perfecto. Reconocía a las personas
por la vista, por el oído o por el tacto. Lo que no tenía
era olfato. Por ese motivo, el Ayuntamiento se avino a
probarlo para que limpiara las cloacas de la ciudad,
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atascadas de porquería, cuyos insalubres olores


habían motivado el rechazo de los operarios. Se
fabricaron seis robots, que hicieron el trabajo a la
perfección y dejaron las cloacas relucientes. El propio
Alcalde, que las inspeccionó en persona, quedó muy
satisfecho. Pero a los pocos días empezaron los
problemas. Los robots habían cerrado las bajantes,
para que no se volvieran a ensuciar las cloacas. Los
vecinos se dieron cuenta cuando sus inodoros
empezaron a desbordarse. Las protestas fueron
multitudinarias y el X6 fue dejado de lado.
Androides y Mecanismos Cibernéticos, Inc., había
invertido ya demasiado dinero para volverse atrás. El
Director exigió a sus técnicos que lograran el robot
perfecto y les dio de plazo otro año más. Éstos se
reunieron y repasaron todo lo conseguido hasta la
fecha. Se habían escrito miles de líneas de código. Se
habían ido incorporando millones de sentencias if...
then..., y case, para plantear y resolver las distintas
alternativas. El sistema neuronal del robot ya
reconocía a los humanos. Sabía si estaban vivos o no
y en este último caso los trababa de diferente forma
que a las cosas inanimadas. También reconocía si
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eran gente normal o su comportamiento iba de lo


ambiguo a lo claramente delictivo. Ya no tenía tanto
temor por sí mismo y al tiempo era delicado en el
trato cuando era necesario. Pero... faltaba saber si
estaba preparado para defender a la Humanidad.
El X7 fue dotado de un cuerpo con un
revestimiento que imitaba perfectamente la piel
humana y que cubría sus mecanismos. Se le
incorporó un complejo sistema de comunicaciones
inalámbricas y una pistola paralizante. Se le vistió
con un smoking negro, camisa blanca y corbata de
pajarita. Por último, un Monitor lo acompañó a la
Gran Fiesta de Gala, para la prueba final. Cuando
entraron en el salón, ya abarrotado de gente, un
camarero les ofreció licores. El robot, entrenado
perfectamente, tomó una copa con delicadeza. El
Monitor se fijó en la botella. ¡Ajá...! Era de un
conocido güisqui. Se volvió al robot y en voz baja, le
dijo...
—A partir de ahora te llamarás JB...7, como el
James Bond 007 ese, pero... —rió— ¡Sin licencia
para matar!

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X7, ya JB7, se comportó con distinción. Era capaz


de saludar a los caballeros y besar la mano a las
damas. Incluso invitó a una a bailar un vals.
—¿Y usted, cómo se llama? —le preguntó ella,
con curiosidad.
—Mi nombre es... Bond, James Bond —contestó
con una bien modulada voz de barítono.
Desde su butaca, mientras paladeaba la bebida, el
Monitor no le perdía de vista, mientras su rostro
mostraba complacencia.
La dama entornó los ojos y con la voz más
susurrante que pudo, le dijo a su acompañante...
—¡Quisiera que el tiempo se me detuviera!
Y claro, él la paralizó con la pistola, en virtud de
la Segunda Ley, ya que eso sólo duraría unos
instantes y no le haría un daño irreversible, por lo que
tampoco transigía a la Primera ley. De esa forma,
también el robot JB7 volvió a fallar.

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UN JB7... ¿DEFINITIVO?

El fracaso del robot JB7 sumió en el abatimiento a la


cúspide de Androides y Mecanismos Cibernéticos,
Inc. y, en particular, a su Director General. Los técni-
cos le habían garantizado que funcionaría, pero las
Tres Leyes de la Robótica, en las que tanto confiaban,
no habían dado el resultado apetecido. Algo de su
enunciado teórico, o no se correspondía con la reali-
dad, o no había podido ser trasladado a la materiali-
dad de los circuitos electrónicos.
—¿Qué será lo que ha fallado? —se preguntaba
una y otra vez, tratando de descubrir un resquicio que
le diera la respuesta. La literalidad de la petición de la
dama que había bailado con el robot —bueno, con
JB7— había sido atendida por éste, sin violar
ninguna de las Tres Leyes. Pero el resultado había
sido socialmente inaceptable. Y los robots deberían
poder tener un comportamiento interactivo con los
seres humanos que no causara desazón o rechazo en
éstos, si es que su Empresa quería tener éxito.
—Por favor, convoque para mañana una reunión
de todo el staff consultivo y de todos los directores de
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área —ordenó a su secretaria personal, dispuesto a


enfrentar, de una vez, la gravedad del problema.
Al día siguiente, todos los convocados estaban ya
sentados en el gran salón de reuniones, esperando
impacientes la llegada del Director General. De sobra
sabían de qué iba la asamblea, sin necesidad de que al
convocarles se les hubiera manifestado
explícitamente el orden del día, pues el nuevo fracaso
del robot experimental era la comidilla de toda la
compañía.
A la hora prevista hizo entrada el Director,
acompañado de su secretaria, quien tomaría nota de
todo lo que se tratara. Los asistentes se levantaron al
punto y esperaron a que el Director se sentara, para
hacerlo lo mismo.
—Señores, ya saben por qué estamos aquí
reunidos. El presente, y no digo el futuro de la
Compañía, peligra. Y, consecuentemente, el puesto de
trabajo de todos ustedes —comenzó diciendo, con la
voz más grave que pudo poner.
—O seguimos, o cerramos. Pero si seguimos, no
toleraré ni un fracaso más —añadió, mientras que con

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su dedo índice señaló, en un movimiento circular, a


todos los presentes.
Un gran silencio se hizo durante unos momentos,
que parecieron eternos. El Director parecía esperar
alguna sugerencia, antes de tomar una determinación.
El Jefe del Proyecto X, y de todos los robots que se
habían hecho con esa denominación inicial, se vio
obligado a abrir el debate.
—Señor, en lo que respecta al diseño y
fabricación del robot X7 —no se atrevía a llamarlo ya
JB7— he revisado personalmente todo el proceso y
no he detectado ningún fallo.
El Director miró para él sin proferir palabra.
Evidentemente, algún fallo sí que había habido.
Quizá no fuera de fabricación, pero...
El silencio continuó, mientras ninguno de los
otros directores de área se atrevían a tomar la palabra.
Ni el de Materiales, ni el de Instrumentación, ni el de
Circuitos Lógicos...
De pronto, uno se levantó. Era el de
Comportamiento, una nueva área que se había creado
después del fracaso del robot X1.
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—Señor...
—¿Sí, Roberts?
Esto... Creo que el fallo puede venir de... más
atrás.
—¿Cómo de más atrás?
—Quiero decir... de las propias Tres Leyes —se
atrevió a sugerir, después de unos instantes de
vacilación.
Todos los presentes se volvieron hacia él, con el
asombro en sus rostros. Aquello casi era una herejía.
¿Dudar de las Tres Leyes? ¡Imposible!
—¿Me quiere usted decir que las Tres Leyes no
son perfectas?
—Oh... Sí lo son. Pero no son completas.
El Jefe del Proyecto se levantó inmediatamente
para aclarar.
—¡Claro que son completas! Incluso hemos
tenido en cuenta la Ley 0, enunciada después de las
anteriores y que dice así: Un robot no puede causar
daño a la humanidad o, por inacción, permitir que la
humanidad sufra daño.

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—No, no me refiero a esa, que también la conocía


—aclaró el Jefe de la nueva área de Comportamiento.
—Entonces, ¿A qué se refiere? —quiso saber el
anterior, con aire un poco molesto.
—Pues... a las sutilezas del lenguaje humano, que
no se puede tomar literalmente. Los robots —aclaró a
continuación— deberían poder distinguir lo que
llamamos el lenguaje figurado, si es que queremos
que puedan convivir con nosotros.
El silencio se volvió a adueñar del salón de
reuniones, mientras daba la sensación de que el Jefe
de Comportamiento se ruborizaba por lo dicho. Pero
el Director General tomó entonces la palabra.
—Es lo más sensato que he oído hasta ahora
—sentenció—. ¿Y cómo podemos llevar eso a la
práctica? —continuó, dirigiéndose a todos en general.
Pero aunque todos se miraron entre sí, ninguno se
levantó para dar una opinión.
Al poco, Roberts alzó tímidamente el brazo.
—Sí, hable... —le indicó el Director General.
—Pues... quizá poniendo antes una nueva Ley, la
-1, por ejemplo.
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—¿Una nueva Ley? ¿Y cómo la expresaría?


El joven Jefe dudó unos instantes. Todas las
miradas estaban fijas en él y se sintió un poco
acobardado. Carraspeó y se decidió por fin.
—Este... Ningún robot pasará el control si no sabe
distinguir entre literalidad e intencionalidad del
lenguaje humano.
El Jefe de Circuitos Lógicos se levantó enseguida
y le espetó.
—¿Y cómo piensa traducir eso al lenguaje
informático?
—Yo no soy experto en eso. Igual que hicieron
ustedes con las Tres Leyes, que no dejan de ser una
expresión literaria...
Aquello parecía tener visos de realidad, se dijo el
Director General. Y una vez más, quizá la última,
apostó por incorporar esa mejora a sus robots.
—Bien... Les doy tres meses de plazo. Ni un día
más. Se levanta la sesión.
Cuando casi todos hubieron salido, el Jefe de
Circuitos Lógicos se acercó a Robert y le preguntó.

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—¿Cómo cree usted que podemos encarar el


problema?
—Ya le dije que no soy un experto en eso... pero
se me ocurre que incorporando a los robots una base
de datos de equivalencias, con las frases habituales
que pueden tener doble sentido. Por ejemplo, ¡Vete a
freír espárragos! igual a ¡Márchate!, o esta otra Así
sabrá lo que vale un peine igual Así sabrá lo que
cuestan las cosas.
El Jefe de Circuitos Lógicos se quedó pensativo.
Sí, podría ser...
—Puede ser un punto de partida, aunque su
desarrollo probablemente sea mucho más complejo.
Lo voy a estudiar —contestó por fin.
Antes de los tres meses de plazo, un nuevo JB7
salió de los talleres, listo y comprobado. Le habían
incorporado una base de datos con más de 12.000
frases hechas, para que entendiera su doble sentido.
Pero el director no las tenía todas consigo. Quería
asegurarse antes de que el nuevo robot saliera a la
calle, había que hacer pruebas de campo,, no
bastaban con las del laboratorio.

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—¿Mrs. Johana? —preguntó por teléfono,


llamando a la anciana viuda del que había sido el
primer Director de la Compañía.
—¿Sí?
—Soy Herbert, el Director de Androides y...
—Ah, dígame usted.
—Verá... Queremos probar un nuevo robot, en un
ambiente familiar... ¿Tendría usted inconveniente en
utilizarlo durante una temporada?
—Con mucho gusto. Ya sabe que el pobre
Mathius siempre me consultaba sobre sus proyectos...
—Por eso se lo he propuesto.
—Pues cuando quiera me lo envía.
Al cabo de quince días, el Director General la
volvió a llamar.
—Mrs. Johana, ¿Qué tal el robot?
—Muy bien... Me hace todos los encargos, me
lava, plancha, cocina...
—¡Ah! Me alegro...
—Sólo le he encontrado algunos peros...

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—¿Sí? —preguntó el Director, preocupándose un


poco.
—No es muy importante, creo... pero siempre que
compro en el mercado espárragos trigueros y le
mando freírlos... ¡Se marcha de casa!

LA ERA DE LOS ROBOTS

Llevaron al robot X7 —o JB7 como lo denominaron


transitoriamente— al museo de Ciencias Cibernéti-
cas, pues ya no se podía mejorar. Su complejo cere-
bro formado por nanotransistores no podía competir
con los cerebros positrónicos que había desarrollado
la U. S. Robots, la principal empresa de hombres me-
cánicos, el mayor competidor de Androides y Meca-
nismos Cibernéticos, Inc.
El actual Director General de la ésta, Herbert
Simons, decidió cerrar la División de Robóts
Autónomos y centrarse en la fabricación de brazos
cibernéticos, que tan buen resultado le estaban dando
en las industrias automovilísticas.

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—Margaret, tráigame la ficha de Mr. Robert, el


que fue Jefe del Departamento de Comportamiento
—le dijo de pronto un día a su secretaria personal.
Al cabo de unos instantes, la así interpelada le
entregó a su Jefe una carpeta amarilla, en la que se
encontraban los datos que aquél había solicitado.
—Vamos a ver... Sí, aquí está —dijo, más para sí,
el actual Director.
—459 67 11... —musitó, sin apenas mover los
labios, mientras iba marcando el número telefónico
de Mr. Roberts.
—¡Diga! —oyó que contestaban del otro lado.
—Soy Herbert, de Androides y...
—¡Ah!. Sí, dígame.
—¿Está usted trabajando ya?
—Sí, me aceptaron en U. S. Robots y...
—Vaya... ¿Con la competencia, eh?
—Este... Estoy en el Departamento de Robopsico-
logía...
—¡Ah!. ¿Y se encuentra a gusto?
—Este... Estoy contento con mi trabajo.

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—Ejem... ¿Podría venir a verme algún día?


—Con mucho gusto.
—Bien... Le espero, entonces. Gracias.
A los pocos días, al término de su jornada de
trabajo, Mr. Roberts se presentó en las oficinas de
Androides y Mecanismos Cibernéticos, Inc.,
aclarando al conserje que le había citado el Director.
—Un momento —dijo aquél, mientras marcaba el
número del teléfono interior de la secretaria del Jefe.
—Aquí está Mr. Roberts, que dice...
—Sí, ya sé. Dígale que suba.
Cuanto entró en el despacho de Dirección, Mr.
Roberts estrechó la mano que le ofrecía su antiguo
Jefe y se sentó enfrente, a una indicación de aquél.
—¿Qué tal por su trabajo? —le preguntó aquél.
—Muy bien. Estoy muy contento.
—Me alegro. ¿Sabe...? Me dio pena cerrar la
División de Robots Autónomos y despedir al
personal, pero no tuve otro remedio...
—Lo comprendo. Después de...
Se quedaron los dos unos instantes en silencio,
mientras el Director trazaba su estrategia.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Lo que no comprendo es cómo dónde está usted


ahora, han podido resolver el problema... —comenzó
diciendo.
—Este... Por lo que sé, eso viene de hace muchos
años.
—¿Sí?
—Verá... ¿Usted sabe cómo funciona un cerebro
humano?
—Tengo una idea... —comentó el Director, sin
comprometerse.
—El cerebro está compuesto de neuronas...
—Sí. Eso ya lo sé —exclamo Mr. Herbert, con
aire se suficiencia.
—Y estas neuronas, que son células diferenciadas,
son capaces de recibir una excitación eléctrica por las
dendritas y reenviarla por el axón.
—Claro. Eso lo sabe hasta un...
—El estado de reposo de la neurona alcanza los
55 milivoltios... —prosiguió Mr. Roberts, sin hacer
caso de su antiguo Jefe.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Sólo cuando alcanza los 70 milivoltios —con-


tinuó diciendo— es cuando trasmite dicho potencial a
la neurona siguiente.
Ahora Mr. Herbert afinó el oído. Algo sabía,
pero...
—Al principio, cuando el niño nace, las neuronas
no tienen ninguna información conceptual previa.
Sólo repitiendo procesos, como mover sus manos o
pies miles de veces, llega a establecer una
correlación.
Mr. Herbert asintió con la cabeza, más que nada
para animar a su visitante a que continuara.
—De esa forma, la experiencia es la base
fundamental, insustituible, del aprendizaje —terminó
de exponer éste.
Nuevamente se quedaron los dos en silencio,
mientras el Jefe meditaba sobre aquello.
—¿Y qué me quiere usted decir con eso? —pre-
guntó a continuación.
—Este... Qué hace muchos años, como le dije
antes, se fabricó el primer cerebro positrónico. Y el
único —aclaró Roberts, con aire de triunfo.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—¿CÓMO? ¿El único? No entiendo...


—Verá... Se fabricó el primero, a base de una
cristalización de platino e iridio... conseguida en el
laboratorio. Normalmente lo hacen en sistema cúbico.
Pero esa vez y no se sabe por qué, se cristalizó en
hexágonos, en forma de pequeñísimos cristales Es
decir, una variación politrópica no registrada.
Curiosamente, el paso de la corriente eléctrica de un
cristal a otro no se producía siempre, sino bajo ciertas
circunstancias, que podríamos asociar a un
aprendizaje.
—¿Quiere decir que los cristales aprendían? —ex-
clamó un asombrado Mr. Herbert.
—No es eso... —contestó Roberts, medio
sonriéndose.
—Dije que se podría asociar a un aprendizaje, es
decir... la repetición del paso de la corriente facilitaba
que se trazara algo parecido a lo que constituye una
red neuronal.
Roberts esperó a que su Jefe asimilara esto, para
luego continuar.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Se fabricó una gran cantidad, por


polimerización, una vez que se comprobó esa
particularidad... y luego, cuando se observó que
ciertos enlaces se mantenían estables... pues se
separaron pequeñas porciones del bloque principal...
que son ahora los llamados cerebros positrónicos.
—¿Quiere usted decir que en realidad, el cerebro
de los robots es uno sólo?
—Digo que son partes del original... Lo mismo
que ocurre con las células que se reproducen
desdoblándose.
—La cristalización —añadió—no se ha detenido.
Se fomenta a medida que se necesita más material
cerebral, que ya tiene la experiencia de años y años.
Mr. Herbert empezó a ver la luz en su cerebro...
—Entonces... ¿Se podría iniciar un proceso
similar?
Ahora Mr. Roberts se rió abiertamente.
—Imposible. El inicio de la primera cristalización
se debió a un error... de cuyo proceso, como le dije,
no se sabe cómo ocurrió. No se ha podido volver a

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

reproducir. Por esa razón, el bloque inicial se


conserva como oro en paño.
—¿Y entonces no se sabe que fue lo que falló?
—insistió el Jefe.
—Según dicen los químicos, no. Como
comprenderá, de esas particularidades no sé nada. Lo
mío es el Comportamiento.
—Sí, ya sé...
Mr. Herbert siguió pensando... Debía de haber
algún modo...
—¿Y de un cerebro robótico individual, no se
puede hacer una polimeración, como usted dice?
Mr Roberts volvió a reír, abiertamente.
—No... Tampoco es posible.
—¿Y cómo lo sabe?
—Este... Porque ya se ha intentado.
—Nuestros propios técnicos —añadió, al
considerarse ya un trabajador de la nueva
empresa— propusieron esa solución, para no tener
que depender del cuerpo matriz, pero... según las
pruebas que se hicieron, no guardaba la experiencia.
—¿Y eso, por qué? —quiso saber Mr. Herbert.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Pues... y ahí entra mi especialidad... Las nuevas


polimerizaciones, que químicamente se han conse-
guido... no reproducen los trazos neuronales.
—¿Tiene eso alguna explicación...en su
Especialidad?
—Claro... Pasa lo mismo que de padres a hijos...
Lo que saben los padres no lo recuerdan los hijos.
—Pero... ¿Y por qué del bloque matriz, sí?
—Pues... porque se separa una parte, que ya tiene
la experiencia. Es por lo que le dije ante de la mitosis,
que produce células completamente idénticas. Vamos,
que si fueran personas, mantendrían todos los
recuerdos.
—¿Y, separando partes de un cerebro positrónico
individual, de los que instalan en los robots, no se
consigue igual?
—Dañaría usted el cerebro robótico y lo haría
inservible, sin conseguir nada.
—No acabo de entenderlo.
Mr. Roberts se revolvió en su asiento. Quizá
estaba dando demasiada información del secreto
mejor guardado de su nueva empresa. Decidió
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

terminar aquella conversación, con una explicación


definitiva.
—Mire... Las relaciones neuronales de los robots,
por llamarlas de alguna manera, están establecidas en
la matriz original y se corresponden con lo que se han
llamado las Tres Leyes. Todo lo demás, hay que
enseñárselo, según la aplicación que se les vaya a dar.
—¿Y...?
—Es algo similar a los humanos, que venimos ya
con una sensación grabada de gusto-disgusto. Eso es
lo que nos lleva, nada más nacer, a lloriquear cuando
tenemos hambre o a que nos cambien el pañal cuando
lo tenemos húmedo, sin que realmente aún tengamos
conciencia de todo ello.
Mr. Herbert se quedó pensativo. Sí, parece que
todo eso encajaba. O sea que su empresa no podía,
definitivamente, hacer robots inteligentes. Sólo la
competencia, es decir, U. S. Robots lo había
conseguido. Y todo, por un error químico, ocurrido
un montón de años antes...
Mirando de reojo para la foto de su esposa, que
tenía encima de la mesa de despacho, le pareció que
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

ésta iniciaba, nuevamente, un gesto de triunfo.


Androides y Mecanismos Cibernéticos, Inc., a pesar
de su nombre tan explícito, no participaría nunca de
la Era de los Robots.

© Anselmo Vega Junquera,


16 de enero de 2015

33
UN ÚLTIMO RECUERDO DE MARTHA

Adhemar Terkiel

Martha.
El edificio frente a él era extremadamente alto,
tanto que se perdía entre las nubes y seguía
elevándose hasta alcanzar la estratósfera. Entró. Ya en
el vestíbulo, buscó dónde se encontraba el ascensor
panorámico, lo llamó y ascendió hasta el mirador
ubicado en el último piso. Superó la inevitable
sensación de vértigo que se siente en tales
condiciones, cosa que no fue tan complicada porque
estaba entrenado para ello. Allí quedó admirado
observando el distante paisaje; hacia abajo apreció la
misma vista azul que se vislumbra desde el espacio
exterior, cargado de nubes, praderas verdes, amarillos
desiertos y turbios océanos. Hacia arriba estaba el
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

inmenso cielo estrellado como nunca se podría ver


desde el nivel del mar. Pero, al apoyarse en el
pasamanos y mirar recto hacia abajo, sintió el furor
del vacío completo.
Tan extasiado estaba en la contemplación que no
reparó en lo húmedo que estaba el pavimento. Así fue
que resbaló yendo directo encima de la baranda. Giró
con la palanca que le hiciera la misma y cayó al
distante cielo interminable que había allí a sus pies.
Una inmensidad se extendía en la caída, al punto que
perdió la sensación y no logró percibir si estaba
subiendo o bajando. El descenso se convirtió en algo
desesperadamente inacabable. Eran minutos. No, en
realidad eran horas, o tal vez días, o meses, o años, o
siglos, o más. Gritó con desesperación, profiriendo un
terrible alarido sin fin.
Martha.
Despertó. Nuevamente tuvo una de sus reiteradas
pesadillas de cien años de duración. Estaba sudando a
la gota gorda. ¿Cómo me llamo? pensó. A esta altura,
eso ya no tiene la menor importancia respondió a sí
mismo. Estaba recostado en un catre duro, en una

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

pequeña habitación, tan claustrofóbica como todo


aquello que le rodeaba.
Poseía tan solo una mínima ventana circular
apuntando a popa. Con dificultad y torpeza ya que
aún no había logrado recuperar totalmente la
movilidad de sus músculos, avanzó hacia allí. Nunca
podría adaptarse a la falta de gravedad y a los
calzados con adhesivos que se pegaban al piso rugoso
al caminar, impidiéndole así la desagradable
sensación de flotar en su marcha.
Ya no se veían más esos dos puntos circulares
cada vez más diminutos que eran la Tierra y la Luna.
En cuanto al Sol, hasta ahora había sido el elemento
más brillante del firmamento, su último contacto con
el pasado. Ahora era una estrella más, imposible de
identificar a simple vista sin disponer de un mapa
estelar. Y no disponía de uno a mano.
Martha.
Cruzó la puerta. Un ambiente algo más grande,
con un amplio ventanal al frente junto a un panel
lleno de comandos inútiles. Seis puertas daban a la
parte posterior, una para cada miembro de la

36
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

tripulación. Tres de ellas se encontraban vacías, en las


otras dos estaban sus habitantes en un sueño del que
seguramente nunca despertarían. Y la restante era la
suya.
Sintió escalofríos. La órbita de Plutón había sido
ampliamente superada y el vacío se extendía hacia
delante como un abismo negro que les absorbía de
manera inevitable hasta devorarlos en su totalidad.
Este era el octavo despertar, es decir que llevaban
ochocientos años surcando el espacio, cada vez con
menores esperanzas de ser algún día rescatados.
Martha, Martha.
Pero Martha ya no estaba. Con seguridad, cierto
día comprendió que él ya nunca regresaría y que su
espera se convertiría en algo completamente inútil.
Habrá reconstruido su vida al lado de otro hombre
que la amara tanto como él. Juntos debieron haber
envejecido. Lo más probable es que haya tenido hijos
(siempre le gustaron los niños), y luego nietos, más
tarde bisnietos, tataranietos... Pero eso ya no
importaba. Si hoy mismo surgiera de la nada una
nave de rescate y los llevara de nuevo a la Tierra, no
encontraría rastro alguno de la descendencia de
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Martha. Dejó de pensar en eso, era un sueño sin


sentido que no valía la pena tener en consideración.
La humanidad se había olvidado de ellos hacía
mucho tiempo. Puede ser que después de tantos
desastres como ese, hubiera cedido ante la presión de
los opositores dejando de lado la exploración
espacial. O tal vez, una de aquellas tantas guerras sin
sentido haya terminado con la existencia del hombre.
¡Qué manera de especular! Lo único cierto era esa
soledad en que se hallaba sumido, y la carencia de
esperanzas para acabar con tal insoportable situación.

Los recuerdos volvieron a su mente. Hace una eterni-


dad había decidido ser Ingeniero espacial. Ese era su
deseo y su ambición. Entonces no consideraba la po-
sibilidad de convertirse en astronauta, y así se lo ha-
bía hecho saber a Martha. Se desvelaba por los qua-
sars, novas, agujeros negros y el descubrimiento de
mundos distantes, entre tantas otras cosas. Pero sus
pies seguían asentados en tierra firme.
También era el capitán y figura principal del
equipo de rugby de la universidad. Por consiguiente,
además de ser un brillante estudiante, era un gran
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

deportista. A ambas tareas se dedicaba con idéntica


devoción.
Fue uno de sus profesores quien le hiciera cambiar
de opinión. Decía que era un desperdicio que un
científico de sus condiciones, con su fortaleza física,
desaprovechara semejante oportunidad. Así fue
como, apenas graduado, realizó la solicitud para
integrarse a esa misión. La misma no parecía revestir
grandes dificultades. Consistía en salir a la
persecución y dar caza a un satélite meteorológico
que, afectado por un virus, se apartó de su órbita y
comenzaba a alejarse más allá de la Luna. Su tarea
como Ingeniero Espacial era la de reprogramar el
sistema informático del satélite para, una vez
culminado y en perfecto estado de funcionamiento,
reincorporarlo a su órbita asignada. Luego estaría
todo acabado y podrían regresar felices a casa, con la
satisfacción del deber cumplido.
Participó con gran entusiasmo del entrenamiento
durante los seis meses de duración. Eso resultó ser
algo similar a una experiencia surrealista en su
existencia. Parecía imposible estar viviendo una
situación así. Le dijo a Martha que ésta sería la
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

primera y última vez que viajaría al espacio, que con


sus ganancias, podrían armar una vida plena en la
Tierra. Ahora sí, haría lo acordado y trabajaría de
lleno en un observatorio astronómico. Pero él sabía
que llegado el momento, Martha jamás le negaría una
invalorable posibilidad de desarrollo profesional.
Llegó el día de la partida y con él, un sinnúmero
de ilusiones. Por fin estaba en el espacio ejerciendo
plenamente su profesión.
Pero todo iba a salir mal. Nunca alcanzarían su
objetivo. Al poco de partir, la fatalidad quiso que un
meteorito de escaso calibre penetrara en el fuselaje,
precisamente en la zona de máquinas. Era una
posibilidad en un millón, y justo les tuvo que pasar a
ellos. Un sinfín de microchips quedó de esa forma
arruinado y la nave continuó su viaje por inercia, sin
control alguno por parte de la tripulación. Junto con
sus compañeros, revisó los equipos tanto desde el
exterior con escafandras como desde el interior,
llegando a la conclusión de que no disponían de los
instrumentos necesarios para proceder a la
reparación. Estaban varados en el espacio, alejándose

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

de casa sin que hubiera ninguna posibilidad de


retorno.
El capitán citó a la tripulación y dijo;
—Bien muchachos, ustedes ya conocen la
situación. Los equipos de radio también fueron
afectados por lo que, aparte de estar solos, también
permanecemos incomunicados. En cambio, el aire y
los alimentos se mantienen en perfecto estado, lo que
nos da algún respiro. Lo más importante es que, en la
Tierra ya tienen que saber que estamos vivos por los
mensajes luminosos que les acabamos de enviar.
Desde unos cuantos observatorios, habrán visto las
señales, lo que nos permite albergar la esperanza de
ser rescatados algún día. Y no quiero que me
malentiendan. No estoy hablando de ninguna
quimera.
—Pero no disponen de la tecnología necesaria
para enviar una nave lo suficientemente veloz como
para darnos alcance y regresar sanos y salvos – objetó
la primera navegante.
—Es verdad, pero nuestra marcha es muy lenta en
relación a las distancias cósmicas. Al carecer de

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

equipos en funcionamiento, es imposible para


nosotros determinar nuestra velocidad y dirección,
pero sabemos que pasarán cientos de años hasta que
crucemos la línea de Plutón. Y para alcanzar la
estrella más próxima, si es que vamos en una marcha
de aproximación, va a pasar un eternidad según
nuestros esquemas temporales.
—Pero nos está hablando de cientos a millones de
años. Para entonces ya no van a quedar ni siquiera
nuestras cenizas. —Quien interrumpió esta vez, fue el
médico de a bordo. Con esta intervención, logró la
aprobación de sus compañeros.
—Cierto, aunque existe una posibilidad digna de
consideración. Disponemos del equipamiento para el
enfriamiento de aire, el cual no fue dañado. Lo que
propongo, si ustedes están de acuerdo, es congelarnos
en nuestros camerinos por cien años. Luego de
despertar, si no fuimos aún rescatados,
permanecemos despiertos por espacio de una semana,
y luego volvemos a congelarnos una centuria más.
No sé si alguien tiene una propuesta mejor.
Nadie la tenía, así que todos la aceptaron y
comenzaron de inmediato con los preparativos.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Adiós Martha.

Vino el primer despertar y junto al mismo, llegó la


primera de una serie de grandes frustraciones. El pen-
samiento inicial que afloró en su mente fue para Mar-
tha. Pero eso era completamente inútil, había pasado
mucho tiempo y Martha ya no podía seguir con vida.
Al comprobar que nadie llegó en ese lapso
temporal a rescatarles, comenzó la primera gran
depresión en sus tan alicaídos ánimos. El capitán
(quien parecía en ese entonces ser el más optimista)
intentó imbuirles nuevos pensamientos positivos al
recordarles que el tiempo trascurrido tal vez no haya
sido suficiente para el progreso tecnológico
necesario.
Pero, el siguiente despertar acabó por ser algo por
completo deprimente. Estaban cada vez más lejos y
más solos. Por las ventanas se veían dos círculos más
y más pequeños, reduciéndose hasta ser tan solo dos
puntitos insignificantes. Y el Sol cada vez más
diminuto amenazaba con seguir la misma suerte
frente a sus ojos. No hay antecedentes de
tripulaciones que hayan vivido una situación
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

semejante y, aunque la hubiera, no se podría alcanzar


a conocer los efectos de semejante aislamiento en la
psiquis de los individuos.
Pobre Martha.
La angustia se vuelve total y es muy contagiosa.
Si logramos sobrevivir a ella, la locura pasa a ser
inminente. Y no se puede hacer nada para combatirla.
Luego del tercer despertar y, aún sin novedades
del rescate, comenzó la tragedia. El Técnico en
comunicaciones se puso el traje espacial, entró en la
esclusa de descompresión y se dejó llevar por la
inducción al vacío. Los demás lo vieron por una de
las ventanillas, alejándose hasta perderse de vista en
el estrellado firmamento, saludando con el brazo,
diciendo un adiós póstumo a sus últimos camaradas.
Nadie tuvo la oportunidad de salvarlo.
El siguiente caso fue en el cuarto despertar y
resultó mucho más patético. La primera navegante, la
chica más hermosa que hombre alguno pudiera
imaginar y el sueño imposible, el centro de todas las
fantasías sexuales de los otros miembros masculinos
de la tripulación, penetró en la esclusa sin escafandra

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

y la abrió. Entonces, la descompresión la hizo estallar


en mil pedazos, quedando sus restos amorfos e
irreconocibles pegados a las paredes sin que hubiera
alguna posibilidad de limpieza. De esa forma,
quienes aún permanecían con vida, no intentaron
nunca más abandonar la nave, nadie soportaría
presenciar semejante espectáculo.
Luego fue el turno del médico. Lo encontraron
flotando en la sala de mandos rodeado de una gran
mancha de sangre dispersa por todo el volumen de la
habitación. Se había cortado las venas. Al doctor lo
pudieron sacar de la nave a través del ducto de
residuos. Éste era lo suficientemente ancho para que
entrara un cuerpo humano en él. Pero su sangre
siguió recorriendo los distintos ambientes de la nave
sin que supieran qué hacer para retirarla.
Por último, el capitán y la segunda navegante
enloquecieron. Comenzaron a desvariar, hablando de
más y diciendo todo tipo de incoherencias. Solo
quedaba una persona que mantenía la cordura entre
los tres sobrevivientes.
Martha, ayúdame si me escuchas.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Tuvo que tomar una determinación drástica. Los


sedó y condujo a sus respectivos camerinos activando
el congelado, sin hacer funcionar la programación
requerida para el despertar. De esa forma se aseguró
que no harían ningún disparate cuando abrieran los
ojos. A menos que sucediera algo inesperado, ya no
lo harían.
Y el se acostó a dormir por cien años más. Fue el
octavo sueño, la octava pesadilla, el octavo recuerdo
de Martha. También fue su última oportunidad de
mantenerse lúcido.

La soledad tan deprimente era su peor compañía. Le


martillaba el cerebro y le hacía sentir que sus men-
guadas fuerzas lo terminaban de abandonar. Veía imá-
genes de su distante pasado en la Tierra, personas que
ya no estaban y que parecían dirigirse a él con las
mismas palabras que se usan ante quien tenemos nor-
malmente a nuestro lado. Por el ventanal veía pasar
una amplia variedad de animales fabulosos, superio-
res a los que podría imaginar la mente más alucinan-
te. Ahora los encontraba también a su alrededor, en el
cuarto de control. Aquello se tornó cada vez más in-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

soportable. Su cerebro parecía a punto de estallar. Es


una sensación terrible la de estar enloqueciendo y ser
conciente de ello, sabiendo que nada podemos hacer
para evitarlo. Debía actuar ya, antes de perder su últi-
mo vestigio de lucidez.
Reprogramó su próximo congelamiento. No tenía
sentido hacerlo como de costumbre, por cien años.
Podría tal vez hacer que durara ochocientos. Esto
parecía ser bastante más lógico, pero pensándolo
bien, no tenía la más mínima razón de ser. Las voces
que le hablaban eran más drásticas, le decían que
debía apretar el botón de autodestrucción y acabar de
una vez por todas con aquello. Pero, así no habría
ninguna esperanza de futuro para él; eso no lo podría
aceptar. Tal vez dormir para siempre como sus
compañeros. Era lo mismo que morir. Pero quedaba
la remota posibilidad de ser encontrados algún día
por una civilización extraterrestre que los devolviera
a la vida. Eso sería como un nuevo despertar del
hombre.
Se levantó y observó por los visores de las
puertas, a sus dos compañeros congelados. La
segunda navegante era una mujer fea e insulsa que no
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

poseía ningún atractivo para los hombres. Resultaba


paradójico que justamente ella pudiera llegar a
convertirse en la madre de una nueva humanidad.
No pensó más. Sus últimos tramos de cordura
estaban en juego y ya no podría tomar nuevas
decisiones racionales a menos que lo hiciera ya.
¿Volvería a soñar como las otras veces? Esperaba
que no; sería terrible de considerar el infierno de una
nueva pesadilla, ahora eterna. Y así fue como se
despidió de la vida, acostándose a dormir en su
camerino y llevando consigo un último recuerdo de
Martha.

