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reseña editorial
Carlos Yushimito  
artículos
Lecciones para un niño que llega tarde

Barcelona, Duomo, 2011, 246 pp. entrevistas

________________________________________________
creación
Yushimito: el camino propio

Está demás decir que Carlos Yushimito es uno de los cuentistas jóvenes con mayor reseñas
proyección que hay actualmente en Hispanoamérica. Ya la revista Granta se ha
encargado de gritarlo al mundo en su famosa lista de veintidós elegidos (entre los
que también se encuentran Alejandro Zambra, Andrés Neuman y el peruano Santiago
Roncagliolo). Más importante me parece señalar lo que considero una implacable
verdad: Yushimito es un escritor raro. Sabemos que es peruano, de ascendencia
japonesa, que escribe sobre Brasil y que vive en Estados Unidos. Todo un hijo de la
globalización. Pero si digo que se trata de un escritor raro, es, más que por su
biografía, por su capacidad para crear atmósferas inquietantes moviéndose en el
corazón mismo de la cotidianidad y del sueño, así como por su profundo trabajo en el
plano estético del lenguaje que, con un muy equilibrado lirismo, se despliega con
audacia tanto en la experimentación formal como en los modelos tradicionales. Su
último libro, Lecciones para un niño que llega tarde (Barcelona, Duomo, 2011), así lo
demuestra.

Yushimito, que en nuestro país ha publicado los cuentarios El mago / Equis (2004) y
Las islas (2006), se presenta ante el público extranjero con una suerte de antología
personal de admirable contundencia. Once cuentos conforman la preciosa edición que
Duomo ha hecho de Lecciones para un niño que llega tarde. Seis de ellos provienen
de Las islas, ese pequeño libro íntegramente ambientado en Brasil que, a la manera
de La comedia humana, cuenta con un universo de personajes recurrentes (los
protagonistas de una historia pueden ser secundarios de otra y viceversa). Los cinco
cuentos restantes son enteramente nuevos. En ellos se ha dejado de lado el referente
brasileño en un intento por explorar nuevos espacios y nuevas sensibilidades. Vale
decir que, de todo el conjunto, no hay un solo cuento que desentone.

No encuentro mejor forma de entender el libro que tratando de segmentarlo. La


división más obvia es, sin lugar a dudas, la que se ofrece entre cuentos antiguos y
cuentos inéditos. Sin embargo, creo que quedarnos en ella sería cuando menos
engañoso. Algunos de los cuentos antiguos se acercan más a los nuevos que a sus
coetáneos. De modo que seguiré el criterio de los ejes temáticos que explora el
cuentario. Lecciones para un niño que llega tarde sigue tres líneas temáticas: en
principio, la violencia, con un fuerte anclaje en la marginalidad; luego está el
horizonte de la infancia y juventud, que es el del descubrimiento; y, por último, el
tratamiento de lo fantástico, que habla de la cotidianidad de lo insólito y que más
valdría calificar como freak.

La violencia es representada fundamentalmente en algunos de los cuentos de Las


islas. El espacio escogido por Yushimito es la favela. São Clemente es el escenario.
Las historias están dadas por los enfrentamientos de las mafias locales. La crudeza de
los acontecimientos se matiza con los valores que defienden los protagonistas,
valores como el honor, la valentía, el sentimiento amoroso y un tipo muy singular de
compasión. Bastante representativo es “Bossa nova para Chico Pires Duarte”, donde
se narra la historia de Chico, un joven mulato que se enamora de la mujer de un pez
gordo y decide matarlo para fugarse con ella. Naturalmente, todo sale mal y Chico,
pese a que consuma el homicidio, tiene que resignarse a la propia muerte. La
redención le llegará gracias al viejo Eduardo, una especie de confidente y consejero
desatendido que escribe un bossa nova con las palabras que no supo escuchar el ya
fallecido muchacho (‘Ay, si yo te contara sobre la vida, / habría sangre en tus
manos’). Lo que llama la atención de este cuento es principalmente su arquitectura.
La ruptura de la linealidad y los cambios de enfoque en un texto que se construye a
retazos hablan de un trabajo de corte faulkneriano que en ningún momento pone
trabas innecesarias al lector. Por el contrario, es una cualidad que se conjuga bastante
bien con la apuesta por la sugerencia del estilo de Yushimito. Cada episodio del relato
carga el ambiente de ansiedad, y a eso parece querer apuntar el autor más que a la
simple culminación de una anécdota.

