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Soledad Loaeza

CLASES MEDIAS
Y POLÍTICA
EN MÉXICO

COLEGIO DE MÉXICO
CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO
La querella escolar, 1959-1963
CENTRO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES
Soledad Loaeza

CLASES MEDIAS Y POLITICA


EN MEXICO
LA QUERELLA ESCOLAR, 1959-1963

EL COLEGIO DE MÉXICO
Portada: Reproducción del óleo
Family Affair de Abel Quezada,
tomada del libro La comedia del
arte, México, FCE, 19.85.

Primera edición, 1988

D.R. ©El Colegio de México


Camino al Ajusco 20
Pedregal de Sta. Teresa
10740 México, D.F.

IfBN M68-12-O38Î-X

Impreso en México/Printed in Mexico


Para Adrián, que siempre está ahí.
Para Martín, Tomás y Andrés.
INDICE

Agradecimientos 9
Introducción 11

Primera Parte
Clases medias y estructura política

I. El prestigio social como condición de clase 23


II. La trayectoria de las clases medias mexicanas frente
al poder revolucionario, 1910-1940 65
III. Clases medias y autoritarismo, 1940-1960 119

Segunda Parte
Clases medias en una coyuntura de movilización

IV. La crisis del consenso político y la reforma educativa


de 1959 179
V. La ofensiva contra la política educativa del Estado 245
VI. La oposición católica: una alternativa de
participación independiente 279
VII. “La paz escolar es la paz de la nación” 339
Conclusiones 399
Bibliografía 409

Pl
AGRADECIMIENTOS

Aunque la elaboración de una tesis o de un libro es en buena medida


una empresa solitaria, muchas son las deudas que adquirí en el cami­
no. El libro terminado es una buena ocasión para expresar mi agrade­
cimiento a quienes me apoyaron durante su preparación.
El profesor Georges Lavau del Instituto de Estudios Políticos de Pa­
rís, director de la tesis de doctorado en que se origina este libro, me
ayudó a concebir el proyecto y a diseñar el tratamiento del tema. Sus
comentarios críticos y su agudeza fueron una excelente guía en la com­
prensión de los mecanismos ocultos del poder y de los impulsos socia­
les, que son, como él me enseñó, universales.
La investigación la llevé a cabo gracias al apoyo ininterrumpido e
insustituible que he recibido de El Colegio de México, desde que fui
estudiante en la licenciatura de Relaciones Internacionales, y posterior­
mente a todo lo largo de mi carrera profesional. En El Colegio siem­
pre he encontrado condiciones inmejorables para el ejercicio de la vida
académica de cuyas virtudes y vicios mucho he aprendido en el coti­
diano intercambio con mis compañeros de trabajo.
En el seminario de “Vida política interna” del Centro de Estudios
Internacionales, tuve la ocasión de presentar algunos de los capítulos
de la investigación y de discutirlos con mis colegas. Fueron muchos
los comentarios valiosos que me hicieron y que fueron incorporados
en el resultado final. Quisiera mencionar en particular a Marco Pala­
cios, cuyo escepticismo a propósito de las clases medias era un conti­
nuo desafío; espero convencerlo. Sus consejos sobre las diferentes ma­
neras de sobrevivir la elaboración de una tesis de doctorado fueron
siempre de enorme utilidad. Agradezco también a Alicia Hernández,
amiga paciente y sabia, el interés que mostró siempre en mi trabajo
y sus acertados comentarios. Su sensibilidad histórica me ayudó a sa­
cudirme algunos de los malos hábitos de la sociología política.
Guy Hermet, Jean-Marie Mayeur, Jean Meyer y Alain Rouquié,
como sinodales del examen de doctorado de la tesis que es la base de
este libro, hicieron valiosas aportaciones y sugerencias para su correc­
ción y transformación.
Héctor Aguilar Camín fue siempre un interlocutor ilustrado y bien
dispuesto; sus comentarios inteligentes y preguntas incisivas me ayu­
10 AGRADECIMIENTOS

daron a entender los alcances a veces insospechados de los entrevera-


mientos del poder y la sociedad. Con él tuve incontables conversacio­
nes, primero sobre la tesis y después sobre el libro, todas ellas
estimulantes y casi siempre reparadoras de los estragos de la autocríti­
ca; pero sobre todo le agradezco el crédito que, en buen amigo, dio a
la empresa.
Francisco Meyer y Guadalupe Sánchez recopilaron con tino los da­
tos acerca de los conflictos en Puebla y Monterrey. Josefina Morales
transcribió, siempre sonriente, un manuscrito que parecía inacabable
e increíblemente arcaico en la era de las procesadoras de palabras. Mi
familia trabajó conmigo de principio a fin, con menos titubeos que yo
misma.
INTRODUCCIÓN

El tema elusivo de las clases medias

El estudio de las clases medias es, sin duda alguna, una empresa teme­
raria. Actores sociales escurridizos, protagonistas contradictorios de
la vida política, las clases medias son un tema tan elusivo como inelu­
dible de la historia del México contemporáneo. Han pasado del poder
a la oposición, de la ruptura a la continuidad, de la ofensiva a la de­
fensiva, con la elasticidad que les ha brindado la convicción más o me­
nos generalizada de que su participación en el proyecto social es desea­
ble, si no es que indispensable. Pero, al igual que en otros países de
América Latina, si bien su presencia ha sido reconocida como una rea­
lidad indiscutible, su composición, límites y autonomía son temas que
están todavía sujetos a graves desacuerdos.
La discusión sobre el tema se inicia siempre con la misma pregunta:
¿Qué se entiende por clases medias? Cualquier respuesta parece con­
ducir a un terreno intrincado de matices y adjetivos necesarios que fa­
talmente nos remite a la pregunta inicial. El intento de definición pue­
de desdoblarse de muchas maneras, guiado siempre por la preocupación
de que nada ni nadie se escape de un concepto paraguas que cubre nu­
merosas y variadas categorías, aunque después haya que especificarlas
para justificar su inclusión. No en balde la noción de clase media casi
siempre va acompañada de algún adjetivo: alta, baja, emergente, re­
volucionaria, progresista, conservadora. De los numerosos estudios que
de alguna manera la mencionan en cualquiera de sus formas, lo que
suele obtenerse es la impresión de una fotografía borrosa cuyo termi­
nado queda a cargo de quien la mira.
Este libro se propone contribuir a precisar algunos de los rasgos de
las clases medias mexicanas, en el intento de comprender quiénes son,
cómo se comportan y porqué se comportan de la manera como lo ha­
cen. Pero, sobre todo, esta investigación trata de entender cuál ha sido
en México la relación entre clases medias y democracia, ya que tradi­
cionalmente se ha considerado que las primeras son un ingrediente ne­
cesario para la segunda. Esto es posible, pero el caso mexicano demues­
tra que la democracia no es una consecuencia natural ni espontánea

UH
12 INTRODUCCIÓN

de la expansión de las clases medias, y que éstas pueden desarrollarse


sin grandes dificultades en medio de la desigualdad social y política;
tanto así que su existencia puede llegar a convertirse en un obstáculo
para la democracia.
El libro está dividido en dos partes. La primera trata de resolver el
problema de la definición de las clases medias, a partir de las caracte­
rísticas socieconómicas que las identifican con sus homólogos en otros
países. Este análisis, sin ignorar la importancia de estos criterios, enfa­
tiza la incidencia de la historia y de la política en la configuración de
las clases medias. Desde esta perspectiva, en la definición de estos gru­
pos se introducen las particularidades del contexto mexicano y de su
evolución histórica. Constatar que entre los muy ricos y los muy po­
bres existen grupos intermedios no basta para definirlos ni para dar
contenido a una identidad que, cuando parte exclusivamente de la to­
pografía social, es descrita antes que nada por lo que no es. Más aún,
la posición social de las clases medias no se basa en la riqueza, sino
en el prestigio, y éste no se mide en unidades contables; por el contra­
rio, está trenzado estrechamente con la trama histórica de la sociedad,
la que finalmente ha dado a estas clases una personalidad positiva. Asi,
pese a la imprecisión característica y a los inescapables matices y salve­
dades, los comportamientos, las actitudes, los valores, los ideales y las
aspiraciones de las clases medias forman una familia reconocible, que
tiene una espesa calidad histórica; de manera que la experiencia colec­
tiva y la memoria del grupo la determinan con mayor fuerza que las
variables de índole económica, y en este mismo sentido, la trayectoria
de su relación con el poder resulta más esclarecedora de sus actitudes
y comportamiento políticos que ninguna otra.
Lo anterior, sin embargo, no resuelve el problema del cómo estu­
diar a grupos que parecen estar continuamente a punto de desparra­
marse a la vista del investigador. Para cercarlos y fijarlos bajo el lente
de análisis es preciso identificar un tema que recoja su interés funda­
mental, la supervivencia como grupo social diferenciado. La dictadu­
ra, la marginación política, la inflación, la educación han sido históri­
camente origen entre las clases medias, de manifestaciones de defensa
social, cuya intensidad revela rasgos perfectamente discemibles. Es ahí
donde hay que estudiarlas.
En esta investigación elegimos la educación, porque la querella es­
colar, que en México queda resumida en la oposición entre el laicismo
obligatorio que dicta el Estado y la libertad de enseñanza, constituye
el hilo de Ariadna que conduce por el laberinto de las divisiones en
el interior de las clases medias y de sus relaciones con el poder. A tra­
vés de ella surge también el vínculo entre clases medias-y consenso po­
lítico, mismo que resulta del hecho de que la influencia social de las
clases medias se finca en que han logrado imponer su subcultura de
INTRODUCCIÓN 13

clase como el cuadro de valores dominante en la sociedad, gracias al


monopolio que han ejercido sobre la educación y, en general, sobre
la cultura y sus canales de transmisión.
La educación las ha distinguido y definido consistentemente, ha sido
la base de su prestigio, ha justificado sus aspiraciones de movilidad
social y sus pretensiones de liderazgo político, pero sobre todo les ha
proporcionado instrumental para orientar ideológicamente a la socie­
dad y con ello preservar una posición que, en México, es de privilegio.
Por esta razón, algunas de sus batallas más audaces se han iniciado
y desarrollado en el campo de la educación. También ahí se revelan
con más claridad sus actitudes y creencias, así como sus contradiccio­
nes internas y la unanimidad profunda en la que convergen.
La pertinencia del tema de la educación como vía para estudiar el
papel político de las clases medias nace del hecho de que entre consen­
so escolar y consenso político existe una relación profunda de depen­
dencia» y de que sigan cursos paralelos, pues cada vez que el segundo
manifiesta resquebrajamientos, el primero se tambalea. En el sistema
autoritario mexicano, los mecanismos de construcción del consenso no
son los mismos que en los sistemas democráticos: las elecciones difícil­
mente expresan una preferencia política, los partidos han sido tradi­
cionalmente débiles —y todavía lo son—, y los conflictos políticos se
desarrollan al margen de ellos. En estas circunstancias, la escuela ad­
quiere una importancia preponderante en la creación y el mantenimiento
del consenso político, de ahí su valor y significado para el poder.
Contrariamente a lo que sostienen algunos autores, la identidad de
las clases medias no se diluye en situaciones de conflicto, sino que es
entonces cuando sus valores cristalizan en acciones y alianzas concre­
tas perfectamente observables, producto de actitudes y convicciones pro­
fundas. Así ocurrió en la coyuntura de movilización que se produjo
en México entre 1957 y 1963, después de casi veinte años de inmovilis-
mo y conformismo entre las clases medias, a raíz de factores que les
eran esencialmente ajenos: luchas internas del poder y tensiones inter­
nacionales. Este es el tema de la segunda parte de la presente investiga­
ción.
La introducción de los librea de texto gratuitos en 1959 provocó una
intensa movilización antiestatista que recogió los ecos de la oposición
al Estado revolucionario de Plutarco Elias Calles y de Lázaro Cárde­
nas, y las inquietudes que fermentaban en una atmósfera de cambio
social acelerado. Fue ésta, ocasión para que las clases medias pusieran
a prueba su influencia social, pero también los límites de su autono­
mía. Esta parte del libro estudia los fraccionamientos y reagrupamien-
tos que se produjeron entonces en el seno de las clases medias, las ten­
siones que se generaron entre ellas y la autoridad, y las consecuencias
y el significado de la movilización y de la solución a la que se llegó.
14 INTRODUCCIÓN

En último caso, la mejor manera de estudiar una clase social esencial­


mente dinámica es hacerlo cuando está en acción.
Dentro de la historiografía política del México contemporáneo los
años 1957-1960 han sido considerados como una etapa originaria en
el desarrollo de los movimientos independientes de grupos de trabaja­
dores organizados contra el autoritarismo del sistema político. Para
más de un autor las huelgas y movilizaciones de ferrocarrileros y de
maestros que entonces tuvieron lugar constituyen el punto de partida
del reformismo del régimen, de tal forma que la ampliación de la are­
na política aparece como el resultado de las presiones de las llamadas
fuerzas populares. Sin embargo, un análisis detallado de la época per­
mite descubrir un ángulo diferente, según el cual el tipo de reacción
que entre otros grupos sociales —fundamentalmente de clase media-
provocaron esos movimientos, desencadenó a su vez una movilización
en tomo al tema de las libertades democráticas, entre ellas la de ense­
ñanza que, con el apoyo de la Iglesia y de las clases altas, fue tanto
más peligrosa para la estabilidad del sistema, cuanto más posibilida­
des de desarrollo independiente tenía con respecto a éste. La eficacia
de las presiones que generó esta movilización reactiva fue mucho ma­
yor que la de los grupos de izquierda progresista que la produjeron,
como lo demuestra la evolución final de la política del gobierno de Adol­
fo López Mateos (1958-1964) y el triunfo de la candidatura de Gusta­
vo Díaz Ordaz a la presidencia de la república en 1963.
La movilización conservadora y antiautoritaria que se organizó con­
tra el Estado educador tuvo el apoyo de grupos sociales estratégicos,
y el de la historia. Los avatares del debate escolar han dejado cicatri­
ces en la memoria colectiva de la sociedad mexicana cuya profundidad
era, sobre todo en los años sesenta, una de muchas fuentes de disrup-
ción social que el autoritarismo había tratado inútilmente de borrar.
En 1960 la huella de las confrontaciones ideológicas y políticas de los
años treinta, que encarnaba el recuerdo de la educación socialista, ad­
quirió una sorprendente frescura gracias fundamentalmente a las cir­
cunstancias que creó la revolución cubana. Sin este estímulo el debate
escolar hubiera seguido siendo la discusión académica en que se había
convertido después de 1946; por otra parte el estímulo cubano cobró
un enorme vigor ante la's fisuras que se manifestaban en el seno de la
élite política. Uno de los síntomas más graves de la debilidad de la so­
ciedad mexicana frente al sistema político es su permeabilidad ante este
tipo de conflictos. Por esta razón el análisis de este movimiento reque­
ría necesariamente una descripción detallada tanto de la accidentada
trayectoria del proyecto educativo del Estado y del consenso como del
contexto político e ideológico dentro del cual se organizó la ofensiva
de 1960.
El anticomunismo ocupa una posición central dentro de este análi­
INTRODUCCIÓN 15

sis. Primero como elemento constitutivo del consenso estabilizador de


1940 y luego como tema central de organización de la oposición an>
tiestatista y antiautoritaria de 1960. A través de ese tema la educación
adquirió las dimensiones de un amplio debate social; gracias a la cam>
paña anticomunista las clases medias mexicanas tradicionales lograron
el apoyo de los grupos sociales más diversos y con ello el apoyo a la
vigencia de sus propios valores: el individualismo, la defensa de la pro­
piedad privada, de la participación democrática, de la educación como
agente de conservación social, de la tradición como núcleo de la iden­
tidad nacional. A través del anticomunismo la Iglesia recuperó la legi­
timidad nacionalista que los gobiernos liberales primero y los gobier­
nos revolucionarios después, se habían empeñado en arrebatarle. A
través del anticomunismo las clases altas, buscaron identificarse como
parte legítima de la nación y como sustento de la democracia.
La campaña anticomunista fue un elemento central de la ofensiva
de estos grupos en el terreno de la educación, el conflicto escolar estu­
vo inextricablemente ligado con la llamada defensa anticomunista, en
buena medida por razones estratégicas. Al hacerlo así se buscaba obte­
ner el mayor apoyo posible en torno a un tema que potencialmente tie­
ne amplias repercusiones sociales pero que en un país como México,
donde la educación es en muchos aspectos un privilegio, tiene en reali­
dad un interés restringido. En consecuencia los dirigentes de la ofensi­
va trataron de destacar el vínculo entre la escuela, la familia, la reli­
gión, y la nación, como elementos constitutivos de un todo: la tradición,
la cual dadas las debilidades del modelo de desarrollo mexicano, era la
única defensa posible frente a la revolución social y frente al comu­
nismo.
El debate en torno al contenido y al estatuto jurídico de la enseñan­
za en México es visto aquí entonces como la expresión de malestares
más profundos, mismos que erosionaban la vigencia del consenso do­
minante. Las evidencias del debilitamiento de ese consenso parecían
anunciar el reordenamiento de las alianzas políticas y la modificación
del rumbo del cambio social y económico. Ante esa posibilidad las cla­
ses medias mexicanas reclamaron su derecho a participar en el diseño
del nuevo proyecto: los sectores más tradicionales se plantearon la con­
quista plena de la educación como un primer paso en esa dirección.
Podría pensarse que a mediano y largo plazo la estrategia que eligie­
ron, cuyos efectos son más lentos y menos visibles, probó ser más efi­
caz que la acción política directa.
El Estado es un protagonista central en esta historia: no sólo ha crea­
do y promovido las clases medias, sino que ha sido también su interlo­
cutor privilegiado, su mejor aliado y su peor adversario. De suerte que
esta investigación ambiciona también a contribuir a la mejor compren­
sión entre el sistema político y la sociedad. El seguimiento de la trayec­
16 INTRODUCCIÓN

toria de las clases medias frente al poder después de la Revolución, y


su inserción posterior en el autoritarismo realzan la importancia de es­
tas clases, ya que muestran que la relación causa-efecto que puede existir
inicialmente entre estructura social e instituciones políticas puede evo­
lucionar de tal forma que estas últimas lleguen a determinar la primera.
Reconstruida su fisonomía, las clases medias aparecen no como sim­
ples grupos anónimos o como sectores neutros, ni tampoco como ca­
pas sobrepuestas pasivamente a las clases bajas o inocuos estratos eco­
nómicos, sino como auténticas clases que mantienen una consistencia
interna apreciable. De suerte que, visto de cerca, el mosaico de activi­
dades, ingresos y graduaciones de prestigio inserto entre las clases al­
tas y las clases bajas, se simplifica enormemente en tomo al interés co­
mún dominante: la supervivencia como grupo social diferenciado. La
determinación de ese interés ha labrado una conciencia de clase que
es la base de una categoría social específica y plural: las clases medias
mexicanas, cuya función social en México es mucho más amplia que
su función económica.

Fuentes documentales

Para reconstruir la coyuntura de movilización fue necesario llevar a


cábo una investigación documental que permitiera a los protagonistas
tomar la palabra directamente; asimismo, fue esta una manera de re­
crear la atmósfera que precipitó la crisis de conciencia política que se
analiza y que fue decisiva para que la movilización ocurriera. Por con­
siguiente, la primera fuente utilizada fue la prensa que es, junto con
la literatura, las leyes y los libros, una de las armas por excelencia de
las clases medias. Discursos y declaraciones de autoridades guberna­
mentales, de dirigentes políticos y sociales y de autoridades eclesiásti­
cas constituyeron un rico material de análisis que si bien no revela in­
tenciones sinceras, sí proyecta convicciones y significados, lo que los
convierte en una fuente fidedigna 'de los contenidos del sustrato de la
dinámica política. Los documentos oficiales, publicados por la Secre-
laría de Educación Pública entre 1920 y 1964, proporcionaron los ele­
mentos de justificación de la política educativa y sus objetivos ideoló­
gicos. Estos documentos contienen información bastante precisa acerca
de las actitudes y valores a propósito de la función y el contenido de
la educación, en cuyas contradicciones se origina la querella escolar.
En este sentido, los documentos eclesiásticos, la Caceta Oficial del Ar­
zobispado, Christus (publicación para sacerdotes) y Contacto (órgano
oficial del Secretariado Social Mexicano), fueron una fuente de primer
orden, ya que asientan las posiciones de la Igler respecto de temas
de política general.
INTRODUCCIÓN 17

En la investigación, la prensa de la época ocupó un lugar preponde­


rante porque fue el centro de irradiación de la atmósfera de Tdeologi-
zación de los conflictos, la cual fue decisiva para la movilización; ade­
más, en vista de la ausencia de otros canales de expresión de las
demandas políticas, desempeñó un papel crucial como transmisor de
las mismas, aunque fuera tímidamente. De la prensa surge el México
previo a las reformas políticas de los años setenta, en muchos sentidos
sorprendente, porque en él están todavía presentes muchos resabios del
timorato aprendiz de modernización que era el México de los años cua­
renta. Nos concentramos en Excélsior, que puede ser considerado re­
presentativo de la opinión mayoritaria de las clases medias de la épo­
ca, y analizamos detenidamente los desplegados de los movilizados que
se esforzaban por abrir el debate en la prensa; es por esta razón que
esta etapa de la querella escolar puede reconstruirse casi por entero a
partir de los periódicos. Hay que señalar también que la liberalidad
del gobierno de Adolfo López Mateos se manifestaba en su política
de información, aunque sin olvidar que la discusión pública era mu­
cho más limitada que ahora.
Por otra parte, la prensa de entonces muestra en su conjunto una
gran unanimidad, en particular en lo que se refiere a uno de los temas
centrales déla investigación: el anticomunismo. A excepción de Siem­
pre y Política, la mayoría de los periódicos llamados nacionales"y de
las revistas de información política dan prueba de una visible conver­
gencia ideológica. Política se convirtió en la revista de opinión de la
izquierda mexicana, y en sus siete años de existencia (1960-1967) ejer­
ció una considerable influencia en los medios universitarios e intelec­
tuales, y fue asimismo centro de articulación de demandas y opiniones
políticas.
Tiempo proporcionó información muy valiosa sobre la querella, pero
también sobre las posiciones oficiales del gobierno y del partido ofi­
cial. Además, en el análisis de esta movilización en especial, presenta
el interés particular de que su fundador y entonces director, Martín
Luis Guzmán, fue designado en 1958 presidente de la Comisión Na­
cional de Libros de Texto Gratuitos. De suerte que Tiempo estuvo di­
rectamente involucrada en la querella y se propuso armar una estrate­
gia de defensa de los manuales oficiales.
También consultamos El Popular, periódico del Partido Popular,
que hasta su desaparición en 1961 se proclamó vocero de las opiniones
progresistas de la élite política. El Maestro fue una revista de vida bre­
ve (1920-1924), fundada por José Vasconcelos cuando estaba al frente
de la SEP. Su valor para este trabajo reside en que presenta algunos de
los aspectos, ahora ya tradicionales, de la educación pública mexica­
na, mismos que aparecieron luego en los libros de texto gratuitos. Tam­
bién recurrimos a Magisterio, revista del Sindicato Nacional de Traba­
18 INTRODUCCIÓN

jadores de la Educación, que aunque en general evita tratar los temas


de conflicto, es interesante porque contiene las posiciones oficiales del
sindicato frente a la disidencia y las opiniones de maestros a propósito
de la política educativa.
Para la descripción del conflicto universitario de Puebla y de la mo­
vilización en Monterrey, recurrimos a la prensa local: El Sol de Puebla
y La Opinión, en el primer caso, y El Norte y El Porvenir en el segun­
do. Al escoger dos periódicos para cada ciudad teníamos la esperanza
de obtener una visión equilibrada de los acontecimientos que ocurrie­
ron en cada una de ellas. Pero esto sólo fue posible en el caso de Pue­
bla, ya que La Opinión contiene información más objetiva, en gran
medida porque no participaba con la misma intensidad que El Sol de
Puebla en la campaña anticomunista. En cambio, los dos periódicos
regiomontanos no muestran diferencias notables entre sí y coinciden
plenamente en la oposición a la ciudad de México.
Para la comprensión de un juego político infinitamente más restrin­
gido que el actual, los cuadernillos Buró de Información Política del
periodista Horacio Quiñones fueron particularmente útiles. Esta ‘‘carta
política” semanal a la que estaban suscritos políticos y empresarios ofre­
ce un cuadro vivo de las querellas y discusiones cotidianas en el inte­
rior de las élites.
La Nación, órgano oficial del Partido Acción Nacional, proporcio­
nó a la investigación un material precioso. Frente a la gran unanimi­
dad de la prensa, este semanario ofrece análisis críticos de los aconte­
cimientos políticos y en ocasiones información novedosa. Asi pues, no
lo consideramos únicamente el portavoz de la oposición organizada con­
tra la política educativa del Estado, sino que sirvió también como una
fuente de información complementaria y válida sobre la realidad de
la época. Además, La Nación expresa en muchos sentidos las actitudes
y reivindicaciones de grupos de clase media que no se identificaban ni
consciente ni explícitamente con el pan, pero que en momentos de crisis
se acogieron a la infraestructura qpe proporcionaba.
En cuanto a la prensa católica, consultamos Señal, Acción Femeni­
na (órgano de Acción Católica dirigido a las mujeres), Nuestro Tiem­
po, Mundo Mejor (semanario publicado en la ciudad de México pero
vinculado con los grupos católicos regiomontanos) y David (órgano de
los cristeros).
Para identificar la posición del sector patronal, además de la prensa
nácional consultamos Temas Contemporáneos, publicación del Insti­
tuto de Investigaciones Sociales y Económicas, A.C., fundado en 1953,
con el propósito de orientar ideológicamente a los empresarios.
Para completar la investigación recurrimos también a entrevistas con
personalidades que participaron en el desarrollo de la querella escolar
entre 1960 y 1963 o que desempeñaron un papel importante en la vida
INTRODUCCIÓN 19

política de la época. Su contribución fue decisiva para acomodar las


piezas del rompecabezas. Los entrevistados fueron: Manuel Aguilera
Dorantes, maestro y en esa época coordinador de Enseñanza Primaria
en la sep; Miguel Alemán Valdéz, presidente de la República, 1946-
1952; José Álvarez Icaza, fundador y entonces presidente del Movi­
miento Familiar Cristiano; Ramón G. Bonfil, maestro y entonces pre­
sidente de la Academia Mexicana de la Educación; Dolores García Té-
Uez, organizadora del Movimiento Familiar Cristiano en Monterrey y
de la Unión Neoleonesa de Padres de Familia; Enrique González Pe­
drero, en aquella época miembro del equipo de redacción de Política
y director de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, 1976-
1982; José Luis Martínez, entonces miembro del grupo de asesores de
la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos; Carlos Monsiváis,
entonces miembro del equipo de redacción de Política; Manuel More­
no Sánchez, entonces líder del Senado y amigo muy cercano del presi­
dente López Mateos; Porfirio Muñoz Ledo, entonces subdirector ge­
neral de Enseñanza Superior y Científica de la SEP y luego secretario
de Educación Pública, 1976-1978; Roberto Salcedo Aquino, maestro
y secretario de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos,
1976-1982; Juan Sánchez Navarro, entonces presidente de la Confede­
ración de Cámaras de Industria y de la Confederación de Cámaras de
Comerció, fundador del Consejo Nacional de la Publicidad y de la
Unión Social de Empresarios Mexicanos, y Fernando Yllanes Ramos,
abogado patronal.
PRIMERA PARTE

CLASES MEDIAS
Y ESTRUCTURA POLÍTICA

El espíritu de las clases medias "mezclado con el


espíritu del pueblo o con el de la aristocracia pue­
de hacer maravillas, pero por sisolo, producirá úni­
camente un gobierno sin virtud y sin grandeza”.

Alexis de Tocqueville, Souvenirs.


I. EL PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN
DE CLASE

El siglo XX ha sido para las clases medias lo que el xix fue para la bur­
guesía europea, una época de supremacía, sólo que en el primer caso,
el prestigio ha jugado las veces de la riqueza en el segundo. El poder
de las clases medias se consolidó después de 1945, una vez superadas
las crisis de los años veinte y treinta, y el rencuentro de las mismas con
la democracia y la conquista del bienestar borraron las infidelidades
políticas del periodo anterior. Desde entonces ocupan un espacio so­
cial y ejercen una influencia que no guardan proporción con sus di­
mensiones numéricas.
En los países socialistas, las clases medias crecen y se reproducen
en la burocracia estatal y en los medios universitarios y artístico; en
las democracias occidentales, su estilo de vida ha traspasado la con­
ciencia de la clase obrera; sus gustos dominan el mercado de los bienes
de consumo y sus preferencias políticas orientan los programas de los
partidos. En los años cincuenta encabezaron los movimientos de libe­
ración en Asia y en África. En América Latina, las clases medias han
jugado un papel político central: carecen de poder económico, pero
en cambio disponen de un poder simbólico que ha aumentado con la
creciente complejidad de las economías y la casi universal legitimidad
de la democracia como norma social y política.
El origen de esta trayectoria ascendente es sin lugar a dudas econó­
mico. En la actualidad, la estratificación que se basa en el prestigio
está asociada con la modernización de las estructuras productivas y ad­
ministrativas. Aun asi, las clases medias no son grupos exclusivamente
económicos, y al igual que los grupos de status de las sociedades pre­
capitalistas, fundan sus aspiraciones al reconocimiento social y a di­
versos privilegios materiales y políticos en su educación formal, en la
actividad que desempeñan y en su estilo de vida.1 A pesar de que la

1 Max Weber identificó dos sistemas de jerarquización relativamente autónomos, uno


fundado en un criterio económico, la propiedad, y otro fundado en el prestigio, el ho­
nor. Aunque toma como modelo sociedades precapitalistas, señala que la organización
por estamentos, que es “puramente convencional" y está basada esencialmente en una
usurpación, también se presenta en sociedades modernas como la norteamericana." La

[23]
24 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

situación intermedia que ocupan en el sistema de producción incide en


la definición de su identidad social, en la segunda mitad del siglo xx
sus características educativas y culturales han sido la base real de su
influencia.
los cambios que acarrea la modernización benefician a las clases
medias porque propician la desconcentración del poder y la consecuente
aparición de nuevas jerarquías sociales, lo que abre el acceso a los ni­
veles superiores de la sociedad a quienes sin poseer riqueza tienen co­
nocimientos, así como a quienes sin tener la una y muy poco de lo otro
disponen de habilidades políticas. Por esta razón, las clases medias es­
tán asociadas con el cambio, con la movilidad social y con la merito-
cracia.
Entre democracia y clases medias existe un vínculo simbólico que
nació con las revoluciones burguesas del siglo xix. Desde entonces, los
principios de libertad e igualdad han sido identificados con la defensa
y promoción de sus intereses. Crisis económicas y cambios sociales han
sometido a prueba este vínculo, que en algunos casos se ha roto. De
manera que dentro de la biografía política de las clases medias tam­
bién figuran aberraciones autoritarias que han surgido en situaciones
de inestabilidad social o económica, en las que el liberalismo pareció
ser un escudo insuficiente para defender su identidad como grupo di­
ferenciado.
La prosperidad económica de la posguerra dio nuevo impulso a esta
relación entre clases medias y democracia, incluso en los países que han
permanecido al margen de los beneficios de la expansión o que los han
disfrutado sólo parcialmente. En los países industriales, la renovada
legitimidad de estas clases ha modificado de manera sustancial la to­
pografía de la pirámide social, que ya no puede ser imaginada sim­
plemente como un orden jerárquico en el que la riqueza determina la
posición de clase y las relaciones sociales. La división entre los que tie­
nen y los que no tienen ha sido, y es, un principio esencial de organiza­
ción social, pero no el único, ya que se combina con criterios políticos

situación estamental puede descansar en situaciones de una u otra especie (el modo de
vida, maneras formales de educación, prestigio heredado). Pero nunca está determina­
da por ellas únicamente; posesión de dinero y cualidad de empresario no son en si cuali-
ficaciones estamentales, aunque puedan conducir a ellas, y la carencia de patrimonio
tampoco es en sí una descalificación estamental, aunque pueda conducir a ella. Por otra
parte, una situación estamental puede condicionar en parte o totalmente una situación
de clase sin que por eso se identifiquen. La situación de clase de un oficial, funcionario
o estudiante, determinada por su patrimonio, puede ser, enormemente diferente, sin que
por eso exista diferenciación estamental, puesto que los modos de vida creados por la
educación son los mismos en los puntos estamentalmente decisivos.” Max Weber, Eco­
nomia y Sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 3a. reimpresión, 1977,2 vols,
vol. i, p. 245.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 25

e ideológicos2 para crear en el interior de las sociedades contemporá­


neas niveles distintos de diferenciación que no se corresponden necesa­
riamente entre si. La jerarquización que se basa en el poder político
no es idéntica a la que genera, por ejemplo, la escala de ingresos o el
prestigio social, según lo vaya definiendo el sistema de símbolos y creen­
cias predominante. Los contornos de esos ordenamientos pueden coin­
cidir en ocasiones, o bien, pueden ser completamente distintos, aun­
que la mayoría de las veces se sobreponen unos a otros.3
Aunque en este sentido existen diferencias muy grandes entre países
industriales y subdesarrollados, donde la diversificación de las jerar­
quías sociales es menor, puede afirmarse que, en general, la moderni­
zación ha beneficiado a los grupos intermedios, enriqueciendo su iden­
tidad social y dándoles cabida al mismo tiempo como categorías
indispensables. Esto se explica porque cuando en una determinada so­
ciedad la modernidad se convierte en un objetivo mayoritariamentc de­
seado, el capital social más valioso es el conocimiento. Entonces el pres­
tigio ocupacional se impone sobre cualquier otro criterio de
estratificación como el más racional y el más justo, porque incorpora
en principio el ideal democrático de una selección social a partir de la
igualdad de oportunidades.
El impacto político e ideológico del asentamiento de las clases me­
dias ha sido decisivo para que los principios de la democracia liberal
mantengan su validez en la segunda mitad del siglo xx. Aunque no
puede afirmarse sin más que su expansión ha restado potencial de con­
flicto a las sociedades capitalistas, es indudable que su existencia y pros­
peridad ha tendido a suavizar las diferencias entre las clases, de tal suerte
que en los países desarrollados la estratificación social puede ser repre­
sentada con más continuidades que rupturas.

2 Raymond Aron reduce esta diversidad de los principios de jerarquización social


a dos tipos de variables, objetivas y subjetivas. Ver: Raymond Aron, La lutte des clas­
ses. Nouvelles leçons sur les sociétés industrielles, Paris, Ed. Gallimard, 1964, pp. 57-
73. Esta propuesta rebatía la visión monista del poder que también sobresimplificaba
la estructura social. Poco después de publicado este libro aparecieron nuevas interpreta­
ciones marxistes que reconocían en la realidad la diversificación de las fuentes de poder
social, sin por ello renunciar a los postulados fundamentales del análisis de clase. Así
pues, Nicos Poulantzas afirma que el solo nivel económico no es criterio suficiente para
la definición de una clase social. Según él, en los análisis de Marx ”[...] la constitución
de las clases no se relaciona únicamente con el nivel económico, sino que consiste en
un efecto del conjunto de los niveles de un modo de producción o de una formación
social. La organización de las instancias en tos niveles económico, político, ideológico,
se refleja en las relaciones sociales, en práctica económica, política e ideológica de cla­
ses, y en ‘lucha’ de las prácticas de las diferentes clases.” Nicos Poulantzas, Poder polí­
tico y clases sociales en el Estado capitalista, México, siglo xxi, 1969, p. 77.
”(.. .] las relaciones de poder no constituyen una totalidad expresiva simple, sino
relaciones complejas y dispares, en última instancia determinadas... por el poder econó­
26 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Este fenómeno no se ha producido en los países subdesarrollados,


pero ha sido proyectado hacia ellos como una evolución posible. Sin
embargo, lo que en un caso puede ser una realidad, en otras circuns­
tancias resulta apenas una mistificación. En las sociedades latinoame­
ricanas persisten profundas diferencias de clase, pese a lo cual el creci­
miento de las clases medias también ha sido considerado indicador de
flexibilidad social y prueba de potencial democrático. No obstante, es
probable que en estos países el vínculo ideal de estos grupos con la de­
mocracia no sea efecto de una prosperidad generalizada, sino de la ile­
gitimidad de los grupos oligárquicos y de la debilidad de las clases ba­
jas. El prestigio de las clases medias en los países subdesarrollados
también puede ser reflejo de lo que ocurre en los industriales y expre­
sión de graves desequilibrios estructurales, como si la contraparte so­
cial de la terciarización prematura que sufren las economías de algu­
nos de ellos fuera la mesocratización prematura.
Lo cierto es que en las sociedades contemporáneas, las clases me­
dias juegan un papel simbólico central, porque su influencia crea una
superposición de jerarquías internas, forma pliegues, altibajos e
irregularidades4 que se derivan de una graduación social fina, en la que
estos grupos aparecen como puente y corredor entre las clases, y el cam­
bio, como un fenómeno inducido por su mera existencia.
Una visión de esta naturaleza plantea importantes dificultades ana­
líticas y exige múltiples ajustes y precisiones, en particular en lo que
concierne a los países subdesarrollados, donde parece inaceptable la
imagen del continuum social. Paradójicamente, es en esos países don­
de la influencia política de las clases medias puede ser mayor, en vista
del carácter de privilegio de las ventajas que poseen respecto de la ma­
yoría. Aun así, es indiscutible que, en general, la estratificación social

mico: los poderes político e ideológico no son la simple expresión del poder económico.
Pueden citarse numerosos ejemplos en que una clase puede ser económicamente domi­
nante sin ser políticamente dominante, ideológicamente dominante, sin serlo económi­
ca, o políticamente, etc. Por lo demás, una clase puede tener capacidad para realizar
intereses económicos —problema del sindicalismo obrero— sin tener capacidad para rea­
lizar intereses políticos: puede tener un poder económico sin tener un poder político ‘co­
rrespondiente*, o, también un poder político sin tener un poder ideológico ‘correspon­
diente’”. Ibid., p. 138.
4 T.B. Bottomore, Classes in modem society, Londres, George Allen and Unwin
Ltd., 1963, p. 26. Como se señaló antes, las nociones de clase y status están estrecha­
mente relacionadas, pero no son intercambiables. La disparidad entre ambas es muy fre­
cuente justo entre las clases medias, porque abarcan grupos que pueden ser clasificados
colectivamente en cualquiera de las dos dimensiones. En términos de ingreso, algunas
ocupaciones colocan a quien las ejerce en una clase superior a la categoría que le corres­
ponde desde el punto de vista del prestigio. No son pocos los obreros calificados cuyos
ingresos son mayores o comparables a los de un profesional entrenado en la universi­
dad, pero sus patrones de consumo y su estilo de vida siguen siendo los de un obrero.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 27

ha evolucionado hacia una realidad variada y compleja en sentido


opuesto al previsto por los modelos dicotómicos de la sociedad que han
negado autonomía y continuidad a los grupos situados entre los muy
ricos y los muy pobres. Además, la imagen del continuum también ha
sido utilizada para negar los antagonismos de clase y se ha convertido
en un recurso ideológico que ha contribuido a consolidar la posición
de los grupos intermedios como factor necesario para el equilibrio social.
La relación entre clases medias y democracia liberal, que histórica­
mente remite al desarrollo de las sociedades capitalistas, no ha sido de
ninguna manera lineal y se ha visto condicionada por la manera en que
la economía afecta sus expectativas de movilidad social o la estabili­
dad de su condición como conjunto social diferenciado. No obstante,
las tensiones que más de una vez se han manifestado entre clases me­
dias y democracia y que se han articulado en la tendencia al radicalis­
mo de izquierda o de derecha, también expresan una profunda contra­
dicción entre la esencia misma de las clases medias como grupos de
prestigio y el principio democrático de la igualdad que resta legitimi­
dad al privilegio que sustenta su posición social.
Los efectos de esta contradicción difieren dependiendo del tipo de
sociedad de que se trate. La movilidad social que en principio encar­
nan las clases medias contrarresta las desigualdades que acarrea el cam­
bio económico, pero la realidad es que cuando estos grupos se expan­
den en sociedades que no han resuelto los problemas básicos de la
distribución de la riqueza y de la escasez de recursos, las jerarquías del
prestigio pueden desembocar en la perpetuación de la desigualdad. Por
consiguiente, es probable que la contradicción entre clases medias e
igualdad social sea más aguda ahí donde la pertenencia a la clase me­
dia tenga un mayor significado de privilegio.
Sin embargo, como esta contradicción se ha materializado sólo en
momentos de crisis que han sido vistos como situaciones de excepción,
de las cuales el nacionalsocialismo alemán es el ejemplo paradigmáti­
co, en términos generales la relación entre clases medias y democracia
se ha mantenido relativamente intacta. La división del mundo de la
posguerra en democracias occidentales y democracias populares acre­
centó a ojos de las primeras la importancia estratégica de las clases me­
dias y de sus valores políticos en los países subdesarrollados. En ellos,
su influencia se consideró inicialmente un seguro democrático y un di­
que contra cambios desordenados y soluciones políticas extremas. Aho­
ra, a más de treinta años de distancia, puede apreciarse que el efecto
estabilizador de su presencia no sólo no se ha traducido en democracia
entendida como igualdad de oportunidades, sino que ha servido para
enmascarar e incluso acentuar la inequidad estructural. De tal manera
que la graduación social fina que imponen las clases medias es, en es­
28 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

tos casos, una cortina de humo que oculta tendencias hacia la concen­
tración del privilegio.5
En México, democracia y clases medias son valores que conjugan
el ideal de la nación próspera y equilibrada que desde el siglo xix ha
sido el enunciado legitimador de toda acción gubernamental. A lo lar­
go del siglo xx, se ha establecido entre ambas nociones una relación
unívoca en el plano simbólico, de suerte que la existencia y el creci­
miento de sectores intermedios ha servido para disimular las desigual­
dades. La posición de prestigio de las clases medias, tanto como su cre­
cimiento y liderazgo, se fundan en el hecho de que, por lo general, se
han mantenido identificadas con la modernidad y la apertura o el cam­
bio de las instituciones del poder.
Sin embargo, en México se ha producido una contradicción patente
entre clases medias y democracia, que es de hecho una contradicción
real entre privilegio e igualdad, y que se fue gestando en los años de
crecimiento económico y estabilidad política. Esto puede significar que
las convicciones democráticas de las clases medias no son inherentes
a su condición de clase, y que tal vez su comportamiento frente al po­
der ha estado regido por la posición privilegiada que ocupan en la es­
tructura social mexicana, y no tanto por la defensa de los principios
de igualdad y libertad o por las características que se desprenden de
su función económica y de su composición interna. Desde esa posición
de privilegio se han vinculado con los demás grupos sociales, con el
Estado y con el sistema político. Estas relaciones han estado a su vez
condicionadas por el nexo entre clases medias y democracia, y sus efec­
tos sobre el desarrollo político del país han sido de largo alcance.

La identidad social de las clases medias

A pesar de que la estratificación basada en el prestigio social alivia las


diferencias entre las clases, éstas mantienen una identidad cuyas carac­
terísticas derivan de su ocupación y del lugar que les corresponde en
la jerarquía de prestigio de la sociedad a la que pertenecen.
Las condiciones materiales de vida de un grupo y la actividad que
éste desempeñe son el origen de propiedades intrínsecas relativas a su

5 Max Weber séllala que cuando la organización estamental va de la mano con la


monopolización de bienes ideales y materiales y de oportunidades, los grupos de status
evolucionan y se convierten en castas, tal sería uno de los efectos perversos de la estabili­
dad. El camino que conduce de una posición de honor adscrito a un privilegio jurídico
“es fácilmente viable siempre que haya ‘arraigado* una determinada estructura del or­
den social, y a consecuencia de que la estabilización de la distribución de poderes econó­
micos haya alcanzado por su lado cierta estabilidad. Cuando este proceso desemboca
en sus extremas consecuencias, el estamento se convierte en una ‘casta’ cerrada”, We­
ber, op. cit., vol. il, p. 689.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 29

situación en la estructura económica, que se desarrollan independien­


temente de la estructura misma. Por otro lado, una clase social no existe
de manera aislada, forma parte de una totalidad cuyos elementos man­
tienen entre sí no sólo relaciones de yuxtaposición, sino que también
se califican y se modifican mutuamente, por lo que cada clase posee
características propias que van derivando de su posición en el conjun­
to.6 La identidad social es el resultado de la combinación de ambos
tipos de características, pero en el caso de las clases medias, el peso
de la posición predomina sobre el de su situación, en vista de que en
ese punto de la estructura están sometidas a la doble presión e influen­
cia de las clases altas y las clases bajas.7 Las propiedades de situación
son generales y comunes a los grupos situados en los niveles interme­
dios de casi cualquier sociedad, a diferencia de las denominadas de po­
sición que introducen las particularidades de la estructura específica
a la que pertenecen.
Las clases medias mexicanas, como categoría socio-profesional, com­
parten con sus homólogas de otros países ciertos rasgos que pueden
atribuirse a la actividad y la fuente de ingresos. De la identidad de si­
tuación derivan actitudes semejantes, por ejemplo, frente a la educa­
ción, que para estos grupos constituye un valor fundamental porque
es la base de su ocupación y fuente de ingresos. La consideran también
la justificación de sus pretensiones de autonomía y el único medio legí­
timo de ascenso social. Sin embargo, la experiencia particular de estos
grupos como parte de la sociedad mexicana, con una historia y carac­
terísticas propias, es decir, su posición de clase, crea actitudes distintas
y originales, por citar un caso, frente al consumo por ejemplo. Mien­
tras que el ahorro y la cautela económica han sido siempre considera­
dos rasgos distintivos del ethos pequeño burgués europeo, en México
se piensa que las clases medias tienden, casi por definición, a vivir por
encima de sus posibilidades, con lo que manifiestan una sed insaciable
de status. Es posible que el origen de esta diferencia sea, por una par­
te, una visión profundamente arraigada en el espíritu de las clases me­
dias mexicanas en el sentido de que viven en una sociedad relativamen­
te abierta, en la que siempre que ha sido necesario ha sido posible
• 6 Pierre Bourdieu, “Condition de classe et position de classe”, Archives Européen­
nes de Sociologie, tomo 7, 1966, núm. 2, pp. 201-223, p. 201.
7 “Resulta evidente que la fuerza explicativa de proposiciones de tipo estructural varía
considerablemente según la posición de las clases sociales a las que se aplica, y según
el grado al que sean irreductibles las propiedades de posición a las de situación. No es
un azar que las proposiciones universales sobre los subproletarios establezcan relaciones
entre los determinismos objetivos que definen la situación y las actitudes o las represen­
taciones que son efecto directo de estas condiciones interiorizadas, mientras que las pro­
posiciones sobre las clases medias, cuya conducta está menos determinada por la situa­
ción y dependen más de una posición definida de manera dinámica, son naturalmente
de tipo estructural.” Ibid., p. 205.
30 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

desplazar a las clases altas y, por otra parte, el hecho de que han tendi­
do a elegir sus modelos de consumo en sociedades mucho más ricas
que la propia.

Las clases modernas

Por su identidad socio-profesional, es decir, por las propiedades que


derivan de su situación en la estructura económica, las clases medias
son las clases modernas de la sociedad. En las discusiones a propósito
de su definición destacan dos características que si bien no son sufi­
cientes, por lo general son aceptadas como necesarias para considerar
que un determinado grupo social pertenece a la clase media: el trabajo
no manual y el medio urbano.
En todos los casos, el primer rango que distingue los grupos que
ocupan los niveles intermedios de la estructura económica se refiere
a la realización de actividades comprendidas en el amplio espectro del
trabajo no manual; éste en términos generales, goza de un status social
superior al del trabajo físico, el cual en cambio no califica dentro de
ninguna jerarquización de prestigio. El trabajo no manual incluye una
gran variedad de categorías socio-profesionales, comprendidas todas
ellas en el sector servicios de la economía. Éstas a su vez pueden divi­
dirse en asalariadas y no asalariadas, o independientes y autónomas.
Las primeras incluyen a funcionarios, burócratas, empleados de em­
presas privadas, maestros, cuadros medios del ejército y a los miem­
bros del clero. Entre las categorías de no asalariados se cuentan las pro­
fesiones liberales, pequeños y medianos industriales y comerciantes y
artesanos que aunque realizan trabajo manual, desempeñan también
funciones de dirección y administración. De manera que no puede ha­
blarse de una clase media única, sino que estos grupos forman un con­
junto plural y heterogéneo que comprende una notable diversidad de
situaciones en términos de ingresos, calificación profesional, origen y
status.
La concentración de las clases medias en el medio urbano es resul­
tado del tipo de actividades que desempeñan. La estructura de la so­
ciedad rural también incluye grupos intermedios, pero allí la oposición
campo/ciudad se impone sobre cualquier otra perspectiva de diferen­
ciación, de tal forma que en cualquier estructura social, la posición de
un hombre del campo está dominada por su relación con el citadino
y con la vida urbana: la identidad social del campesino se definió a
partir de la aparición de los tipos urbanos.8 Por otra parte, la separa-

8 *·(...J existe una diferencia fundamental entre los grupos rurales en su conjunto
y los grupos urbanos; se oponen entre sí por su tipo de vida como si se tratara de dos
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 31
ción de ambos medios en estos términos se impone casi naturalmente
porque en la noción de clases medias el estilo de vida es esencial y en,
él la ciudad juega un papel central.

Las clases educadas

El trabajo no manual y el medio urbano contribuyen a delimitar a las


clases medias, pero son elementos insuficientes9 que sólo adquieren va­
lor específico de definición cuando se combinan con la educación, que
es la característica esencial de estos grupos. La educación determina
tanto su situación como su posición en la estructura social, les permite
desempeñar una determinada ocupación, constituye el marco de refe­
rencia de sus patrones de consumo, es asimismo la base de sus preten­
siones a una posición especial en la jerarquía del prestigio social, y es,
en fin, la piedra de toque de una identidad cultural que se funda en
términos relativos de conocimiento y se expresa en un cierto estilo de
vida. La educación es, por consiguiente, el elemento que conjuga a los
demás componentes de la condición de clase de las clases medias.
En principio, la educación es un atributo de las clases medias que
no está relacionado con su situación intermedia. Sin embargo, en la
medida en que es fuente de prestigio y fundamento de diferenciación
social, también es un valor que las define en relación con los otros gru­

civilizaciones diferentes. La rural podría estudiarse en sí misma y entonces distinguir en


ella las clases sociales que la constituyen. Este trabajo sería mucho más difícil que el
que se hiciera sobre los medios urbanos, porque en la conciencia campesina el sentimiento
de que se es distinto del habitante de las ciudades, predomina sobre la idea de que se
esté en un nivel social más o menos elevado. Esta razón basta para considerar a las cia­
ses medias solamente en el marco de la civilización urbana." Maurice Halbwachs, "Les
caractéristiques des classes mayonnes", en Raymond Aron, Maurice Halbwachs, E. Ver­
meil, Inventaires III. Classes moyennes, Paris, Librairie Félix Alcan, 1939, pp. 28-52,
p. 34. Ver también: Bourdieu, op. cit., pp. 201-202. En el campo mexicano, los grupos
intermedios han sido tradicionalmente muy débiles, primero porque la estructura de pro­
piedad estuvo dominada por el latifundio, y luego por la atomización de la propiedad.
Ver: Juan Felipe Leal, "Las clases sociales en México 1880-1910",en Revista Mexicana
de Ciencia Política, julio-septiembre de 1967, vols. 16-17, núm. 65, pp. 44-57.
9 Las condiciones de trabajo no manual y de medio urbano tienen que ser simultá­
neas para evitar distorsiones; por ejemplo, el servicio doméstico puede ser registrado
dentro del sector servicios de la economía, y aunque es un trabajo manual que puede
realizarse dentro del medio urbano, evidentemente no puede considerarse una ocupa­
ción de clase media. Por otra parte, ahora más que nunca, las condiciones mencionadas
parecen insuficientes para definir a las clases medias. La prematura terciarización de al­
gunas economías subdesarrolladas, entre ellas la mexicana, acarreó la aparición de gru­
pos urbanos que estadísticamente quedan incluidos en el sector servicios. Es el caso de
los vendedores ambulantes que aparecen registrados como comerciantes en pequeño; sin
embargo no pertenecen a un grupo de status porque no poseen los atributos educativos
requeridos.
32 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

pos sociales. Tan es así que aunque sea una característica común a las
clases medias en general, su importancia y su peso en la determinación
de la posición social varía de país a país. En algunas sociedades, el co­
nocimiento no es en sí mismo justificación suficiente para que quien
lo posea aspire a una posición de privilegio;10 en otras, en cambio, es
una condición de pertenencia ya no digamos a las clases medias, sino
a élites intelectuales que ejercen una influencia política y social consi­
derable. Estas diferencias pueden ser de origen cultural o nacen direc­
tamente de las formas particulares de organización del poder político.
Mientras que en un país con una arraigada tradición de descentraliza­
ción es difícil identificar una élite intelectual influyente como grupo
en medios ajenos al propio, en países altamente centralizados, los inte­
lectuales son perfectamente reconocibles como una entidad, y juegan
un papel importante en asuntos distintos de los que en sentido estricto
les conciernen.
El valor de la educación depende también del nivel de desarrollo eco­
nómico, puesto que las demandas del mercado de trabajo de profesio­
nistas y personal especializado no son las mismas en un país industrial
que en uno subdesarrollado. Estas diferencias inciden en la determina­
ción del nivel de escolaridad que separa el trabajo manual del trabajo
no manual y, por consiguiente, en la definición del capital de instruc­
ción que requiere una posición de prestigio social.
En los países subdesarrollados, una escolaridad mínima consistente
en conocimientos básicos de lectura, escritura y rudimentos de aritmé­
tica puede significar el acceso a un empleo en el sector servicios; en
cambio, los requisitos de escolaridad aumentan en sociedades avanza­
das donde la educación elemental y media no son el privilegio de unos
cuantos y el funcionamiento de la economía exige niveles superiores
de técnica y especialización. Es probable que en América Latina el cer­
tificado de educación primaria, esto es, seis años de escolaridad, haya
sido, al menos hasta mediados de los años setenta, un pasaporte para
el sector servicios de la economía, mientras que en los países industria­
les el umbral eran los nueve años que en casi todos ellos se habían esta­
blecido como mínimo de educación obligatoria.
El valor del capital de instrucción como condición de status es ma­
yor donde imperan profundas diferencias socio-económicas; en ese caso
también se incrementa el peso de la educación como factor de diferen­
ciación entre las clases. Entonces la educación no es de ninguna mane­

10 Bottomore señala respecto de algunos países industriales a mediados de los años


sesenta: “Estudios recientes acerca de la selección educativa y ocupacional realzan la
falta de correspondencia entre las jerarquías de capacidad y la posición social, en la me­
dida en que muestran que por ejemplo, las capacidades intelectuales, de ninguna mane­
ra están recompensadas con un ingreso alto y ni siquiera con un status social elevado".
Bottomore, op. cit., p. 16.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 33

ra un nivelador social, sobre todo si es además una variable central en


la explicación de las diferencias de ingreso personal, es decir, cuando
este último mantiene una relación positiva con el nivel de escolaridad.
Este ha sido el caso en México desde los años posteriores a 1940, y no
obstante algunos síntomas de agotamiento y los efectos de la recesión
económica de los años ochenta, aún en el último tercio del siglo xx
se ha mantenido una relación de correspondencia entre nivel educativo
superior y mayores ingresos.11
A pesar de que el prestigio no puede disociarse por completo de la
base económica que en última instancia sustenta el estilo de vida, el
capital de instrucción condiciona el ingreso, por lo que puede decirse
que la educación determina la pertenencia a las clases medias.
Pese a que desde 1960 los países latinoamericanos han realizado en
general grandes esfuerzos para hacer de la educación universal una rea­
lidad, veinte años después no se han podido satisfacer ni siquiera las
exigencias de la enseñanza primaria. La escasez de recursos financie­
ros de los gobiernos o los obstáculos que imponen las condiciones mis­
mas del subdesarrollo han hecho de la educación, sobre todo post­
primaria, un privilegio.12 *Así,
* 15 no obstante los cambios ocurridos en
estos países en los últimos treinta años, las ventajas asociadas con la po­
sesión de un nivel educativo más o menos elevado siguen siendo exclu­
sivas de un grupo muy reducido de la población y en particular de las
clases medias. México ha sido uno de los países que más énfasis ha pues­
to en las prioridades educativas, y no cabe duda que este esfuerzo, auna­
do al proceso de urbanización que se aceleró a partir de los años cua­
renta, ha contribuido a aumentar la proporción de la población
económicamente activa empleada en el sector servicios. Sin embargo,
ni el crecimiento económico del país ni la expansión del sistema educa­
tivo han logrado restarle a la educación su carácter de privilegio, pues
a pesar de la explosión demográfica de las instituciones de educación

11 Ver: Martin Carnoy, "Los salarios y la educación en México", en Leopoldo So-


lis, La economía mexicana. Política y desarrollo II, México, Fondo de Cultura Econó­
mica, pp. 371-388. Ver también: Juan Diez Cañedo, "La distribución del ingreso como
reflejo de la realidad mexicana", Diálogos, núm. 110, marzo-abril 1983, pp. 26-28.
Es muy probable que en los países latinoamericanos la escuela media sea el pri­
mer escalón hacia la condición de privilegio que ofrece la educación escolar, a diferencia
de los países avanzados, donde la enseñanza superior es el tamiz social más importante.
Al menos así lo permiten suponer datos como los siguientes: "Sin correr el riesgo de
una generalización puede señalarse que la mayoría de los 74 millones de jóvenes entre
15 y 35 años en América Latina están subinstruidos, en la medida en que no han rebasa­
do el nivel de enseñanza primaria y en la medida en que incluso en este momento (1974],
no están completando esta educación en el marco de los servicios de enseñanza para adul­
tos" UNESCO, Evolución reciente de la educación en América Latina, México, Sepseten-
tas, 1976, 2 vols., vol. i, p. 27. Esa era la situación en un periodo de expansión y nada
parece indicar que haya cambiado en los años ochenta, que han sido, por el contrario,
un periodo de severas dificultades económicas para estos países.
34 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

media y superior en los últimos veinte años, el acceso a ellas sigue sien­
do muy restringido, así como la proporción de la población que com­
pleta el ciclo primario.13

¿Qué significa estar en la mitad?

A pesar de que las clases medias se han esforzado por hacer de la edu­
cación su característica fundamental y el criterio básico de su defini­
ción e identidad política, no pueden escapar a los efectos de la posi­
ción intermedia que ocupan, los mismos pueden agruparse bajo el rubro
general de la inseguridad. El hecho de que su identidad nazca de la do­
ble oposición a las clases altas y a las clases bajas, o dicho de otra ma­
nera, la inestabilidad asociada con una personalidad negativa que se
define por lo que no es antes que por lo que es, constituye el origen
de intereses específicos a partir de los cuales estos grupos adquieren
cierta homogeneidad. Esto significa que estar en el punto medio de la
estructura social supone una originalidad de intereses que, a su vez,
inspiran reivindicaciones, estrategias y alianzas políticas diversas, cuya
elección depende de la coyuntura y de un objetivo esencial: la supervi­
vencia como entidad social diferenciada.
Lo anterior significa que las actitudes y el comportamiento de las
clases medias no sólo están determinadas por sus características edu­
cativas, las cuales ponen a su disposición ciertos instrumentos de ex­
presión, por ejemplo, la prensa escrita, sino que tal vez éstos las pre­
disponen al uso de determinados medios de acción política, como puede
ser la formación de partidos. Su vínculo con la educación y la moder­
nidad ha alimentado la creencia de que tienen una inclinación natural
hacia ideologías y posiciones progresistas. Sin embargo, esta perspec­
tiva tiende a restar importancia a los intereses propios de estos grupos
que no siempre se identifican con el cambio. Tan es así que las clases
medias han estado asociadas alternativamente con la modernización
y con el radicalismo.
Pese a que cada sociedad produce sus propias clases medias, tanto13

13 Este problema no ha sido superado pese a las numerosas campañas educativas que
se han emprendido a lo largo del presente siglo. No obstante los tradicionales esfuerzos
del Estado en materia educativa, en 1980 los servicios educativos se concentraban en
las ciudades, y todo el sistema tenia la forma de un embudo en el que el ciclo primario
constituía una base amplia, pero la estructura se estrechaba conforme se ascendia a los
niveles medio y superior. En 1970, sólo el 29.57· de la población tenia estudios prima­
rios completos y/o posteriores, y el 707· de la población de 15 años y más no había
terminado la primaria. En 1980 en la ciudad de México, el gran centro urbano del país,
donde transcurre el grueso de las actividades administrativas, políticas y culturales del
pais, menos del 407· de los jefes de hogar habia completado la primaria. Ver: copla-
mar, Necesidades esenciales en México. Educación, México, Siglo xxi, 1982, pp. 50-57.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN Dfc CLASE 35

en el sentido de que su posición depende de la fisonomía particular de


la estructura a la que pertenecen, como de que al ser grupos de presti­
gio sus cualidades revelan muchos de los símbolos y valores que sus­
tenta esa sociedad, de la posición intermedia en la que de hecho se en­
cuentran todas ellas se desprenden al menos dos objetivos: la estabilidad
y la movilidad social. Ambos están directamente relacionados con la
inseguridad que se asocia con la imagen de ser un grupo intermedio.
En ocasiones se vuelven contradictorios, cuando se ha consolidado un
proceso de estratificación y la estabilidad amenaza convertirse prime­
ro en estancamiento y luego en deterioro; para recuperar entonces la
movilidad social es necesario sacrificar la estabilidad. Para las clases
medias, la solución ideal parece ser la simultaneidad de ambos fenó­
menos, pero para lograrla es necesario el concurso de los grupos socia­
les restantes, cuya posición condiciona la suya. De ahí la idea más o
menos generalizada de que estar en el punto medio de la estructura so­
cial obliga a estar en el centro político. Lo cierto es que la conciliación
de clases —léase las soluciones reformistas—, parece imponerse como
la defensa natural de los intereses de las clases medias.
Su posición intermedia ha dado lugar a numerosas dudas sobre su
estabilidad como grupo social diferenciado, debilidad esencial que es
vista como uno de los principales obstáculos para la definición de una
identidad propia. Las visiones monistas del poder, en las que las socie­
dades se dividen en dos grandes polos antagónicos, consideran que las
clases medias son una categoría de transición que está destinada a que­
dar asimilada en alguna de las llamadas clases esenciales, ya sea la bur­
guesía o el proletariado, como resultado de un proceso de monopoli­
zación del poder o de la polarización que se crea en una situación de
conflicto.14
La estabilidad también es una preocupación para las clases medias
ya no tanto por su posición intermedia, sino por su sensibilidad al cam­
bio económico. Como la noción de clase media indica en primer lugar

14 Karl Marx, en su análisis de la Revolución de 1848 en Franciá, apunta: “Las ca­


pas intermedias de la sociedad burguesa,... a medida en que su situación se hacía más
insoportable y se erizaba su antagonismo con la burguesía, tenían que unirse más y más
al proletariado. Lo mismo que antes encontraban en el auge de éste la causa de sus mise­
rias, ahora tenían que encontrarla en su derrota”. "Karl Marx, Las luchas de clases en
Francia de 1848 a ¡850, Moscú, Editorial Progreso, 1978, p. 53. Parecería entonces que
el problema no es que las clase medias no tengan intereses propios, sino que para defen­
derlos tienen que aliarse a la burguesía o al proletariado. Ralf Dahrendorf, en cambio,
les niega a las clases medias justamente intereses propios, porque según él, están forma­
das por extensiones de la burguesía y del proletariado, por lo que en situaciones de con­
flicto “no puede haber una entidad llamada clase media [...] este tipo de posición inter­
media simplemente no existe, o en todo caso existe como una posición negativa de no
participación.” Ralf Dahrendorf, Class and class conflict in industrial Society, Londres,
Routledge and Kegan Paul, 1959, pp. 52-53.
36 Cl .ASILS MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

una situación estructural, existe una tendencia a imaginar que bajo el


mismo término “se designa la misma realidad. La(s) clase(s) media(s)
se entiende(n) entonces como una entidad idéntica a sí misma a lo lar­
go de la historia”.16 Sin embargo, su vulnerabilidad a la dinámica de
la economía es tal que sus actitudes políticas pueden oscilar de derecha
a izquierda, dependiendo de sus efectos sobre su posición social. La
calidad de transición que se les atribuye se refiere entonces a caracte­
rísticas distintas de la permanencia, por ejemplo, a la idea de que, en
virtud de sus propiedades educativas y de la naturaleza de sus activida­
des, las clases medias se definen fundametalmente por lo que ya no
son y por lo que todavía no son.16
En periodos de expansión, cuando el sector servicios de la econo­
mía crece y se fortalece, las clases medias aparecen como un factor po­
sitivo para el cambio. Su composición interna se modifica continua­
mente, surgen nuevas funciones y grupos profesionales, mientras que
los existentes se consolidan y satisfacen sus aspiraciones de ascenso so­
cial fundamentalmente a través del consumo. En estas circunstancias,
estos grupos cristalizan el ideal democrático porque se convierten efec­
tivamente en campo de absorción de los elementos más avanzados de
las clases bajas y terreno de reclutamiento de las clases altas.17 Así ocu­
rrió en los países industriales en la segunda mitad del siglo xx, donde
a pesar del fuerte sabor a darwinismo social de estas proposiciones,
la meritocracia se convirtió en norma válida de selección de los más
aptos, siendo que en realidad enmascaraba un eficaz proceso de repro­
ducción social.18
15 Henri Mougin, “Enquête sur les classes moyennes”, en Aron, Halbwachs y Ver­
meil, op. cit., pp. 287-325, p. 299.
16 La frase de que un pequeño burgués es un proletario que aspira a ser burgués ex­
presa la imagen de transitoriedad que está asociada con las clases medias; lo cierto es
que la situación intermedia de estos grupos se relaciona casi inevitablemente con inesta­
bilidad. Bourdieu, op. cit., p. 207.
17 Uno de lós presupuestos fundamentales de la teoría de la modernización es que
estas clases son parte fundamental del proceso, en el que además juegan un papel cen­
tral en lo que se refiere a la difusión y legitimación de los ideales democráticos. Para
uno de los primeros análisis de este tipo ver: Daniel Lerner, The passing of traditional
society, Londres, Collier MacMillan Ltd., 1958. Esta visión normalmente pasa por alto
los impulsos antidemocráticos que también haA expresado en partidos y movilizaciones
de extrema derecha. Existen, sin entbargo, algunos estudios que sostienen que experien­
cias como el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán pueden también ser vistas
como etapas de un cierto modelo de modernización. Ver: A.F.K. Organski, The stages
of political development, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1965.
18 En 1958, Dahrendorf escribió: “Actualmente la atribución de posiciones sociales
es una labor que desempeña cada vez más el sistema educativo. Actualmente la escuela
se ha convertido en el primer punto, por consiguiente decisivo, de localización social
con respecto de la seguridad social futura, al rango social y al alcance de las oportunida­
des futuras de consumo.” Dahrendorf, op. cit., p. 59. Bottomore, en cambio, sostiene
que la propiedad heredada seguía siendo el sustento de toda posición social, indepen­
dientemente de la capacidad del individuo. Bottomore, op. cit., p. 16.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 37

Inversamente, la recesión y el deterioro económico afectan en for­


ma negativa antes que nada la situación de las clases medias, dado que
el sector servicios es particularmente vulnerable a este tipo de adversi­
dades. Puede ser que sus contingentes se reduzcan numéricamente, pero
antes de que eso ocurra es probable que se simplifique su composición
interna, que pierdan fluidez y, sobre todo, que pierdan capacidad de
absorción de nuevos integrantes.
Sin embargo, aun en estas circunstancias negativas, la posición de
clase media en abstracto puede permanecer intacta en la jerarquía de
prestigio. El valor de los símbolos y de las ventajas asociadas con esa
posición no disminuye automáticamente por efecto del deterioro eco­
nómico, lo que se reduce primero es la capacidad de las clases medias
para mantenerlos o acceder a ellos.19 Puede suceder entonces que la
disparidad entre situación y posición de clase se intensifique de tal ma­
nera que genere las profundas tensiones que encierra el fenómeno de
la proletarización. El contenido de esta noción no es meramente eco­
nómico, sino que designa un punto descendente en la trayectoria so­
cial de grupos o individuos, cargado de contradicciones y ambigüeda­
des políticas e ideológicas que desgarran la condición de clase de las
clases medias,20 tal como ocurrió en algunos países europeos a finales
de los años veinte.
La pérdida relativa de status de la clase media puede ser el resultado
de la prolongación del deterioro económico y de la estratificación, las
cuales, en el largo plazo, pueden inducir cambios en la jerarquía de
prestigio y modificar la simbologia vinculada a las clases medias. Nor­
malmente estos procesos ocurren de manera violenta, a consecuencia
de una revolución, pueden desarrollarse también con mucha lentitud
a través de un cambio en las mentalidades, que son el tejido profundo
de las sociedades. Por otra parte, la expansión económica también puede
restarle prestigio a la condición de clase media, bien cuando se eleva

19 Este es el sentido de la afirmación de W.G. Runciman de que el origen de la lla­


mada conciencia de clase es en realidad la privación relativa de status más que la priva­
ción relativa de clase. Citado en John Raynor, The middle class, Nueva York, Humani­
ties Press, 1969, p. 7.
20 “La actividad define la situación, (...] las ventajas que normalmente están aso­
ciadas con una situación en una coyuntura histórica determinada definen la posición.
Esta es el resultado de la inequitativa distribución de los patrimonios, de los ingresos,
de la cultura y de los honores que prevalece en el sistema de diferencias que engendra
esta distribución. La situación y la posición nos refieren ambas a la división del trabajo,
pero desde un punto de vista diferente. La primera se refiere al aspecto técnico de esa
división, la segunda a su forma social. En consecuencia, la condición social es el conjun­
to acumulado de propiedades vinculadas con la posición, es decir, el conjunto de actitu­
des, de comportamientos y de representaciones observables en un individuo o grupo de­
terminado.” Bernard Lacroix y Michel Dobry, ‘‘A la recherche d’un cadre théorique
pour l’analyse politique des classes moyennes”, Annales de la Faculté de Droit de Cler­
mont-Ferrand, París, L.G.O.J., 1977, pp. 381-409, p. 384.
38 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

el nivel de vida de las clases bajas y se desdibujan las fronteras sociales


en virtud de la igualación de los ingresos de los trabajadores manuales
y de los profesionistas y empleados del sector servicios, bien cuando
las políticas gubernamentales favorecen a las clases bajas a expensas
de otros grupos sociales, como pudo haber ocurrido durante el carde-
nismo en México o durante el gobierno de la Unidad Popular en Chile.
Estas circunstancias también pueden propiciar la aparición de actitu­
des antipopulares y antidemocráticas en el seno de grupos de status cuyo
principal enemigo es la igualdad.21
Aquí surge de nuevo el tema de la estabilidad en el corazón del inte­
rés de clase de estos grupos. Aun en condiciones de deterioro económi­
co, las clases medias se representan como una franja social abierta en
ambos extremos, con una capacidad de absorción y de rechazo que es
una variable económica. Por otra parte, en este sentido es preciso tam­
bién considerar que la movilidad social es un fenómeno que involucra
elementos simbólicos e ideológicos, al igual que la educación que la
promueve, y tiene además un vínculo muy importante con la experien­
cia histórica de cada sociedad en materia de tolerancia frente a nuevos
grupos sociales y jerarquías de prestigio. Tan es así que en algunas so­
ciedades las clases medias identifican su interés vital con un proceso
de movilidad social ininterrumpido e ilimitado, mientras que en otros
casos parece suficiente una trayectoria estable de prosperidad. Por ejem­
plo, en Estados Unidos prevalece una tradición de sociedad abierta que
contrasta fuertemente con los resabios de un orden social aristocrático
que mantienen muchas sociedades europeas.22
El significado de estar en la mitad depende también de las caracte­
rísticas de los grupos sociales que están en los extremos. La posición
de las clases medias será más fuerte donde las clases altas sean más dé­
biles o permeables. Esta relación condiciona sus actitudes hacia las clases
bajas, frente a las cuales el problema de la identidad se plantea sólo
en situaciones de crisis, porque la caracterización por ocupaciones de
las clases medias resuelve el problema de su diferenciación con respec­
to de las clases bajas. En cambio, este criterio es insuficiente cuando

"Las ventajas eran tales cuando eran socialtnente escasas y, por consiguiente, ha­
cían creer a quienes las poseían que eran privilegios, la contraparte de la ‘nobleza de
su misión*, pero no podían seguir siéndolo si se generalizaban [...] En un caso podía
hablarse de éxito social y en otro de proletarización." Bernard Lacroix, "A la recherche
d’une définition”, en Georges Lavau, Gérard Grunberg, Nonna Mayer, L’universpoli­
tique des classes moyennes, Paris, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Poli­
tiques, 1983, pp. 173-190, p. 185.
22 "Los Estados Unidos diferían notablemente de las sociedades europeas del siglo
XIX en cuanto a la aceptación general de una ideología igualitaria. En América no exis­
tía un sistema establecido de rangos feudales, tampoco había memoria de un orden so­
cial aristocrático que pudiera ser tomado como modelo para una nueva jerarquía so­
cial." Bottomore, op. cit., p. 41.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 39

se busca trazar una frontera precisa en relación con las clases altas.
En este caso, las particularidades históricas y culturales de cada estruc­
tura social influyen mucho más que en el anterior. Mientras que en las
sociedades oligárquicas la concentración del poder y la casi absoluta
inexistencia de canales de movilidad social marca diferencias precisas
entre clases altas y medias, en sociedades más complejas la delimita­
ción entre unas y otras es por lo menos incierta, sobre todo en perio­
dos normales.
Las fronteras entre las clases altas y medias se desvanecen todavía
más cuando el estilo de vida es el distintivo de la identidad social; este
fenómeno se acentúa en sociedades en expansión económica donde el
nivel de estratificación es bajo. No obstante, también en las socieda­
des muy desiguales las clases medias tienden a identificarse e incluso
confundirse con las clases altas,23
21dado
* que su condición de prestigio
las empuja en esa dirección, si no es que asumen directamente posicio­
nes de liderazgo y ejercen algunas de las funciones de las clases altas.
De hecho, la división entre unas y otras se precipita y cristaliza en mo­
mentos de crisis, cuando las diferencias esenciales de actitud frente a
valores tales como el trabajo y la educación se expresan en contradic­
ciones políticas e ideológicas. También puede ocurrir que en las socie­
dades que han experimentado un proceso revolucionario o donde la
democracia es un valor político dominante, como es el caso de la so­
ciedad mexicana del siglo xx, la especificidad de las clases medias frente
a las altas, que han perdido prestigio y legitimidad social, sea más el
producto de una voluntad política explícita que de criterios de diferen­
ciación objetivamente discemibles.

El problema de la igualdad

A finales del siglo xx no resulta fácil predecir sea la desaparición o


la permanencia de la clases medias, ya que si bien es cierto que la rela­
tiva abundancia de la posguerra consolidó su identidad social, también
lo es que las clases medias no han resuelto el problema de la inseguri­
dad puesto que no han perdido el temor a ser desplazadas, temor que
se acentúa cuando es su prestigio el que está en juego.
Su posición es ciertamente vulnerable desde el punto de vista eco­

21 “De manera que puede uno preguntarse si, dentro de un concepto amplio de las
clases medias, éstas no abarcan simplemente aquello que antes se llamaba la burguesía
(...] La mayoría de los autores considera que entre la burguesía y las clases medias existe
una diferenciación cuantitativa, y que las distinciones entre ambas son extremadamente
inciertas”. Georges Lavau, “Les classes moyennes et la politique”, en Maurice Duver-
ger, Dir., Partis politiques et classes sociales en France, Paris, Lib. Armand Colin, Ca­
hiers de la FNSP, 484 pp., p. 51.9.
40 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

nómico, pero también por la fragilidad de los privilegios que la acom­


pañan, constantemente erosionados por el principio democrático de la
igualdad.24 25
El ejemplo más claro de la devaluación de un símbolo de status es
el efecto perverso que en ese respecto ha tenido la extensión de las opor­
tunidades educativas, que al generalizarse han perdido el carácter ex­
clusivo que era componente fundamental de su calidad de fuente de
prestigio. En esas condiciones, la educación entendida como medio de
adquisición de conocimiento ha perdido importancia como factor de
diferenciación social, pero sigue siendo crucial para las clases medias
como instrumento para marcar sus distancias frente a terceros por el
uso social que le dan. Su relación con la educación les permite influir
en la selección de los símbolos y valores que sustentan la jerarquía de
prestigio. Mientras mayor sea la inseguridad de las clases medias, ma­
yores serán sus esfuerzos por definir una jerarquía de prestigio clara
que les sea favorable, es decir, un orden simbólico que integre su pro­
pio estilo de vida, y mayor será su interés por controlar ese orden.
El valor de la educación para las clases medias reside no únicamen­
te en que determina su función económica, sino en que les permite ex­
hibir distinciones significativas en relación con otros grupos sociales,
casi todas ellas referidas al orden simbólico, ya sea que se trate de un
estilo de vida o de algún tipo de privilegio honorífico.23 La educación
es un distintivo de clase también porque sirve para dar una expresión
externa a la posición social a través del lenguaje, las normas de com­
portamiento y los patrones de consumo asociados con una determina­
da ocupación. Con estos elementos se complementa la identidad cultu­
ral diferenciada que constituye el capital de las clases medias, la cual
prescribe a sus miembros obligaciones y prioridades, y les atribuye de­

24 Esta es una de las muchas contradicciones que enfrentan las clases medias cuyos
intereses promueve la democracia, pero que luego parece volverse en su contra. Es el
tipo de contradicción inherente a las soluciones reformistas. Al analizar la constitución
francesa de 1848, Marx señala que el documento a través, del sufragio universal, otor­
gaba por una parte el poder politico a las clases cuya esclavitud social debía perpetuar,
esto es, la pequeña burguesia y el proletariado, por otra parte, a “la clase cuyo viejo
poder sanciona [ba], a la burguesía, la priva de las garantías políticas de este poder. [La
Constitución encerraba] su dominación política en el marco de unas condiciones demo­
cráticas que en todo momento ¿on un factor para la victoria de las clases enemigas y
[ponía] en peligro los fundamentos mismos de la sociedad burguesa. Exige de los unos
que no avancen, pasando de la emancipación política a la social; y de los otros que no
retrocedan, pasando de la restauración social a la política.” Marx, op. cit., p. 64.
25 Bourdieu, op. cit., pp. 212-213. Los grupos de status no se definen por la simple
posesión de un bien, sino por la manerg como lo utilizan. Por esta razón, Max Weber
afirma que, aun a riesgo de sobresimplificaciones, puede decirse que “las ‘clases* se or­
ganizan según las relaciones de producción y adquisición de bienes, los ‘estamentos*,
según los principios de su consumo de bienes en las diversas formas específicas de su
‘manera de vivir’.*’ Weber, op. cit., vol. íi, p. 692.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 41

rechos en función del lugar que se asignan en el conjunto social.26


Las actividades de las clases medias suponen que quien las desem­
peña posee atributos distintos del mero nivel de instrucción, los cuales
incluyen una determinada forma de expresión oral, buenos modales
y una vestimenta que corresponda a las normas explícitas que el grupo
ha identificado como propias. En ocasiones, la forma de la posición
social se defiende con más empeño que los factores económicos que
la sustentan, porque la forma es el último recurso para mantener la
identidad con un grupo y la diferenciación frente al exterior.
Más aún, no cabe duda de que la educación ha sido fundamental
en la inclinación que normalmente muestran las clases medias hacia
la participación política. Numerosos estudios sobre actitudes ante el
poder y los asuntos públicos demuestran que el grado de escolaridad
determina actitudes positivas hacia la participación.27 La educación
alerta al individuo sobre los efectos de una decisión gubernamental en
su vida personal, alienta su curiosidad y lo impulsa a buscar informa­
ción. El individuo educado tiende a opinar sobre los más diversos te­
mas, entabla discusiones políticas y es, en general, un actor político
distinto del hombre sin educación.
En países como México, donde la educación ha tendido a ser un pri­
vilegio, la propensión de las clases medias a la participación se ha ma­
nifestado periódicamente en situaciones críticas, mientras que en épo­
cas de estabilidad la política se ha vuelto un asunto de minorías, aunque
también educadas, cuyo origen social ha sido casi fatalmente de clase
media. Aquí como en otros casos har habido una marcada tendencia
a pensar que los grupos ilustrados, las intelligentsias, adquieren junto
con las ventajas de la educación una responsabilidad social que justifi­
ca la propensión a la participación. El capital de instrucción de las cía*
ses medias es la fuente de su capacidad para generar y lanzar proyectos
políticos,28 y es indiscutible que esta capacidad les ha asegurado un
peso funcional dentro de sus sociedades29 mucho mayor que el que les

26 “Toda clase social se piensa a si misma en un cierto nivel en una jerarquía de con­
junto. ¿Qué es lo que determina este lugar? La respuesta seria más o menos la siguiente:
las clases se sitúan en la jerarquía de la sociedad compleja según su grado de participa­
ción en el ideal común, en las actividades que la colectividad considera superiores”, Aron,
op. cit., p. 83.
27 Ver: Gabriel A. Almond y Sidney Verba, ΓΛβ civic culture. Political attitudes and
democracy in five nations, la. ed., Boston, Little, Brown and Co., 1963.
28 Las clases medias latinoamericanas “han derivado mucho más fuerza a partir de
su nivel de organización política y de su eficacia para hacerlo, así como de su capacidad
para elaborar ideologías, para crear partidos políticos, para formar alianzas y para re­
currir a medios de acción política que el Estado Ies ha prestado, que de controles socia­
les o económicos de los que dispone en tanto que clase.” Jorge Graciarena, Poder y cla­
ses sociales en el desarrollo de América Latina, Buenos Aires, Paidós, 1962, p. 174.
“[...] las características de las diferentes clases sociales dependen no solamente
42 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

correspondería si se midiera a partir de su importancia numérica o de


su participación en la economía.

Clases medias mexicanas

Los criterios generales de definición de la categoría social clases me­


dias sirven para lograr una primera identificación de tales grupos en
México, pero ésta resultaría incompleta si no se tomaran en cuenta al­
gunos elementos característicos de la estructura social mexicana, que
de hecho determinan su posición y peso funcionales, es decir, la mag­
nitud y el alcance de la desigualdad social y las formas originales de
organización del poder. Ambos tipos de variables se conjugan para que
las clases medias mexicanas mantengan en lo político y en lo ideológi­
co una posición predominante que no corresponde a la situación su­
bordinada que ocupan en la estructura económica. Este fenómeno no
es excepcional, en vista de los desarrollos que en este sentido ocurrie­
ron en el periodo posterior a 1945. Lo que distingue a las clases medias
mexicanas es que desde el siglo xix reclaman una posición de lideraz­
go social con base en el derecho que se atribuyen a partir de sus carac­
terísticas educativas y culturales. De lo anterior se desprende que las
clases medias en México gozan de una larga tradición de toma de con­
ciencia como grupo social diferenciado, la cual se funda en condicio­
nes objetivas semejantes y en una aspiración común a afianzar su con­
tinuidad y permanencia como clase.

Cambios y continuidades

En México, la existencia de las clases medias ha sido menos debatida30


que su composición interna y su continuidad y especificidad como ac-

de su posición diferencial en esa estructura, sino también de su peso funcional en esa


estructura, peso proporcionado a la contribución que aportan a la constitución de esta
estructura y que no está nada más ligado a su importancia numérica.” Bourdieu, op.
cit.,m. 210-211.
30 No obstante, hay excepciones importantes. Según una clasificación exclusivamente
económica de la sociedad mexicana, en el siglo xix, las clases medias surgieron lenta­
mente después de la Independencia, y su importancia numérica y social era marginal
aun a mediados de siglo, al punto que ‘‘algunos observadores extranjeros de la época
hasta niegan su existencia.” Francisco López Cámara, La estructura económica y social
de México en la ¿poca de la Reforma, México, Siglo xxi editores, 1967. Dentro de esa
misma línea, Eric Wolf sostiene que en México en el siglo xix las clases medias y el pro­
letariado eran prácticamente inexistentes, porque la Colonia había mantenido a los paí­
ses de Mesoamérica al margen de la revolución industrial, por lo que, según él, estas
sociedades mantuvieron durante muchos años marcadas características estamentales. Ver
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 43

tor político autónomo. A lo largo de su historia han experimentado


cambios muy importantes; su perfil en la segunda mitad del siglo xx
no puede ser el mismo que el de sus homólogas cien años antes, ante
todo porque la sociedad es muy distinta. Sin embargo, las mutaciones
que han sufrido parecen relativamente limitadas porque también han
mantenido continuidades esenciales, principalmente en cuanto a su po­
sición en la estructura social, las cuales han contrarrestado de manera
muy importante el alcance político de los cambios.
Los efectos de la modernización sobre las clases medias se han ma­
nifestado fundamentalmente en que a lo largo del siglo xx, y en par­
ticular desde 1940, han incorporado una gran diversidad de categorías
profesionales, así como de niveles de status y de ingreso. El desarrollo
económico trajo consigo una importante expansión de los grupos in­
termedios que por consiguiente se fortalecieron y ganaron compleji­
dad interna. No obstante, en el terreno político e ideológico manifies­
tan líneas de continuidad sorprendentes que vinculan las clases medias
contemporáneas con sus equivalentes en el siglo xix, y que remiten a
una tradición socio-profesional que los relaciona históricamente con
el servicio público y las actividades culturales y educativas, a más de
las ocupaciones típicas de clase media como son las profesiones libera­
les, el pequeño comercio y el artesanado.
Desde sus núcleos de origen, que a grandes rasgos pueden identifi­
carse en los criollos y mestizos de la sociedad colonial, las clases me­
dias mexicanas han centrado la definición de su personalidad política
en la educación que han utilizado alternativamente como arma de con­
quista e instrumento de defensa social. Pese a los indudables esfuerzos
públicos que históricamente se han realizado en este terreno —esfuerzo
que continúa hasta la fecha—, lo que de específico tienen las clase me­
dias en México proviene del valor relativo de la educación, que es el
fundamento de su prestigio y de su condición de privilegio. A través
de ella han logrado crear y alimentar un cuadro de valores, creencias
y símbolos, así como de normas y pautas de comportamiento, destina­
do a compensar la debilidad de su situación estructural, a paliar la in­
seguridad que inspiran desigualdades no resueltas y a contrarrestar los
efectos desintegradores del cambio acelerado. Los cambios que ha re­
gistrado su situación de clase han sido mucho más importantes y sobre
todo visibles que los que pudo haber experimentado su posición, por
lo que su identidad histórica es más precisa que su identidad social.
Para ilustrar este desarrollo relativamente desequilibrado de la condi­

Eric Wolf, Sons of the shaking earth, Chicago, The University of Chicago Press, 1959.
Si asi hubiera sido, dado que la importancia política de las clases medias en este periodo
fue tan grande, podría pensarse que aparecieron primero como grupos de status antes
que como categorías económicas.
44 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ción de clase media, se pueden citar algunas descripciones autorizadas


de la sociedad mexicana del siglo xix, y compararlas con los rasgos
generales de estos grupos en el siglo xx.
Lo que cambia en primer término son los criterios de definición por­
que, pese a los estereotipos, las bases de organización social también
se han modificado. En 1842, Mariano Otero clasificaba la sociedad con
base en la propiedad y la ocupación. En estos términos categorizaba
como clases intermedias a los sectores de no propietarios, que estaban
situados entre la “aristocracia territorial’* y el clero, y las masas prole­
tarias, que tampoco eran propietarias pero que además carecían de “lu­
ces”, esto es, de educación.31 Por consiguiente, las clases medias de
la época estaban formadas por el bajo clero, los miembros de la baja
y mediana oficialía, los pequeños y medianos comerciantes y los que
se dedicaban “al foro”.32
La composición de estas clases medias no varía fundamentalmente
cuando se clasifican sólo por ocupación; en ese caso aparecen flanquea­
das por el alto clero y la alta burguesía minera e industrial por un lado,
y por los campesinos, el proletariado y el subproletariado por el otro.
Sus integrantes eran los pequeños comerciantes, los profesionistas —ma-
yoritariamente abogados—, los burócratas y los artesanos de las ciu­
dades.33 La categoría de grupos de status de las clases medias es más
clara cuando a los criterios de propiedad y ocupación se añade el de
la* raza que, no obstante el movimiento de Independencia, persistió a
lo largo del siglo xix como base de organización social a partir de la
cual se definían propiedad y ocupación. Dentro del esquema de una
sociedad formada por cuatro grandes grupos sociales, peninsulares,
criollos, mestizos e indígenas, los integrantes de las clases medias eran
criollos miembros de la intelligentsia y mestizos que, carentes de fortu­
na, eligían la carrera eclesiástica o la jurisprudencia.34
Cualquiera que sea el criterio de organización social que se utilice
para el México del siglo xix, las clases medias aparecen como grupos
muy reducidos. En los grandes problemas nacionales, Andrés Molina
Enriquez afirma que la expansión económica y la estabilidad política
del porfiriato favorecieron el crecimiento de los sectores intermedios
de la sociedad, pero aun así está hablando de grupos pequeños, sobre
todo si aceptamos la distinción que hace, asociando raza y propie­
dad,35 entre sectores intermedios, que eran los mestizos no propieta-

31 Citado en Jesús Reyes Heroles, El liberalismo mexicano. La sociedad fluctuante,


México, Fondo de Cultura Económica, 1973, 3 vols., vol. 2, pp. 87-144.
32 Ibid., p. 108.
33 López Cámara, op. cit., p. 213.
34 Ver: Luis Villoro, La Revolución de Independencia. Un ensayo de interpretación
histórica, México, unam, 1953.
33 Aunque Molina Enriquez no utiliza el concepto de raza de manera unívoca, éste
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 45

ríos, agricultores, empleados y profesionistas —curiosamente, dentro


de esta categorización profesional incluye a los “revolucionarios”—,-
situados entre los criollos y los indígenas, y la clase media, los mesti­
zos rancheros* poseedores de una pequeña propiedad. Porque, según
Molina Enriquez, los mestizos directores, profesionistas, empleados y
militares eran clases privilegiadas porque “viven de los trabajado­
res”.36
Aunque las descripciones citadas de las llamadas clases medias en
el siglo XIX presentan algunas diferencias que modifican su composi­
ción interna, las coincidencias son más importantes y de ellas se des­
prenden algunas características básicas. En ningún caso se establecen
fronteras precisas entre ellas y los demás grupos sociales, de manera
que incluyen componentes de las clases altas y bajas, llámense criollos
miembros de la intelligentsia, oficiales del ejército, bajo clero o artesa­
nos. La indefinición es particularmente notoria en relación con las cla­
ses altas, ya sea porque el movimiento de Independencia las ahuyentó
o porque la desigualdad social era tan grande que acentuaba el carác­
ter de privilegio de la condición de clase media.
En todos los casos también, se les reconoce como grupos relativa­
mente educados dado que las diferentes categorías socio-profesionales
que incluyen suponían la posesión de ciertos conocimientos, ya fuera
para la administración de un taller artesanal o para el ejercicio de la
abogacía.
Un segundo elemento común a estas descripciones, que es además
una continuidad fundamental de las clases medias mexicanas, deriva­
da de su carácter de grupos educados, es la vocación de liderazgo polí­
tico, asociada —quizá sólo idealmente con una voluntad de cambio,
y atizada por las aspiraciones de movilidad social.
Cuando Molina Enriquez afirma que los mestizos son el núcleo de
la verdadera población, la “numerosa clase en que late el corazón de la
patria”,37 recoge la profecía de Mariano Otero de que las clases me­
dias se convertirían en la parte más importante de la sociedad porque
portaban la “verdadera semilla del progreso del país”.38 Tan fuerte

ocupa un lugar muy importante en su descripción de la sociedad mexicana del siglo xix.
Para una explicación del sentido de su análisis y de los diferentes significados que atri­
buye al concepto de raza, ver el prólogo de Arnaldo Còrdova en Andrés Molina Enri­
quez, Los grandes problemas nacionales, 1909, la. ed., México, Ediciones Era, 1978,
pp. H-68.
* Cursivas en el original.
36 Ibid., pp. 108-110. Molina Enriquez precisa: "Clases medias propiamente dichas
no existirán hasta que la división de las haciendas ponga un grupo numeroso de mesti­
zos pequeños propietarios", p. 305.
37 Ibid., p. 423.
38 (...] la clase media (que constituia el verdadero carácter de la población, repre­
sentaba la suma de las riquezas y concentraba todas las profesiones que elevan la inteli­
46 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

y generalizada era la convicción de que las clases medias promueven


el progreso que en el siglo xix aparecen invariablemente asociadas
con el liberalismo.39
Las clases medias del siglo xx se han caracterizado fundamental*
mente en función de la ocupación. La preponderancia de este criterio
está relacionada con la importancia del cambio económico como mo­
tor de transformación social, sobre todo después de 1940. Ni la pro­
piedad ni la raza las distinguen esencialmente de otros grupos sociales:
por una parte, hay grandes sectores de clase media que no son propie­
tarios; por la otra, en el periodo de expansión económica, una propor­
ción importante adquirió al menos una casa propia o invirtió sus aho­
rros en activos financieros. Asimismo, puede afirmarse que si sus
componentes son mayoritariamente mestizos, eso no las distingue ne­
cesariamente de las clases altas y de las bajas. Ahora como antes, su
principal atributo ha sido la educación, y ahora como antes se les ha
atribuido un papel político central.

La vocación de liderazgo político

No son pocos los analistas que consideran que las dificultades de defi­
nición de las clases medias como grupo social diferenciado son obs­
táculo suficiente para impedir que se constituyan en un actor político
consistente. La consecuencia lógica de su gran diversidad interna de­
bería ser el fraccionamiento político y la fragmentación ideológica. Si
las clases medias fueran grupos exclusivamente económicos, entonces
sería cierto que hay tantas versiones posibles del pequeño burgués como
situaciones distintas en el interior de estos grupos.40 Pero no es así. Pa­
trones de consumo, normas de comportamiento y, en general, un de­

gencia) había naturalmente de convertirse en el elemento principal de la sociedad que


en ella encontraba todas las profesiones que el mejor y más favorable terreno posible
para el futuro de la República”; Mariano Otero, “El régimen de propiedad y las ciases
sociales en México”, en Miguel Othón de Mendizábal, Las clases sociales en México,
México, Editorial Era, 1974, pp. 43-108, p. 46.
39 Ver: López Cámara, op. cit. y Reyes Heroles, op. cit., Molina Enriquez reconoce
en los mestizos el elemento étnico preponderante en la clase política directora estableci­
da como tal desde la Revolución de Ayuda, y afirma que esta situación debe mantenerse
porque “permitirá llegar a tres resultados altamente trascendentales: es el primero, el
de que la población pueda elevar su censo sin necesidad de acudir a la inmigración; es
el segundo, el que esa población pueda llegar a ser una nacionalidad; y es el tercero,
el de que esa nacionalidad pueda fijar con exactitud la noción de su patriotismo.” Moli­
na Enriquez, op. cit., p. 357.
40 Lacroix, op. cit., p. 183. Dahrendorf parece tgn exasperado por la diversidad in­
terna de las clases medias que afirma que han nacido desarticuladas,' que no hay palabra
en lengua moderna que describa “a este grupo que no es grupo, clase que no es clase,
y estrato que no es estrato.” Dahrendorf, op. cit., p. 52.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 47

terminado estilo de vida son poderosos elementos de simplificación y


homogeneización de grupos que de otra manera parecerían completæ-
mente disparatados. Las clases medias mexicanas han identificado los
intereses comunes que se desprenden de todo eso y que son, en última
instancia, el punto de partida de la coherencia política de un grupo.
También han elaborado los códigos pertinentes y han precisado la sim­
bologia del grupo apoyándose en tradiciones ideológicas sorprenden­
temente estables. Esto no significa que en el interior de las clases me­
dias no hayan aparecido contradicciones que incluso se han traducido
en violentos enfrentamientos, prolongadas luchas intestinas y desacuer­
dos duraderos, pero como entidad política, las clases medias mexica­
nas son menos complejas y diversas que como entidad social.
De las características educativas y culturales de las clases medias me­
xicanas se deriva una identidad social que no sólo se define en sí, sino
que además tiende a constituirse para sí. Según lo enseña la historia
contemporánea, estos grupos poseen una conciencia de clase,41 expre­
sada en el reconocimiento de una vocación de liderazgo político, en
la formación paulatina de una ideología que aunque no se defina como
exclusiva de esa clase, defiende sus intereses, y en la creación de orga­
nizaciones políticas que los promueve. En este sentido, la personali­
dad política de las clases medias mexicanas está mejor definida que su
personalidad social, y uno de sus rasgos sobresalientes es la persistente
convicción de que por razón y por derecho son los grupos participan­
tes de la sociedad.
Históricamente, las clases medias —los sectores educados de la
sociedad—, han sido el terreno de reclutamiento del grueso del perso­
nal político del país. Cualquiera que sea su definición, son múltiples
y constantes las referencias de su capacidad política. A mediados del
siglo pasado, Mariano Otero sostenía que las clases altas estaban debi­
litadas por sus contradicciones internas y que las masas populares eran
entidades amorfas: “En medio de la fragilidad de las clases altas y de

41 Es probable que esta sea una de las más notables particularidades de las clases
medias mexicanas, cuya historia a este respecto contrasta fuertemente con la de sus con­
trapartes en otras sociedades. C. Wright Mills, por ejemplo, describe a las clases medias
norteamericanas como una extensión del proletariado y las considera el elemento repre­
sentativo de la masa urbana: “Los ‘cuellos blancos’ se introdujeron silenciosamente en
la sociedad moderna. Cualquiera que haya sido su historia es una historia sin aconteci­
mientos; cualesquiera que sean sus intereses comunes, no han conducido a la unidad;
cualquiera que sea el futuro que les espera, no son ellos quienes lo han construido [...]
están divididos, fragmentados; dependen de fuerzas externas que los superan. Si acaso
llegaran a desarrollar una voluntad de acción, sus actos serian menos un movimiento
que una acumulación de desafíos sin correlación por la falta de organización. En cuanto
grupo no representan una amenaza para nadie; en cuanto individuos, no tienen un modo
de vida propio”, C. Wright Mills, White collar. The American Middle Classes, Nueva
York, Oxford University Press, 1951, p. ix.
48 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

la nulidad de las bajas, ¿dónde podría encontrar la sociedad el motor


de su progreso?”42 Añadía que las clases intermedias eran la inteligen­
cia de la sociedad porque habían dirigido el movimiento de Indepen­
dencia e impulsado las luchas liberales. En 1909, Molina Enriquez es­
cribía que a finales del siglo xix casi todos los que ejercían autoridad
en México eran mestizos, miembros de los grupos intermedios y de las
clases medias, y descubría en ellos cualidades inigualables de inteligen­
cia, constancia, dedicación y, desde luego, de liderazgo político.43
El estudio de los orígenes sociales de las élites políticas del siglo XX
ha demostrado que desde el porfiriato hasta hace relativamente poco
tiempo los líderes políticos y los miembros de la administración públi­
ca han provenido fundamentalmente de las clases medias. Desde esta
perspectiva, la Revolución de 1910 no produjo un cambio radical: las
clases medias, estratos privilegiados en sí mismos, han mantenido de
manera constante el predominio en los niveles superiores de la estruc­
tura del poder político y su hegemonía ha aumentado de manera cons­
tante con el paso del tiempo.44
A lo largo del desarrollo de este país ha prevalecido la idea de que
entre clases medias y democracia existe una relación positiva; esta creen­
cia no carece de fundamento. Un capítulo central en la biografía de
estos grupos es la historia de su participación en movimientos políticos
decisivos para la modernización del poder. Trátese de la lucha por la
Independencia en 1810, de la Revolución de 1910 o de movimientos
políticos más limitados que, no obstante, también han dejado su sello
en las instituciones políticas vigentes, lo cierto es que estos procesos

42 Citado en Reyes Heroles, El liberalismo mexicano. La sociedad fluctuante, op.


cit.,p. 108.
43 “El carácter mestizo por su propia naturaleza es superior a todos los que se po­
nen a diario de ejemplo: la formidable personalidad del seflor general Díaz, da de ello
irrecusable testimonio. Y no se diga que el señor general Díaz es una excepción; lo es
en efecto, por su magnitud; pero de esa magnitud hemos tenido mestizos como Morelos
y como Ocampo, y entre ellos debemos contar a Juárez que si no era mestizo se asimiló
a los mestizos que con tanta grandeza representó. Mestizos fueron Guerrero, Gómez Fa­
rias, Degollado, González Ortega, Escobedo, Corona, Riva Palacio |...J, pero no sólo
los grandes, los pequeños, los ignorados, la gran masa de los rancheros, los profesionis­
tas, los empleados que trabajan a jornal o a sueldo, muestran más actividad, más cons­
tancia, más entereza, más fuerza de propósito, más firmeza de resolución, que no cono­
cen igual en nuestro país [...] en el campo de la ciencia nuestros profesores mestizos lucen
en los congresos internacionales; en el campo de la literatura y del arte alcanzan laureles
todos los dias”, Molina Enriquez, op. cit., pp. 423 y 424.
44 Peter H. Smith, Los laberintos del poder. El reclutamiento de las élites políticas
en México, México, El Colegio de México, 1981. Según este autor, la Revolución de 1910
fue provocada por una ruptura en el seno de las clases medias porfiristas: “La Revolu­
ción fue una lucha entre dos elementos de las clases medias mexicanas, entre los que
tenían el poder y los que no lo tenían. Estos pensaban que estaban tan bien educados
como los otros y probablemente también que estaban preparados para asumir la direc­
ción del pais.” Smith, op. cit., p. 102.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DI. < I ASI· 49

han estado capitaneados por grupos de clase media.45 Su reputación


democrática se apoya también en el hecho nada despreciable de que
en su historia como actores políticos los radicalismos —de izquierda
o de derecha— han sido marginales o esporádicos. En todo caso, y pese
a que en algunos momentos —concretamente durante el cardenismo—
en el seno de las clases medias han surgido simpatías por soluciones
políticas extremas, hasta finales del siglo xx podían acreditar todavía
una trayectoria limpia de compromisos oligárquicos y de responsabili­
dades golpistas.
A diferencia de muchas clases medias europeas y latinoamericanas,
en México sus combates gozan del prestigio de que —al menos hasta
el último tercio del siglo xx—, han estado vinculados con la defensa
de la movilidad social; este ha sido el factor de coagulación de los dife­
rentes grupos entre los cuales parecería natural la ausencia de unidad.
Sus éxitos casi siempre se han traducido en'aperturas sociales y políti­
cas que también han beneficiado a sus aliados en la lucha, aunque sea
como resultado de una coincidencia táctica, y no a partir de una con­
vicción igualitaria profunda o de una ética de responsabilidad social.
Esta experiencia particular ha creado un vínculo simbólico entre cla­
ses medias y el ideal de una sociedad progresista, mismo que ha influi­
do de manera determinante en su prestigio social y ha legitimado su
liderazgo.
Una continuidad sobresaliente en la historia de estas clases es la per­
sistente convicción de que están destinadas a dirigir los movimientos
políticos y a gobernar al país. Sus habilidades en este terreno se han
expresado en una capacidad para definir y adoptar un perfil político
que contiene creencias ideológicas y visiones del poder y de los funda­
mentos de la dominación en la sociedad, las cuales suavizan y homo-
geneizan la fragmentación característica. Su motivación para hacerlo
ha sido esencialmente el deseo de supervivencia, la superación de la
inseguridad y la promoción de sus intereses particulares, entre los que
destaca la flexibilidad de la estructura social y la formulación y mante­
nimiento de una jerarquía de prestigio favorable a su posición como
grupo de status.

Los de arriba y los de abajo

La motivación vital de las clases medias, lo que las ha llevado a defi-

45 Algunos otros autores que destacan la vocación de liderazgo político de las clases
medias son: Arnaldo Còrdova, La ideología de la revolución mexicana. La formación
del nuevo régimen, México, Ediciones Era/lnstituto de Investigaciones Sociales, unam,
1973, Francisco López Cámara, El desafio de la clase media, México, Joaquín Mortiz,
1971; Sergio Zermeño, México: una democracia utópica. El movimiento estudiantil de
1968, México, Siglo xxi, 1978.
50 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

nirse para sobrevivir, ha estado condicionada primero por sus relacio*


nes con las otras clases y después por las formas de organización del
poder y por la manera como se han vinculado con el Estado. Pese a
que el blanco de sus reivindicaciones democráticas ha sido invariable­
mente las clases altas, ios resultados de sus luchas fundamentales reve­
lan que la presencia de las clases bajas, las clases peligrosas, ha condi­
cionado más que ninguna otra su desarrollo, ya sea como aliado o como
adversario potencial.
Sus relaciones con las clases altas no han estado exentas de conflic­
tos, pero estas últimas, dada su debilidad objetiva, nunca han logrado
establecerse como líderes sociales legítimos por diferentes razones his­
tóricas e ideológicas, de suerte que no han representado una amenaza
real a la posición de las clases medias, aunque en determinados mo­
mentos hayan puesto en peligro su situación.
En México, la desigualdad social ha alimentado la inseguridad ca­
racterística de las clases medias, y en este sentido ha sido más real la
amenaza latente de las clases bajas, cuya fuerza, así no fuera más que
por su número, ha sido siempre superior a la de clases altas, mucho
más pequeñas y sobre todo discontinuas.46 Pero el desafío que las cla­
ses bajas representan para las clases medias no se reduce al temor a
la anarquía o a jerarquías sociales que consideran irracionales, sino que
se funda en los efectos contradictorios del principio democrático de
la igualdad sobre el prestigio como condición de clase,47 y en la posi­
bilidad de que les arrebaten un liderazgo social que pueden legitimar
también a partir de la democracia como objetivo. Tanto así que en las
diferentes crisis en que las clases medias han dirigido las luchas contra

46 Las clases altas mexicanas parecen haber rotado y cambiado por 1er menos tanto
como las clases medias o, en todo caso, de manera comparable. Esta situación no es
de ninguna manera exclusivamente mexicana, **!...] en las sociedades donde el peso fun-
cional del proletariado y de la burguesía industrial es débil, el sistema de relaciones entre
la pequeña burguesía, que proporciona cuadros administrativos al Estado, y el inmenso
subproletariado, desempleados, trabajadores transitorios, campesinos, domina y deter*
mina toda la estructura social”, Bourdieu, op. cit., pp. 210 y 211.
47 La educación también cristaliza esta contradicción porque, por una parte, es un
componente esencial de la ideología legitimadora de las clases medias, sustento básico
de su liderazgo social, pero por otra parte, su difusión corroe el corazón del privilegio-
A finales del siglo xx, la educación había perdido valor como símbolo de status, en par­
ticular la educación universitaria, en buena medida como efecto de la masificación de
las universidades. Además, los problemas de calidad de la enseñanza mezclados con la
idea de que los problemas del país son cada vez más difíciles y que, en consecuencia)
necesitan de gente siempre mejor preparada, también han sido utilizados para justificar
el aumento de años de escolaridad que requiere, por ejemplo, el acceso a niveles inter­
medios de la administración pública, para lo cual una licenciatura resulta insuficiente;
así, el efecto inevitable ha sido reducir el número de aspirantes a puestos de ese tipo·
Tal parecería que cada vez que un símbolo de status se generaliza, se toman medidas
para sustituirlo por otro más exclusivo.
PRESTIGIO SOCIALCOMO CONDICIÓN DE CI ASE 51

las clases altas, las clases bajas han sido sus aliados, para una vez su­
perado el enfrentamiento convertirse en subordinados. Es muy proba­
ble que si se colocaran en una balanza las presiones a las que histórica­
mente han estado sometidas las clases medias de ambos extremos de
la estructura social, el platillo de las clases bajas caería como si fuera
de plomo frente al platillo de las clases altas.
Lo anterior significa que si se miran las luchas de las ciases medias
por la democracia desde la óptica de las clases altas, entonces aparecen
motivadas por el impulso a la destrucción de las barreras contra el cam­
bio, el establecimiento de una igualdad de oportunidades, y una bús­
queda de libertad para elegir formas de gobierno y gobernantes. Pero
si esas mismas luchas se miran desde la perspectiva de las clases bajas,
sobre todo en momentos de estabilidad, entonces la inspiración demo­
crática de las clases medias parece menos desinteresada, las barreras
a derribar, seleccionadas, la desigualdad se convierte en una realidad
inevitable y el dirigismo político se justifica a partir de la necesidad
del gobierno de los mejores.

Entre el individuo y el Estado

Un factor determinante de la experiencia política de las clases medias


ha sido.su relación con el Estado, que les ha servido como recurso de
defensa social frente a instituciones y grupos que puedan obstaculizar
su ascenso, como instrumento para ordenar sus relaciones con otras
clases y como un medio para afianzar su posición en la estructura so­
cial. El Estado ha sido su principal interlocutor y su objetivo político
central porque, a pesar de paréntesis y crisis, en él han encontrado la
principal garantía de su supervivencia y reproducción. El Estado ha
sido su mejor aliado y su peor adversario, y a partir de él han estructu­
rado sus estrategias y opciones políticas.
Esta relación entre Estado y clases medias ha tenido un impacto pro­
fundo sobre sus actitudes y comportamiento político. Ha influido so­
bre la visión que tienen de sí mismas y la de otros componentes socia­
les, y, por consiguiente, sobre su peso funcional en la sociedad. También
explica las enormes dificultades que han obstaculizado el funcionamien­
to de auténticos partidos políticos. Mientras que en otros países esos
órganos han constituido la vía de participación por excelencia de las
clases medias, en México sólo han tenido un desarrollo tardío, proba­
blemente porque el propio Estado ha usurpado las funciones que en
un principio les corresponden para la defensa de sus intereses particu­
lares. De suerte que la exigüidad tradicional de la vida partidista en
México puede entenderse a partir de las formas de organización del
poder, pero también desde la perspectiva de la relación privilegiada que
52 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

han mantenido las clases medias con el Estado. Más aún, y sobre todo
después de 1940, esta relación ha sido una fuente indudable de mode­
ración, no tanto porque, como muchos pretenden, estar en la mitad
signifique estar en el centro, sino porque la negociación es una condi­
ción de supervivencia.
Esta experiencia particular ha dado lugar a que el universo político
de las clases medias integre valores aparentemente contradictorios, so­
bre todo si se fincan en interpretaciones puristas del individualismo por
un lado y del estatismo por el otro, que corresponden simultáneamen­
te a los intereses que les dictan sus características socio-económicas y
a los que determinan las condicionantes de la estructura social mexica­
na. Así pues, a semejanza de otras, las clases medias en México reco­
gen las banderas del liberalismo decimonónico, el individualismo, la
libertad y la igualdad con las que se lanzaron contra las corporaciones
del Antiguo Régimen; pero, a diferencia de otras, las clases medias me­
xicanas sin rechazar estas nociones, cuentan también, con una tradi­
ción según la cual, en determinadas circunstancias y para ciertos pro­
pósitos es necesario que los intereses particulares se subordinen a un
poder central fuerte que se expresa como intervencionismo estatal.48
En México, la legitimidad del liberalismo como motor del progreso
se acrecentó con la influencia del ideal que encarnaba el modelo nor­
teamericano,49 en el que las posibilidades de movilidad social parecían
¡limitadas. El triunfo de la Revolución de 1910 actualizó el repertorio
de estos temas para integrarlos como una de las corrientes políticas con
más legitimidad histórica en México, repertorio que ni siquiera en las
etapas de mayor radicalismo político ha sido descartado. A lo largo
del periodo de crecimiento económico, la movilidad social fue un sus­
tento real del liberalismo, mucho más eficaz que la forma de gobierno.
En el proceso, las clases medias lograron asentar el mérito individual
como principio legítimo de estratificación social,50 y su propio presti­
gio como fuerza de progreso y democracia.

48 La legitimidad del intervencionismo estatal dentro del universo político de las clases
medias puede rastrearse en el último tercio del siglo xix y en la influencia del positivis­
mo de Augusto Compte, que se convirtió en doctrina oficial de la dictadura de Porfirio
Díaz, justificando la existencia de un poder fuerte que mantuviera la cohesión social aun
a costa de los intereses individuales. Ver: François Chevalier, América Latina de la In­
dependencia a nuestros dias, Barcelona, Ed. Labor, 1983, pp. 270-287.
49 “(En la primera mitad del siglo xix] los Estados Unidos eran el símbolo contem­
poráneo del progreso para los liberales mexicanos, sus instituciones políticas, sociales
y económicas y aun sus valores culturales fueron abiertamente adoptados por el pensa­
miento reformista mexicano.” Charles Hale, El liberalismo mexicano en ¡a época de Mora,
1821-1853 México, Siglo xxi, p. 193.
50 “Objetivamente, el destino social de la clase media depende tanto de la oportuni­
dad para expandir y racionalizar las actividades productivas como del establecimiento
del mérito individual como principio legitimo de la estratificación social.” Louis Rati-
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 53

Frente al predominio simbólico del orden liberal se yergue la tradi­


ción de una autoridad central que es polo de gravitación de la socie­
dad, y cuyo origen puede rastrearse en una organización del poder co­
lonial que no desbarató la Independencia; pero esto sucedió no sólo
por inercia sino también por necesidad, porque un Estado fuerte es tam­
bién recurso precautorio contra ios desarreglos de una sociedad domi­
nada por profundas diferencias sociales. Esto significa que el interven­
cionismo visto como un medio para mantener el equilibrio social ha
sido integrado como instrumento de defensa de los intereses de las cla­
ses medias, cuyo apoyo al poder del Estado nació y se ha mantenido
en virtud de la conciencia de la propia debilidad.51 Desde la Revolu­
ción, el intervencionismo de Estado ha ocupado un lugar muy impor­
tante en el universo político de las clases medias, aunque también ha
sido fuente de desacuerdos internos; desde los años veinte y hasta hace
poco tiempo, sus divergencias al respecto giraban fundamentalmente
en torno al grado y alcance de esa intervención, y no en cuanto a la
deseabilidad de la intervención misma.
La historia del comportamiento político de las clases medias mexi­
canas oscila entre la participación y la apatía, entre la autonomía y la
dependencia. Pese a que ciertas tradiciones políticas estables y relati­
vamente simplificadoras han contrarrestado la tendencia natural a la
fragmentación, en el seno de estos grupos persisten fracturas deriva­
das de la oposición latente entre individualismo e intervencionismo. Las
diferencias han aflorado cuando la percepción de una amenaza a su
supervivencia como grupo social diferenciado ha obligado a elegir es­
trategias de defensa, a distinguir a los amigos de los adversarios exter­
nos y, sobre todo, a decidir cuál debe ser el objetivo de la lucha: la
estabilidad o el cambio. Es entonces cuando surgen con mayor nitidez
fragmentaciones ideológicas cuyo origen no es de ninguna manera uni­
dimensional.
Las variaciones en el comportamiento político de las clases medias

noff, "The new urban grups: The middle classes”, en Seymour Martin Lipset y Aldo
So,ari, Elites in Latin America, Londres, Oxford y Nueva York, Oxford University Press,
1967, pp. 61-93, p. 68.
Sl El recurso de la pequeña burguesía al Estado intervencionista como instrumento
de defensa social frente a la burguesía es, según Marx, el origen de la sócialdemocracia.
“El capital acosa a esta clase [la pequeña burguesía] principalmente como acreedor, por
eso ella exige instituciones de crédito. La aplasta por la competencia', por eso ella exige
asociaciones apoyadas por el Estado. Tiene superioridad en la lucha, a causa de la con­
centración del capital; por eso ella exige impuestos progresivos, restricciones para las
herencias, centralización de las grandes obras en el Estado y otras medidas que conten­
gan por la fuerza el incremento del capital... Y asi, [los pequeños burgueses] se convier­
ten en eclécticos o en adeptos a los sistemas socialistas existentes”, Marx, op. cit., p. 119.
En el caso mexicano, sin embargo, el peligro hasta bien entrado el siglo xx parece haber
sido el tradicionalismo que encarnaba la Iglesia y las clases bajas.
54 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

y sus contradicciones internas se han explicado desde diferentes pers­


pectivas: la situación que ocupan en la estructura económica, perspec­
tiva que enfatiza la distinción entre asalariados y no asalariados, o las
variaciones entre lós niveles de ingreso, de donde se ha propuesto la
distinción entre clase media alta, clase media media y clase media
baja.52 Por muy reales que sean estas diferencias, no bastan para ex­
plicar el sentido de la fragmentación ideológica de estas clases en el
medio mexicano, en gran parte porque restan importancia al fenóme­
no mismo de la movilidad social que crea una intensa dinámica inter­
na, y tampoco registran los efectos de la relación de estos grupos con
el Estado.
La teoría de la modernización aplicada al análisis del fraccionamiento
ideológico de las clases medias intenta capturar la dinámica que se asocia
con ellas e incorporar la influencia del sistema político sobre su com­
portamiento, en un proceso en el que primero aparecen como la van­
guardia del cambio para convertirse después, una vez asegurada su po­
sición de participación, en el centro de la estabilidad política.53 Desde
esta perspectiva, las clases medias se dividen en tradicionales y moder­
nizantes o emergentes. La oposición entre estos segmentos político-
ideológicos nace de una inconfortable superposición de los valores mo­
dernos sobre los tradicionales que no acaban de desaparecer.54
Es posible que en México el proceso de modernización haya creado
ciertas tensiones ideológicas en el interior de las clases medias. Sin em­
bargo, en su carácter de grupos modernos, le han restado importancia
real a las reacciones tradicionalistas; por otra parte, hasta ahora nin­
gún análisis ha logrado establecer y comprobar una relación directa
entre actitudes políticas y fecha de ingreso a ese grupo social. Las acti­
tudes y valores políticos, tanto como los sociales, son en gran parte
el resultado de un proceso de imitación —de socialización—, y ello im­
plica la asimilación tanto de símbolos y normas que rigen el comporta­
miento del grupo social al que se pertenece, como de sus representa­
ciones del pasado. Cada grupo social tiene su propia historia,55 y una

52 Para una aplicación de esta perspectiva al caso mexicano ver: José Calixto Ran­
gel Contla, La pequeña burguesía en la sociedad mexicana, 1895 a I960, México, Insti­
tuto de Investigaciones Sociales, umam, 1972; para un análisis por estratos de las clases
medias mexicanas ver: Antonio Delhumeau Arredilas y Frandsco González Pineda, "Las
clases medias mexicanas: prototipos nacionales", Revista Mexicana de Ciencia Política,
julio-septiembre de 1967, vol. 16-17, núm. 65, pp. 81-92.
53 La importancia de la reladón entre las llamadas clases medias emergentes en Amé­
rica Latina y el Estado aparece con claridad en Ratinoff, op. cit.
54 Graciarena, op. cit., p. .157 et passim. Ver también: Robert E. Scott, "Mexico:
the established Revolution”, en Lucien Pye y Sidney Verba, Political culture and politi­
cal development, Princeton, N.J., Princeton University Press, 1965, pp. 330-395.
55 Maurice Halbwachs, Les cadres sociaux de la mémoire, Paris, La Haya, Ed. Mou­
ton, 1976, reimpresión.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 55

manera de reafirmar la pertenencia es precisamente a través de la adop­


ción de su historia particular como base de la biografía individual, lo
cual supone el reconocimiento y la apropiación de sus aspiraciones, de
sus adversarios y de sus fantasmas.
Este aspecto del proceso de socialización es sumamente importante
en el caso de sociedades que han sufrido cambios muy acelerados, y
donde la movilidad social se suscribe en primer lugar a través de la adop­
ción de los patrones de comportamiento y de la simbologia del grupo
al cual se tiene acceso. Desde esta óptica, la distinción entre clases me­
dias tradicionales y modernizantes o emergentes no explica el origen
de sus contradicciones internas, aunque en un momento dado puede
ayudar a describir los fraccionamientos, porque para los recién llega­
dos la asimilación a nivel simbólico constituye una medida de seguri­
dad del status apenas adquirido. Entonces su comportamiento puede
ser aún más ortodoxo desde el punto de vista de las normas del grupo
establecido que el de los sectores llamados tradicionales.
No obstante lo anterior, es indudable que una de las motivaciones
de las movilizaciones políticas de estos grupos es la percepción de que
se avecinan cambios en los sistemas de valores y creencias, dado que
son la base de su posición social. Por lo tanto, la modernización puede
acarrear rupturas internas, pero éstas no llegan a reproducir fielmente
la división entre sectores dependientes y autónomos, y mucho menos
la estratificación por ingresos.