© Adhemar Terkiel,
19 de enero de 2015

48
EL PANEL PRODIGIOSO

por Anselmo Vega Junquera

—¿Ya está listo? —preguntó el Director al químico


que había entrado en su despacho.
—Así es. Puede usted ir a verlo, ahora mismo —le
contestó éste, mientras sonreía, complacido.
Se levantó aquél y se dirigió, con paso decidido y
seguido de su subordinado, por el largo pasillo de In-
dustrias Avanzadas S. A. hacia la sala de demostra-
ción.
—¿Es eso? —inquirió, mirando fijamente hacia un
panel de color lechoso, cuadrado, de unos dos metros
de lado, que estaba soportado por dos caballetes me-
tálicos en un lateral de la sala.
—Si, eso es. De momento no le hemos dado color,
pero puede fabricarse en gris acerado, negro...
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

El jefe lo observó con detenimiento. Parecía bas-


tante sólido. Sabía que era un aglomerado molecular,
conseguido tras un complicado proceso, pero desco-
nocía más detalles. Se acercó despacio y posó su
mano sobre él. Estaba frío.
—Es sólo una sensación —observó el técnico, ade-
lantándose al posible comentario de su superior.
Éste afirmó con la cabeza, mientras desplazaba su
mano por toda la superficie. También era rígido al
tacto. Y no tenía asperezas...
—¡Déle un golpe! —dijo, de pronto, el químico.
—¿Un golpe? ¿Fuerte?
—Bueno, no tan fuerte que se haga usted daño...
El Director se miró la mano, que cerró instintiva-
mente. Luego, con un calculado movimiento, lanzó
su puño contra aquella superficie.
—¡Ay! —exclamó, mientras se frotaba el miembro
dolorido.
—Ya le advertí... ¡Es duro!
Pasaron unos instantes mientras se rehacía. Luego
se volvió hacia el técnico.
—Bien. ¿Y qué más?

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Ahora apoye su mano contra él y presione muy


suavemente.
El directivo le dirigió una torva mirada, que el otro
captó, sonriente.
—No se preocupe. No va a hacerse daño...
Con precaución, puso su mano sana sobre la super-
ficie y empujó muy ligeramente...
—¡Dios! —exclamó, mientras advertía que se hun-
día en aquella superficie lechosa. Y con toda la celeri-
dad que pudo, la retiró precipitadamente.
El técnico amplió su sonrisa. Siempre ocurría igual,
la primera vez.
—Señor, le presento el primer sólido no newto-
niano jamás sintetizado.
—¿Y eso significa que...? —preguntó el Jefe, aún
no repuesto de la sorpresa.
—Es elástico a baja velocidad, pero rígido si se
quiere atravesar de golpe.
—¡Qué interesante! ¿Y para que sirve?
—Bueno... eso es lo que no sé. Nosotros sólo nos
encargamos de producir nuevos materiales. Luego,
los de Comercial le buscan una aplicación.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

El director se quedó callado, mirando fijamente


para aquella especie de pared opaca. El técnico apro-
vechó entonces para hacerle una nueva demostración.
—Se puede entrar y salir por él, como si fuera una
puerta.
—¿Si?
—Así es. Fíjese usted.
Y uniendo la acción a la palabra, el químico se diri-
gió al panel y, con lentitud, lo atravesó limpiamente,
desapareciendo al otro lado del mismo, mientras en
su superficie no quedaba ningún agujero.
El Director de Industrias Avanzadas S. A. por poco
se desmaya. Aquello parecía una brujería. Pero era
sólo tecnología punta y su empresa lo había consegui-
do...
Al poco asomó la punta de la nariz del técnico, se-
guida de todo su rostro y su cuerpo. En un santiamén
ya estaba de este lado.
—¿Así de fácil? —exclamó el Director.
—Sí, así de sencillo —contestó aquél, con satisfac-
ción, ya que era quien había conseguido la fórmula de
aquel material prodigioso.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Ahora sí que el jefe inició una sonrisa. Aquella


substancia podía tener muchas aplicaciones. Por
ejemplo, corazas, chalecos antibalas para la policía...
—Sólo hay un problema. No la podemos curvar —
aclaró el técnico.
—¿Entonces, sólo sirve para superficies planas?
—Eso es. Planas y no más de dos metros cuadra-
dos. Si es más, se desintegra.
La desilusión se hizo patente en el rostro del Direc-
tor, que ya se imaginaba produciendo aquel material
para todo tipo de usos.
—Bueno, no importa... Con dos metros se pueden
conseguir muchas aplicaciones... Además, a base de
juntar pequeñas secciones... Bien —continuó— ahora
tenemos que patentarlo... ¿Qué nombre le pondre-
mos?
Se quedaron los dos pensativos unos instantes,
mientras que por la imaginación del Director pasaban
diversas variaciones... ¿Metal traslúcido? ¿Superficie
permeable...?
—¿Qué le parece... Panel Prodigioso? —se aventu-
ró a opinar el químico, dirigiéndose a su superior.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Aquél se quedó mirando para su


subordinado...Vaya, no estaba mal el nombrecito. Pa-
nel Prodigioso... Panel Prodigioso... ¡Sí!
—Perfecto. ¡Me gusta! —exclamó el Director,
mientras le daba una palmadita en el hombro.
—¿Quién sabe más de esto? —preguntó de pronto.
—Pues... Sólo mis dos ayudantes. Ya sabe que todo
lo llevamos reservadamente.
—Muy bien. No diga nada hasta que esté patenta-
do. Guárdelo y ya le avisaré.
—De acuerdo. Así lo haré.
El Director salió de la sala de demostración en si-
lencio, pensando en las aplicaciones posibles de aquel
nuevo material. Era algo único en el mundo, de eso
no tenía la menor duda. Su empresa habían consegui-
do algunas mejoras, pero aquello del... ¡Panel Mara-
villoso!..superaba todas las expectativas.
De acuerdo a su cargo, empezó a pensar en térmi-
nos económicos. Los miles de millones de beneficios
posibles casi ofuscaron su mente. Seguro que en toda
la historia de la Compañía no habrían ganado tanto
como preveía con aquél nuevo material. Se imaginó
ya la fábrica que construirían para su producción.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

¡Naves inmensas, para dar cabida a la demanda mun-


dial! Hasta quizá le subieran a él a la categoría de
Consejero Delegado. O mejor, un royalty por cada
metro cuadrado elaborado...
El Director ya se veía rico y encumbrado. Se sentó
despacio en el sillón de su despacho y contempló, con
una incipiente sonrisa en sus labios, la fotografía de
su esposa, que tenía en un portarretratos, encima de
su mesa. ¿Conque creías que no llegaría a triunfar,
eh? le dijo, con un movimiento imperceptible de la-
bios.
De pronto sonó el teléfono interior. ¿Quién llamaría
ahora?
—Diga...
—Soy el químico, señor...
—Diga, diga...
—Tenemos un problema.
—¿Sí? ¿Cuál?
—Verá... entró uno de mis ayudantes para llevarse
el panel y...
—¿Y...?

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Pues... que traía en la mano el bocata de las once,


con un sobrecito de kétchup para echarle, pues no ha-
bía tenido tiempo...y...
—¿Y...? —quiso saber más el ya un poco preocupa-
do Director.
—Pues... que al apretarlo, salpicó el panel...y...
—¡Por Dios! Termine de una vez...
—No sé cómo decírselo... El caso es que el panel
empezó a disolverse...
—¿Con el kétchup?
—Sí... Luego me acordé que mi esposa lo usa para
quitar la costra cuando se le quema algo en la olla.
—¡No puede ser!
—Sí, señor director... Es un remedio casero, que se
lo dijo su madre y a ésta su abuela...
—¡Basta! —El silencio se hizo sepulcral en el des-
pacho de Director. ¡Adiós sus sueños de grandeza!
Porque si un simple sobre de kétchup lo disolvía, ni
corazas ni chalecos antibalas se podrían hacer con
ello, ni servía para nada.
—No diga usted nada. Que nadie se entere de nues-
tro fracaso —le ordenó—. ¿Cuánto tiempo le llevará
solucionar... eso?
56
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—No lo se, llevamos trabajando seis años en el


concepto... habrá que reformular, resintetizar... míni-
mo meses..., otro par de años, al menos... ¿Oiga? ¿Si-
gue ahí?
El Director, con un gesto lleno de desilusión, cogió
la fotografía de su esposa y la puso boca abajo, pues
le pareció que una sonrisa perversa se había empeza-
do a formar en los labios de ella.

© Anselmo Vega Junquera,


3 de febrero de 2015

57
LA MÁQUINA DE VENCER

por Dante De Marco

La rampa asciende interminablemente. Conduce a la


muerte. La de uno de ellos.
La iluminan: globos de gel fijados al tosco muro;
mas acentúan la claustrofobia.
La rama: concluye en el cerco ovalado de la arena.
La espían millones de ojos en toda la Galaxia. Ávida-
mente. Algunos, los MUY PRIVILEGIADOS, in
situ. La mayoría, por medios artificiales: telepresen-
cia, virtuRE, soligramas.
La Galaxia: sedienta de sangre, violencia y muerte.
Los gladiadores que la van a surtir: poseen un eleva-
do cometido social; con el duelo singular, suplen la
guerra, que desbarataría la armonía de estas estrellas.
—Aún puedes retirarte.
58
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Imposible —niega ella. La cuesta hablar. El mie-


do oprime sus órganos. Su garganta. Jadearía de páni-
co. Mas se obliga a mostrar entereza. No muestres
debilidad ante este monstruo, se disciplina—. Nod
depende de mí.
Además, mi honor me lo impide. —Punzante—:
¿Sabes lo que es?
—Lo que va a matarte —confirma Héctor, el inven-
cible. Ella se repone de la sorpresa, soportando este
primer ataque de parte del... humano—. Porque lo
haré.
Diena le arroja una encendida mirada gatuna; pupi-
las dilatadas. Piensa retrucarle: O te mataré yo.
Pero opta por callar al valorar nuevamente al adver-
sario.
Héctor: un primitivo dios de violencia. De pasiones
básicas. Tiene ALGO que lo destaca conspicuamente
del resto.
Es delirante leyenda urbana gracias a ese ALGO:
pasión, garra, estilo, clase... Difícil precisarlo, aun
junto a él. Tras años de duelos: invicto. Es monoma-
níaco del triunfo. Se aparea con la victoria en un le-
cho compuesto por las víctimas aniquiladas en liza.
59
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Cuesta contabilizar cuántos mundos conquistó o de-


fendió.
En boxes resonaban: las leyendas urbanas.
Ni el matraqueo mecánico de las retroarmaduras al
ajustarse, el hedor espeso del miedo, la ansiedad y la
balbulina, las sofocaban. Otra Temporada. Héctor
despertó del criosueño dispuesto a revalidar su imba-
tibilidad. Y no está un solo día más viejo que la pri-
mera vez que salió a la palestra, nadie recuerda ya
cuándo.
Ni menos feroz.
Cuentos, desdeñó el entrenador de Diena. Héctor
es mortal. Conforme con que el Coliseo parece hecho
para él y demás. Pero debe ser viejo. Tú eres joven,
rápida, ágil. Él es tosco. Olvida las leyendas urba-
nas. Nadie puede ya discernir los hechos de las fan-
tasías, ¿entiendes?
Diena: supo discriminarlas durante el ascenso.
Advierte la implacable voluntad e innata fuerza de
Héctor, potencia orientada hacia un punto. Irradia
energía, como un aura. No es en absoluto sutil, o ele-
gante: un rostro feo, como descantillado de un pedazo
de granito, arañado con cicatrices de viejos sufri-
60
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

mientos, cuerpo macizo enfundado en una retroarma-


dura equilibrada por doquier, funcional, sin ornamen-
tos. Ojos grises.
Invicto, recuerda su angustia. Acabaré con él. Pue-
do, ¡PUEDO! ella se defiende.
—Nada personal —añade él—. Sólo trabajo.
—¿Sufres remordimientos, Héctor? —lanza ella es-
pontánea. La mira. Difícil atisbar emoción en sus ojos
—. Los conocerás, ¿no? —Héctor cabecea afirmati-
vamente. Otra sorpresa—. Mi planeta será conquista-
do por otra raza si pierdo. Por eso luchas. Por ellos.
—Pausa. ¡Qué rampa, interminable! odia su fuerte
anticipación—. No sólo matas al gladiador: ¡aniquilas
su mundo!
—Lo sé. Pero... así son las cosas. Y me gusta ganar.
—Ah. Claro. La victoria —murmura, defraudada.
Ella siente una terrible desazón sajar su ánimo. Qué
simple: Me gusta ganar...
Encadenaron exitosamente una compulsión vital
(por la cual Héctor se emplea a fondo) con un sórdido
propósito.
Fracasé: Héctor es insensible. Inatacable desde el
aspecto moral.
61
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

La arena devastó sus emociones tras tantos duelos.


Las asó con el resplandor de hojas pulidas.
Vislumbran el fin de la rampa: un rectángulo bri-
llante. Esa luz hace relucir los rieles del aura antia-
gresión que divide la cuesta. También evita el uso de
trampas.
—No hice las Leyes —ella advierte que le irrita ha-
blar. ¿Lo desconcentra, o acaso lo obliga a asumir la
existencia del ser a su lado, sus sueños, angustias,
miedos...?—. Existían antes que nosotros. Pretenden
impedir devastadoras guerras interplanetarias.
—Sé la historia. Tras la Guerra Económica, que
causó tantas muertes y miseria en la Galaxia, crearon
esto —palmea irritada el muro—: ¡el Coliseo! Cuan-
do un planeta, Corporación o Nobilato codicia un
mundo, en vez de emprender una guerra, lucha aquí.
Sabiduría comercial: mínimo gasto/esfuerzo, máximo
beneficio. —Ahora anhela la longitud de la rampa.
Un minuto de vida, es vida. El ascenso, lo brindaba.
La arena está AHÍ MISMO. Hiede a muerte—. Las
Leyes son la religión. Tú, Héctor, su dios.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Cuentos —Héctor esgrime hosca sonrisa—. Si te


ayuda, habla. Tu charla es educada. No como la de
Telus. ¡Bravucón insoportable!
—¡No quiero TU piedad! —estallan sus nervios—.
¡No la NECESITO! ¡Soy la mejor gladiadora de Nod!
¡ La chica milagro, me llaman! ¡Te mataré, ganaré
nuestra libertad y nadie jamás osará conquistarnos!
—Bien: he ahí la arena —invita parsimonioso—.
Demuéstralo.
La impide replicar al dar el paso que lo hace todo
irreversible.
Entra en la arena.
Se cala el casco de larga crin equina, notándolo.
Héctor carece de ciberimplantes y estimulantes ta-
lámicos de odio, al contrario que la esbelta chica-gato
de ojos felinos y nariz de cartílago superpuesto. Se
tiene a sí mismo, la fe inquebrantable en sus posibili-
dades y su obsesivo impulso de VENCER.
Pero: lo percibe. Y cómo. Innumerables gargantas
jalean al verle, enardeciendo el ambiente, sofocando
la atronadora megafonía, bombeándole una fuerza fa-
nática. Casi tangible. Lo baña: en oleadas. Una sola,
nuclear y ardiente pasión en las mentes.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

¡¡HÉCTOR!!
Podridos hijos de puta, piensa despectivo. Alza el
hacha de dos filos y robusto mango óseo laminado
con titanio. Gira sobre sí, barriendo con la mirada el
vasto Coliseo. Gradas abarrotadas. Convulsivas. De-
generadas. Pantallas desmesuradas.
Equipos de holografía y telepresencia: en ON.
La bulbosa cámara flotante se adhiere a él; otra, a
Diena.
Grabarán para un Cosmos anhelante el más míni-
mo-nimio de sus gestos.
Hipócritas. Deploráis la violencia. La reprimís en
vosotros con mantras y cirugía. Habláis de ética, mo-
ral y conceptos sublimes. ¡Chuminadas! Aquí estáis,
agolpados, viviéndolo en directo. O inyectándolo a
vuestros sesos por telepresencia, con estimulador cor-
ticoidal, enchufados a todo mecanismo deshinibidor,
sin sombra de esa moral suprema que predicáis y
hace elevado al individuo.
Bárbaros primitivos. Sádicos carniceros. Ávidos de
sangre y masacre.
Ansiosos de los escalofríos producidos por la bruta-
lidad y el asesinato.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Y soy el mejor en provocároslos.


Más que Telus, la Violencia Carmesí, la sádica má-
quina orgánica asesina. Allá, en las gradas: lo destaca.
Sonríe despectivo, rodeado de acólitos. La rivalidad
entre ellos: histórica. Pulsa patente ahora.
Las Leyes una religión.
Héctor su dios.
Con billones de acólitos.
Incita a Diena a dar el paso. Poner hechos, no pala-
bras, sobre la arena.
Los nods en las gradas: explosión de vítores.
—...se cala el casco —describe el comentarista en-
chufado a varias máquinas y pantallas—. Entra en la
arena. Héctor y Diena, de Nod, se dirigen a la Torre
Palco Cero para presentar sus respetos al Gran Kadd.
Este combate inaugura la Temporada.
Diena defiende Nod de la pretensión colonizadora
de Iipov, raza anélida comercial que ha contratado a
Héctor. Ella ha sido descrita como la chica mila-
gro. Su currículum es impresionante. Destacó tras
una brutal selección. Ha recibido la mejor instruc-
ción, la cibernética y el neurosoft autorizados para
este lance.
65
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Héctor sigue sin utilizarlo, como es habitual. Están


ante la Torre Palco Cero. Alzan sus armas: Héctor,
hacha; Diena, tridente...
—Tengo MIEDO —reconoce Diena.
Se cala el casco hermético dotado de climatizador.
La da aspecto élfico.
Se conectan los neuroimplantes de sienes y nuca.
Un chorro neto de odio la inunda. Vigor estimulado al
tálamo: mediante microondas.
¡Todo Nod emite colectivamente! La arropan, forta-
leciéndola.
Su entrenador irrumpe en su cerebro por radio. La
aconsejará. Ahora: chequea sus constantes.
—Calma. Reduce el flujo de adrenalina —instruye
el áspero rostro encuadrado en su visión expandida. A
la derecha. Arriba—. Todos estamos contigo, ¡todos!
Sagrada Bastet, ¡qué inmensa responsabilidad car-
gan sus hombros!
—Héctor es una masa. Fuerte, pero lento. ¿Recuer-
das? ¡Aprovéchalo! Eres pequeña, ágil, rápida. Róm-
pele una rótula. El resto será fácil. Es un bruto, nada
más.
—Sí. Un bruto. Sí.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Diena se pregunta: ¿Habrá más como Héctor? Hu-


manos. Y ¿todos son como él?
¿Imaginas un mundo infestado de ellos... de huma-
nos? ¡Terrorífico!
Están ante la majestuosa Torre Palco Cero: hormi-
gón de búnker y triple capa de metacril. Una burbuja
blindada la corona. Dentro: el Gran Kadd. Amorfo,
amarillo, macilento. Flota en un líquido más bien es-
peso. Lo respira, le nutre. Acepta su saludo.
Luego, extiende una mano de dedos romos, verru-
gosos, hasta un sensor.
Observan los discos: luz roja encendida; verde,
apagada.
El gesto: enciende la verde.
Gritando salvajemente, Diena proyecta su puño al
cuello de Héctor.
Las Leyes son estrictas sobre el armamento: cuchi-
llos, espadas, porras, hachas...
Quieren objetos punzantes/cortantes/lacerantes que
destrocen, dañen, hieran, desgarren, rompan, maten
cruelmente. El duelo: debe durar, y ser sangriento.
Hay muchos vicios bestiales que aplacar; bastantes
ansias asesinas reprimidas que desfogar.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

El Absoluto Juez del Reglamento, Totalmente Im-


parcial (un neurochip lo garantiza) equilibró las re-
troarmaduras para hacer la lucha larga, justa y sangui-
naria.
La Galaxia acumula en dispositivos ansiedades,
odios, beligerancias. Así, logran aparentar superiori-
dad moral ante razas más primitivas. Luego descar-
gan tanta inhibición sobre sus gladiadores favoritos
durante los veinte días de la Temporada.
Diena cuenta con dicha ventaja (todo el ODIO car-
ga sus músculos y reflejos); Héctor la desprecia.
En su interior tiene cuanto necesita.
Bloquea el golpe con el antebrazo. Las corazas cho-
can, trepidan. Crujen los servos y mecanomúsculos.
Ataca con el hacha; ella la esquiva.
Azuza con el tridente. Buenísima. Lo obliga a des-
plegar el broquel del antebrazo.
Giran. Buscan fisuras en sus defensas. El punto dé-
bil, terminal. Diena extiende su broquel. Ataca. Héc-
tor desvía el golpe con el hacha.
El público ruge; pide ¡masacre Masacre MA-
SACRE!

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Héctor castiga a Diena. El hacha retumba como un


martillo gigantesco sobre la fragua del caos, templan-
do la espada Devastación. Agrieta el broquel. Ella
rueda por la arena. Es química, especial. Absorbe con
obscena sed la sangre, toda humedad.
Héctor la odia; la considera impúdica.
Diena se recupera. Pugna por romper a Héctor una
rótula. ¿Cuál? ¡¿Importa?! ¡¡Rómpela e incrústale el
tridente en la cara!! ¡¡¡Revuelve sus sesos!!!
El entrenador fríe su cerebro. ¡Demasiadas estrate-
gias vía neurosoft! ¡A la vez! ¡Me aturden, Bastet!
Golpea débilmente una rótula. Héctor trastabilla. Lo
pone a la defensiva. Se aleja, plegándose. Qué pavo-
roso espectáculo.
Parece erizarse de púas, acumulando poder.
Su fallo no merma el entusiasmo de los nods; in-
yectan en Diena un variado y picante juego de emo-
ciones vía satélite. ¡Redujo a Héctor a esta masa cau-
telosa! ¡SÍ!
Contienden. Golpes atronadores, potentes, malig-
nos. Uno tras otro Otro OTRO.
Héctor logra desarmarla. Diena enloquece de páni-
co. Carga con el broquel a plena potencia mecánica
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

contra él. Esquiva un hachazo al cráneo: por pura


suerte.
Impactan. ¡Estruendoso choque! Héctor, al suelo.
Diena corre por su tridente.
Aullido brutal, conmoción galáctica. El Coliseo
emite a toda la Galaxia en plenoRE vía satélite sin
cortes publicitarios, ni interferencias y calidad Blu
Ray Plus.
Diena: ¡empuña el tridente! Atisba esperanza. ¡No
perderé, ni hablar!
Aspira una bocanada mentolada sabor ilusión. El
climatizador del casco y el nanoporo absorbente de la
coraza la mantienen fresca, seca, al total de capaci-
dad. ¡Vamos, Héctor! ¡Hoy harás Historia: MORI-
RÁS!
Ataca velozmente; pugnan con denuedo. Alzan
grandes olas arenosas. Los implacables golpes se su-
ceden con mortalidad Nivel MED. Diena exprime sus
recursos (instrucción, software, consejos) esperando
aumentar su eficacia; repasa mentalmente cuantas pe-
leas de Héctor tiene almacenadas en sus hirvientes se-
sos.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Se le anticipa, frenándole. Conoce sus trucos. To-


dos.
¡Él carece de tal ventaja! ¡Jamás me vio luchar!
Ansia y esperanza: se enlazan en su mente. Lograré
matarlo.
Lucha por dinero; algo vil, bajo. Mi causa es noble.
¡Eso me dará la victoria!
Una finta le arrebata el hacha. La arena intenta ab-
sorberla infructuosamente.
Las abarrotadas gradas: tiemblan con el clamor.
¿Podría ser que Héctor...?
Héctor ignora su hacha: posee otras armas. Ruge.
—¡Vamos, puta! ¡Ven a por mi corazón, si te atre-
ves!
Diena avanza. Está: pletórica, fresca. Apenas jadea.
Emplea su tridente como la triple punta de su furia.
Espera romperle coraza y corazón. Héctor desvía el
ataque con el broquel. A continuación, golpea a Diena
con él. Implacablemente.
Una y otra Y Otra Y OTRA vez. Cada golpe: un es-
tampido ensordecedor.
La multitud aúlla enloquecida. Estremecen las den-
sas rocas del Coliseo.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

¡HÉCTOR, ES HÉCTOR! ¡ÉL ES ESO, GENUI-


NO!
Los golpes rajan su broquel, la coraza de Diena.
Astillas de blindaje revolotean por el aire. Algunas
emiten fugaces destellos.
Diena cae al fin. La derrota su maniática fuerza.
Golpea retumbando el suelo. Chasquea la astillada re-
troarmadura, abollada su bella manufactura artesanal.
El griterío cesa. La multitud: tenso animal expec-
tante. Huele lo que vino a ver.
Acuciada por una irritante ciberórden, Diena inten-
ta incorporarse. Héctor le da una patada despiadada.
El dolor acuchilla sus nervios. ¡Me dijeron que no lo
sentiría; el diseño lo anulaba! Pero ¡aquí está Aquí
Está AQUÍ ESTÁ haciéndome sangrar!
Grita. Jadea; igual tiene profusas hemorragias.
Otra patada.
Los noditas se incorporan en las gradas: un terror
glacial, sin fin-sin fin, los invade, paralizándolos. Ex-
prime sus vísceras.
El entrenador no logra activar los adrenilizadores
de emergencia por control remoto. Diena en vano in-
tenta desconectarse del pánico colectivo que multipli-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

ca el suyo, confiando abrir una ventana, mínima-ni-


mia al menos, hacia la supervivencia básica, una es-
peranza de vida. ¡Este terror entorpece de tal manera
sus reacciones...!
¿Por este motivo él no usa estimulantes
talámicos...?
Héctor recupera el hacha. Avanza con cautela vete-
rana: Diena puede fingir un daño masivo, y agredirle
con un arma semilegal oculta en la manga. Un virus,
o ácidos inoculados desde falsas glándulas, indetecta-
bles al escáner gracias a la GENEmod.
Depreda sus gestos. Confirma: estás tocada de ve-
ras, hermana.
Ella pugna por incorporarse. La tumba de otra pata-
da. Planta su bota blindada sobre el torso de Diena.
Un alarido apremiante renace en las gradas, fenecien-
do en el instante que alza el hacha. Contienen el
aliento.
Tensión galáctica: bordeando el orgasmo.
¡IUGULA, HECTOR! estalla entonces en las gra-
das, repetido in crescendo.
—¡Piedad, Héctor! —suplica la chica milagro. Sa-
bor a sangre en el paladar.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

A lágrimas en la garganta.
El Gran Kadd no conoce la piedad. Su gesto: lo
confirma.
Héctor da un golpe seco, terminal.
El estruendo casi agrieta el Coliseo.
—Tu sacrificio será vengado. Te lo juro —susurra
Héctor.
Alza la cabeza cercenada. La muestra a la cámara.
Sacia a los bastardos.
Aquí tenéis, mamones, piensa inhalando furioso.
Rebañad hasta la última gota, gozad en vuestra pleno-
RE esta ejecución. ¿Saciado el morbo?
¿Os excita saber que su muerte condena un mundo?
Alza el trofeo hacia la Torre Palco Cero. El Gran
Kadd hace el habitual y gastado gesto que le concede
la victoria, el motor principal de Héctor, su único mo-
tivo de vida.
Conserva la cabeza. Regresa con ella a boxes.
La chica milagro merece el más digno, respetuoso
sepelio.
La arena absorbe ávida la sangre derramada abun-
dantemente por las arterias seccionadas. Héctor odia
verlo.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Anuncian otro combate. Sin compasión, retiran el


cadáver de la arena.
Mas el griterío perdura. Late, como un obsceno co-
razón.
Clamando cada vez más alto.
Estremeciendo las estrellas con su nombre.

© Dante De Marco,
23 de marzo de 2015

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IMPERIO DECADENTE

por Luis Antonio Bolaños De La Cruz

SOLITARIO EN TRANSICIÓN O EL IMPERIO YA


NO LAS TIENE TODAS CONSIGO

Combate

Mientras el viento arroja partículas de sílice contra


mis campos aislantes, los microtúbulos cerebrales
aún no se recuperan de la conmoción, es cierto que la
ráfaga de energía apenas si rozó el yelmo, pero siento
que los efectos acumulados potencian la ola de fatiga
que amenaza con sumergirme en la inconsciencia.
Atrás, en la memoria temporal, quedan los pantalla-
zos que muestran a los miembros de la patrulla caí-

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

dos, ahora subsisto como su representante de misión


y no se me ocurre de qué manera coronarla, en oca-
siones el camuflaje de mi loriga de escamas ganoi-
deas vibra y centellea por los desperfectos, propician-
do que cualquier cazareflejos sobrevolando el campo
de enfrentamiento me ubique y advierta a un tirotea-
dor que enfile su batería automática —o peor aún a
un trooper — contra las coordenadas topadas en su
visor.
El cansancio me atosiga y me auto-convenzo que
no sucederá evento aciago alguno si me acurruco
contra la ladera por un ratito. Doblo las bisagras y me
arrodillo antes de rodar, exhalo un suspiro que lleva
carga diversa y me dispongo a olvidarme de lo ocurri-
do, pero ¿cómo lograrlo? si mis neuronas excitadas se
encargan una y otra vez de repetir las secuencias des-
tructivas sin que los neurotranquilizadores logren ais-
larlas y reducirlas a pinceladas abstractas casi ininte-
ligibles.
Comprendo que en el aire también deben haber
sembrado anuladores, pero como íbamos a saber que
aquellos salvajes disfrutarían de tanta tecnología y
supieran usarla de manera letal. Los energizantes y
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

potenciadores que sueltan mis nanoimplantes en el


aparato sanguíneo crean una capa de euforia sobre la
retentiva reciente y por breves momentos parece que
voy a lograr remontar la caída, pero el agotamiento
puede más, me descuido y duermo hundido en el fan-
go del talud, presagio a lo lejos, como si le sucediera
a otro cuerpo y estuviera contemplándolo desde afue-
ra y preferible desde otra dimensión, al barro que se
desliza sobre la armadura cubriéndola, me relajo,
creo que me camuflara y me duermo.
Derrota y Captura
Al despertar me encuentro rodeado de seres delga-
dos, nudosos, de piel verdosa, una hilera de ocelos en
la cabeza redonda; los músculos y tendones, largos,
fibrosos, se marcan con cada movimiento, me dejo
arriar, otros también comparten mi destino, parece
que de nuevo nuestro ataque ha sido un fracaso, las
carcasas de los máquinas de asalto jalonan vaguadas
y colinas, sea cual fuera el método para calentarlas y
detonarlas que usaron, su eficacia ha sido máxima, el
olor a metal quemado, grasa frita y carne asada im-
pregna el aire —según rápidos rumores que recorren
las filas de prisioneros, unas ampollas rosadas deam-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

bulaban por el campo de batalla e impulsadas por una


fuerza indetectable por nuestros instrumentos, con un
chillido que no se registraba en los audífonos pero si
en la mente, atravesaban los blindajes y las dejaban
convertidas en ruinas humeantes—.
Me consideré afortunado por ser de infantería, qui-
zás exista alguna redención que obtener. El enemigo
nos engaña, nos deja obtener la información con que
arman sus celadas, nos permiten creer que obtenemos
lo que en verdad nos escamotean, llevándonos paso a
paso cada vez más profundo a la trampa y luego nos
encierran al establecer perímetros de seguridad que
nuestras indagaciones más avanzadas no alcanzan a
penetrar y que actúan cual espejos que reflejan lo que
deseamos que sea, gracias a tales estratagemas nos
golpean con creciente dureza ¿qué artificios matemá-
ticos usarán para calcularlas sin que nuestras IA lo
noten mientras exploran y clasifican el terreno
como poco peligroso? ¿Cómo lo logran?
Nosotros somos el Imperio y a pesar del poderío
que esgrimimos nos zarandearon y nos desmenuza-
ron, desde hace ya un lapso prolongado tememos que
nos están desmoronando, ya lo consiguieron —por lo
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

menos en este otro planeta, ya que las variaciones


tácticas son numerosas— con una alianza inaudita:
biocenosis y bioma plantaron sus garras y elementos
en equipos y soldados hasta inutilizarlos o idiotizar-
los. Las oleadas de ataque mellan sus dientes mien-
tras son devastadas por acciones inauditas que devie-
nen irracionales si las analizamos, que no comprende-
mos y que nos provocan ganas de llorar, de cerrar los
ojos y entregarnos, y es que cada ser viviente encuen-
tra una forma de liquidarnos, aterrorizarnos o conver-
tirnos en una masa lloriqueante.
—los ocoteros (arbustos blandos que parecen mon-
tones de gelatina petrificada) nos tragan apenas nos
acercamos,
—las secteras (agallas que crecen en las ramas de
ciertos árboles) exhalan polen venenoso... e invisible
hasta que surte efecto y te descuajeringas en estornu-
dos antes de que la diarrea te sacuda los intestinos,
—las pihuayas (altísimas cilindros que se subdivi-
den simétricos en segmentos exactos con cada rama
poblada de hojas delgadas y filosas) se erizan y pro-
pulsan espinas alucinógenas contra cada juntura y mi-
límetro de piel expuesta,
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—los terebitos (insectos semejantes a los saltamon-


tes sólo que más diminutos) perforan nuestros blinda-
jes cuando nos detenemos a descansar y en seguida
nuestra carne,
—los gredis (enormes lombrices semidomesticadas
por los moradores del planeta que cavan y remueven
los campos de cultivo) nos acechan desde el subsuelo
abriendo sus enormes bocas y deglutiendo la tierra
sobre la que nos paramos junto con nuestros cuerpos,
—las marcusas (lo más semejante a una gaviota
que encontramos) se camuflan hasta ejecutar un vue-
lo relampagueante contra nuestros sensores que con-
vierte en ensalada magnetoeléctrica las sistemas de
búsqueda y destrucción de nuestras armaduras,
y así ad nauseam.
Mis memorias bélicas, las incrustadas en el cerebro
adicional de entrenamiento y que transmite tácticas,
lemas, canciones, relatos y anécdotas estimulantes
mientras combatimos (distintas a los IA que entrela-
zan y armonizan sensores de autolocación, coordena-
das, mapeo y relación-distancia con nuestros magne-
totransportes de superficie) se sublevan y cada una se
dedica a enloquecerme, entran en contradicción con
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

los sentimientos que me inculcan las esporas que han


penetrado en mi cuerpo y disuelto en mis líquidos, el
flujo de sustancias me sacude y vomito una y otra
vez, los demás cautivos se encuentran en semejante
situación deplorable, excepto en quienes han acepta-
do la derrota y decidieron que es valioso cambiar de
bando por convicción. A quienes peor trata la toxina
esparcida en el entorno son a los oportunistas. Y en-
tonces, empiezo a recordar las semanas previas a alis-
tarme... y las tonterías con que me rellenaron la men-
te y me avergüenzo.
Convivencia con la Palabra
Una vez congregados en la zona plagada de subte-
rráneos donde se ocultan y nos mantienen prisione-
ros, se instaló una rutina con rapidez, trabajábamos
reparando o seleccionando biocomponentes, metalo-
segmentos y otros diminutos accesorios en enormes
galpones excavados en la tierra y sostenidos por redes
de bábigos: mezcla de gasterópodo con celenterado
que crea su propio líquido para desplazarse por desli-
zamiento y que al secarse parece una porcelana lisa
donde sólo sobresalen los caparazones de los sacrifi-

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

cados y las líneas de su movimiento (una vez más,


una biotecnología que el imperio no conocía).
Al ritmo de las faenas, una chica muy guapa con
ojos soñadores y boca jugosa y perfecta nos leía unas
poesías, elegidas por su cadencia y decía que un ve-
lae (poeta viajero de los rebeldes que traza con las
palabras esquematrices que contienen varias capas
condensadas de significado, las cuales ejercen un
efecto revulsivo sobre la mente del escuchante empu-
jándola al proceso creativo y el cuestionamiento de lo
convencional), trazaba la figura de aquel actor en que
nos convertiríamos, agregaba que habían sido com-
puestas hacía ya un largo ciclo (casi cinco siglos y/o
varias décadas según los calendarios a indexar y la
velocidad de los medios de transporte utilizados),
cuando apenas surgían los primeros rebeldes y au-
toorganismos antiimperio y que ya anciano era ahora
uno de los jefes en el cuadrante autóctono, nos cuenta
que un piloto fue quien lo capto para la rebelión, lue-
go empezaba otra vez y con frecuencia volvía a inte-
rrumpir la recitación para agregar aluviones de datos
que mecían nuestra atención y estimulaban nuestros
circuitos neuronales.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