Otro cuento que sigue esta línea es “Tinta de pulpo”. Ciro y Wagner tienen que matar
a un compañero, Cuaresma, por órdenes de Pinheiro, el mismo pez gordo del cuento
anterior. Asistimos a la mirada de Ciro y vemos cómo la piedad por el amigo se
manifiesta primero como una advertencia y después como un disparo a la cabeza, sin
tortura previa. La incertidumbre con que termina el relato sugiere que cualquiera −y
sobre todo el mismo Ciro− puede correr  con la suerte del difunto. Este también es un
relato gobernado por el artificio. La narración, cuyos fragmentos van y vuelven en el
tiempo, logra avanzar fundamentalmente por un excelente trabajo con los diálogos,
que se ocupan de obturar algunos agujeros de la historia. La violencia se respira en
cada página, pero no es una violencia que pertenezca de forma exclusiva al mundo de
las favelas. Y esto ayuda a comprender algo importante. Es normal que, en primera
instancia, un lector se pregunte por qué Yushimito escribe sobre Brasil si no conoce el
país. Pero habría que tener en cuenta que las historias de São Clemente bien podrían
suceder en Lima, en el D. F. o en Medellín. La respuesta, entonces, puede estar en un
planteamiento estratégico. El uso del referente externo parece fortalecer una óptica
objetiva en la representación de la violencia. El mismo autor señala que le sería

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muchísimo más difícil escribir, por ejemplo, sobre barriadas limeñas, por su falta de
perspectiva frente a ellas. En tal caso, el mundo de las favelas brasileñas sirve como
un modo de acceso al propio país. En São Clemente se proyecta toda Latinoamérica.

En cuanto a la temática de la infancia y juventud y a la seducción del descubrimiento,


pienso que aquí se encuentra el gran soporte de Lecciones para un niño que llega
tarde, sobre todo en lo que ofrece de nuevo el libro. Hay un cuento que destaca
fuertemente en este grupo. Se trata del que da título a la colección. “Lecciones…”
retrata la fascinación del pequeño Gregorio por la crueldad y altivez de Margarita,
sobrina de su maestra de piano. El niño huye de sus clases para poder compartir con
ella un pasatiempo perturbador: la tortura y disección de insectos. En esta relación se
fundamenta la historia. Así como Gregorio llega tarde al ritmo cada vez que intenta
seguir una pieza en el piano, llega tarde también a la oscuridad de Margarita, que
parece gobernar el reino del dolor, y hay algo profundamente triste en su incapacidad
para comunicarse de forma plena con ella (la niña es sorda). Dice Gregorio: ‘El dolor
no tenía las proporción suficiente para impresionarnos a esa edad, y, visto desde
ahora, no creo que lo consiga nunca’ (p. 55). Yushimito logra instalar una atmósfera
truculenta, perturbadora, en donde se esperaría ingenuidad y transparencia. En un
cuento formalmente conservador, la infancia se recubre de una silente atrocidad, pero
sin perder nunca la cuota de ternura.  Los personajes cautivan porque no terminan de
descifrarse y la cotidianidad se ve invadida por lo siniestro. Guimarães Rosa tiene una
frase que Yushimito ha suscrito desde siempre: ‘Cuando nada acontece, hay un
milagro que no estamos viendo’. Este parece ser el fundamento de su poética, una
poética que sigue la lógica del extrañamiento.

