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La IMAGEN DEL INDIO EN EL EspANoL DEL SIGLO XVI* por JOSEFINA ZORAIDA VAZQUEZ EL PENSAMIENTO EUROPEO Y AMERICA 1. Ideas previas Es indudable que cada época y cada cultura tienen una serie de caracte- risticas (ideas y creencias) que son las que la hacen distintiva de las otras. Sin tomar en cuenta esas peculiaridades, se hace imposible Iegar a com- prender el por qué de un hecho y el por qué de Ias opiniones ante los fenémenos histéricos, Por ello, antes de penetrar en la concepcién mis- ma del indio en Fernandez de Oviedo y los Relatores Geogrificos, ana- lizaremos algunas ideas fundamentales que constituian el acervo cultural comin, como base mediante la cual se enjuiciaré al indio, y que “defor- mara” la visién acerca del mismo. Desde tiempos muy remotos se consideraba al hombre constituido por dos partes: cuerpo y alma racional e inmortal. Al advenir el cristianismo recogié en gran parte la tradicién clasica, variando dnicamente las cau- sas y la razén del ser, considerando entonces al hombre como una cria- ura de Dios, cuyo fin principal era conocer a su Hacedor y salvar su alma, Mas si con respecto al alma las especulaciones quedaron en manos de tedlogos y filésofos, la forma fisica excité la curiosidad general, hilva- nandose una serie de teorias fantésticas que asimismo recogieron Jos ¢s- critores cristianos, hasta Iegar a considerar por San Agustin que eran hombres aun los monstruos, si contenian alma humana, rast por Ia fantasia, quedé poblada Ia tierra de una serie de seres ex- y exéticos, y esto aparejado a la necesidad de evasion de los pro- blemas "ae Ja vida diaria hacia también pintar sitios donde Ia felicidad existia, donde no habia complicacién en la vida, etc. Todas estas ideas confusas ¢ irreales habian de reflejarse en el Nuevo Mundo, siendo la razén de que los hombres buscaran afanosamente otras tierras, tratando de encontrar las maravillas pintadas por el Preste Juan, Mandeville, Mar- 5 Capito I del bro det mismo ao, ave publiaed en breve Ja serie Canleraes de Ja Pecultad de Pilosofia 9 Letras, Universidad Veracruzana. 191 co Polo, etc. Los hombres de cuatro ojos, con cara en el térax, la cara de perro, los gigantes o pigmeos, las amazonas, etc., que poblaban, segin ellos, los extremos de la tierra. Durante mucho tiempo se hablard de los gigantes que ya estaban pintados en la Biblia, la Mitologia y los relatos medievales; de los caribes (de cuya crueldad habian hablado Herodoto, Jenofonte, Pomponio Mela, Solino, Estrabén, etc.) y las famosisimas amazonas." Y los hombres que vivian en esa pequefia tierra medieval, con una ecumene reducida donde todas las fantasias tenian cabida, regian sus vi- das mediante una serie de vivencias politico-sociales que igualmente ha- bian ge influir grandemente en la concepcién y organizacién del Nuevo Mundo, El mundo medieval se constituyé de la fusién de la cultura greco- latina con las ideas de la religidn cristiana. La Iglesia logré absorber muchas de las ideas polfticas del mundo romano. Recogiendo como he- rencia la unidad del Imperio, inyectole los ideales cristianos y, formulando nuevos fines, fundé lo que se ha !lamado el Orbis Christianus. En él, Ja unidad y la totalidad se daban por supuestas, estando gobernado por el doble poder del Papa y el Emperador, La sociedad Iegé a constituir una gran pirimide jerérquica donde cada estamento y cada quien tenia asignado un lugar fijo y una mision especifica. La pirimide incluia ¢l propio cielo, de donde partian nume- rosos escalones perfectamente ordenados de superior a inferior. Por tanto la igualdad era desconocida, pero el hombre medieval aceptaba este orden sin sentirse oprimido, pues el pensamiento cristiano no prescribia una ciega y servil sumisién, sino que le hacfa comprender Ja razén por la cual Ja estructura universal era jetirquica? EL orbe cristiano no sélo se constituyé en un patrimonio tenazmente defendido, sino que también politica y teligiosamente se transformé en una verdadera consigna para la conquista del mundo.’ El hecho de que los cristianos medievales consideraran el paganismo como sindnimo de barbarie, hizo que existiera un verdadero abismo entre ficles ¢ infieles, dando a Jas guerras entre ambos un significado de misién religiosa. Hay que tener en cuenta que en gran parte los cristianos conside- raban que todas las potestades de los pueblos gentiles se transfirieron a Cristo en sentido espiritual y temporal, por lo que sus sucesores, los Papas, tenian jurisdiccién legal sobre los infieles, quienes carecian de ao Sig arora ne 7 he 3 Hiltoes, Jongg: La dice colomal espafole del Siglo de Oro, Crisianismo y Dignl dad humana, Een 8 192 titulo para retener lo que el derecho de gentes les concedia antes de que el mundo se