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PRIMER SECTOR ECONOMICO

Johan Sebastian Villota Salazar

Hilary Michell Riascos Castillo-12200330

Stefany Paola Sinisterra Montaño-12200379

Samuel López Salcedo-12200214

Grupo #2

ACUICULTURA

La acuicultura o la acuacultura es el conjunto de actividades, técnicas y conocimientos de crianza


de especies acuáticas, vegetales y animales. Es una importante actividad económica de producción
de alimentos, materias primas de uso industrial y farmacéutico, y organismos vivos para
repoblación u ornamentación

La acuicultura mundial alcanzó en 2018 un número máximo de histórico con 82,1 millones de
toneladas una cantidad que asciende a 114,5 millones de toneladas si se suman las plantas
acuáticas por valor total de 263.600 millones de dólares

Los productos de la acuicultura representaron en 2018 el 46% de la producción total (pesca y


acuicultura y el 52% del pescado para consumo humano. China sigue siendo, con diferencia, el
mayor productor, Gracias a un industrial acuicola muy desarrollada, que ha producido desde 1991
más alimentos de acuicultura que el resto del mundo en su conjunto

“Desde 1961 el crecimiento anual del consumo de pescado ha duplicado el crecimiento


demográfico, poniendo de manifiesto que el sector pesquero es fundamental para alcanzar la
meta de la FAO de un mundo sin hambre ni malnutrición.”

PESCA

Colombia registra una riqueza de 1.572 especies dulceacuícolas (DoNascimiento et al. 2019), que
se distribuye en las cinco zonas hidrográficas del Ideam, destacándose los registros en las áreas
protegidas nacionales (Tabla 1). Con relación a la riqueza de especies de Colombia, 392 son
endémicas, es decir, sólo se encuentran en nuestro país; el 30% son comerciales (106 especies de
consumo y 351 ornamentales) y 106 especies son migratorias (DoNascimiento et al. 2019, Ortega-
Lara 2016, Usma etal. 2013, Lasso et al. 2011). La zona hidrográfica Magdalena-Cauca posee el
mayor número de especies endémicas (186) y amenazadas (41), debido a la deforestación,
erosión, sedimentación, contaminación por aguas residuales e industriales y desecación de
humedales (Galvis & Mojica 2007, Mojica et al. 2012, Jiménez-Segura et al. 2016). En la década de
los setenta la cuenca aportaba entre el 77% y 95% de la pesca continental y respecto a la pesca
nacional pasó de 69% al 18% en 2009 (Gutiérrez-Bonilla et al. 2011a). En el 2018, la sostenibilidad
del recurso estuvo comprometida por la pesca de juveniles de Prochilodus magdalenae,
Pseudoplatystoma magdaleniatum y Caquetaia kraussii (Duarte et al. 2018). La zona hidrográfica
Amazonas tiene el mayor número de peces comerciales aunque su pesca se basa en 30 especies,
especialmente bagres y carácidos (Agudelo-Córdoba et al. 2011). La cuenca presenta problemas de
deforestación y minería ilegal de oro que incrementan la sedimentación y contaminación por
mercurio de sus ríos, peces y personas. Las capturas de juveniles de Brachyplatystoma
platynemum, Brycon amazonicus y Prochilodus nigricans, hacen urgente controlar el incremento
del esfuerzo pesquero y en los ríos fronterizos, la armonización de las normas pesqueras con los
países vecinos (Agudelo-Córdoba et al. 2011, Duarte et al. 2018). La zona hidrográfica Orinoco con
298 especies comerciales, 68 endémicas y 21 amenazadas, es una zona clave para la economía
nacional, pero enfrenta amenazas por la desecación de humedales, el cambio de coberturas
vegetales por cultivos de arroz, palma, caña de azúcar, pastos y plantaciones forestales. Entre
1995 y 2009, los desembarcos anuales variaron entre 7.742 t y 1.024 t (Ramírez-Gil & Ajiaco-
Martínez 2011), mientras que en 2018, las capturas de Brachyplatystoma juruense y Zungaro
zungaro sugieren la revisión de la talla mínima de captura y disminuir la presión sobre los juveniles
de Prochilodus mariae (Duarte et al. 2018). La zona hidrográfica Caribe tiene 28 especies
amenazadas, 93 endémicas y 53 comerciales. Desde el 2011 se registró que las tallas de captura de
Prochilodus magdalenae y Sorubim cuspicaudus en el río Sinú, estaban por debajo de la talla de
madurez haciendo insostenible el recurso (Gutiérrez-Bonilla 2011), esta misma situación se
registró en 2018, con Hoplias malabaricus, Megaleporinus muyscorum y Prochilodus magdalenae
en el Atrato (Duarte et al. 2018). Por último, el 59% de los peces de la zona hidrográfica Pacífico
son endémicos y el 24% comerciales. Los ríos de esta vertiente son poco conocidos, no cuentan
con registros de captura de peces dulceacuícolas y enfrentan graves amenazas por deforestación,
la minería y la contaminación por desechos domésticos, industriales y basuras (Gutiérrez-Bonilla et
al. 2011b).