La querella escolar mexicana

La estabilidad de las tradiciones políticas de las clases medias mexica­


nas puede rastrearse a lo largo de los grandes episodios de su partici­
pación, cuando se han sublevado contra la parálisis de la estructura
social. Pero las líneas de continuidad no sólo se han proyectado en los
enfrentamientos críticos contra otros grupos sociales, sino que se han
manifestado también en los debates y luchas surgidos en su seno mis­
mo en torno, por ejemplo, a la educación. En este terreno, las clases
medias se revelan en sus antagonismos internos, en las imágenes a ve­
ces conflictivas que tienen de sí mismas, en las bases de su unanimidad
profunda, y sobre todo en los símbolos con que han poblado el univer­
so político mexicano.
Dado que para estas clases ha sido mucho más importante contro­
lar el prestigio social que la economía, siempre han demostrado una
sólida vocación de dominación del orden simbólico, que se ha visto
favorecida por la persistente desigualdad educativa.56 Su capital de ins-

M Es probable que uno de los efectos culturales más significativos del alcance social
56 f| ASKS MEDIAS Y POLÍTICA EN MEXICO

I ruction asegura un determinado tipo de actividad y un estilo de vida;


asimismo, pone a su alcance los recursos para elaborar y mantener las
convenciones que definen la jerarquía de prestigio y, en última instan­
cia, el lugar que les corresponde en la misma, porque en México, al
igual que en otras sociedades, los grupos de status son los responsables
de todas las convenciones.*57 Por esta razón, uno de sus transmisores
centrales, la escuela, ha sido campo de batalla para los diferentes gru­
pos -de clase media que se han disputado la hegemonía simbólica de
la sociedad.
Para las clases medias, la importancia de la escuela reside en que
es aparato de reproducción en un doble sentido: desde un punto de vista
real es el fundamento de su situación económica, y desde un punto de
vista simbólico es la base de su permanencia como grupo de prestigio.
Ambos aspectos han dado lugar a conflictos, aunque de diferente na­
turaleza; la generalización de las oportunidades educativas y la salva­
guarda de la eficacia de la educación como canal de movilidad social
ha dado lugar, sobre todo desde los años treinta, a violentos combates
en relación con la educación media y superior, mientras que el corazón
de lo que es propiamente la querella escolar mexicana se ha centrado
en el contenido de la enseñanza y en el ciclo primario; en el siglo xx,
esta querella ha cristalizado en la oposición entre laicismo obligatorio
y libertad de enseñanza.
La querella escolar ha sido casi estrictamente una discusiónen el
interior de las clases medias, a pesar de que a lo largo de la historia
de sus movilizaciones, grandes y pequeñas, nacionales y localizadas,
hayan participado también en ellas grupos de clase alta y de clase baja;
sin embargo, su papel ha sido siempre secundario y su interés en el tema
muy limitado.58 Las discusiones a propósito del contenido de la ense­
ñanza sólo han ocurrido entre quienes tenían proyectos al respecto, y

de la Independencia, de las luchas intestinas del siglo xix y de la Revolución, haya sido
que permitieron a las clases medias imponer su tradición cultural como el ideal para toda
la sociedad, como de alguna manera ocurrió en la sociedad norteamericana: “Mientras
que en Francia la cultura dominante se conformó a partir del ideal cultural de la aristo­
cracia al cual se mantuvo fiel la gran burguesía [...] en los Estados Unidos las tradicio­
nes culturales estuvieron desde el principio marcadas por la pequeña burguesía"; Pierre
Bourdieu y Claude Passeron, La reproduction. Eléments pour une théorie du système
d’enseignement, Paris, les Editions de Minuit, 1970, p. 165.
57 Weber, op. cit., vol. h, p. 691.
,58 Las controversias y los conflictos a propósito del contenido de la enseñanza han
sido tema particular de las clases medias; para las clases bajas, en cambio, la urgencia
de aprender a leer y escribir es mucho mayor que cualquier duda acerca de la orienta­
ción ideológica de lo que se les enseña. Esto no significa que en los momentos críticos
de la querella escolar permanecieran al margen de la confrontación, porque han partici­
pado apoyando a alguno de los bandos; sin embargo, como el derecho a la educación
y la deseabilidad de su expansión nunca han sido cuestionados, sus intereses no parecen
estar directamente en juego, de suerte que aun cuando algunos grupos de estas clases
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 57

hasta ahora al menos, estos han sido obra de miembros y grupos de


lardases medias que poseen los recursos para elaborarlos; por consi-»
guíente, el debate en torno a los valores que debe transmitir la escuela
tiene los rasgos de una discusión privada, de una querella familiar. El
encono y la violencia que ha alcanzado en momentos críticos se expli­
can porque una de las misiones de la escuela es transmitir el sentido
de una sociedad y sus bases de jerarquización interna, y en esa medi­
da, el contenido de la enseñanza para las clases medias supone una auto-
definición pero dada su diversidad original ello da lugar al surgimien­
to de todos los desacuerdos posibles, siempre con el riesgo de que alguno
de los grupos quede fuera de la definición.
El carácter socialmente limitado de la querella escolar se ha modifi­
cado, ampliándose o restringiéndose según la coyuntura, porque ésta
ha tendido a estar dominada por su expresión institucional: la rivali­
dad entre Estado e Iglesia en el terreno de la enseñanza. De hecho, en
la querella escolar mexicana, los desacuerdos de las clases medias han
tendido a ordenarse alrededor de la oposición entre estas dos institu­
ciones centrales, mientras que a los partidos e incluso a los sindicatos
les ha tocado un papel secundario. En los momentos críticos, Estado
e Iglesia se han convertido en centros de gravitación de los grupos mo­
vilizados, en su carácter de representantes de tradiciones opuestas.
En México, al igual que en otros países tales como Francia, la que­
rella escolar tiene un denso contenido político porque despierta anta­
gonismos profundos en torno a principios, convicciones, valores. Tam­
bién tiene una calidad histórica esencial porque, “¿Acaso no las
mentalidades y los sistemas de pensamiento evolucionan muy lentamente
y tienen una gran capacidad de supervivencia frente a las circunstan­
cias que les dieron nacimiento?”59 Se trata asimismo de querellas re­
currentes que no tienen una solución definitiva, sino que invariable­
mente conducen a compromisos temporales porque la dinámica del
equilibrio político permea las continuidades, y además porque en las
discusiones en tomo a la escuela cristalizan las percepciones que una
sociedad tiene de sí misma, así como las imágenes de lo que pudo ha»
ber sido su pasado y de lo que puede ser su futuro,60

hayan sido movilizados en los diferentes episodios de la querella, al parecer no la han


identificado ni automática ni espontáneamente como propia.
·’’ René Rémond, “Consensus et querelle scolaire”, Pouvoirs. Le consensus, 5,1978,
pp. 113-117, p. 114.
60 Esta dinámica de la querella escolar nos remite a la del consenso político que tam­
bién debe crear la educación, y que es además condición de evolución de situaciones es­
tables: “ningún consenso es espontáneo. Por eso ningún grupo puede configurarse sin
recurrir a las diversas socializaciones [...J Si no se logra el consenso, si se disuelve el
mínimo requerido para asegurar la supervivencia del grupo, se creará uno nuevo. Por
consiguiente, el hombre va de un consenso a otro.” Léo Moulin, “Socialisation et con-
58 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El alcance político de la querella escolar varía según la función so­


cial de la escuela en una estructura y momento determinados. En Mé­
xico, las discusiones sobre educación, especialmente en lo que toca a
su contenido, a sus fines de largo plazo y a los responsables de estas
definiciones, han sido constantes, pero su intensidad y frecuencia han
seguido un curso cíclico. Ciertamente, su importancia y resonancia eran
mayores cuando la escuela era, después de la familia, el agente sociali-
zador predominante y cumplía funciones múltiples de información y
formación.
No obstante los muchos cambios que han ocurrido en este terreno
—fundamentalmente el desarrollo de los medios de comunicación ma­
siva y el consecuente desplazamiento de la escuela—, el salón de clases
sigue siendo un medio natural de adquisición y desarrollo de actitudes
políticas.61 Es, por lo tanto, un vehículo ideal para la transmisión de
valores y eLfomento de las léaltades"básicas que nutren el consentimien­
to, los acuerdos fundamentales de una sociedad y la identificación del
individuo con las instituciones que lo gobiernan. De tal manera que
entre consenso escolar y consenso político existe una relación profun­
da y sustancial que supera con mucho los enfrentamientos coyunturales.
Tan es así que en México la querella escolar llegó a adquirir las pro­
porciones de una pugna entre proyectos sociales incompatibles, justa­
mente cuando se discutían temas relacionados con la naturaleza mis­
ma del sistema político y con el destino de la colectividad. Los momentos
más conflictivos de la historia de la educación en México han coincidi­
do con intensas luchas por la conquista y consolidación de una nueva
hegemonía política. En ocasiones, el debate de problemas políticos y
de la democracia en particular ha sido el verdadero trasfondo de una
discusión que, sólo en apariencia, se refiere al tema de la escuela.

El conflicto entre dos naciones

La importancia política de la escuela en México reside en que se le ha


atribuido la responsabilidad fundamental de resolver la desarticulación
interna de la sociedad, que es uno de los problemas de mayor persis­

sensus politique", Pouvoirs. Le consensus, 5, 1978, pp. 103-112, p. 105. Existe siempre
la posibilidad de que en el proceso resuciten debates en torno al contenido del nuevo
consenso, por ejemplo, el escolar, que es uno de sus vehículos esenciales. Ver también:
Ernest Gellner, "Democracy and industrialization", Archives Européennes de Sociolo­
gie, tomo vin, 1961, núm. 1, pp. 47-71.
61 La escuela es, después de la familia, la estructura de autoridad a la que primero
se enfrenta un niño, y a la que tiene que adaptarse. En la escuela se aprenden desde com­
portamientos en un sistema jerárquico de relaciones asimétricas, que son principios bá­
sicos de todo lenguaje político, hasta el significado y valor de los símbolos patrios.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 59

tencia en la historia de este país. Diferencias raciales, geográficas y socio­


económicas han obstaculizado, con una intensidad variable, la forma-,
ción de una comunidad coherente cuyos miembros se identifiquen mu­
tuamente por un mismo origen y por la consecución de objetivos co­
munes. De suerte que la historia de la educación en México es de alguna
manera la historia del proyecto de una identidad nacional. Desde los
primeros años de vida independiente, los responsables gubernamenta­
les y los observadores políticos coincidieron en relacionar la educación
con el éxito de la flamante independencia política del país,62 para así
fundar una arraigada tradición según la cual la escuela debía, además
de enseñar a leer, escribir y contar, transmitir al niño el sentimiento
de pertenencia a una comunidad nacional.
Hasta hace relativamente poco, el nacionalismo mexicano fue uno
de los -grandes proyectos unificadores de las clases medias, histórica­
mente comprometidas con la búsqueda de la autonomía política de una
comunidad integrada. No obstante, siempre han existido algunas dife­
rencias en cuanto a su contenido y objetivos: mientras que para algu­
nos la identidad nacional ha sido respuesta suficiente a las demandas
de igualdad, para otros ha sido sólo uno de los aspectos de una pro­
puesta política más amplia; pero la coincidencia ha sido plena en rela­
ción con su papel de agente formador de ciudadanos leales. El nacio­
nalismo mexicano es producto de un antiguo proyecto para la creación
de una comunidad en la que todos los habitantes de lo que había sido
la Nueva España se reconocieran como partes de un todo.63 Desde en­
tonces, el deseo consciente de crear una personalidad original distinta
de la española imprimió al sentimiento nacional mexicano la huella de
este voluntarismo inicial, huella que condicionó el desarrollo posterior
del ideal nacionalista.
Al igual que otros nacionalismos, el mexicano se expresó desde sus
inicios como búsqueda de autonomía, y nació como la afirmación de
una identidad propia frente a un tercero —originalmente España?-,
y no tanto como la pretensión de exhibir cualidades inherentes a la na­
ción mexicana o de exigir una posición especial en el mundo. Aun has­
ta la fecha, este nacionalismo defensivo se alimenta básicamente de la
idea de que la realización y el mantenimiento de la independencia son
condiciones suficientes de la especificidad mexicana. El carácter defen­
sivo de esta fórmula nacionalista creó un estrecho vínculo entre la su­
pervivencia de la identidad nacional y una estructura política apropia­
da para mantener esa independencia.64

62 Ver: Josefina Vázquez de Knauth, Nacionalismo y educación en México, Méxi­


co. El Colegio de México, 1975, pp. 21-50.
63 David A. Brading, Los orígenes del nacionalismo mexicano, México, Sepseten-
tas, 1973.
En las definiciones generales del Estado nacional, siempre aparece la identifica­
60 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El hecho de que la Independencia hiciera de la integración política


una precondición de la integración nacional provocó una ruptura du­
radera entre quienes pensaban que la nación era una comunidad natu­
ral anterior a cualquier forma de organización política y, desde luego,
distinta de todas ellas, y quienes pensaban que la disociación entre iden­
tidad nacional y estructura política era impensable.65 Se trataba enton­
ces de encontrar símbolos unificadores, y mientras que unos propo­
nían anclar la personalidad mexicana en un pasado común que abarcara
la historia anterior a la Conquista y a la Colonia, otros proponían una
comunidad de rechazo comprometida con la realización de un futuro
común.
En consecuencia, desde un principio la lucha por el establecimiento
de una identidad nacional fue también un conflicto interno, y a lo lar­
go de la història se ha mantenido en el seno de las clases medias como
una tensión entre nación natural y nación política.66 Su persistencia se

ción entre el Estado y la nación. “El nacionalismo es en primer lugar un principio politi­
co según el cual la unidad política y la unidad nacional deben ser congruentes*'; Ernest
Gellner, Nations and nationalism, Oxford, Basil Blackwell, 1983. Según Karl Deutsch,
desde una perspectiva histórica, el nacionalismo ha sido el vehículo privilegiado de inte­
gración de gobernantes con gobernados. Dice: “Una nación es un pueblo que ha creado
un Estado y que ha desarrollado capacidades casi gubernamentales para formar, apoyar
y fortalecer una voluntad común. Un Estado nacional es el que logra una amplia identi­
ficación con un pueblo.” Karl Deutsch, El nacionalismo y sus alternativas, Buenos Aires,
Paidós, 1969, p. 23. La característica mexicana sería el efecto de monopolización de la
nación en manos de un Estado que se identifica de hecho con una sola corriente política-
65 Estas definiciones no eran de ninguna manera producto de discusiones abstrac­
tas, sino que respondían a las necesidades del momento. El temor a una reconquista es­
pañola llevaba a muchos a pensar que para que la ruptura con la antigua metrópoli fue­
ra absoluta, México tenía que definirse por oposición a España, lo que políticamente
significaba optar por el liberalismo individualista y laico; esta ruptura parecía la única
garantía de independencia. Para el bando contrario, el adversario de la nación mexicana
no era España sino los Estados Unidos, y el pasado colonial, en particular la herencia
religiosa del catolicismo, ofrecía el único dique posible a las ambiciones norteamerica­
nas y a los impulsos desintegradores que actuaban en una sociedad con tantas desigual­
dades. Para la ruptura entre el patriotismo criollo y el nacionalismo mexicano ver: Da­
vid A. Brading, Prophecy and myth in mexican history, Cambridge, Centre of Latin
American Studies, s.f.
66 El nacionalismo político.mexicano tiene grandes similitudes con el nacionalismo
oficial que se desarrolló en los imperios del este de Europa en el siglo xix, porque tam­
bién ahí se trató de alguna manera de “estirar la breve y estrecha piel de la nación al
gigantesco cuerpo del Imperio”; Benedict Anderson, Imagined communities. Reflections
on the origin and spread of nationalism, Londres, Verso, 1983, p. 82. En México sería
la piel de la nación liberal la que trata de revestir a la compleja realidad del país. Pot
otra parte, por muy artificial que fuera la fórmula nacionalista del liberalismo mexicano
del siglo κιχ y sus derivaciones, a diferencia de los nacionalismos oficiales que describe
Anderson, siempre ha tenido un fuerte componente popular. La distinción entre nación
política y nación natural no implica que la segunda carezca de proyecto político específi­
co; la diferencia estriba en que no condiciona la nacionalidad a una determinada identi­
dad política.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 61

explica también por la fuerza de las partes que se han enfrentado en


la definición de una simbologia legítima para la nación mexicana, es
decir, la Iglesia y el Estado. En México, el conflicto entre las Dos Es­
padas se libra en el terreno de los orígenes míticos de la nacionalidad;
la rivalidad entre la Iglesia católica y las autoridades civiles nace del
hecho de que el universo religioso y el universo político comparten irre­
mediablemente el mismo medio, el de las representaciones colectivas,
que está construido más sobre símbolos, supersticiones y mitos que ver­
dades objetivas.67 68
Pero la tensión entre las dos naciones también se ha mantenido viva
porque la idea de los liberales de que a la nación había que crearla y
no simplemente reconocerla resurgió en la Revolución,64 y asentó de
nuevo su presencia en el poder con efectos políticos de largo plazo. Pri­
mero, porque al incorporar la forma particular de organización del po­
der al acervo de los símbolos y las lealtades colectivas, ahondó el ca­
rácter defensivo del nacionalismo mexicano; y segundo, porque la
asociación entre identidad nacional y estructura política ha servido para
justificar procesos de monopolización del poder y una débil tolerancia
a la oposición, ambos característicos del poder en México. Como
es evidente, dentro de este proyecto ocupó un lugar preponderante el
consenso político como vía de homogeneización social, la única posi­
ble para superar diferencias estructurales; de esta manera, a la escuela
le tocó también la responsabilidad de contribuir a la creación de este
consenso y no sólo la de transmitirlo. Las implicaciones de esta prime­
ra interpretación fueron de largo alcance, porque según los liberales
del siglo XIX, la ausencia de consenso no era el resultado de un enfren­
tamiento entre propuestas antitéticas, sino efecto de un vacío, con lo
cual negaban la existencia de la alternativa conservadora o de cualquier
otra.
La querella escolar mexicana lleva la huella de esa negación original
que se virtió en un compromiso cuyos rasgos son los de una victoria
política con vencedores y vencidos. Dentro de esta lógica se fue preci­
sando desde muy temprano la idea ¿le que el Estado debía ejercer al
menos una función de vigilancia sobre la educación.69 Posteriormen­

67 Georges Burdeau, La politique au pays des merveilles, Paris, Presses Universitai­


res de France, 1979, p. 26.
68 Ver: David Brading, “Social Darwinism and Romantic Idealism: Andrés Molina
Enriquez and José Vasconcelos in the Mexican Revolution”, en Brading, Prophecy and
myth, op. cit., pp. 63-80.
69 “De la necesidad de este control de la educación por el Estado se dieron ya cuen­
ta los primeros liberales al tropezar con la oposición conservadora y la falta de medios
para realizar la reforma educadora. José Ma. Luis Mora es altamente consciente de esta
necesidad al combatir el romanticismo de los liberales que se oponían al control de la
educación por el Estado por considerarla opuesta a los principios del liberalismo. La
libertad en nombre de la cual los liberales combaten el control de la educación por el
62 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

te, los positivistas mexicanos operaron la fusión definitiva entre na­


ción y Estado liberal, defendiendo su intervención en el proceso edu­
cativo como deseable y necesaria porque -sostenían-— la escuela debía
ser el centro de formación de la conciencia nacional,70 aunque en ello
fuera la limitación de una libertad.71
Desde un principio, las implicaciones políticas del Estado educador
fueron conflictivas, ya que la identidad nacional que éste proponía era
también una identidad política en un sentido muy específico y, por lo
tanto, excluyeme. Así lo vivieron los conservadores que ni siquiera des­
pués de su derrota aceptaron la idea de Justo Sierra, en el sentido de
que el Estado educador encarnaba “la conciencia misma de la colecti­
vidad”, y era por consiguiente el único que podía fijar una dirección
unívoca para el conjunto social.72
La libertad de enseñanza, como un aspecto del triunfo liberal, sig­
nificó el marginamiento de los símbolos y valores asociados con el par-

gobicrno, no es sino un mito. Esta libertad no existe ni podrá existir sin hombres cons­
cientes de la misma. Y esta conciencia será imposible si previamente no se educa a estos
individuos para hacer posible el disfrute de la libertad." Leopoldo Zea, Del liberalismo
a la Revolución de la educación mexicana, México, Secretaría de Educación Pública,
1963. Ver también: Reyes Heroles, El liberalismo mexicano. La integración de las ideas,
op. cit., vol. 3, p. 117 et passim.
*70 Pese a que los objetivos de integración nacional y de progreso social son irrebati­
bles, también es evidente que el control de la enseñanza forma parte de una tradición
imposicionista del Estado mexicano que aún sustenta. Ni siquiera los liberales del xix
lograron escapar al voluntarismo implícito en esta tradición: "Los países que servían
de modelo a los liberales habían llegado a la situación en que se encontraban por la vía
de su natural desarrolló. México, no; México sólo podría llegar a situación semejante
venciendo su propia naturaleza, nfcgando su natural modo de ser en que habia sido for­
mado en cuatro siglos de colonización hispana. Este pasado lo representaban las fuerzas
conservadoras"; Zea, op. cit., p. 21. Ver también: Raúl Bolaños Martínez, “Orígenes
de la educación pública en México", en Fernando Solana, Raúl Cardiel Reyes, Raúl Bo­
laños Martínez, coords., Historia de ¡a educación pública en México, México, SEP/Fondo
de Cultura Económica, 1981, pp. 11-40.
71 El 24 de febrero de 1887, el ministro de educación Baranda inauguró la Escuela
Normal de México con las siguientes palabras: "La revolución de Ayutla, al proclamar
el credo político que había de consolidar las instituciones democráticas, traía envuelto
entre los pliegues de su bandera el germen de la reforma social y económica, y los consti­
tuyentes de 1857 para dar forma a los principios revolucionarios consignaron en la cons­
titución el de la enseñanza libre [...] [que] confirma la obligación del gobierno de dar
la enseñanza primaria, obligatoria y gratuita que, según Víctor Hugo, es el derecho del
niño, más sagrado aún que el derecho del padre y se confunde con el derecho del Esta­
do. “Citado en Salvador Moreno y Kalb, “El porfiriato. Primera etapa (1876-1901)”·
en Solana, Cardiel Reyes, Bolaños, op. cit., pp. 41-81, p. 57.
72 Justo Sierra, “Dictamen y discusión del proyecto de ley que da bases para la or­
ganización de la enseñanza primaria y obligatoria". Décimotercera Legislatura. Sesión
del 8 de octubre de 1887, en Agustín Yáñez, ed., Justo Sierra. La educación nacional·
Artículos, actuaciones y documentos, México, unam, 1948, 2 vols., vol. π, pp. 164-219,
p. 215.
PRESTIGIO SOCIAL COMO CONDICIÓN DE CLASE 63

tido de los vencidos del xix, mismo que dependía de la Iglesia,73 el


gran rival del Estado educador. Para ellos, el catolicismo era la base
de un consenso religioso, integrador y constitutivo de la sociedad me­
xicana, mucho más eficaz y legítimo que el liberalismo porque era tam­
bién más amplio e inclusivo. Aunque coincidían con los liberales en
que el Estado era la cristalización de la unidad nacional, creían a dife­
rencia de ellos que el fundamento de la organización social era la fami­
lia y ias asociaciones voluntarias y no el pacto rousseauniano de los
liberales. Aun después de 1867 siguieron argumentando que la consti­
tución natural de un país era anterior a la escrita, y que el triunfo del
liberalismo había significado la imposición de una constitución formal
“diametralmente opuesta al carácter nacional” porque era antirreli­
giosa, mientras que la “constitución social” estaba impregnada de ca­
tolicismo.74
La tradición del Estado educador adquirió nuevos significados des­
pués de la Revolución de 1910. En el siglo anterior, la secularización
había consistido en la separación de la Iglesia y el Estado y en la deli­
mitación de las funciones que, a cada uno correspondían;73 en cam­
bio, para la constitución de 1917, un objetivo explícito de esta política
era la transformación de los valores sociales.
Ese, es el sentido profundo del laicismo obligatorio de los constitu-
cionalistas de Querétaro, de la cruzada educativa de José Vasconcelos
y de la escuela radical de los años treinta. En estos casos, la misión
de la escuela como agente integrador se definió con mayor combativi­
dad, en parte también porque era más ardiente el ánimo nacionalista
y transformador. No fue sino hasta los años cuarenta cuando el Esta­
do mexicano suprimió de sus programas de acción gubernamental la

73E1 30 de abril de 1902. Sierra se vio obligado a enviar una carta de advertencia a
las escuelas particulares que “inculcan a los niAos doctrinas que pueden tener conse­
cuencias muy graves para la estabilidad de la República y de sus instituciones, pues a
nuestros ojos éstas están identificadas con la misma Patria.” En este documento, Sierra
expresa la preocupación del gobierno de que en nombre de “ciertas creencias” se enseñe
a los niños a desobedecer las leyes que condena la religión. Acusa a estas enseñanzas de
romper la solidaridad nacional y de violar los principios de la democracia y de las insti­
tuciones liberales. Ver: “Prevenciones a escuelas particulares, 30 de abril de 1902”, en
Yáñez, op. cit., p. 346.
74 Reyes Heroles, El liberalismo mexicano. La integración de las ideas, op. cit., p. 134.
73 El programa de secularización de los liberales se proponía en primer lugar el esta­
blecimiento de una sociedad democrática en la que no existieran los privilegios, y ello
implicaba la laicización de la justicia. También introducía la libertad de creencias, de
pensamiento, de enseñanza. La creación de un Estado laico implicaba la nacionaliza­
ción de los bienes del clero y la supresión de las funciones que desempeñaba el Estado
en favor de la Iglesia, por ejemplo, las sanciones civiles para asegurar el pago del diez­
mo y el cumplimiento de los votos monásticos. Ver: Reyes Heroles, El liberalismo mexi­
cano. La formación de las ideas, op. cit., pp. 67-254.
64 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

secularización para reintroducir un laicismo neutro y conciliador. No


obstante, la negación original ha condicionado el debate escolar mexi­
cano, ya que simboliza una victoria que no sólo ha afectado a los cató­
licos si se piensa que el Estado educador es también un aspecto de una
determinada forma de organización del poder, tan excluyente como ex­
cluyeme ha sido el consenso político.
La lucha por la escuela se inscribe dentro de la lógica de la exclu­
sión, ya que a través de ella el Estado —débil e ininterrumpidamente
en el siglo xix y con mayor claridad de miras y consistencia en el xx—
ha intentado suplir la ausencia de los mecanismos institucionales pro­
piamente políticos que en los países democráticos generan y nutren la
legitimidad. En México, las dificultades que ha producido la heteroge­
neidad social en términos de regularidad de la vida política se han su­
perado a través de métodos antidemocráticos: la concentración del po­
der y el margínamiento de la oposición. Los consensos sucesivos en
que se ha fundado la estabilidad de mediano y largo plazo han sido
resultado de la identificación casi instintiva de coincidencias básicas
y de asentamientos acumulados, y no tanto producto de la consulta,
el diálogo y la participación. De ahí la importancia que tradicional­
mente ha tenido la escuela como centro originario y vehículo transmi­
sor de acuerdos fundamentales entre gobernantes y gobernados, de ahí
también su poder como generadora de desacuerdos.
II. LA TRAYECTORIA DE LAS CLASES MEDIAS
MEXICANAS FRENTE AL PODER
REVOLUCIONARIO, 1910-1940

La personalidad política de las clases medias mexicanas se ha construí*


do a partir de las continuidades señaladas en el capítulo anterior. La
vocación de liderazgo, la relación positiva con el progreso, los víncu­
los privilegiados con el Estado y las actitudes contradictorias ante la
igbaldad constituyen una trama profunda que a lo largo del siglo xx
se ha ido enriqueciendo con múltiples cambios y acontecimientos que
han afectado las dimensiones y composición de las clases medias, su
vida cotidiana y sus percepciones del poder.
A este respecto, el periodo entre 1910 y 1940 fue decisivo. En los
años que transcurrieron entre el inicio de la Revolución y la consolida­
ción de un nuevo sistema político, las clases medias conocieron el al­
cance de su capacidad de movilización, la profundidad de sus divisio­
nes internas y los recursos y frutos del apaciguamiento social.
A lo largo de ese tiempo, su posición en la jerarquía del prestigio
sufrió altibajos, y aunque el radicalismo revolucionario llegó a com­
prometer su identidad democrática, las clases medias recuperaron pron­
to el lugar que siempre habían ocupado al frente de las aspiraciones
de bienestar y progreso del conjunto de la sociedad.
La querella escolar ofrece una guía apropiada para rastrear la tra­
yectoria de las clases medias frente al poder, cómo se unifican cuando
éste queda fuera de su alcance, y cómo se dividen en los combates por
conquistarlo y poseerlo. Como es natural, el problema dé la educación
fue uno de los primeros que se plantearon los revolucionarios de 1910.
Muchos otros temas igualmente importantes y urgentes portadores de
proyectos contradictorios se debatieron en el seno de las clases medias,
generando tensiones en su interior y entre ellas y el poder, pero ningu­
no como la educación revela la unanimidad esencial y las divergencias.
Entre 1910 y 1940, la querella escolar fue uno de los puntos sensi­
bles del proceso de normalización de las relaciones entre la nueva élite
política y las clases medías. La ausencia de consenso en tomo a este
tema era una proyección de la falta de un consenso político amplio.
En ese periodo de reacomodo institucional, redistribución del poder

1651
66 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

y transformación de valóresela posición de las clases medias en la pi­


rámide del prestigio social registró también alteraciones, movimientos
internos que estuvieron directamente vinculados con cambios políticos
más que con transformaciones de la estructura económica. Las expe;
riendas que se fueron encadenando en este proceso determinaron sus
actitudes frente al poder por lo menos hasta 1968.

Una normalización en tres tiempos

La Revolución de 1910 cimbró la pirámide de prestigio de la sociedad


mexicana; para las clases medias en particular, se inició una época de
conflicto e incertidumbre como resultado de la liberación simbólica que
acompaña las grandes movilizaciones sociales. La normalización de su
posición y de las relaciones en su interior y con el Estado se llevó a
cabo en tres tiempos.
Entre 1910 y 1940, las clases medias dejaron de ser dirigentes del
movimiento .revolucionario para convertirse en estabilizadores de las
instituciones políticas. En esta evolución se distinguen tres momentos
importantes. En el primero de ellos, de 1910 a 1924, la oposición a la
dictadura y la lucha por la instauración —que para algunos era
restauración— de la democracia constituyeron la base de una frágil una­
nimidad entre los diversos componentes de las clases medias. El segun­
do momento, de 1924 a 1940, se caracterizó por el estallido de esta am­
plia coalición, con la consecuente manifestación de las contradicciones
internas y el surgimiento de violentas luchas intestinas por el poder.
Entonces se produjo una división a partir del desacuerdo esencial a pro­
pósito del alcance de la autoridad del Estado, misma que desembocó
en dos grandes familias ideológicas. Mientras que unos defendían la
constitución de un poder central fuerte, con amplias facultades de in­
tervención en ciertas áreas de la vida social, otros se oponían al autori­
tarismo inherente a esta propuesta, reivindicando la autonomía de Ia
sociedad y el individuo. Esta división general contenía múltiples sub­
divisiones, tuvo implicaciones de largo alcance en cuanto a alianzas P°'
líricas, y sus efectos fueron duraderos y significativos. La ausencia de
consenso fue el rasgo dominante de las relaciones en el interior de laS
clases medias, las cuales vivían en un estado permanente Je tensión»
porque en algunos casos, estos enfrentamientos alcanzaron niveles crí­
ticos. La facción revolucionaria triunfadora se apoyó en la fuerza de»
Estado para afianzarse en el poder, deslegitimando las demandas de
participación política de sus adversarios. En ese periodo, el discurs0
oficial acusó a las clases medias de ser remanentes del Antiguo Rég>'
men, y se redujeron considerablemente las ventajas asociadas con Ia
pertenencia a ese grupo social, entre otras razones porque éste fue ex­
cluido en gran medida del poder.
CI ASES MEDIAS I RENIE. Al PODER REVOI.IJÍ IONARIO 67

El tercer momento de esta evolución se inició en 1940 y se distingue


por la reinstalación de las clases medias en una posición de prestigio
en la jerarquía social; fueron entonces integradas al sistema político
pero para ejercer una posición de liderazgo social pasivo, en calidad
de grupo de referencia y ya no como actores.1 Este cambio se produ­
jo cuando el grupo en el poder se lanzó por una vía de conciliación
que le significó compromisos en áreas tales como el desarrollo econó­
mico y las relaciones con la Iglesia y con los sindicatos. Entonces el
universo político de las clases medias fue plenamente recuperado con
todas sus contradicciones, en una situación que intentaba conjugar las
libertades individuales con la autoridad ampliada del Estado.
A cada uno de estos tiempos le corresponde su parte en la disputa
en torno a la educación» y cada uno acusa sus propias funciones, acto­
res, contenido y orientación. En apariencia, el proyecto original de la
Revolución no difería sustancialmente de lo que había propuesto Jus­
to Sierra a finales del siglo xix, pero en 1917, el objetivo del Estado
educador era, ante todo, derrotar a la Iglesia católica, que se había con­
vertido en uno de sus enemigos políticos más poderosos; luego el for­
mar buenos ciudadanos. Pçr eso, el artículo 3° parece concebido como
un afína para abatir por todos los medios a ese adversario, antes que
como una guía ideológica para la formación del pueblo revoluciona­
rio. En ese momento, el objetivo central del Estado educador era con­
solidar *el triunfo de la Revolución introduciendo una cierta
homogeneidad política en la conciencia de los educandos.
La resistencia a este objetivo inicial del Estado educador provino
fundamentalmente de la Iglesia y los católicos, aunque no faltaron los
defensores de la tradición liberal en la enseñanza que repudiaron la in­
tolerancia de la ley. La oposición de la Iglesia y de grupos de clase me­
dia al Estado educador alcanzó tonos épicos durante los años veinte
y treinta, sobre todo cuando en 1934 la educación socialista se propu­
so igualarlos contenidos de la enseñanza, después de haber identifica­
do de manera un tanto ingenua lo que era la cultura popular mexicana.
En este caso, el problema fue tanto el horror ante la uniformación ideo­
lógica, como el repudio a una igualación social forzada por el Estado.
Por último, en 1940, el compromiso del Estado educador con la liber­
tad de enseñanza fue una de las condiciones previas de la reconcilia­

1 La noción de “grupo de referencia” permite identificar uno de los intrumentos sim­


bólicos que fundamentan la relación entre la sociedad y el individuo: “la gama de obje­
tos sociales con que se relaciona un actor no coincide necesariamente con los grupos
a los que pertenece. El principal interés de la noción grupo de referencia reside en que
permite comprender que las actitudes adoptadas por un actor social pueden originarse
en grupos distintos del propio, y así la evaluación de sí mismo la hace a partir de refe­
rencias sociales inhabituales.” John Urry, Reference groups and the theory of revolu­
tion, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1973, p. 17.
68 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ción entre las clases medias que habían quedado excluidas del poder
político y las que se lo habían apropiado.
El Estado educador, que de hecho creó el artículo 3°, fue una res*
puesta a las demandas populares de educación y al compromiso de la
Revolución con la democracia, porque la educación universal era una
manera de garantizar la igualdad de oportunidades y el Estado era el
único que podía proporcionarla. Pese a todo, la Revolución no modi­
ficó esencialmente la función que le habían atribuido a la escuela los
positivistas del siglo xix, es decir, como centro de formación del sen­
timiento nacionalista. De los sucesivos proyectos educativos que se for­
mularon entre 1917 y 1940, sólo el de Narciso Bassols de 1932 y la
educación socialista en 1934 intentaron cambios auténticamente revo­
lucionarios. Quizá la diferencia más importante fue que a partir de 1910,
el Estado fue el único autorizado para definir un nacionalismo positi­
vo con base en la identificación de características propias, y ya no sólo
a partir de los contrastes respecto del exterior. La diferencia no era me­
nospreciable, porque suponía el control del Estado sobre la enseñanza.
A lo largo de su historia, el Estado educador se ha topado con obs­
táculos de orden ideológico, financiero y político. Estas dificultades
han persistido hasta nuestros días, y constituyen de hecho característi­
cas estructurales del sistema educativo nacional. Destaca en primer tér­
mino, en el plano ideológico, el desacuerdo no resuelto desde 1917 en
el interior de la propia élite política, tanto en lo que atañe a la necesi­
dad de controlar enteramente el sistema escolar, como en lo que se re­
fiere al contenido de la enseñanza. Por otra parte, la insuperable pe­
nuria de los recursos disponibles para responder a la demanda global
de educación ha impedido también la plena aplicación del artículo 3°.
Estas limitaciones han inducido la participación de los particulares en
la enseñanza; también han impedido la introducción de auténticos me­
canismos de control sobre las escuelas privadas que, salvo en momentos
de crisis, han gozado por tanto de un régimen de excepción. Por últi-
mo, un obstáculo central al acatamiento del artículo 3° ha sido la su­
bordinación del proyecto de eneñanza del Estado a las necesidades de
equilibrio de la estructura política y de su articulación con el sisteme
social. Dicho de otra manera, la querella escolar no pudo y no ha po*
dido escapar a las contradicciones de la relación entre el Estado y le5
clases medias.

La Revolución de 1910, obra de las clases medias

Las razones de la sublevación de las clases medias contra el poder e#


1910 fueron de diferente naturaleza. La “nueva clase” del porfiriato»
cuyo desarrollo había sido favorecido por la estabilidad política y
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 69

crecimiento económico, tenía más de un motivo para lanzarse a la lu­


cha por la restauración del liberalismo.2 Entre 1900 y 1910, su nivel
de vida disminuyó relativamente en virtud de una acelerada tasa de in­
flación que redujo sus ingresos reales y sus posibilidades de crédito e
inversión; esta situación empeoró cuando el gobierno introdujo una
elevación general de impuestos.3 Además, algunos grupos, en particu­
lar comerciantes y artesanos, empezaron a sentirse amenazados por el
número creciente de extranjeros que ingresaban en sus áreas de activi­
dad o en otras afines. El descontento que producía esta situación se
agravó a medida que avanzaba la concentración paralela del poder eco­
nómico y del poder político en manos de una élite cada día más res­
tringida y excluyente, porque este proceso de oligarquización clausuró
incluso canales que por tradición habían sido vías-de movilidad social,
como era el caso de la administración pública. En los últimos años dél
porfiriato se conjugó una fórmula de exclusión de las clases medias
que iba a precipitar su impulso revolucionario: un liberalismo econó­
mico que favorecía la concentración del ingreso y la polarización so­
cial, y un autoritarismo político que cancelaba las posibilidades de ac­
ción defensiva.
En 1909, Andrés Molina Enriquez describe ásperamente el estanca­
miento y deterioro de la situación de las clases medias, así como sus
pobres perspectivas de mejoramiento, señalando que ‘‘comprimir la
energía mestiza” no se justificaba porque se estaba sacrificando a la
clase patriótica. Señala además que esa era también la clase de origen
de los que ejercían la autoridad, pero que en esa posición habían ad­
quirido, además de las funciones, los comportamientos de las clases
altas.4
La enajenación de las clase medias del poder porfirista se explica
también por razones exclusivamente políticas. Las desviaciones del li­
beralismo en que había incurrido el porfiriato, siendo las más notables
2 Moisés González Navarro. Historia Moderna de México, Ei Porfiriato, La Vida
Social, la. ed., México, Ed. Hermes, 1957, pp. 383-387.
3 Friedrich Katz, The Secret War in Mexico, Europe, the United States and the Me­
xican Revolution, Chicago, the University of Chicago Press, 1981, pp. 10 y 11.
4 “[...J encontraríamos justificada la compresión de determinadas actividades de cla­
ses enteras, en bien del equilibrio delconjunto, cuando la importancia de las que pudie­
ran evolucionar libremente, compensaba ese sacrificio; pero entre nosotros, comprimir
la energia mestiza para sostener el valimiento criollo, ya por este mismo ya por los inte­
reses extranjeros a que está ligado, nos parece sacrificar lo más por lo menos, sacrificar
la numerosa clase en que late el corazón de la patria, a clases que sólo están unidas a
la patria por los lazos del interés que no es patriota jamás. Y no se diga que esa compre­
sión no existe: no sólo existe, sino que ha llegado a alcanzar un desarrollo excesivo. La
circunstancia de ser mestizos casi todos los que ejercen la autoridad en nuestro país, ha
producido ese mal, no porque ellos sean mestizos, sino porque el ejercicio de la autori­
dad los eleva a las clases de los criollos, y en ellas sufren la influencia de estos últimos."
Molina Enriquez, op. cit., pp. 422-423.
70 Cl ASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

la primera y subsiguientes reelecciones de Porfirio Díaz, fueron una


importante fuente de desacuerdo.5 6Si la tradición liberal, que enton­
ces seguía siendo la referencia ideológica central de las clases medias
mexicanas, había sido abandonada, eso significaba que el poder les ha­
bía sido arrebatado. Desde su punto de vista, la lucha revolucionaria
era una operación de rescate del “verdadero pasado de México”, el
liberalismo? y su triunfo sobre la dictadura era también el de las cla­
ses medias. De tal manera que la Revolución era la reconquista del Es­
tado por sus legítimos detentores, en alianza con las clases bajas.
El liderazgo de las clases medias en el movimiento revolucionario
es un ejemplo de su capacidad de aglutinación de otras fuerzas socia­
les, y representa un hito en la historia de su participación política. Sin
embargo, un proyecto de restauración liberal no bastaba para asegu­
rar la unanimidad en su interior. De hecho, al igual que todas las mo­
vilizaciones amplias de clase media, esta fue obra de una coalición de
diversos intereses aun cuando todos pertenecieran a la misma catego­
ría social.
Los fraccionamientos característicos de las clases medias aparecie­
ron inmediatamente después de la caída de Porfirio Díaz. La confu­
sión que le siguió, la natura, incertidumbre que produjo el derrumba­
miento de la dictadura y las luchas intestinas por el poder, provocaron
en ellas una hostilidad hacia la Revolución, sobre todo en la ciudad
de México. Para estos grupos, en particular la burocracia, los dirigen­
tes maderistas eran incapaces de controlar una situación que preludia­
ba el caos y la anarquía.7 La Decena Trágica confirmó sus peores te­
mores, y no deben haber sido pocos los que recibieron con alivio la
dictadura de Victoriano Huerta.8

5 Desde que en 1890 Emilio Vázquez Gómez publicó un folleto con el título La ree­
lección indefinida, cada reelección producía una crisis política, porque sacaba a la luz
el carácter de no participantes que la dictadura había atribuido a las clases medias. Ver:
Daniel Cosío Villegas, El porfiriato, Vida política interior, la. ed., México, Ed. Her­
mes, 1972, p. 644.
6 La lealtad liberal es el sello ideológico de las clases medias sobre una revolución
que nunca se propuso abolir el capitalismo y que nació “acompañada de una candente
defensa del pasado. Desde luego el pasado no es el porfirismo, sino la tradición liberaría
que se da a partir de la Revoluciótvde Independencia, se desenvuelve en el largo periodo
de la lucha de los liberales contra los conservadores y culmina con el triunfo de la Repú­
blica en las guerras de Reforma y contra la intervención francesa.” Córdova, La ideolo­
gía..., op. cit., p. 87.
7 Para una descripción de los cambios en las percepciones que la opinión pública tuvo
de Francisco I. Madero entre 1910 y 1913, y que fueron de la admiración y el mito heroi­
co a la mofa pública y a la contraleyenda satírica. Ver: John Rutherford, La sociedad
mexicana durante la Revolución, México, Ediciones El Caballito, 1978, pp. 155-172.
8 “En la mañana del 19 (de febrero de 1913, al finalizar la decena trágica, el popu­
lacho de la capital leyó los periódicos matutinos, peró no montó en santa indignación,
sino que se dejó llevar por un sentimiento de alivio. Enmudecidas, las armas, el trabajo
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 71

El huertismo recibió el apoyo de grupos de clase media a través del


Partido Católico Nacional y del Ateneo de la Juventud, que poco te­
nían en común con el régimen castrense, pero ambos coincidían en
que habían sido marginados de la vida política de la dictadura, y en que
buscaban sólo un reacomodo del orden político. A pesar de que Porfi­
rio Díaz había mantenido muy buenas relaciones con la Iglesia católi­
ca, los católicos habían sido excluidos de la vida política desde la derrota
del Partido Conservador.*9 Sin embargo, los integrantes del pcn eran
distintos de sus predecesores, su origen social era predominantemente
de clase media, y sus actitudes habían sido modeladas por la encíclica
Rerum Novarum de León XIII. Tan es así que el programa católico
contenía algunos puntos de reforma social y no difería esencialmente
del maderismo salvo de un tema crucial: la defensa de los derechos de
la Iglesia. Los ateneístas, por su parte, vieron su participación en el
gobierno huertista como una manera de superar la parálisis que había
propiciado el porfiriato.10
Las divisiones en el interior de las clases medias persistieron incluso
después de que la violencia de la dictadura huertista había provocado
el desapego de quienes primero la apoyaron, y ni siquiera el constitu­
cionalismo logró el reconocimiento unánime de estos grupos que lo iden­
tificaban con los desórdenes revolucionarios o que le reprochaban su
ascenso ál poder.11
Pese a los fraccionamientos internos, la conciencia de liderazgo de
las claséS medias parece muy clara en los primeros años de la revolu­
ción. Algunas de las discusiones del Congreso constituyente de 1916-
1917 revelan la imagen que en ese momento tenían de sí mismas las
llamadas clases medias revolucionarias, que entonces se autodenomi-

dç limpieza y reconstrucción podía empezar. Incluso los más firmes partidarios del pre­
sidente depuesto concuerdan en que la generalidad de la población no se dio cuenta de
los hechos”; Michael C. Meyer, Huerta. Un retrato politico, México, Ed. Domés, S.A.,
1983, p. 72. Ver al mismo autor para una descripción de la Decena Trágica, pp. 51-91.
Ver también: Jorge Adame Goddard, El pensamiento politico y social de los católicos
mexicanos, 1867-1914, México, unam, 1981, pp. 179-181.
9 Adame Goddard, op. cit., pp. 153-179.
10 El Ateneo de la Juventud, fundado en 1909, reunió una prometedora élite inte­
lectual, que se proponía difundir ideàs y conocimientos a través de conferencias públi­
cas. “La renovación por la que propugnaban los ateneístas, en crítica abierta del positi­
vismo oficial, tenia un carácter similar al de la apertura maderista. Una nueva generación
intelectual también quería desplazar a la gerontocracia cultural gobernante, desplazarla
de sus puestos y de su ideología y modernizarse”; Enrique Krauze, Caudillos culturales
en la revolución mexicana, México, Siglo xxi editores, 1976, p. 51.
11 "[...] un resentimiento envidioso por la ascensión de los carrancistas a puestos
de riqueza y de poder a partir de 1915 aumentó en gran medida la hostilidad del resto
del pueblo, en especial de aquellos que tenían ambiciones sociales y que observaban la
formación de la nueva élite sin esperanzas de ser incluidos en ella”; Rutherford, op.
cit., p. 195.
72 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

naban los únicos grupos “conscientes” de la sociedad. Por ejemplo,


Venustiano Carranza y la Primera Comisión constitucional considera­
ron que, aunque las circunstancias justificaban la introducción del su­
fragio restringido, razones de orden político exigían la adopción del
sufragio universal* porque no se podía ignorar el apoyo que las “ma­
sas inconscientes” habían dado al movimiento. A este respecto, uno
de los documentos de la Primera Comisión afirmaba:

las cualidades morales de los grupos de técnicos [...] justifican la teoría


del sufragio restringido; pero razones de política impiden que la doctrina
pueda llevarse a la práctica en la época presente. El sufragio efectivo fue
el lema de la Revolución de 1910 [...] y por lo tanto si la Revolución pro­
pusiere la restricción del voto sus enemigos podrían hacerle la imputación
de haber faltado a uno de sus principios.1*

Así el sufragio universal fue, al igual que los artículos de contenido


social de la Constitución de 1917, el producto de una transacción entre
aliados políticos y circunstanciales. Sin embargo, la relación entre am­
bos no era simétrica, puesto que los miembros del Congreso constitu­
yente eran en su totalidad miembros de las clases medias, que elabora­
ron la Constitución a partir de su propia interpretación del compromiso
que habían adquirido con las clases populares, y mientras que para unas
era un instrumento de gobierno, para otras habría de ser un “símbo­
lo”.13
Lo importante es que la huella del compromiso revolucionario en­
tre clases medias y bajas no desvirtuó de ninguna manera la tradición
política de las primeras, porque el poderoso Estado que creó la Consti­
tución de 1917 con el propósito de satisfacer las demandas de obreros
y campesinos no era del todo ajeno a su experiencia previa, y porque
no desconocía los derechos esenciales del individuo ni la validez de la

* Se trata del sufragio universal masculino que, sin embargo, excluía a los miembros
del clero.
12 ‘‘Informe sobre el artículo 35 de la Primera Comisión, Diario de los Debates del
Congreso constituyente, 1916-1917”. Citado en Richard Roman, Ideología y clase en
la revolución mexicana, México, Sepsetentas, 1976, p. 76. Quienes proponían el sufra­
gio restringido temían que “las masas inconscientes” fueran controladas por la Iglesia.
También desconfiaban de la influència del clero sobre las mujeres. Para los delegados
del constituyente, el triunfo del liberalismo exigía la eliminación del analfabetismo y del
poder de la Iglesia sobre las mentalidades populares.
13 Así por ejemplo, al terminar los trabajos del Congreso, los presentes se compro­
metieron a llevar a cabo una labor pedagógica entre las clases populares para explicarles
la constitución, porque según uno de los delegados, “por fin la Revolución posee una
fórmula, un símbolo. Para el pueblo, para el sentimiento popular que no puede apreciar
las sutilezas de esta obra, la constitución será un símbolo”; “Discurso del Diputado Hi­
lario Medina”, pronunciado al finalizar los trabajos del congreso constituyente el 31
de enero de 1917. En Cincuenta discursos doctrinales en el congreso constituyente de
la revolución mexicana, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1967, p. 366.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 73

propiedad privada.14 No era éste un Estado de obreros y campesinos,


sino una instancia protectora de sus intereses a través de la cual las cla­
ses medias podrían ejercer funciones de dirección. El resultado fue una
fórmula que combinaba los valores originales de las clases medias y
sus actitudes, democráticas respecto del poder y paternalistas y dirigis-
tas frente a las clases bajas.15

El artículo 3°: la fragilidad de una decisión mayoritaria

Durante el Congreso constituyente de Querétaro, uno de los pocos te­


mas que suscitó agrios desacuerdos fue la educaciónjfinalmente, e[lal·
cismo obligatorio fue votado con 99 votos a favor y 58 en contra. Nin­
gún otro ordenamiento constitucional provocó una divergencia tan
importante entre los delegados; el resultado era un indicador del po­
tencial de conflicto que albergaba esta decisión por mayoría. Curiosa­
mente, no fueron dos corrientes ideológicas contradictorias las que se
opusieron en estos debates en torno al articulo 3°, sino que fue una
discusión entre liberales en la que unos defendían el principio de la li­
bertad de enseñanza, y otros el afianzamiento del triunfo revoluciona­
rio. Aunque en 1917 la intención de largo plazo del laicismo obligato­
rio estipulado en el artículo 3° era la formación de una identidad
nacional y cívica, los debates de Querétaro revelan que en esos mo­
mentos, la intención de corto plazo era la dominante. Quienes impug­
naban la libertad de enseñanza no pretendían que el Estado dominara
la sociedad, ni siquiera que se unificara la enseñanza, sino arrebatarle
definitivamente a la Iglesia católica una de sus armas fundamentales
de poder: la educación. El así llamado jacobinismo de estos constitu­

14 “Los reformistas del Constituyente no dejaron escapar ninguna ocasión para rei­
vindicar la propiedad privada, como el eje en tomo del cual debía reorganizarse la socie­
dad, y el individuo emprendedor, como el verdadero elemento constitutivo de tal socie­
dad; siempre dieron muestras de militar conscientemente por una economía de libre
empresa, a pesar del poder leviatánico que contribuían a edificar; pero el programa de
reformas sociales les hacía creer, a la vez que la revolución era una revolución socialista
y que socialista era la Constitución que la coronaba”, Córdova, op. cit., p. 27.
15 Algunos teóricos del constitucionalismo mexicano defienden la idea de que las ga­
rantías sociales contenidas en los artículos 27 y 123 más que contradecir, complementan
las garantías individuales porque, desde esta perspectiva, el papel del Estado consiste
en limitar los derechos de los poderosos para defender los derechos de los débiles. “Se
protege a los grupos más débiles, a los que históricamente han vivido oprimidos. Es una
declaración [la de los derechos sociales] dinámica, con fuerza impositiva. Quiere que
el trabajador y el campesino lleven una vida digna. La idea es asegurar esos mínimos
jurídicos, para que basados en ellos, estos grupos sociales logren nuevas y abundantes
conquistas [...] Unicamente cuando el Estado detiene al poderoso y protege al débil, ese
organismo coactivo del derecho merece llamarse Estado”, Jorge Carpizo, La Constitu­
ción Mexicana de ¡917, 2a. edición, México, unam, 1973, p. 193.
74 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

yentes no era de ninguna manera producto de simples fidelidades doc*


trinarías, sino que era la respuesta al formidable adversario político
que los revolucionarios habían encontrado en la Iglesia católica, en
la que veían una institución central del Antiguo Régimen que había
titubeado ante el maderismo y había colaborado con el gobierno de
Victoriano Huerta.16
El anticlericalismo fue uno de los primeros rasgos distintivos de los
revolucionarios de 1910; inicialmente fue una reacción a la política con­
ciliatoria de Porfirio Díaz hacía la Iglesia, que se caracterizó por su
tolerancia y su negligencia frente a la no aplicación de la ley, lo que
Díaz justificaba como parte del proyecto de unidad nacional que de­
mandaba la estabilidad.17 Para muchos liberales, sin embargo, esta ha­
bía sido una de las desviaciones más evidentes del gobierno porfirista
respecto de la legalidad de la Constitución de 1857.18 En Querétaro se
argumentó que la libertad de enseñanza había abierto la puerta a la
restauración de la Iglesia y a su recuperación política, y que con la fuerza
adquirida representaba ahora un peligro para el Estado.

La tendencia manifiesta del clero a subyugar la enseñanza, no es sino un


medio preparatorio para usurpar las funciones del estado; no puede con­
siderarse esa tendencia como simplemente conservadora, sino verdadera­
mente regresiva; y por tanto pone en peligro la conservación y estorba el
desarrollo natural de la sociedad mexicana; y por lo mismo debe supri­
mirse esa tendencia, quitando a los que la abrigan el medio de realizarla:
es preciso prohibir a los ministros de los cultos toda injerencia en la ense­
ñanza primaria.19

16 El arzobispo de la ciudad de México celebró una misa de acción de gracias con


motivo del acceso a la presidencia de Victoriano Huerta; además varios miembros pro­
minentes del pcn formaron parte del gobierno huertista. Ver: Katz, op. cit., p. 119.
17 "Porfirio Díaz, en su anhelo de unidad, obsesionado como estaba por la amena­
za expansionista norteamericana, quería gobernar por encima de las facciones, al con­
trario que sus antecesores, que se habían mantenido como un grupo. Una iglesia relati­
vamente libre, cuyos obispos fueran capaces de apreciar el servicio prestado por el
presidente, contribuía a la unidad nacional, al apoyar al gobierno". Jean Meyer, Lo
Cristiada, México, Siglo xxi editores, 1974, 3 vols., vol. 2, p. 44.
18 Según Daniel Cosío Villegas, la disonancia liberal en la armonía del porfiriato entró
en acción a partir de unas declaraciones que hizo en París el obispo de San Luis Potosí,
Ignacio Montes de Oca, que fueron publicadas en México el 9 de agosto de 1900. En
ellas el prelado afirmó que gracias a la tolerancia de Díaz y al apoyo de las mujeres me­
xicanas, la Iglesia católica había recobrado su antiguo esplendor y su influencia moral
[y política]. A raíz de este incidente se reunió el primer congreso liberal, cuyas conside­
raciones fueran mucho más allá que las relativas a la posición de la Iglesia. Daniel Cosío
Villegas, Historia moderna de México. El Porfiriato. Vida política interior, México, Edi­
torial Hermes, 1971, p. 688.
19 Dictamen de la Comisión de puntos constitutivos del texto del artículo 3 0 propues­
to por V. Carranza en Félix F. Palaviccini, Historia de la Constitución de 1917, México,
Consejo Editorial del Gobierno del Estado de Tabasco, 1980, 2 vols., vol. 1, p. 222·
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 75

La comisión de puntos constitucionales, encabezada por el general


Francisco J. Múgica,20 insistía en que es justo restringir “un derecho
natural cuando su libre ejercicio alcance a afectar la conservación de
la sociedad o a estorbar su desarrollo”.21 En cambio, proponía una
interpretación del laicismo obligatorio sumamente limitada, porque lo
entendía como una enseñanza neutral “ajena a toda creencia religiosa,
la enseñanza que transmite la verdad y desengaña del error inspirán­
dose en un criterio rigurosamente científico.”22
El segundo argumento de la comisión contra la libertad de enseñan­
za era que la actividad educativa era un obstáculo para la moderniza­
ción y para el establecimiento de un consenso político amplio y dura­
dero.

Si dejamos la libertad de enseñanza absoluta para que tome participa­


ción en ella el clero con sus ideas rancias y retrospectivas, no formaremos
generaciones nuevas de hombres intelectuales y sensatos, sino que nues­
tros pósteros recibirán de nosotros la herencia del fanatismo de princi­
pios insanos, y surgirán más tarde otras contiendas que ensangrentarán
de nuevo a la patria y que quizá la llevarán a la pérdida total de su nacio­
nalidad.23

Entre los defensores de la libertad de enseñanza había diferencias


de matiz. Unos consideraban que aprender y enseñar eran derechos esen­
ciales del individuo, otros pensaban que el laicismo obligatorio sería
disruptivo de la sociedad y de la nacionalidad. Entre los primeros, Al­
fonso Cravioto señaló que la actividad del Estado en ese renglón debía
ser complementaria de la que desempeñaban los particulares, y en nom­
bre del liberalismo afirmó que, en vista de que el constituyente realiza­
ba una obra nacional, tenía la obligación de respetar incluso a sus ene­
migos. Según él, la propuesta de la comisión revelaba una profunda
intolerancia que podía conducirla a proponer un artículo según el cual
“en la República de México sólo habrá garantías, para los que piensen
como nosotros”.24 Advirtió que podían producirse “reacciones desas­
trosas” y sostuvo que el “verdadero triunfo liberal” consistiría en mul­
tiplicar las escuelas no religiosas.25
Félix F. Palavicfcini defendió la libertad de enseñanza y el derecho

20 En marzo de 1915, el mismo general Múgica había llevado a cabo en el estado


de Tabasco una “campaña des fanatizada” que incluyó, entre otras medidas, la incine­
ración de imágenes religiosas. Ver: Carlos Martínez Assad, El laboratorio de la revolu­
ción. El Tabasco garridista, México, Siglo xxi, 1979, p. 29.
, Palaviccini, op. cit., p. 221.
22 Ibid., p. 222.
Cit. en Palaviccini, op. cit., p. 226.
„ Ibid., p. 234 y 235.
25 Ibid., p. 235.
76 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

de la Iglesia a intervenir en la educación, con base en la idea de que


la nacionalidad está formada por “tres características esenciales: la raza,
la lengua y la religión’*.26 Sostenía así que la inmensa mayoría de los
mexicanos era católica, que las conciencias no podían cambiarse por
decreto, que la religión católica había sido una barrera contra el ex­
pansionismo norteamericano y que, dado que era elemento constituti­
vo de la identidad nacional, debía ser respetado.
El texto que Analmente fue votado refleja una ausencia de consen­
so, ni siquiera mitigada por el compromiso. La redacción es un poco
confusa porque primero establece que “habrá libertad de enseñanza”
y luego ordena que ésta sea laica en las escuelas públicas y privadas,
pero no cabe la menor duda que los triunfadores fueron los enemigos
de la Iglesia.27 No obstante, los defensores de la libertad de enseñan­
za dentro y fuera de la élite política no se dieron por vencidos.28
Los conflictos que albergaba el nuevo ordenamiento no estallaron
de inmediato, entre otras razones porque la estabilización administra­
tiva del Estado tardó varios años. Cuando se inició la presidencia de
Alvaro Obregón, había motivos para temer un enfrentamiento violen­
to con la Iglesia pues el anticlericalismo de Obregón era bien conoci­
do. También motivo de inquietud era la creación de una secretaría de
estado cuyo objetivo era centralizar el sistema escolar para que la edu­
cación tuviera “unidad de propósito”, ya que significaba que el ar­
tículo 3° sería aplicado. Sin embargo, estos temores resultaron infun­
dados, y aunque hubo incidentes graves entre el Estado y la Iglesia,
la confrontación se pospuso todavía algunos años.29 Por otra parte,

26 Palaviccini, pp. cit., p. 250.


27 El texto del articulo 3° que fue votado entonces era como sigue:
Art. 3° Habrá libertad de enseñanza, pero será laica la que se dé en los establea*
mientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaría elemental y supe*
rior que se imparta en los establecimientos particulares. Ninguna corporación religiosa,
ministro de algún culto o persona perteneciente a alguna asociación semejante, podrá
establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria, ni impartir enseñanza personalmente
en ningún colegio. Las escuelas primarías particulares sólo podrán establecerse sujetán­
dose a la vigilancia del gobierno.
28 El propio presidente Carranza nunca se conformó con el artículo. Tres meses des­
pués de la votación envió un proyecto de reforma que introducía la libertad de enseñan­
za, pero éste fue rechazado. Además, Carranza suprimió el Ministerio de Instrucción
Pública y devolvió a los municipios la autoridad en materia educativa, ya que el erario
público estaba vacío y probablemente también con la idea de que la descentralización
contrarrestara los efectos del artículo 3°. Ver: Guillermo Villaseflor, Estado e Iglesia:
El caso de la educación, México, Edicol, 1978, pp. 126 y 127.
29 Durante la presidencia del general Obregón hubo numerosos incidentes en quo
grupos antirreligiosos asaltaban iglesias o atacaban procesiones de católicos. En esa épocs
se creó una Asociación Anticlerical Mexicana, que llegó a estar muy vinculada con d
gobierno. El 17 de enero de 1923, la Iglesia organizó una ceremonia' en el Cerro del Cu­
bilete en Guanajuato. Este acto podía ser visto como un desafío a la nueva constitución
que prohibía que fuera de los templos se celebraran actos de esta naturaleza.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 77

José Vasconcelos, al frente de la nueva secretaria, estaría más pendiente


de reunir todos los elementos de una identidad nacional que de identi­
ficar los obstáculos para la formación de una nueva identidad política.
Para Vasconcelos, la escuela unificada no era piedra angular de un
monopolio educativo y mucho menos político, sino una manera de crear
lazos de cohesión social, y con ello la base del “alma nacional”. La
escuela era sobre todo un apoyo al sentimiento nacional, el punto de
partida de una identidad propia fundada sobre las dos tradiciones que
conformaban lo que llamaba “la homogeneidad de nuestra raza na­
cional”, resultado de la fusión de la herencia española con la herencia
indígena.
El nacionalismo cultural de Vasconcelos contrastaba con el nacio­
nalismo político de los redactores del artículo 3°; de hecho, durante
los primeros años de existencia de la Secretaría de Educación Pública,
la función educativa del Estado se entendió ante todo como una popu­
larización del conocimiento y la cultura. Vasconcelos no creía que el
laicismo obligatorio fuera una condición necesaria para la unidad na­
cional; por el contrario, como pensaba que el principal enemigo de la
nacionalidad mexicana era la influencia cultural de los Estados Uni­
dos, veía en el catolicismo una defensa eficaz de la identidad nacional.
Por esta razón, su actitud frente a la acción educativa de la Iglesia era
mucho más tolerante. Esto significa que, a diferencia de los jacobinos
de Querétaro y al igual que otros liberales, Vasconcelos reconocía la
importancia del consenso religioso dentro del consenso nacionalista.
En más de un caso coincidía con los argumentos que se habían presen­
tado en Querétaro en 1917 respecto de la importancia de la cultura como
referencia esencial de la identidad mexicana, o bien, en cuanto a que
la competencia entre escuelas privadas y públicas debía resolverse ase­
gurando la superioridad de estas últimas, y no suprimiendo las prime­
ras.30
La no aplicación del artículo 3° en esta época obedeció también a
la magnitud de la tarea que se había propuesto la Revolución al com­
prometerse con la educación popular. En 1921, casi el 70% de la po­
blación mayor de diez años era analfabeta; las dimensiones del proble­
ma exigían echar mano de todo tipo de recursos, de manera que las

30 Para la política educativa de José Vasconcelos ver: "De Robinson a O disco”, en


Genaro Fernández McGregor, Antología de José Vasconcelos, 2a. ed., México, Edito-
nal Oasis, 1962, pp. 22-44. Para una historia de la gestión de Vasconcelos en la Secreta­
ría de Educación Pública y de su contribución a la creación de una identidad propia-
®ente mexicana, ver: Edgar Llinás Álvarez, Revolución, educación y mexicanidad. La
búsqueda de la identidad nacional en el pensamiento educativo mexicano, México, unam,
1978; ver también: Ramón Eduardo Ruiz, México 1920-1958. El reto de la pobreza y
fl analfabetismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1977.
78 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

escuelas católicas siguieron trabajando normalmente. Así lo reconoció


el propio presidente Obregón:

No ignoramos la existencia de esas escuelas católicas cuya misión es incul­


car ideologías antigobiernistas y antirrevolucionarias. Pero ahora no hay
todavía suficiente dinero, ni el gobierno dispone de medios necesarios para
dar instrucción a todos los niños mexicanos. Es preferible que reciban al­
guna instrucción a que permanezcan analfabetos.31

La escasez de recursos se convirtió en uno de los problemas centra­


les de la educación pública mexicana; asimismo, constituye una expli­
cación de fondo de porqué en México el Estado educador nunca se ha
desarrollado plenamente. La magnitud de la demanda en los años veinte
imponía, como ahora, la necesidad de que los particulares participa­
ran en el esfuerzo, pero dado que la legislación podía desalentarlos,
el proyecto de educación nacional de Vasconcelos incluía las escuelas
privadas, confesionales en su mayoría. En esas condiciones tampoco
podía hablarse de una enseñanza unificada, sino que más bien se con­
tinuó con la práctica del porfiriato: se permitía la coexistencia de un
sistema escolar público y otro privado. De todas formas, así lo había
previsto el presidente Obregón, pues el mismo día que tomó posesión
como presidente de la República, anunció que la organización y ex­
pansión de la educación popular era un objetivo prioritario de su go­
bierno porque esa era responsabilidad del Estado, el único que dispo­
nía de los recursos para llevarla a cabo; en cuanto a la educación de
los grupos acomodados, aclaró, sin embargo, que ésta seguiría siendo
la responsabilidad de un sector escolar privado.

Las clases medias: el enemigo de la Revolución. 1929-1940

Entre 1924 y 1940, las clases medias mexicanas vivieron la amargura


de la marginación política. Primero, porque la concentración del po­
der en manos de la facción encabezada por Alvaro Obregón y Plutar­
co Elias Calles se llevó a cabo en nombre de una unidad revolucionaria
limitada que rompía con los demás miembros de la coalición liberal
original, tal como si hubieran sido los opositores de la primera hora
de la Revolución. Más adelante, Lázaro Cárdenas amplió la unidad
revolucionaria, pero para incluir a obreros y campesinos dentro de un
esquema de organización política esencialmente antiliberal que, si no

31 Citado en: Stephen S. Goodspeed, “El papel del Jefe del Ejecutivo en México’’,
Problemas agrícolas e industriales de México, vol. vu, núm. 1, enero, febrero, marzo
de 1955, pp. 13-208, p. 62, ver también: Villaseñor op. cit., pp. 131-157.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 79

excluía explícitamente a las clases medias, les atribuía una importancia


muy relativa. Parecería que en esos años la Revolución en el poder pagó
por las desviaciones del liberalismo el mismo precio que Porfirio Díaz,
la defección de las clases medias, aun cuando luego las recuperara. Es
muy probable que el anuncio de la campaña reeleccionista de Obregón
en 1928 haya producido en estos grupos el mismo resentimiento y des­
confianza que causó la primera reelección de Díaz.
El origen de las políticas de hostigamiento y marginación de las cla­
ses medias a lo largo de estos años no fue siempre el mismo, de manera
que se pueden distinguir dos momentos. El afianzamiento de la autori­
dad del Estado que llevó a cabo el presidente Calles se manifestó pri­
mero en una aguda intolerancia frente a cualquier forma de oposición,
y en la consecuente restricción del número de contendientes por el po­
der y de la arena política. En este caso, la exclusión de las clases me­
dias fue sólo un aspecto de una política general de monopolización del
poder que afectó a obreros y campesinos por igual, y que condujo a
la confrontación con la Iglesia y al aplastamiento de la oposición elec­
toral que se organizó en torno a José Vasconcelos. El segundo momento
de esta etapa en la trayectoria de las clases medias frente al poder co­
rresponde a la radicalización del discurso y a las posturas gubernamen­
tales que representa el cardenismo, cuya política de masas agravó los
sentimientos de enajenación de las clases medias respecto de un siste­
ma político que, a sus ojos, alimentaba un Estado todopoderoso y con­
trariaba los derechos esenciales del individuo y de la sociedad.
La querella escolar reflejó fielmente esta ruptura entre el poder .re­
volucionario y tas clases medias, ya que para el presidente Calles, la
estabilidad política de largo plazo demandaba una escuela unificada
en torno a los valores de la Revolución —tal como la definía el grupo en
el poder—, y el abatimiento de cualquier grupo o institución que desa­
fiara la autoridad del Estado. Para Cárdenas, la escuela tenía que ser
un vehículo de homogeneización social a partir de los parámetros de
las clases mayoritarias, las clases populares. Por esta razón, las clases
medias rechazaron la educación socialista con más violencia que el lai­
cismo obligatorio del artículo 3° original; antes que a la uniformación
ideológica se oponíah a la uniformación social.

Los costos de la monopolización del poder

Uno de los objetivos enunciados de la Revolución había sido asegurar


la libre expresión del pluralismo político. Este compromiso había sido
rccogido en la Ley Electoral del 2 de julio de 1918 —vigente hasta fe­
brero de 1946—, que establecía sin mayores especificaciones la legali­
dad de la oposición y su derecho a organizarse, a manifestarse y a con­
80 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

tender por el poder. Sólo negaba estos derechos a la Iglesia y a los grupo5
que se formaran ‘ ‘exclusivamente en favor de individuos de determi-
nada creencia*'.
No obstante, la propia experiencia revolucionaria había sentado muy
pronto una diferencia entre la oposición legal y la oposición legítima»
de tal manera que aun cuando la ley garantizara la libre competencia de
todas las fuerzas políticas, en la práctica sólo podían participar los gru-
pos identificados con una unidad revolucionaria limitada.32
El primer objetivo de esta táctica de exclusión era desde luego cual*
quier grupo o institución identificado con el pasado prerrevoluciona*
rio. Sin embargo, cuando Plutarco Elias Calles llegó a la presidencia»
la oposición ilegítima se extendió* incluyendo por igual a la Iglesia, los
vasconcelistas y el Partido Comunista Mexicano. La monopolización
del poder se llevó a cabo a costa de la tradición liberal y del apoyo de
las clases medias.
El proyecto de Calles no era concentrar el poder por el poder mis­
mo; lo que perseguía con ello era modernizar el país, y juzgaba que
uno dé los más poderosos, obstáculos, a su empresa era la influencia
retrógrada del clero, por lo que se propuso eliminarla. Desde esta pers*
pectiva, la Cristiada fue una lucha entre modernidad y tradición, entre
el cçmbio y las inercias sociales.33
El conflicto de 1926-1929 puede ser visto también como parte de una
contradicción más general entre la sociedad y un Estado empeñado en
ampliar el radio de su autoridad. Si lo que buscaba el presidente Calle*
era consolidar la autonomía del Estado, se hacía necesario asegurar
su autosuficiencia simbólica e imponer el consenso revolucionario tal
y como lo entendía el grupo en el poder. La consecusión de este objeti­
vo suponía que el Estado controlara efectivamente la educación pri­
maria —aplicando al pie de la letra el artículo 3°-—, y que eliminara
a quienes podían oponerse al proyecto: la Iglesia y las clases medias*
Visto así, la resistencia y hostilidad de estas últimas al callismo se ex­

32 "El artero golpe de estado de febrero de 1913, que dirigió el general porfirista
Victoriano Huerta, y en el que perdió la vida don Frandsco 1. Madero, provocó un ver­
dadero impacto en los exponentes de las clases medias que lo habían hecho su caudillo·
La democrada debió parecerles una ilusión siniestra; que había que olvidar cuanto so­
tes y para siempre (...) La primera enseñanza que dejaba el experimento democràtic0
de Madero era que no se podía construir un nuevo organismo político si no se destruí*
de raíz el aparato administrativo y militar de la dictadura; la segunda enseñanza (-i
era que para gobernar efectivamente no había más que construir un gobierno fuerte**!
Córdova, La ideología..., op. cit., p. 22.
33 "[...] manifestación de regalismo moderno y de nadonalismo, fue la piedra d*
toque del régimen, su cristalización. Enfrentáronse dos mundos, la Iglesia y el Estado*
las ciudades y el campo, el viejo México y el México moderno. Fue un periodo dedsivo
en el que se jugó el siglo futuro", Jean Meyer, La Cristiada, op. cit., vol. 2, p. I?7·
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 81

plican como una reacción defensiva de los derechos del individuo fren­
te al Estado autoritario.
No cabe duda de que para los campesinos que participaron en la
Cristiada, su lucha fue una cruzada, un conflicto religioso que incluía
las reivindicaciones no satisfechas de las comunidades rurales del cen­
tro del país. En las ciudades, empero, el enfrentamiento entre la Igle­
sia y el Estado adquirió matices muy distintos; tanto porque la resis­
tencia urbana fue cívica y no armada, como porque ef comportamiento
del gobierno en cada medio fue diferente. A la revuelta campesina el
Estado respondió con la represión, mientras que con las clases medias
estuvo dispuesto a negociar.34
Esta doble dimensión del conflicto se explica también porque el me­
dio urbano es más laico que el rural; en la ciudad de México, por ejem­
plo, la lucha fue menos intensa y más breve que en otras regiones. Asi­
mismo, la capacidad de movilización de la Iglesia era más limitada en
las ciudades, y lo que es más notorio, el tono de las autoridades, más
conciliador. En general, el grado de violencia en el conflicto fue muy
desigual en todo el país. En algunos estados, las autoridades aplicaron
con celo excesivo la ley y la política anticlerical, mientras qüe en otros
casos fueron más tolerantes.35
El estallido del conflicto entre el Estado revolucionario y la Iglesia
fue inevitable. Tan pronto como se dio a conocer la constitución de
1917, el clero mexicano repudió oficialmente un documento que ponía
en entredicho su supervivencia ya que, además de mantener las dispo­
siciones anticlericales de 1857, introducía el laicismo obligatorio y pro­
clamaba principios “contrarios a las verdades enseñadas por Jesu­
cristo”.36

34 El comportamiento del clero también contribuía a marcar las diferencias entre las
clases. "Los ricos católicos de las ciudades contaban con todos los socorros de la reli­
gión, mientras que los pobres se desesperaban de manera inimaginable para un espíritu
positivo, viendo morir a los suyos sin confesión, a sus hijos sin bautismo [...] por ello
los oratorios privados de los ricos tenían un aspecto más escandaloso, ya que la religión
pasaba a ser así un lujo de clase", Ibid., p. 355.
35 Martínez Assad, op. cit., pp. 50 y 51.
36 "Protesta que hacen los Prelados Mexicanos que suscriben con Ocasión de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos publicada en Querétaro al día
cinco de febrero de mil novecientos diecisiete"; en La Fiesta del Papa, México, Escuela
Tipográfica Salesiana, México, 1920, pp. 15-27, p. 16. Aunque este repudio de toda la
Constitución colocaba a la Iglesia al margen de la legitimidad revolucionaria, su protes­
ta contra los artículos que la concernían no era exagerada. El artículo 130 le atribuye
al Estado efectivamente la facultad de intervenir en el funcionamiento interno de la Igle­
sia, en la medida en que le corresponde fijar el número máximo de ministros que pueden
ejercer en territorio nacional. También prohíbe el ejercicio del culto religioso a los mi­
nistros extranjeros y obliga a todos los ministros de cultos religiosos a registrarse en la
Secretaría de Gobernación.'
82 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Esta declaración, que iba acompañada de un llamado a la moviliza*


ción de los católicos, colocaba a la Iglesia al margen de la legitimidad
revolucionaria, desde dónde desafió la decisión del presidente Calles
de hacer cumplir la constitución. La causa inmediata del conflicto que
se inició en 1926 fue el anuncio de que entraría en vigor la Ley Regla*
mentaría del Artículo 130, que otorgaba al Estado autoridad para in*
tervenir en el funcionamiento interno de la Iglesia. Desde el principio
del conflicto, Calles insistió en que la Iglesia era un adversario político
de la Revolución cuya derrota era condición necesaria para la estabili*
zación del nuevo régimen. Por consiguiente, las declaraciones y los do*
cumentos oficiales insistían siempre en que no se trataba de un conflic­
to religioso sino político, en el que fuerzas rivales se enfrentaban sobre
un mismo terreno.37
Para responder a la aplicación de la ley de 1917, la Iglesia se acogió
a los postulados del liberalismo mexicano de 1857, tanto tiempo su ene­
migo declarado, y al hacerlo sentó las bases de una identificación con
posiciones antiautoritarias de defensa de la libertad individual y de in­
dependencia política. Con ello amplió el alcance de su causa particu­
lar, y pudo sumarse a los intereses de quienes sin ser religiosos, coinci­
dían en la oposición al autoritarismo.
La Cristiada contribuyó de manera muy significativa al distancia-
miento de las clases medias del poder, menos por convicción religiosa
que por horror a la violencia del fanatismo anticlerical, por repudio
a lo que parecía una extralimitación de la autoridad estatal, y por la
dimensión clasista que adquirió el conflicto en virtud del papel que ju­
garon grupos de obreros en el combate del gobierno contra la Iglesia»
agrediendo a la contrarrevolución que encarnaban iglesias y religio­
sos.38 Todos estos sentimientos sólo se agregaban al rencor creciente
que provocaba en las clases medias la sensación de haber sido despla­
zadas por los aliados populares del grupo en el poder.39

37 Ver: Plutarco Elias Calles, “La cuestión religiosa. Declaraciones del ciudadano
Presidente de México al World de Nueva York, el 23 de febrero de 1926’’; “Declaracio­
nes del Presidente Calles al señor John Page, corresponsal de los periódicos de Hearst”!
“Declaraciones del Presidente Calles al New York Times, y contestación del Señor Pre­
sidente Calles al Episcopado, ¿cuál es su convicción Filosófica y Política?”, en Plutarco
Elias Calles, Declaraciones y Discursos Políticos, México Ediciones del Centro de Do­
cumentación Política, A.C., 1979, Cuaderno de Causa, núm. 12.
38 “Los lideres de la crom encabezarán las manifestaciones antirreligiosas en apoyo
a Calles y logran reunir con el pretexto de la subversión que realiza el clero a más dé
100 000 trabajadores en el Zócalo de la ciudad de México”; Martínez Assad, op. cit., p. 35·
39 “Dentro de la clase media son muchos los amargados; creyeron en el sufragio efec­
tivo y fueron sinceramente democráticas sus aspiraciones. Luego vieron a ciertos grupo5
obreros y burócratas subir y dejarles atrás en materia de privilegios sociales. Los renco­
res nacieron de un verdadero sentimiento de desigualdad invertida.” Jean Meyer, Enri­
que Krauze y Cayetano Reyes, Estado y Sociedad con Calles, Historia de la Revolución
Mexicana, periodo 1924-1928, México, El Colegio de México, 1977, p. 313.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 83

No obstante la flamante coincidencia antiautoritaria, la Iglesia no


aglutinó ni siquiera la mayoría de la oposición al callismo. Algunos
grupos de clase media urbana jugaron un papel muy importante en la
Liga Nacional Defensora de las Libertades Religiosas (lndlr), cora­
zón de la resistencia católica. Pero su presencia en este conflicto fue
anulada por la participación dominante de los campesinos que se lan­
zaron a la lucha armada para defender a la Iglesia.
El conflicto tuvo consecuencias muy importantes en lo que se refie­
re a las relaciones entre la Iglesia y las clases medias, ante todo porque
su desarrollo y desenlace precipitaron la ruptura entre la ciudad y el
campo en el seno de la militancia católica. El recurso a la violencia ge­
neró graves desacuerdos entre ambos medios; en particular, los católi­
cos de la ciudad de México hubieran preferido limitarse a la resistencia
cívica. Esta diferencia de opinión se tradujo muy pronto en un apoyo
desganado de los citadinos a un conflicto que terminó siendo exclusi­
vamente rural.
La división de los militantes católicos se profundizó en los años pos­
teriores al conflicto, porque después de la derrota y de los elevados cos­
tos que representó para la Iglesia el enfrentamiento armado, en térmi­
nos incluso de apoyo social, la jerarquía eclesiástica concentró sus
esfuerzos de organización en las ciudades, dentro del marco de Acción
Católica Mexicana.
Esta alternativa de moderación coincidía con el rechazo a las armas
y a la violencia que ha caracterizado a las clases medias mexicanas. La
Iglesia se vio también fatalmente orientada hacia esos grupos, ya que
para reconciliarse con el Estado tenía que limitar sus relaciones con
los campesinos, mismos que le habían proporcionado el mayor núme­
ro de cruzados y cuya desmovilización era fundamental para el gobier­
no.40 A partir de entonces, la Iglesia hizo de las clases medias el cora­
zón de la militancia católica, y esta alianza la condujo a modificar sus
tácticas políticas y a promover públicamente sólo la participación elec­
toral y partidista. Sin embargo, las relaciones entre la Iglesia y el Esta­
do siguieron siendo inestables a lo largo de los años treinta, ya que la
primera mantuvo una línea de resistencia antiautoritaria que se surqa-
ba a una causa más amplia que los meros derechos de la corporación.
Por otra parte, las organizaciones laicales se convirtieron en una ins­
tancia sustitutiva de participación para quienes rechazaban el autori­
tarismo estatal, y en momentos críticos podían apoyarse en esta infraes­
tructura de participación para combatir al Estado.
Para la mayoría de las clases medias, el conflicto entre el Estado
40 Aunque esto no significa que la Iglesia haya abandonado por completo el medio
niral, que aflos más tarde le proveería de una nueva base para la reconstrucción de un
brazo.político: la Unión Nacional Sinarquista. Ver: Jean Meyer, Le Sinarquisme. Un
fascisme mexicain? 1937-1947, Paris, Librairie Hachette, 1977.
84 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

y la Iglesia fue una referencia un tanto lejana, no así la campaña vas*


concelista cuyo fracaso constituyó un golpe decisivo para los sentimien*
tos de participación de estos grupos que se mantenían leales al proyec-
to maderista de 1910. La resonancia de la candidatura independiente
del antiguo secretario de Educación, José Vasconcelos, también se nu-
trió del descontento qe generaba el descenso del nivel de vida de la*
clases medias, asociado con las dislocaciones económicas que produjo la
Revolución y la consecuente frustración de sus expectativas de bienestar·
Aun así, los temas dominantes de la “cruzada democrática” de 1929
fueron la defensa de la libre competencia por el poder, la lucha contra
el autoritarismo gubernamental y la crítica moralista al ejercicio del
poder.41 La única diferencia notable entre el vasconcelismo de 1929 y
la tradición liberal decimonónica fue el repudio a la influencia nortea*
mericana, que según Vasconcelos se había acrecentado peligrosamente
en los años anteriores, ya que —decía— Calles era sólo un instrumen­
to del gobierno de Washington para afianzar su dominio sobre Méxi­
co.42 Vasconcelos sostenía que en esos momentos era preciso salvar a
la nación amenazada, y que el enemigo a vencer eran los Estados Uni­
dos; en esa empresa, la Iglesia era un aliado indispensable porque la
religión católica era un elemento insustituible de la nacionalidad. Para
Vasconcelos, una de las pruebas de que el gobierno de Calles era ilegi­
timo era su insensibilidad ante esa amenaza. En el primer discurso qt¡e
pronunció como candidato independiente a la presidencia de la Repú­
blica, denunció esta distorsión del callismo, y se refirió precisamente
al artículo 3° y al conflicto cristero:

Determinadas taxativas recientes, como la que se refiere a la denegació»


del derecho de enseñanza se explican acaso como represalia de guerra, per»
no pueden perdurar en un régimen normal Exageración que nos h»
conducido al bochornoso espectáculo del privilegio que a costa del católi*
co ha ido ganando el protestante [...] Y asi, México se queda sin religió»
castiza [...J sucede que entre nosotros sólo la secta extranjera puede acer­
carse a las almas porque su bandera no es la humilde tricolor, sin»
otra que se respalda con escuadras navales y con ejércitos.43

41 "Por lo general los que moralizan suelen ser los derrotados. Así, implacableme»'
te, la visión arduamente moral Uel proceso histórico en México se propone como un*
visión de los vencidos lo que tendrá repercusiones muy importantes. Desde el principe
el Estado nacional que emerge de la revolución abandona en manos de la oposición (0e
aquellos que en el exilio interno o físico lo denostan) las recriminaciones y los juicio®
morales"; Carlos Monsiváis, "Notas en torno a la moral social en México", Trimestf*
político, año 1, núm. 2, octubre-diciembre de 1975, pp. 59-72, p. 62.
42 Ver: José Vasconcelos, El proconsulado. Cuarta parte de Ulises Criollo, la. ed··
México, Ediciones Botas, 1939; John Skirius, José Vasconcelos y la cruzada de 1929*
México, Siglo xxí, 1978.
43 Vasconcelos, El proconsulado..., op. cit., p. 31.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 85

El mensaje de Vasconcelos apelaba a todos aquellos que reivindica­


ban la continuidad del maderismo44 y que repudiaban el control que
ejercía el gobierno sobre los sindicatos, la política de abandono del cam­
po y el enriquecimiento de los nuevos políticos que utilizaban la Revo­
lución para satisfacer sus ambiciones personales. Quienes primero abra­
zaron su causa fueron los jóvenes universitarios, que le reprochaban
al callismo su falta de ideas y las descarnadas luchas por el poder entre
militares ambiciosos que impedían llevar a cabo una obra auténtica de
renovación nacional.45
La corriente antigubernamental vasconcelista logró reunir a grupos
de clase media políticamente diversos: desde adversarios personales de
Calles que apenas podían identificarse con las banderas democráticas
del Partido Nacional Antirreeleccionista, hasta elementos francamen­
te contrarrevolucionarios, como es el caso de la Iglesia. Sin embargo,
el corazón del movimiento se mantuvo siempre fiel a las convicciones
liberales y democráticas que rechazaban tanto la creciente intolerancia
gubernamental frente a la disidencia, como la violencia y la presencia
de militares en el poder; los vasconcelistas estaban animados por un
reformismo sincero que se oponía al estrechamiento de la arena políti­
ca.46 En su oposición al autoritarismo del Estado, convergieron con
muchos más que, como los cristeros, también rechazaban el imposi-
cionismo callista y la intolerancia gubernamental.
El vasconcelismo era una oposición legal, pero el gobierno de Ca­
lles la trató como si fuera una oposición contrarrevolucionaria y, por
consiguiente, ilegitima. Para hacerlo, decidió presentarla como la cam­
paña de una clase social —que en cierta forma lo era— contra otra
clase social, la de los trabajadores.
La imagen de los jóvenes vasconcelistas —de hecho los dirigentes
de la campaña—, el tono romántico de la cruzada democrática y las

44 Vasconcelos se identificó con el maderismo desde que se inició este movimiento;


apoyó consistentemente esta oposición democrática a la dictadura, colaboró con el go­
bierno de Obregón, pero se separó de la élite revolucionaria a raíz de la designación de
Plutarco Elias Calles como candidato a la presidencia de la República, por considerarla
antidemocrática e imposicionista. Ver: Skirius, op. cit., pp. 3-22.
45 “En pleno verano de 1928 nació el vasconcelismo, movimiento que intentaba po­
ner fin a tantos años de dictadura militar sangrienta y corrupta y remplazados por un
gobierno honesto y democrático encabezado por un civil. En el momento de su creación
vasconcelismo significaba civilismo por encima de todo: el ideal del gobierno civil**, Ibid.,
p.43.
44 Ver: Mauricio Magdaleno, Las palabras perdidas, México, Fondo de Cultura Eco­
nómica, 1936. Después de la denota, y sobre todo después de la matanza de Topilejo,
en la que fueron asesinados algunos de los más destacados vasconcelistas, el movimien­
to se dispersó muy rápidamente. El destino de sus integrantes subraya la diversidad de
su composición. Mientras que algunos pasaron a formar grupos de extrema derecha,
otros se incorporaron al partido oficial y otros más participaron en la fundación de Ac­
ción Nacional, sin contar aquellos que se refugiaron en una inconmovible apatía.
86 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

características personales del candidato favorecieron esta táctica del go-


bierno, que ya contaba con contingentes muy importantes de trabaja*
dores organizados, a los cuales movilizó contra Vasconcelos.47 De esta
manera, el callismo logró disfrazar el contenido real de la oposición
a las deformaciones que sufría la revolución. Para minimizar el im-
pacto de estas críticas, los callistas atacaban la apariencia personal de
los vasconcelistas. Los más activos eran jóvenes estudiantes de clase
media de la ciudad de México, cuya defensa de los principios demo­
cráticos era presentada por los callistas como un interés de clase que
se contraponía a las aspiraciones de las clases populares. Así, las clases
medias dejaron de ser oficialmente la vanguardia de la Revolución para
convertirse en representantes de la reacción, y en adelante reacciona­
rias serían también sus demandas, la más grave, la participación elec­
toral independiente. En la jerarquía social que engendraba la Revolu­
ción, la posición de las clases medias había sido desplazada de manera
inaudita por el ascenso de los miembros de la nueva alianza política.
Esto no significa que se haya modificado el origen social del grupo
gobernante, ni que éste haya renunciado a las clases medias, sino que
simplemente las dividió retóricamente: las revolucionarias lo apoyaban
frente a las contrarrevolucionarias que se le oponían.48 En 1929 se fun­
dó el Partido Nacional Revolucionario, y sus primeros documentos afir­
maban que el factor más importante de la colectividad mexicana eran
las clases obreras y campesinas, excluyendo así a las clases medias.49
47 Si bien a primera vista podria suponerse que la campaAa vasconcelista contaría
con muchas simpatías, lo cierto es que un personaje a quien sus más ardientes seguido­
res comparaban con León Tolstoi, Rabindranath Tagore, Mahatma Gandhi o Romain
Rolland no podia despertar el entusiasmo de las clases populares. El hecho de que el
mismo Vasconcelos en sus memorias denomine su campaña plebiscito, muestra el grado
de personalismo del movimiento. En los relatos de la campaña, el maestro Vasconcelos
aparece como un individuo aislado y distante, atento únicamente a su propio personaje.
El lema de los vasconcelistas “Trabajo, creación, libertad” denota la incapacidad de
los vasconcelistas para modificar su propio lenguaje. La campaña en el campo y en las
fábricas estuvo a cargo básicamente de jóvenes estudiantes y de profesionistas que “da­
ban la impresión de gente decente y de intelectuales, que iban de traje y corbata en la
gira (...) Un gobernador de estado que hacia campaña por el pnr, destacaba esta ima­
gen de citadino elegante de la oposición. Identificaba al pnr con la Nación que viste
blusa y calzón ancho, la Nación del sombrero de palma y el huarache: mientras que ‘los
perfumados, los que están atrás de la oficina haciendo cuentas de su dinero* eran los
que apoyaban a Vasconcelos”; Skirius, op. cit., p. 139.
48 El comité organizador del Partido Nacional Revolucionario estuvo formado por
“políticos surgidos de las capas medias de la población quienes habiéndose adherido tar­
díamente a la Revolución —durante su periodo constitucionalista— se habían dedicado
a lá política en el curso de los años veinte.” Luis Javier Garrido, El partido de la revolu­
ción institucionalizada. La formación del nuevo Estado en México (1928-1945), Méxi­
co, Siglo XXI, editores, 1982, p. 75.
49 Partido Nacional Revolucionario, “Declaración de principios”, en Instituto de
Capacitación Política, Historia Documental del Partido de la Revolución, tomo i, pnr,
1929-1932, México, pri, 1981, p. 57.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 87

La presencia de obreros y campesinos sólo era palpable en los discur­


sos del nuevo partido, que en sus primeros años de existencia recibió
el apoyo forzado de la burocracia, de una incipiente burguesía y de
algunos grupos campesinos. En esa época, el partido oficial era ape­
nas un escenario cerrado en el que se dirimían los conflictos internos
de la facción revolucionaria triunfante. Para la oposición de clase me­
dia, el pnr había sido creado, a sugerencia del embajador norteame­
ricano Dwight Morrow, como un instrumento del Estado para dar apa­
riencia democrática al monopolio del poder y a la usurpación de la
legitimidad revolucionaria.50

El Estado secularizador

El proyecto modernizador de Calles atribuía una gran importancia a


la creación de un consenso político que sustentara la continuidad de
largo plazo de la Revolución. La movilización que se había iniciado
en 1910 hubiera, debido, normalmente, liberar las conciencias de leal­
tades y símbolee tradicionales, asociados, casi todos ellos con la reli­
gión católica. Sin embargo, en 1924, esta cultura religiosa seguía pro­
porcionando los elementos fundamentales de lo que se definía como
identidad' nacional. El maestro Calles sabía lo importante que era la
escuela en la formación de valores y actitudes sociales, de suerte que
cuando llegó al poder se propuso aplicar el artículo 3° y ejercer la auto­
ridad del Estado en esa materia. El propósito de la educación primaria
ya no era formar una identidad nacional relativamente abstracta, como
en tiempos de Vasconcelos, sino crear una personalidad política con­
creta para el mexicano.
La educación pública adquirió en estos años el aspecto de una polí­
tica de secularización dirigida por el Estado, cuya intención era trans­
mitir a los niños lealtades nuevas o simplemente distintas de las que
alimentaba la religión católica; la escuela debía ser el vehículo del con­
senso revolucionario en la sociedad. Por otra parte, la decisión de aplicar
la ley era también una manera de legitimar el nuevo régimen: serviría
para demostrar que sus leyes funcionaban y que el Estado tenía los me­
dios para hacerlas respetar. Inevitablemente, la educación fue un pun­
to central en el conflicto que confrontó violentamente a la Iglesia con­
tra el Estado mexicano en 1926. Lo que estaba en juego entonces no
era ni la modernidad ni la tradición liberal, sino la influencia de cada
una de estas instituciones en la sociedad y, por ende, su autonomía po­
lítica respectiva.

«A
Para la oposición de clase media a la creación del pnr, ver: Garrido, op. cit.,
PP. 81-85 y pp. 109 y 110.
88 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Desde 1917,, el episcopado mexicano había condenado el articulo 3°


con el argumento de que el laicismo obligatorio contradecía la obliga­
ción, también constitucional, de los padres de familia de enviar a la
escuela a los hijos menores de quince años; según él, la ley violaba
el derecho de los padres de familia a educar a sus hijos según su con­
ciencia y religión. Había protestado también porque el artículo 3° pro­
hibía a los sacerdotes participar tanto en la enseñanza primaría como
en la de obreros y campesinos.51 En noviembre de 1918, el episcopa­
do dio a conocer un nuevo documento, el Acta de Chicago, en el que
advertía que la libertad de enseñanza en todos los niveles educativos
era una condición indispensable para la paz religiosa en México.52
En efecto, la publicación en febrero de 1926 del Reglamento Provi­
sional para las Escuelas Primarias Particulares del Distrito y Territo­
rios Federales fue la chispa que encendió la mecha del conflicto entre
el Estado y la Iglesia. Contrariamente a lo que hubiera podido espe­
rarse, la reacción dé los padres de familia de las escuelas católicas no
se organizó de manera unificada, sino que por un lado actuó la Aso­
ciación Católica Nacional de Padres de Familia, y por otro, la Unión
de Colegios Católicos Mexicanos. A pesar de que la primera pretendía
tener una representación más amplia que la segunda, a la que se afilia­
ban sólo escuelas particulares, ambas eran organizaciones de clase me­
dia. La diferencia era que la Asociación Católica era una organización
laica’dependiente de la Iglesia, mientras que la Unión tenía mayor auto­
nomía;53 probablemente esa fue la razón de que fuera elegida para ne­
gociar el reglamento con el gobierno de Calles. El vínculo de la asocia­
ción con la Iglesia también explica su longevidad: en 1926 se convirtió
en la Unión Nacional de Padres de Familia, y desde entonces hasta la
fecha ha sido el adversario infatigable del artículo 3°, independiente­
mente del giro de las políticas gubernamentales.
El reglamento de 1926 no introducía ningún cambio revolucionario
en el contenido de la enseñanza, sino que se limitaba a fijar las condi-
51 “Protesta que hacen los Prelados Mexicanos que suscriben en Ocasión de la Cons­
titución”, en La Fiesta del Papa, op. cit., pp. 15-27.
52 “Acta de Chicago”, 12 de noviembre de 1918, en La Fiesta del Papa, pp. 43-46.
33 El 27 de abril de 1917 se creó en Guadalajara la Asociación Católica Nacional de
Padres de Familia. Inspirada en la encíclica Quanta Cura de Pío IX, condenaba el lai­
cismo en nombre de la religión, la moralidad y las buenas costumbres. En 1926, la Unión
Nacional de Padres de Familia formaba parte del frente de organizaciones laicales que
militaban en la resistencia cristera, junto con los Caballeros de Colón, la Asociación
Católica de Jóvenes Mexicanos, las Congregaciones Marianas, la Orden Tercera. Entre
los fundadores de esta asociación se encontraban: Rafael de la Mora, Manuel de la Peza,
Francisco G. de Arce, Eduardp Limón Seguí y José Villeda, todos profesionistas libera­
les. Cesáreo L. González, La Asociación Católico-Nacional de Padres de Familia frente
a la Impiedad y el Ateísmo Oficial, Guadalajara, Jal., Tipográfica de Enrique Luna.
1920-1921. Ver: Ramón Sánchez Medal, En defensa del derecho de los padres de fami­
lia, México, Editorial Jus, 1963, p. 58.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 89

dones de incorporación de las escuelas particulares al sistema educati­


vo nacional, es decir, las condiciones para el reconocimiento oficial de
los estudios que en ellas se impartían. La primera era que ajustaran
sus programas a los diseñados por la Secretaría de Educación Pública.
Los programas de educación primaria y normal habían sido elabora­
dos en 1925, y aunque eran distintos de los anteriores, no proponían
ningún cambio revolucionario, más bien reflejaban algunas contradic­
ciones. Primero, introducían la Escuela de Acción, que enfatizaba el
valor del trabajo individual y de la libre expresión de la iniciativa per­
sonal como fundamento para la formación de actitudes democráticas;
pero el desarrollo y fomento de estos principios individualistas debían
llevarse a cabo bajo el control del Estado,94 *y ello por no mencionar
el hecho de que la eficacia de la enseñanza de principios democráticos
—en el caso de que realmente hubieran sido enseñados—, hubiera sido
anulada por la estructura y el comportamiento del medio extraescolar.
En realidad, la parte esencial de los nuevos programas consistía en
una exaltación del sentimiento nacionalista y del culto a la patria y a
sus símbolos, porque la sep consideraba que este tipo de enseñanzas
contribuiría a resolver “el grave problema de nuestra vida política con
la formación de hábitos y de virtudes cívicas*’.99 Los libros de texto
de historia recogieron este propósito de formar la nación en la escuela,
tal y como se entendía en el clima cultural de la época, y ofrecieron
una interpretación autóctona ç indigenista de ja historia nacional, en
más de un caso a expensas de la experiencia colonial. Por ejemplo, des­
cribían la manera como el funcionamiento natural y armonioso de so­
ciedades prehispánicas, cercanas al modelo ideal de Jean Jacques Rous­
seau, había sido violentamente interrumpido por los conquistadores
españoles.96
El tono del renacimiento cultural que promovía el Estado podía ser
irritante para muchos, pero no fue esa la causa de la protesta de los
padres de familia de las escuelas católicas, sino el control del Estado
sobre la educación.97 *Para reconciliarlos con su proyecto seculariza-

94 La reforma pedagógica revela la influencia del sistema norteamericano de John


Dewey y del de María Montessori. En la escuela de acción que proponía no regia una
disciplina mecánica que giraba en torno a la autoridad del maestro, sino que la discipli­
na tenía que ser el resultado del trabajo individual. Secretaría de Educación Pública,
El esfuerzo educativo en México, La obra del Gobierno Federal en el Ramo de la Educa­
ción Pública durante la Administración del Presidente Plutarco Elias Caites (1924-1928),
México, Secretaría de Educación Pública, 2 vols., 1930, vol. 1, pp. 154-190.
55 Ibid., p. 201.
94 Vázquez de Knauth, op. cit., pp. 183-187.
97 El 12 de abril de 1926, los directores de las escuelas católicas publicaron en los
periódicos sus comentarios al reglamento, el cual rechazaban en nombre de la familia
y del derecho natural de los padres a educar a sus hijos conforme a sus propias creen­
cias. Demandaban en consecuencia el restablecimiento de la libertad de enseftanza, en
90 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

dor, el gobierno intentó primero aislar la querella escolar del enfrenta­


miento con la Iglesia, insistiendo en que se trataba de dos problemas
diferentes. Luego propuso a I3.S escuelas católicas una negociación, sin
la intervención del clero, en la que esperaba explicar el sentido de su
propuesta. En abril de 1926 a fin de discutir el reglamento de escuelas
privadas, se iniciaron las reuniones de la Comisión Mixta, formada por
representantes de la SEP, de la Unión de Colegios Católicos y de es­
cuelas privadas no católicas, así como por un árbitro que era el propio
secretario de Educación de Calles, Manuel Puig Cassauranc.*58
Las autoridades educativas sostenían que el laicismo obligatorio era
como lo demandaba la aspiración nacionalista, un instrumento para
uniformar la enseñanza en las escuelas primarias y que de ninguna ma­
nera pretendía atacar los principios de la moral cristiana?9 Era un mo­
mento en que la Iglesia se había pronunciado en abierta rebeldía con­
tra el Estado, por lo que resultaba relativamente sencillo señalarla como
obstáculo a la unidad nacional, y acusarla de sectarismo, de intoleran­
cia y de estar siempre ligada a los enemigos de la nación.60
El secretario Puig subrayaba que el laicismo obligatorio regía sólo
en las escuelas primarias, y que las secundarias no estaban sujetas a
control gubernamental, además de que una proporción muy alta eran
particulares; así no había motivo de alarma para los padres de familia
con recursos, pues estarían en posibilidades de dar a sus hijos la for­
mación religiosa que tanto deseaban. Según él, esta diferenciación res­
pondía a la dimensión pedagógica del laicismo, que consistía en aho­
rrar a los más pequeños las angustias que provocaba la reflexión

los términos en que.había sido propuesta —y citaban— por Venustiano Carranza al Cons­
tituyente de Querétaro. De esta manera se acogían a la legitimidad revolucionaria. Sos­
tenían que la acción educativa del Estado debía ser sólo complementaria de la de los
particulares, y que la pretensión de crear un monopolio escolar contradecía la obliga­
ción que por derecho divino tenían los padres de familia de dar educación cristiana a
sus hijos. Secretaría de Educación Pública, El esfuerzo educativo en México, op. cit.t
pp. XLV y XLVI.
delegados a esta comisión los maestros Alberto Gue­
58 Por la sep asistieron como
vara, José Ángel Ceniceros —quien sería secretario de Educación Pública en el periodo
1952-1958— y Gregorio Torres Quintero —reputado pedagogo y autor de libros de texto
para la escuela primaria. Por 1a Unión de Colegios Católicos Mexicanos asistieron Ma­
nuel Herrera Lasso y Rafael Martínez Carrillo; el delegado de escuelas privadas no cató­
licas fue Raúl Cordero Amador. Francisco José Zamora fungió como consejero técnico
de las escuelas católicas.
59 Al menos en esos términos explicó el secretario Puig Cassauranc el laicismo obli­
gatorio a los miembros de la Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos. José Manuel Puig
Cassauranc, “Privilegio hogareño. La moral y el Estado. Nuestro Código de Moralidad
y el Decálogo. Los curas y la Patria. Discurso pronunciado el 2 de agosto de 1926 ante
la ACJM en el Teatro Esperanza Iris, Secretaría de Educación Pública**, en Secretaria
de Educación Pública, El esfuerzo educativo en México, op. cit., voL i, pp. lxvii-lxxvi·
p. LXXI.
60 Puig Cassauranc, doc. cit., p. lxxii.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 91

religiosa. Además, decía, el laicismo escolar preservaba el derecho di­


vino de la familia de dar a sus hijos instrucción religiosa, porque al
limitarla al hogar, el gobierno protegía la transmisión de principios re­
ligiosos de “venenos y toxinas políticas y sociales” con que la mezcla­
ban los sacerdotes.61
El presidente Calles pretendía que el laicismo obligatorio se acepta­
ra dándole un contenido mixto de valores nuevos y tradicionales, y bus­
cando utilizar las continuidades culturales para defender la moderni­
dad y crear un consenso nacional amplio. Al menos esa es la intención
que se desprende de la conferencia que el secretario Puig Cassauranc
pronunció ante la acjm, en particular por el papel que le reconoce a
la Virgen de Guadalupe. En esta época de indigenismo cultural y de
recuperación de valores autóctonos, la Virgen había dejado de ser un
símbolo de mestizaje y se había convertido indiscutiblemente en sím­
bolo de la raza indígena. Puig Cassauranc coronó su conferencia con
una profesión de fe guadalupana que equivalía a una propuesta de lai­
cización de la Virgen, formulada en un impulso casi místico.62
Las negociaciones entre la sep y los colegios particulares no modi­
ficaron esencialmente las posiciones originales de los participantes. Se
mantuvieron las condiciones de la incorporación y el control de la SEP
sobre los programas de enseñanza de las escuelas particulares, sobre los
libros de texto utilizados y sobre sus métodos de evaluación.63 Los co­
legios católicos sólo lograron que el reglamento aceptara la participa­
ción de miembros del clero en la enseñanza, pero no que se les permi­
tiera intervenir en la dirección de estos establecimientos.64 Esta
salvedad era una cláusula de escape para las escuelas católicas, que po­
61 Ibid., p. Lxxvi.
62 Resulta tan sorprendente esta disquisición en boca del secretario de Educación Pú­
blica del jacobino Calles, que vale la pena citar algunos de sus párrafos más notables:
“cuando pensamos en concepciones religiosas, no las atacamos, pero si quisiéramos uti­
lizarlas para reales bienes colectivos [...] si pudiéramos utilizar a la Virgen de Guadalu­
pe, virgen india, de nuestra raza y de nuestro color, que en los pliegues de su capa cu­
bierta de rosas lleva escondidos tantos anhelos de pobres y de ricos, tantas aspiraciones
de mejoramiento social y político, tantos ensueños místicos y tanta adoración nacional
(·..] si pudiéramos utilizarla para el bien de México; si comprendiendo todos la signifi­
cación simbólica del culto a la Virgen mexicana, que es, al mismo tiempo y sobre todas
las cosas, culto a nuestra raza y a nuestro país [...] si la Virgen hiciera el milagro de
convertir el cauce de inútil fe en una torrentera de sanos propósitos y de entusiasmo para
alcanzar el bien público [...] cómo sonreiría [...] con divino contento, la Virgen de Gua­
dalupe”; Ibid., pp. lxxx y lxxxi.
“ Además, ningún establecimiento escolar podía ostentar una denominación religiosa
o nombre que designara dependencia alguna respecto de congregaciones u órdenes reli­
giosas. También estaba prohibido que en esas escuelas se reservara espacio para la expo­
sición de objetos religiosos, en la forma de escultura, imágenes o pinturas.
M “Reglamento para la Inspección y Vigilancia de las Escuelas Primarias Particula­
res del Distrito Federal y Territorios Federales, Diario Oficial, 26 de julio de 1926,
vol. xxxvh, núm. 22, p. 7.
92 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

dían así mantener su estructura original, si bien disimulándola para cum­


plir formalmente con estas disposiciones.
Un problema más para la aplicación del artículo 3° era que se re*
quería de un sistema de vigilancia y recursos del que se carecía, por
lo que el artículo sería letra muerta mientras no se contara con los me*
canismos ‘‘apropiados” para hacerse obedecer. De suerte que bajo una
apariencia muy severa, la práctica se caracterizó por una cierta flexibi­
lidad;65 prueba de ello es la supervivencia de las escuelas privadas.