La reiteración y el acompasamiento, la humareda


aromática, las siluetas estimulantes, la luz cruda que
se derramaba sobre los paneles cubiertos de enreda-
deras, los cómodos sillones, predisponían a anular las
ondas que emitían los chips de control que teníamos
pegados en nuestras neuronas y a razonar por cuenta
propia, para no sentirnos cooptados, pero sin ataduras
sociales impuestas y cooperar con libertad. Desde los
quiebres sintáctico-emocionales originados en androi-
des que cambiaron de bando se había extendido
como una peste el mal funcionamiento de los llama-
dos auxiliares marciales y casi devenido en inútiles
en amplias regiones del imperio, a partir de ese mo-
mento se reforzaron los checks y se limitó el rango de
elección a los usuarios (de allí el exterminio de los ci-
berguerreros que perecerán en El Ultimo Czar-
niano por no aceptar tal limitación).
Ahora, mientras practicaba un estilo de autopoiesis
emancipadora y en cierto sentido salvífica, aunque en
verdad se requería de terapia reconstructiva perma-
nente para que el aparataje imperial embutido en el
sistema nervioso y sus accesorios funcionaran en otra
dirección y no nos afectara ni mutilara el proceso de
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

toma de decisiones, la voluntad o la elección de estra-


tegias... pero que tampoco fuera descubierto en una
revisión minuciosa; y eso era un esfuerzo que al ini-
cio aún provocaba disturbios (tembladeras, retortijo-
nes, fiebres repentinas y devastadoras) en el cuerpo y
su sistema de conocimiento, pero que se iba desvane-
ciendo a medida que se usaba.
Parece que por intuición siempre he creído en la pa-
labra, durante mi vida la he buscado, sobre todo en
textos expuestos en cualquier soporte (bioredes, digi-
topuntos, libros, ultrapieles, cultivos bacteriales, flu-
yescenas), asimismo he continuado con su lectura en
las nubes, en perfiles de montañas, en las masas bos-
cosas vistas desde distintas condiciones de vuelo, en
cualquier silueta o sombra, presintiéndola, acaricián-
dola.
Convencido que sería perturbador que la naturaleza
la entregara a criminales o que alguien sin ética la
profiriera frente a mi aniquilándome, me sentía prote-
gido en las instalaciones, a veces creo que la palabra
que aniquila a cada expedicionario invasor ya fue
pronunciada y almacenada en las vastas conciencias
planetarias (MultiGeas) para impedir su acceso a las
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

IA del Imperio; pero aún con mayor convicción ma-


nejo o empiezo a manejar una suposición básica que
se desprende de la posición que ostento y que he lle-
gado a alcanzar tras varios meses de esfuerzo y que
consiste en formar parte del grupo de los explorado-
res que serán recompensados con su uso, la palabra
nos otorgaría poderes inconmensurables en cierto
sentido, nos permitirá girar un poco los goznes del
tiempo y deslizarnos por un breve instante a las epifa-
nías más sublimes, seríamos testigo del lanzamiento
del último enjambre de crionaves, de la caída del pos-
trer bastión del imperio, de la plaga de vampiros que
asoló las colonias de Saco de Carbón, de la inaugura-
ción del Centro Jack Vance para antropocuentis-
tas, del apagón del Sol en Tierra Uno, del Tercer Re-
verdecer del Círculo Alastair Reynolds.
El proceso es complicado: Bajo la inmensa bóveda
que remedaba desde el interior en versión burda las
tracerías delicadas de las volutas mimetizadoras del
caracocel bábigo, repasé y entendí cuál sería mi tarea.
Ligar la paradoja del tiempo (morar en retroprogre-
sión comprendiendo el pasado para crear el futuro)
con el sacrificio altruista (referido al que se ejecuta
86
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

para salvaguardar a la mayoría de los miembros de un


colectivo de la especie) para que se retroalimenten en
mis sentipensamientos, y por fin tuve clara la ruta a
seguir sin importar cuando demoraría en alcanzarla,
escaparía tal y como lo organizarían los rebeldes, lo
cual permitiría ganarme la confianza de los imperia-
les porque aparecería como un héroe y tras el período
de investigación que me limpiaría de sospechas, eje-
cutaría mi propio plan y reintroducido en sus huestes
las conduciría hacia una próxima emboscada, for-
mando parte de una ecuación letal.
A cada circunvolución activada le corresponde una
retrocircunvolución que husmea para converger en un
equilibrio dinámico, cuando logramos identificar la
palabra que nos corresponde nos permite introducir-
nos en los pliegues de la mutidimensionalidad, ini-
ciándose en simultánea protocolos complejos que nos
facilitan la persecución y aniquilación, o la convic-
ción y adhesión, según las características identifica-
das en las personas; tus resultados irán demostrando
si eres un explorador justo o convincente (a pesar de
las autobarreras generadas por el entrenamiento aún
estamos sujetos a error, ya que la realidad es imprede-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

cible y no somos todopoderosos). Tras los condicio-


namientos implantados, sin embargo, ya flotaba una
consigna en nuestra mente: ¡Larga vida a la libera-
ción!
Glosario
BioRedes: Las establecidas por la noosfera que po-
see cada planeta, densas y enmarañadas pero pródigas
y siempre verdes y frescas.
Digitopuntos: Ligados a la llovizna de neutrinos y
que se expresan en holoesferoides de visión única, lo
que reintroduce el azar en la ecuación de búsqueda.
Libros: Clásico y antiguo, posee un ritmo peculiar
que podemos retomar una y otra vez, como se
dice pocos en el macuto, múltiples en la interpreta-
ción.
Ultrapieles: Pantallas archisensibles que se readap-
tan a cada toque reinventando rutas, agregando o sus-
trayendo de acuerdo a algoritmos que se persiguen
para retroalimentarse de sus variaciones.
Fluyescenas: Ríos de imágenes de enfoque varia-
ble, que saltan del zoom al panorámico, al pixelado
de detalle o al palimpsesto conectadas al flujodato co-
tidiano.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Cultivos Bacteriales: Enciclopedias semilíquidas


con acceso a través de los poros cuando se sumerge
todo o parte del cuerpo con una ecuación de búsque-
da instalada, si ingresamos por la libre es un evento
similar a la ingestión de sustancias psicoactivas.
Crionaves: Las utilizadas con diferentes fuentes de
impulso por tripulaciones sucesivas que se van des-
pertando cuando se agota la anterior por accidente,
epidemia o muertes repetidas (incluye el concepto de
generacional y aftl: almost fast than light: casi tan rá-
pida como la luz).
Antropocuentistas: Aquellos que beben en las in-
tersticios culturales de un espacio reconocido para
ofrecernos fábulas sintéticas de comprensión instan-
tánea.

LA DUDA

Nuestra nave arribó a la órbita de Prim Klam con


cierto adelanto, así que mientras el carguero semejan-
te a un conjunto de burbujas aplastadas unas contra
otras y acribilladas de perforaciones que permitían el
flujo de las gabarras con mercancías hasta los gan-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

chos de anclaje en los colosales hangares —distribui-


dos en el eje que albergaba a los reactores de hipe-
rimpulso—, iba rellenando sus bodegas, nos permitie-
ron bajar a su superficie. Éramos disciplinados y
creíamos en la Reconstrucción de la República tras la
caída del Imperio.
Me animé dispuesto a convertir la experiencia en
motivo de placer. Cada cual cuando aterrizamos se
dedicó a cumplir con las exigencias de sus obsesio-
nes; la mía que era recorrer mercados y monumentos
encontró en las megamoles del barrio comercial sufi-
cientes escondrijos que visitar. Se sucedían templos
con esqueletos embutidos en las paredes metálicas
con exposiciones de cópulas interespecies.
Me detuve con algo de cansancio al pie de una titá-
nica cúpula que parecía haber gozado de mejores
tiempos, semienterrada en la ladera arenosa que deli-
mitaba el cuenco en que se esparcían las instalaciones
del puerto; un susurro me distrajo, al inicio no en-
contré su procedencia, pero al repetirse comprobé que
se emitía desde un paquete de harapos en la escalina-
ta, al mirarlo observé su semejanza con un cuerpo hu-

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

manoide y me acerqué para dilucidar su ronquido, ha-


bía alcanzado a interesarme.
Lento, con frecuentes pausas, y a medida que avan-
zaba en su relato con mayor claridad, supe de las cir-
cunstancias de su desgracia. Compartió una preocu-
pación y remarcó que tras perder sus fuerzas y ser
arrojado al exterior de las minas de coltan, adoptó
una misión: advertir a cada joven que cruzara por de-
lante del edificio lo que podía sucederle si ingresaba:
en su caso la arrogancia lo condenó, ignoró los signos
y se extravió en los vericuetos de la trampa que se
tendió a si mismo, para proseguir quería el equivalen-
te a una cena, no escatimé mi óbolo y me dispuse a
escuchar sentándome a su lado en el polvo de la gra-
da vecina. Estas fueron sus palabras:
—Estoy paseando en un salón enorme de paredes
de protoplasma vegetal que gira en espiral, nudos ma-
rrones y cintas verdes lo atraviesan, está tachonado
con negros conjuntos de pantallas circulares que si-
mulan ejercicios coreográficos en su interior, apenas
discernibles por los fogonazos plateados de los escor-
zos ejecutados que capta su superficie, sólo por eso
era notable la sala, trate de tocarlos y la flexible epi-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

dermis registra los sensores de mi dedo pero no se


abre para que pueda degustar la información acumu-
lada en los movimientos. Tras distraerme interactuan-
do con las figuras me coloco en postura de loto en un
almohadón en lo alto de una columna, desde el cual
me deleito con los cuerpos que se arraciman en las
piscinas sucesivas que caen en cascada.
»El otro lado del local está repleto de mesitas con
otomanas, surtidas con abundancia de elementos co-
municadores, me llaman la atención los vetustos mo-
delos de teléfonos blancos que pulsan con luz perlada
encerrados en cajas oblongas de imobakelita con
trono y dosel; aparece una joven hermosa, de silueta
apetecible, de inmediato los presentes se retiran y el
gran salón queda vacío, quizás por ser forastero no
sigo la desbandada y permanezco oxigenándome,
pasa bajo mi perchadeero, se instala casi a mi lado sin
mirarme, elige uno de los módulos con teléfono blan-
co cercanos, se sienta en el trono bajo el dosel y lla-
ma muchas veces sin lograr comunicarse. Rompo mi
estática asana, ya que la escucho pero no la entiendo,
me acerco y me apoyo en el cerco de imobakelita
frente a ella, extiendo mi mano con implantes expre-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

sándole con mis ojos y gestos que quizás poseo algún


recurso que le permita hacer funcionar el teléfono.
»Me oculta la mirada, lo aprieta y se niega a acep-
tar mi ayuda. De repente la luz perlada pulsa y locali-
za a la persona que necesitaba, conversa con voz sua-
ve ignorando mi presencia, es igual porque sigo sin
comprender su idioma a pesar de llevar virus traduc-
tores. Aprovecho el delicioso descuido en el que se
coloca mientras habla y atisbo por las sisas y hendi-
duras de su ropaje, ya había notado en su caminar una
elegancia que parecía llegarle de muy lejos, sus senos
son altos y la banda que la presiona en las costillas
casi los lleva contra la garganta, sus poros destilan un
aroma embriagador, giro y me retuerzo hasta que lo-
gro centrar mi mirada en una abertura que surgía y
desaparecía en el laberíntico lecho de su bufanda
mostrando un pezón rosado, que se arrugaba o se ex-
pandía cual diminuto volcán, se hundía en la grasa de
la teta dejando plano su mamelón, y luego eruptaba
creciendo como una hinchada areola con vida inde-
pendiente que cabeceaba indagando por algo, hasta
semejaba una furibunda y frustrada glándula que es-
peraba la complacieran, ella manteniéndose desdeño-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

sa emitía gemiditos de placer en cuyas aguas densas


yo quería ahogarme; continuaba ignorándome a pro-
pósito, pero no impedía que me cerniera sobre ella y
que la contemplara, entendí que deseaba que lo chu-
pase, lo mordisqueara, lo lamiera, lo gozara, pero fin-
giendo, como si ella no estuviera consciente de mis
manipulaciones, lo cual era tremendamente excitante,
me incliné y casi de inmediato me encontré rodeando
el pezón con mi lengua y recibiendo un chorrillo de
leche, me estremecí obnubilado por su increíble sabor
y sin transición descargue mi semen en un orgasmo
desgarrador y clarificante, demasiado tarde vincule la
marcha de los lugareños con la intención del sacrifi-
cio, me ofrecieron a una Bureube (acrònimo de Bru-
jas Reclutadoras de Ubres Esclavizantes), las que
proporcionan zombies a las minas de coltán con per-
miso de la administración del puerto, siempre y cuan-
do el reclutado participara con discernimiento. Cuan-
do ella se levantó marché detrás sin voluntad y dis-
puesto a obedecerla; me entregó a uno de los capata-
ces y recibió su paga; desde entonces la veo en mis
ensueños.

94
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Impresionado ante tamaña injusticia salté y trepé


hasta la semiabierta cancela que bostezaba arriba e
ingresé enérgico y dispuesto a enfrentar cualquier
agresión, pero... la enorme sala estaba ruinosa y des-
colorida y sus piscinas vacías.

REPRESENTACIÓN PURGADA

Atravesamos zonas de guerra, peligrosas y repletas de


vericuetos, logramos camuflarnos y escondernos de
las flotas en contienda, hasta arribar a este planetoide
con cierta gravedad y atmósfera donde podemos re-
postar e inclusive holgar el cuerpo. Alcanzamos a vi-
sualizar que un par de continentes acribillados de la-
gos y cubiertos de selva se conectaban por media do-
cena de archipiélagos ocupando un hemisferio, había
un océano extendiéndose por el resto; la memoria de
nave señalaba que los nativos Kas no son ni hospita-
larios ni hostiles, pero se caracterizan por un acen-
drado espíritu de limpieza e higiene, lo cual desenca-
dena no pocas bromas hacia sus costumbres. Alec-
cionaba sobre: Entre los reflejos que destellan en su
proceso civilizatorio concreto, y que van agudizando
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

su afinamiento para relacionarse con otras especies


y aligerando su sutileza para tornarlo ecuménica se
encuentran aquellos procedimientos higiénicos que
van moldeando de manera paulatina las sensaciones
corporales referidas a la sanidad para no confundir-
las con la sexualidad.
Los Kas (denominación popular abreviada) eran
polícromos sobre fondo celeste o gris perla, redon-
deados (los delgados clasificarían como obesos) con
nódulos dérmicos desparramados al azar y empluma-
dos (plumas cortitas y suaves en paquetes de 3, 5 y 7
unidades), media docena de bracitos y dos piernas
formidables para sostener un triple sistema excretor,
uno renal delantero que culmina en el botón eréctil y
dos posteriores para evacuar sólidos y semisólidos
con tres nalgas, dos laterales y una central (lo cual
significa columna vertebral muy larga y fuerte) com-
plicada de figurársela hasta que captamos la funcio-
nalidad de su diseño abombado que deja libres los
pliegues interglúteos mediante arcos descendentes y
confluyentes con solo cuatro hoyuelos sacros; compa-
tibles sexualmente con los terráqueos con bioquímica
similar (por lo tanto no son venenosas una para la
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

otra) continúan atesorando misterios pero aceptan


mezclarse en los puertos espaciales para actividades
comerciales y de otro tipo.

Arvid, Pukanper y yo decidimos incursionar en la


ciudad aprovechando la breve estancia que gozaría-
mos. Los limites urbanos del puerto espacial eran im-
precisos, la campiña penetraba sobre todo en la cerca-
nía de los puentes que permiten cruzar el enorme es-
tuario que lo circunda y era allí, en su solemne sere-
nidad donde se habían instalado los burdeles y daba
la sensación que ningún ruido podría escaparse. Los
que brindaban terráqueas ostentaban desde holos con
vaginas que degluten esferillas ligadas con cadenetas
hasta labios de una turgencia purpurea y viscosa. La
elección fue casi aleatoria, un tafanario dorado que
cabalgaba infatigable sobre una trola descomunal nos
atrajo.
En la sala deambulaba una multitud de hembras,
apenas adornadas con nanotatuajes, musgos de creci-
miento rápido programados para adoptar figuras,
manchas liquidas subdérmicas que se desvanecen y
reaparecen y otros artilugios y semitrapos epiteliales
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

que con dificultad disimulaban sus órganos sexuales


hipertrofiados, agrandados y grotescos, exhalando
aroma a feromonas y perfumes; de inmediato nos
abordaron, separaron y condujeron a los aposentos in-
teriores, la acompañante que seleccione influido por
el reclamo de la entrada fue una morena de trasero
percutiente que vibraba palpitante y parecía aplaudir-
se a si mismo por la geométrica perfección de sus re-
dondeces enfrentadas.
Tras una gimnástica sesión donde transitamos
del panal a la cabalgata con doble dildo y consumi-
mos diversas sustancias que sacudieron mis tripas y
perturbaron mi metabolismo nos dedicamos a explo-
rarnos y delimitar espacios íntimos, su silencio son-
riente legitimaba sensaciones y razonamientos; ella
había sido mejorada e intervenida, comprobé que po-
seía un esfínter supernumerario en la zona anal, la-
bios medianos entre los mayores y los menores de la
vulva y triple pezonera en las areolas; por mi parte
los implantes estaban referidos al uso de tecnologías
y prácticas de fortaleza, sin jerarquías artificiales, si
acaso demasiado sencillas para generar dudas.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Ella supervisó mi cuerpo anhelante y trémula cual


doncella (se que era una consecuencia secundaria de
una las drogas que nos zampado, pero engaña y enter-
nece), que mezcla la experiencia y el toque amoroso
mientras ejecutaba maniobras sobre mi pene, en mi
confiada desnudez me entregue, advierto que agarra
la punta de un filamento que asoma por la uretra,
mantengo la compostura, se que no debe existir peli-
gro, es un cabello largo, duele leve al sacarlo, engan-
chado al final se retuerce un gusanito que semeja pus
crema, helado ensortijado, lo deja caer un vaso de li-
cor donde se disuelve y cada cual con su sorbete pug-
na por chupar más raudo, nos zarandea la ingestión
del brebaje pero el efecto remite rápido sin que lle-
guemos a hiperventilar, respiramos aliviados y gira-
mos el uno hacia el otro envolviéndonos con las pier-
nas.
La decoración va cambiando mientras caemos en
un duermevela, paredes cubiertas de anaqueles con
gruesos tomos verdes, mobiliario de maderas oscuras,
pesados y moldeados con figuras eróticas, figuritas de
porcelana dedicadas a masturbarse de múltiples ma-
neras, el piso se cubre de gruesos edredones, pieles,
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

tapices, la tranquilidad es una losa que baja sobre no-


sotros; sin embargo, dos pensamientos casi ingenuos
me asaltan:
a. Ese era el gusanito del morbo e indica que extraí-
do la podré desear con... ¿pureza y limpieza?
b. Ha sido un castigo por realizar un coito anal y
estoy infectado y seguirán saliendo gusanos hasta que
me capen.
Aprieto la mandíbula e impido resbalar a mi mente
por el tobogán de las ensoñaciones, pero finjo que si.
De inmediato coloco mis sensores visuales (placas
epiteliales adaptadas a recoger luces y sombreas y
trazar figuras reconocibles en nuestras retinas) en
alerta y dejo que actúen.
Por un momento me descoloco, la habitación se en-
cuentra circundada por balcones con celosías, en los
cuales siempre han estado presentes e invisibles, nati-
vos del planeta, incluidos doctores en filosofía de la
higiene y médicos-brujos observando nuestra repre-
sentación y esperando en mi caso el resultado de la
extirpación del gusano, no se que será de mis compa-
ñeros, estoy furioso no por el acto de voyerismo (se-
guro que les cobran por los lugares que ocupan) sino
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

porque no me han avisado y quizás he quebrado al-


guno de sus rituales de limpieza, me preocupa la falta
de coincidencia con que cada especie condensa la vi-
sión de sus envolturas corporales. Es probable que
como percepción los nativos moren en una fantasma-
goría de la piel, acompañada de una historia exagera-
da y con sus determinantes socioambientales altera-
dos, que al contacto con las tradiciones aportadas por
las especies visitantes han terminado por alimentar
también una tortuosa sensibilidad.
Tirito repasando la opción b, de repente las normas
establecidas han sido quebradas, se supone que mi ig-
norancia deberla contar a mi favor, pero contempla-
ban e iban añadiendo de manera gradual exigencias
que se complejizaban a cada momento y que al yux-
taponer imperativos que no se ejecutan ameritaba
mortificación; quizás no lamí lo suficiente el esfínter
adicional, o tragué demasiado fluido al acaecer ese
squirting que semejaba una fuente, o borré en uno de
los frotes del mete y saca una figura que debía con-
servarse inmutable en los glúteos, o generé exceso de
saliva sobre zonas que se consideran secas; y enton-
ces la superposición equivocada de lo sexual y lo hi-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

giénico propicio el inicio de una censura que terminó


como obligatoria expiación.

En la bitácora del No te dejes atrapar (Carguero pro-


piedad de la Asociación de Mercaderes Hansa Cósmi-
ca) viajando por el borde una área de batalla se agre-
go un comentario: Hemos desembarcado distorsiona-
dores de campo y otras mercaderías y abastecimien-
tos en una corta visita al planetoide Ada que gira en
torno al gigante gaseoso del sistema de Kasprdak:
Tres tripulantes Arvid, Pukanper y Zoilo no regresa-
ron del permiso, como explicación la autoridad poli-
cial nos mostró imágenes de unas portadas (holope-
riódicos itinerantes que flotan recogiendo sucederes),
que invitaban a quienes se interesarán al anfiteatro a
presenciar la operación de conversión en carne de
prostíbulo de tres infractores descubiertos por el gre-
mio de médicos-brujos.

© Luis Antonio Bolaños De La Cruz,


20 de abril de 2015

102
LIFE ON MARS

por Pedro Padilla

Lo que ha sucedido, cuanto en este preciso instante


está teniendo lugar, lo que vendrá más tarde. Todo se
encuentra recogido en Las Escrituras. El Tiempo for-
ma parte de una sola unidad. Somos nosotros los im-
perfectos. Los incapaces de contemplar varios tiem-
pos al unísono. De ahí que Ellas lo establecieran. Ne-
cesitamos desgajar el pasado, el presente y el futuro.
Como si no fuesen lo mismo. Como si los hechos pa-
sados no pudiesen seguir generando efectos. Como si
el presente existiese más allá de una ficción. Como si
el futuro resultara inabarcable. Quien redactó Las Es-
crituras sabía de nuestra visión limitada. Por eso, fijó
las bases de lo que tarde o temprano tendría lugar. Un
día aparecerán. Nosotros no los conocemos. Sabe-
103
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

mos, no obstante, quiénes son. Lo sabemos al menos


tan bien como ellos. Los visitantes procederán del fir-
mamento. Unas luces así los anunciarán. Ese día se
desencadenará lo que conoceremos como el final. No
habrá salvación posible. Las Escrituras así lo reco-
gen. Faltan palabras. Hay trozos deteriorados e ilegi-
bles. Pero Las Escrituras no dejan lugar a la duda.
Aun cuando callen, aun cuando obvien los hechos. Lo
verdaderamente importante es que Ellas nunca se
equivocan.
Las luces son cada vez más intensas.
Nosotros no los conocemos. Hemos crecido, no
obstante, junto a ellos. Lloramos junto a ellos cuando
Elliot se despedía de E. T.Nos creímos uno más de los
Joad. Sonando de fondo stuck in the middle with
you disfrutamos de un acto de tortura que concluye
con una amputación de oreja. Sentimos todo el odio
posible hacia la ballena blanca. Mostramos el culo a
un ejército de soldados ingleses. Conocimos los ava-
tares del linaje de los Buendía. Galopamos a lomos
de un proyectil que destruiría el planeta Tierra. Reco-
rrimos todos los sinsabores que separan Troya de Íta-
ca. Nos enamoramos de un actor que brota de la pan-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

talla de un viejo cine de barrio. Probamos todas las


drogas, todo el alcohol y el jazz que los garitos de
California eran capaces de cobijar. Pretendimos luego
que nos borraran ese trozo malgastado de memoria
del cerebro.
Las luces son cada vez más intensas.
Las Escrituras establecieron el final. Dios las dejó
como testimonio para su profeta, Mumo. El coman-
dante, que es el nombre de Dios previo a su deifica-
ción, quiso que supiéramos quiénes éramos, somos y
seremos. Fuimos creados a imagen y semejanza del
Comandante. En cualquier caso, no resulta sencillo
seguir lo establecido por las Escrituras. Exigen una
gran determinación. Algunos no dudaron. Siguiendo
sus palabras, pero sobre todo, su ejemplo, fueron
arrebatándose la vida conforme despertaban. Otros,
en cambio, no pudieron hacerlo. Son débiles pero tie-
nen el perdón del Comandante. Son los conocidos
como vigilantes. Los que cumplieron los quehaceres
que en un primer momento se habían destinado a éste
y de los que renegó quitándose la vida.
Las luces son cada vez más intensas.

105
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Las naves son ya visibles en el firmamento. Sus ca-


ñones nos enfilan. Saben qué han de hacer.

2. Desciende horizontal la nieve en Marte

Lo primero que hizo fue llamarse a sí mismo Yo. Cre-


yó que aquella decisión solucionaría sus problemas.
En el peor de los casos, lograría mitigarlos. Acababa
de despertar. Estaba desnudo. Estaba hambriento.
Todo aquello, sin embargo, carecía de verdadera im-
portancia. Lo que lo hacía sentir profundamente des-
amparado era la ausencia de un nombre, de una ma-
nera a la que llamarse a sí mismo; una conjunción de
sonidos por la que otros lo llamaran, lo describieran,
lo recordaran. Se aferraba a la esperanza de que él
también había tenido un nombre. No le cabía la posi-
bilidad de lo contrario. De alguna manera, aquella
privación constituía la antesala de la inexistencia. Por
ello, rastreaba una y otra vez en los yermos parajes de
su memoria. Siempre sucedía lo mismo. No encontra-
ba nada. No tenía pasado. No tenía recuerdos. No sa-
bía qué objetivo había establecido en su vida: si huía
de algo o alguien o, si por el contrario, su destino
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

consistía en esperar. Su universo estaba compuesto


por un abismo de incertidumbres. Aunque ninguna de
la magnitud del vacío de identidad que anticipaba el
hecho de no tener un nombre.
Debía de haber sufrido un ataque de amnesia. Un
ataque rotundo. Y aun así estaba seguro de que nunca
había experimentado una situación similar a aquella.
No necesitaba de su memoria para confiar en esa cer-
teza. Había despertado en un lugar frío, sin ventanas.
Decorado como el plató de un estudio en el que se ro-
daba una escena hospitalaria. Sabía que no podía ser
un hospital. Respiraba con intensidad y, a pesar de
ello, no percibía un solo ápice del olor característico
de los hospitales. Ese olor a enfermedad que emanan
de las entrañas de los hospitales y de los centros mé-
dicos antes incluso de que abran sus puertas. Un olor,
que pese a que es la seña de los productos antisépti-
cos, es realmente el anticipo de la enfermedad y de la
muerte. Yo había gritado hasta que la garganta había
alcanzado su límite. Desprovisto de nombre y de voz,
Yo habría querido lanzarse a llorar. Algo en su inte-
rior le había dejado claro que de esa forma no solu-
cionaría nada. Una especie de resorte para momentos
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

de emergencia. Así que lo que hizo fue dedicarse a


inspeccionar la habitación.
Entonces encontró los papeles.
Aparte de diversos equipos electrónicos, de los que
desconocía el funcionamiento, la sala destacaba por
un minimalismo atroz. Un lugar para que los demen-
tes pudieran sentirse como en casa. Afortunadamente,
estaban los papeles. Podría decirse que eran eso.
Realmente se parecían a hojas como de cartón, sólo
que no eran de cartón. Alguien había escrito en ellas
con un lápiz. Una grafía pequeña como un ejército de
miles de hormigas, colocadas en fila con extrema mi-
nuciosidad. Algunas palabras resultaban ininteligi-
bles. Por suerte, no impedían que se pudiese com-
prenderse el sentido íntegro del texto. Parecían las
memorias de un náufrago.
Yo leyó los papeles y se sintió de pronto invadido
por una profunda tristeza. Si bien es cierto que no
conservaba ningún recuerdo, albergaba una irrefuta-
ble consideración de sí mismo. Como no podía ser de
otro modo, tenía que ser una persona resulta, audaz.
A fin de cuentas, no existían pruebas de lo contrario.
Yo comenzaba a encontrar la parte positiva de haber-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

se liberado de la tiranía de la memoria. Tenía la opor-


tunidad de comenzar de nuevo. Nadie, ni siquiera él
mismo, podía establecer quién era. De alguna mane-
ra, había sentido una suerte de renacer. Podía enmen-
dar sus propios errores, partir de cero si así se lo pro-
ponía. Y sin embargo, la lectura de los papeles produ-
cía en él que algo se resquebraja. No se trataba tan
sólo de sus expectativas con respecto a sí mismo. En
su interior sonó un estallido de cristales. Los papeles
resultaron ser una carta. Pese a los subterfugios, el
destino de la carta parecía obvio. Yo no pudo evitar
compadecerse por su destinatario. Los papeles no
sólo desvelaban que se trataba de un ser clonado, sino
que la carta impelía a su suicidio. No tardó, sin em-
bargo, en desechar la compasión que había experi-
mentado hacia aquel desafortunado ser. De alguna
manera, que ni él mismo lograba comprender, sintió
una punzada de envidia hacia él. Aquel tipo, que no
era más que un ser de probeta y al que los papeles es-
timulaban a que diera fin a su vida, tenía algo que Yo
anhelaba. Algo que Yo codiciaba por encima de cual-
quier presente. El tipo tenía un nombre y con eso bas-
taba. El nombre lo era todo. Constituía las ideas pre-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

vias, era la forma preconcebida. La carta lo dejaba


claro desde sus primeros compases. El tipo se llama-
ba Mumo.
A pesar de haber concluido la lectura, Yo mantuvo
los papeles durante unos segundos en una posición
que parecía que continuaba leyendo. Realmente no
era así. Cavilaba. Aquello no podía ser verdad. Debía
de tratarse de una broma. La misma carta mencionaba
la existencia de algunos relatos de ciencia-ficción.
Diversas historias protagonizadas por el último super-
viviente humano a una debacle atómica. ¿Y si la carta
no era más que un juego literario? Una metaficción,
que en sus manos, pero sobre todo en su mente amné-
sica, cobraba cierto matiz diabólico. Y por si fuera
poco, a pesar de que no tenía recursos en su memoria
para refutar tal posibilidad, Yo no creía que fueran
posibles tales progresos en cuanto a la clonación. Tal
vez clonar ovejas, o terneritas. Pero clonar dinosau-
rios o humanos no debía ser algo tan sencillo, ni si-
quiera ético.
Bajó los brazos. Dejó caer los papeles al suelo. Dio
unos pasos al frente. Yo no hizo nada por evitar que
sus pies descalzos los pisaran. De pronto recordó que
110
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

estaba desnudo y hambriento. Cada vez se sentía más


confuso. La memoria sin embargo se mantenía vacía.
Decidió salir de la habitación.
Abrió la puerta y salió al exterior de la sala donde
había despertado. Recorrió los pasillos claustrofóbi-
cos. Sus pasos eran cautos. Temía enfrentarse a algu-
na nueva sorpresa. Sin embargo, no fue así. Se en-
contró con una puerta cerrada. Tras sobrepasarla llegó
a una sala más pequeña que la anterior. Casi toda ella
se veía ocupada por una maquinaria desprovista de
motor. Sus brazos podían moverse aplicando una se-
rie de resistencias y poleas. Yo no tardó en compren-
der que, a pesar de su apariencia insectiforme, se tra-
taba de una máquina para fortalecer y tonificar la
musculatura. En la sala se encontraban esparcidas una
serie de mancuernas de diversos pesos. Turbado,
salió. En la carta se mencionaba precisamente que su
destinatario tenía a su disposición una máquina con
esas características. Yo trató de calmarse. Podían ser
casualidades. Pese a ello, algunas ideas comenzaron
una invasión lenta y cruel de su cabeza. Yo hizo todo
lo posible por rechazarlas. Prefirió continuar con la
inspección del lugar.
111
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

De nuevo, Yo volvió a recorrer los pasillos. Esta


vez caminó en dirección al lugar opuesto. Arribó a
otra sala. Sin embargo, al igual que sucediera en la
anterior, un solo artilugio prácticamente la rellenaba.
En este caso se trataba de un ordenador y de sus di-
versos periféricos. Más allá de las posibilidades del
ordenador fue algo distinto lo que cautivó su aten-
ción. A diferencia de cuanto había recorrido, en esta
sala sí existía una pequeña ranura en la pared. Minús-
cula, pero parecía cumplir las funciones de una venta-
na. Yo se aproximó hacia ella. Sus pasos eran dubita-
tivos. Tras la ventana no podía divisarse nada en ab-
soluto. Yo pegó las manos al cristal. Pero, ni siquiera
con la sombra que las palmas de sus manos produ-
cían, consiguió distinguir lo que sucedía al otro lado
del cristal. Era obvio que no se trataba de un proble-
ma de diafanidad. El cristal cobijaba la más rotunda
oscuridad. Yo dejó de pensar con claridad. Compren-
dió que debía huir. Haciendo uso de la fuerza bruta
trató de abrir la ventana. No tardó sin embargo en de-
sistir de esa idea. La ventana no contaba con ningún
cierre, ni gozne, ni bisagra. Ni siquiera parecía tener
oculto un medio remoto de apertura. Yo se marchó de
112
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

la sala. Esta vez sus pasos eran seguros y largos. Aho-


ra sabía lo que quería. Regresó sosteniendo una man-
cuerna en la mano. Se encaminó hacia la ventana e
inició un constante golpeo al cristal. Pese a la rabia
con la que Yo se desahogó el cristal se mantuvo in-
demne tras la descarga de golpes.
Ahora sí. Yo comenzó a llorar.
Aún con las lágrimas en las mejillas se dirigió hacia
el ordenador. Sabía que aquella era su última posibili-
dad. Tal vez pudiese comunicar con el exterior, enviar
un mensaje de S. O. S. No hizo más que poner la
mano sobre el ordenador cuando el sistema operativo
de éste se arrancó de forma precipitada. El ordenador
inició un programa de video. Yo trataba de recuperar
el control, golpeaba el teclado, pulsaba atropellada-
mente las teclas del teclado pero nada parecía surtir
efecto. El video mostró a un tipo de unos 60 años so-
bre el fondo de una bandera de los EE. UU. Vestía
traje civil. Iba bien peinado. Comenzó a hablar con
lentitud. Sus palabras eran hermosas. Yo sin embargo
las notaba vacías. Un rótulo apareció sobrescrito. El
que hablaba el Presidente de los Estados Unidos de
América. Su discurso se centró en el reconocimiento
113
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

de las igualdades entre seres humanos y sus clones.


Habló de los sueños y habló de Marte. Terminó su
discurso mostrando el agradecimiento de todo el pue-
blo americano. De inmediato comenzó la reproduc-
ción automática de otro video. Esta vez quien apare-
cía en pantalla era un tipo uniformado. Igualmente
bien peinado. Sus maneras un tanto más hoscas. Lle-
vaba diversas medallas. Yo leyó el rótulo sobrescrito.
Se trataba del Administrador de la NASA. Su alocu-
ción se centró en los sacrificios que había supuesto
el Project Island para poder mantener una estación
permanente en Marte. El Administrador de la NASA
se dirigía a Yo y al mismo tiempo a Mumo. Expresa-
ba su respeto y admiración. Les informaba de la im-
portancia de su misión, los beneficios que supondrían
a largo plazo para toda la humanidad.
La reproducción de ambos videos no alcanzaba los
cinco minutos. A pesar de haber concluido, Yo se
mantenía ensimismado. No gesticulaba. No parpadea-
ba. Lo único que hacía era observar la pantalla. Las
interferencias que emitía se asemejaban a una neblina
o a una triste nevada que descendiera de forma hori-
zontal.
114
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Ahora Yo tenía un nombre y sabía qué es lo que te-


nía que hacer.

