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Ignacio Molina
Fernando Rodrigo
José Ignacio Torreblanca
Madrid, mayo de 2000
INTRODUCCIÓN
Esta investigación pretende analizar, a través de una metodología de estudios de caso, los
cambios que en los últimos años se han producido en la formulación y ejecución de la política
exterior española. Ésta, junto a ciertos elementos de continuidad que no deben desestimarse, se
desarrolla ahora en un nuevo contexto nacional e internacional, en el que han aparecido nuevos
problemas, se ha ampliado el marco geográfico de la acción externa a nuevas áreas del mundo y
donde, lo que es más importante para el objeto de este estudio, han surgido nuevos actores que
se relacionan en un contexto de entramados institucionales relativamente dinámicos. Lo que se
presenta aquí es un primer esbozo de marco teórico y analítico con el que se facilite el
procesamiento de los hallazgos empíricos y se permita superar el estadio descriptivo o temático
en el que han solido detenerse muchos de los estudios previos sobre política exterior española.
En este momento del proyecto no se puede facilitar aún un instrumental teórico definitivo (que
irá conformándose al tiempo que avanza el trabajo de campo y la redacción de los distintos
casos seleccionados). No obstante, es importante justificar la conveniencia del estudio, proponer
las hipótesis previas y, sobre todo, decidir los criterios que orienten la selección definitiva de
los casos y la identificación de los actores clave.
1
de estos procesos y acontecimientos, áreas del mundo como Europa Central y Oriental, los
Balcanes, Extremo Oriente o el África Subsahariana, que no se consideraban importantes para
España, se han unido a las tradicionales regiones de atención prioritaria: Europa, América Latina
y el Mediterráneo en las que, por añadidura, se reducen los elementos retóricos dada la
emergencia creciente de intereses tangibles (Mercado interior, internacionalización empresarial,
inmigración, etc…).
Considerando estos factores no es extraño que exista un acuerdo generalizado entre los
académicos y los actores políticos sobre la constatación de cambios profundos y recientes en la
política exterior española, tanto en la dimensión sustantiva -los contenidos y resultados de la
misma- como en la de estilo –su formulación y ejecución-. Pese a esta transformación, que casi
supone un lugar común, no se ha modificado el marco conceptual con el que operan tanto los
participantes (decisores o ejecutores y quienes pretenden influir sobre ellos) en el proceso de
elaboración de la política exterior como sus observadores1. Es decir, se sigue propugnando como
paradigma de estilo el de la jerarquía y la unidad de la acción exterior, principios
manifiestamente obsoletos cuya vigencia provoca constantes conflictos dentro y fuera de la
administración del Estado. Desde el ámbito académico (doctrina jurídica o literatura científico-
política) se han señalado ocasionalmente las indudables limitaciones de ese marco conceptual
tradicional que considera al Ministerio de Asuntos Exteriores como único o prioritario actor
1
Mientras la fuerte tradición positivista española ha anclado a la mayor parte de los juristas a los marcos de
estructura y funcionamiento estrictamente formales (Constitución y Estatutos de Autonomía), los escasos estudios
sobre Política Exterior realizados desde fuera del Derecho se han centrado en la dimensión sustantiva; esto es, la
descripción de los contenidos de la política exterior con perspectiva cronológica (p.ej. Arenal, 1992 para la
transición y Yáñez-Barnuevo y Viñas, 1992 para el periodo socialista) o con perspectiva temático-geográfica (p.ej.
Calduch, 1994). En otras obras de vocación algo más explicativa se ha tratado de analizar las razones del creciente
peso internacional del país durante la democracia (p. ej. Mesa, 1988; Zaldivar, 1991; Marquina, 1991; Arenal, 1991
y Gillespie et al. 1995). En todas ellas, sin embargo, la dimensión de la formulación y ejecución, apenas trasciende
la exposición de la organización jurídica.
2
legítimo en la elaboración de esta política (p.ej. Remiro 1984 o Vilanova, 1994). No obstante,
aún no se ha desarrollado un nuevo modelo alternativo que explique las complejidades actuales
de la formulación y ejecución de la política exterior española y que, como consecuencia, pueda
iluminar tanto la resolución de los recién aludidos conflictos como, en su caso, la adecuación del
marco normativo e institucional a la nueva realidad. Este importantísimo hueco bibliográfico es
el que este proyecto pretende ayudar a cubrir 2.