dividiera en una zona cristiana y otra inficl;* por tanto, la guerra contra los gentiles tenia el sentido del sometimiento de un gru- po de rebeldes contra una autoridad legal. Pero habia otra corriente que iba a considerar que la guerra era uni-- camente justa en el caso de ser contra infieles de los territorios que un dia fueron cristianos, y luego se perdieron, considerando que éstos, ade- més de gentiles, eran enemigos. En cambio, de no haber provocacién, se consideraba guerra injusta aquella promovida contra los aborigenes de aquellos paises que nunca formaron parte del Imperio Romano, ya que, contra ‘ningin rey, ni emperador, ni tampoco Ia Iglesia romana debe guerreat”." Asimismo se consideraba que los cristianos estaban suje- tos a la ley natural y al Evangelio, por lo cual el Papa podfa obligarlos, mediante coaccién material a cumplir dichas normas. En cambio, para los gentiles, sélo regia la ley natural, por lo cual no podia licitamente castigirseles por infracciones al Evangelio, aunque si por sus pecados contra natura.* Por tanto, era considerada causa justa de guerra, no sdlo el agravio inferido por los gentiles a Jos cristianos, sino también, el agra- vio con respecto a Dios. Entre estos agravios se incluyeton, como hemos dicho, toda infraccién a !a ley natural y en numerosas ocasiones la nega- tiva de los gentiles a recibir misioneros. Lo cierto es que Jas guerras continuas hacian caer a individuos de los pueblos paganos en poder de los cristianos. Estos pasaban a integrar la infima categoria humana dentro del orbe cristiano, la de los esclavos. Esta reduccién a la esclavicud fue la medida mis radical del derecho de vencedores en la Edad Media. Y aunque en el Medievo la concepcién de esclavitud era diferente a la del mundo antiguo, por la considera- cién de la existencia de las misiones vitales, fue de cualquier manera aceptada tedricamente. Y atin mis, no sdlo existia la posibilidad del esclavo infiel, sino que se consideraba factible la reduccién a la esclavi- tud de cristianos mediante la demostracién de que se trataba de individuos de inferioridad moral por la comisi6n de crimenes particularmente abo- minables. Asi vemos que los escolisticos citan como titulos corrientes para la adquisicién de esclavos: la caprura de soldados infieles, la reduc- cién a la esclavitud por determinados crimenes, la venta de la propia persona, la compraventa y ¢l nacimiento, Todas estas vivencias fundamentales, que frecuentemente se olvidan, constituyeron Ios lentes a través de los cuales los hombres atin medic- vales, que Ilegan a América, verin y mediran el Nuevo Mundo. Ademis, § Zarate, Silvig: Easeyor sobre Le colonisacién expaiole ew América, p. 30, 5 Hoffer, p. © Hotfaer, p. 79. 193 muchos de los problemas propios de la transicién histérica del Medievo europeo a la Edad Moderna van a venir a repercutic en América, lo cual se explica facilmente por la cemprana participacién con que Espafia entrd a colonizar el Nuevo Mundo.” Encontramos en las visiones sobre el habitante de América, que pnd meramente el problema sera esencialmente cémo es, cémo vive, qué dife: rencias tiene con los europeos, etc., y en las descripciones minuciosas encontraremos el reflejo de las fantasfas medievales, cosa natural dado que los soldados van a ser esa mezcla curiosa del Renacimiento: férreos soldados con una fe profunda en la que se encuentran mezcladas nume- rosas supersticiones, que fos hacen ingenuamente crédulos y con gran predisposicin a lo maravilloso; poco @ poco, una vez que la realidad avanza sobre la fantasia, cobran importancia otros problemas de mayor actualidad, casi todos derivados de las relaciones entre espafioles ¢ in- dios, de suerte que a las bellas descripciones seguirin luego las observa- ciones pragmaticas, y mas tarde, superada Ja sorpresa vendrin las especu- laciones sobre el hecho y con ello las polémicas. 2. Primeras ideas y juicios. Colén El mismo Colén, héroe de la hazafia del encuentro con las nuevas tierras, seri quien nos va a dejar las primeras impresiones sobre caracte- rfsticas y habitantes, Pero no debemos olvidar que é1 esta juzgando el extremo del Asia y que, por tanto, busca las maravillas pintadas por los viajeros medievales. Su afin de busqueda de la riqueza y exotismo loca- lizados segin la mentalidad de la ¢poca en el extremo de la tierra, le hacen ver la realidad Gnicamente como promesa de aquello. A él debe- mos el primer cantico a la bella naturaleza americana, Describe a los indios como “de buena estatura, gente muy fermosa: los cabellos no crespos, salvo corredios y gruessos, como sedas de caba- Ilo, y todos de la frente muy anchz, mas que otra generacién que fasta aqui haya visto, y los ojos muy fermosos y no pequefios, y ellos nin- guno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se