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SERIE DE ORIENTACIÓN FAMILIAR

Por Joel R. Beeke

La iglesia debe mantener el rol que Dios ha dado a la familia de establecer un legado piadoso. En
esta serie, el Dr. Joel R. Beeke ofrece una visión pastoral y orientación bíblica para edificar
familias cristianas sólidas.

Libros de la serie:
El culto familiar
La familia en la iglesia
Cómo evangelizar a los hijos del pacto
El culto familiar
Autor: Joel R. Beeke

ISBN Paperback 978-1-946584-74-8

ISBN Mobi 978-1-946584-75-5

ISBN ePub 978-1-946584-76-2

Publicado en ©2018 por Proyecto Nehemías

170 Kevina Road, Ellensburg WA 98926


www.proyectonehemias.org

Traducido del libro Family Worship, ©2002, 2009


por Joel R. Beeke, publicado por Reformation Heritage Books
Traducción por Cristián Morán

A menos que se indique algo distinto, las citas bíblicas están tomadas de la Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy (NBLH) © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California.

Las citas bíblicas marcadas con NVI están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión
Internacional ©1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.

Las citas bíblicas marcadas con RV60 están tomadas de la Versión Reina-Valera 1960 ©
Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.

La transformación a libro digital de este título fue realizada por Nord Compo.
Con gratitud, para

Lydia Ruth Beeke

Mi bella hija de delicado hablar,


tierna de corazón para con Dios
y con los seres humanos;
mi minuciosa artista, estrella del deletreo,
y competitiva jugadora de Uno;
¡felicitaciones por entrar en tu adolescencia!

Que Dios te bendiga un día


con un hogar temeroso de Dios
que se fortalezca mediante el culto familiar.

¡Soli Deo Gloria!


CONTENIDO

Fundamentos teológicos del culto familiar

El deber del culto familiar

La implementación del culto familiar

Objeciones contra el culto familiar

Motivaciones para el culto familiar

Apéndice 1 - Guía para el culto familiar

Apéndice 2 - John Paton se va de casa

Índice de textos bíblicos


Fundamentos teológicos del culto
familiar 1

Toda iglesia desea crecer. Sin embargo, es sorprendente ver cuán pocas iglesias buscan promover
el crecimiento interior enfatizando la necesidad de criar a los hijos en la verdad del pacto. Pocos
se esfuerzan realmente por entender la razón de que tantos adolescentes se conviertan en
miembros nominales con una simple fe teórica, o de que abandonen la verdad evangélica a
cambio de doctrinas y formas de adoración ajenas a la Biblia.
Creo que una de las razones principales de este fracaso es la falta de énfasis en el culto
familiar. En muchas iglesias y hogares, el culto familiar es algo opcional, o a lo sumo, es una
práctica superficial tal como bendecir brevemente la mesa antes de las comidas. En
consecuencia, muchos niños crecen sin ninguna experiencia ni idea de la fe y la adoración
cristiana como realidades cotidianas.
Cuando mis padres celebraron sus cincuenta años de matrimonio, sus cinco hijos decidimos
agradecerles alguna cosa sin ponernos de acuerdo en qué. Increíblemente, los cinco agradecimos
a nuestra madre por sus oraciones, y los cinco dimos gracias a nuestro padre por dirigir el culto
familiar de los domingos por la noche. Mi hermano dijo: «Papá, el recuerdo más antiguo que
guardo es de las lágrimas que corrían por tu rostro cuando los domingos por la tarde nos
enseñaste, usando El progreso del peregrino, cómo el Espíritu Santo conduce a los creyentes.
Cuando yo tenía tres años, Dios te usó durante el culto familiar para convencerme de que el
cristianismo es real. Sin importar cuánto me desviara años más tarde, nunca pude cuestionar
seriamente la realidad del cristianismo, y quiero agradecerte por eso».
¿Queremos ver un avivamiento entre nuestros hijos? Recordemos que Dios usa a menudo la
restauración del culto familiar para producir un avivamiento en la iglesia. Por ejemplo, el pacto
eclesiástico redactado en 1677 por la congregación puritana de Dorchester, Massachusetts,
incluyó el compromiso de «reformar nuestras familias, tomando parte nosotros mismos en
trabajar aplicadamente por establecer ante nosotros y mantener en ellas la adoración de Dios; y
andar en nuestros hogares con corazones perfectos, cumpliendo fielmente todos los deberes
domésticos, educando, instruyendo, y ordenando a nuestros hijos y familias guardar los caminos
del Señor» 1.
Tal como marcha el hogar, marcha la iglesia, y así marcha también la nación. El culto
familiar es un factor sumamente decisivo en el funcionamiento del hogar.
Pero no es el único factor, por supuesto. El culto familiar no sustituye los demás deberes de
los padres. Sin el ejemplo de los padres, el culto familiar es inútil. La enseñanza que surge
espontáneamente a lo largo de un día típico es crucial, pero los momentos establecidos de
adoración familiar son también importantes. El culto familiar es la base de la crianza bíblica de
los hijos.
En este folleto, examinaremos el culto familiar bajo cinco encabezados: (1) fundamentos
teológicos, (2) deber; (3) implementación; (4) objeciones; y (5) motivaciones.

Los fundamentos teológicos del culto familiar están arraigados en el ser mismo de Dios. El
apóstol Juan nos dice que el amor de Dios es inseparable de su vida trinitaria. Su amor es
extrovertido y desbordante. Cada persona de la Trinidad comparte el carácter bendito de este
amor con las demás. Dios nunca ha sido un individuo solitario carente de algo en sí mismo. El
Padre, el Hijo y el Espíritu comparten eternamente entre sí la plenitud de la luz y el amor.
El majestuoso Dios trino no se moldeó a sí mismo a partir de nuestras familias. En lugar de
eso, moldeó el concepto terrenal de la familia a partir de sí mismo. Nuestra vida familiar refleja
ligeramente la vida de la Santa Trinidad. Es por eso que Pablo habla de «el Padre de nuestro
Señor Jesucristo, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra» (Ef 3:14–15).
Desde la eternidad, el amor entre las personas de la Trinidad era tan grande que el Padre decidió
crear un mundo de personas que, aunque finitas, tendrían personalidades que reflejarían al Hijo.
Siendo conformadas al Hijo, las personas podrían entonces participar de la santidad y el gozo
benditos de la vida familiar de la Trinidad.
Dios creó a Adán a su propia imagen, y creó a Eva a partir de Adán. De ellos provino la
familia humana completa, de modo que la humanidad puede tener compañerismo con Dios en el
marco de un pacto. Como una familia de dos personas, nuestros primeros padres adoraban
reverentemente a Dios mientras él andaba con ellos en el jardín del Edén (Gn 3:8).
No obstante, Adán desobedeció a Dios convirtiendo el gozo de la adoración y de la
comunión con Dios en miedo, culpa, y alejamiento. Como nuestro representante, Adán rompió la
relación entre la familia de Dios y la familia de la humanidad. Sin embargo, el propósito de Dios
no podía ser frustrado. Mientras Adán y Eva aún estaban delante de Dios en el Paraíso, él
pronunció un nuevo pacto—el pacto de gracia—, y les habló de su Hijo, quien como
descendiente de la mujer rompería el poder de Satanás sobre ellos, y aseguraría para ellos las
bendiciones de este pacto de gracia (Gn 3:15). Mediante la obediencia de Cristo a la ley y su
sacrificio por el pecado, Dios abrió el camino para salvar pecadores satisfaciendo al mismo
tiempo su justicia perfecta. El Cordero sería sacrificado en el Gólgota para quitar el pecado del
mundo, de manera que pobres pecadores como nosotros pudiéramos ser restaurados para cumplir
nuestro verdadero propósito: glorificar, adorar, y tener comunión con el Dios trino. Como dice 1
Juan 1:3, «en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo».
Dios se relaciona con la raza humana por medio de pactos y liderazgos —o representación
—. En la vida diaria, los padres representan a los hijos, un padre representa a su esposa y a sus
hijos, los oficiales de la iglesia representan a los miembros de la iglesia, y los legisladores
representan a los ciudadanos. En la vida espiritual, cada persona es representada ya sea por el
primer o por el último Adán (ver Romanos 5 y 1 Corintios 15). Este principio de representación
se hace visible a lo largo de toda la Escritura. Por ejemplo, se nos habla de la descendencia
piadosa de Set, o de que Noé y Job ofrecieron sacrificios en beneficio de sus hijos (Gn 8:20–21;
Job 1:5). Dios organizó la raza humana en familias y tribus, y se relacionó en gran medida con
ellos a través del liderazgo del padre. Como Dios dijo a Abraham, «En ti serán benditas todas las
familias de la tierra» (Gn 12:3).
La economía mosaica mantuvo el principio de que la familia es representada por el padre en
la adoración y en la comunión con Dios. El libro de Números, particularmente, se centra en la
relación de Dios con su pueblo en términos de familias y líderes. El padre debía liderar a la
familia en la adoración pascual e instruir a sus hijos sobre el significado de esta.
El rol del padre como líder en la adoración continuó a lo largo de la monarquía israelita y en
los días de los profetas del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Zacarías predijo que, cuando el
Espíritu Santo fuera derramado en una época futura, las personas lo experimentarían como un
Espíritu de gracia y de súplica, el cual los movería, familia por familia, a un lamento amargo y
sincero. Se mencionan familias particulares según sus líderes y padres: la casa de David, la de
Natán, la de Leví, y la de Simei (Zac 12:10–14).
La relación entre la adoración y la vida familiar continuó en los tiempos del Nuevo
Testamento. En su sermón de Pentecostés, Pedro reiteró la promesa hecha a Abraham, el padre de
los fieles (Ro 4:11), declarando a los judíos que «la promesa es para ustedes y para sus hijos y
para todos los que están lejos» (Hch 2:39). En 1 Corintios 7:14, Pablo nos dice que la fe de uno
de los padres establece para los hijos el estatus de santidad, privilegio, y responsabilidad
asociado al pacto. La iglesia del Nuevo Testamento, que incluyó a los hijos con sus padres como
miembros del cuerpo (Ef 6:1–4), y la experiencia de creyentes individuales tales como Timoteo
(2Ti 1:5; 3:15), afirman la importancia de la fe y de la adoración al interior de las familias.
Como concluye Douglas Kelly, «La religión familiar, que depende en gran medida de que el
jefe de hogar conduzca diariamente a la familia ante Dios en adoración, es una de las estructuras
más poderosas que el Dios fiel a los pactos ha establecido para expandir la redención a través de
las generaciones; para que, de este modo, incontables multitudes puedan ser llevadas a tener
comunión con y adorar al» Dios vivo en el rostro de Jesucristo 2.
El deber del culto familiar 2