Mar caribe.

El mar Caribe que baña nuestra costa se extiende desde Castilletes en la frontera con Venezuela
hasta Cabo Tiburón en la frontera con Panamá, recorriendo 2.011 km. Posee un relieve submarino
heterogéneo, con amplias plataformas someras en áreas frente a La Guajira y al río Sinú, y otras
muy estrechas o inexistentes en inmediaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta y el delta del
Magdalena, donde a pocos metros de la costa se encuentran pendientes pronunciadas dando paso
al talud continental. El flujo de sus aguas es moldeado por procesos oceanográficos característicos,
como la corriente del Caribe, el giro Panamá–Colombia, la corriente oriental a lo largo de la costa
suramericana y central del Caribe y los torbellinos que pasan a través del Caribe, todos estos
influenciados por las condiciones climáticas. El Caribe colombiano tiene un clima característico por
estar ubicado en el área donde convergen los vientos alisios del norte y del sur, la Zona de
Convergencia Intertropical, condición que promueve la presencia de estaciones seca y de lluvias
anuales para el área, con un constante sistema de afloramiento de nutrientes generado por
diferentes procesos típicos de cada estación climática, torbellinos occidentales que transportan
nutrientes desde aguas venezolanas o transporte de nutrientes al oriente desde el Magdalena,
influyendo con mayor énfasis en la costa noroccidental. Este fenómeno disminuye sus alcances
hasta el suroriente caribeño. Adicionalmente, nuestro Caribe tiene aportes de varios cursos lóticos
continentales como el río Magdalena y su principal afluente el Cauca y los ríos Sinú, San Jorge,
Cesar, Atrato y Ranchería, todos ellos transportando sedimentos y confiriendo características
especiales al relieve y productividad a las áreas adyacentes a sus desembocaduras. Estas
condiciones de relieve, corrientes y clima cobijan y dan forma a gran variedad de ecosistemas
desde fondos de arena en las playas, hasta grandes profundidades marinas, proporcionando
albergue y recursos a infinidad de peces marinos.
El Pacífico colombiano incluye las aguas comprendidas latitudinalmente entre las fronteras
marítimas con Costa Rica, Panamá y Ecuador, y longitudinalmente desde la línea de costa hasta el
límite exterior de la zona económica exclusiva que genera la isla de Malpelo (400 millas a partir de
la costa continental). Su extensión es de aproximadamente 339.500 km2 entre aguas estuarinas,
costeras y oceánicas con profundidades hasta de 4.000 m (Beltrán León y Ríos, 2000). Este, a su
vez, se encuentra en el límite occidental del Pacifico Oriental Tropical (POT), y según Forsbergh
(1969), se encuentra dentro de la Ensenada de Panamá (Panama Bight). Esta ensenada fue
descrita por Sullivan y Bustamante (1999), como la ecorregión marina de mayor importancia para
conservación dentro de la provincia biogeográfica del POT, ya que incluye comunidades costeras
únicas como manglares, arrecifes coralinos, ríos y estuarios de alta productividad; además de sitios
de reproducción de mamíferos marinos y abundancia de importantes peces y crustáceos
comerciales. Oceano gráficamente, la fisicoquímica de las aguas depende en buena parte de los
fenómenos locales como el movimiento de la zona de convergencia inter-tropical (ZCIT), los
drenajes dulceacuícolas continentales y el afloramiento de Panamá, como también de un complejo
patrón de corrientes superficiales. Las principales corrientes que afectan las aguas del Pacífico
colombiano son la ciclónica de Panamá, la de Colombia y la contracorriente ecuatorial. Las áreas
donde convergen o se cruzan flujos de corrientes presentan diferentes frentes o remolinos que
benefician la biodiversidad o presencia de recursos por la productividad resultante. En la zona se
presenta un contraste entre las aguas oceánicas y las costeras, incluidas las estuarinas,
especialmente hacia el sur de Cabo Corrientes. Las primeras presentan en la superficie
temperaturas medias entre 25 y 27°C y salinidades medias de 33,5. Los valores extremos máximos
de temperatura (hasta 31°C) se han detectado con ocasión del fenómeno de El Niño; mientras que
valores mínimos de hasta 18°C y salinidades cercanas a 35 se han registrado en los primeros meses
del año y se deben al afloramiento del golfo de Panamá. Por otro lado, en las aguas costeras la
temperatura varía entre 24 y 29°C, con cambios un poco más marcados en las zonas cercanas a las
desembocaduras de los ríos y salinidades en un gradiente que parte de 0 en la zona de las
cabeceras de los estuarios, hasta su mezcla con aguas oceánicas de 20-35 unidades de salinidad
(Prahl et al. 1990).