La experiencia traumática del cardenismo


Los sentimientos de enajenación de las clases medias con respecto del
poder se acentuaron durante el gobierno del presidente Lázaro Cárde­
nas. Las demandas de las clases medias no figuraban entre sus objeti­
vos políticos prioritarios cfue, inicialmente, fueron el de resolver los
conflictos en el interior de la élite política y el de satisfacer las deman­
das de los grupos populares. Al presentarse como un gobierno revolu­
cionario para los trabajadores, el poder se alejaba simbólicamente de
las clases medias, con lo que se agudizaba su oposición al autoritaris­
mo gubernamental. Esta oposición, que en 1933 pudo haber sido con­
siderada una disonancia menor, en 1938 impuso el tono definitivo al
i sexenio cardenista.
Entre 1929 y 1934, el maximato creó un contexto político en el que
se hablaba de dictadura, represión, antidemocracia; muchos pensaban
que el impulso revolucionario se había agotado. La situación se agra­
vaba por un creciente estado de agitación social: huelgas y paros que
se multiplicaban en las fábricas, grupos de campesinos armados que
se enfrentaban a los grandes propietarios en diferentes puntos del país,
y un monopolio político en manos de los callistas que se presentaba
aderezado con un poder económico que realzaba el carácter antidemo-
crático del nuevo régimen.
Por otra parte, México no fue inmüne a la depresión de 1929, aun­
que es posible que su impacto haya sido mayor en el terreno político que
en el económico. En este último, dicho impacto fue relativamente ti'
mitado dado el atraso de la estructura productiva mexicana, aún cen­
trada en un sector agropecuario que mantenía a un alto porcentaje de
63 Después de las negociaciones de 1926 con las escuelas privadas, en agosto de 193®
la Asamblea Nacional de Educación Pública enfatizó la necesidad de estimular en la ni'
flez las virtudes democráticas y sociales, y definió una orientación nacionalista y unifor*
me para la escuela primaria, sin mencionar el laicismo ni el control del Estado sobt*
la educación. La aplicación flexible de la ley se vio favorecida por una marcada inestabi*
lidad ministerial. Entre 1929 y 1932 fueron secretarios de Educación: Ezequiel Padill·»
Aarón Sáenz, Carlos Lerdo de Tejada y Alejandro Cerisola. Ver: Iridro Castillo,
coy su revolución educativa, 2a. ed., México, Academia Mexicana de la Educación,
1968, 2 vols. vol. i, pp. 338-343.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 93

la población rural en un nivel de subsistencia.66 Sin embargo, los sec­


tores modernos de la economía resultaron más afectados, y los obre­
ros y las clases medias resintieron con mayor agudeza la disminución
de las exportaciones mexicanas y de la producción industrial.67 Nume­
rosas empresas quebraron, creció el desempleo, disminuyeron los sala­
rios, aumentaron los precios de los productos básicos, se devaluó la
moneda y se redujo el gasto público. En 1932, los mexicanos recupera­
ron el nivel de vida de 1910, pero para ese entonces era evidente que
las clases medias no sólo no se habían beneficiado económicamente con
la Revolución, sino que probablemente su situación se había deteriora­
do en fuerte contraste con la abundancia en la que vivía el grupo go­
bernante.68
En estas circunstancias se produjo la radicalización de un sector im­
portante de la élite revolucionaria, para quienes el desmoronamiento
del capitalismo en los Estados Unidos era prueba contundente de la
llegada del socialismo.69 En diciembre de 1933, el ala radical del pnr
formuló yn plan sexenal que incorporaba los principios de reforma so­
cial de la Revolución al programa de gobierno del presidente que sería
elegido en 1934. El presupuesto de este plan era la consolidación de
las facultades de intervención del Estado en la vida social. Nuevamen­
te, las masas obreras y campesinas eran identificadas como el factor
fundamental del cambio social; proponía además la organización de
estos grupos, lo que sería la cláve de la política de masas del cardenis-
mo.70 En el mediano y largo plazo, esta fórmula cancelaba la autono-

M Lorenzo Meyer, El conflicto social y los gobiernos del Maximato. Historia de la


Revolución Mexicana, 1928-1934, México, El Colegio de México, 1978.
67 “Para 1930 el producto interno bruto había descendido en un 12.5% y sólo hasta
cinco años después volvió a los niveles de 1928. El valor de las exportaciones para 1932
había bajado en un tercio respecto a las de 1929, y las importaciones se habían reducido
hasta ser inferiores a las de comienzos de siglo; las primeras bajaron un 48%, de 590
a 304 millones de pesos, mientras que las segundas descendieron en un 52%, de 382 a
180 millones de pesos. El ingreso público bajó en los mismos años de 322 a 212 millones
de pesos; la inversión pública se redujo de 103 a 73 millones afectando sobre todo los
renglones de comunicaciones y transportes”. Arnaldo Córdova, La clase obrera en la
historia de México. En una época de crisis 1928-1934, México, Instituto de Investigacio­
nes Sociales, Siglo xxí, 1980, p. 81.
68 A pesar de las dificultades económicas, la élite política “no modificó en lo más
mínimo sus formas de conducta y de consumo a causa de la crisis. Tampoco dio muestra
alguna de preocupación ni asumió nuevas responsabilidades sociales”; Lorenzo Meyer,
El conflicto social, op. cit., p. 18.
69 Era también el caso de muchos otros. “En esa coyuntura internacional, pocos in­
telectuales llegaban a estar intimamente seguros de que el capitalismo norteamericano
pudiera recuperarse de la crisis: era el momento del ascenso de Adolfo Hitler al poder,
y también el momento de ascensión del primer plan quinquenal en la urss”; Krauze,
op. cit., pp. 316 y 317.
70 Arnaldo Córdova, La política de masas del cardenismo, 2a. ed., México, Edicio­
nes Era, 1976, p. 49.
94 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

mía de estos grupos71 y, al mismo tiempo, enajenaba a otros diferen­


tes, en particular a las clases medias que rehuían esta política
corporatista, totalmente ajena a la tradición liberal. La exclusión les
valió un mayor margen de independencia con respecto del Estado, so­
bre todo en términos de organización.
Con base en el plan sexenal, el presidente Cárdenas emprendió una
serie de transformaciones en materia agraria, industrial, educativa y
política, promoviendo al mismo tiempo una intensa movilización po­
pular que culminó con la restructuración por sectores del partido oficial.
El reformismo cardenista se desenvolvió al ritmo de una importante
expansión de las actividades económicas del Estado, cuyo gasto entre
1933 y 1940 aumentó en 150%.72 En ese periodo, la tasa promedio de
crecimiento anual de la economía fue de 4.5%, aunque la inflación
fue también considerable. En el contexto social se operaron asimismo
cambios interesantes; entre ellos, la expansión de las clases medias, en
gran parte como resultado del aumento de las funciones sociales y ad­
ministrativas del Estado; pero en términos relativos seguían siendo una
proporción minoritaria de la población si se considera que en 1940 sólo
el 35% de la población podía leer y escribir.
El desarrollo de la industria, la banca, las empresas agrícolas públi­
cas y privadas y las empresas comerciales incidió sobre los pequeños
propietarios, industriales y comerciantes, cuyo número se redujo fren­
te a un crecimiento paralelo de los funcionarios públicos, burócratas
y de los asalariados en general. Las profesiones liberales sufrieron tam­
bién las consecuencias de estos cambios. Tradicionalmente autónomas,
a partir de 1930 constataron que un número cada día mayor de sus
miembros ingresaba a la categoría de dependientes de empresas priva­
das o gubernamentales o à la administración pública.73
No obstante este crecimiento, las modalidades políticas de esta ex­
pansión económica y el desarrollo del Estado suscitaron la oposición
de las clases medias. En este caso, algunos podrían afirmar simplemente
71 “La incorporación de los grupos populares al sistema politico significó una pér­
dida de su capacidad de maniobra y negociación: fundamentó la posibilidad de ejercer
un control efectivo de ‘arriba abajo* sobre los grupos, asi como una restricción en le
formulación de demandas al sistema.” José Luis Reyna, Control político, estabilidad
y desarrollo, México, El Colegio de México, Cuadernos del ces, 1976, p. 10.
72 René Villarreal, El desequilibrio externo de la industrialización de México, 1929-
1975, México, FCE, 1976, pp. 38 y 39.
73 Según los cálculos más bien intuitivos que hizo José Iturriaga en 1950, entre 1895
y 1940 la proporción de las clases medias en el conjunto de la sociedad mexicana se du­
plicó pasando de 7.78% a 15.87%. También este autor sostiene que en ese periodo se
invirtió la relación entre sectores autónomos y dependientes; Iturriaga afirma que en 1895,
más del 60% de las clases medias eran autónomas y el 40% restante dependiente, mien­
tras que en 1940, el 30% de estos grupos pertenecía a la primera categoría y 70%, 8
la segunda. José Iturriaga, La estructura social y cultural de México, México, Fondo
de Cultura Económica, 1951, pp. 28 y 70, respectivamente.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 95

que la oposición anticardenista se concentró en los sectores tradiciona­


les. Sin embargo, en ausencia de un estudio sistemático al respecto,
también podria afirmarse que el radicalismo gubernamental le enaje­
nó al Estado el apoyo incluso de aquellos grupos que se habían incor­
porado a las clases medias gracias a su apoyo, pero que veían en la
movilización popular una amenaza al status recientemente adquirido,
aunque no fuera más que por la degradación que acarreaba el ascenso
de las clases populares y la expansión del Estado.
En este periodo, la oposición antiestatista de la clase media se aglu­
tinaba en torno a tres temas fundamentales. Primeramente, un nacio­
nalismo que enfatizaba el rechazo a las ideologías extranjeras, en par­
ticular el comunismo y la influencia soviética, que estos grupos percibían
infiltradas en la acción gubernamental.74 En segundo lugar, una pro­
funda desconfianza frente al intervencionismo estatal en el terreno de
los derechos del individuo y del sector privado de la economía. Por
último, esta oposición también se sumó a la defensa de los valores y
de las costumbres asociados con la cultura católica, identificados como
parte de una auténtica tradición nacional, frente a los devaneos inter­
nacionalistas del cardenismo.
Dentro de esta oposición antiestatista —que en muchos casos era
simplemente anticardenista porque reunía a numerosos callistas—,75
se congregaban muchas víctimas del autoritarismo, en particular la Igle­
sia, que desde entonces se aferró con más claridad a la defensa del in­
dividuo para reivindicar sus propios derechos desde una perspectiva
no-religiosa. En un contexto de polarización ideológica, el gobierno
se apropió las posiciones de la izquierda, y como reacción y por obra
de sus propios valores e intereses, las clases medias se acercaron a po­
siciones marcadamente conservadoras que en ese momento aparecían
como la única opción de participación independiente. Además, el as­
censo de la extrema derecha europea fue también una tentación para
estos grupos que habían sido marginados del poder.76
74 El 15 de junio de 1935 y para oponerse explícitamente al callismo, el Partido Co­
munista proclamó su apoyo a las medidas del gobierno del presidente Cárdenas. La co­
laboración de los comunistas contribuyó a exacerbar los temores de las clases medias
a propósito de la supuesta amenaza bolchevique. Además, el pcm creció durante estos
años y contribuyó de manera muy activa a organizar sindicalmente a los trabajadores
en apoyo a la política gubernamental.
7i Una de las consecuencias de la pugna entre Calles y Cárdenas en 1935 fue la apa­
rición de grupúsculos de extrema derecha, rabiosamente anticomunistas, que cometían
actos de provocación y de violencia en las calles, sobre todo en la ciudad de México.
Los Camisas Doradas de la Acción Revolucionaria Mexicana (arm) eran los más cono­
cidos. A pesar del atractivo que los llamados anticomunistas y nacionalistas podían te­
ner sobre las clases medias, sus métodos violentos y sus vínculos con el callismo anula­
ban cualquier posibilidad de alianza. Para la historia de estas organizaciones ver: Hugh
Campbell, La derecha radical en México, 1929-1949, México, Sepsetentas, 1976.
76 Sobre la influencia y acción de los partidos europeos de extrema derecha en Mé-
96 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

La Revolución, el enemigo de las clases medias

A pesar de que, objetivamente, las clases medias participaban en for*


ma activa en las transformaciones cardenistas, no se sentían parte de
un proyecto cuya simbologia giraba en torno a las clases bajas. Para
colmo, el gobierno parecía incapaz de garantizar la seguridad pública*
Las calles de la ciudad de México eran un escenario continuo de maní*
festaciones obreras, marchas de protesta contra el aumento de precios
de productos básicos, provocaciones de grupos de choque de extrema
derecha. Todo ello servía para alimentar la imaginación de quienes pen-
saban que en México se reproducía la polarización internacional de la
época, entre socialismo y fascismo, y que el propio gobierno era res*
ponsable de este clima de agitación social porque azuzaba los antago-
nismos de clase. El apoyo del presidente Cárdenas a la República espa­
ñola profundizó las sospechas de quienes equiparaban el cardenismo
con el comunismo. Más aun, durante estos años circularon insistente­
mente rumores de un golpe de estado que aumentaron la sensación de
inseguridad.
Las clases medias intentaron organizarse como lo habían hecho obre­
ros y campesinos, incluso antes de que Cárdenas llegara al poder.77 Fi­
nalmente, en 1936, un grupo de profesionistas liberales fundó la Con­
federación de la Clase Media, con el fin de proteger los derechos de
las clases medias que se sentían amenazadas de extinción y que rehuían
una identificación religiosa o partidista. Los principios de esta organi­
zación aludían a las conquistas revolucionarias como a un capital legí­
timo de la sociedad mexicana, pero rechazaban el “caos y la anarquía”
que fomentaba el “radicalismo utópico” y que, según la CCM, sólo con-

xico ver: Manuel Fernández Boyoli y Eustaquio Marrón de Ángeles, Lo que no se sabe
de la rebelión cedillista, México, Grafi Art, 1938; ver también: Alfonso Taracena, La
revolución desvirtuada, vol. v, 1937, México, Costa Amic Editor, 1968. Surgieron otras
organizaciones, estrechamente asociadas con la arm, que condenaban la política guber­
namental de solidaridad contra el fascismo; ésta era el tema de continuas manifestacio­
nes, que para muchos eran prueba de la anarquía reinante. La Unión Nacionalista de
Veteranos de la Revolución, el Partido Nacionalista Mexicano, la Asociación Española
Anticomunista y Antijudía, la Falange Poblana, la Falange de México, la Acción Cívica
Nacionalista, las Juventudes Nacionalistas de México, el Partido Social Demócrata 1
la Confederación de la Clase Media desataron una campaña anticomunista y una viru­
lenta propaganda antigubernamental. En 1937, esta agitación se avivó con marchas po­
pulares contra el aumento de muchos bienes de consumo básico, circulaban insistente­
mente los rumores de una rebelión militar, y volantes anónimos que denunciaban al
gobierno cardenista inundaban las calles de las ciudades grandes —México y Monterrey
sobre todo—. Esta campaña pretendía movilizar a la opinión pública en contra de “los
verdaderos enemigos de las instituciones sociales y políticas, pidiendo el respeto a la tra­
dición nacional que ha sido traicionada por el grupo en el poder”, Fernández Boyoli
y Marrón de Ángeles, op. cit., pp. 45 y 46.
77 Garrido, op. cit., pp. 141-176.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 97

ducía a la ‘‘consolidación del capitalismo imperialista’*.7871 Un


* * *objeti
*** ­
vo central era la defensa del ciudadano medio frente al Estado y frente
a las organizaciones de obreros y de campesinos, todo lo cual ayudaría
a poner fin a la ‘ ’apatía tradicional” de las clases medias.79
La CCM no prosperó, pero fue un aviso para la élite política, que
se apresuró a suprimirla y a imaginar una vía para incorporar las cla­
ses medias al partido oficial.80 Probablemente fueron estas tendencias
a la organización independiente las que indujeron la decisión de crear
un sector popular destinado a las ‘’clases medias revolucionarias” den­
tro de un partido que, en 1939, ya no se autodefinía como represen­
tante de la ‘‘opinión revolucionaria”, sino como partido de los traba­
jadores. Aun así, el prm veía en las clases medias un apoyo secundario
en comparación con la importancia que atribuía a las clases populares.
También en 1938 se creó la Federación de Sindicatos de Trabajadores
al Servicio del Estado, fstse, que era igualmente una vía de integra­
ción de las clases medias al sistema político.
Estos esfuerzos no fueron suficientes porque la gran mayoría de las
clases medias no podía identificarse con un gobierno que decía estar
comprometido con los intereses de los trabajadores. Sin embargo, es
muy probable que para ese entonces la oposición de la clase media a
la Revolución en el poder fuera mucho más profunda que el simple
descontento hacia determinadas políticas gubernamentales. Al menos
así lo sugiere la probable derrota en 1940 del candidato independiente
a la presidencia de la República, general Juan Andreu Almazán. A pe­
sar de que buscó el apoyo de las clases medias, con base en una plata­
forma política que recogía todas sus inquietudes, sólo unos cuantos
grupos lo respaldaron.
Las políticas radicales del gobierno de Lázaro Cárdenas provoca­
ron también descontento en el interior de la élite revolucionaria, en par­

71 “Puntos de vista de la Confederación de la Clase Media que nos interesa dar a


conocer al Partido Republicano de los Estados Unidos de América”, en Fernández Bo-
yoli y Marrón de Ángeles, op. cit., pp. 252-255. Los signatarios del documento original
fueron: Ing. Gustavo Sanz de Sicilia, Lie. Enrique Sanz de Sicilia, Lie. Eduardo Gardu­
ño, Lie. Francisco Doria Paz, Lie. Horacio Alemán, Manuel Muñoz, Lie. Santiago Ba-
Ilina, Lie. Querido Moheno. La ccm agrupaba a las siguientes organizaciones: Acción
Partido Cívico de la Clase Media, Acción Cívica Nacional, Partido Anti-reeleccionista,
Comité Nacional Pro-Alianza de Campesinos del D.F. Alfonso Taracena, antiguo vas­
concelista, considera a los miembros de la ccm aristócratas y cómplices despreciables
del asesinato de Madero; ver: Taracena, La revolución desvirtuada, vol. v, op. cit.,
p. 225.
79 “Puntos de vsita de la Confederación de la Clase Media” dot. cit., p. 255.
n En agosto de 1937, Vicente Lombardo Toledano acusó a la ccm de preparar un
complot fascista contra el gobierno, luego de lo cual fueron detenidos los dirigentes de
la ccm. Probablemente los cargos eran falsos, pero los arrestos fueron una expresión
violenta de la hostilidad gubernamental a quienes rechazaban identificarse como miem­
bros de las clases populares.
98 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ticular en el ejército.81 De tal suerte que al finalizar el sexenio, eran


muchos los inconformes dentro y fuera de la unidad revolucionaria.
El movimiento almázanista que empezó a formarse en 1939, y que en
enero de 1940 constituía el Partido Revolucionario Unificado Nació:
nal (PRUN), llegó a representar una seria amenaza para el partido ofi­
cial. Por una parte, era producto de una escisión entre los revolucio­
narios en el poder, y contaba con el apoyo de importantes grupos
políticos y empresariales, e incluso de los sindicatos petrolero y ferro­
carrilero, y por la otra, porque intentó capitalizar el resentimiento de
las clases medias. Por consiguiente, los lemas de la campaña de Alma-
zán tenían como punto de partida el temor al comunismo: la defensa
de la pequeña propiedad en el campo y las críticas al poder que habían
adquirido los líderes sindicales. Las políticas de Cárdenas habían des­
pertado el reflejo anticomunista en las clases medias, pero quizá los
temas fundamentales que ocuparon a estos grupos fueron la denuncia
de la manipulación electoral, del verticalismo en los sindicatos y del
imposicionismo, el repudio a la educación socialista y, sobre todo, el
restablecimiento del orden público.82
Pese a que la campaña de Almazán atrajo muchos grupos, en parti­
cular en las ciudades de México, Monterrey y Guadalajara, no logró
conquistar la confianza de amplios sectores de clase media, que no es­
tuvieron dispuestos a aceptar un candidato que hasta entonces se ha­
bía identificado con la élite en el poder. Por ejemplo, como los miem­
bros del recién fundado Partido Acción Nacional no llegaron a un
acuerdo unánime a este respecto, Almazán sólo obtuvo un apoyo limi­
tado del mismo, no obstante los puntos de coincidencia entre ambos.
En las circunstancias prevalecientes en México a finales de los años
treinta, muchos grupos de clase media pensaban que para salvaguar­
dar su autonomía debían formar un partido totalmente independiente
y de clase a fin de equilibrar sus fuerzas con las del prm, o de estable­
cer una alianza con la Iglesia, que era todavía el contrincante más po­
deroso del Estado. Unos optaron por el pan y otros por la dirección
de la Unión Nacional Sinarquista, que en esos años conoció un auge
sin precedentes.83

81 Ver: Albert L. Michaels, “Las elecciones de 1940”, Historia Mexicana, vol. XXL
julio-septiembre de 1971, núm. 1, pp. 80-134.
82 “La insistencia en el orden fue el punto central de toda la propaganda de Alma­
zán. Los almazanistas buscaban complacer a los grandes sectores de la población mexi­
cana que deseaban un fin al estado confuso y desorganizado de los últimos años de Cár­
denas. Como los sinarquistas, los almazanistas subrayaron constantemente la necesidad
de orden; ambos grupos reconocieron que se podía cosechar un gran capital político de
las inseguridades y la confusión que tenían sujetos a tantos mexicanos.” Ibid., p. 12*·
83 Jean Meyer, Le Sinarquisme,.., op. cit.
CLASES MEDIAS FRENTE Al. PODER REVOLUCIONARIO 99
El Partido Acción Nacional

La única organización de oposición que se creó al calor del cardenis-


mo y que sobrevivió a la coyuntura que le dio origen fue el Partido
Acción Nacional (pan). Pese a que durante años la propaganda ofi­
cial se empeñó en hacer de este partido una organización confesional,
en 1939 —año de su fundación— nació como un intento por recuperar
el sentido de cruzada cívica que había inspirado al vasconcelismo diez
año$_ antes.w Esto no significa que la nueva organización haya sido
una prolongación de este movimiento. En 1940, Vasconcelos regresó
a México después de un largo exilio y apoyó la candidatura de Manuel
Avila Camacho a la presidencia de la República postulada por el parti­
do oficial. El pan pretendía ser una alternativa de participación para
todos aquellos que creían en un cambio político ordenado. La mode­
ración, el reformismo y el evolucionismo eran los intrumentos que se
proponía utilizar un grupo que en 1939 afirmaba no tener

el apetito de un triunfo próximo que, inclusive, no está preparado ni para


las responsabilidades de este triunfo; se trata de un conjunto de hombres
de trabajo que no han hecho, que no harán de la política su ocupación
constante, que trabajarán en ella por el sentido de un deber.85

El nuevo partido se creó alrededor de Manuel Gómez Morín, quien


había participado anteriormente en tareas gubernamentales, pero que
después de colaborar con Calles, desilusionado, había vuelto a sus ac­
tividades universitarias y profesionales en el sector privado. En ambos
medios ejerció una gran influencia y ambos lo apoyaron en la funda­
ción del nuevo partido.
Parecería que en Gómez Morín y en su proyecto cristalizaban los
resentimientos y las aspiraciones de aquellos grupos de clase media que
se sentían traicionados por la Revolución. Lo que es indudable es que el
Programa inicial de Acción Nacional no aportaba nada nuevo a una
bien asentada tradición política mexicana: el liberalismo democrático
y moderado que era visto como fundamento y cobijo de las clases me­
dias. La conciliación de clases, el Estado regulador, la libertad de en­
señanza, el individualismo, el parlamentarismo, la política como una
vocación de servicio más que como una fuente de ingresos, eran algu­
nos de los valores de referencia de estos grupos que Acción Nacional

M Para la influencia de Vasconcelos sobre Manuel Gómez Morín ver: Krauze, op.
<*·, pp. 266-299, ver también pp. 331-340.
5 Manuel Gómez Morín, “Informe a la asamblea constituyente de Acción Nacio-
rendido el 14 de septiembre de 1939”, en Manuel Gómez Morín, Diez años de Mé-
tíco- informes del Jefe de'Acción Nacional, México, Ed. Jus, 1950, p. 15.
100 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

recogió para defender la ‘'dignidad de la persona” de las “ambiciones


del poder”.
Su posición frente a la política se fundaba en una concepción mora­
lista que sustentaba el imperio de la ley moral sobre la ley positiva.
Al poder de las armas que apoyaban el partido oficial, Acción Nació1
nal pretendía oponer la fuerza de ley y de principios universales. Para
Gómez Morín, el desastre que había provocado el cardenismo era obra
de los “profesionales de la explotación del poder”, mientras que la ma­
yoría de los ciudadanos que “piensan, que trabajan, que creen y que
construyen” habían sido marginados de la política.
Según el fundador de Acción Nacional, a la concentración del po­
der y a la intolerancia antidemocrática heredadas del callismo, la élite
revolucionaria había añadido en 1939 ambiciones totalitarias, como lo
demostraba la política de organización popular, en la que veía la más
grave amenaza a los derechos del individuo. En ese momento —decía
Gómez Morín—, en México se enfrentaban dos tendencias antagóni­
cas en el terreno de las opciones políticas:

la que pretende encadenar a México a una ambición política que le es ex­


traña y hacer de la Nación un conjunto de masas indiferenciadas sujetas
sin defensa a la voluntad del Estado, que será sólo la voluntad del puñado
de hombres que usurpan ese nombre, y la que quiere la subsistencia de
México integrado en su verdadera tradición, cumpliendo su destino pro­
pio, y ordenado interiormente para el bien de todos los mexicanos.86

En sús inicios, Acción Nacional no adoptó las posiciones políticas


de la Iglesia; sin embargo, la convergencia antiautoritaria empezó a
operar una importante identificación entre el partido y las organiza­
ciones laicales dependientes del episcopado, en particular en lo que se
refiere a la resistencia antiestatista. Esta coincidencia se fortaleció en
los años cuarenta con el desprestigio del corporatismo fascista, cuan­
do el personalismo cristiano de Jacques Maritain, que podía conjugar­
se con las preocupaciones liberales de algunos sectores de las clases me­
dias mexicanas, se convirtió en la principal influencia filosófica del
partido. Sin embargo, este desarrollo tuvo lugar años después, luego
de que accedieron a la dirigencia del partido antiguos líderes de las or­
ganizaciones católicas, cambio que no se inició sino hasta principios
de los años cincuenta. Entonces el individualismo panista empezó a de­
finirse cada vez más como una defensa de la dignidad de la persona
humana, y por esta vía el pan fue aproximándose a la doctrina social
cristiana, que podía acoger muchas de las reivindicaciones Originales
del partido.87

86 Ibid.
87 A todo lo largo de su historia, Acción Nacional ha defendido posiciones cercan·*
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 101

La misión democrática de ios panistas adquirió entonces los acen­


tos de una cruzada moral, que era política sólo en forma secundaria;
este proceso se acentuó en los años cincuenta, periodo que fue tam­
bién el de mayor debilidad y menos presencia para el partido. En esos
años, el esplritualismo subordinó demandas más específicas, la doctri­
na fue definida por hombres profundamente religiosos como Efraín
González Luna, para quien: “Lo que nos conduce, lo que nos guía a
vivir en sociedad es un factor espiritual”.88 Si bien entre su clientela
el pan reclutaba —y recluta— muchos militantes católicos, hostiles al
anticlericalismo oficial, lo cierto es que este fenómeno no supuso una
vinculación orgánica entre el partido y la Iglesia católica.
Acción Nacional nació como un partido de cuadros, de profesionis­
tas liberales que buscaron sus primeras alianzas políticas con los gru­
pos organizados de la iniciativa privada, a quienes pretendían ofrecer
un instrumento de acción política adecuado. Sin embargo, los virajes
de la élite política en el periodo posterior inmediato a 1939 fueron un
obstáculo eficaz para el desarrollo del pan como partido de la gran
burguesía mexicana. Es posible que este cambio haya acercado el par­
tido a la Iglesia y a los católicos, pero en 1939 el pan reunía sobre todo
liberales que reclamaban el derecho a la participación política indepen­
diente.

El artículo 3° en 1934 y la exclusión reglamentada

El laicismo obligatorio, a pesar de que había levantado múltiples opo­


siciones, abría un cierto margen de negociación en la medida en que
no definía el contenido preciso de la enseñanza. Hasta 1933, el tema
central de la querella escolar había sido el control del Estado sobre la
educación, pero como la intención desde un principio había sido la for­
mación de una identidad nacional que recogiera muchos de los com­
ponentes de la cultura tradicional, los desacuerdos no habían sido in­
superables.
En 1934, sin embargo, se reavivó la querella escolar, incitada esta
vez por una política educativa que pretendía modificar valores, símbo­
los y actitudes sociales, sin contar siquiera con la coartada nacionalis-

a las enseflanzas de la Iglesia; sin embargo, y a pesar de la propaganda oficial, las rela­
ciones entre el pan y la Iglesia nunca han sido tan estrechas como se.ha dicho, y es po­
sible que el acercamiento no haya sido realmente importante sino hasta los años ochen­
ta. Para el periodo de influencia de los católicos en Acción Nacional ver: Donald J. Mabry,
Mexico’s Acción Nacional. A catholic alternative to revolution, Nueva York, Syracuse
University Press, 1973.
M Efraín González Luna, La democracia en México, México, Editorial Jus, 1952,
p. 11.
102 t’l ASLS MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ta, y que a golpe de reglamentos excluía a las clases medias de la Revo­


lución.
La batalla por la educación se inició con la llegada de Narciso Bas*
sols a la Secretaría de Educación Pública en, 1932» donde se propuso,
con la misma determinación que había mostrado en el Departamento
Agrario, llevar los compromisos sociales de la Revolución hasta sus
últimas consecuencias. Según élr .sólo se rompería con el pasado si el
Estado ejercía su derecho a formular una estructura de dominación ideo­
lógica alternativa a la existente, y a imponerla sobre la sociedad.89
Con ese propósito, Bassols se lanzó en una febril actividad regla­
mentaria para consolidar el control de Estado sobre la educación pú­
blica y privadas todos los niveles; al hacerlo, anuló algunos de los com­
promisos en que se había sustentado una relativa paz escolar.90
Contrariamente a lo que había sido la práctica oficial, Bassols no pa­
recía tener ningún interés en que los particulares participaran en el es­
fuerzo educativo, de manera que su proyecto resultaba todavía más
impositivo porque no mostraba el menor ánimo negociador. Las cla­
ses medias deben haberse sentido directamente agredidas por el regla­
mento de incorporación de las secundarias, ya que en 1926 Puig Cas­
sauranc se había comprometido a respetarlas, y los particulares habían
mantenido una importante participación en ese nivel. En 1929 había
67 escuelas secundarias y preparatorias en el país, de las cuales 28 eran
particulares, tanto como 20 de las 65 normales.91 El reglamento pro­
hibía también la participación del clero en la enseñanza secundaria y,

1,9 Narciso Bassols, “Discursos sobre la enseñanza normal. Discurso inaugural de


1932”, en Antonio Luna Arroyo, La obra educativa de Narciso Bassols. Documentos
para la Historia de la Educación Pública en México: Declaraciones, discursos, decretos,
tesis y acuerdos, México, Ed. Patria, 1934, p. 237.
90 Por decreto del 1° de enero de 1932, las escuelas secundarias particulares queda­
ban sujetas a la incorporación obligatoria, en los mismos términos que las escuelas pri­
marias. El 28 de abril de 1932, el Diario Oficial publicó un nuevo reglamento referente
a las escuelas primarias privadas en sustitución del de 1926, con el propósito de extender
la vigilancia oficial, asegurar el respeto al laicismo y para “garantizar la pureza de las
orientaciones de la enseñanza primaría”. El reglamento exigía también autorización previa
del poder ejecutivo para la creación de una escuela privada, y prohibía la participación
de los ministros del culto en todas las actividades escolares. Además, restituía al gobier­
no federal el control sobre todas 1φ escuelas particulares del país a que unos años antes
había renunciado el presidente Calles. Este reglamento negaba la incorporación a toda
institución que tuviera vínculos financieros con congregaciones religiosas. Asimismo,
estipulaba que los cursos de geografía, historia de México y civismo debían ser imparti­
dos por mexicanos bajo una estrecha vigilancia de la sep. También obligaba a las es­
cuelas particulares a ajustarse al calendario oficial y a respetar las fiestas nacionales.
Ver: “Reglamento para las Esquelas Primarias Particulares”, Diario Oficial, 28 de abril
de 1932, vol. lxxi, núm. 43, pp. 5 y 6.
91 Las escuelas particulares atendían a menos del 12*Vo de la población escolar sep,
El esfuerzo educativo en México, op. cit., vol. n, pp. 270-273, anexos once, doce y ca­
torce.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 103

peor aún, la existencia “de establecimientos destinados a la formación


profesional de ministros del culto.”92
Este primer proyecto de Bassols no prosperó porque fue derrotado
por la movilización general que provocó el repudio a los cursos de edu­
cación sexual que trató de introducir en la escuela primaria. La cam­
paña contra estos cursos congregó a grupos que discrepaban incluso
en temas centrales, como el laicismo obligatorio; la unpf, por ejem­
plo, veía en la educación sexual el vínculo entre la escuela laica, la re­
lajación de las costumbres y la perversión de las mentalidades infanti­
les, y en esta batalla recibió el apoyo de la Federación de Asociaciones
de Padres de Familia, que había sido creada por las propias autorida­
des gubernamentales para contrarrestar la acción de los católicos.93
Bassols dio más de un motivo para que católicos y clases medias se
sintieran perseguidos por su ánimo reglamentador. En 1929 se creó por
decreto presidencial el Consejo de Educación Primaria para el Distrito
Federal, que reconocía la importancia de los padres de familia en la
educación y, en consecuencia, su derecho a participar en las decisiones
sobre el tema. En un principio, la unpf lo consideró un triunfo,94 pero
Bassols vio en el Consejo un instrumento para romper el monopolio
de la unión y para controlar las asociaciones de padres de familia. En
1933 se publicó el Reglamento de las Agrupaciones de Padres de Fami­
lia, según el cual únicamente las asociaciones reconocidas por la SEP
podían presentar demandas y sugerencias relativas a cuestiones.educa­
tivas. Además, prohibía la intervención de estas asociaciones en la ad­
ministración o dirección de las escuelas. De hecho, su papel se reducía
a apoyar a la SEP.
Bassols abandonó la SEP, pero muchos otros creían como él que la
educación debía orientarse conforme a los principios sociales enuncia­
dos en la Constitución.95 Por consiguiente, el plan sexenal del pnr de
1933 propuso la instauración de la escuela socialista, y no obstante la

92 “Reglamento de Incorporación de las Escuelas Secundarias Oficiales de los Esta­


dos y las Secundarias Particulares de toda la República”, Diario Oficial, 27 de diciem­
bre de 1932, vol. lxxv, núm. 49, pp. 10-12.
93 La unpf defendía el derecho de los padres de familia a iniciar a sus hijos en esta
materia. Afirmaba que la civilización occidental había sobrevivido 10,000 años sin que
los niños hubieran necesitado ningún tipo de educación sexual sistematizada. La unpf
llegó incluso a denunciar el proyecto como parte de una conspiración comunista. Citado
en John Britton, Educación y radicalismo en México, México, Sepsetentas. 1976, vol. 1,
p. 101.
94 Sánchez Medal, op. cit., p. 70.
95 El Plan Sexenal de 1933 del pnr consagró el triunfo del ala radical de la élite re­
volucionaria, y en consecuencia de la posición de Bassols. Su renuncia a la Secretaría
de Educación no había significado su desaparición del mundo oficial; no solamente par­
ticipó activamente en la elaboración del proyecto de la educación socialista, sino que
en diciembre de 1934 fue designado secretario de Gobernación.
104 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

oposición del propio presidente de la República, Aberlardo L. Rodrí­


guez, los radicales del pnr mantuvieron el proyecto. Lázaro Cárdenas
lo adoptó en su campaña presidencial, haciendo hincapié^n el control
deí Estado y en la necesidad de destruir la influencia del clero en la
enseñanza.96
Más aún, el 20 de julio de 1934 el general Calles se reveló como uno
de sus más ardientes promotores, e incluso como uno de sus probables
inspiradores, cuando pronunció el discurso conocido como el grito de
Guadalajara:

la Revolución no ha terminado. Sus eternos enemigos la acechan y tratan


de hacer nugatorios sus triunfos. Es necesario que entremos al nuevo pe­
riodo de la Revolución, al que yo llamaría el periodo de la revolución psi­
cológica o de conquista espiritual; debemos entrar en ese periodo y apo­
derarnos de las conciencias de la niñez y la juventud, porque la juventud
y la niñez son y deben pertenecer a la Revolución. Es absolutamente nece­
sario desalojar al anemigo de esa trinchera y debemos asaltarla con deci­
sión, porque allí está la clerecía, me refiero a la educación, me refiero a
la escuela.97

La propuesta era decididamente revolucionaría y como tal fue vo­


tada el 13 de diciembre de 1934. El texto del artículo 3° fue reformado
en los siguientes términos:

La educación que imparta el Estado será socialista y, además de excluir


toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo
cual la escuela organizará enseñanzas y actividades en forma que permita
crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la
vida social.

Además, la nueva ley confirmaba el control del Estado sobre la en­


señanza impartida en todas las escuelas primarias, secundarias y nor­

96 El 21 de junio de 1934, Lázaro Cárdenas afirmó: "No permitiré que el clero in­
tervenga en forma alguna en la educación popular, la cual es facultad exclusiva del Esta­
do. La Revolución no puede tolerar que el clero siga aprovechando a la niñez y a la ju­
ventud como instrumento de división en la familia mexicana, como elementos retardatarios
para el progreso del Pais, y menos aunque convierta a la nueva generación en enemigo
de las clases trabajadoras"; citado en Alberto Bremauntz, La educación socialista en
México, México, s.e., p. 175.
97 Citado en Bremauntz, op. cit., pp. 193 y 194. Para la política educativa del carde­
nismo ver: Britton, op. cit., vol. 2; Victoria Lerner, La educación socialista. Historia
de la Revolución mexicana. Periodo 1934-1940, México, El Colegio de México, 1979;
Ignacio García Tellez, Socialización de la cultura. Seis meses de acción educativa, Méxi­
co, La Impresora, 1935; David L. Rahy, Educacióny Revolución social en México, 1921-
1940, México, SepseteaUs. 1974; Secretaría de Educación Pública, La educación publi­
ca en México. Del Ie de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940, México, Secreta­
ría de Educación Pública, 1941.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO IOS

males, y preveia la participación de particulares en la educación siem­


pre y cuando se ajustaran a las nuevas disposiciones y a la autoridad
del Estado en esta materia. El articulo 3° señalaba también que la en­
señanza debería estar en manos de personas que, en concepto del Esta­
do, estuvieran capacitadas moral y profesionalmente, y que tuvieran
una ‘‘ideología acorde con este precepto”. En consecuencia, prohibía
cualquier forma de intervención de corporaciones religiosas y minis­
tros de los cultos. Por otra parte, la nueva ley intentaba lograr la unifi­
cación de la enseñanza centralizando en el Ejecutivo federal la autori­
dad para legislar en ese dominio.98
No obstante las apariencias, la educación socialista no era una doc­
trina de dominación del Estado sobre la sociedad. Tampoco tenía un
propósito único, sino que perseguía afianzar la posición del Estado fren­
te a la Iglesia, aportándole el sustento de una ideología alternativa, po­
sitiva, que fuera también un instrumento mínimo de homogeneización
social. El primer punto del programa de educación pública del presi­
dente Cárdenas afirmaba que el Estado era el único representante legí­
timo de la colectividad, y que como tal debía controlar la educación
con el fin de liberar a las masas y homogeneizar la ideología de las cla­
ses populares.

Es necesidad apremiante de toda agrupación que tienda a consolidarse,


difundir y orientar los caudales de la cultura, para borrar las diferencias
y salvar los obstáculos que el medio físico, la composición étnica, la di­
versidad de idiomas, los prejuicios irracionales, y sobre todo, la desigual­
dad de posiciones económicas, oponen a la integración de un verdadero
pueblo con afinidad lingüística, homogeneidad racial, bienestar material
y comunidad de ideales; pues sólo integrado podrá actuar con personali­
dad definida en el presente y el futuro.99

Lo que el gobierno cardenista proponía con la escuela unificada era


una fórmula de integración nacional, cuyo contenido específico pre­
tendía satisfacer con la doctrina socialista, elección que parece haber
estado dictada únicamente por el clima de la época.

91 Esta reforma fue completada con un reglamento para escuelas* primarias, secun­
darias y normales particulares, fechado el 8 de enero de 193S, el cual señalaba que la
enseñanza era una función exclusiva del Estado, que sólo podría delegarla a los particu­
lares que garantizaran la fidelidad a la orientación socialista que establecía la ley. Esto
significaba que el Estado debía autorizar programas de enseñanza, métodos pedagógi­
cos, sistemas de evaluación y libros de texto de las escuelas particulares. Precisaba ins­
trucciones a propósito de los cursos de historia y geografía, y fijaba minuciosamente
los modos de control gubernamental sobre estas escuelas. Ver: “Reglamento del artícu­
lo 3* constitucional sobre las Escuelas Particulares Primarias, Secundarias y Norma­
les”, en García Téllez, op. cit., pp. 80-88.
“Programa de Educación Pública", diciembre de 1934, en García Téllez, op. cit.,
p. 33.
106 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Los programas escolares formulados según los grandes propósitos


del artículo 30,00 oscurecían el sentido popular de la escuela socialis­
ta, cuya finalidad era que los obreros y campesinos del país identifica­
ran la escuela con sus propios intereses para que la educación dejara
de ser un privilegio. Se trataba de que la escuela reflejara el medio,
101 Como
las necesidades y las aspiraciones de las clases mayoritarias.100
se pensaba que el socialismo era la doctrina que con mayor fidelidad
recogía estos elementos, entonces se escogió este camino para orientar
la educación unificada que recibirían todos los mexicanos. De esta ma­
nera, la escuela dejaría de ser el espejo y el instrumento de grupos mi­
noritarios que la habían utilizado para sostener una posición social su­
perior.
La propuesta no podría haber sido peor para las clases medias, por­
que implicaba la universalización de la cultura popular como cultura
dominante. Así, la querella escolar quedó convertida en un conflicto
de clases que rebasaba con mucho el tradicional enfrentamiento entre
Iglesia y Estado. Primero, la escuela transmitiría valores que le eran
ajenos, tales como la importancia.de las clases sociales y de las organi­
zaciones laborales en la evolución histórica; y segundo, conforme a su
inspiración revolucionaria, la escuela dejaría de ser un aparato de re­
producción social para convertirse en un instrumento de cambio. Por
otra parte, los principales temas del análisis marxista, es decir, el inter­
nacionalismo, la influencia determinante de la economía y los modos
de producción, serían el marco general de los cursos de historia y de
civismo en la escuela primaria. Este anuncio sólo podía despertar la
hostilidad de grupos sociales cuya categoría como clase autónoma ne­
gaba el marxismo, por no mencionar el hecho de que los condenaba
a la desaparición.102

100 Si nos atenemos estrictamente a las definiciones de los funcionarios de la época,


a los contenidos de los programas y de los libros de texto elaborados conforme al espíri­
tu de la reforma de 1934, encontramos una transposición relativamente ingenua de los
temas de interés del "análisis marxista”. Por ejemplo, uno de los inspiradores de la re­
forma, Alberto Bremauntz, definía la educación socialista en términos del socialismo
científico. El postulado inicial de esa enseñanza debía ser la lucha de clases, la ley de
la concentración, las crisis del capitalismo; debía explicar conceptos económicos tales
como la plusvalía, los salario*, y la teoría del valor, con objeto de formar una con­
ciencia de clase, establecer la dictadura, crear un régimen socialista y socializar los me­
dios de producción. Bremauntz, op. cit., p. 230.
101 "La educación [estará] orientada hacia las masas campesinas y obreras, debe es­
tar asociada a los problemas del medio, a las necesidades y a las aspiraciones de los gru­
pos proletarios; la educación socialista debe acordarse con el progreso técnico con vistas
a la socialización de la riqueza”. Secretaría de Educación Pública, La educación pública
en México, Del 1° de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940, vol. 1, p. 527.
102 El programa oficial de las escuelas primarias urbanas contenía un capítulo qu*
bajo el título de "Actividades para conocer y para crear estructuras sociales”, fijaba
la orientación de los cursos de historia y de civismo. La finalidad de los cursos de histo-
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 107

Los acuerdos de 1929 entre el Estado y la Iglesia no pusieron fin


a las hostilidades, sino que les dieron nuevas formas. El sexenio carde;
nista, en particular la polarización izquierda-derecha, por ficticia que
fuera en México, permitió a las autoridades eclesiásticas sumar su cau­
sa a la defensa más general de la ‘‘cultura cristiano-occidental”. La
marginación política fue el primer punto de convergencia entre la Igle­
sia y las clases medias, o dicho de otra manera, cuando el Estado rom­
pió sus vínculos simbólicos con estos grupos, la Iglesia consolidó los
suyos. Entre 1934 y 1940, la convergencia fue mayor que nunca, y se
produjo en parte a pesar de una estrategia vaticana diseñada a un océano
de distancia.
En junio de 1937, el Papa Pío XI dirigió al clero y a los católicos
mexicanos la encíclica Firmissimam Constantiam, en la que rechazaba
la lucha de clases apelando a la conciliación social. Señalaba Pío XI que
en una estructura social desequilibrada, donde no existe clase media
“que por naturaleza defiende el orden y la paz”, la evolución es el úni­
co alivio posible a los antagonismos de clase.103 En consecuencia, re­
comendaba a los católicos que orientaran su participación política ha­
cia cauces parlamentarios y que formaran un solo partido.
Las sugerencias del Papa en materia de organización partidista no
podían ser menos afortunadas, al menos para el caso mexicano. A ese
respecto, la propuesta vaticana aspiraba a ofrecer una alternativa al
individualismo liberal, con la reconstitución de los “cuerpos profesio­
nales” que agruparían a los individuos “no de acuerdo con la posición
que ocupan en el mercado de trabajo, sino conforme a las diferentes

ria era que los niños conocieran la evolución de la humanidad desde cuatro puntos de
vista: el de contacto con todos los pueblos del mundo, el de la influencia del medio físi­
co, el del desarrollo económico y el de las diferentes organizaciones sociales. El progra­
ma señalaba que los maestros debían fomentar en el niño sentimientos de solidaridad
y destruir los prejuicios; debían inculcar sentimientos patrióticos de acuerdo con la rea­
lidad histórica mexicana, exponer las biografías de grandes personajes y de benefactores
de la humanidad. Entre los grandes temas a tratar estaban: el feudalismo, la revolución
industrial, el capitalismo, el imperialismo y el socialismo. Los objetivos de la enseñanza
del civismo eran: precisar el concepto de individuo y su función social en el régimen eco­
nómico vigente, estudiar los modos y las relaciones de producción, explicar científica­
mente la situación económica de México. Entre los grandes temas a tratar se proponían:
el origen de las clases sociales, las causas de la lucha de clases, los fundamentos econó­
micos de la vida social, los diferentes sistemas de organización económica desde el co­
munismo primitivo hasta el capitalismo, la lucha por el establecimiento del régimen so­
cialista y el sindicalismo. Secretaria de Educación Pública, La educación pública en
México, op. cit., vol. 2, pp. 158-188.
103 Pío XI también recomendaba que en caso de ataque frontal, la resistencia católi­
ca respondiera con protestas cívicas como la suspensión del pago de impuestos y el cie­
rre de comercios. “De los principios de Acción Católica que propone al clero S.S. el
Papa Pío XI en su encíclica “Firmissimam Constantiam”, Christus, año 2, núm. 21, agosto
de 1937, p. 165.
108 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ramas de la actividad social que desempeñan”.104 En México, sin em­


bargo, el partido oficial se le había adelantado al Vaticano con una
solución corporativista que ei;a la base de la política de masas del car­
denismo, precisamente el enemigo de la Iglesia y de las clases medias,
y cuya existencia, además, ignoraba el Papa. Asimismo, no era esa una
fórmula que congeniara Con los valores de las clases medias mexica­
nas, aferradas al liberalismo y a las garantías del individuo frente al
Estado y frente a las grandes corporaciones populares alentadas por
el gobierno cardenista.
No obstante este impedimento, entre la Iglesia y las clases medias
se desarrollaron vínculos muy estrechos, pero no en el terreno de los
partidos políticos, sino en el de las instituciones educativas privadas
donde, paradójicamente, una y otras gozaban de un amplio margen
de libertad, sobre todo después de la derrota de la educación socialista.
El acercamiento más notable entre Iglesia y las clases medias se pro­
dujo en el medio universitario. Al finalizar el conflicto de 1926-1929
se delimitaron los ámbitos de acción tolerada de la Iglesia; entre ellos
destacaba la educación superior, que nunca ha sido materia del artícu­
lo 3°, y junto con ella las clases medias, que seguían siendo los únicos
grupos que podían acceder a ese nivel de enseñanza.
En la medida en que el gobierno concentraba su atención en obre­
ros y campesinos, la Iglesia quedaba en libertad de desarrollar sus ca­
pacidades organizativas entre los independientes. Gracias a la libertad
de enseñanza que prevalecía en la Universidad Nacional —que seguía
siendo un centro importante de formación de élites y de reproducción
de las clases medias—, la Iglesia pudo salvaguardar una de sus funcio­
nes tradicionales. Además, en esa época pudo recrear en el medio uni­
versitario una estructura de militancia religiosa y política, la Unión Na­
cional de Estudiantes Católiços, cuyos antecedentes podían rastrearse
en el Partido Católico Nacional, y que fue centro de entrenamiento
de numerosos líderes políticos, tanto de la oposición como del partido
en el poder.105
Durante el gobierno de Cárdenas, la UNAM, universidad liberal, fue
un centro muy importante de oposición antigubernamental animada
por la Confederación Nacional de Estudiantes (cne) y por la mencio­
104 Pío XI “Quadragesimo Anno”, citado en Jean-Marie Mayeur, Des partís cal·
holiaues à la Democratie-chretienne. xixe et xxe siècles, París, Armand Colin, 1980, p. Htf·
105 Entre 1911 y 1912, a la sombra del Partido Católico Nacional se desarrollaron
la Sociedad Filosófica Católica de Estudiantes y el Centro de Estudiantes Católicos. Es­
tas dos organizaciones constituyeron el núcleo de la Asociación Católica de la Juventud Me­
xicana, un centro importantísimo de resistencia urbana anticallista. Ver: Antonio Rius
Facius, Lajuventudd católica y la revolución mejicana, México, Εφ Jus, 1963, Colec­
ción México Heroico. Ver también: Adame Goddard, op. cit., y Roderic Ai Camp, Me­
xican leaders. Their education and recruitment, Tucson, the University of Arizona Press,
1980.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 109

nada unec. La educación socialista acentuó esta hostilidad porque al­


gunos, como Vicente Lombardo Toledano, se lanzaron contra la uni­
versidad liberal y se pronunciaron a favor de la inclusión de la enseñanza
superior en el artículo 3°. La ofensiva lombardista radicalizó las posi­
ciones del activismo universitario y la tendencia a la organización in­
dependiente en ese medio. A este respecto, habría que señalar única­
mente que muchos de los militantes católicos anticardenistas de los años
treinta participaron después en la movilización católica de principios
de los años sesenta, en una nueva etapa de la querella escolar, soste­
niendo a lo largo de este periodo una tradición de lucha por la organi­
zación y la participación independientes.
En lo que se refiere a la lucha contra el artículo 3°, la jerarquía ecle­
siástica logró reunir un amplio apoyo social gracias a una activa cam­
paña de pastorales, circulares e instrucciones que difundía los domin­
gos desde el púlpito. Tal y como correspondía a la época, los obispos
mexicanos condenaron la reforma con base en la incompatibilidad esen­
cial entre catolicismo y socialismo.106 En el combate por la libertad de
las escuelas privadas, la Iglesia tuvo el respaldo de las clases medias,
fueran o no católicas.
En 1934, la Iglesia en México no era ni pobre ni débil, y seguía ejer­
ciendo un gran atractivo sobre las masas, lo cual no significaba que
hubiera fracasado el proceso de secularización. Los partidarios del Es­
tado habían ganado en la medida en que habían logrado confinar las
relaciones y el conflicto cón la Iglesia a la esfera cultural de la vida
social; sin embargo, en el terreno de la querella escolar, la Iglesia no
estaba dispuesta a ceder posiciones. Sometiendo a prueba su alcance
social y aprovechando la movilización general que acompañó las re­
formas cardenistas, la Iglesia recurrió a las organizaciones de laicos
que dependían de ella para entablar una batalla sistemática contra la
educación socialista.
La reacción católica organizada contra la educación socialista de­
mostró que la Iglesia había superado sin grandes dificultades los asal­
tos del callismo. A pesar de que el conflicto de 1926-1929 había gol­
peado duramente el aparato de organización de los laicos, éste no había

106 “Carta Pastoral Colectiva que el Episcopado Mexicano dirige a los muy Ilustres
Cabildos, al Vble. Clero Secular y Regular y a todos los Fieles sobre la Doctrina Educa­
tiva de la Iglesia”, en Christus, vol. 1, núm. 1, diciembre de 1935, pp. 26-36. Es de señalar
la aparición de esta publicación periódica que surgió como un instrumento de la jerar­
quía eclesiástica —muchos de cuyos miembros estaban todavía en el exilio— para es­
tructurar y organizar la defensa del clero contra las autoridades civiles, al mismo tiempo
que trataba de restablecer su control sobre las parroquias. Esta revista mensual estaba
reservada al clero mexicano. El primer número apareció firmado en San Antonio, Te­
xas, por el arzobispo de Michoacán y delegado apostólico, monseñor Leopoldo Ruíz
y Flores. La sola fundación de la revista es un indicio del espacio social del que gozaba
« Iglesia, a pesar de todo.
110 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

sido desmantelado, y la reanudación de los ataques del Estado contri­


buía a la reincorporación de esta estructura.107 Razón de más para que
las clases medias, que habían sido simbólicamente desplazadas del po­
der y que no habían logrado formar una organización que fuera a la
vez poderosa e independiente, se acogieran a la estructura eclesiástica
en un gesto de autodefensa.

Las clases medias como grupo de referencia


de la sociedad mexicana

Las políticas del gobierno cardenista no sólo se toparon con la oposi­


ción de las clases medias, sino que irritaron a los grandes empresarios
del norte del país y a numerosos grupos populares que habían protes­
tado también contra la inflación y la política de secularización. Asi­
mismo, algunas otras restricciones contribuyeron a poner fin al pro­
yecto cardenista, desde la vecindad con los Estados Unidos, que limita
efectivamente la gama de las opciones políticas para México, hasta los
objetivos que desde 1917 legitimaban la acción gubernamental: el de­
sarrollo de la democracia y de una economía capitalista equilibrada (si
bien el radicalismo cardenista no había renunciado a ellos).
Al acercarse el fin del sexenio, el gobierno de Lázaro Cárdenas pre-
vió que el costo de la exclusión de las clases medias podía significar
una fragmentación política generalizada. Divididas entre el prm, la
oposición almazanista, el pan, las organizaciones católicas y los gru­
pos de extrema derecha, las clases medias podían arrastrar al resto de
la sociedad en este proceso.de desarticulación interna. Era preciso per­
mitir que recuperaran su coherencia a partir de la restauración de la
legitimidad liberal, además de que el acelerado deterioro de la política
internacional demandaba una tregua social. La expropiación petrolera
en marzo de 1938 había demostrado la fuerza conciliadora del senti­
miento nacional. Los dos últimos años del gobierno cardenista tuvie­
ron una tónica distinta a la de los cuatro primeros. Con esta reorienta­
ción sobrevino el tercer y último momento de la evolución de las clases
medias en la jerarquía del prestigio social; Manuel Ávila Camacho, el
candidato del partido oficial para suceder a Lázaro Cárdenas, parecía
hecho a la medida de las demandas de las clases medias.

107 “Sumaban centenares de miles los miembros de las organizaciones de laicos. El


Apostolado de la Oración tenia medio millón de socios, las Congregaciones Marianas
de los jesuítas, más de 20,000; cifras altas, que no fáciles de precisar, las vot, Venera­
bles Órdenes Terceras de San Francisco, de Santo Domingo y de San Agustín, y quizá
más de 300 000 la Acción Católica, apenas fundada en 1928”. Luis González, Los artífi­
ces del cardenismo. Historia de la Revolución Mexicana. Periodo 1934-1940, México.
El Colegio de México, 1979, pp. 62-70, p. 64.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 111

El primer paso hacia la reconciliación del Estado con las clases me­
dias fue la entronización de la unidad nacional como objetivo domi­
nante de la política gubernamental.108 Esta fórmula estaba destinada
a disolver, bajo el signo de la conciliación social, los antagonismos de
clase que habían exasperado las políticas de Cárdenas. La reconcilia­
ción a través del nacionalismo significó para el grupo en el poder la
vuelta a los principios más caros de la tradición liberal: el individualis­
mo y el respeto a la propiedad privada. Con ello, los valores y las aspi­
raciones de las clases medias recuperaron la legitimidad perdida.
Después de 1940, dentro del discurso oficial, el desarrollo económi­
co, la democracia y las clases medias se convirtieron en la trilogía de
una gran empresa: la modernidad. Así fue como estos grupos fueron
reconocidos por la élite política, con todas sus virtudes y cualidades
de moderación, como el grupo de referencia legítimo de toda trayecto­
ria social. A partir de entonces, las clases medias mexicanas empeza­
ron a desempeñar una función ideológica esencial desde la pasividad
de una posición que hacía de ellas el símbolo de la democracia mexicana.
Como gesto para expresar el reconocimiento oficial de la vigencia
del sistema de valores de las clases medias, el presidente electo, Ma­
nuel Ávila Camacho, unas semanas ante? de asumir el poder, hizo una
declaración pública de fe católica. Esto no significa que estos grupos
fueran particularmente religiosos en comparación, por ejemplo, con
las clases populares; pero semejante declaración tenía alcances políti­
cos obvios en términos de cuál sería la tolerancia gubernamental fren­
te a las instituciones independientes. Para mayor alivio de las clases
inedias, esta declaración estuvo acompañada del rechazo enérgico y ex­
plícito a los comunistas: “No, los comunistas no colaborarán con mi
gobierno”.109
Ávila Camacho respondió más satisfactoriamente a las insegurida­
des de las clases medias cuando anunció que la Revolución mexicana
iniciaba una “nueva etapa”, de consolidación material y espiritual de
las conquistas sociales de los años anteriores, lo cual era una promesa

108 Para un análisis histórico de la idea de unidad nacional y del uso político que
de ella hizo el gobierno de Manuel Ávila Camacho ver: Antonio Bermúdez y Octavio
Véjar Vázquez, No dejes crecer la hierba...: el gobierno avilacamachista, México, Costa
Antic, 1969, ver también Luis Medina Peña, Del cardenismo al avilacamachismo. His­
toria de la Revolución Mexicana. Periodo 1940-1952, México, El Colegio de México,
1976. Para el contenido ideológico del nacionalismo mexicano ver: Rafael Segovia, “El
nacionalismo mexicano. Los programas políticos revolucionarios**, en Centro de Estu­
dios Internacionales, Lecturas de política mexicana, México, El Colegio de México, 1977,
PP. 37-54.
109 "Entrevista de José Valadés a Manuel Ávila Camacho’’, Hoy, 21 de septiembre
de 1940. Citada en Gerardo Peláez, Partido Comunista Mexicano. 60 años de historia
l· Cronología 1919-1968, México, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1980, p. 63, Co­
lección Realidad Nacional.
112 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

de estabilidad y desmovilización de los grupos populares. Desde el (tí*


en que tomó posesión como presidente de la República, insistió en que
había que rechazar los sectarismos, apeló a la tolerancia y a la frater-
nidad nacional, y se comprometió a proteger las libertades individua'
les y a garantizar el imperio de la ley sobre todos los mexicanos, sin
distinción de creencias políticas y religiosas.110
A partir de estos elementos, el gobierno avilacamachista proponí*
un consenso nacional que vería la democracia como un producto da
una tradición histórica, y ya no como una ruptura revolucionaria. U
nación se imponía a las clases sociales, y en el discurso el mérito indivi*
dual era el principio legítimo de estratificación social, la cual era resul­
tado de un proceso espontáneo y ya no de profundos desequilibrios
de la estructura social. Por consiguiente, el bienestar sería menos 1*
responsabilidad de una política gubernamental y más el producto de
la suma de una multiplicidad de situaciones individuales mejoradas*
Todas estas racionalizaciones contribuían a limitar la responsabilidad
del Estado en el compromiso que había asumido con los grupos popu-
lares durante el cardenismo.
A través de estos cambios en el discurso, que también incidieron en
decisiones políticas específicas, las clases medias pudieron incorporar*
se al proyecto del grupo en eí poder, simbólica y realmente como se
verá más adelante. Tal como Cárdenas lo había hecho en 1934, Ávila
Cámacho replanteó en 1940 los términos de legitimación del régimen
revolucionario, pero en esta ocasión logró contrarrestar el potencial
desestabilizador que poseían las clases medias como generadoras de pro­
yectos políticos alternativos. Con la propuesta avilacamachista, el Es­
tado acogió como propios, ahora sí, todos los valores de las clases me­
dias, y al hacerlo les arrebató buena parte de su autonomía.

Una escuela socialista para las clases medias

En la historiografía tradicional del México contemporáneo, la llegada


al poder del presidente Manuel Ávila Camacho marca el principio dei
revisionismo revolucionario. Sin embargo, tanto en el caso del debate
escolar como en otros terrenos, fue el propio presidente Cárdenas el
que dio los primeros pasos hacia la modificación de las decisiones re­

no “p¡do con todas las fuerzas de mi espíritu a todos los mexicanos patriotas, a todo
el pueblo, que nos mantengamos unidos desterrando toda intolerancia, odio estéril,
esta cruzada constructiva de fraternidad y de grandeza nacionales”, ‘‘Discurso del Ge­
neral Manuel Ávila Camacho al protestar como Presidente de la República ante el Con­
greso de la Unión”, 1° de diciembre de 1940, en Cámara de Diputados, Los presidenta
de México ante la Nación. Informes, manifiestos y documentos de 1821 a 1966, México*
Imprenta de la Cámara de Diputados, vol. iv, op. cit., p. 149.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 113

formistas adoptadas en 1934. La querella escolar había sido un elemento


central en los enfrentamientos que se habían producido durante el go­
bierno cardenista. En particular, había atizado la hostilidad entre el
gobierno y los grupos de clase media, cuya movilización había adqui­
rido proporciones alarmantes.
En noviembre de 1939 se reanimaron las pasiones en torno a la que­
rella escolar luego de que el gobierno anunció que sometería a las Cá­
maras un proyecto de ley reglamentaria del artículo 30.111 La unpf y
el pan organizaron manifestaciones públicas, movilizando a grupos im­
portantes de opinión en contra de la educación socialista; a fines de
1939, esas protestas ya no podían ser ignoradas y obligaron al gobier­
no a modificar el proyecto inicial.112 En la ley reglamentaria del 3 de
febrero de 1940, la uniformización de la enseñanza ya no era prioridad
gubernamental.
El texto de la ley era bastante menos agresivo que los documentos
oficiales que en 1934, 1935 y 1936 habían propuesto o explicado la in­
troducción de la educación socialista. La palabra misma “socialista”
aparecía sólo dos veces, y su contenido modificaba esencialmente la
noción de “socialismo” manejada en los años anteriores y que preten­
día apoyarse en la teoría marxista. La nueva ley establecía que el obje­
tivo de la educación era: “el desarrollo armonioso de las capacidades
físicas e intelectuales del individuo”, para que pudiera “participar en
la evolución histórica de su país y en la realización de los postulados
de la revolución mexicana”; abandonaba las nociones de “luchas de
clases” y de “formación de la conciencia proletaria”, y hablaba en cam­
bio de objetivos de “consolidación y perfeccionamiento de las institu­
ciones democráticas y revolucionarias”, que estimularían los esfuer­
zos destinados a lograr una vida social más justa y humana. El
reglamento no suprimía el control del Estado sobre la enseñanza pri­
maria, secundaria y normal, pero preveía la participación de los parti­
culares en la educación, haciendo hincapié en que esa participación de­
bía orientarse hacia la enseñanza superior.
Si bien la ley reglamentaria respetaba en la forma la educación so­
cialista tal y como había sido definida en 1934, su interpretación se in­
clinaba más hacia el nacionalismo. Por ejemplo, el artículo 48 señala­
ba que la escuela debía fortalecer los conceptos de unidad y de
nacionalidad; por tanto, la educación debía inspirar los ideales frater­
nos que derivaban del carácter socialista de la organización educati-

1 El texto de 1934 del artículo 3° había provocado tales conflictos que se pospuso
la elaboración de la ley reglamentaria correspondiente. Hasta 1939 sólo se habían adop­
tado reglamentos particulares referidos a la enseñanza privada.
2 Para las peripecias de esta auténtica tempestad política ver: Lerner, op. cit., pp.
«75-192, y Luis Medina Peña, Del cardenismo al avilacamachismo, op. cit., pp. 345-400.
114 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

va.*1,3 De esta manera, la ley reglamentaria abría la puerta a la modifi­


cación del artículo 3° porque especificaba que lo socialista de la ense*
ñanza dependía de.su organización y no de su orientación. Esto signi­
ficaba en realidad que los obreros y los campesinos serían atendidos
prioritariamente por la educación pública.
La reforma del artículo 3° era inevitable. En 1940, la Secretaría de
Educación Pública trató de ajustar los programas a las intenciones de­
mocráticas proclamadas por el gobierno. Entonces se habló otra vez
de “la nueva escuela mexicana”:

La nueva escuela mexicana, esencialmente democrática, científica y de tra­


bajo, no tiene doctrina ni tendencias que no sean las que constituyen la
raíz misma de nuestra nacionalidad.114

Ávila Camacho parecía convencido de ello, pero antes de suprimit


la educación socialista, que después de 1945 resultaba incómoda tam­
bién en los foros internacionales, era necesario encontrar una alterna­
tiva. La nueva fórmula tenía que satisfacer por igual a los grupos opo­
sitores y al gremio magisterial, que estaba formado también por clases
medias y que se había comprometido con la escuela socialista. La bús­
queda pospuso varios años la reforma. Mientras tanto, un segundo re­
glamento fue preparando el terreno, vaciando paulatinamente de con­
tenido la noción “socialista”. Había que actuar con cautela porque
el tema había dado pruebas suficientes de ser muy explosivo.
El 26 de diciembre de 1941, el presidente Ávila Camacho envió a
la Cámara de Diputados un proyecto de ley destinado a modificar las
modalidades de aplicación del artículo 3°. Según la exposición de mo­
tivos de la iniciativa presidencial, este ordenamiento se prestaba a con­
fusión porque había sido redactado en términos muy vagos que favo­
recían una interpretación errónea del espíritu de la ley. Cuando se
hablaba de socialismo, decía, era preciso recordar que esa noción de­
bía armonizar con el conjunto de la Constitución. De suerte que era
necesario especificar la orientación de la educación nacional como parte
de un todo coherente, para evitar así que el artículo 3° siguiera siendo
bandera de grupos que no tenían ninguna afinidad con el régimen po­
lítico, social y jurídico vigbnte.
El término “socialista”, según la iniciativa de Ávila Camacho, se

* Cursivas de la autora.
1.3 “Ley orgánica de Educación reglamentaría de los artículos 3°, 27 fracción »'·
31 fracción i, 73 fracciones x y xxv, y 123 fracción xu constitucionales, Diario Οβ^α1,
3 de febrero de 1940, vol. exvu, núm. 29, pp. 1-9.
1.4 Secretaria de Educación Pública, Memoria de la Secretaría de Educación
ca. Septiembre de 1940-agosto de 1941, México, Talleres Gráficos de la Nación, 194»·
p. 11.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 115

refería a la doctrina social que se había forjado en los campos de bata­


lla de la Revolución mexicana. El presidente agregaba que urgía armo­
nizar el artículo 3° con las otras disposiciones constitucionales, ya que
la interpretación errónea de la noción socialista había tenido “resulta­
dos lamentables para la tranquilidad de la nación, y para el desarrollo
de la acción educativa’’. El reglamento tenía precisamente como pro­
pósito esa armonización:

Por medio de la Ley Reglamentaria cuya expedición se inicia, en la que


se eliminan posiciones políticas ajenas a nuestra historia y nuestro régi­
men constitucional y que en sí mismas llevan el germen de disolución de
nuestra integridad nacional.115

El nuevo reglamento no suprimía formalmente la orientación socia­


lista de la educación, pero la definía como una doctrina de solidaridad
y de respeto a la colectividad, cuyo propósito era disminuir las desi­
gualdades económicas y sociales. El socialismo educativo así definido
debía contribuir al desarrollo y la consolidación de la unidad nacional
y eliminar las influencias sectarias, ya que —continuaba el documento—
la educación debía suscitar en los niños el amor a la patria y a las tradi­
ciones nacionales, e inculcarles convicciones democráticas.116
La ley reglamentaria de 1941 no renunciaba al control oficial sobre
la enseñanza, pero tuvo una enorme importancia porque de hecho mo­
dificó el artículo 3° en los términos que fueron finalmente adoptados
en 1945, mismos que privilegiaban la formación de una conciencia na­
cional con respecto de la conciencia social que había pretendido pro­
mover la educación socialista. Esta Ley Orgánica de la Educación Pú­
blica, votada en 1941 y que se mantendría vigente hasta 1973, afirmaba
que el objetivo de la educación era configurar una nacionalidad sóli­
da, que armonizara con “nuestro medio físico, nuestra raza, nuestras
tradiciones, nuestra cultura y nuestros pensamientos democráticos”.
Le devolvía a la familia su papel primordial en la educación, y supri­
mía la educación mixta, “que no ha tenido resultados positivos y cuyo
mantenimiento sólo puede ser nocivo al bienestar social, puesto que
es una institución que repugna a la nación”.
Asimismo, en la exposición de motivos de la ley reglamentaria, Ávila
Camacho firmaba la paz con la Iglesia. Según él, los postulados de la
Revolución se habían arraigado en la conciencia nacional y, en conse­
cuencia, ya no era necesario combatir las actividades religiosas de los
mexicanos, que de todas maneras garantizaba el artículo 24 de la pro­
pia Constitución.

115 Manuel Ávila Camacho, “Exposición de motivos", sep, Ley Orgánica de Edu­
cación Pública, México, Ediciones de la Secretaria de Educación Pública, 1942, p. 9.
116 Ibid., pp. 13-15.
116 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

En 1945, las discusiones a propósito de la inminente reforma al ar­


tículo 3° no provocaron las inquietudes y la agitación que caracteriza­
ron proyectos anteriores. Entre otras razones porque Jaime Torres Bo-
det, secretario de Educación Pública, encontró la manera de formular
un proyecto que fuera a la vez nacionalista y democrático, tomando
como referencia no el socialismo mexicano, sino los sistemas totalita­
rios que en 1943 se habían declarado enemigos de la democracia:

Democrática y mexicana por inspiración, nuestra escuela habrá de ser hon­


damente social en su actividad. Lejos de nosotros la pretensión de los dic­
tadores que se apoderan del educando como pieza anónima y obediente
del sistema despótico que gobiernan.1,7

La situación internacional facilitó la modificación del artículo 3°;


a ello contribuyó también el hecho de que en 1945, Torres Bodet asis­
tió como representante de México a la fundación de la UNESCO en Lon­
dres. El acta constitutiva del organismo de Naciones Unidas para la
educación y la cultura comprometía a sus miembros con la libertad,
la justicia y la democracia. La modificación del artículo 3° se había
convertido en un compromiso internacional.
El anuncio de la reforma no suscitó la tan temida reanimación de
la querella escolar. El avilacamachismo, en palabra y en obra, fue el
disuasivo más eficaz de la reactivación. De hecho, en 1945, la única
oposición a la propuesta gubernamental podía provenir de los maes*
tros, al.fin unificados en un solo sindicato, el Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación.118
La reforma de 1945 fue discutida por los maestros en la Conferen­
cia Pedagógica celebrada en noviembre de 1945, en la que coincidie­
ron con Avila Camacho en que el texto del artículo 3° se prestaba a

1.7 Jaime Torres Bodet, “Discurso pronunciado en la sesión inaugural del Congre
so de Unificación Magisterial, el 24 de diciembre de.1943”, en Jaime Torres Bodet, Edu­
cación mexicana, discursos, declaraciones y entrevista, p. 12. Años más tarde, Torre*
Bodet escribió que la educación socialista había sido apenas uno de tantos incidente*
que sobrevienen a una joven nación que busca identidad e independencia política. 14
calificaba de fuego de artificio que había provocado confusiones porque algunos habí»1
creído que podían modificar la realidad cambiando las leyes. "[...] y no era ni un dem»·
gogo de la Revolución ni (mucho menos) un enemigo de sus principios, ni un escéptico
de obra. Estaba plenamente convencido (...] de que nada resultaría más desastroso quf
un sistema escolar dominado por los ejecutores de cualquier secta, política o religio**'
obediente a las instrucciones del extranjero. Ni Washington, ni Moscú; y desde luego
tampoco Roma”; Torres Bodet, Años contra el tiempo, Memorias, México, Editorial
Porrúa, 1969, p. 22.
1.8 Para la historia del proceso de unificación ver: Medina Peña, Del cardenismo*
avilacamachismo, op. cit., pp. 366, et passim.
CLASES MEDIAS FRENTE AL PODER REVOLUCIONARIO 117

confusiones, aunque para ellos los beneficiarios de esta falta de clari­


dad habían sido los reaccionarios.119
El argumento central de los debates fue que la posición de los secto­
res revolucionarios era débil frente a los ataques de la reacción, ya que
la orientación de la educación llamada socialista no correspondía a la
realidad nacional. Por tanto, era necesario arrancarle esa bandera y
reformar el artículo 3° para defender los intereses populares.120
El documento final de la conferencia insistía en la necesidad de ata­
car los fanatismos y los prejuicios, pero se pronunciaba por la libertad
de creencias. La escuela mexicana quedó entonces definida como una
institución cuyo objetivo era mantener la tradición política nacional,
que formaba parte de las luchas populares que perseguían la creación
de la patria mexicana, la independencia política y económica, el esta­
blecimiento de un régimen democrático y la instauración de normas
de justicia social. La escuela debía ser el centro de formación de la con­
ciencia ciudadana, y ya no el de la conciencia social como se había pro­
puesto en 1934.
Todas estas generalidades pretendían dar a la educación un conte­
nido ideológicamente neutro y resolver las contradicciones que vicia­
ban desde la base el sistema. El amor a la patria y la conciencia de soli­
daridad internacional debían reemplazar las posturas partidistas y las
lealtades doctrinales. Torres Bodet presentó su proyecto de educación
nacional en los mismos términos. La reforma que se votó en 1946 atri­
buyó a la escuela una orientación democrática, cuyo propósito era el
mejoramiento económico, social y cultural de las masas populares. El
consenso escolar que se proponía después de casi tres décadas de dispu­
tas expresaba claramente un cambio en la percepción que el propio Es­
tado tenía de su función social. A partir de ese momento, la escuela
dejaría de ser un instrumento del poder público para cambiar las acti­
tudes sociales; tampoco sería un agente democratizador que homoge-
neizara símbolos y valores de las diferentes clases sociales inspirándo­
les un sentido de comunidad nacional. Derogada la educación socialista,

119 “Bajo la dirección del Vaticano, la Reacción forma parte de una conjura inter­
nacional, cuyo objetivo es realizar las pretensiones de la Iglesia que quiere capitalizar
en beneficio propio los resultados de la guerra y favorecer a los grupos sociales privile­
giados [nótese que ya no se habla de clases], cuyos intereses coinciden ¿on los de la Igle­
sia, sobre todo en el plano económico"; “Relato de la conferencia convocada por el
comité ejecutivo del snte, para discutir las proyectadas reformas al articulo 3° consti­
tucional", en Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Conferencia peda­
gógica, México, Ed. Costa Amic, 1946, p. 25.
120 Alberto Bremauntz, que desempeñó un papel central en la reforma de 1934, fue
de los pocos en dudar de una modificación que podia ser interpretada como una conce­
sión a la “reacción”. Pero tanto los delegados del pcm como Lombardo Toledano se
pronunciaron por una politice de unidad nacional y por la reforma del articulo 3°. No
cabe duda que esta posición fue decisiva para los maestros.
118 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

la escuela pública mexicana perdió los acentos liberadores y el sello po-


pular de los años treinta para convertirse en el instrumento supuesta­
mente neutro de introducción de la igualdad de oportunidades, que fue
otra manera de entender el compromiso de la Revolución con las clases
populares. La meritocracia se impuso entonces como justificación de
la estratificación social. El éxito de los valores de las clases medias en la
orientación de la escuela mexicana fue completo.
El proyecto de reforma al artículo 3° que envió el presidente Ávila
Camacho a las Cámaras en diciembre de 1945 fue recibido favorable­
mente por los adversarios del Estado educador; únicamente la UNPF
pretendió insistir en la libertad de enseñanza. Sin embargo, la jerar­
quía eclesiástica vio la reforma como un paso importante hacia la li*
bertad y la tranquilidad espiritual de la nación, y así lo expresó:

La orientación que da a la enseñanza tiende a procurar la estabilidad de


la familia, tan importante en las sociedades; a fomentar el patriotismo,
noble sentimiento que cooperará eficazmente a la unidad nacional y la edu­
cación en armonía con las aspiraciones actuales de la humanidad aleccio­
nada por la formidable guerra que acaba de pasar.121

Con esta reforma, la escuela se insertaba por fin en el proyecto de


una sociedad política estable que se reproduciría pacíficamente en un
marco general de cambios económicos muy acelerados. El consenso es­
colar, que era en primer lugar el consenso entre el Estado y las clases
medias,, recogía los elementos axiológicos que en el curso de las siguien­
tes cuatro décadas rigieron la vinculación entre el sistema político y
el sistema social.
El artículo modificado logró una fórmula de compromiso de las par­
tes en la querella escolar a base de conjugar los principios de la demo­
cracia individualista con la tradición del Estado educador. Establecía
que la educación estaría orientada hacia la democracia, entendida ésta
como sistema político y como sistema de vida fundado en el progreso
económico, social y cultural del pueblo. Sus objetivos eran la indepen­
dencia política y económica del país y la continuidad cultural. Ade­
más, el artículo reconocía la libertad de creencias y el derecho de los
particulares a participar en la educación, siempre y cuando aceptaran
la autoridad del Estado; mantenía además la prohibición a las órdenes
religiosas de participar en la educación. Era la regla del justo medio
en la escuela mexicana.

ni “Declaraciones de monseñor Luis María Martínez a Excélsior, publicadas d


18 de diciembre de 1945", citadas en Torres Bodet, Años contra el tiempo, op. cil··
pp. 340 y 341.
III. CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO, 1940-1960

Al terminar la segunda guerra mundial, México había experimentado


una transformación notable. En 1945, el país había perdido su aspecto
predominantemente rural y se había convertido en el escenario de un
pujante proceso de cambio industrial y de una dinámica pluralización
social. Fenómeno sobresaliente de estos años y de las décadas poste­
riores fue el crecimiento de las clases medias y la consolidación de su
presencia en el centro de la sociedad. En las visiones más optimistas
del llamado milagro mexicano, las clases medias aparecían como un
símbolo y como portadoras de la “occidentalización”, como se le lla­
maba al desarrollo en los años cincuenta?
Pese a que sus demandas tradicionales de participación política in­
dependiente no fueron atendidas, el crecimiento económico les abrió
perspectivas de movilidad y bienestar que dominaron las inquietudes
que inspiraban la monopolización del poder, la nulidad de los proce­
sos electorales y la intolerancia frente a la disidencia sindical. En la
prosperidad, sus antagonismos internos también pasaron a segundo pla­
no. Entonces las clases medias estuvieron dispuestas a entender la par­
ticipación como colaboración con el proyecto modernizador del Esta­
do mediante su incorporación ya fuera a la administración pública, al
personal político o al sector privado de una economía en expansión.
Las vías de integración de las clases medias al sistema político fueron
de dos tipos: indirectas, como el desarrollo y la reconciliación simbóli­
ca, y una directa: la cooptación. En condiciones de progreso, las clases
medias desempeñaron un papel crucial en la estabilización de las bases
de legitimidad del sistema político, dispuestas como estuvieron a su­
bordinar la defensa de la democracia a la satisfacción de sus expectati­
vas económicas.
La continuidad fue el rasgo dominante de los tres gobiernos que se
sucedieron en el poder entre 1940 y 1958. A pesar de las diferencias
de estilo que distinguen los sexenios de Manuel Ávila Camacho, Mi-
1 “La tendencia iniciada en 1940 indica claramente que cada día más mexicanos es­
tán disfrutando la ‘cultura de la afluencia’ [...]. Las clases medias y altas, el liderazgo
productivo de la modernización y de la Occidentalización de México, ahora representa­
os a más de un tercio de la población.” Howard F. Cline, Mexico. Revolution to evolu­
tion 1940-1960, Nueva York, Oxford University Press, 1963, p. 124.

11191
120 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

guel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines, las orientaciones profun­


das de la economía y de la política se mantuvieron intactas a lo largo
de estos dieciocho años. En este periodo, el Estado mexicano logró
afianzar su autonomía frente a la sociedad silenciando a las oposicio­
nes con diferentes métodos, desde la compensación económica hasta
la represión, para asumir de manera inequívoca la dirección del cam­
bio. Globalmente, éste fue un periodo de consolidación de las estruc­
turas políticas, en un contexto de crecimiento económico acelerado.
La dinámica misma de la economía contribuyó al éxito de la combina­
ción de cambio social con estabilidad política, ya que satisfacía las de­
mandas que generaban las crecientes expectativas de una sociedad en
proceso de modernización.2

Autonomía estatal y estabilización política

Esta nueva etapa de la historia política del México contemporáneo se


inició en 1940 y se prolongó hasta finales de los años cincuenta bajo
el signo del crecimiento económico y el conformismo político. El lema
de la ‘‘consolidación de las conquistas revolucionarias”, que fue la jus­
tificación central del programa de estabilización del gobierno de Ávila
Camacho, fue retomado por sus sucesores, quienes quisieron mante­
ner en la posguerra la política de unidad nacional y de conciliación so­
cial. Para lograrlo, remplazaron el estado de urgencia que había sido
declarado durante la guerra con la urgencia que creaban las necesida-
de del desarrollo económico y de las tensiones internacionales de la gue­
rra fría. En los años cuarenta, el sistema político mexicano era una es­
tructura que, desde el punto de vista de los modelos occidentales, podía
considerarse moderna: la centralización del poder era un hecho, el al­
cance de las instancias políticas había sido definido, al igual que lo ha­
bían sido las vías institucionales de participación. Por consiguiente, la
estabilización interna significó el mantenimiento de estructuras políti­
cas cuya función esencial era desalentar toda forma de participación
independiente y cualquier solidaridad de clase, que era vista como un
obstáculo a la solidaridad nacional.2 3. De suerte que, en contraste con
2 “El dinámico desarrollo experimentado ha servido hasta ahora, de válvula de es­
cape a ciertas presiones sociales que hubieran aflorado en otras circunstancias. La posi­
bilidad de ascenso en la escala de las remuneraciones se ha debido, más que a la eleva­
ción de los salarios reales en cada rama de actividad, a las oportunidades de traslado
que una economía en crecimiento ofrece para fuertes contingentes de mano de obra ha­
cia ocupaciones de más alta productividad”; David Ibarra, “Mercados, desarrollo y po­
lítica. Perspectivas de la economía de México”, en David Ibarra, Ifigenia F. de Nava-
rrete, Leopoldo Solís y Víctor L. Urquidi, El perfil de México en 1980, México, Siglo
XXI. 1970, pp. 91-198, p. 118.
3 Ver: Garrido, op. cit., pp. 340-3S6.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 121
los importantes cambios que sufrió la economía en esos mismos años,
la estructura política no experimentó ninguna transformación esencial.
En todo caso, las instituciones fundamentales —el Estado, el partido
oficial— se afianzaron y evolucionaron lentamente para absorber al­
gunos de los efectos sociales del crecimiento.
Según la doctrina oficial, los problemas políticos habían sido resuel­
tos, mientras que los económicos demandaban una atención priorita­
ria. En 1944, el presidente Ávila Camacho expresó así lo anterior: “(...]
lo que piden los habitantes no son elencos electorales, sino pan y maíz,
labor y honradez administrativa.”4 El conformismo ante los asuntos
públicos fue activamente promovido por las autoridades políticas como
complemento indispensable del control que ejercían sobre la participa­
ción.
El éxito que obtuvieron en esta empresa se explica primeramente por­
que, pese a los cambios acarreados por la Revolución, en la sociedad
persistían muchas actitudes tradicionales, como era justamente la no
participación. A ella correspondían otros valores como la reinstalación
de la familia en el centro de la vida social y la reorientación del indivi­
duo a la esfera de la vida privada, mismos que fueron también amplia­
mente difundidos por el discurso oficial. Ádemás, a excepción de al­
gunos partidos minoritarios de oposición, todos los agentes de
socialización, esto es, el partido oficial, la escuela y la Iglesia, preconi­
zaban la aceptación pasiva de la situación prevaleciente.
En este sentido, la experiencia mexicana desmentía algunos de los
postulados teóricos respecto de los efectos políticos de la urbanización
acelerada en una sociedad subdesarrollada. La estabilidad fundada en
el conformismo fue posible gracias a la capacidad de absorción econó­
mica de las ciudades? El crecimiento y la movilidad social conjura­

4 Manuel Ávila Camacho, “Discurso pronunciado al abrir el Congreso sus sesiones


ordinarias el 1° de septiembre de 1944**, en Cámara de Diputados, Los Presidentes de
México, op. cit., p. 294. El presidente Alemán haría la misma propuesta en los siguien­
tes términos: “Llegada la Revolución a su madurez, garantizadas todas las libertades
y consagrados todos los derechos por la Constitución Política que nos rige, debemos,
todos los mexicanos, dedicarnos a producir lo necesario para la satisfacción de las nece­
sidades vitales’*; Miguel Alemán Valdez, “Discurso pronunciado al abrir el Congreso
sus sesiones ordinarias el 1° de septiembre de 1948**, en Ibid., p. 403.
s Para una crítica en este sentido ver: Wayne A. Cornelius, Jr., “Urbanization as
an agent in Latin American Political Instability: the case of Mexico’’, The American
Political Science Review, vol. lxiii, septiembre de 1969, núm. 3. Por ejemplo, a partir
de 1940 la intensa migración interna y las altas tasas de crecimiento natural de la pobla­
ción urbana significaron una mayor concentración de la población en la ciudad de Mé­
xico, lo que afectó el tamaño y las características de la oferta de trabajo. La población
económicamente activa del área metropolitana creció 378.7<7e de 1940 a 1970. Sin em­
bargo, el desarrollo industrial de esta zona entre 1950 y 1970 diversificó el empleo y aumen­
tó la demanda de mano de obra, es decir, fue compatible con la absorción de esta últi­
ma. Ver: Orlandina de Oliveira, Migración y Absorción de mano de obra en la Ciudad
122 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ron la amenaza de desestabilización que hubieran podido representar


los marginados de origen urbano y rural.*6 Las perspectivas de avance
personal, económico y social mediatizaban las demandas de participa­
ción efectiva, alimentando el factor esperanza: “En la dinámica del
desarrollo se encuentran los elementos del México paciente, conformista
y hasta conservador.”7
El conformismo político de la sociedad sirvió para preservar la auto­
nomía del Estado, que había sido un logro del proceso de centraliza­
ción del poder político del periodo anterior, autonomía que era esen­
cia del autoritarismo de la época. La estructura de poder había
evolucionado hacia un sistema político integrado y coherente, que in­
cluía organizaciones sociales, tales como la Iglesia, pequeños partidos
de oposición y organismos empresariales, representantes de intereses
particulares. Aun cuando no se identificaban plenamente con la he­
rencia revolucionaria en que se apoyaba el Estado, su inclusión en el
sistema político fue una condición de estabilidad, si bien fueron admi­
tidos sólo en la medida en que aceptaron apoyar el proyecto de moder­
nización. El acuerdo de colaboración entre estos actores sociales cons­
tituyó el núcleo del pluralismo limitado prevaleciente en esos años.8
El rasgo dominante del sistema político era la centralización del po­
der y la concentración de la autoridad en la presidencia de la Repúbli­
ca. Los poderes legislativo y judicial, en lugar de contrarrestar este mo­
nopolio lo sustentaban refrendando las decisiones del Ejecutivo; el
Congreso, en particular, cumplía una función más instrumental que re­
presentativa. Convertido en 1946 en Partido Revolucionario Institu­
cional, el partido oficial quedó perfeccionado como instrumento de con­
trol de la participación, completamente subordinado a la autoridad
presidencial.9 La creciente consistencia de esta estructura contrastaba

de México, ¡930-1970,2a. ed. Serie Cuadernos del ces, México, El Colegio de México,
1977, p. 9.
6 Este seria además uno de los efectos politicos del crecimiento “(...) mientras más
abierta es la estructura de clases en una sociedad, mayor será la apatía política de su
clase trabajadora; y a la inversa, mientras más rígida sea la estratificación de una socie­
dad, mayor será la probabilidad de que las clases bajas desarrollen sus propias formas
enérgicas de actividad política”; Seymour Martín Lipset, citado en Samuel P. Hunting-
ton y Joan M. Nelson, Socioeconomic-change and political participation. Harvard Uni­
versity, Center for International Affairs, 1973.
7 González Casanova, op. cit., p. 37.
8 Esta categorización del sistema político mexicano fue hecha con base en el modelo
de regímenes autoritarios desarrollado por Juan Linz para analizar el caso de la España
franquista. Juan J. Linz, “Totalitarian and authoritarian regimes”, en Fred I. Greens-
tein y Nelson W. Polsby, Handbook of Political Science. Vol. m Macropolitical theory,
Reading, Mass., Addison-Wesley, Publishing Co., 1975, pp. 175-411; ver del mismo autor:
“Una teoría del régimen autoritario. El caso de EspaAa”, en Stanley G. Payne, ed. Po­
lítica y sociedad en la España del Siglo xx, Madrid, Ákal editor, 1978, pp. 205-263-
9 Para este proceso de centralización y distorsión del partido oficial como órgano
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 123

con la heterogeneidad, la fragmentación —económica y cultural— y


el bajo nivel de integración interna de la sociedad.10 Tal disparidad se
explica primeramente porque la modernización política se produjo en
buena medida como resultado de un proceso generardo desde el inte­
rior del Estado posrevolucionario, y porque de alguna manera estos
cambios precedieron la modernización de la sociedad. Así, el sistema
político mexicano fue más un producto de las contradicciones que se
manifestaron en el interior de la élite revolucionaria, de sus proyectos
y de sus decisiones, que de las demandas y los movimientos emanados
propiamente de la sociedad. Como ya se vio, cuando éstos surgieron
y se articularon fue para ser cooptados o reprimidos, y en todos los
casos la iniciativa, cualquiera que haya sido su destino, fue eficazmen­
te absorbida por la élite en el poder.
La disparidad entre la sociedad y las instituciones que la goberna­
ban facilitó la estabilización, ya que en este juego de relaciones asimé­
tricas el sistema político disfrutaba de una enorme autonomía con res­
pecto de la sociedad; esta autonomía era la base del autoritarismo y
de la arbitrariedad e impunidad esenciales del ejercicio del poder, con
todo lo que supone la ausencia de control de los gobernados sobre sus
gobernantes. En estas circunstancias, la sociedad estaba expuesta a los
cambios que ocurrían en el interior del sistema, que era su referencia
básica. Esta dependencia acentuaba la debilidad y la limitada capaci­
dad de agregación de la sociedad, así como su vulnerabilidad frente
a la intervención y control del Estado.
Los instrumentos de que se valió el Estado para llevar a cabo su po­
lítica de desmovilización fueron diversos. A cada grupo social corres­
pondió una táctica diferente; la represión policiaca y militar como
respuesta a las reivindicaciones de trabajadores y campesinos contes­
tatarios, la concertación para los empresarios y la jerarquía eclesiásti­
ca, la cooptación y la integración simbólica para las clases medias.
El tratamiento diferencial que dispensaba el Estado a los distintos
grupos sociales contribuyó también a la estabilización, ya que la diver­
sidad de las experiencias que cada uno de ellos extraía de sus relacio­

representativo de las clases populares y canal de sus demandas, ver: Garrido, op. cit.,
pp. 340-356.
10 Georges Lavau identifica tres formas posibles de relación autonomía-dependencia
entre el sistema político y el social: de simetría y mutua independencia; de asimetría y
preponderancia del sistema social sobre el político, el cual funciona como engranaje in­
terno del primero; y la tercera que es la que más se acerca a la mexicana que aquí inten­
tamos describir, también asimétrica, pero con preeminencia del sistema político sobre
el social. En ella, los llamados agentes del sistema político —élite del poder o partido
único o hegemónico— gozan de una total independencia respecto de la sociedad. Desde
ahí ejercen una acción constante de control sobre los agentes sociales y sobre estructuras
y procesos políticos. Ver: Georges Lavau, “Le système politique et son environnement”,
Revue Française de Sociologie, vols, xi-xn, núm. especial 1970-1971, pp. 169-181, p. 180.
124 CLASES MEDIAS Y POLITICA EN MÉXICO

nes con el poder obstaculizaba el desarrollo de la solidaridad social.


Este tratamiento diferencial acentuó el aislamiento de los grupos so*
cíales, profundizando la distancia que los separaba entre sí.
La estabilización política también fue posible porque la moderni*
dad como objetivo fue el punto de convergencia de las familias ideoló-
gicas que antes habían dividido a las clases medias mexicanas. El creci­
miento económico, la consecuente movilidad social y la calma social
que introdujo la tregua de la guerra acallaron los enfrentamientos ideo­
lógicos. Sin embargo, la reconciliación de las clases medias con las ins­
tituciones política fue producto, sobre todo, de la disposición del gru­
po en el poder a acoger como parte de sus justificaciones ideológicas·
valores que anteriormente había rechazado o condenado, por ejemplo,
el individualismo, la propiedad privada, la importancia de la familia
como institución social fundamental, la participación electoral. Apa­
rentemente la restauración de estos valores, identificados con las “autén­
ticas tradiciones mexicanas”, terna un bajo costo político porque no
suponía la renuncia inmediata ni pública a los arreglos ideológicos y
políticos previos, base del control sobre sindicatos y ligas agrarias. Sin
embargo, las desigualdades sociales que engendró un modelo de desa­
rrollo económico consecuente con esa restauración dan cuenta de su
precio real.

Las formas indirectas de participación de las clases medias

El crecimiento

La mayoría de los estudios que se han hecho sobre el proceso de indus­


trialización en México señalan a las clases medias entre los beneficia­
rios más importantes del crecimiento. Clasificada la sociedad en fun­
ción de la estructura de distribución del ingreso o de las actividades
profesionales, o bien, desdé una perspectiva amplia que incorpora pa­
trones de consumo y formas de comportamiento, numerosos autores
coinciden en señalar a las clases medias como producto y sustento del
milagro mexicano.11

11 Ver por ejemplo: Roberto Cabral, “Industrialización y política económica”, e»


Rolando Cordera, Desarrollo y crisis de la economía mexicana, México, Fondo de Cul­
tura Económica, 1981, pp. 67-100; Roger D. Hansen, La política del desarrollo mexica­
no, lia. ed. en español, México, Siglo xxi Editores, 1971; Ifigenia M. de Navarrete, “U
distribución del ingreso en México, tendencias y perspectivas”, en Ibarra, Navarrete,
Solís y Urquidi, op. cit., pp. 17-68; Raymond Vernon, El dilema del desarrollo econó­
mico de México. Papeles representados por los sectores público y privado, la. ed., Mé­
xico, Ed. Diana, 1966.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 125

Este fenómeno está estrechamente asociado con un modelo de de­


sarrollo que privilegió los intereses del capital frente al trabajo, la in­
dustria respecto de la agricultura, las ciudades respecto del campo, el
mercado de bienes de consumo duradero frente a los de consumo in­
mediato y popular. La decisión del Estado de apoyar la formación de
un vigoroso empresariado nacional incidió sobre la estructura social,
creando buenas oportunidades para los técnicos y profesionistas que
requería el desarrollo industrial. En cambio, la posición relativa de obre­
ros y campesinos se estancó, y en algunos casos llegó a deteriorarse,
a causa de la política de bajos salarios y la concentración de los recur­
sos destinados al campo en los proyectos de gran explotación comer­
cial y de exportación.12
No obstante la elevación general del nivel de vida,13 la concentra­
ción de los recursos y del impulso de crecimiento en ciertas áreas de
la economía y en determinadas zonas geográficas generó profundos de­
sequilibrios y marcadas disparidades sociales.14 La modernización eco­
nómica produjo una ruptura entre los sectores que permanecieron al
margen de ese cambio, fundamentalmente la sociedad rural, y la urba­
na que se incorporó al mismo y lo adoptó como un objetivo priorita-

12 “Entre 1950 y 1963-1964 [...] la fracción del producto [Nacional Bruto] recibida
por las familias de menor ingreso —el 507o del total— se redujo del 19.1 al 15.47o. En
cambio los contingentes de mano de obra calificada, técnicos y profesionales —cuya oferta
es relativamente limitada en proporción a las exigencias del desarrollo— experimenta­
ron seguramente una mejoría apreciable al elevarse la participación de los estratos de
clase media del 21 al 257o en el mismo período.” Ibarra, art. cit., p. 130.
13 “Esta mejoría se produjo a través cuando menos de dos rutas diferentes. El nú­
mero de empleados aumentó más que el número de habitantes y el tipo de empleos dis­
ponibles para los trabajadores mexicanos mejoró progresivamente [...]. La población eco­
nómicamente activa subió del 537» de la población adulta de México en 1940, a 597»
en 1950 y a 627» en 1960. Mientras tanto, la evolución general de empleos de salarios
bajos a otros con sueldos más elevados, se evidenció en numerosas formas. Por ejem­
plo, los trabajadores agrícolas, comparativamente mal pagados, que representaban el
647» de la fuerza de trabajo de la nación en 1940 y 587» en 1950, descendieron a alrede­
dor del 527» en 1960. Al mismo tiempo hubo una elevación correlativa en la proporción
de trabajadores como la industria y la generación de electricidad”; Vernon, op. cit-, pp.
110-111.
14 “[...] en las entidades más prósperas —con un ingreso promedio por habitante
superior a 6 000 pesos anuales— vive el 30.37» de la población; se genera el 59.67» del
valor total de la producción de la industria de transformación; se beneficia con energía
eléctrica el 80.97o de los moradores; se eroga el 55.87» del gasto total conjunto de los
gobiernos estatales y el imss ampara el 29.37» de la población total. En cambio en las
entidades de ingreso bajo (con un ingreso por habitante inferior a los 4 000 pesos anua­
les) se concentra la mayoría de los mexicanos, 43.77», se genera solamente el 12.97o del
producto industrial, se beneficia con energía eléctrica el 41.47» de los habitantes, queda
amparada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (imss) solamente el 6.77» de la
población; se gasta el 22.17» del total erogado por los gobiernos locales; y el 72.17» de
la población económicamente activa se dedica a la agricultura”; Ifigenia M. de Nava-
rrete, op. cit., p. 33.
126 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

rio.ls Muchos de los problemas del México de entonces, al igual que


los de otros países que en esos momentos luchaban por salir del subde­
sarrollo, eran analizados como producto de la incómoda coexistencia
entre ambas sociedades.
Durante estos años de crecimiento, el Estado mexicano entendió su
responsabilidad social primeramente como apoyo a la industrialización
y a los empresarios privados. Aunque desde luego no renunció a su
compromiso de proporcionar servicios sociales básicos de salubridad
y educación, este renglón del presupuesto federal disminuyó en rela­
ción con las inversiones en infraestructura agrícola e industrial.16 El
proyecto económico no incluyó un plan de redistribución de los frutos
del crecimiento, pero los efectos sociales de la inequidad no se mani­
festaron sino hasta los años cincuenta, cuando la estructura piramidal
de ingresos se combinó con una tasa de natalidad de más del 3% y con
un acelerado crecimiento urbano, planteando graves problemas de des­
empleo y marginalidad.
El crecimiento mexicano parecía confirmar la hipótesis de que la ló­
gica del desarrollo exigía que la distribución del ingreso favoreciera a
la llamada clase media en ascenso antes de beneficiar a todos los gru­
pos sociales de manera más o menos equitativa.17 Lo cierto es que los
desequilibrios de la estructura económica no sólo no impidieron la ex­
pansión de las clases medias, sino que contribuyeron a ella porque la
política económica invariablemente concentró recursos en las áreas mo­
dernas de la economía que eran el medio natural de estos grupos.
Según datos de la distribución del ingreso, entre 1950 y 1963 la par­
ticipación de los estratos considerados como clases medias (deciles viU
y IX) había registrado el mayor aumento relativo, lo que significa que
su posición había mejorado sustancialmente.18 Estos estratos, una vez

,s Según esta perspectiva, a principios de la década de lós sesenta dos Méxicos vi­
vían lado a lado, escindidos por la modernización: el tradicional y el “occidentalizado”
o moderno, que eran también el rural y el urbano o el industrial y e, subdesarrollado.
Ver por ejemplo: Cline, op. cit., pp. 110-112, Pablo González Casanova también desa­
rrolla esta noción de sociedad dual, aunque su análisis es más critico y pesimista que
el de Cline, en La democracia en México, op. cit.
16 Tomando la clasificación del gasto público de James W. Wilkie, encontramos que
entre 1940 y 1958 el gasto del presupuesto federal en actividades económicas fue conti­
nuamente en aumento, de manera que del 37% que representaba en 1941 pasó a mis
del 58% en 1958; en cambio, el gasto social en esos mismos años disminuyó del 18^
al 16%; los gastos de administración, por su parte, se redujeron del 44% a menos del
41%. Ver: James W. Wilkie, La Revolución mexicana. Gasto federal y cambio social,
1910-1976, México, Fondo de Cultura Económica, 1978, cuadros v-1, vi-1 y vn-1, PP·
131, 163 y 191 respectivamente.
17 Ver: Morris Singer, Growth, equality and the Mexican experience, Austin y Lon­
dres, Texas University Press, 1969, p. 287.
18 Esta clasificación está hecha exclusivamente con base en el ingreso; en estos tér­
minos, clases medias también son los “agricultores de las zonas prósperas y [de] pobla-
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 127

sumados al 10% de mexicanos cuya participación en los ingresos tota­


les disponibles en esos trece años había aumentado del 40% a casi el
50%, pasaban a formar parte del 30% de mexicanos que habían sido
favorecidos por el desarrollo.*19 En cambio, la posición relativa del
70% restante se había deteriorado. De esta mayoría, el 40% ocupaba
los niveles más bajos de ingreso, y su participación en ei total había
disminuido del 14% en 1950 al 11% en 1963.20
Desde antes de la Revolución y hasta mediados de los años sesenta,
las clases medias mexicanas mantuvieron un ritmo de crecimiento pro­
porcional superior al de otros grupos;21 ese ritmo se aceleró después
de 1920 con la estabilización política y la profesionalización de las ac­
tividades gubernamentales, y nuevamente a partir de los años cuarenta
a raíz del crecimiento económico.
Aunque sería muy difícil medir con precisión el incremento de las
clases medias en estos años de expansión y sus dimensiones reales a
finales de los años cincuenta, puesto que la pertenencia a estos grupos
depende en buena medida de una autodefinición, existen una serie de
indicadores que confirman este presupuesto. A pesar de los desequili­
brios del modelo de desarrollo, el cambio económico acarreó una im­
portante movilidad social que alimentó en particular a las clases me­
dias. La industrialización produjo una mayor complejidad de la
estructura del empleo, y amplió el mercado de trabajo para técnicos
y profesionistas. Tan sólo entre 1940 y 1960, la proporción de la po­
blación económicamente activa empleada en el sector servicios, esto
es el comercio, la banca, el transporte, la educación y en general las
funciones gubernamentales, aumentó del 22 al 27%.22
A los grupos de ingreso que podían ser clasificados sin discusión
como estratos medios, esto es, el 20% de la población, se sumaban quie­
nes habían logrado incorporarse a los beneficios del desarrollo, aun­
que “no hubieran alcanzado el concepto socioeconómico de clase me­
dia”.23 Estos grupos denominados clase media baja, clase media
emergente o “clases de transición” constituían el elemento más per­
turbador del esquema tradicional de la estructura de clases, porque eran
producto directo del cambio económico y no habían resuelto aún las

ción urbana semicalificada y calificada adaptada a la vida citadina”; Navarrete, art. cit.,
p. 39.
19 Ibid.
20 Ibid., p. 4.
21 Hansen, op. cit., p. 54.
22 Hansen, op. cit., p. 59. Al referirnos al crecimiento del sector servicios como in­
dicador de la expansión de las clases medias, es preciso tener presente que también in-
duye formas de subempleo y desempleo disfrazado.
23 Ifigenia M. de Navarrete considera que pertenecían a los deciles v, vi y vu de la
estructura de distribución del ingreso. Art. cit., pp. 38-39.
128 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ambigüedades de un status recientemente adquirido. Según esta agre­


gación relativamente arbitraria, a principios de los años sesenta las clases
medias mexicanas constituían cerca del 50% de la población. Sin em­
bargo, como se verá más adelante, esta proporción disminuye drásti­
camente cuando se mide a partir del capital de instrucción, cuya im­
portancia como requisito para acceder a este nivel social aumentó con
el propio desarrollo económico.
En fin, cualquiera que sea el criterio utilizado, lo importante es que
entre 1940 y 1958 la sociedad mexicana registró una intensa movilidad
social, y que sus clases medias cambiaron y se expandieron. El creci­
miento de este grupo social ocurrió de manera simultánea a la trans­
formación de la estructura demográfica de la sociedad, como resulta­
do del mejoramiento sustancial de los servicios de salubridad pública,
así como de un creciente volumen migratorio rural-urbano. Entre 1940
y 1960, el índice de mortalidad se redujo en 50% y la tasa de creci­
miento de la población fue de 3%.24 De suerte que en veinte años el
número de mexicanos pasó de 20 millones a casi 35 millones. Además,
entre 1900 y 1960, la población urbana en todo el país aumentó once
millones, de los cuales el 80% se concentró en los principales centros
industriales, que eran Monterrey y la ciudad de México. Entre 1950
y 1960, tan sólo la población de la ciudad de México aumentó de cerca
de tres millones de habitantes a cinco millones.
No obstante su expansión, las clases medias seguían siendo grupos
numéricamente limitados; aun así, fueron adquiriendo una importancia
desproporcionada en la pirámide de prestigio social, ya que, más que
ningún otro grupo, estaban directamente asociadas con la moderni­
dad.25 Su prestigio, visto como objetivo legítimo de toda trayectoria
social —en otras palabras, las clases medias vistas como grupo de
referencia—, se sustentaba más en la calidad que en la cantidad, pues­
to que uno de sus principales atributos siguió siendo una escolaridad
superior a la media nacional.
En el esquema de la sociedad dual, las clases medias encarnaban el
México moderno: urbano, progresista, industrial, que gozaba de las
ventajas de la expansión de las comunicaciones y de los servicios edu­
cativos. Constituían una importante proporción de los consumidores
del flamante mercado interno de manufacturas creado por la política
de sustitución de importaciones.

24 José B. Morelos, “El problema demográfico de México", en Leopoldo Solís,


Economía Mexicana. Política y Desarrollo II, México, Fondo de Cultura Económica·
1973, p. 294.
25 Para la difusión y el impacto de la definición de la modernidad como objet!*0
prioritario de la sociedad mexicana ver: Blanca Torres', Hacia la utopía idnustrial. H¡s'
tona de te Revolución mexicana. 1940-1952, vol. 21, México, El Colegio de México, 1984·
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 129

La educación, base del privilegio

La expansión del sistema educativo también propició la movilidad so­


cial, en particular con el aumento de las escuelas secundarias públicas,
que se multiplicaron desde finales de los años cuarenta.26 La popula­
rización del ciclo escolar medio significó la ampliación del acceso a otros
niveles de escolaridad, tanto universitarios como no universitarios, que
ofrecían una formación profesional que permitía aspirar a un empleo
en el sector servicios de la economía.27 Entre 1940 y 1960, el porcen­
taje de la población de 15 a 19 años inscrita en el nivel de secundaria
ascendió de 6 a 13 por ciento.28
Además, la modernización de la economía imprimió el carácter de
urgente a la elevación del nivel educativo de la población; al hacerlo,
incrementó también el valor social de la propia educación, de manera
que el nivel de escolaridad se convirtió en un elemento esencial para
explicar las variaciones en la estructura de ingresos29 y, por consiguien­
te, la desigualdad, porque no obstante la expansión, la educación se­
guía siendo un privilegio. En 1958, la escolaridad media de la pobla­
ción era de menos de tres años y la posibilidad real de completar la
educación media una excepción.
A finales de los años cincuenta, el sistema escolar en México no ha­
bía podido escapar a los desequilibrios del modelo de desarrollo. Pri­
meramente se concentraba en las grandes ciudades, en particular en
la ciudad de México. En 1960, 40% del total de los alumnos inscritos
en el ciclo secundario de todo el país se encontraban en la capital, aun­
que ahí vivía sólo el 14% de los jóvenes con una edad entre los 15 y
19 años.30 Los estudiantes inscritos en las instituciones de enseñanza
superior de la ciudad de México representaban el 65% del total nacio­
nal, siendo que en esta ciudad habitaba únicamente el 11 % de la po­
blación que entonces tenia entre 20 y 24 años de edad.31 Además, el

26 Entre 1950 y 1958, las secundarías públicas se duplican y pasan de 411 a 908, y
el número de alumnos aumenta de manera considerable de 69 547 a 154 418. Instituto
Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Estadísticas Históricas de México, Se­
cretaria de Programación y Presupuesto, 1985,2 tomos, tomo i, cuadro 2.1, pp. 86-87.
27 En las escuelas secundarias y técnicas se impartía educación preuniversitaria para
ingresar a escuelas técnicas superiores y a la Normal de Maestros. La educación en es­
cuelas técnicas permitía obtener un empleo calificado, pero también conducía a escuelas
técnicas superiores. En la secundaría se incluyen escuelas de comercio y otras de educa­
ción media especializada. Ver: Charles Nash Myers, Education and national develop­
ment in Mexico, Princeton, N.J., Princeton University, 1965, pp. 196-198.
28 Ibid., p. 95.
29 Ver: Martín Carnoy, “Los salarios y la educación en México*', en Solís, ed.. La
economía mexicana..., op. cit., pp. 371-388.
20 Nash Myers, op. cit., p. 95.
31 Ibid., p. 106.
130 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

solo aumento de los planteles que impartían enseñanza media no bastó


para elevar el porcentaje de la población que accedía a la enseñanza
superior: entre 1940 y 1960, el porcentaje total de la población de 20
a 24 años de edad inscrito en ese nivel de educación varió solamente
en 1%, pasando de 1.3 a 2.7 por ciento.32
Así, a pesar de los esfuerzos del Estado en este sentido, una propor­
ción muy importante de la población permanecía al margen de los be­
neficios de la educación, de manera que el papel del sistema escolar
como agente de democratización era en realidad muy limitado. Ade­
más, este desequilibrio reforzaba la condición de privilegio de las cla­
ses medias y el lazo vital que las vinculaba con la educación.
Las clases medias constituían teóricamente la vanguardia de la trans­
formación social. Eran las clases participantes por excelencia del desa­
rrollo económico, por lo que hubiera parecido muy natural que recla­
maran también una participación política; sin embargo, fue en estos
años de crecimiento en los que manifestaron un mayor conformismo.

El consenso nacionalista y liberal

El significado de la reconciliación simbólica entre el Estado y las clases


medias fue de largo alcance, porque acarreó una relativa ampliación
de la legitimidad política. A partir de 1940, los llamados de la élite en
el poder a la unidad nacional sustituyeron las consagradas invitaciones
a la unidad revolucionaria, con el propósito de alentar, en los antiguos
adversarios del proceso centralizador, una participación limitada en el
proyecto del México moderno. Así se formó un nuevo consenso nacio­
nalista y liberal, más amplio que el anterior, el cual se convirtió en la
“osamenta común’’33 que finalmente articuló el sistema político con
las clases medias. El desarrollo de este vínculo axiológico entre el po­
der y la sociedad estuvo asociado con la creciente presencia de miem­
bros de estos grupos en la administración pública y en las instancias
políticas. Este proceso consagró el predominio de la subcultura de las
clases medias en el contexto social, mismo que se expresaba en el des­
proporcionado peso político que fueron adquiriendo.
El consenso que integraba simbólicamente las clases medias al siste­
ma político fue la vía decisiva de su inserción en la estructura de po­
der. Así, mientras que el partido oficial había sido la vía de incorpora­
ción de las clases populares al sistema político, el reconocimiento de los
32 Ibid., p. 101.
33 Lavau, “Le système politique...”, art. cit., p. 177. Las relaciones de autonomía-
dependencia entre el sistema político y el sistema social son también el resultado de uní
“estructura ideológica y de un sistema de valores que es común a ambos y que es funda­
mento de su articulación”; Ibid., p. 174.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 131

valores de las clases medias como sustento de la tradición nacional fue


el camino para que se adhirieran al autoritarismo. La asimilación sim­
bólica les valió, sí, un espacio social, pero ante todo Ies concedió un
espacio político. No obstante, la ampliación del consenso y de los már­
genes de la legitimidad política no se tradujo en una democratización
del poder en el sentido de una liberalización de la participación o de
la apertura del juego político. Al contrario, el consenso nacionalista
y liberal logró reconciliar a la nación política con la nación natural, pre­
tendiendo abarcar ambas tradiciones para que sirvieran a un mismo
propósito: limitar la participación. Al menos ése era el sentido de los
dos aspectos centrales de este nuevo consenso: el nacionalismo desmo-
vilizador y el anticomunismo nacionalizador.

El nacionalismo desmovilizador

Con el fin de reconciliar a las dos naciones, la política y la natural, los


dirigentes políticos apelaron a todo aquello que en lugar de dividir po­
día unir a la sociedad, insistiendo en la necesidad de crear y mantener
una alianza nacional que fuera marco de interpretación de la realidad
política y justificación moral de la conciliación social. La experiencia
reciente de la expropiación petrolera había dado prueba de la fuerza
del nacionalismo como elemento de identificación entre gobernantes
y gobernados. De manera que el Estado mexicano buscó una fórmula
de integración nacionalista que, sobreponiendo la unidad nacional a
la revolucionaria, contribuyera a superar los desacuerdos políticos y
a someter los conflictos sociales al bien supremo de la nación. Además
de cumplir su función tradicional de integración, el nacionalismo sir­
vió en estos años para neutralizar los antagonismos inherentes a una
sociedad profundamente diferenciada.
Según la doctrina nacionalista oficial, todos los mexicanos estaban
comprometidos en la misma batalla por el desarrollo económico y la
construcción nacional, y en ese campo no cabían los debates ideológi­
cos. Decía Ávila Camacho: “Una verdadera reflexión patriótica disol­
verá todos los motivos de discordia y exaltará el deber imperativo de
todo mexicano de convertirse en un factor de construcción y de con­
fianza mutua.”34
Este nacionalismo despolitizaba los conflictos sociales, entendía el
Patriotismo como devoción al bienestar material,35 reducía el número

M Manuel Ávila Camacho, "Discurso al protestar como Presidente de la República


ante el Congreso de la Unión el Io de diciembre de 1940", en Cámara de Diputados,
^^Presidentes de México, op. cit., p. 149.
Al menos así lo explicaba el presidente Alemán: "El verdadero amor se demues-
132 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

de temas de debate político y subordinaba ideologías y facciones parti*


distas al interés supremo de la nación, que era invariablemente defini*
do en los términos.más generales de democracia, justicia social e inde­
pendencia nacional. La nueva fórmula nacionalista tenía dos aspectos:
en el plano interno cumplía una función desmovilizadora, tendiente a
proporcionar elementos de cohesión a la comunidad nacional a expen­
sas de la solidaridad de clase;*36 en el plano internacional, el naciona­
lismo insistía en la soberanía nacional, subrayando la posibilidad y la
necesidad de una solución política auténticamente mexicana.
En su carácter de instrumento de desmovilización social, el nacio­
nalismo se inspiraba en los temas tradicionales de la derecha: la neu­
tralidad del Estado, el rechazo a reconocer los conflictos sociales y Ib
primacía de la unidad nacional por encima de las facciones políticas.37 38
Cabe decir que se trataba de una doctrina difusa y mal organizada que
no se expresaba en forma estructurada ni se identificaba con una ideo­
logía determinada. La relativa indefinición del componente ideológico
del nacionalismo se explica también porque mantuvo su objetivo tra­
dicional de integración de una sociedad profundamente heterogénea.
Sin embargo, por otro lado, esta imprecisión propició la manipulación
de los símbolos nacionalistas para afianzar la identificación entre go­
bernantes y gobernados, y al igual que las lealtades excluyentes pro­
pias de todo nacionalismo, estos símbolos fueron utilizados para apun­
talar el monopolio del poder.3?

tra no sólo en los actos y celebraciones públicas y en las gestas guerreras, sino también,
y más efectivamente, con el trabajo cotidiano, con el acatamiento a las leyes, con la dis­
ciplina que —mejor que impuesta a nosotros— nos imponemos nosotros mismos por
respeto propio y respeto a los demás.” Miguel Alemán, ‘‘Discurso pronunciado al pro­
testar como Presidente de la República ante el Congreso de la Unión el 1° de diciembre
de 1946”, en Cámara de Diputados, Los Presidentes de México..., op. cit., p. 378.
36 Las funciones del nacionalismo en el poder son distintas de las que cumple cuan­
do está en la oíx.iición; tos temas pueden ser los mismos, pero en el caso mexicano, mien­
tras que en la oposición moviliza tratando de subrayar la distancia que separa a los go­
bernantes de sus gobernadores, en el poder el nacionalismo persigue la perfecta
identificación entre ambos. Para un análisis critico de la función desmovilizadora del
nacionalismo ver: Jacques Séverin, “Démocratie mexicaine”, Esprit, año 20, núm. ΙΛ
mayo de 1952, pp. 738-808. Por otra parte, establecer la categoría “nacionalismo end
poder” conduce a una segunda ¡Aportante diferenciación entre nacionalismo oficial y
nacionalismo popular. La distinción entre ambos se ha profundizado en los últimos veinte
años. Ver: Carlos Monsiváis, "Las tribulaciones del nuevo nacionalismo”, Nexos, año
Vj vol. 5, febrero de 1981, núm. 50, pp. 15-20.
37 Para esta interpretación del nacionalismo mexicano ver: Segovia, “El nacionalis­
mo mexicano. Los programas politicos revolucionarios”, en Centro de Estudios Inter­
nacionales, Lecturas depolíticti mexicana, México, El Colegio de México, 1977, pp. 37-54.
38 En más de un caso, la voluntad de fortalecimiento de la unidad nacional, de I*
cohesión interna, se manifiesta en exclusivismo frente a grupos e ideologías que son vis­
tos como un obstáculo a esta unidad y que son denunciados como tales. Asi, el naciona­
lismo tiende de manera más o menos explicita hacia el totalitarismo ideológico. Ver: Raoul
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 133

El consenso nacionalista contribuyó también a justificar el confor­


mismo político por medio de la elaboración y difusión de una versión
oficial de la historia de México cuya noción central era la continuidad.
En ella, la evolución del país aparecía como un proceso acumulativo
de luchas cuyos objetivos invariables habían sido integrar la nación e
instaurar la democracia. Esta concepción lineal y fatalista de la histo­
ria provenía del optimismo progresista del siglo xix. Interpretar la his­
toria como una sucesión coherente de acontecimientos cuyo fin último
es una sociedad democrática, equilibrada y desarrollada, era también
una forma de justificar el presente, porque desde esa perspectiva, éste
se convertía en una etapa de transición necesaria en una estructura fun­
damentalmente sana. Así, las referencias a los orígenes revoluciona­
rios del sistema expresaban la búsqueda de legitimidad histórica, y no
tanto la adhesión a un conjunto estructurado de convicciones y de pre­
ferencias políticas. En 1940, la Revolución era ya un mito, un símbolo
de optimismo, un valor en sí mismo que convalidaba el presente a par­
tir de un futuro de perfeccionamiento democrático.39
En el exterior, la evolución del sistema, y sobre todo el crecimiento,
respaldaron el uso exitoso de la fórmula nacionalista como afirmación
de la identidad mexicana y como exaltación de soluciones autóctonas.
El contexto internacional de los años cincuenta y el hecho de que el
subdesarrollo se hubiera convertido en una de las principales preocu­
paciones de la comunidad internacional alimentaban el orgullo nacio­
nalista que inspiraba la combinación mexicana de estabilidad política
y crecimiento económico. Los observadores extranjeros, en particular
los norteamericanos, consideraban que México era un modelo para otras
sociedades latinoamericanas.

México todavía no ha encontrado solución a los problemas que plantea


la necesidad de elevar el nivel de vida de millones de campesinos, y el anal­
fabetismo, y debe aumentar la eficacia de su sistema democrático [...]. Pero
el balance de este país en materia de progresos políticos y económicos desde
la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días [1959] es un ejemplo para
muchos otros países latinoamericanos.40

Girardet, “Rapport introductif”, Association Française de Science Politique, Etude com­


parative des nationalismes contemporains, mesa redonda del 22-23 de mayo, 1962, Pa­
hs, doc. mimcografiado.
19 En este sentido, el proceso revolucionario mexicano no escapó a las distorsiones
Que impone la institucionalización. Raymond Aron, L’opium des intellectuels, Paris,
Culmann Lévy, 1955, pp. 46-47.
40 Committee on Foreign Relations, United States Senate, United States-Latin Ame-
heen Relations, Post- World- War IIpolitical developments in Latin America, Washing­
ton, Government Printing Office, 1959, p. 20.
134 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El anticomunismo nacionalizador

Gracias a su autonomía relativa con respecto de la sociedad, el Estado


podía elegir y jerarquizar los componentes de un consenso que ence­
rraba una profunda intolerancia, de la misma manera que en una co­
yuntura dada podía abrir el sistema a la participación de ciertos acto­
res sociales. De hecho, la cerrada identificación entre el Estado y la
nación limitó también los temas legítimos de debate político. De ma­
nera que cuando se dice que en el autoritarismo mexicano de los años
cincuenta la participación era limitada, ello se refiere a que el Estado
controlaba los canales de acceso al poder político, y también a que la
participación sólo podía atender las actividades y las decisiones del po­
der relativas a la gestión de los asuntos cotidianos. La élite política era
extremadamente celosa de su hegemonía sobre la política de largo pla­
zo y las grandes orientaciones que afectan estructuras sociales y políti­
cas, y lo mismo puede decirse en cuanto a la definición de los princi­
pios de legitimidad, los valores y las relaciones con los amigos y los
enemigos exteriores.41 En la medida en que la élite política era el úni­
co intérprete legítimo de los intereses de la nación, todo desafío a esta
hegemonía podía ser vista como un atentado contra la nación misma.
En este periodo de consolidación del autoritarismo, el contexto in­
ternacional sirvió también para apoyar las pretensiones del Estado como
único representante de la nación y del proyecto de democracia mexica­
na. Como señalamos antes, al finalizar la guerra de 1945, la lucha con­
tra el subdesarrollo unificó la sociedad mexicana; pero las supuestas
acechanzas del comunismo jugaron un papel no menos importante en
la justificación y el fomento de la unidad nacional. El anticomunismo
también fue utilizado por el Estado para mantener el statu quo, y con
el apoyo de la tradición y de otras organizaciones sociales, fundamen­
talmente la Iglesia, se convirtió en uno de los aspectos dominantes de
la cultura política42 que alimentaba el consenso nacionalista y liberal.
Los comunistas mexicanos habían sido víctimas de la intolerancia
del poder durante el callismo, pero entonces habían corrido más o me­

41 Lavau, "Le système politique...”, op..cit., p. 172.


42 Cuando se habla de cultura«política se designan creencias, valores y actitudes po­
sitivas y negativas frente a instituciones, ideas, grupos y procesos que forman parte del
universo politico. En este conjunto se encuentran categorías de explicación cuyo funda­
mento no es ni el conocimiento ni la experiencia directa, y que sin embargo tienen una
incidencia directa sobre las percepciones y sobre el comportamiento, como fue el caso
del anticomunismo en México en estos años. Estas opiniones preconcebidas, estos pre­
juicios, fundan una actitud, las más de las veces negativa, respecto del objeto que las
inspira, actitud que se acompaña de una generalización apresurada de las características
de este objeto, generalización que se convierte en una creencia. Ver: Gordon W. All-
port, The Nature of Prejudice, Reading, Mass., Addison-Wesley Publishing Co., 1979,
p. 13.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 135

nos la misma suerte que otros opositores a la monopolización política.


No fue sino hasta finales de los años cuarenta, y como consecuencia
inevitable del consenso nacionalista y liberal, que el comunismo ad­
quirió en México la identidad de adversario ideológico de la nación.
La exclusión de los comunistas de la nueva legitimidad política fue pro­
porcional a la integración simbólica al sistema de los intereses empre­
sariales, los de las clases medias antiestatistas y los de la tradición cul­
tural católica.
El anticomunismo sirvió para afianzar la alianza nacional porque
fue punto de convergencia de un Estado en búsqueda de legitimidad
democrática, de empresarios deseosos de definir su posición frente al
Estado, de una Iglesia católica ansiosa de dar prueba de su fidelidad
nacionalista y del grueso de las clases medias, para quienes la legitima­
ción del anticomunismo como una actitud política aceptable e incluso
deseable era también una medida del compromiso que había adquiri­
do el Estado con su supervivencia y reproducción.
El anticomunismo fue también utilizado para acreditar la naturale­
za democrática de las instituciones mexicanas en el ámbito internacio­
nal, esto es, el anticomunismo enmascaró la esencia autoritaria del sis­
tema político. Al alinearse México con los “pueblos libres’’ en el
conflicto político-ideológico de la guerra fría, adquirió su credencial
como miembro de las democracias occidentales. Este mismo contexto
proporcionaba a su vez un marco de justificación racional y moral al
control del movimiento obrero, a la reinstalación de la propiedad pri­
vada en el centro de la estructura agraria, a la protección y promoción
de los intereses del sector privado en la economía, y al acercamiento
con los Estados Unidos.
Entre 1946 y 1958, el anticomunismo en México, como en otros paí­
ses, se fundaba en una concepción extensiva e indiferenciada del co­
munismo, que en las denuncias de dirigentes políticos, empresariales
y religiosos resultaba ser una categoría vaga. En ella quedaban inclui­
dos líderes obreros, maestros, profesores universitarios y hasta libros,
es decir, todo aquello que podía ser percibido como ajeno al orden es­
tablecido o favorable a un cambio social violento.43
Parece lógico suponer que el anticomunismo se manifiesta sobre todo
cuando el comunismo es un desafío concreto. En México, el antico­
munismo nació con el comunismo mismo, de manera que las actitudes

43 Allport, op. cit., p. 185. Es el caso del macarthyismo en los Estados Unidos y del
anticomunismo en la mayor parte de los regímenes latinoamericanos, en donde fue utili­
zado para desautorizar cualquier forma de oposición política; al mismo tiempo, dificul­
taba una evaluación certera de la fuerza real de los comunistas y de la influencia soviéti­
ca en la región. Ver: Corporation for economic and Industrial Research, Soviet bloc latin
American activities and their implications for U.S. foreign policy, United States Senate
Committee on Foreign Relations, U.S. Government Printing Office, 1960, p. 24.
136 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

y creencias que inspiraba en la estabilidad eran muy anteriores a la co­


yuntura de la guerra fría, época en la que sólo se acentuaron. No obs­
tante, en México había muy pocos comunistas, y menos que nunca des­
pués de 1945. Así, por paradójico que parezca, las manifestaciones de
anticomunismo se produjeron en un contexto general de estabilidad so­
cial, y de decadencia del ala radical de la élite política y de la influencia
de las organizaciones de obreros y campesinos. Pese a la absoluta ine­
xistencia de datos objetivos que indicaran el fortalecimiento del Parti­
do Comunista Mexicano (pcm) o de grupos y tendencias afines, en esta
época el anticomunismo subyacía en innumerables declaraciones ofi­
ciales, estructuraba la militancia católica, justificaba la agresividad de
los empresarios frente al Estado, estimulaba la organización de las cla­
ses medias, y era en última instancia un elemento de cohesión social
dado su carácter interclasista y defensivo.
Hasta los años sesenta, la debilidad y la marginalidad fueron las ca­
racterísticas centrales del PCM, que entre 1940 y 1957 vivió una pro­
longada crisis marcada por la desmoralización que resultaba del divi-
sionismo interno y de la dispersión de las fuerzas de izquierda.44 Si
bien en 1939 llegó a contar con más de treinta mil miembros, el mayor
número en su historia, de ahí en adelante la decadencia fue continua.
En 1947 contaba sólo con 10 000 miembros, y en 1957 tenía alrededor
de 5 000.45 Comparado con los partidos comunistas de otros países la­
tinoamericanos, el mexicano era uno de los más pequeños de la región.
La proporción del número de afiliados por habitante era superior sólo
a la del'partido nicaragüense.46
El número real de miembros del pcm no tenía relación alguna con
la percepción de numerosos mexicanos que veían en la embajada de
la Unión Soviética un centro de maquinaciones antinacionales. La dé­
bil implantación de los comunistas en el medio obrero no bastaba para
calmar las inquietudes. La mera existencia de una embajada soviética
y de una Sociedad de Amigos de la Unión Soviética, que era desde lue­
go una agencia de propaganda, bastaba para alimentar las sospechas
respecto de una conspiración comunista en contra de las instituciones

44 Amoldo Martínez Verdugo, P.C.M., Trayectoria y perspectivas, México, Edicio­


nes de Cultura Popular, 1971. Ver en particular pp. 66-77.
45 Para estas cifras ver respectivamente Ibid., p. 23; Manuel Márquez Fuentes y Oc­
tavio Rodríguez Araujo, El Partido Comunista Mexicano, México, Ed. El Caballito,
1973, p. 297 y Corporation for Economic and Industrial Research, Soviet bloc Latin
American activities..., op. cit., p. 23.
46 En 1958, el Partido Comunista Venezolano y el brasileño tenían la proporción más
favorable de miembros por millón de habitantes con cerca de 5 000. Le seguían Argenti­
na y Chile con 3 700 y-3 200 respectivamente. En México el PC tenía 155 miembros por
millón de habitantes, y en Nicaragua 143. Corporation for economic and industrial re­
search, Soviet bloc Latin American activities and their implicationsfor N.A. foreign policy,
Washington, United States Government Printing Office, 1960, p. 25.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 137

mexicanas. Mucho se insistió entonces en la clandestinidad de las acti­


vidades de los comunistas, que —se decía— actuaban en la sombra y
su presencia sólo podía ser adivinada.47 No obstante, salvo por una
corta temporada, el pcm era un partido legal que no participaba en elec­
ciones porque no podía acreditar ante la Secretaría de Gobernación las
dimensiones requeridas para calificar como una organización nacional.
Sin embargo, el temor a la revolución social y la fantasía de la cons­
piración comunista se nutrían de realidades tan objetivas como la mar-
ginalidad de amplias capas de la población, la grave desigualdad de
la distribución de los beneficios del desarrollo económico y la inseguri­
dad natural que produce una situación de cambio acelerado. El anti­
comunismo expresaba fundamentalmente el miedo social de la época.
En otras palabras, la conciencia del propio privilegio dio curso al pre­
juicio anticomunista antes de que se despertara la conciencia de la pri­
vación. Cuando los medios de comunicación masiva y los boletines o
volantes anónimos hablaban de las “hordas rojas dirigidas desde el
Kremlin”, quienes disfrutaban de una posición de privilegio imagina­
ban no el minúsculo PCM en acción, sino las masas de mexicanos mar­
ginados cuya miseria les hacía temer una explosión social. Por consi­
guiente, el anticomunismo sirvió también para apoyar el conformismo
dominante en esa época, en vista de que el menor cambio podía desa­
tar desarreglos en una sociedad que era, por injusta, frágil.
Por otra parte, el anticomunismo de entonces representaba también
un factor de cohesión social porque no estaba asociado con una sub­
cultura de clase en particular, sino con la defensa de tradiciones cultu­
rales profundas vinculadas con el nacionalismo y la religión. El peso
de estas continuidades se manifestaba en la hostilidad de las clases ba­
jas hacia un comunismo ateo que promovía el internacionalismo y, en
consecuencia, la disolución social. Las clases medias y altas pretendían
tener una visión más ilustrada del comunismo y a estas continuidades
agregaban consideraciones más inmediatas de índole económica y po­
lítica para defender el statu quo. Además, el anticomunismo también
acrecentó la importancia simbólica de las clases medias y hasta cierto
punto su capacidad de negociación con el Estado y las clases altas, por­
que su expansión era vista como garantía de cambio social ordenado
y como un antídoto contrarrevolucionario.48
La intolerancia ideológica del grupo en el poder en ese periodo pro­
porciona un ejemplo del tratamiento diferencial que el Estado dispen­
saba a los distintos grupos sociales. Mientras que en los medios cam­

47 Ver por ejemplo: Ricardo Treviflo, El espionaje comunista y la evolución del mo­
vimiento obrero en México, México, s.e., 1952, p. 46.
Ver por ejemplo: Walter Washington, “Mexican resistance to Communism”, Fo-
ni&n Affairs, vol. xxxvi, núm. 3, abril, 1958, pp. 504-515.
138 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

pesino y obrero el Estado frenaba y reprimía el desarrollo de orga­


nizaciones ligadas al pcm, en las universidades, en los medios in­
telectuales y en general entre las clases medias se mostraba relativamente
tolerante frente a las actividades de izquierda. No obstante la debili­
dad del pcm, en 1960 el Congreso de los Estados Unidos aseguraba
que México era el país latinoamericano que producía y distribuía el ma­
yor número de publicaciones de izquierda, y que ocupaba el segundo
lugar después de Argentina en el número de editoriales y librerías que
difundían literatura catalogada como de izquierda.49 50
Aparte de las razones de orden interno que hicieron del anticomu­
nismo un instrumento de control social y político en manos del Esta­
do, hubo también algunas consideraciones de política exterior que in­
tervinieron en este proceso. En los años de la segunda posguerra, la
convicción anticomunista llegó a ser un requisito necesario para man­
tener relaciones amistosas'con los Estados Unidos. En una época en
que la hostilidad entre este país y la Unión Soviética no daba cabida
a ambigüedades, el gobierno de Washington demandaba de sus alia­
dos un apoyo incondicional y la plena aceptación de su interpretación
de la realdad internacional, según la cual “los totalitarismos” que­
rían destruir el “mundo libre”.
Los gobiernos mexicanos tuvieron más de una razón para alinearse
con la posición norteamericana, pero la más poderosa fue la de mante­
ner la tasa de crecimiento de la economía y el proceso de industrializa­
ción iniciado gracias al aumento de las exportaciones mexicanas que
la guerra había estimulado. También se propusieron atraer inversiones
extranjeras, en particular norteamericanas. Sin embargo, la historia y
la tradición nacional habían creado actitudes de desconfianza y hosti­
lidad hacia los Estados Unidos,30 y el tipo de solidaridad internacio­

49 En 1958, en México, Uruguay, Brasil y Argentina se producía el mayor número


de publicaciones consideradas de izquierda o comunistas, con 55, 52 y 34 respectiva*
mente. También en ellos se encontraba el mayor número de librerías y compañías edito­
riales que publicaban literatura de izquierda, sólo que Argentina ocupaba el primer lu­
gar con 37, seguido por México con 30 y Brasil con 26. En Venezuela, en cambio, sólo
había 13 publicaciones consideradas de izquierda, que difundía una sola librería. Cor­
poration for economic and industrial research, op. cit., pp. 54-55. Es cierto que bajo
la rúbrica de "comunista” o ’‘izquierdizante” a veces se clasifican tendencias desde la
social democracia hasta el nacionalismo y, en ocasiones, incluso la ciencia, sobre todo
cuando la fuente de información es el congreso norteamericano. No obstante, esta in­
formación es válida en el contexto que analizamos del prejuicio que permeaba las cate-
gorizaciones de la época. Para un ejemplo de los resultados a veces cómicos de este tipo
de generalizaciones, ver: Karl Schmitt, Communism in Mexico, Austin, University of
Texas Press, 1965.
50 Para la movilización de la opinión pública hacia actitudes más amistosas respecto
de los norteamericanos ver: Pastora Rodríguez Aviñoa, La prensa nacional ante la par­
ticipación de México en la Segunda Guerra Mundial, Tesis de maestría en Ciencia Polí­
tica, México, El Colegio de México, 1977.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 139

nal que exigía Washington podía despertar suspicacias en cuanto al pa­


triotismo del mexicano que la defendiera sin el apoyo de una explicación
moralmente aceptable. En los años cincuenta, el anticomunismo su­
plió la justificación que había proporcionado anteriormente la guerra
contra el fascismo, con lo que se afianzaba políticamente el alineamiento
de México con las posiciones norteamericanas.
Por otra parte, el espejismo de la modernidad también empujó a
los gobiernos mexicanos a adoptar con entusiasmo una de las ideas que
entonces inspiraban el ideal norteamericano: la presunción de que una
Europa devastada devolvía a América su papel de “nuevo mundo’* y
de continente de la libertad y el progreso.51
No obstante todo lo anterior, el anticomunismo en México nunca
ha sido una política gubernamental explícita tendiente a movilizar el
apoyo de la opinión pública hacia una decisión política fundamental
que se base en esta sola justificación ideológica.52 La tradición revo­
lucionaria, la política de conciliación social predicada por el poder y
el contenido antipopular del anticomunismo se han opuesto a su inclu­
sión como componente legítimo de la doctrina oficial. El régimen me­
xicano nunca ha querido comprometerse con la intolerancia ideológi­
ca. Sin embargo, jugando con las ambigüedades del nacionalismo, las
autoridades gubernamentales estimularon indirectamente las actitudes
hostiles hacia el comunismo como doctrina y como alternativa de or­
ganización social.

