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aguaplano.eu Graciela E.

Marcos de Pinotti

Ser y aparecer en Protágoras

aguaplano
panchenko_abstract.indd 231 20/11/2010 11.51.06
Graciela E. Marcos de Pinotti, Ser y aparecer en Protágoras

Estratto da/Excerpt from:


Il quinto secolo. Studi di filosofia antica in onore di Livio Rossetti
a c. di Stefania Giombini e Flavia Marcacci. Aguaplano—Officina del libro, Passignano s.T. 2010, pp. 379-388
[isbn/ean: 978-88-904213-4-1]
Graciela E. Marcos de Pinotti
Ser y aparecer en Protágoras

Aguaplano
Graciela E. Marcos de Pinotti, Ser y aparecer en Protágoras

Estratto da/Excerpt from:


Il quinto secolo. Studi di filosofia antica in onore di Livio Rossetti
a c. di Stefania Giombini e Flavia Marcacci. Aguaplano—Officina del libro, Passignano s.T. 2010, pp. 379-388
[isbn/ean: 978-88-904213-4-1]

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In copertina/Cover: Greece, Athens (Ancient). Erecthion, Caryatide Porch (1860-1890), National Library of Con-
gress, Prints and Photographs Division, Washington, d.c.

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D e acuerdo con la interpretación que Platón brinda de Protágoras en
el Teeteto, la tesis del ‘hombre medida’ envuelve una relativización
del ser, reducido a mero aparecer. Es tal el peso del testimonio plató-
nico, que la tradición posterior asume sin más que para el Abderita ser
y aparecer terminan por identificarse, o asimilarse de alguna manera1.
Sin embargo, aun aceptando como legítima tal atribución, se presenta la
dificultad de establecer en qué términos – pues posiblemente no fueron
los de Platón – concibió Protágoras la vinculación entre ser y aparecer.
La dificultad se origina en buena parte en las ambigüedades envueltas
en el vocabulario del aparecer y la apariencia. ‘Aparecer’ (phaínesthai)
puede tener un sentido sensorial, cuando digo p.e. que algo me apa-
rece amargo, pero también un sentido no-sensorial, próximo a ‘creer’,
p.e. al expresar que este acto me parece honesto, o que tal persona me
parece confiable. En el primer caso me limito a articular una experien-
cia sensorial, en el otro, mi parecer supone algún tipo de inferencia o
elaboración que, aunque basada en la aísthesis, va más allá de ella. La
ambivalencia no es menor en el caso de la apariencia (phantasía), que
remite a un polo objetivo, i.e. lo que aparece, pero también a un polo
subjetivo que le es correlativo, i.e. lo que a alguien parece. Justamente
Platón echa mano en el Teeeto a un esquema diádico del tipo “S aparece
a A como P”, o “S es P para A”, al referirse al dictum protagórico del
‘hombre medida’, que desde su óptica envuelve tanto una relativización
del ser cuanto una reducción de la phantasía, aun de la dóxa, a la aís-
thesis. A las ambigüedades señaladas se agrega que la apariencia puede
concebirse como algo que opaca o encubre lo que es, lo verdadero, pero
puede también denotar el aparecer en el sentido amplio de presentación

1. Cf. p.e. Aristóteles, Met. IV 6, 1011 a 19-20, Sexto, HP I, 219.


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– a la mente como a los sentidos –, en alusión a lo que se manifiesta, se