Esta investigación tiene pues como objetivo estudiar los cambios producidos en los
procesos de elaboración de la política exterior española, analizando de forma empírica (lo cual
resulta igualmente novedoso) y multidisciplinar (Derecho, Economía, y Ciencia Política) los
entramados institucionales y las redes de actores. La dimensión sustantiva (los contenidos y
resultados o policy outputs), será considerada para demostrar hasta qué punto la relación causal
entre inputs y outputs está intermediada y profundamente afectada por la manera en que se
relacionan las instituciones y los actores durante la formulación y ejecución de la política
exterior. Con estas prioridades en la investigación, se propone adoptar un marco teórico
institucional y ayudarse de las herramientas conceptuales que proporciona el análisis de
políticas públicas cuando trata de explicar el comportamiento y recurso de los actores
implicados en una política.
2
La bibliografía española existente sobre formulación y ejecución de la política exterior es francamente limitada, no
sólo cuando se aplica al estudio del caso español sino también a la hora de exponer las características generales de
la política exterior (pese a que la dimensión de elaboración o de estilo sí ha sido profusamente tratada desde los
años sesenta por los autores más influyentes en España: Allison, Deutsch o Merle). Apenas pueden mencionarse
cortas descripciones interesantes que han quedado algo anticuadas (Mesa, 1985; Saba, 1986), algunos testimonios
personales (Armero 1989; Morán, 1990; Calvo Sotelo, 1990) y estudios institucionales (Presidencia del Gobierno,
1986).
3
sistemas políticos a partir de una óptica comparada que se basaba en las diferencias de
configuración institucional formal –p.ej. presidencialismo frente a parlamentarismo o federalismo
frente a centralización-3. A partir de esos orígenes comunes la década de los cincuenta marcó el
inicio de un proceso creciente de divorcio epistemológico entre la perspectiva jurídica y la
politológica. La reacción empirista, cuantitativa y conductivista contra el Derecho fue
especialmente acusada en los EEUU ya que en Europa se mantuvo la tradición de diálogo
pluridisciplinar (lo que fue particularmente cierto en el caso español, a través del conocido Derecho
Político, pese a que éste adoleciera de escasa sofisticación teórica y metodológica). Fue
precisamente a comienzos de los ochenta, cuando en España se separaban los iuspublicistas de los
politólogos, el momento en que ciertos autores neo-marxistas (p.ej. Skocpol 1985) pero, sobre todo
March y Olsen (1984) recuperan el Estado, redescubren sus instituciones y llaman la atención sobre
el papel de los factores organizativos en la vida política.
El renovado interés por las instituciones se explicaba por la evidencia del equilibrio y la
estabilidad en las decisiones políticas pese a la naturaleza cambiante de las preferencias
individuales (Colomer 1991:52). Las constricciones estructurales de tipo institucional
parecían influir en dichas preferencias individuales y, es más, las instituciones parecían
gozar de cierta autonomía e incluso de intereses propios. El retorno al Institucionalismo
no supuso la renovación de la actitud normativa tradicional ni el rechazo de las contribuciones que
habían aportado a la Ciencia Política otros enfoques teóricos como el behaviouralism o la Elección
Racional (Almond 1988; Dowding 1994; Cammarck 1992). Lo que se trataba era de sintetizar de
forma ciertamente ecléctica4 las distintas perspectivas politológicas y subrayar la necesidad de
integrar el estudio de las instituciones y los procesos de gobierno junto a la ideología, la sociedad o
la economía como variables que determinan los resultados de las políticas. Para March y Olsen
(1989:17) "without denying the importance of both the social context of politics and the motives of
individual actors", sin embargo, el "institutional analysis posits a more independent role for
political institutions". El Estado no era sólo la instancia en la que confluían las demandas y apoyos
(inputs) que venían de la sociedad sino que el Estado también afectaba la sociedad. En definitiva,
existía una íntima conexión entre derechos, reglas, preferencias y recursos, que no están
predeterminados de forma estática y neutra sino que, manteniendo importantes path dependecies, se
influyen mutuamente en una relación constante y dinámica. La teoría neoinstitucional predica así
que cualquier análisis del proceso de elaboración de las políticas públicas debe tener en cuenta esta
3
Ese “paleo” institucionalismo se caracterizaba por una orientación normativa y prescriptiva (con el fin de
desarrollar y predicar un diseño institucional supuestamente ideal). Como se señalará a continuación, la tradición
politológica de análisis de las instituciones fue declinando; particularmente en EEUU. No obstante, de forma más
sofisticada y más empírica, siempre se mantuvo una línea de estudio de las principales opciones institucionales
formales como variables independientes que explicaban las diferencias en los resultados de las políticas.