Las formas reales de participación política

Así como el modelo de desarrollo económico favoreció la expansión


de las clases medias mexicanas y legitimó su papel de grupo de referen­
cia de la sociedad, también la consolidación de la estructura política
afianzó su posición de privilegio. El crecimiento y la asimilación de
los elementos centrales de su subcultura de clase tanto al discurso del
Poder como al consenso dominante fueron vías indirectas de integra­
ción, si bien bajo el lema de la conciliación de clases también se fijaron
los márgenes de una participación política real, fundamentalmente ad­
ministrativa, partidista y electoral.

51 Ver por ejemplo: Miguel Alemán Valdez, “Discurso pronunciado ante la Unión
Panamericana”, en Secretaría de Relaciones Exteriores, Memoria, México, 30 de abril
de 1947, p, 21.
2 Como ocurrió en los Estados Unidos en esa misma época cuando el presidente
Warty S. Truman obtuvo el apoyo de la opinión pública a su política externa gracias
a “un esfuerzo deliberado y sólidamente organizado tendiente a estimular las actitudes
euticomunistas”; Richard Freeland, The Truman Doctrine and the origins of McCarthysm
foreign policy, domestic policy and internal security, Nueva York, Schocken Books,
19H p. 5.
140 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El conformismo que demandaba el ejercicio autoritario del poder


en combinación con una participación limitada adquirió formas con­
cretas en la consolidación del partido oficial como maquinaria de con­
trol político, como instrumento eficaz de confección de mayorías elec­
torales, y como vía de acceso al poder. Al mismo tiempo se definieron
las reglas de un pluripartidismo formal que daba cabida a organizacio­
nes de oposición cuya mera existencia suscribía la esencia democrática
del régimen. Asimismo, se respetó la periodicidad del cambio de las
autoridades políticas mediante la celebración de elecciones, las cuales
disimulaban las desigualdades sociales tras el presupuesto de la igual­
dad política formal que representa el voto universal. Sin embargo, el
sentido profundo de las elecciones en México no era tanto deslegitimar
las actividades de organizaciones independientes, sino reconocer en el
voto electoral la única forma legítima de participación política, a ex­
pensas de otras menos maleables que hubieran podido desafiar la es­
tructura centralizada y vertical del poder.
Durante los años cuarenta y cincuenta, el Estado mexicano desple­
gó una marcada intolerancia frente a los grupos organizados de obre­
ros y campesinos que aspiraban a la autonomía/3 y se mantuvo al mis­
mo tiempo formalmente respetuoso del sufragio como principio
legitimador de la autoridad. La renovada preferencia del poder por las
expresiones individualizadas de participación también respondía a de­
mandas de grupos de clase media que en años anteriores habían mani­
festado su rechazo a las formas colectivas de participación. Más aún,
la institucionalización de la vida política y sobre todo de las vías de
acceso al poder, esto es, la sustitución de las armas por las urnas, tam­
bién contribuyó a reconciliar a las clases medias con el poder, aunque
no fuera más que por el valor que atribuían al orden público y a la
estabilidad. No en balde una de las críticas más recurrentes formula­
das contra el gobierno cardenista había sido su supuesta incapacidad
para mantener la tranquilidad social, continuamente interrumpida por
huelgas, invasiones de tierras y manifestaciones en las calles.

La institucionalización partidista

En un capítulo anterior señalamos cómo una de las primeras causas


de distanciamiento de las clases medias respecto del poder había sido
la intolerancia de este último frente a la participación política indepen­
diente. Si bien esta demanda no fue del todo resuelta en los años de
estabilidad, se llegaron a encontrar opciones distintas que resultaron

53 Ver por ejemplo: Víctor M. Durand Ponte, coordinador, Las derrotas obreros,
1946-1952, México, unam, Instituto de Investigaciones Sociales, 1984.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 141

relativamente satisfactorias. En primer lugar, las clases medias fueron


adquiriendo una importancia creciente en el partido oficial; luego, se
les alentó a que se expresaran vía otros partidos; por último, fueron
toleradas sus actividades de organización en agrupaciones que, aun­
que no eran propiamente políticas, cumplían funciones de agregación
y representación de intereses particulares como podían ser los clubes
sociales, las asociaciones profesionales y las dependientes de la Iglesia
católica.
Asimismo, aun cuando el crecimiento económico no disminuyó la
intransigencia profunda de la estructura política mexicana frente a opo­
siciones indeseables, éstas ya no provenían de las clases medias. En la
medida en que sus reivindicaciones de participación política podían ser
satisfechas en el marco del partido oficial o de una oposición funcio­
nal, el Estado se benefició de su voluntad de participación. Las clases
medias lograron, por medio de la cooptación, aquello a lo que aspira­
ban: afirmarse como clase y, desde esa posición, apuntalaron la estruc­
tura de relaciones ideológicas y políticas.

La mesocratización del poder

La explicación política inmediata de la integración real de las clases


medias al partido oficial radica desde luego en la experiencia almaza­
nista, que de 1939 a 1940 amenazó el proyecto de estabilización de lar­
go plazo de la élite en el poder. El* descontento qúe produjo el triunfo
del candidato del prm entre los grupos de clase media que habían apo­
yado a Almazán fue conjurado cuando sus demandas de participación
encontraron respuesta en la administración pública y, sobre todo, en
el partido oficial. Desde 1940, el presidente Ávila Camacho lanzó un
proyecto de reorganización del sector popular en previsión de las elec­
ciones legislativas de 1943, así como para prevenir la repetición de la
experiencia almazanista en las presidenciales de 1946. La creación de
una gran central que agrupara al “tercer sector’’, en forma similar a
como se había hecho con obreros y campesinos, fue la contribución
del partido oficial a la política de unidad nacional.54
El 2 de marzo de 1943 nació la Confederación Nacional de Organi­
zaciones Populares (CNOP), destinada a agrupar a la mayoría de los
integrantes del sector popular que en 1938 había creado Cárdenas en
el prm. Ésta incorporaba a “pequeños agricultores, industriales y co­
merciantes en pequeño, profesionistas, cooperativistas, colonos, maes­
tros de escuela, burócratas, artistas y otras ramas*’ de un numeroso
conglomerado que —se decía— había sido “olvidado** por el régimen

54 Garrido, op. cit., p. 320 et passim.


142 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

de la Revolución.55 Cabe destacar la heterogeneidad de este grupo, que


también incluía sin mayor especificación a jóvenes y mujeres, según
un criterio oscuro que ya no era ni clasista ni profesional, sino única­
mente político. En forma implícita, incorporar estas dos últimas cate­
gorías dentro de la cnop tenía sentido porque según palabras de un
delegado estatal ante la comisión de organización del sector popular,
la nueva central debía integrar a “miembros de la familia mexicana
que, olvidados por la Revolución social, parecían desvalidos”.56
Prácticamente todas las intervenciones efectuadas a lo largo de las
diferentes reuniones previas a la creación de la cnop insistieron en esta
idea de que las clases medias habían sido olvidadas, abandonadas o
marginadas a pesar de su importante colaboración en las luchas revo­
lucionarias. En palabras del entonces presidente del prm, Antonio Vi­
llalobos, al crear esta central miscelánea,

El Régimen y el Partido emanados de la Revolución vienen a saldar esa


deuda sagrada, colocando al Sector Popular sobre un plano de igualdad
en relación al Sector Campesino y al Sector Obrero, a fin de contribuir
al triángulo equilátero que será la base indispensable e indestructible de
la nacionalidad.57

La cnop nació para igualar políticamente a las clases medias con


los grupos sociales que el gobierno de Cárdenas se había empeña
do en privilegiar. Sin embargo, la imagen del triángulo equilátero fue
desde un principio una simple Figura retórica. Poco después de haber
sido creada, la nueva central adquirió una posición preponderante en
el interior del partido, en detrimento de la influencia de los otros dos
sectores.58
El capital de instrucción de las clases medias contribuyó en form8

55 “Asamblea de representantes de los Estados, Territorios y Distrito Federal a la


Comisión Nacional de Organización del Sector Popular”, Instituto de Capacitación P®*
lítica, Historia documental del Partido de la Revolución, PRM, ¡938-1944, tomo 4,1982.
p. 473.
56 Palabras de Andrés Manning, delegado de Hidalgo, Ibid., p. 468.
57 Villalobos enumera a los componentes de la cnop como sigue: “operarios alta­
mente calificados, los artistas y profesionales útiles a la colectividad, los educadores &
tres décadas y los técnicos que tanto han contribuido al desarrollo industrial del país ·
“Discurso del Lie. Antonio Villalobos, presidente del prm en la inauguración de la P0*
mera Asamblea Nacional de la Confederación de Organizaciones Populares, 2 de mar*0
de 1943”, Instituto de Capacitación Política, op. cit., pp. 489-490.
58 “La reorganización del sector popular limitó considerablemente la influencia Quf
los dirigentes obreros y campesinos tenían en el interior del Partido. A pesar de los es­
fuerzos de los miembros del cce (Comité Central Ejecutivo del prm) para destacar Q#
se hablaba del sector de las ‘clases medias populares*, el rector popular constituyó des#
comienzos de 1942, por su composición y por sus tesis un contrapeso de importan^8
a los otros dos sectores*’; Garrido, op. cit., p. 323.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 143

decisiva a inclinar la balanza a su favor en el interior del partido, tanto


porque en ese marco desplegaban sus cualidades de liderazgo y de or­
ganización,59 como porque en estos términos, su participación en el
proyecto modernizador adquiría legitimidad política. En poco tiempo
conquistaron los altos niveles de la administración pública, una pro­
porción creciente de la representación en el Poder Legislativo e incluso
algunos cargos directivos en los sectores obrero y campesino del parti­
do oficial.60 La candidatura de Miguel Alemán Valdez a la presiden­
cia de la República en 1945 fue la confirmación de que una nueva era
se había iniciado para las clases medias en la vida política del país. Ale­
mán era un civil y un universitario cuyo padre había participado en
la Revolución, por lo que encarnaba el ideal de las clases medias revo­
lucionarias.61 Desde entonces, el partido oficial se convirtió en el ca­
nal más importante de participación de las clases medias.
Al igual que el lema de la unidad nacional, el proyecto moderniza­
dor fue también una coartada para legitimar la mesocratización del po­
der político porque, se decía, las tareas del desarrollo exigían la co­
laboración de los sectores mejor preparados de la sociedad. La conse­
cuente profesionalización del personal político fue favorable principal­
mente para las clases medias, porque las condiciones de acceso al po­
der beneficiaron a quienes con base en su capital de instrucción podían
reivindicar un derecho a posiciones de privilegio.
La tendencia creciente a que el personal político fuera reclutado en­
tre los miembros de las clases medias alimentó sus sentimientos de par­
ticipación en la dirección del proyectó nacional, y esta colaboración
les hizo creer en su autonomía como clase. El predominio político de
las clases medias incidió inevitablemente en la manera como se organi­
zó la participación y, sobre todo, en la persistencia del compromiso
original de la élite con las formas democráticas. La celebración regular
de elecciones, el apoyo a formas partidistas de organización y la im­
portancia del voto como única expresión válida de las preferencias po­
líticas, son huella de la mesocratización de la vida política mexicana,
entre otras razones porque fueron también instrumento de control de
la participación y mecanismo de perpetuación de la desigualdad política.

59 Según Luis Medina, la competencia entre la cnop y la cnc y la ctm era obvia des­
de el momento en que se creó la primera “porque la intención era crear un marco insti­
tucional, dentro de la estructura política oficial, para los miembros de la clase política
que carecían de él”; Medina Peña, Del cardenismo al avilacamachismo, op. cit., pp.
190-193.
*° Ibid.‘, ver también: Garrido, op. cit., pp. 331-340 y Smith, op. cit., pp. 152-156
y 262-272.
61 Vale la pena señalar que de la cnop surgieron las tres precandidaturas que con­
tendieron en el interior del partido oficial en 1945 para suceder a Manuel Ávila Cama­
cho; ver: Medina, Civilismo y modernización del autoritarismo, op. cit., pp. 81-94.
144 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El pluripartidismo marginal

A pesar de que desde 1940 el partido oficial y las autoridades guberna­


mentales se mostraron decididas a imponer el predominio del partido
oficial en el plano electoral, jamás renunciaron a los principios del plu­
ralismo político y a la preservación de mantener un símil de represen­
tación de las diferentes fuerzas políticas. Sin embargo, en la realidad
regía un monopolio de poder. En las elecciones presidenciales de 1940,
1946,1952 y 1958, los candidatos del partido oficial obtuvieron 93.9%,
77.9%, 74.3% y 90.6% de los votos respectivamente.62 En cada oca*
sión, el partido oficial se aseguró también el triunfo en las elecciones
de gobernadores, así como la totalidad de curules en el Senado y una
mayoría aplastante en la Cámara de Diputados. Los puestos políticos
de alto nivel, gubernamental o administrativo, sólo eran accesibles para
quienes se comprometían con las posiciones esenciales del partido do­
minante —del cual no eran necesariamente miembros—, por lo que una
carrera en la administración pública o en el PRi era la única vía posi­
ble de acceso al poder político.
Aun así, en enero de 1946 fue decretada una nueva ley federal elec­
toral que pretendía abrir la participación a fuerzas organizadas distin­
tas del partido oficial. De hecho, se trataba de un instrumento de cen­
tralización que reglamentaba las formas y los alcances de la oposición
partidista. Los procesos electorales perdieron con esta ley el carácter
de desafío al monopolio del partido oficial, mismo que habían desple­
gado en momentos anteriores, para convertirse así en parte de la estra­
tegia general de estabilización y, en consecuencia, en una forma de apo*
yo a ese monopolio. Alentar la formación de un sistema de partidos
era una manera de dar credibilidad a la idea de que las instituciones
vigentes eran esencialmente democráticas y que evolucionaban en esa
dirección. Lo que se buscaba también era estructurar las demandas de
participación de manera que pudieran ser contenidas sin necesidad de
reprimirlas; la idea era darles cauce para no tener que integrarlas real­
mente, y al mismo tiempo fijar los límites de su acción y los términos
en que serían controladas.
En primer lugar, sólo las organizaciones nacionales podían ser re­
conocidas como partidos políticos. De esta condición general se deri­
vaban requisitos cuyo cumplimiento en el México de entonces resulta­
ba en extremo difícil, si no es que imposible, a menos de que se contara
con el respaldo del Estado. Por ejemplo, el artículo 24 de la ley esta­
blecía que la constitución de un partido político requería de cuando
menos treinta mil asociados, organizados en las dos terceras partes de

62 James W. Wilkie, The Mexican Revolytion, op. cit., p. 180.


CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 145

los estados, y no menos de mil ciudadanos en cada uno de ellos.63 En


1946, esta meta era inalcanzable para partidos distintos del oficial, que
ya entonces controlaba firmemente a campesinos y obreros de casi todo
el país reprimiendo cualquier disidencia, y contaba además con nume­
rosos grupos de clase media. Por otra parte, la organización de un par­
tido nacional demandaba una cantidad de recursos tal que muy pocos
hubieran podido allegarse, dada la heterogeneidad natural, regional,
y socio-económica del pais; y aun cuando alguien lo hubiera logrado,
es probable que se hubiera convertido en una forma de oposición inde­
seable e intolerable.
La ley fijaba límites precisos a la orientación ideológica de los par­
tidos, pues señalaba que debían obligarse a “normar su actuación pú­
blica en los preceptos de la Constitución Política, de los Estados Uni­
dos Mexicanos’’.64 65 Asimismo, se les prohibía mantener vínculos de
subordinación con organizaciones internacionales o afiliarse a un par­
tido extranjero, y tampoco podían adoptar denominaciones que con­
tuvieran alusiones raciales o religiosas.63 La dependencia de los parti­
dos con respecto del Estado se formalizaba mediante el registro que
la Secretaría de Gobernación debía expedir para que la agrupación po­
lítica pudiera ostentarse y ejercer como partido nacional.
Todas estas especificaciones tenían el propósito de definir el papel
de los grupos políticos que articularan intereses particulares que no se
sentían representados por el partido oficial. Se les integraba funcio­
nalmente y se reconocía la legitimidad de su existencia, y al mismo tiem­
po se sentaban las bases de control de este tipo de oposición que legiti­
maba el sistema por el simple hecho de aceptar sus reglas. El Estado,
por su parte, renunciaba a la tentación de establecer una hegemonía
absoluta, que hubiera tenido un costo político muy elevado, y al mis­
mo tiempo alentaba en sus propios términos el desarrollo de una com­
petencia limitada y bien circunscrita.
El desarrollo de un auténtico pluripartidismo encontraba muchos
otros obstáculos. De importancia significativa era la naturaleza frag­
mentada y el bajo nivel de integración de la sociedad mexicana, carac­
terísticas que no propiciaban el desarrollo de agentes independientes
del Estado que fueran capaces de influir en el proceso político. De he­
cho, la mayoría de los partidos de oposición que participaron en las
elecciones realizadas entre 1940 y 1958 fueron agrupaciones efímeras
que se formaron para apoyar las candidaturas de miembros disidentes
del partido oficial, y que desaparecieron luego de la derrota de sus can­
63 "Ley Electoral Federal, 7 de enero de 1946”, en Antonio Garda Orozco (rec.).
Legislación electoral mexicana 1812-1977, México, Gaceta informativa de la Comisión
Federal Electoral, 1978, pp. 330-362, p. 336.
64 Ibid.
65 Ibid.
146 CLASV.S MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

didatos. Difícilmente puede considerarse que hayan sido auténticas or­


ganizaciones políticas.66
Ya vimos que el pcm vivió un largo periodo de desarticulación y de­
bilidad entre 1940 y principios de los años sesenta. Acción Nacional,
que en el momento de su fundación parecía ser una alternativa para
los enemigos del cardenismo de clase alta y media, vivió esta época en
una atmósfera de faccionalismo e introversión, en cierta forma seme­
jante a la que imperaba entre los comunistas mexicanos. La política
de acercamiento con empresarios y universitarios tanto de Ávila Ca­
macho como de Miguel Alemán le restó el potencial que había extraí­
do de la experiencia cardenista. Esta evolución se reflejó en los diri­
gentes que sucedieron a Gómez Morín al frente del partido. Juan
Gutiérrez Lascuráin (1949-1956) y Alfonso Ituarte Servín (1956-1959)
provenían de la militancia católica y profundizaron el compromiso de
Acción Nacional con las posiciones y los intereses de la Iglesia, en bue­
na medida también para compensar la deserción de profesionistas e in­
dustriales.67 La opción católica ahuyentó a muchos de los miembros
originales que pensaban en un partido secular y probablemente empre­
sarial; asimismo, incidió en la preeminencia de los principios de la doc­
trina social de la Iglesia dentro de los planteamientos del partido, y
en las alianzas electorales breves pero significativas con la uns y el Par­
tido Fuerza Popular (pfp). En algunos casos, y pese a que no renun­
ció a ver la política como una cruzada cívica, Acción Nacional adqui­
rió posiciones más agresivas é inclusive violentas.
El origen social de los miembros del partido no se modificó —pro­
fesionistas, empleados bancarios, maestros—, pero Acción Nacional
no aumentó sus efectivos aun cuando a partir de 1943 lograra enviar
diputados a la Cámara (entre cuatro y seis) e incluso conquistara algu­
nas presidencias municipales, siendo las primeras en Acámbaro, Gua­
najuato y Huajuapan de León, Oaxaca en 1947. En estos años, la fuerza
del pan, más bien magra, estuvo ligada al apoyo que podía obtener
de organizaciones con más arraigo popular que, sin embargo, no con­
taban con registro legal, como era el caso de la uns y del pfp.
En 1948 surgió el Partido Popular, producto de una escisión en el
partido oficial encabezada por Vicente Lombardo Toledano. Muchos

Ése fue el caso del Partido Revolucionario de Unificación Nacional, que en 1940
apoyó a Juan Andrew Almazán, del Partido Democrático Mexicano (pdm), que en 1946
apoyó a Ezequiel Padilla y de. la Federación de Partidos Populares de México, que en
1952 apoyó a Miguel Enriquez Guzmán. En cada ocasión surgieron también otras fot*
madones que pretendían tenen representatividad política, pero no era raro que se trata­
ra de simples membretes; por ejemplo, el Partido Democrático Independiente, el Parti­
do Revolucionario Anticomunista, el Partido Social Demócrata, el Partido Antirreelec-
donista, el Partido Reivindicador Revolucionario y muchos otros.
67 Ver: Mabry, op. cit., pp. 46-51.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 147

de sus fundadores se identificaban en el proyecto cardenista y compar­


tían una historia de militancia en el partido oficial, en particular en
las organizaciones obreras y campesinas, aunque en su mayoría eran
también universitarios e intelectuales que se identificaban con una de­
terminada interpretación de la Revolución. Pese a los desacuerdos que
los habían distanciado del partido oficial, afirmaban que su partido
tenía por objeto enriquecer el régimen democrático y vigorizar la “vida
institucional del país’’.68
Una de las metas de pp era liberar el movimiento obrero de la tute­
la gubernamental, pero la realidad es que nunca logró penetrar las gran­
des organizaciones de trabajadores. Al poco tiempo de fundado, se hizo
evidente que el mismo grupo en el poder había alentado su formación
para desembarazarse de una izquierda incómoda aunque cercana.69 Al
igual que los demás partidos de oposición, el pp tuvo en estos años una
existencia precaria. Acosado por las discrepancias internas y por las
restricciones objetivas a su desarrollo como organización social inde­
pendiente, nunca pudo hacerse perdonar el pecado original de haber
nacido del partido en el poder.
De hecho, el pluripartidismo era marginal a la vida política, entre
otras razones porque normalmente esta forma de participación supo­
ne condiciones económicas y educativas superiores a las que presenta­
ba la mayoría de la población. De manera que la distancia entre los
partidos políticos —a excepción del oficial— y el grueso de la sociedad
era una muestra más de la desigualdad. Como todo privilegio, la parti­
cipación partidista de las clases medias se apoyaba en la correspondiente
Privación de las clases bajas, para quienes este tipo de actividades sig­
nificaba antes que nada subordinación.
En estas condiciones, la representatividad de los partidos de oposi­
ción provenía del reconocimiento que les proporcionaba el propio sis­
tema político, más que de las fuerzas sociales que en principio debían
representar. El papel que en teoría le corresponde a los partidos como
trasmisores de las demandas sociales a las instancias políticas estaba
completamente descartado en el México de entonces, y los partidos eran
sólo los emisarios que utilizaba el sistema político para transmitir sus
mensajes y decisiones a la sociedad.70 De cualquier forma, estas orga­
68 Ver: Vicente Fuentes Díaz, Los partidos políticos en México, México, 29 ed., Edi­
torial Altiplano, 1969, p. 350.
69 Para este desarrollo ver: Medina Peña, Civilismo y modernización del autorita­
rismo, op, cit., pp. 136-150.
0 Lavau, “Le système politique...”, art. cit., p. 172. Por esta razón, durante mu-
cho tiempo, incluso hasta bien entrados los años setenta, uno de los temas de debate
espinosos en el interior de Acción Nacional era justamente la participación. Algu­
nos pensaban que la presencia del pan en los procesos electorales únicamente favorecía
*1 Partido oficial, al apoyar la “farsa democrática”. Otros, en cambio, consideraban
que no participar hubiera significado una traición a los objetivos originales del partido,
148 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

nizaciones consideraban que la participación era importante aunque


se supieran utilizados como aval de un sistema esencialmente antide-
mocrático, ya que a cambio de contribuir a la “institucionalización de
la vida política”, tenían la oportunidad de expresar sus intereses particu*
lares y, sobre todo, de avanzar sus posiciones en la sociedad.71
La existencia de una oposición leal, única legal y aceptada represen*
taba para el Estado la posibilidad no de distribuir la responsabilidad
gubernamental entre la mayoría del partido oficial y minorías más o
menos representativas, sino de integrar esas minorías al sistema políti*
co sin por ello renunciar al monopolio del poder. Para estas últimas
constituía en muchos casos el precio a pagar por la existencia y el ejer*
cicio de una cierta influencia, incluso más social que política.

El voto, mecanismo de control social

La concentración del poder alteraba el sentido democrático de la par*


ticipación electoral. Consecuencia natural de este fenómeno era la no
participación, cit algunos casos inspirada por el repudio a las institu*
ciones vigentes y en otros, por el conformismo, la pasividad global fren*
te a los asuntos públicos. La participación electoral era la única com*
patible con el conformismo que fomentaba el poder, puesto que era
limitada y programable, es decir, controlable, y al mismo tiempo satis*
facía requisitos mínimos de legitimidad democrática.
Por consiguiente, el sistema político mexicano necesitaba y promo*
vía el voto, aunque sin mucho éxito. Campañas electorales, mítines y
asambleas partidistas eran asunto de unos cuantos o se concentraban
en los periodos cercanos a las fechas de los comicios. El sistema políti*
co pretendía fundarse en una participación muy amplia pero poco in*
tensa,72 por lo que estimulaba movilizaciones limitadas alrededor de

en particular al de la “cruzada cívica”. Ver: Soledad Loaeza, “Acción Nacional; de b


oposición leal a la impaciencia electoral”, en Soledad Loaeza y Rafael Segovia, La v^°
política mexicana en la crisis, México, El Colegio de México, 1987.
71 “El resultado más importante del ingréso del pan a la Cámara de Diputados y
de su subsecuente programa legislátivo fue que el partido ganó reconocimiento public0
de su legitimidad”; Mabry, op. cit., p. 47.
72 David Easton distingue entre “apoyo específico" y “apoyo difuso”. El primef°
lo obtiene el sistema de sus ciudadanos como resultado de una acción en particular. El
segundo es un fenómeno de mayor duración que contribuye el acervo de “buena volun­
tad política” y a la disposición para tolerar actos gubernamentales que contradicen de­
mandas y deseos individuales.'Ver la aplicación de esta noción al caso mexicano en: Ra­
fael Segovia, “La reforma política: el Ejecutivo Federal, el pri y las elecciones de 1973”t
Foro internacional, vol. xiv, núm. 3, 1974, pp. 51, 305-330; Kenneth Coleman, Af*
fuse support in Mexico: the potentialfor crisis, Londres Sage Publications Comparative
Politics Series, vol. 5.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 149
tas elecciones, o bien, recurría periódicamente a concentraciones y mar­
chas de apoyo al gobierno. La única participación posible era la que
en sí misma constituía una adhesión al sistema. Fuera de las coyuntu­
ras electorales, las actividades participatives toleradas se reducían a as­
pectos tan generales como la organización de asociaciones socialmente
limitadas —en cuanto a composición y objetivos—, la lectura de la pren­
sa o las discusiones informales.
Las elecciones presidenciales de 1940 revelaron el significado real
de la actividad electoral, cuando el partido oficial no titubeó en apo­
yar con la violencia el triunfo de su candidato. Antes que nada, el es­
crutinio servía para sancionar, conforme a los principios democráticos
de la constitución, los mecanismos antidemocráticos del sistema y la
acción de sus dirigentes. Además, la celebración de comicios regulares
era también una manera de evitar los conflictos que podía provocar
ta no participación. Asimismo, el desarrollo de escrutinios según las
normas de las democracias occidentales confería al régimen mexicano
respetabilidad internacional. Sin embargo, a diferencia de lo que ocu­
rre en las democracias donde el sufragio es un mecanismo de control
de gobernados sobre sus gobernantes, en México los gobernantes con­
trolaban a sus gobernados por medio del voto, o al menos eso se des­
prende del funcionamiento de la maquinaria electoral suprema que era
*1 PRi, entregado en periodos electorales a intensas negociaciones en
tas que un voto a favor se pagaba con favores políticos y administrati­
vos.
Dicho de otra manera, en México las elecciones eran otra forma de
intervención del sistema político en la sociedad; y tal como lo demos­
traron los fracasos de Juan Andrew Almazán en 1940, de Ezequiel Pa­
dilla en 1946 y de Miguel Henriquez Guzmán en 1952, tampoco eran
vía segura de acceso al poder, aun para los miembros de la élite política.
En elecciones, el partido en el poder desplegaba una superioridad
invencible respecto de las otras fuerzas políticas organizadas, y la ma­
yoría de los votantes no expresaba una preferencia sino que apoyaba
Plebiscitariamente los programas de las instituciones vigentes. El es­
crutinio arrojaba un “voto de identificación’’, lo que alimentaba sen­
timientos de adhesión al sistema y de pertenencia a la nación, gracias
* un ersíaz de participación.73
Más aún, las elecciones eran actos de adhesión al sistema de la Re­
volución en el caso de los miembros del partido oficial. Las reformas
Que había introducido Cárdenas permitieron que esta organización se-

73 Alain Rouquié, "L’analyse dea élections non-concurrentielles: controle clientélis­


te et situations autoritaires", en Guy Hermet, Alain Rouquié y Juan J. Linz, Des élec­
tions pas comme les autres, Paris, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politi-
1976, p. 95.
150 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

micorporativa se convirtiera casi exclusivamente en una estructura de


apoyo al sistema y a todas las decisiones gubernamentales. La relación
privilegiada entre Estado y partido propició que los procesos electora­
les fueran la base de un clientelismo de Estado, en el que diversos ser­
vicios se intercambiaban por apoyo político. Asimismo, ayudaron a
consolidar la centralización del poder, ya que el Estado sustituyó a los
caciques locales, y aunque los mecanismos de movilización electoral
ya no eran personalizados, se mantuvieron los criterios particularistas
de protección y dependencia.74
Las autoridades gubernamentales insistían en que eran políticamente
neutrales y respetaban las preferencias populares, pero los comicios es­
taban marcados por irregularidades. El robo de urnas, la falsificación
de credenciales de elector, las agresiones contra los miembros de la opo­
sición y la parcialidad de las autoridades gubernamentales en favor del
partido oficial debilitaban de antemano la credibilidad de los resulta­
dos, anulando el sentimiento de eficacia política de los electores y res­
tando veracidad y validez a los triunfos del partido oficial.
Este fenómeno incidía también en los efectos del pri como agente
de socialización. La acción del partido oficial no sólo afectaba a sus
miembros, su importancia era decisiva para la experiencia política de
todos los mexicanos, en particular en cuanto al valor que podían atri­
buir a la participación electoral. Paradójicamente, ésta también con­
tribuía a la desmovilización deseada por el grupo en el poder, dado
que la omnipresència del pri asfixiaba el sentido de competencia polí­
tica, motor esencial de la participación.
De haberse hecho un análisis sociológico del mapa electoral de Mé­
xico en este periodo, es probable que la masa de votantes estuviera for­
mada por las clases bajas movilizadas por el partido oficial, mientras
que las clases medias albergaban la mayor proporción de abstencionis­
tas, aun cuando estuvieran ampliamente representadas en los niveles
directivos de organizaciones políticas de toda índole.73

La restauración de la Iglesia

El análisis de las relaciones entre las clases medias y el poder político


en México incluye a la Iglesia católica por dos razones fundamentales,
ambas vinculadas con la estructura peculiar de la participación políti­
ca. Primero, porque la reintegración simbólica fue el primer paso ha­
74 Ibid.
73 La hipótesis del abstencionismo de las regiones más desarrolladas del país, de I*
no participación electoral de los grupos privilegiados de la sociedad mexicana, fue ela­
borada por Rafael Segovia a partir de los datos de las elecciones legislativas de 1973*
Ver: “La reforma política: El Ejecutivo Federal...’’ op. cit.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 151

cía la reconciliación del Estado con la Iglesia, como había sucedido


con las clases medias. En ambos casos, la convergencia ideológica fue
la base de la colaboración, además de que el consenso nacionalista y
liberal integraba muchos símbolos y valores tradicionalmente defendi­
dos por la Iglesia, desde la nación natural de los mitos católicos de la
mexicanidad, hasta la reivindicación de la familia como núcleo funda­
mental de la sociedad. La persistencia de éstos y otros valores alimen­
tó la coincidencia política que el autoritarismo de los años veinte y trein­
ta había creado entre clases medias e Iglesia.
La segunda razón por la que el análisis de las relaciones Estado-
Iglesia forma parte del estudio de las relaciones con las clases medias
es mucho más poderosa que la primera, si se considera que la Iglesia
restaurada de la época articuló y encauzó la participación de numero­
sos sectores de clase media que no se sentían parte del sistema político,
aun cuando lo fueran. La institución eclesiástica desempeñó este papel
prácticamente en todos los medios, pero esta función de agente para­
político fue mucho más intensa entre las clases medias, en buena medi­
da porque los campesinos y obreros ya habían quedado cautivos del
partido oficial.
La relación privilegiada que se desarrolló entre Iglesia y clases me­
dias fue también obra del modus vivendi de los años treinta, que per­
mitía a los religiosos desempeñar sus actividades educativas en la es­
cuela privada a la que asistían los hijos de las clases medias y altas;
el medio escolar fue central en la reconstrucción de la militancia cató­
lica y de la infraestructura organizativa que ha sido la base de las mo­
vilizaciones católicas. No fueron pocos los católicos de clase media que
en esos años encontraron en las organizaciones laicas un sustituto sa­
tisfactorio de partidos políticos que, por otra parte, parecían menos
confiables y más ineficaces.

£7 proceso de secularización

La Revolución desencadenó una amplia movilización social, en el


sentido de que liberó a grandes grupos de la población de los hábitos
y costumbres del antiguo régimen. Esto significa que el “huracán re­
volucionario” destruyó muchos de los viejos pactos institucionales, y
Propició el desarrollo de actitudes positivas hacia el cambio como un
objetivo deseable para el bienestar de la colectividad.76 A principios
0 En este caso entendemos movilización social como el proceso a través del cual se
erosionan y rompen capas de viejos compromisos sociales, económicos y psicológicos,
O' manera que la población queda “disponible” a nuevos patrones de socialización y
comportamiento. Karl Deutsch, “Social movilization and political development”, Xzne-
ncan Political Science Review, 55, septiembre de 1961, pp. 493-514.
152 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

de los años cuarenta, la modernidad en México era un valor orienta*


dor mayoritariamente aceptado. No obstante, subsistían continuida*
des culturales que subyacían al tejido social mexicano, casi todas aso­
ciadas con valores católicos. En parte, la violencia de la Cristiada fue
una manifestación de estas persistencias. Así, la restauración de la Igle­
sia católica mexicana a partir de los años cuarenta fue uno de los gol­
pes contrarrevolucionarios que las continuidades culturales le asestan
a todo proceso de cambio.
La secularización ha ocupado siempre un lugar importante en la tra­
dición del liberalismo mexicano. En el siglo xix era entendida en pri­
mer lugar como la diferenciación institucional que exigía el progreso
de la sociedad, esto es, como separación entre Iglesia y Estado. Des­
pués de 1910, la secularización fue vista como un instrumento para cons­
truir un Estado fuerte y autónomo, y así lo demuestra la historia de
la querella escolar. En cualquiera de sus interpretaciones, a lo largo
de la historia del México independiente, la secularización llegó a for­
mar parte de prioridades gubernamentales y fue tema recurrente de de­
bate y conflicto hasta 1940, año en que desapareció del programa del
gobierno entrante y posteriormente de los que le siguieron. Con este
cambio desapareció también una fuente fundamental de tensión entre
el Estado y la Iglesia. El tono conciliador que el gobierno de Ávila Ca­
macho adoptó con respecto de la Iglesia, así como su actitud ante la
educación socialista, ilustran el abandono de la tradición del Estado
mexicano como agente secularizador. Pero el conflicto entre las Dos
Espadas no desapareció, sino que quedó sumergido en un estado latente.
El fin de las políticas de secularización no significó que el Estado
hubiera renunciado al ideal de una cultura moderna, sino que simple­
mente dejó que esta evolución ocurriera en forma espontánea. Treinta
años de inestabilidades habían dejado su huella sobre la experiencia
política de los mexicanos. El proceso de cambio de valores se aceleró
en la década de los cuarenta, impulsado por fenómenos relativamente
independientes de la autoridad política, en particular la urbanización
y los cambios de la economía. La elevación general del nivel de vida
de una buena parte de los mexicanos y la producción masiva de bienes de
consumo inmediato incidió sobre las actitudes incluso de las clases ba­
jas, normalmente renuentes al cambio. El estilo de vida registró las pri­
meras transformaciones/Desde los años cuarenta, los zapatos empe­
zaron a sustituir a los huaraches, las telas sintéticas al algodón, el trigo
al maíz. En estos años se transfiguró la fisonomía de las ciudades y
de los pueblos gracias a la expansión de las redes de comunicación, a
la construcción de puentes y banquetas, a la ampliación de sistemas
de drenaje, a la electrificación y a la proliferación de casas y edificios
construidos con materiales industriales.
La influencia de la cultura norteamericana también se acentuó en
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 153

esos años. Parecía incontrolable. Los medios de comunicación la trans­


mitieron y amplificaron; además, al terminar la guerra, los Estados Uni­
dos gozaban del gran prestigio de ser democracia victoriosa, potencia
industrial y modelo a seguir por todo país que ambicionara la prospe­
ridad.77 La influencia americana, escribía Daniel Cosío Villegas en 1947,
“[es] como la del Dios de los cristianos: todo poderosa y omnipresen­
te.”78 Por otra parte, es muy probable que la calidad esencialmente
individualista y meritocrática de la democracia estadunidense reforza­
ra las expectativas de una buena parte de las clases medias mexicanas,
herederas también de los liberales decimonónicos y de su admiración
por el modelo norteamericano.
La revolución de 1910 y la retórica posrevolucionaria, sobre todo
aparejada con el crecimiento económico, sembraron en la imaginación
de estos grupos modernos la ilusión de que la mexicana era una socie­
dad abierta en la que el ascenso individual tenía posibilidades ilimita­
das. La influencia cultural norteamericana tuvo múltiples ramificacio­
nes y la ilusión de los espacios sociales abiertos fue sólo una de ellas;
pero ésta contribuyó a afianzar el vínculo subjetivo entre clases me­
dias y democracia, al mismo tiempo que hizo de estos grupos un ve­
hículo privilegiado de la presencia norteamericana en México, porque
para ellos —como ha sido dicho antes—, el grupo de referencia era
la clase media norteamericana, sus hábitos y comportamientos. Así em­
pezó a gestarse la profunda contradicción que hacia finales del siglo
XX confrontaría a las clases medias mexicanas con su propia historia:
la de que de forjadoras de la identidad nacional habrían de convertirse
en un posible disolvente de esa misma identidad.
En el terreno de la cultura política, los cambios podían medirse en
la evolución de una estructura de poder que se apoyaba cada vez más
en racionalizaciones jurídico-electorales para asignar y ejercer la auto­
ridad política. En los años anteriores había prevalecido una atmósfera
general favorable al cambio. Aun cuando hubiera habido algunos de­
sacuerdos en cuanto a los medios utilizados para acceder a la moderni­
dad, después de 1940, nadie reivindicó seriamente un regreso al pasa­
do porfirista como alternativa legítima y deseable. Es posible que el
cambio más importante se haya operado en la concepción del papel
del Estado en la sociedad; si bien había diferencias en lo que se refiere
al grado o al alcance de su participación en la vida social, en general
ai siquiera Acción Nacional defendía una noción radicalmente liberal
del Estado. Todos los sectores, incluso los más reticentes, coincidían

77 Para estos cambios y la paralela profundización de las desigualdades ver: Oscar^


Lewis, Five families, Mexican case studies in the culture ofpoverty, Nueva York, New
American Library, 1955.
7> Daniel Cosío Villegas, “México y Estados Unidos”, Ensayos y Notas, México,
Ed- Hermes, S.A., 1966, vol. 1, pp. 183-221, p. 202.
154 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

al menos en que el Estado debía hacerse cargo de los servicios públi­


cos, promover la actividad económica y regular los conflictos sociales.

La Iglesia, un ador político velado

Las luchas de los años anteriores habían demostrado la fuerza de las


continuidades culturales, en particular aquéllas asociadas con la tradi­
ción católica. Después de 1940, en lugar de combatirlas, el Estado supo
utilizarlas para su propia consolidación. Recuperar la tradición le aho­
rraba los conflictos que hubiera provocado la imposición de una ideo­
logía dominante, nueva y excluyente, que por lo demás la Revolución
no había creado. Así, a partir de la estabilización, las tradiciones antes
repudiadas sirvieron para justificar el cambio e inevitablemente influ­
yeron en la configuración del autoritarismo.
A pesar de las transformaciones ocurridas en México en los años
cuarenta y cincuenta, el proceso de secularización fue irregular y sobre
todo parcial. Entre la diferenciación institucional y el cambio de valo­
res que normalmente abarca, existía una notable disparidad que se ex­
plica tanto por la persistencia de la tradición como por el uso que hizo
de ella la élite en el poder. Así, la organización social giraba en torno
a instituciones civiles cuya legitimidad se nutría de fuentes racionales
de* poder; sin embargo, muchos de los valores dominantes en la socie­
dad, sobre todo en el plano de las costumbres, seguían vinculados al
catolicismo. De ahí que la Iglesia recuperara paulatinamente la impor­
tancia política que había perdido.79
No obstante conflictos y cambios, en el periodo de estabilidad la
Iglesia católica mexicana se’politizó nuevamente, aunque de forma ve­
lada y en una convergencia ideológica defacto con el Estado. La poli­
tización se produjo también porque en una sociedad heterogénea, el
factor religioso cumple una importante función de cohesión social, que
en México aumentaba por la imbricación de la simbologia católica con
el mito de la nación, así como por la fragmentación interna de la socie­
dad mexicana. De esta manera, la calidad política de la organización
religiosa derivaba no tanto de la voluntad de poder de un grupo como

79 En términos generales, los estudios que se han hecho sobre el tema de la Iglesia
en México tienden a destacar su papel como agente cultural predominante. Desde esta
perspectiva, los conflictos entre la Iglesia y el Estado, sobre todo en el siglo xx, han
sido analizados como resultado de las contradicciones que genera un proceso de moder­
nización, es decir, de la contraposición entre los valores tradicionales que defiende la
estructura eclesiástica y los valores modernizantes que impulsa el Estado. Reconociendo
la importancia cultural de la Iglesia, aquí se hace hincapié en el papel que desempefla
como actor político. Desde esta perspectiva, la función cultural de la Iglesia es más ins-
frumental que esencial, porque es el sustento de.su posición en la estructura de poder.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 155

de la naturaleza misma del sistema político y de la sociedad. Es decir,


las formas de organización y ejercicio del poder determinaron las mo­
dalidades de intervención política de la Iglesia en México antes que el
grado de religiosidad de la población o la estructura de clases.80
En 1940 se inicia una nueva etapa en las relaciones entre el Estado
y la Iglesia. Desde una perspectiva histórica, el enfrentamiento arma­
do de la guerra cristera y la inestabilidad de los años treinta fueron
la respuesta de la Iglesia a los ataques de los gobiernos revolucionarios
que se propusieron limitar su poder. Al finalizar ese periodo de reaco­
modo institucional, la Iglesia encontró una fórmula de inserción en el
sistema político que le permitió convertirse en una pieza integrante del
mismo. Por medio de la reconciliación con el Estado, la Iglesia supo
ajustarse a las condiciones prevalecientes y armonizar con el conjunto
de las instituciones políticas. A partir de entonces, sus actividades en
la sociedad se desarrollaron bajo el signo de la colaboración con un
Estado que le había asignado una función de apoyo ideológico.
Resulta sorprendente la adaptación funcional de la Iglesia al siste­
ma político, dada la militancia anticlerical de los gobiernos revolucio­
narios. Sin embargo, cuando la estabilización, o bien, la ‘‘consolida­
ción de las conquistas revolucionarias” se convirtió en el objetivo
prioritario de la acción gubernamental, la jerarquía eclesiástica aceptó
la solución de reintegración que se le ofrecía y, gracias a su prudencia
y a una política gradualista, logró recuperar la posición de poder que
los grupos radicales de la élite revolucionaria habían querido arrebatarle.
Al iniciar los años cuarenta, el grupo gobernante ya no veía en la
reintegración de la Iglesia una amenaza. Se pensaba que las batallas
pasadas la habían debilitado, pero como su presencia social no había
sido completamente destruida y el monopolio del poder parecía firme­
mente afianzado en manos de la élite revolucionaria, se consideró que
se la podía incluir en el sistema, atribuyéndole una función de apoyo
al aparato de dominación ideológica. Esta política, que en un primer
momento pudo parecer astuta, descansaba sobre el doble presupuesto
de que la secularización era irreversible y de que la posición predomi­
nante del Estado había restado autonomía a la Iglesia. Además, se creía
que los enfrentamientos habían agotado su capacidad y su voluntad
políticas.
La Iglesia, por su parte, obtuvo grandes beneficios de la reconcilia­
ción. El modus vivendi desembocó cada vez más en la no aplicación

M Un análisis de las funciones que desempeflan las Iglesias en los regímenes de plu­
ralismo limitado concluye que su papel político es similar, aunque las estructuras socia­
les de los países en cuestión difieran sustancialmente. Ver: Guy Hermet, “Les fonctions
politiques des organisations religieuses dans les régimes à pluralisme limité**, Revue Fran­
çoise de Science Politique, vol. xxm, núm. 3, junio de 1973, pp. 439-472.
156 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

de las leyes, y en este clima de tolerancia la Iglesia floreció, desplegan*


do una intensa capacidad de recuperación y de expansión, que en el
mediano plazo le permitió afianzar una posición sólida y restaurar en
parte su independencia frente al Estado.
La estrategia que a partir de 1940 siguió el Estado para reintegrar
a la Iglesia dentro de la estructura de dominación social fue en cierta
forma similar a la que adoptó Porfirio Díaz durante la dictadura. Por
un parte, el Estado reconocía que ésta desempeñaba un papel impor*
tante en la sociedad como agente de cohesión y de orientación del com*
portamiento individual; por la otra, sin embargo, pretendía negarle toda
injerencia en la esfera política. Esto es, toleraba y hasta estimulaba su
presencia social, pero mantenía una legislación que le negaba persona­
lidad jurídica y la disuadía de cruzar los límites que él mismo le había
marcado.
La contradicción inherente a esta estrategia residía en que al reco­
nocerla y atribuirle beligerancia en un terreno tan fundamental como
el control social, se le abría la puerta para que desarrollara actividades
propiamente políticas.

Los años de la complicidad equívoca

Las limitaciones legales no frenaron la restauración y expansión de las


estructuras eclesiásticas, aun cuando la ambigüedad de su posición
las obligara de hecho a una relación de subordinación respecto del Es*
tado. Además, en la medida en que el mantenimiento de la disciplina
social cobraba importancia como requisito para el ejercicio desahoga­
do de un poder autoritario, la Iglesia ganaba estatura como actor polí­
tico, y su colaboración con el Estado adquiría las proporciones de una
necesidad.
Siendo la religión católica una subcultura cuyos elementos esencia­
les sirven de marco de referencia a la mayoría de la población, su in­
clusión como un componente legítimo del consenso social sirvió para
afianzar el consenso nacionalista que fundamentaba la estabilidad po­
lítica. Los valores tradicionalmente defendidos por la Iglesia —unidad»
orden, paz social y conformismo— no sólo no contradecían el discur­
so del poder, sino que lo enriquecían.
Más aún, en esos años la socialización católica y el funcionamiento
autoritario, vertical y monolítico de la estructura eclesiástica y de las
organizaciones dependientes de ella, alimentaban actitudes convergen*
tes con la cultura política de sujeción y de no participación81 que alen­
taban el Estado y el partido oficial.82
81 Ver: Gabriel Almond y Sidney Verba, The civic culture Political attitudes and dt"
mocracy in five nations, Boston, Little, Brown and Co., 1965.
82 Por ejemplo, el manual de miembros de la Unión de Católicos Mexicanos (ucM)
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 157

A pesar de las repetidas proclamas de apolitismo de las autoridades


eclesiásticas, la Iglesia desempeñaba un papel político de gran impor­
tancia, la legitimación del orden existente, aunque sin renunciar al an­
tagonismo original. De manera que entre 1940 y 1960, las relaciones
entre Estado e Iglesia en México fueron de “complicidad equívoca”.83
En estos años, la Iglesia extrajo del apoyo implícito que recibía del Es­
tado las ventajas que con el tiempo le iban a permitir afianzar su auto­
nomía frente al mismo. La jerarquía eclesiástica insistía en que ambos
poderes, el político y el religioso, tenían en México una misma misión.
En el Primer Congreso de Cultura Católica, celebrado en Guadalajara
en 1953, el arzobispo de la ciudad de México, Luis María Martínez,
afirmó:

Creemos que una de nuestras grandes responsabilidades actuales, como


católicos y como mexicanos, consiste en la conservación y el acrecenta­
miento de la cultura que hemos recibido [...]. Semejante tarea debe ser el
resultado del esfuerzo colectivo y permanente de nuestras clases dirigen­
tes, a quienes queremos estimular y ayudar mediante la celebración del
presente congreso.84

Las condiciones particulares de la Iglesia en México la llevaron a


adoptar una alternativa de recuperación paulatina, así como una es­
trategia prudente que en el largo plazo iba a rendir ricos frutos. De
suerte que más que erigirse en portavoz de algunos grupos sociales o
políticos, como lo hizo durante la Cristiada, la Iglesia ahora se con­
centró en la defensa de sus intereses particulares; ello con el fin proba­

rcvcla en la estructura y en las normas de comportamiento que exigia a sus miembros,


el mismo autoritarismo que caracterizaba al sistema político. Esta organización era con­
siderada en esos aflos como la élite de la militancia católica, y su objetivo fundamental
era la formación de dirigentes laicos. La estructura vertical de la ucm respondía a su
posición de subordinación respecto de las autoridades eclesiásticas, desde el cura párro­
co hasta el Papa. La unidad de base era la célula parroquial cuyas actividades eran defi­
nidas por el programa del comité diocesano, el cual, a su vez, dependía del episcopado.
Los miembros de la ucm debían ‘‘respetar” las consignas de la jerarquía, “sin críticas
y con un espíritu auténticamente cristiano”. Ver: Pbro. Máximo García Martínez, UCM.
Manual del socio, México, Ediciones del Comité Central, 1962, p. 33.
83 Guy Hermet utiliza la noción de “complicidad equívoca” para describir las rela­
ciones entre la Iglesia y la dictadura franquista en el periodo posterior a 1966, cuando
la Iglesia pretendía distanciarse del Estado sin renunciar a las ventajas jurídicas y mate­
riales que derivaban de la anterior asociación. En el caso mexicano, la complicidad equí­
voca describe una situación en la que la Iglesia pretende identificarse con el Estado a
cambio de ciertas ventajas jurídicas y materiales, sin renunciar a su oposición original.
Ver: Guy Hermet, Les catholiques dans l’Espagne franquiste, Paris, Presses de la Fon­
dation Nationale des Sciences Politiques, 1980, vol. 1, p. 359.
M “Convocatoria al Primer Congreso de Cultura Católica”, en Memoria, Guadala­
jara, Jal., Corporación, 1952, p. vm.
158 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ble de afianzar una base de poder que le permitiera ejercer más adelan­
te la “ función tribunicia” que podría dar sentido a su participación
* la Iglesia asurpió las funciones de un grupo de presión
política.83 *Así,
con un margen de acción limitada. Sus áreas de interés activo se limi­
taron a la educación privada, de manera que incluso su labor dé socia­
lización se restringió a ciertos grupos sociales, aunque también soste­
nía numerosas escuelas parroquiales. Es cierto que las escuelas
particulares atendían un porcentaje mínimo de la población, pero la
Iglesia formaba en ellas las élites del futuro inmediato.86 Además, su
alianza con las clases altas y medias contribuyó también a su afianza­
miento en la estructura de poder.87
De la colaboración entre el Estado y la Iglesia encontramos ejem­
plos sorprendentes. En 1942, el arzobispo Martínez invitó a los católi­
cos a apoyar la política internacional del gobierno, ‘‘puesto que legal
y moralmente el gobierno civil es el único que puede marcar dicha acti­
tud”, para enseguida añadir que “en caso de duda, hay que estar con
el gobierno según la doctrina católica”. En 1947, la jerarquía eclesiás­
tica invitó al pueblo cristiano a apoyar la campaña contra el analfabe­
tismo y a recibir con “sincero entusiasmo” al presidente norteameri­
cano Harry S. Truman en ocasión de su visita a México. Asimismo,
instó a la feligresía a colaborar con la campaña contra la fiebre aftosa,

83 La noción de “función tribunicia” fue elaborada por Georges Lavau, quien toma
como referencia la función que cumplían en el Imperio romano los tríbu.nos de la plebe,
para explicar el papel que desempeñan algunas instituciones políticas que defienden los
intereses de grupos que no tienen medio de expresión directa y legal en el sistema político.
86 La accidentada historia de la Iglesia mexicana en la primera mitad del siglo xx
ha encubierto la enorme importancia de su función como formadora de élites económi­
cas, políticas y, desde luego, sociales. Las políticas educativas del Estado mexicano, y
jen general su compromiso con las clases populares, dieron lugar —sobre todo después
de 1940— a que la Iglesia concentrara sus actividades en la educación privada destinada
a las clases media y alta, terreno privilegiado de reclutamiento de las ¿lites mexicanas.
Esta especialización de grupo social se acentüa'en el nivel medio. Los estudios que se
han hecho sobre las ¿lites en México se concentran en la educación universitaria como
variable de identificación de estos grupos privilegiados, descuidando la educación me­
dia y la crucial distinción entre escuelas privadas y públicas en este nivel.
87 Aunque sería muy difícil precisar cuál fue la contribución financiera de la bur­
guesía a la restauración de la iglesia, hoy algunos datos la confirman. Por ejemplo, el
hecho de que la mayor parte de los dirigentes de las asociaciones católicas laicas pertene­
cieran a estos grupos, o la contribución de banqueros y de grandes industriales a la re­
construcción de iglesias y a la fundación de colegios y de universidades privadas. En
la presentación del proyecto de restauración del atrio de la Basílica de Guadalupe se anuncia
que de los treinta millones de pesos estimados como costo total de la obra, el gobierno
pagaría ocho millones de pesos, cuatro millones, los vecinos de la colonia, y el resto se­
ría pagado por los particulares. El presidente del comité ejecutivo responsable de la obra
era un gran banquero, Agustín G. Rodríguez, el tesorero era Luis G. Legorreta y uno
de los consejeros era el industrial Santiago Galas. Ver: Gaceta Oficial del Arzobispado
de México, vol. 12, núm. 16, mayo de 1951, pp. 719-722.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 159

a pesar de que con ella se exterminaba indiscriminadamente el ganado


poniendo en peligro el medio de vida de muchos campesinos.88 Al ini­
ciarse cualquier periodo electoral, la jerarquía se apresuraba a invitar
a los católicos a cumplir con sus deberes cívicos y a votar por quienes
consideraran más aptos para “el bien de la patria’’.89 En el marco de
la complicidad equívoca, la Iglesia quería dar prueba de lo que en 1956,
el entonces obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, había llama­
do “el patriotismo funcional de la Iglesia católica’’.90
Durante todo este periodo, la Iglesia se desempeñó sobre dos ejes
de acción política, esto es, estableció una auténtica división del traba­
jo entre la jerarquía eclesiástica, las organizaciones de laicos y los cu­
ras de las parroquias. Por un lado, la primera apoyaba explícitamente
las iniciativas gubernamentales, constituyendo al mismo tiempo una
referencia abstracta para los creyentes sin necesidad de promover ante
ias autoridades políticas ninguna reivindicación explícita. Por el otro, las
organizaciones de laicos y los sacerdotes que organizaban actividades
en las parroquias se acogían a la línea general de la jerarquía eclesiásti­
ca, pero tomaban el relevo de crítica ya tradicional contra el autorita­
rismo del Estado, con el objetivo fundamental de demandar la modifi­
cación de las leyes anticlericales.
El temor a las represalias gubernamentales no es la única explica­
ción de que la Iglesia legitimara el autoritarismo, ya que actuaba tam­
bién bajo las presiones del cambio social. Pese a todo, en esta época
más del 95% de la población seguía declarándose católica, si bien el
Estado ya no era el principal obstáculo a la función de socialización
de la Iglesia, sino la modernización misma. La Iglesia era amenazada
desde diferentes frentes por los cambios culturales que acarreaba la ur­
banización y la industrialización, el desarrollo de los medios de comu­
nicación de masas, la aparición de nuevas opciones culturales para los
creyentes y la debilidad profunda del catolicismo mexicano,91 por no

M Ver: “Declaraciones del excelentísimo señor arzobispo Dr. don Luis María Mar­
tínez’’, en Christus, año 7, abril de 1942, p. 301. Ver también: Gaceta Oficial del Arzo­
bispado de México, año 12, núm. 137, abril de 1947; y la exhortación que hace el clero
a los feligreses para que contribuyan a aliviar la miseria de los campesinos, en Ibid.,
junio de 1948, vol. 40, núm. 6.
89 “Declaración del arzobispo primado de México, excelentísimo señor Dr. don Luis
María Martínez el 31 de julio de 1931’’, en Christus, año 16, núm. 190, septiembre de
195L pp.
“Oración fúnebre pronunciada por monseñor Sergio Méndez Arceo, el 9 de mar­
zo de 1936”, en Gaceta Oficial del Arzobispado de México, séptima época, vol. 14, abril
& 1956, pp. 70-81.
91 Cuando se habla de religión católica y de estructura eclesiástica, hay tendencia
* atribuirles una fuerza y una coherencia internas que no son necesariamente ciertas.
A fines de los aftos cincuenta, en México, como en la mayoría de los países latinoameri­
canos, la Iglesia católica no había escapado a las condiciones del subdesarrollo, y las
creencias religiosas eran más ritos, rutinas y tradiciones culturales que fruto de un cono-
160 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

mencionar los progresos del protestantismo o el posible atractivo de


“doctrinas extremistas’’. A cambio de su apoyo a las políticas del Es­
tado, la Iglesia podía esperar protección para sus propios intereses, dado
que en esas condiciones lo que más le convenía, al menos por el mo­
mento, era el mantenimiento del statu quo.

La colaboración con el Estado como vía hacia la restauración


institucional

El conflicto con el Estado había repercutido inevitablemente en la es­


tructura eclesiástica. La aplicación de la ley en 1926, por ejemplo, en
lo que se refiere a la competencia de la autoridad civil para fijar el nú­
mero máximo de sacerdotes por entidad federativa, había desmantela­
do prácticamente la organización parroquial en algunas regiones del
país tales como en el noroeste. La formación de religiosos se había vis­
to afectada por los cierres de seminarios y conventos, y la clausura de
templos y colegios privados dirigidos por religiosos había debilitado
también a la institución. Sin embargo, a partir de 1946, la restauración
institucional de la Iglesia se realizó con una gran celeridad, lo cual de­
muestra la profundidad de su arraigo social y la relativa ineficacia del
anticlericalismo revolucionario.
En mayo de 1955, en una entrevista publicada por el semanario nor­
teamericano TIME, Luis Ma. Martínez, el “arzobispo de la pruden­
cia*’, principal artífice de la reconciliación entre el Estado y la Iglesia,
manifestó que su posición era totalmente satisfactoria, agregando que
para que fuera perfecta sólo faltaba modificar la constitución.92 Y no
era puro envanecimiento del arzobispo Martínez. Tan solo en julio de
1946 se habían fundado quince nuevas parroquias, y hasta 1960 su nú­
mero siguió en aumento; lo mismo puede decirse de seminarios, con­
ventos e instituciones educativas dirigidas por religiosos, todo lo cual
incrementó considerablemente el número de sacerdotes y de monjas.
De tal suerte que en 1959, la posición de la Iglesia en México era de
las más favorables en América Latina, fenómeno sorprendente si to­
mamos en cuenta los antecedentes inmediatos y la vigencia de las leyes
..............1
cimiento doctrinal sólido. Según un estudio realizado en la época por religiosos nortea­
mericanos: “El catolicismo Patinoamericano] consiste en un conjunto tradicional de há­
bitos piadosos, una respuesta sustitutiva y superficial a las necesidades vitales” que
sustentaban un individualismo exagerado. Ver: William J. Coleman, M.M., Latin Ame­
rican Catholicism. A self-evaluation, a study of the Chimbote Report, Nueva York, Mary
Knoll Publications, 1958, pp. 21-22.
92 TIME Magazine, 9 de mayo de 1955, citado en La Iglesia en América Latina, Tra­
yectoria del clero político mexicano hacia las elecciones de 1958, México, Ed. Stylo, 1956,
p. 14.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 161

anticlericales, así como el contraste con algunos países de la región don­


de la religión católica era oficial.
A pesar del crecimiento de la población, el número de habitantes
por sacerdote disminuyó ligeramente de 5 439 en 1940 a 5 289 en 1960,
y esta proporción se mantuvo relativamente constante en los años si­
guientes.93 En cifras absolutas, el número de sacerdotes aumentó de
4 220 en 1940 a 6 466 en 1960, y a 8 451 en 1968;94 pero la cifra más
impresionante es la de las religiosas, que en 1945 eran 8 123 y en 1960,
19 400.95 Cabe señalar también que en esos años, la Iglesia mexicana
registró un flujo importante de religiosos extranjeros, en su mayoría
españoles, que en 1963 representaban más del 16% del total, de los cua­
les más del 17% ocupaba cargos directivos y más del 30% se dedicaba
a la enseñanza.96
Para responder a las “malas influencias” del medio secular expues­
to a “doctrinas exóticas”, la Iglesia se lanzó a una actividad editorial
muy importante. Si bien es un hecho que la prensa religiosa nunca lle-
gó’a desaparecer, a partir de la reconciliación recibió un fuerte impul­
so. Por ejemplo, tan sólo entre 1940 y 1942, el número de periódicos
religiosos pasó de 45 a 84, y en 1960 era de 186. Para centralizar estas
publicaciones, en 1942 se creó la Obra Nacional de la Buena Prensa,
que ya entonces publicaba al año cerca de 11 millones de ejemplares
de revistas, folletos y volantes.97
La actitud de la Iglesia católica hacia las organizaciones específica­
mente políticas que se identificaban con ella, la uns y el pan, era am­
bivalente. La primera se desganó en los años cincuenta por conflictos

93 En 1960, Puerto Rico tenia la misma proporción de habitantes por sacerdote que
México (más de 5 000), Perú, Venezuela, Paraguay, Costa Rica, Argentina y Uruguay
tenían entre 6 000 y 4 000 habitantes por sacerdote; Guatemala, Honduras, República
Dominicana y Cuba, en cambio, registraban entre 12 000 y 9 000 habitantes por sacer­
dote. La tasa de incremento de sacerdotes en México entre 1945 y 1960 es de las más
elevadas en el continente. Ver: Isidoro Alonso, La Iglesia en América Latina, Madrid
y Fríburgo, Febres, 1964, pp. 208-209 y 214-215.
94 Manuel González R., La Iglesia mexicana en cifras, México, Centro de Investiga­
ción y Acción Social, 1969, p. 100.
93 En 1912 había en México cerca de 8 000 habitantes por religiosa, en 1946 esta pro­
porción había disminuido a menos de 3 000 habitantes por religiosa, y en 1960 eran me­
nos de 2 000. Ver: Rutilio Ramos, Isidoro Alonso y Domingo Garre, La Iglesia en Méxi­
co. Estructuras eclesiásticas, Fríburgo y Bogotá, 1963, p. 88.
96 González R., op. cit., p. 165.
97 Estas publicaciones estaban dirigidas a los públicos más diversos. Entre 1940 y
1941 dejó de publicarse Catolicismo y Comunismo, que era para los obreros; este sema­
nario sin embargo fue reemplazado de inmediato por Vida contemporánea. Para los ni-
Aos se publicaba La Cruzada·, Sodalitas era para los miembros de las Congregaciones
Marianas; Unión era el órgano oficial de la Confederación Nacional de Asociaciones
Piadosas. Entre los jesuítas circulaba Christus·, Vida católica entre los miembros de la
Acción Católica Mexicana. Había otros como Onir, ¿Lo sabías?, Intenciones mensuales
Apostolado, Almas, y muchos más.
162 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

entre quienes favorecían un acercamiento con el gobierno avilacama­


chista y quienes rechazaban cualquier acuerdo. A estos conflictos se
sumaron la indiferencia de la jerarquía eclesiástica y la estrategia gu­
bernamental tendiente a neutralizar esta organización.98 99
En cuanto al pan, la ambivalencia de la Iglesia era aún mayor. Mu­
chos militantes católicos lo habían apoyado desde su fundación, pero
eso no condujo necesariamente al desarrollo de vínculos orgánicos en­
tre la Iglesia y el partido. Los contactos eran fundamentalmente per­
sonales. La idea de que Acción Nacional era una organización confe­
sional se debía tanto a la militancia católica de los sucesores de Gómez
Morín en el pasado, como al discurso del partido oficial. Es imposible
ignorar, sin embargo, que el acuerdo al que habían llegado las instan­
cias eclesiásticas y políticas le restaba importancia a la alternativa de
un partido, propiamente confesional, que más que defender los intere­
ses de la Iglesia, podía representar una amenaza a su acuerdo con el
Estado. -
El modus vivendi le garantizaba a la jerarquía católica una comuni­
cación directa con las autoridades gubernamentales. De apoyar abier­
tamente un partido político, se hubieran podido provocar fricciones
en detrimento de su propia posición. En todo caso, la Iglesia defendía
sus intereses a través de contactos personales y de las organizaciones
de laicos, que en un momento dado podían actuar como grupo de pre­
sión dentro de las reglas establecidas del autoritarismo.
Respecto de las organizaciones dependientes de la Iglesia y según
lo indicaba la estrategia global de la Santa Sede en esos años, la Iglesia
en México concentró sus esfuerzos para el impulso de Acción Católica
Mexicana, que era considerada la organización de élite de la militancia
católica. En 1953 agrupaba 348 373 miembros, de los cuales 286 273
eran mujeres. Frente a la jerarquía eclesiástica, la acm mantenía una
posición de “docilidad” y de “subordinación”. Asimismo, la jerar­
quía contaba con otras organizaciones para la defensa de intereses par­
ticulares, como por ejemplo, la Unión Nacional de Padres de Familia,
que afirmaba tener 500 mil miembros, los Caballeros de Colón, 3 500,
la Federación de Colegios Particulares, dé la cual formaban parte 112
escuelas, y la Unión Social de Empresarios Mexicanos (usem), funda­
da en 1957." Había además muchas otras asociaciones, como por
ejemplo las de ex alumnos’de escuelas católicas. Todas ellas constituían

98 Para la decadencia de la uns, ver: Jean Meyer, Le sinarquisme... op. cit., ρρ·
102-105.
99 Todos estos datos corresponden a 1953. Entre otras organizaciones piadosas es­
taban: la Asociación Nacional de Trabajadores Mexicanos, la Federación de ex alumnos
de la Compañía de Jesús, la Sociedad de Amigos del Soldado, la Asociación Nacional
de Prensa, Escritores y Libreros y Editores Católicos y la Asociación de Guías de Méxi­
co. Problemas de Latinoamérica, La Iglesia en América Latina..., op. cit., pp. 4 y 41.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 163

una red organizativa excepcional, cuyo paralelo sólo podía encontrar­


se en el partido oficial.
El carácter político de estas organizaciones era imposible de disimu­
lar, tanto desde el punto de vista de la socialización de sus miem­
bros,100 como desde el punto de vista del papel que desempeñaban
como centro de agregación social independiente. Por ejemplo, el obje­
tivo enunciado de la usem era desarrollar la conciencia social de los
empresarios, dentro de una política de coordinación y colaboración con
el Estado. “El empresario debe participar de manera activa y respon­
sable en la vida cívica de la comunidad”.101 Participación que, por lo
demás, era vista como un freno a la acción de un “Estado cada vez
más autoritario y exigente”.102
La obstinada reafirmación de la Iglesia en su propia legitimidad no
desafiaba los propósitos de las autoridades políticas, en la medida en
que se realizaba bajo el signo del nacionalismo y la institucionalidad.
En octubre de 1956, el episcopado mexicano definió los deberes cívi­
cos de los católicos. El primer punto del programa señalaba: “Los ca­
tólicos deben amar a la Iglesia así como a la Patria y obedecerlas siem­
pre”. En seguida los instruían para que se interesaran en los asuntos
públicos, porque el abstencionismo podía tener “consecuencias muy
graves”.103 A pesar de que los exhortaba a afiliarse únicamente a par­
tidos cuyos programas y acción no afectaran “a los derechos de Dios
y de la Iglesia”, se sumaban a las autoridades políticas en su apoyo
al voto como única expresión legítima de participación, y al hacerlo
sustentaban las pretensiones democráticas del autoritarismo.

La Iglesia, vehículo de la guerra fría en México

Los estudios realizados sobre el México de los años de estabilidad auto­

100 Por ejemplo, el manual de miembros de la Unión de Católicos Mexicanos (ucm),


prescribía obligaciones ineludiblemente políticas: a) difundir los principios de morali­
dad cristiana, la doctrina social de la Iglesia y los principios cívicos normativos del com­
portamiento político de los católicos; b) defender los derechos de los padres de familia
a educar a sus hijos, a la enseñanza religiosa y a la propiedad privada; c) defender los
derechos de la Iglesia y de la patria, en ese orden. Según el manual, el “ucemero” (miembro
de la ucm) “es patriota porque es cristiano” y su deber es la defensa de la “integridad
espiritual, moral, económica y territorial de la Patria”; Pbro. García Martínez, op. cit.,
P. 16.
101 Alejandro H. Chapa, “La participación del empresario en la vida cívica”, en Pen­
samiento empresarial mexicano, Monterrey, N.L., Avance Editorial, S.A., 1975.
102 Alfredo Amescua Romero, “Condiciones para la supervivencia de la empresa”,
en Ibid., pp. 193-216. p. 198.
103 “Declaraciones del episcopado mexicano: Deberes cívicos de los católicos”, Chris-
año 21, diciembre de 1956, núm. 253, pp. 973-974.
164 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ritaria han subrayado la dependencia mexicana con respecto de los Es­


tados Unidos para explicar la marcada intolerancia anticomunista del
periodo. Es indudable que los gobiernos de Manuel Ávila Camacho,
Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines estuvieron muy interesados en
manifestar sus convergencias ideológicas con Washington, y que al ha­
cerlo, reprodujeron en el contexto nacional el conflicto internacional.
Sin embargo, el anticomunismo infectó también amplios sectores de
la sociedad, gracias sobre todo a la acción de la Iglesia católica mexi­
cana, mucho más poderosa y eficaz que la política exterior americana,
puesto que el alcance social y la legitimidad del mensaje de la primera
eran, y siguen siendo, mayores que los de la segunda.
En este periodo, las “doctrinas exóticas” —léase el comunismo-
fueron el enemigo común y la base de unanimidad entre el Estado, la
Iglesia, los empresarios y grandes grupos de clases medias, quienes —pa­
ra mayor ventaja— contaban en este sentido con el apoyo de la políti­
ca general del Vaticano.
En estos años, la participación de la Iglesia mexicana en el marco
general del catolicismo internacional aumentó considerablemente, en
buena medida porque de hecho, su situación interna se había normali­
zado. De suerte que las percepciones y la postura de la Santa Sede de­
terminaron cada vez más el comportamiento del clero mexicano. La
restauración interna de la Iglesia mexicana había avanzado en forma
paralela aun control relativamente estricto de las autoridades eclesiás­
ticas sobre el clero. Este verticalismo estaba respaldado por el estilo
y la decisión del Papa Pío XII (1939-1958) de defender a la Iglesia ca­
tólica frente a su enemigo más temible: el comunismo.
La convicción de que la pobreza y el atraso eran terreno fértil para
el desarrollo del comunismo condujo a Pío XII a introducir algunos
cambios tendientes a actualizar a la Iglesia. Entre ellos fue fundamen­
tal la “deseuropeización” de la Iglesia, que se tradujo en una política
de atención prioritaria a las áreas católicas no europeas que hasta en­
tonces habían contado poco en la política vaticana. Asia, África y Amé­
rica Latina fueron vistas desde esta nueva perspectiva como una reser­
va crucial —por lo menos cuantitiva— pata mantener la universalidad
del catolicismo. El Vaticano emprendió entonces ambiciosos proyec­
tos de concientización y de “recristianización”, diseñó mapas para iden­
tificar “tierras de misión*', incluso en países donde el catolicismo era
una realidad, si bien débil en el ámbito doctrinario. Este interés por
la parte del mundo potencialmente más sensible a las promesas de cam­
bio de los comunistas, se reflejó en la apertura del Colegio Cardenali­
cio a obispos no europeos. En 1945, Pío xu designó a siete cardenales
latinoamericanos, demostrando la importancia del continente.104

Para un análisis del endurecimiento de los años cuarenta y cincuenta de la lgl®"


CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 165

La ofensiva anticomunista de la Iglesia católica partía de documen­


tos pontificios muy anteriores a 1945, que ya habían establecido el “an­
tagonismo esencial” entre cristianismo y comunismo.*105 El presupues­
to central del anticomunismo católico de los años cincuenta consistía
en un razonamiento muy simple: sin Dios no hay moral; el comunismo
niega la existencia de Dios, luego, el comunismo es inmoral. De lo an­
terior se seguía que el comunismo negaba también los principios de or­
den y autoridad y destruía los fundamentos de la familia: arrancaba
a la mujer del hogar y violaba el derecho de los padres de familia a
la educación de sus hijos. Pero además de apreciaciones de este tipo,
que de hecho eran una protesta contra la secularización, el anticomu­
nismo católico insistía en el falso razonamiento de que, dado que los
comunistas perseguían subvertir el orden social, lo que proponían en­
tonces era el desorden y la anarquía.
La instauración de los regímenes socialistas en los países de Europa
del Este después de 1945, así como los conflictos que ahí se desarrolla­
ron entre las instituciones eclesiásticas y las autoridades políticas, nu­
trieron eficazmente la paranoia del anticomunismo católico del perio­
do. El Vaticano no se limitó a denunciar “los horrores” y “la esencia
perversa” del comunismo, sino que armó una auténtica movilización
internacional, una verdadera cruzada en la que dispuso de todas las
organizafciones laicas que dependían de la Iglesia. Por todas partes se
organizaban constantemente manifestaciones de fe, congresos interna­
cionales que, bajo la dirección de la alta jerarquía vaticana, discutían
sobro el apostolado de los laicos y la educación religiosa. Todos estos

sia católica como fenómeno general, así como de los cambios que se operaron en su in­
terior, ver: John Cooney, The American Pope. The Ufe and times of Francis Cardinal
Spellman, Nueva York, New York Times Books, 84. Ver en particular las páginas 146-168.
105 La encíclica del Papa Pío xi “Divini redemptoris promissio”, sobre el comunis­
mo ateo, del 19 de marzo de 1937, parece haber sido fuente de inspiración de esta cam­
paña: “El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir ninguna colabo­
ración con ¿1 de parte de quienes quieren salvar la civilización cristiana.” Ver: Encícli­
cas Pontificias, Colección completa. 1832-1959. Preparadas por la Facultad de Filoso­
fía y Teología de San Miguel (Argentina), Buenos Aires, Editorial Guadalupe, 1939, 2
vols, vol. 1, pp. 1482-1302. Este docúmento tiene gran importancia para entender el an­
ticomunismo católico de la época, porque contiene las principales imágenes que fueron
manipuladas en este periodo y que en los momentos críticos fueron llevadas al absurdo.
A lo largo de los aftos cincuenta, el Vaticano denunciaba regularmente a los comunistas.
El Papa Pío xii firmó numerosas encíclicas con este tema; ver por ejemplo: Orientales
Ecclesias, del 13 de diciembre de 1932, dirigida al “episcopado católico de las iglesias
orientales perseguidas” (la rusa, la búlgara, la rumana y la ucraniana); Ad sinam gen-
ton, del 7 de octubre de 1954, dedicada al pueblo chino; Luctuossissimi eventos, del
28 de octubre de 1956, a propósito del levantamiento en Hungría; y Datis nuperrime,
del 5 de noviembre de 1956, que denunciaba “ante los pueblos libres la nueva esclavitud
de los húngaros”.
166 CI ASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

congresos analizaban en primer lugar los problemas de la “Iglesia del


silencio”, que tras la “cortina de hierro” sufría las torturas de los co­
munistas. Én los países católicos, las parroquias y las escuelas confe­
sionales organizaban jornadas de oración y actos simbólicos de apoyo
a los mártires del comunismo, ya fuera por los niños chinos o por los
obispos polacos y húngaros.106 Los países de Asia y África y varios
países latinoamericanos fueron declarados tierra de misión por el Va­
ticano.
La paranoia anticomunista era además fomentada por la imagen
conspiratoria del enemigo emboscado y acechante, dispuesto a saltar
sobre cualquier oportunidad de difundir su “propaganda diabólica”.
Ya en 1937, Pío xi había sabido identificar su origen —la Unión So­
viética— y sus métodos:

propaganda que dispone de grandes medios financieros, de gigantescas


organizaciones, de congresos internacionales, de innumerables fuerzas bien
adiestradas; propaganda que se realiza por medio de hojas volantes y re­
vistas, en los cinematógrafos, en los teatros, con la radio, en las escuelas
y hasta en las universidades, y que penetra poco a poco en todas las cate­
gorías, en las mejores poblaciones, sin casi percatarse del veneno que siem­
pre más y más invade las inteligencias y los corazones.107

El fuego anticomunista prendió con gran fuerza en México. Las ac­


tividades organizadas para frenar “el avance del comunismo” en el
mundo reanimaron el celo religioso y la fe católica, y el clero mexica­
no tuvo buen cuidado de echar mano del guadalupanismo como la con­
traparte religiosa de la unidad nacional; así, el clima de la guerra fría
se apoderó del conjunto de la sociedad mexicana.
Desde la Revolución, la Iglesia en México había interpretado ofi­
cialmente el conflicto que la oponía al Estado como una defensa con­
tra el comunismo, y por sorprendente que parezca, la imagen de una
Iglesia mejicana oprimida por un orden político similar al soviético
—imagen propalada por la Santa Sede—108 persistió en la imaginería
de muchos católicos a lo largo de los años cincuenta.

106 Ver a propósito de esto las circulares del arzobispado de la ciudad de México,
en Gaceta Oficial del Arzobispado de México, tomo 14, núm. 4, abril de 1956; ver tam­
bién las encíclicas de Pío xii: Ingrentium Malorum, del 15 de septiembre de 1951; Im­
presión caritate, del 28 de octubre de 1951 y Ad apostolorum principis, del 29 de junio
de 1958.
107 Papa Pío xi, “Divini redemptoris promissio”, en Encíclicas pontificias, vol. 1,
p. 1486.
108 Ver por ejemplo: Papa Pío xi, “Divini redemptoris promissio”, op. cit., vol. 1,
p. I486; ver también la descripción que la encíclica Iniquis qfflictisque, del 18 de no­
viembre de 1926, hace de la situación de la Iglesia católica en México, en donde se la
compara con la rusa.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 167

Más aún, en esa época el clero mexicano consideraba que en el país


existían condiciones propicias para el triunfo del comunismo. Cada diez
años, en ocasión del aniversario de la encíclica Rerum Novarum, el epis­
copado mexicano se pronunciaba contra el comunismo recordando los
principios de la doctrina social de la Iglesia que, decían, ofrecía una
“tercera alternativa’’. La doctrina social de la Iglesia pretendía equili­
brar el liberalismo individualista y el colectivismo socialista: reconocía
la necesidad de una intervención limitada del Estado en la vida social
y proponía la protección de los trabajadores y de los campesinos, así
como la defensa de la autonomía de los particulares y del orden esta­
blecido. La Iglesia rechazaba también la lucha de clases y el no-
conformismo partiendo del siguiente presupuesto:

El primer principio, y como la base de todo, que no hay más remedio que
acomodarse a la condición humana que en la sociedad civil no pueden to­
dos ser iguales, los altos y los bajos.109

Nada mejor podían pedir las autoridades políticas mexicanas que


tanto valoraban la desmovilización. Para la Iglesia, la paz social era
también un objetivo prioritario, y la colaboración social la única vía
aceptable, por lo que condenaba las huelgas que ‘‘dejan tras ellas mi­
serias, sufrimientos y pobreza”.110 Al hacerlo, no sólo respondía a su
compromiso con las instancias políticas locales, sino también a la línea
vaticana enemiga de la agitación social.
A pesar de todo, los prelados mexicanos tampoco podían ignorar
que una gran parte de su grey vivía en condiciones miserables. En 1951,
el episcopado publicó una pastoral que predicaba la “desproletariza-
ción” de las masas —léase la despolitización que proponía el Vatica­
no—, pero que en el caso de México exigía la intervención del Estado:
“Un país como el nuestro no puede repetir errores de una economía
capitalista, que va en detrimento de la paz social”.111 Esto es, aun

109 Papa León xm, “Rerum novarum”, sobre la condición actual de ios trabajado­
res, 15 de mayo de 1891, en Encíclicas pontificias, op. cit., vol. 1, pp. 423-445, p. 428.
El mismo ánimo conformista reaparece en encíclicas posteriores. Ver por ejemplo: “Qua-
dragesimo anno” de Pío xi; “Optatissima Pax” de Pío xu (12 de diciembre de 1947)
y “aeminisse luvat” (14 de julio de 1952); en este documento, Pío xu sostenía que “{la
religión] enseAa que ni la violencia ni la revolución pueden hacer una ihejor distribución
de la riqueza [...], sino más bien reformas justas que permitan al proletariado que toda­
vía no tiene los medios necesarios para vivir correctamente ni mejorar su condición”;
en Encíclicas pontificas, op. cit., vol. 1, p. 2262.
110 “Carta Pastoral colectiva del Episcopado mexicano con motivo del cincuentena­
rio de la encíclica Rerum Novarum", 30 de abril de 1941, en Christus, año 6, núm. 68,
julio de 1941, pp. 549-563, p. 563.
1,1 “Carta Pastoral colectiva del V. Episcopado mexicano, en el 60 aniversario de Re­
rum Novarum", en Gaceta Oficial del Arzobispado, vol. 9, núm. 6, junio de 1951, pp.
751-777.
168 CLASES MEDIAS Y POLITICA EN MÉXICO

cuando existiera una alianza defacto entre las autoridades políticas y


las eclesiásticas, con el tiempo estas últimas empezaron a expresar al­
gunas dudas respecto de la situación general imperante. Demandaban
reformas a la empresa privada, mismas que debían llevarse a cabo con
el apoyo de la Iglesia. “[...] Tiene el prestigio y la influencia para orien­
tar —manteniéndose dentro de los límites de su misión— hacia las re­
formas de estructura que se hacen necesarias en nuestra sociedad ac­
tual.”112 Los obispos advertían a las “clases dirigentes” que de no
ceder a las reformas propuestas, tampoco tendrían derecho a lamen­
tarse “ante la avalancha de doctrinas que amenazan vuestro bienestar
y nuestra civilización.”113 En cambio, a las clases populares, los obis­
pos dirigían apenas unas palabras de “consuelo y diento”.114
Sin embargo, fuera de este llamado a la conciencia social, la Iglesia
mexicana sostenía posiciones que en general se ajustaban a la voluntad
de estabilización social de las autoridades gubernamentales.
Un efecto contradictorio de la cruzada anticomunista fue la recon­
ciliación de los católicos mexicanos con algunos aspectos de la socie­
dad norteamericana y con las posibles consecuencias de su influencia
en México. Hasta antes de la segunda guerra mundial, un sector im­
portante de la oposición de clase media al grupo en el poder había cri­
ticado severamente una política que según ellos generaba fuertes lazos
de dependencia respecto de los Estados Unidos. La admiración de los
liberales del siglo xix por el modelo norteamericano había sido una
de las razones del antagonismo de los conservadores. En la convergen­
cia anticomuiysta, se hicieron a un lado las antiguas hostilidades, la
Iglesia mexicana no cejó en la defensa de los valores tradicionales.
Históricamente, la Iglesia en México había manifestado una gran
resistencia a la penetración cultural norteamericana y al estilo de vida
“libre” propio de esa sociedad. Para los católicos mexicanos, nada más
indeseable que las costumbres estadunidenses en torno a la familia, al
papel de las mujeres en la sociedad o al divorcio. La cruzada antico­
munista borró aparentemente las diferencias entre estas dos culturas
—católica mexicana y norteamericana—, mismas que hasta entonces
la Iglesia había considerado incompatibles.113
En esta evolución desempeñaron un papel fundamental los cambios
que bajo el liderazgo del cardenal Francis Spellman sufrió la Iglesia
católica norteamericana durante los años treinta y cuarenta, gracias a
los cuales adquirió una posición de enorme influencia política y eco­
nómica en su país y en el seno del catolicismo internacional. Spellman

112 Ibid, p. 759.


1,3 Ibid, p. 775.
114 Ibid, p. 775.
1,5 Ver: Cosío Villegas, “México y Estados Upidos”, op. cit., pp. 204-206.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 169

manifestó siempre un gran interés por América Latina, sobre todo des­
pués de la guerra;116 pero además, para las autoridades eclesiásticas
mexicanas, el apoyo del catolicismo norteamericano significó contar
con un poderoso aliado en el país más poderoso del llamado mundo
occidental. Es muy probable que la campaña anticomunista de la Igle­
sia mexicana haya contado con el respaldo moral y de otro tipo de su
contraparte en los Estados Unidos.

La escuela como agente de estabilización política y social

Naturalmente, fue en el terreno educativo donde el consenso naciona­


lista y liberal desplegó su verdadero significado. A partir de 1941, la
escuela pública se convirtió en el principal centro de difusión de la doc­
trina oficial. El abandono de la política de secularización relegó a se­
gundo plano las discusiones en torno al contenido de la enseñanza, que
entonces quedó plenamente inserta en el esquema general de estabili­
zación política. Después de la reforma de 1946, las preocupaciones doc­
trínales desaparecieron de una política educativa cada vez más concen­
trada en satisfacer las demandas del desarrollo económico.
Como es bien sabido, la escuela tiene en primer lugar una función
socializadora que consiste en transmitir la cultura dominante; desde
esta perspectiva, la educación formal desempeña un papel central en
la conservación de la misma. La adaptación de la doctrina educativa
mexicana a las necesidades de legitimación de las instituciones políti­
cas no se limitaba a “neutralizar” la escuela desde el punto de vista
ideológico; integrarla dentro del consenso nacionalista y liberal signi­
ficaba también “neutralizar” los criterios de selección social, según lo
dispone el principio democrático de la educación universal y la igual­
dad de oportunidades. De suerte que el análisis de la política educativa
debe hacerse tomando en cuenta los dos objetivos que perseguía: la
estabilización política mediante la difusión de un conjunto de valores
coherentes con las instituciones vigentes, y la estabilización social que
se desprende del papel simbólico de la educación en su carácter de ca­
nal de movilidad social.
Durante todo este período, la insistencia de las autoridades guber­
namentales en el carácter democrático de la educación respondía tanto
al rechazo a “doctrinas extranjeras”, como al deseo de hacer hincapié
en las posibilidades que cada individuo tenía de progresar en la escala
social por sus propios méritos. La expansión del sistema escolar era,
en principio, una manera de amortiguar los efectos de la estructura so­

in Ver: Cooney, op. cit., pp. 146-168.


170 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

cial sobre ese sistema; esto es, al asumir el Estado sus responsabilida­
des en este terreno, protegía la autonomía del sistema escolar frente
a las desigualdades sociales y daba prueba de voluntad democrática
creando las condiciones de una verdadera igualdad de oportunidades.
Así de manera indirecta, el Estado aseguraba la movilidad social y el
progresivo mejoramiento de las clases bajas. En palabras del presiden­
te Ruiz Cortines:

La enseñanza en México, basada en los principios democráticos que con­


sagra la Constitución, tiende a capacitar al pueblo para la conquista de
su bienestar económico y social, afirmar el concepto de la libertad y de
la dignidad de la persona humana.117

La función de reproducción que debía cumplir la escuela creando


y difundiendo una comunidad de lealtades legitimadoras, encontró en
la ideología liberal un apoyo, ya que al ser la educación un instrumen­
to de salvación individual, el Estado podía acreditar sus esfuerzos de
democratización de la sociedad con el solo compromiso de garantizar
a todos los mexicanos el acceso a la educación. Al mismo tiempo, la
educación se convertía én una válvula de escape para potenciales pre­
siones de movilidad social.
Ahora bien, después de 1940, el cumplimiento de las promesas edu­
cativas del Estado revolucionario se enfrentó a obstáculos casi insupe­
rables. A pesar de los esfuerzos realizados en los años anteriores, en
1950 más del 42% de los mayores de 6 años no sabía leer ni escribir,
mientras que el Estado destinaba menos del 9% del gasto a la educa­
ción. La explosión demográfica y el ritmo acelerado de la industriali­
zación generaban necesidades educativas que el gobierno no podía
satisfacer. Estas dificultades y el compromiso con la igualdad de oportu­
nidades se conjugaron para que el Estado procurara allegarse el mayor
número de recursos y apoyos posibles para responder a la creciente de­
manda. De ahí nació una política de colaboración educativa entre el
Estado, la Iglesia y los particulares, cuyas implicaciones profundas sólo
se manifestaron en el largo plazo.118

117 Adolfo Ruiz Cortines, “Discurso pronunciado al abrir el Congreso sus sesiones
ordinarias, el 1° de septiembre de 1954”, en Cámara de Diputados, Los presidentes de
México, op. cit., p. 548.
118 Én marzo de 1948, la sep organizó una “Campaña Nacional de Escuelas”, que
contó con el apoyo de miembros importantes del sector privado de la economía: Emilio*
Azcárraga y Emilio Lanzagorta, así como de asociaciones como el Country Club, el Club
de Leones, los Rotarios y la Asociación de Damas Católicas. Ver la lista de donadores
y de donativos en Secretaría de Educación Pública, Memoria, 1947-1948, op. cit., pp. 14-20.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 171

El significado de la educación como esfuerzo compartido

La evolución del sistema educativo después de 1940 estuvo marcada


por el signo del compromiso. En la medida en que todo sistema esco­
lar refleja el equilibrio existente en el interior de la sociedad, la solu­
ción de equilibrio en el caso de México debía reconciliar el interés de
quienes se proponían limitar la intervención del Estado en este terreno
y la promesa revolucionaria de educar a las masas. El nuevo proyecto
había sido adoptado incluso desde antes de la reforma de 1945, y no
podía escapar a las ambigüedades propias de todo compromiso. En pri­
mer lugar, hablar de una nueva reforma educativa podía tener serias
consecuencias pues reanimaría las viejas discusiones; por otro lado, sin
embargo, tampoco se podía —ni se quería— aplicar la legislación al
pie de la letra. En la práctica, este compromiso se tradujo en un siste­
ma escolar doble en el que las escuelas públicas se regían conforme a
las disposiciones oficiales, mientras que la educación privada se desa­
rrollaba en forma paralela dentro de un régimen de libertad de ense­
ñanza.
En los años de la estabilización, las autoridades gubernamentales
apelaban regularmente a la responsabilidad social de los grupos que
tenían la “capacidad técnica y económica” para contribuir al esfuer­
zo educativo que demandaba el desarrollo del país. Ahora bien, el Es­
tado sólo podía solicitar esta participación si estaba dispuesto a respe­
tar la libertad de creencias y la libertad de expresión que exigían los
particulares a cambio de su colaboración. Sin embargo, no podía re­
nunciar al ejercicio de una autoridad que, pese al compromiso, estaba
cargada de legitimidad histórica, ni tampoco deseaba renunciar a sus
objetivos de creación y fortalecimiento de una identidad nacional. De
suerte que se valió del control que le atribuía el artículo 3° reformado
para ejercer una cierta vigilancia sobre la enseñanza privada, e intro­
ducirla dentro del sistema educativo nacional. Así pues, pese a la cre­
ciente flexibilidad de las autoridades, la educación privada siguió en
principio sujeta a los principios pedagógicos y a los programas elabo­
rados por la sep. Sin embargo, el control ejercido era muy débil, como
lo demuestra el crecimiento de las escuelas particulares. Entre 1952 y
1954, el número de escuelas normales públicas se mantuvo idéntico,
mientras que en ese mismo lapso el número de escuelas privadas del
mismo tipo aumentó de 20 a 30.119
Para conciliar las contradicciones entre la ley y la práctica, las auto­
ridades gubernamentales se sujetaron a la interpretación de la ley re­
glamentaria del artículo 3° de 1941, que definía la educación como un

119 Secretaría de Educación Pública, Memoria, 1952-1954, México, sep, Departamento


de Divulgación, 1954, p. 108.
172 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

deber y no como un derecho en litigio entre los padres de familia y


el Estado. Por tanto, la contribución al esfuerzo educativo era una obli­
gación para todos aquellos que tenían los medios para hacerlo.
De hecho, las sucesivas leyes educativas siempre*habían considera­
do la posible colaboración de los particulares en este terreno, pero a
partir de los años cuarenta, las autoridades educativas empezaron a
enfatizar la deseabilidad e incluso la urgencia de dicha participación.
Si bien se mantuvieron las restricciones referentes a la intervención de
las órdenes religiosas y a la enseñanza de la religión en los programas
escolares de las primarias, secundarias y normales, la estabilización de
las relaciones entre la Iglesia y el Estado garantizaba la tolerancia a
este respecto, al menos en las escuelas particulares.
En 1947, el programa de gobierno de Miguel Alemán subrayaba la
importancia de las escuela^, particulares y de su cooperación, insistien­
do en la “plena libertad” que les aseguraba el “clima de libertades”
imperante en el país. El Estado se esforzaba por poner fin al debate
escolar, y declaraba que cualquier modificación en esta materia se ha­
ría, si acaso se hacía, únicamente con base en “consideraciones de or­
den económico y demográfico”.
La Secretaría de Educación Pública se limitará a formular una interpreta­
ción pedagógica sobre bases técnicas y científicas acerca de lo que ya está
instituido en nuestro Artículo 3°. Al proceder así lo hacemos animados
del convencimiento de que há sido superada la en otros tiempos acerba
disputa sobre el derecho originario de educar...120

Durante la gestión del secretario de Educación Pública, José Ángel


Ceniceros <1952-1958), las autoridades gubernamentales fueron aún más
lejos en sus deseos de reconciliación y colaboración. En 1954, la SEP
afirmaba que el objetivo de la educación seguía siendo el mismo que en
1945, es decir, combatir los fanatismo, aunque, añadía “[eso] no sig­
nifica combatir la religión.” Ceniceros consideraba que en la lucha con­
tra el subdesarrollo y por la democracia,

los fanatismos y los prejuicios son, al igual que la explotación, la miseria


y el caciquismo, servidumbres que deben ser combatidas por todos los es­
píritus científicos, asi como por todos aquellos que poseen un verdadero
espíritu religioso. La ciencia y la religión tienen en sus dominios respectivos
un deber que los hace solidarios: combatir la ignorancia y sus efectos: las
servidumbres, los fanatismos y los perjuicios.121

120 Manuel Gual Vidal, “Discurso pronunciado ante el Sindicato Nacional de Tra*
bajadores de la Educación, el 3 de mayo de 1947”, en Secretaría de Educación Pública,
Memoria 1947-1948, op. cit, p.
121 Secretaría de Educación Pública, Memoria, 1954-1955, México, sep. Oficina de
Difusión y Publicaciones, 1955, pp. 20-21.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 173

El consenso escolar: la mexicanidad

El consenso nacionalista y liberal en la educación nacional fue deno*


minado la “mexicanidad”, y se reducía a la exaltación del patriotis­
mo. Las autoridades educativas definían sus objetivos en los siguien­
tes términos: consolidar la unidad nacional, estructurar un “sistema
funcional, adaptado a la evolución social del país” y organizar un sis­
tema educativo que considere también “[las] prácticas políticas [las]
costumbres ÿ tradiciones [de los mexicanos] y principalmente su idea­
rio político [definido] por nuestra Constitución en la que aparece ex­
presamente consignada la estrella polar del orden moral, tal como lo
garantizan las libertades de la democracia”.122
La doctrina de la educación nacional pretendía eludir las definicio­
nes ideológicas, y, al introducir la noción de mexicanidad, las autori­
dades educativas querían subrayar que la escuela era fundamentalmente
un vehículo para la formación de una comunidad cultural que fuera
elemento homogeneizador de la colectividad nacional. Veían en la edu­
cación una “técnica social” que debía utilizarse para prevenir los efec­
tos perturbadores de una estructura social desequilibrada. Con base
en estas premisas, las autoridades educativas de la época insistían en
que la mexicanidad era ideológicamente neutra, que su objetivo fun­
damental era la formación de buenos ciudadanos, que era ajena a toda
doctrina religiosa y que se fundaba exclusivamente en “los progresos
científicos”. Definían lo que llamaban su contenido nacionalista como
“una mejor comprensión de lo que significa ser mexicano”, un “feliz
equilibrio entre lo que es universal y lo que es nacional”, proscribien­
do elocuentemente “el internacionalismo disolvente”.123
La mexicanidad nunca pasó de ser un manejo simple de símbolos
históricos fundamentales: las guerras de Independencia y de Reforma,
por ejemplo. Durante este periodo, las autoridades gubernamentales
instauraron un calendario muy cargado de fiestas cívicas, y estimula­
ron el culto a la bandera y a los héroes nacionales en una serie de actos
públicos y de manifestaciones de lealtad a los símbolos patrios.
Examinando los criterios establecidos entonces por la SEP para la
selección de los libros de texto para la primaria, se obtiene una visión
más precisa del contenido que se pretendía dar a la educación. En 1952,
la Comisión Revisora de Libros de Texto de Consulta señalaba que los
libros seleccionados para ese periodo escolar estaban inspirados en una
orientación filosófica “espontánea” que derivaba “naturalmente” del
conocimiento científico y que era ajena a los sectarismos ideológicos.

122 Secretaría de Educación Pública, “La escuela unificada”, Memoria, 1947-1948


(México, Oficina de Difusión y Publicaciones de la sep, 1948), op. cit., p. 193.
123 Secretaria de Educación Pública, Memoria, 1954-1955, op. cit., p. 79.
174 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Añadía la comisión que las obras escogidas eran las mejores para la
formación de un “alma colectiva mexicana” y para la unidad nacio­
nal, al mismo tiempo que estimulaban el sentimiento patriótico.

(...] fomentando [...1 el amor a México y a sus instituciones [...] estimu­


lando el civismo, suscitando el respeto por nuestras leyes [...] avivando
en los alumnos el anhelo de cumplir conscientemente con sus deberes.124

La educación cívica ocupaba un lugar central en la escuela de la me-


xicanidad, porque era una especie de entrenamiento para que los esco­
lares tomaran conciencia de sus “deberes de solidaridad con la patria”.
Sin embargo, antes que ser una enseñanza de derechos y deberes, so­
bre todo en los años 1952-1958, los programas de civismo tenían un
contenido esencialmente histórico, seleccionaban los elementos de la
memoria colectiva que mejor se ajustaban a la versión oficial de que,
desde la Independencia, la historia de México era una sucesión cohe­
rente de luchas cuyo objetivo había sido la creación de la identidad na­
cional. Según el presidente Ruiz Cortines:

El Gobierno no cesa —ni cesará— en la tarea de infundir en la conciencia


pública el culto permanente a los campeones de nuestra nacionalidad [...]>
porque asi logramos mayor responsabilidad ciudadana, inculcando a la
colectividad, desde la niñez una concepción nítida de lo que fue, es y debe
ser nuestra Patria.125

El contenido general y la débil definición ideológica de la educación


nacional respondían también al propósito de las autoridades de despo­
litizar los conflictos sociales, así como al deseo de estimular la partici­
pación de los particulares en la satisfacción de la demanda educativa.
Gracias al espíritu de conciliación que animó la política educativa
durante estos años, el debate escolar se mantuvo latente, porque aun­
que el Estado educador seguía vigente en la ley, no ejercía plenamente
sus facultades de control. Así lo permitió el modus vivendi al que ha­
bían llegado los principales actores del debate, la Iglesia y el Estado.
Más aún, la jerarquía eclesiástica había aprobado públicamente la edu­
cación nacionalista concebida en los términos en que la hemos descri­
to. Tan es así que en 1941 llegó a rechazar una propuesta que le hizo
el pan de participar en la ofensiva por la reforma constitucional y por

124 Secretaría de Educación Pública, “Revisión y selección de libros de texto y de


consulta”, en Secretaría de Educación pública, Memoria, 1952-1954, México, sep, Ofi­
cina de Difusión y Publicaciones, 1954, pp. 77-78.
,2S Adolfo Ruiz Cortines, “Discurso pronunciado a] abrir el Congreso sus sesiones
ordinarias, el 1° de septiembre de 1954”, en Cámara de Diputados, Los presidentes dt
México, op. cit., p. 541.
CLASES MEDIAS Y AUTORITARISMO 175

el establecimiento de la libertad de enseñanza.126 Actitud prudente que


fue premiada con la reforma de 1945. No fue sino hasta después de
1958, cuando se desarrollaron en México algunos movimientos huel­
guísticos de importancia, y sobre todo después del triunfo de la revo­
lución cubana, que los militantes católicos, autorizados por su jerar­
quía, reclamaron vigorosamente el establecimiento de la libertad de
enseñanza. Por lo demás, hasta entonces la reforma al artículo 3° era
exigida —si lo era— en nombre del statu quo y no para apoyar deman­
das de cambios profundos en la estructura política.
El éxito de la política de desmovilización en los años de la unidad
nacional se explica también porque en ese momento, todos los agentes
de socialización, en particular el Estado y la Iglesia, pero también las
clases altas y medias —salvo excepciones aisladas— hablaban el mis­
mo lenguaje: en México, la única vía aceptada de salvación social era
la individual.

126 James W. Wilkie y Edna Monzon de Wilkie, México en el siglo xx. Entrevistas
c°n Manuel Gómez Morín, México, Editorial Jus, 1978, p. 64.
Segunda parte

CLASES MEDIAS EN UNA COYUNTURA


DE MOVILIZACIÓN
IV. LA CRISIS DEL CONSENSO POLÍTICO
Y LA REFORMA EDUCATIVA DE 1959

Al finalizar la década de los cincuenta, el sistema político mexicano


se encontraba sólidamente establecido. Organizado en forma pirami­
dal, se caracterizaba por una elevada concentración del poder, si bien
la estructura política había aceptado la integración de representantes
de intereses particulares, económicos, religiosos y sindicales. El acceso
al poder estaba limitado a los miembros de la élite política, y la estabi­
lidad descansaba sobre la no participación y sobre el consenso nacio­
nalista y liberal construido en los años cuarenta.
Como grupo social diferenciado, las clases medias eran soporte ideo­
lógico y político de la estructura de poder. Cumplían una función esen­
cialmente simbólica que enmascaraba su subordinación política obje­
tiva, aunque la mitología desarrollista les hiciera creer en su autonomía.
Cuando las expectativas de movilidad y bienestar no anulaban sus ten­
dencias a la organización y a la participación independientes, canaliza­
ban sus energías hacia asociaciones profesionales o religiosas cuya vo­
cación política se mantenía latente.
Los partidos políticos parecían exánimes, incluso la vitalidad del par­
tido oficial en su carácter de organismo de representación social —aún
controlada— había sido devorada por el verticalismo intolerante de la
estructura. No obstante, entre 1957 y 1959 se fue configurando una
coyuntura de movilización política que puso fin al conformismo de las
clases medias. Salieron entonces a relucir algunas de sus contradiccio­
nes, sobre todo aquéllas engendradas por la sobreposición de su sub­
cultura al autoritarismo de la estructura política que tanto las había
favorecido.

LA MOVILIZACIÓN: CARTA DEL JUEGO POLÍTICO

El consenso de los años cuarenta sufrió una sacudida muy importante


casi veinte años después, a raíz de la convergencia de demandas de par­
ticipación efectiva por parte de grupos sociales y políticos relativamente
diversos. El desafío al conformismo y la apatía, que habían sido vistos
como condiciones necesarias y deseables de la estabilidad, fue ante todo
obra de algunos de los sectores más beneficiados por el crecimiento
[179J
180 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

económico: grupos de clase alta, de clase media y de obreros califica­


dos.
La sociedad mexicana seguía siendo débil respecto del Estado, y su
capacidad de agregación interna, muy baja; sin embargo, una de las
consecuencias más importantes del desarrollo había sido la formación
de centros de opinión que, por marginados que estuvieran del debate
político —o tal vez por esta misma razón—, habían acumulado un con­
siderable potencial de acción autónoma.
El desenvolvimiento de esta crisis reveló la existencia de fracturas
en el consenso y produjo una movilización limitada cuyo tema funda­
mental era la ampliación de la participación, aun cuando sus lemas de
acción inmediata fueran la libertad sindical, la libertad de enseñanza
o la defensa de la autodeterminación frente a los Estados Unidos.
En el México posrevolucionario se han producido periódicamente
‘‘crisis de participación*',1 esto es, coyunturas en las que se han ar­
ticulado protestas contra el autoritarismo, de origen social e ideológi­
co diverso, y que han sido un rechazo a las formas limitadas de partici­
pación y a la cerrazón de las autoridades. Las demandas originales han
sido variadas: desde aumentos salariales hasta la remoción de funcio­
narios públicos incompetentes o corruptos. En la mayoría de los ca­
sos, los protagonistas han sido grupos de clase media. Su propósito
ha sido igualmente limitado: influir sobre las decisiones del poder que
los afectan, y obtener el reconocimiento de los canales utilizados, no
siempre partidos políticos, para organizar su acción con independen­
cia del Estado.
Este tipo de demandas nunca han perseguido un cambio radical ni
mucho menos, pero en un sistema autoritario, ciertas acciones adquie­
ren las proporciones de un reto cuando suponen un compromiso polí­
tico relativamente preciso, mismo que en los sistemas democráticos pa­
saría desapercibido y que puede ir desde el análisis crítico de la
información hasta la distribución de volantes en la calle. En las cir­
cunstancias mexicanas de finales de los años cincuenta, la moviliza­
ción política signifiçó la reactivación de la curiosidad y del interés de
la sociedad por los asuntos públicos. Ese fue el punto de partida de
las reivindicaciones de participación articuladas por diferentes grupos;
todos ellos coincidían en exigir que el poder reconociera que la plurali-
zación social producida pór el crecimiento económico había acarreado
un pluralismo político que desbordaba las formas establecidas de con­
trol de la participación.
En las décadas posteriores se sucedieron fenómenos semejantes tanto

1 Ver: François Chazel “La mobilisation politique: problèmes et dimensions", Re­


vue Françoise de Science Politique, vol. xxxv, núm. 3, junio de 1975, pp. 502-510.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 181

en sus objetivos últimos, esto es, ampliación y eficacia de una partici­


pación plural, como en lo que se refiere a los componentes sociales de
la protesta, es decir, grupos de clase media. Casi siempre el detonador
inmediato de estas crisis de participación era distinto: la condición eco­
nómica del magisterio o de los estudiantes de medicina, la explosión
demográfica de las universidades, etcétera; pero la causa profunda co­
mún a todas estas movilizaciones era el temor a la pérdida de influen­
cia y la creciente obturación, real o imaginaria, de los canales de movi­
lidad social.
Las crisis limitadas de participación revelan que bajo el conformis­
mo subyacen centros latentes de oposición, capaces de agregar intere­
ses particulares y de activarse como reacción a una decisión autorita­
ria. Por consiguiente, dan origen a movilizaciones y a actores politicos
que por esta vía pretenden integrarse al sistema político, si se conside­
ra que, por regla general, sus iniciadores respetan los canales y algunas
de las prácticas institucionales a pesar de que las movilizaciones trans­
curren en una atmósfera social cargada.
Para movilizar, los líderes y grupos de clase media no han recurrido
a la violencia, sino a sus propias creencias, a los valores democráticos,
liberales y nacionalistas contenidos en su subcultura de clase. El que
se hayan integrado estos elementos al consenso dominante da cuen·
ta del enorme potencial de agregación y movilización que el Estado atri*
buyó a las clases medias. En la medida en que su reconciliación simbó­
lica con el poder se fue convirtiendo en la base de la articulación de)
sistema político con la sociedad, los desacuerdos entre el Estado y las
clases medias podían llegar a tener amplias repercusiones en la estabi­
lidad del sistema; así, el consenso nacionalista y liberal convirtió al Es­
tado mexicano en el rehén de las clases medias.
En un sistema político que se funda en la apatía y el conformismo,
la capacidad de movilización, entendida como forma excepcional de
participación en manifestaciones, marchas y reuniones públicas que
tratan de los asuntos del poder, representa una poderosa carta del jue­
go político. Dada la relativa flexibilidad del autoritarismo mexicano,
esta última no ha estado reservada al grupo en el poder, sino que ha
sido parte de la dinámica del pluralismo limitado y de las negociacio­
nes entre los participantes reales de este pluralismo.
Estas movilizaciones son peligrosas para el grupo en el poder en la
medida en que a través de ellas se integran al juego político actores
o grupos cuya participación prolongada puede amenazar su monopo­
lio. En consecuencia, la tendencia ha sido la de reprimirlas, puesto que
la ampliación de la arena política que demandan estas movilizaciones
erosiona las formas establecidas de dominación.
Ciertamente el pluralismo limitado impone fronteras a la participa­
ción independiente, si bien móviles, dado que su funcionamiento obe­
182 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

dece a una lógica de inclusión y exclusión, en la que lo que se modifica


es la identidad de los participantes antes que su número. A pesar de
la relativa autonomia del sistema político y de su capacidad para deci-
dir sobre la participación de determinados agentes sociales en una co*
yuntura dada, en ocasiones la propia sociedad ha llegado a generar gru­
pos organizados independientes del Estado. Este fenómeno se produjo
sólo esporádicamente en los años de la estabilización autoritaria, pero
desde entonces, estos grupos se han venido multiplicando, y con ellos
han aparecido también centros de oposición que en su origen son aje­
nos al sistema político, y que si no logran integrarse al mismo, más ade­
lante, terminan por desaparecer.
No obstante, por más flexibilidad que haya demostrado el sistema,
una de las bases del funcionamiento del autoritarismo sigue siendo el
control sobre la participación y el pluralismo limitado. La preeminen­
cia del sistema político sobre la sociedad le aseguraba ese control, y la
independencia de ios agentes políticos que lograba generar la sociedad
sólo podía ser en todo caso circunstancial, puesto que su fuerza y su
representatividad dependían más de la coyuntura que de fuerzas socia­
les reales. La movilización que a finales de los años cincuenta dio tér­
mino a la tregua política impuesta por la ilusión desarrollista constitu­
ye el primer ejemplo de esta mecánica, misma que se repitió en
1964-1965 y luego en 1968 como una incubación de cambios más pro­
fundos en los años setenta.

El fin del inmovllismo

Al acercarse a su término el periodo presidencial de Adolfo Ruiz Cor­


tines (1952-1958), la cultura política dominante en México conjugaba
sentimientos de una adhesión difusa al sistema con una acentuada apatía
frente a los asuntos públicos. La pasividad y el conformismo de la ma­
yoría de la población eran puntales del ejercicio autoritario del po­
der. No obstante, a partir de la fuerte devaluación del peso registrada
en 1954,2 empezaron a acumularse en el ambiente síntomas de descon­
tento político, que culminaron con la-crisis de participación que se pro­
longó hasta 1963.
En el curso de estos años, las clases medias pusieron a prueba su
influencia ideológica, único recurso con el que contaban y fundamen­

2 Ver: Olga Pellicer de Brody y José Luis Reyna, El afianzamiento de la estabilidad


política. Historia de la Revolución Mexicana, periodo 1952-1960, México, El Colegio
de México, 1977; ver también: José Luis Reyna y Raúl Trejo Delarbre, La clase obrera
en la historia de México, De Adolfo Ruiz Cortines a Adolfo López Mateos 1952-1964,
México, Siglo XXI Editores, 1984.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 183

to de su posición como actores políticos. La movilización fue limita­


da, pero tuvo consecuencias de largo alcance, porque puso al descu­
bierto las fragmentaciones ideológicas que subyacen en el seno de estos
grupos, y que el consenso nacionalista y liberal parecía haber elimi­
nado.
Los años 1957-1963 fueron ricos en acontecimientos que sirvieron
para crear un clima en el que culminaron tensiones fermentadas en años
anteriores. Ya previamente se habían manifestado algunas inquietudes
sociales, pero no de manera generalizada, sino que habían surgido de
grupos restringidos —obreros calificados, burócratas y estudiantes en
las disciplinas técnicas—; por otra parte, estas manifestaciones tam­
poco habían coincidido con una situación de crisis internacional. Al
iniciarse la década de los sesenta se conjugaron ambos fenómenos: ines­
tabilidad en el interior e incertidumbre en el exterior, todo lo cual pro­
vocó el resquebrajamiento del consenso y el fin del conformismo, que
eran la base de la estabilidad. Esto no significa que México atravesara
por una situación revolucionaria; simplemente se produjo una coyun­
tura en la que se movilizaron actores sociales que buscaban integrarse
plenamente al sistema político e imponer límites a su autonomía.
La movilización no fue activada desde arriba, lo cual en cierta for­
ma era una novedad, sino que inicialmente fue organizada por grupos
que no se sentían representados en el sistema. De haber aceptado esta
movilización independiente, en la que sindicatos y organizaciones reli­
giosas, profesionales y empresariales participaron por separado y con
objetivos contradictorios, la élite política hubiera tenido que compar­
tir el poder, renunciar al control que ejercía sobre la participación y
rendirse al reto que planteaban estos grupos a su monopolio.
En el fin del inmovilismo no se encontraba una motivación inme­
diata única, sino una dinámica desencadenada por grupos sindicales
que desafiaban el orden establecido. Los últimos meses del mandato
presidencial de Adolfo Ruiz Cortines se desarrollaron en un clima de
agitación social cuya manifestación más importante fue la disidencia
sindical que se extendió en el seno de las organizaciones de ferrocarri­
leros, electricistas, telegrafistas, maestros y petroleros. Sus reivindica­
ciones eran fundamentalmente económicas, pero en algunos casos evo­
lucionaron muy pronto hacia el rechazo al control gubernamental.
Además de la respuesta del gobierno la insurgencia sindical provo­
có una reacción defensiva entre grupos de clase media y clase alta, que
temieron el fortalecimiento de los trabajadores a expensas de sus pro­
pios intereses. No deja de ser sorprendente el hecho de que las clases
medias y altas no depusieran entonces su desconfianza, después de que
en los años anteriores el Estado había venido adoptando políticas que
beneficiaban en particular sus intereses. Sin embargo, la esencial arbi­
trariedad del ejercicio del poder les hacía temer una revisión súbita de
184 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

las alianzas sociales en las que se apoyaba el sistema político. Esta opo­
sición conservadora se transformó muy rápidamente en una protesta
antiautoritaria contra el Estado; esta protesta se sumó, aunque en for­
ma inconsciente, a la presión de los sindicatos para demandar partici­
pación independiente.
Sin embargo, la convergencia de fondo de los movilizados no logró
desafiar seriamente la estructura centralizada del poder, pues nunca su­
peraron la división ideológica que los separaba. Todos perseguían la
modificación de los patrones de participación y, en última instancia,
de decisión política, pero mientras que los trabajadores y quienes los
apoyaban lanzaban sus reivindicaciones como una ofensiva, sus opo­
sitores adoptaban actitudes y posiciones defensivas. Por último, mien­
tras que el motivo original de la movilización sindical había sido el de­
terioro del poder adquisitivo de los trabajadores, la movilización
defensiva surgió desde un principio por razones ideológicas y po­
líticas.
Hay dos elementos más que contribuyeron a poner fin al inmovilis*
mo: por una parte, las divisiones en el interior de la élite política, y
por otra, el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959. El efec­
to de polarización que generaron ambos fenómenos profundizó los an­
tagonismos e imprimió urgencia a las reivindicaciones de participación.