muestra o sale a la luz, sin matiz alguno de engañosidad.
El sentido preciso de la reducción de ser a aparecer que según Pla-
tón habría llevado a cabo Protágoras es, pues, materia de discusión, lo
que justifica volver aquí sobre ello. La cuestión presenta varias aristas
problemáticas, que van desde el problema ontológico de la apariencia
hasta cuestiones epistemológicas y gnoseológicas que conciernen al es-
tatus de la opinión y de la phantasía, sobre todo en relación con la aís-
thesis, facultad que cumple un papel privilegiado en la gnoseología del
Abderita. Dada la vastedad del asunto, que no podría ser objeto de un
tratamiento suficiente en el marco de estas páginas, haré hincapié en
algunas cuestiones del segundo tipo, dejando de lado p.e. la asociación
que Platón establece entre protagorismo y heraclitismo, por cuyo medio
provee al primero de una base ontológica que facilita su refutación. Mi
análisis será, pues, más bien acotado. En primer término examinaré las
dos ocurrencias de phantasía que brinda el Teeteto, insertas en pasajes
platónicos que considero cruciales, sobre los que se apoyan en mayor o
menor medida las interpretaciones posteriores de la ‘homo mensura’.
Me detendré luego en dos importantes fragmentos que la tradición atri-
buye a Protágoras, el que contiene el célebre aserto sobre los dioses y
el transmitido por Dídimo el Ciego. Para el análisis de este último me
serviré de algunas distinciones y planteos debidos a Livio Rossetti, au-
tor de varios trabajos estimulantes sobre estos temas, dos de los cuales
interesan específicamente al propósito de este trabajo2.

Veamos los dos usos de phantasía que registra el Teeteto, en el mar-


co del tratamiento platónico de la ‘homo mensura’.
En 152c1, phantasía expresa una fusión con la aísthesis que esta-
ría envuelta, según Platón, en la gnoseología del Abderita. Este empleo
acontece en Teet. 151e-152c, donde una vez propuesta por el personaje
que da nombre al diálogo la definición de ‘conocimiento’ (epistéme) en

2. L. Rossetti, L’aisthesis come referente ultimo in Protagora: peritrope e ‘antiperi-


trope’, en Studi di filosofia preplatonica, Napoli 1985, pp. 173-190 y L. Rossetti, La certi-
tude subjective inébranlable, en B. Cassin (éd.), Positions de la sophistique. Colloque de
Cerisy, Paris 1986, pp. 195-209.
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términos de ‘sensación’ (aísthesis), Platón equipara esta fórmula a la


doctrina protagórica del ‘hombre medida’. De acuerdo con su exégesis
del célebre dictum, que brinda a continuación, las cosas son para cada
uno tal como a cada uno aparecen, lo que implica que no hay pronun-
ciamientos sobre la cosa en sí misma, independientemente de su apare-
cer a un sujeto, sino únicamente con relación a quien la aprehende. En
lugar de afirmar que el viento mismo es frío o no lo es – ilustra Platón –
siguiendo a Protágoras, ha de decirse que es frío para quien lo siente
frío y no lo es para el que no: afirmar que algo aparece (phaínetai) así
significa que así es percibido, de suerte que «apariencia (phantasía) y
sensación (aísthesis) son lo mismo» (Teet. 152c1).
La reducción ser-aparecer que Platón adjudica a Protágoras es aso-
ciada aquí a la asimilación de la phantasía a la aísthesis, cuestión en la
que me detendré luego. De momento, notemos el doble valor de phaí-
netai o phantasía, términos que hacen referencia tanto al aparecer de la
cosa cuanto al parecer – en un sentido próximo a ‘creer’ – que el sujeto
se forja a partir de esa aparición3. La reducción operada por Protágo-
ras, a los ojos de Platón, es una reducción de la cosa a su apariencia, a
su manifestación sensible, pero también reducción de la actividad cog-
nitiva del sujeto a mera articulación de una experiencia sensorial. Lo
primero, explicable a la luz del significado objetivo de phantasía, para
Platón equivale a negar que las cosas posean una naturaleza propia,
un ser «por sí», más allá de las características que de ellas nos llegan a
través de los sentidos4, en tanto que el sentido subjetivo, cognitivo de
phantasía (‘parecer’), la enraiza en la aísthesis. Al ser la opinión, no
menos que el parecer, articulación de una experiencia perceptual priva-
da, el desacuerdo entre los distintos sujetos es sólo presunto. En todo
caso lo que en sentido ordinario describiríamos como un desacuerdo de