4
De hecho, por la propia ambigüedad del concepto de institución y su uso multidisciplinar (Derecho, Sociología,
Economía, Ciencia Política, Antropología) no puede hablarse de un único Neoinstitucionalismo sino de diversas
corrientes que reciben distintas etiquetas como las que, por ejemplo, dan Hall y Taylor (1994) o Peters (1998). Una
síntesis de ambas diferenciaría entre:
-Neoinstitucionalismo cultural. El desarrollado por March y Olsen, que subraya el papel jugado por los valores y la logic
of appropriateness (las instituciones informales).
-Neoinstitucionalismo de la Elección Racional. A partir de la aplicación de las asunciones básicas de las teorías del
rational choice al análisis de las instituciones.
-Neoinstitucionalismo histórico. Señala la importancia del momento original de diseño de las instituciones y la posterior
tendencia de éstas a persistir (inercias o path dependencies). Es quizás la corriente que más fácil se adapta al Análisis de
Políticas Públicas y, aunque expresamente se refiere a cómo las instituciones estructuran las interacciones políticas, no
descarta el protagonismo de otros actores al configurar las redes que gobiernan las políticas - policy networks-).
-Neoinstitucionalismo sociológico. Centrado en los procesos de creación de las instituciones.
4
interdependencia Estado-sociedad, integrando los entramados institucionales, y las oportunidades o
constricciones que ofrecen, con los intereses, preferencias y recursos de los demás actores sociales
que confluyen o pueden confluir en el proceso. Los actores calculan y actúan en un marco de reglas
e instituciones relevantes.
5
Es éste un concepto más o menos derivado de ciertas metáforas –como el de los iron triangles- usadas en los estudios
de élites y, sobre todo de intermediación entre actores institucionales y grupos de interés (Jordan 1990). No obstante, el
origen directo del enfoque está en la combinación de la tradición de estudios de redes sociales con el Análisis de
Políticas Públicas (Marin y Mayntz 1991:12).
5
investigación, al campo de la política exterior sino que afecta a toda la gobernabilidad
contemporánea. Lo que ocurre es que la atención a la política exterior, sobre todo en el caso
español, resulta paradigmático en ese sentido ya que el calado y rapidez de las transformaciones
permiten verificar más claramente ciertas hipótesis. Es decir, además de realizarse una aportación
empírica original y significativa en el campo de la política exterior, se enmarca la investigación en
una corriente analítica y teórica de recuperación de las instituciones y reformulación de la manera
en que tradicionalmente se ha entendido su funcionamiento. El enfoque de redes (policy-networks),
el concepto de gobernación o gobernabilidad (governance) y la atención a los distintos niveles en
los que se formulan y ejecutan las políticas (multi-level policy making) son distintos instrumentos
analíticos que ayudan a examinar este proceso gradual de transformación del carácter de las
políticas públicas y del papel jugado por las instituciones.