debe esperar otra cosa pues estan Lestcoueste con Ia isla del Hierro... las piernas muy dere- chas todos a una mano y no barriga, salvo muy bien hecha.” ® fo ee para Colén, los indios son hombres comunes y corrien- u Ginico empefio es asentar claramente que no se trata de negros, Teste 2 ® Coléa, SEES oe 10 Cara “a Luis Santingel Islas fasta aqui no be satado kacbcN oneal Ghat suchas pematony sa’ sc peu de Neda sos tient; ni 400 nearos como en Guinea” 194 por lo cual observamos una insistencia en anotar que no tienen los cabellos crespos y aun en algunas descripciones llegard a asegurar que es gente casi tan blanca como en Espafia, pensando que el moreno de los indios se debe exclusivamente a su desnudez."? Mas si la realidad no pre- senta ninguna novedad, Colén que tiene en mente las maravillas de los relatos, desde los primeros momentos, escribe fantasias que dice que hay en las islas cercanas, segin Ia interpretacién de la lengua de los indios. Asi al describir el cemor que los indios de Ja Espadola tenian a los de Caniba, dice: "y decfan que no tenfan sino un ojo y cara de perro”.'? Claramente nos encontramos una huella de los relatos de Marco Polo cuando describe una especie de antropéfagos con cara y dientes de pe- ro. Aunque él mismo duda de lo que esctibe, de algo esti seguro: son antropOfagos € intuye que debe tratarse de los famosisimos caribes, © si no “al menos deben ser sus fronteros y de las mismas costumbres y gentes sin mi¢do”.'* Siempre encontraremos en sus escritos la huella de los caribes; todavia en 1503 dice: “otra gente fallé que comian hom- bres, la desformidad de sus gestos lo dice”.** También encontraremos en los escritos de Colin huellas mezcladas de las fantisticas islas habitadas slo por hombres 0 mujeres con la le- yenda de las amazonas y los caribes. Refiriéndose a 1a isla Matinino habla de que estaba poblada slo de mujeres, y dice que “los caribes son los que se unen 2 ciertas mujeres que habitan solas en Ia isla Matcnin que es la ptimeta desde Espaiia a las Indias. Estas mujeres no se dedican a Jabor alguna propia de su sexo, pues usan arcos y dardos”."* En cuanto 4 su condicién natural, Colén encuentra que los indios se hallan en estado de naturaleza, totalmente desnudos y con costum- bres un tanto primitivas, pero mansos “muy sin mal, si de guerra"; “de san buenos: sntszones.y Ssanene pars dase los cristianos cuanto tenfan”, ice que no son perezosos, ni rudos, “sino de grande 3 Y petspicaz inge- aed y desde luego “crédulos y cognocedores que hay un Dios en el cielo”, Pero a Colén le preocupa el contacto con gente mis civilizada y con mayores riquezas y a cada paso se consuela pensando que cada vez la gente resulta "mas sotil y de tracto”,' y cree que “cuanto mis se alle- "Xt Golda, Disrio, P, 303: "Son Jor mls erowcs bombret sae bat, ll obiron hhallado, barto blancos que si yestidos anduviessen y guardasen del sol y del aire serian ot = sccoe como ea cn Bopaba.” 38 Polo, Marco, EY Millém, p, 182. a ater Be 3 Go6n, B. 203. 3 Cobo, pp. 59, 114 y 203. 8 Coléa, br GA. 3 alse, B38. 195 ‘gase a la tierra firme serian mejores’,2 pues piensa que los indios hasta ahora hallados son unicamente la “gente salvaje de la costa", pero siem- pre encuentra palabras en los indios que promeven muchas Beaders Asi va a relatar en su carta a los Reyes en 1503 su encuentro con vestida y habla de que ha visto, “sibanas grandes de algodén Tabradas de muy sotiles labores... dicen que en la tierra adentro, hacia Catayo, las hay tejidas de oro”.** Mas su idea del indio desde su primer viaje, va a tetfer empefio prix mordial de convencer a los Reyes de que la empresa vale la pena, alu- diendo a dos razones: religién y riqueza. Ya en su primer viaje le ofmos asegurar que “debe haber infra la tierra, grandes poblaciones y gente innumerable y cosas de grande provecho”.** Pero con el paso de! tiempo y la angustiosa realidad de la ausencia de las riquezas prometidas, Colén empezara a pensar que los indios mis- mos son la mayor riqueza de las Indias, considerando que “deben ser buenos servidores y de buen ingenio”,** y atin los caribes pueden utili- zarse como servidores ya que, quiténdoles aquella inhumanidad “serin mejores que ningunos otros esclavos”.** Y por si no fuera bastante, estos indios ofrecen a los Reyes la sefialada oportunidad de acrecentar la glo- ria de la religién cristiana, encontrando que no serd dificil su conversa") “a nuestra sancta fe, a la cual son muy dispuestos”.** Y como es natural Colén llega a darse cuenta de la importancia de los indios y en su instruccién a Pedro Margarite, encarga: “la principal cosa que habeis de hacer es guardar mucho « los indios, que no les sea fecho mal, ni dano, ni les sea tomada cosa contra su voluntad, antes resciban honra é sean asegurados de manera que no se alteren”.