3. Las referencias a la posición de Protágoras a lo largo de la primera sección del


Teet. confirman que efectivamente phaínesthai tiene este segundo sentido, de ahí que
Platón reformule la tesis presentada en 152a ss. valiéndose de verbos como dokeîn (161c2,
170a3-4) o doxázein (161d3).
4. En Crat., Platón combate el dictum de Protágoras según el cual «tal como me pare-
cen a mí las cosas, así son para mí, y tal como te parecen a ti, así son para ti», sosteniendo
que las cosas que son no tienen relación ni dependencia con nosotros, ni son conforme
nuestra phantasía, sino que tienen una consistencia en su propia naturaleza (tina be-
baióteta tès ousías, 386e3-4). En Teet. 184b-186c, la prueba final de que la aísthesis no
constituye epistéme aducirá la imposibilidad de que por su medio pueda aprehenderse la
ousía, condición del conocimiento.
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opiniones o pareceres, en el horizonte del protagorismo no constituiría


la excepción sino la regla, explicable no tanto en función de las diferen-
tes maneras en que ellos percibirían las mismas cosas, como Platón y
Aristóteles a veces dan a entender5, sino en virtud de que la opinión lo
es de la propia experiencia6. En un horizonte semejante no hay cabida
para la falsedad: al permanecer indiferenciados el plano discursivo y el
plano perceptual, la infalibilidad característica de la aísthesis se hace
extensiva a la phantasía y al dominio discursivo en su conjunto7. Los
pareceres y opiniones que según Protágoras traducen lo que cada uno
experimenta actualmente, el propio Platón reconoce, subsisten así «in-
expugnables» (análotoi, 179c5), imposibles de refutar. Al precio, claro,
de no referirse al mundo, sino sólo al impacto que ese mundo inase-
quible tiene en cada sujeto. Paradójicamente, la pérdida de su carácter
inviolable, a la vez que los volvería vulnerables, dotaría a los pareceres y
opiniones humanos de valor epistémico. Se alza aquí, como contracara
de Protágoras, la figura del Sócrates platónico, consciente de la fragili-
dad de su saber, dispuesto a revisarlo y a ser refutado, para liberarse de
aquellas opiniones erróneas que obstaculizan la búsqueda de saber.
El segundo empleo del término phantasía en Teet. 161e8, ya en el
marco de las objeciones que la ‘homo mensura’ merece a Platón, apunta
directamente a la mutua hostilidad entre protagorismo y socratismo.
La doctrina de Protágoras, según el planteo de 161d ss., debilita la dis-
tinción entre sabios e ignorantes y aniquila la actividad dialéctica en
tanto búsqueda en común de la verdad. En efecto, «si para cada uno
es verdadero lo que juzga a través de la percepción y uno no puede juz-
gar mejor lo que otro experimenta, ni puede tener más autoridad para
examinar si la opinión de otro es correcta o falsa, sino que, como se ha
dicho muchas veces, cada uno juzga sólo las cosas que le son propias,
las cuales son todas correctas y verdaderas […]», entonces pierde todo

5. Cf. Teet. 152b2, donde Platón se refiere al «mismo viento», o Met. XI 6, 1062 b 20-
24, donde Aristóteles remite la doctrina de Protágoras al hecho de que no todos perciben
igual «las mismas cosas».
6. Cf. espec. Teet. 161d6: «cada uno juzga sólo las cosas que le son propias» (autòs tà
hautoû hékastos mónos doxázei); 178b6: el ‘hombre medida’ «cree que las cosas son tal
como las experimenta (oîa páschei toiaûta oiómenos)».
7. Platón concede que la sensación es apseudés (Teet. 152c5), i.e. libre de falsedad, sin
que esto signifique que por su medio se alcance la verdad, algo que rechaza expresamente
en 186e2-5.
Ser y aparecer en Protágoras 387