1. Nada que pueda hacer

Tu nombre es Mumo, aunque tú no necesitas un nom-


bre. Has llegado a la vida hace unos minutos, unas
horas a lo sumo. El revestimiento interior de la cápsu-
la fue lo primero que tus ojos contemplaron. Una vi-
sión tristemente claustrofóbica. En otro punto, un co-
razón debió detenerse y, de pronto, la puerta herméti-
camente cerrada se abrió. Escapaste del coma como
quien despierta de una siesta en una tarde tórrida de
verano. ¿Soñaste mientras tanto con el desarrollo ex-
ponencial del vacío? Te encuentras desnudo. Afortu-
nadamente tú no conoces la tiranía de los usos de la
moral. Tienes tanto por descubrir, amigo mío. Los
primeros movimientos debieron de suponerte un es-
fuerzo titánico. Desplazarte por la sala tan estrecha.
Las paredes blancas, el suelo frío, una oscuridad im-
penetrable a través de las ventanas pequeñas, minús-
culas. Acostúmbrate a los espacios reducidos, este mi
primer consejo. Estarás hambriento. La comida sabe
115
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

a sobras de geriátrico. Por suerte, no tienes con qué


compararla. ¿Cuánto tardarás en dar con el reflejo de
tu imagen en un espejo? Como a todos, te mentirán.
Te dirán que tienes una edad biológica aproximada de
30 años. ¿Qué harás entonces? ¿Mirar a todos lados
buscando una explicación? Probablemente no la en-
cuentres. Sólo puede contar con lo que tus sentidos te
aportan. Tienes la sala que se parece a un quirófano,
aunque no sabes lo que esto significa. Tienes todo el
complejo de la estación, que realmente es una nave.
Te tienes a ti mismo. Tienes estos papeles. ¿Cuánto
tiempo has tardado en dar con ellos? Y bueno, me tie-
nes a mí. El único problema que esto plantea es que
yo estoy muerto.
No creas que no asumo tu confusión. La sensación
que experimentas ha de parecerse a la resaca de un
sueño muy profundo. Un sueño del que pierdes cual-
quier noción con la realidad y del que requieres de
unos segundos para determinar la ubicación espacio-
temporal. Algo similar –supongo– a lo que yo mismo
sentí. Sucedió muchos años atrás. El viaje de La Tie-
rra a Marte implicaba demasiadas complicaciones
para la resistencia biológica de un ser humano. Todos
116
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

los procesos de la nave debieron ser automatizados.


Los auxiliares quedaron mediante control remoto. Es
por ello que los médicos de la NASA, previamente al
despegue, inducían en los navegantes un estado de vi-
gilia parecido al sueño. Lo llamaban hibernación aun-
que no lo era. En mi caso sólo había un navegante.
Cuando desperté no sabía dónde me encontraba,
cuánto tiempo llevaba dormido. Ni siquiera sabía qué
demonios hacía en este mismo lugar en el que tú tam-
bién has despertado. Debieron pasar unos minutos
para que fuese recuperando las nociones. Miré por la
ventana. El más abrupto de los vacíos, la oscuridad
más honda. Entonces lo recordé todo. Me vestí con
un traje que torpemente se parecía al de un miembro
de la tripulación del Enterprise y comencé a trabajar.
Es lo mismo que tú harás. Ya lo verás. Antes de que
te des cuenta habrás logrado desconectar el control
automático de los procesos. Podrás cumplir a la per-
fección con el plan establecido. ¿Qué sentirás al reto-
mar lo que otros comenzaron antes que tú? No te
preocupes si al principio te supone alguna dificultad
la bipedestación. No sólo te enfrentas a un inconve-
niente de gravedad artificial. Tu musculatura ha de
117
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

estar atrofiada. Con un poco de esfuerzo por tu parte


se desarrollará gradualmente. Para ello, cuentas en la
bodega de la nave con una multiestación gymstata-
tion pro cover. Antes deberás cumplir con el protoco-
lo. El Presidente del Gobierno de los Estados Unidos
y el Administrador de la NASA te darán la bienveni-
da a la vida. Sólo son un par de minutos de vídeo y
audio. Con un lenguaje plagado de tópicos te explica-
rán la finalidad del proyecto, los esfuerzos que fueron
necesarios.
Tras esta primera toma de contacto es hora de que
te confirme lo que probablemente sospeches. Eres un
clon. Has sido creado genéticamente desde mi ADN.
El ordenador nodriza de la nave estaba previamente
programado. En el preciso instante, en que mi cora-
zón se detuviese, tenía que dejar salir de su cápsula
del sueño al primero de los clones (a lo mejor tienes
la fortuna de ser tú). Cuando éste fallezca será el
turno del siguiente. Así hasta que la nave agote su
energía. Una posibilidad que se me antoja remota. La
nave está equipada con equipos de retroalimentación
constante de energía, recursos y ADN. Sería por tanto
más proclive afirmar que el proyecto en Marte se pro-
118
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

longará hasta el infinito. Tras tu extinción te sustituirá


otro idéntico a ti... y a mí. Y luego otro, y otro. Los
últimos adelantos en el campo de la genética permi-
ten realizar el almacenamiento y posterior transmi-
sión de la memoria procedimental. El estriado dorso-
lateral y los ganglios basales conservan todo lo apren-
dido por el ser clonado a lo largo de su vida. Desde tu
perspectiva tal vez no te parezca gran cosa. Pero tuve
la fortuna de trabajar en el proyecto experimental. Al
principio apenas sabíamos nada. Sólo que en caso de
que culminara con lograríamos cambiar el curso de la
historia de la humanidad. Volvernos inconsciente-
mente inmortales, convertirnos en celebridades. Pala-
bras grandilocuentes, por supuesto. El caso es que
este adelanto te permite recordar, aunque no hayas
experimentado directamente el aprendizaje, todo los
conocimientos que albergué; es decir, la forma de
mantener el equilibrio, de caminar, el funcionamiento
de un ordenador, conversar en varios idiomas (aunque
esto no te servirá mucho que digamos) y otras cosas
que poco a poco irás descubriendo. En cambio, se te
privó de la llamada memoria declarativa. Tanto de la
semántica, lo que probablemente te impedirá com-
119
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

prender con exactitud la mayoría de las palabras que


conforman esta carta, como de la episódica. El crite-
rio de los expertos era que lo hacían por tu futuro
bienestar. ¿De qué te serviría convivir con una batería
de recuerdos que ni siquiera comprenderías? Serían
como las piezas de un puzle imposible de encajar. En
la base de datos de tu ordenador personal cuentas con
todo lo que puedas necesitar: manuales digitalizados,
archivos con videos tutoriales con lo que a priori te
pudiese suponer un mayor esfuerzo. Con el coeficien-
te intelectual de 136 que compartimos no tendrás de-
masiados problemas en aprender a manejar el softwa-
re específico, a cumplir con tus obligaciones de vigi-
lante y colonizador en Marte.
Pronto descubrirás que, pese al sinfín de obligacio-
nes que conforman tu rutina, te sobrará tiempo. De-
masiado tiempo para encontrarte solo en una nave en
mitad de la nada. Me planteo, si aun cuando compar-
tes mi configuración genética, actuarás de forma si-
milar a como yo lo hice. Al principio opté por utilizar
los recursos de entretenimiento básicos. Hacía un
poco de deporte, leía, escuchaba música, veía una pe-
lícula tras otra, mientras la oscuridad del exterior no
120
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

parecía sufrir modificación alguna. Descubrirás que


en la memoria del tu ordenador personal tienes a tu
disposición más de un millar de obras, de todos los
géneros y épocas. Incluso cuentas con videos porno-
gráficos, que tendrás saber encontrar, pues no apare-
cen referenciados en la guía principal. Llegó sin em-
bargo un momento en que caí en un profundo cansan-
cio. Los refuerzos vitamínicos no servían. Las dosis
de cafeína cada vez surtían menos efectos. Empecé a
escribir pequeños relatos. La mayoría de ellos estaban
protagonizados por un tipo que se quedaba sólo en la
Tierra tras una debacle nuclear. Un tipo que no tenía
nombre. No eran grandes cuentos, lo reconozco; pero
me servían para entretenerme, para compartir mis an-
gustias con alguien que, pese a no existir, era el único
que podía comprenderme. No te molestes en buscar
los relatos. Cuando comprendí que mi fin se acercaba
se despidieron las eliminé de la memoria del procesa-
dor de textos. De todo lo que escribí sólo dejé esta
carta.
A diferencia de los relatos, la carta era necesaria.
Quería que supieses quién fuiste, qué nos impulsó a
emprender este viaje sin retorno. Yo no nací en el in-
121
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

terior de una cápsula, sino en el paritorio del hospital


de Saint Cloud, una pequeña ciudad del condado de
Stearns, en Minnesota y de nada he estado más segu-
ro a lo largo de mi vida de que quería ser un astronau-
ta. Sé que suena un poco a sueño de niño de los años
70 (como si tú pudieras comprender lo que esto signi-
fica), pero era así. De pequeño, pocos placeres en-
contraba que superasen a oír Space Oditty de David
Bowie a todo volumen, soñar con los ojos abiertos.
No fue fácil. Los requisitos físicos y sobre todo in-
telectuales para acceder al plan de adiestramiento de
la NASA eran altamente exigentes. Aquello en cual-
quier caso lo era todo para mí. Por eso no cejé un
solo instante en mi empeño. Conseguí las notas más
altas del Estado, lo que me permitió elegir Universi-
dad. Con apenas 18 años hacía el viaje más largo que
nunca había hecho. Me dirigía en un autobús a la
Universidad de Manitoba en Canadá. Aquel era el
primer paso. Mientras tanto, la vida real proseguía.
La Tierra, amigo, no es como la nave en la que vives.
No estás solo. No todos los días son semejantes los
unos a los otros. Tienes diversas distracciones. Exis-
ten los domingos, por ejemplo, en los que no tienes
122
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

que trabajar, en la que puedes permitirte un respiro a


los estudios. Los sábados por la noche los jóvenes sa-
len, buscan diversión. Y los que no la encuentran aca-
ban en la cama con una mujer y mucha cerveza. Tras
la Universidad, accedí a los estudios en el Centro Es-
pacial John F. Kennedy, al mismo tiempo que, sin
querer ser del todo consciente, iba formando una fa-
milia. Tenía 24 años cuando alquilé un piso con Do-
rothy en Tallahassee. Otra diferencia de lo que sucede
en La Tierra. Pese a su materialidad manifiesta, allí el
tiempo transcurre a toda velocidad. Nada que ver con
el espacio, donde pareces pertenecer a la eternidad,
donde las luces provenientes de las estrellas se man-
tienen inalterables. Esto a pesar de que muchas de
ellas se apagaron hace millones de años. Dorothy y
yo nos habíamos conocido en una discoteca, nos ha-
bíamos gustado y habíamos follado. La disolución del
tiempo se encargó del resto. En cualquier caso, todo
parecía reversible. Hasta que un buen día Dorothy se
presentó con un cachorro entre sus brazos. Lo había-
mos hablado y yo había mostrado mi más rotunda
oposición. Que te diga que las mujeres actúan de esa
manera puede que no te aclare nada al respecto. Sólo
123
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

que es así. Desde ese momento Dorothy y yo tuvimos


algo en común más allá del pago de las facturas y un
mismo techo. El cachorro tenía ya un nombre. Se lla-
maba Mumo.
El tiempo no sólo servía para sucumbir a lo irreme-
diable, a lo que se nos escapaba de las manos. Me
acercaba a mi propósito. El trabajo empezaba a dar
sus frutos. Fui uno del puñado de candidatos finales
para un proyecto que se había catalogado de altamen-
te secreto. Project Island. Aquello al menos sonaba a
misterio, a riesgo incluso. Era precisamente lo que
quería. Los viajes espaciales ya no eran lo que habían
sido, lo que fueron durante mi infancia. Si bien es
cierto que se había colonizado la Luna, los viajes eran
extremadamente seguros. ¿Y para qué? En la superfi-
cie lunar se erigían diversas instalaciones. Sin embar-
go, se habían convertido en poco más que un parque
de atracciones y restauración temática para gente pu-
diente. Los viajes espaciales se limitaban al trayecto
ida y vuelta a La Luna. No había expansión, no había
riesgo. La aventura de las películas de ciencia-ficción
del s. XX había desaparecido por completo. No que-
daba un solo ápice de Alien, ni de Star Wars, ni
124
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

de Battlestar Galactica. Un viaje espacial se parecía


en exceso al que hacía un autobús de línea o un vuelo
en avión comercial. No era lo que yo había soñado.
Por eso me agarré con toda la fuerza posible al pro-
yecto secreto para el que había sido preseleccionado.
Con el paso de las cribas de aspirantes fuimos cono-
ciendo los detalles. Se trataba de un programa de la
NASA que pretendía la colonización de Marte. Las
dificultades logísticas parecían salvarse con la genéti-
ca. Elegirían a un solo individuo que en un viaje que
solo sería de ida colonizaría el planeta rojo. Sus clo-
nes se quedarían en Marte como la descendencia de
un farero. Las pruebas físicas y psicológicas resulta-
ban cada vez más arduas. Mucho más duras de lo ha-
bía imaginado. Mucho más duras de lo que estaba
preparado. Llegaba a casa derrotado, viendo en peli-
gro la materialización de mi sueño, precisamente
cuando más próximo parecía. Apenas hablaba con
Dorothy. Apenas tocaba la cena. No veía la tele. Me
encerraba en una habitación y oía una y otra vez Spa-
ce Oditty. Cada vez sonaba más distante. Llegué en-
tonces a comprender que, más que de una tragedia,
hablaba de un imposible. Sólo Mumo parecía no ren-
125
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

dirse. Tras la puerta ladraba con infinita tristeza, ara-


ñaba con sus patas como si tratara de salvarme de mí
mismo. Mientras escribo, soy consciente de las horas
que irreductible pasó junto a la puerta, como el mis-
mo vigilante que en Marte yo añoraba ser. A veces
me rendía a su obstinación. Abría la puerta y el perro
asomaba meneando su cola. Traía en la boca algún ju-
guete mordido y babeado. No era yo el que jugaba
con él, sino el perro el que me entretenía para que mi
mente lograra un poco de sosiego.
Meses después mi sueño se cumplió. Los hechos se
sucedían a toda velocidad. Adquirí el rango de Co-
mandante. Fui el elegido. El Project Island me lleva-
ría en un par de años a Marte. En ningún momento
del proceso se me garantizó la permanencia de una
comunicación con La Tierra. Sería el primer ser hu-
mano que pisaría su suelo pero moriría allí, en la más
absoluta soledad. No sólo una vez. Infinitamente na-
cería y volvería a morir. Mis clones no estaban para
hacerme compañía, sino para sustituirme en el mo-
mento de mi fallecimiento. En contra de lo que pudie-
se parecer estos inconvenientes apenas me inquieta-
ron. Sólo lograba en pensar en el futuro inmediato.
126
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Mi objetivo no se limitaría a la mera permanencia en


el planeta. Debería realizar continuos análisis astro-
métricos. Tal vez algún día la tecnología lograría su-
perar la barrera, enviar una expedición de regreso. Mi
descendencia clónica daría la bienvenida a aquellos
futuros terrícolas, les facilitaría toda la información
almacenada durante décadas o siglos de estudios en
Marte.
Recuerdo la primera ocasión en que me invitaron a
presenciar la nave que me llevaría hasta Marte, en la
que viviría lo que me quedaba de vida. Parecía in-
mensa desde el exterior, nada que ver, por otro lado,
con lo que cobijaba en su interior. Antes incluso de
despegar, paseando por sus salas desnudas y a medio
terminar comprendí la diferencia existente entre los
sueños y su materialización. El día antes de partir me
despedí para siempre de mi familia, de mis amigos,
de Tallahassee y de todos los rincones en que había
vivido, de Dorothy y de Mumo. Fue una fiesta íntima
y triste. Los invitados actuaban como si se encontra-
ran en un funeral anticipado. Muchos de ellos trata-
ban de sofocar la irrupción incontrolada de las lágri-
mas. Entendía sus sentimientos encontrados, pero yo
127
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

no podía sentirme afligido. Estaba a punto de conse-


guir aquello que más deseaba.
El despegue se asemejó en exceso a una mentira, a
una de las tantas simulaciones que habíamos realiza-
do durante el periodo de preparación. Las últimas pa-
labras que oí me llegaron por radio. Hasta pronto,
Comandante. Me tendí en el interior de una cápsula.
Comprobé que se cumplían todos los dispositivos de
seguridad. Entonces comenzó la cuenta atrás. Los nú-
meros apenas pasaban. Cerré los ojos y cuando los
abrí me encontré de bruces ante todo el peso de la os-
curidad. No parecieron transcurrir más que unos se-
gundos. Pero de un plumazo acababa de perder varios
años de vida. Como ya te dije, Mumo, fue difícil re-
cuperar consciencia, regresar a la vida sensorial. Las
toxinas de la droga que produce la hibernación (aun-
que no lo fuera) se aferran al sistema nervioso con es-
pecial virulencia. Durante unos minutos una sen-
sación de profunda irrealidad se apoderó de mí. El
primer recuerdo de la estación en Marte que conservo
es el silencio. Un silencio atroz como un animal ham-
briento que recorría las salas y los pasillos, que a pe-
sar de ser minúsculos se habían tornado infinitos. Tan
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

rotundo resultaba que podía percibir el propio funcio-


namiento de mi organismo, oír cada latido de mi co-
razón. Como no podía ser de otro modo me coloqué
unos auriculares, incrementé hasta el tope máximo el
volumen y pulsé el play del reproductor mp3.
Sonó Space Oddity y creí ser plenamente feliz por
primera vez en mi vida.
Conforme pasaron los días asumí toda la dureza del
entrenamiento previo. Si bien, la actividad cotidiana
no resultaba en ningún aspecto compleja, la estricta
soledad, la incomunicación hacían que constantemen-
te tuviese que recurrir a las pautas que había aprendi-
do en el entrenamiento psicológico. En el botiquín
contaba con algunos ansiolíticos. Su uso estaba pre-
visto para los primeros días del asentamiento. Sin
embargo, la rápida progresión de sensaciones que
afloraban en mí de forma descontrolada me aconsejó
un uso racional.
Las semanas transcurrían y todo iba a peor. Ni las
películas, ni los libros conseguían entretenerme. Lo
más preocupante comenzó cuando noté algo hasta en-
tonces inusitado: ponía Space Oddity y mi cuerpo se
mantenía inalterable. No experimentaba ningún tipo
129
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

de sensación. Reconocía la calidad musical de la can-


ción, pero algo se había secado en mi interior y me
impedía emocionarme con la tragedia que narraba.
Fue entonces cuando comencé a escribir. Me inventé
un alter ego, que en lugar de en Marte, experimentaba
las mismas sensaciones de frustración y soledad en
La Tierra. Lo convertí en el último superviviente hu-
mano a una debacle atómica. Fueron días más sose-
gados. Vivir una vida que no era la mía, como había
hecho con el personaje de Space Oddity, me salvaba.
Pero pronto aquellos relatos mal escritos y nihilistas
perdieron su condición de salvación. Entonces empe-
cé a recordar, como si fuese una terapia en sí misma,
los días perdidos en La Tierra. Pensaba en mis pa-
dres, en mis amigos y en todos los lugares en los que
había vivido anhelando precisamente en el que me
encontraba. Pensaba en Dorothy y en Mumo. Me cas-
tigaba imaginando la vida que habrían construido
apenas se habían despedido de mí.
Fue entonces cuando comencé a escribir esta carta.
Antes de hacerlo comprendí que sólo podía ser ma-
nuscrita. Lo que fuese a escribir tenía que escapar al
control de los automatismos del ordenador principal.
130
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Éste hubiese destruido cualquier elemento discordan-


te, cualquier acción que según su criterio supusiese
un peligro para la estabilidad del Project Island. Po-
dría parecer increíble, pero lo más difícil resultó en-
contrar papel y lápiz. El inventario de la nave parecía
contar con todo lo eventualmente necesario. Sin em-
bargo, a la hora de la verdad no hallé ninguno de
aquellos instrumentos básicos. Pasaban los días o las
horas y la sensación se volvía cada vez más profunda.
El lápiz apareció perdido en el botiquín. El papel fue
más difícil de obtener. Tuve que fabricarlo yo mismo
de las cajetillas de cartón. La mayoría pertenecían a
antibióticos y otros fármacos. Las introduje en un re-
cipiente con agua. Batí la masa uniforme, añadí lo
más parecido que encontré a un disolvente y tras un
secado interminable pude contar con este papel irre-
gular que tienes en las manos (por suerte no puedes
compararlo con ningún otro). Entonces pude comen-
zar a escribir. Nunca había sentido una tristeza mayor.
Cuando terminé la carta puse fin a mi vida.
Segundos después se abrirá la cápsula en la que
duermes ajeno a todo.

131
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Ahora que conoces toda la historia, Mumo, ya sa-


bes lo que tienes que hacer.

© Pedro Padilla,
12 de mayo de 2015

132
EL MAGUFO

por Eduardo Delgado Zahino

El cartel luminoso no resplandecía, pero lo anunciaba


bien claro: BAR EL QUIJOTE.
José entró y el humo de cigarrillos lo asaltó. Dando
gracias a quien tuviera que recibirlas por poder respi-
rar aquello, sacó un pitillo, se lo puso en los labios y
lo encendió. El primero del día, probablemente no el
último.
La fauna que poblaba EL QUIJOTE a esas horas
apenas levantó un segundo la mirada de sus vasos
para comprobar que se trataba de un tertuliano cono-
cido y no de una indeseada orden de registro. Nadie
saludó. La gente se había vuelto arisca y poco comu-
nicativa desde hacía tiempo.

133
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Se dirigió al camarero, que se encontraba apoyado


al otro lado de la barra, mirando al infinito.
—Eh, Tomás —dijo.
Tomás salió de su ensueño.
—Eh —respondió.
—¿Qué se puede beber hoy?
Tomás dio una calada a su cigarrillo de liar. Tenía
los ojos enrojecidos. Buena señal. Lo que quiera que
fuese que se pudiera beberse esa noche, era fuerte.
—Vodka.
—Pues que Dios bendiga al hijoputa que lo haya
destilado.
Tomás sacó una botella medio vacía de debajo de la
barra y llenó un vaso metálico que dejó en espera de
la ansiosa mano de José.
—Son cincuenta pavos —dijo.
—¿Cincuenta, eh? Dime, Tomás, ¿cuánto te debo
ya?
El camarero alzó las cejas, extrañado.
—Que yo sepa no me debes nada.
—Entonces, ¿por qué no dejas que me tome el puto
vodka y te pago cuando vaya a salir, como siempre?
Tomás asintió.
134
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Claro.
Y así, José pudo dar el primer sorbo de aquella glo-
riosa porquería. Puro veneno, pero le hizo sentirse
vivo durante un segundo.
Avanzó hasta la mesa más próxima y se dejó caer
sobre una silla. Saludó con la cabeza al hombre gordo
y a la mujer ultra maquillada que se hallaban allí sen-
tados. Solo la mujer sonrió levemente como respues-
ta. Era Narda, una putilla dispuesta a todo a cambio
de un trago.
—¿Sabes, Narda? —dijo José—, hoy te encuentro
particularmente atractiva.
El tipo que la acompañaba salió de su ensimisma-
miento y le clavó un par de pupilas furibundas.
—Pues resulta que hoy está conmigo —dijo, con
voz ronca.
José asintió, reculando. No quería líos, y menos si
esos líos giraban alrededor de Narda. Dio una calada
a su cigarrillo y miró hacia el televisor, un aparato
viejo colocado sobre una máquina tragaperras apaga-
da y polvorienta. La imagen muda de un enorme des-
tructor siendo alzado con un cable hasta la primera

135
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

órbita llenaba la pantalla. En la parte inferior de la


pantalla, un rótulo informaba.

HOY EL CINTURÓN DEFENSIVO TIENE UNA


NAVE MAS ENTRE SUS FILAS. ¡GLORIA!.

José expulsó el humo, apuró el vodka y se levantó. El


triste intento de obtener compañía femenina acababa
ahí. Se dirigió de nuevo a la barra.
—Tomás, que sean cien pavos de esta mierd...
Entonces la puerta de la calle se abrió y entró el
magufo.
El uniforme estaba tan limpio que resaltaba en el
local como una margarita creciendo en un vertedero
de residuos tóxicos; blanco, engalanado con ribetes
dorados y medallas del mismo color. El tipo que lo
llevaba puesto parecía joven, comparado con el resto
de personas de aspecto ajado que poblaban el bar.
Avanzó hasta situarse justo en mitad del local. Son-
reía.
Los parroquianos miraban, entre alucinados y ate-
rrorizados, a aquel hombre de aspecto níveo que ha-

136
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

bía penetrado en el santuario donde se escondían du-


rante un par de horas cada noche antes de ir a dormir.
El tipo miró a su alrededor teatralmente y habló.
—Me han dicho que os podría encontrar aquí. Veo
que os habéis convertido en pura mierda, aunque creo
que simplemente ahora se os nota más, porque siem-
pre lo fuisteis...
José intentó ordenar sus recuerdos. Aquella voz le
sonaba.
—La educación —continuó el tipo— nunca fue
algo que manejaseis, pero podríais saludar al hijo
prodigo, digo yo.
Algunos se pusieron en pie y adoptaron la posición
de firmes. Pronto les siguieron los demás. José se fijó
en Tomás. Estaba con la botella en la mano, a punto
de volcarla sobre su vaso, paralizado en aquella posi-
ción. Con el dedo índice, José empujó hacia abajo la
boca de la botella hasta que el líquido comenzó a salir
y espero un momento antes de volver a dejarla como
estaba. Después, cansinamente, se puso firme tam-
bién.
El tipo observó todo esto con expresión sarcástica.

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—Caray, es lo más patético que he tenido la desgra-


cia de ver en los últimos años, y mira que he visto co-
sas patéticas. No sé, será porque os conozco y eso
hace que el patetismo se acentúe en mi gnosis.
Tomás aprovechó entonces para dejar la botella so-
bre la barra y adoptar la posición de firmes.
—Con todo respeto —empezó a decir el camarero
—, el ayuntamiento me permite mantener este local.
No estoy cometiendo delito alguno. Si se trata de un
registro, por supuesto, puede proceder. No hay nada
que ocultar...
—¡No sé que es más insultante! —interrumpió el
tipo, alzando la voz— ¡Sí el hecho de que os dedi-
quéis a emborracharos como antiguos humanos o que
no me reconozcáis!
José se esforzó un poco más. Sí, definitivamente
aquella voz le sonaba.
—¡Yo sí que me acuerdo de vosotros, de todos vo-
sotros! —continuó— ¡Durante mi juventud os dedi-
casteis a insultarme y menospreciarme sistemática-
mente debido a mis convicciones!

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Entonces la chispa saltó en el cerebro de José, in-


cendiando partes de su mente adormecidas, trayendo
recuerdos.
—¡La madre que me parió! —exclamó— ¡Friker!
Ambos hombres se miraban, uno sucio, de aspecto
cansado y algo borracho, el otro limpio, sonrosado y
completamente sobrio. El arma que portaba al cinto
este último destelló un instante bajo la luz de los fluo-
rescentes.
José sintió que había metido la pata hasta el fondo
usando aquel apodo pero, como ya hacía varios años
que se sentía muerto, no se amilanó y quiso demos-
trar al visitante que recordaba perfectamente de quién
se trataba. Alegremente se dirigió a los parroquianos.
—¡Venga! ¿No os acordáis? ¡Es Friker! ¡El magu-
fo!
Algunos cuerpos parecieron encogerse a pesar de la
posición de firmes.
—Lo llamábamos así porque era un friki y veía los
programas de Iker Jiménez. Se pasaba la vida dándo-
nos por saco con delirios sobre OVNIS y esas mier-
das. Vamos, tenéis que acordaros, en el instituto,

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cuando el mundo era nuestro y no se había convertido


en lo que ahora es.
Los recuerdos afloraron en algunas mentes y unas
leves sonrisas se dibujaron en ciertas bocas.
El emperifollado, de pronto, ya no parecía tan im-
ponente y atemorizante.
—¿Y cómo es ahora el mundo, José? —preguntó
Friker, con un tono de voz suavemente amenazador.
José abandonó del todo la posición de firmes, aga-
rró el vaso de vodka y se apoyó lánguidamente en la
barra.
—Como si no lo supieras —respondió—. El mundo
es una gran fábrica de armas gracias a tus amiguitos
invasores.
El ambiente fluctuaba. De denso cambiaba a fresco,
de fresco a oleoso. No era una mera percepción, pare-
cía estar ocurriendo realmente.
—Se supone que había quedado claro que no se tra-
ta de una invasión —dijo Friker.
—Bueno, por decreto está claro que no es de eso de
lo que se trata. ¿Cómo lo llamáis los iluminados...?

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—Advenimiento de la Nueva Era de la Hermandad


Galáctica —respondió Friker, adoptando cierta pose
orgullosa.
—Eso, advenimiento... Dime, Friker, ¿a qué has ve-
nido?
Friker observó a su alrededor y sonrió con sorna al
comprobar que algunos habían abandonado la posi-
ción de firmes y se mantenían expectantes ante su
respuesta.
—Pues, he venido a veros, claro. A tomar una copa
con vosotros —fijó su mirada en Tomás— Camarero,
¿podría ponerme alguna bebida homeopática?
Tomás se puso tenso. Sus ojos dijeron que allí no se
gastaba de eso.
—Ya veo. ¿Agua de mar diluida al 0,000010% en
agua dulce?
Los ojos de Tomás dijeron que no, que tampoco te-
nía.
—Lo imaginaba. Bueno, por suerte he traído de
todo en el ovni.
Sacó del bolsillo un pequeño cristal azul y le propi-
nó un suave soplido. La puerta del bar se abrió enton-
ces y entraron dos guardias uniformados con sendas
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ametralladoras en las manos. Se posicionaron uno a


cada lado de la puerta. Cuatro jóvenes muchachas
medio desnudas entraron después, portando bandejas
con vasos y jarras de cristal. Se colocaron frente a
Friker.
—Tomaré de ti —dijo, señalando a una de las mu-
chachas.
La chica hizo una reverencia, introdujo una peque-
ña barra cristalina en la jarra y dejó caer una simple
gota en uno de los vasos, que parecía contener agua.
Después se lo ofreció.
—Gracias, mis vírgenes nubias. Podéis volver al
ovni.
Las muchachas salieron con pasitos pizpiretos, los
guardias se quedaron donde estaban y Friker tomó
asiento en la silla más próxima.
José observó todo aquello con su propio vaso ca-
lentándose en la mano. Recordó que lo tenía y le dio
un sorbo intenso.
—Pues a mí me parece que has venido a vacilarnos
—dijo, con voz entrecortada, intentando que la tos no
aflorase.
Friker soltó una carcajada.
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—Eso es lo que me decías siempre —señaló—. Veo


que vas recordando. Anda, siéntate aquí conmigo y
hablemos.
José aceptó la invitación y plantó sus posaderas en
una silla, frente a su antiguo compañero de instituto.
—Y los demás, acercaos —continuó Friker—, sen-
taos a mi alrededor. Quiero haceros partícipes de mi
alegría.
Poco a poco, sin apartar la vista de los guardias y
sus ametralladoras, los parroquianos de EL QUIJO-
TE obedecieron.
—Aceite de rateros —dijo Friker, agitando leve-
mente el vaso— Es lo más fuerte que puedo permitir-
me, dadas las circunstancias. Esto evitará que me pe-
guéis alguna cosa mientras permanezco aquí.
José sonrió.
—Convenientemente diluida en agua, por lo que
veo.
—Pues sí. Ya os decía yo que la homeopatía funcio-
na, que el agua tiene memoria. Pero nunca me hicis-
teis caso. Os reíais de mí.
—Entonces has venido a restregarnos que tenías ra-
zón. Que todos tus delirios magufos eran ciertos...
143
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Pues sí, aunque diciéndolo de ese modo me ridi-


culizas. No eran delirios.
José dio un sorbo al vodka.
—Bueno, supongo que comprenderás que el hecho
de que hayamos sido invadidos por una especie alie-
nígena no te da la razón en todas las demás cosas.
—¿Ah, no?
—No. Y ni siquiera te da la razón en lo de los OV-
NIS. Estos seres no son grises, ni reptilianos, ni anun-
nakis, ni ninguna otra gilipollez. Llegaron aquí y nos
esclavizaron para que les sirviéramos en su guerra...
—Estos seres, como tú los llamas, han estado aquí
desde siempre. Ellos nos crearon. Solo esperaban a
que estuviéramos preparados para poder entrar en la
Hermandad. Muchos lo sabíamos.
—Ya. ¿Y no se te ha ocurrido pensar que eso lo di-
cen para que los sirváis?
—No.
José suspiró. No tenía claro lo que ocurría. Estar
ahí, frente a un recuerdo de la juventud, hablando
tranquilamente de extraterrestres, le pareció de lo más
antinatural. El ambiente se tornó fresco, otra vez.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Me siento bien —dijo—. Y no creo que sea por


el alcohol.
—Ah, eso. Sí, estoy usando un relajante neuronal.
Tecnología de La Hermandad. Es para que no os ca-
guéis encima de puro miedo.
—Claro, ya decía yo. ¿Nos vas a matar?
La pregunta hizo reír a Friker justo cuando se dis-
ponía a dar un sorbo de su aceite de rateros homeopá-
tico.
—No, no, no es la idea.
—Entonces dime, ¿qué esperas de nosotros? ¿Una
disculpa? Por mi parte, bien, me disculpo. Tú tenías
razón en todo.
Friker fijó su mirada en la de José.
—No quiero disculpas falsas.
—Mira, Friker..., perdona que te llame así, es que
no recuerdo tu verdadero nombre, he estado trabajan-
do en la fábrica tooodo el día, montando componen-
tes para las computadoras de las naves de tus amos
los merkeps, y he venido aquí, como cada noche, a
relajarme un poquito, a sentirme humano por un rato.
Porque para eso es para lo que hemos quedado los
humanos, ¿sabes? Lo que quiero decir es que mañana
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

madrugo para poder seguir montando componentes y


no puedo pasarme aquí la noche entera escuchándote.
Friker asintió.
—Andrés, me llamaba Andrés. Ahora soy Luz de
Nibiru. Los miembros de la Vigilancia nos hemos
cambiado el nombre a otros más acordes con las cir-
cunstancias.
—Bien, Luz de Nibiru, pues dime qué quieres de
nosotros.
Luz de Nibiru se puso en pie, dejando el vaso en la
mesa. Recompuso su uniforme y habló.
—Amigos, lo que me ha traído aquí es puramente
personal. Me lo hicisteis pasar mal en el instituto.
Erais estudiantes de mente científica oficialista, pero
no es eso lo que os reprocharé, pues nuestros amigos
de las estrellas nos han enseñado que la ciencia guar-
da misterios. Misterios que se desvelan, necesarios
para dar el paso hacia la nueva consciencia colectiva.
Ellos estuvieron aquí siempre, enseñando el camino a
unos pocos. Hace diez años llegó el grueso de su es-
pecie, a bordo del mundo que podemos observar si
miramos al cielo. Nibiru, el planeta errante. Las le-
yendas que decían que se trataba de un mundo de
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

destrucción eran falsas, promovidas por gente perver-


sa. Nibiru es bueno, los merkeps son buenos. Pero
hay otra especie, los balqueps, habitantes del núcleo
galáctico, que ansían el dominio de la Vía Láctea. Por
eso debemos hacer el esfuerzo y construir la mayor
flota de naves capaz de proteger nuestro mundo, y el
suyo, ante la amenaza que representan...
—Es decir, que has venido a darnos el discurso del
presidente —interrumpió José—. No te molestes, ya
lo escuchamos en su momento. Fue la redición defi-
nitiva.
—Es a modo introductorio...
—Verás, todo eso que nos contó el presidente de
los Estados Unidos, y ahora tú repites, es una mierda.
Luz de Nibiru tornó la expresión de su rostro. Ya no
sonreía.
—Simplemente —prosiguió José—, hemos sido in-
vadidos por una especie tecnológicamente superior
que ha tomado nuestro planeta para convertirlo en
una gran fábrica de naves destructivas porque están
en guerra con otra especie, y toda esa mierda sobre
Nibirus y maguferías de tres al cuarto que ahora for-
man parte de la ciencia oficial no son más que place-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

bos para tenernos controlados. No somos nada para


ellos, solo un medio para infestar esta parte de la ga-
laxia con naves de guerra. Han Tomado nuestra tec-
nología, la han adaptado de la forma más barata posi-
ble y la usan para sus fines. ¡Punto!
Algunas cabezas asintieron enérgicamente.
—¿Quieres que te demos la razón? Vale, la tienes,
pero haznos el favor, y si no piensas matarnos, de irte
a tomar por culo—concluyó.
Luz de Nibiru parecía incómodo. Introdujo la mano
en uno de sus bolsillos y el ambiente se volvió denso.
—Sé que la verdad es dura, y casi puedo entender
que os sigáis resistiendo a ella, pero debéis aceptar
que la vida solo es un viaje, un tránsito hacia una for-
ma de existencia superior. Todo sufrimiento quedará
olvidado en la quinta dimensión...
—Y eso te lo han dicho los merkeps, ¿no? Que sea-
mos buenos y suframos que luego tendremos un pre-
mio en el cielo... ¡Joder, Andrés, nada ha cambiado!
¡Es la misma mierda de siempre, pero con alienígenas
reales!

