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La quiebra o concurso liquidativo.

Objetivos
La quiebra es un modo compulsivo de ejecutar los bienes del deudor en forma colectiva.

Se produce como consecuencia de la imposibilidad por parte del deudor de salir del
estado de insolvencia o de cesación de pagos, es decir, la impotencia patrimonial para
hacer frente a las obligaciones del giro ordinario, con sus recursos propios, en forma y
tiempo adecuado.

Quiebra indirecta
La quiebra puede ser declarada en todos los casos previstos por el artículo 77, en cuyos
incisos se refiere a situaciones procesales que son consecuencias del trámite de un
concurso preventivo. Este proceso fracasa por alguno de los motivos previstos en el
ordenamiento.

1. En los casos previstos por el artículo 46, cuando el deudor no consigue


reunir las cantidad de conformidades necesarias para obtener la doble
mayoría de personas y de capital para considerar aprobada su propuesta de
pago, en el plazo previsto por el periodo de exclusividad.

2. En el caso del artículo 45, se declara la quiebra cuando el deudor no haga


propuesta alguna para acreedores.

3. Si se tratara de alguno de los “supuestos especiales” del artículo 48:


a) se decreta la quiebra en el caso de que nadie, dentro del plazo previsto
en la resolución de apertura del registro, se inscriba como interesado
para participar del procedimiento de salvataje; o bien
b) en el caso en el que hubiera inscritos, ninguno de ellos consiguiera la
doble conformidad de los acreedores en el plazo previsto por la
resolución que abre el procedimiento de salvataje.

4. Se decreta la quiebra también en el caso de que habiéndose interpuesto


una impugnación de alguno de los acreedores o terceros, en los términos

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del artículo 49, contra un acuerdo que estaba aprobado, esta fuera
admitida.

5. Si el concursado no cumple con las obligaciones asumidas en la propuesta


de pago que oportunamente fuera homologada.

6. Cuando no se abonan los honorarios fijados en la resolución de


homologación en forma y tiempo propio.

7. En el caso en que, luego de que el juez declara homologado el acuerdo, se


interpusiera una acción de nulidad y esta finalmente prosperara.

Estos casos son los llamados “quiebra indirecta”, ya que, como vemos, se trata en todos
los supuestos de circunstancias derivadas de un proceso concursal de trámite anterior.

Quiebra directa

Quiebra directa necesaria

El segundo inciso del artículo 77 determina otro tipo de quiebra, que es aquella decretada
a pedido del acreedor. Esto es cuando un acreedor con un título exigible y vencido pide
que se declare la quiebra de su deudor, por entender que este se halla en estado de
cesación de pagos.

Deberá probar este aserto, pero el ordenamiento prevé ciertos supuestos que funcionan
como indicios de esa probanza: son los llamados “hechos reveladores”, que funcionan
como verdaderos sistemas de presunciones iuris tantum.

El acreedor deberá acreditar su condición de tal, la calidad de crédito legítimo y también


de crédito vencido y exigible. Es decir que su crédito no está sujeto a ningún trámite
previo en orden a su ejecución.

Quiebra directa voluntaria

Por último, el inciso tercero del artículo 77 admite que la quiebra puede ser decretada a
pedido del propio deudor. Esto ocurre cuando el fallido reconoce que no puede salir de la
situación de insolvencia en la que se encuentra y prefiere terminar rápidamente con esta

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cuestión, poniendo a disposición del tribunal todos sus bienes, para que sean realizados y
con el producto de estos satisfacer, en la medida de lo posible, las deudas que al
momento tuviera.

La declaración de quiebra individual, en algunos casos, puede extenderse a otros sujetos


cuando se den los supuestos regulados por los artículos 160 y 161.

El presupuesto objetivo del estado de cesación de pagos sigue siendo imprescindible para
decretar la quiebra del deudor. El artículo 78 exige que este estado sea probado
(sumariamente). El acreedor debe demostrar que el deudor se encuentre imposibilitado
de cumplir regularmente sus obligaciones, sin importar cuál sea el carácter de ellas ni las
causas que las generan.