sentido «examinar e intentar refutar los pareceres y opiniones de otros


[tàs allélon phantasías te kaì dóxas], siendo correctas las de cada uno»
(161d2-e8).
En un pasaje que no deja dudas del papel fundamental que Protá-
goras, tal como lo presenta Platón, habría asignado a la aísthesis como
fuente de certidumbre, encontramos que el término phantasía, al igual
que dóxa, tienen un claro valor cognitivo. Ambos designan aquellos
pronunciamientos que en el horizonte protagórico arraigan en la propia
experiencia y son siempre verdaderos. Mas la ecuación de phantasía y
aísthesis, unido a que la última es elevada al rango de epistéme, para
Platón resulta inaceptable en más de un sentido. No sólo es contraria a
la concepción de la filosofía heredada de su maestro, quien la hace con-
sistir en búsqueda en común de la verdad (Prot. 348d, Cárm. 158d, Crit.
48d, Men. 80d, etc.), sino que impide alcanzar conocimiento, el cual
resulta de una esforzada indagación que lleva a cabo el alma misma a
través de sí misma (autè di’hautês, Teet. 185e6), i.e. sin el auxilio de los
sentidos8. Así pues, la reducción del ser a aparecer que Platón atribuye
al Abderita connota inequívocamente una ocultación de su verdadera
naturaleza, inaccesible a la aísthesis. Debemos preguntarnos, con todo,
hasta qué punto el propio Protágoras, dada su renuncia a pronunciarse
sobre las cosas en sí mismas, independientemente de su aparecer a un
sujeto, no se mantuvo al margen del dualismo ser-aparecer del que se
nutre la interpretación de Platón. Así sugiere el célebre fragmento refe-
rido a los dioses, que no por azar le valió el cargo de impiedad. Veamos
qué aporta este texto.

II

Según 80B4 (DK), el Abderita rehúsa pronunciarse sobre la existen-


cia o no existencia de los dioses, también acerca de cómo es su natu-
raleza (Perì mèn theôn ouk écho eidénai, outh’ hos eisín outh’ hos ouk
eisìn outh’ hopoîoi tines idéan)9, aduciendo un doble obstáculo: la falta
de evidencias y la brevedad de la vida humana. Mientras que el hombre,

8. Me ocupo en detalle de esta cuestión en G.E. Marcos de Pinotti, Aísthesis y phan-


tasía en Platón, Teeteto 184b-186c, «Ordia Prima. Revista de Estudios Clásicos», 2, 2003,
espec. pp. 27-46.
9. Mientras que es fuente de debate el valor, predicativo o existencial, que podría te-
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criterio o medida de todo, es para Protágoras una certeza, los dioses


son, en cambio, una incógnita, de ahí que se limite a introducirlos con
un sobrio perí, reduciéndolos a simple tema de discusión10. La imposi-
bilidad de cualquier pronunciamiento sobre este tópico deriva de una
doble dificultad, una de ellas objetiva, enraizada en la cosa misma, que
en este caso se sustrae al aparecer, y otra subjetiva, una limitación cog-
nitiva del hombre, cuyos pareceres y opiniones, al edificarse sobre la
aísthesis, no pueden alcanzar más que lo que se ofrece a los sentidos.
En la medida en que los dioses no son objeto de percepción – esto es
presupuesto, a mi modo de ver, por B4 – no es posible ningún tipo de
referencia a ellos, que formarían parte así de lo no evidente (adelótes).
La cuestión cambia cuando están en juego cosas sensibles, de las
que es dado al hombre tener experiencia directa. A ellas hace referencia
el fragmento transmitido por Dídimo el Ciego, del que Rossetti ofrece
una traducción al italiano seguida de un valioso comentario que aspira
a brindar una clave de lectura de la máxima del ‘hombre medida’11. Vea-
mos los tres ejemplos que ofrece el texto.
El primero reza: (i) «A ti que estás presente te parezco sentado; a
quien está ausente, no parezco sentado: no es evidente si estoy sentado
o no» (Phaínomai soì tôi parónti kathémenos. Tôi dè apónti ou phaí-
nomai kathémenos. Ádelon ei káthemai è ou káthemai)12. El segundo:
(ii) «yo veo la luna, otro en cambio no la ve: no es evidente si existe o
no existe» (… horô tèn selénen, állos dè oux horâi. Adelon ei éstin è ouk
éstin). (iii) El último ejemplo, frecuente en Platón y Aristóteles, es el de
la miel que al hombre sano sabe dulce, mientras que para el enfermo,
es algo amargo13. La conclusión: «no es evidente si la miel es amarga o
dulce» (ádelon oûn ei pikròn è glukú estin).