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Andrés pareció decaer, miró un instante su vaso de


aceite de rateros como si este pudiera sacarle del apu-
ro y volvió a alzar la cabeza con orgullo.
—Nunca daréis vuestro brazo a torcer. Jamás abri-
réis la mente a la verdad ni teniéndola delante.
El ambiente volvió a refrescarse.
—Desde luego —dijo José—, si me quedara alguna
gana de sorprenderme de algo a estas alturas, sería de
esto. Que hayas venido a intentar convencernos des-
pués de tantos años. Dime, ¿cómo ingresaste en la
Guardia de Vigilantes? ¿Hiciste un examen de magu-
fismo?
Una risa femenina recalcó la última frase. Una bo-
fetada directa a la afectación de Andrés. Este miró
iracundo a la dueña de la carcajada.
—¡Bernardita! —exclamó— ¡Maldita sea! ¡Vién-
dote ahora me sorprendo de que una vez estuviera
enamorado de ti! ¡Mírate, que pinta. Pareces una puta
barata!
Narda borró la expresión divertida de su rostro y se
alzó, de pronto, adoptando una pose de dignidad que
se notaba hacía años no practicaba.
—Es lo que soy, maldito traidor. ¡Y a mucha honra!
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Pocos se dieron cuenta, pero los guardias se pusie-


ron tensos y apretaron las manos sobre sus armas.
—¿Y no sería mejor que aceptases la realidad? —
dijo Andrés— ¿No podrías esforzarte en mantener
una vida más digna...?
—¡Mi hijo! —interrumpió Narda, dando un paso al
frente— ¡Mi niño!
El hombre gordo que la había estado invitando has-
ta unos minutos antes de la entrada de Andrés en el
bar, la sujetó del brazo y le dijo algo a oído.
El ambiente se volvió oleoso.
Narda volvió entonces a su posición derrotada,
asintió mirando al hombre gordo directamente a los
ojos y apartó suavemente su mano. Después se enca-
ró de nuevo a Andrés.
—Tuve un hijo —dijo, con voz cansada—. El más
bonito de todo este cochino mundo. Tenía los ojos de
su padre, al que mataron tus amos durante el primer
embate. Mi niño padeció una enfermedad llamada po-
lio, algo que podría haberse evitado si vosotros no
hubieseis prohibido las vacunas...

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—¡Oh, vamos! —interrumpió Andrés— ¡Nosotros


os libramos del monopolio de las farmacéuticas y sus
métodos inadecuados, toscos y mal intencionados!
—¡Una simple vacuna y mi hijo seguiría vivo...!
Aunque, te voy a decir la verdad, a veces pienso que
mejor está muerto que no viviendo en este mundo
de...
—¡Mirad!
Todos miraron al tipo que había gritado que mira-
sen.
—¡A mí no, imbéciles, a la tele!
Y las miradas fueron a parar al aparato.
La nave destructora que había estado centrada en la
pantalla durante su lento ascenso a los cielos, caía. El
cámara seguía el descenso a duras penas y en un mo-
mento dado decidió abrir el zoom a tope. Sí, definiti-
vamente se había producido un accidente y el des-
tructor iba a estrellarse.
—¿Lo veis, lo estáis viendo?
El destructor recorrió el medio kilómetro que le fal-
taba y se desintegró en el suelo. Una densa nube de
polvo se extendió hasta alcanzar al cámara.
—¿Qué puede haber pasado? —preguntó alguien.
151
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Pues yo me alegro —respondió otro.


José se giró, encarándose a Andrés. Este soplaba su
cristal y observaba destellos en su superficie intentan-
do obtener respuestas.
Alguien se dio cuenta de que la tele estaba muda.
—¡Tomás, dale volumen! —exclamó ese alguien.
La asustada voz de un comentarista llenó EL QUI-
JOTE, quebradiza, sollozante.

...es algo sin precedentes desde que el Advenimien-


to... No tengo palabras. Sencillamente, no sé qué de-
cir....
El polvo nos impide ver. Ésfera, ¿qué ha ocurrido?.
No... no puedo hablar.
Hemos visto caer la nave. Dinos, ¿ha caído la
nave?.

—Estúpido, pues claro que ha caído... —empezó a


decir Tomás.
—Shsss...

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Hace escasos segundos la nave de defensa planetaria


número trescientos dieciséis, desde el Glorioso Adve-
nimiento, se ha soltado del cable elevador y se ha es-
trellado contra el suelo. Aún no tenemos explicación
por parte de la Neo-NASA....

—Dios —dijo Tomás—, esos trastos tienen más de


tres mil metros de largo. Fijo que no ha quedado na-
die vivo en kilómetros...

Nos informan ahora....

La voz se quebró.

No está muy claro lo que nos dicen, pero he creído


entender la palabra sabotaje....

—¿Será posible eso? —preguntó el tipo gordo.


—Sería maravilloso —respondió Narda.
José vigilaba por el rabillo del ojo a Andrés, fiján-
dose en que este reculaba hacia la puerta.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Entonces, la borrosa imagen inundada de polvo


cambió y en su lugar apareció un tipo con un pa-
samontañas negro.
Humanos dijoLa liberación ha llegado. Aprended y
hacedlo rápido. Así es como se mata a un merkep..
La imagen se movió, centrándose en una figura.
Hasta ese momento, la única idea que tenían de cómo
era un merkep la habían adquirido en secreto, me-
diante dibujos y fotografías borrosas. Pero ahí estaba,
grande, pulposo y atado con cuerdas rojas.
Se agarra algo puntiagudo y se le mete por aquí.
Una mano sujetaba un simple pincho de cocina y lo
introducía en un lugar determinado de la extraña fiso-
nomía del alienígena. El ser se retorció un segundo y
quedó inerte.

Son débiles y cobardes. No os resultará difícil alcan-


zarlos y matarlos. Ahora, mirad al cielo.

Nadie se movió hasta que José terminó de entender lo


que el encapuchado decía.
—¡A la calle! —exclamó.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Y todos salieron.
Lo primero que vieron fue el ovni de Andrés ele-
vándose, dejando atrás a su jefe. En el emotivo mo-
mento que vivían, ninguno se dio cuenta de que los
guardias habían abandonado la puerta.
—¡Vaya, Luz de Nibiru, parece que tus vírgenes
nubias y tu escolta no te han esperado! —soltó jocoso
José, vaso en mano.
Luz de Nibiru observó alejarse la nave mientras
profería furiosos soplidos a su cristal azul.
El ambiente había vuelto a la normalidad. Sin duda,
el relajante neuronal se alejaba junto con el ovni.
—Bien —dijo el hombre gordo—, veamos qué
ocurre en el cielo.
El cielo estrellado, recorrido por la Vía Láctea, sin
luna, con Nibiru saliendo por el Este, los recibió. La
fina línea de puntos que era el anillo defensivo com-
puesto por las enormes naves de guerra que habían
estado construyendo durante los últimos años estaba
allí, como siempre. Nada extraño parecía ocurrir.
—¿Pero qué está pasando? —preguntó quejumbro-
so Luz de Nibiru mientras observaba su pequeño cris-
tal de control, que se había vuelto negro.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

En el cielo, uno de los puntos comenzó a brillar con


más intensidad, tanta, que tuvieron que cerrar los
ojos. Otro punto, situado casi en la línea del horizon-
te, brilló con fuerza. De pronto, ya no había oscuridad
y la calle aparecía en todo su esplendor decadente.
Los coches abandonados, los pisos con las persianas
echadas, los montones de basura apilados en las bo-
cacalles.
Algunas persianas se elevaron dejando ver rostros
humanos en las ventanas.
Pronto los dos resplandores se apagaron y en el lu-
gar, donde antes habían estado los puntos luminosos,
quedaron dos pequeños soles. Pero otro fogonazo ate-
nuó el fulgor de estos. Y otro más se unió a la orgía
lumínica. Y luego otro.
El cielo nocturno se había convertido en una espe-
cie de oscuridad blanca. Nadie pudo seguir mirando
al cielo y se introdujeron de nuevo en el bar. Las cor-
tinas negras dejaban pasar la luz, que se atenuaba du-
rante unos segundos para volver de nuevo a iluminar-
se ante una nueva explosión.
Sentados, con sus vasos rellenados de vodka, deja-
ron pasar varios minutos en un estado intranquilo de
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

perplejidad. La pantalla del televisor se había vuelto


negra.
Entonces, Narda, habló.
—Hemos ganado —dijo en un susurro.
Los que entendieron las palabras la miraron.
—¡Hemos ganado! —repitió, elevando la voz.
Cada rostro humano se volvió hacia ella.
—¡ ¿No lo entendéis?! ¡Los estamos matando!
Algunos traseros abandonaron las sillas. Las corti-
nas negras brillaron entonces de tal modo que ilumi-
naron la escena de todos aquellos seres humanos le-
vantándose y colocándose alrededor de esa mujer er-
guida. Tal vez fuera la luz, pero a todos les pareció
extrañamente hermosa, sobre todo cuando, riendo,
volvió a gritar.
—¡¡¡LOS ESTAMOS MATANDO!!!
Nunca les había parecido tan bella la palabra ma-
tar y se unieron al júbilo de Narda con sus propios
gritos de triunfo.
Tan solo un culo permaneció sentado. Andrés era la
viva imagen de la perplejidad y la derrota. Su inma-
culado traje ya no significaba nada entre tanta luz de

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

victoria inundándolo todo. Al final de su brazo, en su


mano, refulgía el arma.
—Animales —dijo—. Volvemos a ser simples ani-
males.
Pero nadie pudo oír aquellas palabras enterradas en
la algarabía. Tampoco pudieron escuchar el disparo
que se propinó a sí mismo.
Afuera, la alegría se adueñaba de las calles. Miles
de personas salían de sus casas para celebrar la libe-
ración del pueblo humano.
Rápidamente se organizaron grupos armados que
marcharon hacia los edificios públicos donde sabían
se alojaban merkeps y secuaces terrícolas. José, To-
más, Narda y el tipo gordo recobraron esa noche el
orgullo de pertenecer a la especie humana y supieron
de la alegría que suponía matar a un merkep.
Si hubieran tenido tiempo de imaginar, habrían
imaginado que en los días siguientes se fundarían go-
biernos provisionales que decantarían la nueva reali-
dad a la que tendrían que adaptarse.
Pero esa noche tenían que acabar con la resistencia
que quedara. Con toda la resistencia.
Iba a ser una noche larga y sangrienta.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Una noche histórica...

El cartel luminoso brillaba en la noche, anunciando


bien claro: BAR EL QUIJOTE.
José entró y el límpido ambiente sazonado con un
aromaterapico olor a lavanda eliminó de un plumazo
su incipiente dolor de cabeza. Los escasos tertulianos
levantaron sus vasos en señal de saludo. Sonreían.
—Eh, Tomás, ponme algo.
Tomás salió de su sempiterno ensueño.
—Elije —dijo.
—Pues que sea Whisky.
Tomás bufó.
—Ya sé que son doscientos pavos, no me jodas.
¿Alguna vez has tenido problemas conmigo por eso?
—Claro que no, camarada —respondió Tomás, son-
riendo.
Sacó de debajo de la barra una botella con una so-
lución al 0,00000000010% de licor, llenó un vaso
hasta el borde y José lo tomó, alzándolo hacia las es-
tatuas de escayola que representaban a la heroína
Narda y su amante compañero, el tipo gordo, que se

159
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

hallaban sentados en su sitio de siempre, cogiéndose


la mano.
Todo un homenaje a los caídos.
—Salud, dónde quiera que estéis —dijo.
En el viejo televisor, colocado sobre la máquina tra-
gaperras apagada y decorado con un adorno de orgo-
nita, se podía ver el horroroso rostro de un ba-
lkep sonriendo a la cámara. Un letrero en la parte in-
ferior de la imagen anunciaba.
LOS LIBERADORES DEL CENTRO GALÁCTI-
CO SON LA AUNTENTICA HERMANDAD.
¡GLORIA!
—No, no lo sois —dijo José, dando un buen trago a
su vaso.
Le supo a agua, como siempre, pero sonrió a pesar
de todo.
—¿Sabes qué? —preguntó.
—Qué —respondió Tomás.
—Esto es una mierda.
—¿El whisky? Ya sabes que lo es.
—No, no solo eso. Todo, en general.
—No deberías hablar así en mi local.
—Bah, todos estos piensan lo mismo.
160
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Bueno..., solo es tan malo como antes.


—Claro, pero encima no se nos permite sentir lo
malo que es realmente.
Observó una de las sillas vacías, una que nadie ocu-
paba nunca.
—¿Sabes?
—Qué.
—A Friker le habrían encantado nuestros nuevos
amos.
Un inicio se sentimiento negativo comenzó a adue-
ñarse de sus corazones humanos.
El ambiente se refrescó a escala planetaria.

© Eduardo Delgado Zahino,


2 de junio de 2015

161
EL CASTIGO

por Ricardo Cortés Pape

Me paseo por el puerto con aire de hombre


de mundo, dedicando miradas de estudiada
indiferencia a las naves esbeltas como agu-
jas, pero debe vérseme en la cara que soy
un perfecto paleto; avergüenza admitirlo,
pero tengo 20 años y aún no he salido de la
Tierra.

Firmado: Yan

No hacía tanto tiempo que yo había escrito esto en la


página de cortesía de la Guía de mundos, de Ángelo
Petruzzi, entre otras anotaciones y dibujos de astros y
monstruos. No había apuntado la fecha, pero estoy
seguro de que mentí sobre mi edad, poniéndome más
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

años de los que tenía, pero en cualquier caso no hacía


tanto tiempo. Y sin embargo en los pocos años que
habían transcurrido desde mis frustrados vagabun-
deos en tierra firme las cosas habían cambiado mucho
para mí, aunque no sabía decir si para bien. Para em-
pezar había llegado ya mucho más lejos que mi pa-
dre, no digamos que del padre de mi padre, que, aun-
que participó como peón en la construcción de la
gran cúpula, tuvo que contentarse con ver las naves
desde lejos. Mi padre a lo más que llegó en su vida
fue a tocar, y hasta a lamer, la pulida superficie de un
cohete; formaba parte del personal de limpieza del es-
paciopuerto, ocupación miserable, aunque tengo que
admitir que de niño yo codiciaba sus guantes de tra-
bajo, sucios, como imaginaba, de la mugre del espa-
cio. Al principio me traía de vez en cuando alguna
flor de pétalos de escoria nacida a partir de una tuerca
y cosas de esas que se quedan incrustadas en los cas-
cos, cuya extraña flora llegué a conocer tan bien. Con
doce años yo presumía de reconocer la procedencia
de una nave con apenas echarle a su regreso una ojea-
da, por la clase de suciedad de la que venía cubierta,
no solo los ocres cargueros que venían de Marte que
163
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

hasta un niño podía identificar. Con quince pasé una


noche oculto en el vientre de un mercante que al día
siguiente iba a salir para Venus a por un cargamento
de madera (horas antes del despegue, descubrirían al
polizón). Y ahora, bien que como mero pinche de co-
cina, había visto alejarse el puerto como un brillante
bosque de estalagmitas y me encontraba viajando en
el espacio profundo a bordo de una nave lustrosa
rumbo al confín del universo, pero mi situación no
era lo que se dice envidiable, encerrado como estaba
en una celda.
Me habían advertido que el comandante aborrecía
los libros y no toleraba otros que los técnicos, lo que
era fácil de comprobar echando un vistazo a la biblio-
teca de la nave, ni un solo libro en papel y, aun entre
los electrónicos, ni una obra de ficción, no digamos
un clásico de la ciencia ficción. Pero no hice caso y
me empeñé en llevar conmigo mi Guía de mundos y,
después de que me sorprendieran con ella, no exacta-
mente leyendo, más bien soñando despierto, pero sí
con el libro entre las manos, el volumen fue a parar al
pozo de los desperdicios luego de recorrer a fuerza de
patadas todo el suelo de la cocina. La ira del coman-
164
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

dante no tenía grados, sino que se manifestaba brus-


camente en su forma extrema, sin transiciones.
—Me importa una mierda —fueron mis palabras—,
me sé el libro de memoria —Indudablemente lo pri-
mero no era cierto, pero lo segundo sí; me lo había
leído tantas veces que podía recitar sin equivocarme
cualquier capítulo.

Siempre que el comandante me veía, donde fuera y a


cualquier hora, preguntaba: Qué haces que no estás
pelando patatas. Y lo decía en serio. Después exami-
naba mi aspecto, siempre con desaprobación, y pa-
sando el dedo por mi mejilla, me mandaba que fuera
a afeitarme.
—Ya me he afeitado, señor.
—Pues hazlo otra vez, y hazlo como hay que hacer-
lo, a contrapelo —Le encantaba verme aparecer san-
grando, la cara cubierta de cortes.
Maniaco de la pulcritud, el pelo le tenía obsesiona-
do, por todas partes el hombre veía pelos, se pasaba
el rato quitándoselos, reales o imaginarios, del plan-
chado uniforme. A veces cogía uno y lo miraba al
trasluz, incrédulo, preguntándose al parecer de dónde
165
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

podía haber salido un cabello tan largo si todos tenía-


mos el pelo cortado al rape y él no toleraba siquiera
la sombra de una barba. A menudo nos quitaba la go-
rra como para cerciorarse de que no nos había salido
una larga melena de la noche a la mañana. Me extra-
ña mucho que no nos obligara depilarnos. Cuando
nos pasaba revista nunca podía evitar una mueca de
disgusto. En realidad, le repugnábamos, solo estaba a
gusto entre máquinas, no por nada tenía como ayu-
dante a un bello adolescente del más fino metal.
Finalmente el comandante pareció convencido de
que un gato se ocultaba en el interior de la nave e iba
por ahí mostrando a todo el mundo un pelo blanco de
cinco centímetros.
—El día que encuentre al gato le voy a arrancar la
cabeza.
No andaba del todo equivocado, aunque lo que fi-
nalmente descubrió resultó ser, no un felino, sino un
conejo que, naturalmente, precedió a la Guía de mun-
dos por el conducto de la basura. No se le ocurrió otra
cosa para hacernos hablar, lo que no tardó en suceder,
que obligarnos a ponernos botas más pequeñas que
las que nos correspondían, un número y hasta dos nú-
166
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

meros menos. Desde luego, Fran, el dueño de la des-


dichada mascota, recibió un castigo ejemplar, y eso
que entre otras cosas, Fran era el peluquero de a bor-
do. Poco después empezó a darle al comandante la
obsesión por el polvo; sus delicadas narices se con-
traían con náusea a cada instante. Aún no lo sabía,
pero había dado con el rastro de mi libro de papel.
Pronto sus formidables estornudos le pondrían sobre
la pista, llevándole muy, muy cerca.
Tengo que decir que a esas alturas mi ejemplar del
libro de viajes de Ángelo Petruzzi estaba hecho una
ruina, repleto de anotaciones y subrayados como esta-
ba, con las cubiertas gastadas y sucias, y el lomo roí-
do por mi cachorro de cerdo vietnamita, que menos
mal que no había tenido la idea de llevarme conmigo.
La impresión que al verlo se llevó el comandante
tuvo que ser tremenda. Lo primero que hice cuando
me pilló con él fue arrancar la primera página y me-
térmela en la boca. La intención era tragármela, pero
no me dio tiempo. Alfil, el delicado asistente robot,
abrió sin esfuerzo el cepo de mis mandíbulas y extra-
jo la bola de papel. El comandante la alisó y leyó, en-
tre estornudos:
167
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—El comandante es un mangante, un maleante, un


farsante, un cargante feriante, un ignorante babeante.
En la celda donde me arrojaron, no mayor que un
cuarto de baño, tuve tiempo de sobra para imaginar lo
que me esperaba; evidentemente el prolongado tiem-
po de espera formaba parte del castigo, lo mismo que
tenerme a oscuras sudando como un pollo. Entre la
tripulación corrían rumores temibles acerca de los
castigos que infligía el comandante, muchos tenían
que ser inventados, sencillamente no podían ser ver-
dad, pero yo había visto con mis propios ojos en qué
había quedado reducido el bueno de Fran después de
pasar por sus manos, postrado en la enfermería en
una camilla, revolviendo los ojos, buscando en algún
lugar en el techo los pedazos de su personalidad. Por-
que los castigos no eran físicos, o no solo físicos, al
comandante le gustaba jugar a trastocar componentes
intangibles, romper el más precario de los equilibrios,
el mental.
Con solo tocarme, Alfil debió de poder rastrear con
facilidad mis más secretas fobias, incluso algunas que
ni yo mismo conocía, y luego dar forma audible a mis
terrores. De otro modo no me explico lo que pasó
168
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

después. La oscuridad de la cabina se vio de pronto


cortada por los chillidos de un millar de ratas. Solo
una grabación, desde luego; en la nave no había ratas.
Pero daba lo mismo: qué no podía hacer mi imagina-
ción impresionada con un solo espeluznante chillido.
Al poco podía sentirlas subir, atascarse en la pernera
de mi pantalón, una oleada de bestezuelas calvas, hi-
pertrofiadas, enloquecidas por la radiación. En algún
lugar, arriba, se desbordaba una bañera, se rompía
una cañería, caía sobre mi cabeza un torrente de ba-
bosas. En algún lugar, a mi lado, un gorila (pero no
era un gorila) aplicaba el ojo a una mirilla. La negru-
ra se iluminaba a veces con destellos de instrumental
quirúrgico. Reflejado en las paredes, podía ver mi
cuerpo brillante y afeitado, como dispuesto para una
monstruosa operación. Costó lo suyo, pues no cola-
boré, al contrario, me resistí con uñas y dientes, de
modo que hubo que sujetarme con una llave de inmo-
vilización, pero al fin consiguieron sacarme de la cel-
da.
—Yan es un gallina —se mofó el comandante,
viendo cómo me debatía—. Tranquilo, guarda tus
fuerzas —Por lo que pude ver, lucía un extraordinario
169
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

buen humor; obviamente ya tenía pensado mi castigo.


Grande, blando y con ojos azules, he conocido a otros
tipos como él, y nunca hay que fiarse de ellos. Es uno
de los aspectos que suele tomar la crueldad. Confor-
me a su costumbre, había reunido a toda la tripula-
ción para comunicar lo que fuera que me tuviera re-
servado. Tenía una reputación que mantener, debía
mejorarse en cada ocasión. Dedicaba no poco tiempo
a concebir sus tormentos, siempre distintos y siempre
peores que los anteriores. Darlos a conocer requería
cierta ceremonia, y algo de público.
—¿Qué vamos a hacer —empezó sin dirigirse a na-
die en particular— con este delincuente? No, delin-
cuente es poco, con este criminal, sí, culpable del
peor de los crímenes, el crimen de ociosidad. Decid-
me, qué hacemos con él. ¿Darle 100 azotes? No es
suficiente. ¿Encerrarle? Pero si ya estamos encerra-
dos. No, tengo pensado algo mejor. Le encerraremos,
pero fuera de la nave, pasará unos cuantos días ence-
rrado en el espacio exterior. ¿Qué os parece?
A decir verdad, el castigo no impresionó demasiado
a nadie. No yo precisamente, un ayudante de cocina,
pero muchos estaban acostumbrados a pasar mucho
170
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

tiempo fuera de la nave. Algunos debieron pensar que


el comandante estaba perdiendo facultades. Pero se
veía que aún no había terminado, que aún tenía algo
que decir.
—Pero para que no se nos aburra —agregó teatral
— le daremos cierta medicina. Confío en que se lo
pasará bien.
Con cierta solemnidad fui llevado hasta la com-
puerta principal, no sin que antes Alfil, empuñando
una gigantesca hipodérmica, me inyectara en el brazo
un líquido azul intenso que me recordó insensatamen-
te a refrigerante de motor. Mis compañeros se despi-
dieron de mí como si no fueran a volverme a ver, o
por lo menos a nadie que conocieran. La locura tiene
eso, cambia extrañamente a las personas.
—Buen viaje —me deseó por último, ceremonioso
y burlón, el comandante.

La compuerta se cerró y quedé fuera, adherido al cas-


carón de la nave como un poco de desperdicio. Por-
que al instante la nave se me apareció como un banco
de basura flotante, un cúmulo de inmundicia y chata-
rra colgado en el espacio, extrañamente rojo, como
171
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

por causa de un vertido extraordinariamente tóxico, y


que parecía atraer como un imán toda la porquería del
universo. Y de este astro de deshecho me desprendí,
yo, sucio grumo, hinchado guisante.
Y caí.
Por espacio de cien días caí. Sólo en mi imagina-
ción alterada, es cierto. Por debajo del guantelete, se-
guía notando la pulida superficie de la nave. Pero eso
no impedía que cayera.
Ya estoy alucinando, pensé. Qué coños me habrán
metido.
Yo era sólo una partícula, un granito de suciedad, y
sin embargo llamé la atención de unos cuantos mons-
truos.
Una precaria construcción de planchas metálicas y
otros elementos menores, de la que continuamente se
iban desprendiendo componentes al tiempo que se
agregaban otros nuevos, rehaciéndose continuamente
sin perder por ello una forma medianamente antropo-
mórfica, se encontró flotando delante de mí. En la
parte superior, detrás de lo que me pareció el redondo
cristal de una puertezuela de lavadora, vi dibujarse un
rostro que no tardé en reconocer como el mío propio.
172
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Si debía juzgar por esa cara, empequeñecida, pálida


y a punto de desaparecer tras el empañado cristal, yo
estaba muerto de terror.
Tranquilo, tío, me dije, es solo una puta alucina-
ción, y ni siquiera demasiado impresionante. El co-
mandante se lo estará pasando en grande, debes de
estar meneándote como un pelele. Así que cálmate, y
no me jodas.
Para mi alivio, la estructura se desintegró y sus ele-
mentos se dispersaron y chocaron con la basura cir-
cundante en una silenciosa colisión de mundos. Del
tipo al que habían cobijado no vi ni rastro. Casi no
me sorprendió ver un objeto, una especie de guijarro
de metal provisto de un filo pavoroso, voltear y venir
flotando hacia mí. Desde luego si me encontraba en
su camino me partiría en dos. Me encogí cuanto
pude, tratando de doblegar con el pensamiento su tra-
yectoria, lo conseguí a medias, pero aún así la filosa
piedra me dio en el pie.
A estas alturas la nave que me soportaba se había
alejado para recobrar en la distancia (a buenas horas)
su normal apariencia de elegante artefacto deslizante,
y yo me encontraba solo, con el traje desgarrado y
173
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

sangrando por una extremidad. Mi propio pie cerce-


nado acabó por volver a mí y orbitarme, de modo que
por un momento pude observar con todo detalle la
bota de astronauta, un plácido mundo a la deriva en
su nube de tinta.
Luego algo me impidió seguir mirando. Primero
pensé que una hoja de periódico se me había adherido
al casco; no me pregunté cómo un periódico podía
haber llegado hasta el espacio profundo, yo ya no es-
peraba ninguna lógica en todo esto. Después que me
impedía la visión una especie de alga, algo así como
un racimo de dedos, puesto que podía ver algo entre
ellos. Tentáculos más bien, porque al mismo tiempo
algo se me había enroscado al cuello, y apreta-
ba. Como apriete un poco más, pensé agarrando el
tentáculo, grueso como un brazo, me va a arrancar la
cabeza. Un momento después, mi cabeza, como un
neumático, salió girando y pude verme a mí mismo,
descabezado astronauta, desde ángulos insospecha-
dos.
Después debí quedar inconsciente, pues al cabo
desperté en la enfermería de la nave. En la camilla
vecina, Fran, la otra víctima del comandante, se ale-
174
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

gró mucho de verme: me miraba con expresión idiota


y expectante como si esperara que le hubiera traído
de mi viaje una pieza que le faltaba para continuar
ensamblando su personalidad fracturada.
Mientras yo comprobaba mi estado, Fran me infor-
mó de que habíamos sido atacados (yo no sabía muy
bien por quién, pues que yo supiera no teníamos ene-
migos) y que nuestra nave calcinada iba a la deriva
comandada por un bulto renegrido.
—¿Te acuerdas de los cuerpos de ceniza de Mundo
Tumba? Pues igual.
Parecía estar viéndolo, al piloto en la cabina de
mando, como si unas cuantas superficies opacas no
fueran obstáculo.
Luego entró el médico de a bordo y luego el co-
mandante. No respondí a las preguntas de ninguno.
Como si hubiera perdido el habla. Ni siquiera les
miré, me dejé atender, fijos los ojos en los pormeno-
res de una interesantísima pared. Necesitaba tiempo
para planear mi venganza, y para eso me convenía ser
declarado, como Fran, enajenado.

175
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Usted no me engaña, comandante —decía Fran


riéndose como un imbécil—. Solo es un fantasma.
Usted está frito en la sala de control.
Se había levantado, como borracho. Una mano floja
se acercó con reservas al hombro del comandante,
como convencida de ir a atravesar una textura de nie-
bla. El comandante sonreía, condescendiente con el
bobo. Un momento después estaba en el suelo frotán-
dose la mandíbula y Fran se soplaba el puño como si
fuera la embocadura de un arma colosal.
Me temo que ahora era yo el que parecía sumido en
la idiocia.
—Venga, a qué esperas —urgió Fran—, desármalo.

Por qué esperar, debió de pensar Fran. Yo hubiera


preferido algo más sutil: me gusta elaborar paciente-
mente mis platos, pero, en fin. Al poco nos habíamos
hecho con el control de la nave. Naturalmente, la ma-
yoría estaba de nuestra parte. El comandante no se re-
sistió pero juró vengarse cuando le hicimos descender
vomitando (esto fue cosa mía) en la superficie de un
planeta del que la Guía de Mundos de Ángelo Petruz-
zi dice, y cito de memoria:
176
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Existe entre los habitantes de este planeta la


costumbre de un saludo que consiste en un
brevísimo coito, el equivalente entre nosotros a
un fugaz estrechamiento de manos. Esto a los
viajeros procedentes de la Tierra no deja de
chocarnos, pero podría tal vez llegar agradar-
nos si no fuera porque sus habitantes son una
especie de imposibles langostas llenas de ex-
tremidades y codos y puntas, de modo que uno
siempre sale del encuentro contusionado,
cuando no sangrando. Por esta y otras razones
(ciertas excéntricas nociones en cuanto a gas-
tronomía y alojamiento, por ejemplo), es pre-
ferible evitarlos, aunque, o precisamente, por-
que no son lo que se dice hostiles, sino todo lo
contrario. Eso sí, nos perderemos ciertas mues-
tras notables de arquitectura civil y poesía épi-
ca.

El comandante no podía quejarse; podía haber sido


peor. Ahí quedó pues echando el bofe, asistido por un
confuso Alfil. El resto seguimos rumbo al borde del
universo. Se suponía que íbamos a ayudar a supervi-
sar ciertas obras de reparación en la muralla exterior,
cosa que como es lógico no teníamos la menor inten-
177
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

ción de hacer. Cerca del límite hay un mundo que


Ángelo Petruzzi define como:

Un coto privado donde cazan sus sobrealimen-


tados unicornios unos pocos privilegiados.

Nos pareció que valía la pena probar.

© Ricardo Cortés Pape,


23 de junio de 2015

178
El PROYECTO

por Magín Méndez Sanguos

Cadarache, año 2030. Menos cinco horas para la


primera generación de plasma en el reactor del
ITER

El doctor en física teórica lucía bajo sus gafas una


sonrisa que no le cabía en la cara. Subió de un salto al
metro de alta velocidad y se acomodó en uno de los
asientos libres cerca de la puerta. Tenía un puesto lo
suficientemente importante como para sentirse partí-
cipe y orgulloso del proyecto. Ese día apenas tenía
nada que aportar, únicamente supervisaría el escaneo
de sistemas de regulación térmica, una rutinaria veri-
ficación muy simple, que aún así, lograba motivarle
lo suficiente. Disfrutó de la horrible melodía que bro-
179
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

taba de los altavoces del transporte urbano, alterada


solo por las frases rimadas con informaciones comer-
ciales.
Deuterio, tritio y millones de grados Kelvin, soñó
despierto acunado por el suave deslizamiento del mo-
derno vehículo. De pronto le apeteció subir, disfrutar
del día, respirar en la superficie, y se bajó en la para-
da anterior a su destino, y ya que iba con tiempo más
que de sobra, se tomó la libertad de andar. La rampa
lo llevó en volandas al exterior, y la pantalla de la
salida le informó del camino a seguir para llegar a la
pequeña ciudad científica, una urbe forjada en torno
al proyecto ITER, todo surgido de la nada en los últi-
mos quince años al amparo de docenas de países e in-
tereses privados.
Caminó ensimismado por el centro de la calzada
peatonal, regocijándose en sus logros, rebozándose en
la fantasía de cómo el reactor daría vida de nuevo a
esas calles sin tráfico, sin comercio, sin futuro, atas-
cadas en épocas pasadas, consumidas por el agota-
miento de los combustibles fósiles y sus tóxicos resi-
duos. Los cables de la luz acumulaban polvo, inertes,

180
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

pronto recobrarían el brío olvidado, con miles de ki-


lovatios fluyendo por sus entrañas.
Se internó en un callejón estrecho. Según su ruta,
podría ver la estatua de su reverenciado Otto Hahn
antes de llegar. Apenas había avanzado unos metros y
se dio cuenta de que caminaba entre indigentes que se
agolpaban contra las paredes. La mayoría pobremente
tapados, en parejas o tríos, buscando desordenada-
mente mantener el calor corporal. Aceleró el paso,
nervioso, observando de reojo aquellos seres huma-
nos olvidados por la sociedad, ruborizado por la vi-
sión de la pobreza, y tan ensimismado que cuando
sonó el aviso no supo reaccionar. Le restaban unos
segundos para salir de la callejuela, abrió desmesura-
damente la boca al comprender el error que había co-
metido. Una verja automática se cerraba bloqueando
la salida. Llegó corriendo, justo para agarrar los ba-
rrotes y comprobar la firmeza de su encierro. Se afe-
rró al metal con sus manos, antaño fuertes y ahora re-
finadas con años de trabajo sedentario tras un escrito-
rio. El cuello del traje le pareció más ajustado que al
ponérselo por la mañana. Apretó la mandíbula y aho-
gó un grito.
181
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Vio como pasaban coches y coches con cristales


tintados, posiblemente formaban parte del dispositivo
de protección de dignatarios extranjeros, una cohorte
de variado abolengo, que venían a ponerse medallas y
aparecer sonrientes en las fotos en el estreno.
Derrotado, apoyó la espalda contra el hormigón
gris de un edificio y las piernas apenas lo sostuvieron,
dobló las rodillas y acabó sentado en el asfalto, entre
papeles sucios. Las manos le temblaban. Consiguió
tranquilizarse y extrajo el teléfono del bolsillo. Sin
red. Demasiados políticos necesitados de inhibidores
de frecuencias en la ciudad, muchos enemigos sin
rostro. Estuvo tentado de arrojarlo contra el asfalto.
Bajó la mirada al suelo y se abandonó a sus lamenta-
ciones.

Cadarache, año 2030. Menos dos horas para la


primera generación de plasma en el reactor del
ITER

Helicópteros de transporte cruzaban el cielo en todas


direcciones. Una sirena acompañada de destellos lu-

182
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

minosos regó el callejón con audio y luz. Otro control


de seguridad.
El doctor miró a su derecha. A su lado se sentaba
un individuo de poblada barba con aspecto de no ha-
berse lavado en meses. Leía un libro, lo que hizo son-
reír tímidamente al científico, aplaudiendo los lugares
que la cultura podía alcanzar. La cara le cambió cuan-
do giró la cabeza para curiosear el título en el lomo.
El vagabundo leía El tokamak. Principios técnicos
avanzados. Lo miró a los ojos, y luego se inclinó para
ver la página, y otra vez a los ojos. No daba crédito.
Era una lectura compleja aún para él, con su cara for-
mación y todos sus doctorados en distintas ramas de
la física y las nuevas tecnologías.
—Disculpe, amigo —se atrevió a dirigirse al hom-
bre— ¿qué está leyendo? —comentó con fingida ig-
norancia, rascándose la cara y esperando que com-
prendiese su idioma.
El hombre se atusó la barba antes de levantar la vis-
ta hacia su interlocutor. Lo repasó sin hacer ningún
gesto de extrañeza por encontrarse al lado de una per-
sona limpia y arreglada.