Dada la importancia del culto familiar como una fuerza poderosa capaz de ganar incontables
millones para la verdad del evangelio a través de las épocas, no debería sorprendernos que Dios
exija a las cabezas del hogar hacer todo lo posible para guiar a sus familias en la adoración del
Dios vivo. Josué 24:14–15 dice: «Ahora pues, teman al Señor y sírvanle con integridad y con
fidelidad. Quiten los dioses que sus padres sirvieron al otro lado del río y en Egipto, y sirvan al
Señor. Y si no les parece bien servir al Señor, escojan hoy a quién han de servir: si a los dioses
que sirvieron sus padres, que estaban al otro lado del río [es decir, en Ur de los caldeos], o a los
dioses de los Amorreos en cuya tierra habitan [es decir, aquí en Canaán]. Pero yo y mi casa
serviremos al Señor».
En este texto debemos observar tres cosas: primero, Josué no consideró como algo opcional
adorar o servir al Dios vivo. En el versículo 14, Josué acaba de ordenar a Israel temer al Señor.
Ahora, en el versículo 15, enfatiza que el Señor desea ser adorado y servido de manera
voluntaria y deliberada en nuestras familias.
Segundo, en el versículo 15 Josué usa su propio ejemplo para imponer el servicio a Dios en
las familias.
El versículo 1 deja claro que se está dirigiendo a los jefes de hogar. El versículo 15 declara
que Josué hará lo que él quiere que todas las demás familias de Israel hagan: «serviremos al
Señor». Josué tiene tal autoridad sobre su familia, que habla por la familia entera. Dice: «pero yo
y mi casa serviremos al Señor». Varios factores refuerzan esta audaz declaración:
• Cuando Josué hace esta declaración, tiene más de 100 años. Su celo es extraordinario
siendo un hombre mayor.
Josué sabe que dentro de poco ya no tendrá control directo
sobresufamilia;Dioslehadichoquemorirápronto.Sinembargo, Josué confía en que, una vez
muerto, seguirá influyendo sobre su familia y que esta no abandonará la adoración.
• Josué sabe que en Israel queda mucha idolatría; acaba de decirle al pueblo que se deshaga
de los dioses falsos (v. 14). Él sabe que su familia nadará contra la corriente al continuar
sirviendo al Señor, pero declara enfáticamente que, de todos modos, eso es lo que harán.
• El registro histórico muestra que la influencia de Josué era tan amplia que, durante al
menos una generación, la mayor parte de la nación siguió su ejemplo. Josué 24:31 dice:
«Israel sirvió al Señor todos los días de Josué y todos los días de los ancianos que
sobrevivieron a Josué [es decir, la siguiente generación] y que habían conocido todas las
obras que el Señor había hecho por Israel». ¡Qué alentador para los padres temerosos de
Dios saber que la adoración instaurada por ellos en el hogar puede durar generaciones
después de ellos!
Tercero, en el versículo 15, la palabra servir es un término inclusivo. En la Escritura, se
traduce muchas veces como adoración. La palabra original no solo incluye servir a Dios en cada
esfera de nuestras vidas, sino también en actos especiales de adoración. Quienes interpretan las
palabras de Josué en términos vagos y ambiguos pasan por alto esa enseñanza clave. Josué
estaba pensando en varias cosas, incluyendo la obediencia a todas las leyes ceremoniales que
abarcaban el sacrificio de animales. Estas apuntaban al Mesías venidero, cuyo sacrificio cruento,
hecho por los pecadores una sola vez, sería eficaz para siempre 1.
Sin duda, todo esposo, padre, y pastor temeroso de Dios debería decir con Josué: «Pero yo y
mi casa serviremos al Señor. Lo buscaremos, lo adoraremos, y le oraremos como familia.
Leeremos su palabra, abundante en instrucciones, y reforzaremos sus enseñanzas en nuestra
familia». Como representante, cada padre debe darse cuenta de que, como dice Kelly, «el
principio de representatividad inherente en las relaciones pactuales de Dios con nuestra raza
indica que el líder de cada familia debe representar a esta delante de Dios en la adoración divina,
y que la atmósfera espiritual y el bienestar personal de esa familia en el largo plazo será afectado
en gran medida por la fidelidad —o el fracaso— del líder familiar en esta área» 2.
Según la Escritura, Dios debería ser servido en actos especiales de adoración al interior de
las familias en las siguientes tres maneras:

(1) Instruyéndose diariamente en la palabra de Dios. Dios debería ser adorado mediante la
lectura y la instrucción diaria basada en su palabra. A través de preguntas, respuestas, e
instrucciones, padres e hijos deben interactuar diariamente en relación con la verdad sagrada.
Como dice Deuteronomio 6:6–7, «Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón.
Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y
cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes» (cf. Dt 11:18–19).
Este texto prescribe actividades diarias que acompañan la acción de acostarse por la noche,
levantarse por la mañana, sentarse en la casa, y andar por el camino. En un hogar ordenado, estas
actividades se llevan a cabo en momentos específicos del día.
Dan diariamente la oportunidad de tener momentos regulares y consistentes de instrucción.
Moisés no estaba sugiriendo sostener una charla breve, sino la conversación y la instrucción
diligente que fluyen del corazón ardiente de un padre. Moisés dice que los dichos de Dios
deberían estar en el corazón de un padre. Los padres deben enseñar diligentemente estas palabras
a sus hijos.
En el Nuevo Testamento, un texto paralelo es Efesios 6:4: «Y ustedes, padres, no provoquen
a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor». Cuando los maridos no
pueden cumplir este deber en persona, deben animar a sus esposas a llevar a cabo este precepto.
Por ejemplo, Timoteo se benefició mucho de la instrucción diaria de una madre y de una abuela
que temían a Dios.

(2) Orando diariamente al trono de Dios. Jeremías dice: «Derrama tu furor sobre las
naciones que no te reconocen, y sobre las familias que no invocan tu nombre» (Jer 10:25, NVI).
Aunque es cierto que en el contexto de Jeremías 10:25 la palabra familias se refiere a clanes, esta
palabra también se aplica a familias individuales. Las unidades mayores se componen de
unidades menores. Si la ira de Dios cae sobre clanes o grupos de familias que descuidan la
oración comunitaria, ¿cuánto más sobre las familias individuales que se rehúsan a invocar su
nombre? Todas las familias deben invocar el nombre de Dios, o de lo contrario, se someterán
ellas mismas al disgusto de él.
A menos que la providencia divina lo impida, las familias deben orar juntas cada día.
Considera Salmo 128:3: «Tu mujer será como fecunda vid en el interior de tu casa; tus hijos
como plantas de olivo alrededor de tu mesa». Las familias comen y beben en sus mesas la
provisión diaria de un Dios generoso. Para hacerlo cristianamente, la familia debe seguir 1
Timoteo 4:4–5: «Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe
con acción de gracias; porque es santificado mediante la palabra de Dios y la oración». Si quieres
comer y beber para la gloria de Dios (1Co 10:31), y la comida que te dispones a comer ha de ser
apartada para ese propósito, Pablo dice que debes santificarla con oración. Y tal como pedimos
que lo que comeremos y beberemos sea santificado y bendecido para nutrir nuestros cuerpos,
deberíamos orar pidiendo que Dios bendiga su palabra para nutrir nuestras almas. «El hombre no
solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor» (Dt 8:3; Mt 4:4).
Además, ¿no cometen las familias pecados cada día? ¿No deberían buscar el perdón a
diario? ¿No las bendice cotidianamente Dios de muchas maneras? ¿No deberían estas
bendiciones ser reconocidas diariamente con acción de gracias? ¿No debería la familia reconocer
diariamente a Dios en todos sus caminos, rogándole que dirija sus senderos? ¿No deberían cada
día encomendarse al cuidado y la protección de él? Como dijo Thomas Brooks: «Una familia que
no ora es como una casa sin techumbre, abierta y expuesta a todas las tormentas del cielo».

(3) Cantando diariamente la alabanza de Dios. Salmo 118:15 dice: «Voz de júbilo y de
salvación hay en las tiendas de los justos; la diestra del Señor hace proezas». Esta es una clara
referencia al canto. El salmista dice que este sonido está (y no simplemente que debería estar) en
las tiendas de los justos. Philip Henry, padre del afamado Matthew Henry, creía que este texto
provee una base bíblica para el canto de salmos en las familias. Sostenía que el canto alegre
proviene de las tiendas individuales de los justos. Se refiere tanto al canto familiar como al canto
en el templo. Por lo tanto, el sonido del júbilo y de la salvación debería brotar diariamente de los
hogares familiares.
De manera similar, Salmo 66:1–2 dice: «Aclamen con júbilo a Dios, habitantes de toda la
tierra; canten la gloria de su nombre; hagan gloriosa su alabanza». Aquí, el deber de alabar a
Dios cantando se asigna a todas las tierras, naciones, familias, y personas. Segundo,nuestras
canciones deben ser los salmos divinamente inspirados que exhiben el honor de su nombre —el
verbo «cantar» (zamar) corresponde a la raíz de la palabra «salmo» (mizmor), y en otras partes se
traduce como «cantar salmos» (Sal 105:2; cf. Stg 5:13)—. Tercero, debemos alabarlo de manera
digna, en voz alta (2Cr 20:19) y con gracia en el corazón (Col 3:16), para que su alabanza sea
gloriosa.
El Señor debe ser adorado cada día mediante el canto de salmos. Dios es glorificado y las
familias son edificadas. Puesto que estas canciones son palabra de Dios, cantarlas es un medio de
instrucción que ilumina el entendimiento. Cantar promueve la devoción generando ardor en el
corazón. Se estimulan las gracias del Espíritu en nosotros, y se induce nuestro crecimiento en
gracia. «Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría,
enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales,
cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones» (Col 3:16).
Jefes de hogar, debemos implementar el culto familiar en casa. Dios exige que lo adoremos
no solo en privado como individuos, sino públicamente como miembros del cuerpo y la
comunidad del pacto, y socialmente como familias. El Señor Jesús es digno de ello, la palabra de
Dios lo ordena, y nuestra conciencia afirma que es nuestro deber.
Nuestras familias deben lealtad a Dios. Él nos ha colocado en una posición de autoridad
para guiar a nuestros hijos en el camino del Señor. Somos más que amigos y consejeros de
nuestros hijos: como maestros y autoridades de ellos en el hogar, nuestro ejemplo y liderazgo son
cruciales. Revestidos de autoridad santa, debemos a nuestros hijos enseñanza profética,
intercesión sacerdotal, y guía real (ver Catecismo de Heidelberg, pregunta 32). Debemos dirigir
el culto familiar por medio de las Escrituras, la oración, y los cánticos 3.
Quienes somos pastores debemos amorosamente informar a los líderes familiares de nuestras
iglesias que deben ordenar a sus familias adorar a Dios como lo hizo Abraham: «Porque yo sé»,
dijo Dios, «que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová,
haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca
de él» (Gn 18:19, RV60).
La implementación del culto familiar 3

A continuación encontrarás algunas sugerencias que te ayudarán a establecer un culto familiar


que honre a Dios en tu hogar. Confiamos en que esto evitará dos extremos: un enfoque idealista,
inalcanzable aun para el hogar más temeroso de Dios, y un enfoque minimalista, que abandona
el culto familiar diario porque el ideal parece tan inalcanzable.