La libertad de enseñanza, tema de la movilización defensiva

La relación entre consenso político y consenso escolar resurgió con fuer­


za durante la crisis de participación de 1957-1963. Si bien son muchos
Jos temas que hubieran podido estimular una movilización independien­
te, entre ellos la libertad sindical, la reforma agraria, la reforma fiscal
o la política exterior, la libertad de enseñanza logró articular el único
frente de oposición amplio desde el punto de vista social. La querella
escolar renació como problema político porque era el punto de con­
vergencia de los principales elementos del consenso nacionalista y libe­
ral, pero sobre todo porque el movimiento por la libertad de enseñan­
za tuvo el apoyo de la Iglesia y de diversas organizaciones empresariales
y profesionales. Por esta rdzón, la querella, que recobró toda su fuer­
za en la oposición a los libros de texto gratuitos, fue de todos el mayor
desafío a la estabilidad política. En la querella escolar, los grupos de
cíase media movilizados pudieron desplegar su capacidad de liderazgo
político; para encauzar su protesta antiautoritaria e individualista, se
apoyaron en una tradición que les aseguró el respaldo de grupos de
clase alta y de sectores importantes de las clases bajas. El desarrollo
de los acontecimientos políticos entre 1960 y 1963, es una prueba de
su eficacia como agentes de movilización, y lo es en particular la can­
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 185

didatura de Gustavo Díaz Ordaz a la presidencia de la República, lan­


zada por el PRI ese último año.
Una de las consecuencias del pluralismo limitado es la restricción
de la arena política, tanto en el área donde se libran las luchas por el-
poder, como en el número de los actores que intervienen en ella. El
proceso de monopolización hizo de la política el coto cerrado de una
élite. Lo que estaba en juego en la crisis de participación de 1957-1963
era una ampliación de la arena política en lo que se refiere al número
de participantes y a los temas que inspiraban la participación. El Esta­
do hubiera querido evitar que la educación se convirtiera de nuevo en
materia política. Desde hacía tiempo había querido sacarla del debate
público, entre otras razones porque la discusión de estos problemas im­
plicaba un debate en torno a las grandes orientaciones políticas de Es­
tado, y en ese terreno no deseaba admitir injerencia social alguna.
Guando en diciembre de 1958, el presidente Adolfo López Mateos
anunció que llevaría a cabo una reforma escolar, replanteó inevitable­
mente la querella, si bien los cambios que propuso se limitaban funda­
mentalmente al problema de los recursos materiales del sistema educa­
tivo. La controversia en torno al Estado educador volvió a adquirir
entonces las dimensiones de un debate nacional, aunque no fuera más
que por un breve lapso, y en buena medida porque en el ambiente polí­
tico de la época privaba el maniqueísmo de la guerra fría. En realidad,
la oposición democracia-comunismo que dominaba los conflictos in­
ternacionales y su transposición al ámbito mexicano fueron decisivas
para que el tema de la educación lograra el efecto movilizador que al­
canzó, así como para que la ofensiva contra el Estado educador en­
contrara amplio eco en la sociedad. El rechazo a los libros de texto
oficiales estuvo inspirado por esta situación coyuntural, su fuerza de­
rivó del momento que vivía el mundo a principios de los años sesenta.
De no haber existido semejante coyuntura, es probable que la querella
escolar hubiera seguido preocupando apenas a unos cuantos identifi­
cados con la oposición histórica a la Revolución.
El episodio de los libros de texto gratuitos remite a conflictos de he­
cho ajenos a los problemas tradicionalmente planteados por las políti­
cas secularizadoras del Estado mexicano. Los manuales no incorpora­
ban ningún cambio ideológico en cuanto al contenido del consenso
educativo prevaleciente, lo que significa que la oposición no era una
forma de resistencia a un proceso impuesto de modernización cultu­
ral. Esta nueva etapa de la querella logró insertarse dentro de la estra­
tegia general de grupos que se sentían marginados de la vida política
y que eran hostiles a la intervención del Estado en la vida social. Desde
esta perspectiva, la querella escolar aparece como un pretexto instru­
mental, utilizado para avanzar posiciones en la estructura de poder en
el marco de una coyuntura de inestabilidad relativa. Esto es válido tanto
186 Ot AHBS MBEMAS Y POLITIC A BN MÉXICO

para los defensores tradicionales de la libertad de enseñanza —la Igle­


sia, el pan, la dns—, como para otros sectores que no estaban autén­
ticamente interesados en ung discusión seria respecto del contenido de
la educación en México, pero que apoyaron la movilización con el pro­
pósito de consolidarse frente al Estado.
Otro elemento que explica la reapertura del debate escolar es la fueraa
que llegó a adquirir el anticomunismo en los años inmediatamente an­
teriores, y que sirvió para movilizar a la opinión pública y apoyar el
ascenso de la derecha, característico de este periodo. La atmósfera de
urgencia que creó la bien orquestada campaña anticomunista de esos
años tuvo repercusiones significativas para el futuro del sistema políti­
co; entre ellas, la develación de la personalidad política de la Iglesia,
que pretendió erigirse en bastión contra los supuestos enemigos de la
nacionalidad emboscados en el Estado educador, contando para ello
con el apoyo de una amplia y en cierta forma inesperada capacidad
de movilización. El anticomunismo actualizaba de nuevo sus temas tra­
dicionales y reactivaba naturalmente la querella escolar, haciendo creer
en las posibilidades de éxito de una ofensiva contra el artículo 3°, una
de cuyas principales consecuencias hubiera sido el debilitamiento de
la autoridad del Estado en un terreno vital: el del consenso.
En la evolución de la movilización por la libertad de enseñanza se
distinguen tres momentos. En cada uno de ellos varía la identidad de
los protagonistas, así como los intereses en juego y los argumentos uti­
lizados. En un primer momento, entre 1959 y 1960, la oposición a los
libros de texto gratuitos fue articulada por los grupos tradicionalmen­
te hostiles al control del Estado sobre la educación: el pan, la dnpf,
la uns y desde luego la jerarquía eclesiástica. A ellos se unieron los
autores y editores de libros de texto comerciales, cuya motivación no
era ni religiosa ni política.
El segundo momento se inició en 1961. El curso de loe acontecimien­
tos estuvo dominado por la intervención de la Iglesia, cuya presencia
se acompañó de un recrudecimiento del anticomunismo y de la intole­
rancia ideológica. La acción eclesiástica contó con el apoyo de las or­
ganizaciones de laicos y de otras creadas al calor de la fiebre antico­
munista del momento, tales como el Movimiento Familiar Cristiano
(MFC). En ese punto, el conflicto era todavía una protesta limitada,
aunque la ofensiva de la Iglesia ya no apuntaba sólo a los libros de
texto gratuitos, sino que estaba dirigida contra el artículo 3° y la pro­
blemática general del Estado educador. En abril de 1961 estalló en Pue­
bla un conflicto universitario que demostró la capacidad movilizadora
de las autoridades religiosas y su elevado potencial de violencia.
El tercer momento se presentó con intensidad renovada en 1962; fue
ostensiblemente diferente de los anteriores dada la experiencia de Pue­
bla, y resultó el máe peligroso para el Estado. La lucha adquirió un
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 187

carácter incontestablemente político, en vista de la entrada en escena


de actores que hasta entonces se habían mantenido en apariencia im­
pasibles ante la protesta, como el Estado, o al margen del debate, como
los grandes empresarios organizados. El objetivo de fondo del enfren­
tamiento y la identidad de los interlocutores del poder se modificaron
también. En ese tercer momento, los católicos militantes de clase me­
dia pasaron a un segundo plano. En enero y febrero de 1962, el Estado
enfrentó en Monterrey el desafío más importante a su monopolio so­
bre el control de la educación y sobre la movilización política.
La amplitud de este frente de oposición al Estado imprimió a esta
movilización un carácter excepcional. En años anteriores, grupos de
clase media se habían resistido a decisiones autoritarias, rechazando,
por ejemplo, a candidatos a puestos de elección popular; así ocurrió
en Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí en 1958, en Zacatecas y
Guerrero en 1959 y 1960. En ocasiones, las reivindicaciones de auto­
nomía política se habían expresado en protesta contra medidas admi-
nitrativas locales, como sucedió en Tamaulipas en 1954, a propósito
de los precios de la gasolina, en Jalisco en 1955 por problemas de agua
y de electricidad, en Morelos en 1957 contra la corrupción y la inefica­
cia de la burocracia local, y en Yucatán en 1958, cuando grupos de
empresarios locales se opusieron a los planes de urbanización de la ciu­
dad de Mérida.3 No obstante, en ningún caso tuvieron estos movimien­
tos repercusiones nacionales.
La ofensiva contra el Estado educador fue muy violenta en las ciu­
dades más importantes del país en ese entonces, esto es, Monterrey,
Puebla, Guadalajara, Morelia, y vino a ser el preludio de una tendencia
que más adelante se confirmó: la oposición independiente al autorita­
rismo gubernamental se expresa sobre todo en las ciudades más desa­
rrolladas. Lo cierto es que en estas ciudades, el conflicto afectó la to­
talidad de la población, mientras que en la ciudad de México
aparentemente fue más limitado y dejó menos huella; aun así, redujo
el margen de maniobra del gobierno lopezmateísta e incidió sobre la
sucesión presidencial de 1963-1964.
Sin embargo, como el propósito aquí no es hacer un análisis de los
procesos locales o siquiera regionales, los acontecimientos en las ciu­
dades de provincia serán vistos como parte de un movimiento general
cuyo epicentro fue la capital de la República. Desde esta perspectiva,
son más pertinentes los episodios en Puebla y en Monterrey, donde la
virulencia de los enfrentamientos y la debilidad de las autoridades lo­

3 Donald Russell Morris, Political violence and political modernization in México:


¡952-1964, Ann Arbor, Michigan, the University of Wisconsin Microfilms, Inc., 1971;
v« pp. 166 et passim.
188 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

cales magnificaron el alcance de la protesta. En Morelia y Guadalaja­


ra, la educación pública fue también objeto de violentos ataques como
parte de la ofensiva general, pero éstos no pasaron de ser conflictos
locales.
El éxito de la movilización independiente en Puebla y en Monterrey
se explica por el nivel de desarrollo de ambas ciudades y por la impor­
tancia que en cada una de ellas tenían el clero y los empresarios respec­
tivamente, que en esa época intentaron nuevas formas y medios de in­
fluencia política. Vista así, la querella escolar fue una manera de medir
las fuerzas en conflicto. Además, la importancia de esta movilización,
organizada en nombre de valores tradicionales, demuestra que en Pue­
bla y Monterrey, pese a su carácter de grandes centros urbanos, preva­
lecía una gran resistencia tanto a la transformación de valores como
a la autoridad del Estado. Con todo, para entender las motivaciones
y el empuje de esta movilización defensiva, es preciso hablar antes de
la coyuntura en la que se originó.

Las fracturas del consenso político

La movilización se inició a partir de la aparición de desajustes en el


consenso dominante, surgidos de contradicciones y fisuras en los acuer­
dos que habían cimentado la estabilidad reciente. Aparecieron prime­
ro en la élite política y luego se filtraron en el seno de las clases medias.
Los resquebrajamientos del consenso político no estaban relaciona­
dos con un problema concreto, ni siquiera con un conflicto específico.
Tal parece que fueron el resultado de una reflexión y de las resonan­
cias del enfrentamiento ideológico-político que se desarrollaba entre
los Estados Unidos y la Unión Soviética. Lo cierto es que al acercarse
el fin del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, muchos pensaban que Mé­
xico se encontraba en una situación de urgencia política.
A casi cincuena años de iniciada la Revolución mexicana, parecía
inevitable una evaluación de sus características como fenómeno histó­
rico y de sus resultados como proceso social. Este ejercicio crítico4 era
tanto más urgente cuaqto que las autoridades gubernamentales insis­
tían en hacer del movimiento de 1910 la principal justificación de su
presencia en el poder. Se trataba entonces de calibrar la legitimidad

4 Tampoco era la primera vez que se hada. En 1947, Cuadernos Americanos había
publicado una serie de comentarios y reflexiones sobre el tema, firmados por Daniel Co­
sío Villegas, José E. Iturriaga y Jesús Silva Herzog. Sin embargo, de manera predecible,
d tema cobró renovado interés al acercarse d cincuentenario de la Revolución. Ver: Stanley
R. Ross, comp., ¿Ha muerto la Revolución Mexicana? Balance y epílogo, México, Sep-
Setentas, 2 vols., 1972.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 189

de ese reclamo, y los logros e insuficiencias de los gobiernos que suce­


sivamente se habían acogido al amplio manto revolucionario. El inte­
rés de esta reflexión se había acrecentado porque la confrontación este-
oeste parecía agravar el significado de la marginalidad económica y po­
lítica de cerca de la mitad de los mexicanos.
Los análisis de la coyuntura realizados en ese momento, las opinio­
nes de editorialistas y las inquietudes manifestadas en diversos medios,
revelan un sentimiento general de incertidumbre y la idea relativamen­
te difundida de que México debía escoger entre las dos soluciones que
contraponía la dicotomía ideológica comunismo-democracia. La situa­
ción internacional alimentaba este sentimiento tanto como las condi­
ciones internas del país y la manifestación de una mayor conciencia
política entre algunos sectores de la población, que ponía en tela de
juicio la validez del modelo económico.
La persistencia de condiciones sociales similares a las de algunos paí­
ses de Asia y África hicieron pensar a muchos que México se encontra­
ba en una situación política semejante. No obstante, en 1958-1959 el
sistema mexicano había logrado un grado de desarrollo estructural con
características propias, que lo distinguían de las democracias occiden­
tales y de los países socialistas. Cualquier cambio esencial debía partir
del hecho de que era el mexicano un sistema plenamente consolidado.
Era ilusorio pensar, como muchos lo hicieron entonces, que las estruc­
turas existentes no imponían restricciones, y que la instauración de una
democracia o de un sistema totalitario no suponía un profundo sacu­
dimiento.
Á pesar de que, a diferencia de otros países latinoamericanos, Mé­
xico supo mantener una distancia relativa con respecto de la política
de guerra fría de Washington,5 su permeabilidad a la influencia ideo­
lógica norteamericana fue en aumento después de 1945. De manera que,
aun cuando no haya participado plenamente en esos combates, tam­
poco pudo escapar a todos sus efectos, y uno de ellos fue desde luego
su inserción en la atmósfera general de la guerra fría.

5 ‘‘México no fue ajeno a la influencia hegemònica norteamericana. Sin embargo,


dentro de este cuadro general de sumisión política de la América Latina a los Estados
Unidos, el caso de México se hizo notorio pues constituyó en medida apreciable una
excepción singular [...], si bien el país es miembro del sistema interamericano y necesa­
riamente parte de la zona de influencia de los Estados Unidos es un hecho que al menos
durante el periodo analizado (1945-1970) pudo mantener dentro del área una política
exterior que bien puede calificarse de mayor independencia relativa”, Mario Ojeda, Al­
cances y limites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1976.
pp. 42-43. También es cierto que durante los momentos álgidos de la guerra fría, el Es:
tado mexicano resistió consistentemente las presiones norteamericanas para comprome­
terse más a fondo en ese conflicto. Ver por ejemplo: Manuel Tello, México. Una posi­
ción internacional, México, Joaquín Mortiz, 1972, pp. 27-43.
190 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

La experiencia de Guatemala en 1954, había puesto en evidencia que


América Latina también era escenario de un juego en el que hasta en­
tonces le había tocado el papel de simple comparsa. En ese año, el go­
bierno del presidente norteamericano Dwight Eisenhower, provocó la
caída del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, cuyos proyectos re­
formistas pusieron en peligro los intereses estadunidenses en el área; el
pretexto de la intervención fue la defensa’de la democracia en Améri­
ca. Este hecho reanimó la desconfianza histórica de numerosos mexi­
canos frente a los Estado Unidos, e introdujo brutalmente a los países
latinoamericanos en el conflicto de las áreas de influencia. La grave­
dad de este acontecimiento como experiencia ejemplar para otros paí­
ses de la región, fue mayor porque la intolerancia hegemònica de los
Estados Unidos había sido sancionada por la mayoría de ellos en la
X Conferencia Interamericana de Caracas. En esa reunión adoptaron
la propuesta del secretario de estado norteamericano, John Foster Du­
lles, en el sentido de que la presencia en el poder de comunistas en cual­
quier país del área sería considerada una intervención extranjera que
amenazaría la paz del continente, por lo que, dado el caso, se pondrían
en marcha los procedimientos de seguridad colectiva.
El gobierno mexicano, fiel a su tradición no intervencionista, se abs­
tuvo de votar la resolución, arguyendo no la inadmisibilidad de la in­
tolerancia ideológica, sino el hecho de que sentaba un precedente in­
tervencionista.6 Tan es así que a dos meses de la caída de Arbenz,
prueba de las implicaciones de là “solidaridad política” que los Esta­
dos Unidos habían demandado de sus aliados latinoamericanos en Ca­
racas, el presidente Ruiz Cortines declaró en el informe del 1° de sep­
tiembre que su gobierno había defendido los principios de la resolución
pacífica de controversias, la no intervención y la solidaridad interame­
ricana, pero que también había tomado en cuenta “nuestro inequívo­
co rechazo para cualquier acto de injerencia del comunismo interna­
cional en nuestro hemisferio”.7
La experiencia guatemalteca puso de manifiesto los riesgos de una
alianza incondicional con los Estados Unidos; al menos así empezaron
a señalarlo algunos grupos de intelectuales y universitarios mexicanos,
quienes temían que cualquier pretexto sirviera para beneficiar las am­
biciones hegemónicas de Washington. Lo sucedido a Guatemala tam­
bién podía ocurrirle a México a menos de que el gobierno entrante para
1958 definiera con precisión las fronteras de la independencia política

6 Isidro Fabela, “La conferencia de Caracas y la actitud anticomunista de México”,


Cuadernos Americanos, núm. 3, afto xn, mayo de Í954, pp. 7-44.
7 Adolfo Ruiz Cortines, “Informe al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias el 1°
de septiembre de 1954", en Cámara de Diputados, Los presidentes de México, op. cit.,
p. 544.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 191

del país con respecto de los dos grandes polos de poder internacional.
El principal obstáculo a este proyecto era la reproducción del conflicto
internacional en el contexto interno.

Las fisuras de la élite política: Lázaro Cárdenas vs. Miguel Alemán

La representación de la rivalidad soviético-americana en la política me­


xicana revistió primero las formas de una ruptura en el interior de la
élite política, y más adelante, de contradicciones en el seno de las cla­
ses medias. No obstante, ninguna de las controversias suscitadas era nue­
va, el conflicto este-oeste simplemente prestó apariencia de actualidad
a viejas querellas.
La condición de estabilidad había sido el acuerdo entre los miem­
bros de la élite política, y el partido oficial, su expresión más acabada.
El PRi se había convertido en una maquinaria electoral, y para 1957
había dejado de ser un centro de agregación de intereses, por lo que
ya no prevenía ni resolvía, ya ni siquiera enmarcaba las posibles dife­
rencias entre facciones políticas. Por lo general, éstas se dirimían in­
ternamente, pero al margen del partido oficial, nunca salían a la luz
pública y se mantenían como meras tensiones. No obstante, al finali­
zar el gobierno ruizcortinista, las divergencias en el interior de la élite
política se agudizaron de tal manera que fue imposible disimularlas,
y así quedó al descubierto la rivalidad entre dos expresidentes: Lázaro
Cárdenas y Miguel Alemán. La importancia de este conflicto supera
con mucho los límites de la anécdota, porque fue primero en ese nivel
que se produjo la polarización ideológica que luego permearía a la so­
ciedad. Así, la expresión más ruidosa de los conflictos en el seno de
la “familia revolucionaria” fue el enfrentamiento entre el cardenismo
y el alemanismo, mismos que representaban dos vías de desarrollo para
el país distintas y supuestamente antagónicas.
Desde que la constitución de 1917 entró en vigor, la acción guber­
namental y las declaraciones del partido oficial han oscilado en el inte­
rior de un estrecho espectro ideológico cuyos extremos se han configu­
rado por un lado, en tomo a principios liberales de respeto a los derechos
del individuo, y por el otro, a las atribuciones del Estado, que de he­
cho le otorga la propia constitución, para intervenir en ciertos aspec­
tos de la vida social. Gracias a este arreglo, el juego político en México
ha podido desarrollarse con cierta flexibilidad dentro de los márgenes
que fija la legitimidad de la Revolución mexicana.
El significado de las nociones de izquierda y derecha ha sido muy
limitado, pero éstas han servido para ordenar posiciones y políticas.
El apoyo a un Estado intervencionista, el extremo izquierdo del parti­
do oficial, ha constituido la línea populista, caracterizada por la prio­
ridad que atribuye a los problemas de redistribución de la riqueza, por
192 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

una política de movilización dirigida por presupuestos gubernamen­


tales en los que el gasto social ocupa un lugar importante, y por una
política exterior activa que intenta diversificar las alianzas y establecer
relaciones de interés múltiple. El extremo derecho, en cambio, privile­
gia el interés privado y los objetivos de eficiencia económica frente a
políticas de interés social, no estimula ninguna forma de participación
social y practica una política exterior menos activa centrada en los pro­
blemas bilaterales con los Estados Unidos. A finales de los años cin­
cuenta, los representantes más notables de estas dos opciones eran Lá­
zaro Cárdenas y Miguel Alemán, respectivamente.8
Por simplista que pueda parecer esta dicotomía, refleja de alguna
manera el tipo de contradicciones y desacuerdos que se han manifesta­
do en el interior de la élite política y que resurgieron en esta coyuntu­
ra.
En 1957, la cercanía del relevo presidencial provocó la reaparición
de las querellas, ahora exacerbadas por la falsa disyuntiva entre demo­
cracia y totalitarismo. El conflicto se inició con la organización de gru­
pos de apoyo a los ex presidentes que pretendían influir en la designa­
ción del candidato del partido oficial a la presidencia de la República.
En el contexto de 1957, las pretensiones de influir sobre este proceso
político esencial podían interpretarse como un desafío a la autoridad
presidencial, el cual venía a agregarse a las presiones de los disidentes
sindicales sobre el gobierno.
La designación del candidato del pri a la presidencia de la Repú­
blica dio lugar a numerosas discusiones a lo largo de 1957. Aunque
su alcance real fue muy limitado, resultan interesantes porque revelan
cuán cerradas eran las opciones políticas. En los debates, los conflic­
tos esenciales de la realidad mexicana quedaron resumidos en una opo­
sición entre la unidad revolucionaria y la unidad nacional, que era tam­
bién una oposición entre cambio y continuidad. Los cardenistas
defendían la primera opción y proponían elegir un candidato de la uni­
dad revolucionaria. La consecuencia de este movimiento sería la exclu­
sión de los sectores no revolucionarios del sistema, es decir, de alema-
nistas, empresarios, de la Iglesia y de sectores importantes de clase

8 La hostilidad entre Cárdenas y Alemán era muy anterior a 1957. En sus Apuntes,
el primero critica severamente la gestión del segundo, le reprocha su política de concilia­
ción con los Estados Unidos tanto como la dureza de su política obrera y el conservadu­
rismo de su política agraria. Además, Cárdenas resintió mucho la manera como Ale­
mán, siendo presidente, rechazó los consejos de un predecesor demasiado popular y
demasiado populista, cuyas posiciones eran exactamente opuestas a las suyas. Ver: Lá­
zaro Cárdenas, Obras. Apuntes, n. 1941-1956, México, unam, 1973; y del mismo autor,
Obras. Apuntes zzz. 1957-1966, México, unam, 1973. Ver en particular el incidente que
se produjo entre Cárdenas y Alemán a propósito de los mineros de Nueva Rosita, Coah..
en 1948, Cárdenas, Obras. Apuntes tu, op. çit., pp. 40-41.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 193

media. El programa de la unidad revolucionaria defendía la actuali­


dad y urgencia de los principios de la Revolución mexicana que, según
sus simpatizantes, se habían hecho a un lado. La continuidad, propug­
nada por quienes se identificaban con Miguel Alemán, demandaba en
cambio la designación de un candidato de la unidad nacional y, en con­
secuencia, el mantenimiento de los compromisos y las alianzas estable­
cidas desde 1940, cuyo precio habían pagado las bases populares del
sistema.
Para prevenir la fragmentación política que hubiera podido provo­
car el agravamiento de las oposiciones, el presidente Ruiz Cortines pre­
firió mantenerse silencioso.9 En lugar de involucrarse en la controver­
sia en torno a las precandidaturas, dejó a otros el trabajo de debatirse
mientras él por su lado preparaba calladamente su sucesión, quizá tam­
bién con la esperanza de que su aparente indiferencia calmara la discu­
sión.
Desde el fin de su sexenio, Lázaro Cárdenas quiso mantener la apa­
riencia de la más estricta neutralidad respecto de la política de sus su­
cesores.10 Esta actitud respetuosa le valió ser considerado como el
auténtico guardián de las instituciones y de los principios revoluciona­
rios, al mismo tiempo que disimulaba las discordias internas del grupo
en el poder. A pesar de las declaraciones del expresidente Cárdenas, en
las que manifestaba la voluntad de plegarse al principio no escrito
de la ‘‘autonomía sexenal*’11 y de evitar las perturbaciones que hubiera
podido acarrear la repetición del maximato o una nueva forma de cau­
dillismo, es innegable que siguió jugando un papel político, aunque sólo
fuera por la autoridad moral de que estaba investido. Su intervención,
por velada que fuera, hizo de Cárdenas el blanco preferido de los ata­
ques de los grupos más conservadores de la sociedad, que sospechaban
que deseaba de alguna manera regresar al poder y que cada seis años
expresaban sus temores de que interviniera en la sucesión presidencial.

9 Ruiz Cortines fue siempre muy cauteloso y es muy probable que desde los prime­
ros aflos de su gobierno haya tenido muy presente la experiencia lamentable de la disi­
dencia henriquista y la fragilidad del consenso entre los miembros de la élite política.
Tan es así que en 1954 auspició la creación del Partido Auténtico de los Hombres de
la Revolución Mexicana (pahrm), con el fin de encauzar dentro de los límites del pro­
pio sistema la participación política de los militares, así como para evitar la repetición
del fenómeno henriquista.
10 Pese a lo que sostiene el propio Cárdenas, aún después de terminado su sexenio
siguió participando en la vida política nacional, o al menos así lo indican sus comenta­
rios acerca de la campaña electoral del general Miguel Henriquez Guzmán entre 1951
y 1952. Además, en sus Apuntes sostiene que se entrevistaba periódicamente con el pre­
sidente Ruiz Cortines. Ver: Cárdenas, Obras. Apuntes, n, op. cit., pp. 401, 434-440 y
452-453.
. 11 Esta noción fue primero elaborada por Porfirio Mufloz Ledo en “Apertura polí­
tica para el desarrollo”, citado en Ojeda, op. cit., p. 82.
194 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

En 1957, esos temores parecieron perfectamente fundados. La cer­


canía del cambio condujo a Cárdenas a reflexiones críticas muy seve­
ras contra las desviaciones que había sufrido la reforma agraria, las
deformaciones del sindicalismo, la dependencia económica y política
de México respecto de los Estados Unidos y el carácter indefinido de
la política educativa.

Todo esto revela falta de sentido revolucionario, falta de organización que


encauce los logros [de] la Revolución Mexicana [...],desde [el periodo de
las instituciones!, las posiciones oficiales importantes han sido ocupadas
por hombres con intereses creados que hacen la contrarrevolución, “con­
trarrevolución” pacífica que niega eficacia al ejido, al derecho obrero,
a la educación socialista.12

En ese mismo año recorrió el país e hizo numerosas declaraciones


en las que criticó el sistema político. Los más suspicaces vieron en su
comportamiento el inicio de un gran proyecto de movilización. El ex­
presidente gozaba de mucho prestigio entre las clases bajas, en par­
ticular entre campesinos y obreros, así como en medios intelectuales
y universitarios, y un sector importante de la élite política seguía con­
siderándolo un líder nacional, de manera que sus opiniones tenían un
peso considerable. Es probable que, frente a cualquier acusación de
injerencia que se le hubiera podido hacer entonces, Cárdenas hubiera
respondido que no podía quedar indiferente e inactivo ante el empuje
de la derecha.13
Cárdenas no fue el único miembro de la élite política que señaló los
peligros que encerraba el abandono del proyecto revolucionario. El tam­
bién expresidente Emilio Portes Gil publicó en 1957 un opúsculo, que
era un auténtico requisitorio del grupo en el poder al que exhortaba
a diseñar una nueva estrategia para defender su monopolio político.14
Según él, el partido oficial había perdido representatividad, la Revolu­
ción estaba “pulverizada”, mientras que “la reacción” se había forta­
lecido de manera “inconcebible”.15 Y cpncluía:

es necesario [...] que el Partido vuelva a los Planes Sexenales!...], Que ^c'
ben ser congruentes y flexibles; pero siempre con una tendencia hacia la

12 Ver las reflexiones de Cárdenas a propósito del sistema y el desarrollo del país,
del Ie de enero de 1938; Cárdenas, Obras. Apuntes lit, op. cit., pp. 31-35, p. 32.
13 El 13 de noviembre de 1936, Cárdenas anota en sus Apuntes: “Ya manifiestan
sus propósitos en politice electoral el clero, la banca y los intereses económicos”. Cár­
denas, Obras. Apuntes, u, op. cit., p. 631.
14 Emilio Portes Gil, La crisis política de la Revolución y la próxima elección preà·
denciai, México, Ed. Botas, 1937.
15 Ibid., p. 16.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 195

izquierda mexicana, no comunista, ni capitalista, sino nacionalista e idio­


sincràtica.16

Pero Portes Gil no poseía la fuerza simbólica de Cárdenas ni conta­


ba con el apoyo de sectores importantes de la población. Por eso, este
último se convirtió en el centro de las críticas de quienes veían en sus
declaraciones una provocación y el deseo de fragmentar el poder.17
Frente a los cardenistas, los alemanistas18 constituían la otra gran
fuerza política del momento. A diferencia de Cárdenas, el expresiden­
te Miguel Alemán no participaba personal ni abiertamente en estos de­
bates.19 Sin embargo, actuaba a través de algunos de sus amigos más
cercanos, mismos que no criticaban las políticas gubernamentales sino
las interferencias y propuestas de los cardenistas. La rivalidad entre
los dos grupos culminó en sendas tentativas, por cierto muy tímidas,
de influir en la decisión del presidente respecto de quién lo sucedería
en el poder.20

16 Ibid., p. 63.
17 En ocasiones, Cárdenas gustaba de dramatizar las posibles consecuencias de las
criticas que hacía, sobre todo, cuando aludía a sus enemigos: “Los que hemos tenido
responsabilidad política y social, y más la responsabilidad de toda una nación somos
blancos permanentes de los inconformes y seguiremos recibiendo sus diatribas aún des­
pués de haber liquidado la vida, que por cierto puede terminar con un disparo o
en un ‘avionazo'. Ello no tiene importancia, importa la nación.” “Cárdenas contesta a
sus detractores. Discurso pronunciado en el xx aniversario de la fundación de las Es­
cuelas para hijos de Trabajadores”, El Popular, 21 de abril de 1957, pp. 1-2, p. 2. Esta
alusión a los peligros que corría al inmiscuirse en los problemas del país también podía
ser una manera de prevenirlos, denunciándolos de antemano.
11 “Al hablar de Alemanismo no se trata de un grupo de amigos que se reúne sola­
mente para recordar los días de las travesuras escolares (...]. Se trata de una fuerza pro­
ductiva, acumulada y coherente, nacida de la experiencia y dispuesta a manifestarse en
todo su vigor (...], los integrantes de ese grupo, dentro del cual hemos considerado siempre
al propio Primer Magistrado, estamos pendientes de los graves problemas de la na­
ción, para ayudar en la medida de nuestras posibilidades”; Fernando Casas Alemán,
“Carta enviada a los periódicos”, El Popular, 15 de agosto de 1957, pp. 1-2, p. 1. El
cardenismo “no es una reliquia, ni una lección histórica acabada, sino una tendencia
viva, una corriente de ideas, acciones y aspiraciones de plena actualidad en nuestro país
[.·.]. El cardenismo, más que como un equipo gubernamental, surgió desde un principio
como un movimiento político [...], una corriente nacional que abarca a hombres y mu­
jeres de diferentes partidos (...}, que puede caracterizarse como la tendencia a mantener
vivos y militantes el espíritu y la práctica de la Revolución Mexicana”. Enrique Ramírez
y Ramírez, “Carta a los periódicos explicando la naturaleza del cardenismo”, El Popu-
£4 á* septiembre de 1957, pp. 1-2, p. 2.
19 En estos días de efervescencia política, Alemán, al contrario de Cárdenas, quiso
hacerse notar por su disciplina. Sus allegados insistían en que era extremadamente res­
petuoso de las instituciones y en que siempre había demostrado su indiscutible adhesión
a la política de Adolfo Ruiz Cortines. Ver por ejemplo: “Destacado alemanista hizo una
vi«ta al pri”, El Popular, 14 de julio de 1957, p. 1.
20 Para una descripción de esta ruptura y de sus efectos sobre la designación del can-
196 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Ni unos ni otros pretendieron desafiar la situación establecida; su


enfrentamiento se concretó primero a la presentación de sus propues­
tas respectivas, una más elaborada que la otra, en septiembre de 1957.
Cada grupo había expresado el deseo de que el pri elaborara un pro­
grama de gobierno antes de designar su candidato. El día 29, la prensa
publicó el llamado. Manifiesto cardenista, firmado por 126 miembros
activos del pri y 44 ciudadanos “sin afiliación política”. En cambio,
lo que los periódicos denominaron el “Manifiesto alemanista” fue ape­
nas una declaración que hizo un antiguo miembro del gabinete del pre­
sidente Alemán, Agustín García López, que había sido secretario de
Comunicaciones y Obras Públicas. Así, mientras que este último ha­
blaba de principios vagos y generales, el documento firmado por los
cardenistas hacía propuestas concretas, tales como la introducción de
un sistema electoral de representación proporcional o la suspensión
de las inversiones extranjeras.*21
No era ésta la primera vez que en el partido oficial se formaban gru­
pos que apoyaban abiertamente un programa o una persona en par­
ticular antes de la designación del candidato presidencial; en esta oca­
sión, empero, la atmósfera no favoreció el desarrollo normal del proceso
de consulta que parecía haber funcionado previamente, y en el cual
intervenían expresidentes y la dirigencia del partido. En realidad, el tra­
tamiento público del tema nunca pasó de intercambios bastante perso­
nalizados entre los grupos políticos. Ni el presidente Ruiz Cortines ni
el entonces presidente del pri, general Agustín Olachea, mostraron nin­
guna disposición a que la sucesión presidencial se abriera siquiera a
discusión entre los expresidentes, pese a que entonces se decía que és­
tos participaban por regla general en esa decisión. Es muy probable
que esta haya sido la última vez que grupos del partido oficial expresa­
ran preferencias relativamente definidas en ese tema antes de que las
autoridades partidistas se pronunciaran. Ruiz Cortines tuvo buen cui­
dado de ejercer su poder al respecto de manera completamente inde­
pendiente, haciendo caso omiso de presiones y opiniones. Cuando fi­
nalmente se anunció la designación de Adolfo López Mateos como
candidato del pri a la presidencia, ésta fue interpretada como un com­
promiso entre las facciones priistas, aunque es muy probable que en
realidad haya sido el auténtico primer dedazo de la historia política

didato, ver también: Robert C. Scott, Mexican government in transition, op. cit., pp·
197-243. Entre otras tomas de posición a este respecto, vale la pena examinar la publica­
ción del entonces director del influyenteExcéisior, Rodrigo de Llano, México y las elec­
ciones de 1958, México, Editorial Botas, 1938.
21 También proponía que se prohibiera la intervención política del clero, que se su­
primiera el delito de disolución social y que la política exterior se fundara en la no inter­
vención y en la autodeterminación. Ver: El Popular, 1° de octubre de 1957, p. 1.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 197

reciente. Al menos eso se desprende de la actitud de aparente indife­


rencia que adoptaron Ruiz Cortines y Olachea frente a todos estos mo­
vimientos. Cuando los periodistas pidieron su opinión a Olachea acer­
ca del Manifiesto cardenista, éste respondió:

Vamos a estudiar ese plan, como vamos a estudiar los cuarenta o cincuen­
ta planes que hemos recibido, y si encontramos una cosa útil la incorpo­
raremos al programa que presentará al pueblo el candidato de nuestro par­
tido.22

Es posible que el presidente Ruiz Cortines pensara que asumiendo


él solo y por entero la responsabilidad de la designación de su sucesor
frenaría la fragmentación de poder. No obstante, esta alternativa tuvo
efectos de largo plazo que ni el propio Ruiz Cortinez pudo prever. Como
se dijo antes, todo indica que, en contra de lo que pudo pensarse en­
tonces, la personalidad del futuro candidato no fue negociada ni dis­
cutida en el seno de la élite política.23 La consecuencia más importan­
te de que esta decisión fundamental no pasara por el cedazo de la
negociación entre expresidentes fue que las fisuras de la élite se mantu­
vieron intactas y las rivalidades faccionales se profundizaron en los me­
ses subsiguientes, todo lo cual contribuyó a la relativa inestabilidad del
periodo lopezmateísta.
El conflicto entre Cárdenas y Alemán, al que luego se añadieron las
tensiones con Adolfo López Mateos, beneficiaba a grupos ajenos a la
élite política, y al mismo tiempo debilitaba al equipo gubernamental
entrante; además, sus ecos exacerbaban las contradicciones en el inte­
rior de las clases medias.

Adolfo López Mateos. El nacionalismo como opción de centro


Podríamos decir que para México como para
la mayor parte de los países latinoamericanos,
el mayor problema son los Estudos Unidos.
Adolfo López Mateos, octubre de 1959.24

Las racionalizaciones a posteriori de la designación de Adolfo López


Mateos como candidato del partido oficial a la presidencia de la Repú­

22 “Habla Olachea del Manifiesto Cardenista’*, El Popular, 1° de octubre de 1957,


P. 1.
23 En sus Apuntes, Cárdenas escribe que no conoce al candidato López Mateos. Ade­
más, inmediatamente después de que su nombre fue dado a conocer, emprendió un lar­
go viaje, manifestando asi su irritación con Ruiz Cortines, quien a lo largo de su gobier­
no había estado dispuesto a entrevistarse regularmente con él.
24 Adolfo López Mateos, “En el Club Nacional de Prensa, Washington, E.U.A.,
12 de octubre de 1959”, en Lourdes Celis, Catherine Macotela, Rosario Rico, et al..
198 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

blica gustan de presentarlo como el “candidato natural”. Estos razo­


namientos descubren una lógica entre dos hechos: la insurgencia sindi­
cal como el problema más grave de los últimos meses del ruizcortinismo,
y la designación de López Mateos quien, como secretario del Trabajo,
había mostrado gran capacidad de negociación con las organizaciones
de trabajadores y había evitado la agravación de los conflictos genera­
dos por la devaluación de 1954.25 * 23 *
Es posible que esta' racionalización contenga elementos de verdad,
pero una explicación de esta naturaleza justifica de hecho que el presi­
dente de la República decida él solo y casi sin restricciones quién debe
sucederlo, con base en una ponderación supuestamente sabia y equili­
brada de las necesidades del país. La historia reciente ha demostrado
que no existe una regla para la sucesión presidencial, y que ésta es más
el resultado aleatorio de circunstancias diversas que la culminación de
una causalidad relativamente lógica. A pesar de que fueron muchos
los que quisieron interpretar la designación de López Mateos como la
mejor decisión posible, hubo otros que la-vieron como lo que realmen­
te fue, un acto de autoridad, y así la denunciaron.26 En todo caso, y
no obstante el poder de la institución presidencial en México, López
Mateos nunca pudo superar la huélla de esta debilidad inicial.
El consenso en el interior de la élite política se había fracturado,
y tampoco era muy fuerte el que identificaba a esta élite con importan­
tes sectores de la opinión pública. La historia del sexenio lopezmateís-
ta demuestra qué la restauración suponía dos empresas distintas, y que
la solución do las querellas internas del poder era una condición previa
a la reconciliación del Estado con ciertos grupos sociales que no eran
reconocidos como corrientes políticas que eran aunque permanecieran
al margen del partido oficial. Para subsanar las. divisiones, López Ma­
teos ofreció una alternativa históricamente probada: el nacionalismo.

Historia de la acción pública: Adolfo López Mateos, ¡958-1964. t. Las Ideas, México,
pri, Fondo para la Historia de las Ideas Revolucionarias en México, 1978, pp. 571-575,
p. 571.
23 “La regla de la sucesión presidencial en momentos conflictivos es la siguiente: el
líder que emerja debe ser capaz ódresolver la problemática social global y ser una garan­
tía para enfrentar el problema estructural mis grave [...]. La designación de López Ma­
teos como candidato a la presidencia para el sexenio 1958-1964 se da bajo esta dinámi­
ca. Por su destacada habilidad conciliadora, parece poder responder a la relativa crisis
económica que el sistema confronta. Su trayectoria especializada en el manejo de los
asuntos laborales lo hace el candidato idóneo para responder al problema estuctural más
grave, el que los obreros plantean"; Bertha Lerner de Sheinbaum y Susana Ralsky de
Cimet, El poder de los Presidentes. Alcances y perspectivas, 1910-1973, México, ιμερ,
1976. p. 105.
26 Ver: José Revueltas, México: una democracia bárbara. Posibilidades y ¡imitacio­
nes del mexicano, México, Ed. Anteo, 1958, p. 37.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 199

Las presiones internas aunadas a las del contexto internacional obli­


gaban a López Mateos a emprender la restauración del consenso. Con
este fin trató antes que nada de renovar la legitimidad del sistema con
un discurso nacionalista y popular. No obstante, no se limitó a hacer
únicamente declaraciones. Los primeros años de su gobierno, de 1959
a 1960, se caracterizaron por la expansión del gasto gubernamental,
el acercamiento con los medios intelectuales progresistas y la afirma­
ción del nacionalismo en el terreno de la economía. Asimismo, trató de
guardar sus distancias respecto de la política exterior de los Estados
Unidos, mediante la adopción de algunos de los principios que en África
y Asia inspiraban los movimientos de liberación nacional; también apo­
yó la causa de la integración latinoamericana. Sin embargo, después
de 1961 abandonó las posiciones progresistas y la “alianza popular”.
La evolución hacia un mayor conservadurismo se tradujo en una polí­
tica gubernamental más coherente en su conjunto, lo cual demuestra
que cualquier esfuerzo de renovación tenía que enfrentarse a fuertes
restricciones que oponía el propio sistema, en particular su profunda
intolerancia ideológica y la de la sociedad.
Desde los años cuarenta, el nacionalismo oficial había sido presen­
tado como una solución de centro político, y así fue como López Ma­
teos pretendió crear una tercera opción.27 Aún así, la liberalidad de
que gustaba hacer gala no le restaba conservadurismo a la fórmula
nacionalista original del sistema. No obstante, la dinámica internacio­
nal se había modificado y con ella el significado del nacionalismo, al
menos lo suficiente como para hacerlo sospechoso a los ojos de Was­
hington y de los conservadores en general.

La influencia política y económica de Estados Unidos estimula el rencor


[de los países latinoamericanos]. Estados Unidos es un país rico, podero­
so y está en cierta forma demasiado cerca. En este contexto se desarrolla
un nacionalismo vigoroso y susceptible [...]. Los comunistas explotan asi­
duamente este sentimiento, intensifican la hostilidad contra Estados Uni­
dos para favorecer el avance de los objetivos de guerra fría de la Unión
Soviética.28

Esta perspectiva se fue estrechando a medida que se profundizaban


los conflictos este-oeste, de manera que cualquier política de distan-
ciamiento respecto de los Estados Unidos despertaba grandes suspica­
cias. El antecedente guatemalteco era una referencia obligada para cual­

27 Ver su discurso de aceptación de la candidatura del partido oficial. Adolfo Ló­


pez Mateos, “Toma de. protesta como candidato del Partido Revolucionario Institucio­
nal, 17 de noviembre de 1957’’, en Celis, Macotela, Rico, et. al., op. cit., pp. 99-111.
M U.S. Senate, Committee on Foreign Relations, Soviet-Bloc Latin American Ac­
tivities, op. cit., p. 14.
200 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

quier gobierno que eligiera el nacionalismo como tercera vía frente a


la rivalidad soviético-americana, aunque en un ambiente tan polariza­
do como el de entonces, las opciones intermedias no tenían cabida. El
presidente López Mateos se propuso restaurar el consenso a través del
nacionalismo por considerarlo la vía de solución de los resquebraja­
mientos del consenso interno, cuya restauración era condición indis­
pensable para la solución de los problemas del subdesarrollo. Sin em­
bargo, su proyecto se enfrentó a la gran contradicción que encerraba
el hecho de que, en los años cincuenta, el nacionalismo era también
una opción de independencia en política internacional, opción inadmi­
sible para los Estados Unidos.
En el contexto de la época, este proyecto de restauración tuvo re­
percusiones inmediatas en las relaciones con los Estados Unidos, que
ya eran una condicionante ineludible del desarrollo mexicano. Para que
su llamado nacionalista fuera creíble, López Mateos tenía que definir
primero una actitud independiente frente a Washington; por otra par­
te, como tampoco se había propuesto cortar los lazos de dependencia
que unían a México con los Estados Unidos, ese distanciamiento esta­
ba desprovisto de una auténtica hostilidad. De esta manera se fue crean­
do el peor de todos los mundos: poruña parte, sus declaraciones terce­
ristas irritaban al gobierno norteamericano y despertaban todo tipo de
temores entre los empresarios nacionales y extranjeros, y por la otra,
reducían las posibilidades de llevar a cabo su programa de crecimiento
económico, en la medida en que las inversiones privada, nacional y ex­
tranjera, que ahora desconfiaban del nacionalismo, seguía formando
parte central de este proyecto.
Desde su campaña electoral, López Mateos se manifestó consciente
de que el gobierno norteamericano podía ceder a la tentación de utili­
zar las tensiones internacionales para reforzar su dominio sobre los paí­
ses latinoamericanos, tal como había ocurrido en Guatemala en 1954.
En estos términos, el primer acto de autodeterminación sería rechazar
las interpretaciones conspiratorias de las tensiones políticas en Méxi
co. Como había quedado claro en Guatemala apenas cuatro años an­
tes, una supuesta amenaza de subversión comunista podía servir para
justificar una intervención; López Mateos se negó siempre a aceptar
las advertencias del gobienfo de Washington de que los comunistas eran
una amenaza para la estabilidad, hecho que él mismo había podido
constatar cuando fuera secretario del Trabajo. Para él, los riesgos que
hubiera podido correr el orden establecido en México no provenían de
una conjura externa, sino de las condiciones de subdesarrollo.

Cuando se habla de infiltración comunista podría interpretarse como si


de fuera viniera alguna infiltración. En México, desde hace muchos años,
desde el inicio mismo de nuestra Revolución, hubo tendencias anarquis-
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 201

tas, comunistas, comunistas marxistas, comunistas stalinistas, y cada una


de ellas ha hecho su propia propaganda. El comunismo espero que no pro­
grese en nuestro país, en tanto nosotros mismos seamos capaces de resol­
ver los problemas de nuestros pueblos. Si no somos capaces de resolver­
los, no sería nada remoto que nuestro propio comunismo, el de nuestro
país, creciera en forma importante.29

Desde esta perspectiva, el apoyo limitado que prestó su gobierno a


los primeros pasos de la Revolución cubana fue únicamente una mani­
festación de solidaridad en la lucha contra el subdesarrollo y contra
la aplastante influencia de los Estados Unidos.30 En octubre de 1959,
López Mateos pronunció un discurso en la reunión extraordinaria del
consejo de la Organización de Estados Americanos (oea), en el que
insistió en que era legítimo buscar una tercera vía que fuera estrategia
de defensa contra los “imperialismos” porque, según él, los proble­
mas de los países latinoamericanos no eran ideológicos, sino sociales
y económicos.31
En ese momento, las propuestas nacionalistas de López Mateos eran
para muchos prueba de liberalismo, mientras que para otros denota­
ban un mal disimulado extremismo de izquierda. Relacionaban esta sos­
pecha con rumores que circulaban en el sentido de que López Mateos
había sido miembro del PCM en su juventud. La realidad es que había
participado inicialmente como orador en la campaña vasconcelista, lue­
go de lo cual se había integrado a las filas del partido oficial, pero a
finales de los años cincuenta, bastaba con haber militado en cualquier
oposición para ser acusado de extremista, ya fuera de izquierda o de
derecha. Es probable que por esta razón, desde su campaña electoral,
López Mateos se presentara como el candidato de la continuidad his­
tórica y de la legitimidad revolucionaria del partido oficial:

El partido histórico a que pertenecemos propugna el progreso nacional


y ostenta una tradición libertaria y popular: luchó por la Independencia

29 “A periodistas argentinos. Buenos Aires, Argentina, 25 de enero de 1960”, en


Celis, Macotela, Rico, et al., op. cit., pp. 575-581, pp. 579-580.
30 Según el análisis de Olga Pellicer de Brody, México y la Revolución Cubana, Mé­
xico, El Colegio de México, 1972, la política mexicana hacia la Revolución cubana fue
resultado en primer lugar de causas estrictamente internas: las necesidades del juego po­
lítico imponían una reconciliación con la izquierda mexicana. Su explicación no consi­
dera el antecedente guatemalteco y privilegia un elemento cuya importancia real era muy
limitada: los grupos y partidos de izquierda. Para el gobierno mexicano, la coincidencia
con Cuba nacía de la hostilidad internacional que en su tiempo había generado la Revo­
lución mexicana, algo comparable a lo que vivía entonces el proceso cubano. Ver: Te­
llo, op. cit., pp. 44-57.
31 Adolfo López Mateos, “Discurso pronunciado durante la sesión extraordinaria
del Consejo de la Organización de Estados Americanos”, Washington, D.C., E.U.A.,
12 de octubre de 1959, en Celis, Macotela, Rico, et al., op. cit., pp. 350-357, p. 356.
202 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

para hacer una patria libre; formuló, antes y después de la Reforma, las
bases para dar a todos igualdad, libertad individual, sufragio general y
organización democrática; más tarde, hizo la Revolución que acabó con
el monopolio de la tierra*.32

En numerosas ocasiones quiso aparecer como un hombre respetuo­


so de la tradición y de las costumbres establecidas. Desde que protestó
como candidato del pri a la presidencia de la República afirmó que
consideraba que la madre y el hogar eran cruciales en la formación de
los ciudadanos del futuro:

Somos un pueblo que ama sus tradiciones y que jamás ha renegado de


sus creencias De las mujeres depende el constante mejoramiento es­
piritual de los mexicanos, pues es en el hogar donde el niño, el hombre
de mañana, recoge y atesora los valores permanentes [...], el concepto de
la cohesión familiar; el amor a la patria como hogar común (...]. De
los hogares que encauce una mano maternal, firme y generosa [...J, sal­
drá siempre un pueblo mejor, que honre a México.33

La movilización contra los libros de texto gratuitos hizo caso omiso


de estas declaraciones, así como del hecho de que cuando se trataba de
la disidencia sindical y del orden interno, López Mateos se comporta­
ba como un hombre del sistema. Así lo demostró desde su llegada al
poder.34 Tanto así que el aura de progresismo que rodeaba a López
Mateos se resintió de su actitud frente a los movimientos de autono­
mía sindical, apenas llegado a la presidencia en abril de 1959, fue­
ron detenidos los dirigentes ferrocarrileros que luchaban por la depu­
ración de su organización.
Ante los Estados Unidos, López Mateos rechazaba la tesis de la cons­
piración comunista, pero recurría a ella cuando se trataba de justificar
la represión contra los disidentes sindicales. Al menos ese era el argu­
mento preferido del entonces procurador general, Fernando López
Arias, quien después de afirmar que los ferrocarrileros en la oposición

32 Adolfo López Mateos, “Discurso pronunciado en Cd. Juárez, Chihuahua, 25 de


mayo de 1958”, en Ibid., pp. 138-141, p. 139.
33 Adolfo López Mateos, “Toma de protesta como candidato...”, doc. cit. en Ce-
lis, Macotela, Rico, et al., op. cit., p. 108.
34 Antonio Alonso, El Movimiento ferrocarrilero, Ed. Era, 1979, pp. 153-154. Los
miembros del Movimiento Revolucionario del Magisterio (mrm), habían acogido con en­
tusiasmo el nuevo gobierno porque tres días después de haber llegado al poder había
liberado a los dirigentes magisteriales que el gobierno anterior había encarcelado “[...],
para la sección del snte fue la respuesta violenta contra el movimiento ferrocarrilero
la que definió, en sentido inverso al esperado, la posición del régiiñen frente al proceso
de depuración sindical, y, por tanto frente a su propio movimiento.” Aurora Loyo Bram-
bila, El movimiento magisterial de 1958 en México, México, Ed. Era, 1979, p. 100.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 203

eran comunistas, los acusó de traidores a la patria.33 *En


* este sentido,
nada distinguió a López Mateos de Ruiz Cortines, su antecesor, para
quien las demandas de autonomía sindical también habían sido provo­
caciones, obra de individuos y agrupaciones ‘ ‘extraños al interés na­
cional”.36 Más aún, esta interpretación, que no era exclusiva de un
grupo dentro del equipo lopezmateísta, prevaleció mientras se mantu­
vo activa la disidencia sindical.
El propio López Mateos sintió la necesidad de prevenir a los traba­
jadores contra las implicaciones antinacionales de un movimiento que,
según él, estaba dirigido por líderes minoritarios:

Dejarse arrastrar por una demagogia falsa, anteponer los intereses de grupo
a los intereses de la colectividad y a los de la Nación, arrastrar a las masas
a los caminos de la ilegalidad y de la violencia y pretender hacer de nues­
tro pueblo y de nuestro suelo el campo de batalla de intereses extranjeros,
es también una manera de traicionar a la clase de los trabajadores.37

La intolerancia gubernamental ante la posible injerencia del pcm en


asuntos sindicales se explica tanto por razones de orden estrictamente
interno —el control del Estado sobre los sindicatos había sido uno de
los pilares de la estabilidad—, como por la preocupación de resguar­
dar la soberanía nacional. Washington consideraba que el proyecto lo­
pezmateísta, neutralismo y nacionalismo, abría el camino a la infiltra­
ción comunista, y por eso pretendía mantenerse vigilante del orden
interno en México. López Mateos, por su parte, se defendía de estas
presiones restando importancia al comunismo en este país y en Améri­
ca Latina en general, y hasta 1961 rechazó cualquier afirmación de que
la Revolución cubana fuera un movimiento comunista. Su gobierno de­
bía demostrar la capacidad de controlar por sí mismo la situación inter­
na, de manera que desalentara las intenciones de Washington de ayu­
darlo en esa empresa.38 Esto explicaría, por ejemplo, la dureza con que

33 Para algunos, el resurgimiento de la inquietud sindical entre los ferrocarrileros,


en marzo de 19S9, era “una piedra de toque para el gobierno, una prueba a que elemen­
tos perfectamente definidos lo sometían, para juzgar su fuerza, de su doctrina y de su
orientación ideológica [··.]”, “La fortaleza legal del régimen”, Hoy, 7 de marzo de 19S9,
citado en Documentos para la historia de un gobierno, op. cit., p. 126.
36 “Adolfo Ruiz Cortines al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias el 1° de sep­
tiembre de 1958”, en Cámara de Diputados, Los presidentes de México ante la Nación,
op. cit., p. 670.
37 Adolfo López Mateos, “La clase obrera en la Revolución Mexicana. Mensaje en­
tregado a la prensa luego del 10 de mayo de 1959”, en Documentos para la historia de
wn gobierno, op. cit., p. 52.
33 Interrogado en 1959 acerca de las posiciones anticomunistas del procurador Ló­
pez Arias, el entonces líder del senado, que jugó durante todo el sexenio un papel muy
importante, Manuel Moreno Sánchez, respondió: “Nuestro pueblo no tiene miedo a nin-
204 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

López Mateos trató de entrada el conflicto ferrocarrilero, así como la


expulsión de dos funcionarios de la embajada Soviética, cuya partici­
pación en un plan de agitación —según la versión oficial— había sido
probada.*39
No obstante la relativa validez de esta táctica, en la medida en que
el gobierno reconocía la existencia de focos de agitación subversiva,
se colocaba en la difícil posición de aceptar, por un lado que era nece­
saria la aplicación de rudas medidas de control político, y de tratar por
el otro de restaurar el consenso a través de posiciones más abiertas frente
a ciertas demandas de participación.

Las contradicciones en el interior de las clases medias

La política del gobierno lopezmateísta, también, tuvo efectos distintos


de los esperados entre las clases medias, que en lugar de responder en
forma unánime a la imagen nacionalista y revolucionaria que sobre ellas
proyectaba el consenso de los años cuarenta, se dividieron violenta­
mente ante la tercera vía que se les ofrecía. La política de restauración
del consenso agravó las diferencias entre los grupos, porque sacó a re­
lucir desacuerdos en cuanto al papel de Estado, así como en lo que se
refiere al origen de la inquietud social y sus posibles remedios.
Si en el periodo anterior, la confrontación este-oeste había servido
para desmovilizar la opinión pública, en los años siguientes el debate
ideológico-político de la guerra fría fue utilizado justamente para mo­
vilizar. El fantasma de la conspiración comunista se fue apoderando
de grandes sectores de la población que sintieron la necesidad de orga­
nizarse para participar en la defensa de lo que había logrado el creci­
miento en México. Los elementos que sustentaban el statu quo políti­
co eran cada vez más poderosos frente a aquellos que hubieran podido
provocar un cambio, pero este fantasma se impuso a la imaginación
de las clases medias, en buena medida atizada también por la insur-
gencia sindical. Así, la democracia surgió como el objetivo fundamen­

guna agresión exterior y tenemos ep nuestras manos los instrumentos legales y la convic­
ción de la conveniencia de mantener la paz interior”, en Florencio Zamarripa, “Entre­
vista con Manuel Moreno Sánchez”, en Documentos para la historia de un gobierno,
op. cit., pp. 111.
39 López Arias acusó a los ferrocarrileros disidentes de obedecer a “ideologías aje­
nas a México” y de querer subvertir el orden interno. Inmediatamente después, el 31
de marzo de 1959, el gobierno expulsó a Nikolai M. Remisov y a Nikolai V. Aksenov,
agregado militar y segundo secretario de la embajada soviética en México, respectiva­
mente. “Expulsión de funcionarios soviéticos”, Política, 1° de mayo de 1960, año 1>
núm. 1, p. 25.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 205

tal de su renovado interés político. Por encima de las divisiones entre


izquierda y derecha, los grupos de clase media que se movilizaron en
esta coyuntura repudiaron el sistema antidemocrático, demandando par­
ticipación amplia y efectiva. Las concepciones de democracia que en­
tonces se discutían tenían en común el reconocimiento de que la parti­
cipación plural era el mecanismo legítimo para definir los objetivos de
la sociedad y los medios para alcanzarlos. Salvo este acuerdo funda­
mental en torno a la validez del principio democrático, entre las clases
medias había diferencias políticas importantes que reproducían a nivel
nacional el conflicto internacional, pero que de hecho ponían al descu­
bierto la continuidad del viejo antagonismo entre quienes defendían
la autonomía del individuo frente al Estado, y quienes por el contrario
sostenían que su intervención en la vida de la sociedad era una condi­
ción ineludible para el desarrollo de la democracia. A pesar de todo,
ninguno de lo núcleos de protesta, de derecha o de izquierda, lle­
gó a proponer en algún momento una transformación profunda del
sistema.
Tres factores precipitaron la crisis de conciencia política de las cla­
ses medias. En primer lugar, la relativa inestabilidad, producto del re­
surgimiento de la inquietud sindical, de la aparición de diferencias en
el interior de la élite política, y de la manifestación de problemas en
el ámbito educativo: en el magisterio, en las universidades y en los me­
dios intelectuales; en segundo, las ambigüedades y titubeos del gobier­
no de López Mateos; y en tercero, el ascenso del anticomunismo
apoyado en una campaña cuyos principales instigadores fueron la
prensa,40 la Iglesia, algunos partidos políticos, y numerosas organiza­
ciones empresariales y profesionales, cuya vocación política se reveló
entonces plenamente.

40 En general, los periódicos d· la época compartían una marcada uniformidad ideo­


lógica: eran conservadores y anticomunistas. Las pocas opiniones liberales y progresis­
tas que se publicaban aparecían en el semanario Siempre! Entre los periódicos puede
citarse como excepción El Popular, aunque era el órgano del Partido Popular. Desapa­
reció en 1961, probablemente por falta de recursos y no tanto por razones ideológicas.
El semanario Política empezó a publicarse en mayo de 1960, y se convirtió en el porta­
voz de la izquierda no partidista que criticaba las prácticas del poder, pero legitimista
desde el punto de vista de la Revolución mexicana. Dirigido por un grupo de universita­
rios cercanos a Lázaro Cárdenas, destinado a universitarios progresistas, Política jugó,
hasta su desaparición en 1967, un papel central como correa de transmisión de este sec­
tor. Defensor ardiente de la Revolución cubana, fue una tribuna muy importante para
todos sus simpatizantes de la época. En cambio, Tiempo pretendía ser independiente
y moderado, cuando en realidad era ferozmente anticomunista y gobiernista. Miembro
de la Sociedad Interamericana de Prensa (sip), Tiempo se comprometió desde marzo
de 1961 en una virulenta cruzada contra Fidel Castro y la Revolución cubana. Ver: “Se­
guirá la sip su lucha abierta contra Castro”, Excéisior, 13 de marzo de 1961, p. 1-A.
El director de Tiempo, era Martín Luis Guzmán, a quien el presidente López Mateos de­
signó presidente de la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito. Claro está que
206 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Las características del sistema mexicano invalidan los criterios que


tradicionalmente se utilizan para analizar las variaciones en el compor­
tamiento político de las clases medias. Ni las elecciones, ni la debilidad
endémica de los partidos políticos han permitido establecer un cuadro
preciso de actitudes y preferencias políticas. Sin embargo, histórica­
mente éstas han logrado expresarse y convertirse en puntos de conver­
gencia de “comunidades ideológicas y espirituales’’.41 De suerte que
para reconocer los desacuerdos en el interior de las clases medias, el
mejor camino parece ser identificar los temas de debate que han logra­
do despertar el interés de grupos que de otra manera se hubieran man­
tenido indiferentes a la participación política. A finales de los años cin­
cuenta, sus preocupaciones giraban fundamentalmente en tomo al papel
del Estado y al significado de la participación.
Las divergencias ideológicas que entonces las dividían, nacían de po­
siciones encontradas en cuanto al alcance de la autoridad del Estado
en la sociedad y el tipo de las relaciones que debía mantener con los
diferentes grupos sociales, así como de una profunda controversia acer­
ca de cuáles eran los medios más adecuados para lograr el bienestar
general. De la anterior se derivaba un segundo desacuerdo también cen­
tral respecto del significado de la participación. Para unos la partici­
pación era una forma de defensa contra los poderes públicos, mientras
que para otros era la fuente primera de una identificación entre gober­
nantes y gobernados. A partir de ahí, surgían diferencias muy impor­
tantes en cuanto a las estrategias a seguir para alcanzar los objetivos
fijados y en cuanto a las alianzas políticas deseables y posibles para
defender cada proyecto.
Asimismo, existían serias divergencias en lo que concierne a las prio­
ridades. El despegue econófnico había profundizado sus contradiccio­
nes en cuanto al problema de la educación, y mientras que para unos
ésta debía transmitir antes que nada los valores sociales y defender así
la tradición, para otros la educación debía ser sobre todo un agente
de democratización de la sociedad. De suerte que para los primeros
el debate escolar debía referirse al contenido de la educación, y para
los segundos únicamente debía versar sobre las capacidades del siste­
ma escolar para responder a las demandas sociales. Al valor de las ideas
y de los principios se oponía el valor de los números.

ninguno de los semanarios mexicanos podia competir con Life en español o Selecciones
de Reader’s Digest, ese gigante del anticomunismo periodístico, cuyos tirajes superaban
los 200 000 ejemplares frente a los muy modestos 15 000 que Política decía tirar.
41 Adolfo Christlieb Ibarrola, Monopolio educativos unidad nacional, México, Ed.
Jus, 1962, p. 13.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 207

La ideologización de los conflictos: de una conspiración a otra

El gobierno ruizcortinista había legado a su sucesor la inquietud sindi­


cal y una interpretación particular del fenómeno que obstaculizaba el
proyecto de reconciliación interna de López Mateos, ya que lo inserta­
ba dentro del conflicto entre comunismo y democracia.
Aunque esta crisis de participación se originó en el deterioro del con­
senso y de la coyuntura política internacional, las primeras protestas
de la movilización surgieron en 1958 entre trabajadores y empleados
que demandaban aumentos salariales. Los sindicatos de ferrocarrile­
ros y petroleros, así como de maestros y telegrafistas, que eran miem­
bros de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Es­
tado (FSTSE), recientemente integrada a la cnop del pri, se sumaron
a las protestas y se agregaron a la atmósfera de incertidumbre y de dis­
cordia que empezaba a invadir la vida política mexicana.42
El año de 1958 sería de elecciones presidenciales y de revisión de con­
tratos colectivos. La inquietud sindical se inició en febrero y marzo,
cuando el gobierno de Ruiz Cortines intentó posponer la negociación
salarial para después de las elecciones o, en todo caso, otorgar aumen­
tos moderados. Ni los sindicatos oficiales ni los independientes acep­
taron ninguna de estas soluciones y el gobierno se vio obligado a satis­
facer las demandas de aumentos.43 Algunos grupos sindicales vieron
en esta victoria una oportunidad de cambio, y entre ferrocarrileros y
maestros se inició una etapa netamente política que se prolongó hasta
1960.
Los maestros de primaria de las escuelas públicas de la ciudad de
México (sección ix del snte) se habían organizado en forma indepen­
diente desde 1956. La disidencia había nacido de demandas estricta­
mente laborales, pero en muy poco tiempo había enderezado sus pro­
testas contra la estructura y autoridad de la organización. Este
movimiento ha sido estudiado como ejemplo de la reacción política de
grupos que, habiendo accedido al status de trabajadores no manuales,
vieron en el deterioro salarial una amenaza de proletarización.44 No

42 Ver: Alonso, op. cit.; Michael D. Everett, The role of the mexican trade unions,
1950-1963, Washington University, tesis doctoral, sept. 1967; Loyo Brambila, op. cit.;
Pellicer de Brody y Reyna, op. cit.; Reyna y Trejo Delarbre, op. cit.
43 Everett, op. cit., pp. 130-138. La cercanía de la sucesión presidencial daba una
coloración política a las manifestaciones y paros laborales realizados entre febrero y marzo
de 1958. En cada cambio de gobierno, el sistema mexicano atraviesa por un periodo de
fragilidad relativa, situación de incertidumbre pasajera explicable en un régimen presi­
dencialista, en el que hay siempre actores políticos que intentan aprovechar el pasajero
debilitamiento del poder para poner a prueba la fuerza de las instancias gubernamenta­
les salientes o la capacidad política del presidente entrante.
44 Los sueldos de los maestros eran los más bajos en la escala salarial de la buro­
cracia. Por esta razón, su status social siempre ha sido ambiguo, dado que, aun cuando
208 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

obstante, la disidencia del SNTE en esa época representaba una mino­


ría del magisterio, ya que la mayor parte de los maestros se mantuvo
fiel al sistema. El papel que jugaba el PCM en esta disidencia politizó
desde el principio la protesta magisterial, de manera que esta moviliza­
ción también puede inscribirse dentro del cuadro general de reivindi­
caciones políticas de las clases medias, sobre todo después de que el
gobierno de López Mateos satisfizo sus demandas económicas. Ade­
más, la ideologización de los conflictos, característica de esta moviliza­
ción relegó a segundo término las diferencias económicas que, en otras
circunstancias, hubieran permitido un análisis de los fraccionamientos
en el interior de las clases medias a partir del nivel de ingresos.
La idea de que la protesta contra el verticalismo sindical era obra
de enemigos de la nación tenía un doble efecto: por una parte justifi­
caba legal y moralmente la represión gubernamental; por otra, sin em­
bargo, exacerbaba los antagonismos. La dinámica movilización-
represión que con ello se generó creó un clima de incertidumbre en el
que germinaban todos los temores y sospechas respecto de supuestas
conspiraciones contra el orden establecido.
Así, por ejemplo, en mayo de 1958 uno de los periódicos de gran
circulación en la ciudad de México, El Universal, publicó documentos
internos del pcm que revelaban, según el diario, que la movilización
de la sección ix del snte formaba parte de un complot bolchevique
coiitra el presidente Ruiz Cortines. Este complot, afirmaba, incluía la
invasión de grandes propiedades agrícolas en el norte del país, la divi­
sión de sindicatos clave como el petrolero y el ferrocarrilero, y la crea­
ción de nuevos sindicatos autónomos. El objetivo de este complot —se­
gún el análisis del periódico citado— era crear una poderosa central
“roja”, aunque, aclaraba, el verdadero objetivo era obligar a los Es­
tados Unidos a poner fin a las pruebas atómicas y “a [desarmar] a las
naciones democráticas”.45
El periódico en realidad reproducía algunos documentos del comité
central del pcm que demostraban que más que montar una conspira­
ción, lo que el partido quería era capitalizar el descontento contra el

por formación profesional pertenecen en principio a grupos privilegiados de la pobla­


ción, sus ingresos los colocan en una posición comparable a la de algunas categorías
de trabajadores manuales, por ejemplo, la de los obreros calificados. Esto explica que
en sus luchas políticas, en más de un caso los maestros hayan buscado aliarse con gru­
pos de obreros. No obstante, esta razón no basta para asimilarlos al proletariado como
categoría de análisis.
45 “Bolchevizar al país es la meta othonista”, El Universal, 14 de mayo de 1958,
en Problemas de México, El movimiento del magisterio. Sus antecedentes, causas e im­
plicaciones, México, Talleres Gráficos de México, 1960, pp. 199*204.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 209

sindicalismo oficial. Así, el mensaje del partido a los trabajadores era


más una demanda de solidaridad con la Unión Soviética que un llama­
do al levantamiento popular. Independientemente de eso, El Universal
concluía su denuncia acusando tanto al pcm como también al pp, al
Partido Obrero Campesino de México (pocm), al Consejo Mundial de
la Paz, a la Juventud Comunista y a la Unión de Mujeres Revolucio­
narias; de preparar una amplia ofensiva contra el gobierno, con el pro­
pósito de que México, “como Guatemala’’, se convirtiera en un bas­
tión del comunismo. Añadía que la provocación “que haya sangre”
era el instrumento utilizado, tal y como lo establecían los “principios
bolcheviques”.46 Por banal que pueda parecer el documento, su pu­
blicación podía tener repercusiones de largo alcance, y aun cuando pa­
rezca increíble, algunos datos objetivos podían apoyar los temores de
los más suspicaces, entre los cuales, el más importante era la reorgani­
zación de la izquierda.
Hasta entonces el llamado de los comunistas a los sindicatos no ha­
bía tenido grandes resultados; al reformismo del sistema y a la intole­
rancia gubernamental, frente a ellos, se habían sumado sus propias de­
bilidades.47 Sin embargo, en 1957, el Comité Central del pcm de la
ciudad de México decidió aprovechar la coyuntura económica para di­
señar una estrategia general de movilización cuyo principal objetivo
era “establecer lazos muy estrechos con el movimiento obrero de la
región”, y “trabajar pacientemente para apartar a la clase obrera de
la influencia burguesa”.48
Si bien sería una exageración afirmar que la crisis sindical de 1958-
1960 fue provocada por los comunistas, es indudable que éstos partici­
paron en los movimientos ferrocarrilero y magisterial; no obstante,
ios esfuerzos de renovación precipitaron una crisis en el interior del
PCM que culminó en expulsiones y nuevos arreglos que en sí consti­
tuían un obstáculo para que el partido controlara realmente los movi­
mientos huelguísticos.

46 Ibid., p. 203.
47 No obstante, “Un dato que no se debe ocultar es el relativo a que este grupo po­
lítico, a pesar de que nunca ha tenido una gran cantidad de miembros, es el que mayor
número de presos políticos ha dado al país”, los que con frecuencia sólo eran simpatizantes
o teóricos del marxismo. Daniel Moreno, Los partidos políticos en el México contempo­
ráneo, 1926-1970, México, Costa-Amic Editores, 1970, p. 132.
48 El comité de México se proponía encontrar las reivindicaciones y los temas “apro­
piados” para la movilización. Adoptar medidas concretas para organizar la lucha por
el aumento de salarios, por la solución de los problemas de transporte urbano, contra
el alza de precios, por la nacionalización de la industria eléctrica. Ver: Moreno, "Reso­
lución de la Conferencia del Partido Comunista del Distrito Federal, 23 de agosto, 2-19
de septiembre de 1957”, citado en Moreno, op. cit., p. 137.
210 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Aún así, la debilidad del pcm no fue un impedimento para que la


izquierda mexicana no partidista se organizara y fortaleciera gracias
a esa movilización sindical que los comunistas no supieron capitanear,
al proyecto lopezmateísta de restauración del consenso y, sobre todo,
gracias a la Revolución cubana. Para la izquiera mexicana, integrada
en ese momento básicamente por simpatizantes del cardenismo o de
esa tradición, esa corriente se convirtió en punto de convergencia de
grupos progresistas que también se acogían al nacionalismo, y entre
quienes se encontraba “buena parte de los miembros del gobierno”.49
Las actividades políticas de Lázaro Cárdenas no sólo estimularon
la reorganización de la izquierda, sino que también promovieron el re­
surgimiento de una de las grandes familias ideológicas que se había con­
figurado en el seno de las clases medias durante el gobierno cardenis­
ta, y que a fines de los años cincuenta cobró de nuevo la coherencia
de la militancia: el conservadurismo individualista y antiestatista.
A pesar de los virajes que había realizado el Estado mexicano des­
pués del sexenio cardenista, los medios más conservadores de la opi­
nión pública seguían sospechando de la autoridad del Estado. La rein­
corporación de la izquierda mexicana y la propuesta lopezmateísta
reanimaron su desconfianza, así como la de muchos grupos que ha­
bían logrado ascender en la escala social gracias a la estabilidad auto­
ritaria, y que temían un reacomodo de las fuerzas políticas que favore­
ciera a las clases bajas a sus expensas.
En una relación de mutuo condicionamiento, la organización de la
derecha,-azuzada por el miedo al comunismo, aguijoneaba a la izquierda
para que se organizara; ésta, a su vez, respondía a los mismos estímu­
los —insurgencia sindical, agravamiento de las tensiones internaciona­
les—, pero desde el signo ideológico contrario. Así, como en un espe­
jo, la imagen de una conspiración comunista, que incluso manejaba
el propio Estado, se reflejaba en el otro extremo del espectro político
como una conspiración de fuerzas reaccionarias, aliadas de la Iglesia
y del imperalismo norteamericano, comprometidas en una “militancia
común contra toda tendencia democrática”.50
No eran nuevos los temores a una recuperación de la derecha mexi­
cana, que entonces se entendía de forma muy limitada como la recupe­
ración política de la Iglesia. En 1952, el expresidente Cárdenas repro­
chaba a los hombres de izquierda que no hicieran nada para impedir
que el clero mexicano, aliado, según él, del Vaticano y de los dirigentes

49 “Manifiesto del Centro de Estudios Mexicanos'*, Política, vol. 1, núm. 7, 15 de


agosto de I960, p. 8. .
í0 Problemas de Latinoamérica, La Iglesia en América Latina. Trayectoria del cle­
ro político mexicano hacia las elecciones de 1958, Editorial Stylo, 1956, vol. tu, núm.
11, p. 4.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 211

católicos de los Estados Unidos, interviniera directamente en asuntos


de política nacional.51
Los resultados de las elecciones legislativas de julio de 1955, apoya­
ron también la tesis de que el conservadurismo mexicano y la Iglesia
en particular se habían fortalecido. En 1946, los candidatos de Acción
Nacional habían obtenido en la ciudad de México apenas 16% de los
votos, mientras que en 1955, registraron cerca de 33%, aumento que
se atribuyó al flamante voto femenino que la izquierda tradicional con­
sideraba instrumento del clero. Pocos días después de la elección, et
líder del pp, Vicente Lombardo Toledano, denunció las actividades po­
líticas del clero y exhortó al presidente y al pri a que actuaran, seña­
lando que sólo había dos caminos: la Revolución mexicana o "‘entre­
gar el poder al clero”.52
En abril de 1957, en el curso de una gira por el norte del país, Cár­
denas confesó que hasta entonces el control del voto había sido nece­
sario para evitar el triunfo de la reacción. Triunfo que, añadía, era mu­
cho más temible ahora que la reacción, que en el contexto nacional era
insignificante, aspiraba a establecer una alianza con la reacción inter­
nacional.53
La ‘‘cruzada contra la reacción” fue otro factor que contribuyó a
aglutinar a la izquierda mexicana, sobre todo a los grupos que se iden­
tificaban con el sistema. Por otra parte, centrar sus ataques en el clero
y en Acción Nacional les permitía criticar el abandono de los caminos
de la Revolución, sin por ello atacar directamente a los políticos o a
los funcionarios públicos responsables de esta desviación, y con la po­
sibilidad de atribuirla a los enemigos históricos de la Revolución. En
la ofensiva contra la reacción participaban el pp, funcionarios de al­
guna manera vinculados con Cárdenas, y un número creciente de uni­
versitarios e intelectuales no comunistas.
Sus análisis planteaban la necesidad de reunir a las ‘‘fuerzas demo-

31 Cárdenas, Obras. Apuntes, tt, op. cit., p. 208.


32 “Dilema: entregar el poder al clero o seguir el camino de la Revolución’’, El Po­
pular, 8 de julio de 1955, p. 1. Los análisis que se hicieron inmediatamente después de
las elecciones demostraron que el sufragio femenino —eran las primeras elecciones en
las que participaban las mujeres— había sido decisivo en numerosas circunscripciones,
y de ahí se concluyó que estos votos habían obedecido a las órdenes directas del clero.
Ver por ejemplo: “La educación cívica de la mujer debe cuidarse, declaran diputados
miembros del pri’’, El Popular, 6 de julio de 1955, p. 1.
33 “Declaraciones de Lázaro Cárdenas en Baja California”, El Popular, 2 de abril
de 1957. Posiblemente se refería a la intensa actividad del poderoso cardenal de Nueva
York, Francis Spellman, y a su participación en asuntos de política interna y exterior
de su país, en particular como cruzado del anticomunismo. Si es así, Cárdenas no estaba
de ninguna manera exagerando la influencia de la jerarquía católica norteamericana en
el comportamiento de las Iglesias latinoamericanas de la ¿poca. Ver: Cooney, op. cit.
212 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

oráticas y revolucionarias” para contrarrestar el empuje de la derecha


y obtener la revisión de los programas gubernamentales. Ahora bien,
ya que desde su perspectiva, las únicas fuerzas políticas visibles y orga­
nizadas de la reacción eran la Iglesia y el pan, sus análisis tendían a
identificarlas sin matices, y a exagerar profundamente su significación
y contenido reales. Según esta visión, el pan era un partido de ban­
queros y de negociantes que se decían católicos pero que no se com­
portaban como tales, y que además repudiaban el Panteón nacional.
También eran denunciados como enemigos de los sindicatos y de la
reforma agraria, y se les acusaba tanto de propiciar golpes de estado
como de ser partidarios de las soluciones de extrema derecha y de una
política de sometimiento a los designios de Washington.54
Esta imagen del pan integraba todos los prejuicios que se habían
creado alrededor del mismo, pero lo cierto es que correspondía más
a la oposición conservadora que necesitaban el sistema y el grupo en
el poder que a la realidad misma. Los lazos entre las clases altas y el
pan se habían debilitado considerablemente desde que el Estado ha­
bía mostrado una faceta más conciliadora con la iniciativa privada. Por
otra parte, era injusto acusar a ese partido de no reconocer el papel
histórico de Hidalgo o de Madero, en quien identificaban los panistas
a su más directo ancestro. En honor a la verdad, tampoco podía ser
acusado de auspiciar golpes de estado, puesto que había hecho del lema
‘‘sufragio efectivo” una de sus principales banderas; además, hasta en­
tonces sólo los comunistas habían considerado contrarrevolucionaria
la alianza con Occidente.
El punto de partida del razonamiento que respaldaba este tipo de
sospechas contra la derecha mexicana era la crítica al sistema y a las
políticas gubernamentales. Desde esta perspectiva, la evolución de los
sucesivos gobiernos respecto del programa de la Revolución, aunada
a los graves problemas del país, constituía un apreciable capital de ar­
gumentación para una oposición conservadora que podía apoyarse en
una Iglesia en plena expansión, convirtiéndose así en el verdadero ad­
versario.
Las invitaciones que hacían los sacerdotes a sus fieles para que par­
ticiparan en la vida política del país, y para que se unieran, trabajaran
conjuntamente y se organizaran, adquirían a los ojos de la izquierda
las dimensiones de una provocación, cuyo objetivo —afirmaba— era
infiltrar el PRI, y cuya fuerza era muy superior a la de cualquier otra
organización.55

54 Ver: Problemas de Latinoamérica, La Iglesia en América Latina, op. cit., p'. 52-
ís Como ejemplo de lo generalizado de esta interpretación entre quienes reivindica­
ban la vuelta a la unidad revolucionaria, ver: Horacio Quiñones, Buró de Investigación
Política, 4 de marzo de 1957, núm. 9, pp. 65-72.
CONSENSO POLITICO Y REFORMA EDUCATIVA 213

El temor a que la Iglesia asumiera la dirección de un movimiento


político con objetivos antipopulares e inmovilistas se acentuó cuando
el Vaticano adoptó una interpretación más ilustrada de la amenaza co­
munista en los países subdesarrollados. En 1957, un portavoz del Vati­
cano manifestó que el comunismo no era producto de una conspira­
ción organizada por el Kremlin, sino que la falta de libertad y la pobreza
imperantes en estas regiones podían precipitar el triunfo del comu­
nismo.

La experiencia ha demostrado que, en fin de cuentas, un sistema de liberta­


des es el más conveniente para los intereses de la Iglesia. Cualquier privile­
gio temporal que obtiene una dictadura dura poco y es superado por el odio
que despierta contra la Iglesia.56

Quizá entonces hubieran podido reunirse elementos para probar la


existencia de una poderosa y vasta conspiración en la cual participa­
ban la Iglesia católica, las clases altas mexicanas y Washington, en po­
cas palabras, “los enemigos tradicionales de la patria’’, pero sería cuan­
do menos arbitrario concluir que existía un proyecto coherente y único
de desestabilización de las instituciones vigentes. A pesar de las con­
vergencias ideológicas que hubieran podido manifestar estas fuerzas
políticas tenían intereses particulares que en la práctica los mantenían
separados.
Es probable que a la jerarquía católica no le hubiera disgustado que
se suprimieran las disposiciones constitucionales que le impedían, aun­
que no fuera más que en papel, consolidar definitivamente su posición
en la estructura de poder. Sin embargo, estaba dispuesta a renunciar
& este objetivo si la batalla implicaba una confrontación directa con
el Estado, en cuyo caso era preferible respetar los términos del modus
vivendi. Por otra parte, es cierto que la Iglesia católica norteamerica­
na y sus hermanas latinoamericanas desarrollaron en esa época rela­
ciones muy intensas, y es posible que el Vaticano haya atribuido a la
primera una posición de liderazgo, pero esto no significa que la Iglesia
mexicana haya estado coludida con Washington para cambiar al siste­
ma político.
Además, ¿cuál podía ser el interés de Washington en provocar una
desestabilización en México? Quizá algunos, entre ellos Robert C. Hill,
embajador de los Estados Unidos en México de 1957 a 1961, hayan
creído que Washington debía afianzar su control sobre este país parti­
cipando más intensamente en sus asuntos internos. Es muy probable
también que, pese a las insistentes negativas de la embajada nortéame­

le “Church vs. dictatorships’*, Time Magazzine, Io de julio de 1957, p. 15.


214 CI ASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ricana, sus relaciones con los diferentes grupos anticomunistas de en­


tonces hayan sido más o menos estrechas, pero no existen pruebas do­
cumentales disponibles al respecto, de manera que esta supuesta inter­
vención no pasa de ser materia de especulación.
Lo importante es que las fracturas del consenso fueron generando,
junto con el agravamiento de la polarización, tendencias organizativas
tanto de izquierda como de derecha, hasta simplificar el mosaico de
las posiciones políticas representadas en las clases medias; este fenó­
meno era en sí mismo un desafío al Estado.
En un sistema autoritario, la proliferación de grupos de opinión que
persiguen la participación política siempre es considerada una amena­
za. En estos casos, ç, Estado tiende a desechar por ilegítima esta parti­
cipación, dado que en la medida en que no sea una fuente de apoyo
será un foco de inestabilidad; ésta es la razón por la que, para conde­
nar cualquier, forma de oposición independiente, recurre siempre a la
teoría de la conspiración. Sin embargo, también es cierto que cuando
el Estado no ha obstaculizado el enfrentamiento entre grupos sociales
antagónicos, ha eludido, claro, los riesgos de la represión, pero sobre
todo ha logrado preservar su preeminencia en el contexto político y
social.

La reforma educativa de 1959 y la defensa de la nación

El programa de salvación de la educación nacional que inició el go­


bierno de López Mateos fue elaborado como parte de la estrategia des­
tinada a restaurar el consenso nacionalista. Su objetivo era prevenir
la desintegración social por medio de la integración nacional, que se
lograría afianzando el papel unificador de la escuela. El programa de
producción y distribución de libros de texto gratuitos en todas las es­
cuelas primarias del país fue la expresión concreta de este propósito.
Sin embargo, la atmósfera política de la época condenó al fracaso un
proyecto que pretendía respetar la neutralidad ideológica que se había
atribuido a la educación desde 1945, así como mantener un espíritu
de conciliación nacional.
En 1958, Jaime Torres Bodet regresó como titular de la Secretaría
de Educación Pública, y de entrada rechazó los “dogmatismos estéri­
les”. Según él, la educación debía defender la nación contra esos dog­
matismos:

Todo en el mundo de hoy, favorece esos dogmatismos y nos incita a adoptar


fórmulas absolutas...Cada situación problemática engendra actualmente
un dilema trágico: o la victoria total, es decir, el aplastamiento del con-
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 215

trincante, o la derrota total, es decir, la ruina definitiva de una forma par­


ticular, política o ética de la vida.57

Poco tenía de nuevo el programa de educación nacional del gobier­


no lopezmateísta, que en ese aspecto se limitó a incorporar los princi­
pios y los objetivos del Estado mexicano establecidos desde Justo Sie­
rra; a pesar de ello, el anuncio de la política educativa reavivó la querella
escolar.

El libro de texto gratuito: ¿una nueva política de secularización?

La importancia que López Mateos atribuyó al problema de la educa­


ción no fue meramente retórica. Así lo prueba e, hecho de que desde
diciembre de 1958, tomara las providencias necesarias para reformar
el sistema educativo. Así, entre sus preocupaciones, la escuela prima­
ria ocupaba el primer lugar. Tradicionalmente, ésta había sido consi­
derada la base de la democracia mexicana, y dado que era universal
y obligatoria, se le consideraba también un instrumento de homoge­
neización social, o al menos esa función le asignaba el nuevo presiden­
te de la República:

la primaria es la educación que, desde el momento de adoptar el régimen


democrático, consideramos como obligatoria y gratuita, es decir, como
la base cultural de los mexicanos sin distinción.58

El 18 de diciembre de 1958, López Mateos envió al Congreso un pro­


yecto de ley que creaba la Comisión para formular un Plan Nacional
destinado a resolver el problema de la educación primaria en el país.
En este documento, el presidente planteaba la necesidad de realizar un
auténtico esfuerzo de planificación:

Las estadísticas disponibles nos dan ahora una idea clara de la dimensión
del problema y nos permiten prever, con hipótesis razonables, cómo ha­
brá de evolucionar en lo venidero [...], el análisis nos indicará la medida
del esfuerzo por realizar y nos señalará la cuantía de las aportaciones pe­
cuniarias adicionales que sería menester conseguir.59

57 Jaime Torres Bodet, “A los alumnos en la inauguración de cursos". Escuela Na­


cional de Maestros, 6 de febrero de 1959, en Jaime Torres Bodet, 12 mensajes educati­
vos, México, Talleres de la Dirección General de Alfabetización y Educación Extraesco­
lar, 1960, p. 15.
<A ’ *
Secretaría de Educación Pública, Educación, Revista de Orientación Pedagógica
(Órgano del Consejo Nacional Técnico de la Educación), núm. 3, segunda época, di­
ciembre de 1959, p. 5.
59 "Exposición de motivos del decreto que establece la Comisión para formular un
216 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El plan se proponía atacar los problemas reales que planteaba la de­


manda insatisfecha de educación primaria. A pesar de los esfuerzos
realizados, en 1958, el presupuesto federal asignó a la educación me­
nos de 13% de lo que se le había asignado en 1957. Ruiz Cortines tuvo
que admitir que de los 7 millones 400 mil niños en edad escolar (6 a
14 años), 3 millones no recibían educación primaria, esto es, más de
40%, y concluía que era indispensable resolver un problema que se agra­
varía con el crecimiento demográfico.
El 19 de octubre de 1959, la mencionada comisión entregó su infor­
me a Torres Bodet. Así nació el Plan de Once Años, cuya realización
debía prolongarse por lo menos dos sexenios más, en vista de que re­
presentaba un esfuerzo de planificación que tenía, entre otros objeti­
vos, el de proteger la educación de los vaivenes políticos. En este docu­
mento, la comisión señalaba que el rezago de la enseñanza primaria
con respecto del desarrollo industrial del país era un problema de me­
diano plazo que ponía en peligro el ritmo de crecimiento económico.
Según el reporte de la comisión, en 1958, México había dejado de ser
un país agrícola, la industria y los servicios constituían los ejes de la
estructura económica del país, y la política educativa debía coordinar­
se con las necesidades que generaba la urbanización y una estructura
de empleo que demandaba un número creciente de técnicos, obreros
calificados, empleados y de profesionistas; exigencias que no podrían
satisfacerse mientras la escolaridad promedio de los adultos mexica­
nos fuera de dos años.60
Según el plan, el problema fundamental era la deserción escolar, y
reconocía que su origen era de orden económico. Su solución reclama­
ba fórmulas distintas de las meramente escolares, pero éstas eran las
únicas que podía formular la Secretaría de Educación Pública. Por esta
razón, el análisis de los problemas de educación que entregó la comi­
sión se centró en las causas relacionadas con las debilidades del siste­
ma escolar en sí mismo, es decir, la insuficiencia de aulas, maestros,
material y edificios escolares.
El panorama de la deserción escolar era el siguiente: en 1956, sólo
1 de cada mil escolares inscritos en primer año había llegado al último
año de la educación profesional (es decir, lograba cumplir dieciséis años
de escolaridad). La escuela,primaria era el nivel que registraba el ma­
yor índice de deserción; de mil alumnos inscritos en el primer año, sólo

Plan Nacional destinado a resolver el problema de la educación primaria en el país",


en Secretaría de Educación Pública, Acción Educativa del Gobierno Mexicano, ¡959-
1960, México, Secretaría de Éducación Pública, 1961, pp. 17*20, p. 18.
60 “Plan Nacional para el Mejoramiento y la Expansión de la Educación Primaria
en la República", en Secretaría de Educación Pública, Acción Educativa del..., op. cit.,
pp. 27-77, p. 30.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 217

134 llegaban al sexto.61 De acuerdo con los resultados obtenidos por


la comisión, las causas de este fenómeno eran fundamentalmente de
orden económico:

A través de la deserción escolar, la pirámide que forman los distintos ni­


veles de ingreso familiares en el país, proyecta su sombra sobre el sistema
educativo nacional y lo conforma a su imagen y semejanza, dándole tam­
bién una estructura piramidal.62

Para las familias de menores ingresos (en 1956, 56% de las fami­
lias ganaba menos de 500 pesos mensuales, es decir, menos de 40.00
dois.), la asistencia de uno de los hijos a la escuela significaba renun­
ciar a una ayuda económica complementaria. La deserción escolar era
particularmente grave en el campo. En ese medio, de los 828 551 alum­
nos que en 1951 se inscribieron al primer año en las escuelas rurales
primarias, solamente dos llegaron a cursar hasta el sexto año en
1956.63
Ahora bien, pese a que el informe de la comisión señalaba que la
pobreza de un alto porcentaje de la población era la fuente originaria
de los problemas educativos, en algunos casos, en particular en el cam­
po, al problema específicamente económico se sumaba la insuficiencia
de edificios escolares y de maestros, por lo que también la falta de re­
cursos escolares contribuía a la deserción. En muchas escuelas rurales,
un solo maestro tenía a su cargo los grupos de primero, segundo y ter­
cer años, y en 1957, los niveles superiores de la escuela primaria eran
inexistentes en 81% de estos plánteles. La situación era calificada
de urgente y las primeras recomendaciones eran la de construir escue­
las y aumentar el número de maestros. El gobierno lopezmateísta qui­
so combatir estas deficiencias, sobre todo la primera, con programas
muy ambiciosos, uno de cuyos aspectos fue la edición y distribución
de libros de texto y en general de material de trabajo gratuito en todas
las primarias del país.
Paralelamente a la elaboración del Plan de Once Años, Torres Bo­
det tomó la iniciativa,64 aprobada por el presidente López Mateos en
febrero de 1959, de atribuir a la Secretaría de Educación el derecho
de editar y distribuir libros de texto y cuadernos de ejercicios gratuitos
para todos los niños de México. En sus Memorias, Torres Bodet afir­
ma que desde 1944, le inquietaban las dificultades que suponía la apli­

61 “Plan Nacional para el Mejoramiento y la Expansión...”, op. cit., pp. 30-31.


62 Ibid., p. 37.
M Ibid., p. 38.
M Jaime Torres Bodet, La tierra prometida. Memorias, México, Editorial Porrúa,
*972, pp. 241-249.
218 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

cación del artículo 3°, ya que establecía que la educación era gratuita
y obligatoria en un país donde era tan elevado el porcentaje de la po­
blación que vivía en condiciones de extrema pobreza. Más aún, pensa­
ba que los libros de texto que entonces se utilizaban eran mediocres,
con el agravante de que su precio aumentaba año con año.
El nuevo secretario de Educación no se planteaba siquiera el pro­
blema del contenido de la enseñanza, porque para él, la orientación
de la política educativa estaba definida de antemano por la tradición
mexicana de búsqueda de independencia, la creación de una concien­
cia nacional y el fortalecimiento de la libertad.

Cuando concluya su estudio la Comisión (para eZ Mejoramiento y expan­


sión de ia educación Primaria], la República estará disponiéndose ya a or­
ganizar la celebración [...], del sesquicentenario de la proclamación de la
Independencia y el cincuentenario de la revolución de 1910. Extender a
todos los mexicanos la educación primaria a que la ley y la vida les dan
derecho, ¿no es ése, acaso, el más grande objetivo que podríamos propo­
ner al país para dar su cabal sentido a esa doble celebración?63

La reforma educativa de 1959, pretendía mantener intacto el conte­


nido de la educación tal y como había sido acordado desde 1941, y con­
centrarse en la revisión de los instrumentos que hasta entonces se
utilizaban para satisfacer una demanda educativa muy superior a la
capacidad del Estado para enfrentarla. El presidente López Mateos,
consciente de las limitaciones que le imponía la querella escolar, deci­
dió mantener una gran moderación en este ámbito, además de que ello
le permitiría convencer a los particulares de que debían participar en
el esfuerzo que se iba a emprender.
En el discurso que pronunció al asumir la presidencia de la Repúbli­
ca, López Mateos dijo que la educación pública sería una de las priori­
dades de su gobierno; pero también subrayó que los problemas que
ello significaba se resolverían esencialmente si se lograba mejorar la
calidad de la enseñanza, adaptando los programas a las necesidades
reales del pueblo y modernizando los métodos y los procedimientos pe­
dagógicos. El presidente sabía que la tarea que se había propuesto era
gigantesca y que la educación nacional requería de un esfuerzo tam­
bién nacional; de suerte que desde esa primera ocasión en que se refi­
rió a los problemas educativos, insistió en que estaba dispuesto a acep­
tar una mayor colaboración de la iniciativa privada en este terreno,

63 “Discurso de Jaime Torres Bodet al inaugurar el 9 de febrero de 19S9 los traba­


jos de la Comisión”, en Secretaría de Educación Pública, Acción Educativa del..·, op-
cit., pp. 21-26, p. 25.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 219

siempre y cuando respetara los principios y las disposiciones de la cons­


titución.66
Apeló entonces a la conciencia cívica de los mexicanos acomodados
para pedirles que colaboraran con el gobierno en el mejoramiento de
la enseñanza. Hizo también un llamado en el mismo sentido a los pa­
dres de familia y a su patriotismo, insistiendo en que la educación era
un elemento esencial del progreso de la nación. La reforma que anun­
ciaba se inscribía dentro de la tradición, no hablaba de ruptura sino
de continuidad: “Amamos nuestras tradiciones [...]. Hemos heredado
un patrimonio ideológico y moral que debemos conservar y acrecen­
tar”.67 Así, con el fin de eludir la querella escolar, las autoridades evi­
taban cuidadosamente mencionar el contenido de la enseñanza.
Todos los involucrados en esa decisión parecían conscientes de que
las restricciones objetivas que enumeraba el reporte de la comisión po­
dían servir para poner en tela de juicio la competencia del Estado edu­
cador. De hecho así sucedió, porque tan luego como se dieron a cono­
cer los resultados de la investigación, algunos se apresuraron a señalar
que el problema demostraba que “Esta gigantesca empresa no [podía]
ni [debía] quedar exclusivamente en manos del Estado cuyos recursos
serán siempre desproporcionados”. Otros, en cambio, insistieron en
que la colaboración de la iniciativa privada debía ser una “coopera­
ción sincera” con la secretaria, y no un instrumento destinado a modi­
ficar arbitrariamente los programas y objetivos educativos.68
Desde el 30 de enero de 1959, respondieron al llamado del gobierno
representantes notables de la banca, la industria y el comercio, y ofre­
cieron su apoyo a la nueva política educativa a través de la asociación
de clubes Sembradores de la Amistad. En esa ocasión, Torres Bodet
se reunió con los empresarios para solicitarles la creación de un fondo
nacional para la construcción de diez escuelas normales de provincia
que contribuyeran a satisfacer la demanda de maestros. Asimismo, se
acordó la formación de patronatos en todo el país, integrados por re­
presentantes de la SEP y de los donadores. De esta forma, la nueva po­
lítica educativa adquiría el aspecto de un proyecto conjunto, y resulta­
ba claro que la armonía entre los participantes era una de las condiciones
para su éxito.
El 12 de febrero de 1959, el presidente de la República firmó un de­
creto que establecía la Comisión Nacional de Libros de Texto (Cona-

66 Adolfo López Mateos, “Discurso pronunciado al protestar como Presidente de


la República ante el Congreso de la Unión el 1° de diciembre de 1958”, en Cámara de
Diputados, Los presidentes de México..., op. cit., p. 684.
67 Editorial de Novedades, citado en “Jaime Torres Bodet, Declaración a la pren­
sa: El problema de la enseñanza, 6 de diciembre de 1958”, TIEMPO, 15 de diciembre
de 1958, vol. xxxiv, núm. 867, p. 7.
68 Ibid., p. 8.
220 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

lit), cuyo origen había sido un documento preparado por Martín Luis
Guzmán, el célebre escritor, periodista y novelista de la Revolución me­
xicana. El texto del decreto señalaba que la gratuidad de la educación
estipulada en la Constitución sería incompleta mientras los niños no re­
cibieran, sin costo alguno para sus padres, los libros y materiales que
requerían para sus estudios y deberes.
La primera razón que aducía el decreto era de índole económica:
el mercado mexicano no podía escapar a la escalada de precios provo­
cada por la economía mundial, y estas circunstancias afectaban en par­
ticular los intereses de “ciertas clases sociales, entre ellos su capacidad
de compra de material escolar”. Era necesario, continuaba el decreto,
liberar los libros de texto de las presiones del mercado, porque esta con­
dición sometía su producción al interés económico de los editores y fa­
vorecía una excesiva diversificación. La conclusión era que como el Es­
tado no tenía ningún interés comercial en esta empresa, su intervención
necesariamente reduciría los precios.69
La Conalit fue creada como una dependencia de la Secretaría de Edu­
cación Pública, su función primordial consistía en definir, conforme
a la metodología y los programas vigentes, las características de los li­
bros de texto para la escuela primaria. Además, tocaba a la Conalit
seleccionar los libros, ya fuera por concurso o por otro medio. Pese
a que su competencia era limitada, la responsabilidad que se atribuía a
la comisión para definir las características de los libros de texto le con­
fería la capacidad para intervenir en la definición de los programas y
en la orientación de la educación, como de hecho ocurrió: Así, aunque
los libros de texto debían conformarse a los programas vigentes,
que habían sido elaborados en 1957, en 1959 se emprendió también
la reforma de los programas, y como ésta concluyó hasta 1960, el con­
tenido de los nuevos libros de texto —definido en guías pedagógicas
elaboradas por la Conalit desde 1959— determinó los programas y no
a la inversa. Más aún, los primeros maestros que utilizaron estos ma­
nuales se quejaban de que no lograban armonizarlos con los progra­
mas vigentes.
El decreto que establecía la Conalit también preveía la colaboración
de la iniciativa privada, pero a condición de que fuera la expresión de
un “deseo generoso y desinteresado de participar en un proyecto pa­
triótico”.
El documento evitaba activar el potencial de conflicto que contenía
cualquier iniciativa gubernamental relativa a la educación, aunque no
hablara de ello abiertamente. Cuando mucho, se refería a la “inquie­
tante” diversidad de los libros de texto existentes, pero no menciona­

69 “Decreto que crea la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos’*, Diario


Oficial, 13 de febrero de 1959, vol. ccxxxn, núm. 36, pp. 4-5, p. 4.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 221

ba el problema de su contenido y menos aún el objetivo de homogenei­


zación que le era propio, según establecía la tradición del Estado
mexicano de hacer de la escuela el núcleo formador de la nación.70
A pesar de que más tarde se le hicieron todo tipo de acusaciones
de ilegalidad al decreto de creación de la Conalit, lo cierto es que este
organismo quedaba inscrito dentro del espíritu de las leyes vigentes en
la materia y su creación no demandó ninguna modificación.
La reforma del artículo 3° de 1945, no había suprimido la primacía
de la función unificadora de la escuela. El artículo 61 de la Ley Orgá­
nica de la Educación, en vigor desde 1942, señalaba: “La enseñanza
primaria será en su contenido mínimo la misma en toda la Repúbli­
ca’’, y en consecuencia atribuía al presidente la autoridad para elabo­
rar, a través de la SEP, los programas y métodos de enseñanza que re­
girían en todo el país. Más aún, el capítulo xvm de esta ley llevaba
por título: “De la unificación nacional de la educación’’, que confir­
maba la autoridad de la secretaría en cuanto a programas y métodos
de enseñanza para el primer y segundo ciclo y para las escuelas norma­
les. Con ese fin, el artículo 119 de la ley creaba el Consejo Nacional
Técnico de la Educación, con competencia para autorizar los libros de
texto que serían utilizados en las escuelas dependientes de la SEP.
El decreto de 1959, se refería sólo indirectamente al contenido de los
libros de texto al establecer un organismo de consulta cuya función con­
sistía en propiciar actitudes favorables ante el proyecto. El párrafo i
del artículo 3° designaba a los miembros de la Conalit y señalaba que
la comisión tendría un presidente, un secretario general y seis miem­
bros representantes de la opinión pública, con lo que se entendía a los
directores de los principales periódicos nacionales.71 Esta participación
comprometía a la prensa, sobre todo a la de la ciudad de México, com­
promiso que explica las ambigüedades de los periódicos ante la crisis
que provocaron los libros de texto gratuitos. Por un lado, participa­
ban activamente en la campaña anticomunista, y manifestaban con re­
70 “[...] la instrucción pública [...] no es ni una deuda de la sociedad, ni un benefi­
cio del Estado: es simplemente una necesidad [...] en esa necesidad se funda el derecho
de la sociedad a progresar y a vivir, es decir, a instruir [...].
[El Estado] es el único cuyas funciones abarca la sociedad entera, aquel que puede
considerarse como encarnando la conciencia misma de la colectividad [...] [El Estado]
resume [...] todas las fases de la vida social: el pasado, con sus dolores y sus luchas,
el presente con sus luchas y sus esperanzas, el porvenir con sus luchas y sus triunfos.
De este concepto del Estado nace el derecho a imponer y a exigir la instrucción.” Justo
Sierra, “Primer Congreso Nacional de Instrucción Pública, 20 de diciembre de 1889”,
en Sierra, op. cit., p. 223.
71 El primer presidente de la Conalit fue Martin Luis Guzmán, el secretario gene­
ral, Juan Hernández Luna y los representantes de la opinión pública, Rodrigo de Llano,
director de Excélsior, Ramón Beteta, de Novedades, Miguel Lanz Duret, de El Univer­
sal, Mario Santaella, de La Prensa y José García Valseca, de Cadena de Periódicos Gar­
da Va¡seca.
222 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

lativa claridad sus simpatías hacia una posible reforma al artículo 3°


que integrara a los padres de familia en la elaboración de los progra­
mas y libros de texto; pero por otro lado apoyaban también la obra
de la Conalit porque así se los había pedido el gobierno.
Esta medida preventiva de incluir a los formadores de opinión en
el proyecto de los libros de texto gratuitos no contrarrestó los efectos
negativos que produjo la ausencia de representantes de los padres de
familia. Además, tampoco tomó en cuenta los diarios de provincia,
que formaron un núcleo importante de aliento a la oposición frente
a los manuales de la Conalit.
Por otra parte, volviendo al problema del contenido, el decreto es­
tablecía que los miembros de la Conalit debían:

ser capaces de cuidar que los libros cuya edición se les confía tiendan a
desarrollar armónicamente las facultades de los educandos, a prepararlos
para la vida práctica, a fomentar en ellos la conciencia de la solidaridad
humana, a orientarlos hacia las virtudes cívicas y, muy principalmente,
a inculcarles el amor a la Patria, alimentado con el conocimiento cabal
de los grandes hechos históricos que han dado fundamento a la evolución
democrática de nuestro país.72

El decreto consideraba incluso que al distribuir los libros de texto


gratuitos, el gobierno lograría crear en el niño un sentimiento de deu­
da y de deber hacia la patria.
Las intenciones y los objetivos de este decreto obedecían a los mis­
mos principios educativos que habían prevalecido en los gobiernos in­
mediatamente anteriores, y mantenían la línea de acción definida por
el predecesor de Torres Bodet, José Ángel Ceniceros, cuya modera­
ción, por no decir conservadurismo, era bien conocida.73 Por ejemplo,
desde 1957, se consideraba que la planificación era condición necesaria
para el éxito de los objetivos de la educación pública. El 28 de noviem­
bre de 1957, el Consejo Nacional Técnico de la Educación se convirtió
en un organismo permanente con el propósito de unificar el sistema
educativo. Para las autoridades esto significaba: “Unificar a México
utilizando como instrumento de esta unificación uno de los más eleva­
dos valores espirituales: la educación”.74
La intervención del Estado en la producción de libros de texto res-

72 “Decreto que crea a la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito”, doc. cit.,
p. 4.
73 Las simpatías e inclinaciones políticas de Ceniceros estaban tan identificadas que
en 1957 se hablaba de ¿1 como de posible candidato de Acción Nacional a la presidencia
de la República.
74 “Discurso pronunciado por el C. Prof. J. Guadalupe Nájera en el acto de inau­
guración de la primera asamblea del Consejo Nacional Técnico de la Educación", Mé­
xico, Talleres Gráficos de la sep, 1958, pp. 15-31, p. 17.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 223

pondía también a preocupaciones constantes en la historia de la edu­


cación en México; la primera, extender la enseñanza a todos los secto­
res sociales mejorando la infraestructura escolar, en este caso, el
material de trabajo; y la segunda, en la medida en que los libros de
texto constituyeran un vehículo de integración nacional recogerían el
viejo propósito de que la escuela transmitiera principios, nociones, imá­
genes y tradiciones que debían ser el fundamento de lealtades colecti­
vas.
También había continuidad en la convicción de que la educación de­
bía servir para amortiguar las diferencias y crear una nación:

En el México de hoy todavía no existe una sola civilización sino una serie
de niveles, serie que comprende casi todos los niveles que constituyen la
evolución humana. Esta circunstancia acentúa y hace urgente la necesi­
dad de la unificación.73

Ahora bien, por muy conciliador que se quisiera el proyecto de la


educación nacional, lo cierto es que ni antes ni después de Torres Bo­
det llegó a tener la pretendida neutralidad política. En 1957, el presi­
dente del CNTE, José Guadalupe Nájera, afirmaba que crear una na­
ción no significaba uniformar, sino que sobre todo quería decir crear
una identidad política, porque, según él, la historia de México era la
de una voluntad de pasar de ser una “masa humana informe a una
nación constituida en sistema definido de gobierno’’.7576 Más aún, aña­
día que como el proyecto educativo del-Estado establecía que el libera­
lismo era el alma de la nación política, ése hubiera debido ser el conte­
nido ideológico de la educación en caso de que lo hubiera tenido. Los
maestros como Nájera recogían la herencia del proyecto educativo tra­
dicional, y entendían el liberalismo sobre todo como tolerancia y la
educación unificada, como la salvaguarda de la identidad mexicana.
La reforma de 1959, mantuvo estos dos principios: liberalismo y de­
fensa de la nación. Cuando en sus memorias Torres Bodet explica la
elección de Martín Luis Guzmán como primer presidente de la Cona­
lit, afirma que en este cargo Guzmán sabría respetar el ideal más im­
portante de su vida pública: el liberalismo.77 Asimismo, Torres Bódet
pensaba que más que trasmitir conocimiento, la escuela debía unifi­
car, integrar y formar ciudadanos, mexicanos auténticos, ya que se­
gún él:

Patria y maestro son palabras que representan dos conceptos insepara­


bles en nuestro espíritu. La Patria, maestra suprema, madre y educadora

75 "Discurso pronunciado por el C. Prof. J. Guadalupe Nájera, op. cit., p. 18.


76 Ibid.
77 Jime Torres Bodet, La tierra prometida. Memorias, op. cit., p. 243.
224 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

de todos los mexicanos. Y el maestro, organizador del progreso auténtico


de la Patria.78

Para Torres Bodet, la patria era tradición, la escuela, su vehículo


privilegiado y la infancia, el periodo decisivo para la adquisición y el
desarrollo del sentimiento patriótico.79 Según él, la enseñanza del ci­
vismo coronaba el proceso educativo porque consolidaba:

la voluntad de una participación justa en los deberes de la solidaridad hu­


mana, nacional e internacional [...], toda la enseñanza impartida en la es­
cuela ha de conducir al alumno a la comprensión de su responsabilidad
cívica ante la vida.80

Al igual que su secretario de Educación, el presidente López Ma­


teos veía en la escuela la defensa patriótica de la tradición nacional,
y en los maestros, sus paladines, “obreros de la Independencia” y “eje­
cutores de la Revolución”.81
Desde esta perspectiva, la formación cívica tenía por objeto susci­
tar en el niño el amor a la patria, y éste, según la definición de las auto­
ridades educativas, conduciría al conocimiento y la comprensión de los
problemas nacionales, al buen uso y conservación escrupulosa de íos
recursos naturales del país, al mantenimiento y enriquecimiento de la
cultura nacional, al fomento de la lealtad a los intereses generales de
la nación, y a la voluntad de defender su independencia política y eco­
nómica.82

78 Jaime Torres Bodet, “Al Magisterio durante la celebración del Día del Maestro”,
15 de mayo de 1959, en Jaime Torces Bodet, 12 Mensajes educativos, op. cit., p. 43.
79 En 1920, a propósito de la importancia de la enseñanza de la lengua nacional,
Torres Bodet escribió. “El niño debe hablar su idioma y sólo su idioma para no desvin­
cularse de las tradiciones esenciales de su patria y de su religión. Tiempo habrá luego
para que, con el corazón bien clavado en el pecho y los prejuicios necesarios bien firmes
dentro del corazón, pueda mirar fuera de sí y pueda, asimismo, ensayar la comprensión
de lo que mire”; Jaime Torres Bodet, “El Emilio”, El Maestro Revista de Cultura Na­
cional, núm. 1, vol. 1, 1° de abril de 1921, p. 33.
80 Jaime Torres Bodet, “En el Consejo Nacional Técnico de la Educación en la inau­
guración de trabajos para recibir los planes de estudio y programas escolares, 29 de julio
de 1959”, en Torres Bodet, 12 mensajes educativos, op. cit., pp. 75-76.
81 “Impulso al Plan Educativo de Once Años, Discurso pronunciado por el presi­
dente López Mateos en el acto de adhesión del snte a la política educativa de su go­
bierno”, El Nacional, 4 de septiembre de 1960, p. 1.
182 Nadie podría acusar a Torres Bodet de radicalismo político. Entre 1921 y 1923,
fue secretario particular del entonces secretario de Educación Pública, José Vasconce­
los. Hay que recordar que estuvo al frente de la sep cuando se modificó el artículo 3°,
en 1945, y que posteriormente fue Director General de Unesco. La ofensiva contra los
libros de texto gratuitos hizo caso omiso de estos antecedentes e insistía en que la sep
estaba manejada por los comunistas. En algunos casos también, se le reprochó que vio­
lara uno de los principios fundamentales de la organización internacional que había di­
rigido: la libertad de enseñanza.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 225

En sus memorias, Torres Bodet afirma que el elevado costo de los


libros de texto gratuitos le hizo temer en un momento dado que sólo
se pudieran distribuir entre los alumnos de las primarias federales. Sin
embargo, cuando le comunicó esta preocupación al presidente, éste le
respondió: “Todos son niños y todos son parte de nuestro pueblo’’.83
Lo único que le pidió al secretario Torres Bodet fue que velara porque
los libros de texto no contuvieran “expresiones que susciten rencores,
odios, prejuicios y estériles controversias”.84
El nuevo gobierno estaba tan interesado en alentar sentimientos que
introdujeron cierta unidad entre los diferentes grupos sociales que, pese
a lo costoso que resultaría la producción de libros de texto para todos
los niños del país, no titubeó en lanzarse en esta empresa. Si bien ni
el decreto de la Conalit ni la ley orgánica de educación mencionaban
expresamente que estos libros serían únicos, los mismos para todos los
escolares mexicanos, es indudable que la idea de que así fuera respon­
día al espíritu de la ley. Más adelante se verá que las primeras protes­
tas contra el proyecto atacaban el carácter único de los libros, y tanto
la promoción del nacionalismo como alternativa de conciliación polí­
tica, como la evidencia documental, indican que desde un principio el
proyecto se concibió pensando que el uso generalizado de estos libros
sería obligatorio.
Las decisiones a propósito de los libros de texto gratuitos, esto es,
sus características y, en particular, la obligatoriedad, efectivamente se
tomaron sin considerar la opinión de todos los interesados, ya fueran
autores de libros de texto comerciales o padres de familia. Es muy po­
sible que esto se explique porque las autoridades querían actuar con
la mayor agilidad posible y evitar debates que ciertamente hubieran obs­
taculizado los esfuerzos de reforma.85 Para solucionar los problemas
del sistema educativo, López Mateos proponía: “Lo que importa, ahora
es definir un programa. Y empezar a cumplirlo tan pronto como po­
damos”.86

Los antecedentes del proyecto

La gratuidad de los libros de texto también se inscribe dentro de la tradi­


ción educativa posrevolucionaria, y en particular, la del proyecto vas­
concelista. Recién fundada, la sep creó un programa de publicación

83 Torres Bodet, La tierra prometida. Memorias, op. cit., p. 242.


84 Ibid.
85 Entrevista con José Luis Martínez, miembro en esta época de la Conalit, Méxi
co, 4 de junio de 1981.
86 Torres Bodet, La tierra prometida. Memorias, op. cit., p. 230.
226 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

de obras de autores clásicos como Homero, Eurípides, Miguel de Cer­


vantes y Saavedra (en algunos casos las ediciones de estas obras alcan­
zaron los 50 000 y los 100 000 ejemplares), con el propósito -—decía-
de preservar la cultura de incidencias comerciales. Esta política edito­
rial fue muy criticada en su tiempo. Se dijo que era absurdo publicar
y distribuir gratuitamente ese tipo de libros entre personas cuyo nivel
cultural era ínfimo. A lo cual Vasconcelos respondió “No nos pregun­
taremos lo que quieren las multitudes, sino qué es lo que más les con­
viene, para que ellas mismas encuentren el camino de su redención’’.87

Según Vasconcelos, la gratuidad del material de lectura era indis­


pensable:

porque nuestro pueblo es pobre y no tiene el hábito de gastar en lectura.


Nos proponemos crearle la necesidad de leer, seguros de que al cabo de
algunos años ya él solo podrá fundar y pagar sus propios órganos de pu­
blicidad. Entre tanto, es necesario y perfectamente legítimo que el gobier­
no invierta una pequeña parte del dinero del pueblo, en lo que el pueblo
más necesita: en propagar hechos que lo instruyan, datos que lo informen
e ideas nobles que aviven el poder de su espíritu.88

Años después de escritas estas palabras, Torres Bodet recuperaba


la idea de que el Estado debía dirigir el progreso cultural de las clases
populares. En 1944, cuando estuvo por primera vez al frente de la SEP,
creó la .colección Biblioteca Enciclopédica Popular, que sin embargo
desapareció en 1948 por razones presupuéstales. Cuando en 1959 pre­
sentó el informe de la comisión que elaboró el Plan de Once Años, To­
rres Bodet subrayó que el mejoramiento de la infraestructura escolar
y la distribución gratuita de libros de texto servirían para combatir la
deserción escolar. Según él, frecuentemente los padres de familia y a
los escolares, en otros casos la inexistencia o la pobreza del material,
le restaban a la enseñanza el atractivo que podía ejercer sobre la imagi­
nación de los niños. Dentro de esta perspectiva, la distribución gratui­
ta de libros de texto podía aumentar el interés por asistir a la escuela.
Estos libros podían despertar la curiosidad, sobre todo de los niños
más desfavorecidos, que eran los que mayores dificultades tenían para
asistir a la escuela.
Así vistos, los libros de texto gratuitos constituían un medio com­
plementario e importante para que la escuela fuera realmente un agen­
te de democratización y para que las clases populares pudieran acceder

87 José Vasconcelos, "Un llamado cordial”, El Maestro, vol. 1, núm. 1,1° de abril
de 1921, p. 6.
88 ¡bid., p. 7.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 227

a la cultura. En este punto, las autoridades educativas no se equivoca­


ron: en numerosos casos, los libros de texto de la Conalit fueron los
primeros libros que llegaron a muchos hogares campesinos, e incluso
los adultos recurrían a ellos para por lo menos no olvidar el alfabeto.
El presidente López Mateos compartia con Torres Bodet la identifica­
ción con el proyecto vasconcelista; él mismo, muy joven, había tenido
su iniciación política en la campaña presidencial de 1928-1929. Algunas
de sus declaraciones a propósito de la educación revelan la huella de
esta experiencia:

La cultura es un patrimonio que nos pertenece a todos; no podríamos con­


siderarla como la base de ciertos privilegios que favorecen a algunas mi­
norías, puesto que la cultura es y debe ser el fundamento de la dedicación
al bienestar general.89

Los libros de texto comerciales

El proyecto de distribución de libros de texto oficiales y gratuitos era


también una manera de realizar el viejo sueño de Justo Sierra: hacer
de la educación un vehículo de integración nacional. La unificación
de la enseñanza primaria, subyacente al proyecto, era indispensable,
dado que su objetivo era crear un cuadro de referencias comunes al
conjunto de una sociedad cuyas heterogeneidades profundizaba el mo­
delo de desarrollo económico. Por otra parte, al encargarse de la ela­
boración y distribución gratuita de los libros de texto, el gobierno
complementaba los preceptos constitucionales en materia educativa, y*
asumía totalmente la responsabilidad de educar a las clases populares.
No obstante, esta empresa afectaba los intereses más diversos, desde
aquellos que creaba el régimen comercial imperante en materia de li­
bros de texto, hasta a quienes defendían la diversidad en la educación
como principio democrático, o quienes se resistían a abandonar la si­
tuación de privilegio que le aseguraba la posibilidad de adquirir libros
de texto de mejor calidad.
En 1944, se había creado la Comisión Permanente de Libros de Tex­
to y de Consulta de la Secretaría de Educación Pública, que ejercía cierto
control sobre los libros de texto que circulaban en las escuelas prima­
rias del país.90 En consecuencia, los libros de texto autorizados por la

89 Adolfo López Mateos, “La cultura es patrimonio común”, Discurso pronuncia­


do en la inauguración de la Casa de la Cultura Jaliscience el 7 de febrero de 1959, en
Documentos para la historia de un gobierno, núm. 2, enero-marzo de 19S9, serie 2, pp.
71-74, p. 73.
90 La mayor parte de la información relativa al régimen comercial de los libros de
texto fue obtenida en un estudio no publicado, que fue elaborado por el primer secreta-
228 CLASES MEDIAS Y POLITICA EN MÉXICO

secretaría eran libros oficiales, pero también había numerosas obras


que seguían en circulación aún después de haber sido rechazadas por
esta comisión, entre ellas los catecismos autorizados por el arzobispado.
En 1959, la sep había autorizado oficialmente 75 libros de texto
para su uso en los seis niveles de la escuela primaría. Había una gran
variedad de libros de lectura y de historia, que se impartía desde el ter­
cer año, mientras que el número de manuales de geografía disponibles
era reducido,91 desequilibrio que no era de ninguna manera una ca*
sualidad. Sin embargo, la comisión insistía en que los manuales no di*
ferian mucho entre sí y que el criterio fundamental para su autoriza­
ción era de índole económica.
Independientemente de las razones políticas o ideológicas subyacen­
tes, los libros de texto gratuitos respondían a una necesidad real. La
diversidad de los libros comerciales no garantizaba la suficiencia. El
país sufría de una auténtica penuria de libros de texto para la enseñan­
za primaria. Sus ediciones no lograban satisfacer 25Vo de la deman­
da si el cálculo se basa en el número de niños inscritos en cada uno
de los niveles escolares. Este cálculo es válido aun cuando en algunos
casos los mismos libros fueran utilizados por más de una generación
y enseñaran a leer a más de un niño, si bien en muchos casos la mala
calidad de las ediciones hacía imposible su reutilización.
En 1960, año en que la secretaría inició la distribución de los libros
de texto gratuitos, la demanda fue totalmente cubierta.
Como es obvio, la carencia de libros de texto afectaba en particular
a los niños de las familias más desfavorecidas. Dadas las característi­
cas de este mercado, la demanda era muy elástica: el número de esco­
lares aumentaba anualmente, y las escuelas seguían exigiendo a sus
padres la compra de libros de texto cuyos precios aumentaban in­
cesantemente; así sucedió, por ejemplo, entre 1949 y 1959, periodo
en el que se duplicaron los precios de algunos libros.92 En 1958, los

rio general de la Conalit, Juan Hernández Luna, bajo el titulo: El régimen comercial
de libros de texto en las escuelas primarias de México, México, 1975, 2 vols., doc. mi-
meografiado.
9’ Para enseñar a leer en primer año habia diez manuales a escoger, siete libros de
lectura posibles para segundo año, cinco para tercero, cuatro para cuarto año, dos para
quinto y tres para sexto. Para el curso de historia, los maestros de tercer año podían ele­
gir entre siete diferentes libros, había seis manuales disponibles para cuarto año, dos
para quinto y la comisión había autorizado cuatro para sexto año. Sólo había una obra
dedicada a la enseñanza de la geografía para tercero, quinto y sexto años respectivamen­
te, mientras que cuarto año podia escoger uno de tres posibles textos. El civismo se ense­
ñaba a partir de sexto año y habia tres manuales autorizados.
92 Hernández Luna, op. cit., vol. 1, p. 21.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 229

Cuadro 1

Alumnos inscritos y libros publicados en 1959 del Io al 6° aflos


Libros de texto
Alumnos de lectura
Grado escolar inscritos' publicados en 195#
1° 1 763 113 195 000
2á 934 637 170 000
3° 665 689 82 000
4° 456 892 55 000
5° 340 597 45 000
6° 275 633 33 000
Fuentes:
1 Secretaría de Educación Pública, Suplemento estadístico a la Memoria: Obra educa­
tiva en el sexenio, 1958-1964, México, Talleres sep, 1964, p. 16.
2 Juan Hernández Luna, El régimen comercial de libros de texto en las escuelas prima­
rias de México, México, 197S, mimeo., vol. 1, pp. 16-18.