La metáfora de los policy networks (o de issue networks y policy communities, si las redes
son respectivamente coyunturales, específicas y de composición indeterminada o estables,
ambiciosas y cerradas) refleja desde luego esta preocupación por caracterizar procesos de toma de
decisión, donde los principios de autoridad o jerarquía se diluyen y son sustituidos por
configuraciones y relaciones horizontales en los que los actores pueden ser tanto institucionales
como no (aunque los primeros, y en particular los gubernamentales, son fundamentales en la
configuración y coordinación de las redes). Los policy networks pueden caracterizarse como redes
sectoriales de intereses entre burócratas, políticos y actores sociales; que se centran sobre políticas
concretas en determinados marcos institucionales y que, por ejemplo y siguiendo a Marsh y Rhodes
(1992:14), dan lugar a alianzas territoriales, profesionales, intergubernamentales, de productores o
de asuntos específicos. El gobierno, o más bien el ministerio sectorial con interés por razón de la
materia, puede aspirar a dirigir los distintos networks pero su capacidad real de liderar una red o
verse capturado por los demás intereses presentes depende de sus recursos políticos,
administrativos, técnicos, etc…
Aunque algunos autores han señalado los problemas para encajar las teorías
institucionales con el enfoque de redes (Bulmer 1994), ambas constituyen más bien dos
perspectivas estructurales complementarias. Mientras el Neoinstitucionalismo, el Histórico en
particular, ofrece un marco teórico más global y aporta una gran capacidad de formulación de
hipótesis macro, el enfoque de policy networks se muestra idóneo como instrumento analítico para
estudiar en concreto las políticas públicas e integrar la pluralidad de las instituciones y demás
actores sociales en el nivel meso y micro. Así, para Atkinson y Coleman (1992:167), el Estado
consiste de un conjunto de instituciones ejecutivas, administrativas, deliberativas y adjudicativas
cuyo peculiar carácter e interrelación influencia de forma determinante la estructura de los diversos
policy networks. Por su parte, Schubert y Jordan (1992) explican la cristalización de esas redes
dependiendo de las diferentes instituciones políticas, administrativas y culturales de los respectivos
países. Es cierto, no obstante, que mientras el institucionalismo tiende a defender la existencia de
estilos nacionales de elaboración de las políticas (puesto que, según esta teoría, los entramados
institucionales priman sobre la especificidad de los distintos sectores) el enfoque de networks
implica mayor pluralismo y es más propicio a primar la explicación de la elaboración de las
políticas como procesos fragmentados que dependen de la especificidad del sector y no de un
supuesto estilo nacional relativamente coherente. En todo caso el auténtico valor añadido del
enfoque de redes, y consiguientemente su utilidad como instrumento analítico, es que dadas las
mismas variables macro -institucionales y de estilo- sus efectos difieren entre un ámbito sectorial y
otro (tanto en el nivel meso de la política exterior como en el nivel micro observable, por ejemplo,
en los distintos estudios de caso seleccionados dentro de la política exterior).
6
En ese sentido, para las premisas y objetivos de esta investigación, los policy networks
aportan la capacidad de analizar una política en la que la autoridad única del Estado, y aún más la
del Ministerio de Asuntos Exteriores, aparece seriamente erosionada. Las ya comentadas
novedades de la política exterior española recrean precisamente la imagen de una autoridad
gubernamental fragmentada, con sus propios departamentos en competición (Atkinson y Coleman
1992:163). En este ámbito horizontal e interdepartamental, como en el clásico estudio de Heclo y
Wildavsky (1974) donde el término de policy community se aplicó al estudio de las relaciones entre
el Treasury y los demás ministerios durante el proceso presupuestario, el enfoque de redes resulta
propicio. Además, la política exterior presenta adicionales características que propician un
pluralismo aún mayor que la elaboración del presupuesto. Estas características pueden resumirse en
la difuminación de los límites tradicionales entre políticas internas y exterior (de tal forma que hoy
la mayor parte de las políticas estatales se elaboran también en arenas internacionales multilaterales,
y por tanto todos los ministerios, tienen una dimensión potencialmente exterior); así como en la
explícita incorporación de actores económicos y sociales en algunos ámbitos o la multiplicación de
otros actores institucionales que operan no sólo en el nivel estatal central sino también en el marco
internacional (en sus variantes supranacional, intergubernamental o transnacional) y subestatal
(como Comunidades Autónomas e incluso ayuntamientos).
HIPÓTESIS
7
España de los procesos de cooperación multilateral e integración supranacional que se daban en
su entorno).
Conviene matizar, no obstante, que ni en España ni en su entorno ha sido este papel central
sinónimo de exclusivo. En primer lugar, las competencias de Exteriores raramente han alcanzado
ámbitos tan significativos de la acción exterior del Estado como la política de defensa y la política
comercial, en manos de otros actores burocráticos - con las consiguientes rivalidades y problemas
de coordinación -. Por otra parte, aunque el liderazgo real de éstos haya sido variable, no hay que
olvidar que la dirección de la política exterior ha sido y es competencia de los presidentes del
Gobierno y que éstos han manejado e impuesto sus propias agendas, preferencias o intensidades6.
