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Alumno/a: Fernandez Naiara Danaé D.N.I: 43.574.

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Psicología, Ética y DDHH (Cátedra II)


2do Parcial – 1er cuatrimestre / 2022

1. A partir de la siguiente afirmación: “Toda persona tiene derecho a recibir un


tratamiento, como traducción primaria del derecho a la salud”, desarrolle:
¿Cuáles serían los deberes profesionales en conflicto según los testimonios
brindados en el artículo, y qué derechos se encuentran vulnerados por parte de
lxs pacientes?
2. Analice el artículo a partir de la definición de Salud Mental (Ley 26657, Art. 3°).
¿Qué implicancias tiene dicha definición en los abordajes psicoterapéuticos?

3. “Lo que caracteriza a lo humano como tal es lo irrepetible de cada uno, lo único
de la forma de vida propia, creencias, modos de soportar y sostener la existencia
(…) Lo irrepetible de cada sujeto es un resultado "a producirse", no es natural,
no es obvio, requiere un esfuerzo de producción, un dispositivo, y condiciones que
lo permitan”
A partir de la afirmación precedente, responda: ¿Qué aportes puede brindar la
Bioética en el campo de las psicoterapias?

4. ¿Qué dilema se puede encontrar desde la perspectiva de la construcción de un


diagnostico? Justifique con el texto de Reich.

ACTIVIDAD VISITAS PEDAGÓGICAS


Seleccione el material ofrecido por una de las instituciones y responda:
5. ¿Qué situaciones problemáticas desde la reflexión ética se advierten en la
actividad presentada por la institución? Desarrolle.

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1. Los deberes profesionales pueden concebirse como el reconocimiento o la


operacionalización de los derechos del paciente. Entre estos se encuentra el derecho a
recibir un tratamiento como traducción primaria del derecho a la salud mental, el cual
acarrea a su vez el derecho a que tal tratamiento sea ofrecido por un agente competente;
esto implica la obligación por parte del profesional de una formación académica
continua, así como también la responsabilidad de reconocer los límites de su competencia
y ofrecer una correspondiente derivación de los pacientes a los cuales sus técnicas no les
brindan una correcta asistencia. Sin embargo, los testimonios brindados por el artículo
permiten observar como entran en conflicto algunos de los deberes profesionales,
generando que estos derechos se vean vulnerados. Por ejemplo, Alina de 36 años,
argumenta que tenía que estar explicándole a su terapeuta conceptos como qué significaba
transexual o por qué es importante la palabra pansexual. Este testimonio deja ver
claramente como la falta de una continua formación y enriquecimiento respecto a las
cuestiones sociales actuales como lo son las perspectivas de género, deja vulnerado el
derecho a recibir un tratamiento por un agente competente. Esto se hace más claro aún en
el testimonio de Romina de 33 años, quien explícita que "es la obligación del terapeuta
estar actualizado en las discusiones de la sociedad, desde la responsabilidad y desde lo
académico". Por otro lado, continuando con el testimonio de Alina, finaliza diciendo "Le
faltaba un montón de teoría y vocabulario que yo no iba a pagar para enseñarle, entonces
decidí irme"; este testimonio marca como falla en la práctica profesional el deber del
terapeuta de derivar a los pacientes que desbordan sus límites asistenciales. También se
vio vulnerado el derecho a ser tratado con la alternativa terapéutica más conveniente, que
menos restrinja sus derechos y libertades, promoviendo la integración familiar, laboral y
comunitaria, obligando a la paciente a abandonar el tratamiento. Respecto a esto, Giberti
(2005), afirma: "Se descuenta que la eficacia depende de la posibilidad de complementar
los estilos entre consultante y terapeuta, lo cual trasciende el estilo propio de cada
profesional". Este planteo también fue dado por Rovaletti al explicitar que los derechos
del paciente y su relación con las responsabilidades del profesional es un tema de debate
actual que pone énfasis a la toma de conciencia de los derechos por parte de los pacientes,
en donde "paulatinamente va superando aquella tradición que coloca al profesional de
la salud y a sus juicios por encima de cualquier cuestionamiento" (Rovaletti, 1995). Esto
se logra observar en el testimonio de Mariana presente en el artículo: "Las dos
aprendemos constantemente una de la otra. Yo llevo situaciones cotidianas que quizás

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antes no pensaba tratarlas y ella se nutre con nueva bibliografía y especialistas. Creo
que es la clave para seguir con el tratamiento". Es decir, las decisiones respecto al
tratamiento comienzan a pensarse desde una mirada no paternalista donde la diada
profesional-paciente constituye más bien una "relación consensuada" y una "relación
bilateral" que establece responsabilidades entre ambos (Rovaletti, 1995).