*# Y esta imagen tan amable de! natural de las nuevas tierras, que pinta Colén, dara origen con el correr del tiempo, a la leyenda del buen sal- vaje, tan socorrida en el siglo XvIM, pero que por ahora, en choque con Ja realidad ira sufriendo cambios constantes hasta ajustarse en lo posi- ble a la objetividad. Martir de Anglerta Al mismo tiempo que Colén viaja y ve, un hombre de mis letras, ‘con una cultura semejante y formado en las mismas inquietudes, aunque 196 por supuesto en una circunstancia totalmente diversa, recibe las noticias, oye y observa a los realizadores de las hazafias y las muestras de las tie- tras lejanas, y con ello escribe. Escribe los sucesos reconstruyendo en su imaginacién algunas de las cosas que Colén también cree ver u oft que existen. En él, podemos observar algunos de los efectos que en la gente de la época debe haber causado la noticia y el relato de los viajeros, de aquéllos que sin evadirse en Ia realidad # otras tierras, Jo van a hacer con el espiritu, leyendo las aventuras y descripciones y dejando a la ima- ginacién libre vuelo, Su imaginacién va a ser mas veloz que la de Colén al no tener Ia barrera de la realidad que le'detenga, Martir Mega a hacer unos relatos verdaderamente maravillosos, vividos y con innumerables detalles, lo curioso es que al final comenta casi siempre que bien puede ser cuento, lo cual, una vez leida la obra, le deja a uno la duda de si su intencién sera inicamente adornar y hacer mas ameno su relato. Sus escritos constituidos por el Opus Epistolarum y las Décadas de Orbe Novo, nos permiten damos cuenta de inmediato qhe a los ojos de los europeos América va a resultar bastante pronto un mundo nuevo. Las Décadas vienen a significar también Ja actualizacién del tema de América, Su descripcién es clara, amena y muy completa; escribe lo mismo de Ia fauna y la flora que de las costumbres, la organizacién y la reli- gidn de los diversos grupos. Aunque encuentra grupos con miiltiples (aparece ya la sodomfa) ** y pinta ya las religiones sangrien- tas,"* rodayia pinta un indio manso, sencillo, inocente, que vive la edad de oro y para el cual no existe ain “mio y tuyo”,?” y que ain, dice, no “tienen nuestra molicie, no usando los olores de la Arabia, perfumes, ni aromas peregrinos, contentindose con los productos naturales de su patria, viven més contentos, més sanos y con més vigor en Ja ancia- Las fantasfas descritas a través de sus Décadas, son innumerables y asimismo nos habla de las amazonas,"* como de canibales,"* hombres con cola,” gigantes, etc. 3" Martir de Angleria, Pedro: Décadas del Nuevo Mando, Tercera, libro IV, cap. Ul, p. 200, 28 Tid. Quine. ib, 1M, 329 » [bidy Primera lib Tit ip. VI como el sol eek er skate te Babee ef re semi Ses... ‘No clerran sus heredades, icon fos08, ‘ fabiereas, sin leyes, sin libeos, sia jueces, lib. TV, cap. I, p. 318. con col ite i it agujeros." Sin embargo, mas que la descripcién generalmente literaria, su im- portancia principal esti en haber atisbado muy tempranamente que no Se trataba de Asia, sino de lo que él llama “orbe novo”. Le alienta, como a Colén, la preocupacién religiosa. Piensa que siendo déciles los indios “vendrin facilmente a nuestro rito, si va alla quien se lo ensefie”.** __ Pero a pesar de su juicio mds bien favorable a los indios, los juzgaré incapaces ¢ indignos de Jas bondades que gozan. Y cuando analiza el problema de la organizacién de Jas Indias, demostrando ya un interés peaks, encuentra que deben estar sometidos al servicio perpetuo y he- itario. América Vespucio El famoso viajero cartégrafo, de cuyo nombre las nuevas tierras se habian de llamar América, viajé hacia ios comienzos del siglo xvt a tra- vés de la costa del Brasil, dejando memoria de cuatro viajes. Sus escritos conti¢nen algunos relatos tan inverosimiles, que mucho se ha dudado de Ja autenticidad de los viajes. En efecto, sus cartas mantienen un tono de imprecisién, hallandose continuamente subrayado el punto fantéstico; sin embargo, tal vez se haya hecho um lado fa circunstancia de su tem- peramento italiano contrastante con el realismo espaol (no debemos olvidar que Marco Polo, Colén y Martir de Angleria se solazaron tam- bién en relatar fantasfas). De cualquier manera, sus escritos difundieron 1a idea de ua Nuevo ‘Mundo, lo que hace que su visi6n cenga una importancia primordial. En sus descripciones seguimos encontrando algunas de Jas bellezas pintadas por Coldn. Para Vespucio son también los indios de "cuerpo bien dispuesto y proporcionado” ** y las mujeres de cuerpos gentiles, sin defecto alguno y “hermosas y limpias”.”” Continua también existiendo fa idea de 1a felicidad ingenua y salva- je: “no tienen ni ley, ni fe ninguna y viven de acuerdo a Ja naturaleza. No conocen la inmortalidad del alma, no tienen limites de reinos y de provincia; no tienen rey, ni obedecen a nadie, cada uno es sefior de si mismo, ni amistad, ni agradecimiento, la que 0 les ¢s necesaria porque ‘4 Ibid, Tercera, lib. 1, cap. Il, p. 200, ‘% Ibid, Séptima, lib. IV, cap. Il, p. 517. 