La preparación del culto familiar


Aun antes de empezar el culto familiar, debemos orar en privado pidiendo que Dios bendiga
ese culto. A continuación debemos planificar qué haremos, dónde, y en qué momento.

1. Qué. En términos generales, esto incluye instrucción en la palabra de Dios, oración ante el
trono de Dios, y cantos para la gloria de Dios. Sin embargo, necesitamos determinar más
detalladamente el culto.
En primer lugar, ten biblias, ejemplares del Salterio 1 y hojas de canto para todos los hijos
que sepan leer. Para aquellos que no puedan hacerlo por ser demasiado pequeños, lee unos
cuantos versículos bíblicos y selecciona un texto para memorizar como familia. Díganlo varias
veces todos juntos en voz alta, y luego refuérzalo con una breve historia bíblica que ilustre el
texto. Toma un momento para enseñar a los niños una o dos estrofas de una selección del
Salterio, y anímalos a cantar contigo.
Si se trata de niños pequeños, procura usar libros que incluyan una guía de explicación
doctrinal para padres y maestros. Cualquiera sea la edad que tengan, explica a tus hijos lo que
has leído y hazles una o dos preguntas. Luego canten uno o dos salmos, un himno
doctrinalmente sano o un buen cántico infantil. Termina con una oración.
Si son niños más grandes, lee un texto bíblico, haz que lo memoricen juntos, y luego aplica
un proverbio. Haz preguntas sobre cómo podemos aplicar esos versículos a la vida diaria, o
quizás, lean una porción de los evangelios y su sección correspondiente en Meditaciones sobre
los evangelios, de J. C. Ryle. Ryle es simple pero profundo. La claridad de sus ideas ayuda a
generar diálogo. Quizás quieras leer fragmentos de alguna biografía inspiradora, pero evita que la
lectura de libros edificantes sustituya la lectura o la aplicación de la Biblia.
El progreso del peregrino, de John Bunyan, o las meditaciones diarias de Charles Spurgeon,
son apropiadas para niños de mentalidad más espiritual 2. Después de estas lecturas, canten
algunos salmos conocidos y quizás aprendan uno nuevo antes de terminar con oración.
También deberían usarse los credos y las confesiones de la iglesia. Los niños pequeños
deberían aprender a decir el credo de los Apóstoles y el padrenuestro. Si adhieres a la Confesión
de fe de Westminster, haz que tus hijos memoricen el catecismo menor a lo largo del tiempo. Si
en tu congregación se predica el Catecismo de Heidelberg, los domingos por la mañana lean el
catecismo en la sección que el pastor predicará en la iglesia. Si tienen algún ejemplar del Salterio
que contenga fórmulas devocionales, ocasionalmente pueden usarlas también 3.
Usar estas fórmulas en casa les dará a ti y a tus hijos la oportunidad de aprender a obtener
provecho y edificación de ellas; esta habilidad los pondrá en buen pie cuando las formas
litúrgicas sean usadas en el contexto de la adoración pública.

2. Dónde. El culto familiar puede realizarse alrededor de la mesa del comedor, pero si hay
menos distracciones en la sala de estar, puede ser mejor trasladarse allí. Cualquiera sea el lugar
que elijas, asegúrate de tener allí todo tu material devocional.
Antes de empezar, descuelga el teléfono o configura tu contestador o tu buzón de voz para
recibir mensajes.
Tus hijos deben entender que el culto familiar es la actividad más importante del día y nada
debería interrumpirla.

3. Cuándo. Idealmente, el culto familiar debería realizarse dos veces al día: en la mañana y
al anochecer. Eso se ajusta mejor a las instrucciones de la Escritura sobre la adoración —en la
economía del Antiguo Testamento, se santificaba el principio y el final de cada día ofreciendo
tanto sacrificios como oraciones matinales y vespertinas; y en la iglesia del Nuevo Testamento,
aparentemente se seguía el patrón de las oraciones matinales y vespertinas—. La Guía de
adoración de Westminster señala:
«El culto familiar, que debería ser realizado por cada familia, comúnmente en la mañana y al
anochecer, consiste en oración, lectura de las Escrituras, y canto de alabanzas» 4.
Para algunas familias, es casi imposible realizar el culto más de una vez al día —después de
la última comida—. En cualquier caso, los jefes de hogar deben ser conscientes del programa
familiar y mantener involucrado a cada miembro. Al establecer el horario familiar, pon en
práctica el principio de Mateo 6:33 («Busquen primero el reino de Dios y su justicia»).
Preserva cuidadosamente este tiempo de adoración familiar. Si sabes con antelación que el
momento habitual no será adecuado en un día determinado, reprograma el tiempo de adoración.
Sin embargo, no lo saltes —eso podría convertirse en la norma—. Cuando puedas ceñirte a los
momentos establecidos, haz una planificación cuidadosa y una preparación anticipada para que
cada minuto cuente. Combate cada enemigo del culto familiar.
Durante el culto familiar
Durante el culto familiar, apunta a lo siguiente:

1. Brevedad. Como dijo Richard Cecil, «Que el culto familiar sea breve, atractivo, simple,
dulce, y celestial». El culto familiar que es demasiado largo pone a los niños inquietos y puede
inducirlos al enojo.
Si lo haces dos veces al día, prueba diez minutos en la mañana y un poco más en la tarde.
Un período de veinticinco minutos puede dividirse de la siguiente manera: diez minutos de
lectura e instrucción basada en la Escritura; cinco minutos para una lectura devocional diaria,
algún libro edificante, o para discutir algún asunto importante a la luz de la Biblia; cinco minutos
de canto; y cinco minutos de oración.

2. Constancia. Es mejor un culto de veinte minutos cada día que períodos extensos en
menos días —por ejemplo, cuarenta y cinco minutos el lunes, y el martes no hacer nada—. El
culto familiar nos provee «el maná que cae cada día a la puerta de la tienda para mantener
nuestras almas con vida», como escribió James W. Alexander en su excelente libro sobre la
adoración familiar 5.
No te permitas excusas para evitar el culto familiar. Si perdiste los estribos con alguno de tus
hijos media hora antes de empezar el culto, no digas: «Sería hipócrita de mi parte dirigir el culto
familiar, así que esta noche lo saltaremos».
En momentos así, no tienes que huir de Dios sino volver a él como el publicano arrepentido.
Empieza el tiempo de adoración pidiendo perdón a cada uno de los que te vieron perder los
estribos, y luego ora para pedir perdón a Dios. Los niños te respetarán por eso. Tolerarán las
debilidades e incluso los pecados de sus padres mientras estos confiesen sus faltas y busquen
sinceramente seguir al Señor. Tú y ellos saben que, en el Antiguo Testamento, el sumo sacerdote
no estaba descalificado por ser pecador; más bien, tenía primero que ofrecer sacrificios por sí
mismo antes de poder ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo.
Hoy, tampoco tú o yo estamos descalificados por nuestros pecados confesados, porque
nuestra suficiencia se halla en Cristo, no en nosotros mismos. Como dijo A. W. Pink, «Lo que
obstruye el canal de bendición—y hace que tantos se pierdan lo mejor de Dios— no son los
pecados en sí, sino aquellos que el cristiano no ha confesado» 6.
Lidera el culto familiar con mano firme y paternal, y con un corazón blando y arrepentido.
Aun cuando te sientas agotado tras un día de trabajo, ora pidiendo fuerzas para llevar a cabo tu
deber de padre. Recuerda que Cristo Jesús fue a la cruz por ti agotado y exhausto pero nunca se
apartó de su misión. Al negarte a ti mismo, verás cómo él te fortalece durante el culto familiar, de
modo que, al término de este, habrás superado tu cansancio.

3. Solemnidad con esperanza. El Salmo 2 nos dice: «Alégrense con temblor delante del
Señor». En el culto familiar debemos mostrar este equilibrio de esperanza y asombro, temor y fe,
arrepentimiento y confianza. Durante el culto, habla de modo natural pero reverente, con el tono
que usarías al hablar con un amigo muy respetado sobre un asunto serio. Espera grandes cosas
de un Dios grande que es fiel a su pacto.