2. En la actualidad, los cambios en los puntos de vista sociales han permitido recalificar
algunos de los comportamientos sexuales tradicionalmente catalogados como
socialmente indeseables. Esto se visibiliza en la paulatina pérdida de la hegemonía
heterosexual impuesta por los modelos heteronormativos en donde todo lo que queda por
fuera repercute fuertemente en términos psiquiátricos así como también en los
diagnósticos que califican estos actos como anormales en los que se debía recurrir a
prácticas como la re-educación o cura de tales personas. Un ejemplo de estas
recalificaciones es la última revisión del Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales, editado por la Asociación estadounidense de Psiquiatría (DSM-V)
en el año 2013, y por presión de las organizaciones LGBT y movimientos sociales de
reivindicación de derechos, organizados en agrupaciones y colectivos, donde se retira la
calificación de sus comportamientos como un Trastorno de la Identidad de Género,
aunque persiste aún la descripción de lo que se llama Disforia de Género definida como
la discordancia entre la identidad de género y el género asignado al momento del
nacimiento. Como se puede notar, la definición de Disforia de Género continúa resaltando
la discordancia de tales personas como mecanismos de clasificación que pone como
patologizante conceptos de constitución subjetiva.

Las llamadas diversidades sexuales aluden a aquellas poblaciones que no responden a los
estándares heterosexuales y bajo cuya nominación se incluye una pluralidad de
representaciones, tanto identitarias como referidas a la orientación sexual , que visibilizan
a un colectivo que se propone trabajar por la igualdad de derechos en el marco
fundamental del respeto por las diversidades. Es así que entra en juego una dimensión
positiva de la salud, donde se comienza a pensar la salud como un estado de completo
bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o
enfermedades. Este tipo de planteos se hace presente en el marco de la Ley Nacional
26.657, la cual reconoce a la salud mental como "un proceso determinado por
componentes históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya
preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a
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la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona". Es así que si


continuamos leyendo la presente Ley, en su Art. 3° plantea que en ningún caso puede
hacerse un diagnóstico en el campo de la salud mental sobre la base exclusiva de la
elección o identidad sexual. Sin embargo, cabe resaltar que el diagnóstico tiene lugar en
un contexto social, por lo que se continúa observando psiquiatras que califican un
comportamiento y lo juzga en relación con una norma social. "Sentía que estaba
patologizando mi actitud", argumenta Alina en el Artículo periodístico. Al respecto,
França-Tarragó (2012), menciona que la discriminación y estigmatización lleva a los
pacientes (generalmente grupos sociales minoritarios como por ejemplo homosexual) a
producir acusaciones en el que mencionan que se sienten afectados por los informes
prejuiciosos o por las conductas discriminatorias de psicólogos o psiquiatras.

3. Tal como explícita la cita presente en la consigna, el acto ético se trata de lo singular,
de lo irrepetible. Por lo tanto, Si nos atenemos al rasgo singular de cada ser humano como
tal, no puede haber una ética general, sino solamente una ética de verdades singulares.
Desde este punto de vista, cada situación es irrepetible y por lo tanto no puede proferir
normas morales para todos por igual ya que siempre en algún momento, por más buenas
intenciones que se detenten, terminan siendo autoritaria, donde las respuestas que se
brindan sostienen una posición "paternalista" ante los dilemas bioéticos (Fridman, 2009).

Los Comités de Bioética, y la Bioética en general, no tienen por objetivo construir normas
morales sino ampliar las posibilidades en casos particulares que presentan cruces
discursivos conflictivos. Es así que aquellos postulados que encontramos en las
normativas son para la Bioética soluciones parciales, que solo brindan solución en
situaciones ocasionales, coyunturales. En la Bioética no hay objetividad, lo que no
significa arbitrariedad del pensamiento; está se trata de un dispositivo que pone en
suspenso los saberes de cada uno, con los que cada quién se inviste socialmente, de los
cuales se obtiene habitualmente un cierto prestigio para establecer un debate que ocurre
en un mismo plano horizontal, que posibilita un cierto diálogo entre discursos. El Comité
de Bioética es el lugar del fundamento de lo que se sostiene como posición ética del
evento dilemático. En tanto la Bioética, es planteada como el campo que aborda lo
dilemático de una decisión o conclusión tomada en una determinada situación o campo
de investigación (Fridman, 2009). Como tal, el dilema se presenta como un problema
donde cualquier solución posible constituye una nueva problemática. Por lo tanto no hay
una determinada solución que satisfaga todas las situaciones.
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El carácter de lo dilemático se presenta en las psicoterapias cuando se pone en juego la