AGRONOMIA

Desde tiempos ancestrales, la agricultura puede ser definida como la producción, la


comercialización y el abastecimiento de cultivos y productos de ganado, siendo una columna
vertebral del sistema económico de muchas naciones, ya que contribuye al progreso social y
económico y, por ende, al crecimiento de estas.

De este modo, la agricultura tiene una gran importancia en la economía de muchos países
gracias a su significativo aporte a la producción interna, al empleo, a los ingresos de
exportación, al desarrollo rural y a la seguridad alimentaria.

En Colombia, el sector agro es uno de los principales ejes que mueve el país, tanto en el tema
económico, como en el ámbito de la seguridad alimentaria. Y es que nuestro país, según la
FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), puede
convertirse en una de las grandes despensas del mundo, pues es uno de los siete países en
Latinoamérica con mayor potencial para el desarrollo de áreas cultivables: “Entre 223 países
en los que se evaluó el potencial de expansión del área agrícola –sin afectar el área del
bosque natural– esta nación ocupó el puesto 25, ya que de las 22 millones de hectáreas
cultivables, solo están sembradas 4,8, sin incluir el potencial de la Altillanura, estimado en 3,5
millones de hectáreas”.
En este contexto, cabe mencionar que el agro no solo constituye la actividad fundamental para
abastecer de alimentos a la población colombiana, sino también una labor que aporta al
abastecimiento de otras naciones con productos como flores, café, aceite de palma, azúcar,
panela, banano, cacao, frutas, productos lácteos, carne de bovinos, porcinos, entre otros.

Según un artículo del diario Portafolio, más de 4 millones de colombianos laboran en el sector


rural para alimentar al país y para exportar a otras naciones, constituyendo el 17 % del total de
la fuerza laboral del país. Así mismo, señala que, en los primeros siete meses de 2020, los
principales destinos de las exportaciones agropecuarias y agroindustriales colombianas
fueron:
Estados Unidos con una participación de 38,4 % (US$1.723 millones y 651.305
toneladas)
· Países Bajos con una participación 5,7 % (US$257 millones y 276.964 toneladas)

· Bélgica con una participación 5,0 % (US$224 millones y 282.501 toneladas)

· Alemania con una participación 4,2 % (US$190 millones y 132.898 toneladas)

Vale la pena recordar que, durante los meses de cuarentena, el Ministerio de Agricultura
destacó el crecimiento en valor y en volumen de las exportaciones colombianas.

De acuerdo con el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), el sector


agropecuario fue la actividad económica que más creció en 2020 con una variación del
PIB (Producto Interno Bruto) del 2,8% debido al comportamiento de algunos subsectores
como la pesca y acuicultura, los cultivos agrícolas transitorios, la ganadería y la silvicultura,
entre otros.
De lo anterior, se puede concluir que la agricultura ocupa un lugar muy importante en el
desarrollo de nuestro país. De hecho, es indispensable para su crecimiento, haciendo vital
continuar trabajando por el fomento de una agricultura sostenible y duradera.

Pese a que es indiscutible que el sector agrario colombiano vive un buen momento, este
panorama no está siendo aprovechado por el país, ya que los agricultores parecen afrontar
una serie específica de limitaciones: falta de créditos y tecnología, infraestructura rural
inadecuada y, en algunos casos, conflicto armado.