38 Vespucio, Américo: Ef Nuevo Mundo, Cartas relativas a sus viajes y descubrimien- tom, p. 147, T Ibid. p, 183. 198 no tienen codicia: habitan en comin”. * Juzga que pueden Ilamarse “mais justamente epictireos que estoicos”. Pero de sus contradictorias ideas acerca de los indios, va a surgir tam- bién Ja imagen del indio malo, pues nos pintard con todo lujo de detalles las mujeres ligeras, la crueldad, la falta de religion, de organizacién, su ignorancia absoluta (ni siquiera saben contar) y, sobre todo, su caniba- lismo. Asi, pues, encontramos mezclados en sus relatos las ideas de! buen salvaje con tas del indio malo, indio que no por ello va a dejar de set menos dichoso,*” Sus descripciones de las costumbres parecen con frecuencia una pro- testa encubierta a la complicacién de la organizacién y gobierno euro- peos, y una critica a las costumbres. Hernén Cortés Podemos considerar que Colén, Martir de Angleria y Vespucio, cons- tituyen la primera etapa de la valoracién del indio. En ellos encontramos una valotacién atin bastante irreal; los indios son ain Jos salvajes inge- nuos, libres, sin leyes, sin prejuicios, buenos o malos, pero felices. Esta valoracién se ha generalizado de la observacién atin no muy directa de Jos indios de un marco limitado, pues todavia ¢s muy poco lo que se ha explorado y encontramos atin a los hombres asombrados ante una reali- dad tan lejana de las fabulas que habian creido hallar, juzgando a los in- dios bastante incivilizados de la zona conocida, con un optimismo sor- prendente, pensando en lo facil que sera dominarlos y convertirlos al cristianismo, Ahora tenemos ante nosotros a un hombre que ya ha tenido la expe- riencia de la vida americana, que ha convivido por tanto con los indios de las islas y que por ello plantearé problemas definidos y practicos y hard una valoracién comparativa al encontrarse por vez primera un pue- blo més complicado, mas dificil: el habicante del Andhuac. Hernan Cortés es un hombre plenamente de su época, en él luchan atin las corrientes contrapuestas de un momento critico, de una edad de transicién. En él encontramos todavia al sefior feudal y al caballero an- dante que, bajo e} pendén de su rey y de su Dios, lucha contra los infie- les en defensa de la grandeza de su fe. Encontramos, asimismo, al huma- 88 Ibid. p. 147. %9 Ibid. p. 185. Pr 4© Sénchez de Rivera y Alfaro, Maria de los Angeles: Le ides def Indio em lor orcrito- rar de Indias (1492-1550), p. 186, 199 nista frio del Renacimiento que va a admirar el cuadro que presenta la civilizacién sorprendente que tiene ante si. Y podemos preguntarnos con Villoro: ** “ZY no adivinamos acaso en su actitud las dos tendencias fun- damentales que reginin més tarde toda la valoracién del indio por el his- pano? No se encuentran aqui en germen las dos corrientes que enfren- taron a misioneros y tedlogos, a funcionarios y soldados?” Y, en efecto, hay en Cortés curiosos afanes mezclados: el del conquistador, el hombre que avanza ante el nuevo mundo en busca de poder y riqueza; el inves- tigador, que a cada paso pretende conocer, y atin mis, ¢l ferviente catdlico que luchara sin tregue, sin descanso, contra el infiel para la gloria de su religién, Por ello, el juicio de Cortés sobre el indio se construira desde diver- Sos puntos de vista, El hombre prictico e investigador del Renacimiento se quedaré sorprendido ante Ja civilizacién que esti ante su vista, encon- trando “en el tracto de la gente della hay la manera de vivir que en Es- pafia y con tanto concierto y orden como alli”.*? Y Tenochtitlan le dejari sin palabras, ya que ve cosas “de tanta admiracién, que no se podian creer, porque los que aci con nuestros propios ojos las vemos no las po- demos con el entendimiento comprender”."* Y, en efecto, qué dificil para un hombre de su época comprender que haya “tanto concierto y orden como alla, considerando ser gente barbara y tan apartada del conocimiento de Dios”. A pesar de esto, llega a reco- nocer en ellos buenas cualidades pensando que son “gente de capacidad que todo lo entienden y conocen muy bien”."* Pero no dejari de rebe- larse su otro yo ante la terrible religién azteca. Y en este aspecto consi- deraré “cosa horrible y abominable y digna de ser punida, que hasta ahora no he visto en ninguna parte”, y hard detallados relatos de los sacrificios humanos.