Por lo tanto, el pedido de quiebra necesaria por parte del acreedor debe ir acompañado
de la prueba de que el deudor se encuentre en estado de cesación de pagos. Para ello, la
ley provee un listado de hechos que pueden ser considerados como reveladores del
estado de cesación de pagos. Así, el artículo 79 enuncia, de manera simplemente
enumerativa y no taxativa:

a) el reconocimiento judicial o extrajudicial del estado de cesación de pagos


hecho por el propio deudor;

b) la mora en el cumplimiento de una obligación;

c) el ocultamiento o ausencia del deudor o de sus administradores sin dejar


representantes que puedan continuar con los negocios y medios suficientes
para cumplir con sus obligaciones;

d) la clausura de la sede de la administración del establecimiento donde el


deudor lleva adelante su objeto;

e) la venta a precio vil;

f) El ocultamiento o la entrega de bienes en pago, la revocación judicial de


actos realizados en fraude de los acreedores; o

g) cualquier medio ruinoso o fraudulento empleado para obtener recursos.

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La enumeración es meramente ejemplificativa y no taxativa, por tanto, podría haber otros
hechos u otras circunstancias que pudieran llevar al mismo convencimiento.

Algunos de estos hechos pueden incluso prevenir que el deudor aproveche una situación
de confusión o de relativa confianza que todavía genere en el mercado para deshacerse
de su patrimonio (la denominada “zona gris”) y de esa manera evitar que los acreedores
puedan cobrar sus acreencias. Por ello, muchas conductas están estrechamente
vinculadas con situaciones de fraude o de estafa.

En este caso, a diferencia de lo que la ley da a entender en el caso de concurso preventivo,


no es un requisito del pedido de quiebra que exista una pluralidad de acreedores, a pesar
de que se trata de un procedimiento de ejecución colectiva.

El pedido de quiebra no es, en realidad, una manera de cobrar ejecutivamente un crédito.


La declaración de quiebra directa de un deudor se establece en beneficio del mercado, de
la comunidad toda, para protegerla del peligro que una persona física o jurídica que no se
encuentra en condiciones de operar pueda seguir causando daño bajo la apariencia de
una solvencia que no tiene. Por eso, las reglas que la ley impone al acreedor que pide la
quiebra están vinculadas con la posibilidad de que a través de las sentencias se excluya al
deudor del mercado y no tanto que el acreedor obtenga la satisfacción de su crédito.

En definitiva, el pedido de quiebra directa necesaria busca obtener una declaración de


efecto patrimonial universal respecto del deudor, en beneficio del llamado orden público
económico, o del mercado.

Cualquier acreedor cuyo crédito sea exigible, sin importar su naturaleza o privilegio, tiene
derecho a pedir la quiebra, incluso aquellos que tuvieran un crédito privilegiado. Estos,
para ello, deben demostrar sumariamente que los bienes afectados son insuficientes para
cubrir el crédito que reclaman, con la única exclusión de los créditos de origen laboral.

Limitaciones y exclusiones
a) No puede pedir la quiebra un acreedor cuyo crédito fuera inexigible. Por
ejemplo, un acreedor cuyo crédito todavía requiere de un proceso
ordinario para comprobar el daño o el incumplimiento y la cuantía de la
indemnización.

b) Tampoco pueden pedir la quiebra los acreedores que sean parientes del
deudor, mencionados en el artículo 81: el cónyuge, los ascendientes o

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descendientes del deudor ni los cesionarios de sus créditos. La ley no
distingue entre parentescos legítimos naturales o adoptivos y tampoco
hace diferencia entre consanguinidad y afinidad.

El trámite de la “quiebra directa voluntaria” (pedida por el propio deudor, o también


llamada “propia quiebra”) siempre prevalece sobre el pedido de cualquier acreedor,
cualquiera sea su estado, mientras la quiebra no haya sido declarada.

Cuando existen varios pedidos de quiebra en trámite y el deudor pide su propia quiebra,
este trámite prevalece sobre todos los demás, que se suspenden y archivan.

En todos los casos en los que el deudor se trate de una persona de existencia ideal, debe
cumplir con lo dispuesto en el artículo sexto, y acompañar, además de la decisión del
órgano de administración y representación legal (directorio o gerencia, según el tipo de
sociedad de que se trate), la ratificación por parte de sus socios o accionistas. Tratándose
de incapaces, deberá obtenerse la correspondiente venia judicial.

La ley, que es, a la vez, un ordenamiento de fondo y un ordenamiento procesal, regula a


partir del artículo 83 el trámite del pedido de quiebra. Si ha sido pedida por un acreedor,
este debe:

1. probar sumariamente su crédito (acompañando a su presentación los


títulos justificativos de este);
2. probar que el deudor esta en cesación de pagos (para lo cual podrá recurrir
a los “hechos reveladores” enunciados en el art. 79); y
3. que el deudor sea un “sujeto concursable”, en los términos del art. 2.

La prueba sumaria del crédito implica que el acreedor deberá acompañar toda la prueba
documental que hace a su derecho y que no está prevista la apertura de un “juicio de
antequiebra”.