Seamos más específicos:

1. PARA LA LECTURA BÍBLICA


• Ten un plan. Lee diez o veinte versículos del Antiguo Testamento en la mañana y diez a
veinte del Nuevo Testamento por la noche. O lee una serie de parábolas, milagros, o
fragmentos biográficos. Por ejemplo, lee 1 Reyes 17 a 2 Reyes 2 para estudiar al profeta
Elías. O sigue un tema a lo largo de la Escritura. ¿No sería interesante, por ejemplo, leer las
denominadas «escenas nocturnas» — todas las historias bíblicas que transcurren en la noche
—? ¿O porciones de la Escritura que siguen los sufrimientos de Cristo desde su circuncisión
hasta su sepultura? ¿O una serie de selecciones que resalten los diversos atributos de Dios?
Solo asegúrate de leer la Biblia entera en un período de tiempo. Como dijo J. C. Ryle,
«Llena sus mentes de la Escritura. Haz que la Palabra habite ricamente en ellos. Dales la
Biblia, y la Biblia entera, aun cuando sean pequeños» 7.
• Toma en cuenta las ocasiones especiales. Los domingos por la mañana pueden leer los
Salmos 48, 63, 84, 92, 118, o Juan 20. Cuando se haya de administrar la Santa cena, lean el
Salmo 22, Isaías 53, Mateo 26, o parte de Juan 6. Antes de salir juntos de vacaciones, reúne
a tu familia en la sala de estar y lean el Salmo 91 o el 121. Cuando alguien de la familia esté
enfermo, lean Juan 11. Cuando alguien esté muy afligido a causa de una prueba prolongada,
lean Isaías 40–66. Cuando un creyente esté muriendo, lean Apocalipsis 7, 21, y 22.
• Involucra a la familia. Cada miembro de la familia que pueda leer debería tener una biblia
para seguir la lectura. Establece el tono, leyendo la Escritura con expresión—como el libro
vivo y «palpitante» que es—. Asigna diversas porciones de la lectura a tu esposa y a tus
hijos —incluyendo los preescolares que aún no saben leer—. Sienta sobre tus piernas a tu
hijo de 4 años, susurra a su oído unas pocas palabras cada vez, y pídele que las repita en
voz alta. Uno o dos versículos «leídos» de esta manera bastan para que un preescolar se
sienta incluido en la lectura bíblica familiar. Los niños más grandes pueden leer cuatro o
cinco versículos cada uno, o puedes asignar la lectura completa a un niño cada día.
Enseña a tus hijos cómo leer articuladamente y de manera expresiva. No los dejes mascullar
o leer apresuradamente. Enséñales a leer con reverencia. A lo largo de la lectura, da
explicaciones breves según las necesidades de los más pequeños.
• Alienta la lectura y el estudio personal de la Biblia. Asegúrate de que tú y tus hijos
terminen el día con la palabra de Dios. Puedes seguir el Calendario de lecturas bíblicas de
Robert Murray M’Cheyne para que tus hijos lean la Biblia entera por sí mismos a lo largo
del año. Ayuda a cada hijo a armar una biblioteca personal de libros basados en la Biblia.
2. PARA LA INSTRUCCIÓN BÍBLICA
Sé claro. Pregunta a tus hijos si entienden lo que la familia está leyendo. Aplica los textos
bíblicos con claridad. La Guía de la Iglesia de Escocia (1647) da aquí el siguiente consejo:
… las Santas Escrituras deberían ser leídas comúnmente a la familia. Es recomendable que
posteriormente dialoguen y saquen provecho de lo que se ha leído y oído. Por ejemplo, si en la
lectura de la palabra se ha reprobado algún pecado, esto puede usarse para llamar a toda la
familia a ser prudente y vigilante contra lo mismo; o si en la porción bíblica leída se ha proferido
alguna amenaza de juicio, o se ha dicho que este ha sido aplicado, esto puede usarse para que
toda la familia tema ser objeto de un juicio similar o peor si no evita el pecado que lo produjo; y
por último, si se ha exigido algún deber o se ha ofrecido consuelo en una promesa, puede usarse
para estimularlos a buscar la fuerza de Cristo que les permita cumplir el deber ordenado y
obtener el consuelo ofrecido. En todo esto, el jefe de hogar debe llevar el liderazgo, y cualquier
miembro de la familia puede proponer alguna pregunta o duda para resolver (par. III) 8.
En línea con el procedimiento hebraico de preguntas y respuestas (cf. Éx 12:26–27; Dt
6:20–23; Sal 78:1–8), alienta el diálogo familiar en torno a la palabra de Dios. Anima
especialmente a los adolescentes a hacer preguntas; incentívalos a expresarse. Si no conoces las
respuestas, díselo, y anímalos a buscarlas. Ten a la mano uno o más comentarios buenos, como
los de Juan Calvino, Matthew Pole, y Matthew Henry. Recuerda: si tus hijos no obtienen
respuestas de ti, las obtendrán en otra parte —y a menudo serán incorrectas—.
• Sé doctrinalmente puro. Tito 2:7–8 dice: «Muéstrate en todo como ejemplo de buenas
obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana e irreprochable…». No
descuides la precisión doctrinal cuando enseñes a niños pequeños; busca ser simple y
acertado.
• Haz aplicaciones relevantes. Cuando sea apropiado, no temas compartir tus experiencias,
pero hazlo con sencillez. Usa ilustraciones concretas. Idealmente, vincula la instrucción
bíblica con lo que recientemente has oído en sermones.
• Compórtate afectuosamente. Proverbios usa continuamente la frase «hijo mío», mostrando
la calidez, el amor, y la urgencia de las enseñanzas de un padre temeroso de Dios. Cuando
debas administrar a tus hijos la dolorosa corrección de un padre–amigo, hazlo con un amor
sincero. Diles que debes comunicarles todo el consejo de Dios porque no puedes soportar la
idea de pasar la eternidad separado de ellos. Mi padre solía decirnos, con lágrimas: «Hijos,
no quiero que en el cielo me falte alguno de ustedes». Di a tus hijos: «Les concederemos
cada privilegio que una biblia abierta nos permita darles, pero cuando les digamos que no,
sepan que eso emana de nuestro amor». Como dijo Ryle: «El amor es un secreto
fundamental de la enseñanza exitosa. El amor del alma es el alma de todo amor» 9.
• Exige atención. Proverbios 4:1 dice: «Oigan, hijos, la instrucción de un padre, y presten
atención para que ganen entendimiento». Los padres y las madres tienen verdades
importantes que comunicar. Debes exigir que las verdades de Dios sean oídas en tu hogar.
Al principio, eso puede implicar reiteradas frases como estas: «Hijo, siéntate y mírame
cuando hablo. Estamos hablando de la palabra de Dios, y Dios merece que lo oigan».
Durante el culto familiar, no permitas que los niños dejen sus asientos —a menos que sea
urgente—.

2. PARA ORAR
• Sé breve. Con algunas excepciones, no ores más de cinco minutos. Las oraciones tediosas
hacen más daño que bien. No enseñes durante la oración; Dios no necesita que lo instruyas.
Enseña cuando tengas los ojos abiertos, y cuando los tengas cerrados, ora.
• Sé simple sin ser superficial. Ora por cosas de las cuales tus hijos sepan algo, pero evita
que tus oraciones se vuelvan triviales. No las reduzcas a peticiones egocéntricas o
superficiales.
• Sé directo. Expón tus necesidades delante de Dios, argumenta tu situación, y pide
misericordia. Menciona cada día a tus adolescentes e hijos pequeños señalando sus
necesidades una por una. Eso tiene un peso enorme para ellos.
• Sé natural pero solemne. Habla con claridad y reverencia. No hables de manera poco
natural, aguda o monótona. No ores demasiado alto o suave, rápido o lento.
• Sé variado. No hagas la misma oración todos los días; eso se vuelve monótono. Desarrolla
más variedad recordando y enfatizando los diversos ingredientes de la verdadera oración,
tales como:
Invocación, adoración, y dependencia. Empieza mencionando uno o dos títulos o atributos
de Dios, como por ejemplo: «Misericordioso y santo Señor…». Añade a eso una declaración de
tu deseo de adorarlo y tu dependencia de él para que te asista en la oración. Di, por ejemplo:
«Nos inclinamos humildemente en tu presencia, ante ti que eres digno de ser adorado, orando
que nuestras almas se eleven a ti. Asístenos mediante tu Espíritu. Ayúdanos a invocar tu nombre
mediante Jesucristo, el único por medio del cual nos acercamos a ti».
Confesión de los pecados familiares. Confiesa la depravación de nuestra naturaleza, y luego
los pecados actuales —especialmente los pecados diarios y los cometidos por la familia—.
Reconoce el castigo que merecemos de manos de un Dios santo, y pídele que, por amor a Cristo,
perdone todos sus pecados.
Petición de misericordia para la familia. Pide a Dios que nos libre del pecado y del mal.
Puedes decir: «Oh Señor, perdona nuestros pecados mediante tu Hijo. Somete nuestras
iniquidades mediante tu Espíritu. Líbranos de la oscuridad natural de nuestras propias mentes y la
corrupción de nuestros propios corazones. Líbranos de las tentaciones a las cuales hoy estuvimos
expuestos».
Pide que Dios les conceda bienestar espiritual y terrenal. Ora por su provisión para cada
necesidad de la vida diaria. Pide bendiciones espirituales. Pide que las almas de ustedes estén
preparadas para la eternidad.
Recuerda las necesidades familiares e intercede por los amigos de la familia. En todas estas
peticiones recuerda orar que se haga la voluntad de Dios, pero evita que la sujeción a él te
refrene de rogarle. Suplícale que oiga tus peticiones. Ruega por cada miembro de la familia en el
viaje que realizan hacia la eternidad. Ruega por ellos sobre la base de la misericordia de Dios, su
relación pactual con ustedes, y el sacrificio de Cristo.
Acción de gracias familiar. Agradece al Señor por lo que comen y beben; por sus
misericordias providenciales, oportunidades espirituales, respuestas a oraciones, restauraciones
de salud, y liberación de mal. Confiesa: «Es por tus misericordias que no hemos sido consumidos
como familia». Recuerda la pregunta 116 del Catecismo de Heidelberg, que dice: «Dios dará su
gracia y su Espíritu Santo a solamente aquellos que, con sinceros deseos, los pidan
continuamente de él, y sean agradecidos por ellos» 10.
Conclusión. Bendice a Dios por lo que él esy lo que ha hecho. Pide que su reino, poder, y
gloria se manifiesten por siempre.
Luego concluye diciendo «Amén», que significa «ciertamente así será».
Matthew Henry dijo que el culto familiar matutino es especialmente un tiempo de alabanza,
de petición de fuerzas para el día, y de buscar la bendición divina en las actividades de este. El
culto vespertino debería centrarse en agradecer, reflexionar con arrepentimiento, y hacer
humildes súplicas para la noche 11.

4. PARA CANTAR
• Canten cánticos doctrinalmente puros. No hay excusa para cantar errores doctrinales —sin
importar cuán atractiva sea la canción—.
• Canten prioritariamente salmos, sin dejar de lado himnos sanos. Recuerda que los Salmos,
que Calvino definía como «una anatomía de todas las partes del alma», son la mina de oro
más rica en piedad escritural profunda, viva, y experiencial que aún tenemos a nuestra
disposición.
• Canten salmos simples, si hay hijos pequeños. Al elegir salmos para cantar, busca aquellos
que sean fáciles para los niños, y agrega canciones de importancia particular que deberían
conocer. Elige canciones que expresen sus necesidades espirituales de arrepentimiento, fe, y
renovación de corazón y vida; canciones que revelen el amor de Dios por su pueblo y el de
Cristo por los corderos de su rebaño; o que les recuerden sus privilegios y deberes dentro
del pacto. La letra debería ser simple y clara, y la melodía, fácil de cantar. Por ejemplo, una
canción basada en el Salmo 23: «El Señor es mi pastor, nada me faltará»; el texto es lo
suficientemente simple para cualquier niño que sepa hablar. Explícales previamente palabras
como justicia, bondad, y misericordia. No olvides empezar diciendo a los niños que un
pastor es alguien que cuida de las ovejas que le pertenecen y a las cuales ama. No es sabio
asumir que dichas cosas son suficientemente claras en sí mismas.
• Canten con ganas y con sentimiento. Como dice Colosenses 3:23: «Todo lo que hagan,
háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres». Mediten en las palabras
que están cantando. Ocasionalmente, analicen alguna frase de la canción.