183
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Curioseo sobre el reactor de plasma, el diseño


original, intento hacerme una idea general de las po-
sibilidades del confinamiento magnético. Puede de-
cirse que estoy simplemente pasando el rato.
El doctor abrió la boca y los ojos a un tiempo, sin
dar crédito a las palabras de aquel desarrapado. Tragó
saliva y se recompuso para replicar.
—Es algo increíble, verdad, es la forma de obten-
ción de energía definitiva, totalmente nuevo —expu-
so con voz temblorosa, deseando conocer algo más
sobre su interlocutor.
—Bueno, teniendo en cuenta que el proyecto se ini-
ció en 1986, y de que las ideas sobre la fuerza de Lo-
renz que como seguro sabe sustentan la contención
del plasma, datan del siglo diecinueve, decir que es
nuevo tal vez no sea lo más apropiado para describir-
lo —respondió el vagabundo con voz firme y tranqui-
la, exponiendo tranquilamente los hechos.
—¿Quién narices es usted? —se atrevió a decir,
sorprendido.
—Soy Frank, encantado —expresó acercándole la
mano—en otra época de mi vida no vestía estos hara-

184
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

pos, ni dormía bajo unos cartones. Hasta vestía ropa a


medida. Pero yo a ti te recuerdo, en Inglaterra.
—¿Me recuerda? ¿nos conocemos? ¡No puede ser!
—contestó frunciendo el ceño.
—El remero de la tercera fila, zurdo. Tres títulos
seguidos, teníais un equipo impresionante, en aque-
llos años ganábamos con cierta ventaja.
El doctor se quedó pensativo un segundo, y luego
se le iluminó el rostro.
—¡La regata de Oxford! ¿Usted fue un antiguo
alumno?
—Profesor, uno de mis varios trabajos —corrigió
con un suspiro y mirando con algo parecido a la ver-
güenza el suelo.
La lluvia comenzó a caer continua, los dos hombres
recibían gotas que rebotaban e impactaban sobre los
pies, solo los cubría un balcón de medio metro de an-
cho. No llegó a mojarlos y no duró, en pocos minutos
despejó dejando entrever un tímido rayo de sol.

Cadarache, año 2030. Menos cinco minutos para


el encendido

185
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

La verja seguía cerrada, aunque ya no se veía pasar


ningún vehículo. El doctor se debatía entre la frustra-
ción por no acudir a la inauguración y el interés que
había descubierto en la conversación con aquel an-
drajoso individuo.
—Pronto mejorará su vida, la de todos estas perso-
nas. Tendremos energía limpia, barata, el mundo po-
drá disfrutar de una nueva época de bonanza. Encon-
trarán trabajo, las comunicaciones serán más rápidas
y eficaces, los beneficios de la industria se dispara-
rán, el dinero volverá a fluir...
—Verá, doctor —interrumpió con una sonrisa el
vagabundo— si me permite una opinión diferente,
creo que la especialización masiva en la formación de
su generación les impide tener una visión más general
de los hechos.
—Ilústreme, profesor.
—Odio dar discursos. Acabo pareciendo un indivi-
duo pretencioso y dando pena por vivir en la calle.
Nunca me ha gustado.
—Usted ha empezado, por favor. Yo creo firme-
mente en que este será un hito positivo y fundamental
para la vida humana —comentó efusivamente el doc-
186
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

tor, arrodillándose y apretando el puño buscando re-


forzar sus palabras.
Un gemido agudo se perdió en el callejón, levanta-
ron la vista en un gesto inútil. Nadie se movió para
ver que ocurría, demasiado frío.
—Usted habla de un beneficio para las personas —
comenzó al fin el hombre barbudo—, pero si tuviese
un conocimiento más profundo de la historia humana,
no pensaría lo mismo. Para fortalecer mi argumento
podría remitirme al descubrimiento del fuego, pero le
pondré un ejemplo más simple y moderno: El petró-
leo. Hace seis mil años servía para calafatear barcos,
en el siglo nueve, los árabes consiguieron destilarlo
para crear queroseno con diferentes usos, todo pare-
cía ir razonablemente bien hasta que se convirtió, ya
hacia el siglo diecinueve, en imprescindible. Después
las crisis, las guerras por el crudo, las luchas de po-
der, las oligarquías, y por último la gran hambruna
del dos mil veinte, acompañada de la inmigración
desbocada hacia el norte provocada por el cambio cli-
mático. Toda una serie de eventos históricos desgra-
ciados asociados a esa fuente de energía.

187
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Pero eso es demagogia ¡hemos avanzado! —ex-


presó con indignación creciente el doctor.
—Es curioso que use ese término, demagogia, una
palabra griega, una civilización brillante que usaba
madera como fuente de energía, y también que le
diga todo lo que hemos mejorado a una persona que
vive bajo poliuretano rayado, cartones y plásticos, a
pesar de tener una cierta formación avanzada... en fin,
de todos modos, dejando a un lado las implicaciones
éticas y el alcance real para el global de la población
de su adorado ITER.. ¿usted cree que las corporacio-
nes bajarán los precios de la electricidad? ¿Puede
afirmar que todas estas personas con las que convivo
diariamente en este callejón tendrán un techo bajo el
que cobijarse? ¿cree que toda esa panda de pomposos
millonarios con sus cuentas virtuales y sus mansiones
tendrán en consideración en algún momento a las per-
sonas que lo hemos perdido todo? Y remato mi alega-
to con un cambio de tercio que tal vez le interese más
¿Cree usted que han reforzado las válvulas de trans-
misión del refrigerante de la capa exterior de la cáma-
ra principal? Debe saber que yo trabajé en los albores
del proyecto, en la fase dos de la planificación básica,
188
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

y mis jefes, dos políticos estirados que manejaban el


presupuesto, no tenían tan claro ese gasto extra. Un
día levanté demasiado la voz en una reunión y he aca-
bado...
El doctor ignoró sus últimas frases, ahogado en su
propio ego. Miró su reloj, un preciso y caro artefacto
de fabricación artesanal, comprobó la hora y se le-
vantó, orgulloso y con los brazos en jarras, dejando al
vagabundo con la palabra en la boca. No entendía sus
reticencias, sería la edad, ese pesimismo obsceno que
se adopta con el paso de los años, él no sabía nada de
historia, quizá le contaba la verdad, desde la infancia
había estudiado física únicamente, sus ideas políticas
se reducían a las lecturas en medios de comunicación.
Concluyó egoístamente que si vivía en la calle sería
por algún motivo bien justificado, no creía que un
desarrapado hubiese trabajado en el proyecto científi-
co más importante del siglo, imposible, y la situación
no le impidió reír a carcajadas al escuchar la música a
lo lejos, la melodía de la presentación, la había com-
puesto uno de los más grandes músicos de la década,
las notas del éxito.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Cadarache, año 2030. Media hora de funciona-


miento del reactor.

Podía ver los coches circulando a lo lejos a demasia-


da velocidad. Sirenas de policía y luces. El rostro se
le apagó al observar la desbandada. Gritos a los que
no era capaz de poner caras. Dos helicópteros choca-
ron en el aire y cayeron descontrolados tras un regue-
ro de humo. Todo se desmoronaba. El doctor lloraba
sin hacer ruido, agarrado a los barrotes de la verja.
Algo terrible había ocurrido. La gente corría desespe-
rada. Miró atrás y comprobó que nadie en el callejón
parecía haberse alterado. Se subió a un contenedor
para alcanzar con la vista la instalación. Le pareció
ver llamas ¿Qué habría pasado? ¿Algún problema en
la corriente toroidal? ¿La cámara de vacío había cedi-
do en su contención del plasma? Esos eran supuestos
imposibles, las simulaciones en el Pitz Danz Terce-
ro, el superordenador más rápido del mundo de 890
petaflops...
Notó una mano en el hombro. El antiguo profesor
de Oxford se había levantado y lo miraba sin hablar.
Entonces lo percibió como un profeta, un enviado de
190
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

alguna religión clásica, alguien que conocía todas las


respuestas y al que no se le prestó suficiente atención.
—¿Qué ha pasado? ¿Cómo puede ser? —preguntó
el doctor lloriqueando.
—Las válvulas... —murmuró el profesor encogién-
dose de hombros—. No conozco la respuesta. Los
hombres somos muy complicados, por eso es impor-
tante encuadrar la ciencia en paradigmas que inclu-
yan un entendimiento de muchos campos e ideas di-
ferentes, valorar la ética y la moral desde una
perspectiva humana, y no encerrarse en burbujas aje-
nas al sufrimiento y felicidad de otras personas. El di-
nero no garantiza el talento, ni los votos, ni la posi-
ción social.
—¿Porqué está usted aquí?
El indigente valoró la pregunta, cómo si no hubiese
palabras adecuadas que respondiesen y a la vez con-
solasen al pobre hombre. Lo miró con la ternura de
un padre hacia un hijo descarriado.
—Fui profesor de física experimental. En algún
momento la universidad recortó fondos durante la se-
gunda gran crisis. Era una materia que alguien consi-
deró prescindible. Rentabilidad, supongo, es el tér-
191
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

mino adecuado. La innovación perdió terreno ante los


números, la eficiencia y el capital. Tuve que trabajar
en algo más práctico, a la vez con mucho menos suel-
do y con mucha más responsabilidad —señaló las
instalaciones—. No salió bien. Eran más útiles los es-
clavos menos cualificados y más dóciles.
Una nube de humo blanco a ras de suelo que les lle-
gaba hasta las rodillas comenzó a salir a través de la
verja como una marea implacable. Los ataques de tos
se sucedían tras los dos hombres, que seguían estáti-
cos a pocos centímetros de los barrotes. Los gritos le-
janos se apagaron para dejar paso a un silencio abru-
mador.
—Tal vez se pueda volver a empezar —sollozó el
doctor.
Frank suspiró agotado, y apoyó a su compañero con
una sola lágrima al ver en la distancia las llamaradas
devastando la incompetencia de los hombres.

© Magín Méndez Sanguos,


30 de junio de 2015

192
HORIZONTE CERCANO

por Luis Antonio Bolaños De La Cruz

¿MIGRANTES O REBELDES...? HE AQUÍ EL


DILEMA

Protocolos quebrados, leyes violadas, acuerdos esca-


moteados, científicos mercenarios dispuestos a en-
contrar justificaciones, medios de información inmo-
rales, organismos de seguridad complacientes con los
grupos de poder, ignorancia, indiferencia o cansancio
de las multitudes, se coligaron y la catástrofe ambien-
tal detonó con una deflagración potente que salpicó
hasta el último rincón del planeta. Los ricos y muy ri-
cos se mudaron al creciente cinturón de estaciones es-
paciales que rodeaba la Tierra, tan cierto que allá con-

193
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

tinuaron con sus crueldades habituales, explotando a


los sirvientes que se llevaron como era de esperarse.
Pero abajo, en la piel sufriente del planeta, se pro-
dujo una separación drástica entre los que aún podían
encerrarse tras mallas, domos, cercos o murallas y los
que quedaban fuera. Los protegidos se aislaron cada
vez más, respiraban otro aire, se nutrían de sus hidro-
pónicos, de sus gelatinas de proteínas, de sus lagunas
de nutrientes y tanques, hasta que alcanzaron a sepa-
rarse de los procesos de envenenamiento que asola-
ban valles y montañas, enormes extensiones de
océano eran pudrideros estériles y plantas y animales
se apagaban deshilachando la trama biológica que
nos había mantenido cual tapiz de vida sobre los bio-
tipos, y apretaban los dientes mientras esperaban una
oportunidad, pero el tiempo maduraba y pronto em-
pezarían a abastecer al cinturón de un producto ina-
preciable e inesperado, tratando de convertirse en úti-
les sucedáneos del cinturón.
Era difícil para ambos grupos, confinados y exilia-
dos, convivir en un mundo agonizante, donde la nor-
ma era la desaparición de especies y ecosistemas con
las debidas consecuencias concomitantes, que provo-
194
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

caron (sobre todo en las nuevas generaciones de des-


pojados) impactos atroces: las mutaciones y la terato-
genia se expandían a tasas aceleradas, generando co-
lecciones de monstruos, pero cuando por obra del ho-
rror ambiental ciertos desposeídos se adaptaron, ad-
quirieron valor y se convirtieron gracias al horrible
toque de Midas del capital en mercancías; las expedi-
ciones de cazadores salían de los domos para atrapar
su prole y emplazarlos en cestos de criosueño que se
lanzaban desde las antiguas bases como exportación
no tradicional al cinturón.
Allí, con un futuro poco promisorio y de horizonte
corto, los propietarios de las fábricas espaciales deci-
dieron empezar a construir naves que explorarían las
estrellas de tipo G relativamente cercanas hasta en-
contrar un lugar donde reiniciar la evolución humana,
sonaba romántico pero era horrible, los crímenes as-
cendían en flecha, los asteroides fueron colonizados,
la propia Luna perforada y barrenada para extraer mi-
nerales y construir túneles que fungían de ciudades;
aquellos que arribaban desde la Tierra se usaron en
un colosal experimento que si funcionaba podía atra-

195
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

sar el reloj de la extinción de la civilización homíni-


da. Claro que a una visión puede contrastarla otra.

Soy Dragar161B-la#la, deseo transmitir una historia


en simultánea con la ejecución de una megaorgía, mi
cuerpo está diseñado para expresarse de manera ma-
tricial y aprender con la piel; para quienes penetro,
lamo, chupo, acaricio, masajeo, mientras soy tratado
con iguales métodos el zumbidillo neuronal acompa-
ñado de manchas fosforescentes que cabalgan por mi
epidermis no nos distrae de nuestros menesteres sica-
lípticos, es probable que algunos otros también gra-
ben historias similares; por la forma como se articu-
lan mis cuatro hemisferios cerebrales saltaré en lo
temporal y en lo temático, rozaré la incoherencia y
divagaré, pero a continuación entregaré una imagen
global de lo que recuerdo e intuyo.
Crecemos en la oscuridad, donde desde el inicio
quizás ya nos preparamos para la fuga. Suponemos
que para migrar, según nos señalan quienes detentan
el poder y a quienes concierne la elaboración de los
protocolos científicos tanto del viaje como del mante-

196
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

nimiento grupal en el asteroide, pero... ¿será así o es


algo que nos han plantado en las neuronas?
Sobre nosotros se han operado diversos procesos
reconstructivos y recombinativos. No ha bastado con
la ingeniería genética o la cirugía, o con embutir na-
nomaquinas en sangre y sembrarlas en los nervios, o
establecer nanosecuencias algorítmicas que se abran
en encadenamiento retratados en órganos, huesos y
músculos para otorgarles nuevas características, ni los
bombardeos de sustancias que van desde interleuki-
nas hasta antivirales pasando por destilados neurona-
les y monoclonales (hay quienes musitamos que di-
chos conceptos corresponden a residuos pretéritos de
experimentación y conocimiento, trocados en acerca-
mientos fructìferos a una manera efectiva de diseñar
exploradores espaciales específicos, para ingresar a
entornos especiales y peligrosos, pero que se siguen
considerando de una posible utilidad, acaso para te-
rraformarlos, tal vez para extraer componentes y ma-
terias primas).
Somos construidos para enjambrar, nos ensamblan
en el interior de asteroides del cinturón de Van Oort,
y allí en el frío extremo, nos deslizamos unos sobre
197
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

otros, recibiendo y entregando fluidos, tocándonos y


acariciándonos, nutriéndonos en mutua coalición y
mezcolanza, promiscuos y poderosos, en unos cuan-
tos meses solares alcanzamos la granazón. Se conoce
de errores en la trascripción de los paquetes de infor-
mación que nos inyectan, y de la hecatombe que trae
consigo. El aprendizaje posee un propósito, para que
lo comprendamos desde el inicio estamos conectados
a la megared interplanetaria... y eso puede ser fuente
de disturbio o de certidumbre.
El discurso formativo fluye así: Nos han inculcado
una noción de fuga que se intersecta con una pulsión
de viaje, para alejarnos del sistema. No nos conside-
ramos víctimas, somos conscientes del doble devenir:
que el valor agregado proveniente de aquellos proce-
sos mentales en ebullición emanados de las redes
subjetivas creadas por el recíproco frotarse y eyacular
y ser penetrado, ayudan a componer aquellos pensa-
mientos en común que devienen en característicos de
la colmena que somos, apoya a la conformación de
un tejido denso y especial de relaciones sociales; y
asimismo impulsa a que las instrucciones objetivas de
corte técnico que marcan nuestro boceto corporal y
198
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

quedan inscritas en órganos, genes y consignas, nos


brinden entrambas en su confluencia, soporte psíqui-
co para aguantar la dilatada erosión temporal y la
nada ilimitada que nos aguardan en el vacío galácti-
co.
Nos postulamos como sujetos heroicos, que demo-
lemos el borde de la nada para transformarla en espa-
cio habitable, que forjamos fronteras cósmicas inédi-
tas, que nos hermanamos y somos capaces de sacrifi-
cio y guapeza, que comprendemos la necesidad de la
especie para esparcirse por el espacio, pero no en su
forma habitual por las limitaciones que conlleva y ese
es el impulso básico que nos acicatea, y también nos
estimula la segura adquisición de saberes, el sumer-
girnos en experiencias de repente aterradoras, con
mucho de sublimes, que nos esperan en el insondable
negror del desierto espacial.
Empujados por una orden ciega pero acuciante, uti-
lizamos los componentes del asteroide para transmu-
tarlo en material útil, ya sea para nutrirnos, para ar-
mar panales, para combinarlos y constituir parte de la
carga que trasladaremos u otros usos. Al agotar al as-
teroide debemos estar listos a romper la cáscara y ex-
199
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

pandirnos. Hay quien observando las filmaciones to-


mas de ese momento dicen que parecemos una legión
de Ángeles oscuros, gráciles y no obstante formida-
bles, que emergen de una explosión con pauta cual
Vengadores, que hay belleza y un aroma a grandioso
mientras nos organizamos para el periplo aventurero
que nos deparará el destino.
Podemos, por las placas de modificación energética
que pululan por nuestra piel alimentarnos de la luz, y
por las bolsas de los hombros tragar partículas y re-
convertirlas en energía en el mini motor cuántico que
nos adorna el espinazo del dorso. Un constante pulsar
despliega y repliega alas en nuestras anchas espaldas.
Ningún halterofilista en la superficie terrenal alcanza-
rá la deliciosa definición y masa de deltoides y fibras
musculares transversales que se anudan en ellas y que
se redondean cual esferas en los glúteos.
Apenas brotar nos apresuraremos en mover los
aportes minerales del asteroide a las salchichas de
containers construidos y articulados previamente y
preparar las estructuras metaloorgánicas donde nos
percharemos y descansaremos, luego encenderemos
la furia de los mini agujeros negros que impulsan el
200
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

conjunto (tosco pero funcional) y desde la central de


mando situada al centro del armazón nos orientare-
mos hacia la ruta designada.
No todo se encuentra teñido con agradables colo-
res, no hay que confundir nuestra partida con el exi-
lio, la política que ha trazado y planificado nuestra
germinación y desempeño parece jugar un papel muy
lejano, no podemos interferir, tenemos la obligación
de obedecer y seguir las instrucciones. Pero cuando
los genes terráqueos retornan al galope al primer pla-
no, la nostalgia nos devasta por haber perdido algo
que nunca tuvimos, y es que continuamos siendo hu-
manos a pesar o por encima de nuestras alteraciones.
Por eso, la intriga y la pugna contra los mandamien-
tos inscritos en nuestros cuerpos se conciben y se
practican.
Se rumora que en las camadas donde ha primado la
idea de la partida como acto de vaciamiento orgiásti-
co, la tentación de la rebelión es un fruto sabroso de
morder. En aquellas que aceptaron la misión impuesta
enfrentados al desconsuelo del exilio prefieren rom-
per con el prometedor horizonte cognoscitivo que
ofrece la odisea y con la salvación del destino de la
201
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

especie humana que sería nuestra epifanía, y se ingre-


sa a un árido cuestionamiento que culmina con fre-
cuencia en enfrentamiento contra las órdenes emiti-
das y motín.
De allí los fragmentarios informes que recogemos
de la megared, sobre la presencia de cuadrillas que
devastan y atacan las colonias mineras, las estaciones
aisladas... comprendidos los mundo-discos y espacio-
puertos principales, y si se da la oportunidad, incur-
sionan inclusive en las cosmocleruquias que deberían
protegerlas, a pesar de su poderío bélico, y hasta en
los esferoides de placer atiborrados de técnicos, mili-
tares y centinelas, e incluso amenazan las propias in-
cubaciones en los asteroides (se sospecha que han lle-
gado a interrumpir alguna metamorfosis para sacarlos
temprano a la insubordinación) y que el porcentaje de
rebeliones es altísimo porque existe una falla básica
irremediable en la articulación de nuestros cuerpos y
mentes, quizás relacionado con la costumbre de con-
tar historias a lo (a) s niñas originales que en algún
momento se supone que fuimos, para extinguir el
miedo e instalar el credo bélico-monacal que nos sus-
tenta, pero la certeza del rumor no está comprobado.
202
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Al lento transcurrir del tiempo atribuyo que con


constancia recordaré la necesario para culminar mi
relato, a pesar de tratar de distraerme con las manio-
bras y tareas y de participar en los arracimamientos
sensoactivos, retornando una y otra vez a considerar
un aspecto que yace en el fondo de mi mente y que
esquivo, que se extravía cada vez que intento asirlo:
¿desertar será igual a suicidio?... ¿o similar a autono-
mía? Y si cuando eclosionemos abandono la navecu-
na y dejo que se aleje. Existe una novela en la base de
datos que describe la vida solitaria de uno de nosotros
que optó por esa solución, pero la creo exagerada, na-
die querría perderse las recurrentes oleadas de placer
que nos atraviesan los sistemas dérmico, nervomus-
cular y simpático al ejercer el sexo colectivo, estre-
meciéndonos al unísono y creando un ritmo que te sa-
cude las moléculas mientras caes en éxtasis y apren-
des. El sentido de pertenencia obtura cada canal de la
conciencia y nos devuelve al grupo.
Rememoro mis más lejanas evocacione y me inva-
de la quimera de una percepción desenfocada, me veo
como un niño miserable que sobrevive en los basura-
les periféricos del domo de una megaurbe, plagada de
203
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

los problemas, despilfarros e iniquidades propias de


una sociedad que se provoca a si mismo la devasta-
ción ambiental por codicia, negligencia o contumacia,
que me recogieron al igual que a otro (a) s centenares
de miles y nos intervinieron para reformularnos.
La Guía del Migrante Voluntario que aprendemos
remarca que ese es un falso recuerdo, que fuimos
concebidos in vitro para una misión exclusiva, que
cuando aparece hay que extinguirlo, ya que puede ser
el inicio de una falla psíquica que entorpecería la la-
bor de conjunto, que es una especie de virus que llega
de la megared merced a la labor de zapa de opositores
a nuestra misión, que aún subsisten en los intersticios
sociales de la Luna o de las colonias. Que persistir es
creer que somos inmolados para perpetuar una pro-
funda maldad, un descarado cinismo.
Si fuera cierta, la motivación económica (somos
baratos de adquirir como cuerpos base) y política (ex-
pulsar posibles insurrectos de la superficie ya atesta-
da del planeta tierra) sería una explicación, pero la
certeza de la Guía es difícil de cuestionar en ese pun-
to. Afirma que no hemos sido coaccionados, que go-
zaremos de libertad de elección. Que los confeccio-
204
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

nadores de emigrantes no son dioses a quienes some-


terse sino tecnócratas capaces de concebir una ruta de
salida a la crisis de la humanidad y que podemos con-
tribuir a la misma. A momentos es imbatible la argu-
mentación, pero luego reingreso al terreno de la duda.
Y por los intercambios verbales -tras el de líquidos
gomosos y destilados olorosos con que nos atosiga-
mos en furibundos mete y saca—, somos cada vez
más los que entrelazados en delirio, tras alcanzar el
arrobamiento, laxos y ahítos de placer, le damos vuel-
tas en el magín y lo compartimos.
Un tufo a perplejidad y a complejidad nos envuel-
ve, ¿nos obligan a migrar o nos brindan la posibilidad
de elegir? ¿que relaciones se tejen entre quienes sur-
camos la negrura y los que se quedan en el sistema?
¿será cierta la solidaridad inherente a la toma de deci-
siones en un sentido y el egotismo chato en otro? No
es fácil decidir, pero aún nos queda un lapso suficien-
te para cavilarlo, aún después de emerger, y antes de
introducir las coordenadas de la estrella que visitare-
mos al cabo de un prolongado lapso de viaje, pode-
mos cambiar de rumbo si así lo decidimos (lo que un
antropólogo llamaría desviarnos por el sendero de la
205
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

violencia para repatriarnos a un país inexistente), y


entonces volver luego desde el exterior de la eclíptica
para convertirnos en otra cuadrilla de facinerosos y
arrasar con lo que podamos para contribuir a la caída
del sistema que nos ha construido/armado/confeccio-
nado, y a través de una decisión de máxima ironía,
convertir el bandidaje en un acto de justicia poética.
Soy Dragar161B-la#la y he dicho. Compruebo que
mientras nos arracimamos en un postrer coito desco-
munal, antes del estallido que nos pondrá en ruta e
iniciará el periplo al que se supone estamos designa-
dos, muchos también han emitido o se encuentran
emitiendo sus relatos; sensaciones novedosas, estimu-
lantes, tan sabrosas como las eróticas nos sacuden.
No podemos permanecer neutrales, hay que decidir: o
ser esclavos bajo la tiranía o incursores dispuestos a
perecer en rebelde autonomía.

NARCISO EN EL HUEVO 103

Somos el Huevo 103, le decimos así porque somos un


conjunto de unidades autocontenidas (varios centena-
res esparcidos en la frontera de la Nube de Hills con
206
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

el disco exterior de Öpik-Oort), nutridas con multitud


de sensores especializados destinados a potenciar la
adquisición de información sobre posibles enemigos
y que proporcione nuevos conocimientos sobre cómo
los sistemas automáticos de retención de estados, dis-
tribuidos por decenas de miles se degeneran o son sa-
boteados y de colofón establecer las matrices de eje-
cución de los movimientos de posibles incursores que
lleguen en ángulo o perpendiculares al plano de la
eclíptica para pronosticar zonas de ataques.
Hace ya largo lapso nos ocupamos de tal tarea en
beneficio de la humanidad, aunque nos sentimos ais-
lados, siempre es mucho mayor la cantidad de bits
salientes que entrantes y buena parte de los mismos
son inservibles o ilegibles, lo cual preocupa; la yema
central está conformada por la zona habitable con re-
cursos que siempre nos conversa y nos conserva, la
clara por las zonas relativamente habitable y por lo
general sin recursos permanentes, donde la cháchara
del comunicador central no llega y parte de la cual
son zonas de yema abandonada porque nuestro núme-
ro se reduce, y luego la cáscara —de la cual ninguno

207
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

(a) posee referencias directas— nuestro revestimiento


aislante.
No existen espejos y las superficies reflectantes son
cóncavas o convexas o sufren efectos deformantes,
todos y todas usamos máscaras de peliskin: un pellejo
laminar de varias capas que crecen desiguales y com-
binadas, de tal manera que cuando aplicamos una ro-
ciada con los tubos propulsores de gel se superpone y
crece sobre las que ya presentes; nunca nos despoja-
mos de ellas ni siquiera en las orgías bisemanales en
que gozaparticipamos dando y recibiendo, lo gracioso
es que con frecuencia el mete-saca estimula el des-
prendimiento de pizquitas aromáticas y fragmentos
fragantes que solemos devorar y que nos mantienen
en comunión constante.
Versiones diferentes se intercambian entre los Hue-
vos sobre el origen de las tripulaciones, la condensa-
da alude a un experimento cuyas raíces no logramos
dilucidar pero que apunten a crear fraternidades lon-
gevas y consistentes, lubricadas con cariño y coitos
grupales, consagradas a verificar cadenas de cifras
para cotejarlas en multimatrices y extraer constatacio-

208
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

nes de movimientos emergentes y/o extracciones o


pérdidas de memoria.
Una preocupación ronda, no obstante, las mentes de
la colmena, la mengua que erosiona la población, que
con relativa frecuencia alguien se inquiete y quiera
arrancarse la máscara en público y haya que dominar-
lo y quebrarlo, o menos usual quiera salir del cubícu-
lo con el rostro al descubierto, aunque los sinonimi-
sensores no le conceden la apertura de la puerta, lo
cual en algunos casos conduce al suicidio, pero como
la limpieza de las módulos e inclusión de los nutrien-
tes del cuerpo desechado en los jardines hidropóni-
cos, en las cubas de proteínas o en las sembrados co-
rresponde a los biots no nos enteramos.
En cuanto a mi, en un momento determinado senti-
pense al Huevo 103 como una enorme trampa. Ce-
gante. Desesperante. En lo hondo del pecho sentía
que raíces férreas corroían con enervante persistencia
mis reservas de seguridad. ¡¡¡Escapa!! ! me gritaba
mi mente, huye de este antro comunal clamaban las
neuronas. Hay que evadirse, entre más rápido mejor,
aunque lo que encontremos sea peor. Entre las varias
elecciones: suicidio en solitario en mi cubículo, falle-
209
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

cimiento por golpiza en los pasillos a salas comunales


o inmersión profunda en los territorios cuántico-oníri-
cos de la clara, escogí la tercera.
Rebase los dinteles marcados y en seguida caí en
un vórtice veloz y giratorio. Extraños insectos metáli-
cos surcaban raudos el espacio rubricando su veloci-
dad con cataratas de blandas cachetadas. Por doquier
mi mirada sólo tropezaba con el tupido muro del ho-
rror visual y la muralla pegajosa de la incomprensión,
las figuras eran confusas e inidentificables. La hierba
mustia y apagada con sus retorcidos tallos engullía la
voz perdida del ordenador central en los ratos que
mis redes neuronales se liberaban del dolor. Perdida
estaba y no la encontraría, sería mi snetipensar quien
me guiaría y mejor que confiara en él, ya que no ha-
bría otra opción a practicar. La tierra hervía, pero no
burbujeante de mensajes vitales como antaño (cuando
aún no escapaba) sino en glóbulos ásperos y sucios,
con la espuma estéril de lo infecundo cubriéndolos.
Lo peor eran las hordas de bestias que tropezaba en
mi vagar, siempre creí que no haba moradores en la
clara, allí proliferaban los desertores, a los científicos
e intelectuales los reconocía por sus diferentes y ho-
210
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

rrendas facciones camaleónicas, a los imbéciles de


mantenimiento las babeantes estereotipias que calca-
ban de su monotonía laboral los traicionaban, pero lo
que mayor repugnancia provocaba era la máscara in-
sensible de los directores de sección. Los contempla-
ba como si su vacío existencial se desbordara y me
deslizaba entre sus espantosas siluetas con la esperan-
za de que continuaran ignorándome.
Túneles rellenos de olores nauseabundos y ruidos
desagradables me acosaban; a veces los techos se di-
luían en nubes pardofétidas mientras caminaba entre
dos altos murallones astrosos carcomidos por los
dientes crueles del tiempo como limitantes laterales.
Siempre cansado y abatido colocaba mis pies uno de-
lante del otro tanteando a través del temor la ruta ha-
cia la probable desesperación, quizás la única salida
del cul de sac en que me movía. El tacón de mis za-
patos dejaba sus huellas en un vacío complaciente
que amoldaba su velocidad relativa a la de mis pasos.
A veces surgían destellos de conciencia antigua
(dudaba y quería retornar pero el vacío que creaba a
mi paso no lo permitía) y parches de falsedad entur-
biaban mi visión. Un gorila de túnica azafranada con
211
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

una enorme cabeza grotesca y que se tambaleaba es-


túpida sobre su pescuezo se acercaba, husmeó recelo-
so en mi dirección, el deseo violento de dañar bañó
de líquida felicidad sus ojos. Con denuedo luché con
mi bagaje de máscaras mentales hasta que encontré la
conveniente y la coloque con fuerza mental mal que
bien sobre la que siempre había llevado confiando en
que el sudor del miedo lo confundiera con transpira-
ción, me molestaba ser tan lento en la intercomunica-
ción, pero pareció reconocer en mi ese trozo suyo que
deseaba y me rebasó con una sonrisa tonta ajando su
boca; en venganza me negué a transmitirle la noción
del inmenso vacío que lubricaba mis pisadas y corrí
dejando una estela de gruñidos sorprendidos hundién-
dose a mis espaldas.
La angustia empezó a conquistarme, emerger de las
profundidades donde lleve a cabo mi ejercicio de in-
mersión estaba resultando terrorífico, por eso ahora
los rayos del sol son helados y prosigue un olor a po-
dredumbre tan espeso que parece encarnado y que
brota con evidente satisfacción de los agujeros cual
bocas que van brotando de las huellas de mis pasos
mientras abandonaba los pasillos perseguido por el
212
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

vacío tragante, esos huecos si parecen insatisfechas


¿por mi escapatoria acaso?
Jadee acezante en las lindes de un bosquecillo po-
blado de fieras que intercambiaban extrañas palabras
retumbantes y macabros gestos como si practicasen
unos ritos denominados amor, amistad que escondían
interés, engaño y poco más. Rememoro que corría un
rumor en el Huevo 103, que esas dimensiones de
transición de la clara se alimentan de sus viajeros,
descuidarse puede ocasionar la muerte, hay que bus-
car la imagen propia para salir de la emboscada y pa-
rece que encontré la mía aunque de manera intuitiva
en el bosquecillo, que ha sido mi salvación.
El vacío feliz con el regalo del gorila entregado ha-
cia unos segundos, estableció una tregua antes de se-
guir en mi persecución. Entre tanto podía explorar.
A un lado del parque una vidriera opaca permitía
traslucir algo sobrecogedor —en una tablilla se
leía Centro Materno-Infantil (en Huevo 103 no hay
infantes) — y vampiros enfundados en blancos guar-
dapolvos y ropones clericales cuidaban con mimos,
carantoñas y biberones de sangre a fetos semienterra-
dos en domos de carne pulsátil, envueltos en telas
213
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

metálicas probablemente asépticas se vislumbraban


los cuerpecitos de los pseudobebés desechados. Era
semejante a las transmisiones de la sede central terrá-
quea, con frecuencia inidentificables pero sugerentes.
Al costado una estructura triangular de innumera-
bles facetas y con adornos semejantes a narices reza-
ba en su marquesina Fábrica de Máscaras para Enga-
ñar y se desplegaban los catálogos con sólo pasar la
sombra de la mano por encima de los carteles; no se
asemejaban en nada a la nuestra, monótona y con co-
lores poco variados; eran de una riqueza tal que me
atosigaban y me creaban sentimientos de premonito-
rio.
Más allá una colosal estatua ecuestre mezcla de
granito y viejo polietileno reforzado proporcionaba
asilo a bares con bandejas giratorios atiborradas de
manjares y a unos ingeniosos mingitorios que apenas
se acercaban los usuarios los envolvían para darles
privacidad.
Luego, esferas luminosas con varillas acrílicas gi-
rando sobre ejes multifacetados más ya un poco oxi-
dados que me recordó algo de mi lejano pasado se-