Al mismo tiempo, están surgiendo nuevas incertidumbres que se suman a las amenazas
habituales como las perturbaciones por las tensiones comerciales y los fenómenos climáticos,
dejando en evidencia la importancia de las gestiones gubernamentales para mitigar los
riesgos y promover la producción nacional.

Finalmente, la propagación de enfermedades en cultivos y animales también se hace presente


dentro de las amenazas habituales de la agricultura colombiana, por lo que es una tarea a la
que se le debe prestar especial atención.

GANADERÍA

En la actualidad la ganadería colombiana, participa con cerca de 3,6% del PIB Nacional, un
porcentaje apreciable para una actividad individual y sobretodo rural. Dentro del sector
agropecuario su importancia es indiscutible, con un 27% de participación dentro del PIB
agropecuario y un 64% de PIB pecuario. En cuanto al inventario ganadero bovino, se cuenta con
los registros administrativos producto de las campañas de vacunación de vacunación contra la
fiebre aftosa y la brucelosis, realizada en la última década, que sirven como referencia a la
información generada por otras fuentes

La estructura de producción ganadera en Colombia esta lejos de ser homogénea, si bien han
mejorado notablemente en nuevas razas, pastos forrajeros, nutrientes, entre otros. En efecto, la
producción se caracteriza según la siguiente estructura: Extractivo (6,2%), pastoreo extensivo
tradicional (61,4%), pastoreo extensivo mejorado (28,4%), pastoreo intensivo mejorado (3,5%) y
confinamiento (menor 1%). (Arango, G. 2000, Pág. 89-89). Esta estructura es determinante en las
posibilidades de desarrollo y contribución de la ganadería a la actividad económica agregada.

Estructuralmente el inventario ganadero bovino esta compuesto por un 56% en hembras y 44 %


son machos. De acuerdo con cifras del DANE, 60% del hato se destina a la producción de carne
(cría, levante y ceba), el 38 al doble propósito (producción de carne y leche) y el restante 2% a la
lechería especializada.

La primera parte del artículo se revisa la relación entre la ganadería y el desarrollo económico, la
segunda parte hace un análisis de las variables importantes en el comportamiento del inventario
ganadero, la tercera y cuarta parte se refieren a los modelos de series de tiempo utilizados en la
post-estimación del inventario.

2. La ganadería y el desarrollo económico

La teoría del desarrollo económico mantiene una relación positiva y decreciente entre el
crecimiento económico y el sector agropecuario. La idea del desarrollo del siglo XX consideraba
que gran parte del cambio estructural de una economía, implicaba una disminución del sector
primario en su participación en el PIB, y un aumento significativo de los sectores modernos en la
dinámica de la economía (Syrquin, 1988).

En este contexto los modelos desarrollistas implementados en Colombia, tendieron a reducir de


forma significativa la participación del sector primario en la economía. No obstante, la estrategia
de los países capitalistas avanzados como Australia, Canadá y Nueva Zelanda, consistente en
utilizar su abundancia relativa de recursos en el apalancamiento del desarrollo económico. En otro
caso, se evidencia un rol negativo en el crecimiento económico de la abundancia de recursos
naturales, en la perspectiva de que esta riqueza permitía la financiación de conflictos nacionales y
fortalecía el mantenimiento de economías con sistemas corruptos y rentistas. (Sachs y Wagner,
1997).

MINERIA

El Estado es el dueño del subsuelo colombiano, y el derecho a explorar/explotar los recursos


naturales del país, en este caso, minerales, se concede a través de títulos mineros que otorga la
Agencia Nacional de Minería (ANM). De los 114 millones de hectáreas del territorio nacional, sólo
el 5% están tituladas para la actividad minera, de las cuales el 2.3% están en exploración, 1.6% en
construcción y montaje, y 1.1% en explotación.
Los 9.602 títulos mineros vigentes en Colombia abarcan 312 tipos de mineral, clasificados en 8
grandes grupos, según el uso de cada mineral, y su explotación. El más explotado es materiales de
construcción 57%, seguido por carbón que representa un 17%, metales preciosos 11%, calizas 5%,
minerales Industriales 4%, piedras preciosas 4% y otros Metales 2%.

Por otra parte las mayores áreas del territorio tituladas para desarrollar proyectos mineros son en
un 22% competencia de la Gobernación de Antioquía, seguido por el PAR Cartagena y el PAR
Valledupar con un 10% cada uno. Podemos afirmar además que la minería se desarrolla en la
mayor parte del territorio colombiano, para ser más precisos en 30 de los 32 departamentos y en
el Distrito Capital.