Quisiera rescatar un cuento más dentro de esta vertiente, uno que ya apareció en Las
islas: “Seltz”. Si bien el protagonista no es un infante, la narración se mueve a partir
del descubrimiento. Toninho, empleado en una tienda de electrodomésticos, explora
la noche de las clases acomodadas haciéndose pasar por Toni, primo del
administrador del negocio, que le facilita la ropa y el dinero. Gracias a su personaje,
no solo puede divertirse como un millonario más, sino que también logra seducir a
Julia, la cita de su supuesto primo. Terminada la noche, el joven vuelve a su vida
cotidiana y, mientras la mujer que ha conquistado lo busca en algún club privado, él
reafirma su identidad tomando un antiácido contra la resaca. La historia es buena,
pero es mejor la sobriedad de estilo, la soberbia sencillez que Yushimito despliega.
Construido episódicamente, como todos los cuentos del libro, el autor sabe
perfectamente cuándo decir y cuándo callar. Parece seguir el consejo de Valdemar
Madureira, personaje del cuento “Madureira sabe”: ‘A veces hay que cortar algo para
crear cosas hermosas’ (p. 83). Y “Seltz” es un cuento al que no le sobra una línea.

Por último, el abordaje de lo fantástico está dado básicamente por dos cuentos: “Oz”
y “Los que esperan”. En el primero se cuenta la historia de Harumi, un viejo que sufre
de alzhéimer, y Hombre de Hojalata, un autómata ajedrecista obsesionado con la
muerte, que ve con sorpresa cómo un corazón empieza a funcionar dentro de sí. Por
su parte, “Los que esperan” narra la historia de un periodista que busca casos de
malformaciones (niñas de cuatro brazos, niños tricéfalos, hombres árbol, etc.) con el
fin de rastrear en ellos el advenimiento del apocalipsis. La extravagancia de estos
mundos representados habla de un trabajo con lo onírico que se modela con el flujo
de una prosa hipnótica. La experimentación formal tiene más cabida en “Los que
esperan” que en “Oz”, y su trabajo del personaje protagónico lo hace más complejo.
Pero ambos dejan esa sensación de admirable desconcierto. Con estos cuentos,
Yushimito se acerca al universo artístico de David Lynch, de quien se declara ferviente
admirador.

Pero, más allá de estas líneas temáticas que he apuntado, hay un claro protagonista
dentro del libro: el lenguaje. A lo largo de los once cuentos de Lecciones para un niño
que llega tarde, la prosa de Yushimito se impone a todo tipo de anécdotas. La
magnitud poética que adquiere en casi cada párrafo exige una lectura siempre
cuidadosa y atenta. Al comienzo dije que se trataba de un escritor raro, y lo dije en
gran medida por su singular forma de enfrentar la palabra, forma que se opone al
ritmo veloz y hasta vertiginoso del mundo actual y de su narrativa. Los cuentos de
Carlos Yushimito son aparatos de lenguaje. La creación de atmósferas prioriza
siempre las posibilidades líricas del aparato lingüístico antes que la fijación de los
sucesos. La preocupación del autor no está tanto en lo que cuenta, sino en cómo lo
cuenta. Y parece ser que la metáfora (en especial, el símil) constituye su recurso
predilecto. Eso explica por qué, para poder apreciarlo, sea necesario leerlo con
paciencia. El lector habituado a la velocidad queda advertido.

Lecciones para un niño que llega tarde es, desde muchos puntos de vista, un libro
que entusiasma. Más allá de que todavía se trate del trabajo de un joven escritor,
creo que su valía está fuera de discusión. Yushimito está en vías de consolidarse.
Actualmente se halla escribiendo su primera novela, de la que conocemos un
fragmento titulado “Criaturas aladas”. Todos esperamos que con su aparición dé ese
paso de escritor joven a escritor a secas del que tanto habla Rodrigo Fresán. Pero
para eso tendrá que saber elegir su camino. Y no se trata de seguir el camino
correcto, sino de seguir el camino propio.

   
 
© Danilo Raá, 2012
 

 
 
Danilo Raá (Lima - Perú, 1990). Es estudiante de Literatura en la UNMSM. Formó parte del comité
organizador de Textura: Mercado Ambulante de Cuentos. Actualmente colabora como reseñista en el blog
de El Hablador.
 
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