8
sociedad civil del proceso de formulación de la política exterior (con la excepción de la
participación esporádica de algunas grandes empresas del sector público o privado), como un
modelo decisional (Linden y Peters 1995). En ese tipo ideal, una élite de tecnócratas situados
dentro de la administración buscan la optimización de los medios disponibles respecto a la
consecución de los fines propuestos. Significa, por tanto, el predominio de la racionalidad técnica
frente al juego político, y la concepción de las instituciones como meros mecanismos orientados a
la consecución de fines de carácter abstracto y de validez universal. En esa situación, Exteriores
tendría la responsabilidad de identificar el interés nacional, controlar las “transacciones”
internacionales del Estado (gatekeeping) y gestionar en exclusiva el entorno internacional (Hocking
1999, p.21).
MODELO DECISIONAL
9
Distintas implicaciones teóricas y analíticas derivadas de las perspectivas
neoinstitucionalistas y del enfoque de redes, ayudarán a concretar nuevas hipótesis que habrán
de verificarse en cada uno de los casos seleccionados.
MODELO DIALOGAL
ELECCIÓN DE CASOS
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niveles, nuevas arenas, nuevos actores y nuevas áreas geográficas. No obstante, en la reunión
del pasado mes de marzo se aclaró que esta selección es provisional y que ha de discutirse la
sustitución de algunos de estos casos por otros que se estimen más significativos, interesantes o
factibles. Posiblemente la opción por una determinada tipología de políticas y de policy-
networks aconsejaría optar por casos que tengan en cuenta estas distintas posibilidades
emanadas del marco teórico y analítico. En ese sentido, la opción por determinados criterios
debe guiar la revisión de algunos de los casos propuestos en su momento.
11
3) Negociación del Acuerdo de Pesca entre la Unión Europea y Marruecos.
En este caso, el elemento de cambio consiste en que las relaciones con uno de los países
tradicionalmente más importantes para la política exterior española lo realiza la Unión
Europea. Se trata además de un tema de gran trascendencia económica que hace que actores
institucionales de nivel subestatal, ciertas Comunidades Autónomas, y actores económico-
sociales, como Cofradías de Pescadores o Asociaciones de Armadores se movilicen y
presionen al Gobierno central (que, sin embargo, no es competente directo en la negociación).
12
5) La ayuda humanitaria de Barcelona a Sarajevo.
En este caso actores sociales (ONGs) imponen a la UE y a España una política que no
estaba en su agenda. Una campaña internacional de ONGs, iniciada en Londres y seguida en
otros países como España, consigue que la UE apruebe un Código de Conducta sobre la
exportación de armas. Esa presión, continuada en el ámbito interno sobre los partidos políticos
con amplio seguimiento en los medios de comunicación, se traduce en una resolución de las
Cortes españolas. En ella se pide al Gobierno una mayor transparencia en el comercio de armas,
lo que crea serios problemas tanto al Ministerio de Defensa como a la Secretaría de Estado de
Comercio, responsables de esta cuestión en la que también interviene el Ministerio de Asuntos
Exteriores.
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IDENTIFICACIÓN DE ACTORES CLAVE
Teniendo en cuenta que el enfoque de Policy Networks interroga si "do those who are
formally responsible for it actually monopolize policy making?" (Marin y Mayntz 1992:19), es
necesario contestar tras analizar cómo actores distintos del ministerio de Exteriores participan de
facto en el proceso de elaboración de la política exterior. Esto significa estudiar las relaciones del
gobierno con el mundo exterior (Smith et al 1995:58) y atender más a la formulación real (donde se
integran las instituciones informales, horizontales y descentralizadas) que a las expectativas
institucionales formales, verticales y jerárquicas (Jordan 1990) sin presunciones sobre la existencia
hegemónica de un actor (Kenis y Schneider 1991) o la capacidad de éste para coordinar
exitosamente. Como ha señalado Blondel (1990: 265), las relaciones de los ministerios con las
distintas policy-communities erosionan la capacidad de coordinación interna. La idea de las redes
ofrece una metáfora de fragmentación en la que los los distintos departamentos son el eje de
respectivos policy networks (Smith et al. 1995). Cada red vendría a ser el ejecutivo de su propio
sector funcional de gobierno (Marsh and Rhodes 1992).