Por otro lado, deberá demostrar que el deudor está comprendido dentro de los sujetos
concursales previstos en el artículo segundo, de manera tal que no es posible pedir la
quiebra a un sujeto excluidos por el ordenamiento, como son los bancos, las compañías
financieras, las compañías de seguro, las ART y otras empresas que tienen una regulación
específica. Esto no quiere decir que no puedan ser decretadas en quiebra, pero esta
declaración de falencia se producirá como resultado de la aplicación del sistema que cada
una de este tipo de sociedades tiene previsto en la ley especial que las regula. Si como
resultado de las medidas previstas en esos ordenamientos no se pudiera superar la

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situación de insolvencia, la Autoridad de Aplicación o de Superintendencia puede ordenar
la liquidación de la empresa, bajo las reglas procesales de la ley de quiebras.

Ante un pedido de quiebra, el juez puede tomar las medidas precautorias que estime
pertinentes para asegurar los bienes del deudor, para determinar si la sociedad está
debidamente registrada y, en su caso, quiénes son sus socios ilimitadamente
responsables. Esta previsión es necesaria, ya que la declaración de quiebra de una
sociedad implica la quiebra refleja o inmediata de los socios ilimitadamente responsables.

Si quiebra una sociedad colectiva, se produce la quiebra, a su vez, de los socios que la
componen, como consecuencia del régimen de responsabilidad del tipo social.

Una vez presentado el pedido ante el juez, este debe dar traslado al deudor, quien tiene
un plazo de 5 días para presentarse ante el tribunal y demostrar que no se encuentra en
estado de cesación de pagos. Este es el plazo que la ley le da para presentarse, invocar y
probar cuando estime conveniente a su derecho: puede intentar demostrar que no es un
deudor sujeto a concurso, que el juez es incompetente o que el acreedor no tiene un
crédito líquido y exigible. Todas estas defensas son oponibles. Pero si se trata de
desvirtuar el estado de cesación de pagos, lo que tiene que hacer el deudor para
desactivar el pedido de quiebra es demostrar que no se encuentra en esa situación y esto
solamente puede hacerlo mostrando eficazmente que tiene los medios necesarios
disponibles (y además líquidos) para hacer frente al crédito que se le reclama. La única
manera eficiente de demostrar este aserto es depositar en el juzgado de la quiebra la
suma necesaria (más sus intereses y costas), ya sea en pago o a embargo.

El pedido de quiebra no debe ser admitido como un medio de ejecución alternativo.

El pedido de quiebra y la declaración de quiebra directa a pedido del acreedor pretenden


separar al deudor del mercado para que no siga aparentando estar apto para el crédito y,
con eso, seguir provocando daños a terceros como consecuencia de su insolvencia.

Asimismo, si el deudor demuestra que no está en cesación de pagos, el juez deberá


rechazar el pedido de quiebra.

Si el acreedor recurrió al pedido de quiebra para extorsionarlo, para presionarlo o para


cobrar, lo cierto es que habrá utilizado un medio inadecuado para ello, debiendo siempre
recurrir a la ejecución del crédito por las vías correspondientes, ya sea el juicio ejecutivo o
el juicio ordinario, si no se trata de un crédito líquido y exigible. Sin embargo, si el
acreedor puede demostrar que ya es público y notorio que el deudor está en cesación de
pagos, por la prueba de alguno de los hechos reveladores previstos en el ordenamiento

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concursal en el artículo 79, entonces, el juez podrá tomar la decisión de decretar la
quiebra por entender que existen elementos suficientes y concordantes que ameritan esta
solución.

Si el deudor demuestra que no está en cesación de pagos, el pedido de quiebra debería


ser rechazado, con costas a cargo de quien injustamente lo solicitara.

Sin embargo, existe un viejo plenario en la Capital Federal: “Pombo, Miguel pedido de
quiebra por Gini, Reinaldo, LL 1982.C 459”, que determinó, sin perjuicio de que el pedido
de quiebra aparece como injustificado, atento que el deudor prueba que no se encuentra
en cesación de pagos, que resultaría injusto cargar al peticionante de la quiebra con las
costas. Y esto es porque el deudor, al no pagar su deuda líquida y exigible en su debido
tiempo y forma, pudo haber dado razones al creedor para creer que sí estaba en cesación.
Por eso, se determinó que las costas debían correr en el orden causado.