tensión entre Autonomía y Beneficencia de aquellos pacientes no quieren curarse, en el
cual se comienza a pensar la cura o el alivio como una decisión que emana de la posición
subjetiva de cada uno, y debe estar al abrigo de los ideales culturales. Pues, en la
experiencia clínica, la Autonomía se basa en respetar en la medida de lo posible, el goce
de cada paciente. Así por ejemplo, la autonomía subjetiva es uno de los temas más
importantes en la sociedades democráticas, donde existe la exigencia de depender menos
de las normas colectivas, de liberarse de las normas impuestas desde fuera, de vivir más
acordes con la voluntad y los deseos propios. En los siglos XVII y XVIII, esta exigencia
llevó a continuos movimientos que permitieron el advenimiento de la cultura individual
y la política individualista. Las sociedades modernas se caracterizan por una ideología
individualista, cuyo fundamento es el individuo como valor casi absoluto, individuo
soberano, dueño y juez de sí mismo (Fridman, 2009).

4. Un diagnóstico tiene una importante implicancia ética ya que puede beneficiar,


manipular, desacreditar o castigar a los miembros de una sociedad. Tales consecuencias
repercuten a partir de equivocaciones o por diagnósticos, que si bien son erróneos, no
fueron intencionados. Las equivocaciones en el diagnóstico son el resultado de un proceso
en el cual, por carecer de información adecuada sobre el paciente o sobre la enfermedad,
o por falta de la preparación pertinente, el psiquiatra diagnostica indebidamente a un
paciente que debería ser catalogado de otro modo. Los diagnósticos erróneos no
intencionados, por el contrario, se deben a un proceso en el cual el psiquiatra posee tanto
la información adecuada sobre el paciente y su enfermedad como la preparación precisa,
sin embargo su diagnóstico se ve influenciado por la teoría psicopatológica que practica
(Reich, 2001). Una influencia fundamental presente en la construcción de un diagnóstico
es la teoría y sistemas nosológicos. A grandes rasgos, la nosología se define como aquella
rama de la medicina que describe, diferencia y clasifica las enfermedades y procesos
patológicos existentes. De este modo, se encarga de sistematizar las patologías de acuerdo
con la información que se tiene sobre ellas. Los agentes de salud mental se guían por una
o más teorías de la enfermedad que suelen asociarse a dichos sistemas.

Al respecto, Reich (2001) reflexiona y analiza los riesgos que subyacen al diagnóstico, a
la vez que señala que muchos de los diagnósticos adjudicados en Rusia en los años 70 y
80 en el ámbito de la salud mental, no tuvieron la intención de provocar un daño, sino que
simplemente se regía un sistema propio desarrollado por Andrei V. Snezhnevsky, el cual
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era un sistema nosológico (que obtuvo una gran hegemonía en el país incluso hasta
después de su muerte), que configuraba la forma en que los psiquiatras interpretaban,
categorizaban y percibían las psicopatologías. Su sistema nosológico se concentró
especialmente en la esquizofrenia, sin embargo, su definición era tan amplia que llegó a
englobar otros sectores del ámbito de la enfermedad mental. Por ejemplo, los subtipos
leves de esquizofrenia se caracterizaron por síntomas que no son psicóticos y que por lo
general se consideran más pertinentes para la clasificación de una neurosis, un trastorno
de la personalidad, o incluso de personas que no tienen ninguna enfermedad mental.

En este sentido, el uso del diagnóstico en salud mental es un proceso inevitable para todo
tratamiento posible. No obstante, su relación con el sistema nosológico necesita de una
mirada crítica debido a las consecuencias morales, subjetivas y sociales que acarrean.
Fundamentalmente en el ámbito de la salud mental donde las consecuencias pueden llevar
a la estigmatización, discriminación, aislamiento o pérdida de la libertad individual. Pues,
el uso del diagnóstico tiene el alcance de brindar, o bien un servicio de asistencia frente
al padecimiento y ofrecer posibilidades de una “vida buena”, o, por el contrario, una
existencia fragmentada, expulsiva y negada. Es así como surge la necesidad de
reflexionar desde un marco ético la vulnerabilidad que está en juego.