Los bosques son muy importantes para la vida humana por la cantidad de servicios que proveen:
captura y almacenamiento de carbono, regulación climática, mantenimiento del ciclo del agua,
purificación hídrica, mitigación de riesgos naturales como inundaciones, además de que sirven
como hábitat para un gran número de especies (los bosques contienen cerca del 90% de la
biodiversidad terrestre). Esto sin tomar en cuenta los bienes que disfrutamos directamente, como
frutos, papel, madera, insumos para medicinas o cosméticos, y recreación. Sin embargo, los
bosques a nivel global se están perdiendo rápidamente. El problema es que el cambio de uso de
suelo no necesariamente es el resultado de un proceso de asignación eficiente de recursos, por lo
que la deforestación puede no ser óptima.

Los servicios provistos por estos ecosistemas se están degradando o se usan de manera no
sostenible, incluyendo los asociados al agua dulce, la pesca de captura, la purificación del aire y del
agua, la regulación del clima regional y local y la prevención de los riesgos naturales. Los costos
totales de la pérdida y la degradación de estos servicios ecosistémicos, aunque difíciles de medir,
pueden ser de una magnitud considerable. Muchos de estos ecosistemas se han degradado por
actividades para aumentar el suministro de otros servicios, como los alimentos. Estas elecciones y
decisiones pueden desplazar los costos de la degradación de un grupo de personas a otro, o
traspasarlos a las generaciones futuras.

Desde una visión de sostenibilidad, donde lo que se busca es que el bienestar per cápita no
disminuya en el tiempo (Pearce et al, 1989), se debe mantener constante el nivel real de consumo
de los bienes y servicios provistos por los bosques en el tiempo, por lo que el stock de capital debe
ser constante. Ahora bien, esto no implica que la deforestación deba ser cero, ya que de acuerdo
al principio de sostenibilidad débil existe cierto grado de sustitución entre los distintos tipos de
capital1 .

Es decir, una disminución en la cobertura forestal y de los servicios provistos por ella podría ser
compensada con avances tecnológicos, por ejemplo. Sin embargo, aún no entendemos lo
suficiente del capital natural para saber hasta qué punto puede ser reemplazado por otros tipos de
capital (Pearce y Atkinson, 1995).

Adicionalmente, puede ser que exista un umbral de capital natural debajo del cual se produzca
una catástrofe ecológica (Barbier y Markandya, 1990). Por estas incertidumbres, lo más adecuado
es seguir el principio precautorio. Este principio establece que se deben tomar medidas que
reduzcan la posibilidad de sufrir un daño ambiental grave a pesar de que no se conozca la
probabilidad precisa de que éste ocurra. En el caso de los bosques esto se refiere a evitar mayor
deforestación neta2 .

Con esta perspectiva, el presente trabajo analiza la situación de los bosques en Colombia, ahonda
en las causas de la deforestación a nivel regional y analiza hasta qué punto las políticas forestales
existentes en el país son adecuadas para lograr una deforestación neta cero y qué otros
mecanismos son necesarios para evitar mayor pérdida de cobertura boscosa en Colombia.
Aquellos fenómenos, como cultivos ilegales, que están fuera del ámbito de la política forestal del
país no serán abordados en este trabajo, a pesar de que tienen gran importancia dentro del tema
de deforestación a nivel nacional.

El trabajo está dividido en cinco secciones. La primera es esta introducción. La segunda describe la
situación de los bosques y las causas de la deforestación a nivel regional; la tercera presenta las
medidas de política pública existentes en el país para el manejo y conservación de recursos
forestales; la cuarta plantea recomendaciones de política pública; y la quinta sección concluye.

DEFORESTACIÓN EN COLOMBIA

El capital puede ser de tres formas: capital natural, capital físico o capital humano. 2 Deforestación
neta cero reconoce que algunas pérdidas de bosque pueden ser compensadas mediante
restauración forestal. Existe un margen para el cambio en la configuración del mosaico de uso del
suelo, partiendo del principio de que la cantidad neta, calidad y densidad de carbono de los
bosques se mantengan. Este principio reconoce que, en ciertas circunstancias, la conversión de
bosques en un determinado sitio puede contribuir al desarrollo sostenible y la conservación del
paisaje mayor (por ejemplo, reducir el pastoreo en un área protegida puede requerir la conversión
de áreas forestales en el área de amortiguamiento para habilitar tierras de labranza para
comunidades locales). La mitad del territorio colombiano está cubierto por bosques (59 millones
de hectáreas). Ocupa el tercer lugar en Sudamérica en cuanto a superficie de bosque después de
Brasil y Perú, y es el 5º país en la región respecto a cobertura con bosque primario3 (8.5 millones
de hectáreas) (FAO, 2010).