Después del culto familiar

Cuando se retiren para dormir, ora pidiendo que Dios bendiga el culto familiar: «Señor, usa
la enseñanza para salvar a nuestros hijos y darles más gracia para que pongan su esperanza en ti.
Usa la alabanza que cantamos a tu nombre para producir en sus almas inmortales amor por tu
nombre, el de tu Hijo y el de tu Espíritu. Usa nuestras balbuceantes oraciones para llevar a
nuestros hijos al arrepentimiento. Exhala, Señor Jesucristo, tu palabra y tu Espíritu sobre nuestra
familia durante este tiempo de adoración. Haz que estos momentos nos traigan vida».
Objeciones contra el culto familiar 4

Algunas personas objetan los momentos regulares de adoración familiar citando estas
razones:
• En la Biblia no se ordena explícitamente llevar a cabo un culto familiar. Aunque no hay
un mandamiento explícito, los textos citados al principio dejan claro que Dios quiere que las
familias lo adoren a diario.
• Nuestra familia no tiene tiempo para esto. Si tienes tiempo para recreación y placeres pero
no tienes tiempo para el culto familiar, piensa en 2 Timoteo 3:4–5, que advierte sobre
quienes aman más los deleites que a Dios: aparentan piedad, pero niegan el poder de ella. El
tiempo que se sustrae de las actividades y ocupaciones familiares para buscar la bendición
de Dios nunca se desperdicia. Si tomamos en serio la palabra de Dios, diremos: «No puedo
permitirme no dar prioridad a Dios y a su palabra en mi familia». Samuel Davies dijo una
vez: «Si hubieras sido hecho solamente para este mundo, esta objeción tendría algún peso,
¡pero qué extraña suena una objeción así viniendo de un heredero de la eternidad! Dime,
por favor: ¿para qué se te da el tiempo que tienes? ¿No es principalmente para que te
prepares para la eternidad? ¿Y no tienes tiempo para la más grande ocupación de tu vida?» 1.
• No tenemos un momento regular en que podamos estar todos juntos. Si sus horarios no
coinciden —especialmente cuando los hijos mayores están en la universidad—, deben hacer
lo mejor que puedan. No canceles el culto familiar si algunos hijos están ausentes. Hazlo
cuando esté presente la mayor parte de la familia. Si surgen conflictos de programa, cambia
o cancela —si es posible— la actividad que amenaza el culto.
El culto familiar debería ser un evento innegociable. En comparación con él, todo negocio,
pasatiempo, deporte y evento escolar es secundario.
• Nuestra familia es demasiado pequeña. Richard Baxter dijo que, para formar una familia,
solo se necesita uno que gobierne y otro que sea gobernado. Solo se necesitan dos para el
culto familiar. Como dijo Jesús: «… donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos» (Mt 18:20).
• Nuestra familia es demasiado diversa para que todos obtengan provecho. Ten un plan que
cubra todas las edades. Lee por algunos minutos un libro de historias bíblicas para los
pequeños, aplica un proverbio para los más grandes, y lee una o dos páginas de un libro
para adolescentes. Un plan inteligente puede sobreponerse a cualquier diversidad de edades.
Además, esta variedad en los hijos solo afecta de manera directa aproximadamente un tercio
del culto familiar; no afecta la oración ni el canto. Todos los grupos etarios pueden cantar y orar
juntos. Además, recuerda que la instrucción bíblica no necesita aplicarse directamente a cada uno
de los presentes. Mientras enseñas a los adolescentes, los pequeños aprenden a sentarse en
silencio. Sin embargo, no prolongues demasiado la discusión, o perderás el interés de todos. Si
los adolescentes quieren continuar, reanuda el diálogo después de la última oración, y cuando ya
los pequeños se hayan ido.
De la misma manera, los adolescentes están escuchando mientras enseñas a los más
pequeños. Viendo el ejemplo, están también aprendiendo cómo enseñar a niños. Cuando se
casen y tengan hijos, recordarán cómo condujiste el culto familiar.
• No soy bueno para guiar la adoración de nuestra familia. Aquí tienes algunas
sugerencias. Primero, lee uno o dos libros sobre el culto familiar, como los de James W.
Alexander, Matthew Henry, John Howe, George Whitefield, Douglas Kelly, y Jerry
Marcellino 2. Usa también la literatura de Terry L. Johnson 3. Segundo, busca la ayuda de
pastores y padres temerosos de Dios. Pregúntales si pueden visitar tu hogar y mostrarte
cómo conducir el culto familiar, u observar cómo lo haces tú y hacer sugerencias. Tercero,
empieza con algo simple. Confío en que ustedes ya están leyendo la Escritura y orando
juntos. Si no, empiecen a hacerlo. Si ya están leyendo y orando juntos, añadan una o dos
preguntas sobre la porción leída y canten algunos salmos o himnos. Agreguen un minuto o
dos cada semana hasta que lleguen a veinte.
Adquirirás destreza con la práctica. Como dijo George Whitefield, «Cuando el corazón tiene
la disposición correcta, llevar a cabo un culto familiar decente y edificante no exige ninguna
capacidad fuera de lo común» 4. Y lo más importante, pide al Espíritu Santo que te muestre cómo.
Luego, de la abundancia del corazón, tu boca hablará. Como dice Proverbios 16:23, «El corazón
del sabio enseña a su boca y añade persuasión a sus labios».
¿Es posible que nuestro verdadero problema con el culto familiar no sea nuestra incapacidad
de orar, leer, e instruir, sino más bien el no apropiarnos de las asombrosas promesas y el poder
que Dios nos ha dado para moldear sus hijos del pacto para su gloria?
• Algunos miembros de nuestra familia no participarán. Puede haber hogares en que es
difícil llevar a cabo el culto familiar. Sin embargo, tales casos son infrecuentes. Si tienes
hijos difíciles, establece una regla sencilla: si no hay lectura bíblica, ni canto, ni oración, no
habrá comida. Di: «En esta casa, serviremos al Señor. Todos respiramos, así que cada
miembro de este hogar debe alabar al Señor». El Salmo 150 no hace excepciones, incluso
tratándose de niños inconversos. Dice: «Todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya!» (v.
6).
• No queremos que nuestros hijos inconversos sean hipócritas. Un pecado no justifica otro.
Esta objeción proviene de una mentalidad peligrosa. Una persona inconversa nunca puede
alegar un estado de no conversión para descuidar su deber. No alientes a tus hijos a usar esta
excusa para evitar el culto familiar. Enfatiza su necesidad de usar todos los medios de
gracia.
• No canto bien. Incentiva a tus hijos a aprender a tocar piano u órgano. O consigue
grabaciones de cantos, escribe la letra que se oye en las grabaciones, y usa las grabaciones
con tu familia.
Los reformadores sabían usar la música. Lutero dijo:
«Quien no percibe el don y la perfecta sabiduría de Dios en sus maravillosas obras musicales, es
verdaderamente un estúpido, y no es digno de ser considerado un hombre» 5.
Motivaciones para el culto familiar 5