14
obstante, es interesante notar la altísima actividad internacional del monarca en contraste con el
poco interés mostrado por Franco por la política mundial y su reclusión vitalicia en suelo español.
En este sentido, la Jefatura del Estado es un nuevo actor a tener en cuenta.
Es evidente que para el viejo principio de unidad de acción exterior, la diplomacia regional
produce serios quebraderos de cabeza pero no deja de ser cierto que las complejas relaciones
intergubernamentales españolas podrían estar suponiendo un paradójico beneficio para el ministerio
de Exteriores en determinadas redes a múltiples niveles que van surgiendo. Al menos en lo
15
referente a la UE, se ha argumentado desde la propia administración (Dastis, 1995: 331; MAP,
1997: 167) que el mantenimiento en el ministerio de Exteriores de la coordinación comunitaria se
justifica por la mejor disposición de los gobiernos regionales a ser coordinados por un órgano de
un ministerio que no genera suspicacias políticas de amenaza a sus competencias (lo que no puede
proclamarse en absoluto de la Presidencia del Gobierno o de Economía y Hacienda). Ahora bien, el
sistema actualmente establecido, el de la Conferencia para Asuntos Relacionados con las
Comunidades Europeas, cuenta además con la presencia de otro ministerio del gobierno central (el
de Administraciones Públicas) que es quien en realidad preside este foro de encuentro. El marco
actual de toma de decisiones está regulado en el acuerdo de 30 de Noviembre de 1994,
institucionalizado en ley en 1997, que siguiendo de manera incipiente el modelo alemán distingue
entre asuntos de competencia exclusiva, de uno u otro nivel de gobierno, de los que son de
competencia compartida y asigna al ministerio de Exteriores la tarea de vigilar la implementación
por las CCAA del derecho comunitario. El sistema actual ha asistido a desarrollos recientes por
presiones de los partidos nacionalistas periféricos, que aprovechan la ausencia de mayoría absoluta
de los partidos gobernantes entre 1993 y 2000, y ahora incluye la presencia de un delegado regional
en la Representación Permanente española ante Bruselas o la participación autonómica en comités
de la Comisión. No obstante, la vocación multilateral del modelo está en cierto modo frustrada por
la aspiración catalana y vasca a poseer una relación privilegiada y bilateral con el gobierno central y
con las instituciones europeas, que les distinga de las otras 15 CCAA. Por otro lado, el papel jugado
por los ayuntamientos, p.ej. el de Barcelona, merece también ser destacado.
7 A él se debe, por ejemplo, que las CCAA vieran reconocido el derecho a ser las implementadoras
ordinarias del Derecho Comunitario (STC 252/88 por un conflicto de competencias con la Generalidad
de Cataluña y, de forma más clara, en la STC 79/92) o a poder considerar como delegaciones públicas las
agencias de representación en Bruselas (STC 165/94 por un conflicto de competencias con el Gobierno
Vasco).
16
ministerio de Asuntos Exteriores para mantener bajo control exclusivo del poder ejecutivo la
política exterior española y evitar crisis molestas.
B) Actores no institucionales
17
para que se aumente el presupuesto destinado a políticas de desarrollo, que el ministerio se encarga
de gestionar.