** Y se le presentaré entonces el indio antropéfago, sodomita y cruel, pero no caeri en la tentacién de considerarlo inferior, pensard icamente que es un infeliz engafiado por el demonio; pero que siendo buena la condicién, cree que “habiendo lenguas y personas que les hicie- sen entender la verdad de la fe y el error en que estan muchos dellos, y aun todos se apartarin brevemente de aquella ironfa que tienen y vendran al verdadero conocimiento, porque viven mis politica y razonablemente 48 que ninguna de las gentes que hasta hoy en estas partes se ha visto”.’ Villoro, Luis: Los grandes momentos del indigenismo on México, p. 24. 2 Cartas de Relaciéu de la Conguitta de América, Tomo MU. Cortés, p. 206, 43 Ibid. I, p. 198. 4 Bid. p. 193. 48 Ibid. pp. 73 y 191. 4 Ibid. pp. 74 y 75. 200 El Padre Las Casas Y nos hallamos ya plenamente en la época, tal vez, mas interesante de la historia de América, La conquista, con sus curiosas contradicciones, sigue adelante. Ya el marco donde se mueven los espafioles no es el pe- quefio y limitado mundo de los indios poco civilizados, sino que al irse extendiendo las conquistas y continuando la infatigable marcha para re- conocer Jas tierras, se ha cropezado ya con las asombrosas civilizaciones indigenas del continente. Y ante tanta variedad, el hombre planteard muchos problemas que ya no son sélo los que le dicta la curiosidad in- mediata, sino los complicados temas que atafien a Ja naturaleza de los habitantes de este Nuevo Mundo, a sus derechos, su capacidad de sal- vacién, ercétera, EI primer problema que aparecié ante el juicio de los tedlogos de Ia época, fue la duda sobre si aquellos infelices indios eran 0 no seres racio- nales, pues se pensaba si acaso se trataba de una especie intermedia entre los hombres y las bestias.? Era un problema que habia de apasionar a todos por igual, ya que Jos mismos monarcas renian primordial interés en dilucidar si las gentes que pasaban a depender ahora de su corona tenian Ja capacidad suficiente para asimilar la religién cristiana y Ja cultura europea, Y hasta los mismos soldados espafioles se preguntaron mas de una vez si aquellas barbaras costumbres desaparccerian o si ¢ran la con- secuencia de una naturaleza inferior. Se decidié, después de milciples tanteos, que se trataba de hombres racionales, pero la crisis que el problema de América planteaba al hombre del siglo xv1 era tal, que entonces surgieron nuevos problemas: los indios, geran seres libres 0 esclavos por naturaleza? {Se trataba simplemente de gentiles o eran hombres que habiendo sido cristianos habian abjurado de su religién?** Se estaba haciendo un despojo injusto con la conquista? El problema bisico era el de Ia libertad, ya que de él dependian casi todos los problemas ptiicticos y jutidicos del Nuevo Mundo. Y aunque ya las leyes de Burgos reconocian pricticamente Ia libertad de los indios,* este problema presentado por la aparicién de nuevos hombres y resuelto mediante los métodos antiguos y bajo el peso tremendo de las autorida- des escolasticas, quedaba en espera de las tesis rotundas de un Vitoria y un Sudrez. Miencras tanto, el problema derivaba su cauce en un sentido que ni 4 Hanke, Lewis: Los primeros experimentos sociales en América, see ee eer ea aoe ee eae re 5s gue RING gue darle un un mentis, Los primeros experimentos sociales...” Gandia, Eaci de: Francisco de Vitoria y ef No Mando. ema teoldgico penn ae Ree See SS Noe es 2 oes 201 entonces, ni después, ha adoptado en pueblo alguno imperialista. gEs jus- ta o injusta la causa de Ia guerra por medio de la cual se ha procurado someter a su dominio a aquellos indios? El problema era trascendental, pues en él estaba en juego la fama y justicia de unos reyes tan religiosos como los de Espafia. Llegaron a tal grado las discusiones que en 1542,°° Carlos V Ilegé a pensar en abandonar las Indias restituyéndolas a sus propietarios, y se puede leer en el Memorial de Yucay: “quiso SM. de- jar estos reinos, hasta que Fray Francisco de Vitoria le dijo que no los dejase que se perderia la cristiandad y prometié de dejarlos cuando estos fuesen capaces de conservar la fe catélica”.** Sin embargo, atin después, fue el mismo Carlos V el que haria convo- car una reunién en Valladolid en 1550, para que Las Casas y Sepulveda dilucidaran aquel problema ante una junta de tedlogos y juristas;** ello prueba que las inquietudes no estaban atin calmadas. Ante tal discusién va a crecer y tomar forma la doctrina lascasasiana que en aquella época ya habia adquirido gran difusién y que hoy, desgra- ciadamente, confunde su gran humanidad con Ia leyenda negra. En toda la pintura que nos hari Las Casas de los indios se notaré un tono apologético, y en todos los rasgos fisicos y morales él descubriré un significado. Encontramos entonces que los indios “las caras y los rostros tiénenlas cominmente graciosos y hermosos, hombres y mujeres desde su nifiez y nacimiento, que es sefial de indicio o significacién de bondad de las dni- mas dellos natural y buen entendimiento”.