En cualquier momento del proceso, el juez puede dictar las medidas precautorias o
asegurativas que entienda pertinentes para preservar el patrimonio del deudor. También
pueden ser tomadas a pedido del acreedor, en cuyo caso se toman bajo su
responsabilidad. Estas pueden consistir en la inhibición general de bienes del deudor, la
intervención controlada de sus negocios, si es que conviene continuar con la explotación
de la empresa una vez declarada la quiebra o mientras dura el trámite de la petición, u
otra adecuada a los fines perseguidos.

Propia quiebra
El deudor puede solicitar su propia quiebra al entender que no están dadas las
condiciones para ofrecer al mercado un plan de pagos que sea plausible y pudiera generar
las adhesiones necesarias. Esto puede tener miles de motivos: ya sea porque no tiene
negocio, ya sea porque no tiene capital o porque ha decidido no continuar más en el
negocio que administraba.

Los requisitos para presentarse en quiebra son los mismos que la ley requiere a partir del
artículo 11 para presentarse en concurso preventivo, pero su omisión no obsta para la
declaración de quiebra.

De ordinario, la petición del deudor apenas se acompaña con alguna documentación


elemental, ya que, por lo general, el deudor que se halla en esta situación carece de
medios disponibles para tener al día su administración o su documentación contable.

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El deudor está obligado a poner a disposición del tribunal todos sus bienes, de forma tal
que los funcionarios puedan tomar inmediata y segura posesión de estos, a fin de
efectivizar el efecto principal de la declaración de quiebra: el desapoderamiento de los
bienes.

A partir de ese momento todos sus bienes y derechos pasan a ser administrados por la
sindicatura, bajo la orden y vigilancia del tribunal, a los efectos de su aseguramiento, la
realización del trámite de liquidación de estos en la quiebra y el resultado de pago a los
acreedores.

Quiebra refleja
El artículo 86 establece en forma terminante que la declaración de quiebra de una
sociedad con socios ilimitadamente responsables implica la extensión en forma refleja a
todos los socios responsables que hayan suscripto la petición de propia quiebra, sin
perjuicio de que el juez pueda intimar a los demás restantes a su cumplimiento, luego de
decretada la quiebra.

Desistimiento
En el caso de la quiebra directa necesaria, el acreedor puede desistir de su solicitud
mientras no haya sido citado el deudor, en los términos del artículo 84.

Todo pago hecho por el deudor o por un tercero al acreedor peticionante de la quiebra
siempre va a estar sometido a lo dispuesto en el artículo 122, que implica la posibilidad de
que estos sean declarados ineficaces por conocimiento del estado de cesación de pagos.

Es que el pedido de quiebra no puede ser considerado un medio para cobrar, sino que es
un medio para sacar al deudor del mercado. Asimismo, el deudor que pide su propia
quiebra ya no puede desistir de su pedido, salvo que, antes de la primera publicación de
edictos, demuestre que ha desaparecido la causa por la cual habría solicitado la quiebra;
en otras palabras, que ha desaparecido el estado de cesación de pagos.

La sentencia de quiebra
La declaración de quiebra es una sentencia declarativa y, además, constitutiva, porque la
quiebra es un estado. A partir del momento en que se decreta la quiebra el deudor ya no
dispone de ninguno de los bienes tangibles o intangibles de su patrimonio y es desplazado

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de su lugar en la empresa o de la administración de sus bienes. Por eso, la sentencia de
quiebra contiene la totalidad de los datos de individualización del fallido y, en su caso, de
la sociedad y la de sus socios ilimitadamente responsables. El decreto de quiebra contiene
además una serie de medidas tendientes a preservar los activos del deudor y, por ello, en
la sentencia de declaración de quiebra, se emite una orden dirigida a los registros de la
propiedad para anotar la inhibición general de bienes en los registros correspondientes.
Esta es una medida cautelar genérica que traba la posibilidad de inscribir en el registro de
la propiedad inmueble o automotor o de cualquier tipo de propiedad la posibilidad de una
venta o una salida de bienes.

La sentencia intimará al deudor para que cumpla con los requisitos exigidos por el artículo
86 si hasta ese momento no lo hizo. También será intimado a entregar todos sus bienes al
síndico, junto con libros y papeles de comercio y toda la documentación contable. Esto es
especialmente importante porque desde el análisis de la contabilidad y los libros del
deudor podrá obtenerse la reconstrucción de los negocios sociales y, eventualmente,
detectar si el deudor o terceros aprovecharon esta situación para disminuir el patrimonio
del deudor y, con ello, la garantía de los acreedores.