Cuadro 2

Alumnos inscritos y libros distribuidos en 1960 del 1° al 4° aflos


Libros de texto
de lectura
Alumnos distribuidos en
Grado escolar* inscritos' 196#
1° 1 885 955 2 054 199
2® 1 067 356 1 127 271
3® 735 363 809 268
4® 508 936 536 498
Fuentes:
1 Secretaría de Educación Pública, Suplemento estadístico..., op. cit., p. 16.
2 Secretaría de Educación Pública, Acción educativa del gobierno mexicano, 1960-1961,
México, s.e., 1962, pp. 65-61.
* La distribución de los libros de texto gratuitos para quinto y sexto años se inició a
partir de 1962.

editores y autores de los libros de texto comerciales que habían apoya­


do al candidato López Mateos, le solicitaron la supresión del control
de precios de los libros de texto, argumentando que ese control era la
causa de la mala calidad de su producción.
230 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El editor de libros de texto no sólo no puede ajustar sus precios [a la ele­


vación de los costos de producción] pero no puede mejorar el aspecto de
sus productos y ofrecer así a nuestros niños libros tan hermosos como los
que utilizan los'niños de otros países.93

Añadían entonces que por esa razón las primarias particulares se


veían obligadas a recurrir a libros de texto extranjeros.
Los niños del campo y de la provincia también sufrían de la escasez
de los libros de texto. Los maestros enseñaban a leer a los niños con
periódicos porque no disponían de material de trabajo, ni de medios
para adquirir libros, cuadernos o por lo menos los lápices indispensa­
bles para el aprendizaje de la escritura, de manera que 65% de la
población escolar vivía en una marginación real.
Por otra parte, el sistema de autorización de los libros de texto ado­
lecía de vicios notables, derivados de los intereses particulares creados
a su alrededor, y se prestaba a la corrupción en la que incurrían algu­
nos autores y editoriales para convencer a la comisión de las cualida­
des de sus obras.94 La imbricación de intereses se acentuaba porque
algunos autores de libros de texto eran también los propietarios de las
editoriales que los publicaban y los distribuían. En ocasiones incluso,
los inspectores de la secretaría resultaban ser los autores de los libros,95
y lograban convencer a los directores de las escuelas para que incluye­
ran sus libros en las listas que recibían a principios de año los padres
de familia. Los directores, a su vez, podían beneficiarse del negocio
estableciendo pequeñas cooperativas escolares en donde se vendía ese
material.96 El objetivo de la Conalit era poner fin a esas irregularida­
des y a las que se relacionaban directamente con problemas pedagógi­
cos específicos.
La diversidad de los métodos utilizados para la enseñanza también
planteaba problemas. Para aprender a leer y a escribir, por ejemplo,
se utilizaban cinco métodos diferentes: de deletreo, fonético, silábico,

93 Rafael Giménez Sites, “Posibilidades de una gran industria editorial mexicana",


TIEMPO, 26 de enero de 1959, vol. xxxiv, núm. 873, pp. 34-36, p. 36.
94 Hernández Luna, op. cit., vol. 1, p. 21. Según este autor, en ocasiones este orga­
nismo, que tenia la facultad de fijar los precios de los libros de texto, autorizaba aumen­
tos injustificados.
95 Como era el caso de Carmen Espinoza Elenes de Alvares, autora de Mi libro má­
gico. En 1953, la Comisión revisora y seleccionadora de libros de texto juzgó que era
inaceptable; aún así, éste seguía circulando en 1958.
96 Esta visión negativa del funcionamiento de la comisión y de los vicios del siste­
ma de autorización fue confirmada por Ramón G. Bonfil, quien era entonces presidente
de la Academia Mexicana de la Educación, en una entrevista realizada el 23 de abril de
1982.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 231

global y combinado.97 Esta diversidad no es mala por definición, dado


que en realidad cada maestro utiliza el método que más le conviene
y que le parece más eficaz. Además, ni los nuevos libros de texto ni los
programas de 1960, podían hacer que los maestros abandonaran de un
día para otro sus hábitos tradicionales de enseñanza. Sin embargo, te­
niendo en cuenta estas consideraciones, resulta evidente que algunos
de estos métodos habían sido totalmente superados y que algunos de
los libros de texto utilizados eran enteramente inadecuados para la rea­
lidad mexicana de la época o para el espíritu del proyecto escolar del
Estado. Ese era el caso del Silabario de San Miguel, elaborado en 1839
por un religioso de nombre Nicolás García de San Vicente. Había sido
utilizado en las escuelas parroquiales del siglo xix, pero todavía des­
pués de 1960, seguía siendo publicado y distribuido gratuitamente jun­
to con un catecismo a la salida de las iglesias.98 Otros modelos igual­
mente antiguos eran utilizados sin haber sido revisados jamás. Así
sucedía con la Guía metodológica de la enseñanza de la lectura, de En­
rique Rébsamen, que había sido publicada por primera vez en 1899.
En 1959, el Método onomatopéyico, el Gregorio Torres Quintero, es­
taba en su 117 edición, habiéndose publicado por primera vez en 1904.
En una primera revisión crítica, la Conalit consideró que además
de estar envejecidos, estos libros utilizaban ejemplos que no se ajusta­
ban ni a* la época ni a los programas escolares vigentes. Los valores
y las actitudes que alentaban tenían muy poco que ver con el espíritu
cívico que se quería inculcar en los niños mexicanos de la segunda mi­
tad del siglo XX. Por otra parte, los libros de texto más recientes, que
se fundaban en métodos modernos, tenían el inconveniente de ser fie­
les imitaciones de modelos extranjeros, en particular norteamerica­
nos.99 En más de un caso estos libros de lectura manejaban material
pedagógico inadecuado, como por ejemplo el famoso Corazón. Dia­
rio de un niño, de Edmundo d’Amicis, que había llegado a México en
1887 y que en 1958, seguía siendo utilizado, aun cuando sus lecturas
sobre la miseria, la enfermedad, la muerte y la resignación en la Italia

97 Dirección General de Educación Primaria en el D.F, Cómo han aprendido a leer


y escribir los mexicanos, México Dirección General núm. 4, Secretaría de Educación Pú­
blica, marzo de 1968, folleto 12.
98 Todavía en 1968 se imprimían miles de ejemplares del Silabario de San Miguel,
y se vendían a precios muy modestos cuando no eran distribuidos gratuitamente como
publicidad por algunos grandes almacenes. Es posible que aún hoy en día se siga utili­
zando para ensenar a leer. Ibid., p. 5.
99 Como era el caso de El mundo del niño, de Rosaura Lechuga. La prueba defini­
tiva de que este libro era inapropiado para los ñiños mexicanos era que su alfabeto omi­
tía la letra “x”, indispensable en México. Ver: Hernández Luna, op. cit., vol. ti, pp.
88-90.
232 CIASES MLDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

monárquica de fines del siglo xix poco tuvieran que ver con los pro­
pósitos de la educación en México, conforme a lo establecido en el ar­
tículo 3°.11X1
Los libros de historia que se utilizaban eran en su mayoría viejos
y no habían sido actualizados, aunque no se trataba de modificar la
interpretación de la historia de México que se había acordado desde
la supresión de la educación socialista.101 En 1959, la Conalit planteó
como objetivos de la enseñanza de la historia los mismos que en 1943
había definido el vi Congreso de Enseñanza de la Historia: la verdad
histórica y la creación de un sentimiento de solidaridad nacional que
fuera instrumento de integración patriótica.102
Sin embargo, una de las preocupaciones básicas de la Conalit era que
los libros de texto fueran auténticamente laicos. Este problema era más
agudo en el caso de los manuales de historia. Aunque era imposible
ignorar el papel de la Iglesia y la religión, la Conalit pensaba que era
preferible minimizar su importancia, y la verdad es que algunos ma­
nuales exageraban la huella de la religión en la cultura nacional, so­
bre todo los que utilizaban las escuelas particulares.103

11X1 También circulaba en las escuelas primarias una traducción y adaptación al me­
dio mexicano, firmada por Genaro García y Ezequiel Chávez, de un libro francés desti­
nado específicamente a los niños franceses de la m República: Francinet de G. Bruno,
que fue publicado en México por primera vez en 1908 con el título de Frascuelo. Ver:
Hernández Luna, op. cit., vol. u, pp. 143-148.
101 Los libros de texto de historia autorizados por la sep después de 1940 eran: Ro­
berto de la Cerda Silva, Breve historia de México, publicado en 1943, Luis Chávez Orozco,
Historia de México, 1946. La versión muy conservadora de José Bravo Ugarte, Historia
de México, publicado entre 1941 y 1944 y el Compendio de Historia de México, de 1946.
También circulaban: José L. Cosío, Historia de México. Época pre-cortesiana, 1944;
Miguel Pasillas, Historia de México. Descubrimiento y conquista, 1944 y Jesús García
Gutiérrez, Prehistoria. Apuntamientos de Historia de México, 1941, Período Colonial,
1944 e Historia de México, 1946. Hacia finales de los años cuarenta se publicaron: Car­
los Rodríguez C, Breviario de Historia de México e Historia Gráfica de México', Mace-
donio Navas, Historia Patria e Historia de México’, Joaquían Jara Díaz y Elias Torres
Natterman, Historia Gráfica de México·, Salvador Monroy Padilla, Historia de México·,
Roda de la Mora, Lecciones de Historia Patria·, Héctor Campillo Cuautli, La nación
mexicana, sus orígenes y La nación mexicana: su formación y desarrollo·, Ciro González
Blackaller y Luis Guevara Ramírec, Un viaje a! pasado de México. Ver: Vázquez de
Knauth, op. cit., pp. 251-252.
102 Ver: Vázquez de Knauth, op. cit., p. 245.
103 Por ejemplo, para Héctor Campillo Cuautli, autor de La nación mexicana: su
formación y desarrollo, el acontecimiento decisivo de la historia nacional había sido la
aparición de la virgen de Guadalupe (9 de diciembre de 1531): “al convertirse en símbo­
lo ha cooperado como ningún otro fenómeno político o social a la unión nacional. Blan­
cos y mestizos; próceres y desheredados; cultos y analfabetos; todos por igual, confun­
didos en un río de devoción que corre hacia su bellísimo Santuario (...].
[La virgen de Guadalupe] fue lábaro en manos de los Insurgentes y pendón en las
de todos aquellos que defienden una causa justa. Bajo su amparo maternal, seguro de
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 233

Los textos de este tipo exaltaban la unidad religiosa de la nación


y criticaban la “actitud antirreligiosa de los gobiernos posrevoluciona*
ríos, que pretendían [destruir] las raíces religiosas del pueblo mexica­
no”, si bien —señalaban—, éstos habían sido derrotados por la inago­
table fe guadalupana de los mexicanos. También denunciaban las
disposiciones anticlericales de la constitución, que eran una prueba de
la antidemocracia imperante porque eran contrarias a las creencias po­
pulares y nacionales, y en consecuencia, ilegítimas.
Sin embargo, la realidad es que estos casos eran la excepción. En
general, la mayor parte de los libros de texto de historia que empeza­
ron a utilizarse después de 1946, reflejaba el espíritu de conciliación que
inspiró al nuevo artículo 3°. Los libros elaborados conforme al espíri­
tu de la educación socialista habían sido prohibidos o retirados del mer­
cado, incluso con más eficacia que los libros de texto de signo ideoló­
gico contrario.

El espíritu de la Conalit: el civismo antes que el conocimiento

El decreto de creación de la Conalit señalaba que los libros de texto


oficiales serían escogidos por concurso.*104 El 21 de mayo de 1959, apa­
recieron en la prensa de la ciudad de México las dos primeras convoca­
torias para participar en los concursos en los que se seleccionarían los
libros de texto para los dos primeros años de primaria.
Las convocatorias presentaban los requisitos del concurso, así como
una guía técnico-pedagógica para la elaboración de los libros. Estas
guías eran de extrema importancia, tanto porque sentaban los linea-
mientos con que habrían de prepararse los manuales, como porque fue­

sí mismo, México va a su propio encuentro, y demuestra con creces al mundo, cómo


un pueblo sabe olvidar discordias, perdonar ofensas y unirse más y más, cuando se agrupe
en tomo de un solo símbolo: la virgen de Guadalupe”. Citado en Hernández Luna, op.
cit., vol. ti, pp. 240-241.
104 Entre 1959 y 1964 se organizaron cuatro concursos. El primero se inició el 21
de mayo de 1959, y la fecha límite para la presentación de las obras era el 15 de octubre
del mismo año; el segundo concurso se inició el 13 de abril de 1961 y se clausuró el 31
de enero de 1962; el tercero tuvo lugar entre el 26 de octubre de 1962 y el 30 de junio
de 1963, y el último, entre el 15 de octubre de 1963 y el 30 de abril de 1964. La participa­
ción en los concursos fue en cada caso muy limitada, sobre todo si consideramos que
se trataba de un concurso nacional al que se someterían obras para cada una de las ma­
terias contenidas en los programas de enseñanza correspondientes a cada nivel de la es­
cuela primaria. En el primer concurso se presentaron 44 obras; 10, en el segundo; 10,
en el tercero y catorce, en el cuarto. La Conalit se reservaba el derecho de reemplazar
los textos que hubieran seleccionado en uno de los concursos siempre que lo considerara
conveniente. Ver: Secretaria de Educación Pública, Obra educativa del sexenio ¡958-
¡964, México, SEP, 1964, pp. 60-61.
234 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ron formuladas con anterioridad, condicionando así los nuevos pro­


gramas. Las guías revelaban el carácter fundamentalmente político del
nacionalismo con el que se formaría al niño mexicano; en ellas, era
claro que las consideraciones políticas precedían a las propiamente pe­
dagógicas o escolares. Así por ejemplo, se dice que para su elabora­
ción, las guías se basaron en primer lugar en el decreto de creación de
la Conalit y en los artículos 3°, 27 y 123 de la constitución; enseguida,
en la Ley Orgánica de la Educación vigente, en las declaraciones que
el candidato Adolfo López Mateos había hecho en Durango el 4 de
febrero de 1958,105 103y*en su discurso de toma de posesión como presi­
dente de la República; por último, se mencionan como fuentes de ins­
piración de las guías las declaraciones del secretario Torres Bodet, los
programas escolares vigentes y la Junta Nacional de Educación Prees­
colar y Primaria, misma que se había celebrado del 7 al 9 de enero de
1959.106 La preocupación dominante en la propuesta de la Conalit era
la formación del niño mexicano —y no del niño en abstracto—; esta
precisión es significativa porque destaca el hecho de que el interés fun­
damental de las autoridades educativas era la creación de una identi­
dad cívico-nacionalista, y no tanto la transmisión de conocimientos.
Tan es así que las convocatorias introducían la enseñanza de la histo­
ria y el civismo desde el primer año, siendo que antes, los cursos de
historia empezaban a impartirse en el tercer grado y no era sino hasta
el sexto grado que los niños recibían los principios elementales de ci­
vismo.
El espíritu del proyecto se desprende claramente de cada una de las
guías, que por otra parte coinciden en sus lineamientos generales. La
primera intención de las convocatorias se apegaba a las declaraciones
oficiales relativas al papel de la educación en la defensa de la nación
y de sus tradiciones. En esta concepción, la familia y los símbolos pa­
trióticos ocupan un lugar de gran importancia. La jerarquía de valores
que debía transmitirse a los pequeños mexicanos se ajustaría al princi­
pio: “Es necesario cumplir siempre con sus obligaciones hacia la fami­
lia, la escuela y la patria”; además, los libros de texto debían fomentar
el desarrollo de actitudes positivas hacia los representantes de la auto­
ridad.
Por otra parte, las convocatorias señalaban que el material de lec­

103 “Hoy nos encontramos ante la urgente necesidad de dar a la educación perspec­
tivas más amplias y apropiadas al ritmo general del desarrollo económico del pais. La
ignorancia será siempre un obstáculo a las aspiraciones de progreso del pueblo**; citado
en “Textos gratuitos’’, TIEMPO, 23 de febrero de 1957, vol. xxxiv, núm. 87, pp. 15-
17, p. 15.
106 Ver los textos de las convocatorias publicadas en TIEMPO, 25 de mayo de 1959,
vol. XXXV, núm. 890, pp. 27-34.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 235

tura de los diferentes libros de texto debía armonizar con el “espíritu


de la Constitución y con los compromisos internacionales del país”.107
La preocupación por la pureza nacionalista explica también el requisi­
to de que los participantes en los concursos fueran de nacionalidad me­
xicana. Las convocatorias estipulaban que en todos los casos los libros
de texto fomentarían en el niño actitudes de comprensión, tolerancia
y respeto al prójimo, alentarían el culto de los símbolos patrios y el
respeto a la tradición y a la cultura nacionales.
La propuesta de la Conalit no estaba de ninguna manera animada
por un espíritu de controversia, antes al contrario. La versión de la his­
toria nacional que se establecía como interpretación rectora de los li­
bros de texto que habrían de elaborarse, manifestaba un esfuerzo de
equilibrio: recuperaba el Panteón de héroes nacionales creado por Justo
Sierra a finales del siglo xix, así como la visión lineal y acumulativa
de la historia que en 1940 fuera fundamento de la reconciliación na­
cionalista.
Entre otras cosas, las convocatorias señalaban que las lecciones de
historia debían hacer hincapié en el fenómeno del mestizaje, en cuanto
a su carácter originario de la nacionalidad mexicana. El equilibrio se
buscaba también en los periodos históricos; por ejemplo, se invitaba
a los autores a recuperar la etapa colonial “como un periodo de gesta­
ción y de desarrollo del pueblo mexicano”.108
El carácter esencialmente conservador del proyecto de la Conalit se
manifiesta también en una concepción histórica que atribuía una im­
portancia preponderante a los personajes, al individuo como motor de
la historia a expensas de las estructuras y los procesos sociales. Esta
perspectiva enfatizaba el esfuerzo individual de promoción social como
punto de partida del bienestar general. A este respecto, cabe subrayar
el lugar privilegiado que ocupa en cada guía la biografía de Benito Juá­
rez, en la medida en que este héroe nacional encarna el triunfo de la
perseverancia y del patriotismo. Nacido en una comunidad indígena
oaxaqueña en el siglo xix, Juárez logró, pese a obstáculos aparente­
mente insuperables, estudiar en la universidad y hacer una brillante ca­
rrera en la administración pública que culminó en la presidencia de la
República.
Su trayectoria constituye el ideal del ciudadano mexicano, y es al
mismo tiempo testimonio del carácter democrático de las instituciones
liberales mexicanas, porque es la historia de un hombre de origen muy
modesto que, gracias a una estructura social supuestamente flexible y
a su esfuerzo individual, pudo acceder al poder supremo. Por otra parte,

107 Ibid.
108 Ver los textos de las convocatorias publicadas en TIEMPO, 15 de junio de 1959,
vol. XXXV, núm. 893, pp. 17-27.
236 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Juárez es el campeón de la defensa nacional contra la intervención ex*


tranjera, es defensor de la legalidad republicana y modelo del estoicis*
mo y de las virtudes de paciencia y astucia que se atribuyen a los indios
mexicanos.
Las guías pedagógicas también indicaban las características que de­
bían atribuirse a las instituciones políticas mexicanas. £1 sistema debía
ser presentado como ejemplo de una democracia cuyo desarrollo se ha­
bía iniciado en el siglo xix con el establecimiento de la República li­
beral. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1910 no había sido una
ruptura, sino una lucha por la restauración del régimen liberal de
1857.109 Asimismo, señalaban que la organización política mexicana
debía ser explicada a partir de su evolución histórica, y que era necesa­
rio subrayar la importancia de los derechos individuales, de la justicia,
del voto y de las elecciones. A este respecto, cabe destacar la ausencia
de los partidos, y en particular del partido oficial, en la lista de las ins­
tituciones reconocidas como fundamento de la democracia mexicana.
Los libros de texto oficiales debían cumplir funciones diversas. Ade­
más de formar la conciencia nacional y de fomentar una cultura políti­
ca adecuada al consenso nacionalista y liberal, debían contribuir a mo­
dificar actitudes y comportamientos con respecto a la higiene personal
y a los servicios de salud. Así pues, las guías técnico-pedagógicas de
la Conalit señalaban que la enseñanza de las ciencias naturales debía
nacer hincapié en el desarrollo de actitudes positivas hacia las vacu­
nas, los medicamentos y la medicina moderna en general. Más que
aprender los principios básicos de la ciencia, los niños debían adquirir
hábitos de higiene y cuidado personal: el baño diario, el uso de ropa
apropiada para las condiciones climatológicas y una alimentación sana.
Las guías eran muy detalladas. Precisaban tanto los objetivos de cada
libro de texto, como el número de páginas que habrían de consagrarse
a cada tema. Constituyeron entonces el primer eslabón de la reforma
de 1960, de los programas de educación primaria. Su importancia en
la elaboración de los libros de texto fue crucial porque uno de los pri­
meros puntos de la convocatoria señalaba que la forma y el contenido
de los libros propuestos debían ajustarse escrupulosamente a las guías
de la Conalit.

Los libros de texto gratuitos

El 12 de enero de 1960, el presidente Adolfo López Mateos visitó los

109 Ver los textos de las convocatorias publicadas en TIEMPOt 6 de julio de 1959,
vol. xxxv, núm. 896, pp. 13-27.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 237

talleres de la Editorial Novaro,110 donde se habían elaborado los pri­


meros libros de texto gratuitos. En esa visita recibió el ejemplar núme­
ro uno del libro de lectura y del cuaderno de trabajo para el primer
año de primaria. Era una edición de dos millones once mil ejemplares,
los cuales empezarían a distribuirse el 1 de febrero siguiente a todos los
alumnos de primer año de las escuelas públicas, locales y federales, así
como de las escuelas particulares.111

Según Martín Luis Guzmán, presidente de la Conalit:

se trata de los libros más humildes, pero a la vez los más simbólicos, que
una nación adulta puede ofrecer gratuitamente a toda su niñez: el Libro
y el Cuaderno de Trabajo para el primer año escolar. Son los más humil­
des [...] porque sólo responden al propósito elementalísimo, de que los
niños aprendan, sin que nada de paso, los deforme o cercene el espíritu,
los rudimentos de lectura. Son los más simbólicos, porque con ellos se
declara en un país amante de las libertades, como lo es México, que el
repartir uniforme e igualitariamente los medios y el hábito de leer es algo
que nace de la libertad misma.112

El primer concurso fue declarado desierto a pesar de que se presen­


taron cuarenta y cuatro obras para el conjunto de todos los grados es­
colares,1,3 ya que Conalit consideró que ninguno de ellos satisfacía los re­
quisitos establecidos. De hecho, a excepción de los manuales de historia

1,0 Al inicio de sus funciones, y con el propósito de alcanzar los objetivos que se
había fijado para 1960, la comisión recurrió a numerosas empresas privadas, incluidas
las imprentas de diferentes periódicos. La Conalit no tuvo su propia imprenta y talleres
de producción sino hasta el 12 de junio de 1962, fecha de creación de los Talleres Tipo­
gráficos Nacionales, S.A., de C.V. El edificio y los talleres de la Conalit fueron inaugu­
rados por López Mateos el 18 de julio de 1964. En 1959 se recurrió a los talleres de:
Novaro Editores-Impresores, S.A., Imprenta Nuevo Mundo, S.A., Talleres Tipográfi­
cos de la Nación, S.A., de C.V., Foto-Tipográfica, S.A., Litografías Luis Romo, Edi­
torial Galve, S.A., Lito Formas, S.A., Litografia Montauriol, S.A., y Offset Multicolor.
También colaboraron las imprentas de los siguientes periódicos: Novedades, El Üniver-
sal, La Prensa, Ovaciones e Impacto. Secretaría de Educación Pública, Obra educativa
en el sexenio ¡958-1964, op. cit. p. 62.
111 “Torres Bodet entregó al presidente los libros que donará el Estado”, Excélsior,
13 de enero de 1960, p. 1-A.
1,2 Ibid. Dada la amplitud del programa, los libros de texto gratuitos fueron distri­
buidos por etapas. Según el primer plan de distribución, los libros para 2°, 3er. y 4°
años se repartirían entre el 15 de febrero y el 30 de abril de 1960. Los libros de texto
para los grados restantes no se produjeron sino hasta despúes de junio de 1961.
113 Fueron sometidos a concurso veinte textos para primer año, ocho para segun­
do, tres para tercero, dos para cuarto, cuatro para quinto y siete para sexto. Secretaria
de Educación Pública, Obra educativa en el Sexenio, op. cit. pp. 60-61.
238 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

y civismo para el quinto y sexto grados, todos los libros de texto gra­
tuitos fueron elaborados sobre demanda de la propia Conalit, que era
otra de las posibilidades consideradas en el decreto de creación.
Martín Luis Guzmán explicó la “esterilidad” de los concursos en
razón del “desinterés y el abandono de casi toda la intelligentsia peda­
gógica”.114 Según él, en vista de los pobres resultados obtenidos, la
comisión había decidido invitar a los autores más conocidos de ma­
nuales escolares —que eran los primeros afectados por los libros de
texto gratuitos— a que elaboraran nuevos libros, conforme a los linca­
mientos establecidos por las guías técnico-pedagógicas, y en algunos
casos incluso había solicitado su autorización para utilizar sus obras.
Guzmán justificaba el comportamiento de la Conalit argumentando que
la mayoría de los autores se habían rehusado a participar en el proyec­
to, porque —decían— la gratuidad de los libros de texto comprometía
los esfuerzos de los autores particulares.115 Aun así, algunos intelec­
tuales colaboraron activamente en la elaboración de estos manua­
les,116 cuya coordinación quedó en manos del propio presidente de la
Conalit.117
Desde su creación, la Conalit buscó integrar en sus actividades a hom­
bres de letras y de ciencia reconocidos en los medios intelectuales y uni­
versitarios, para imprimir así a esta labor pedagógica “un lustre que
nunca antes había tenido”. Escritores como Agustín Yáñez y José Go-
rostiza y hombres de ciencia como Alberto Barajas trabajaron en el
proyecto con el apoyo de consejeros pedagógicos que, como Celerino
Cano, Isidro Castillo y Ramón García Ruiz, tenían una larga experiencia
en la enseñanza.118 Fue de esta manera como se buscó la participación

1.4 “Torres Bodet entregó al presidente...’’, art. cit.


1.5 Secretaría de Educación Pública, Acción educativa del gobierno mexicano I960-
1961, op. cit.
116 El poeta e historiador José Luis Martínez fue uno de los raros intelectuales que
aceptó la invitación de la Conalit. Entrevista con José Luis Martínez, México, 4 de ju­
nio de 1981.
117 Según Ramón G. Bonfil, no hay que exagerar el papel de Guzmán en esta la­
bor, porque Torres Bodet revisó y corrigió personalmente cada uno de los libros de tex­
to. Entrevista con Ramón G. Bonfil, México, 23 de abril de 1982.
118 Cano, por ejemplo, era miembro de la Comisión Permanente Revisora de libros
de texto y de consulta y en 1958 había sido designado presidente del Consejo Nacional
Técnico de la Educación. Entre los miembros de los jurados que participaron en los con­
cursos de entonces estuvieron: Carlos Pellicer, Alfonso Teja Zabre, Manuel Sandoval
Vallarta, Ignacio Chávez, Alfonso Caso, Carlos Graef Fernández, Luis Alvarez Barret
y Justino Fernández. Como representantes de los maestros también asistían a los traba­
jos de la Conalit dos viejos miembros del snte, Isidro Castillo y Ramón García Ruiz-
Este último era autor del libro Juegos Infantiles en las escuelas rurales que, al igual que
la Breve Historia de México de Alfonso Teja Zabre, había sido retirado del mercado
en 1940 porque había sido elaborado conforme a los programas de la educación socialista.
CONSENSO POLÍTICO Y REFORMA EDUCATIVA 239

en los trabajos de la Conalit de los diversos sectores relacionados con


el proceso educativo. Aun así, la realidad es que las decisiones en tor­
no a los libros de texto y a la reforma de 1960 de los programas de
educación primaria fueron decisiones tomadas por las autoridades res­
ponsables sin consulta previa.119 Cabe señalar también la ausencia de
los padres de familia y de representantes de escuelas particulares, cuya
legitimidad para participar en estas decisiones había sido reconocida
explícitamente por los sucesivos gobiernos desde 1940.
El 1 de febrero de 1960, Torres Bodet dirigió a los niños mexica­
nos un mensaje a propósito de los nuevos manuales:

Cuando lean una de sus lecciones, o cuando escriban en una de sus pági­
nas, piensen ustedes que millares y millares de niños, hermanos suyos, es­
tán leyendo el mismo relato, contemplando la misma imagen, pensando
en los mismos héroes que las cubiertas evocan; el Padre Hidalgo, don Be­
nito Juárez y don Francisco I. Madero.120

El propósito aquí no es juzgar los libros de texto desde el punto de


vista pedagógico, sino destacar los aspectos relativos a su objetivo de
integración nacional. En primer término hay que señalar que, pese a
las intenciones de la Conalit, los problemas de organización y de pre­
supuesto obstaculizaron desde un principio la plena realización del pro­
grama de producción y distribución. Aun así, el esfuerzo que se hizo
durante este breve periodo fue verdaderamente gigantesco.
En febrero de 1960, todos los niños de lo. y 2o. años de primaria
recibieron de la Conalit un libro de lectura y un cuaderno de ejercicios
que contenían conocimientos básicos de geografía, historia, aritméti­
ca, civismo, lengua nacional y ciencias naturales. Meses más tarde, los
niños de 3o., 4o. y 5o. años recibieron cada uno cuatro volúmenes con
sus correspondientes cuadernos de trabajo --lengua nacional, historia
y civismo, aritmética y geometría, ciencias naturales y geografía—; por
último, a los niños de 6° año se les distribuyeron cinco volúmenes y
cuatro cuadernos de trabajo.
No obstante los esfuerzos de unificación de la Conalit, sus libros
de texto mostraban bastantes diferencias entre sí. Por una parte, los
autores no eran los mismos,121 y por la otra, las ediciones eran distin­

119 Entrevista con Ramón G. Bonfil, México, 23 de abril de 1982.


120 “Mensaje de Torres Bodet a todos los niños de las escuelas primarias”, Excéi­
sior, 2 de febrero de 1960, p. 1-A.
121 Algunos de los autores de los libros de texto gratuitos fueron: Concepción Ba-
rrón de Morán, Eduardo Blanquel, Sofía Caballero, J. Jesús Carabés Pedrosa, Carmen
Domínguez Aguirre, Paula Galicia Ciprés, Enriqueta León González, Rita López, Jor­
ge Alberto Manrique, Carmen Norma, Hermelinda Virgen Sánchez y Rosa Ma. Nova­
to Guerra.
240 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

tas. El contenido ideológico de las obras era heterogéneo, aunque en


conjunto puede decirse que esta primera versión de los libros de texto
gratuitos reflejaba con bastante fidelidad las instrucciones oficiales al
respecto.
La intención nacionalista y cívica de los libros de texto era evidente
desde las portadas, que fueron diseñadas por David Alfaro Siqueiros,
Raúl Anguiano, Roberto Montenegro y José Chávez Morado. Las por­
tadas eran de dos tipos. En unas aparecían los rostros de los héroes
de los tres momentos clave de la historia nacional: Miguel Hidalgo,
para la Independencia, Benito Juárez para la República liberal y Fran­
cisco I. Madero para la Revolución de 1910; las otras representaban
la imagen de la patria personificada por una mestiza vestida de blanco
que empuñaba firmemente la bandera nacional.
Los libros de texto, sobre todo los que estaban destinados a los pri­
meros niveles de la primaria, estaban pensados muy claramente para
los hijos de campesinos y obreros. Así lo demuestran las descripciones
del medio familiar en el que se desenvuelven los protagonistas de los
relatos contenidos en los libros de lectura. Las ilustraciones denotan
la intención de resaltar las costumbres y las tradiciones mexicanas, mis­
mas que se expresan en los alimentos y la decoración de los hogares
y escuelas representados; también respetan la tradición que atribuye
a las mujeres funciones exclusivamente hogareñas, mientras que el pa­
dre aparece como sostén y jefe de la familia. Por otra parte, destaca
también la firme intención, sobre todo en los libros de texto de 10 y
2° años, de presentar el trabajo manual como una actividad respetable
y prestigiosa: “piensen que los obreros fabrican todas las cosas útiles y
además que, casi todos los niños son hijos de trabajadores”.22
Respetuosa de los lineamientos de las guías técnico-pedagógicas de
la Conalit, la visión de la historia nacional de los libros de texto, salvo
excepciones, parte del reconocimiento del doble origen de la nacionali­
dad mexicana y del carácter mestizo de la cultura dominante, preten­
diendo con ello recuperar los aspectos positivos de las dos tradiciones
culturales: la indígena y la española. El libro de texto de 3er. año, por
ejemplo, enseña: “Etapa virreinal. Durante esta etapa nuestro país es­
tuvo gobernado por España. La cultura indígena se transformó y enri­
queció la cultura española”.133 Sin embargo, el libro de 6° año habla
de la “destrucción” de las culturas indígenas durante ese mismo perio­
do. En general, los libros buscan también una visión equilibrada de

122 Paula Galicia Ciprés, Mi libro de segundo año, 3a. ed., México, Comisión Na­
cional del Libro de Texto Gratuito, 1962, p. 37.
123 J. Jesús Carabés Pedroza, Mi libro de tercer año. Historia y civismo, 3a. ed.,
México, Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito, 1962, p. 21.
CONSENSO HOLiTICO Y REFORMA EDUCATIVA 241

la religión, los religiosos y la Iglesia en la historia del país. De la pri­


mera casi no se habla, pero pasar por alto a los religiosos hubiera re­
sultado imposible.

Los misioneros estudiaron las lenguas aborígenes para poder hablar con
los indios y enseñarles la doctrina cristiana, la lengua castellana y diver­
sos oficios y artes. Los indígenas, casi siempre, encontraron en ios misio­
neros amorosa protección contra los encomenderos y españoles.124

La Iglesia, en cambio, es permanentemente identificada con los ene­


migos del cambio, del progreso y de las libertades, como lo demostró,
según lo enseñan los libros, cuando con todo su poder se opuso al mo­
vimiento de Independencia. Los textos no cesan de recordar que los
principales dirigentes fueron excomulgados, de suerte que en esta ver­
sión, los religiosos mantienen la imagen pura y desinteresado de los
misioneros del siglo xvi.125
No obstante, algunos de los libros son más anticlericales que otros,
como sucede con el de historia para 4° año, y otros revelan un antihis­
panismo contrario al espíritu de la versión oficial, como es.el caso del
libro de historia para 5° año, que en cambio manifiesta una inmensa
admiración por los Estados Unidos, en particular por sus instituciones
políticas y sociales.
Todos los libros subrayan la importancia de la unidad nacional y
señalan insistentemente que las derrotas que México sufrió en las gue­
rras contra potencias extranjeras, así como las intervenciones de que
fue víctima en el siglo XlX, fueron en buena medida provocadas por
querellas intestinas que debilitaban a los mexicanos frente al exterior.
Las actitudes cívicas que alentaban los libros de texto tenían como
punto de partida el culto al patriotismo: “¿Qué es un héroe?”, le pre­
gunta un niño a su padre; y éste responde: “Héroe es quien muere por
su patria”.126 En las lecciones de civismo, el sistema mexicano era
ejemplo de democracia. En todos los casos, presentaban una versión
resumida de las lecciones de historia nacional, que demostraban que
las instituciones políticas y sociales, tal como existían en 1960, eran
el resultado de una evolución positiva que conducía necesariamente a
una situación cada vez mejor. El año de 1960 era una etapa de consoli­

124 Concepción Barrón de Morán, Mi libro de cuarto año. Historia y civismo, 12a.
ed., México, Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito, 1969, p. 38. La misma
■dea de que los misioneros eran hombres admirables que ayudaban a los indios y los
protegían de los españoles aparece en casi todos los libros. Ver por ejemplo: Carabés,
Mi libro de tercer año, op. cit., p. 75.
** Barrón de Morán, op. cit., p. 95.
26 Carmen Domínguez Aguirre y Enriqueta León González, Mi libro de primer año,
la- ed., México, Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito, I960, p. 171.
242 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

dación de la democracia mexicana, en la que había que cosechar lo que


había sido sembrado por las luchas de antaño, cuyo sentido siempre
era el mismo: la formación de la nación y la construcción de una socie­
dad equilibrada y moderna, por ejemplo, durante la Revolución, dice,
el libro de historia para sexto año,
(...] hubo diferencias y aun luchas entre los principales jefes revoluciona­
rios; no se ponían de acuerdo sobre cuál era la mejor manera de lograr
los cambios sociales necesarios. Sin embargo, para nosotros, todos ellos
son héroes, los vencidos y los vencedores, porque todos trataban de lo­
grar una vida mejor para los mexicanos y todos ayudaron, de una manera
u otra, a que se implantara en el país un régimen más justo, más com­
prensivo, más propio para el verdadero desarrollo y progreso de Méxi-

Por otra parte, todos los libros incluían un código de moral cívica
que había sido elaborado por la Secretaría de Salubridad, y que luego
la oposición católica tildó de sustituto risible de los diez mandamien­
tos. El código recomendaba el respeto a la patria y a las estructuras
tradicionales de autoridad. Si bien, en principio, los libros enaltecían
la democracia, transmitían una imagen paternalista de la autoridad ci­
vil. Por ejemplo, en la primera página de los libros de primer año apa­
recía un mensaje que recordaba a los niños que estos libros habían sido
posibles gracias a la voluntad del presidente de la República, Adolfo
López Mateos, quien había querido que la gratuidad de la enseñanza
fuera una realidad. Después de 1964, el nombre de Gustavo Díaz Or­
daz sustituyó al de López Mateos, y las ediciones posteriores siguieron
presentando a, gobierno como un benefactor. Más aún, la imagen de
Hernán Cortés, el conquistador cruel y ambicioso, se transformaba
cuando Cortés se convertía en el gobernante preocupado por la cons­
trucción de la ciudad de México. Asimismo, se encontraban frases como
la siguiente: “Cuando los reyes [españoles] se enteraron de tales abu­
sos dieron leyes protectoras para defender a los oprimidos.’’’2’'
El código de moral cívica enfatizaba las actitudes de obediencia y
de respeto a las estructuras vigentes, y atribuía gran valor a la noción
del individuo y al respeto a los derechos del prójimo en la más rigurosa
tradición del liberalismo mexicano.
Los libros de texto oficiales no podían de ninguna manera ser acu­
sados de sectarismo. Cuando mucho, podía reprochárseles el énfasis

127 Eduardo Blanquel y Jorge Alberto Manrique, Mi libro de sexto año. Historia
y civismo, 4a. ed., México, Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito, 1969, p<
228.
,2e J. Jesús Carabés Pedroza, Mi libro de tercer año. Historia y civismo, op. cit.,
p. 76.
CONSENSO l’Oi ÍTICO Y Rl·lORMA EDUCA! IVA 243

que ponían en el estímulo a los sentimientos patrióticos y a las lealta­


des a la tradición ideológica dominante, incluso en detrimento del co­
nocimiento; pero todo Estado tiene el derecho de establecer estructu­
ras de defensa contra la desintegración. La distribución de libros de
texto gratuitos era —y sigue siendo— una de las tareas más nobles que
han emprendido los gobiernos posrevolucionarios; vista así, resultaba
invulnerable, la generosidad inherente al proyecto dificultaba el ata­
que. Sin embargo, el contenido legítimo del nacionalismo siempre ha
sido materia de discusión, y desde esta perspectiva, los libros de texto
oficiales nutrieron, con toda su tibieza ideológica, la lucha política.
V. LA OFENSIVA CONTRA LA POLÍTICA
EDUCATIVA DEL ESTADO

El anuncio de la reforma educativa abrió el debate entre la izquierda


Y la derecha en torno a la legitimidad del control que ejercía el Estado
sobre la educación. La preocupación fundamental de la primera era
la autonomía sindical, la demanda de la segunda era la libertad de en­
señanza.
Cuando los primeros libros de texto fueron distribuidos en febrero
de 1960, su significado político parecía limitarse a la enunciada volun­
tad democrática del gobierno. Como era de esperarse, los dos centros
tradicionales de oposición al Estado educador —la Iglesia, a través de
las escuelas particulares miembros de la unpf, y el pan— repudiaron
desde un principio la medida. Sin embargo, el primer eslabón de la opo­
sición a los libros de texto gratuitos fue obra de los autores de los li­
bros de texto comerciales, que se concentraron en señalar el carácter
antieconómico y antipedagógico de los libros de la conalit; aunque
su intervención perdió importancia después de 1960, sus argumentos
—aparentemente neutrales desde el punto de vista ideológico— fueron
recuperados por los enemigos tradicionales del Estado educador para
después utilizarlos en su lucha contra el libro de texto gratuito.
No obstante, las primeras acciones de lo que después se convirtió
en una amplia ofensiva contra la política de educación del gobierno
lopezmateísta, estuvieron a cargo de la disidencia sindical, la trinchera
izquierda del frente. Para las autoridades, éste fue el problema núme­
ro uno de la educación pública en 1960. Paradójicamente, el argumen­
to que utilizó el gobierno para justificar la represión que ejerció contra
los maestros disidentes, también sirvió para justificar la ofensiva an­
tiautoritaria y antiestatista que emprendieron numerosos grupos de clase
media en el terreno educativo. Cuando el gobierno afirmaba que exis­
tían intereses “antinacionales” en el medio de la educación pública,
alimentaba las sospechas de los enemigos del Estado educador. Por otra
parte, para muchos de ellos, la persistencia de núcleos de oposición
antigubernamental, cercanos a organizaciones de izquierda, en el seno
de la sección sindical de los maestros de la ciudad de México, era una

12451
246 <T ASIÎS MLDIAS Y POLÍTICA UN MEXICO

prueba más de la incapacidad del Estado para controlar, como preten­


día hacerlo, el conjunto del sistema educativo.

Las turbulencias en el medio de la educación pública

En el momento mismo en que la Secretaría de Educación Pública ini­


ciaba la aplicación de las reformas previstas en el Plan de Once Años,
y cuando empezaban a distribuirse los primeros ejemplares de los li­
bros de texto, surgieron problemas sindicales que amenazaron el pro­
yecto, en parte también porque coincidieron con un movimiento de pro­
testa de los estudiantes de la Normal de Maestros de la ciudad de
México. Ambos fenómenos se conjugaron para introducir un clima de
inestabilidad en el medio escolar, que se convirtió en aliento de diver­
sas y crecientes críticas contra la intervención del Estado en la educación.
En febrero de 1960, los estudiantes salientes de la Escuela Normal
de la ciudad de México protestaron porque al recibir su certificado de
estudios, se enteraron de que debían completar su currículum con un
año de trabajo en provincia.1 Al estallar el conflicto, despertó el te­
mor de que sirviera como pretexto para una nueva movilización de la
disidencia del snte, cuya representación en la sección ix de la ciudad
de México era muy importante. Para prevenir estas reverberaciones,
las autoridades educativas respondieron primero recurriendo al consa­
bido reflejo anticomunista, que sirvió para advertir que los estudian­
tes eran víctimas de agentes provocadores.
Así, el gobierno fue el primero en descubrir en esta protesta la in­
fluencia de “ciertos” grupos políticos; pero esta interpretación se
fue fortaleciendo, tanto por el clima general de la opinión pública, como
por ciertos datos objetivos, tales como el hecho de que este movimien­
to, cuyas motivaciones eran muy impopulares, coincidiera efectivamente
con el inicio de nuevas turbulencias en el interior del snte. Ahora bien,
mientras que para unos esta coincidencia era producto de la “conspi­
ración roja” contra el gobierno, para otros ésta era fomentada y ma­
nipulada por el propio gobierno con el propósito de crear una situa­
ción límite que justificara el endurecimiento de la autoridad del
Estado.2

1 Los flamantes maestros rechazaban la medida porque, según ellos, cuando la sep
escogía a quienes debían permanecer en la ciudad de México, normalmente favorecía
.a los egresados de las normales privadas, para enviar a provincia a los de la enm; tam­
bién protestaban contra la insuficiencia de los sueldos. Ver: “Vuelven a plantearle con­
flictos a la sep los maestros recién egresados", Excéisior, 23 de febrero de 1960, p. 1-a.
2 Ver: "El conflicto de la Normal", Señal, 3 de abri, de 1960, núm. 293, pp. 10-11;
“Otra vez la dictadura policiaca", La Nación, 3 de abril de 1960, vol. xxxvu, núm.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DLl LSI ADO 247

Pese a las amenazas de represalias de la sep,3 en marzo los alum­


nos de la normal apoyaron el movimiento de los egresados y sus peti­
ciones de derogación del decreto presidencial que imponía la obliga­
ción de trabajar en provincia, lanzándose finalmente a la huelga. Las
autoridades de la secretaría trataron de convencer a los huelguistas de
que una mejor distribución geográfica de los maestros era una de las
condiciones de éxito del Plan de Once Años.4 El conflicto amenazaba
con extenderse; las medidas disciplinarias que anunció la secretaría para
poner fin a la huelga5 provocaron una serie de manifestaciones, y el
ejército ocupó la normal. En represalia, el 25 de marzo un grupo de
estudiantes tomó por asalto la sep, justo en el momento en que la sec­
ción ix se reunía con las autoridades para proponerles, entre otros te­
mas de discusión, el Plan de Once Años.
Desde el mes de febrero, la sección ix del snte, que reunía a los
maestros de las primarias de la ciudad de México, había manifestado
nuevamente su independencia respecto del comité nacional del sindi­
cato, y en una acción autónoma había demandado aumentos salaria­
les. De manera que la llegada de los normalistas al edificio de la secre­
taría coincidió con la presencia de los disidentes que Ies brindaron su
apoyo. Entonces los granaderos irrumpieron en el edificio para expul­
sar a los maestros ahí instalados.
Los enfrentamientos entre normalistas y policía continuaron en las
calles, hubo varios heridos y algunos estudiantes fueron detenidos. Si
bien los desórdenes duraron sólo unas horas, existía la posibilidad de
que los normalistas obtuvieran la solidaridad y el apoyo de grupos or­
ganizados de universitarios, cuyo potencial de movilización era muy
elevado. De hecho, diferentes organizaciones universitarias, en una ma­
nifestación pública y en una carta dirigida al presidente de la Repúbli­
ca, protestaron contra la intervención de la policía y el empleo de la
fuerza y los métodos violentos. Es probable que la represión de que
fueron entonces víctimas, los normalistas, fuera una medida preventiva

964, pp. 5-6. El órgano oficial del pan consideró la represión contra los normalistas como
la prueba de que todo el país corría el peligro de que se impusiera la “fuerza armada
como sistema**, para responder así a las exigencias populares y para resolver las situa­
ciones difíciles. Ver: "Atropellos en vez de soluciones", Lo Nación, 3· de abril de 1960,
vol. xxxvh, núm. 964, pp. 13-15.
3 Ver: "Declaración hecha a la prensa por el seAor Jaime Torres Bodet, Secretario
de Educación Pública, el 25 de febrero de I960”, Excélsior, 26 de febrero de 1960, p.
8a; ver también: "Resoluciones de la Secretaria de Educación Pública con relación al
pliego de peticiones presentado por el Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos de
la Escuela Nacional de Maestros", Excélsior, 16 de marzo de 1960, p. 18-a.
4 Ibid.
5 Como por ejemplo, la suspensión de la inscripción a todos los estudiantes de la
normal, para que tuvieran que reinscribirse, reservándose las autoridades el derecho de
admisión.
248 t’l.ASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

destinada a evitar que se establecieran vínculos de más largo plazo en­


tre ellos y los disidentes de la sección ix.6
La mayor parte de la prensa consideró que esta operación había sido
una respuesta lógica a lo que era visto como una provocación; por su
parte, las autoridades gubernamentales pensaron que para justificarla
bastaba aducir la presencia de “elementos extranjeros que incitaban
a los estudiantes” a la rebelión. El comunicado de prensa de la policía
de la ciudad de México fue muy claro: no se permitiría ningún otro
“escándalo”, lo que significaba que quedaba prohibida toda manifes­
tación o marcha pública a menos de que hubiera sido autorizada pre­
viamente.7
Entonces resurgió el conflicto en el interior del snte. Los miembros
del Movimiento Revolucionario del Magisterio (mrm), muchos de los
cuales pertenecían a la sección ix, formaban parte de los grupos de iz­
quierda para quienes las declaraciones nacionalistas de López Mateos
eran una promesa de un nuevo florecimiento. Simpatizantes ellos mis­
mos de la Revolución cubana,8 es probable que hayan considerado que
la coyuntura era favorable a una movilización sindical. Ante este desa­
fío, el comité ejecutivo del snte recurrió también al contexto de la po­
larización ideológica para justificar su intolerancia, acusó a los disi­
dentes de atender a intereses bastardos y les reprochó su falta de
patriotismo por apoyar una causa impopular como la de los normalis­
tas que se negaban a trabajar en provincia.9 También señaló que pro­
poner la discusión del Plan de Once Años era un acto de puro secta­
rismo, porque la mayor parte del sindicato había decidido que no
intervendría en cuestiones no sindicales y que apoyaría dicho plan. Es

6 “Una turba de irresponsables asaltó ayer la Secretaría de Educación", Excélsior,


25 de marzo de I960, p. 1-a. Según La Nación, cien personas fueron arrestadas y heri­
das; ver: “Atropello en vez de soluciones”, art. cit. Ver también la protesta de las auto­
ridades universitarias contra la irrupción de la policía en los edificios propiedad de la
unam en donde se habían refugiado los estudiantes, en “Paro en la Escuela Normal",
TIEMPO, 4 de abril de 1960, vol. xxxvi, núm. 935, pp. 7-8.
7 “La policía no permitirá más desórdenes", Excélsior, 26 de marzo de I960, p. Ι­
α. Es muy probable que también hayan participado algunos miembros del pcm; después
del incidente, los dirigentes del partido se entrevistaron con el secretario particular del
presidente, Humberto Romero, yrfodo parece indicar que el tema de la conversación
fue precisamente la relación entre los normalistas y la disidencia magisterial. Ver: “Pa­
norama del conflicto estudiantil”, Excélsior, 27 de marzo de 1960, p. 1.
8 El mrm fue una de las primeras organizaciones que manifestó su apoyo a la Revo­
lución cubana, así como su intención de movilizar a la opinión pública en tomo a ese
tema. Ver el desplegado: “Homenaje y apoyo de México a la Revolución Cubana”, Ex-
célsior, 14 de enero de 1960, p. 14-a.
9 Ver, por ejemplo, las severas críticas contra el movimiento de los normalistas que
expresaron intelectuales de prestigio como Justino Fernández, Eduardo García Mayñez,
Moisés González Navarro, Ma. del Carmen Millán, Edmundo O’Gorman y Leopoldo
Zea, entre otros, en “Maestros y rectores contra la rebeldía”, Excélsior, 28 de marzo
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 249

probable que el comité ejecutivo del snte haya pensado que había lle­
gado la oportunidad de recuperar el control sobre una sección tan im­
portante como la de la ciudad de México. Así, con base en la condena
ideológica, a partir del 31 de marzo inició la ofensiva contra los miem­
bros contestatarios del comité ejecutivo de la sección ix.
El conflicto en la normal se resolvió desde los primeros días de abril,
después de que presentó su renuncia el director que había asumido la
responsabilidad de llamar a la policía y al ejército para desalojar las
instalaciones ocupadas por los huelguistas. Sin embargo, esta huelga
atizó las más oscuras suspicacias respecto de las intenciones de los co­
munistas y su importancia relativa en el medio de la educación públi­
ca. Así lo testimonian algunos editoriales de la época: “Notemos la
manera como el alto comando rojo quiso poner a prueba, una vez más,
la energía del gobierno.”10 Los católicos tampoco tenían la menor
duda al respecto:

La ENM es, desde hace años, un semillero de comunistas, lo que se dice


fácil, pero tiene una peligrosa trascendencia, pues el hecho es que en pro­
porción terriblemente creciente centenares de miles, millones de niños me­
xicanos estarán siendo “educados” por maestroscomunistas (...1 ¡¡Los co­
munistas están empezando a ganarnos hoy la batalla del mañana!!11

El conflicto sindical, en cambio, seguía agravándose. El comité na­


cional del snte se empeñaba en disciplinar a la sección ix, la cual rea­
lizó una movilización defensiva en el mes de agosto, organizando pa­
ros en las escuelas públicas de la ciudad de México y manifestaciones
en las calles. En represalia, las Comisiones Nacionales de Vigilancia,
de Honor y de Justicia del Sindicato expulsaron a los dirigentes de la
sección rebelde, provocando una crisis que puso a prueba la voluntad

de 1960, p. 4-A; ver también el desplegado firmado por la Confederación Revoluciona­


ría de Trabajadores (crt) dirigido a la opinión pública: “La crt condena con toda ener­
gía a este grupo de provocadores que están al servicio de intereses extranjeros en Méxi­
co, que envenenan la conciencia de la juventud para destruir el orden público y la paz
social’’, Excélsior, 31 de marzo de 1960, p. 14-a; ver también el desplegado del Sindi­
cato Nacional de Trabajadores de la Educación dirigido al secretario general y al comité
ejecutivo de la sección ix, Excélsior, 31 de marzo de 1960, p, 16-a. El 30 de marzo si­
guiente, la sección ix declaró públicamente que no tenía nada que ver con la huelga de
los normalistas; ver: “La sección ix refuta las acusaciones del comité central del snte’’.
Texto íntegro del documento entregado por el comité ejecutivo de la sección ix del snte
a la llamada Comisión Nacional de Honor y Justicia”, Excélsior, 19 de abril de 1960,
p. 24-a.
10 Bernardo Ponce, “Perspectiva”, Excélsior, 5 de abril de 1960, p. 1-a.
11 “El conflicto de la Normal”, Señal, 3 de abril de 1960, núm. 293, pp. 10-11.
250 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

democrática del gobierno. Para solucionarla se recurrió a los mecanis­


mos tradicionales de control político: represión y negociación. Por un
lado, arrestaron a los dirigentes de la protesta, pero por el otro deja­
ron sobrevivir a la organización contestataria, el mrm.
De esta manera, los maestros estaban inmersos en luchas intestinas
precisamente cuando más se necesitaba su apoyo para el proyecto de
reforma escolar del gobierno, que así las cosas, corría el riesgo de ser
víctima de estas divisiones intergremiales. El 9 de junio, el comité de
la sección ix anunció un paro indefinido de labores con el propósito
de lograr la reintegración de aquellos de sus miembros que habían sido
expulsados del sindicato. Esta táctica de los disidentes fue explotada
por sus adversarios, que la descalificaron acusándola de antipatrióti­
ca. Lo cierto es que los paros que podían ser muy impopulares se presen­
taban como obra de irresponsables, como movimientos que afectaban
los intereses de los padres de familia y de los niños mexicanos en un
momento de crisis internacional, además de que, se decía, obstaculiza­
ban de mala fe el gigantesco esfuerzo que hacía el Estado en materia
de educación pública.12 La SEP consideró “inadmisible” que una “dis­
cordia sindical” dejara a los niños sin escuela, sin tener consideración,
por otra parte, de que se estaban desperdiciando recursos del pueblo.13
El conflicto se prolongaba y se agravaba. A lo largo de los tres me­
ses que duró, se realizaron varias manifestacions en las que participa­
ron también padres de familia, miembros del mrm y estudiantes uni­
versitarios. El movimiento fue adquiriendo cada vez más el aspecto de
una protesta de izquierda, incluso en forma más pronunciada de la que
los dirigentes de la sección ix hubieran deseado. En las manifestacio­
nes que se realizaban en el centro de la ciudad de México (el número
de participantes oscilaba entre 6 000 y 12 000), se escuchaban lemas
que demandaban la libertad de los presos políticos o el respeto a la cons­
titución; también se dejaban oír insultos a la policía, protestas contra
el autoritarismo gubernamental y expresiones de entusiasmo por la re­
volución cubana. Con todo esto se fortalecía la impresión de que esta
movilización obedecía a motivaciones distintas de la mera democrati­
zación de la vida sindical.14

2 Ése fue el tono de las críticas de las organizaciones del pri, la Federación de Co­
lonias Populares y la Alianza Popular de Padres de Familia, que se pronunciaron contra
los maestros priistas.
13 "Declaración de la Secretaría de Educación Pública con motivo de la manifesta­
ción de ayer", Excéisior, 14 de junio de 1960, p. 14-a.
14 Ver: "La peligrosa situación magisterial puede derivar a resultados graves", La
Nación, 3 de julio de 1960, vol. xxxviii, núm. 977, pp. 12-13; ver también: Melchor
Ortega Lomelín, "Desorden y demagogia”, Excéisior, 11 de julio de 1960, p. 6a, y Ro­
drigo García Trevifto, “El paro escolar”, Excéisior, 12 de julio de 1960, p. 6-a.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 251

Las primeras reacciones a la distribución de los libros


DE TEXTO GRATUITOS

A partir del mes de enero de 1960, junto con la distribución de los li­
bros de texto gratuitos, se inició una intensa campaña de propaganda
en la prensa, muestra del gran interés que tenía el gobierno por el éxito
de este proyecto. Después de años de compromiso, y no obstante los
esfuerzos que se habían hecho para abordar el problema de la educa­
ción nacional en términos estrictamente económicos, el resurgimiento
del debate escolar fue inevitable pese a la discreción y rapidez con que
actuaron las autoridades ministeriales.
Las discusiones a propósito de la educación aludían invariablemen­
te al potencial de conflicto de la querella escolar y, por supuesto, no
faltaban las comparaciones, implícitas o explícitas, con los conflictos
Que el tema había suscitado en el pasado, en particular en los años trein­
ta. La prensa, por ejemplo, estaba dispuesta a apoyar el proyecto de
la Conalit e incluso a aplaudirlo, pero por otro lado, se empeñaba en
alabar la neutralidad de las instrucciones de las convocatorias de los
concursos, y en señalar que estaban libres de las desviaciones ideológi­
cas o “tendenciosas” que habían impregnado la educación pública “du­
rante un periodo gubernamental demagógico”, en obvia alusión al car­
denismo y a la educación socialista.15
Con el fin de evitar que la querella escolar se desencadenara prema­
turamente y así poder actuar en toda libertad, en los meses anteriores
a la primera entrega, las autoridades gubernamentales e incluso el pre­
sidente de la República, se ocuparon de que se hiciera suficiente énfasis
en la gratuidad de los libros de texto de la Conalit. En el informe del
1° de septiembre de 1959, López Mateos afirmó:

En un país de tantos desheredados, la gratuidad de la enseñanza primaria


supone el otorgamiento de libros de texto: hemos resuelto que el Gobier­
no los done a los niños de México.16

Es posible que estas palabras hicieran pensar a más de uno, que los
libros estarían reservados a los niños de las clases bajas, en la medida
en que esto se hubiera ajustado a la línea tradicional de la política edu­
cativa de los gobiernos posrevolucionarios, misma que atribuía al Es-

“Tercia la opinión pública”, Tiempo, 1° de julio de 1959, vol. xxxv, núm. 891,
P· 8. Ver en este mismo artículo todas las opiniones favorables al proyecto de la Conalit
en los diferentes periódicos de la ciudad de México.
6 Adolfo López Mateos, ‘‘Informe al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias el
1° de septiembre de 1959”, en Cámara de Diputados, Los presidentes de México ante
/o nación, op.cit., p. 700.
252 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

tado la responsabilidad de educar a estos grupos, y a quienes tenían


los medios de pagar una educación privada para sus hijos, la libertad
para hacerlo.
Además, aun cuando desde el principio se hubiera podido adivinar
la intención del gobierno de extender el uso de los libros de texto ofi­
ciales a todas las primarias del país, incluidas las particulares, es pro­
bable que pocos creyeran en la capacidad del gobierno para cumplir
una promesa que podía parecer demagógica. Lo lógico era pensar que
los recursos limitados de la Secretaría de Educación Pública no le per­
mitirían solventar los gigantescos gastos que suponía el proyecto, o en
todo caso que éste se limitaría a las escuelas públicas, lo cual de todos
modos exigía una erogación enorme. Sin embargo, desde el día en que
López Mateos recibió los primeros ejemplares de los libros de texto
de la Conalit, Torres Bodet señaló que serían distribuidos a cuatro mi­
llones de niños, es decir, al'94% de los alumnos inscritos en las escue­
las primarias mexicanas.
El 30 de enero de 1960, la Comisión Nacional Revisora de Libros
de Texto y de Consulta del cnte publicó en todos los periódicos, tal
como lo hacía cada año, la lista de los libros de texto autorizados para
el año escolar de 1960. A diferencia de las listas anteriores, éstas in­
cluían únicamente los títulos de las obras para quinto y sexto años, por­
que las de la Conalit correspondientes a estos niveles no se distribui­
rían —se explicaba—, sino hasta el mes de agosto. El anuncio en los
periódicos afirmaba que los libros que distribuiría la Conalit para los
cuatro primeros grados, entre los meses de febrero y abril, serían li­
bros de texto únicos, es decir, que desde el inicio de cursos serían utili­
zados en todas las escuelas, ya fueran ‘‘federales, locales, municipales
o privadas”.17 Un comunicado de prensa de la SEP, publicado el 4 de
febrero siguiente, señalaba que los maestros no podían exigir a los es­
colares ningún otro libro aparte de los consignados en las listas del
cnte. Entonces aparecieron las primeras manifestaciones de oposición.
El 7 de febrero de I960, la prensa de la ciudad de México publicó
el primero de una serie de desplegados que redactaron los autores de
libros de texto comerciales a lo largo de ese año; el desplegado iba diri­
gido al presidente de la República y a la opinión pública, y estaba fir­
mado por el maestro Valentín Zamora Orozco,18 el mismo autor de
dos libros de texto para quinto y sexto años respectivamente.
En este documento, Zamora protestaba contra la decisión de la SEP
de declarar obligatorio el uso de los libros de texto de la Conalit en

17 “Lista oficial de Libros de Texto y de Consulta que regirá durante el alio de


1960”, Excélsior, 30 de enero de. 1960, p. 14-a.
18 Desplegado firmado por Valentín Zamora Orozco y dirigido al presidente de la
República y a la opinión pública, en Excélsior, 7 de febrero de 1960, p. 14-a.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 253

todas las primarias del país, independientemente de que los suyos hu­
bieran sido incluidos en la lista de libros autorizados. Señalaba que la
prohibición de comprar libros de texto que no aparecieran en las listas
de la Comisión Nacional Revisora era una infracción a la constitución
porque violaba el derecho al trabajo de maestros, autores, diseñado­
res, editores, impresores y, en fin, de todos aquellos que participaban
en la elaboración de los manuales. Además, Zamora afirmaba que esta
decisión era arbitraria e ilegal, puesto que era retroactiva y anulaba
la lista oficial publicada en 1959, que daba una validez de cinco años
a los ochenta títulos que incluía.
Según Zamora, esta decisión autoritaria violaba también las leyes
del mercado, que en materia de libros de texto fomentaba la compe­
tencia y cuyo efecto positivo era elevar la calidad del producto y redu­
cir su precio. Este desplegado se refería esencialmente a las consecuen­
cias que tendría la decisión de la SEP en el trabajo de todos los que
participaban en esa industria, desde los obreros hasta los encuaderna­
dores que —decía— quedaban “en el desamparo”.
La Conalit, por su parte, era objeto de las acusaciones más violen­
tas porque, según Zamora, había incurrido en prácticas deshonestas;
ignorando o queriendo ignorar los términos de las convocatorias de
la comisión, señalaba que los concursos habían sido declarados desier­
tos, aun cuando Zamora sabía que se habían presentado 17 candidatos,
para que finalmente la Conalit aprobara obras ya existentes que ape­
nas habían sido modificadas para ajustarse a las directivas oficiales.
En cuanto a las imprentas y a las editoriales que elaboraban los li­
bros de texto, Zamora señalaba que no habían sido elegidas por con­
curso, sino por favoritismo y corrupción de los miembros de la comi­
sión, dado que, siempre según Zamora, nadie ignoraba que “Luis
Novaro [era] el socio de Martín Luis Guzmán en otra empresa mer­
cantil”.19
El maestro Zamora afirmaba que el papel de los libros de texto era
importado y que había sido proporcionado a la Conalit por una em­
presa estatal, pipsa, por lo que no eran gratuitos como se quería ha­
cer creer, sino que costaban millones de pesos al Estado y, por consi­
guiente, al pueblo mexicano. Añadía que era antipedagógico que
hubiera un solo libro para todas las materias. Mencionaba asimismo,
aunque de manera relativamente incidental, que sólo una falta de “idea­
lismo” podía explicar que se hubiera pedido a David Alfaro Siqueiros,

19 Zamora repitió públicamente esta acusación de corrupción contra Martin Luis


Guzmán en una mesa redonda que se celebró el 23 de marzo de ese mismo aAo en la
Asociación Mexicana de Periodistas. Ver: “La sep unifica a todos en contra”, La
Nación, 3 de abril de 1960, núm. 964, vol. xxxvu, pp. 10-11.
254 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

uno de los comunistas mexicanos ‘‘más destacados”, el diseño de la


portada; y declaraba también que la imposición de un libro de texto
único era una medida antidemocrática y comparable con proyectos si­
milares emprendidos en la Alemania nazi y en la Rusia soviética que, de
acuerdo con Zamora, habían terminado por fracasar. Por último se­
ñalaba, que imponer libros de texto oficiales constituía una violación
a la libertad de enseñanza, y que esta práctica creaba un monopolio
que beneficiaba a personas y empresas ajenas a las tareas educativas.
Esta denuncia tuvo repercusiones muy importantes en la secuencia
del conflicto, primeramente porque estos argumentos fueron utiliza­
dos para fundamentar protestas ulteriores de los grupos más diversos,
si bien no todos ellos ligados a los intereses de los autores de libros
de texto. Por ejemplo, el periódico católico Mundo Mejor, defensor
encarnizado de las escuelas particulares, comentó en tono burlón el des­
plegado del maestro Zamora, señalando que el hecho de que los con­
cursos de la Conalit no hubieran obtenido buen resultado hablaba muy
mal de la calidad de la educación pública mexicana. Para Mundo Me­
jor la situación en esa institución era tan desastrosa que incluso uno
de sus miembros se había sentido obligado a denunciarla.20 Además
añadía que los libros de texto no debían ser tan mal negocio, puesto
que Zamora, ‘‘conocedor él mismo del teje y maneje educacional”,21
podía pagarse un enorme desplegado en todos los periódicos de la ciu­
dad de México.
El 10 de febrero, el secretario de la Sociedad Mexicana de Autores
de Libros de Texto, Salvador Hermoso Nájera, declaraba a la prensa
que el anuncio del 30 de enero era anticonstitucional porque violaba
el derecho al trabajo de los que participaban en la elaboración de li­
bros de texto. Sostenía también que no había ningún reglamento ni ley
que permitieran imponer un libro de texto único, y que el cnte no te­
nía derecho a prohibir la utilización o la venta de libros de texto de
cualquier naturaleza; y señalaba que una de las consecuencias más gra­
ves de una medida de ese tipo sería la uniformización ‘‘del pensamien­
to de una generación según las ideas de unos cuantos”.22
Para responder a estos ataques, la SEP confirmó el carácter obliga­
torio de los manuales de la Conalit, y denunció las maniobras de co­
merciantes que querían a toda costa vender su mercancía a expensas
de los padres de familia. En la prensa se acumularon las denuncias con-

20 Job de Cabanilas, "Texto único: pretexto de monopolio educacional y negocio


eficaz”, Mundo Mejor, 14 de febrero de 1960, p. 3.
21 Ibid.
22 "Arremeten contra los libros de texto”, Excélsior, 11 de febrero de 1960, p. 4-a.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 255

tra los libreros y las escuelas privadas que se negaban a utilizar los li­
bros de texto oficiales. Los comunicados de la sep acusaron a estos
establecimientos de boicotear el proyecto y de estar coludidos con los
comerciantes que vendían los libros de texto; en poco tiempo sus co­
municados adquirieron un tono amenazador, advirtiendo que el maes­
tro que exigirá libros distintos de los autorizados o que vendiera los
libros de la Conalit podría ser encarcelado, multado, suspendido o
destituido.23
Ante la oposición de las escuelas privadas y su rechazo a aceptar
los libros de texto, Mario Aguilera Dorantes, entonces coordinador ge­
neral de Enseñanza Primaria, se vio obligado a recordarles que la ley
reglamentaria del artículo 3° atribuía a la sep el derecho de retirarles
la concesión que les había sido otorgada.24 25
Las críticas no fueron acalladas. El 22 de marzo de 1960, los auto­
res de libros de texto comerciales publicaron en todos los periódicos
un desplegado dirigido al presidente de la República. Los firmantes acu­
saban a la SEP de prácticas antidemocráticas, pero afirmaban también
que confiaban en el firme propósito de López Mateos de favorecer el
progreso cultural de México. Frente a los errores y deficiencias de los
manuales de la Conalit, defendían los libros de texto comerciales y sub­
rayaban su eficacia pedagógica: “95% de los mexicanos que saben leer
y escribir han aprendido con nuestros textos”. Los firmantes manifes­
taban su sorpresa ante la decisión de funcionarios de la SEP que, de
motu propio, habían dado fin a la libertad de enseñanza con la impo­
sición de los libros de texto gratuitos.23 El desplegado partía del
supuesto de que el presidente era un gobernante justo, benévolo y to­
dopoderoso que, sin embargo, podía haber sido engañado por sus
subordinados. Denunciaba entonces las amenazas, la vigilancia y el con­
trol de la sep sobre los métodos que empleaban cada uno de los maes­

23 “Evitarán lucro con textos escolares”, Excéisior, 16 de febrero de 1960, p. 1-a.


24 El párrafo iv del artículo 39 de la Ley Orgánica de la Educación Pública de 1942,
señalaba que los establecimientos particulares que habían obtenido la autorización de
la secretaría debían sujetar sus enseñanzas a los programas de estudio, así como a los
Planes y métodos pedagógicos que el Estado había definido para las escuelas públicas.
"Castigo a los que saboteen los textos gratuitos”, Excéisior, 17 de febrero de 1960, p.
4-a.
25 Desplegado publicado en Excéisior el 22 de marzo de 1960. Los autores firman­
tes eran miembros de la Sociedad Mexicana de Libros de Texto, A.C. (Probablemente
fundada como reacción a la decisión de la Conalit.) Sus obras estaban destinadas a los
escolares de primer grado: Matilde Gómez Cárdenas, Ejercicios de Lenguaje 1 Car­
men Espinosa Elenes de Álvarez, Mi libro mágico’, Ma. Ester Valdés Galindo, Felici­
dad’, Ma. Cristina Grimaldo, Alma infantil; Rosaura Lechuga, El mundo del niño; Car­
men G. Basurto, Mis primeras letras, Mi patria l °, Método rápido para aprender a leer,
Evangelina Mendoza, Despertar, y J. Trinidad Bárcena, Fraternidad.
256 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

tros, y demandaba la intervención del presidente de la República para


que “restaure el derecho a la libre elección de los métodos pedagógicos”.
Las críticas que formulaban los autores firmantes del desplegado
contra los libros de la Conalit atacaban precisamente la que era su in­
tención fundamental: enseñar con un mismo libro a niños que vivían
en condiciones socioeconómicas completamente diferentes. Según ellos,
era imposible enseñar a leer con los mismos libros a los niños de la
ciudad y a los del campo. También señalaban que era muy peligroso
imponer libros de texto que no habían sido probados previamente. Cri­
ticaban las imágenes de los libros que, según ellos, eran poco atracti­
vas para la imaginación infantil y estaban inspiradas en la “voluntad
de imponer un falso mexicanismo”. Los libros de texto gratuitos
—decían— no se ajustaban a los programas vigentes, presentaban ideas
falsas o negativas y eran muy pesados y muy gruesos para niños de
siete años; además de todo, la campaña de la SEP para promoverlos
los hacía todavía más caros que los libros de texto comerciales.26 Las
críticas no impidieron que la SEP siguiera adelante con la distribución
de los textos gratuitos que en junio ya habían recibido los escolares
de 4° grado.

Los LÍMITES DE LA EXTREMA IZQUIERDA DENTRO


DE LA CONSTITUCIÓN

Hasta este momento, la ofensiva contra los libros de texto gratuitos


se había mantenido como un conflicto limitado entre autoridades edu­
cativas y un grupo de intereses particulares. Sin embargo, la aparición
de una variable externa, la Revolución cubana, así como el deterioro
del contexto internacional, modificaron el tono del debate, mismo que
adquirió matices ideológicos que distorsionaron los temas de discusión
interna.
Así, a las rupturas en el interior de la élite política y a las inquietu­
des de las clases medias vino a sumarse un nuevo acontecimiento, la
Revolución cubana, que sirvió para ahondar la crisis de conciencia po­
lítica de la que se habló antes.
En realidad, la sola existencia de algunos problemas internos, tales
como la marginalidad política y los desequilibrios de la estructura so­
cial, hubiera bastado para que en México se desencadenara una movi­
lización política extendida contra el autoritarismo. Sin embargo, hasta
1959, México era el único país de América Latina que había vivido un

26 Ibid.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 257

proceso revolucionario. Esta experiencia singular en el continente era


citada como ejemplo, y ese solo prestigio contribuía al consenso na­
cionalista y a la legitimidad de las instituciones. Además, como la ex­
periencia mexicana era única, su naturaleza, los progresos y las buenas
obras del sistema, sólo podían ser medidos con la vara del México pre-
rrevolucionario, y de esta comparación, la situación presente salía in­
variablemente beneficiada. La Revolución cubana, no obstante, colo­
có al sistema mexicano ante un espejo, y la imagen que le devolvía ponía
en duda la legitimidad de sus pretensiones populares, sobre todo a me­
dida que se fue radicalizando.
Las coincidencias, las similitudes, una tradición cultural ir.ás o me­
nos común y, sobre todo, la vecindad geográfica, facilitaban el esta­
blecimiento de un símil entre los acontecimientos cubanos y la reali­
dad mexicana. Entonces se difundió entre las clases medias la idea de
Que lo que sucedía en Cuba podía ocurrir en México, lo que provocó
los sentimientos más encontrados y agravó la polarización ideológica
en este medio. En unos, la Revolución cubana despertó el entusiasmo
y la solidaridad, en otros, la hostilidad y el pánico ante un posible
contagio.
Desde esta perspectiva, la importancia de la experiencia cubana, eri­
gida en modelo alternativo al mexicano, residía en el hecho de que daba
forma y contenido a los temores y a las esperanzas de quienes pensa­
ban que el sistema mexicano se encontraba en un impasse. A partir de
esa novedosa experiencia las diferencias políticas internas adquirieron
un nuevo sentido. Así, la Revolución cubana fue un catalizador de las
reacciones que se gestaban desde tiempo atrás en el contexto mexicano.
Las contradicciones ideológicas en el interior de las clases medias
abonaron el terreno para que los acontecimientos cubanos tuvieran ese
efecto magnificado. Como vimos antes, el anticomunismo era uno de
los componentes centrales del consenso nacionalista; sin embargo, tal
como la cuerda se rompe por lo más delgado, así el contenido antipo­
pular de la tradición anticomunista fue el punto vulnerable de un pac­
to político que decía incluir a obreros y campesinos. Cuando las críti­
cas a las desviaciones del sistema señalaron el abandono de las metas
de justicia social, también rechazaron la validez absoluta de una nega­
ción global de los valores enunciados del modelo socialista y deman­
daron una revisión de ese acuerdo y, en consecuencia, del anticomu­
nismo como valor político legítimo. Las ambigüedades a las que se había
Prestado su inclusión tácita en el consenso le habían servido al poder
para suprimir adversarios políticos y para sostener las apariencias de­
mocráticas, pero una vez en manos de los grupos movilizados contra
el Estado a finales de los años cincuenta, se convirtieron en un arma
contra sus propias prácticas. El proyecto lopezmateísta de restaurar con
d nacionalismo el consenso resquebrajado se topó con una amplia cam-
258 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

paña anticomunista que sólo ahondó los desacuerdos y fue la piedra


angular de la alianza tan temida por los grupos de izquierda.
La propaganda anticomunista de la época tocaba temas que podían
encontrar eco en todas las sensibilidades. Antes que nada insistía en
el estatismo y en la violación de las libertades individuales; destacaba
también la antirreljgiosidad del comunismo, y para realzar su carácter
subversivo, recurría a la noción de pérdida, jugando con los temores
e inseguridades que alimentaba el clima internacional. El comunismo
significaba entonces la pérdida de la libertad, de la religión, de la iden­
tidad nacional, de la estabilidad y, en fin, de todo lo logrado en los
últimos años. Gracias a esta estrategia, el anticomunismo congregó un
amplio frente social que incluía los grupos más diversos: grupos de gran­
des empresarios, grupos de clase media, grupos de obreros y campesi­
nos y algunos miembros de la élite política. La amplitud de su llamado
fue la clave de su eficacia.
La Revolución cubana dio una nueva dimensión al anticomunismo
que fermentaba en la sociedad mexicana desde la experiencia cardenis­
ta, y que a principios de los años sesenta se convirtió en anticastris-
mo,27 28si bien su objetivo central no era propiamente el ataque al mo­
vimiento fidelista, sino al propio Estado mexicano, cuyas actitudes
ambivalentes frente al socialismo siempre habían despertado suspica­
cias. El tono de esta campaña subía conforme pasaban los meses, y
sus perfiles como instrumento de creación y exacerbación de un deter­
minado clima político se fueron precisando al ritmo que evoluciona­
ban dos Variables más: la inquietud social y la ambigüedad guberna­
mental.
La campaña anticomunista-anticastrista que llevó a cabo el periódi­
co Excélsior,2* por ejemplo, presentaba dos aspectos: por una parte,

27 Sería muy interesante estudiar el papel que jugaron las organizaciones de exilia­
dos cubanos y los individuos, como elementos de presión que intentaban influir sobre
la política mexicana hacia la Revolución cubana. Durante estos primeros años desplega­
ron una intensa actividad de movilización de la opinión pública. Aunque no hay infor­
mación adecuada para evaluar con precisión su importancia numérica, su influencia po­
dría medirse a partir del origen social y de la profesión de los exiliados: fundamentalmente
clases alta y media. También hay que señalar que la mayoría de los exiliados que llegaron
a México en los primeros años de la Revolución se quedaron muy poco tiempo en este
país, esperando la oportunidad de viajar para instalarse en los Estados Unidos.
28 El mensaje anticomunista de Excélsior puede considerarse típico de la prensa de
la época. Los periódicos mexicanos tenían un tiraje muy limitado —nunca más de 250 000
ejemplares en un país que en 1960 tenía más de 30 millones de habitantes, de los cuales
cerca de cinco millones vivían en la ciudad de México. En cambio, existía —y existe
todavía— una enorme cantidad de periódicos locales. Aun así, se manifestaba upa ten­
dencia a la monopolización de la información justamente en provincia a través del desa­
rrollo del grupo El Sol, cuya perspectiva era estrechamente conservadora y antiguberna­
mental.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 259

el periódico manipulaba informaciones alarmantes y en ocasiones fal­


sas; por otra, publicaba editoriales muy agresivos contra la Revolución
cubana, contra los desórdenes en las calles o en defensa de la propie­
dad privada y de los valores tradicionales en general.
A pesar de todo, la prensa sólo fue antigubernamental de manera
muy velada. La mayor parte de sus críticas mantenían una postura muy
conservadora, sobre todo en materia internacional, al mismo tiempo
que decían defender la tradición nacional mexicana y la fidelidad a las
instituciones y que expresaban su apoyo al presidente de la República.
Cuando López Mateos hacía una declaración de visos progresistas, las
Publicaciones de izquierda inmediatamente la interpretaban como tal,
mientras que Excéisior rechazaba estas interpretaciones “mal intencio­
nadas” de los “rojos”. Así, la prensa sonaba la alarma contra la “ola
comunista que [invadía] los medios universitarios” y reclamaba la in­
terposición de un “bastión moral” —el patriotismo—,
contra la invasión insolente y audaz que los comunistas han organizado
desde que establecieron su bastión en la noble República de Cuba.29

A lo largo de 1960 se sucedieron innumerables denuncias, provenien­


tes de toda América Latina y de Washington, contra la subversión co­
munista que —se decía— se organizaba en Cuba con la ayuda de la
Unión Soviética. En Nicaragua se celebró un “Congreso Anticomu­
nista” al que se adhirieron Guatemala y El Salvador. Excéisior se de­
sesperaba ante la pasividad o la complacencia que descubría en la acti­
tud del gobierno frente a los progresos de la “conspiración”,30 en vista
de que consideraba indiscutible la existencia de un plan subversivo con­
tra el orden establecido en México. Para este diario, la inquietud sindi­
cal y los conflictos universitarios eran organizados desde el exterior.
Además encontraba una sospechosa coincidencia entre estos fenóme­
nos y la importancia política que habían recobrado Lázaro Cárdenas
y algunos políticos cercanos a él o a la tradición que representaba, en­
tre ellos Vicente Lombardo Toledano, David Alfaro Siqueiros y los in­
telectuales y universitarios que se habían agrupado en torno a la revis­
ta Política.31

29 “Patriotismo contra comunismo”, Excéisior, editorial, 26 de febrero de 1960, p.


6-a.
30 A propósito del pacto anticomunista que se firmó en Centroamérica, Excéisior
hablaba de: “precedente extraordinario” y de la simpatía que despertaba entre los pue­
blos que “quieren permanecer libres”. La opinión pública se alineaba con ellos y esti­
maba que nuestro país debía tomar “medidas más firmes en el contexto nacional e inter­
nacional”, por ejemplo, adhiriéndose al pacto cuyo propósito era frenar la infiltración
de los comunistas en universidades y sindicatos. Excéisior, editorial, 8 de octubre de 1960,
P. 6-a.
31 “Agitación permanente”, Excéisior, editorial, 23 de agosto de 1960, p. 6-a.
260 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

En realidad, toda la prensa contribuyó muy activamente a la moví*


lización de la opinión pública con la publicación de los desplegados
de las organizaciones de izquierda y de derecha, o de las asociaciones
e instituciones vinculadas con el gobierno que se pronunciaban a favor
o en contra de alguno de los temas de movilización.
El gran tema de la campaña anticomunista fue la defensa de la tra­
dición. Bajo este rubro se aglutinaron las libertades individuales, el na­
cionalismo mexicano en su versión más conservadora —cercana a la
xenofobia—, el orden, la familia, la religión, la “cultura occi­
dental”.32
A la campaña de la prensa mexicana se unieron los enemigos histó­
ricos del marxismo en México: la Iglesia, el pan y la UNS, a los cuales
se sumaron organizaciones reales o ficticias, las más de las veces, efí­
meras.33 Ahora bien, para éstas como para el pan o para las asocia­
ciones dependientes de la Iglesia, poco importaba el número de miem­
bros inscritos en sus listas, lo fundamental era la capacidad de
movilización que podían desplegar para adelantar sus posiciones en el
tablero político.
Así, al terminar la década de los años cincuenta en México, una se­
rie de factores internos e internacionales se conjugaron para resucitar
los viejos fantasmas de las clases medias mexicanas: la movilización
sindical» la inquietud social, las manifestaciones en las calles, el acti­
vismo político de Cárdenas o los intentos reformistas del gobierno. Las
circunstancias parecían demandar la organización.
Este clima de agitación alcanzó su punto culminante cuando el pre­
sidente López Mateos, en una declaración que hizo el 1° de julio de
1960, definió aparentemente la orientación ideológica de su programa
de gobierno. Esta supuesta definición bastó para que se vincularan los
libros de texto gratuitos y los problemas sindicales del magisterio con

32 Ver por ejemplo: Excélsior, editorial, 10 de noviembre de 1960. p. 6-a. Es muy


frecuente encontrar en la prensa de la época las acysaciones más descabelladas, como
la de que los comunistas eran todos homosexuales o portadores de enfermedades infec­
ciosas. Ver: “Llevan epidemias los emigrantes rojos a Cuba.’* “Denuncia de la Agrupa­
ción Médica Anticomunista (de Cuba]**, Excélsior, editorial, 6 de septiembre de 1960,
p. 6-a; “Sodomitas y traidores. Mensaje interpretativo: Homosexualidad y política ex­
terior’’, Excélsior, editorial, it de noviembre de 1960, p. 6-a.
33 En abril de 1960 se fundó el Partido Nacional Anticomunista. El anticomunismo
también era plato fuerte del programa del Partido Nacional Mexicanista, que estaba muy
ligado a la Iglesia, pero en cambio era hostil al pan. En esta época aparecieron entre
otras organizaciones: Alianza Mexicana.Anticomunista, Confederación de Grupos Re­
volucionarios, Asociación Femenil Universitaria, Centro Estudiantil Antonio Caso, Círculo
de Estudios Profesionales de México, etc. Algunas de ellas recuerdan a las que se forma­
ron durante el cardenismo, evidentemente sin ser las mismas, aunque su brusca reapari­
ción revela la persistencia de estos núcleos de oposición.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 261

la existencia de gérmenes del comunismo en el medio de la educación


Pública. Esta fecha, 1° de julio de 1960, marcó además un viraje deci­
sivo en la política de López Mateos. En el curso de los meses siguien­
tes, la conjunción de varios factores, esto es, la movilización sindical,
aunada a la efervescencia universitaria provocada por la Revolución
cubana y a las movilizaciones que se organizaban periódicamente para
apoyar la política gubernamental, llevó al sistema al límite de su resis­
tencia, al punto en el que la polarización ideológica hizo temer una po­
larización social. Ante ese riesgo, el gobierno se vio obligado a dar mar­
cha atrás.
El apoyo que en un primer momento había expresado el gobierno
lopezmateísta a la revolución cubana se había prestado a equívoco, tanto
en lo que se refiere a sus verdaderas intenciones, -como en lo que toca
& su falta de implicaciones reales en el contexto nacional. Cuando el
presidente cubano Osvaldo Dorticós visitó la ciudad de México del 9
al 14 de junio 1960, López Mateos lo recibió con estas palabras:

México, respetuoso de la autodeterminación de cada pueblo, está atento


a Cuba y lo comprende fraternalmente, seguro de que cuanto allá ocurre,
no puede de ninguna manera sernos extraño y de que los cubanos sabrán
hallar [...] los mejores caminos para realizar sus aspiraciones.
Nosotros, que hemos recorrido etapas semejantes, comprendemos y va­
lorizamos el esfuerzo de transformación que Cuba está llevando a cabo.34

Sin embargo, a este progresismo de la política exterior, tanto más


notable cuanto que contrastaba vivamente con la actitud de otros paí­
ses latinoamericanos, no correspondió la democratización de las estruc­
turas internas, como lo prueban la represión de la disidencia sindical
y universitaria, y la presencia en el gobierno de funcionarios bien reco­
nocidos por su anticomunismo,35 siendo los más notables aquellos que
tenían a su cargo el mantenimiento del orden interno: el procurador
general, Fernando López Arias, y el secretario de Gobernación, Gus­
tavo Díaz Ordaz.

34 “Dorticós en México”, Política, 15 de junio de 1960, vol. i, núm. 4, p. 5.


35 La izquierda, al igual que la derecha que tenía sus “listas negras de funcionarios
comunistas”, tenía identificados a los reaccionarios, entre ellos: Ernesto P. Uruchurtu,
regente de la ciudad de México, Benjamín Méndez, director general de Ferrocarriles,
Rodrigo Gómez, director del Banco de México. El gobierno expresaba un “interés fra­
ternal” por la Revolución cubana, y al mismo tiempo multiplicaba los obstáculos a la
celebración de manifestaciones de solidaridad de la izquierda mexicana con la Revolu­
ción cubana. Ver: “Negaron todos los teatros a la sociedad de pro-cubanos”, Excélsior,
17 de enero de 1960, p. 1-a; ver también el desplegado firmado por organizaciones sim­
patizantes de la Revolución cubana, donde denuncian las amenazas policiacas en su contra;
ven “¿Es éste un ejemplo de democracia?”, Excélsior, 19 de enero de 1960, p. 17-a.
262 CLASES MEDIAS Y POLITICA EN MÉXICO

La visita de Dorticós suscitó numerosas declaraciones de apoyo a


la revolución cubana, tanto así que al día siguiente de su visita, el pro­
curador López Arias habló de un “extraño estado de agitación”.* El
Centro Patronal déla ciudad de México, entre otros, aprovechó la opor­
tunidad para manifestar la desazón que el lopezmateísmo provocaba
en ciertos medios, y señaló que las declaraciones de López Arias eva­
dían la responsabilidad del gobierno a este respecto, porque su actitud

[da] bríos y estimula a los movimientos de tendencia comunista en nues­


tro país, al festinar recepciones oficiales a un individuo, que más que a
Cuba representa la infiltración marxista en América [...].
El Procurador de la República no se explica [...] porqué se critica y con­
dena la agitación, pero se protege y estimula a individuos perfectamente
identificados por su filiación sovietizante
El Partido Comunista, el Partido Popular, los grupos de “intelectuales”
frustrados o fracasados, los grupos de estudiantes soliviantados por célu­
las comunistas... son las cabezas de puente de que se vale la Rusia soviéti­
ca para infiltrarse en nuestro país [...],
Nuestro Gobierno no se ha decidido a actuar firmemente en contra de quie­
nes promueven [...] un estado de agitación ni tampoco de definir su po­
sición.36

Y esta definición no se dejó esperar. El 1° de julio, en una entrevis­


ta con periodistas, realizada en Guaymas, Sonora, López Mateos afirmó:

nuestra Constitución [que] emanó de una revolución típicamente popu­


lar, que aspiraba a otorgar a los mexicanos garantías para tener mejores
niveles de vida en todos los órdenes]...] En este sentido nuestra Constitu­
ción es una constitución de origen popular de izquierda, en el sentido que
se le quiera dar a la palabra izquierda en México. Ahora, mi gobierno es
dentro de la constitución de extrema izquierda.37

* Esta declaración se refería a los paros de los maestros de la ciudad de México, a


las invasiones de tierras que habían realizado en el norte del país grupos campesinos que
demandaban el cumplimiento de la reforma agraria y a las actividades de la izquierda
mexicana. Al menos ésa fue la interpretación de quienes le reprochaban a López Mateos
su acercamiento a grupos y personalidades de izquierda.
36 “López Arias provoca controversias. Ola de comentarios ante la denuncia de la
conjura”, Excéisior, 16 de junio de 1960, p. 1-a.
37 “Dentro de la Constitución, mi gobierno es de extrema izquierda”, Excéisior, 2
de julio de 1960. Con esta definición también respondía a una pregunta que unos días
antes se había hecho a dos personalidades importantes de ese sexenio: Alfonso Corona
del Rosal, entonces presidente del pri, y Manuel Moreno Sánchez, líder del Senado. El
24 de junio, el primero había dicho: “Ante los problemas actuales, la posición del go-
bierno es auténticamente revolucionaria: la izquierda atinada ante los problemas de Mé­
xico”. A estas palabras Moreno Sánchez había agregado que el sector revolucionario
del gobierno tenía una posición de izquierda. Díaz Ordaz, por su parte, trató de matizar
CONTRA LA POLITICA EDUCATIVA DEL ESTADO 263

Esta declaración desató una auténtica tormenta política, porque dio


la impresión de que legitimaba el progreso de las agrupaciones de iz­
quierda, si bien, en el mediano plazo resultaron más favorecidos sus
contrarios, los críticos del Estado intervencionista, que veían en las po­
siciones antimperialistas de López Mateos el debilitamiento de su posi­
ción en el interior del sistema político.
Por otra parte, cabe señalar que la declaración de López Mateos po­
día ser interpretada también como una respuesta a Cárdenas quien, al­
gunos días antes, había declarado a propósito de los monopolios in­
dustriales y de las grandes propiedades de tierra: “México no está exento
de una revolución”.38 Las actividades del ex presidente dividían la opi­
nión pública, por lo que eran un obstáculo al proyecto de restauración
del consenso que perseguía López Mateos. Además, al asumir Cárde­
nas el papel de líder de la izquierda mexicana y defensor de la causa
cubana, se colocaba en un plano de competencia con el mismo presi­
dente de la República. Estas rivalidades personales desempeñaron un
papel importante en ese periodo, porque en ocasiones López Mateos
incurría en la tentación de ser más cardenista que el propio Cárdenas,
despertando todo tipo de inquietudes entre las clases medias y altas.
La declaración de Guaymas ocupó las primeras páginas de los pe­
riódicos durante todo el mes de julio, ya que otros actores políticos
se sintieron obligados a definir su posición al respecto. Hubo coinci­
dencias sorprendentes, aunque no siempre obedecían a una misma in­
terpretación de las palabras del presidente. Los partidarios de izquier­
da y de la posición oficial coincidían en destacar el carácter nacionalista
e institucional de la declaración; El Popular, órgano del PPS, comen­
tó: “Realizar el programa de la Constitución es militar en la izquier­
da”, aunque ello no significaba:

subordinación ni oposición a lo que en otros países con problemas y desa­


rrollos históricos diferentes pueda entenderse por izquierda o derecha. De
ahí que la nación entera haya recibido la declaración del presidente no
sólo como una explicación didáctica, sino como una definición política
que rechaza con energía el intento de algunos grupos de identificar el or­
den institucional mexicano con determinadas corrientes internacionales o
con intereses extranjeros.39

aún más estas declaraciones señalando que la izquierda de la que hablaban no era comu­
nista. Ver: “Dos discursos y una declaración**, Tiempo, 4 de julio de 1960, vol. xxxvu,
núm. 948, pp. 5-7.
38 “Cárdenas clamó contra latifundio y monopolio**, Excélsior, 8 de junio de 1960,
P· 1-a.
39 “Profesión constitucionalista”, Tiempo, II de julio de i960, vol. xxxvu, núm.
pp. 16-18, p. 17. El comité nacional del pri adoptó esta interpretación: “siguien­
do la vía de la Revolución mexicana encontraremos las soluciones apropiadas a nuestros
264 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Con el fin de hacer gala del apoyo popular a la definición presiden*


cial, los dirigentes del partido oficial organizaron varias manifestacio­
nes para respaldar a López Mateos y a la política gubernamental, ma­
nifestaciones que simplemente empeoraron la confusión y agudizaron
el estado general de efervescencia político-ideológica.*40
El pcm, al igual que otras organizaciones y personalidades de iz­
quierda, vieron en la declaración de Guaymas una promesa de cambio
‘ ‘permite entrever una posibilidad que puede ser realizada a través de
la movilización de las masas y de la acción conjunta de las fuerzas de­
mocráticas*’.41 Y fue justamente esa posibilidad la que se propusieron
anular los grandes empresarios.
La reacción del mundo empresarial no fue unánime, pese a que cons­
tituía un grupo al que no le gustaba oír hablar de cambios; sin embar­
go, Guaymas fue el pretexto que desde hacía tiempo buscaban para
justificar su agresividad contra el gobierno lopezmateísta.42 En un pri­
mer momento, la Canacintra y la Concamin apoyaron la declaración
presidencial, aunque insistiendo en que el propio López Mateos había
fijado los límites de su definición al hacer de la constitución su refe­
rencia central. Apuntaban que, dado que el espíritu de la constitución
era el liberalismo, en éste se fundaba su apoyo al gobierno.43 No obs­
tante, el Centro Patronal de la ciudad de México no se mostró tan pru­
dente y declaró:

Nuestros hombres en el poder se han definido y el pueblo ya sabe dónde


pisa; pero aún se ignora hacia dónde llevan a México y sólo cabe pregun-

principales problemas." La declaración de Guaymas le brindó al pps la oportunidad de


justificar su alianza invariable con el Estado. Aunque una organización de extrema iz­
quierda como el pocm confesó su sorpresa ante la declaración, la consideró también
como una oportunidad: "llamamos a todas las fuerzas democráticas del pueblo mexica­
no a unir su acción con el fin de defender el programa definido por el Presidente"; ver:
"Izauierda, centro y derecha", Política, 15 de julio 1960, vol. i, núm. 6, pp. 3-14, p.10.
40 La FSTSE subrayó el hecho de que se unía a la posición presidencial "progresista
y representativa de los ideales de la Revolución" desde su propia postura de izquierda.
Numerosas organizaciones sindicales y algunas,empresariales, en particular la Canacin­
tra, hicieron lo mismo. Ver los desplegados publicados en Excélsior del 11 al 16 de junio
de 1960.
41 Citado en "Izquierda, centro y derecha", art.dt.
42 "Desde hace mucho tiempo la derecha mexicana buscaba un pretexto para com­
batir a un gobierno que se indinaba a la izquierda, porque controlaba 20^» de la pro­
ducción nacional y porque era un defensor declarado del Estado benefactor. Castro y
el comunismo eran un pretexto evidente y la derecha lo adoptó con pánico y también
con alivio"; David L. Graham, "The rise of the Mexican Right", The Yale Review, vol.
LU, otoño de 1962, p. 102.
43 Ver el desplegado de la concamin publicado en Excélsior d 6 de julio de 1960,
p. 10-A.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 265

tar ahora ¿cuál va a ser el siguiente paso en el sendero de la extrema iz*


quierda?44 *

El cardenal Garibi, por su parte, afirmó que las autoridades civiles


y las eclesiásticas trabajaban en total armonía, evitando cualquier “dis-
tanciamiento” que pudiera ‘‘afectar negativamente a la sociedad”; pero
el Secretariado Social rechazó tanto a la derecha como a la izquierda,
señalando que el verdadero problema de México era la injusticia que
reinaba en el país, y que su solución exigía la unión de todos los me*
xicanos.43
La protesta más franca vino del pan. En primer lugar, el partido
apuntó que la tendencia socialista del gobierno era evidente. “Todo
el mundo sabe que extrema izquierda significa alineación con las posi­
ciones del comunismo internacional.”46 Así lo demostraban el colec­
tivismo agrario, el monopolio educativo y el control sobre los sindica­
tos, todo lo cual era malo “porque ni el socialismo ni el comunismo
son buenos.”47 Aun así, lo que el pan descubría en estas declaracio­
nes y en el debate mismo era la intención de sembrar la confusión y
de enmascarar las realidades sociales y políticas del país tras “una cor­
tina de humo”,48 eso con la finalidad de establecer un régimen totali­
tario. Al igual que la izquierda, el pan preveía cambios, aunque inde­
seables:

la “extrema izquierda” del régimen lopezmateísta significa simplemente


que el Gobierno se propone agravar su intervencionismo en la esfera de

44 "Se desata una tormenta política por las declaraciones de alm”, Excéisior, 3 de
julio de 1960, p. 1-a. Para ejemplificar la sutileza de la prensa en su labor de exacerba­
ción de las tensiones políticas, se puede mencionar que ese mismo día, el segundo enca­
bezado de primera plana era: "El comunismo triunfará sin necesidad de recurrir a las
•nnas, declara el premier soviético". Para documentar la agresividad empresarial, ver
el cuestionario al que fue sometido el secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, en
una comida que le ofrecieron unas semanas después de Guaymas los dirigentes de la ini­
ciativa privada: 10 preguntas sobre qué es izquierda, Excéisior, 22 de julio de 1960, p.
1-a. Más adelante, el gobierno respondió indirectamente a esta andanada de preguntas
con un desplegado que con el encabezado "Mexicanos completamente de acuerdo con
h posición de Adolfo López Mateos", apareció en diversos periódicos firmado por: Sergio
Avilés Parra, José E. Iturriaga, Arturo González Cosío, Porfirio Mufloz Ledo, Jenaro
Vázquez Colmenares, Emilio Uranga, Javier Wimer Zambrano; ver: “Respuesta a los
Leones", Excéisior, 24 de julio de 1960, p. 18-a.
43 "El Secretariado Social Mexicano de acuerdo con la política del país", Excéisior,
24 de julio de 1960, p. 1-a.
48 "Se desata una tormenta política...", art.cit.
"La atinada izquierda", La Nación, 3 de julio de 1960, vol. xxxvm, núm. 977,
P. S.
48 "El pan contra la demagogia de los políticos", Excéisior, 19 de julio de 1960,
P·J-α. Pero no todos los panistas creían que el gobierno hubiera optado por el socialis-
266 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

la actividad privada, ser cada día un competidor más ventajoso de los par*
ticulares [...] llegar al control estatal de todas las empresas, convertir a
todos los mexicanos en empleados suyos [...] Se propone [...] un capitalis­
mo de Estado que equivale al régimen comunista.4?

En los meses de junio, julio y agosto de 1960, se realizaron en la


ciudad de México diferentes manifestaciones por motivos diversos, uno
de cuyos efectos fundamentales fue el agravamiento del clima de inse­
guridad y de inquietud social. La policía intervino en varias ocasiones
para reprimir tanto las marchas de apoyo a la Revolución cubana, como
las de los maestros disidentes que habían sido despedidos por la sep.
Frente a todo esto, el mantenimiento del orden se convirtió en una prio­
ridad para el gobierno y para un número creciente de grupos de opi­
nión pública. Los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes,
así como otros actos de violencia, contribuyeron a convencer a mu­
chos que efectivamente el famoso plan de subversión en contra del or­
den establecido estaba en marcha.30
El paro de labores de los maestros de la ciudad de México se alargó
hasta el 30 de agosto, tiempo en el que se desarrolló también el debate
con los grandes empresarios en torno a la orientación ideológica del
gobierno lopezmateísta. Para algunos, la prolongación del conflicto ma­
gisterial sólo podía explicarse por la debilidad del gobierno, o porque
su objetivo último era conducir la situación hasta un límite que exigie­
ra una solución extremista, ya fuera de izquierda o de derecha.
Del comportamiento del gobierno ante los problemas internos se pa­
saba muy rápidamente al juicio de su política exterior, cuyos tonos ña­* * * * * * *

mo. “¿Quién creyó en lo de extrema izquierda? Si el régimen es de capitalistas y de bur­


gueses, régimen retrógrado y conservador, régimen que ni siquiera puede calificarse de
liberal, mucho menos de socialista. Régimen es éste, desde el punto de vista politico os­
curantista, amafiado con capitalistas burgueses que se apoyan en el Gobierno y en las
bayonetas.” Manuel González Hinojosa, “La izquierda en México”, en “¿Cuáles son
los extremos del Gobierno?”, La Nación, 7 de agosto de 1960, vol. xxxvin, núm. 982,
pp. 16-17, p. 16.
49 Alejandro Avilés, “Extrema izquierda: Monopolios, capitalismo de Estado”, La
Nación, 10 de julio de 1960, vol. xxxvin, núm. 978, p. 2.
50 La movilización de los'estudiantes de la unam en torno a la Revolución cubana
daba pábulo a todos los temores anticastristas y contribuía a definir los antagonismos
incluso en el interior de la universidad. Así por ejemplo, la cercanía de la sucesión del
rector (febrero de 1961) fue la ocasión para que se reprodujera el conflicto este-oeste,
que en México se habla escenificado en la confrontación Lázaro Cárdenas vs. Miguel
Alemán en el microcosmos universitario, cuya culminación fue el dinamitaje de la esta­
tua del segundo que dominaba la explanada de la unam. Los estudiantes que se iden­
tificaban con Cárdenas apoyaban la candidatura de Ignacio Chávez, mientras que los
simpatizantes de Alemán apoyaban a Agustín García López. Ver pof ejemplo: “Dos ma­
nifestaciones” Política, vol. I, núm. 7; ver también: “Para ganar simpatías Otón prepa­
ra una manifestación en que haya víctimas”, Excélsior, 2 de agosto de 1960, p. 1-a.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 267

cionalistas y discretamente antinorteamericanos eran considerados pe­


ligrosos porque al estimular las posiciones antimperialistas y las
reivindicaciones democráticas de izquierda, alentaban la inestabilidad
en México.
La polarización ideológica que se había instalado en el seno de las
clases medias ahondaba las fracturas del consenso, sin que el gobierno
hubiera logrado reunir a su alrededor el amplio apoyo social que per­
seguía con los llamados al nacionalismo.51 La política hacia la Revo­
lución cubana demostró ser uno de los elementos más escisivós y, en
consecuencia, fue también la primera víctima de la prioridad que atri­
buyó el gobierno al mantenimiento del orden.
Las presiones oficiales norteamericanas para que el gobierno lopez­
mateísta moderara sus simpatías hacia Cuba también desempeñaron
un papel importante en este sentido, y aunque no se pueden documen­
tar, hubo un incidente que abrió las puertas para que se expresaran
abiertamente. El 17 de julio de 1960, el jefe de la mayoría priista en
la Cámara de Diputados, Emilio Sánchez Piedras, declaró:

En este instante crítico para la hermana república de Cuba, cuando pare­


ce ser que nuestro vecino del norte cierra las puertas de la amistad y la
comprensión frente a los anhelos del pueblo cubano, de vivir en la liber­
tad y en la independencia económica, nosotros, los representantes del pue­
blo de México le reiteramos al pueblo cubano nuestra misma actitud de
solidaridad y le volvemos a decir que estamos ciertos que su derecho a
vivir en la justicia social y en la libertad económica, habrán de pre­
valecer.52

Sus palabras provocaron las más vivas protestas de diversos secto­


res. A la exigencia de explicaciones de la embajada de Estados Unidos,
la Secretaría de Relaciones Exteriores respondió que el presidente de
la República era el único responsable de la definición de la política ex­
terior mexicana, con lo que desautorizó a Sánchez Piedras.53

51 La situación llegó a tal punto que en agosto la prensa anunció la creación de una
comisión en el seno del Congreso de la Unión, cuyo objetivo era desenmascarar a los
agentes provocadores que buscaban crear un estado de anarquía. El modelo de esta co­
misión era —decían— el Committee on Un-American Activities del Congreso nortea­
mericano. “Comisión de congresistas para desenmascarar a los agitadores'*, Excélsior,
1 de agosto de 1960, p. 1-a. No obstante, esta información fue desmentida al día si­
guiente de su publicación por los mismos miembros del Congreso que supuestamente
integraban la mencionada comisión. “Niegan 6 legisladores haber formado una comi­
sión que indague disturbios", Excélsior, 9 de agosto de 1960, p. 1-a.
52 “Declara el Presidente de la Permanente: México está con Cuba", Excélsior, 8
julio de 1960, p. 1-a.
33 “Conversión a la derecha”, Política, 15 de septiembre de 1960, vol. i, núm. 10,
PP. 10-12, p. 10.
268 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El gobierno no podía mantenerse insensible a todas estas presiones:


hostilidad empresarial, polarización ideológica en el interior de las cla­
ses medias, desconfianza de Washington. Aunque muchos eran los te­
mas de debate, la política hacia Cuba era el más irritante, el que tenía
mayor potencial de movilización y, al mismo tiempo, el menos costoso
en términos del funcionamiento interno del sistema político mexicano,
porque desde los años cuarenta, éste había evolucionado en una direc­
ción favorable a los grupos que en 1960 repudiaron la Revolución cu­
bana. En ese sentido, le era más natural acercarse a la perspectiva de
Washington respecto del conflicto cubano que renunciar, por ejemplo,
al control sobre la vida sindical.
El cambio de actitud del gobierno hacia Cuba fue palpable desde
la vil Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores
de América Latina, que se celebró en Costa Rica en el mes de agosto,
y donde México firmó la Declaración de San José. Aunque este docu­
mento contiene una defensa de los principios tradicionales del derecho
a la autodeterminación y a la no intervención, también introduce el
antisovietismo deseado por Washington, y contempla la posibilidad de
una intervención militar en Cuba, cuyo propósito sería “rechazar las
pretensiones de las potencias del bloque soviético” que amenazaban
la “unidad continental”.34
Sin embargo, este cambio no bastó para poner fin a la polarización
ideológica en México. En el origen de la intranquilidad política, cada
quien veía al enemigo que más le convenía. Para unos, las turbulencias
y violencias confirmaban la teoría de la conspiración comunista,5í
mientras que para otros, la reacción era la promotora de la conspira­
ción. Circulaban también interpretaciones de que los desórdenes en la
ciudad de México eran producto de pugnas intraburocráticas, o bien,
obra de agentes provocadores que buscaban erosionar la amistad entre
México y Estados Unidos, o de quienes pretendían que cesara el apoyo
a Cuba.5654 55
Ante el riesgo de fracturas más profundas y de una intensificación
del conflicto político, que amenazaba con producir una verdadera ex­

54 “México en San José”, Política, 15 de septiembre de 1960, vol. i, núm. 10, pp·
17-18, p. 18.
55 La versión de la ctm fue de las más sorprendentes; según la organización obrera,
las causantes de la inestabilidad “Son las fuerzas retrógradas del mundo que actúan bajo
la dirección del Partido Comunista Internacional como enemigos del progreso de la cla­
se de los trabajadores. Ellas, aliadas al comunismo, se esfuerzan por provocar en Méxi­
co, como en otras partes del mundo, una transformación política, económica y social;
en “Pulso Nacional”, Tiempo, art. cit., p.
56 “Apasionadamente revolucionario es el régimen de alm: Moreno Sánchez”, Ex­
céisior, 10 de agosto de 1960, p. 1-a; Horacio Quiflones, Buró de investigación Políti­
ca, vol. XVIII, núm. 32,8 de agosto de 1960, pp. 193-199; “Condenación del desorden”,
Tiempo, 15 de agosto de 1960, vol. xxxvu, núm. 954, p. 11.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 269

plosión de violencia, el gobierno recurrió una vez más al nacionalismo


como recurso para limitar la movilización. El pri y las autoridades gu­
bernamentales intentaron capitalizar la efervescencia del ambiente y
transformarla en fuerza de apoyo al presidente López Mateos, por lo
que organizaron numerosos actos con este propósito. Entre ellos, una
gigantesca concentración de la ‘‘unidad nacional y revolucionaria”, en
la que el jefe del Ejecutivo exhortó a los mexicanos a defender la uni­
dad contra las amenazas que la acechaban:

sabemos que hay 34 millones de mexicanos con nosotros... dispuestos a


defender su Constitución Política y a ratificar ante el mundo que ni pre­
siones de dentro ni presiones de fuera, harán cambiar el rumbo de la Re­
volución Mexicana [...]. Compatriotas: en esta hora de incertidumbre del
mundo, es alentador ejemplo para los pueblos el que da México, con la
fe en sí mismo, con la fe en su destino y con la fe en la Revolución.57

El informe del 1° de septiembre significó una decepción para la iz­


quierda,58 porque no hizo ninguna referencia a la “extrema izquier­
da” ni a los cambios que la declaración de Guaymas le habían dejado
esperar, sino que confirmó la fidelidad del gobierno a la idea estableci­
da de Revolución mexicana: “No haremos ni dejaremos que se haga
nada al margen, por encima o en contra de la Constitución”.59 Asi­
mismo, fue una defensa del sistema y de todas las políticas guberna­
mentales, o en pocas palabras, fue una apología del statu quo.
Paradójicamente, esta evolución del gobierno lopezmateísta hacia
posiciones más cautelosas coincidió con un endurecimiento de las acti­
tudes de un amplio sector de las clases medias, el cual no abandonó
sus recelos frente a cualquier medida que pudiera ser identificada como
comunista o tendiente a ampliar la autoridad del Estado a expensas
de la autonomía del individuo. La restauración de la libertad de ense­
ñanza fue propuesta precisamente desde esta perspectiva.

La defensa del régimen de excepción de las escuelas


PARTICULARES

Pese a que el gobierno había hecho varias concesiones a los grupos con­
servadores del sistema político, ya desde julio se había establecido la

57 “México no cederá ante las presiones externas o internas. Mensaje de alm al pue­
blo”, Excélsior, 29 de agosto de 1960, p. 1-A.
51 “Conversión a la derecha”, art.cit., p. 10.
59 “Adolfo López Mateos al abrir el Congreso su periodo de sesiones el 1° de sep­
tembre de 1960”, en Cámara de Diputados, Los presidentes de México, op.cit., p. 738.
270 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

dinámica de movilización de las clases medias. Por otra parte, la polí­


tica interna ya no podía sustraerse a los efectos distorsionadores del
contexto internacional —como hubieran deseado las autoridades
gubernamentales—, tanto así que desde agosto de ese mismo año, la
querella escolar empezó a adquirir el tono de una confrontación ideo­
lógica.
Sin embargo, este proceso se fue desarrollando con cierta lentitud.
Todavía en agosto, los argumentos contra los libros de texto gratuitos
contenían elementos importantes de defensa del régimen de excepción
de las escuelas particulares. Se inició una guerra de desplegados en la
prensa. De entre los muchos que se publicaron en los diarios de la ciu­
dad de México, cabe destacar el que firmó un numeroso grupo de maes­
tros de la capital.60 El documento expresaba la consabida convicción
de que el presidente de la República no estaba al tanto de la injusta
decisión de la SEP, y afirmaba que “le escondían la verdad’’. Los fir­
mantes protestaban porque las autoridades educativas, autoritarias e
indiferentes, habían decidido que el uso de los libros de texto de la Co­
nalit fuera obligatorio en todo el país, haciendo caso omiso de denun­
cias y observaciones.
Por otro lado, el desplegado recogía los mismos argumentos que lós
autores de libros de texto habían publicado a principios de año; sólo
que en este caso desarrollaban más ampliamente la idea de que los ma­
nuales de la Conalit traicionaban el espíritu liberal de la Constitución
y la “concepción democrática de la educación’’ tal y como había sido
definida por el artículo 3°. Según estos maestros, la obligación que se
les imponía de enseñar únicamente aquello que se conformara al pen­
samiento oficial de los libros de texto gratuitos, constituía en si una ne­
gación del liberalismo. En esos términos, el Estado se erigía en un dic­
tador científico: “Se exige la sumisión del pensamiento a una doctrina”.
Pero llevaban tan lejos la defensa del liberalismo en la educación que
llegaron a utilizar un argumento esgrimido por los ultras a fines del
siglo XIX para combatir la gratuidad de la enseñanza: si el Estado ab­
sorbía la responsabilidad de proporcionar libros de texto a todos los
escolares, liberaba innecesariamente a los padres de familia de esta res­
ponsabilidad esencial.
El desplegado señalaba que la función cívica que era propia de los
maestros los obligaba a denunciar públicamente là intención y el com­
portamiento de la sep:

No podemos permitir {...] una imposición. La propia psicologia mexica­


na, la rebeldía innata ante la dictadura y nuestro deber de dar ejemplo

60 Desplegado dirigido al presidente de la República y a los maestros de las escuelas


primarias de todo el país, publicado en Excélsior, 24 de agosto de 1960, p. 14-a.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 271

a los escolares, nos impele a manifestar nuestra inconformidad tanto con­


tra una norma única a la que hay que someterse, cuanto a protestar por
la forma despótica y arbitraria que con amenazas de represión corporal
a los maestros y cierre de escuelas particulares, ha empleado la Secretaría
de Educación Pública.61

Según los maestros firmantes, probablemente empleados en escue­


las particulares, el libro de texto único sometía el pensamiento de los
escolares a un patrón cultural que presuponía que sus capacidades eran
idénticas, sin tomar en consideración “las diferencias individuales”.
En consecuencia, añadían: “es una violación a las libertades individua­
les, a la libertad de expresión que usted [el presidente López Mateos]
defendió al lado de Vasconcelos”.
El desplegado formulaba las mismas críticas pedagógicas que ha­
bían hecho los autores en marzo, pero esta vez decían apoyarse en la
experiencia que aportaban algunos meses de uso de los libros de la Co­
nalit, los cuales, según ellos, habían demostrado su ineficacia en ese
lapso. Señalaban también que los manuales no se ajustaban a los pro­
gramas vigentes, que la distribución había sido irregular, y que las ilus­
traciones no eran tan buenas ni tan bonitas como las de los libros co­
merciales.
Curiosamente, lo que no hacían estos maestros era atacar el conte­
nido de los manuales de la Conalit; aunque hablaban vagamente de
una doctrina oficial, no desafiaban la interpretación general de la his­
toria señalada en las guías pedagógica» de la Conalit e inscrita en sus
libros; tampoco rechazaban el panteón de héroes nacionales, ni la des­
cripción de la democracia mexicana. Desde este punto de vista, esta­
ban conformes con los principios del consenso nacionalista establecido.
En realidad, lo que estos maestros defendían era el derecho al privi­
legio de los niños de medios favorecidos, el derecho de poder adquirir
un material escolar de mejor calidad que aquél al que podían aspirar
los niños de las clases bajas. Pretendían salvaguardar los supuestos pri­
vilegios asociados con las escuelas particulares, que —se pensaba— eran
mejores que las escuelas públicas. Su protesta era menos una reacción
contra la uniformidad ideológica que una resistencia a la uniformi­
dad social.
Hacía tiempo que algunos sectores de las clases medias desconfia­
ban de la educación pública por razones que tenían menos que ver con
la ideología que con la dudosa calidad de la enseñanza impartida en
las escuelas públicas. La naturaleza misma y el desarrollo particular
del sistema educativo oficial habían hecho fracasar el ideal de Vascon­
celos, quien en 1921 había querido combatir las escuelas particulares

«t
Ibid.
272 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

a fuerza de conseguir una superioridad académica en las escuelas pú*


blicas. La politización que sufrió la educación en los años veinte y treinta
y la combatividad del sindicato de maestros, habían despertado la des*
confianza de muchos padres de familia de clase media, a quienes ho­
rrorizaba el radicalismo de la escuela pública. Además, las restriccio­
nes económicas que pesaban sobre el sistema oficial efectivamente
incidían en la calidad de la mayoría de sus escuelas.
Las escuelas particulares, por el contrario, parecían estar a salvo de
huelgas y de movimientos políticos susceptibles de perturbar su
funcionamiento.* El sistema privado era un área privilegiada al mar­
gen de las tormentas políticas que agitaban el magisterio. Los maes­
tros de estas escuelas —la mayoría no estaban sindicalizados— no ha­
cían política en su lugar de trabajo, bien porque no les interesaba o
porque temían perder su empleo.
Además, el número de niños por grupo, en los colegios particulares,
nunca era superior a cuarenta, mientras que en las escuelas públicas,
el promedio era superior a cincuenta y cinco. Más aún, los edificios
de las escuelas públicas no siempre estaban en buen estado y el poco
material escolar del que disponían estaba, por lo general, en muy malas
condiciones. Este panorama hacía creer que la calidad de enseñanza
de las escuelas públicas era forzosamente inferior a la de las particula­
res, que disponían de más recursos y mejores instalaciones. En reali­
dad, es muy posible que la diferencia de calidad entre ambos tipos de
escuelas fuera cierta —como sucede aún en la actualidad—, si bien debe
considerarse que en 1958 las escuelas particulares no escolarizaban más
que una fracción minoritaria de los niños de edad escolar, menos de
400 mil (o un poco menos çlel 117o del total), frente a casi cuatro mi­
llones de niños inscritos en las primarias públicas.62
En esta primera etapa de la querella escolar, el secretario Torres Bo­
det no se encargó personalmente de la defensa de los libros de texto; ade­
más, los conflictos intersindicales eran un obstáculo real para la am­
plia movilización de apoyo que el gobierno hubiera deseado. En
consecuencia se vio obligado a recurrir a grupos aislados de maestros,
a intelectuales de prestigio y a asociaciones de padres de familia vincu­
ladas con la sep que defendían el proyecto en términos más generales
que los estrictamente pedagógicos; todos ellos eludían las acusaciones

* Por ejemplo, el paro de labores, en 1960, de los maestros de primaria de la ciudad


de México, que duró tres meses, afectó a 804b de las primarias de la ciudad; sólo las
vespertinas y las particulares siguieron trabajando normalmente.
62 En 1958, en los colegios particulares de todo el país estaban inscritos 357 891 ni­
flos, mientras que a las escuelas públicas asistían 3 747 411 niflos. Secretaría de Educa­
ción Pública, Obra Educativa en ei Sexenio 1958-1964, México, Secretaría de Educación
Pública, s.f., p. 30.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 273

de “uniformización ideológica”, insistiendo en cambio en el carácter


netamente democratizador de los libros de texto gratuitos. La querella
entonces fue cayendo cada vez más dentro del ámbito de lo político.
A lo largo del mes de agosto de 1960, todos los periódicos de la ciudad
de México publicaron numerosos desplegados en defensa de los libros
de texto gratuitos a fin de apoyar al secretario de Educación Pública
y al presidente de la República —quien, según los defensores del pro­
yecto, era coautor del mismo y no el ignorante que la ofensiva se em­
peñaba en informar. Acusaban a sus críticos de ser malos maestros que
ignoraban que en la tarea de enseñanza los manuales eran simplemen­
te una ayuda, y que olvidaban sus deberes esenciales para dejarse lle­
var por una polémica dictada por intereses comerciales, ajenos a la no­
ble tarea del maestro. Frente al argumento de la ofensiva que
propugnaba el respeto a las diferencias socioeconómicas, el grupo de
defensores contraponía la fuerza de la unidad de la doctrina naciona­
lista y de las tendencias en la enseñanza, así como la importancia de
bonificación de los programas de enseñanza. Asimismo, hacían hin­
capié en el carácter popular y democratizador de la medida:

ya no encontramos en nuestros grupos, como antes, muchos niños que


durante el aflo escolar no podían adquirir los libros de texto, con los li­
bros de texto gratuitos, todos los niflos de México, y no sólo los que go­
zan de los privilegios económicos, pueden utilizar cuadernos de trabajo,
pedagógicamente bien organizados y de presentación atractiva.63

Un grupo de intelectuales se sumó también a la contraofensiva64


Para denunciar a los “enemigos del pueblo y a los contrarrevoluciona­
rios”, que por defender sus intereses personales y sus negocios, desa­
creditaban “la más generosa y la más luminosa de las realizaciones de
la Revolución y del gobierno actual”, puesto que, según ellos, los li­
bros de texto aliviaban la pobreza de millones de escolares y la tradi­
cional esclavitud a la que los editores y sus agentes sometían a los pa­
dres de familia.