El resto son 51.5 millones de hectáreas de bosque regenerado y 350,000 hectáreas de


plantaciones forestales. Debido a la diversidad de climas y relieves colombianos, el país se
encuentra dividido en cinco regiones naturales. La Amazonía es la que posee la mayor área de
bosques del país con 39.7 millones de hectáreas, dos terceras partes del total nacional. En esta
región se encuentran principalmente bosques altos de tipo selvático. Le sigue la Región Andina con
el 18% de los bosques naturales del país. Esta región presenta la mayor variedad de tipos de
bosque por la variedad de condiciones climáticas que la componen, aunque muchos son bosques
fragmentados. Se observan bosques selváticos, bosques de niebla, bosques enano, entre otros.

La Región Pacífico contiene el 8% de los bosques naturales del país y la mitad de su territorio está
cubierta por bosques, principalmente selvas. También sobresalen las coberturas relativas a la
vegetación de manglar. La Orinoquía se caracteriza por bosques bajos y mixtos, así como
vegetación de sabana. Finalmente, la Región Caribe presenta bosques mixtos que son 2,7% del
total nacional. La mayor parte de esta región está cubierta por pastos utilizados en actividades
ganaderas (IGAC et al., 2002).
Sin embargo en los últimos 20 años se ha perdido un gran número de hectáreas de bosques. En
1990 la cobertura boscosa en el país era de 64,442,269 hectáreas, es decir, el 56.5% del territorio
nacional. Para 2010 la superficie de cobertura boscosa total había descendido a 59,021,810
hectáreas. De esta manera, en los últimos 20 años se perdieron 5.4 millones de hectáreas de
bosque, un área del tamaño de Costa Rica. Las zonas más afectadas son el norte de los Andes, la
Región Caribe y la Amazonía (IDEAM, 2011). La deforestación tiene impactos muy negativos sobre
el país. Por un lado, exacerba su riesgo natural. Colombia es el país más vulnerable de la región a
eventos climáticos extremos. En 2010 fue el tercer país con más pérdidas asociadas a eventos
climáticos (Global Climate Risk Index, 2012). La deforestación agrava la situación al aumentar la 3
Bosques con alto grado de biodiversidad que nunca han sido explotados, fragmentados, o
influenciados directa o indirectamente por el hombre. erosión y sedimentación de las cuencas y
ríos. Por dar un ejemplo, 32% de la deforestación en la cuenca del Magdalena es originada por
actividades humanas y el río arrastra anualmente 160 toneladas de sedimentos por kilómetro
cuadrado. Esto lo convierte en la cuenca más deforestada de Sudamérica y la décima del mundo.

Lo mismo sucede en el Río Cauca, que tiene un alto grado de sedimentación por la deforestación
en su cuenca (Restrepo, 2005). No es de extrañarse entonces que estos ríos salgan de su cauce al
caer lluvias más intensas de lo normal. La pérdida de bosques afecta el suministro y disponibilidad
de agua. En un escenario de crecimiento de la demanda del recurso hídrico por crecimiento
poblacional, 84% de los municipios presenten amenaza entre media a muy alta de
desabastecimiento de agua en años de condiciones climáticas medias, municipios en los cuales se
aloja el 67% de la población nacional (IDEAM, 2001). Adicionalmente, la pérdida en biodiversidad
asociada a la destrucción de ecosistemas es enorme. Actualmente se han identificado 2,500
especies que están bajo amenaza de extinción por deforestación, 500 de ellas especies nativas al
país. Esto es especialmente grave si tomamos en cuenta que Colombia es uno de los 17 países
megadiversos en el mundo.

Elementos faltantes por indagar:

Causas de la deforestación

Deforestación por región

Área deforestada por región 1990-2010

Cambio de coberturas boscosas por deforestación

Política forestal en Colombia

Recomendaciones de política pública

Mecanismos de conservación

Aprovechamiento sostenible de los recursos forestales

Fortalecimiento institucional

Conclusiones

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