Cada padre y madre que teme al Señor debería establecer y mantener el culto familiar en el hogar
por las siguientes razones:
• El bienestar eterno de tus seres queridos. Dios usa medios para salvar las almas. Por lo
general, él usa la predicación de su palabra, pero también puede usar el culto familiar. Así
como hay una conexión entre la predicación y la salvación de las almas en la congregación,
hay una conexión entre el culto familiar y la salvación de las almas. Proverbios 22:6 dice:
«Instruye al niño en el camino que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él».
Esa regla se ha confirmado por siglos. De la misma forma, Salmo 78:5–7 dice: «Porque él
estableció un testimonio en Jacob, y puso una ley en Israel, la cual ordenó a nuestros padres,
que enseñaran [es decir, las alabanzas del Señor y sus obras maravillosas] a sus hijos, para
que la generación venidera lo supiera, aun los hijos que habían de nacer, y estos se
levantaran y lo contaran a sus hijos».
No conocemos la voluntad secreta de Dios, pero sí sabemos que Dios se liga a los medios.
Somos llamados a esforzarnos con esperanza, usando diligentemente los medios de adoración
familiar, para que nuestros hijos no olviden las obras de Dios. Por el contrario, si dejamos que
nuestros hijos actúen solos, la Escritura dice que nos avergonzarán. Para cualquier padre
temeroso de Dios, la idea de que sus hijos pasen la eternidad en el infierno debería ser
abrumadora. Imagina, además, enfrentar la eternidad confesando que no nos esforzamos de
verdad por las almas de nuestros hijos. ¡Sería aterrador confesar: «A nuestros hijos les leí la
Biblia, pero nunca se la expliqué; oré por sus almas, pero nunca con fervor»!
Charles Spurgeon recordaba claramente cómo su madre, con lágrimas, oraba por él así:
«Señor, tú sabes que si mis oraciones no son contestadas mediante la conversión de Charles,
estas mismas oraciones testificarán en su contra el día del juicio». Spurgeon escribió: «La idea de
que las oraciones de mi madre testificaran en mi contra el día del juicio aterrorizaba mi corazón».
Padres, usen todos los medios para que sus hijos sean arrebatados del fuego cual tizones.
Oren con ellos, enséñenles, canten con ellos, lloren por ellos, amonéstenlos, razonen con ellos y
apelen a su bautismo. Recuerden que en cada culto familiar ustedes llevan a sus hijos a la
presencia misma del Altísimo. Busquen gracia para que la bendición del Dios Todopoderoso
descienda sobre su familia.
• La satisfacción de una conciencia limpia. Ryle dijo: «Les encargo, padres, que hagan
todos los esfuerzos posibles por instruir a sus hijos en el camino que deben andar. Se lo
encargo no meramente por amor a las almas de sus hijos, sino por la paz y el bienestar
futuros de ustedes mismos. Realmente su propia felicidad depende mucho de ello. Las
lágrimas más tristes que el hombre ha tenido que derramar alguna vez han sido causadas por
los hijos» 1. Cuando los padres han cumplido fielmente con su deber pero siguen viviendo
con un hijo pródigo, tales dolores ya son bastante agudos; pero ¿quién puede soportar el
reproche de una conciencia que punzantemente nos condena porque nunca los educamos en
el temor del Señor? Es vergonzoso no haber tomado en serio el voto que hicimos en el
bautizo de nuestros hijos, de educarlos en nuestras doctrinas confesionales.
Muchísimo mejor es poder decir: «Hijo, te enseñamos la palabra de Dios; luchamos por tu
alma; vivimos dándote un ejemplo de lo que es el temor de Dios. Lo que viste en nosotros no fue
una piedad libre de pecado, sino una fe no fingida.
Sabes que primero buscamos el reino de Dios y su justicia. Tu conciencia dará testimonio de
que Cristo es el centro de este hogar. Cantamos juntos, oramos juntos, y conversamos. Si te alejas
de esta luz y estos privilegios, e insistes en seguir tu propio camino, solo podemos orar que, en el
día del juicio, todo tu estudio de la Biblia, oración y canto no se levanten contra ti, y que
razonarás antes de que sea demasiado tarde» 2.
Como dijo Ryle, «Feliz en verdad es el padre que, como Robert Bolton en su lecho de
muerte, puede decir a sus hijos: “Tengo la certeza de que ninguno de ustedes se atreverá a
encontrarse conmigo en el tribunal de Cristo sin haber sido regenerado”» 3. Debemos vivir y
conducir el culto familiar en forma tal que nuestros hijos no puedan decir: «Me están atando de
manos y pies, y arrojando en las tinieblas eternas, por culpa del descuido, la hipocresía, y la
autocomplacencia de ustedes en lo referente a Dios. Padre, madre, ¿por qué no me fueron
fieles?».
• Ayuda en la crianza de los hijos. El culto familiar promueve la armonía del hogar en
tiempos de aflicción, enfermedad, y muerte. Permite conocer más las Escrituras y acrecienta
tanto tu propia piedad personal como la de tus hijos. Da mayor sabiduría para enfrentar la
vida, más apertura para abordar preguntas significativas, y genera una relación más estrecha
entre padres e hijos. Los lazos fuertes que se establecen en el culto familiar durante los
primeros años pueden ser de gran ayuda para los adolescentes en los años venideros. Al
recordar las oraciones y la adoración familiar, pueden ser librados de mucho pecado. En
momentos de tentación, pueden decir: «¿Cómo puedo herir a un padre que lucha
diariamente con Dios en mi favor?».
J. W. Alexander advirtió: «Cuando tus hijos entren a la adolescencia, todos tus lazos serán
apenas como una telaraña a menos que hayas influido constantemente en ellos mediante el
creciente vínculo diario de la religión familiar. Mira a tu alrededor las familias que profesan fe en
Cristo, y observa la diferencia entre quienes adoran a Dios y quienes no lo hacen. Luego,
amando a tu descendencia, y librándola de la rebelión de Ofni y Finees, establece en tu casa la
adoración de Dios» 4.
• La brevedad del tiempo. «Sin embargo, ustedes no saben cómo será su vida mañana. Solo
son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece» (Santiago 4:14). La
instrucción diaria es solo para unos meros veinte años o menos, y ni siquiera ese tiempo está
asegurado. Deberíamos liderar el culto familiar siendo conscientes de cuán breve es la vida
en relación con la inagotable eternidad. Los niños percibirán esta realidad si el culto familiar
es hecho con seriedad, amor, cordialidad, y constancia.
• Amor a Dios y a su iglesia. Los padres piadosos quieren glorificar a Dios y servir a su
iglesia. Quieren dar a esta hijos espiritualmente robustos. Ora para que tus hijos e hijas sean
pilares en la iglesia. Benditos son los padres que un día llegan a ver entre la multitud de
adoradores a sus propios hijos e hijas. El culto familiar es el fundamento de dicho futuro.
Como jefes de hogar, somos responsables por la educación espiritual de nuestras familias.
Debemos hacer todo lo posible por establecer y mantener el culto familiar en nuestros hogares.
Tenemos ejemplos bíblicos de adoración familiar; ¿no los seguiremos? ¿Ha puesto Dios en
nuestros hogares las almas de criaturas hechas a su imagen, y no usaremos todas nuestras
capacidades para que nuestros hijos se inclinen en adoración delante de Dios y de su Hijo
Jesucristo? ¿No nos esforzaremos por promover en nuestro hogar la piedad cristocéntrica que el
culto familiar promueve tan adecuadamente? ¿Jugaremos con la educación espiritual, y aun peor,
con la eternidad de los miembros de nuestra propia familia?
El culto familiar regular hará que nuestros hogares sean lugares más benditos para vivir. Los
hará más armoniosos; más santos. Los ayudará a honrar a Dios. Como dice 1 Samuel 2:30, «Yo
honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco». La adoración
familiar nos dará paz. Edificará la iglesia. Por lo tanto, junto con Josué, debemos decir: «Pero yo
y mi casa serviremos al Señor. Usaremos su palabra para enseñar a nuestros hijos; invocaremos
diariamente su nombre; y cantaremos su alabanza con humildad y gozo».
Si tus hijos son grandes y están fuera del hogar, aún no es demasiado tarde para hacer lo
siguiente:
• Ora por ellos. Pide que Dios enderece las varas torcidas y saque algo bueno de lo malo.
• Confiesa tu pecado delante de Dios y delante de tus hijos. Dales literatura sana sobre la
adoración familiar.
• Habla y ora con tus nietos. Haz por ellos lo que no hiciste por tus hijos.
• Empieza el culto familiar con tu cónyuge. Sigue el consejo de James W. Alexander:
«Acude ahora mismo al trono de gracia con tu familia» 5.
• Sin importar lo que suceda, no te desanimes ni renuncies al culto familiar. Vuelve a
empezar. Sigue adelante. Sé realista. No esperes perfección de tus esfuerzos ni de la
respuesta de tus hijos. Toda tu perfección está en tu gran Sumo sacerdote, que intercede por
ti y ha prometido mostrar gracia para con los creyentes y la descendencia de estos.
• Ruega al Señor que bendiga tus débiles esfuerzos y salve a tus hijos y a tus nietos. Ruégale
que los tome en sus brazos por toda la eternidad. Que Dios te conceda generosamente la
ayuda de su Espíritu, por el bien de las almas, y por amor de su nombre.
APÉNDICE 1

Guía para el culto familiar 1


Asamblea en Edimburgo, 24 de agosto de 1647

Instrucciones para la adoración privada y la edificación mutua, y para reprender a quienes


descuidan el culto familiar.

Tras una madura deliberación, la Asamblea general aprueba las siguientes reglas e instrucciones
para preservar la piedad y prevenir las divisiones y los cismas. También designa ministros y
presbíteros gobernantes en cada congregación a fin de cuidar especialmente que estas
instrucciones sean observadas y seguidas. De la misma forma, los presbiterios y los sínodos
provinciales deben inquirir e investigar si estas instrucciones son debidamente observadas en sus
jurisdicciones, y reprobar o censurar (según la gravedad de la falta) cuando sea necesario. Para
que estas instrucciones no carezcan de efecto o provecho entre algunos por descuidar
habitualmente la esencia misma del deber del culto familiar, la Asamblea además exige y designa
ministros y presbíteros gobernantes para averiguar con diligencia, en las congregaciones
encargadas a ellos, si acaso alguna familia está descuidando habitualmente este necesario deber.
Si se encontrare tal familia, el líder de ella deberá ser primero amonestado en privado para
corregir su falta. Si su negligencia continúa, el consistorio lo reprenderá seria y solemnemente, y
si sigue descuidando el culto familiar, su obstinación en semejante falta le valdrá ser suspendido
y excluido de la Santa cena, sacramento en el cual será correctamente considerado indigno de
participar mientras no rectifique la situación.

INSTRUCCIONES DE LA ASAMBLEA
GENERAL CONCERNIENTES
A LA ADORACIÓN PRIVADA
Y A LA EDIFICACIÓN MUTUA, PARA
CONSERVAR LA PIEDAD, MANTENER
LA UNIDAD, Y EVITAR CISMAS Y DIVISIONES

Además del culto público congregacional, que en este territorio se ha establecido


misericordiosamente con gran pureza, es conveniente y necesario recomendar y establecer el
culto privado individual y familiar, de modo que, junto con una reforma nacional, se desarrolle la
profesión y el poder de la piedad personal y familiar.

I. Primero, en cuanto al culto personal, es sumamente necesario que cada uno se dedique
individualmente y por sí mismo a la oración y a la meditación. Quienes más práctica tienen en
esta materia conocen mejor el indescriptible beneficio de ella. El culto individual es el medio por
el cual, de manera especial, se mantiene la comunión con Dios y se obtiene la preparación
correcta para todos los demás deberes. Por lo tanto, no solo es importante que los pastores,
dentro de sus diversas responsabilidades, insten a toda clase de individuos a llevar a cabo este
deber en la mañana, en la noche, y en otros momentos, sino que también corresponde a todos los
líderes familiares cuidar que ellos mismos y todos cuantos están a su cargo sean cada día
diligentes en estos asuntos.

II. Cuando las familias se reúnen para el ejercicio de la piedad, deberían tener lugar los
siguientes deberes comunes pertenecientes a ello: primero, oración y alabanzas, llevadas a cabo
con especial reverencia a la condición pública de la iglesia de Dios y este reino, y al presente
caso de la familia y cada uno de sus miembros. A continuación, lectura de las Escrituras, con una
catequización clara que permita a los individuos menos avanzados entender mejor las ordenanzas
públicas y la lectura bíblica. También debería haber conversación piadosa que edifique a todos
los miembros de la familia en la santísima fe, y que incluya, cuando sea apropiado, amonestación
y reprensión de parte de quienes tienen autoridad en la familia.

III. Tal como la responsabilidad y el oficio de interpretar las Santas Escrituras es una parte de
la vocación ministerial, y nadie, en ningún lugar (cualquiera sea su aptitud en otro ámbito),
debería adoptar estas responsabilidades para sí mismo a menos que sea debidamente llamado por
Dios y por su iglesia, así en cada familia donde haya alguien que pueda leer, las Santas Escrituras
deberían ser leídas comúnmente a la familia. Es recomendable que posteriormente dialoguen y
saquen provecho de lo que se ha leído y oído. Por ejemplo, si en la lectura de la palabra se ha
reprobado algún pecado, esto puede usarse para llamar a toda la familia a ser prudente y vigilante
contra lo mismo; o si en la porción bíblica leída se ha proferido alguna amenaza de juicio, o se ha
dicho que este ha sido aplicado, esto puede usarse para que toda la familia tema ser objeto de un
juicio similar o peor si no evita el pecado que lo produjo; y por último, si se ha exigido algún
deber o se ha ofrecido consuelo en una promesa, puede usarse para estimularlos a buscar la
fuerza de Cristo que les permita cumplir el deber ordenado y obtener el consuelo ofrecido. En
todo esto, el jefe de hogar debe llevar el liderazgo, y cualquier miembro de la familia puede
proponer alguna pregunta o duda para resolver.