63 Ver: Excélsior, 29 de agosto de 1960. Unos días después de la publicación de este


desplegado, Valentín Zamora Orozco acusó a los maestros firmantes de ser “comisio-
ftados” de la sep, razón suficiente según él para descalificar este apoyo a los manuales
de la conalit. Ver: “El texto único viola derechos", La Nación, 4 de septiembre de
*960, vol. XXXVIII, núm. 986, pp. 24-25.
64 En este grupo diverso de intelectuales encontramos entre otros a: Griselda Álva-
Hugo Argíielles, Julio Bracho, Nelly Campobello, Wilberto Cantón, René Capis-
hdn Garza, AU Chumacero, Marisa Garrido, Andrés Henestrosa, Mauricio Magdale­
no, Margarita Michelena, Ma. del Carmen Millán, Francisco Monterde, Jesús Silva
Herzog, Luis Spota, Alfonso Teja Labre, Julio Torri, Artemio del Valle Arizpe y Leo­
poldo Zea. En la declaración de Zamora Orozco que citamos antes, este apoyo tampoco
>e merece credibilidad porque —según él— muchos trabajaban para la sep.
274 CLASES MEDIAS ¥ POLÍTICA EN MÉXICO

El PRI, por su parte, recurrió a la historia y a la defensa de la pri­


macía de las clases populares. La Alianza Popular de Padres de Fami­
lia de México, miembro de la CNOP, se erigió en portavoz de las fami­
lias “verdaderamente proletarias’’. Alababa el efecto unificador dej
proyecto —contrapuesto a la uniformización que repudiaban los ene­
migos de los libros de la Conalit—, y delineaba las aristas de la quere­
lla histórica, para denunciar con ello a los enemigos de la Revolución
que pretendían suscitar pensamientos de “menosprecio y antipatía” ha­
cia los héroes patrios.65 Para las juventudes cenopistas, los opositores
de los libros de texto gratuitos se identificaban todos con las escuelas
particulares, pero también con los conservadores mexicanos del siglo
XIX y los porfiristas. Se trataba de la tradicional lucha entre el bien
y el mal, el progreso y la reacción, entre priistas y antipriistas, revolu­
cionarios y contrarrevolucionarios; se decía que las escuelas particula­
res deformaban la historia, desorientaban a los niños y los inducían
a adoptar “filosofías exóticas”.66
El presidente de la República se encargó de dar 1a única respuesta
oficial a ia ofensiva de los autores de libros de texto comerciales. En
su discurso del 1° de septiembre se refirió a este tema en tono concilia­
dor, y probablemente con el fin de acallar las acusaciones de corrup­
ción favoritismo e incluso uniformidad ideológica, anunció que se ce­
lebrarían nuevos concursos para elegir los libros de texto de la Conalit:

Con el doble fin de diversificar los libros escolares y dar nueva oportuni-
dacfpara que todos los autores de obras didácticas participen en la redac­
ción de los textos gratuitos I...J serán convocados nuevos concursos. Ge­
neralizado el texto gratuito como respuesta a una necesidad nacional, los
maestros podrán recomendar, sin carácter obligatorio, libros complemen­
tarios y de consulta, dentro de listas que al efecto apruebe un cuerpo de
pedagogos designados para formularlas.67

A pesar del ánimo apaciguador de esta oferta, la ofensiva contra


los manuales de la conalit se prolongó durante dos años, agravándose
cada vez más pese a que, como se verá después, la propuesta de López
Mateos constituyó fa base del compromiso último al que llegarían las
autoridades con los grupos movilizados en contra de los libros dé texto
gratuitos.
En estas primeras escaramuzas, el snte, dado su conflicto interno,

65 Desplegado publicado en Excélsior, 31 de agosto de 1960, p. 10-a.


66 “El plan para mejorar la educaoión primaria”, Magisterio, núm. 11, marzo de
1960, p. 12.
67 “Adolfo López Mateos, al abrir el Congreso de la Unión su periodo de sesiones
el 1° de septiembre de I960”, en Cámara de Diputados, Los presidentes de México ante
la nación, op. cit., p. 731.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 275

apenas dejó entrever su posición de manera vaga e indirecta. A lo lar­


go de 1960, là revista Magisterio, órgano del sindicato, sólo llegó a men­
cionar los libros de texto gratuitos de manera incidental. Cuando mu­
cho publicó un solo artículo de apoyo al Plan de Once Años, y ello
en términos de poca precisión, aunque haciendo gala de incondiciona-
lidad a la realización del proyecto. Hasta ahora, la prioridad del go­
bierno en materia educativa seguía siendo la restauración de la unidad
sindical, cuya fragilidad necesariamente condicionaba las reacciones
del liderazgo magisterial a la propuesta de la SEP. En lugar de simple­
mente sumarse a la contraofensiva, la dirigencia nacional del sindicato
utilizó la ofensiva para justificar su apoyo irrestricto a las autoridades
gubernamentales, en un momento —afirmaban— en que el Estado y
su política educativa sufrían el asedio de la reacción. En estos térmi­
nos atacaron a la disidencia, sólo que para fortalecer su argumenta­
ción, también se acogieron al halo de la historia de la educación popu­
lar y se lanzaron contra su enemigo histórico: la escuela particular. Así
pues, en Magisterio se encuentran algunas denuncias contra la viola­
ción cotidiana del artículo 130 constitucional, cuya prueba palpable era
—decían— el desarrollo de la enseñanza privada.

[...] la cantidad de escuelas de enseñanza primaria, secundaria y normal


sostenidas por la Iglesia y atendidas por religiosas, que funcionan con auto­
ridad expresa del gobierno federal [...]. Se está obrando precisamente con­
tra el mandato constitucional porque al tratar con la Iglesia se le está re­
conociendo una personalidad jurídica de que carece, y al hacerle
concesiones fuera de la ley, se está desconociendo al régimen constitucio­
nal existente.68

La tradición de combatividad revolucionaria de los maestros, que


databa de los años veinte y treinta, no les permitía reconocer más ene­
migo que la derecha, bajo riesgo de comprometer su propio discurso.
Además, la identificación de una amenaza proveniente de la derecha
“oscurantista y antipatriótica’* servía para distraer la atención de los
problemas sindicales. Según la versión oficial del sindicato, la insubor­
dinación de los maestros de la sección IX favorecía a la derecha, que
siempre había sido enemiga de la educación pública. Esta interpreta­
ción, difundida por el citado órgano del SNTE, Magisterio, presentaba
a Othón Salazar y a sus compañeros como un simple instrumento de
los reaccionarios, cuyo único objetivo era restarle legitimidad al pro­
yecto escolar del Estado.69

M “Nos hundimos o nos salvamos”, Magisterio, núm. 12, abril de 1960, p. 11.
69 Ibid. Dos miembros del Comité Ejecutivo de la Sección ix utilizaron este argu­
mento cuando trataron deconvencer a sus compañeros de que abandonaran el paro
276 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Con el objetivo aparente de defender el espíritu de la educación pú­


blica, se formó un grupo que se presentaba de hecho como alternativa
al Movimiento Revolucionario del Magisterio. Según su propia defini­
ción, el Frente de Unidad Revolucionaria de Trabajadores de la Edu­
cación no era ni un sindicato ni un partido político:

deben unirse [los trabajadores de la educación] para impedir que se estor­


be o se desnaturalice la función histórica del sindicato [...] lo mismo que
so pretexto de hacer de la escuela un servicio nacional que alcance a todos
los mexicanos se olvide por parte de las autoridades, que existen normas
ideológicas que deben presidir, sin transacciones de ninguna especie, las
labores de los establecimientos educativos y de los maestros.7”

En un momento en el que la disidencia del mrm acusaba a los diri­


gentes del snte de ser instrumento del gobierno, la ofensiva contra la
reacción servía también para que la dirigencia sindical marcara sus dis­
tancias respecto de las autoridades gubernamentales, sobre todo a ojos
del cuerpo magisterial. En septiembre lanzó discursos amenazantes con­
tra las escuelas particulares y también contra el desviacionismo de al­
gunos funcionarios de la SEP, y acusó al propio mrm de aliarse con
elementos clericales y de apoyar “doctrinas anarquistas”. Sin embar­
go, aun aquí campeaba la ambigüedad:

En los últimos tiempos han surgido desviaciones peligrosas para la educa­


ción .en México. Muchas autoridades no sólo han cerrado los ojos ante
la violación constante del artículo 3° por parte de las fuerzas regresivas,
sino que las han ayudado. Nadie ignora que existen funcionarios de la Se­
cretaría de Educación cuya actividad en las agrupaciones reaccionarias es
pública. No es un secreto que las escuelas privadas, surgidas al amparo
de tener que ampliar la educación, son en su mayoría centros de propa­
ganda religiosa y de combate sistemático contra todas y cada una de las
medidas avanzadas del gobierno federal [...]. Nos hemos resuelto pues, a
vigilar de manera estrecha la marcha de las escuelas privadas.71

Estas aseveraciones recogían los ecos de la epopeya educativa del* 70

(recuérdese que el paro magisterial duró tres meses), dado que la sep había dispues­
to despedir a los maestros que faltaran a su trabajo tres días seguidos. Mariano Mo­
ling Rodriguez y Ramiro Puch advertían que las plazas que entonces quedaran libe­
radas serian ocupadas por antiguos maestros de escuelas particulares "(con espíritus]
formados y orientados por las creencias del clero político y de la reacción que deforma­
rían el espíritu de la educación que definía el artículo 3e”; “Cese a los maestros faltistas
ya que primero está la4ducación de la ni fiez”, Excélsior, 17 de junio de 1960, p. 1·*·
70 “Se forma el Frente de Unidad Revolucionaria de Trabajadores de la Educación”.
Magisterio, núm. 17, septiembre de 1960, p. 11.
Ibid, p. 13.
CONTRA LA POLÍTICA EDUCATIVA DEL ESTADO 277

gobierno cardenista, pero la hostilidad contra las escuelas particulares


no bastaba ya para justificar el verticalismo sindical, como lo demos­
tró la persistencia del conñicto magisterial en los aftos siguientes.
El silencio del sindicato a propósito de los libros de texto gratuitos
también se explica porque es probable que muchos formaran parte del
grupo de maestros inconformes, y en realidad su papel en la elabora­
ción de los libros había sido más bien marginal, si no es que nulo. En
estas condiciones, obligar al cuerpo magisterial a apoyar este proyecto
hubiera podido provocar tensiones adicionales en un contexto de fra­
gilidad. Por ejemplo, en un artículo publicado también en Magisterio,
un miembro del sindicato señalaba que los nuevos programas no to­
maban en cuenta las diferencias entre los niños de la ciudad y los del
campo: “no pueden tratar los mismos temas”, entre otras razones por­
que —añadía— para los segundos no es adecuado un programa de en­
señanza diseñado según la orientación “intelectualista” de la
UNESCO.72
Los libros de texto gratuitos también exigieron un gran esfuerzo por
parte de los propios maestros. Si bien es indudable que para muchos
de ellos fueron de gran ayuda, sobre todo en el caso de los maestros
de las escuelas más modestas, pocos estaban realmente preparados para
utilizarlos, y en general tuvieron que aprender de un día para otro un
nuevo método de enseñanza y abandonar el que durante años habían
practicado. Este problema se agravó después de 1960, cuando se intro­
dujeron los nuevos programas. Aun así, la mayor parte del cuerpo ma­
gisterial apoyó el proyecto de la conalit, aunque este respaldo, por im­
portante que haya sido, no bastó para desarticular la querella escolar
Que habían desencadenado nuevamente los libros de texto gratuitos.
Más aún, la táctica del snte de identificar en la “reacción embos­
cada” a su principal enemigo, con el propósito último de restaurar en
el interior de la organización el consenso en torno a su tradición radi­
cal y popular, produjo el efecto no previsto de magnificar la influencia
Política de los enemigos históricos del artículo 3°, influencia que en
I960 no tenían, pero que gracias a la coyuntura y a las alianzas cir­
cunstanciales obtuvieron en los meses que siguieron.

a*
J. Jesús Vallejo Camargo, “La reforma a los programas de educación primaria”,
*Werto, núm. 18, octubre de 1960, pp. 36-38.
VI. LA OPOSICIÓN CATÓLICA: UNA
ALTERNATIVA DE PARTICIPACIÓN
INDEPENDIENTE

La segunda etapa de la ofensiva contra la política educativa del Estado


estuvo dirigida por la jerarquía eclesiástica, que actuó a través de sus
organizaciones laicas, si bien con el respaldo indirecto de algunas or­
ganizaciones empresariales, y en alianza fundamentalmente con el pan.
Pese a que, como ya se vio, desde finales de 1960 el gobierno había
revisado su proyecto político inicial en torno a la recuperación de al­
gunas de las posiciones tradicionales de la izquierda mexicana, sus ti­
tubeos y la debilidad del consenso político crearon una situación pro­
picia para que la Iglesia y los empresarios organizados buscaran una
nueva disposición de las fuerzas políticas, apoyándose en grupos de
clase media movilizados contra un adversario que era, de alguna ma­
nera, fantasmagórico.
La educación socialista había dejado en la memoria de la Iglesia y
de los militantes católicos.la impresión de que la educación pública es­
taba en manos de “comunistas emboscados’’ en la estructura de lo que
llamaban el monopolio educativo, denominación en la que quedaban
Incluidas la ley, las autoridades de la SEP y el sindicato de maestros.
En definitiva mantenían una gran desconfianza al respecto, aun cuan­
do la libertad de enseñanza regía de hecho el funcionamiento de las
^cuelas particulares. Para ellos, el apaciguamiento poscardenista no
había significado la victoria, porque consideraban que sólo con la mo­
dificación del artículo 3° se podría proteger la educación de las “aspi­
raciones totalitarias’’ contenidas en el ordenamiento constitucional.
No obstante este problema y la calidad histórica de la querella, los
Cementos que actualizaron el debate escolar fueron fundamentalmen­
te coyunturales: primeramente, el clima de polarización ideológica, en
seguida, la movilización sindical, y por último, la política gubernamental
due aun reconociendo los defectos del sistema escolar proponía solu-
c,°nes limitadas.
La ofensiva de 1960-1962 contra el artículo 3° también se inserta
€n un contexto general de desafío a las prácticas antidemocráticas del
Bobierno y de protesta contra el autoritarismo del sistema. Por ejem-

1279]
280 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

pío, según la interpretación oficial de la Iglesia, esta ofensiva era sim­


plemente la acción de “grupos de inspiración cristiana’’ que buscaban
dialogar con el Estado con el propósito de que se revisara la ley. Su
objetivo era que las autoridades reconocieran que en este terreno era
legítima la cooperación entre los tres principales interesados: la fami­
lia, la Iglesia y la nación.
El contexto de la época modificó el alcance político de esta etapa
de lucha por la libertad de enseñanza, puesto que no podía circunscri­
birse exclusivamente a la lucha de conservadores ultramontanos que
defendían los intereses de la Iglesia, que era la interpretación cuidado­
samente cultivada por el discurso oficial. El propio presidente López
Mateos llegó a describir a los defensores de la libertad de enseñanza
como:

fuerzas a las que tenemos que enfrentarnos tradicionalmente; ha sido una


lucha que no nace de ahora sino que tiene un siglo de planteada y que
continuará mucho tiempo.1

Los grupos que a partir de 1960 se movilizaron en contra del artícu­


lo 3° desafiaban, al igual que los sindicatos independientes o la disi­
dencia sindical, un sistema político discriminatorio que desoía sus rei­
vindicaciones. Desde esta perspectiva, la querella escolar, tema por
excelencia de las luchas de la defensa de la sociedad frente al Estado,
se convertía en un extraordinario terreno de lucha para quienes se opo­
nían a la ampliación de la autoridad del Estado en la esfera social.
No obstante la calidad histórica del debate iniciado en el siglo xix,
sus elementos no se mantuvieron idénticos desde entonces. El discurso
oficial identificaba automáticamente la libertad de enseñanza con los
“grupos reaccionarios’'. Ahora bien, la coyuntura de los aftos sesenta
creó la posibilidad de que la querella dejara de ser, aunque transitoria­
mente, un tema partidista para convertirse en un problema de interés
general. Este simple hecho representó todo un éxito para los defenso­
res históricos de la libertad de enseñanza, y fue precisamente esta si­
tuación, que no podía ser más favorable, la que aprovecharon como
punto de partida para una ofensiva*
Desde ese momento, la querella escolar se convirtió en un tema vá­
lido de movilización contra el autoritarismo, ya que conjugaba las prin­
cipales preocupaciones de las clases medias perseguidas por el fantas­
ma de la revolución social y del Estado popular. La estrategia de la
oposición conservadora consistió entonces en establecer una estrecha
identificación entre educación y nacionalismo, valiéndose de la exalta­

1 Adolfo López Mateos, “Entrevista”, Tiempo, 11 de diciembre de 1961, vol. XL,


núm. 1023, pp. 3-6, p. 4.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 281

ción del anticomunismo como una actitud patriótica de defensa de la


nación.
Entre 1960 y 1962 se llevó a cabo la movilización y la organización
de los católicos en torno a la querella, en un momento en que el man­
tenimiento del orden, o en otras palabras, la desmovilización, se había
convertido en una prioridad para el gobierno lopezmateísta. Esta es­
trategia acentuó el viraje de las autoridades con respecto de su proyec­
to político inicial, y en consecuencia provocó un aumento de la intole­
rancia frente a grupos y manifestaciones considerados de izquierda; la
idea era demostrar a la oposición conservadora que empezaba a arti­
cularse poderosamente, asi como también a los Estados Unidos, tanto
su fidelidad a las alianzas del pasado reciente como ¿u capacidad para
defender las instituciones “auténticamente mexicanas”. De esta ma­
nera, el gobierno reafirmaba su legitimidad autoritaria en un terreno
crucial: el del mantenimiento del orden. Esta política tenía además el
mérito de reducir al silencio las exigencias de participación de los gru­
pos más conservadores de la sociedad.
Dentro del contexto de movilización relacionado con el problema
escolar, el combate contra los libros de texto gratuitos —única medida
gubernamental que por su carácter hubiera podido justificar la ofensi­
va anticomunista, léase antiestatal— no era más que un aspecto de la
lucha por la libertad de enseñanza; aun así, conviene señalar que los
antagonismos en este terreno se revelaron mucho más profundos en
las universidades. En concreto, el conflicto de 1961 en la Universidad
de Puebla, si bien escapa al tema de los libros de texto gratuitos, es
Ilustrativo de los riesgos de una polarización en el interior ue las clases
medias, pues en último caso el conflicto terminó siendo una descarna­
da y violenta advertencia de los efectos reales de un enfrentamiento
ideológico en el terreno de la educación.

El agravamiento de la polarización ideológica

Entre 1960 y 1962, el anticomunismo desplegó en México una fuerza


y una coherencia sin precedentes. La campaña fue más virulenta en
in capital de la República, donde adquirió grandes dimensiones. A ello
contribuyó la participación de la mayor parte de los medios de infor­
mación, así como numerosas declaraciones oficiales que de alguna ma­
nera apoyaron la campaña, todo lo cual fortaleció la acción renovada
de los enemigos tradicionales del comunismo.1 2 A la salida de las igle-

1 En Acción Femenina, uno de loe órganos de difusión de Acción Católica, encon­


ónos un ejemplo sorprendente de los instrumentos que se utilizaron en esta campaña,
lo* cuatro primeros números de 1962 de la revista contienen una serie de instrucciones
282 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

sias, las escuelas y los cines se distribuían volantes anticomunistas. En


las calles, las paredes estaban tapizadas de propaganda en la que el pez,
símbolo del cristianismo primitivo, y la leyenda “¡Cristianismo sí! ¡Co­
munismo no!” parecieron invadir la ciudad. La campaña anticomu­
nista se extendió a la provincia. Puebla, Monterrey, Guadalajara y Mo­
relia, así como otras ciudades importantes en los estados de Chihuahua
y Oaxaca, fueron teatro de enfrentamientos violentos provocados por
la polarización ideológica. En la prensa, las denuncias contra los “co­
munistas emboscados” eran cotidianas. Nunca desde el cardenismo ha­
bía vivido el país semejante clima de movilización política.
Sin embargo, la proliferación de actitudes y prejuicios anticomu­
nistas a principios de los años sesenta no obedeció a una tendencia ra­
dical del gobierno ni a la acción de grupos de izquierda, así como tam­
poco se debió a la agitación sindical, que de cualquier forma disminuyó
notablemente en 1961. El estado de agitación dominante era producto
de la movilización de sectores conservadores de la opinión pública, mis­
mos que actuaban en alianza con la Iglesia y con algunas de las gran­
des organizaciones empresariales.
El viraje en la política gubernamental después de 1961 obedeció se­
guramente a posibles presiones de Washington, pero fue sobre todo
una respuesta a las presiones de los grupos internos, si bien debe verse
también como el resultado de la lógica autoritaria de un sistema que
era todavía hipersensible a cualquier forma de movilización indepen­
diente; tan es así que, finalmente, tuvo que ceder ante quienes mostra­
ron la mayor capacidad para poner término a la apatía funcional de
los grupos sociales clave. La agudización de la polarización ideológi­
ca abrió las puertas al desperezamiento político. La división izquierda-
derecha que desgarraba a las clases medias fue también parte de una
protesta contra la autoridad del Estado, y la lucha que desencadenó
se fundó tanto para el extrémo de derecha como de izquierda, en la
convicción de que el gobierno era, en su aislamiento, demasiado débil
para resistir al desafío que le planteaban uno y otro frentes.
Durante 1961 y 1962, los llamados a la organización y a la moviliza­
ción se multiplicaron en los dos campos. Cabe señalar que en este pro­

para la lucha anticomunista. Por ejemplo, se subraya la importancia de la guerra psico­


lógica, cuyo objetivo debia ser conmover a la opinión pública e incitarla para que pre­
sionara a las autoridades. En este sentido se sugieren cierto tipo de acciones: "Difunde
[la palabra cristiana y opiniones anticomunistas] entre los choferes de taxi, en las tien­
das, en el mercado [...]”, en cualquier lugar público. "Envía cartas [...] a las autorida­
des y a las personalidades [políticas]." Asimismo, se invitaba a las lectoras a denunciar
a los agentes de la agitación comunista, a redactar, a distribuir y a difundir propaganda
anticomunista "utilizando adecuadamente el teléfono: un mensaje cristiano, personal
o anónimo a alguien que no se lo espera provoca un impacto psicológico muy importan­
te", Acción Femenina, núm. 365, 1° de enero de 1961, pp. 20-21.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 283

ceso, los partidos políticos establecidos jugaron un papel marginal. En


julio de 1961 se llevó a cabo la renovación de la Cámara de Diputados*
pero la participación electoral fue reducida, sólo el 62% del padrón
electoral según cifras oficiales.3 A pesar del estado de efervescencia
que vivía el país y de la violencia que en algunos casos provocó el en­
frentamiento derecha-izquierda, la jornada electoral transcurrió sin in­
cidentes, aunque también sin ningún entusiasmo. La indiferencia fue
prueba no sólo de la pobre credibilidad del sistema de participación
electoral, sino del hecho de que los conflictos políticos se desarrolla­
ban en otro plano. No obstante lo anterior, llegaron a surgir algunas
organizaciones partidistas, creadas justamente al calor del anticomu-
ttismo, tales como el Partido Nacional Anticomunista y el Partido Na­
cional Mexicanista,4 si bien nunca pasaron de ser grupos muy débiles,
o peor aún, simples membretes.
Esta apatía electoral, de cualquier forma sorprendente, prueba que
d objetivo general de los grupos movilizados era crear instancias de
Participación auténticamente independientes, que ciertamente no aso­
ciaban con ninguno de los partidos políticos establecidos. La ofensiva
conservadora contra la autoridad del Estado fue muy vigorosa, pero
ai aun así benefició electoralmente al pan, y ello a pesar de las exhor­
taciones del clero católico, que advertía a sus feligreses que en esos mo­
mentos la abstención era una falta grave.

Particularmente en los presentes momentos, el ciudadano católico debe


votar para impedir el absolutismo del Estado, que consiste de hecho en
el falso principio de que la autoridad del Estado es ilimitada [...]s

En el campo opuesto, el PCM incitaba también a la acción “com-

„ “La derrota de los extremistas", Excélsior, editorial, 12 de julio 1961, p. 6-a. En


algunos casos los resultados provocaron estupefacción porque el número de sufragios
¡u* superior al número de votantes". "Todo indica que el pri logró triunfar en los es-
^os", Excélsior, 10 de julio de 1961, p. 1-a.
, 4 La historia del pna y de su líder aparente, Mario Guerra Leal, es un ejemplo de
recursos que pueden utilizar algunos políticos para perjudicar a facciones rivales,
m libro del propio Guerra Leal proporciona muchos ejemplos de los trucos y de la co-
T^Pción de la vida política mexicana, La Grilla, México, Ed. Diana, 1978. Muy otro
7*1 origen del pnm bajo la dirección de Alejandro Corral Camou, quien intentaba con
pursos muy limitados organizar la protesta de clase media. Según Corral Camou, los
de su organización eran: combatir al pri y su corrupción, defender a los grupos
*°*iales desorganizados, "en particular a la clase media" que, decía, había estado rele-
a los "bajos fondos" de la vida social. Otro objetivo importante era combatir el
/^unismo y las doctrinas de él derivadas. "Frentes políticos", Excélsior, 25 de febrero
1961, p, S-A.
s Cursivas del texto.
"Exhortación pastoral del Excmo. y Rvmo. Sr. Dr. don Sergio Méndez Arceo, vn
Obi
'**po de Cuernavaca", en Contacto, núm. 3, Nueva época, 1961, p. 2.
284 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

bativa” para enfrentar la ofensiva “reaccionaria e imperialista”, e in­


vitaba a organizar la lucha de las masas en una movilización democrá­
tica.6 Por su parte, los grupos que se proclamaban dentro de Ib
tradición liberal mexicana proponían:

Urge la creación de un nuevo partido capaz no solamente de llenar el va­


cío de nuestra vida política, sino de unificar a todas las voluntades que
luchan ya por que la Revolución Mexicana siga adelante!...] Un partido
que sea el vocero de las más profundas necesidades populares.7

A partir de 1961, la política gubernamental tendió a acercarse pau­


latinamente a las posiciones tradicionales del nacionalismo conserva­
dor. Como ya se señaló, esta evolución significó primordialmente el
sacrificio de la política de apoyo a la Revolución cubana. Así, aunque
México siguió declarándose amigo del gobierno revolucionario cuba­
no, su comportamiento fue más cauteloso e incluso distante.8 Las ra­
zones que contribuyeron a esto fueron diversas, entre ellas, el que las
tensiones internacionales se hayan acentuado, reduciendo el margen de
posibilidades de una política de “tercera fuerza”, y el hecho de que
el gobierno de Fidel Castro se haya radicalizado. Además, al clima de
movilización se sumaron restricciones objetivas, la hostilidad de los
grandes empresarios, la más importante, que limitaron todavía más las
posibilidades de éxito del proyecto lopezmateísta original.
Desde 1959, la inversión privada nacional y extranjera en México
se había retraído, por lo que la tasa de crecimiento de la economía ha­
bía disminuido. El gobierno entonces se había visto obligado a aumen­
tar el gasto público y a exhortar a los inversionistas a que participaran
en la reactivación de la economía.9 Sin embargo, los grandes empre­
sarios exigían “garantías políticas” a cambio de sus inversiones, pero
sobre todo exigían una política sin ambivalencias hacia las organiza­
ciones y personalidades identificadas como de izquierda.
La inconformidad de los empresarios ante la política gubernamen­
tal se había hecho pública el 24 de noviembre de 1960, fecha en que
todos los grandes periódicos de la ciudad de México publicaron un des­
plegado firmado por las tres organizaciones empresariales más pode­

6 “Acción unida de las fuerzas democráticas para detener a la reacción", Manifies­


to del Partido Comunista, México, 7 de junio de 1961, Política, 15 de junio de 1961,
vol. il, núm. 28, pp. 44-45.
7 Víctor Flores Olea, "Rito electoral", Política, 15 de julio de 1961, vol. n, núm.
30; ver también d desplegado: "Al sector revolucionario de México: ofensiva de las fuerzas
regresivas", Excélsior, 24 de agosto de 1961, p. 13-a.
* Ver por ejemplo, Ojeda, op. cit., pp. 82-83; Howard F. Clide, "México,.fidelis-
mo and the U.S.”, Orbis, verano de 1961, vol. v, núm. 2, pp. 152-165.
• Ver: Vernon, op. cit., pp. 133-137.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 285

rosas: la Concamin, la Concanaco y la Coparmex. Partiendo de una


pregunta expresada en grandes letras, “¿Por cuál camino señor Presi­
dente?”,10 el empresariado mexicano manifestaba sus dudas ante lo
que consideraba una sospechosa expansión de las actividades econó­
micas del Estado —en meses anteriores el gobierno había adquirido
Operadora de Teatros y la compañía de Luz y Fuerza—, luego de lo
cual terminaba preguntando: “¿Vamos hacia un socialismo de Esta­
do?”.11 El desplegado subrayaba las virtudes de la libre empresa y de
la propiedad privada, y apuntaba que los empresarios seguirían cola­
borando con el gobierno a condición de que éste respetara las orienta­
ciones tradicionales de la política económica:

En este momento el país se encuentra ante circunstancias y problemas in­


ternacionales de muy difícil solución, por ello es que reiteramos nuestra
tradicional tesis de colaboración con el Gobierno, dentro de una política
económica clara, fundada en nuestras Leyes Constitucionales y cuya mi­
sión y tarea debe ser el desarrollo económico del país.12

Lo sorprendente de este desplegado no era tanto el contenido como


su publicación misma. Normalmente las diferencias entre autoridades
gubernamentales y sector privado, cuando las había, se manejaban den­
tro de una gran discreción y se resolvían a través de canales informa­
les. Así, a pesar de lo que decían los empresarios, es muy probable que
en este caso el propósito del desplegado no haya sido plantear auténti­
cas dudas en cuanto a los fines de la política gubernamental, sino in­
tervenir en la movilización y contribuir a ella. Al hacerlo/los empresa­
rios demostraban tener una capacidad que, desde los años cuarenta,
parecía reservada al Estado: la de movilizar.
Por otra parte, a fin de capitalizar a su favor la reactivación del an­
ticomunismo en México, los empresarios pretendieron insertar algu­
nos de los temas tradicionales de debate en su relación con el Estado
dentro del contexto más amplio de la oposición democracia-tota­
litarismo. La coyuntura confería una nueva base moral a la defen­
sa de la propiedad privada; significaba además para los empresarios
la posibilidad de liberarse de la imagen negativa que los remanentes
del discurso cardenista les seguía atribuyendo en la retórica oficial. A
Pesar de la reconciliación de los años cuarenta, en la imaginería políti­
ca de la época los empresarios aparecían como un sector egoísta, aisla­
do del resto de la nación y comprometido únicamente con sus intereses
Particulares. El debate ideológico y la movilización les brindaban aho­
ra la oportunidad de presentarse como parte de la sociedad y de inte­
10 Desplegado publicado en Excéisior, 24 de noviembre de 1960, p. 23-a.
286 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

grar sus valores e intereses dentro de un conjunto más amplio que lu*
chaba por la democracia contra el autoritarismo estatal.
El desplegado de los empresarios provocó una nueva ola de maní*
festaciones de apoyo a la política gubernamental. Esta vez, sin embar*
go, el gobierno no mostró la misma voluntad de movilización que los
meses anteriores, sino que se apresuró a explicar su política económi-
ca, insistiendo en que la intervención del Estado se limitaba a mante­
ner y ampliar los servicios públicos. Los funcionarios en cuestión su­
brayaron que el gobierno sólo adquiría empresas privadas en bancarrota
para evitar el desempleo, y que su función era estimular la iniciativa
privada: “El Estado [...] está dispuesto a suplirla en sus ausencias o
a sustituirla en sus deficiencias”.13 Sin embargo, los empresarios no
se dejaron convencer y por varios meses mantuvieron su reticencia a
invertir.
Las aparentes discrepancias entre el gobierno y el gran empresaria­
do nacional eran sólo una faceta más de las fisuras en el consenso polí­
tico; no menos importantes eran las disensiones en el interior de la éli­
te política. Como ya se vio, el presidente López Mateos quiso adoptar
una posición nacionalista y popular que fuera la alternativa a la pola­
rización; no obstante, el agravamiento de las tensiones entre los dos
grupos políticos, que ya se habían manifestado abiertamente, cancela­
ba las posibilidades de mantener una propuesta centrista. Más aún, el
proyecto lopezmateísta tuvo que hacer frente a un poderoso rival: el
activismo del general Cárdenas. De suerte que en el seno de la élite po­
lítica se debatía una oposición entre alemanistas y cardenistas, parale­
la a la creciente hostilidad que se germinaba entre Adolfo López Ma­
teos y Lázaro Cárdenas a lq sombra de la competencia por el liderazgo
de grupos y posiciones nacionalistas y populares. A partir de 1961, a
esta rivalidad se sumaron las presiones de empresarios y grupos con­
servadores movilizados, que sirvieron para conseguir que el presidente
de la República evitara cualquier contacto con Cárdenas. La nueva po­
lítica se tradujo naturalmente en un endurecimiento de las posiciones,
y en general del partido oficial y del gobierno respecto de los grupos
de izquierda.
A pesar de todo, el general Cárdenas prosiguió con sus actividades

13 Ver las explicaciones del entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, An*
tonio Ortiz Mena, y del de Industria y Comercio, Raúl Salinas Lozano, respectivamen­
te, en “El Estado no desplaza a la empresa privada; sólo la encauza*', Excéisior, 25 de
noviembre de 1960, p. 1-a. Los grupos de izquierda criticaron ásperamente la “tibie­
za" de la reacción oficial ante lo que consideraban una inadmisible insolencia de los
patrones. Ver: “Patadas al pesebre”, Política, 1° de diciembre de 1960, vol.-ι, núm.
15, pp. 5-7. Ver también las declaraciones del entonces-líder del Senado, Manuel More­
no Sánchez, en “Los particulares tienen mucho menos iniciativa que el Estado", Excél·
sior, 12 de diciembre de 1960, p. 1-A.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 287

políticas, pero ahora concentrándose de más en más en la lucha contra


el imperialismo y en su simpatía por la Revolución cubana, para con­
vertirse así en el líder de los grupos que intentaban organizarse de ma­
nera independiente en torno a esos temas. Es probable que Cárdenas
eligiera el ámbito internacional y sus problemas como una vía indirec­
ta para criticar la situación prevaleciente en México. Lo que es induda­
ble es que nadie mejor que él para erigirse en crítico calificado de la
revolución en el poder; al hacerlo agrupó a su alrededor a varios polí­
ticos, periodistas, intelectuales y universitarios que se apoyaban en su
autoridad moral para que sus propias críticas tuvieran peso y legitimi­
dad. Todos y cada uno de los aspectos del activismo de Cárdenas, ya
fuera su perseverante defensa de la Revolución cubana, la moviliza­
ción de apoyo a movimientos de Independencia en otros países del ter­
cer mundo o su poder de convocatoria entre grupos de opinión progre­
sista, desafiaban la propuesta nacionalista de López Mateos, que una
y otra vez terminaba tropezándose con las iniciativas cardenistas.14
Para colmo de males, Cárdenas mantem'a muy buenas relaciones con
organizaciones opositoras como el Movimiento Revolucionario del Ma­
gisterio y el Comité Revolucionario Ferrocarrilero; esta vinculación,
lejos de favorecer la comunicación entre ellas y el gobierno la obstacu­
lizaba, sobre todo cuando el ex presidente criticaba públicamente el con­
trol del Estado sobre los sindicatos.15 Lo peor es que, desde el punto
de vista de la restauración del consenso, el activismo del general Cár­
denas justificaba el de otros ex presidentes, en particular el de Miguel
Alemán. Evidentemente, el único perdedor en este juego era López Ma­
teos, quien resultaba terriblemente debilitado por estas querellas fami­
liares, entre otras razones porque la inacción o la tolerancia del go­
bierno eran vistas como síntoma de debilidad o de complicidad. Ninguna
de estas dos interpretaciones favorecía al presidente López Mateos: la
primera justificaba el activismo de otros grupos políticos; y la compli­
cidad podía justificar cualquier presión ejercida en López Mateos para
que modificara su política.
La oposición entre Cárdenas y Alemán cristalizó en la creación de
dos organizaciones rivales, que muy bien pudieron ser vistas como el
embrión de sendos partidos políticos: el Movimiento de Liberación Na­
cional y el Frente Cívico Mexicano de Afirmación Revolucionaria.

14 Entrevista con Manuel Moreno Sánchez, entonces líder del Senado, México, D.F.,
9 de octubre de 1979.
15 En una ocasión, el general Cárdenas declaró: “Esperamos que instaure la demo­
cracia sindical que no existe; porque el gobierno que quiere cumplir con su obra no ne­
cesita imponer dirigentes sindicales a los obreros, ni comisarios ejidales en los ejidos,
ni directores a los maestros de escuela.” Discurso pronunciado en Uruapan el 18 de marzo
de 1961, citado en “Seflor Licenciado López Mateos ¿Está usted de acuerdo con Cárde­
nas?”, La Nación, 26 de marzo de 1961, vol. xxxix, núm. 1015, pp. 10-11.
288 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El MLN reunía a muchas de las personalidades de la izquierda me*


xicana.16 Su programa exigía el pleno respeto de la constitución de
1917 y la realización de ios objetivos de la Revolución mexicana como
condiciones previas a la defensa de la soberanía. Por ejemplo, en ma*
teria de educación, el programa del mln proponía que se luchara por
que los sistemas de enseñanza tuvieran una orientación nacional, y que
éstos estimularan el espíritu de fraternidad internacional dentro de la
aplicación del artículo 3° constitucional.17 Sin embargo, dado que el
mln había nacido al calor de la lucha antimperialista, como una den*
vación directa de la Conferencia para la Soberanía Nacional y la Eman­
cipación Económica, que se celebró en la ciudad de México en marzo
de 1961, su temario central lo constituían los problemas internaciona­
les y, en concreto, la solidaridad con Cuba y con los países ^desa­
rrollados en su lucha contra el imperialismo americano. Su compromi­
so con estas causas le valió al mln un buen número de acusaciones de
antipatriotismo, e incluso se le acusó de participar en una conspira­
ción extranjera contra la nación.
Ni sus aliados ni sus adversarios subestimaban el significado simbó­
lico de la presencia de Cárdenas al frente del mln, cuyas reverbera­
ciones no se limitaban a la élite política. La participación del ex presi­
dente en un movimiento político de oposición antigubernamental fue
bien acogida en aquellos sectores de las clases medias cuya imagina­
ción había estimulado la Revolución cubana, y no así entre quienes te­
mían los efectos perturbadores de este movimiento, ya que la presen­
cia de Cárdenas en los foros de discusión política traía a la memoria
de muchos las angustias de rebelión y anarquía que ese sexenio había
dejado impresas en su ánimo. Bastó revivir la obsesión anticarde-
nista para que muchos pensaran que se estaba creando el clima de ines­
tabilidad social y de radicalismo político de los años treinta.
Fiel a sus orígenes, Acción Nacional se lanzó con más energía que
ningún otro partido en una nueva ofensiva anticardenista. Comparan­
do los años treinta con los acontecimientos de los años sesenta, el PAN
logró que de 1960 a 1963, anticardenismo y anticastrismo se volvieran
una y la misma cosa en México.18 Por ejemplo, cuando ocurrió el ata-
16 El 5 de agosto de 1961 fueron elegidos los veintiséis miembros del comité nacio­
nal del mln: Alonso Aguilar, Ignacio Aguirre, Clementina batalla de Bassols, Alberto
Bremauntz, Narciso Bassols Batalla, Marta Bojórquez, Enrique Cabrera, Guillermo Cal­
derón, Cuauhtémoc Cárdenas, Jorge Carrión, Heberto Castillo, José Chávez Morado.
Carlos Fuentes, Ignacio García Téllez, Enrique González Pedrero, Eli de Gortari, Ma­
rio H. Hernández, Jacinto López, Braulio Maldonado, Manuel Marcué Perdidas, An­
tonio Orona, Carlos Sánchez Cárdenas, José Siurob, Manuel Terrazas, Addina Zendejas.
17 Ver: “Liberación nadonal”, Política, 15 de agosto de 1961, vol. u, núm. 32, pp·
5-10.
11 El activismo dd propio Cárdenas, cuyos vínculos con los dirigentes cubanos eran
anteriores a 1960, propició d éxito de esta campaña. Ver por ejemplo: Lázaro Cárde-
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 289

Que contrarrevolucionario a Playa Girón en abril de 1961,se organiza*


ron marchas de apoyo en la capital de la república y en otras ciudades
como Morelia y Guadalajara; entonces los panistas emitieron un ur­
gente llamado a la defensa nacional.

{...]las calles de Morelia, Puebla y Guadalajara vieron desfilar a multitud


de jóvenes obedientes a la consigna de Moscúf...] en todo los casos se pal­
paba la amenaza de ese movimiento que, sordamente viene conspirando
contra México[...] El líder reconocido por los conspiradores, Lázaro Cár­
denas, es el mismo que en diversas formas ha dado su apoyo al régimen
criminal que impera en Cuba.19

La campaña anticastrista tuvo así un fuerte sabor anticardenista.


En varias ocasiones, la prensa calificó a Cárdenas de alucinado, y ar­
gumentando que sus críticas al sistema eran un ataque a la Revolución,
el Partido Nacional Anticomunista lo acusó de traición a la patria; in­
cluso hubo denuncias de que preparaba un levantamiento armado con­
tra el gobierno.20 El hecho de revestir la pretendida conspiración cas­
uista contra México con los rasgos y los gestos de Cárdenas y de los
cardenistas era una táctica que daba aires de realidad a las denuncias
de quienes consideraban que el verdadero enemigo de la patria se en­
contraba en sus propias entrañas.
El grupo alemanista, por su parte, se concentró en la orientación
anticomunista de la opinión pública. El Frente Cívico Mexicano de Afir­
mación Revolucionaria surgió primero como una reacción a las dispu­
tas del poder,21 y pronto se constituyó en una plataforma para las de-

nas, Obras. Apuntes, ni, op.cit., p. 36. El expresidente mexicano fue una de las prime-
tas celebridades internacionales que visitó Cuba después de la Revolución. Cuando el
Presidente cubano, Osvaldo Dorticós, visitó México, se entrevistó privadamente con él.
Luego se volvió costumbre que todo funcionario del gobierno cubano que viniera a Mé­
xico presentara sus respetos al general Cárdenas.
19 "Llamado del pan contra los rojos?, Excéisior, 22 de abril de 1961, p. 1. Ver
también: "El pueblo dispuesto al testimonio”, La Nación, 30 de abril de 1961, vol. xl,
núm. 1020, pp. 10-12; y en ese mismo número: "Se desbocan en México los rojos”, pp. 4-3.
20 "En marcha el plan trazado por Moscú”, La Nación, 4 de julio de 1961, vol. xl,
núm. 1023, pp. 7-9; Ver: "¿Armas soviéticas para Cárdenas?”, La Nación, 3 de no­
viembre de 1961, vol. xu, núm. 1047, p. 9. "Las pruebas de la conspiración”, Excéi­
sior, 9 de noviembre de 1961, p. 1-a; "Las calumnias de que gimotean los rojos”, La
Nación, 1° de julio de 1962, vol. xliii, núm. 1081, p. 9.
21 Entre los dirigentes del fcmar encontramos políticos y antiguos funcionarios, entre
dios dos expresidentes, Abelardo L. Rodríguez y desde luego Miguel Alemán. También
•parecían entre otros: Alejandro Gómez Maganda, Antonio González Cárdenas, Hum­
berto Maníes, Marco Antonio Mufloz, Melchor Ortega y Salvador Sánchez Colín. Se-
lún Joaquín Álvarez Icaza, que en esos aflos fue uno de los más notorios organizadores
úe la movilización anticomunista católica, los alemanistas financiaban a la mayoría de
lo* grupos y manifestaciones anticomunistas laicas. Entrevista con Joaquín Álvarez Ica-
*·» M&tico, D.F., 2 de diciembre de 1981..
290 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

claraciones públicas del expresidente Alemán. A partir de 1963, su


objetivo se precisó, y desde entonces el fcmar se convirtió en un gru­
po de presión deseoso de intervenir en el proceso de designación del
candidato a la presidencia de la República.
El fcmar no se presentaba como una alternativa al grupo en el po­
der, puesto que todos sus miembros se decían miembros del pri; se­
gún ellos mismos, se trataba de una ‘ ‘organización cívica” que apoya­
ba el programa y la política del presidente López Mateos, para defender
a la nación de la embestida de ‘‘doctrinas extranjeras”; su conclusión
era invariablemente la misma: el fcmar * ‘combatirá siempre la agita­
ción comunista”.22 Según Melchor Ortega, su líder aparente, la orga­
nización era una coalición de “auténticos revolucionarios” que, “ol­
vidando sus antagonismos del pasado”, se habían aliado en torno a
la defensa patriótica de la nación.23 A través del fcmar, Miguel Ale­
mán recuperaba la “doctrina de América” de sus tiempos, para reafir­
mar su compromiso con soluciones auténticamente mexicanas;

ninguna región del planeta puede estar ajena o al margen de la inminente


contienda que nos amenaza!...] Nuestro país, en medio de la confusión
que aqueja al mundo, conserva claro su destino. Nuestra ruta hacia el por­
venir está trazada y es recta, hacia adelante y hacia arriba!...]
Somos un pueblo joven; no se nos puede exigir la solución inmediata!...]
de nuestros problemas, sino que pongamos empello para acelerar estas
soluciones en el menor tiempo posible, y esto lo ha venido realizando fiel­
mente la Revolución mexicana.24

Al adherirse de esta manera a las fórmulas consagradas del nacio­


nalismo, Alemán renovaba su fidelidad al sistema; claro está que estos
actos de fe patriótica tenían también por objeto establecer el contraste
correspondiente con el internacionalismo de Cárdenas.
La prolongación y profundización de las disensiones en el seno de
la élite política contribuyeron directa e indirectamente a movilizar la
opinión pública. Entre 1960 y 1962, la prensa registró la aparición de
una multitud de organizaciones, reales unas, ficticias las más, cuyos
pronunciamientos se agregaban al clima políticamente cargado de la

22 Interrogado acerca del fcmar, Miguel Alemán respondió que se trataba de una
organización cívica de orientación política destinada a combatir el comunismo. "Fija
Alemán su actitud revolucionaría”, Excélsior, 5 de diciembre de 1961. Ver también: "Tres
fuerzas políticas se definen”, Política, 1° de septiembre de 1961, vol. u, núm. 33, pp·
Ver también el desplegado del fcmar, "Reflexiones sobre el último informe presiden­
cial”, Excélsior, 13 de septiembre de 1961, p. 15-a.
23 ‘Tatabras de don Melchor Ortega en el primer aniversario del Frente Cívico Me­
xicano de Afirmación Revolucionaria”, Excélsior, 25 de agosto de 1962, p. 9-a.
24 "Discurso de Miguel Alemán al apadrinar la generación 1960-1961 de la enpi, el
31 de octubre”; TIEMPO, 6 de noviembre de 1961, vol. xl, núm. 1018, p. 14.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 291

¿poca. Si bien sería muy difícil evaluar la importancia numérica de es­


tas organizaciones y la de sus agrupados —cuando los había—, su apa­
rición expresaba el tipo de inquietudes que agitaban a las clases
medias.25
23 *

Reprimir a izquierda para desmovilizar a derecha

A lo largo de 1961, el gobierno manifestó, en varias ocasiones y de di­


ferentes maneras, su adhesión a la fórmula nacionalista tradicional.
Sus llamados a la unidad nacional tenían un doble propósito: primero,
distanciarse de la Revolución cubana y de la izquierda mexicana, léase
del cardenismo; y segundo, desmovilizar a la opinión pública y poner
fin al activismo político de los empresarios y el clero. Para lograr este
último objetivo, el gobierno de López Mateos optó por una táctica in­
directa que reveló la naturaleza diversa de sus vínculos con los dos po­
los del espectro ideológico de la época. A fin de frenar las tendencias
organizativas y activistas de los grupos más conservadores, en vez de
negociar directamente con ellos o con los interlocutores institucionales
Que les eran más cercanos, optó por cancelar la que era la causa inme­
diata de sus demandas de participación: la movilización de la izquier­
da. Para restaurar la apatía era necesario demostrar que se podía con­
trolar a quienes amenazaban el statu quo político. Es probable que esta
decisión fuera el resultado de la evaluación de las fuerzas en conflicto;
Pero lo que es inobjetable es que era un indicador del margen de inde-
■Pendencia que los grupos más conservadores de la sociedad disfruta­
ban respecto del Estado, a todas luces mayor que el de los grupos de
izquierda, rehenes de la tradición estatal, aun cuando ésta sólo fuera
discursiva.
Por otra parte, el gobierno de López Mateos recurrió también a esta
estrategia de desmovilización porque temía que el contenido popular
de los llamados de la izquierda exacerbara los antagonismos de clase,
y que además éste encontrara eco en las organizaciones sindicales, cuya

23 En la prensa de la ¿poca abundan los desplegados, comunicados y manifiestos


firmados por organizaciones como: Liga de Defensa Jurídica Internacional, Asociacio­
nes Continentales Pro-Liberación de las Naciones Cautivas, Universitarios Demócratas
de América, Movimiento de Liberación de Juventudes Esclavizadas por el Comunismo,
Defensa Jurídica Internacional, A.C., Centro Cívico Americano “Simón Bolívar*'. Es-
*as organizaciones aparentemente internacionales se asemejan mucho a las asociaciones
creadas por los cubanos refugiados en México, cuyas actividades de propaganda fueron
cruciales para el éxito de la ofensiva anticomunista en este país. Algunas de sus organi­
zaciones fueron: Frente Revolucionario Democrático de Cuba, Directorio Estudiantil
de Cuba, Colegio Nacional de Periodistas Cubanos en el Exilio, Casa del Exiliado Cu­
bano, Centro de Capacitación Democrática, Directorio Magisterial Revolucionario
Cubano.
292 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

reactivación hubiera podido comprometer su política de acercamiento


con la iniciativa privada.
Esta política de acercamiento se había iniciado a finales de 1960 y
se mantuvo vigente durante 1961 bajo la tónica tradicional de que el
gobierno no pretendía sustituir a los particulares en la economía. Fi­
nalmente, cuando López Mateos declaró que el campo de acción de
los empresarios privados merecía respeto y apoyo,26 obtuvo la adhe­
sión masiva de las cámaras de industria y comercio y de la banca, que
se apresuraron a anunciar que apoyarían la política económica del go­
bierno, mas que no por ello abandonarían la lucha por la supresión
de controles y limitaciones a sus actividades.27
El 1° de mayo de 1961, el presidente López Mateos exhortó a los
trabajadores a dar prueba de patriotismo y a buscar la justicia social
por “los caminos que nos son mexicanos, que nos ha trazado nuestra
propia experiencia, nuestros principios (...]”?* La ctm, por su parte,
reiteró su apoyo a la política gubernamental y a los objetivos y princi­
pios de la no intervención. De hecho, esta organización fue la primera
en señalar que la unidad nacional era incompatible con el comunismo.
Definida la fidelidad de su gobierno al proyecto revolucionario me­
xicano de desarrollo nacional dentro de una economía mixta, López
Mateos se propuso subsanar las fracturas en el interior de la élite polí­
tica, mediante la integración del máximo posible de sus predecesores
a su gobierno. El 8 de diciembre de 1961, la prensa anunció que siete
de los expresidentes, Roque González Garza, Pascual Ortiz Rubio, Emi­
lio Portes Gil, Abelardo L. Rodríguez, Lázaro Cárdenas, Miguel Ale­
mán y Adolfo Ruiz Cortines, habían aceptado la invitación que les ha­
bía hecho López Mateos para colaborar con él en diferentes puestos
administrativos —que si bien eran puestos de cierta importancia, que­
daban al margen de la dinámica política nacional.
El propósito de esta medida era —según el propio López Mateos—
“poner en evidencia que todos los gobernantes revolucionarios se ad­
hieren a la solidaridad de los principios gubernamentales” que esta­
blece la constitución de 1917.29. Asimismo, era una manera de compro­
meterlos con su política, de canalizar dentro de límites controlables sus
ansias de participación, y de someterlos a su autoridad en su carácter
de jefe de la política nacional y de la administración pública.
26 ‘‘No pretendemos sustituir a la ip, dijo alm”, Excélsior, 25 de enero de 1961, p
1-A.
27 Ver: “Disipó el Presidente toda duda a la ip”, Excélsior, 26 de enero de 1961.
p. 1-a. “Más apoyo privado al gobierno. Pídense menos controles, más obras y trato
franco”, Excélsior, 27 de enero de 1961, p. 1-a.
28 “Apego a la democracia pidió alm a miles de trabajadores”, Excélsior, 2 de mayo
de 1961, p. 1-a.
29 “Siete ex-presidentes y alm”, Política, 15 de diciembre de 1961, vol. ii, núm. 40,
pp. 10-12, p. 10.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 293

A partir de 1961, la izquierda mexicana comenzó a quejarse del pro­


greso de la derecha y de la represión de que era víctima.30 Mientras
la derecha criticaba la ‘‘actitud pasiva y tolerante” del gobierno hacia
los ‘‘núcleos de agitación”,31 la izquierda denunciaba el “macartis-
mo” de funcionarios como el procurador general de la República, Fer­
nando López Arias. David Alfaro Siqueiros y Filomeno Mata, miem­
bros del pcm, fueron arrestados después de ser acusados de subversión.
En el aeropuerto de la ciudad de México, la policía judicial decomisa­
ba todo material de información y propaganda proveniente de Cuba
y de la Unión Soviética, sin respetar siquiera valijas diplomáticas o je­
rarquías ministeriales,32 aunque los simpatizantes de la Revolución cu­
bana y del socialismo podían exponer sus ideas, los márgenes de tole­
rancia se habían reducido considerablemente.
Las manifestaciones de apoyo a Cuba, organizadas en el mes de abril
en la ciudad de México y en otras ciudades de provincia para protestar
contra la invasión de Playa Girón, fueron prohibidas o reprimidas. Al­
gunos universitarios y miembros del pps quisieron viajar a Cuba para
Participar como voluntarios en el ejército cubano, pero el secretario
de Relaciones Exteriores, Manuel Tello, previno de una vez por todas:

las autoridades mexicanas ejercerán una estricta vigilancia para impedir


que salga del territorio nacional cualquier clase de ayuda que pueda favo­
recer a los elementos contrarios al gobierno cubano.33

Aunque la advertencia estaba dirigida en primer lugar a cualquier


expedición contrarrevolucionaria organizada por cubanos exiliados en
México, también se refería a los mexicanos que pretendieran luchar por
b causa de Fidel Castro; así lo demostró la invitación que le hizo Ló­
pez Mateos al expresidente Cárdenas para que renunciara a viajar con
ese propósito a Cuba, tal y como lo había anunciado.34

30 Ver entre otros: Víctor Flores Olea, “Manos libres a la derecha*’, Política, 1° de
m*no de 1962, vol. n, núm. 45, p. 7. Ver también el desplegado firmado por más de
doscientas personas entre universitarios, periodistas y políticos dirigido d “Sector revo­
lucionario de México*’, para invitarlo a unirse contra la “ofensiva de las fuerzas regresi-
*■*’’. Excéisior, 24 de agosto de 1961, p. 13-a.
31 Rodrigo de Llano, ’‘Preocupa en Europa el avance rojo en América. Se atribuye
■la tolerante indiferencia de los gobiernos’*, Excéisior, 9 de marzo de 1961, p. 1-a.
, 2 Por ejemplo, en el aeropuerto de la ciudad de México, los agentes de goberna-
3όη decomisaron la “propaganda roja’* que llevaba al secretario cubano de educación
cuando hizo escala en México en un vuelo cuyo destino final era Chile. Ver: “Traía me-
djatonelada de propaganda roja el ministro de educación de fcr”, Excéisior, 27 de fe-
brero de 1962, p. 1-a. Ver también: “Nueva riña en el aeropuerto entre correos diplo-
’utócos cubanos y agentes’*, Excéisior, 11 de septiembre de 1962, p. 1-a.
“Cuba en México’*, Política, 1° de mayo de 1961, vol. u, núm. 25, pp. 5-22, p. 8.
M Ver: Cárdenas, Obras Apuntes ttt, op.cit., pp. 213-216.
294 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

A fin de ejemplificar cuáles podían ser las represalias contra quie­


nes se opusieran a la nueva tónica del gobierno frente a Cuba, se to­
maron algunas medidas, en particular, el arresto por algunos días de
simpatizantes notables de la causa cubana.35 Se tomaron, sin embar­
go, otras decisiones extremas, como el asesinato de Rubén Jaramillo,
dirigente de un movimiento que reivindicaba la aplicación de la refor­
ma agraria en el estado de Morelos; estas medidas sirvieron para po­
ner dramáticamente en evidencia los límites de la tolerancia guberna­
mental frente a las organizaciones populares independientes.36

La Iglesia, centro de articulación


DE LA DEFENSA ANTIAUTORITARIA

Anteriormente se vio cómo la prudencia de la Iglesia fue la base del


fortalecimiento de su presencia social en los años posteriores a la cris­
tiada. A principios de los años sesenta, esta consolidación podía apre­
ciarse en una coherencia y en una capacidad de organización muy su­
periores a las de cualquier grupo propiamente político.
La Iglesia tenía una doctrina y gozaba de una legitimidad histórica
que rivalizaba con la del Estado y, desde luego, con la del sistema polí­
tico; asimismo, se beneficiaba del arraigo popular que le valía su cali­
dad de institución nacional y que no compartía con ninguna fuerza po­
lítica organizada, a excepción tal vez del partido oficial. En la batalla
ideológica que se libraba en el seno de las clases medias, la oposición
católica representaba una alternativa de participación cuya consisten­
cia, además, era una promesa de eficacia. Una vez más, la institución
eclesiástica se convertía en el centro de gravitación de grupos de clase
media enajenados del poder.
Esta asociación política se debió probablemente a las deficiencias
del sistema político, y no tanto a las virtudes mismas de la Iglesia que,
sin embargo, aprovechó la coyuntura para ofrecerse como centro de
articulación de las demandas de participación independiente. La opo­
sición católica fue una alternativa real de participación porque se con­
jugaron dos elónentos: la atmósfera*anticomunista y la actitud abier­
tamente crítica del clero en diferentes niveles frente a las estructuras
vigentes.

35 Uno de los rumores persistentes fue que el prestigiado cardiólogo, Enrique Ca­
brera, dadas sus simpatías con la izquierda, fue despedido sin justificación alguna del
Instituto Nacional de Cardiología el 11 de julio de 1962.
36 Un destacamento militar masacró a Jaramillo junto con toda su familia en Xochi-
calco, en mayo de 1962. Este crimen lo condenaron la izquierda y la derecha por igual.
Ver: “Un crimen del régimen”, Politico, 1° de junio de 1962, vol. ni, núm. SI, p. 4.
Ver también: P.V.C., “Observatorio**, Excélsior, 1° de junio de 1962, p. 7-a.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 295

La vehemencia del anticomunismo —a la cual la Iglesia no era de


ninguna manera ajena— le permitía tomar de nuevo su lugar en el ta­
blero político, asi como adoptar una vez más su papel histórico de de­
fensora de la nación, papel que habían querido arrebatarle los libera­
les primero y los revolucionarios después. Como lo demostró esta
movilización, la religión, pese a todo, se había mantenido como uno
de los elementos claves de la identidad nacional, y los valores sociales
asociados con la tradición católica seguían predominando.37
La coyuntura de los años 1960-1962 le sirvió a la Iglesia para res­
taurar su fuerza política y para recuperar su legitimidad como fuerza
nacionalista y nacional. Su ofensiva anticomunista fue una cruzada tan­
to religiosa como nacionalista que se justificaba argumentando que ante
los evidentes fracasos del sistema en materia social,-el único dique contra
el comunismo era la religión. Así lo planteó el cardenal Garibi:

Por lo que hace a nuestro México, nuestra historial...] está íntimamente


ligada a la devoción y al amor de la Virgen Santísima de Guadalupe y ese
amor, como que nos da el vínculo de la mexicanidad; ahora bien, el co­
munismo trata a toda costa de extirpar el amor a la Patria queriéndonos
hacer aparecer como ciudadanos del mundo entero, y a las pobres nacio­
nes, que han caído en sus garras, las ha dejado[...] esclavizadas a un po­
der extranjero.38

La ofensiva antigubernamental de la Iglesia no obedecía a una re­


novada hostilidad del Estado frente a ella. El activismo político de la
Iglesia católica mexicana en este periodo se explica en parte por el pa­
pel que le había confiado el Vaticano. El primer signo de su importan­
cia había sido la elevación del arzobispo de Guadalajara, José Garibi,
*1 rango de cardenal en noviembre de 1958, si bien esta designación
también pudo haber obedecido al doble propósito de, por un lado, con­
solidar la posición de la Iglesia mexicana, puesto que era una de las

37 Por ejemplo, con el fin de reforzar los vínculos entre religión y nacionalidad, las
autoridades eclesiásticas declararon el 12 de octubre —día de la Raza— Jornada Nacio­
nal de la Fe. Además, en esa época también se trató de reavivar la devoción guadalupa-
na, haciendo hincapié en el nacionalismo religioso: “María de Guadalupe convirtiendo
de un golpe a las innumerables tribus y razas que formaban esta parte del continente
thanó el camino a los cristianos conquistadores, preparó el terreno para las sabias leyes
Que presto había de darse, y fundó la sociedad mexicana tal cual la vimos nosotros al
nacer, tal como aún subsiste en medio de tantas convulsiones.” Monseñor Montes de
Oca. “La fundadora de la Patria Mexicana”, Nuestro Tiempo, septiembre de 1962, vol.
"· núm. 9, p. 74. Ver también: Manuel Salazar y Arce, “Día de la Fe y de la hispani­
dad’’ Excélsior, 12 de octubre de 1962, p. 7.
1 “El Cardenal Garibi señala los errores del comunismo e indica cómo libramos
d* tan gran tiranía”, Pastoral de José Garibi Rivera, arzobispo de Guadalajara, Señal,
3) de agosto de 1961, núm. 362, pp. 8-9.
296 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

más importantes en América Latina, y por otro, de respaldar pública*


mente al clero mexicano ante un nuevo gobierno cuya orientación po*
lítica había sido tema de múltiples especulaciones. En palabras del pro­
pio Garibi:

Me consta que todas las naciones amigas de México han recibido con po*
sitiva satisfacción este gesto de la Sede Apostólica, y todos esperamos que
este hecho contribuya también a que, como afortunadamente vamos viendo
en los últimos aftos,'sigan estrechándose las relaciones entre las autorida­
des y la iglesia.39

En toda ocasión, el presidente López Mateos se esforzaba en dar


muestras de su buena disposición hacia la Iglesia católica y en disipar
cualquier duda acerca de cuáles eran sus intenciones respecto de la mis­
ma.40 Las autoridades eclesiásticas se empeñaban en mostrar oficial­
mente una actitud de colaboración con el gobierno,41 pero al mismo
tiempo querían dejar constancia de los alcances de su fuerza. Así, por
ejemplo, con motivo de una visita del presidente López Mateos a Gua­
dalajara eh diciembre de 1960, la prensa publicó en grandes titulares:
“Las autoridades civiles y eclesiásticas recibieron a alm en Guadala­
jara”.42 Acto seguido, el arzobispo de Guadalajara, José Garibi y Ri­
vera, declaró a los periódicos que la armonía entre el Estado y la Igle­
sia era una garantía del bienestar de la sociedad y que las fricciones

39 “Un Cardenal para México”, Tiempo, 5 de enero de 1959, vol. xxxiv, núm. 870,
pp. 35-39, p. 37. A propósito de esta designación, Manuel Moreno Sánchez, líder del
Senado, declaró: “La designación de un cardenal mexicano viene a echar por tierra la
creencia errónea de que estos dignatarios no podrían existir en México correlativamente
con la vigencia de las leyes de Reforma.'* [...] “La exaltación del arzobispo José Garibi y
Rivera al cardenalato prueba que Benito Juárez estuvo en lo justo’*, “Indice**, La Na­
ción; 22 de noviembre de 1958, vol. xxxv, núm. 882, p. 3.
40 A una pregunta acerca de qué pensaba de la Iglesia católica, López Mateos res­
pondió: “[...j en México existe absoluta libertad de creencias: [...] en el amplio progra­
ma constructivo de la Revolución caben todos los hombres de buena voluntad, todos
aquellos que tengan grabada dentro del corazón la convicción de que en México sólo
bajo el imperio de la justicia social podrá llevarse felicidad al hombre**, Adolfo López
Mateos, “A la Federación de Trabajadores Textiles y Similares de Querétaro**, 1° de
diciembre de 1959, en Celis, Macotela, Rico, βζα/., Historia de ia acción pübiica, op.cit.,
P. 2Π. ,
41 No faltaban los indisciplinados dentro de la propia jerarquía, por ejemplo, el obis­
po de Ciudad Obregón, José S. Torres, declaró el 30 de octubre de 1960: “El comunis­
mo es una ola putrefacta [...] y aquí en México ha logrado un gran incremento, espedal-
ménte en las altas esferas del Gobierno, en el Senado, en los sindicatos, entre los obreros
y ios campesinos, en los institutos [...) en fin en todas las actividades de nuestro país.'*
•“Sonora, Obispo político**, Política, 15 de noviembre de 1960, vol. i, núm. 14, p. 28.
'42 El cardenal Garibi celebraba una misa en el momento en que López Mateos ha­
cía su acribo a Guadalajara, “para que la luz divina ilumine al Primer Mandatario**,
“Autoridades civiles y eclesiásticas recibieron a alm en Guadalajara’’, Excélsior, 7 de
diciembre de 1960, p. 1-a.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 297

habían sido superadas, luego de lo cual advirtió: “No debemos reavi­


varlas”. Como signo de buena voluntad, el cardenal había enviado una
circular a todas las parroquias para que dieran una calurosa bienveni­
da al presidente, y para exhortarlas a que recordaran al pueblo los prin­
cipios cristianos relativos a la autoridad y al deber que tenían de reco­
nocerla y honrarla.43
A finales de los años cincuenta, la Iglesia Católica buscó una alter­
nativa a la solución violenta o radical de los problemas del subdesarro­
llo. En este proceso intentó abandonar las visiones estrictamente reli­
giosas o ideológicas de la realidad social; fue entonces cuando la
Democracia Cristiana cobró fuerza en América Latina y empezaron
a modificarse las actitudes de los católicos frente al cambio. Así por
ejemplo, en abril de 1959 se celebró en Perú el Primer Congreso Lati­
noamericano de la Prensa Católica, una de cuyas recomendaciones fi­
nales fue
[...] una dedicada atención hacia los graves problemas sociológicos y so­
ciales que tienen particular vigencia en América latina, y cuya solución
según los postulados de la doctrina social católica es de particular impor­
tancia para la paz, la fraternidad y la creciente solidaridad de los pueblos
latinoamericanos. A este respecto se recordaron, entre otros, los proble­
mas derivados de la escasez de clero en el continente, el esfuerzo de pene­
tración comunista [...] y la creciente inseguridad económica en las más
extensas y desprovistas categorías sociales.44

La Iglesia mexicana no se mantuvo al margen de este cambio de ac­


titudes. Como parte de la revisión de la política frente a los avances
del comunismo surgieron dos líneas de comportamiento: primero, las
autoridades eclesiásticas se concentraron en denunciar sistemáticamente
la conjura comunista contra México; y segundo, algunas organizacio­
nes dependientes de la Iglesia, en particular el Secretariado Social Me­
xicano y el Movimiento Familiar Cristiano, criticaron severamente la
antidemocracia política y las desigualdades, cuya persistencia —sos­
tenían— creaba las condiciones propicias para la expansión del co­
munismo. De esta manera, el anticomunismo se convirtió desde entonces
en una plataforma para la denuncia antiautoritaria.
La Revolución cubana fue para la Iglesia católica mexicana, al igual
que para otros actores políticos, un acicate. El primer paso de lo que
seria una amplia ofensiva nacional consistió en declararse solidaria de
los católicos cubanos desde los primeros meses de I960.43 Luego em­

43 ‘'Reconoce el Cardenal Garibi la armonía entre la Iglesia y el Gobierno", Excél·


7 de diciembre de 1960, p. 1-a.
"Congreso latinoamericano de prensa católica. Se integra la Unión, se designa
** Consejo", La Nación, 10 de mayo de 1959, vol. xxxvi, núia. 917, pp. 18-19.
Va- por ejemplo: “Frente a la ola roja, los católicos cubanos contestan enérgica-
298 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

prendió una serie de acciones de alcance continental —de coordina*


ción y colaboración con otras iglesias latinoamericanas— que fueron
objeto de una amplia publicidad, y que formaban parte de una “gran
campaña anticomunista” para atacar esa “doctrina inhumana.que de­
forma la conciencia de los hombres”.46 Al mismo tiempo, la prensa
anunció que la jerarquía católica estudiaba y analizaba los problemas
sociales, políticos y religiosos de México,47 como una manera de pre­
venir la difusión del comunismo. Para las autoridades eclesiásticas, su
avance en México era evidente, aun después de que ya había sido apa­
ciguada la agitación que provocara la declaración de López Mateos eií
Guaymas en septiembre de 1960, y a pesar de que ya había sidq acalla­
da tanto la efervescencia sindical como la universitaria y de que se ha­
bía moderado el apoyo gubernamental a Cuba. Así, en la inaugura­
ción del Congreso Mariano.de 1960, el cardenal Garibi hizo un llamado
urgente a todos los católicos mexicanos para unirse a la lucha contra
la efervescencia “provocada por el comunismo”, y advirtió que Méxi­
co corría el riesgo de ser “entregado al comunismo”.48
Si bien por lógica el combate anticomunista colocaba a la Iglesia en­
tre los aliados del gobierno, de manera un tanto paradójica, esa lucha
constituyó también la base de un severo cuestionamiento de las supues­
tas cualidades democráticas del régimen. Pese a los esfuerzos del dis­
curso oficial para mantener la imagen de una Iglesia retrógrada y antipo­
pular, desde principios de los años sesenta, la Iglesia mexicana adquirió
nuevos aires que indicaban su apertura al cambio.
Dado que la Iglesia, pèse a todo el anticomunismo, no podía igno­
rar las realidades socioeconómicas del país, esta etapa de su “batalla”
se caracterizó por las recriminaciones a los poderosos, “autores incons­
cientes del comunismo”. El Secretariado Social Mexicano se convirtió

mente”, Señal, 24 de abril de 1960, núm. 29S, núm. 11. Este artículo concluye enfática­
mente: “Iglesia de la República hermana de Cuba, los católicos mexicanos y los de todo
el continente te apoyamos”. Ver también las declaraciones del cardenal Garibi en oca­
sión de la Conferencia Episcopal Mexicana en Señal, 23 de octubre de 1960, núm. 321,
p. 3.
46 “Gran campaña anticomunista en toda América”, Excélsior, 29 de julio de 1960,
p. 4-a. Ver también: “La Iglesia coordinará en Buenos Aires sus trabajos en la lucha
antirroja”, Excélsior, 8 de noviembre de 1960, p. 1-a.
47 “SO obispos mexicanos analizarán problemas sociales, políticos y religiosos”, Ex­
célsior, 26 de noviembre de 1960, p. 1-a.
48 “México está minado por las fuerzas comunistas”, “Texto completo de las de­
claraciones formuladas por la Conferencia Episcopal Mexicana al terminar su asamblea”,
Señal, 23 de octubre de 1960, núm. 321, p. 3. Ver también: “Frente « la amenaza del
comunismo...”, La Nación, 23 de octubre de 1960, vol. xxxix, núm. 993, pp. 22-23-
La misma advertencia hicieron diferentes obispos y los portavoces pficiales de la jerar­
quía católica. Ver: “Son espejismos las promesas comunistas”, Excélsior, 31 de octubre
de 1960, p. 1-a. Ver: “Terminó ayer el Congreso Episcopal. Excitativa del Cardenal Ga­
ribi para combatir d azote comunista”, Excélsior, 12 de octubre de 1960, p.l-A.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 299

en el centro más importante de impulso a la participación de los católi­


cos en la solución de los problemas sociales como un resultado natural
de su labor de crítica y de denuncia de los ‘‘enemigos de la democracia”.

los que practican la injusticia contra los trabajadores —explotados


de la ignorancia y de la miseria de los pueblos, los que niegan los derechos
naturales del hombre y de la familia, los que mantienen una falsa demo­
cracia en las organizaciones sindicales y en la vida pública.
[...] los que no buscan más que la ganancia material —burgueses que sólo
viven para eso, que despliegan su lujo en un país de miserables, los que
se aprovechan de su puesto para enriquecerse!...] los que practican el pa-
temalismo patronal o político, los que desprecian al campesino, al indio.49

La encíclica Mater et Magistra del Papa Juan xxni, publicada en


julio de 1961, consagró estos cambios del catolicismo y fue el sustento
de un mayor y más abierto involucramiento de la Iglesia mexicana en
b vida social. La ofensiva católica de participación quedó entonces ins­
crita en el marco de una estrategia reformista del Vaticano, que algu­
nos sectores de la propia Iglesia interpretaban como el propósito de
convertirla en ‘‘la expresión de la conciencia popular y la inspiradora
del desarrollo”.50 La nueva posición de compromiso social de la Igle­
sia empujaba a los sacerdotes mexicanos a reivindicar sus derechos a
la participación. La amenaza del comunismo y la persistencia de con­
diciones de subdesarrollo justificaban, e incluso imponían el carácter
de urgente a su acción. Estos razonamientos sustentaban la convicción
profunda de los miembros del clero mexicano de que era a ellos a quie­
nes tocaba asumir el papel de dirigentes sociales:
Nuestro papel pastoral sacerdotal* es muy importante para que se lle­
ven a cabo las medidas económicas y sociales propuestas; por lo tanto,
los Sacerdotes a) debemos tomar conciencia histórica de las exigencias de
este momento histórico de impulso decidido al desarrollo nacional; b) pues­
to que el desarrollo no puede ser sino la obra colectiva de todos los ciuda­
danos]...] nos toca a nosotros inquietar las conciencias e iluminarlas so­
bre ello [...] d) estar disponibles y preparados para ayudar y sostener la
actuación rectamente orientada de los militantes cristianos en los movi­
mientos campesinos, sindicales o empresariales.51
49 Pbro. Pedro Velázquez, Director del ssm, “Son espejismos las promesas comu-
BÚtas”, art.cit.; “El padre Velázquez, sociólogo, invitó a los católicos a realizar la re­
volución cristiana que contiene la doctrina [...]; propuso la revisión de la reforma agra­
ri*, la desaparición del sindicalismo blanco y la elevación del nivel de vida de campesinos
Y de obreros. Condenó la intervención extrema del Estado en la vida económca”. “La
revolución cristiana es la permanente”, Excéisior, 21 de agosto de 1960, p. 22-a.
50 P. Houtart, “Las tareas de la Iglesia en las regiones en vías de desarrollo”, Con­
tocto, núm. 9-10, Segunda época, 1963, pp. 2-6, p. 3.
* Mayúsculas del original.
51 “Estructuras sociales de México de urgente atención”, Contacto, Segunda épo­
ca, núm. 9, 1962, pp. 116-122, p. 120.
300 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Lo interesante de estos planteamientos es que revelaban un impor*


tante cambio de actitud del clero mexicano, que en más de veinte años
no había mostrado ni tanta audacia ni tanta ambición; este cambio pre­
figuraba la evolución que en los años setenta iba a experimentar la Igle­
sia católica hacia una iglesia más plural y más presente en la vida polí­
tica del país.
Los diferentes niveles del clero mexicano empezaron a comprome­
terse cada vez más en la crítica de las estructuras vigentes, sin por ello
renunciar a la dicotomía catolicismo-comunismo, dado que ésta favo­
recía su propósito de movilizar a los católicos?2 Sin embargo, a par'
tir de 1961, algunos sectores del clero fueron abandonando la plata­
forma anticomunista que justificaba la reactivación política de la Iglesia,
para proponer en cambio la adopción de los valores esenciales del cris­
tianismo.
El SSM fue el primero que buscó disociar la nueva lucha basada en
la fórmula del anticomunismo, el cual —decía— únicamente ocultaba
la injusta situación en que vivía el pueblo, además de que conducía a
alianzas dudosas.

Los verdaderos cristianos rehusamos ver el mundo bajo el ángulo del an-
ticomunismo y rechazamos estar contra las derechas conservadoras.
Por más que nos disgusta esta clasificación arbitraria, el auténtico es­
píritu religioso no está ni a la derecha ni a la izquierda, sólo es conserva­
dor cuando afirma y defiende valores y principios que constituyen la ar­
madura moral y social de un pueblo. Pero el verdadero espíritu religioso
es progresista, y si las circunstancias lo exigen, revolucionario —en el buen
sentido de la palabra— cuando se trata de abolir las iniquidades sociales
y de realizar las reformas requeridas por la evolución normal de la so­
ciedad.52
53

Aunque afirmaciones como ésta fueron el origen de muchos de los


desgarramientos que sufrió el clero mexicano en los años setenta, e in­
cluso en el momento hubieran podido sugerir una ruptura entre las auto­
ridades eclesiásticas conservadoras y los elementos más radicales de la
base clerical, lo cierto es que las diferencias ideológicas no llegaron a
cristalizar en la medida en que por encima de ellas prevaleció la unani­
midad en cuanto a la participación política de la Iglesia y de los católi­
cos como tales. El trabajo de concientización social fue obra de todos
los miembros del clero; hasta Octaviano Márquez y Toriz, arzobispo

52 En 1961, los miembros del episcopado mexicano dieron a conocer por lo menos
ocho diferentes pastorales anticomunistas; en abril, los cuarenta y nueve obispos y arzo­
bispos firmaron conjuntamente un documento de condena al comunismo, que además
denunciaba la infiltración en México.
53 “Afirmación cristiana”, Contacto, Segunda época, núm. 2, 1962, p. 1.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 301
de Puebla bien conocido por su furibundo conservadurismo, exhortó
a los miembros de Acción Católica:

Hay que llegar al pueblo en una forma práctica y hacerle sentir lo que
es el cristianismo. Hablarle no sólo del Padre que está en el cielo, sino
del pan de cada día.54

Es evidente que una reactivación política abierta del clero mexicano


®ra en sí importante, pero lo fundamental de este fenómeno no eran
las violaciones a la Constitución y el despliegue de libertad de un actor
Político que finalmente parecía haber superado el status de subordina­
ción que en principio le asignaba el modus vivendi. El aspecto sustan­
cial de esta reactivación fueron los llamados a la movilización y a la
organización independientes; por ejemplo, en 1961, el Secretariado So­
cial Mexicano urgió a los católicos como sigue:

Es necesario probar otros caminos para la organización social, cívica y


política del pueblo pues en el sistema actual del juego electoral, el Gobier­
no, y no el pueblo ni los Partidos, es el que hace las elecciones [...] Se
necesitan movimientos sociales y democráticos que vayan a todas las es­
tructuras familiares, escolares, del trabajo campesino y obrero y profe­
sional, que puedan luego hacer oír sus voces estructuradas y organizadas,
no individualmente sino por organizaciones sociales básicas [...] ya sea
a través de un partido socialmente apoyado así, o por formas nuevas de
representación y participación política que se podrían intentar en el
futuro.55

Las bases de este nuevo comportamiento dejaron de ser defensivas;


Ya no se trataba tanto de frenar los avances del comunismo, sino de
armar una ofensiva que se proponía reconquistar los derechos que el
Estado había arrebatado a la sociedad, los católicos y los pobres.56 El
objetivo fundamental de la ofensiva era el autoritarismo político, y el
sistema económico establecido era evocado sólo en forma secundaria
Para reivindicar la santidad de la propiedad privada y el papel subsi­
diario del Estado. Sus propuestas en materia política eran mucho más
concretas:

Es preciso también que todos los ciudadanos tengan plena conciencia de


sus propios derechos y deberes en la vida de nuestra Patria, que los ejer­

54 “Exhortación del Arzobispo poblano", Excélsior, 27 de enero de 1962, p. I 1-a.


” “Contacto nacional", Contacto, núm. 6, Nueva época, 1962, p. 77.
56 Ver por ejemplo: “Frente al avance comunista en México, los Obispos mexica­
no* señalan normas concretas. Pastoral del Episcopado mexicano del 26 de abril de 1962",
Nación, 5 de agosto de 1962, vol. xlii, núm. 1086, pp. 28-29.
302 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

zan con eficacia y los hagan respetar por quienes osaren coartarlos o con­
culcarlos, pues no podrá haber paz verdadera y durable mientras no se
respeten los derechos ciudadanos, ni podrá lograrse el bien común de la
nación sin la leal y efectiva colaboración de todos los miembros de la co­
munidad nacional.57

La Iglesia logró organizar y movilizar. El año de 1961 fue el del


“despertar de la conciencia cristiana del pueblo [...]. El progreso
de las organizaciones católicas es testimonio de ello?’58
Entre 1961 y 1962 se celebraron numerosas y nutridas asambleas de
oración en todo el país, en las que los asistentes rogaban a Dios que
librara al continente americano del comunismo ateo. En la segunda mi­
tad de 1961, León, Guanajuato, Querétaro, Durango, Oaxaca, Tlax-
cala, Puebla, Salvatierra, Ocampo, la ciudad de México, Ciudad Obre­
gón y Aguascalientes, entre otras ciudades, fueron escenario de
manifestaciones en las que inflamados oradores hacían gritar a las mul­
titudes: “Cristianismo sí. Comunismo no’*.59 En estas manifestacio­
nes, los laicos tomaban la palabra para difundir el mensaje de la doc­
trina social, pero no titubeaban en criticar la antidemocracia del sistema
político o en formular demandas específicas como, por ejemplo, cam­
bios en la política hacia los sindicatos o en la política exterior.60 Sin
embargo, la educación era en todos los casos el plato de resistencia del
programa. Esta etapa de la querella escolar estuvo estrechamente aso­
ciada con la campaña anticomunista, pero en poco tiempo muchos hi­

57 Ibid, p. 29.
58 “Síntesis de la vida en México en 1961”, Contacto, núm. 1, Segunda época, 1962,
p. 1.
59 La prensa católica reporta que el 9 de diciembre de 1962, en sesenta plazas públi­
cas del país se concentró un millón y medio de católicos para expresar sus deseos de paz
y unidad de la gran familia mexicana. Casi todos los volantes de invitación estaban re­
dactados en los siguientes términos: “Mexicano, ¿sabes lo que ha ocurrido en Chihua­
hua, Morelia, Puebla, Zamora, Guadalajara, etc.?” (refiriéndose a enfrentamientos vio­
lentos entre simpatizantes y enemigos de la Revolución cubana). “Lucha por defender
a la patria y tus ideas. México es un país religioso. Todos lo somos. Trabajadores del
campo y de las ciudades, artesanos y técnicos, profesionistas y amas de casa, hombres,
mujeres y ni ftos. ¡Cristianismo sí. Comunismo no! Asiste a la peregrinación”; “El tema
Cristianismo y Comunismo, en una reunión en la Basílica”, Excélsior, 1S de mayo de
1961, p. 1-a. Ver también: Vicente Leftero, “El pueblo de México, en pie: ¡Cristianis­
mo sí! ¡Comunismo no!”, Señal, 21 de mayo de 1961, núm· 349, pp. 8-9.
60 En Ciudad Obregón, Sonora, Francisco Quiroga “provocó el entusiasmo de los
veinte mil católicos reunidos” cuando exigió al gobierno la promoción de un “régimen
de justicia para los trabajadores” y una auténtica preocupación por el bienestar del pue­
blo. “Reafirmación cristiana en Sonora”, La Nación, 3 de septiembre de 1961, vol. xl,
núm. 1038, p. 23. El 19 de enero de 1962, los principales diarios de la ciudad de México
publicaron una invitación dirigida a todos los católicos de la capital para que al día si­
guiente asistieran a una misa en la Basílica de Guadalupe donde se rogaría a Dios para
que “ilumine a todos los dirigentes de América que se reúnen en Punta del Este, para
que salven nuestro cristianismo”.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 303

cieron de la libertad de enseñanza el símbolo de la lucha contra el siste­


ma antidemocrático. Una vez más, este tema sirvió para aglutinar un
frente amplio de oposición al Estado, a partir del cual la Iglesia lanzó
una poderosa ofensiva contra el artículo 3°.

El fundamento ideológico de la movilización

A pesar de que la Iglesia católica tendió a deslindar su ofensiva de la


campaña anticomunista, no lo logró del todo. El tema de la educación
en particular nunca pudo aislarse de la lucha ideológica, ya que en ella
radicaba la fuerza movilizadora y la legitimación del activismo políti­
co de la Iglesia. En consecuencia, todos los miembros del clero por igual
dedicaron gran parte de su energía a que se distinguiera, de entre los
derechos individuales que tenían que ser rescatados de la autoridad del
Estado, el derecho de los padres de familia a escoger el tipo de educa­
ción que querían dar a sus hijos. A pesar de que este derecho implica­
ba de manera casi automática el problema del status jurídico de la Igle-
s>a, la carga ideológica de la atmósfera de la época propició que esta
reivindicación particular —la libertad de enseñanza—, pasara al terre­
no de las reivindicaciones generales. Así, la querella escolar pudo des­
prenderse, si bien momentáneamente, del campo restringido de las re­
laciones Estado-Iglesia, y adquirir las dimensiones de un problema
nacional. De cualquier forma, el anticomunismo fue el aglutinador ori­
ginal de un amplio frente social que reunió a grupos diversos, si bien
casi todos pertenecientes al universo de las clases medias, en la ofensi-
va contra el Estado educador.
El tema de la libertad de enseñanza tuvo en ese momento el doble
efecto de dividir y congregar: por un lado, su actualización revivió la
rieja fractura entre partidarios y adversarios del Estado educador; por
el otro, el tema en si propició que las diferentes posiciones agrupadas
*su alrededor convergieran en el principio general de que era necesa­
rio limitar la autoridad estatal en la sociedad. Una proporción muy
Aportante de las clases medias demandaban de alguna manera lá de­
mocratización del sistema político como una necesidad urgente'para
Ia continuidad del desarrollo nacional; sin embargo, diferían en cuan­
to a medios y objetivos particulares, y el primer punto de divergencia
Cra la prioridad que unos y otros le acordaban en ese momento al tema
tPismo de la educación.
Para los grupos que se identificaban como de izquierda, el enemigo
Qe la nación no era una ideología extraña a la tradición mexicana ni
Una potencia extranjera, sino los desequilibrios internos de un subde-
**ττο11ο fomentado por el imperialismo norteamericano. Para los sec­
tores conservadores, en cambio, la ofensiva ideológica del comunismo
304 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

era el problema más urgente que enfrentaba la sociedad mexicana; en


consecuencia, pensaban que era necesario tonificar los valores tradi­
cionales, que consideraban como un escudo insustituible frente a las
fuerzas antinacionales —léase los comunistas—, y dado que la escuela
era el agente privilegiado para la transmisión de esos valores, era nece­
sario fortalecerla en esos términos. Desde su perspectiva, los libros de
texto gratuitos no cumplían esta función primordial porque su existen­
cia misma violaba un principio democrático elemental: la libertad de
enseñanza; por tanto, era necesaria una reforma profunda de lo esta­
blecido por la Constitución.
En 1960, quienes dirigieron su embestida contra el artículo 3° con­
sideraban que existía un vínculo inextricable entre anticomunismo, na­
cionalismo y educación. Por otra parte, su ofensiva no tenía-porqué
abarcar la relación entre estos dos últimos elementos, dado que ésta
implicaba una asociación establecida, generalmente reconocida, y con­
sagrada en el ordenamiento constitucional.61 En ese momento lo que
estaba en discusión eran los medios más adecuados para lograr que la
educación fuera realmente un vehículo para la creación de la comuni­
dad nacional, y el problema era si esos medios debían ser aportados
en un marco de libertad de enseñanza o por el Estado educador.
Los medios más progresistas, en cambio, consideraban satisfacto-
ria.la fórmula de compromiso del artículo 3°, ya que la escuela era,
antes que nada, un agente de democratización; por esa razón, las debi­
lidades propias de los libros de texto gratuitos, en términos incluso de
la Constitución de 1917, estaban para ellos ampliamente compensadas
por el hecho mismo de que los libros de texto gratuitos beneficiaban
a las clases de más bajos recursos.
El anticomunismo fue el primer aglutinador de la ofensiva contra
el artículo 3° y los libros de texto gratuitos, y en esta asociación, la
Iglesia desempeñó un papel crucial como líder y organizadora de la mo­
vilización. El propio cardenal Garibi inició las hostilidades en 1960 cuan­
do subrayó la irreconciliabilidad entre cristianismo y comunismo en ma­
teria de enseñanza.

Todos sabemos cómo en los Estados dominados por el comunismo se arran­


can los hijos a sus padres para hacer de ellos lo que los dictadores de estos
Estados se han propuesto preparándolos para sus-fines siniestros, sin te­
ner en cuenta para nada los derechos de los padres.62

61 El párrafo B del artículo 3° establece: “(la educación] será nacional en cuanto


a que sin hostilidades ni exclusivismos velará por la comprensión de nuestros proble­
mas, por la explotación apropiada de nuestros recursos, por la defensa de nuestra inde­
pendencia política, por la consolidación de nuestra independencia económica y por te
continuidad y el enriquecimiento de nuestra cultura.” ·
62 “El Cardenal Garibi señala los errores del comunismo-e indica cómo librarnos
de tan gran tiranía”, Señal, 20 de agosto de 1961, núm. 362, pp. 8-9, p. 8.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 305

La nueva campaña contra la educación pública en México se llevó


* cabo primero en forma indirecta. Se hablaba, por ejemplo, de que
ios comunistas habían puesto en práctica en América Latina un vasto
Programa para apoderarse de la educación, “algunas de cuyas tácticas
kstabanj en acción muy evidentemente en México”, y con ello aludían
alas medidas de control del Estado sobre la educación.63 Según estas
denuncias, los comunistas —quienes quiera que fueran— pretendían
desarrollar la educación laica y liberal para exacerbar los sentimientos
nacionalistas y antimperialistas, pretensión que se apoyaba en la orga­
nización de todo tipo de actividades culturales y educativas que busca­
ban difundir la propaganda sobre los logros de la Unión Soviética.
Las noticias que llegaban de Cuba nutrían todo tipo de rumores alar­
mantes respecto de la educación, y la revolución en ese país era utiliza­
da sistemáticamente para agitar el espectro del estatismo. Las simpa­
das que el gobierno de López Mateos había manifestado hacia el proceso
cubano, la presencia —real o supuesta— de comunistas en los diferen­
tes medios de la educación pública, así como la historia y la vigencia
del artículo 3°, eran algunos de los elementos que se utilizaban para
azuzar el temor de que el fenómeno cubano se reprodujera en México.
La prensa publicaba cotidianamente numerosos editoriales describien­
do dramáticas escenas en las que niños cubanos eran “arrebatados de
•os brazos de sus padres” para ser enviados a la Unión Soviética; tam­
bién se difundían imágenes de escolares entristecidos, prisioneros tras
alambradas de púas en las escuelas controladas por el Estado, donde
estudiaban en libros de texto elaborados y editados por el gobierno se­
gún “un patrón único de orientación marxista”.64
De tal suerte que cuando el gobierno anunció la distribución de los
libros de texto gratuitos prometidos, muchos vieron en esa decisión una
Pieza más del cuadro espeluznante que describía cotidianamente la pro­
paganda católica, puesto que constituía una prueba palpable de las du­
dosas intenciones del Estado a este respecto. Cada vez más, la denun­
cia contra el Estado educador partía de comparaciones con la Rusia
soviética, donde la educación era también un monopolio del Estado,
y donde se enseñaba solamente lo que el Estado quería y lo que el Es­
tado autorizaba.65

63 “El comunismo tiene un vasto plan, dotado de visión única, una organización
bien planificada y personal perfectamente adiestrado y disciplinado para lograr el con­
sol de la educación en América Latina”; Señal, 12 de junio de 1960, núm. 302, pp.
6*7· Ver en este mismo número: “En México se le está dando vía libre al plan continen­
tal sobre la educación", p. 8.
64 “Una carta que sacude: Cuba, la isla del terror”, Señal, 23 de julio de 1961, núm.
J58. p. 10.
Luis Tercero Gallardo, “El texto único sería un atraco totalitario”, La Nación,
*1 de junio de 1959, núm; 923, vol. xxxvi, p. 27.
306 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El gobierno lopezmateísta tenía algunas dificultades para rebatir a


sus adversarios cuando éstos insertaban la argumentación por la liber*
tad de enseñanza dentro de la campaña anticomunista. Las mismas
autoridades habían denunciado la influencia de los comunistas en el
medio de la educación pública, tanto para justificar la represión de la
protesta de los normalistas en febrero de 1960, como para deslegitimar
a la disidencia del snte, que el gobierno había estigmatizado como par*
te de una conspiración “roja”. Cuando así lo hizo, ignoraba que sus
propios argumentos serían utilizados en su contra. Según la oposición
al artículo 3°, el Estado ejercía un “doble monopolio” sobre la educa­
ción: en la medida en que establecía el laicismo obligatorio, y en la que
favorecía la existencia de un sindicato único. La oposición considera­
ba que desde el cardenismo, ambos factores habían permitido a los co­
munistas infiltrarse en la estructura del sistema educativo.66
En estas condiciones en las que el propio gobierno había reconoci­
do la existencia de una influencia comunista en el medio de la educa­
ción pública, el hecho de que no sólo no modificara la estructura que
había permitido dicha influencia, sino que, peor aún, la fortaleciera
con la distribución de libros de texto únicos, no podía interpretarse más
que como prueba de debilidad o de mala fe por parte de las autoridades.

La creación de un frente de oposiciones

Entre 1961 y 1962, la ofensiva contra el artículo 3° movilizó durante


varios meses a importantes contingentes de las clases medias. El llama­
do a la participación política —hábilmente contenido en los años
anteriores— fue tan efectivo entre estos grupos que llegó a poner en
peligro al sistema político, uno de cuyos fundamentos era la apatía cí­
vica y la movilización dirigida. Por pasajero que fuera el atractivo de
ese llamado, las cuestiones que planteaba ese debate suscitaban actitu­
des de resistencia y de desafío ante la autoridad. En un momento dado,

66 Estas sospechas no se manifestaban nada más entre católicos retardatarios. En


agosto de 1960, la Procuraduría General de la República publicó en la prensa una lista
de altos funcionarios de la sep que —decía— se había probado que colaboraban con
los dirigentes del mrm; entre ellos’se mencionaba al director general de las Escuelas Pri*
marias de la ciudad de México, Herbert Santoyo, y al coordinador de enseñanza prima*
ría, Mario Aguilera Dorantes. Según la prensa, éstos eran nada más algunos de los “ro*
jos incrustados” en la secretaría. La denuncia tuvo consecuencias concretas. Al día
siguiente de su publicación, los funcionarios involucrados informaron a la prensa que
habían solicitado una licencia con el propósito de facilitar la investigación que se había
iniciado a raíz de las denuncias de la procuraduría. Poco después, los funcionarios in*
vestigados fueron reintegrados en sus cargos. Ver: “Funcionarios coludidos con Othón
Salazar hacen labor de zapa en la sep”, Excélsior, 13 de agosto de 1960, p. 1-a; “Soli­
citan permiso cinco maestros”, Excélsior, 14 de agosto de 1960, p. 1-a.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 307

todo pareció indicar que la extensión de la ofensiva desbordaría la ca­


pacidad del sistema para contener la movilización y, más que eso, la
organización de fuerzas políticas independientes.
La coherencia institucional de la Iglesia, reforzada por la virulencia
del anticomunismo y la convergencia en torno al objetivo común de
limitar la intervención del Estado en la esfera social, hacían de la opo­
sición católica una alternativa de participación natural, real e indepen­
diente. En las circunstancias de entonces, la Iglesia surgió como la úni­
ca institución capaz de canalizar el descontento que inspiraba el
autoritarismo político en el seno de las clases medias. Lo anterior pue­
de afirmarse en vista de que la amplitud de la movilización que se fue
articulando superaba con mucho los alcances del pan, que era la úni­
ca organización verdaderamente política que hubiera debido darle for­
ma y permanencia.
La Iglesia no actuó sola en la ofensiva contra el artículo 3° y los
libros de texto gratuitos; en primer término contaba con el apoyo de
su propia infraestructura de organización, integrada por Acción Cató­
lica, la Unión Nacional de Padres de Familia y el Movimiento Fami­
liar Cristiano. Sin embargo, la ofensiva adquirió dimensiones que re­
basaban este marco, dado que recibió también el apoyo de múltiples
organizaciones civiles, desde asociaciones profesionales hasta partidos
políticos, mismas que, aunque no estaban comprometidas exclusiva­
mente con la defensa de la libertad de enseñanza ni con los problemas
de la relación Iglesia-Estado, sí participaban en la campaña anticomu­
nista. Así, la reacción de defensa ideológica que provocó la Revolución
cubana en el seno de amplios grupos de clase media se convirtió en la
piedra de toque de un amplio frente de oposiciones, cuya coherencia
se articulaba en torno a la resistencia al autoritarismo estatal.
Con frecuencia se ha señalado la ausencia de organizaciones inter­
medias como uno de los rasgos característicos de, autoritarismo mexi­
cano. En aquella época —tal vez más que nunca—, el régimen de par­
tidos era extraordinariamente débil, entre otras razones porque no había
logrado asumir la que era en principio su función primordial: la trans­
misión de reivindicaciones sociales. Tan es así que, como ya se señaló,
los conflictos políticos se desarrollaban al margen de los partidos. En
el curso de la crisis ideológica de los años de 1961 y 1962, diversas or­
ganizaciones cívicas, fundamentalmente de clase media, desempeña-
fon el papel de agentes políticos que expresaban preocupaciones y de­
mandas con el propósito de influir en los poderes públicos.
Agrupaciones como el Club de Leones y el Club de Rotarios se trans­
formaron gracias a la movilización anticomunista, en foros de discu­
sión política, para sumarse así a las múltiples presiones a las que ya
estaba sometido el gobierno lopezmateísta.
ta Iglesia, por su parte, además de recurrir a sus tradicionales ar­
308 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

mas de acción, tuvo a su disposición en esta etapa de la querella una


organización recién creada que había tenido gran éxito, principalmen­
te en la ciudad de México y entre parejas católicas de clase media aco­
modada: el Movimiento Familiar Cristiano.67
El objetivo de esta organización era la defensa de la familia, “célu­
la original de la sociedad y de la patria”; así, el MFC se insertaba muy
bien en el cuadro general de la movilización anticomunista, a la cual
se sumó combativa, convencidos sus miembros de que su misión era
la salvación de la nación. El mfc y la unpf, se constituyeron en el pun­
to de articulación de la estrategia católica para la “renovación de la
vida pública y privada” que tenía en mente la Iglesia, dado que ambas
organizaciones defendían precisamente los dos apoyos de la sociedad
moral: la familia y la educación. Así lo habían definido los obispos
al establecer las normas de la defensa anticomunista.

Es necesario en bien de nuestra Patria, que la familia, célula fundamental


de la sociedad, sea respetada y alentada para que pueda cumplir su mi­
sión [también es] necesario que los padres de familia cumplan fielmente
su sagrado deber de dar educación cristiana a sus hijos, ya que todo lo
que se haga voluntariamente o por negligencia [para impedirlo] perjudi­
cará irremediablemente a la Patria.68

Fundado en la ciudad de México en 1957, el MFC se había formado


tomando como modelo el Christian Family Mouvement norteamerica­
no y los Equipes de Notre Dame de France. Además de la defensa men­
cionada, el MFC se proponía promover la renovación moral de la so­
ciedad a través del estudio y la discusión de los problemas relativos a
las relaciones entre el individuo y el Estado, así como a la justicia so­
cial y a la educación.69 A pesar de las inevitables implicaciones políti­
cas de estos temas, en un principio las discusiones semanales de los equi­
pos del MFC giraron casi siempre en tomo a problemas de orden

67 La mayor parte de la información relativa al mfc fue recabada en una serie de


entrevistas con José Álvarez Icaza, fundador y dirigente.
68 “Frente al avance comunista en México, los Obispos mexicanos señalan normas
concretas...”, op.cit.
69 “El Movimiento Familiar Cristiano [...] trabaja por equipos que se reúnen men­
sualmente en un hogar. Duranté cuarenta y cinco minutos las parejas analizan uno de
los problemas actuales que afectan la vida de sus familias [...] intercambiando experien­
cias [...]. El equipo decide cuál es la actitud que hay que adoptar para que la vida de
sus familias se adapte a las enseñanzas de Cristo; luego se pone de acuerdo para llevar
a cabo lo convenido.” “Movimiento Familiar Cristiano", Christus, 1° de mayo de 1959,
núm. 28, p. 421. El MFC formaba parte de una organización continental. Ver: “¿Qué
es el encuentro?”, Excélsior, 5 de julio de 1960, p. 4-a; “Prosigue la entrevista sobre
el mfc”, Excélsior, 7 de julio de 1960, p. 4-a; “Movimiento Familiar Cristiano ante el
Estado, la justicia social y la educación”, La Nación, vol. xxxvm, núm. 978,10 de ju­
lio de 1960, pp. 14-16.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 309

religioso y espiritual, como la espiritualidad conyugal, por ejemplo,


dado que el MFC se definía a sí mismo como “una institución que agru­
pa a parejas casadas que tienen una actitud dinámica y que buscan pro­
mover los valores humanos y cristianos de la familia’’.70
No obstante, en la medida en que los derechos de la familia y de
los padres de familia era uno de los temas esenciales del MFC, a éste
le tocaba naturalmente un papel de primera importancia en la ofensiva
contra la política educativa del gobierno lopezmateísta. Sin embargo,
su participación parecía responder más al impulso de la campaña anti­
comunista; en efecto, la libertad de enseñanza no era un problema real
para los miembros de esta organización, ya que sus hijos frecuentaban
escuelas particulares en las que el control de la sep era más bien li­
mitado.
El MFC tuvo en definitiva una gran influencia en la movilización ca­
tólica. En esta época, la organización estaba integrada por unas 70 000
familias radicadas casi todas en la ciudad de México, y de las cuales
la mayor parte pertenecía a las clases de altos ingresos, como lo de­
muestra el hecho de que su acción se concentrara en los medios banca-
ríos, industriales y comerciales. Así, la Iglesia por su parte se valió del
Mfc como agente de liaison con estos medios.71 Según su fundador,
José Álvarez Icaza, el éxito del MFC se explicaba por el hecho de que
este movimiento había revitalizado la militancia católica que habían
destruido primero los conflictos de los años treinta y luego la pruden­
cia de la propia Iglesia. En resumen, el MFC constituyó al mismo tiempo
una instancia de participación para clases medias inconformes y un efi­
caz instrumento para la reactivación política de la Iglesia.
La organización fundamental en la ofensiva contra el artículo 3° fue
Naturalmente la unpf. Entre 1961 y 1962 esta agrupación recibió un
impulso sin precedentes, impulso que no tuvo tal fuerza ni siquiera en
d momento en que se discutió la reforma de 1945. A principios de los
años sesenta, la UNPF se amplió creando secciones en casi todos los es-
fados de la República. El vigor y la influencia que entonces ejerció se
explican por el clima general de movilización y por el considerable apoyo
Que le proporcionaron la Iglesia y las organizaciones empresariales, en
Particular las regiomontanas. Por ejemplo, cuando la Iglesia exhorta­
ba a sus fieles a organizarse, siempre se refería a las luchas que, como

70 Movimiento Familiar Cristiano, “Introducción General", Temario Especial de es­


piritualidad conyugal, enero de 1963.
1 Entrevista con José Álvarez Icaza, México, D.F. Conscientes de la posición de
Mvilegio de sus miembros, los dirigentes del mfc los exhortaban a “demostrar que la
*cción social de los cristianos puede impedir los desequilibrios que dominan en nuestro
*Ucdio, de los que nuestros enemigos se aprovechan para acusarnos de incompetencia
' de abuso", José Álvarez Icaza, “Deberes de cristianos privilegiados", Excélsior, 22
* mayo de 1962, p. 1-a.
310 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

la libertad de enseñanza, exigían una acción coordinada de los católi­


cos y, por otro lado, a la unpf como punto de unificación de la lucha.
Los medios oficiales insistían en denunciar a la unpf como una eti­
queta sin contenido real tras la cual se disimulaba la jerarquía eclesiás­
tica. Quienes así la describían tenían algo de razón, puesto que la unpf
era —y sigue siendo— una organización laica que dependía de la Igle­
sia y que, como toda organización que defiende intereses particulares,
sólo da pruebas de su fuerza cuando sus miembros —o las personas
que se identifican con esos intereses— se creen amenazados. Por con­
siguiente, la unpf era una organización que sólo funcionaba realmen­
te en situaciones de crisis, mientras que en otras circunstancias caía en
un estado letárgico. Según uno de sus dirigentes, así sucedió después
de la reforma al artículo 3° en 1946.

Vinieron después días difíciles para la Unión de Padres de Familia, ya que


la mayor parte de sus antiguos seguidores o simpatizadores la dejaron sola,
puesto que muchos pensaban que era ya estéril, y hasta contraproducen­
te, continuar provocando la intranquilidad del país en demanda de una
reforma a fondo.72

El desencadenamiento de la ofensiva católica


CONTRA LA EDUCACIÓN PÚBLICA

Desde principios de 1960, la Iglesia manifestó su hostilidad hacia los


libros de texto, aunque lo hizo de manera indirecta, puesto que no re­
sultaba sencillo repudiar una política que beneficiaba a las clases más
desfavorecidas. Quizá por esta razón y por fidelidad a sus posturas tra­
dicionales, el objetivo de su ofensiva fue desde un principio el propio
artículo 3°. Por otra parte, aun cuando la jerarquía eclesiástica evitara
pronunciarse abiertamente sobre el tema, era bien sabido que la UNPF
transmitía sus opiniones al respecto.
En su edicto de cuaresma de 1960, el cardenal Garibi reivindicó el
derecho de los padres de familia a la educación de sus hijos, y señalan­
do que el papel de la escuela en este proceso era sólo auxiliar si se con­
sideraba que la Iglesia y la*familia, en ese orden, eran las únicas insti­
tuciones que podían imponer una moral. El documento también
recordaba a los católicos que, salvo en caso de necesidad, no debían
enviar a sus hijos a escuelas anticatólicas, y que los padres de familia
debían vigilar en forma especial y constante la educación que se im­
partía en las escuelas laicas. El cardenal los invitaba a organizarse:

72 Ramón Sánchez Medal, En defensa del derecho..., op.cit., p. 84.


LA OPOSICIÓN CATÓLICA 311

es obligación estricta de los padres de familia velar sobre la educa­


ción que se está impartiendo en las escuelas, de suerte que al darse cuenta
de que los profesores salen del laicismo que exige la legislación actual y
se convierten en sectarios ejercitando sus derechos naturales, y que les re­
conoce la misma legislación, exijan remedio a una situación que es en sumo
grado perjudicial. De allí se desprende la obligación que tienen en con­
ciencia de organizarse en Asociaciones de Padres de Familia, precisamen­
te para poder vigilar y ordenar lo conducente a la educación de sus hijos.73

La posición conjunta del episcopado frente al problema educativo


fue dada a conocer el 15 de junio de 1960 a través del obispo Sergio
Méndez Arceo, presidente de la Comisión Episcopal para la Educa-
tión y la Cultura. El prelado abordó de nuevo la querella escolar, a
kcual llamó “herida abierta” en la conciencia católica, y señaló que
* trataba de un problema real que no era simplemente una táctica de
Partidos políticos, sino que se originaba en disposiciones constitucio­
nales y en reglamentos particulares

(quel no favorecen la paz escolar, puesto que emanaron en momentos de


profunda división y las reformas que se han introducido no han logrado
restablecer el equilibrio jurídico de las instituciones que deben conjugar
sus esfuerzos en el progreso educativo: la family, la Iglesia y el Estado.74 *

El obispo Méndez Arceo consideraba que, en esas condiciones, la


Paz escolar era ficticia porque su único fundamento era la prudencia
las autoridades. Por consiguiente, el Episcopado pensaba que ha­
bía llegado el momento de que la Iglesia actuara, dado que una de sus
fisiones esenciales era definir los derechos y las obligaciones natura­
les del hombre y la familia, sin por ello desconocer, claro está, los de­
fechos y las obligaciones del Estado.73
Una vez tomada la decisión, el aparato de la movilización se puso

73 “Fragmento de la Carta Pastoral del Excelentísimo Señor Cardenal Garibi en la


¡^fleque corresponde a la educación”, Acción Femenina, septiembre de 1960, p. 5, s.e.
"tr también: “Miguel Darío Miranda y la educación”, Señal, núm. 292, marzo de 1960,
P· 16. Esta invitación a la organización fue repetida incesantemente por todos los me-
"*°* de difusión católicos durante varios meses con este tono: “Si los padres de familia
* unieran, constituirían una gran fuerza y juntos podrían obtener de las Autoridades
reconocimiento como representantes de ese sector tan importante (...]. Juntos podrán
Aleccionar o modificar los textos en uso cuando éstos se estiman inconvenientes (...].
Quinto más los católicos que tan a menudo ven que los sagrados derechos de que hemos
Oblado son atropellados”; Aurora de la Lama, “A los padres de familia”, Acción Fe­
lina, núm. 351, 1° de noviembre de 1960, p. 5.
4 “No mero asunto de táctica de partidos”, La Nación, 19 de junio de 1960, vol.
’°°tviii, núm. 975, p. 2. Ver también: “Habla el Episcopado Nacional”, Acción Fe­
lina, núm. 348, Ie de agosto de 1960, p. 4.
“Habló el Episcopado mexicano...”, art.cit.
312 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

en marcha. La Unión Nacional de Padres de Familia fue el brazo del


episcopado que entró primero en funcionamiento. Los libros de texto
gratuitos dieron nueva vida a la unpf, que a duras penas había sobre­
vivido a los efectos pacificadores de la reforma de 1945 al artículo 3°.
No obstante, al principio fue cautelosa su denuncia contra la SEP y su
propósito de generalizar el uso de los libros de texto gratuitos en todas
las primarias del país. La única defensa con la que se comprometió fue
la de los padres de familia de las escuelas particulares, que eran a fin
de cuentas sus principales integrantes. Así, la unpf no aspiró en esa
ocasión —como lo había hecho en el pasado— a representar a todos
los padres de familia; es probable que haya pensado que la libertad
de enseñanza, que de hecho privaba en las escuelas particulares, podía
verse amenazada en caso de que decidieran enfrentarse al Estado. Más
adelante, sin embargo, modificaron sus objetivos y atacaron la políti­
ca educativa del gobierno, dirigiendo por último su ofensiva contra el
texto constitucional.
A partir del mes de febrero de 1960, la unpf inició una campaña
de desplegados en la prensa, denunciando primero la decisión de la SEP
de que los libros de texto gratuitos fueran también utilizados en las es­
cuelas particulares. En la primera fase de la ofensiva, la unpf puso
en duda la competencia de la Conalit para imponer sus libros de texto
como obligatorios y exclusivos, porque —afirmaba— el decreto de crea­
ción de este organismo no abrogaba ninguna de las disposiciones de
los reglamentos anteriores.76 77
La unpf se limitó a atacar la interpretación que hacían las autori­
dades educativas del artículo 3°, ya que dicha interpretación atribuía
a la Conalit funciones mucho más amplias que las que en realidad le
correspondían, desde el momento en que ninguna disposición legal ha­
blaba de un libro de texto “único y obligatorio” y que tampoco había
impedimento alguno para que otros libros de texto fueran utilizados
de manera “complementaria u optativa”. La unpf sólo le reconocía
a la SEP la autoridad para determinar los precios justos de los libros
de texto, con lo que hacía caso omiso de que, según la Ley Orgánica

76 Ver por ejemplo los desplegados publicados en Excélsior y El Universal, respec­


tivamente, el 26 de febrero de 1960.
77 Se refería en particular a la Comisión Revisora de Texto y de Consulta que había
sido creada por decreto presidencial en 1945; era la encargada de escoger y de revisar
los libros de texto y las obras de consulta necesarias para “la enseftanza primaría defini­
das en la Constitución”, con el fin de incorporar las nuevas ideas didácticas y las orien­
taciones pedagógicas más modernas. Este decreto preveía la intervención de la secretaria
en la determinación de los precios de los libros “en beneficio de las clases populares”,
y también en la definición de los programas que trataba cada libro. En 1957, una refor­
ma del reglamento amplió la competencia de la mencionada comisión para que ésta de­
cidiera sobre el catálogo de obras autorizadas por la sep.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 313

de Educación Pública, las escuelas particulares debían acordar sus pro­


gramas y libros de texto a las disposiciones oficiales en la materia..
La unpf no mantenía una posición intransigente en cuanto a la in­
tervención del Estado en la enseñanza. Defendía, claro está, el dere­
cho de los padres a intervenir en este proceso, pero también considera­
ba que debían recibir el apoyo de las autoridades para ejercer este
derecho y, en consecuencia, proponía que la Conalit otorgara subsi­
dios a la publicación de los manuales escolares para que su precio se
redujera.78 Siempre dentro de la estrecha perspectiva de un grupo re­
presentante de intereses particulares, la unpf se concentró únicamen­
te en la defensa del derecho “inalienable” de los padres de familia de
educar a sus hijos como mejor les pareciera; por esta razón, y proba­
blemente porque el contenido mismo de los libros de la Conalit no des­
pertó grandes temores, al referirse concretamente a ellos, el presidente
de ia unpf, Ramón Sánchez Medal, señalaba que uno de los defectos
ideológicos más graves de los libros era que entre las obligaciones de
los mismos no se mencionara ni se sugiriera siquiera ese derecho.

[...] la función educadora que corresponde a los padres de familia, expre­


samente reconocida en los artículos 167,413 y 422 del Código Civil, y par­
ticularmente en materia moral o religiosa, por no permitir las leyes mexi­
canas vigentes esta necesarísima formación dentro de la escuela y relegarla
al seno del hogar.79

Si bien, al parecer las intenciones iniciales de la unpf habían sido


repudiar tan sólo la imposición de un libro de texto único en todas las
'Primarias del país, el planteamiento del tema de la libertad de ense­
ñanza les fue inevitable, y en su formulación se apoyaron, de manera
inesperada, en la tradición liberal mexicana y en una interpretación que
resultó novedosa para los católicos.

Lo que pedimos es que se reintegre el programa de la educación en Méxi­


co a su tradición constitucional que es de libertad desde tiempos de More­
los, pasando por la Constitución de 1857 y leyes juaristas y aún reiterada
en la Constitución revolucionaria de 1917. Dicha tradición de libertad de
enseñanza fue rota con el texto que para el Art. 3° de nuestra Carta Mag­
na, se propuso en tiempos del Presidente Lázaro Cárdenas, y reiterada
en las superficiales modificaciones posteriores.80

78
Ver: “El presidente de la Unión Nacional de Padres de Familia rechaza con fun-
“Nnento en la ley de obligatoriedad del llamado Texto único”, Señal, marzo de 1960,
"um 2891, pp. 6-7.
w U>id., p. 7.
Ramón Sánchez Medal, “El problema educativo nacional”, en “La sep unifica
a todos en contra...”, art.cit.
314 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

La respuesta de las autoridades educativas a las denuncias y deman­


das de la unpf fue la indiferencia. Cuando sus dirigentes solicitaban
audiencia en la sep para discutir el tema, sólo recibían negativas o res­
puestas evasivas. La secretaría descalificaba estas protestas acusando
a la unpf de ser una organización fantasma manipulada por intereses
“sospechosos”.81 Sin embargo, esta protesta marcó la primera fase de
la ofensiva católica contra el Estado educador. En unos cuantos me­
ses, la calidad de los aliados que se supo procurar la unpf aumentó
considerablemente su capacidad de influencia.
No obstante la restauración, la Iglesia católica mexicana no estaba
todavía en condiciones de lanzarse sola en una cruzada de dimensiones
nacionales. A pesar de la creciente influencia del MFC y del potencial
de movilización que le proporcionaban sus organizaciones de laicos,
la magnitud de su objetivo —una, o quizá varias reformas
constitucionales— exigía el apoyo de instancias de carácter netamente
político que ampliaran el debate a fin de sustraer la querella escolar
del repertorio tradicional del conflicto entre las Dos Espadas. Tan es
así que, en un momento dado, la propia unpf intentó desligarse de la
Iglesia y presentarse simplemente como una organización cívica, que
no por defender un derecho natural tenía que estar necesariamente vin­
culada con determinados intereses religiosos.