A partir de la declaración de quiebra están prohibidos todos los pagos que se hagan al
fallido y, en el caso de que hubiera algún pago hecho fuera de esta fecha o posterior a
esta, se consideran ineficaces.

La sentencia contiene la orden de interceptar la correspondencia y entregarla al síndico.


Esta prevención tenía razón de ser en el pasado, cuando una gran cantidad de
documentación comercial, impuestos, tasas, contribuciones, estados de cuentas y mucha
documentación comercial circulaba de modo físico. Lo cierto es que a la fecha esto ya no
ocurre y tampoco hay una medida eficiente para interceptar lo que sería la
correspondencia digital o los correos electrónicos de la fallida. Parece todavía un
anacronismo tener que enviar este oficio al correo argentino y a las empresas de
correspondencia, pero se sigue haciendo.

La realización de los bienes es el medio a través del cual el procedimiento falimentario


busca obtener el dinero necesario para satisfacer, al menos en parte, la deuda que el
fallido tiene con sus acreedores. Por ello, la sentencia contiene la orden de realización de
todos los bienes. Es un decreto de subasta genérico en el cual se designa en ese momento
el funcionario que va a efectuar esas enajenaciones: se designa al martillero, que se sortea
de las listas del juzgado.

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Para el caso de que el deudor tuviera bienes muebles, también se designa un
inventariador, que tendrá a su cargo la tarea de acompañar a la sindicatura al momento
de presentarse en el domicilio o en los establecimientos y/o locales del deudor, munido
de un mandamiento de constatación, incautación e incluso secuestros, con facultades
amplias, como la de denunciar domicilio, forzar cerraduras mediante cerrajero, recurrir a
la fuerza pública, y si fuera necesario, procederá a hacerse presente en esos lugares y
asegurar todo su contenido. Deberá allí hacer un inventario de toda la documentación, de
todos los bienes y útiles que pudiera haber dentro de los locales o establecimientos y, con
ello, levantar un acta y llevarla al tribunal. Esta tarea debería estar derivada a un escribano
de la matrícula, quien es designado por sorteo también por el juez de la causa.

Publicidad
El juzgado, a través de su secretaría, procederá a la publicación de la sentencia de quiebra
en el Boletín Oficial, dentro de las 24 horas de decretada, durante 5 días. El texto del
edicto contendrá, además, las disposiciones de los incisos 1, 3, 4, 5 y 7, y la identificación
del síndico. Lo propio hará en un diario de amplia circulación de la jurisdicción del
establecimiento del deudor. La publicación no es gratuita, pero se autoriza a que se haga
sin necesidad de previo pago. Luego, en la liquidación, se reservarán fondos (al momento
de la distribución) para atender estos gastos.

Conversión
Dentro de los 10 días, contados a partir de la fecha de la última publicación de edictos, el
deudor que se halle en la condición del art. 5to, es decir, un sujeto concursable, puede
solicitar la conversión de la quiebra en concurso preventivo. Este mismo derecho les
corresponde a los socios ilimitadamente responsables, a los que se refiere el art. 160,
respecto de los cuales se hubiera declarado la quiebra refleja.

Sin embargo, no puede solicitar la conversión un deudor cuya quiebra se hubiere


decretado como consecuencia de un incumplimiento de un acuerdo preventivo
homologado, o estando en trámite un concurso preventivo, o que se encuentre dentro del
período de inhibición previsto en el art. 59. Se trata, en estos casos, de restricciones que
buscan impedir el abuso al recurso de la conversión por quienes ya han tenido una
posibilidad de obtener un acuerdo y han fracasado.

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La conversión es una nueva oportunidad para obtener un acuerdo, que reemplaza al viejo
“acuerdo resolutorio”, que existía en el ordenamiento anterior. El fallido que recurre a la
conversión elige el camino de procurar obtener un acuerdo con sus acreedores. Es decir
que confiesa y se mantiene en estado de insolvencia, pero inicia un procedimiento de
concurso preventivo para presentar una propuesta de pago y acordar con ellos. Por eso, el
art. 91 le requerirá al fallido que solicita su conversión el cumplimiento de los mismos
requisitos que la ley exige al deudor que solicita la apertura de un concurso preventivo,
dentro del plazo previsto en el art. 90 o del que el juez determine.

El art. 93 determina que solo puede rechazar la petición si el deudor no cumple con los
requisitos del art. 11. Esto significa que el presupuesto objetivo, es decir, el estado de
insolvencia, está presente y probado por la declaración de quiebra anterior.

El juez decide conforme los art. 13 y 14 y, en caso que se ordene la apertura, la sentencia
de quiebra queda sin efecto.

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