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TEMA 9.

c
El Reconciliador: El dador de vida.
Yo soy la vida.
CONTENIDO

Dijimos que nos quedaba una puerta abierta para poder expresar de la manera más amplia posible
lo que significa realmente la reconciliación traída por Jesucristo. Y se trata no tanto de algo que
ocurre en algún momento -como cuando nos perdona los pecados- ni tampoco de algo tan
relacionado a nuestra voluntad de imitarlo, sino algo que siempre está ocurriendo en nosotros,
algo que se relaciona mucho con estos dos aspectos, pero que va más allá de ellos: sanación y
plenitud.

Eternidad y plenitud

Muchas veces entendemos la “eternidad” como sinónimo del “cielo”. Pero esta palabra se refiere
a algo ya presente en nosotros, no solamente algo que sucederá luego. La Iglesia nos enseña que
“la vida eterna comienza con el bautismo, va más allá de la muerte y no tendrá fin” (Youcat 156).
En el fondo se refiere a ese amor de Dios que es eterno, porque no es medible en el tiempo ni en
la materia, que entra en lo más profundo de nuestro espíritu y comienza a crecer como el arbolito
de la parábola de la semilla de mostaza (Mt 13, 31-32).

La RAE define plenitud como “apogeo, momento álgido o culminante de de algo” (RAE). En su raíz
etimológica hace alusión también a lo que está completo 1. Por lo tanto, cuando hablamos de
plenitud, nos referimos a aquello que es lo mejor que puede ser. Si decimos felicidad plena, es la
más alta y completa de las felicidades que podemos alcanzar. Si decimos vida plena, nos referimos
a aquella más completa y armoniosa. Aquella que es más vida que muerte.

Por eso eternidad y plenitud son un sinónimo y resumen a lo que nos referimos con vivir una vida
reconciliada, o una vida en armonía. Y esa plenitud la trae Jesucristo.

La Fuente de Agua viva (Jn 4, 1-30)

En el Evangelio de Juan hay dos analogías que ofrece Cristo, en donde se presenta como esa
plenitud que se introduce en todos los rincones de nuestra vida. Una de ellas es en una
conversación con una Samaritana2 en la que se refiere así mismo con una “fuente de agua que
brota para vida eterna” y que sacia la sed para siempre. Le dice a esta mujer que no importa
cuantas veces tome del agua del pozo de su pueblo, siempre habrá un momento donde tenga sed.
Pero que Él da un agua espiritual, que no perece. Aquí hace referencia a esa eternidad de la que
hablábamos. Jesús nos da una vida que va más allá de los problemas contingentes, los supera.
Quien vive esa vida en Cristo, no importa que esté pasando por los peores momentos, se mantiene
en una paz espiritual serena, alimentada por el Señor.

La Vid (15, 1-17)

1
Etimologías.dechile.net
2
O sea una mujer de Samaria, una región cerca de Judea.
La otra parábola, es aquella en la que el Señor se presenta como la vid y nos dice que nosotros
somos los sarmientos. La vid es el tronco principal del árbol de la uva, los sarmientos son las ramas
que sostienen las uvas. Él dice que es como ese tronco principal de donde emana la sabia que
permite que los sarmientos -o sea nosotros- tengan vida y den fruto -la uva-. Él es esa vida interna
que tenemos, que como sabia, sin tiempo y espacio nos da plenitud, nos proporciona una fuerza
espiritual que nutre todos los otros aspectos de nuestra vida: la vida anímica y corporal. El que se
deja vivificar por Cristo, de ese amor eterno, puede dar los mejores frutos, que no son el éxito
material, ni tampoco el “bienestar”, sino los frutos del Espíritu, que son la felicidad misma: amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí (Gal 5, 22-23).

Enfermos en el espíritu

Por el pecado y los pecados que cometemos -o de los cuales podemos ser víctimas- no solamente
nuestro cuerpo y nuestra mente -psiqué, psicología- están afectados 3, sino, sobre todo, nuestro
espíritu, aquello de nuestra naturaleza más propia de nosotros como personas. O sea, a nuestro
yo le cuesta perdonar, ser paciente, ser generoso, ser desprendido, confiado en Dios y en los
demás…le cuesta amar. Todas esas cosas tienen como raíz un espíritu enfermo, y eso no se sana
con el perdón de Dios solamente, sino con la vida divina que se nos regala: la gracia. Cuando San
Pablo dice “es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20), está hablando de alguien que está viviendo la
reconciliación de la manera más plena, que comprende que esa fuente de agua viva está llenando
toda su vida, y que en el fondo se está sanando, que está amando como Cristo mismo, y que Cristo
ama en Él. Esto lo seguiremos profundizando en el tema del Bautismo y los demás sacramentos.

Cristo médico

Por lo tanto, el Verbo de Dios, es Camino y es Verdad, pero además es Vida. Así como un médico
previene la muerte corporal de sus pacientes, Cristo es médico, porque nos sana de la muerte
espiritual. Eso es lo que más quiere de nosotros. Él quiere vivir en nosotros y transformar nuestras
vidas.

En constante reconciliación

Por eso, la reconciliación no acaba con una confesión, o con la vez en que fuimos bautizados.
Tampoco es suficiente seguir su ejemplo, porque somos seres necesitados de esa agua viva que
solo Él nos puede dar. Nuestra vida entera, nuestras acciones cotidianas, nuestros pensamientos,
nuestro desarrollo como personas, todo ello, debe estar en constante reconciliación, abriéndose a
la acción de Dios en nuestra vida. Aprender a relacionarnos con Él y a tener una vida Sacramental
rica es fundamental para esa plenitud que buscamos en esta vida y en la próxima.

CONCLUSIÓN

Como explicaremos mejor luego, por el bautismo Cristo mismo vive en nosotros y quiere ser
médico de nuestras almas necesitadas del verdadero amor y de una vida espiritual plena que haga
que todo el resto de nuestra vida sea plena. Una persona reconciliada es aquella que permite que
Jesucristo sea su camino, sea la verdad de su existencia y sea la vida plena.
3
Dicho sea de paso, esas cosas se afectan no solamente por el pecado. La vejez, las enfermedades
corporales etc, son cosas que nos afectan también porque siguen el orden de la creación (ver Guardini R, La
Existencia del Cristiano, pág 141).
CONSECUENCIA APOSTÓLICA:

1-Muchas veces, cuando hablamos de reconciliación, hacemos alusión a pedir perdón o


perdonar, o simplemente a imitar a Cristo. Estas cosas son fundamentales, pero la reconciliación
es sobre todo una exhortación para tener una vida en Cristo, y dejar que él nos haga más plenos
en cada momento.

2-El Apóstol debe alimentarse por medio de los sacramentos y tener una relación viva con
Jesucristo. Una persona reconciliada es una persona que irradia los frutos del Espíritu Santo.

3-Reafirmar lo que significa que el Señor Jesús es nuestro Camino, nuestra Verdad y
nuestra Vida, es esencial.

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