ner el verbo ser en la famosa sentencia del ‘hombre medida’, en esta afirmación en cambio
se contemplan expresamente ambos sentidos.
10. Cf. O. Kulesz, Antilogía final. La crítica platónica al antropometrismo de Protá-
goras, Buenos Aires 2006, p. 40.
11. Cf. Rossetti, L’aisthesis come referente ultimo in Protagora: peritrope e ‘antipe-
ritrope’, cit., espec. pp. 173-174.
12. Mi traducción sigue el texto griego que proporciona Rossetti, L’aisthesis come
referente ultimo in Protagora: peritrope e ‘antiperitrope’, cit., p. 174.
13. Cf. Teet. 166e, dulce-amargo, 152b: frío-cálido, cf. 159c-d; Met. IV 5, 1009 b 1-6;
cf. 1011 a 26-27.
Ser y aparecer en Protágoras 389

Aun cuando la percepción es para Protágoras fuente de certeza, hay


una incertidumbre de la que no sería posible escapar, debido a que lo
que es claro y evidente al percipiente actual, ya no lo es para los que
están ausentes. De ahí que en lugar de aseverar si estoy o no estoy sen-
tado, una consideración atenta a la situación como un todo sólo permi-
te afirmar, según (i), que parezco estarlo a uno, no lo parezco al otro.
La formulación en términos de ‘parecer’ (phaínesthai), equivalente a
la relativización del verbo ser de la que se sirve Platón en el pasaje an-
tes comentado del Teeteto, suprime cualquier atisbo de contradicción
a través de la restricción del alcance del juicio al sujeto que lo enuncia.
Los juicios sobre objetos no serían más que pareceres de los distintos
sujetos, cada uno fundado en la propia experiencia, de la que nadie es
mejor juez que uno mismo. Hay, pues, disenso, pareceres encontrados
y aun contrarios sobre (aparentemente) las mismas cosas, pero sin que
la certidumbre individual se vea por eso amenazada.
El ejemplo (ii) va en similar dirección al distinguir entre un perci-
piente actual y un ausente, si bien lo que está en juego no es ya el estado
de un sujeto, sino la existencia misma del objeto. Ni en este caso ni en
el anterior hay propiamente conflicto en el terreno perceptual, pero la
percepción o la ausencia de ella conducen igualmente, en ambos, al di-
senso14. Unicamente en (iii), que retoma un ejemplo familiar al lector de
Platón y Aristóteles, es el conflicto entre aisthéseis, a diferencia de los
casos anteriores, el que motiva la incertidumbre.
Los tres casos, al igual que el referido a los dioses, desembocan en la
falta de evidencia (ádelon), en la incertidumbre ya sea sobre un cierto
estado del sujeto (i), o sobre la existencia de un objeto (ii), o bien acerca
de la cualidad que conviene a algo que se percibe (iii). Esta incertidum-
bre, a diferencia de lo que se planteaba en B4, atañe a cosas sensibles
y perceptibles y como tal no se origina en la inaccesibilidad del objeto
sino en el conflicto entre las percepciones o en los pareceres de distin-
tos sujetos. Lo que singulariza la posición protagórica, a mi modo de

14. Como observa Rossetti a propósito de (i), el ejemplo invita a poner en el mismo
plano el disenso tanto como la desinformación. Cf. Rossetti, L’aisthesis come referente
ultimo in Protagora: peritrope e ‘antiperitrope’, cit., p. 176. Para Protágoras no solo no
es posible ir más allá de la percepción en dirección a lo que es percibido, agrega el autor,
sino que ni siquiera se pueden transmitir informaciones equiparables a las percepciones.
Es posible, ciertamente, tener nuevas experiencias, pero no ya apropiarse de las expe-
riencias de otros.
390 Graciela E. Marcos de Pinotti