** Y esta hermosa armonia fisica y moral de los indios ha sido determinada por Dios, dindoles por habitacién unas tierras que "por razéa de la templanza y mediocridad y disposicin suave” hace que las gentes sean “de muy templadas, mode- radas y favorable complexién, y por consiguiente de muy buenos juicios, de muy buenos ingenios y de muy buenos entendimientos”."* Y estos buenos y bellos indios vivian antes de la llegada de los espa- fioles en la mayor felicidad,** pues teniéndolo todo y siendo de su natu- ral pacificos, humildes y pacientisimos, no conocian discordias."* Por tan- 1% Sepiilveda mismo afirma escribir “para contrarrestar las hablillas en In corte, de Ia injusticia de la conquista de las Indias, haciéndolo en servicio de Dios y del Rey”. Se- pile Demi Demdcrates Segundo, p. XiIL. Manzano, Juan, Pla Bo de las see P. Us 1s Cas, chat fred jomé te: Apologénica, ap. XXXIV, p, 87. Eas cans, dpolog Apologiica wp. XLV, p. 116: “felices porque verdaderamente asi lo puts silo finan, de ete mando 1 ue neces fs em pata vv Jo que fis en abundancia sin cuidado ni zonobray sia pendencas sin tomar de nadie lo sur". Y ‘Casas, Apolorétics, cap. XXXVI, p. 93: “bien, creemos que we aks som” sai yacticn mds Soma inks bemipnahsdins 9 sbee 202 to, para ser los “mis bienaventurados en el mundo”, Jo tinico que les falta es conocer la religién cristiana. Y no es facil ver cémo Las Casas encuentra siempre una explicacién favorable a todos sus errores, aun en el caso de un tema tan delicado y dificil de explicacién por aquella época como es el religioso, visto entonces por todos como un fenémeno de ado- racién al Demonio. Para el Padre Las Casas In mayor parte de los pueblos indigenas “sa- ctificios y actos de religin como no tuviesen idolos, no los tenfan, y, if consiguiente cuasi ninguna sefal o muy delgada era entre ellos de idolatrfa”.®? Piensa que algunos pueblos Megaron a tener conocimiento elemental de un Dios tnico,** pero que también hubo otros que habfan caido en el error de adorar diferentes y numerosos idolos. Sin embargo, ello no lo encuentra un indicio de inferioridad, sino que tomando en cuenta su gran complicacién y minucioso funcionamiento, denota que sus creadores son de juicio delicado, prudentes, y con vivo ingenio y en- tendimiento."* Como Fernandez de Oviedo, Sahagin y casi todos los cronistas, en- scuentra que las religiones las dicta el diablo y que desde luego, era éste ‘el que mediante amenazas los obligaba a efectuar sacrificios humanos.*” 'Y atin mas: para Las Casas el sactificio humano hizo que, desde su limi- taci6n de idélatras engafiados, Megaran a una estimacién suprema de sus deidades y que aventajando en religiosidad a todos los pueblos, Hegaran a ofrecer lo que les podia ser mas caro: los propios hijos; es decir, sacri- ficaban la “mas excelente y mas preciosa y mas costosa y mis amada de todos naturalmente, y la mas provechosa de las criaturas”."' Pero aun excusados y dignificados los sacrificios humanos, le queda a Las Casas el problema de la antropofagia, No pudiendo desmentirla piensa que, lle- ‘gados a “esta corrupcién y bestialidad” en algin momento accidental “que se les ofrecié a los principios, cuando lo comenzaron, de alli usin- dolo se fueron confirmando y corroborando, tanto que se les convirtié ‘ST Las Casas, Historia de las Indias, lib. II, cap, CXIV, p. 328. 88 Las Casas, Apologétics, cap. CXXV, p. 333: “tenian conocimiento alguno de Dios epadero y que'ea une que moras en el cielo al cus, en la de las gentes habi- qadores de "a'proviecls de'Desiea y cfeS que tembiéa de Veragus, llamaban Chicuma”, 89 Las Casas, Apolog CXXIV, p. 601: “Este culto y servicio de los dioses seen teas quis to tiguacs poe ton coup alnenuder do conmconias 9 ta peor veido de mctificion y tam copiovos sacerdotes, servidores y ministos, y con, tants. yenera- cida, devocién, temor, reverencia eran los templos y casas de los dioses servidos, cstimados yy teverenciados; lo cual no «+ menor sino muy grande argumento de su prudencia, delica- €n otra como naturaleza, mis que por inclinacién y por complixién de- pravada”,*? Asi, pues, siendo para Las Casas seres racionales, aptos para recibir la fe," piensa que la conversién debe Ievarse a cabo mediante una pre- dicacién pacifica, que petsuada el entendimicnto de los indios por medio de razones, inico modo ™ que debe “ser comin a todos los hombres del mundo sin ninguna distincién de sectas, errores 0 corrupcién de costum- bres, ya que la fuerza repele, en lugar de atraer a los infieles y también resulta inatil y irrazonable tnicamente bautizar sin legarlos a convencer y @ instruirlos debidamente". Insistira también el Padre Las Casas, que en la tnica justificacién del gobierno espafiol en América es la misién de convertir a los indios. La conquista la considera como una invasién violenta “de crueles tiranos, condenados no sélo por la ley de Dios, pero por todas las leyes huma- nas”."