Aparte de los asuntos referidos a la integración europea que afectan ya hoy a todos los
ministerios sin excepción pero que sólo pueden considerarse como cuasi-exteriores basta
mencionar al departamento de Comercio8 para hacerse una rápida idea de la existencia de otros
decisores gubernamentales que intervienen en la política exterior. Desde luego, no es el único caso:
el Ministerio de Agricultura y Pesca se ha resistido tradicionalmente a verse coordinado en la CE
por Exteriores o no ha dejado de condicionar la política exterior española hacia potenciales
competidores en la producción agrícola o la explotación de aguas jurisdiccionales. Por otro lado, y
a modo de ejemplo adicional, un sugerente estudio demuestra cómo el particularísimo interés del
extinto Ministerio de Industria colisionó y provocó graves trastornos a la posición diplomática
española en la compleja negociación de acuerdos comerciales con países de Europa del Este
(Torreblanca, 1998). Otro caso a señalar es el del ministerio de Defensa que dirige ahora un ejército
que, gracias a la OTAN y la cooperación intergubernamental sobre seguridad dentro de la UE, ha
recuperado, por primera vez desde que entre 1808 y 1898 se fuera perdiendo el Imperio, una misión
8 En el caso de Comercio (que, intermitentemente, ha venido siendo Secretaría de Estado en el seno del
Ministerio de Economía y Hacienda o Ministerio con entidad propia) las tensiones con Asuntos Exteriores
han sido particularmente relevantes. El motivo de las desavenencias, que en muchos casos se traducen en la
separación física de las embajadas y las agregadurías comerciales españolas en el exterior, tiene un
componente burocrático añadido por la tradicional rivalidad entre los cuerpos de diplomáticos y de técnicos
comerciales del Estado. Éstos últimos han actuado a través de institutos semiautónomos cuya función única
era la promoción de las exportaciones españolas y que se negaban a la coordinación jerárquica por parte de
los embajadores reivindicando su adscripción vertical.
18
exterior. La cooperación europea en asuntos de inmigración, grandes delitos o terrorismo ha llevado
a la contradicción en los términos de que el departamento de Interior adquiera proyección externa
mientras que los otros ministerios considerados horizontales, como el ya mencionado de
Administraciones Públicas y Justicia, también extienden su jurisdicción al ámbito exterior. Influye
en este último caso una cuestión burocrática y de departamentalización que provoca de nuevo
problemas a Exteriores, ya que el cuerpo de Abogados del Estado, enmarcado en el Ministerio de
Justicia, tiene exclusividad para representar en juicio a España y éso incluye los servicios jurídicos
ante tribunales internacionales.
Mención aparte merece el Ministerio de Hacienda que ejerce una influencia indirecta pero
de tremenda importancia a través de la elaboración y control del presupuesto (Arenal, 1994:97
n73). El recién creado Ministerio de Economía también interactúa con Exteriores ya que a éste
siguen correspondiéndole teóricamente las relaciones económicas internacionales en las que, por
supuesto, incide el ministerio económico que, a mayor abundamiento, contiene hoy la Secretaría
de Estado de Comercio. Por supuesto, Economía y Hacienda tienen un peso fundamental para
diseñar la política económica exterior de España y, en el caso de la UE, esta vocación les ha
llevado a reivindicar, sin éxito, la coordinación de la Representación Permanente. En cualquier
caso, en cuestiones sustanciales tan importantes como la Unión Monetaria o las negociaciones
sobre financiación de la organización, son funcionarios y altos cargos de Economía o de
Hacienda, los principales protagonistas de la fijación de la postura española. Además, es el
ministro de Economía, a través del vicepresidente segundo del gobierno, quien preside las
comisiones interministeriales que coordinan en última instancia los desacuerdos entre los
diversos ministerios sobre la UE.
Pero el que casi todos los ministerios tengan hoy una dimensión exterior y se hayan borrado
muchas de las distinciones tradicionales entre lo exterior y lo interior, no es necesariamente un
desarrollo erosionador y negativo para Exteriores. La conclusión es, de hecho, más ambigua por
cuanto la pérdida del monopolio en las relaciones internacionales se compensa con el papel que
gana como coordinador horizontal general de la toma de decisiones en materias en las que antes,
por no estar internacionalizadas, no intervenía. La expansión de las relaciones culturales y
científicas españolas o la creación del Instituto Cervantes, bajo adscripción al ministerio, son
ejemplos de esta tendencia contrapuesta que lleva a que Exteriores gestione ciertas funciones
propias del Ministerio de Educación y Cultura. Desde luego, el papel de Exteriores como
moderador en Madrid y Bruselas de los distintos ámbitos de low politics de la UE resulta
paradigmático de esta expansión de su función coordinadora y de control. Ésta se realiza a través de
la Secretaría de Estado para la UE, las distintas comisiones interministeriales que funcionan al
efecto, la Representación Permanente y el Consejo de Asuntos Generales de la UE en la que los
ministros de Exteriores ponen orden a toda la agenda comunitaria.