ver, es que esta incertidumbre no solo es compatible con la certeza de


quienes basan su parecer u opinión en una experiencia directa, sino
que la presupone. En la medida en que basemos nuestros pareceres en
aquello de lo que tenemos experiencia directa, tendremos certezas, mas
si intentamos ir más allá, o apropiarnos de las experiencias de otros,
nos espera la incertidumbre. Esta sobreviene al percatarnos del des-
acuerdo en el terreno de las aisthéseis y de los pareceres que sobre ellas
se edifican, operación que supone ir más allá de la propia experiencia
para pronunciarnos sobre experiencias y juicios ajenos. Protágoras nos
insta a no cruzar este límite, y en este punto el testimonio de Platón en
el Teeteto resulta, otra vez, iluminador. En el pasaje analizado al co-
mienzo, teníamos que de acuerdo con su doctrina, antes que aventurar
que el viento mismo es frío o no lo es, todo lo que ha de decirse es que
es frío para quien lo percibe frío y no lo es para el que no. Vale decir que
el Abderita, al menos según lo presenta allí Platón, aconseja renunciar
a hacer afirmaciones sobre las cosas mismas, independientemente de
su aparecer a un sujeto, para bucear en nosotros mismos.15 Pues bien,
en un pasaje posterior, poco antes de la tan debatida crítica de auto-
refutación, el Sócrates platónico se declara dispuesto a conceder a Pro-
tágoras que el que juzga tiene para sí por verdadero aquello que juzga,
pero no ya, una vez que el juicio ha sido expresado, que a los otros no
les sea dado constituirse en jueces de ese juicio (perì tês sês kríseos […]
kritâis, Teet. 170d4-e3). En la perspectiva protagórica, dóxai y phanta-
síai lo son sólo sobre experiencias – experiencias personales, obtenidas
de primera mano –16, de suerte que emprender un examen de las opi-
niones y pareceres ajenos nos arrastraría a la incertidumbre, no menos
que si nos embarcásemos en la búsqueda de lo que es en sí mismo, in-
dependientemente de su aparecer al hombre. El segundo de los pasajes
del Teet. que comentamos anteriormente, prepara el terreno para esta
objeción y ayuda a comprender cuán fuerte debió ser la resistencia de
Platón a la ‘homo mensura’ protagórica. Por un lado, de acuerdo a la
concepción heredada de su maestro, la filosofía, búsqueda en común

15. Según Rossetti, L’aisthesis come referente ultimo in Protagora: peritrope e ‘anti-
peritrope’, cit., pp. 175-176, no alimentar la curiosidad en torno a la naturaleza de lo que
es percibido de modo diverso según tiempos, lugares, percipientes, ni tampoco en torno
de los factores de distorsión de las percepciones, es uno de los rasgos característicos de la
estrategia de Protágoras.
16. Cf. supra n. 6.
Ser y aparecer en Protágoras 391

de la verdad, exige la revisión de las opiniones, propias y ajenas, exa-


men cuyo efecto es liberador y pone al alma en disposición de buscar.
Por otro lado, según el argumento desplegado en Teet. 184b-186c – una
prueba de que la aísthesis no constituye conocimiento – ella supone
una esforzada actividad del alma misma «por sí misma», indepen-
dientemente de los sentidos, dirigida a captar la ousía, condición de la
verdad y del conocimiento. Ambos aspectos constitutivos del quehacer
filosófico impregnan la discusión del Teeteto, como si la decisión de ex-
plorar la naturaleza del conocimiento sin hacer referencia a sus objetos,
las formas, diera aquí ocasión de explayarse sobre ellos. Lo cierto es que
tras la refutación final de la definición de conocimiento como aísthesis,
la apetencia de saber que aflora como uno de los rasgos más propios del
filósofo embarca en una búsqueda que demanda tiempo y esfuerzo. En
ello es posible ver una respuesta, o más bien una reacción, a Protágo-
ras, cuya doctrina encarna para Platón la inversión del fin propiamente
espiritual del hombre.
Antes de cerrar este análisis, querría señalar una dificultad que se
plantea tan pronto intentamos determinar el alcance atribuido por
Protágoras a la aísthesis. Si damos crédito al testimonio platónico, ha-
bría que concluir que todo parecer se apoya indefectiblemente en ella,
que sería por ende la facultad privilegiada, el referente último de toda
certeza. Es posible, sin embargo, que el Abderita haya admitido la po-
sibilidad de forjarse pareceres independientemente de la percepción,
reconociendo mayor jerarquía a la phantasía que a la aísthesis. La in-
terpretación que brinda Rossetti en ocasión de comentar el ejemplo (i)
proporcionado por Dídimo iría en la primera dirección, la trazada por
Platón en Teet. 152c1, al atribuir al Abderita una identificación de aís-
thesis y phantasía. La aísthesis, sostiene nuestro estudioso, constituiría
el fundamento de todo parecer y opinión, y el fragmento en cuestión
introduciría una distinción entre experiencia personal directa y ausen-
cia de tal experiencia, con el objetivo de establecer la imposibilidad de
pronunciarnos sobre aquello acerca de lo cual no tenemos “experien-
cias personales directas”. La presencia, en cambio, acota Rossetti, eli-
minaría la causa de desacuerdo17. Una interpretación distinta merece