IV. La cabeza del hogar debe cuidar que ningún miembro de la familia se reste de alguna
parte del culto familiar. Puesto que la ejecución típica de todas las partes del culto familiar
pertenece propiamente a la cabeza del hogar, el pastor debe estimular a los perezosos y entrenar
a los débiles para adecuarlos a estos ejercicios. Siempre es lícito invitar a alguien aprobado por el
presbiterio para llevar a cabo el culto familiar, y en otras familias, donde el jefe de hogar sea
inadecuado, el pastor y el consistorio pueden aprobar que otro residente permanente del hogar
lleve a cabo ese servicio. En tal caso, el pastor y el consistorio serán responsables ante el
presbiterio. Y si un pastor, por la providencia divina, es llevado a alguna familia, nunca debe
convocar para el culto a una parte de ella excluyendo al resto, excepto en casos excepcionales
que conciernan únicamente a una parte, y que, en la prudencia cristiana, hagan innecesaria o
desaconsejable la participación de los demás.

V. Ningún ocioso que carezca de ocupación particular, ni vagabundo alguno que pretenda
tenerla, está autorizado para llevar a cabo el culto en las familias, porque por esta vía, personas
llenas de errores o resueltas a causar división pueden estar listas para introducirse sigilosamente
en las casas y tomar cautivas a las almas necias e inestables.

VI. En el culto familiar, debe cuidarse especialmente que cada familia permanezca sola. No
deberían solicitar, invitar, ni admitir miembros de otras familias, excepto quienes estén alojados
con ellos, o estén en la cena, o estén con ellos por otra razón en alguna situación lícita.

VII. Aunque las reuniones de personas de distintas familias puedan haber funcionado y
dado resultado en períodos de corrupción o problemas (casos en los cuales son recomendables
muchas cosas que, de otra manera, serían intolerables), al contrario, cuando Dios nos ha
bendecido con paz y un evangelio puro, dichas reuniones de personas de distintas familias
(exceptuando los casos mencionados en esta guía) deben desaprobarse, y considerarse propensas
a obstaculizar el ejercicio religioso de cada familia en sí misma, a perjudicar la labor pastoral
pública, a desgarrar las familias de las congregaciones particulares, y con el paso del tiempo, a
destrozar la iglesia entera. Además, a través de semejante práctica pueden cometerse muchas
faltas, dando lugar al endurecimiento de los corazones de hombres carnales y a la aflicción de los
piadosos.

VIII. En el Día del Señor, luego de que cada miembro de la familia y la familia completa
hayan buscado de manera individual y grupal al Señor (en cuyas manos está la preparación de
los corazones de los hombres) para estar aptos para el culto público, y que él bendiga para ellos
las ordenanzas públicas, el líder familiar debe asegurarse de que cada persona a su cargo asista al
culto público para que tanto él como los demás se reúnan con el resto de la congregación. Al
término del culto público, después de la oración, él debería pedir cuentas de lo aprendido.
Después, el tiempo libre que les quede deberían ocuparlo usando un catecismo y teniendo alguna
conversación espiritual sobre la palabra de Dios. Otra opción es aplicarse individualmente a la
lectura, la meditación, y la oración privada, de modo que puedan confirmar y desarrollar su
comunión con Dios, conservar y promover el beneficio obtenido de las ordenanzas públicas, y
ser más edificados para la vida eterna.

IX. Quienquiera que pueda orar debería usar ese don de Dios. Quienes carezcan de
experiencia y sean más débiles podrían empezar con un modelo de oración ya establecido. Sin
embargo, para que no tarden en despertar en sí mismos (según sus necesidades diarias) el espíritu
de oración que todos los hijos de Dios reciben en alguna medida, deberían orar privadamente a
Dios con más fervor y frecuencia, a fin de capacitar sus corazones para concebir —y sus lenguas
para expresar a Dios— deseos apropiados en favor de sus familias. Mientras tanto, para cobrar
mayor ánimo, deberían meditar en, y hacer uso de, los siguientes motivos de oración.

• Deberían confesar a Dios cuán indignos son de venir ante su presencia, e inadecuados para
adorar su majestad. Deberían, en consecuencia, pedir fervientemente a Dios un espíritu de
oración.
• Deberían confesar sus pecados y los pecados de la familia, acusándose, juzgándose, y
condenándose a sí mismos por ellos, hasta producir una verdadera humillación en sus almas.
• En el nombre de Cristo y por medio del Espíritu, deberían derramar sus almas a Dios para
perdón de pecados; gracia para arrepentirse; y para creer, y vivir sobria, recta, y
piadosamente; para que puedan servir a Dios con gozo y deleite, andando delante de él.
• Deberían dar gracias a Dios por sus muchas misericordias para con su pueblo, y para con
ellos mismos; y especialmente por amarlos en Cristo, y por la luz del evangelio.
• Deberían orar por cualesquiera beneficios particulares —espirituales o temporales— que
puedan necesitar en el momento (sea en la mañana o en la noche) concernientes a salud o
enfermedad, prosperidad o adversidad.
• Deberían orar por la iglesia de Cristo en general, por todas las iglesias reformadas, y por su
propia iglesia en particular; y por todos cuantos sufren por el nombre de Cristo; por todos
nuestros líderes, por el rey, la reina, y sus hijos; por los oficiales, ministros, y toda la
congregación de la cual sean miembros; por aquellos miembros que estén ausentes debido a
ocupaciones lícitas, y por quienes estén en casa.
• La oración puede terminar con un deseo sincero de que Dios sea glorificado en la venida
del reino de su Hijo y en el hacer su voluntad, y con la seguridad de que ellos mismos son
aceptados por Dios, y de que lo pedido conforme a la voluntad de él será hecho.

X. Estos ejercicios deberían llevarse a cabo con gran sinceridad, sin tardanza, dejando de
lado toda ocupación u obstáculo mundanal, desatendiendo las burlas de ateos y profanos, y
respetando las grandes misericordias de Dios para con esta tierra y las severas correcciones con
que últimamente nos ha disciplinado. Para este efecto, las personas de mayor rango (así como
todos los ancianos de la iglesia) deberían no solo incitarse a sí mismos y a sus familias a ser
diligentes en esta materia, sino también asegurarse de que los ejercicios antes mencionados sean
conscientemente llevados a cabo en cada familia bajo la autoridad y la responsabilidad de ellos.

XII. Además de los ya mencionados deberes ordinarios de las familias, hay deberes
extraordinarios de humillación y acción de gracias. Las familias deben llevarlos cuidadosamente
a cabo en aquellas ocasiones extraordinarias —públicas o privadas— que el Señor determine.

XII. La palabra de Dios exige que consideremos provocarnos mutuamente al amor y a las
buenas obras. Por lo tanto, en todo tiempo, y especialmente hoy, cuando abunda lo profano, y
los burladores, andando tras sus codicias, consideran extraño que otros no corran con ellos hacia
el mismo exceso de inmoralidad, cada miembro de esta iglesia debería incitarse a sí mismo y a
los demás a cumplir los deberes de edificación mutua mediante instrucción, amonestación, y
reprensión.
Los miembros deberían exhortarse mutuamente a manifestar la gracia de Dios negando la
impiedad y los deseos mundanos, y a vivir de manera piadosa, sobria, y recta en este mundo
presente.
Deberían consolar a los débiles y orar con o por los demás. Estos deberes deben cumplirse
en ocasiones especiales que la divina providencia ofrezca —es decir, frente a cualquier
calamidad, cruz, o gran dificultad, o cuando se necesite consejo o consuelo—.
Deberían llevar a cabo estos deberes cuando se haya de amonestar privadamente a un
transgresor, y si eso no es eficaz, una o dos personas más deberían sumarse a la amonestación,
conforme a la regla de Cristo, para que cada palabra quede confirmada por la boca de dos o tres
testigos.
XIII. Puesto que no a todos se ha concedido decir una palabra oportuna a una mente
cansada o afligida, es conveniente, en ese caso, que quien no encuentre alivio tras el uso de los
medios ordinarios —privados o públicos—, busque el consejo de su propio pastor, o de algún
cristiano con experiencia. Si la persona atribulada, en razón de su condición o sexo, y por una
cuestión de discreción, modestia, o riesgo de escándalo, requiere la presencia de un amigo
personal piadoso y serio en la reunión con el pastor, es conveniente que dicho amigo esté
presente.

XIV. Cuando, camino a sus ocupaciones particulares, o por cualquier necesidad, personas de
familias distintas se hallen reunidas por la providencia divina, estas personas, puesto que desean
que el Señor su Dios las acompañe dondequiera que vayan, deben andar con él: no deben
descuidar los deberes de la oración y la acción de gracias, sino llevarlos a cabo eligiendo para
ello a quien consideren más apropiado. Deberían, así mismo, cuidar que de sus bocas no salga
ninguna declaración corrupta, sino la que sea buena para edificar y ministrar gracia a los oyentes.
El propósito y alcance de todas estas instrucciones es, por un lado, conservar y extender el
poder y la práctica de la piedad entre todos los pastores y miembros de esta iglesia, dondequiera
que vivan o trabajen, y librar de cualquier impiedad o mofa a los ejercicios religiosos. Por otro
lado, se busca que, bajo el nombre y pretexto de ejercicios religiosos, no se permita reunión o
práctica alguna que engendre error, escándalo, división, desprecio, o indiferencia ante las
ordenanzas públicas o los ministros; nada que motive el descuido de los deberes
correspondientes a las ocupaciones particulares, u otros males que son obra de la carne, no del
Espíritu, y que son contrarios a la verdad y a la paz.
APÉNDICE 2

John Paton se va de casa

Por si aún tienes dudas sobre el impacto del culto familiar, y para animar a los padres que ya
están llevándolo a cabo, quiero compartir contigo la historia de cuando John Paton se fue de
casa. Partía para entrar a la escuela, y más tarde iría como misionero a los caníbales. Paton
escribe:

Mi querido padre caminó junto a mí los primeros diez kilómetros. Sus consejos,
lágrimas y conversación celestial en ese viaje de despedida permanecen frescos en mi
corazón como si solo hubiera ocurrido ayer; y cada vez que mi memoria me traslada
hasta esa escena, las lágrimas ruedan por mis mejillas con la misma facilidad que en
aquel momento. Durante el último kilómetro, más o menos, caminamos juntos en un
silencio casi ininterrumpido —mi padre, como solía hacerlo, con el sombrero en la
mano […]—. Sus labios seguían moviéndose, orando en silencio por mí, y sus lágrimas
brotaban rápidamente cuando nuestros ojos se encontraban en miradas que no
requerían palabras. Al llegar al lugar de despedida, nos detuvimos. Por un momento, él
sujetó firmemente mi mano en silencio, y luego, con solemnidad y afecto, dijo: «¡Que
Dios te bendiga, hijo! ¡Que el Dios de tu padre te prospere, y te guarde de todo mal!».
Incapaz de decir más, siguió moviendo sus labios orando en silencio. Llorando, nos
abrazamos y nos despedimos. Yo corrí tan rápido como pude y, cuando estaba a punto
de doblar una esquina hacia el camino en que me perdería de su vista, miré hacia atrás
y lo vi, de pie, con la cabeza descubierta, allí donde lo dejé —observándome—.
Agitando mi sombrero para despedirme, di la vuelta a la esquina en un instante. Sin
embargo, mi corazón estaba demasiado pesado y dolorido como para seguir
sosteniendo mi andar, así que me arrojé a un lado del camino y lloré un rato.
Después,levantándomeconcuidado,subíaunmurallón para ver si aún estaba donde lo
había dejado, y en ese mismo momento, ¡lo distinguí subiendo al murallón para
observarme! No me vio, y luego de observar ansiosamente hacia donde estaba yo por
un rato, bajó, volvió el rostro en dirección a casa, y comenzó a volver —su cabeza aún
descubierta, y su corazón, con toda seguridad, todavía elevándose en oración por mí—.
A través de las lágrimas que dificultaban mi visión, miré hasta que su silueta
desapareció de mi vista, y entonces, retomando mi camino con prisa, prometí, de
manera profunda y reiterada, que con la ayuda de Dios viviría y actuaría en forma tal
que nunca afligiera o deshonrara a un padre y a una madre como los que él me había
dado. Muy a menudo a lo largo de mi vida, el aspecto de mi padre al despedirnos —sus
consejos, oraciones, y lágrimas—, el camino, el murallón, el momento en que subió, y
luego la forma en que se alejó, cabeza al descubierto, han regresado vívidamente a mi
mente —y aun ahora mientras escribo— como si hubiera sucedido hace apenas una
hora. En mis primeros años, particularmente, cuando estuve expuesto a muchas
tentaciones, su silueta alejándose se me aparecía como la de un ángel guardián. No es
fariseísmo, sino profunda gratitud, lo que me lleva ahora a testificar que, por la gracia
de Dios, recordar esa escena no solo contribuyó a mantenerme puro de pecados
recurrentes, sino que también me estimuló para que, en todos mis estudios, no
defraudara sus esperanzas, y en todos mis deberes cristianos, pudiera seguir fielmente
su brillante ejemplo 1.

¿Cuál fue la motivación subyacente que condujo a John Paton a amar tan intensamente a su
padre y la fe de este? Paton responde:

Jamás consigo explicar, ni tampoco podría entenderlo un extraño, cuánto me


impresionaban las oraciones de mi padre en aquel tiempo. Cuando él, arrodillado en el
culto familiar, y todos nosotros hincados a su alrededor, derramaba su alma entera
orando con lágrimas por la conversión del mundo pagano al servicio de Jesús —así
como por cada necesidad, personal y doméstica—, todos sentíamos que estábamos en
la presencia del Salvador viviente, y así aprendimos a conocerlo y amarlo como nuestro
divino amigo. Al levantarnos de nuestras rodillas, yo solía mirar el rostro iluminado de
mi padre, y deseaba ser espiritualmente como él, anhelando que, en respuesta a sus
oraciones, se me privilegiara y preparara para llevar el bendito Evangelio a algún
segmento del mundo pagano 2.

Con un padre así, ¿te sorprende que John Paton fuera a los caníbales? Su esposa y su hijo
morirían en el campo misionero, donde él los enterraría en la arena y dormiría sobre sus
sepulcros para proteger sus cuerpos de los caníbales. ¡Oh, el poder del culto familiar temeroso de
Dios!
Índice de textos bíblicos

ANTIGUO
TESTAMENTO

Génesis
3:8 11
3:15 12
8:20–21 12
12:3 13
18:19 23

Éxodo
12 33

Deuteronomio
6 33
6:6–7 19
8:3 21
11:18–19 20

Josué
24:14–15 17
24:31 18

1 Samuel
2:30 51

2 Crónicas
20:19 22
Job
1:5 12

Salmos
2 30
22 31
48 31
63 31
66:1–2 22
78 33
78:5–7 47
84 31
91 31
92 31
105:2 22
118 31
118:15 21
121 31
128:3 21
150:6 44

Proverbios
4:1 34
16:23 44
22:6 49

Isaías
40–66 31
53 31

Jeremías
10:25 20

Zacarías
12:10–14 13

NUEVO
TESTAMENTO

Mateo
4:4 21
6:33 28
18:20 42
26 31

Juan
6 31
11 31
20 31

Hechos
2:39 13

Romanos
4:11 13
5 12

1 Corintios
7:14 13
10:31 21
15 12

Efesios
3:14–15 11
6:1–4 13
6:4 20

Colosenses
3:16 22
3:23 38

1 Timoteo
1:4–5 21

2 Timoteo
1:5 13
3:4–5 41
3:15 13

Tito
2:7 33
Santiago
4:14 50
5:13 22

1 Juan
1:3 12

Apocalipsis
7 31
21 31
22 31
1. Leland Ryken, Worldly Saints: The Puritans As They Really Were (Grand Rapids:
Zondervan, 1986), p. 80. Cf. Horton Davies, «Puritan Family Worship», en The Worship of
the English Puritans (Glasgow: Dacre Press, 1948), pp. 278–85; Jerry Marcellino,
Rediscovering the Lost Treasure of Family Worship (Laurel, Miss.: Audubon Press, 1996),
pp. 1–3.
2. «Family Worship: Biblical, Reformed, and Viable for Today», en Worship in the Presence
of God, ed. Frank J. Smith y David C. Lachman (Greenville, S.C.: Greenville Seminary
Press, 1992), p. 110. La mayor parte de esta última sección es una versión condensada del
excelente resumen de Douglas Kelly.
1. James Hufstetler, Family Worship: Practical Directives for Heads of Families (Grand
Rapids: Truth for Eternity Ministries, 1995), pp. 4–7.
2. Worship in the Presence of God, p. 112.
3. Oliver Heywood, «Family Worship A Commanded Duty: An Exhortation of Heads of
Families», The Banner of Truth, nro. 5 (abril 1957):36–40, y «The Family Altar», en The
Works of Oliver Heywood (Morgan, Penn.: Soli Deo Gloria, 1999), 4:294–418.
1. El Salterio es un libro que, comúnmente, contiene todos los Salmos bíblicos en versión
metrificada —es decir, adaptada al canto— (N. del T.).
2. Los niños mayores se beneficiarán también de lecturas como El valle de la visión, de
Arthur Bennett; La Biblia cada día, de John Stott; o Por amor a Dios, Vols. I-II, de D. A.
Carson (N. del T.).
3. Ciertas ediciones contienen, por ejemplo, invocaciones para antes de las comidas,
acciones de gracias para después de las comidas, y modelos de cultos matutinos y
vespertinos (N. del T.).
4. Westminster Confession of Faith (Glasgow: Free Presbyterian Publications, 1976), pp.
419–20.
5. Thoughts on Family Worship (Philadelphia: Presbyterian Board of Publications, 1847),
cap. 1.
6. Pink’s Jewels (MacDill, Florida: Tyndale Bible Society, s. d.), p. 91.
7. The Duties of Parents (Conrad, Mont.: Triangle Press, 1993), p. 11.
8. Westminster Confession of Faith, p. 419.
9. The Duties of Parents, p. 9.
10. Doctrinal Standards, Liturgy, and Church Order (Grand Rapids: Reformation Heritage
Books, 1999), p. 81.
11. «A Church in the House, a Sermon Concerning Family Religion», en The Works of
Matthew Henry (reimpr. Grand Rapids: Baker, 1978), 1:248–67. Cf. Thomas Doolittle,
«How may the Duty of Daily Family Prayer be best managed for the Spiritual Benefit of
Every One in the Family?», en Puritan Sermons 1659–1689 (reimpr. Wheaton: Richard
Owen Roberts, 1981), 2:194–271.
1. «The Necessity and Excellence of Family Religion», en Sermons on Important Subjects
(Nueva York: Robert Carter and Brothers, 1853), p. 60.
2. Howe, «The Obligations from Nature and Revelation to Family Religion and Worship,
represented and pressed in Six Sermons», en The Works of John Howe (Nueva York: Robert
Carter, 1875), 1:608–628; Whitefield, «The Great Duty of Family Religion», The Banner of
Sovereign Grace Truth 2 (abril-mayo, 1994): 88–89, 120–21.
3. The Family Worship Book: A Resource Book for Family Devotions (Fearn, Ross-shire:
Christian Focus, 1998).
4. Whitefield, «The Great Duty of Family Religion», The Banner of Sovereign Grace Truth 2
(abril-mayo, 1994): 88–89, 120–21.
5. Alexander, Thoughts on Family Worship, cap. 18.
1. The Duties of Parents, pp. 36–37.
2. Cf. The Works of Matthew Henry, 1:252.
3. The Duties of Parents, p. 36.
4. Alexander, Thoughts on Family Worship, p. 238.
5. Ibíd., p. 245.
1. Esta edición de la guía ha sido actualizada para el lector de hoy. Una versión comentada
del documento (que incluye referencias cruzadas a la Biblia y la Confesión de Westminster)
se encuentra en The Directory for Family Worship (Greenville: Greenville Presbyterian
Theological Seminary, 1994). Para leer un comentario con guía de estudio, véase Douglas
W. Comin, Returning to the Family Altar (Aberdeen: James Begg Society, 2004).
1. John G. Paton: Missionary to the New Hebrides (Edimburgo: The Banner of Truth Trust,
1965), pp. 25–26.
2. Ibíd., 21.

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