214
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

mejante a la maqueta ptolemaica, relacionado con la


nube de Hills, en tono rosa y malva.
Me detuve. Se había desvanecido el impulso de co-
rrer. El vacío ya no me segura. Adquirir libertad de
circulación fue tan placentero que me intoxico, pero...
me aterrizaron en el magín imágenes estremecedoras
e incongruentes, una de ellas persistiría y marcaría mi
recorrido.
Luz violácea destellando sobre las escamas de mi
piel. Me aterroricé y un aluvión de remembranzas ex-
trañas y que no sabía se albergaban en mi interior
salió a flote y me pregunté ¿Soy un hombre-pez love-
craftiano acaso? ¿Soy un mezclado que limpia las al-
cantarillas de Bas-Lag? ¿Soy un pasajero que gusta
vivenciar duras aventuras cósmicas que ha alquilado
el cuerpo necesario para salir bien parado en términos
de Sheckley? pregunta incesante mi memoria.
Una larga tira de holo pasa diciendo La inconscien-
cia es el hipnotismo de los humanos, así pueden al
practicarla aniquilar la autenticidad y luego lavarse
las manos afirmando que hay comida intelectual sufi-
ciente y consuman su degradación invitando a la
conveniencia para que ocupe el sitial de honor en el
215
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

banquete de su iniquidad. No lograba comprender a


que aludía el mensaje y quedé envuelto en retazos de
niebla, confuso y con los sentidos desproporcionados
agrandados y disminuidos en simultánea, no aguanta-
ba el pavor, no resistía el miedo y encima me sentía
con los zapatos clavados y retenidos en un blando ria-
chuelo de brea y con mis pies encogidos dentro del
cuero gritaba atormentado, me agaché, los desprendí
y los abandoné a su suerte en los negros labios suc-
cionantes de la negra desesperación dispuesta a tra-
garme (¿de dónde venía esa frase?), preparado a sal-
tar hacia lo maloliente y conocido para evitar el des-
control emotivo troté hacia un portal gótico repleto de
gárgolas con pechos macizos y pezones henchidos,
que se agitaban insinuantes, probable punto próximo
de redención.
En el umbral respirando agitado esquivé a una vieja
bruja encorvada que ensartaba chismes humeantes
con su lengua acerada en una tela mientras arrojaba
insectos por sus dedos agujereados y brinqué por los
escalones acaracolados que parecía me llevaron hacia
la abundancia de oxígeno y la conversación interior
coherente. Sino hablaba congruente en el ínterin se
216
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

me estremecerían los nervios, se tensionarían y se


rompería el hilo de la cordura y no reaccionaría al tra-
garme la mosca de la locura que me lanzó antes la
bruja convirtiéndome quizás en una gárgola.
Los cilindros verticales que sostenían los escalones
mellados por las pisadas de los que buscaron y en-
contraron precedentes contenían un fluido irisado, si
lo miraba me sumiría en un trance quizás definitivo.
La ascensión terminó, por fin arribé a un aposento
bastante amplio con tres rostros flotantes que me ais-
ló de las anteriores percepciones, me contemplaron:
el ancho y plano de la mujer con indiferencia, el deli-
cado y policromo del hombre con análisis crítico, el
vivaz y sensual del hermafrodita con placer egoísta.
El pantano defensivo en que estaba cayendo me re-
gurgitó, respiré profundo y mis anhelos de ser com-
prendido estallaron en una bonita galería de artificios
verbales durante lo que pareció horas. No logré con-
moverlos. La actitud asumida por los tres rostros fue
de aburrimiento, me parecieron tres universos incom-
prensibles tratando de amarrarse al mismo muelle que
se movía y estorbándose entre si sin que ninguno lo-
grara fondear, me parecieron de una esplendidez ridí-
217
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

cula., también era un plan previo acuerdo entre los


tres estados materiales de la Identidad Grupal, quizás
para burlarse de mi escapada en busca de Identidad
Personal.
Decidí obligarlos a tomar responsabilidades, muy
seguros tras sus paredes indestructibles de plasma y
su nido extraviado en las alturas mientras sus holo-
gramas pervertían la relación (¿y cómo accedía a ese
dato si no lo proporcionaba alguna de las tres cabe-
zas?), si era así, el peligro ya estaba en su interior, ja,
ja. Mi presencia sólo era el detonante: Viré súbito de
tema y en lugar de describir hechos comunes, de ma-
nidas interrelaciones, de cuestiones gastados por la
mano pétrea de la lógica, parlotee de etéreas intuicio-
nes sumergidas en la niebla primordial que engendró
los dioses que pululan en torno al trono de Ctulhu
(otra vez no discernía como podía resultarles atrayen-
te ese preciso caudal de erudición) cuando cada cual
seguía su curso probable sin ser afectado por los de-
más, pero luego por trucajes sucesivos cuando se des-
cuidaban y bajaban la guardia habían perdido su indi-
ferencia y se enfrentaban unos a otros para adquirir
las mejores porciones de pueblos y planetas, miento
218
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

si sostengo que comprendía lo que farfullaba, era


como un chip que se desenvolvía sin mi voluntad
pero en simultánea aceptaba la autenticidad de su dis-
curso... y agregué: El Wendigo lo es por ser veloz y
ágil, por caminar sobre el viento, otros son torpes y
lentos, tentaculosos y hediondos, pausados y cacha-
zudos, contaminados de burocracia atienden a un pro-
blema a la vez, pero el Wendigo se entrenó y su es-
píritu investigador salta a muchos casos y partes en
un mismo instante, tantas que si uno miraba le pare-
cía que giraba en un tiovivo generando la sensación
de ubicuidad, y en la confusión reinante con facilidad
podía triunfar expulsando a otros dioses al cosmos
vacío donde perecerían de hambre.
Rematé ¡Soy su discípulo! Y si logro retorcer mi
nanomateria hasta duplicarla, triplicarla, multiplicarla
seré un ser con aún mayor poderío ya que estaré sal-
picándolos de manera continua y me sentirán y me
adivinarán, y hasta emitirán en numerosos idiomas
apotegmas del tipo La nanomateria es más importan-
te que el nanoespiritu clamé, repitiendo la frase con
estruendo; con unfireflash atrás seguido de medio
mortal aterricé en la cueva de cartón-piedra que re-
219
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

presentaba una de las cabezas, entre la lluvia de asti-


llas y pedruscos que se originó escuché los aullidos
de los lobeznos (¿o serán grabaciones o rugidos de la
garganta del Wendigo?), pero la turbamulta ocasiona-
da demostró que eran bestezuelas que cohabitaban a
su amparo, desde/entre la llovizna de despojos obser-
vé sus agitados y temblorosos cuerpecillos y oí sus
gemidos de pavor ante la destrucción e su hábitat, ha-
bía intentado obligar a las cabezas a acercarse a mi
para juzgarlas como entidad superior y conducirlas a
la luz de la responsabilidad y la resolución de situa-
ciones, al planteamiento de problemas y rediseño de
actividades, pero era a mi a quien convocaba el des-
moronamiento del ecosistema provocado por mi ágil
y perfecto acto de gimnasia, las consecuencias se pa-
gan, esperando colocarlos contra la pared de la elec-
ción sentí que mi supuesta omnipotencia se diluía
mientras caía a un pozo de tinieblas indiferentes.
Lamenté la devastación del habitáculo pero no po-
día prestar ayuda a los lobeznos, por mas símbolo del
Wendigo que fueran, salté por una ventana a un bal-
cón de piedra vaporosa, casi encaje, repleto de fantas-
mas en apariencia amables, me incliné mundano so-
220
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

bre su baranda encarándolos, sus sonrisas constituye-


ron el inicio de un ritual de suicidio o sacrificio. Ten-
dí mi mano, me la mordieron con ferocidad.
Desolado y dolorido e impulsado por algo incom-
prensible, y sin embargo percibido con claridad, re-
trocedí y me enfrenté a los tres rostros, empecé a con-
tarlos una historia de telarañas, androides casi clones
y masacres, los arrullé esclareciendo que eran tres
clases de amor que se pueden sentir y vivir, que si po-
dían decirme ¿qué papel interpretaba con mi presen-
cia allí? ¿porqué a pesar de mis errores me seguían
escuchando con atención? en coro declararon que de-
seaban transmitirme algo importante.
Traté de interrumpirlos y proseguir con mi relato
deshilvanado y borboteante, que tenía un gramo de
verdad pero envuelta en una tonelada de falsedades;
no se inmutaron y un tronar de trompetas anunció el
ingreso de otro personaje, el cual vociferó ¡Reconó-
cete! caminando de espaldas se ubicó delante de los
Tres Amores, alzando sus musculosos brazos mostró
lo que acunaba en su pecho; una enorme hacha de dos
hojas, repitió un ¡Reconócete! estentóreo giro y segó
las tres cabezas de un tajo, hilillos de sangre corrían
221
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

por el piso y las paredes; al mirarme me pareció iden-


tificarlo, era alguien muy próximo (¿quizás yo mis-
mo? ¿una especie de hermano? su rostro estaba cu-
bierto por la máscara habitual del Huevo 103), me
tendió el hacha goteando sangre, la agarré, el me
ofreció su cuello, la levanté para decapitarlo y que-
darme sólo pero me inmovilicé, incapaz de culminar
el movimiento recule espantado...
Estallaron aplausos, los tres rostros del amor flota-
ron acompañados de uno sin facciones definidas, liso
y sin arrugas, jovial y astuto; me pareció estar repi-
tiendo mis movimientos desde que ingresé al edificio
en visión rápida, comprendí varios acertijos, un seg-
mento de mi cuerpo era un vidrio plateado arrojado al
aire y supe el significado de los fragmentos que ya-
cían a lo largo de los escalones, porque las huellas de
pisada eran sólo de subida, porque me sonreían y me
mordían los amables fantasmas del balcón, porque los
rostros flotantes me dedicaban su atención, porque el
ultimo en eclosionar se conectaba conmigo y porque
importaba poco lo que sucediera después y hasta la
decisión que tomara, ya que cuando por fin arribara al
casco exterior (porque lo conseguiría), encontraría
222
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

que sería como una serie de pantallas que historiaban


nuestra vida en Huevo 103, que me dirían que todos
somos uno y que la máscara cotidiana es para desva-
necer ese único rostro que ostentamos y parecer dis-
tintos, que mi nombre como el de todos los que me
precedieron y me seguirían hasta extinguirnos era
Narciso el que amaba su reflejo... y lo encontró en su
viaje de iniciación.

© Luis Antonio Bolaños De La Cruz,


31 de agosto de 2015

223
SUEÑOS DE CIUDAD

Leonardo Espinoza Benavides

La pantalla le volvió a indicar los cincuenta y ocho


documentos que debía tener listos durante la mañana.
La cifra la había recibido minutos antes, camino ha-
cia el trabajo, y le había parecido un número razona-
ble para comenzar el día.
Se acomodó en su silla y se colocó los anteojos.
Reacomodó la imagen al ángulo que le agradaba y
abrió la lista de archivos.
—Veamos... Qué cosas tenemos para hoy —dijo in-
clinándose hacia la pantalla.
—Aquí tiene, señor Loy.
—Muchas Gracias, Berto.
Terrig Loy desvió la vista unos segundos para reci-
bir la taza de café. Le dio un sorbo delicado para evi-
224
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

tar hervirse los labios y la dejó luego sobre el escrito-


rio. Uno de los cristales de sus anteojos se había nu-
blado con el vapor que florecía del tazón.
—Bien... Partamos contigo —dijo Terrig aguzando
la mirada.
Antes de comenzar con su lectura, recibió el saludo
de un colega que acababa de llegar a su despacho.
—Hola, Enrio —le dijo sin mirarlo, mientras el
hombre tomaba puesto a un metro y medio de distan-
cia—. Bien —continuó en un susurro—, ahora sí...
El documento por el cual comenzó se titulaba Los
efectos de la luz solar en intervalos de cinco minutos
al utilizar el transporte automovilizado por la aveni-
da Marcel Aristos entre las seis y siete horas de los
días martes al compararlos con intervalos de seis mi-
nutos en dos grupos aleatorizados con quíntuple cie-
go durante los mismos horarios del día. Terrig leyó
las partes claves del documento tal como su oficio le
enseñaba y emitió la aprobación que corroboraba la
evidencia presentada.
Llevaba cinco años trabajando en el Departamento
de Evidencia, clasificando y examinando las publica-
ciones de diversas áreas de investigación. Era uno de
225
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

los últimos eslabones en la lectura crítica de los docu-


mentos, lo cual le significaba un buen pasar moneta-
rio y un decente estatus social.
—Hmm... No, tú no —dijo en voz baja al terminar
otro de los artículos: no se habían respetado los pro-
tocolos mínimos.
Terrig levantó los brazos y luego restregó sus ojos.
Le agradeció a Berto por la siguiente taza de café y se
dispuso a corroborar la última evidencia matutina, El
aporte nutricional del pasto en la dieta homeostática
en un grupo de individuos entre veinte y treinta años
con tendencia a la intolerancia a la carne de soya.
Las ciencias biológicas las dejaba siempre para el fi-
nal.
Al mediodía, luego de cinco horas de trabajo y se-
tecientos mililitros de café, llegó el descanso del al-
muerzo. Cuatro minutos.
—Aquí tiene, señor Loy.
—Muchas gracias, Berto.
Tomó su sándwich con agua y disfrutó los cuatro
minutos asignados. Él mismo había leído parte de la
evidencia que comprobaba que aquel era el tiempo
ideal para la merienda de las doce.
226
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

En la esquina de la pantalla un nuevo número apa-


reció. Ciento cuatro. Las tardes solían resultar un
poco más duras...
A las nueve cuarenta y cinco de la noche concluyó
con su rutina.
—Adiós, Enrio —dijo Terrig, plegando la pantalla
del escritorio y guardándosela en su bolsillo. Se alejó
del espacio de trabajo, se despidió de Berto y se enca-
minó hacia las afueras del edificio.
Se vio caminando junto a una mujer. Terrig sabía
que ella trabajaba en la otra ala de ese piso.
—Hola, Frann —dijo Terrig con soltura, al tiempo
que revisaba la hora en la esquina de la pantalla que
asomaba de su pantalón.
—Ehm..., hola..., ¿don...?
—¡Terrig! Disculpa... Me tengo que haber confun-
dido.
—No importa. Siempre pasa.
—Lo siento.
No se generó un momento incómodo porque no ha-
bía tiempo para un momento incómodo. Esos errores
solían ocurrir. Terrig había hablado antes con ella,
solo que probablemente en sus sueños y no durante la
227
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

jornada laboral. Qué importaba; a todos les pasaba.


Terrig volvió a mirar la pantalla plástica de su bolsillo
y vio que iba tres minutos atrasado. Su colega hizo lo
mismo y seguramente llegó a la misma conclusión.
En el vestíbulo se dirigieron hacia salidas distintas.
Terrig caminó hacia las afueras de la edificación. A
las diez en punto pasaba un automovilizado público
que lo acercaba hacia su casa. Pasados los dos minu-
tos que faltaban, apareció el vehículo. No requería
conductor.
Se subió, acercó su pantalla personal a una consola,
esperó el bip confirmatorio y se ubicó en uno de los
cubículos individuales. Si bien ya era de noche, nin-
guna estrella se asomaba por el cielo. La intensidad
con que la ciudad se iluminaba no hallaba rival en
ninguna otra fuente luminosa. Mientras tomaba asien-
to, Terrig miró por la ventana buscando alguna nube
de tintes azules o celestes que contrastara con el ocre
de la noche. Detrás de esa, pensaba, debía estar la
Luna.
Quedaban treinta segundos para que diera inicio a
su clase. En la comodidad de su cubículo, envió la se-

228
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

ñal de su pantalla al cristal que estaba enfrente de él,


delimitando este su lugar con el del otro pasajero.
—Buenas noches —comenzó Terrig—. ¿Empeza-
mos?
Era tan solo una expresión. Nunca partían atrasa-
dos. Aunque Terrig, o incluso la locomoción, se atra-
sara, todos tenían a mano su pantalla personal para
comunicarse donde fuera.
Esa noche debía impartir la clase de Análisis Inte-
grado de la Evidencia a estudiantes de sociología.
—En el caso de ustedes —les decía Terrig—, se
pone más difícil el tema de hacer buenos estudios,
por el tipo de variables subjetivas que deben intentar
objetivar, a diferencia de un bioquímico, por ejem-
plo...
—Profesor —interrumpió una voz etérea.
—¿Sí?
—En el caso de los estudios cualitativos, ¿cómo ha-
cen el análisis de esa evidencia?
Eran estudiantes jóvenes; Terrig lo sabía. Aún te-
nían que formarse.
—Es complicado —respondió—. Muchas veces lo
que hacemos es simplemente descartarlos, cuando te-
229
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

nemos otros que son más bien cuantitativos. Si supie-


ran la cantidad de información que recibimos, se da-
rían cuenta de que lo último que alcanzaríamos a ha-
cer es clasificar algún dato subjetivo. No son conside-
rados evidencia; o si no hay nada más sobre el tema,
queda como evidencia clase F. Bien... Sigamos. Que-
daron cincuenta y ocho segundos para tiempo de pre-
guntas, para que lo tengan en cuenta...
Terrig Loy terminó su cátedra a las once treinta de
la noche y un minuto más tarde se bajó en un parade-
ro.
Había una fila con automovilizados personales que
cualquiera podía utilizar; estaba incluido en los im-
puestos. Caminó junto a un abundante grupo de per-
sonas que descendían también en la parada; encontró
uno libre y se subió. Programó su dirección y comen-
zó el último trayecto hacia su casa. Treinta minutos
debía demorar.
Comunicó nuevamente su pantalla, esta vez con el
panel de vidrio del auto, reemplazando las visiones
nocturnas del camino por la lectura a la que tenía que
acudir. El Departamento le asignó un curso de «Va-
riables numéricas en estudios ecológicos de suelos ri-
230
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

cos en silicato». Todo ciudadano que fuera respetable


no cesaba nunca sus estudios, ni tampoco la imparti-
ción de clases. Era parte del gran proyecto de educa-
ción continua: todos estudiantes, todos profesores.
—Los suelos de silicato son tremendamente apasio-
nantes. Ya tenemos la evidencia para clasificarlos en
veinticinco grupos distintos sobre la base de...

Terrig Loy entró a su casa faltando tres minutos para


medianoche; su mujer había llegado tan solo unos se-
gundos antes. No se distinguía ninguna luz encendida
en el interior de la morada.
A través del pasillo principal llegó un mensaje.
—¡Ya acosté a la niña!
—¡Ya! ¡Gracias!
—¡Cómo te fue en el trabajo!
—¡Bien, y a ti!
—¡Bien, también! ¡Ya te vienes a dormir!
—¡Sí, ya voy!
Terrig encendió la luz de la cocina, sacó un trocito
de sándwich del refrigerador, lo tragó con un sorbo de
agua de la llave y se dirigió a su habitación.

231
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Ahí lo esperaba. El mejor momento del día. La ra-


zón por la que todos trabajaban sin parar; lo que otor-
gaba sentido a la más pequeña nimiedad de la exis-
tencia.
Su almohada.
No siempre le llamaron simplemente almohada.
Hubo un tiempo en que ostentara un nombre siútico
ahora ya olvidado, ideal en sus primeros momentos
de comercialización; pero hoy en día bastaba con re-
ferírsele de esa forma. Almohada.
No era ese antiguo cojín oblongo sobre el que po-
nían la cabeza cuando era tiempo de dormir. También
se le llamaba almohada, pero ya no se identificaba
con ella tal palabra. La almohada era un dispositivo
surgido de la tecnología y la ciencia del sueño, del
principio de Voss y la estimulación de ondas gamma.
Una especie de casco amoldable con una serie de
electrodos que se posicionaban en sitios estratégicos
del cráneo y de la cara. Ventosas pegadas en la cara.
El mejor momento del día, pensó Terrig.
—¿Cuánto te vas a poner? —preguntó su esposa.
—Hmm... Sesenta por ciento de sueño profundo y
cuarenta por ciento de sueño REM. —Sesenta por
232
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

ciento de descanso físico y cuarenta para soñar.


Aquello equivalía a unas ocho horas de una buena
dosis onírica.
—Parece que tuviste un buen día...
—Nada especial, la verdad.
—Bueno, que descanses. ¡Buenas noches!
Su mujer ya estaba dormitando. Terrig programó su
almohada, se la colocó en la cabeza y se tendió en su
cama. Encendió el aparato que transmitiría sutiles co-
rrientes eléctricas a través de su red neuronal de tal
modo que pudiera tener horas y horas de sueño lúcido
y consciente.
Por fin comenzaba su día...

—¡Frann! ¡Frann! ¡Por acá!


—¡Terrig! ¡Voy!
Terrig Loy se retiró los auriculares y detuvo el heli-
cóptero. Se bajó de la máquina y puso pie sobre la
arena. Llevaba una camisa blanca entreabierta que
dejaba ver su perfecta anatomía. Frann corría hacía él
utilizando un diminuto traje de baño.
—Discúlpame por no reconocerte hoy día en el tra-
bajo.
233
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Ah, no importa. Siempre pasa.


—Lo siento, Terrig. Tenía demasiado trabajo que
hacer y nunca hay tiempo para nada más que eso en
el Departamento.
—Ni me lo digas... Ni te imaginas las cosas que
tuve que leer... ¡Pero no es tiempo para hablar de eso!
—La tomó entre sus brazos mientras Frann emitía
una risita.
—¡Suéltame, Terrig! Ni se te ocurra tirarme al
agua... ¡No! ¡no! ¡Yo me tiro sola!
Terrig la soltó y Frann corrió directo hacia el
océano. Justo antes de tomar contacto con la espuma
de la marea, Frann tiró lejos la parte de arriba de su
atuendo.
Terrig pareció flotar hasta las olas...
—Sí, mamá, todo bien en el trabajo —decía Terrig.
Ya había tenido suficiente en el paraíso tropical.
—¡Ay, qué bien!
—¿Todo bien con ese tal Enrio?
—Sí, papá, todo bien... No, gracias, mamá; ya estoy
lleno. No me cabe nada más en el estómago.
—¿Lograste vender alguna pinturita?

234
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Tuve, de hecho, toda una exposición... No, gra-


cias, mamá; te dije que no me cabe nada más... En el
salón Mariatriz que a ti te gusta.
—¡Ay!
—¡Esposa mía! —dijo Terrig, en su propio francés
con una voz de barítono. Lo había aprendido hacía
varios sueños atrás.
—Querido...
—He tenido que ocupar mi arma...
—¡Oh!
—Eran todos criminales, estafadores, lo peor de lo
peor. —Se sentó en una reposadera al lado de su mu-
jer, escuchando los filtros de las aguas cristalinas que
adornaban su piscina.
—¡Oh, Terrig!
—Necesito una buena siesta.
—Descansa...
Y descansó.
—¡Bien, bien, Enrio! ¡Bien! ¡Estás mejorando mu-
chísimo!
—Gracias, Terrig.
Terrig se retiraba los esquís y disfrutaba de la vi-
sión panorámica de la cordillera nevada. Caminó jun-
235
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

to a Enrio al interior de una cabaña donde los espera-


ba una mesa con dos cafés servidos. Berto se los ha-
bía preparado, humeantes como siempre.
—Si me disculpas, Enrio, debo darle un tiempo a
mi pequeña.
—Por supuesto... Anda... ¡Nos vemos en el Depar-
tamento!
—Mi pequeña... —decía Terrig frente a su hija. Le
acomodó bien su almohada y la besó en la frente. Se
dirigió luego a su propia habitación y se tendió sobre
su catre. Sabía que quedaba poco tiempo de su sueño,
lo podía sentir. Cerró los ojos y simplemente esperó
la transición...

Cincuenta y nueve. Ese fue el número que apareció


por su pantalla mientras se dirigía hacia el trabajo. El
auto al que se había subido la noche anterior lo trans-
portaba hacia el mismo paradero en donde lo había
tomado prestado y en donde embarcaría para comple-
tar el recorrido.
—Qué clima... —dijo Terrig a Enrio mientras se sa-
caba la chaqueta empapada. Su colega había llegado

236
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

unos minutos antes que él y, a juzgar por su pelo,


también se había mojado con la lluvia.
—Intenso —dijo Enrio, sin desviar la mirada de su
pantalla. Tomaba con ambas manos su taza de café
mientras la sorbía de manera sonora.
—Aquí tiene, señor Loy.
—Muchas gracias, Berto.
Qué alivio dormir bien, pensó Terrig. Se sentía re-
puesto, con el cuerpo descansado y la mente ágil y
despierta. ¡Qué sería de ellos de no ser por las al-
mohadas! Eso le recordaba la importancia de la evi-
dencia y de los avances tecnológicos. La calidad de
vida estaba mejor que nunca; se podía trabajar con un
tiempo de descanso asegurado. Nadie podía privarlo
de sus sueños. Nadie.
Seleccionó uno de los documentos: Proporciones
de sueño profundo y sueño REM en los cambios de
jornadas de descanso de seis horas a cuatros horas
en un grupo aleatorizado de trabajadores subterrá-
neos entre cuarenta y cincuenta años con consumo de
licor al seis por ciento en intervalos de ochenta y sie-
te minutos. ¡Todo aportaba su granito a la evidencia!
Sin la evidencia no se sabía nada en lo absoluto, todo
237
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

resultaba incierto e intangible, inseguro y peligroso.


Negligente. Terrig sabía la importancia de aquello y,
por ende, de su trabajo. Qué suerte tenía de haber na-
cido en estos tiempos, donde había espacio tanto para
la satisfacción como para el trabajo; y todo respalda-
do por números y estadísticas ultracorroboradas.
La lluvia martillaba las ventanas del edificio y
aportaba con sus notas musicales. Aún no había evi-
dencia suficiente de que fueran efectivamente notas
musicales, o si era mejor bloquear o permitirle su so-
nido en las jornadas de trabajo. Terrig había leído so-
lamente quince documentos al respecto.
Tres cafés en la mañana, cuatro minutos de almuer-
zo, cuatro tazas y media por la tarde. Se despidió de
Enrio y luego de Berto. No distinguió por los pasillos
a Frann, pero poco le importaba.
—¡Terrig! —dijo alguien.
—Ehm..., ¿hola?
—¡Oh, oh! Lo siento...
Terrig sonrió.
—Siempre pasa...
El automovilizado público llegó a las diez en punto.
Buscó la Luna entre las nubes, dio su clase en su cu-
238
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

bículo, encontró más tarde un auto personal, acudió a


su curso de suelos con silicato y llegó a las doce de la
noche a la puerta de su casa.
Por un momento pensó que había dormido dema-
siado bien la noche anterior. Aún se sentía repuesto,
por lo que configuró su almohada a sesenta por ciento
de REM y cuarenta por ciento de sueño profundo. Le
pareció una buena idea continuar algunos sueños.
Pulsó la perilla que encendía su almohada...

—¡Terrig!
—¡Abran paso!
Terrig Loy aterrizó sobre la arena vistiendo una pe-
queña zunga azul. Se deshizo del paracaídas que ve-
nía sujetando con sus manos y corrió al encuentro de
Frann.
—¿Quiénes son estas? —preguntó Terrig.
—Son unas amigas... No te importa, ¿cierto?
—Por supuesto que no, Frann —dijo con naturali-
dad.
Terrig vestía un terno negro mientras terminaba su
solo de violonchelo. Era una gran audiencia la que se

239
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

alzaba y aplaudía. Del mismo modo lo hacía el resto


de la orquesta.
—Gracias, muchas gracias —decía Terrig, alzando
su mano en agradecimiento y dirigiéndola hacia el di-
rector de la orquesta para que este fuera parte tam-
bién de los elogios—. Han sido meses de práctica tras
práctica —decía, opacado por los vítores. Estaba su-
dando por el esfuerzo de su última interpretación y le
costaba encontrar el aire para seguir con su discurso
—. Un... un... ¡aplauso para el resto de la orquesta!
¡A cada uno...!
Le faltaba el aire.
Se fue a un lugar sin luz. Estaba completamente os-
curo. Pasó una mano por la frente para limpiarse el
sudor acumulado, acompañado tan solo por la caden-
cia de su respiración. Se sentía muy extraño, un poco
ligero, y con un leve hormigueo que viajaba hacia sus
dedos meñiques.
¿Había despertado? No podía ser... Se impuso el
miedo en un instante, pero sin mayor intensidad. Era
demasiado raro que hubiese despertado.
Había despertado.

240
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Y no veía absolutamente nada. Esperó hasta que los


grises adoptaran alguna forma y alargó después el
brazo hacia el interruptor de la almohada. No estaba
funcionando. Eso sí le dio miedo. ¡Cuándo encontra-
ría el tiempo para reparar su almohada! Jamás había
escuchado que a alguien le pasara esto. Miró al costa-
do y vio que su mujer estaba en sueño profundo. De
ninguna forma la despertaría.
Qué desastre, concluyó... No hubo forma de encen-
der la almohada. Estaba al tanto de que con cada mi-
nuto que pasara, más cansado estaría al otro día. Optó
finalmente por intentar dormirse por sí solo. Ya pen-
saría en el momento de llamar a la compañía para so-
licitar una reparación.
Quedarse dormido no fue la peor parte. Las vento-
sas en su rostro contribuyeron a la costumbre, y el há-
bito se encargó del resto. Lo terrible fue ver pasar sus
sueños en cosa de segundos, sin siquiera ser capaz de
recordar al menos una parte con suficiente claridad.
Había sido todo tan rápido, tan abstracto, tan inútil.

Fue un día miserable. Noventa y siete archivos para


comenzar la mañana.
241
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Aquí tiene, señor Loy.


—¿Hum? ¡oh! gracias, Berto. —Bostezó.
—Le hizo falta más sueño profundo, señor Loy. —
El hombre sonrió—. Espero que haya valido la pena
el exceso de REM. —Guiñó su ojo y se marchó.
Terrig tomó la taza entre sus manos, bebió de su
café y maldijo al sentir que le iba ardiendo la lengua
y la garganta.
—¡Vaya, buenos días, Terrig!
—¿Ah? ¡sí! ... Sí... Buenos días, Enrio...
Andar cansado sin tener un buen sueño como expli-
cación resultaba bastante deprimente.
Ese día no buscó la Luna ni puso atención al silica-
to. Los viajes se le hicieron mucho más largos de lo
habitual. Llegó a su casa a medianoche y llamó a la
compañía.
Esperó a que alguien contestara...
—REMember, buenas noches, mi nombre es Mag-
dalia, ¿cuál es su nombre?
—Terrig Loy. Necesito...
—Buenas noches, señor Loy, ¿en qué puedo ayu-
darle?

242
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Ehm, buenas noches... Creo que se me echó a


perder la almohada...
—¿Disculpe?
—Creo que se me echó a perder la almohada. Ne-
cesito que me la cambien o que...
—¿Disculpe? Señor Loy, no lo escucho bien, ¿qué
me dijo?
—Se me echó a perder la almohada.
La mujer guardó silencio unos instantes y Terrig
pudo escuchar el torbellino de voces de los otros ope-
radores que trabajan al costado de Magdalia.
—Señor Loy, ¿me dice que se le echó a perder la
almohada?
—Sí..., eso..., no funciona, ya intenté volver a pren-
derla y...
—No existe ese error, señor Loy.
—¿Ah? ¿Cómo no va a existir?
—Es que no me aparece en la pantalla.
—Bueno, ¡pero se me echó a perder la almohada!
—Deme un segundo.
Terrig frotó su rostro con las manos. Estaba per-
diendo tiempo en el que podría estar descansando... A
medias, porque su almohada seguía mala.
243
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Su mujer le gritó desde el pasillo.


—¡Te respondieron algo!
—¡No! ¡Aún no! ¡Puedes dormirte si quieres!
—REMember, buenas noches, mi nombre es Jove-
lio...
—¡Me contestaron de nuevo!
—¡Suerte! ¡Buenas noches!
—¿Señor Loy?
—¡Sí, sí! Buenas noches... Se me echó a perder la
almohada.
—¿Se le echó a perder o no funciona?
—¿Ah? No funciona...
—Hmm... Deme un segundo.
Arribó la hora una de la madrugada y Terrig con-
versaba a estas alturas con el gerente de la compa-
ñía..., según le habían informado.
—Está bien... Le enviaremos un reparador.
—¡Oh, gracias! ¡Muchas gracias! ¡Gracias, de ver-
dad! — ¡Tanto les costaba decirme eso hace una
hora..., imbéciles! pensó Terrig.
—La hora más próxima es..., hummm..., en dos
días más a las..., hmm..., siete de la tarde. Se le envia-

244
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

rá la notificación a su empresa para que pueda ir a su


casa a esa hora. No se preocupe.
—¡Dos días más!
—Ehm... Sí.
—¡Oh! ¡Oh! Está bien..., está bien. Déjeme anota-
do.
—Listo... Muy bien, señor Loy. Solucionaremos su
problema a la brevedad. REMember, ¡nunca deje de
soñar! ¡Buenas noches, señor Loy!
Esa noche las ventosas no fueron suficientes.

—Aquí tiene, señor Loy.


—Gracias...
—¿Se encuentra bien?
—Sí..., estoy bien. Tuve unos problemas con la al-
mohada..., pero ya lo arreglarán.
—Le voy traer un café más cargado.
Berto recuperó la taza que había entregado a Terrig.
Se retiró y volvió en unos instantes con un tazón de
intenso aroma. Humeaba como nunca.
—Con esto va a andar mejor, señor Loy. Cuidado
con quemarse...

245
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Terrig sopló el contenido de su taza y tomó un sor-


bo. A la tercera succión le pareció sentir que las fuer-
zas volvían a su cuerpo; la mente se le despejaba y
parecía lista para funcionar. Se estiró en su asiento, se
colocó los anteojos y posicionó la pantalla en el án-
gulo preciso. Se terminó la bebida marrón y comenzó
a ver los archivos. Sesentaicinco.
Agitó las manos, soltó una bocanada de aire y se
puso a trabajar.
El ánimo le duró menos de veinte minutos.
Sentía cómo la espalda se le iba encorvando al
tiempo que se le sumaba una picazón vidriosa en am-
bos ojos. Tenía sueño y estaba cansado, pero lo que le
afectaba era no haber podido... soñar.
—Berto... ¿Me traes otro café?
—Ehm... Señor Loy, creo que ha tomado mucho...
—¿Ah?
—Ya se ha tomado cinco tazas, señor Loy.
—Berto, lo necesito para mi trabajo... Lo necesito...
Antes del almuerzo comenzó a sentir unos temblo-
res en las manos. Colocó su dedo índice al interior de
un orificio en la pared frontal de su escritorio y sintió
a continuación un pequeño pinchazo. El resultado de
246
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

la máquina indicó un nivel sanguíneo de cafeína un


veinte por ciento por sobre el nivel óptimo para las
jornadas de trabajo, según la evidencia comprobada.
Terrig Loy se detuvo un segundo. Se calmó.
Pronto arreglarían su almohada y todo habría termi-
nado. No había razón para estar desesperado.
La tarde se le hizo eterna. Se subió al automoviliza-
do público y dio su clase sin ninguna inflexión en su
voz, monótona y rápida, sin recibir ningún reclamo a
cambio. Apenas si pudo poner atención al silicato
mientras viajaba en un auto personal.
—Ya, Terrig... Concéntrate —se dijo a sí mismo
frente a su cama, su mujer durmiendo en un costado
—. Este es tu momento de descanso. Es todo tuyo.
Nadie te lo quita. Solo tienes que intentar mantenerte
consciente y disfrutar de tu sueño. —Se mantenía de
pie, respirando a un ritmo pausado y alzando y bajan-
do sus manos en una especie de ritual—. Mantenerte
consciente y disfrutar de tu sueño...
Se colocó su almohada y cerró los ojos. Repitió las
palabras en forma de mantra para invocar la ensoña-
ción... Era todo lo que necesitaba, soñar un poco, y
estaría renovado para el día siguiente. Todo saldría
247
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

bien, tendría energías para trabajar, estaría contento


de haber descansado, se sentiría realizado... Debía es-
tar consciente, eso era todo, nada más...

—Aquí tiene, señor Loy.


—¡Muchas, muchas, muchas, muchas gracias, Ber-
to! —dijo Terrig, con los ojos más abiertos de lo so-
cialmente aceptado. Berto retrocedió—. Disculpa...
No he dormido nada.
En realidad sí había dormido, pero no había soña-
do. O simplemente no recordaba lo que había soñado,
que para este caso le era lo mismo que no haber soña-
do absolutamente nada. ¿Qué sacaba con soñar si lue-
go lo olvidaba? La contractura de su espalda era lo de
menos.
—¿No le han ido a reparar su almohada, señor
Loy? —dijo Berto, con voz trémula.
—Aún no... Tal vez hoy día...
Terrig no podía creer lo demacrado que se hallaba
con tan solo dos días sin soñar. Era el único instante
en que sentía que era él, el verdadero Terrig Loy. Te-
nía ganas de ir a esquiar con Enrio..., o mejor aún,

248
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

salir al espacio, visitar Marte; eso tenía ganas de so-


ñar. Y Frann...
A las seis de la tarde, con una cafeinemia al ciento
diez por ciento, se preparó para llegar a tiempo a su
cita con el reparador de almohadas. Se sacó los ante-
ojos y estuvo cerca de plegar su pantalla cuando un
mensaje apareció en la esquina de esta: «Estimado se-
ñor Loy»... Leyó rápido, con los ojos rebotando en
cada extremo de la cara... «Lamentamos informarle
que el reparador no podrá asistir hasta en dos días
más...».