17. Rossetti, La certitude subjective inébranlable, cit., p. 201. Esto no impide a nues-
tro autor reconocer en Protágoras dos sentidos de dóxa, según se trate de una manera
de representarse los hechos y de dar una evaluación intuitiva y casi inmediata de ellos
(dóxa1), o bien de la opinión, tesis o interpretación organizada en un discurso y sostenida
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(i) a P. Spangenberg, quien encuentra expresado allí una primacía de


la phantasía sobre la aísthesis. Si para Protágoras es incierto si estoy
sentado o no porque a uno le parezco sentado mientras que al otro no,
aun cuando el primero se apoye en una aísthesis y el segundo no, sig-
nificaría que el testimonio que se basa en los sentidos tiene el mismo
estatus que el que no se apoya en ninguna percepción18. De acuerdo con
esta lectura, así como es posible forjar un parecer a partir de lo percibi-
do, para Protágoras lo sería también a partir de lo no percibido, lo que
implica una cierta autonomía de la phantasía frente a la aísthesis. Los
pareceres y opiniones de los hombres no serían para el Abderita, en fin,
mera articulación de lo experimentado a través de los sentidos, como
quiere Platón, sino que les sería dado ir más allá de estos.
La cuestión queda abierta, por cierto, como tema de futuras discu-
siones. Siguiendo a Platón, es preciso seguir indagando «si la Verdad de
Protágoras es verdadera y no nos habló en broma desde lo recóndito de
su libro» (Teet. 162a1-3). El desafío encerrado en el dictum del ‘hombre
medida’ sigue en pie.

por argumentos (dóxa2), distinción clave a la hora de comprender el alcance de la ‘homo


mensura’ (cit., p. 197).
18. De lo contrario, aduce la autora, Dídimo no afirmaría que “es incierto” o “no es
evidente” si está o no sentado. Cf. P. Spangenberg, Phantasía y verdad en Protágoras, en
G. Marcos-M. Díaz (Eds.), El surgimiento de la phantasía en la Grecia clásica. Parecer
y aparecer en Protágoras, Platón y Aristóteles , Buenos Aires 2009, p. 81. Una inter-
pretación similar se sigue del comentario de Kulesz, quien describe la incertidumbre a
la que hace referencia el final de (i) como «una indefinición general, consecuencia de la
discrepancia de pareceres entre los presentes y los ausentes», implicando que quienes no
están allí, si bien las cosas no se les aparecen como a quienes están presentes, aun así se
forjan pareceres. Cf. Kulesz, Antilogía final. La crítica platónica al antropometrismo de
Protágoras, cit., p. 43.
Il quinto secolo. Studi di filosofia antica in onore di Livio Rossetti