En su texto, Reich (2001) visibiliza este dilema, en el cual menciona que "para impedir
los diagnósticos erróneos no intencionados tienen que llegar a darse cuenta de que el
propio proceso diagnóstico tiene limitaciones, de que las teorías y de las escuelas
diagnósticas influyen y modelan la percepción psiquiátrica del comportamiento y de que
las tentaciones que encierra el diagnóstico invitan a su utilización".

5. La neuroética surge como una disciplina distinta de la bioética que nos permite sondear
las diferentes implicancias éticas, legales, sociales y filosóficas, generadas por el avance
en las ciencias del cerebro que el desarrollo tecnológico trae consigo. Esta
disciplina puede subdividirse, según Adina Roskies, en dos áreas con intereses
específicos: la ética de la neurociencia (centrada en la práctica y las implicaciones de la
comprensión cerebral en la sociedad) y la neurociencia de la ética (centrada en los
fundamentos neurológicos del conocimiento moral). Estas dos "ramas" se corresponden
respectivamente con una neuroética aplicada y una neuroética teórica (Roskies, 2002).

La ética de la neurociencia se dedica a las cuestiones que surgen como efecto del
desarrollo de nuevas tecnologías que permiten investigar y modificar el cerebro humano

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de maneras que jamás se había pensado que fueran posibles. Por ejemplo, en el ámbito de
las investigaciones sobre el cerebro surgirán cuestiones respecto de la posibilidad de
violar la privacidad de los contenidos mentales de los sujetos de investigación, o las
posibles aplicaciones de ciertos descubrimientos en áreas como por ejemplo la
potenciación cognitiva o la potenciación moral de los individuos (Castelli, 2018).

Si tomamos el modelo interdisciplinario analizado por Castelli, P. (2018) llamado modelo


de naturalización, podemos ubicar las cuestiones de la potenciación moral a partir del
caso de Patricia Churchland, quien muestra cómo las hormonas, en particular la oxitocina,
permiten dar una posible explicación de las emociones sociales, e hipotetiza al respeto de
las reacciones empáticas y de apego que se generan en las madres ante sus bebés. De este
modo, Churchland, cree poder explicar de manera completa la moralidad humana. En
otras palabras, el modelo de la naturalización nos presenta a la neuroética como una
disciplina que a nivel teórico entiende que la moralidad es reductible a sus bases neurales.
Al mismo tiempo, este tipo de razonamiento tiende a asociar de forma errónea la
moralidad con la empatía. Sin embargo, ser empático no garantiza que los fines sean
utilizados para la moralidad. Por otro lado, dentro de la potenciación cognitiva se
cuestiona el hecho de utilizar personas sanas para probar fármacos que potencian la
capacidad cognitiva, tales como los nootrópicos, un fármaco que mejora las funciones
cognitivas con el objetivo de fomentar la productividad en un sistema que demanda cada
vez más. No obstante, surgen cuestiones como: ¿Es necesaria la utilización de estos
fármacos?, ¿Habrá una justicia distributiva que garantice su aplicación para todos?. A su
vez, tales Implicancias sociales traen la necesidad de neuro-derechos, es decir, se presenta
la necesidad de plantear y ampliar nuevos derechos que apliquen a las nuevas tecnologías
neurocientíficas. Por ejemplo, el derecho a la privacidad mental (decidir cuando
manifestar o no mis pensamientos) se ve afectado a partir de nuevas tecnologías como el
electroencefalograma, que posibilita la utilización de trazos neuronales como herramienta
que permite saber qué pensamos aún cuando no lo queremos manifestar, lo que conlleva
a la invasión de la intimidad y va en contra del derecho a la privacidad. Así como también
el derecho a la libertad neurocognitiva: derecho a utilizar o no a voluntad tecnologías que
afectan, moldean o potencian nuestro cerebro.

