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Categoría a participar: Cuento

Nombre de la obra: El contorno de un cuerpecito

Autor: Elvis Eduardo González Rojas

Correo electrónico o cuenta de Instagram: psifhylo@gmail.com o psifhylo

En caso de aceptarse mi trabajo, autorizo su publicación con las correcciones


realizadas por el editor asignado.
El contorno de un cuerpecito

Un movimiento ascendente fue adquirido por la cortina. ¡Qué viento tan fuerte el que
anda esta noche!

A pesar de encontrarse ante mí cerradas las esperanzas que me permitan seguir


creyendo en que me levantaré de la cama me mantengo con buen humor y
conversador. Y es así como inicio largas conversaciones, como por ejemplo, con los
libros, aunque a veces ellos dejan de medir sus palabras y tocan temas delicados
para mí, como lo es la muerte; es entonces cuando decido callarlos. Después decido
hablar con los brazos, piernas y torsos que se desprenden de una silla que tengo en
un rincón del cuarto. Ya en otro lugar, las telas comienzan a hablarme. Entonces,
pueden adquirir cualquier forma del humano cuerpo; aunque esto depende de
cuanta tela posean: un pañuelo puede dar la forma de unos ojos, un mantel el
contorno de una cabeza; cualquier parte del cuerpo que uno se imagine pueden
adquirir; aunque nunca he visto la figura humana completa en esas telas. Además,
las veo contonearse libremente por la casa; al topármelas, distingo en sus brazos
cruzados y mirada fija en mí, aires de reproche.

sobre indicación perfecta para saber que es el tipo de viento que hará que ese árbol
se vaya por fin al suelo, ahorrándome trabajo.

Así es como la cortina del cuarto era empujada por el viento, sube hasta tocar el
techo para luego tener que caer y rozar el suelo; pero no lo hace; ella cae lenta y se
va posando primero sobre algo que es pequeño y ovalado ¡Como la cabecita!,
alcanza la forma de unos… ¡Pequeños hombritos!, y cae floja aún ensartada en su
tubo en una forma no más alta que la altura de mi cama. Lo que veía era el contorno
de un cuerpecito. Ese cuerpecito se estuvo quieto y creí que miraba mis hojas, todas
esparcidas en la cama. No sé si mucho o poco tiempo pasó cuando el cuerpecito
intentó caminar: el tubo que sostiene la cortina se lo impedía. Pero terminó cediendo
y en el suelo sonó metálicamente. Y la cortina con el contorno del cuerpecito,
empezó a caminar arrastrando un roce metálico, se dirigió hacia la puerta que
permite entrar a mi cuarto, y así se iba.
En la mañana vi el árbol en el suelo, porque un día su rama con el columpio cedió y
lo dejó ir.

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