Berto estaba quieto en el pasillo, sosteniendo la ban-


deja en la que llevaba la taza de café. No se decidía
entre acercarse o no. Incluso desde aquella distancia
era posible divisar el rostro ausente del señor Loy.
Parecía ido. Tenía los ojos fijos en un punto imagina-
rio y no parecía parpadear a un ritmo regular; sus pár-
pados luchaban por hallar coordinación. Estaba mal
afeitado y despeinado.
Berto se acercó. Tomó la taza y la dejó en el escri-
torio, sin decir una palabra, y se marchó. El supervi-
sor le había dado la instrucción de seguir llevando ta-
249
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

zas de café al señor Loy mientras durase la repara-


ción de su almohada. Debían estar atentos a lo que
ocurriera. Era un caso poco común, por lo que ya se
había dado inicio a un estudio dirigido por un equipo
de psicólogos que deseaban publicar su situación. Po-
día resultar muy útil conocer las implicancias de la
falla en una almohada, si se tomaba en cuenta la exi-
gente rutina social que ocupaban.
Enrio no pudo descifrar qué pasaba por la cabeza
de su colega. Sabía que llevaba unos cuantos días pri-
vado de sus sueños, pero era la primera vez que veía
un caso así. No pudo, ni tampoco quiso, imaginar lo
que eso significaba. Su almohada siempre funciona-
ba, por lo que se sentía realizado con su vida. Nadie
le había privado de sus sueños. Le parecía extraño ha-
ber estado caminando junto a Terrig la noche anterior
y ahora verlo así. Debe ser terrible, pensó.
Terrig Loy meditaba. Pensaba lo extenuante que re-
sultaba ser un ciudadano productivo cuando le habían
quitado su descanso. Buscaba en los rincones de su
mente alguna motivación para lidiar con los archivos.
No encontraba mucho, así que no quedaba otra alter-
nativa más que el café.
250
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Terrig Loy estaba desconcentrado.


—Enrio... —dijo Terrig susurrando—. Enrio...,
oye...
—¿Ah? ¿Qué pasa?
—¿Cómo vas con tu trabajo?
—Ehm..., supongo que bien.
—Deberíamos ir a esquiar de nuevo.
—¡Ah! no te preocupes. Te estas confundiendo.
Siempre...
—Siempre pasa... Sí sé. Pero deberíamos ir a es-
quiar. El otro día estuvo perfecto.
—Terrig, no hemos ido a esquiar juntos...
—¡Sí sé, Enrio! ¡Sí sé! ¿Has ido a esquiar alguna
vez?
—Por supuesto...
—¿Despierto?
—Por supuesto que no, Terrig. Pero he ido en mis
sueños. Soy muy bueno, de hecho.
—Sí, yo también soy bueno... ¡No, Enrio! ¡No has
esquiado nunca! Deberíamos ir uno de estos...
—¡Sí he ido a esquiar, Terrig! ¡No hay ninguna di-
ferencia con que lo haga mientras duermo!

251
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Tranquilo... Baja un poco la voz... Nos pueden


sancionar.
—Y encima haces que me atrase. ¿Sabes, Terrig?
eres mucho más simpático en mis sueños.
—Y tú en los míos... No es el punto. Deberíamos ir
a esquiar de verdad.
—¿Para qué? No tengo el más mínimo problema de
hacerlo mientras duermo. No hay ninguna diferencia.
A lo mejor tu almohada no funciona bien, pero en la
mía es exactamente igual que estando despierto, me-
jor incluso. ¿Para qué querría hacerlo?
—Bueno..., no sé, para hacerlo despierto simple-
mente. Es distinto; vale más a lo mejor...
—¿Has ganado un campeonato?
—Sí..., unos cuantos.
—¿Tú crees que los ganarías si se te ocurriera es-
quiar despierto? ¿Crees que sería igual de entreteni-
do?
Parecían dos viejos camaradas discutiendo. Sin em-
bargo, era la primera vez que hablaban más allá del
saludo matutino. A Enrio le pareció agradable..., pero
se estaba atrasando con el trabajo. En el caso de Te-

252
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

rrig, resultaba la única forma de escapar del tedio que


lo consumía.
—Tal vez sí los ganaría... ¿Quién sabe?
—Déjame trabajar, Terrig. Ya te van a arreglar tu
almohada; aguanta un poco.
Terrig se volvió hacia su pantalla. Miró los archi-
vos: cuarentaiocho por leer.
Dejó caer los brazos en la mesa, apoyó el cuello en
el respaldo de la silla y comenzó a mirar el techo. Pi-
dió a Berto otro café. Menos mal que ahora traen pro-
tectores gástricos, pensó Terrig.
Había esperado con ansias los cuatro minutos de al-
muerzo.
—Enrio..., oye... Enrio...
—¿Ah? Terrig..., qué pasa.
—Estuve pensando y tienes...
—¿No hiciste tu trabajo? ¿en qué momento...?
—Sí lo hice; da lo mismo. Estuve pensando y tie-
nes razón. Ir a la nieve es demasiado complicado.
Pero podríamos hacer alguna otra cosa.
—Para, Terrig.
—Soy bueno pintando. Podríamos ir a alguna gale-
ría.
253
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—¿Eres bueno pintando? Terrig, espera a que te


arreglen la almohada, mejor. Además, creo que ya no
hacen galerías...
—¿Qué? ¿En serio?
—Quizá haga alguna mientras duerma. Voy a se-
guir trabajando, Terrig.
Enrio se inclinó hacia su pantalla y desapareció del
espacio visible para su colega.
Cuando dieron las nueve con cuarentaicinco, Terrig
partió directo hacia el pasillo para tomar el ascensor.
Por ahí avanzaba Frann.
—Hola, Frann —dijo mirando la hora. Le dirigió
luego la mirada.
—Hola..., ¿don...?
—Terrig Loy. Nos vimos el otro día. ¿Me recuer-
das?
—¡Ah! debe estar confundido. Siempre...
—No, no... Nos vimos aquí hace un par de días.
—¿Sí?
—Sí, hace tan solo un par de días. ¿No..., no re-
cuerdas? ... —Un silencio por respuesta—. Bueno, no
la retraso más. Que tenga un buen día.

254
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Había repasado el diálogo toda la tarde, recitándolo


cada diez publicaciones observadas. Se sentía muy
conforme con su desempeño, pero había anticipado
de manera equivocada las respuestas de Frann. La es-
cena había resultado más corta de lo esperado.
Caminó hacia el automovilizado público observan-
do la noche por sobre su cabeza. Se veía de un color
morado, con café, y sin ninguna estrella. Quiso ima-
ginarlas por un instante, pero aquello casi le cuesta
quedarse sin transporte.
Una vez en su cubículo, buscó la Luna con más de-
dicación de lo habitual. Había una nube particular-
mente azulada por la cual apostaría que sería la acer-
tada.
Su pantalla comenzó a vibrar.
Las clases, recordó... Debía ser más cuidadoso con
sus desvaríos; si bien no había forma de empezar las
lecciones atrasado. Eran demasiadas personas espe-
rando su discurso.
Dijo lo de siempre.
Una vez adentro del auto personal, se dio cuenta de
que podía concentrarse en mirar a través de la clase
de los silicatos, escuchando de todos modos, pero
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

viendo el camino que lo llevaba hacia su casa. No vio


casi nada. Estaba, de alguna forma, demasiado oscu-
ro.
Tendido en la cama, con la almohada puesta como
símbolo, tomó consciencia de su charla con Enrio. Se
preguntó si él estaría también pensativo por lo mis-
mo.

—Aquí tiene...
—Muchas gracias, Berto. ¿Has visto a Enrio?
Berto vio su cara aún bastante demacrada, pero al
menos ahora no tenía los ojos tan expuestos como an-
tes. Eso le había asustado, y agradecía que ya no ocu-
rriera.
—Sí, ya viene entrando, señor Loy.
Terrig se asomó para mirar por el pasillo. Divisó a
Enrio caminando y devolvió su cabeza al escritorio.
Lo esperaría.
—Hola, Terrig. ¡Vaya que eres bueno para esquiar!
—dijo Enrio.
—Enrio, ya se me ocurrió... ¿Qué? No fuiste a es-
quiar conmigo.
—Ah, es lo mismo.
256
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—¿Cómo va a ser lo mismo si yo no estaba?


—En la noche, en mi sueño, me vas a decir otra
cosa. De veras necesitas esa almohada.
Terrig frunció el ceño.
—Te decía que ya se me ocurrió qué podríamos ha-
cer...
—¡Terrig, para! ... ¡Para! ¡Para! ¡Para!
Terrig se detuvo... No había previsto esa respuesta.
Esa tarde no fue capaz de mantenerse sentado.
Tuvo que pararse, caminar por el pasillo y apoyarse
en uno de los ventanales del edificio. Miró un instan-
te a la ciudad. Miró de vuelta a su oficina y unas
cuantas miradas lo esquivaron. Se devolvió a su pues-
to. No era su intención desconcentrar a los demás.
Acomodó la pantalla y siguió leyendo sus archivos.
Una sombra se posó sobre la imagen que leía...
—Señor Loy —dijo una de las supervisoras—, por
favor no pierda el tiempo. —Debía ser sutil pero cer-
tera. Estaba al tanto del averío de su almohada—. En-
tiendo su situación y espero que pronto se solucione,
pero le solicito que no desconcentre a los otros em-
pleados. ¡Concéntrese, señor Loy! Si consigue un

257
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

mejor puesto, tendrá que acostumbrarse a tres horas


de sueño profundo y solo cinco minutos de REM.
¿Quién le dijo a esta señora que él quería un mejor
puesto? En esta empresa todos asumían que uno que-
ría ser el jefe.
—Sí... Disculpe.
Hizo el intento de concentrarse. Abrió un archivo y
leyó su título: Repercusiones psicológicos individua-
les y familiares en grupos de poblaciones adyacentes
a depósitos de heces animales y humanas de intensi-
dad de olor por sobre el umbral odorífero aceptable.
Supuso que faltaba evidencia para tomar medidas al
respecto... Lo miró de todos modos, con desgano y
con otra sensación que no supo definir. Evidencia cla-
se F, terminó por ser. Qué estupidez, fue su pensa-
miento.
Se encontró mirando el techo nuevamente, pensan-
do, imaginando lo que fuese, tal vez Frann... Y un re-
trato vino a su cabeza acompañado de una idea.
¡La supervisora!

—Enrio..., oye... Enrio...


—Qué...
258
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Toma... Te dije que soy bueno pintando.


Terrig le pasó un papel con el borde rasgado. Sobre
él, una serie de palos mal trazados que intentaban mi-
serablemente remembrar una figura femenina. Dos
óvalos mejoraban el intento. Todo esto coronado con
el nombre de la supervisora.
—¿Qué tal, eh? —Terrig lo miró reluciendo una
enorme sonrisa, expectante.
Le tomó un par de segundos comprender, pero la
respuesta de Enrio fue contundente.
Un ataque de risa... ¡Una explosión de hilaridad!
¡Se estaban riendo! ¡Los dos! ... Resultaba difícil
contenerse.
—¡Vaya, Terrig, qué talento! —apenas pudo con-
cluir sin tener que llevar un puño hacia su boca para
disimular de algún modo las carcajadas que no logra-
ba controlar.
—Berto..., oye... Berto —susurró Terrig con los
ojos empapados de tanto reír.
Berto se acercó, escuchó la historia, vio el dibujo, y
se unió a la sinfonía.
—¡Tendré mi propia galería, ya verán! —exclama-
ba Terrig—. ¡Si pintara todo el tiempo que trabajo...!
259
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

—Y calló de súbito al ver que el resto volvía a sus


quehaceres.
Era la supervisora.
—Señor Terrig, es suficiente —le quitó el dibujo—;
le dije que debía comportarse. —Miró el dibujo y su
rostro se desfiguró. Terrig acercaba la barbilla hacia
su cuerpo mientras dirigía la mirada a la supervisora
de pie junto a él. Le pareció verla sonreír—. Concén-
trese, señor Loy —culminó.
La supervisora se alejó por el pasillo y Terrig pudo
ver que la esperaba otra mujer. Esta última pareció
decirle algo al oído; alguna orden con respecto a él,
supuso, porque la musa retratada se encaminaba de
vuelta a su escritorio.
—Señor Loy, le informo que la compañía se ha co-
municado con nosotros para que le permitiésemos
acudir a la cita con el reparador. Lo están esperando
en su casa. Puede retirarse.
Terrig se quitó los anteojos. Estuvo un momento
detenido, sin saber cómo reaccionar. Había pasado
días completos cansado, sin dormir ni soñar, buscan-
do formas de distraerse, de motivarse. No había sido
todo un éxito, estaba bastante deprimido, pero recor-
260
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

dó lo feliz que había estado hace un instante, riéndose


con Enrio y con Berto...
¡Al fin le arreglarían su bendita almohada! ¡Por fin!
Alzó ambos brazos, estirados; dobló su pantalla y la
guardó en el bolsillo; salió por el pasillo directo al as-
censor..., y se devolvió, pero por el otro pasillo.
Entró en la otra ala de su piso, el piso de ella; cami-
nó por entre los escritorios, miró a sus ocupantes..., y
se detuvo. Retomó el camino original y apretó el bo-
tón del ascensor.
Había estado pensando en Frann y en sus últimas
conversaciones en el Departamento. Esa no era
Frann. Y no tenía la intención de que lo fuera, en lo
absoluto.
Caminó hacia el paradero y esperó por su transpor-
te. No tenía idea a qué hora exacta pasaría, pero asu-
mió que sería pronto. Era la primera vez que se subía
antes del anochecer. Se quedó mirando hacia el ocaso
antes de posicionarse en un cubículo.
No era tiempo de dar clases ni tampoco de escuchar
de silicatos. Había sido un transcurso silencioso. Te-
rrig Loy tuvo tiempo de pensar. Luego tuvo tiempo

261
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

para dejar de pensar..., y descansar. Era distinto a es-


tar soñando.

—¿Usted es Terrig Loy?


—Sí, soy yo. ¿Usted es el reparador?
El hombre asintió y Terrig abrió la puerta de su
casa. Lo hizo pasar y lo dirigió a su habitación. Le se-
ñaló la almohada disfuncional.
—De verdad está mala —dijo el reparador. Terrig
no dijo nada. Miraba desde la puerta de su pieza, con
una incertidumbre que le tenía preocupado—. ¡Sí!
Hay que cambiarla.
Terrig quiso decir algo, pero no se convenció de ha-
cerlo. Desviaba la comisura de la boca y asentía a las
palabras de aquel hombre.
El reparador salió hacia al exterior y después volvió
a la pieza con una almohada nueva.
—Firme aquí. No tiene que pagar nada extra.
Terrig titubeó...
Firmó.
Se encontró solo allí, en su casa. Eran las nueve de
la noche. Su hija y su mujer llegarían en al menos
unas tres horas más. Pensó en esperarlas..., pero el
262
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

cansancio acumulado..., los días sin soñar..., la al-


mohada nueva enfrente de él... Y si programaba
ochenta por ciento de sueño REM, serían..., serían
casi veinte horas...

—Aquí tiene, señor Loy.


—Muchas gracias, Berto.
—Me alegra verlo descansado. ¿Algún nuevo retra-
to para hoy? Cambiaron a Enrio de lugar, pero... —
bajó el volumen de la voz— yo puedo ser el mensaje-
ro —sonrió.
—¿Ah? —dijo Terrig, mirando el número de la
pantalla—. Sí..., cierto... Anoche expuse toda mi co-
lección. —Sin desviar la vista tomó un sorbo de café
—. Gracias, Berto —dijo sin mirarlo—; muchas gra-
cias.
Qué alivio era comenzar de esta forma la jornada.

© Leonardo Espinoza Benavides,


1 de noviembre de 2015.

263
EL INCIDENTE CON / DE TIMMY O´TOOLE

Javier Sánchez-Donate

¿Lo ves? todo era cuestión de perspectiva. Si hubié-


ramos sabido que todo acabaría justo así lo podría-
mos haber hecho desde el principio.
Habíamos llegado al pueblo aquel después de que
se acabase la temporada de recolección en el sur. Fue
una buena racha con noches calientes y oscuras parti-
das en cachos por las estrellas fugaces. Pedimos tan-
tos y tantos deseos que las estrellas dejaron de caer
por no escucharnos.
Si, fue una buena temporada. Yo conseguí recupe-
rarme del aborto que había tenido. Los medico me di-
jeron que ya no podría engendrar más y nos entró
como una depresión. Nuestro otro hijo, Alex, se per-
dió en el camino diciendo que iba a comprar comida.
264
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Pero si tenemos un montón en el morral, le dije. Alex


dijo es cierto ma, pero ahora tengo dinero y así ten-
dremos «aun» más. Cuando no volvió y nos dijeron
que le vieron montado en una carreta que iba al norte
supimos que había cumplido su ciclo natural y nunca
más lo veríamos. Era por eso que Wilbur y yo nos pu-
simos a tener otro, además de que el sexo nos gustaba
cosa mala. Los vecinos de tienda nos preguntaban
cada mes si me había venido la regla... Sospecho que
estaban un poco hartos de nuestros ruidos mientras
intentábamos preñarme.
Fue cuando el campamento de temporeros se esta-
ba desmantelando que un hombre gordo y sudoroso
con un sombrero de ala ancha se nos plantó delante, y
nos dijo que en las tierras centrales necesitaban bra-
zos para levantar una zona recién liberada. Wilbur es
más educado que yo y le dijo que muchas gracias y
todo eso, pero yo me olía que allí ya no nos querían.
Sobre todo porque nos lo dijo apuntándonos con un
rifle de repetición y con una horda de mastines que
no dejaban de ladrarnos.
Así que empacamos y en el bar de carretera hici-
mos recuento de nuestros dineros: Teníamos para lle-
265
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

gar, teníamos para comprar comida por el camino y


nos sobraba mucho más de lo que pensábamos. Tal
vez, dije a Wilbur, podremos comprarnos un cachito
de tierra para hacer una casita y dejar de mover nues-
tros culos de un lado para otro. Ojalá, dijo Wilbur an-
tes de echarse el sombrero sobre los ojos y salir a la
carreta y a ese sol de justicia.
El transito fue horroroso: Polvo, mucho calor, las
noches eran mas y mas luminosas y las estrellas fuga-
ces siguieron sin caer. Y yo que tenía tantos deseos,
sobre todo el de volver a tener a Alex me quedé con
las ganas.
El pueblo estaba más levantado de lo que nos ha-
bían dicho, había una tienda y todo. Tenía por lo me-
nos varios años y la gente quería volver a la normali-
dad ahora que habían empezado las liberalizaciones
de tierra. Tenían praderas verdes y desde una colina
se podía ver la tierra liberada que se alargaba hasta
ese horizonte tan brillante. Los surcos abiertos en el
suelo, el olor del agua empapando la tierra: Eso era el
paraíso y mis huesos me dijeron que allí podríamos
tener un lugar.
Ya, ja, seguro. Hasta que apareció Timmy O´Toole.
266
Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Aun no necesitaban temporeros y por eso nuestra


llegada fue recibida con interés. En las tiendas nos
preguntaban si íbamos a permanecer mucho tiempo
allí mientras en la calle nos preguntaban si estábamos
de paso o qué. Cuando yo les decía que igual nos
quedábamos allá como que se les quedaba una cara
rara y luego cuchicheaban entre ellos para no moles-
tarnos, pero aunque mi oído es muy fino yo no les es-
cuchaba porque mi mamá me enseñó a no ser fisgona.
Que gente más maja, dije a Wilbur, se preocupan de
verdad por nosotros. Cuando preguntamos por algún
sitio donde quedarnos nos señalaron una verde colina
muy alejada y nos dijeron que aquel lugar era perfec-
to para nosotros.
Así que allí nos instalamos y plantamos nuestra
tienda y como la tierra era barata y por las leyes había
ayudas para gentes como nosotros, nos compramos
un cachito en esa colina y Wilbur comenzó a cortar
árboles para construirnos una casa de verdad. Todo
era muy mágico, como nuevo y lleno de esperanza.
Hasta que tuvo que abrir la boca el asqueroso de
Timmy O´Toole.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

La primera vez le encontramos, o más bien nos en-


contró él, en la tienda de provisiones. Compramos
unas cuantas semillas para tener un pequeño huerto y
comer cosas más nuevas y sin código de barras. La
tienda estaba abarrotada y los clientes pasaban a
nuestro lado susurrando disculpas por no tocarnos y
sugiriéndonos tal o cual colonia o desodorante dicien-
do que nos vendría de perlas. Y yo estaba al borde de
las lágrimas, me magnificaba tanta bondad y daba
gracias a Dios por esa gente.
Pensé sin decirlo porque Wilbur gruñía cada vez
que decía algo al respecto, aquí nos quieren de ver-
dad.
Entonces la puerta de la tienda se abrió; todo el
mundo quedó en silencio cuando la silueta de Timmy
O´Toole, con su ropa toda limpia y sus pantaloncitos
cortos se perfilo contra el sol de justicia del exterior.
Timmy O´Toole llego hasta nosotros, nos olió y nos
miró con descaro con esos ojos verdes tan profundos.
Dios mió, dijo con su voz de pito insoportable, que
auténticos monstruos. Ella es fea, pero lo que es él...
es un oso de los pies a la cabeza. Si, mi Wilbur es
muy peludo, hasta en la planta de los pies, pero de
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

eso a llamarle oso... Es hormonal, nos lo contó el me-


dico.
Algunos tosieron porque debían tener la garganta
rota del polvo, otros fingieron no haber escuchado
nada y siguieron como si nada a sus cosas. Y Timmy
O´Toole con los brazos en jarra acercó su cara pecosa
y blanquita a Wilbur y luego se rió y le dio un tirón a
los pelos de los brazos. Yo quiero una mascota como
tu. Criado, utiliza el dinero de mama y cómpramelo.
Wilbur miro al criado que no sabia donde meterse,
y se dio media vuelta. Yo, que soy más bocazas, me
encaré con el niño y le pregunté que dónde tenía su
educación. Timmy O´Toole movió sus pestañas de
mariposa varias veces y soltó: Estos bichos hablan.
Criado, cómpramelos.
El criado, que también era de nuestra gente, abo-
chornado cogió al niño de la mano y musitó que se lo
pidiera a su madre pero que ya había tenido muchas
mascotas y que ni una consiguió sobrevivir. Se lo lle-
vó en medio de un berrinche del Timmy, llorando, ti-
rando hacia nosotros y amenazando con ser aún más
insoportable.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Cuando salieron, el dueño de la tienda musitó que


claro, el niño al ser único estaba un poco consentido.
Que Timmy era de la alcaldesa y que, en fin, tenia el
pueblo como su patio de recreo particular. Que se le
pasaría.
Yo, toda orgullosa, dije que más le valía al Timmy
O´Toole que no se nos acercara mucho porque un
buen azote acabaría cayéndole. Y que ya daría yo cla-
ses de educación a su madre la alcaldesa. La gente
volvió a quitarse el polvo de la garganta unas cuantas
veces mas mientras nos íbamos.
Pero mientras nuestra casa crecía regada con nues-
tro trabajo, Timmy O´Toole comenzó a hacernos la
vida imposible.
Un día le vimos llegando con su bicicleta autopro-
pulsada, subiendo la cuesta. Wilbur se erizó todo él y
yo le dije al Timmy que fuera un niño bueno. Timmy
nos sacó la lengua y soltó que estaba fuera de nues-
tras tierras y que podía hacer lo que quisiera allí. Wil-
bur y yo comenzamos a trabajar la tierra bajo el sol y
Timmy, acalorado por el calor, no hacia más que can-
tar que si quería un oso de peluche, o que su mamá
era la alcaldesa y nadie podía hacerle nada y siempre
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

terminaba con que era único y no se le podía tocar.


Yo me volví a Wilbur y le dije: Tranquilo, que se can-
sará.
Eso el primer día, porque desde ese momento Tim-
my nos sometió a un seguimiento tal que comenzó a
pasarnos factura: Nos seguía por el pueblo cantu-
rreando, su odiosa voz de tenor resonando en todas
las ventanas. Los lugareños nos miraban y, avergon-
zados por la actuación de Timmy, se ocultaban bajo
sus sombreros o daban media vuelta. No querían de-
cirnos que sentían como actuaba Timmy, porque
como era único y su mamá la alcaldesa...
Y luego llegó ese horrible tirachinas al pueblo, re-
botando desde Dios sabe dónde. Y Timmy lo quería,
y su mamá la alcaldesa le dijo que no, así que Timmy
amenazó al tendero con hacer que su mamá le cerrase
la tienda y el tendero, asustado, le regaló el tirachi-
nas.
Mi pobre Wilbur se convirtió en la diana perfecta.
Timmy se apostaba fuera de las tierras, apoyado en la
cerca, y buscaba las mejores piedras, las que tuvieran
forma de punta de flecha o las limaba hasta que fue-
ran como él quería. Era capaz de esperar horas y ho-
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

ras bajo el sol para tener un buen acierto en el cuerpo


de Wilbur. Al llegar la noche yo tenía que desinfectar
las heridas y coserlas donde hubiera desgarrado la
piel. Preguntaba a Wilbur por qué no me dejaba ir a
hablar con la mamá alcaldesa o ese policía del pueblo
y Wilbur me decía que era mejor no meterse en líos,
que el crío ya se cansaría. Que Alex de niño era igual:
Malo hasta la saciedad, y una turbina a propulsión.
Pero yo sabía por qué no podía hablar con nadie: Wil-
bur era muy bueno, pero tuvo aquel problemilla con
el ron de miel y cuando bebía de más nos zurraba de
lo lindo a Alex y a mí. Y después ocurrió que se me-
tió en líos con la ley y tenía miedo de la policía. Por
eso no quería que yo dijese nada de nada.
Pero es que a mi me daba la tristeza y miraba el
cielo por las noches y esperaba por las estrellas fuga-
ces para pedir que Timmy O´Toole desapareciera de
nuestras vidas, o que volviera Alex y le diera una
buena azotaina. Alex no era tan quieto como su pa-
dre, Alex hubiera puesto fin a eso de una sola vez.
Así que me consolé cantando a las plantas que,
poco a poco, comenzaron a asomar tímidamente: Ju-
días, tomateras, calabazas. Nunca habíamos plantado
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

nada que fuera nuestro, pero nuestro de verdad. Y sin


yo saberlo, también cantaba a la maldad de Timmy O
´Toole que apostado en su escondite, me escuchaba y
notaba como crecían ideas y se enroscaban en su mal-
dito cerebro gris.
Un día me fui para la tienda a comprar y el tendero
me preguntó si Timmy ya se había cansado. Yo dije
que no, que ese crío del infierno tenía una paciencia
increíble. El tendero me dijo que Timmy siempre la
tomaba con los nuevos, los nuevos y los diferentes
dijo entre dientes.
Cuando volví a la casita no vi a Wilbur por ningu-
na parte. En el huerto pisoteadas todas las plantas que
habían empezado a salir al sol.
Hasta que escuché un gemido cerca del bosque.
Wilbur se había escondido allí hecho un bulto de pelo
en medio de hierbas resecas. Tenia toda la cabeza lle-
na de sangre pegajosa. Ni quise preguntar qué había
ocurrido.
Timmy O´Toole ya se había cansado del tirachinas
y se presentó con una carabina. El muy maldito había
esperado hasta que yo me fui para colocarse en una
colina cercana. Wilbur me dijo que iba vestido con
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

ropas viejas de soldados camaleones, de las que se


mimetizaban y que por eso no le había visto cuando
salió a trabajar la tierra. Dijo que de pronto escuchó
un zumbido y que un dolor increíble le recorrió el
cuerpo. Cayó al suelo, me contó entre lágrimas, y
supo que había ocurrido algo terrible. Luego escuchó
un grito de júbilo y pisadas que se acercaban y notó
agujas de dolor que se le clavaban en la cabeza. Y
cuando vio alejarse a Timmy se alejó y escondió y se
encogió y empezó a relamerse para calmarse.
Lleve a Wilbur al medico. Este no pudo hacer nada
por el ojo derecho de Wilbur, aquel que había reven-
tado Timmy con un balín. Respecto a la oreja que Ti-
mmy cortó como un trofeo indio, esa se la pudo coser
porque la descubrí pisoteada y llena de tierra en el ca-
mino al pueblo.
El medico puso un parche a Wilbur en el ojo y le
sujetó la oreja con tensoplas, pidiéndole que no se la
tocara. Yo, con las lágrimas anegándome por dentro,
dije a Wilbur que estaba muy guapo. Wilbur si lloró,
preguntándose qué había hecho él para que ese niño
le odiara tanto.

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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Es Timmy O´Toole dijo el medico, como excusán-


dole.
El medico le contó a la gente de la maldad de Tim-
my, y de pronto comenzamos a recibir visitas que nos
traían algo de comida, que trasplantaban algunas de
sus tomateras en nuestro huerto arrasado. Sin haberlo
querido, Timmy nos había conseguido un lugar en el
pueblo.
Pero yo no me quedé tranquila, no señor. Un día
me vestí con lo mejor que tenía en el saco de la ropa
y me planté en la casa de la alcaldesa. Me extrañó
que siendo tan mayor como era y con esas caderas tan
estrechas, pudiera haber parido a Timmy con su in-
menso cabezón hace sus ocho años ya. No señor, me
dije que allí había gato encerrado porque esa vieja ya
estaba resecada por dentro cuando Timmy O´Toole
vino a este mundo. Eso y que no se apartaba de esa
botella de alcoholazo casero a la que daba tientos
continuamente. Y es que todos sabemos que Dios no
da hijos a gente mala que bebe y juega y hace esas
cosas.
La alcaldesa ya sabía lo que Su Timmy había he-
cho a Mi Wilbur pero yo se lo conté igualmente con
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pelos y señales. La alcaldesa me aseguró que Timmy


estaba castigado con no salir a la calle en muuucho
tiempo, y yo le aseguré que era mentira porque me
contaron unos buenos vecinos que le vieron visto co-
rreteando por el campo en busca de nuevos objetivos
para su carabina.
Ah, si, la carabina, suspiró la alcaldesa. Ese niño
se mete donde quiere, y se coló en el almacén de las
armas que nos dieron los soldados a guardar por si al-
gún día volvían. He intentado quitársela, me confesó,
pero es imposible. Ya sabe que como es el único niño,
pues me amenaza con irse de aquí y desaparecer.
¿Imagina cómo me sentiría yo si escapara? Le dije
que si, que lo sabía, y le conté la historia de Alex y su
marcha en la carreta hacia el norte. La alcaldesa, que
ya tenia suficiente alcohol en su cuerpo para poder te-
ner un poco de empatía con alguien como yo, soltó
unos lagrimones y me confesó que Timmy no era
suyo; que ella estaba tan ocupada con su carrera polí-
tica que no tuvo hijos, y que en la reconstrucción pos-
terior se quedo seca por dentro. Y que por ello vio el
cielo cuando los soldados le dejaron a Timmy envuel-

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to en sabanas muy blanca y le pidieron que lo guarda-


ra. Y el niño era tan perfecto...
Así que fíjese, me dijo mientras se echaba más al-
coholazo en el vaso, que si le pasara algo a Timmy y
los soldados volvieran... No quiero ni pensarlo.
Aun así, yo no me fui de aquella casa sin la prome-
sa de que Timmy O´Toole no se acercaría a Wilbur y
que la carabina volvería a su almacén y se cerraría
con candado.
Algo debió de cumplir la señora, porque ese mons-
truo desapareció de nuestras vidas aunque Wilbur
nunca fue el mismo y el pueblo sufrió las iras de Tim-
my cuando hacia zancadillas, robaba, rompía cristales
con su tirachinas... Hasta decían que había comenza-
do a fumar sólo porque la alcaldesa era asmática.
En el pueblo se cocía el odio hacia Timmy mien-
tras este derramaba su maldad sobre todo y todos, y
era cuestión de tiempo que saltara la chispa.
Desgraciadamente esa chispa fue mi Wilbur.
Más tarde la alcaldesa confesó que le parecía muy
raro que Timmy comenzase a desaparecer por las ma-
ñanas y volviera de noche cubierto de mugre de los
pies a la cabeza. Cuando le preguntaba dónde se ha-
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bía metido, Timmy se limitaba a escabullirse deján-


dola con la palabra en la boca.
Un día Wilbur desapareció. Yo estaba en un pueblo
vecino haciendo de temporera mientras Wilbur, al que
no querían para trabajar porque le faltaba un ojo y ya
siempre estaba como débil, se encargaba de la casa y
el huerto. A escondidas abusaba otra vez del ron de
miel, yo se lo notaba porque le conocía pero como le
quería tanto no le dije nada.
Al principio pensé que Wilbur había salido a hacer
algún recado, pero al caer la noche nadie en el pueblo
le había visto. A la mañana siguiente no fui al trabajo
y perdí mis derechos sobre el sueldo, un sueldo que
necesitábamos para mantener nuestra casa. Pero mi
Wilbur era lo primero de lo primero. Subí a las coli-
nas mas altas y grité su nombre una y mil veces.
Nada. Silencio.
Por la tarde bajé al pueblo y les pedí ayuda. Se or-
ganizaron en grupos de búsqueda que comenzaron a
peinar los bosques de alrededor.
Fue por la noche cuando volvió uno de los grupos
con la noticia: Habían encontrado a Wilbur. No se
atrevían a moverle hasta que yo llegase.
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Varios autores SdCF - Antología de relatos 2015

Con el alma en vilo corrí hasta el agujero en el


suelo. Wilbur estaba allí, tumbado en el fondo de la
zanja. Empalado en las estacas afiladas que brotaban
del suelo. Parte de Wilbur estaba tapada por el entra-
mado de hojas y ramas que habían utilizado para ta-
par la trampa.
Levanté mi vista hasta el cielo y gemí con dolor.
Mis gritos se oyeron lejos, cada vez más y más lejos,
como un eco que avisaba a la gente de que algo horri-
ble había ocurrido y que no había marcha atrás.
Abracé el cuerpo de mi Wilbur cuando lo sacaron
y lo acuné sin dejar de llorar y aullar lastimeramente.
Esa fue la chispa. Wilbur estaría orgulloso de ha-
berla prendido porque encontraron la carabina de Ti-
mmy O´Toole junto al agujero.
En el pueblo pidieron la cabeza del culpable. Pero
el culpable es Timmy, dijo alguien, y todos sabéis que
al ser el hijo único...
Eso no bastó a las buenas gentes del pueblo, quie-
nes se fueron para la casa de la Alcaldesa quien, atur-
dida por la bebida y sin saber la razón, les abrió la
puerta y les indicó donde estaba escondido Timmy.
Este, al ver llegar a los aldeanos y ver que se le había
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acabado el tiempo del perdón, saltó por la ventana y


corrió monte arriba gritando que sólo era una broma,
que jamás volvería a hacerlo.
El pueblo no quiere contarme muy bien qué pasó
porque en su frenesí destructivo olvidaron todo y pre-
fieren no recordarlo. Algunos dicen que se escapó ha-
cia las tierras brillantes buscando a los soldados que
le dejaron allí. Otros contaron que le abatieron como
un animal con su propia carabina. Hay algunos que
afirman que le colgaron de un árbol y celebraron sus
espasmos entre carcajadas.
No me importó qué fue de Timmy, porque eso no
me devolvió a mi Wilbur.
Le enterré cerca de la casa, en la colina desde don-
de contemplamos el pueblo por primera vez. La huer-
ta volvió a la vida, gracias, y las plantas crecieron
fuertes y verdes y aun hoy comemos de ella y hemos
vendido nuestro remanente.
Y el día y un año después que enterré a Wilbur vi
una estrella fugaz y pedí que me llegara alguien que
me quisiera. Y apenas acababa de bajar la vista cuan-
do vi llegar a mi Alex, el Alex que nos había abando-
nado. Cayó en mis brazos llorando de felicidad y me
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contó que se había subido al carromato que iba al


norte pensando que era el nuestro. Que se durmió
hasta llegar al pueblo siguiente y que despertó encon-
trándose como perdido.
Nuestro Alex había seguido nuestra ruta siguiendo
el rastro de un hombre oso y una mujer gata que se
internaban en las tierras liberadas de la radiación.
Alex venía del brazo de una mujer humana muy her-
mosa y completa, con cierto gusto por los mutantes.
Es mi mujer, me dijo con orgullo, tiene brazos fuertes
y me ama y ya está en camino de darme un hijo.
Así que mira Wilbur, que ahora vivimos cuatro en
esta casa y en el pueblo nos quieren porque dicen que
gracias a nosotros se libraron de esa plaga de Timmy
O´Toole, el último niño genéticamente normal nacido
en la tierra de la guerra.

© Francisco Javier Sánchez Donate,


1 de junio de 2009

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Primera edición

Editado y exportado a PDF con sWriter (LibreOffice.org 5.0.0.5)


el 27 de diciembre de 2015

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