Introduzione di Stefania Giombini e Flavia Marcacci 11

Bibliografia degli scritti di Livio Rossetti 29

PHYSIS

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Perspective, p. 215; Gianfranco Maddoli, L’immagine dell’Umbria nel V secolo a.C.,
p. 229; Emidio Spinelli, Presocratici scettici? Assunti genealogici nel Varro di Cicerone,
p. 235; Maria Michela Sassi, Senofane critico dell’antropomorfismo, p. 247; Giuseppe
Mazzara, Aspetti gorgiani e pitagorici nel socratico Antistene, p. 257; Ksenija Maricki
Gadjanski, δισσοι λογοι and Modern Linguistics, p. 269; Stefania Giombini, Flavia
Marcacci, Dell’antilogia, p. 277; Rafael Ferber, Zeno’s Metrical Paradox of Extension
and Descartes’ Mind-Body Problem, p. 295, Marcella G. Lorenzi, Mauro Francaviglia,
Continuo o discreto? Dai paradossi di Zenone alla meccanica quantistica, p. 311;
Diskin Clay, The Art of Platonic Quotation, p. 327; Tomás Calvo-Martínez, Las
hipótesis del Fedón y la dialéctica como arte del diálogo, p. 339; Franco Ferrari,
Equiparazionismo ontologico e deduttivismo: l’eredità di Parmenide nella gymnasia
del Parmenide, p. 357; Michel Narcy, Calliclès est-il un bon interprète du Gorgias?,
p. 369; Graciela E. Marcos de Pinotti, Ser y aparecer en Protágoras, p. 379;
Thomas M. Robinson, Socrates on Soul and Immortality, p. 389.
ETHOS

Delfim F. Leão, The Seven Sages and Plato, p. 403; Gabriele Cornelli, Sulla vita
filosofica in comune: koinonía e philía pitagoriche, p. 415; Mario Vegetti, Il medico
antico fra nomadismo e stanzialità (dal V secolo a.C. al II secolo d.C.), p. 437;
Francesco De Martino, Aspasia e la scuola delle mogli, p. 449; Francisco Bravo,
Entre la euthymía de Democrito a la eudaimonía de Aristóteles, p. 467; Chiara
Robbiano, L’immutabilità come valore morale: da Parmenide (B8, 26-33) a Platone
(Rep. 380d1-383a5), p. 483; Renzo Vitali, Stasis come rivoluzione, p. 493; Walter
O. Kohan, Sócrates en el último curso de Foucault, p. 503; Giovanni Cerri, Tesi di
Platone sulla ragion politica del processo a Socrate e sulla natura della sua attività
propagandistica, p. 519; Christopher Rowe, Boys, Kingship, and Board-games: A
Note on Plato, Politicus 292E-293A, p. 529; Gerardo Ramírez Vidal, Los sofistas
maestros de política en el siglo V, p. 535; Rachel Gazolla, Intorno alla Paideia di
Socrate e dei Cinici, p. 547; Gilbert Romeyer Dherbey, Socrate educateur, p. 563;
Giovanni Casertano, La regina, l’anello e la necessità, p. 587.

PATHOS

Maria de Fátima Silva, Euripides and the Profile of an Ideal City, p. 603; Patrizia
Liviabella Furiani, Il V secolo, tra fiction e realtà, nel romanzo di Caritone, p. 617;
Maria do Céu Fialho, The Rhetoric of Suffering in Sophocles’ Philoctetes and Coloneus:
A Comparative Approach, p. 645; Noburu Notomi, Prodicus in Aristophanes,
p. 655; Enrique Hülsz Piccone, Huellas de Heráclito en tres fragmentos ‘filosóficos’
de Epicarmo, p. 665; Alessandro Stavru, Il potere dell’apparenza: nota a Gorgia,
Hel. 8-14, p. 677; Lidia Palumbo, Scenografie verbali di V secolo. Appunti sulla
natura visiva del linguaggio tragico, p. 689; Nestor L. Cordero, Les fondements
philosophiques de la ‘thérapie’ d’Antiphon. Les vertus thérapeutiques du logos
sophistique, p. 701.

***

Per l’amico Livio

Massimo Capponi, L’originalità e il valore dell’ipertesto dialogico-interattivo tra


creatività e simulazione, p. 715; Chiara Chiapperini, L’incontro con Livio Rossetti,
la nascita di Amica Sofia… e alcune osservazioni sull’arte della “maieutica”, p. 725;
Nestor L. Cordero, D’un citoyen d’Élée à l’autre, p. 735; Gerardo Ramírez Vidal, Omar
D. Álvarez Salas, Livio Rossetti y la UNAM, 25 años de cooperación y amistad, p. 737;
Thomas M. Robinson, Livio Rossetti and the International Plato Society, p. 743; Marian
Wesoły, I Owe so much to Professor and my Friend Livio Rossetti…, p. 745.

***

Tabula gratulatoria 749


aguaplano.eu Graciela E. Marcos de Pinotti

Ser y aparecer en Protágoras

aguaplano

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