* Y asi el término mismo de conquista es “tiranico, mahomético, abusivo, impropio e infernal”, Y encontrando por supuesto que los indios constituyen la cuarta es- pecie de infieles, cuyas tierras nunca han sido usurpadas a nadie, ni en ningtin tiempo han hecho injurias a pueblos cristianos, ni han dependido jamas de la Iglesia, ni del Emperador, esti, por tanto, “muy claro que posean sus reinos y tierras de derecho natural y de gentes... y asi nin- gtin Rey, ni Emperador, ni la Iglesia, les puede hacer guerra ni por ma- nera alguna molestarlos”.** Su conclusién es, por tanto: considerar que siendo los indios racio- nales, capaces de gobernarse a si mismos, la nica accién de la corona debe ser Ia de enviar misioneros religiosos, para con ellos efectuar la con- quista que Dios le ha conferido, a saber, 1a conquista espiritual. Juan Ginés de Sepilveda Y frente a la doctrina del Padre Las Casas, en polémica con él, en- contraremos Ia diltima doctrina que, apoydndose en las autoridades clasi- cas y amparada en Ia religién cristiana, va a pretender excusar 1a conquis- ta y la servidumbre de los indios. Hemos visto que Las Casas encuentra que el clima maravilloso de 3 Las Casas, Apologética, cap. CCV, p. 539. 3 Las Casas, De Unico Mode, p. XIU. 4 Las Casas, De Unico Modo, p. 7. © Las Casas, Brevisinna Relaciém, p. 33. "8 Las Casas, Doctring, p. 10. 204 las Indias ha influido en el sorprenaente varacter de los indios, en su dulzura y apacibilidad. Contrariamente a esta opinién, Sepilveda va a encontrar que, precisamente por el clima en que viven, estin muchos acrofiados,® y ’ Haméndolos “barbaros del Nuevo Mundo”, considera que en “prudencia, ingenio y todo género de virtudes y humanos sentimien- tos, son tan inferiores a los espafioles, como los nifios a los adultos, Jas mujeres a los varones, los crueles inhumanos a los extremadamente mansos”.°* Su vida era barbara, sin letras ni prudencia y manchados con muchos vicios,** vivian en guerra constante entre si, “peleando con tanta rabia que consideraban nula Ia victoria si no saciaban su hambre prodigiosa con las carnes de sus enemigos”."® Ademés tenian religiones tan inhu- manas que obligaban a los sacrificios y la prictica de la antropofagia. Considera entonces, que cometen de esta manera toda clase de “crimenes que al sobrepasar toda humana maldad, son considerados por los filéso- fos entre las mas feroces y abominables perversidades”.”* Y asi, probando en sus escritos la inferioridad palpable de los indios mediante el testimonio de la Historia de Fernandez de Oviedo, va a de- clarar que la guerra realizada contra ellos es justa, Afirma entonces que conforme a “los mayores fildsofos, tales guertas se emprenden con todo derecho por una nacién humana con otra gente mas barbara”,"* puesto que “Ia facultad de caza” conviene usarla “no s6lo contra las bestias, sino también contra aquellos hombres que habiendo nacido para obedecer, rehusan el dominio, pues tal guerta es justa por naturaleza”.’* LY Sepailveda va a encontrar que Ja causa principal que_justfica la va a ser la inferioridad de los indios. Esta inferio- tidad no la atribuira al accidente de sus costumbres y de su religién, sino que éstas son Ia prueba, pues va a afirmar, mediante Ia autoridad de Aristételes, que se trata de inferioridad por naturaleza. Por ello piensa que con arreglo a esa inferioridad, es justo relegarlos a servidumbre, y esto “no sélo es justo, sino también til”. Esta sentencia, segan Sepal- veda, esti sancionada “ “también por la ley divina en el Libro de los Pro- verbios: «el que es necio servira al sabio», y es creencia que tales son los pueblos barbaros e inhumanos apartados de la vida civil, conducta mo- ai St To geet ao 8 nao or cli, pee gue sala, acon stsofiedos © por alguns stdin costamb, costumbre, por la le que los. boat res Tar aes tee, © Gins de Sepilveda: Demdcratet Segundo, p. 33. © Ginés de Sepulveda: Selecciém, p. 139. 7 Ginds de Sepilveda: Demdcrates Segundo, p. 35. 11 Ginés de Sepilveda: Demcrates Segundo, p. 38. ‘12 Ginés de Sepilveda: Seleccién, p. 56. 13 Ginés de Sepilveda: Domderares Segundo, p. 22. 205 rigerada y practica de la virtud. A todos éstos les es beneficioso y mds conforme al Derecho Natural, el que estén sometidos al imperio de na- ciones o principes mis humanos y virtuosos, para que con el ejemplo de su virtud y prudencia y cumplimiento de las leyes, abandonen 1a barba- rie y abracen una vida mas humana, una conducta més morigerada y ptactiquen 1a virtud”."* 4 Ibid, p. 22. 206

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