Pero, con todo, pese a que pueda realizarse esta lectura positiva, es indudable que Exteriores
difícilmente es capaz de coordinar tal complejidad por lo que a menudo se ve simplemente
soslayado. En otros casos, los órganos formales colegiados de coordinación, entre los que,
obviamente, destaca el Consejo de Ministros junto a infinidad de otras comisiones
interministeriales, no son operativos más allá del intercambio de información. Y, a la composición
heterogénea y constitución temporal de estos foros que no pueden convertirse en instancias
efectivas de coordinación y mucho menos de toma proactiva de decisiones, se une el poco peso
jerárquico que muchas veces encuentran el resto de ministerios en Exteriores o, más aún, en la
Secretaría de Estado para la UE. Piénsese, por ejemplo, que al frente del Ministerio de Economía
se sienta actualmente un Vicepresidente del Gobierno para el área económica por lo que, frente a
ésto, la única instancia a la que acudir es a la propia Presidencia del Gobierno. Es éste un apoyo
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ambiguo para Exteriores porque Moncloa, en efecto, puede recuperar la visión diplomática de
conjunto e imponer la razón de Estado que se haya decidido desde el centro gubernamental como
prioritaria, superando así intereses sectoriales de los ministerios no generalistas. Sin embargo, la
Presidencia, aprovechándose de los enormes recursos constitucionales y políticos de los que
dispone y de la tendencia a que la diplomacia se ejerza cada vez más en cumbres de jefes de
gobierno, tenderá a invadir la jurisdicción de Exteriores. Lo hará además allí donde es más preciado
para el ministerio mantener su posición: en el high politics (tal y como parece demostrarse con la
anunciada creación de un Consejo de Política Exterior).
Tras el total desinterés de Suárez (1976-1981) por los asuntos internacionales, fue ya Calvo
Sotelo (1981-1982) quien inició la presidencialización de la política exterior al dirigir
personalmente la incorporación a la OTAN. Pero es sin duda, con Felipe González con quien
Presidencia asume la orientación internacional que aún se mantiene con José María Aznar. En el
caso de González, su gran peso político y carismático se unía a su prestigio internacional, a los
acontecimientos internacionales de su mandato, entre los que destaca la Guerra del Golfo que llevó
a activar una infraestructura de seguimiento de crisis en su entorno, y, por último, a un interés
personal en las relaciones internacionales y europeas. Las dos presidencias españolas del Consejo
de la UE (1989 y 1995) reforzaron aún más este papel pero, hay que subrayarlo, nunca se dio el
paso de adscribir a Moncloa la Secretaría de Estado para la UE y arrebatarla a Exteriores. En
Presidencia del Gobierno se ha creado una red de colaboradores técnico-políticos que incluso
reproducen las materias ministeriales para un seguimiento continuo y paralelo de las mismas: el
Gabinete (con un departamento dedicado a los asuntos internacionales y de seguridad)
CONCLUSIONES
Los extraordinarios cambios que, durante los últimos veinte años, han tenido lugar en la
posición internacional de España se han visto acompañados de transformaciones igualmente
relevantes en la elaboración interna de la política exterior. Desde un punto de partida relativamente
sencillo en el que un pequeño y mal dotado Ministerio de Asuntos Exteriores resultaba central en la
elaboración de las escasas relaciones diplomáticas de la dictadura franquista, se ha pasado a una
situación enormemente más compleja. La inserción de la España democrática en la práctica
totalidad de los foros mundiales y europeos ha venido pareja de una aparición de nuevos actores
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que erosionan el papel tradicional de ese ministerio y que amenazan con hacer inviable la “unidad
de acción exterior” que de forma voluntarista es aún consagrada como paradigma conceptual de la
política exterior. Frente a la fuerza con que le surgen o se fortalecen nuevos actores tanto fuera del
gobierno (Comunidades Autónomas, grupos de intereses bien organizados con proyección exterior)
como dentro (la Presidencia del Gobierno, el Ministerio de Economía o Hacienda), Exteriores no ha
podido hacer valer siempre su posición. Con un escaso presupuesto, un reducido personal y no
demasiado peso político, el ministerio tiene muy difícil mantener su protagonismo tradicional como
único gatekeeper entre el espacio nacional y el mundo exterior.
BIBLIOGRAFÍA
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