Ahora bien, desde la neuroética de la ética, la cual tiene como objetivo notificar el modo
en que impactan las evidencias neurocientíficas aportadas por las nuevas tecnologías en
nuestro conocimiento acerca de cuestiones morales, sociales y culturales, surgen
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problemáticas, por ejemplo en el área de la neurociencia cognitiva, la cual dice ofrecer


explicaciones científicas de relevancia para comprender fenómenos como la toma de
decisiones, o la formación del carácter (Castelli, 2018). Por ejemplo, en la
implementación de chips para reducir los síntomas de la epilepsia, genera cuestiones en
la que las personas aseguraban que luego de la intervención sentían que dejaron de ser
ellos mismos y que su personalidad se vio dilucidada por ese aparato. Por lo tanto se pone
en juego una nueva problemática, pues tenemos derecho a que todas nuestras acciones
entren dentro de nuestra narrativa. Si las intervenciones en el cerebro cuestionan el hecho
de que las personas puedan tener emociones, sentimientos, o tomar decisiones semejantes
a las que toman normalmente, necesitamos derechos que garanticen el derecho a la
continuidad psicológica, y el derecho a la integridad mental.

Por otra parte, actualmente, surgieron iniciativas en distintas partes del mundo (tales
como Human Brain Project) que propusieron un modelo computacional del cerebro
humano en el que se persigue recrear de forma virtual las redes o conexiones neuronales
y sus interacciones. Este tipo de iniciativas nos lleva a repensar sobre nuestra Identidad
Humana y pone en jaque una forma de pensarnos como algo distinto a lo biológico. Si la
reproducción computacional del cerebro humano permite la reproducción de acciones
humanas, entonces ¿Qué es lo humano?, ¿Deberíamos extender los derechos humanos a
las máquinas?. Como consecuencia, a partir de estas iniciativas, se dejó de pensar a la
neuroética en términos dicotómicos entre la ética de la neurociencia y la neurociencia de
la ética, y se comenzó a pensar más bien en términos que den cuenta lo que hace la
neuroética actualmente respecto a los distintos proyectos que plantean la idea de generar
un modelo computacional del cerebro que permita estudiar y entender su funcionamiento,
así como también la utilización de estos modelos para probar hipótesis empíricas. Es así
que se plantean tres enfoques: Neuro-Bioética, neuroética empírica y neuroética
conceptual. En cuanto a la primera, la Neuro-Bioética, es prescriptiva y normativa; pues
se encarga de protocolizar partir de teorías éticas las investigaciones neurocientíficas y
sus aplicaciones clínicas, comerciales, etc. Por otro lado, la neuroética empírica es
descriptiva y explicativa, ya que aporta evidencia relevante para dar forma a la teoría
ética. Y por último la neuroética conceptual, la cual implica aspectos descriptivos y
prescriptivos, aporta un análisis conceptual y metodológico cuidadoso para llevar
adelante investigaciones neurocientíficas, cubriendo en parte también lo que sería la
epistemología o filosofía de la ciencia.

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Bibliografía

• Castelli, P. “¿Qué modelo interdisciplinar requiere la neuroética?” en RECERCA,


REVISTA DE PENSAMENT I ANÀLISI, NÚM. 22. 2018. ISSN: 1130-6149 – pp. 33-
49.

• Elichiry, Marina, Pineda Andrea y Santa Cruz Lida. Documento atención integral de la
salud para niños y adolescentes trans. En:Programa de implementación de políticas de
género y diversidad sexual en salud.

• Fridman, P. (2009). Los principios de Bioética en Salud Mental y Psicoanálisis. En J.C.


Fantin& P. Fridman(Comp), Bioética, Salud Mental y Psicoanálisis (pp. 33-44). Buenos
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• França-Tarragó, O. (2012). "Responsabilidad ética ante la justicia". En O. França-


Tarragó, Manual de Psicoética.

• Giberti, E. (2005). Género, relaciones familiares y psicoterapia: las identidades de las


personas transgénero. Número Monográfico Bioética y Género Perspectivas Bioéticas,
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• Ley Nacional de Salud Mental (26657/2010) Boletín Oficial N° 32041. Más, F. (2010).
Formación en psicología para el ejercicio profesional en salud pública.

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M.L. Rovaletti (ed.): Ética y psicoterapia, Buenos Aires, Biblos (pp. 31-44).

• Reich, W. (2001). El diagnóstico psiquiátrico como problema ético. En S. Bloch, P.


Chodoff, S. Green (Eds.). La ética en psiquiatría (pp. 189-216). Madrid: Triacastela.

• Roskies, Adina (2002). Neuroethics for the New Millenium. Neuron, 35(1), 21-23.

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