La defensa del natural e inalienable derecho educativo de los padres de


familia para elegir el tipo de educación que ha de darse a sus hijos en las
escuelas, aunque siempre ha sido aprobada y alentada por la Iglesia Cató­
lica, no está ligada a un determinado credo religioso, ni es patrimonio ex­
clusivo de una confesión en particular.82

Con ese propósito, la unpf estableció una alianza táctica con Ac­
ción Nacional, que resultó muy fructífera para ambas partes.
La reacción inicial del pan hacia los libros de texto gratuitos fue
una reacción ponderada. El primer comentario que encontramos al res­
pecto en La Nación, órgano oficial del partido, comentaba el hecho
de que el autor de la portada de los libros de primer aflo fuera David
Alfaro Siqueiros, célebre pintor y miembro del PCM; es claro que el
contenido de los libros no le mereció en ese momento mayor crítica,
y su única denuncia se refería al carácter obligatorio de los libros y a
la actitud “policiaca” de la secretaría. Por lo demás, señalaba:

81 “El texto único es un camión", entrevista con el secretario particular de Jaime


Torres Bodet, Rafael Solana, en La Nación, 6 de marzo de 1960, vol. xxxvi, núm. 960,
pp. 8-9, p. 9.
82 Ramón Sánchez Medal, En defensa del derecho..., op.cit., p. 6.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 315

El espíritu ideológico del libro es rosa pálido. Ni centro, ni derecha; es


una tímida insinuación izquierdista en la cual, especialmente en bien se­
leccionados trozos de poesía y en alguno que otro pequeño párrafo, se
habla de orar; se usa una ilustración de Iglesia para la enseñanza de la
I, pero en ningún renglón aparece el nombre de Dios, ni mucho menos
alusión alguna, siquiera, a Santa María de Guadalupe; entraña y cima de
nuestro nacionalismo. (Y la iglesia no tiene cruz).
Tampoco hay tendencias rusófilas visibles, ni siquiera avizoramientos
cardenistas.83

Sin embargo, la moderación del partido desapareció cuando se dio


cuenta del potencial de movilización que el tema de la educación había
adquirido en esa coyuntura, mismo que podía ser la base de un amplio
frente de oposiciones cuya dirección, pensaban los panistas, podía que­
dar en sus manos. Si el propósito era entablar una lucha política, el
pAN era, en principio, el canal apropiado para el desarrollo de una
ofensiva de esa naturaleza, sobre todo si se trataba de organizar un
Movimiento de grandes dimensiones. Con esta perspectiva, los pañis-
tos se sumaron a la ofensiva denunciando el proyecto de los libros de
texto gratuitos como ejemplo de la naturaleza autoritaria y antidemo­
crática del sistema político.
La adición del pan a la ofensiva significó la diversificación de los
argumentos de los adversarios del Estado educador; éstos dejaron de
ser exclusivamente religiosos e ideológicos, para abrir paso al manejo
de argumentaciones de orden político, jurídico e incluso económico que
reforzaban considerablemente la crítica a los libros de texto gratuitos
en última instancia, al artículo 3°. Con esto se ampliaron conside-
toblemente los alcances de la causa en términos de un mayor número
de grupos que podían sentirse afectados por la política educativa del
Bobiemo.
En un primer momento, los panistas retomaron la denuncia que ha­
bían hecho los autores de libros de texto comerciales, para insistir en
Que la obligatoriedad de los manuales de la Conalit era una violación
de la libertad de enseñanza y de la libertad de los maestros para recu­
it a los métodos pedagógicos que juzgaran convenientes, así como
del derecho al trabajo de los autores mismos. Para el pan, el proble-
toa fundamental de los libros de texto gratuitos no derivaba de los enro­
jes metodológicos que pudieran contener, sino de “la dictadura que
Ejercía] la secretaría al declarar que los libros de texto oficiales [se-

3 El artículo comenta con satisfacción que las lecciones de historia no omiten la


Juncia y la importancia de los misioneros, aunque se queja de que no sean menciona­
dlos jesuítas. “El totalitarismo en los libros”, LaNación, 21 de febrero de 1960, núm.
vol. xxxvu, pp. 16-17, p. 16. El título de este articulo es mucho más violento que
contenido.
316 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ríanl únicos”.84 La censura ideológica del contenido de los libros no


apareció sino después; por el momento, el único reproche que hizo el
pan en este sentido fue una alusión al jacobinismo de Martín Luis
Guzmán.
A partir del mes de marzo de 1960, el pan empezó a organizar con­
ferencias, mesas redondas y discusiones en torno a los libros de texto
gratuitos, con el propósito de someter a debate público la política edu­
cativa del gobierno. Así lo exigió, en una de sus conclusiones, la con­
vención regional del partido que se celebró en Michoacán en marzo
de I960.85 La Nación se convirtió en un foro para los adversarios de
la decisión de la sep, si bien sus argumentos diferían notablemente entre
sí; mientras que Zamora Orozco, maestro que en el mes de febrero ha­
bía atacado severamente a la Conalit, explicaba que la corrupción de
los funcionarios de la secretaría era la causa de que quisieran imponer
los libros de texto gratuitos como libros de texto únicos,86 los panis-
tas, en cambio, pensaban que esa decisión ponía al descubierto las am­
biciones totalitarias del Estado.87
È1 pan recurrió también a la condena ideológica, no del contenido
de los libros de texto gratuitos, sino de su significado como expresión
de la naturaleza profunda de un Estado que se imponía sobre una so­
ciedad que, según los panistas, le era ajena. Esta idea del divorcio en­
tre Estado y nación se convirtió en el aspecto central de la argumenta­
ción de los panistas contra el artículo 3°. Así, la querella escolar los
llevó a resucitar la oposición entre nación natural y nación política,
porque se propusieron desmentir la tesis oficial que establecía una es­
trecha identidad entre Estado y nación.
Para reivindicar la validez de su propia versión del nacionalismo me­
xicano, los panistas señalaban que, contrariamente a lo que pretendía
el gobierno, el artículo 3°, tal y como estaba formulado, era un obs­
táculo a la unidad nacional y a la democracia, puesto que era una impo­
sición que agravaba la ruptura entre gobernantes y gobernados. Adol­
fo Christlieb Ibarrola, que poco después se convirtió en el dirigente
más notable del pan después de Gómez Morín, sostenía que mientras
la libertad de enseñanza no fuera reconocida por la ley, ésta no pasaría
de ser un impedimento para la expresión de un consenso natural que
se definía claramente como:

84 Censuraban igualmente el papel de Martín Luis Guzmán, que —decían— se de­


jaba llevar por sus intereses comerciales y por su “bien conocido jacobinismo”. “Ocho
maestras de las más autorizadas denuncian la torpeza del texto único*', La Nación, 27
de marzo de 1960, vol. xxxvn, núm. 963, pp. 8-9.
85 "La SEP unifica a todos en contra”, art.cit., p. iv.
86 “El texto único viola derechos, pero favorece negocios de irtfluyentes”., La Na­
ción, 4 de septiembre de 1960, vol. xxxvm, núm. 986, p. 25.
87 Ibid.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 317

zonas de acuerdo espontáneo, de afirmaciones, tradiciones, costumbres


y finalidades comunes que permiten la adhesión a un sistema de valores
fundado [...] en la dignidad y libertad propias y connaturales a la persona
humana.®8

Decían los panistas más religiosos que el Estado educador profun­


dizaba la distancia que lo separaba del pueblo, porque ejercía el mo­
nopolio ideológico de una minoría indiferente a las tradiciones y a los
valores, en particular religiosos, “de la conciencia mexicana’’. Al igual
que Manuel Gómez Morín otros enfatizaban menos la relación entre
religión y libertad de enseñanza para insistir en que el artículo 3° con­
sagraba las distancias entre el mundo oficial y el mundo real de hom­
bres y mujeres, de la familia, de las tradiciones y de la cultura.89
Así, entre los propios panistas había diferencias de opinión en cuanto
a la importancia de la religión en esta lucha contra el Estado, pero to­
dos coincidían en que la intervención de este último en el proceso edu­
cativo no había logrado formar una conciencia nacional vigorosa. La
educación que se impartía conforme al artículo 3° era sectaria, someti­
da como estaba a un régimen legal excluyente, y tenía efectos negati­
vos que se manifestaban en la transmisión de una “mentalidad nacio­
nalista totalmente confusa”.90
Desde su punto de vista, el artículo 3° era tan ilegítimo como las
autoridades que lo habían impuesto, y era también una prueba de la
antidemocracia y de los métodos autoritarios imperantes: “educación
única, juventud única, partido único”91 Por eso el pan lo repudiaba,
al igual que condenaba la existencia de un partido oficial, un sistema
electoral viciado por la corrupción, un sindicalismo controlado por el
Estado y la inexistencia de un sistema judicial independiente.
Desde esta perspectiva, los libros de texto gratuitos aparecían como
un instrumento más del Estado para “encadenar” la educación a la
dictadura ideológica que ejercía. Decía Christlieb que la gratuidad era
sólo una coartada para encubrir el verdadero objetivo del Estado: la
uniformización de las conciencias. También denunciaba la mala fe de
un proyecto que pretendía promover la unidad nacional, pero que en
realidad buscaba reducir las divergencias espirituales a la uniformidad
de un “catecismo oficial”.92

8 Adolfo Christlieb Ibarrola, “La Cuestión educativa y la unidad nacional”, Ex-


célsior, 2 de abril de 1962, p. 4-a.
89 Manuel Gómez Morín, “Urgencia de la reforma educativa basada en un régimen
de libertad”, La Nación, 7 de diciembre de 1958, vol. xxxv, núm. 895, pp. 12-13.
90 Conrado Espinoza, "El problema escolar de México es en realidad un problema
tooral”, La Nación, 7 de septiembre de 1958, vol. xxxiv, núm. 882, pp. 22-23.
91 Adolfo Christlieb Ibarrola, Monopolio educativo o unidad nacional, Un proble­
ma de México, 2a. ed., México, Ed. Jus, 1962, pp. 31-32.
92 Ibid.
318 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

En esta nueva etapa de la querella escolar, cuando los panistas echa­


ron mano de la historia, era para destacar la continuidad de las estruc­
turas autoritarias, esto es, la tradición antidemocrática del sistema, o
bien para enumerar los frutos que, luego de treinta años, había dado
la “semilla roja” que había sido plantada en el campo de la educación
pública.93 En realidad, los panistas se esforzaban en invalidar las sim­
plificaciones oficiales que los descalificaban, tachándolos de ultramon­
tanos decimonónicos. Cuando el propio presidente López Mateos hizo
una alusión de este tipo, Christlieb contestó:

Simplemente debe señalarse el absurdo de quienes, nombrándose a sí mis­


mos espíritus progresistas, se empeñan en reivindicaciones anacrónicas,
y en interpretar la Historia de México con base en una proyección perpe­
tua de las mismas.94

Así, mientras que las autoridades gubernamentales se empeñaban


en insertar el problema de la libertad de enseñanza en el ámbito de las
relaciones Iglesia-Estado, un gran número de panistas planteaban el
debate en términos más amplios que recaían en la discusión sobre la
democracia; por eso Christlieb también criticaba a la Iglesia, que ante­
ponía sus propios intereses a los de los padres de familia que, según
decía, eran los primeros responsables de la educación de sus hijos.95
Él Plan de Once Años de la sep también fue objeto de juicios muy
severos; primero, a partir de la misma perspectiva de defensa de la de­
mocracia liberal, y en Seguida, como prueba de las enormes deficien­
cias del sistema escolar, consideradas un efecto directo del Estado edu­
cador. Para sus adversarios, la aplicación del plan fortalecería el control
oficial sobre la educación, agravaría la asfixia de la iniciativa privada
y acrecentaría la preeminencia de la izquierda en la sep.
En segundo lugar, los críticos panistas analizaron las metas cuanti­
tativas del plan y elaboraron un informe crítico que fue dado a cono­
cer públicamente en marzo de 1961. El núcleo del documento era la
discusión en torno a la participación de los padres de familia en la edu­
cación. El Estado era incapaz por “sí mismo” de responder a la de-

Ver por ejemplo: Carlos Alvear Acevedo, “Por la libertad de enseñanza", La Na­
ción, 7 de septiembre de 1957, núm. 937, vol. xxxvi pp. ; del mismo autor, ver tam­
bién: “La educación laica y sectaria ha preparado el terreno al comunismo", La Na­
ción, 12 de noviembre de 1960, vol. xxxix, núm. 966, pp. 16-17; “La sombría figura
de Plutarco Elias Calles", La Nación, 25 de octubre de 1959, núm. 941, vol. xxxvi, pp·
7-8; “Se inicia una nueva persecusión: el gobierno contra las escuelas particulares", La
Nación, 5 de marzo de 1961, vol. xxxix, núm. 1012, pp. 4-5. Ver también: Luis Cam­
pa V., “Conspiración de células y logias", La Nación, 16 de julio de 1961, vol. xl, núm·
1031, pp. 10-11.
94 Christlieb Ibarrola, Monopolio educativo..., op.cit., p. 51.
95 Ibid., p. 12.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 319

manda nacional de educación que generaba el crecimiento demográfi­


co. Calificaban de “mezquinos” los cálculos del plan porque, según
sus propios estudios, éstos estaban mal elaborados, lo que provocaría
que para 1970 quedaran cerca de dos millones de niños sin escuela, es
decir, un poco más de los que había registrados en 1959.96
Los panistas subrayaban que las dimensiones de la demanda habían
obligado al gobierno a reconocer que, para garantizar que la totalidad
de la población recibiera un mínimo de educación, era necesario que
participara la iniciativa privada; pero entonces, se preguntaban cómo
era posible que el poder público demandara esta colaboración, si en
realidad el régimen escolar no era de libertad. Las limitaciones del sis­
tema educativo eran el resultado del autoritarismo gubernamental

[que] ha considerado que antes que el bien de la Nación, está el interés


de la oligarquía, en conservar su monopolio de la educación, estrecho,
sectario y destructor como instrumento de despotismo y servidumbre, y
escudándose en un simulado laicisimo violenta las mentes de los niños,
llegando hasta el extremo de imponer un texto único y obligatorio.97

Como ejemplo de la ineficiencia gubernamental en este terreno ci­


taban precisamente la distribución de los libros de la Conalit que, se­
gún decían, no se había llevado a cabo con la rapidez anunciada, y en
consecuencia muchos niños se habían quedado sin libros ese año escolar.
La contradicción entre la ley y la solicitud que el gobierno había he­
cho a los particulares de contribuir al esfuerzo educativo únicamente
Podría resolverse, opinaba el pan, cuando se introdujera una refoma
verdadera que reconociera el derecho de los padres de familia a inter­
venir en la elaboración de los programas de enseñanza y en la selección
de los métodos pedagógicos que se utilizarían en las escuelas prima-
ñas. Además, al igual que la unpf, el informe panista consideraba que
el Estado debía “alentar, proteger y subsidiar”98 a los particulares que

96 Ver: “Educación. Bases para resolver el problema”, La Nación, 12 de marzo' de


1961, vol. XXXIX, núm. 1013, pp. 13-15. Los cálculos panistas no estuvieron equivoca­
dos. En 1970 la demanda no satisfecha de educación primaria fue de casi tres millones.
Ver: Coplamar, Necesidades esenciales de México. Situación actual y perspectivas al año
^00, México, Siglo XXI Editores, 1983, p. 25.
97 “Educación. Bases para resolver el problema”, art.cit., pp. 13-14.
91 Ibid. Según Christlieb Ibarrola, el articulo 3° no era el único que obstaculizaba
h participación de los particulares en la educación. Señalaba que los párrafos u y m
yd articulo 27 también desalentaban esta contribución porque no le reconocían a las
Utttituciones públicas o privadas dedicadas a la enseñanza y a la investigación científica
*1 derecho a poseer inmuebles que no estuvieran directamente destinados al desempeño
* sus funciones fundamentales. Además, también insistia mucho en el hecho de que
hs decisiones del gobierno en esta materia eran las únicas que no podían ser materia
* juicio de amparo.
320 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

desempeñaran labores educativas, porque, según Christlieb, la función


del Estado democrático era crear las condiciones necesarias para que
el individuo ejerciera plenamente sus derechos.99
La argumentación panista en contra del artículo 3° destacaba tam*
bién sus efectos políticos, que, en opinión de Christlieb, eran la exa­
cerbación del autoritarismo y del carácter discriminatorio del sistema
político. Prueba de ello era que las escuelas particulares gozaban de
una tolerancia que, de hecho, era un privilegio reservado a minorías
que podían pagar colegiaturas; así, estos grupos disfrutaban de un ré­
gimen de excepción que ponía a su disposición “lo que podríamos lla­
mar el mercado negro de la libertad de enseñanza”,100 mientras que,
pese a que la mayoría de la población era católica, ésta tenía que acep­
tar la discriminación de que era objeto y someterse a una educación
“informe”, “sin principios” y contraria a las tradiciones de la familia
mexicana.101
A los ojos de los adversarios del Estado educador, la exclusión de
los padres de familia del proceso educativo desnaturalizaba la función
de los maestros, quienes, en su calidad de burócratas, eran simples agen­
tes de transmisión de las orientaciones gubernamentales. La existencia
de un sindicato único de trabajadores de la educación agravaba el auto­
ritarismo imperante en el medio, entre otras razones porque la decla­
ración de principios del snte obligaba a sus miembros a comprome­
terse con la defensa del artículo 3°, condiciones ambas que esgrimían
las escuelas particulares para denegarles a sus propios maestros el de­
recho a la sindicalización.
Los cruzados de la libertad de enseñanza también se apoyaban en
la incongruencia entre el artículo 3° y el compromiso que había adqui­
rido el Estado mexicano con la democracia cuando firmó la carta cons­
titutiva de la Unesco. Entonces y ahora, uno de los principios centra­
les de esta organización ha sido la libertad de enseñanza y el derecho
de los padres de familia a escoger la educación de sus hijos, mismo
que es reconocido en el artículo 26 de la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre.
En 1961, Mariano Azuela, magistrado de la Suprema Corte de Jus-

— Adolfo Christlieb Ibarrola, “Democracia y educación”, en Efraín González


Luna, Adolfo Christlieb Ibarrola, Rafael Preciado Hernández, Manuel Gómez Morin
y José González Torres, La democracia en México, México, Editorial Jus, 1962,131
p., pp. 37-56.
100 Christlieb Ibarrola, Monopolio educativo o unidad nacional, op.cit., p. 15.
101 Jbid. "En una democracia los derechos de los católicos son reconocidos [...] sólo
en los países totalitarios [los católicos] son tolerados”; Mundo Mejor, editorial, 5 de
marzo de 1961, citado en La Nación, 12 de marzo de 1961, vol. xxxix, núm. 1013, p·
5. Ver también: Ma. del Carmen Turnbull, “La educación, problema de México”, Ac·
ción Femenina, 1° de noviembre de 1961, núm. 363, p. 13.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 321

ticia, aportó el peso de su autoridad moral a la ofensiva, y denunció


la injusticia del artículo 3° y de las disposiciones gubernamentales que
representaban una “intrusión dictatorial” del Estado en la vida social
contraria a la voluntad del pueblo mexicano.102 A lo largo de ese mis­
mo año, numerosos periódicos se hicieron eco de esta crítica en sus edi­
toriales, subrayando que era necesario ajustar el espíritu de la ley a la
conciencia de los mexicanos, a la realidad y a los derechos esenciales
del individuo y de la familia. La prensa manifestó sólo de manera indi­
recta su desacuerdo con los libros de texto gratuitos, porque los direc­
tores de los periódicos de la ciudad de México formaban parte de la
Conalit. Así, por una parte se publicaban opiniones favorables a los
nuevos manuales, pero por otra se multiplicaban los artículos tanto de
fondo como de información que hablaban de la urgencia de una refor­
ma al artículo 3°. Es probable que ésta fuera la verdadera posición de
los medios frente a la libertad de enseñanza, sobre todo si se conside­
ran sus tendencias generales y prácticamente unánimes de condena al
cofounismo, al castrismo, a la disidencia sindical y a la movilización
de la izquierda mexicana.
Con base en todos estos argumentos se fue construyendo la arma­
zón de una ofensiva. El pan proporcionaba las argumentaciones más
coherentes, y desempeñó un papel importante en la organización de
la protesta antiautoritaria; pese a ello, su atractivo sobre las masas era
limitado, y sus lazos de dependencia respecto del sistema político le
restaban credibilidad a los ojos de muchos. Entonces recibió el apoyo
de la Asociación de Autores de Libros de Texto, la unpf y el mfc, y
los tres grupos se movilizaron con los recursos que correspondían a
A propia naturaleza de organización cívica, partidista o religiosa. Con­
vergían en el punto de partida: el monopolio que el Estado ejercía so­
bre la educación era la fuente de todos los males que sufría el sistema
educativo y que el mismo gobierno se había visto obligado a recono­
cer. Luego aparecían los matices; mientras que unos enfatizaban la idea
del monopolio violador de derechos individuales esenciales, otros ha­
blan hincapié en que el laicismo obligatorio había abierto la puerta a
Afluencias ajenas a la tradición nacional —léase, al comunismo.
Las diferencias entre los argumentos que esgrimían las organizacio­
nes que participaban en la movilización eran más analíticas que reales.
La coordinación de la ofensiva dio lugar a una muy estrecha colabora­
ción entre todas ellas, independientemente de que se perteneciera a una
u otra organización. Los panistas pronunciaban sus discursos en las
Aanifestaciones que organizaban el mfc o la unpf en los atrios de las
pesias. Asimismo, contaban con la homilía dominical y con la mani-

,fla "Parte del artículo 3° es intromisión dictatorial, dijo el Ministro Azuela", Ex·
19 de agosto de 1961, p. 1-a.
322 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

pulación de los símbolos religiosos para conmover a la gente y condu­


cirla a la participación. Lo cierto es que la convergencia de objetivos
de estas organizaciones condujo a la formación de un poderoso blo­
que de acción unificada, al menos así quedó demostrado en Puebla
con el conflicto universitario de 1961.

El conflicto universitario de Puebla en 1961

Por haber dejado a los estudiantes en manos de


una enseñanza laica, sectaria y amoral: ¡Perdóna­
nos, Señor!
Por permitir que falsos maestros de mentira co­
rrompan la mente y el alma de la juventud: ¡Per­
dónanos, Señor.103

En principio, la educación universitaria no se considera parte de la


querella escolar puesto que su regulación no entra dentro de la compe­
tencia del artículo 3°, siendo el principio de la libertad de enseñanza
el que ha regido siempre su funcionamiento. Sin embargo, esto no sig­
nifica que las universidades se hayan sustraído a la confrontación ideo­
lógica que se produjo en el seno de las clases medias en la época es­
tudiada.
En 1961 estalló en la ciudad de Puebla un conflicto que era sólo en
apariencia universitario; en el microcosmos poblano, el problema era
en realidad una escenificación a pequeña escala de los forcejeos por
el poder que habían estado ocurriendo en la ciudad de México, con
la diferencia de que, en este caso, los enfrentamientos se libraron en
el campo de batalla que proporcionó la universidad. A pesar de que
este conflicto no se relaciona directamente con el problema de los li­
bros de texto gratuitos, sí encaja a la perfección en el cuadro de una
movilización defensiva de las clases medias que, de igual manera, se
sintieron amenazadas por el avance del comunismo, y actuaron en tor­
no al liderazgo indiscutible de la Iglesia y con el apoyo de la maquina­
ria parapolítica que le proveían las organizaciones intermedias, funda­
mentalmente profesionales.
Por otra parte, el temaf profundo de esta movilización fue también
la defensa social frente al Estado, y las características de la ofensiva
que armaron estos grupos contra la universidad poblana fueron muy
similares a las del movimiento de Monterrey que, un año después, tuvo

103 Oración repetida por la multitud reunida en el atrio de la Basílica de Guadalu­


pe, el 15 de mayo de 1961, en la celebración de un acto anticomunista. ‘‘Por la justicia
y la libertad”, La Nación, 21 de mayo de 1961, vol. xl, núm. 1023, pp. 14 y 15·
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 323

como objetivo el combate a los libros de texto gratuitos. En este senti­


do, los acontecimientos de Puebla en 1961 pueden ser considerados
como un antecedente de lo que sucedió en Monterrey en 1962.
La revolución cubana aguijoneó particularmente la imaginación de
los medios universitarios e intelectuales. En los años de 1961 y 1962,
las universidades de la ciudad de México, Puebla y Morelia fueron es­
cenario de numerosos y diversos enfrentamientos, verbales los más, aun­
que algunos llegaron a ser violentos, producto todos del antagonismo
izquierda-derecha y protagonizados por organizaciones estudiantiles que
se identificaban con una u otra corriente. Así por ejemplo, el Frente
Universitario Anticomunista (FUA) y el Movimiento Universitario de
Renovadora Orientación (MURO) estaban formados por agresivos ac­
tivistas de derecha que atacaban a organizaciones tales como el Parti­
do Estudiantil Socialista, la Confederación de Jóvenes Mexicanos, la
federación Nacional de Estudiantes Técnicos y la Federación de Estu­
diantes Universitarios, entre otras.
Las autoridades políticas, conscientes del nerviosismo que privaba
en las universidades, multiplicaron sus llamamientos a la juventud para
Que se mantuviera leal a las llamadas tradiciones de la Revolución me­
xicana. En noviembre de 1960, el entonces secretario de Gobernación,
Gustavo Díaz Ordaz, exhortó a los universitarios a que conservaran
b calma: “Tendida está la mano, juventud de México, para que mien­
tas llega la hora de tu destino, sumes tu fuerza a la continuidad de
i* obra.”104 El conflicto universitario de Puebla en 1961 también pue­
de ser analizado como una de las primeras batallas de la lucha que en­
tablaron diversas fuerzas políticas en varias ciudades por el control de
universidades, lucha que se prolongó hasta los años setenta.105
Al iniciarse los años sesenta, el estado de Puebla era uno de los cin-
00 centros industriales del país, no obstante que su población rural re­
presentaba cerca del 80% del total.106 Paralelamente al proceso de ur­
banización de las dos décadas anteriores, se había formado un grupo
Aportante de empresarios locales que, pese a su fuerza, fue caracteri­
zo como “periférico y dependiente” por un estudio de actitudes del

lw “Discurso del Lie. Gustavo Díaz Ordaz, secretario de Gobernación”, Política,


** de diciembre de 1960, vol. i, núm. 15, pp. ii y m.
05 Para una visión panorámica de la historia de la universidad autónoma de Pue-
7* en los últimos veinte años ver: Alfonso Vélez Pliego, “La sucesión rectoral, las ke­
rnes de la historia y las tareas actuales del movimiento universitario democrático”,
Cftica, núm. 1, aflo i, octubre-diciembre de 1978. Ver también: Luis Ortega M., “El
pimiento estudiantil poblano”, Crítica, núm. S, aAo ii, abril-mayo-junio de 1980, pp.
’•12.
106 En 1960, el estado de Puebla tenía 1 973 837 habitantes, de los cuales 1 571 065
?toban clasificados como población rural y 401 972 como población urbana; Luis Uni-
*el, con la colaboración de Crescendo Ruiz Chiapetto y Gustavo Garza, op.cit., cuadro
5 p.
324 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

empresariado mexicano que se llevó a cabo a finales de esa década.107


Estos rasgos de debilidad se explicaban primeramente por su posición
geográfica en relación con la ciudad de México, la cual los sujetaba
a las limitaciones que supone la distancia relativa respecto del poder
central, distancia que, de cualquier forma, tampoco era tan significa*
tiva como para permitirles desarrollar bases de poder autónomo o echar
raíces como grupos de presión independiente. Por un lado, buena par­
te de las inversiones provenían de fuera del estado —Puebla fue un im­
portante receptor de inversión extranjera—, y por el otro, el sindicalis­
mo oficial estaba bien consolidado en la entidad,108 y constituía una
de las bases de apoyo del gobierno federal, particularmente en sus re­
laciones con el empresariado local.
Un tercer elemento que contribuía en forma decisiva a la dependen­
cia del aparato político poblano frente al Estado federal era la persis­
tencia del cacicazgo político que encarnaba el grupo avilacamachista,
estrechamente vinculado con la élite política de la ciudad de México,
de suerte que existían lazos muy estrechos entre los intereses políticos
locales y la estructura nacional de poder.
Durante mucho tiempo, la sociedad poblana ha sido considerada
como una de las más tradicionales del país, en buena medida gracias
a la presencia dominante de la Iglesia católica. La arquidiócesis de Pue­
bla, fundada en 1525, es una de las más antiguas del país. En 1960,
la provincia eclesiástica de Puebla contaba con 214 parroquias, que ve­
nía a ser un número elevado en términos comparativos; en cambio, el
número'de habitantes por parroquia, 11 154, era muy bajo respecto
del resto del país.109 En cuanto al número de sacerdotes, Puebla ocu­
paba, con 559 sacerdotes, la cuarta posición después de Guadalajara,
México y Morelia, cada una de las cuales tenía entre 1 500 y 1 200 sa­
cerdotes. En términos relativos, sin embargo, la proporción de sacer­
dotes por número de habitantes era más favorable que en cualquier
otra región del país, dado que disponía de un sacerdote por cada 4 720
habitantes, y la media nacional era de uno por un poco más de
5 000.110
En Puebla, los libros de texto gratuitos se empezaron a distribuir
sin dificultad alguna en 1960. Al año siguiente, la SEP fortaleció su pre­
sencia en el estado con elt envío de doscientos maestros de enseñanza
primaria y la formación dé numerosas asociaciones de padres de fami­

107 Flavia Derossi, El empresario mexicano, México, Instituto de Investigadores So­


ciales. unam, 1977, pp. 54-58.
,0® Ver: María Teresa Ventura Rodríguez, “Las centrales y los diputados obreros
en Puebla, 1939-1952”< Crítica, Revista de la uap, núm. 5, aflo ii, abril-mayo-junio de
1980, pp. 26-32.
109 Ramos, Alonso y Garre, La Iglesia en México, op.cit., p. 55.
1,0 Ibid., pp. 107 y 108.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 325

lia conforme con lo dispuesto por la ley reglamentaria del. artículo 3°.
Este robustecimiento de la educación pública en el estado no suscitó
resistencias importantes, primero, porque favorecía a la mayoría rural
de la población, y segundo, porque en los años inmediatamente ante­
riores la educación privada se había desarrollado ampliamente y en un
clima de entera libertad.
Entre 1957 y 1961, el sector privado de Puebla creó dieciocho nue­
vas escuelas primarías. En esos años, el número de alumnos de escue­
las particulares en todos los niveles aumentó de 18 961 a 22 174, lo que
significó una tasa de crecimiento anual idéntica a la que registraban
las escuelas públicas.111
La enseñanza privada prosperaba en un ambiente de armonía y cor­
dialidad entre todos los sectores interesados. Para las autoridades po­
líticas, la escuela contribuía al “desarrollo moral y social de las nuevas
generaciones, la formación moral del niño es, sin embargo, competen­
cia del hogar’’.112 Las familias poblanas que podían pagar las colegia­
turas de las escuelas particulares aceptaban que el Estado educara a
Quienes no podían hacerlo, a sabiendas de que las autoridades locales
uo sólo no tenían un concepto revolucionario de la educación, sino que
consideraban que la educación era, tal y como lo declarara el goberna­
dor Fausto M. Ortega en 1961, un factor de “consolidación de nues­
tras costumbres y nuestras tradiciones’’.113
Hasta principios de los años sesenta, la universidad de Puebla se ha­
bía identificado plenamente con la ideología y la política oficiales, y
las relaciones de las autoridades universitarias y de los dirigentes de
las organizaciones estudiantiles con los círculos políticos habían sido
'ftiuy intensas. Sin embargo, últimamente había venido sufriendo algu­
nos cambios que fueron los que propiciaron la polarización político-
ideológica que dio lugar al conflicto de 1961; aun así, aquí la crisis se
analizará como parte del movimiento general de clases medias que bus­
caban limitar la autoridad del Estado.114

1.1 Sexto informe del C. Gral. Rafael Avila Camacho, Gobernador Constitucional
Estado de Puebla, 15 de enero de 1957, s.e., 5 p. Ver también: Quinto informe de!
C. Fausto M. Ortega, Gobernador Constitucional del Estado de Puebla, 15 de septiem­
bre de 1962, s.e., s.p.
1.2 Cuarto informe de! C. Fausto M. Ortega, Gobernador Constitucional del Esta­
do de Puebla, 15 de enero de ¡961, s.e., s.p.
1.3 Ibid.
114 Como es evidente, el conflicto universitario poblano también puede explicarse
apartir de una perspectiva estrictamente local. Por ejemplo, algunos mencionan la reor­
ganización de las juventudes comunistas en la región, las demandas de renovación de
b universidad de algunos grupos que criticaban su dependencia respecto del Estado; tam-
b'én se mencionan los efectos de la ley de autonomía universitaria votada en 19S6, que.
Por una parte, había limitado la influencia gubernamental sobre la institución, y por
°tra, había fortalecido la presencia de representantes de grupos de industriales, de co-
326 ( I ASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

En Puebla, al igual que en otras ciudades del país, la Revolución


cubana fue el detonador de un conflicto que se desencadenó en abril
de 1961 y que retuvo la atención de la opinión pública nacional duran­
te más de tres meses. E, 24 de abril, el Frente Universitario Anticomu­
nista (fuá), creado en 1955, organizó una manifestación en contra de
Fidel Castro,115 en la que además participaron estudiantes de las prin­
cipales escuelas particulares de Puebla, entre ellas el Colegio Benaven­
te, Oriente y Carlos Pereyra. Este acto fue visto como una provo­
cación por grupos simpatizantes de la Revolución cubana. Hubo
enfrentamientos violentos en las calles, y con ese pretexto el empresa­
riado local organizado exigió que interviniera la policía en la universi­
dad y que fueran expulsados los comunistas de la institución.
En realidad, el pcm tenía poco peso en el interior de la universidad;
de hecho, la ideología de los simpatizantes de la Revolución cubana en
el medio universitario poblano poco se distinguía de las posiciones del
gobierno lopezmateísta, y probablemente hubiera podido identificarse
con la del ala progresista del pri.116 Sin embargo, a partir de ese mo­
mento se organizó un combate anticomunista cuyo blanco central fue
la UAP. Hasta entonces en la universidad no había existido una orga­
nización estudiantil coherente; su surgimiento fue uno de los primeros
efectos de la movilización católica que se armó con el impulso del sec­
tor privado y del clero poblano.
A las presiones iniciales, el gobernador Fausto M. Ortega respon­
dió que no podía violar la autonomía universitaria y que lo ocurrido
entre estudiantes eran incidentes limitados que no justificaban la re­
presión o la intervención del ejército. El encono del sector privado con­
tra la UAP, y contra lo que calificaban de pasividad y debilidad de las
autoridades locales, se intensificó, y luego de rechazar la interpreta­
ción de los hechos dada por el gobernador, decidió hacerse cargo del
restablecimiento del orden en vista de que continuaban los enfrenta­
mientos entre los grupos antagónicos concentrados, por un lado, en

merciantes y de la Iglesia. Asimismo, el crecimiento demográfico de la universidad ge­


neraba tensiones internas por problemas de espacio y recursos insuficientes, y su solu­
ción exigia del apoyo financiero ya fuera del Estado o de la empresa privada.
1,5 Los vínculos entre el fuá V los Hermanos Lasallistas eran muy conocidos. En
Puebla, esta orden había establecido una de sus escuelas más importantes. El fuá era
famoso por sus métodos violentos, similares a los de los grupos paramilitares de extre­
ma derecha (en esta época se impartía entrenamiento militar en las escuelas lasallistas).
El fuá fue también el núcleo original del temible muro.
116 Entre los estudiantes reformistas había una enorme heterogeneidad ideológica
y política. Se había formado ún frente muy amplio, en el que participaban comunistas,
masones, liberales y gobemistas unidos por la voluntad de modernizar a la universidad
y de expulsar de ella todo lo que, en su opinión, causaba el retraso académico y la asfi­
xia política, es decir, la influencia del sector privado y del clero reaccionario. Ver: Vélez
Pliego, art.cit., p. 61.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 327

torno a la uap, y por el otro, en tomo a algunas escuelas particulares


como el Colegio Benavente. Así se formó con carácter de urgente un
comité de defensa: el Comité Coordinador de la Iniciativa Privada
(ccip),117 que agrupaba a los padres de familia representantes de los
medios bancario, empresarial y comerciante de Puebla. La intención
última de este organismo era crear un movimiento cívico de largo pla­
zo que se convirtiera en una plataforma para la intervención de ciuda­
danos independientes en la administración local.118
Según el ccip, su móvil fundamental era poner a salvo las escuelas
particulares y la sociedad en su conjunto de los “actos bárbaros” que
cometían los estudiantes de la uap, agravados por la amenaza de las
“doctrinas extranjeras” y por lo que juzgaban como un sospechoso
comportamiento de las autoridades, el cual sólo podía explicarse en
función de que las autoridades no se identificaban con sus go-
bernados.119
El ccip instrumentó con gran rapidez su ofensiva y, haciendo a un
lado al gobernador, se dirigió a las autoridades nacionales para exigir
que se decretara el estado de emergencia en Puebla, que la ciudad fue­
ra vigilada por el ejército, que se juzgara por el delito de disolución
social a los “agitadores” y que se les expulsara de la uap, y advertía
que si sus demandas no eran atendidas recurriría a la fuerza.120 Simul­

117 El ccip se autodefinió como el portavoz de todos los poblanos ‘‘que realizan,
individual o colectivamente, actividades privadas totalmente independientes del Esta­
do”; “A la opinión pública”, Excélsior, 15 de agosto de 1961, p. 18-a. La asamblea
constitutiva del ccip, en la que participaron los directores de las escuelas particulares
~~la mayoría sacerdotes católicos—, se celebró el 25 de abril, es decir, al día siguiente
de los choques entre el fuá y la uap. El comité integraba a los representantes de los si­
guientes organismos: Cámara de la Industria Textil de Puebla y Tlaxcala, Cámara Na­
cional de Comercio de Puebla, Cámara de Propietarios de Puebla, Asociación de Em­
presarios Textiles de Puebla y Tlaxcala, Cámara Harinera de la Zona de Puebla, Cámara
de la Industria de la Transformación, Centro Patronal de Puebla, Cámara Agrícola y
Ganadera de Puebla, Club Rotario de Puebla, Club de Leones de Puebla, Club 20-30,
Federación de Sociedades de Padres de Familia del Estado de Puebla, Club Automovi­
lístico de Puebla, Asociación de Distribuidores de Automóviles, Asociación de Vende­
dores de Artículos para el Hogar, Club de Ejecutivos de Ventas de Puebla, A.C., Socie­
dad Mutualista de Dependientes, Sociedad Mutualista Siglo xx, Cámara de la Industria
de la Seda, Artisela y sus Derivados de Puebla; ‘‘Tormentosa sesión de grupo de padres
de familia”, La Opinión, 26 de abril de 1961, p. 1.
118 “Los grupos patronales le dan su apoyo al Benavente”, La Opinión, 27 de abril
de 1961, p. 1. AI día siguiente, la unpf se adhirió a esta denuncia.
119 Desplegado dirigido al presidente de la República, Adolfo López Mateos, al se-.
Cetario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz y al secretario de la Defensa, Agustín Ola-
chea Avilés. “A la opinión pública del país”, Excélsior, 27 de abril de 1961, p. 10-a.
120 “A la opinión pública del país”, El Sol de Puebla, 26 de abril de 1961, p. 3. Al
día siguiente, la Federación Nacional Lassallista, que agrupaba a 85 000 miembros en
(odo el país, se sumó a esta advertencia. Ver: “A la opinión pública del país”, El Sol
Puebla, 29 de abril de 1961, p. 4-a.
328 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

táneamente, y para dar mayor peso a sus exigencias, el ccip anuncia*


ba la suspensión de algunas actividades comerciales, del pago de im*
puestos, y de las actividades en las escuelas particulares durante cuatro
días. En los periódicos poblanos, el último párrafo del desplegado de­
nunciaba los acontecimientos ocurridos:

(...] que son la voz de alerta que desenmascara el plan de desorden y des­
quiciamiento generalizado, que quiere destruir nuestra Patria para poner
sus ruinas a los pies de la tiranía comunista.121

El ccip obtuvo muy pronto una entrevista en la ciudad de México


con el secretario de Gobernación, Díaz Ordaz. Poblano él mismo, lo­
gró convencerlos de que abandonaran su estrategia de acción directa
contra los “comunistas emboscados” de la uap. Hizo ver a los miem­
bros del comité que lo visitaron que las medidas de fuerza que solicita­
ban podían ser contraproducentes, sobre todo porque podían acarrear
la anulación de la autonomía y la subordinación de la enseñanza uni­
versitaria a los principios del artículo 3°. Díaz Ordaz les propuso que
establecieran la diferencia entre los problemas de la universidad y el
tema del mantenimiento del orden, y que entonces sí elaboraran una
estrategia contra los comunistas. La actitud del secretario Díaz Ordaz
tranquilizó a los miembros del CCIP porque, a diferencia del goberna­
dor Ortega, no negó la autenticidad de la amenaza que los acechaba,
sino que atendió su angustia y sus exigencias.122 El ccip estuvo dis­
puesto a depositar su confianza en el secretario de Gobernación, y al
día siguiente de la entrevista se declaró “respetuoso de la autonomía"
y reconoció que “este problema sólo [atañía] a los universitarios”, con
lo que dejaba ver a la opinión pública que no intervendría más en el
conflicto.123
Como “lo prometido es deuda”, el gobernador Ortega y el coman­
dante de læzona militar de Puebla, general Rodríguez Familiar, anun­
ciaron el 29 de abril que de la ciudad de México se enviarían destaca­
mentos de policía para ayudar a las autoridades locales a reprimir
cualquier amenaza al orden público y a mantener la paz en la ciu­
dad.124 Todos los grupos anticomunistas consideraron un éxito la
noticia:

121 “A la opinión pública...”, El Sol de Puebla, doc. cit., 26 de abril de 1961, p. 3.


122 Ver: "Plenaria del Comité Coordinador de la Iniciativa Privada”, El Sol de Pue­
bla, 19 de mayo de 1961, p. 5.
123 Ver: “Es asunto interno de la uap. La ip no interviene en problema ajeno”, Le
Opinión, 20 de mayo de 1961, p. 1.
124 Ver: “A los habitantes del estado”, desplegado firmado por el gobernador de
Puebla, Fausto Ortega; Excélsior, 29 de abril de 1961, p. 17-a.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 329

Los poblanos erguidos como un solo hombre frente a los desmanes rojos,
han logrado un gran triunfo: dar a todo el país un admirable ejemplo de
solidaridad contra los que nos quieren convertir en otra Cuba.12^

No obstante, el clima de la ciudad de Puebla siguió deteriorándose


en las siguientes semanas, pero en esta ocasión por la abierta partici­
pación del clero poblano, menos confiado y más decidido que la ini­
ciativa privada. El fuá, que se había convertido en el brazo armado
del cciP,126 recibió el apoyo de las organizaciones de estudiantes ca­
tólicos, tales como la Confederación Nacional de Estudiantes y la Unión
Nacional de Estudiantes Mexicanos. Acorde con la tradición de esta
familia ideológica, su bandera fue la defensa de la autonomía univer­
sitaria, y el tono de sus desplegados y declaraciones, cada vez más vio­
lento e insolente.127
La situación se había agravado porque los estudiantes de la uap se
habían declarado en huelga como respuesta a las agresiones de que ha­
bían sido objeto, y como medio de presión para denunciar las viola­
ciones al artículo 3° a que había dado lugar la autonomía otorgada
a la universidad apenas unos años antes. Según el Comité Estudiantil
Poblano (cep), desde entonces la institución había caído bajo la in­
fluencia de la jerarquía eclesiástica, en virtud de lo cual demandaban
una reforma universitaria que garantizara el respeto al artículo 3° y
Que comprometiera a maestros y autoridades universitarias a acatar los
Postulados ideológicos de la Revolución mexicana.128 Denunciaban
además las amenazas del ccip que, según el cep, eran muestra de la
estrategia subversiva de los industriales y de los comerciantes, a quie­
nes terminaban acusando de provocar la disolución social.
Al defender los principios de la Constitución en materia de educa­
ción, los estudiantes de la uap se pronunciaban por el Estado educa­
dor y, por consiguiente, contra la autonomía. En esta empresa conta­
ban con el apoyo de las centrales obreras y campesinas miembros del
PRI, así como con el de los representantes de las escuelas públicas, de
,M “¡¡Arriba Puebla!! ...en pie frente al comunismo”, Señal, 7 de mayo de 1961,
núm. 347, p. 4.
126 Los objetivos del fuá eran, como los del cctp, repeler “las bandas de provoca­
dores comunistas” y sus “pretensiones de subversión del orden establecido”; “Lucha
Cierta a los alborotadores”, Excéisior, 29 de abril de 1961, p. 29-a.
7 “Si la uap es expuesta al peligro comunista por las torpezas de su gobierno, la
cne (Confederación Nacional de Estudiantes) usará todos los recursos para salvarla y
*° responsabilizamos a usted de lo que pueda ocurrir. La Autonomía de la Universidad
y la Libertad de Cátedra son banderas que han costado muchos sacrificios que estamos
^puestos a defender en donde quiera que sean puestas en peligro por los partidarios
de la esclavitud”; “Fausto Ortega se declara enemigo de la autonomía”, desplegado de
* Con/iederaddn Nacional de Estudiantes, A.C., Excéisior, 19 de mayo de 1961, p. 19-a.
* Ver: Miguel Ángel Peral, “El Sr. Gobernador acierta”, La Opinión, 19 de mayo
de 1961, p. 1.
330 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

los maestros de la sección xxi (rama local) del snte y de las organiza­
ciones de estudiantes ‘‘liberales y revolucionarios”.
Este proceso de polarización se extendió rápidamente hasta abarcar
incluso, como era de esperarse, la educación primaria, que finalmente
se vio envuelta en el conflicto no obstante el acuerdo que durante años
le había garantizado un funcionamiento sin tropiezos. El apoyo que
dio el director de Educación del estado, Gabriel Herrera, y los maes­
tros a la huelga universitaria provocó una avalancha de acusaciones
de la Federación de Asociaciones de Padres de Familia del Estado de
Puebla, que interpretó este gesto como una prueba irrefutable de los
abusos de poder tanto de las autoridades educativas como de los direc­
tores de las escuelas públicas. Según la federación, este apoyo a los huel­
guistas había favorecido la agitación en el medio escolar en perjuicio
de los niños que quedaban expuestos a

influencias perniciosas y ejemplos deplorables de sus débiles y tolerantes


maestros, de los agitadores profesionales, de los instigadores de doctrinas
antipatrióticas, de los agentes sin escrúpulos que [...] se enfrentan a las
autoridades, denigran a la sociedad, insultan soezmente a sus enemigos
y siembran [...] el odio a los más altos valores de la sociedad mexicana.129

La movilización de los católicos

El objetivo del gobierno federal de mantener el conflicto localizado en


el ámbito universitario se topó con la decisión del arzobispo de Pue­
bla, Octaviano Márquez y Toriz, de expulsar a los comunistas del esta­
do. El 13 de mayo, con motivo del lxx aniversario de la encíclica Re­
rum Novarum, el arzobispo hizo pública una pastoral en la que
afirmaba que los acontecimientos que habían afectado a Puebla en las
últimas semanas no eran manifestación de un problema local que per­
judicara en forma limitada a grupos*Sociales aislados.

Tenemos argumentos para afirmar que muchas de las cosas que están su­
cediendo en nuestra patria, y últimamente en nuestra ciudad de Puebla,
están profundamente'ligadas a conjuras internacionales, a todo un plan
de destrucción de nuestra civilización cristiana, a un titánico esfuerzo de
los poderes del mal para adueñarse de nuestra Patria y de todas las na­
ciones.130

129 “Reconoce su error el Prof. Gabriel Herrera”, El Sol de Puebla, 10 de mayo


de 1961, pp. 1-3, p. 3.
1,0 “No se puede ser al mismo tiempo católico y comunista”, pastoral del 15 de
mayo de 1961 sobre el comunismo de monseflor el arzobispo de Puebla, Octaviano Már­
quez y Toriz, en La Nación, 28 de mayo de 1961, vol. xl, núm. 1029, pp. 14 y 15. Este
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 331

En esa ocasión, el arzobispo subrayó también que otra de las “mons­


truosidades” del comunismo era que despojaba a los padres de sus de*·
ruchos sobre los hijos y sobre su educación. Igualmente denunció la
^filtración comunista en el sistema escolar nacional y los efectos ma­
lignos que ejercía sobre tantos y tantos maestros, a los que ya había
Pervertido. Márquez y Toriz establecía una comparación implícita en­
tre la educación pública mexicana y la que se impartía en los países
comunistas donde el Estado

impone violentamente métodos y programas de enseñanza, según las ideas


persecutorias de la minoría audaz adueñada del poder.131

La pastoral tuvo efectos explosivos, y el arzobispo logró su propó­


sito de convertir el conflicto universitario en una guerra de religión de
amplias dimensiones sociales, al menos durante varias semanas. La mo­
ralización que se desencadenó se insertaba en el contexto maniqueo de
la guerra fría, pero en el ámbito local, ciertamente reavivó los malos
recuerdos que la palabra “persecusión” despertaba en la memoria de
los poblanos, dado que su estado había vivido con gran violencia el
conflicto de los años veinte entre la Iglesia y el Estado.132
En mayo de 1961, la combatividad del arzobispo Márquez y Toriz
fue decisiva para ampliar la movilización popular en torno al lema
“¡Cristianismo, sí! ¡Comunismo, no!”. A pesar de que los universitarios
huelguistas trataron desesperadamente de desmentir al arzobispo, quien
los había acusado de ser enemigos de la religión,133 sus protestas no
sirvieron para detener la incontenible hostilidad de buena parte de la
sociedad poblana. Calumnias, repetidos mensajes anticomunistas, ru­
bores maliciosos y desplegados apócrifos134 fueron utilizados con la

documento fue leído el mismo día 1S en el atrio de la Basílica de Guadalupe durante


el transcurso de una multitudinaria concentración anticomunista.
131 “No se puede ser al mismo tiempo católico y comunista”, art.cit., p. 15.
132 En Puebla el conflicto revolucionario entre las autoridades políticas locales y el
clero se prolongó por un largo periodo —de 1915 a 1937—. En esos años fueron fre­
cuentes los cierres de iglesias, conventos y escuelas católicas, así como los arrestos y las
expulsiones de miembros del clero —entre ellos el arzobispo Pedro Vera y Zuna; la Igle­
sia y sus católicos se habían visto obligados a mantenerse en la clandestinidad.
33 En ese momento, los huelguistas eran una minoría acosada, rodeada en una at­
mósfera enemiga, aislada en las instalaciones universitarias, asediada por una población,
innecesariamente bombardeada con mensajes anticomunistas. Vivían —según un testigo—
en una atmósfera similar a la que precede un linchamiento. Luego de que Márquez y
Toriz los denunció, se apresuraron a declarar a la prensa que eran cristianos, y a preci­
sar: “No somos comunistas, tampoco lo es ninguno de nuestros dirigentes”. “Somos
estudiantes todos, pero luchamos contra cualquier extremismo, dijo Tagle”, La Opi-
*Μη,23 de mayo de 1961, p. 1.
134 La provocación más evidente y, sin embargo, la más eficaz, fue la publicación
332 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

intención de transmitir la imagen de que los huelguistas eran révolu*


cionarios comunistas que pretendían repetir en* México la experiencia
cubana.
Hacia finales de mayo, la mayor parte de la sociedad poblana se
mantenía unánime en su violencia verbal y en ocasiones física contra
los huelguistas. El ccip se reactivó, esta vez en alianza abierta con to­
das las organizaciones dependientes de Acción Católica de la arquidió-
cesis de Puebla, que exigían que los “actos” de los estudiantes de la
uap fueran reprimidos y los responsables, castigados.135 * 133
La* moviliza­
ción de los católicos contra los huelguistas se desenvolvía bajo el signo
del nacionalismo religioso:

los ataques realizados en los últimos días en contra de la religión católica


(*), esencia misma de nuestra nacionalidad mexicana [...] constituyen parte
de la conjura sistemática Γ·.·1 todo [...] demuestra que el llamado conflicto
estudiantil no es una lucha de estudiantes como tantas otras [...] sino la
afloración en Puebla de la conjura comunista tramada contra México y las
creencias de su pueblo.136

El domingo 4 de junio, más de cien mil personas pertenecientes a


todas las clases sociales se reunieron en el atrio de la catedral de Pue­
bla para gritar al unísono ¡“Cristianismo, sí! ¡Comunismo, no!” y para
cantar el himno nacional. En una intervención improvisada, el arzo­
bispo Márquez y Toriz afirmó:

No estamos haciendo ningún mitin político [...] no atacamos a nadie. Nues­


tro deseo es salvar a la Patria; salvarla del peligro comunista por medio
de la paz, del respeto humano.137

el 28 de mayo de 1961 en el Sol de Puebla de un desplegado que firmaba un tal “Gobier­


no Revolucionario de Estudiantes Universitarios*', cuyo titulo era: “Ayer Cuba. Hoy
Puebla**. La publicación hacía una desmesurada apología de la Revolución cubana, y
luego se refería en términos insultantes a algunas instituciones mexicanas fundamenta­
les: la burguesía, el clero “corrompido**xel ejército “pretoriano”. Para terminar, el des­
plegado anunciaba el advenimiento de la revolución socialista en México. “Ayer Cuba.
Hoy Puebla’’, El Sol de Puebla, 22 de mayo de 1962, p. 4.
133 “¡México, sil ¡Dictadura casuista, no!’’ El Sol de Puebla, 29 de mayo de 1961.
p. 4.
* Referencia a una conferencia de José Natividad Rosales en la uap, en la que el pe­
riodista había hecho algunos comentarios anticlericales. Los huelguistas se habían dis­
culpado públicamente.
líe *·¡Cristianismo, Sí! ¡Comunismo, No!”, El Sol de Puebla, 29 de mayo de 1961.
137 “Esta reunión general de afirmación cristiana no será un acto aislado, sino el
comienzo de una lucha sin misericordia contra el comunismo ateo en todo el país”; Vi­
cente Leñero, “México en pie: Puebla. ¡Cristianismo, sil ¡Comunismo, no!”, Sellai,
11 de junio de 1961, núm. 3S2, pp. 7 y 8. Durante la concentración, un grupo de asistentes
quemó una efigie de Fidel Castro y uno de los oradores reveló que se había descubierto
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 333

La prensa de la capital, al igual que los periódicos locales, dieron


mucha importancia a esta concentración, que para algunos fue la “pri­
mera y mayor derrota del comunismo”. A los pocos días, el propio
presidente López Mateos hizo alusión a la situación crítica de Puebla
en un discurso público, cuyo tono fue concordante con su propósito
de acallar las sospechas que había despertado su proyecto de reconci­
liación nacionalista. Por consiguiente, denunció a las “fuerzas ocul­
tas” que aprovechaban la repercusión interna de las tensiones interna­
cionales para exacerbar los antagonismos y provocar “divisiones que,
entre nosotros, resultan extralógicas ”J38
Por primera vez desde 1940, un gobierno mexicano buscaba sustraer­
se del contexto internacional, que hasta entonces había servido para
consolidar las estructuras internas de poder. A este llamado a la des­
movilización añadió una advertencia que, pese a su ambigüedad, cu­
riosamente no dejaba duda alguna en cuanto al destinatario:

Atentar contra nuestro legado ideológico sería un crimen que el pueblo


y el gobierno constituido no habrá de tolerar mi gobierno reprimirá
excesos de personas o grupos demagógicos de derecha e izquierda que fuera
del marco de la Constitución pretendan desarticular la vida nacional y violar
el orden constitucional.138
139

A pesar de la precisión “de derecha e izquierda”, las diferentes in­


terpretaciones del mensaje coincidieron en que se trataba de una ad­
vertencia a los simpatizantes de la revolución cubana. Según la revista
Política,

[este mensaje] es una amenaza para todas las corrientes de izquierda, es


un augurio de represión para los campesinos.
Las ideas expuestas por el Lie. López Mateos]...] son amenaza para
las izquierdas, augurio de represiones para los campesinos que pidan una
reforma agraria integral, para los obreros que acudan a la huelga para
obtener sus derechos, para los trabajadores que exijan verdadera demo­
cracia sindical, para los estudiantes que se manifiesten contra la infiltra­

un “diabólico plan**, que había sido tramado por el dirigente cubano, Nikita Kruschev
y Mao-tse Tung, consistente en emitir millones de billetes falsos con el propósito de pro­
vocar un desequilibrio financiero general. Ver: “Se reunieron en Puebla 100 mil católi­
cos ayer”, Excéisior, 5 de junio de 1961, p. 1-a.
138 “Reprimirá el gobierno todo exceso de izquierda o de derecha”, Excéisior, 8 de
junio de 1961, p. 1-a. En diciembre, López Mateos volvió sobre esta misma idea de man­
tener a México al margen de la controversia internacional, cuando declaró ante el Sena­
do de la República que su gobierno se había esforzado por mantener al país al margen
del conflicto Este-Oeste. Ver: “México al margen de la pugna mundial, dijo alm”, Ex­
céisior, 5 de diciembre de 1961, p. 1-a.
Ibid.
334 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ción clerical en universidades y escuelas, para los intelectuales que difun*


dan filosofías discordantes con el criterio del Gobierno.140

En cambio, en el otro extremo del estrecho espectro ideológico, los


diferentes grupos de opinión se unificaron en el aplauso a la actitud
decidida del gobierno en cuanto al mantenimiento del orden público.
Las organizaciones afiliadas al Bloque de Unidad Obrera, el snte, los
comerciantes, los industriales y la jerarquía eclesiástica se felicitaron
por un discurso que —decían— había despejado el horizonte y restau­
rado la confianza.141 Inmediatamente se empezó a hablar de una re­
cuperación del ritmo de expansión económica y financiera del país.142
Por su parte, el arzobispo de México, Miguel Darío Miranda, alabó
el discurso señalando que reconocer la existencia de un peligro era em­
pezar a combatirlo.143
A pesar de que en Puebla el discurso del presidente fue interpretado
en estos mismos términos,144 los grupos en conflicto no depusieron las
armas. La movilización católica mantuvo la misma intensidad, alimen­
tada con gran éxito por los organizadores iniciales. A lo largo del mes
de junio, las concentraciones anticomunistas se repitieron cotidiana­
mente; desde las cuatro esquinas de la catedral, varios altoparlantes
emitían obsesivamente llamados a la defensa de la patria, de la familia
y de la religión, manteniendo a la población en un estado constante
de agitación que era absolutamente novedoso dada la historia reciente
de apatía y conformismo frente a las decisiones del poder.

Los riesgos del desbordamiento

Como era previsible en esta atmósfera, el efecto apaciguador de las


palabras presidenciales se agotó en poco tiempo. Para el mes de julio,
la uap seguía en huelga, las partes en conflicto no habían superado

140 "El centrismo no es la solución’’, Política, editorial, 15 de junio de 1961, vd·


II, núm. 28, p. 4.
141 "La balanza inclinada”, Política, 15 de junio de 1961, vol. II, núm. 28, pp. 5"
10, p. 9.
142 La prensa también informó que con motivo de este discurso, los representantes
de la banca se presentaron personalmente a felicitar al presidente López Mateos. Ver:
"Contribuirá a robustecer la confianza en el gobierno el mensaje de alm, dice la ban­
ca”, Excélsior, 13 de junio de 1961, p. 1-a. Ver también: "Solidaridad de la provincia
con el Ejecutivo”, Excélsior, 17 de junio de 1961, p. 1-a.
143 "Nadie debe sentirse ajeno al peligro rojo”, Excélsior, 14 de junio de 1961, p-
1-A. Para el texto completo de este documento ver: "Trascendental documento”, Se­
ña!, 18 de junio de 1961, núm. 353, p. 1.
144 Ver por ejemplo: “Glosa el Arzobispo el discurso presidencial”, El Sol de Pue­
bla, 11 de junio de 1961, p. 1.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 335

sus desacuerdos en torno a las reglas de funcionamiento de la universi­


dad, y las calles de Puebla seguían siendo escenario de violentos en­
frentamientos.
En la ciudad de México, el gobierno federal había decidido mante­
nerse al margen de los acontecimientos que se precipitaban en Puebla,
e insistía en su posición inicial de que se trataba de un conflicto estric­
tamente universitario. Esta interpretación de los hechos le permitía es­
quivar un enfrentamiento directo con la Iglesia y con las organizacio­
nes empresariales, y tal vez más importante, una lectura limitada del
problema era también una manera de evitar que sus efectos se genera­
lizaran, por ejemplo, a otras instituciones de enseñanza superior.
No obstante, el recrudecimiento de los antagonismos fue inevitable
cuando la prensa anunció el 15 de julio que el Congreso local elabora­
ría una nueva ley universitaria y designaría a las autoridades de la uap.
Esta noticia provocó la indignación del ccip porque el proyecto que
discutiría el Congreso ya había sido presentado a López Mateos por
los estudiantes huelguistas, que habían obtenido su visto bueno. El co­
mité acusó al gobernador Ortega de violar la autonomía universitaria
y de querer imponer una ley “sospechosa” cuya adopción significaba
el triunfo de la “facción roja”.145 Según el ccip, prueba de ello era
que la ley propuesta prohibía a los miembros de las congregaciones re­
ligiosas enseñar en la universidad o participar en su administración,
estipulando también que los estudiantes que pertenecieran a organiza­
ciones religiosas no podían ser miembros del consejo universitario.146
A fines del mes de julio y en los primeros días de agosto, hubo nue­
vos brotes de violencia en la ciudad de Puebla. El ccip exigía que la
nueva ley universitaria fuera abrogada, y anunció que suspendería el
pago de algunos impuestos federales, que llevaría a cabo paros en al­
gunos sectores de actividades industriales y comerciales, y que realiza­
ría grandes concentraciones, hasta lograr su propósito.
Y efectivamente se llevaron a cabo paros de trabajo de tres horas
(de las 17.00hs. a las 20.00hs.). Los empresarios exhortaron a sus em­
pleados a que se reunieran en el zócalo para protestar contra la ley uni­
versitaria. Se comenzó a hablar de crisis económica, de disminución
de las actividades comerciales y de huida de capitales.

45 “A la opinión pública", desplegado del ccip publicado simultáneamente en Pue­


bla y México, Excéisior, 27 de julio de 1961, p. 17.
46 Según el ccip, estas cláusulas confirmaban la hipótesis de la conjura comunista
Porque: "Las iglesias son organizaciones religiosas. Luego, ningún católico, protestan­
te» judio, etcétera, puede impartir cátedra en la Universidad [...] o ser consejero y alum­
no [...] Así, pues, sólo pueden impartir cátedra o ser consejeros, alumnos que no profe-
alguna religión, o sea, los ateos. Los comunistas son ateos. Luego, sólo los comunistas
Pueden impartir cátedra o ser consejeros de la Universidad Autónoma de Puebla"; "A
« opinión pública", desplegado del ccip, Excéisior, 29 de julio de 1961, p. 32-a.
336 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Entonces el gobierno federal cedió a estas presiones. El 3 de agosto,


el Congreso local abrogó la nueva ley orgánica de la UAP. El ccip puso
fin a los paros y a las concentraciones en el zócalo, aunque mantuvo
la suspensión del pago de impuestos “hasta que la nueva ley que se
prepare demuestre su fidelidad a las aspiraciones del sector
privado’’.147
La reacción de los estudiantes huelguistas no se hizo esperar, y el mis*
mo 3 de agosto tomaron por asalto el centro de la ciudad, atacaron
edificios, en particular el del Sol de Puebla, rompieron las vitrinas de
las tiendas pertenecientes a los comerciantes miembros del ccip, que*
marón coches. En los disturbios participaron también grupos de estu*
diantes de la unam, de la Escuela Normal de la ciudad de México y
del Instituto Politécnico Nacional. Hubo varios heridos y fueron dete­
nidos los dirigentes del movimiento huelguístico.148
Estos motines justificaron finalmente la intervención del ejército,
tan deseada por el ccip. Destacamentos militares fueron emplazados
en la ciudad de Puebla y en sus entradas, para impedir así que nuevos
grupos universitarios de la ciudad de México o campesinos provinien-
tes del interior del estado se sumaran a los enfrentamientos para apo­
yar a alguna de las partes. Simultáneamente, los párrocos alertaban
a la población contra el “inminente” ataque de los comunistas, y ex­
hortaban a los fieles para que se prepararan a defender sus iglesias,
aun a “costa de sus vidas”149 lo que obligó al general Rodríguez Fa­
miliar, comandante de la zona, a denunciar la provocación de los reac­
cionarios.
Para frenar esta carrera de violencia fue necesaria la intervención
de las autoridades nacionales, políticas y eclesiásticas, que muy proba­
blemente negociaron entre sí el desistimento de la movilización del cle­
ro poblano, que había sido uno de los actores claves en el conflicto.
El arzobispo Márquez y Toriz había anunciado, justo en los mo­
mentos más difíciles del conflicto, que el 15 de agosto se celebraría una
nueva concentración religiosa en el atrio de la catedral poblana. Dada
la atmósfera políticamente cargada que vivía Puebla desde hacía se­
manas, y tomando en cuenta los métodos que habían sido utilizados

147 “El congreso poblano derogó la ley universitaria, cesarán los paros”; Excél­
sior, 4 de agosto de 1961, p. 1.
148 Enrique Cabrera, Antonio Guzmán Márquez y Zito Vera Márquez fueron dete­
nidos y encarcelados. Para una descripción detallada de estos acontecimientos ver: “Puebla
de pie frente al vandalismo rojo desatado”, La Nación, 13 de agosto de 1961, vol. xu
núm. 1035, pp. 10-12.
149 “Los párrocos de barrios humildes: La Luz, La Accocota, Los Remedios, Cl
Alto, arengaron ayer a los feligreses para que se apresten a defender los templos: k#
campanarios darán la seAal para abandonar sus casas y luchar contra el comunismo”:
“Calma en Puebla, mientras el ejército vigila y el clero hace exhortaciones”, Excélsior<
6 de agosto de 1961, p. 1-a.
LA OPOSICIÓN CATÓLICA 337

para excitar a la población en las manifestaciones anteriores, era muy


probable que un acto de esa naturaleza provocara una generalización
de la violencia, ya que los asistentes podían intentar desalojar por la
fuetea las instalaciones universitarias y recuperarlas a cualquier pre­
cio. En estas circunstancias, lo deseable era que se cancelara la con­
centración, tal y como ocurrió, según algunos, a instancias del arzo­
bispo de México, Miguel Darío Miranda, quien estando más dispuesto
& la negociación con el Estado, aconsejó a Márquez y Toriz la suspen­
sión del acto.150
El 15 de agosto, el CCIP se limitó a publicar en los periódicos un
manifiesto que describía el desarrollo del conflicto y anunciaba que,
a partir de entonces, coordinaría sus acciones con organismos simila­
res que actuarían en toda la república,

[y estaría] pendiente de que nada ni nadie atente contra nuestro legado


histórico e ideológico y de que ninguna fuerza, por poderosa que se consi­
dere, pueda someter a nuestro país a ningún yugo extranjero.151

La nueva ley universitaria para la uap no fue elaborada sino hasta


1963. Mientras tanto, la institución estuvo prácticamente bajo el con­
trol de las autoridades gubernamentales, situación que ciertamente no
ayudaba a resolver el conflicto. La ccip se oponía a la nueva ley por­
que veía en ella una victoria de los comunistas —puesto que en reali­
dad implicaba una anulación de la autonomía—, aun cuando los diri­
gentes estudiantiles siguieran detenidos. En los meses posteriores, La
Nación denunció que algunos profesores católicos habían sido “pur­
gados” de la universidad;152 a principios de 1962 hubo nuevos enfren­
tamientos entre estudiantes; los ataques terroristas del FUA, que para
algunos eran prueba de la “actitud decidida de los estudiantes católi­
cos”,153 continuaron a lo largo de ese año.154

150 Ver: “Reabrieron varias escuelas poblanas", Excélsior, 8 de agosto de 1961, p.


1-a.
151 “A ia opinión pública", desplegado del ccip, en Excélsior, 1S de agosto de 1961,
p. 18-a. Poco después de estos acontecimientos, el ccip cambió de nombre para con­
vertirse en el Comité Coordinador de Acción Ciudadana. La idea era formar organiza­
ciones similares en diferentes ciudades de provincia, pero el proyecto sólo se llevó a efecto
en Monterrey, Morelia, Cuernavaca y San Luis Potosí. Entrevista con Fernando Ylla-
nes Ramos, abogado patronal, ciudad de México, 6 de agosto de 1982.
152 Ver: “Penetración. Los prosoviéticos cambian de táctica en Puebla”, La Nación,
3 de diciembre de 1961, vol. xli, núm. 1051, pp. 18 y 19; ver también: “Puebla: ia uni­
versidad sólo cambió de comunistas", La Nación, 1° de abril de 1963, vol. xliii, núm.
Ull, p. 13.
153 Ver: “Una autonomía conculcada”, Contacto, núm. 3, Segunda época, 1962,
pp. 28 y 29.
lM Ver: "Terrorismo en Puebla”, Política, 15 de octubre de 1962, vol. m, núm. 60,
PP. 9 y 10.
338 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

A pesar del clima de inestabilidad constante, el conflicto se mantu­


vo localizado y la movilización en Puebla fue frenada eficazmente tal
y como lo deseaba el gobierno. A partir de octubre de 1961, la prensa
local y nacional dejó de informar, salvo en raras ocasiones, sobre los
conflictos que agitaban a la uap. Sin embargo, la movilización católi­
ca siguió adelante y la alianza entre clases medias, organizaciones em­
presariales y organizaciones religiosas no se disolvió ni se debilitó, tal
como quedó demostrado en Monterrey a partir de enero de 1962.
VII. “LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN*

Cuando el presidente López Mateos pronunció esta frase, no io hizo


por simple reflejo retórico. Como se vió antes, la distribución de los
libros de texto gratuitos que se inició en 1960 revivió la querella esco­
lar en una coyuntura de polarización ideológica de las clases medias.
La profundización de las divergencias entre las mismas, que eran en reali­
dad una medida de la distancia existente entre gobernantes y goberna­
dos, llegó a convertirse en 1962 en una amenaza para el equilibrio polí­
tico. En el curso de dos años, la ofensiva contra el Estado educador
había pasado de las críticas formuladas por los autores de libros de
texto comerciales a la Conalit, por naturaleza antipopular, a la violen­
cia de la lucha por la uap, que puso en serio peligro el vínculo entre el
Estado y un número creciente de grupos de clase media, religiosos y
civiles, cuya importancia política se medía en la capacidad de movili­
zación, propia y dirigida a otros grupos sociales.
En 1962, la querella escolar adquirió dimensiones explosivas cuan­
do a esta capacidad de movilización se sumó, por una parte, el respal­
do de la Iglesia, que legitimó ampliamente la causa, y por la otra, un
grupo de grandes empresarios. Ese año, el gobierno lopezmateísta tuvo
que enfrentar el desafío que, con la querella escolar como pretexto,
le plantearon los empresarios, la jerarquía eclesiástica y grupos numé­
ricamente importantes de clase media, para que modificara los térmi­
nos de una estabilidad fundada en la apatía y la no participación.
No era la primera vez que los antagonismos que históricamente di­
vidían a las clases medias en grandes familias ideológicas cristalizaban
en la dicotomía Estado-Iglesia. Al iniciarse esa década, ambos se con­
virtieron de nuevo en polos de gravitación de los activistas pertenecientes
* cada uno de estos grupos sociales. Sin embargo, y a diferencia de
lo que había ocurrido en épocas anteriores, ya no eran sólo dos los ac­
tores que lijaban los confines del debate.
El modelo de crecimiento económico había auspiciado el desarrollo
y la consolidación de un grupo empresarial vigoroso, componente cen­
tral de las nuevas clases altas mexicanas, que empezó a reclamar una

* Aldolfo López Mateos, to de septiembre de 1962.

13391
340 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

participación más activa en la definición de las orientaciones del siste-


ma político. En su búsqueda de un espacio político, se encontró con
que, al igual que el Estado y la Iglesia, podía convertirse en un polo
de gravitación de sectores importantes de clase media.
Este acercamiento entre clases altas y medias parecía natural; cuan­
do los grandes empresarios defendían el sector privado, fusionaban den­
tro de sus propios intereses los de los comerciantes e industriales pe­
queños y medianos, y lo hacían no sólo por conveniencia, sino buscando
también una identidad social —de clase media—, cuya legitimidad po­
lítica era mayor que la de una burguesía capitalista que el discurso pos­
revolucionario aún dominante había estigmatizado. Asimismo, el de­
sarrollo de una alianza entre los grandes empresarios y los grupos
antiestatistas de las clases medias podía también fortalecer a los pri­
meros frente al Estado, porque le arrebataba potencial de moviliza­
ción política a este último.
Esta evolución no fue del todo favorable a quienes desde la clase
media defendían la libertad de enseñanza. En un primer momento pen­
saron que su causa se había enriquecido, no sólo financieramente
—como fue el caso—, sino social y políticamente, gracias al apoyo abier­
to de los grandes empresarios. El espejismo de la fuerza y de la auto­
nomía duró menos de un año, al cabo del cual la negociación entre
los poderosos, por lo demás de intereses ajenos a la causa original, puso
de nuevo al descubierto la calidad instrumental de la querella escolar
y de los movilizados en cuestión.

Las fuentes de contradicción entre empresarios y gobierno

Los tres primeros años del gobierno lopezmateísta estuvieron domina­


dos por el estira y afloja de una redefinición de las relaciones políticas
en diversos niveles: en el interior de la élite gobernante, entre la Igle-
sia y el Estado, entre éste y grupos organizados de clase media, y con
los grandes empresarios. A pesar de que en 1961, el presidente y sus
colaboradores se habrían esforzado por demostrar que su proyecto de
renovación del consenso político nada tenía que ver con la tan temida
seducción cubana, ni siquiera con una reposición en escena de la movi­
lización cardenista, sus empeños resultaron insuficientes o fueron con­
traproducentes. Al menos eso se desprende de la militancia política de
la Iglesia en Puebla y de la actitud insolente de los grandes empresa­
rios frente al Estado.
En este contexto se inserta la tercera etapa de la ofensiva contra el
articulo 3o. En este caso, la libertad de enseñanza se convirtió en un
instrumento de lucha, cuyo significado político superaba con mucho
el campo de participación de las clases medias. No obstante, el tema
de fondo que se planteaba seguía siendo la limitación de la autonomía
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 341

íel Estado, si bien esta vez relacionada con problemas más inmediatos
y prioritarios para los empresarios.
Lq hostilidad que manifestó este sector frente a la política de López
Mateos desde los primeros meses de su gobierno fue en cierta forma
inesperada ya que, por el contrario, la actitud que había mostrado en
°casión de su precandidatura a la presidencia había sido favorable. En
octubre de 1957» unos días antes de que se diera a conocer el nombre
del candidato del pri. el dirigente de la Coparmex, Mariano Suárez,
dijo:
es de elemental justicia reconocer que la situación presente ha sido posi­
ble gracias al esfuerzo, a la habilidad y a la especial política de las más
altas autoridades del trabajo. Me refiero al hecho de que su actuación no
se ha concretado [...] a impartir justicia sino que ha luchado incansa­
blemente por encontrar la armonía de los intereses en nugna Esto re­
presenta, a nuestro juicio, la política más acertada.1

• A pesar de que el proyecto nacionalista de López Mateos no cues-


donó en ningún momento el modelo de economía mixta,2 la movili-
**ción de la izquierda y las posiciones tímidamente antimperialistas del
gobierno crearon en los medios empresariales, particularmente suscep­
tibles a la propaganda anticomunista, un clima de creciente descon­
fianza frfente al Estado, a tal punto que el consenso entre éste y el sec­
tor privado parecía haber desaparecido. Como se verá a continuación,
k oposición de los empresarios al gobierno lopezmateísta no se limitó
* pronunciamientos y a desplegados como el del 24 de noviembre
de 1960.
Entre 1958 y 1962, la economía mexicana corrió el riesgo de caer
ίο un serio estancamiento; la causa inicial fue la pérdida de dinamis­
mo de las exportaciones,3 pero más adelante la situación se agravó en
tdsta de la contracción de la inversión privada y de una importante y
1 Citado en Horacio Quiflones, Buró de Investigación Política, 11 de noviembre de
1557, vol. XV, núm. 46, p. 32.
2 El día de su protesta como candidato del pri a la presidencia de la República, Ló-
Mateos precisó su posición respecto de la economía en estos términos: “El estado
debe crear los incentivos que impulsen a la empresa privada a desarrollar sus esfuerzos
dentro de los marcos sefialados por el interés de la colectividad [...] Es conveniente man­
tener el sistema preponderante de libre empresa y de libertad de cambios, acorde con
te estructura económica de nuestro país, que nos ha permitido un gran impulso en nues­
tro desarrollo"; Adolfo López Mateos, "Toma de protesta como candidato..." en Ce­
lte, Macotela, Ricos et al., op. cit., p. 103.
3 "La bonanza de la Segunda Guerra Mundial había sostenido al régimen de Avila
Ctmacho hasta 1946. Las necesidades de la posguerra, la protección contra las importa­
ciones y el alto nivel de inversiones públicas, mantuvieron el crecimiento de la nación
durante los aflos de Alemán. En el periodo de Ruiz Cortines, aun cuando el ritmo del
crecimiento pareció estar haciéndose un poco más lento, el procesó continuado de la
sustitución de importaciones por producción nacional, aunado ai flujo acelerado de in-
342 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

continua huida de capitales. Según opiniones de la época, estos dos


últimos fenómenos eran resultado de los desacuerdos ideológicos y po­
líticos que le habían enajenado al gobierno el apoyo del sector priva­
do.4 5El informe anual del Banco de México correspondiente a 1961 se­
ñalaba que ese había sido el año más difícil, ya que la tasa de crecimiento
de la economía (3.5%) sólo había podido mantenerse gracias al aumento
de la inversión pública (20% con respecto de 1960), y a la capacidad
instalada de la industria mexicana. Para explicar esta situación, el in­
forme aludía, entre otros factores, a los “efectos adversos” de los acon­
tecimientos que se habían producido en el área latinoamericana?
Las contradicciones entre el gobierno y el sector privado también
nacían de la discusión en tomo a la estrategia de desarrollo más ade­
cuada para mantener el crecimiento económico. Desde esta perspecti­
va se planteaba el problema del alcance deseable del intervencionismo
estatal que, a su vez, remitía al problema de la confrontación este-oeste;
tal y como la entendían los dirigentes empresariales, era a ellos, dentro
de este contexto, a quienes correspondía defender la propiedad priva­
da y la libre empresa. En el fondo, sin embargo, lo que los empresa­
rios reivindicaban era el derecho a participar en las decisiones sobre
el modelo económico a seguir, sobre todo cuando se hablaba de con­
troles a la inversión extranjera,6 de una reforma fiscal, y de modifi­
caciones al artículo 123 de la Constitución.

gresos por turismo e inversiones extranjeras, lograron generar una actividad bastante
satisfactoria (...] Sin embargo, a fines de la década de 19S0, los mexicanos empezaban
a preguntarse de dónde vendria el siguiente ímpetu para el crecimiento”; Vernon, ορ-
cit., p. 133 et passim.
4 “Muchos de los hombres de negocios de México enervados por el estancamiento
de la economía y por las aperturas del gobierno hacia la izquierda, decidieron interpre­
tar las acciones de López Mateos como un ataque La fuga de fondos se aceleró en
l960,y 1961 Únicamente fuertes créditos del Banco de Exportación e Importación
y otras fuentes públicas salvaron al peso mexicano de la devaluación”, Ibid., p. 138.
Ver también: “No hay que temer otra Semana Santa”, entrevista de Ramón Beteta con
el secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, en Ramón Beteta, Entrevistas y pláti­
cas, México, Ed. Renovación, 1961, pp. 19-29.
5 Banco de México, S.A., Informe Anual, México, s.e., 1962, p. 15.
6 En muchos casos, el desacuerdo de un supuesto bloque empresarial frente a las po­
líticas gubernamentales era menor de io que parecía; por ejemplo, en materia de inver­
sión extranjera había coincidencias importantes, como se desprende de las declaraciones
a ese respecto del entonces dirigente de la Concanaco, Juan Sánchez Navarro, quien sos­
tenía que el capital extranjero debía jugar un papel complementario en la inversión na­
cional; suplir la falta de capital nacional, pero no desplazar al capital mexicano. “Ni
prohibición total ni libertad absoluta para la inversión extranjera”, entrevista con Juan
Sánchez Navarro, en Beteta, op. cit., pp. 79-90, p. 85. La Canacintra también apoyó
ese proyecto de regulación de la inversión extranjera. Ver: “La Canacintra de acuerdo
con los ochos puntos. Opiniones acerca de las inversiones extranjeras”, Excélsior, H
de febrero de 1960, p. 1-a.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 343

La política de López Mateos hacia la Revolución cubana también


generó tensiones y desconfianza. El presidente, como ya se vio, no per­
maneció insensible a las presiones que de ahí derivaron, y desde finales
de 1960 se propuso frenar la movilización política y rechazar la influen­
cia ideológica de la Revolución cubana en México, limitando su apoyo
a la misma. En enero de 1962, el secretario de Relaciones Exteriores,
Manuel Tello, declaró en la Reunión de Cancilleres de Punta del Este:

Parece, pues, indudable que existe una incompatibilidad radical entre la


pertenencia a la Organización de Estados Americanos y una profesión po­
lítica marxista-leninista (...) Con la misma energía con que defendemos
el derecho de autodeterminación de los pueblos, del pueblo cubano, por
consiguiente, sostenemos que es inconciliable la calidad de miembro de
nuestra organización con la adopción de un régimen de gobierno cuyas
características no son las de las democracias representativas.7 8

Esta declaración satisfizo plenamente a los anticastristas mexicanos,


entre ellos los empresarios, de manera que para 1962, la política exte­
rior había dejado de ser fuente de conflicto interno. Sin embargo, pre­
cisamente en 1962, uno de los sectores más importantes del empresa-
riado mexicano, el Grupo Monterrey, lanzó el desafío más serio a la
autoridad del Estado. Desde una perspectiva particular, este reto, cuya
motivación aparente fue la querella escolar, pudo haber tenido un ob­
jetivo inmediato totalmente ajeno: ciertas concesiones de explotación
minera o de bosques, la disputa en torno a la legitimidad de las autori­
dades políticas locales, las reformas propuestas por el gobierno a la
legislación laboral, el proyecto de reforma fiscal o la sucesión presi­
dencial de 1963-1964.®
De todos estos temas, las modificaciones al artículo 123, que ha­
bían sido votadas por unanimidad en la Cámara de Diputados en di­
ciembre de 1961,9 provocaron la mayor irritación entre los empresa­
rios. Aunque sus opiniones divergían en diferentes aspectos de las
reformas, todas las organizaciones empresariales denunciaron públi­

7 “Discurso del secretario de Relaciones Exteriores, Manuel Tello, en la Reunión


de Cancilleres de Punta del Este, Uruguay, 24 de enero de 1962*’, Celis, Macotela, Rico
# «/., op. cit., p. 651.
8 Los testigos y participantes en esta etapa de la querella escolar, coincidieron en que
ios libros de texto gratuitos fueron un pretexto para los grandes industriales regiomon-
tonos. Fueron mencionados todas estas posibles motivaciones, sin que hubiera acuerdo
en cuanto al verdadero objetivo inmediato de la embestida empresarial. En todo caso,
h etapa regiomontana de la querella sigue apareciendo como una prueba de fuerza entre
empresarios y Estado.
9 Las principales enmiendas votadas fueron: el reparto de utilidades, el establecimien­
to de salarios mínimos por profesiones y por regiones y la reinstalación obligatoria. Mo­
dificaban los párrafos ii-ui, νι-ix, xxi, xxu y xxxi del artículo 123.
344 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

camente las modificaciones como un acto de autoritarismo inadmisi­


ble, ya que no habían participado en su discusión y ni siquiera habían
sido consultados a pesar de que eran decisiones que les afectaban di­
rectamente.10 La reinstalación obligatoria de los trabajadores despe­
didos sin justificación fue rechazada de manera unánime por los em­
presarios; para atacarla adujeron que semejante ordenamiento anulaba
el principio de autoridad que consideraban indispensable para el buen
funcionamiento de cualquier empresa, si bien el argumento más soco­
rrido fue el ideológico.
La Coparmex señaló que la reinstalación obligatoria abría la puerta
a la intervención de “fuerzas subversivas que, al servicio de intereses
ajenos, son un obstáculo al progreso de nuestra Patria’’.11 El Centro
Patronal de la Ciudad de México sostuvo que dicha reforma afectaría
incluso al Estado, porque anulaba “la única defensa posible contra los
agentes del comunismo” —el propio gobierno había recurrido al des­
pido injustificado— para deshacerse de la disidencia en el sindicato fe­
rrocarrilero.12 La reacción más violenta fue la del Centro Patronal de
Nuevo León que, junto con la Canacintra y la Concanaco, se opuso
a todas las reformas propuestas: desde luego a la reinstalación obliga­
toria, pero también a los salarios mínimos, al reparto de utilidades y
a la elevación del límite de edad del trabajo de menores.13
Aun cuando las reformas hubieran sido aprobadas en la Cámara de
Diputados, los empresarios tenían la posibilidad de intervenir en la de­
finición de las modalidades de aplicación, porque las reformas corres­
pondientes en la Ley Federal del Trabajo no serían votadas sino hasta
fines de 1962. Los empresarios tenían muchos meses por delante para
negociar las reformas constitucionales, y fue entonces cuando suma­
ron sus baterías a las de los defensores de la libertad de enseñanza.
Desde una perspectiva más amplia, la participación de grandes em­
10 Esta acusación era inexacta, aunque el gobierno pretendió eludir la discusión con
los empresarios y enfrentarlos con mfait accompli, representantes empresariales tuvie­
ron acceso al proyecto de reformas unos dias antes de que fuera enviado a la Cámara.
No pudieron modificarlo de manera esencial, pero lograron introducir una cláusula cru­
cial para sus intereses, según la cual el reparto de utilidades no suponía la intervención
de los trabajadores en la dirección o en la administración de las empresas. Esta es la
versión de uno de los participante» en la negociación, el abogado empresarial Fernando
Yllanes Ramos, que difiere fundamentalmente de la que aparece en Susan Kaufman Pur­
cell, The mexican profitsharing decision. Politics in an authoritarian regime, Berkeley,
University of California Press, 1973. Ver en particular pp. 73-77.
11 "Los prejuicios de la reinstalación obligatoria", desplegado de la Coparmex, Ex·
célsior, 2 de febrero de 1962, p. 13-a.
12 "Quién se beneficia coala reforma al articulo 123. El gobierno primer perjudica­
do", desplegado del Centro Patronal de México, Excéisior, 18 de enero de 1962, p. 13-a.
13 "Ante el desconcierto causado con motivo de las reformas y adiciones al articulo
123 de la Constitución General de la República", desplegado del Centro Patronal de
Nuevo León, Canacintra y Cañara, Excéisior, 23 de enero de 1962, p. 12-a.
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 345

présanos en la querella escolar puede ser vista como una estrategia para
sentar límites a la autonomía del sistema político y demostrarle al mis­
mo .tiempo que la sociedad también tenía capacidad para hacerse oír
y organizar movilizaciones independientes. A diferencia de los temas
citados, algunos de ellos de interés estrictamente gremial, la libertad
de enseñanza tenía legitimidad democrática y, por ende, un potencial
movilizador superior y de mayor alcance social al de cualquier otro de
los temas que a la sazón provocaban tensiones entre el Estado y los
empresarios.

Los EMPRESARIOS Y LA REFORMA EDUCATIVA DE LÓPEZ MATEOS:


DE LA COLABORACIÓN AL ENFRENTAMIENTO

Desde 1959, las organizaciones empresariales se mostraron dispuestas


a colaborar con el proyecto de reforma de la educación pública del go­
bierno lopezmateísta, actitud que confirma la hipótesis de que, como
gremio, siempre consideraron que la querella escolar era un problema
ajeno a sus intereses, sobre todo cuando se refería exclusivamente a
la educación primaria.
Desde el inicio de su gobierno, el presidente López Mateos solicitó
al apoyo de la iniciativa privada en la solución de los problemas educa­
tivos del país. En consecuencia, el secretario Torres Bodet organizó una
amplia campaña destinada a estimular esta cooperación; él mismo pro­
nunció numerosas conferencias en clubes como los de Leones y Rota­
dos, cuyo propósito era exponer ante los hombres de empresa las difi­
cultades y limitaciones del sistema escolar, cuidadoso siempre de
enfatizar, antes que ningún otro, el aspecto económico de esta proble­
mática y su relación con el desarrollo del país.
Las organizaciones empresariales, por su parte, aceptaron la invita­
ción del gobierno, concentrando su ayuda en la escasez de instalaciones
y el deterioro de los edificios escolares, problemas que habían sido de­
tectados por el Plan de Once Años. Esta acción fue coordinada por
el Consejo Nacional de Publicidad (cnp), organismo que agrupaba a
tas grandes empresas mexicanas y que había sido creado en noviembre
de 1959 con el propósito de difundir una imagen positiva de la iniciati­
va privada. En enero de 1960, el CNP anunció que la participación de
los particulares en el esfuerzo educativo nacional era necesaria e inevi­
table, dado que ningún gobierno tenía recursos suficientes para satis­
facer por sí solo las necesidades escolares de un país; así el cnp se dis­
ponía a iniciar una campaña destinada a promover la construcción de
escuelas.14 En mayo de ese mismo año, el Consejo expuso ante el pre­

14 Declaración de Guillermo Guajardo Davis, presidente del cnp, en "Empieza la


campaña en pro de escuelas", Excélsior, 23 de enero de 1960, p. 1-a.
346 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

sidente López Mateos los principales puntos de la ‘'gigantesca campa­


ña*’ de alcance nacional que emprendería con ese fin, y que consistiría
primero en la organización de 7 500 comités que trabajarían en todas
las entidades federales a fin de movilizar los recursos económicos ne­
cesarios para cada zona. Como segundo paso, estos comités coordina­
rían la cooperación ciudadana ‘ ‘desinteresada y voluntaria” para cu­
brir los gastos de reparación y mantenimiento de los edificios escolares
existentes.15
Poco después de la presentación de su programa, y como testimo­
nio de la buena disposición de la iniciativa privada ante el proyecto
gubernamental de mejoramiento de la enseñanza primaria, el Consejo
informó que se había llevado a cabo la creación de los comités para
la reconstrucción de escuelas.
Antes de 1962, las organizaciones empresariales no habían definido
públicamente su posición én relación con el problema ideológico de la
enseñanza primaria, a no ser por las alusiones que al respecto se hicie­
ron en Puebla en el transcurso del conflicto de 1961. Y de hecho nunca
llegaron a hacerlo. Tampoco hicieron gesto alguno que permitiera pen­
sar que se involucrarían en la ofensiva contra al Estado educador, pese
a las obvias coincidencias ideológicas que los identificaban con los de­
fensores de la libertad de enseñanza. Incluso los grandes empresarios
regiomontanos, que en 1962 respaldaron abiertamente la oposición con­
tra ios libros de texto gratuitos, se manifestaron bien dispuestos a coo­
perar con la reforma educativa del gobierno a finales de I960.16
Los vínculos entre el sector empresarial y los defensores de la liber­
tad de enseñanza no eran automáticos ni evidentes. De hecho, los li­
bros de texto gratuitos no eran tema de discusión entre el Estado y los
grandes empresarios , porque como ya se vio, las escuelas particulares
donde seguramente educaban a sus hijos gozaban —y gozan— de un
régimen de excepción, además de que es muy probable que estos em­
presarios hayan tenido una idea más o menos exacta de las intenciones
gubernamentales en materia escolar.
Para los enemigos acérrimos del artículo 3o, sus diferencias con los
empresarios eran muy claras, ya que para ellos cualquier forma de co­
laboración con el gobierno en ese terreno era simplemente impensable.
La campaña que incitaba a los miembros de la iniciativa privada a con­
tribuir en la reparación de escuelas les parecía “extravagante” y digna

15 “Movilización nacional de voluntades para resolver el problema educativo”, Ex­


célsior, 12 de marzo de 1960, p. 1-A.
16 Én noviembre de 1960, la prensa informó que dentro de la campaña del cnp ha­
bían sido reparadas 42 escuelas, 29 de ellas en Monterrey y 13 en las municipalidades
vecinas. “Aportó 850 mil pesos para escuelas Monterrey”, Excélsior, 19 de noviembre
de 1960, p. 1-a.
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 347

de censura, porque destruía el mandato constitucional de la gratuidad


de la enseñanza al liberar al Estado de la obligación de mantener sus
propias escuelas en condiciones aceptables. La campaña —decían— dis­
traía a la opinión pública de los problemas esenciales de la educación;
pero lo que les parecía todavía más grave era que esa campaña revela­
ba una actitud absurda, comparable a la “del esclavo, sin juicio ni re­
curso alguno, que tuviera la genial idea de reparar y robustecer el láti­
go con que se le azota”.17 Consideraban que la colaboración era una
prueba del servilismo de la iniciativa privada frente a los funcionarios,
que colocaba a la primera en una ridicula posición de complicidad con
la demagogia oficial.18
Asimismo, estas críticas reprochaban a los miembros del cnp su falta
de solidaridad con los padres de familia que estaban obligados a man­
dar a sus hijos a escuelas públicas, asi como la inconciencia de que ha­
cían gala, ya que en lugar de destinar recursos a fines útiles, como la
defensa de la libertad de enseñanza, parecían dispuestos a dejar la for­
mación de los niños en manos del Estado, indiferentes al contenido
de la educación que recibían.

Los miembros del Consejo Nacional de Publicidad, seguramente todos


ellos con sus hijos en colegios particulares, no conocen la tragedia del pa­
dre de familia que día a día tiene que reeducar a su hijo frente al jacobi­
nismo que le inculcan en la escuela de gobierno y que tienen que resignar­
se, porque no tienen derecho a opinar en la educación de sus hijos; porque
el gobierno no le reconoce ningún derecho como padre.19

No obstante, como se demostró en Puebla en 1961, el sector priva­


do no estaba enteramente satisfecho con la situación prevaleciente en
el sistema educativo, aunque lo que en ese momento le preocupaba
era el estado de la universidad pública, que hasta entonces seguía siendo
el centro privilegiado de formación de élites. Es muy probable que haya
sido entonces cuando los empresarios vincularon la progresión del co­
munismo con los cambios que registraba el medio universitario. Justo
el mismo día en el que el ccip solicitó al presidente de la República
la intervención del ejército en la universidad poblana para extirpar lo
Que identificaban como influencia comunista, el entonces presidente
de la Coparmex, Alejandro Guajardo Suárez, advirtió en Monterrey
a sus colegas banqueros y empresarios:

’’ "Observatorio”, Excélsior, 3 de octubre de 1960, p. 7-a.


1 Nicolás de Oresmes, *Έ1 Consejo Nacional de la Publicidad: deserción frente al
Problema educativo”, La Nación, 10 de julio de 1960, vol. xxxvui, núm. 978, pp. 12
y P. 12.
w Ibid.
348 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Nos hemos dedicado al logro de satisfacciones materiales menospreciando


las cosas del espíritu. Hemos entregado al enemigo las escuelas en donde
se educa el espíritu y se elaboran las creencias. Con torpe ceguera, nos
negamos a colaborar en la formación de filósofos, historiadores, litera*
tos, pedagogos, etc. y son ellos... los que han de aleccionar y dirigir a las
nuevas generaciones (...)
He aquí una responsabilidad de la Iniciativa Privada; ayudar econó­
micamente y con nuestro esfuerzo personal a las universidades (...) Noso­
tros debemos comprender nuestra doctrina y precisar nuestras creencias.20

Estas palabras pueden ser premonitorias de los conflictos universi­


tarios de la década de los setenta, y contribuyen a entender la expan­
sión de la educación superior privada en los últimos veinte años.

Monterrey: el enemigo del pueblo

Las características socioeconómicas del estado de Nuevo León y algu­


nos aspectos de la historia local explican en parte porqué se produjo
en 1962 el reto más serio al que se enfrentó el Estado entre otras razo­
nes por la fuerza del sentimiento regionalista que se ha nutrido de sus
peculiaridades. En este caso, la querella escolar adquirió el aspecto de
un enfrentamiento inmediato y de corto plazo, aunque tocó el corazón
de las relaciones entre el Estado y los grandes empresarios, entre el po­
der político y el económico y, más concretamente, entre la ciudad in­
dustrial más rica del país y el gobierno federal en la ciudad de México.
Cualquiera de estas dimensiones pone al descubierto la subordinación
objetiva de las clases medias respecto de estos dos grandes actores.
En 1960, Nuevo León era un estado rico y en plena dinámica de mo­
dernización que se había erigido en centro industrial paradigmático.
Desde 1940, su tasa media anual de urbanización había sido de las más
elevadas del país (6.3%),21 de manera que la relación campo/ciudad
favorecía considerablemente a esta última. La economía regiomonta-
na estaba concentrada en la industria de punta, química y metalúrgi­
ca. Más del 80% de la población activa estaba empleada en la indus­
tria de la transformación, el comercio y los servicios, su nivel de vida
era uno de los más elevados de México, y tenía uno de los porcentajes
más altos de población alfabetizada (81 por ciento).22

20 “Lo primero es salvar al país del comunismo. Advertencia del Lie. Guajardo Suá­
rez en la Junta Bancaria”, Excéisior, 28 de abril de 1961, p. 1-a.
21 En 1960, la población total de Nuevo León era de I 078 848 habitantes, de l<*
cuales 379 S8S eran considerados población rural, esto es, el 35% Unikel, en colabora­
ción con Ruiz Chiapetto y Garza, op. cit., Cuadro i-a2, s.p.
22 Menno Vellinga, Industrialización, burguesía y clase obrera en México, el caso dé
Monterrey, México, Siglo xxi editores, 1979, p. 94.
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 349

Algunos de sus problemas más importantes eran la concentración


y el desequilibrio económico y social. En Monterrey se aglomeraba
la mayoría de las actividades económicas; a finales de los años cincuen*
ta,'el 85% de la población activa vivía en esa ciudad, que también se
caracterizaba por una estructura social profundamente desigual. En
1960, el 5% de la población que ocupaba la posición superior en la
escala de ingresos familiares recibía el 32% del total, mientras que el
5% situado en el extremo inferior percibía únicamente el 0.80%.23 Sin
embargo, esta concentración de la riqueza no había impedido que en­
tre ambos polos sociales se desarrollara una franja de clases medias
en expansión, compuesta por un grupo relativamente pequeño de arte­
sanos más o menos independientes, al que se sumaba un número cre­
ciente de empleados, profesionistas y funcionarios de las grandes em­
presas. Los niveles siguientes de la escala estaban integrados por un
grupo importante de obreros calificados, que obtenían ingresos muy
elevados, y cuya posición era privilegiada frente a los trabajadores no
calificados o no sindicalizados.
La arrogancia del empresariado regiomontano frente al gobierno de
la ciudad de México se explica en buena parte porque ahí la industria­
lización se inició desde finales del siglo xix, y sin apoyo directo del
Estado federal; en las décadas posteriores, los empresarios regiomon­
tanos mantuvieron consistentemente esta independencia, y no requi­
rieron del apoyo económico del centro para asegurar inversiones, ni
de su respaldo para establecer una estructura sindical conveniente a sus
intereses.24 *
Uno de los rasgos característicos de la industria regiomontana de
la época era que sus trabajadores estaban organizados en sindicatos
independientes de las centrales vinculadas con el Estado, los cuales,
por otra parte, se identificaban con los intereses empresariales. En 1960,
la Federación Nacional de Sindicatos Independientes y la Federación
de Sindicatos Autónomos agrupaban a más del 60% de los obreros sin­
dicalizados de Monterrey. El 40% restante se distribuía entre las cen­
trales vinculadas con el pri.23

23 Ibid., p. 90.
24 "Como regiomontanos [el grupo empresarial] se considera muy distinto al resto
de los mexicanos (1970). Reconocen que tienen un orgullo regional muy vivo fundado
en valores como el trabajo y el dinamismo. Además se sienten independientes del go­
bierno central de la ciudad de México. Este sentimiento de independencia [...] nace de
un grado elevado de autonomía financiera y de la solidaridad del grupo", Ibid., p. 99.
Para mantener su independencia financiera, misma que perdieron en 1982, los indus­
triales regiomontanos fundaron sus propios bancos e instituciones de crédito, y en mu­
chos casos preferían recurrir a préstamos internacionales antes que a agencias guberna­
mentales mexicanas. Derossi, op. cit., p. 63.
23 Menno Vellinga, op. cit., p. 115.
350 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

En varías ocasiones, los industríales regiomontanos han querido con­


vertir su autonomía económica en la base de una autonomía política.
Tan es así que ia historia de las relaciones entre los grupos empresaria­
les de Monterrey y el gobierno federal está sembrada de tensiones en­
tre ambos. Por ejemplo, durante el sexenio de Lázaro Cárdenas, el go­
bierno amenazó a los industríales con la expropiación de sus empresas
si impedían a sus trabajadores organizarse en sindicatos.26 Es muy
probable que a principios de los años sesenta, cuando Monterrey era
el corazón de la segunda región económica más importante del país,
sus empresarios hayan considerado inadmisible la desproporción entre
su poder económico y su poder político, misma que había dado origen
a la idea de que, pese a su éxito y a su riqueza, el estado era tratado
injustamente y hasta explotado por las autoridades federales.
Aun antes de los años cuarenta, sus industriales se habían propues­
to crear un poder regional que ampliara su margen de maniobra políti­
ca para garantizar una cierta identidad con las autoridades locales, si
no es que su subordinación. Desde esta perspectiva, no es sorprenden­
te que Acción Nacional, desde el momento mismo de su fundación,
haya gozado de un apoyo muy importante en Monterrey, tanto en el
orden propiamente financiero como electoral, y que en sus filas hayan
militado regiomontanos prominentes. La fuerza de esta oposición con­
junta puede explicarse también como una reacción contra el pri iden­
tificado con el gobierno federal, o por la auténtica convergencia ideo­
lógica que resultaba de un rechazo común a la intervención del Estado
en la vida social, o bien, porque para más de uno, el pan parecía un
instrumento de presión apropiado para tratar con el gobierno de la ciu­
dad de México.
En esos años, la prosperidad en Monterrey estaba asociada con la
relativa autonomía de un empresariado tradicionalmente hostil a la in­
tervención de un Estado que, por su parte, justificaba el alcance de
su autoridad en el principio de la defensa de los débiles frente a los
poderosos. Dentro de este esquema simplificado, a Monterrey le toca­
ba el papel de enemigo del pueblo. Al menos así fue denunciado el cen­
tro industrial del país por todos los defensores del Estado educador,
y la respuesta de los industriales regiomontanos fue recurrir, al igual
que lo habían hecho durante los años treinta, a la utilización de la mis­
ma visión maniquea de la sociedad que a ellos los condenaba para mo­
vilizar un amplio apoyo social y darle al Estado una prueba de su pro­
pia fuerza política.
A diferencia de lo ocurrido en Puebla en 1961, el clero en Monterrey
un año después no dirigió la ofensiva contra el Estado educador. Su
presencia en el estado era relativamente débil, en buena medida a cau-

26 Ibid., pp. 110 y 111.


“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 351

sa de las distancias y de la existencia de grandes espacios deshabitados.


En 1960, la provincia eclesiástica de Monterrey contaba únicamente
con 167 parroquias de más de 21 000 habitantes cada una, y con 458
sacerdotes, es decir, uno por cada ocho mil habitantes.27 La arquidió-
cesis de Monterrey (fundada en 1777) tenía 51 parroquias y 128 sacer­
dotes para 952 000 habitantes.28 En estas circunstancias, todo indica­
ba que el movimiento de oposición estaba dirigido por auténticos
representantes de las clases medias regiomontanas, pero esto fue sólo
en apariencia.

La gran manifestación del 2 de febrero de 1962

Los antecedentes inmediatos

Dentro del sistema escolar nacional vigente en 1962, el “calendario B”


regía en las primarias regiomontanas; esto significaba que el periodo
lectivo se iniciaba en septiembre (mientras que para las escuelas suje­
tas al “calendario A”, febrero era el principio del año escolar). Desde
1960, al igual que el resto de las entidades, la Dirección de Educación
del estado había recibido los libros de texto gratuitos que debía distri­
buir en todas las primarias. Sin embargo, cuando Eduardo Livas Vi­
llarreal tomó posesión como gobernador el 4 de octubre de 1961, se
encontró con que los libros de la Conalit habían permanecido intactos en
los almacenes municipales desde su Úegada de la ciudad de México.
Cuando el gobernador preguntó a la Secretaría de Educación Pública
que debía hacer con esos libros,29 recibió una respuesta inmediata y
contundente: distribuirlos y además aplicar los nuevos programas en
todas las escuelas públicas del estado.
La contestación de las autoridades federales colocó a Livas Villa-
rreral en una postura particularmente delicada, en vista de que no sólo
era un gobernador entrante que tenía todavía que afianzar su posición
en un estado difícil, sino que sus propias relaciones con los empresa­
rios no eran precisamente buenas. En 1949 habían considerado inacep­
table su precandidatura al gobierno del estado y lo habían obligado
a retirarse de la carrera pre-electoral. Las objeciones de los grandes
industriales nacían de la desconfianza que le inspiraban los vínculos

27 Ramos, Alonso y Garre, op. cit., pp. 59 y 61.


28 ¡bid., p. 106.
29 Esta irregularidad fue denunciada en Monterrey por el obrero Eugenio Martínez,
durante una manifestación de apoyo a los libros de texto gratuitos, organizada por el
Comité de Defensa de la Constitución. Fue confirmada por Ramón G. Bonfil, entonces
Presidente de la Academia Nacional de la Educación, en una entrevista en la ciudad de
México, el 23 de abril de 1982.
352 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

que mantenía Livas Villarreal con los sectores progresistas de la élite


política nacional, en particular con los cardenistas. Por esta razón, vie­
ron en su acceso al poder en 1961 un desafío por parte del centro que,
una vez más, imponía sus decisiones sin tomar en cuenta las necesida­
des y las exigencias de la población local.
La reacción hacia el nuevo gobernador no se hizo esperar. Desde
el principio de su mandato, Livas Villarreal fue víctima de una persis­
tente campaña de rumores cuyo tema dominante era su supuesta filia­
ción al pcm. Diariamente se distribuían en las calles de Monterrey vo­
lantes anónimos que denunciaban al gobernador y a su llamada
camarilla, incitando a la población a oponérseles activamente.
El mismo mes en que tomó posesión como gobernador, apareció una
organización que, bajo el nombre de Cruzada Regional Anticomunis­
ta (crac), se había creado con el apoyo de los grandes industriales y
del clero regiomontano. Si bien se mantuvo independiente a lo largo
de su breve existencia (1962-1965), estableció vínculos muy cercanos
con el pan local y con organizaciones dependientes de la Iglesia como
ekMFC, los Caballeros de Colón y la unpf. La crac tuvo mucho éxi­
to sus dos primeros años de vida, respaldada por grupos de origen so­
cial diverso, desde empleados y obreros hasta funcionarios de las grán-
des empresas privadas. Sus objetivos enunciados eran: colaborar en la
creación de un nuevo orden social inspirado en principios cristianos,
acrecentar los valores tradicionales de la mexicanidad y defender a Mé­
xico de la amenaza comunista.30
El boletín de propaganda que publicaba quincenalmente la crac
(hasta 1963) contenía denuncias constantes en contra de los funciona­
rios ‘ ‘rojos’ ’ de la administración local, pero sus artículos manifesta­
ban de hecho una.posición tan anticomunista como antigubernamen­
tal que denunciaba el autoritarismo del sistema, al cual denominaba
totalitarismo.

Totalitarismo dizque a la mexicana de “estilo propio*’*, peculiar, úni­


co y “muy nuestro’’, porque no tiene la valentía ni la franqueza
de otros totalitarismos; porque es revolucionario-faccioso, porque es
oligárquico; porque es izquierda vergonzante [...] porque se dice respe­
tuoso de las libertades y de la dignidad humana, sólo como táctica políti­
ca; porque es asesino y profanador de las libertades cívicas; porque usa
la fuerza bruta militar [...] para robar elecciones e imponer gobernantes

•Mayúsculas y cursivas del original.


30 crac, Mensaje Quincenal, 10 de noviembre de 1961, núm. 2, aflo i, p. 1. Según
ciertas informaciones, la crac era la organización geméla del fcmar de los alemanistss
en la ciudad de México.
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 353

porque impide la colaboración de todos y en cambio exige la su­


misión.31

fel rechazo al gobernador Livas se acrecentó y se difundió entre gru­


pos de clase media cuando se le sumó la oposición de los padres de
familia de las escuelas privadas de Nuevo León (207 en total con cerca
de 39 000 alumnos, esto es, menos del 12% de la población escolar to­
tal), los cuales rechazaban los nuevos programas de educación prima­
ria que había elaborado la SEP, habiendo manifestado su desacuer­
do desde los primeros días de noviembre de 1961.
Originalmente esta protesta partía de las mismas bases que la oposi­
ción al gobernador Livas: el rechazo al autoritarismo de la ciudad de
México y a su falta de respeto frente a los intereses locales. Numerosos
padres de familia de las clases medias regiomontanas, vinculadas con
centros católicos de asistencia social, decidieron organizar una sección
local de la unpf32 para oponerse a la imposición de los nuevos pro­
gramas escolares, y con el propósito de hacer valer su derecho a la par­
ticipación en la educación de sus hijos. En esta atmósfera hostil se anun­
ció la distribución de los libros de texto gratuitos.
Sin embargo, la defensa de la autonomía regional o de los intereses
de grupo —las escuelas católicas— no basta para explicar la violencia
de la reacción contra los libros de la Conalit, que sólo parece compren­
sible si se recuerda que fueron vistos como una amenaza al sistema de
valores imperante. Semanas antes de que se iniciara la distribución, de
los libros, un grupo de parejas de exiliados cubanos, miembros del mfc,
había celebrado numerosas reuniones privadas para hablar sobre la
Revolución cubana a los grupos del Movimiento que empezaba a orga­
nizarse en Monterrey. Desde luego habían abordado ampliamente el
tema de la educación y habían insistido mucho en que para imponer
el comunismo en Cuba, una de las primeras medidas del gobierno re­
volucionario había sido la reforma de los programas escolares.33 De
manera que, desde el primer momento, el rechazo a los libros de texto
gratuitos fue una faceta de la oposición al comunismo.

31 Jorge Avila Blancas, "Totalitarismo a la mexicana", crac. Mensaje Quincenal,


15 de octubre de 1962, aAo i, núm. 24, p.l.
32 Según Dolores García Téllez de Landa, una de las personas más activas de la opo­
sición, su primera reacción a la reforma fue negativa por razones de orden práctico. Los
nuevos programas escolares para primaria estipulaban que los niños debían aprender
a trabajar en equipo. La recomendación de que hicieran los deberes escolares en grupo
creaba problemas en la vida diaria y en el presupuesto familiar. Cuando Dolores Landa
y otras madres de familia fueron a la escuela para quejarse de estas dificultades, la única
respuesta que le dieron fue: “Son las órdenes de México”. Entrevista con Dolores Gar­
cía Téllez de Landa, Cuernavaca, Morelos, 12 de mayo de 1982.
33 Entrevistas citadas con José Alvarez Icaza y Dolores García Téllez de Landa.
354 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Ante las primeras protestas, y deseoso de tranquilizar los ánimos


y evitar una reacción prematura y generalizada contra los libros de la
Conalit, el gobernador Livas Villarreal invitó a los directores de 49 es­
cuelas primarias particulares y 17 escuelas federales del estado a discu­
tir las instrucciones que había recibido desde la ciudad de México. To­
dos estuvieron de acuerdo en que ni los libros de texto gratuitos ni los
nuevos programas de enseñanza primaria violaban las leyes vigentes,
la moralidad o las tradiciones de los hogares mexicanos. Sin embargo,
sólo 26 de los directores, incluidos todos los de las escuelas federales,
aceptaron firmar un documento que asentaba esta opinión.34
A finales de enero de 1962, la dinámica de oposición de los padres
de familia se aceleró sorpresivamente. La Comisión Organizadora de
la Unión Neoleonesa de Padres de Familia (unlpf)35 se reunió con el
gobernador para quejarse de las reformas a los programas y de los li­
bros de texto de la Conalit, cuya portada había sido diseñada por Da­
vid Alfaro Siqueiros, quien estaba en la cárcel “porque era comunis­
ta*’. También le informó al gobernador que el 2 de febrero tendría lugar
una concentración para protestar contra las órdenes de México. Las
autoridades locales le ofrecieron todo el apoyo necesario para que el
acto ocurriera de manera ordenada y pacífica, y se comprometieron
a respetar las garantías individuales. La prensa local apoyó la manifes­
tación, y seguramente contribuyó a su éxito cuando denunció a los co­
munistas que —decía— se habían introducido en las escuelas oficiales
para amenazar a los niños cuyos padres se atrevieran a asistir a la ma­
nifestación.36
El 1° de febrero, los maestros del estado miembros del snte, pu-

34 Ver: “Ofensiva reaccionaria y clerical”, Tiempo, 12 de febrero de 1961, vol. xl,

núm 1 032, pp. 8-16, p. 10.


35 La Unión Neoleonesa de Padres de Familia no quedó legalmente constituida sino
hasta el 27 de abril de 1962.
36 Según esta información, cuando las madres de familia se percataron del peligro
“acudieron llenas de angustia a buscar a sus hijos al colegio para llevarlos a su casa”;
“Comunistas demuestran lo que son pues amenazan robarse los niAos, Ei Norte, 2 de
febrero de 1962. Los rumores fueron un instrumento clave para movilizar a la población
local. Por ejemplo, la educación (for la acción era el método elegido por los nuevos pro­
gramas escolares, por lo que la observación directa era muy importante. Un grupo de
cuarto aAo de una escuela pública visitó el Ayuntamiento primero y luego el rastro. In­
mediatamente empezó a correr el rumor de que habían llevado a los niAos al rastro a
ver un ayuntamiento. Los padres de familia quedaron horrorizados con los nuevos mé­
todos, porque sospechaban que el siguiente paso seria inducir a los niAos a que espiaran
a sus padres en los momentos'de mayor intimidad. También se dijo que la leche gratuita
que distribuía el Instituto Nacional de Protección a la Infancia (inpi) en las escuelas ofi­
ciales alimentaba en los niAos el odio a los padres y los predisponía a la asimilación de
las ideas comunistas. En años posteriores, Monterrey siguió demostrando su vulnerabi­
lidad a la difusión de información falsa; “Ofensiva reaccionaria...” art. cit., p. 10.
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 355

blicaron un desplegado en la prensa local que denunciaba los rumores


que se habían propalado contra los libros de texto gratuitos y contra
los nuevos programas que —decían— se conformaban a los principios
constitucionales y a los progresos de la pedagogía moderna.37 No obs­
tante, en esos momentos la fiebre anticomunista parecía ensordecer cual­
quier respuesta.

El chubasco del día 2

La manifestación del 2 de febrero de 1962 en Monterrey aún es recor­


dada vividamente por muchos de los que asistieron a ella, ya fuera como
parte de los contingentes de protesta o como simples curiosos. Fue inol­
vidable por sus dimensiones, el tono cargado de emotividad de los dis­
cursos y su novedad; todos los grupos de oposición al autoritarismo
del Estado se congregaron para que así fuera. Se llevó a cabo con el
apoyo de las organizaciones católicas, sobre todo del mfc, asi como
del pan y la crac. El comercio y la industria suspendieron sus activi­
dades ese día e invitaron a sus trabajadores y empleados a participar,
otorgándoles el día libre. Los grandes empresarios no participaron per­
sonalmente en la organización del acto, pero los jefes de la poderosa
familia Garza Sada encabezaron la marcha. No eran miembros de nin­
guna de las organizaciones participantes, pero de alguna manera se les
consideraba representados por los funcionarios más importantes de sus
empresas que, en cambio, eran miembros prominentes de alguna de
estas organizaciones, ya fuera el MFC, el pan o los Caballeros de
Colón.38
A la invitación de la Comisión Organizadora de la unlpf respondie­
ron más de cien mil personas39 que se congregaron en la plaza frente al
palacio del gobernador. Esa fue la manifestación pública más impor­
tante que se había realizado en México en los últimos veinte años; y
resultó aún más impresionante porque se llevó a cabo bajo una gran

37 ‘Ofensiva reaccionaría y clerical”, art. cit., p. 12.


38 Es indudable que tos grandes industriales regiomontanos apoyaron esta marcha
con mucho más que un día de asueto. Uno de los organizadores más importantes de
la sección local de la unpf, Eliot Camarena, era empleado de una empresa del Grupo
Monterrey. Según Dolores García Téllez de Landa, desde octubre de 1961 un grupo de
Padres de familia católicos buscaba un asesor jurídico y un local que albergara a la sec­
ción regiomontana de la unpf. Sus esfuerzos habían sido inútiles hasta que, inespera­
damente, unos días antes del 2 de febrero, Eliot Camarena les anunció que esos proble­
mas estaban resueltos, que él era presidente de la incipiente organización y que llevarían
a cabo una gran concentración en la que hablaría Dolores García Téllez de Landa.
39 En las diferentes crónicas de la manifestación, los cálculos de los asistentes osci­
lan entre 100 000 y 300 000.
356 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

tormenta que inundó las calles, pero que no impidió a los asistentes
marchar lanzando gritos de “¡México sí! ¡Comunismo, no!”, “Liber­
tad de enseñanza”, “La religión, la familia y la patria son sagradas,
no las manchen”, “¡Viva México libre, católico y demócrata!” y can­
tar el himno nacional. La masa de manifestantes enarbolaba numero­
sas banderas nacionales; desfilaron sin distinción, codo a codo, obre­
ros, profesionistas, empleados, funcionarios y patrones, para escuchar
atentamente los inflamados discursos del presidente de la Comisión Or­
ganizadora de la UNLPF, Eliot Camarena, de una madre de familia
miembro del MFC, Dolores García Téllez de Landa,40 de un profesio­
nista miembro del pan, Luis Prieto, y de un obrero miembro de la
CRAC, Alfredo Garza Duarte.41
Todos ios discursos coincidieron en subrayar que la reforma educa­
tiva era antidemocrática porque no respetaba el derecho de los padres
de familia a intervenir en la elaboración de los programas escolares,
los cuales debían estar “en relación directa con las tradiciones históri­
cas, culturales, sociales y religiosas del hogar.”42 Los oradores tam­
bién invocaron a Dios y los valores tradicionales de la familia, y el más
exaltado llegó a decir que el pueblo mexicano defendería sus derechos
en las trincheras si era necesario.
El impacto de la manifestación fue enorme. En primer lugar por­
que fue un acto de masas excepcional, aunque sólo fuera porque no
había sido organizado por el propio Estado. Los promotores de la con­
centración habían logrado reunir bajo la bandera del antiautoritaris­
mo un frente amplio e interclasista que además contaba con el apoyo
de un poderoso y desafiante sector empresarial. La reacción del gober-

40 Según todas las crónicas, el discurso más conmovedor fue el de Dolores García
Téllez de Landa, cuyo solo nombre era en sí mismo una carta cargada de simbolismo
para los defensores de la libertad de enseñanza. Dolores Landa era hija del que fuera
secretario de Educación de Cárdenas, Ignacio García Téllez, quien fue el primero en tra­
tar de poner en práctica la escuela socialista en 1935, pero era también una católica mili­
tante que se había establecido en Monterrey apena; cuatro años antes. Desde entonces
había iniciado las actividades de organización del mfc en esa ciudad y labores de apos­
tolado en las colonias populares, relaciones que fueron particularmente valiosas para
el éxito de la marcha del 2 de febrero. Por otra parte, el hecho de que su marido, un
profesionista empleado en una empresa mediana, no trabajara para ninguna de tas em­
presas propiedad de Cervecería Cuauhtémoc o de Fundidora Monterrey, ofrecía la ven­
taja de que no había vinculo alguno entre los grandes industriales y el trabajo de organi­
zación social de Dolores Landa.
41 “Multitud sin precedente ejercita asi su derecho”, El Norte, 3 de febrero de 1962,
p. 1-b; “Cierre de industrias y comercio en el acto más importante en 30 años, El Por­
venir, 3 de febrero de 1962, p. 1 l-2a; “El auténtico pueblo mexicano inflamado de pa­
triotismo movido por una sola voluntad”, Señal, 11 de febrero de 1962, núm. 386, pp.
8 y 9; “Ofensiva reaccionaria y clerical”, art. cit.
42 “Cierre de industrias y comercio...”, El Porvenir, art. cit.
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 357

nador Livas Villarreal fue calificada de democrática por los propios


manifestantes, porque aceptó dialogar con ellos en el momento mismo
en que se desarrollaba la manifestación y “dado que, como en la Gre­
cia antigua, estableció un diálogo directo entre gobernantes y gober­
nados”. Conmovido uno de los oradores le prometió el apoyo y el re­
conocimiento de la población local, que tanta falta le hacían: “Si usted
se pone a la cabeza de nuestras aspiraciones, puede contar con noso­
tros”.43 Pero la actitud conciliadora del gobernador también podía ser
vista como un gesto de debilidad inducido por la magnitud misma del
acto. La respuesta de Livas a las imprecaciones de los manifestantes
contra el imposicionismo del Estado devela algo más que comprensión:

Yo comparto, como padre de familia que soy, porque mis hijos tampoco
se hicieron en incubadora, y comparto también, el derecho natural que
corresponde no nada más a nosotros los mexicanos, sino a todos los hom­
bres libres del mundo inculcar en nuestros hijos los principios morales y
culturales, históricos y religiosos que recibimos a través de nuestros
padres.44 *

También se comprometió a rechazar todo aquello que fuera contra­


río a ios intereses populares y que negara los valores fundamentales
del hogar y del espíritu, y defendió igualmente los nuevos métodos es­
colares. El gobernador concluyó su intervención asegurando a los asis­
tentes que sería un “portavoz sincero, auténtico y decente de lo que
ustedes han manifestado [...] considero que este es un acto cívico que
norma (sic) a Nuevo León”.43 Al día siguiente, el gobernador declaró
% la prensa que ni él ni ninguno de sus colaboradores era comunista.

La respuesta inicial

La ciudad de México registró de inmediato los efectos de la manifesta­


ción de Monterrey. Por una parte, la prensa de la capital aprovechó
la ocasión para expresar las dudas que siempre había abrigado ante
•a reforma educativa. Los periódicos describieron y comentaron el acto,
señalando que había sido organizado para censurar reformas educati­
vas que no tomaban en cuenta el aspecto moral de la formación de los
niflos y para protestar contra libros de texto que divulgaban una “ver­
dad oficial”. Cautelosos, advertían que la imposición de libros de tex-

43 “El auténtico pueblo mexicano inflamado de patriotismo..?*, Señal, art. cit., p. 9.


44 "Ofensiva reaccionaria y clerical’’, art. cit., p. 14.
5 “Cierre de industrias y comercio...”, art. cit.
358 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

to únicos era en sí misma un peligroso precedente que podía ser utili­


zado por un sucesor de López Mateos, menos respetuoso que él de la
libertad de enseñanza, y menos moderado que el secretario Torres Bo­
det. El editorial de Excelsior opinaba:

La sociedad mexicana, a su vez, no juzga indebido nuestro sistema educa­


tivo neutro, que rehúsa entrar en el terreno de las opciones ideológicas
siguiendo el propósito de respetar la libertad de los niños que viven en
un ambiente pluralista; pero teme las presiones del poder contra las op­
ciones fundamentales de la libertad de conciencia, ámbito en el cual el Es­
tado no tiene competencia. Teme además los resultados de la imposibili­
dad psicológica de una neutralidad total por parte de los maestros, los
autores de textos o los directores de la comisión encargada de redactarlos
(...] la neutralidad supone dejar en la formación del niño un lugar vacío
[...] Pero una sociedad no puede fundarse sobre un vacío; no puede dejar
de tener una base ideológica, un cimiento de valores comunes.46

A pesar de su ambigüedad, esta argumentación planteaba algunos


problemas esenciales. No sólo expresaba desconfianza ante autorida­
des futuras sobre las cuales la sociedad no tenía ningún control, sino
que también señalaba las interpretaciones divergentes de unas y otra
respecto de lo que debía ser la educación. Por otra parte, el editorial
también rechazaba el consenso fundado en un nacionalismo ideológi­
camente neutro y se pronunciaba por la militancia democrática como
único dique posible al avance del comunismo.47
Esta vez, el gobierno federal no pudo mantenerse indiferente ante
la protesta. La maniféstación del 2 de febrero había sido un abierto
desafío a su autoridad y también a sus continuas expresiones de fe de­
mocrática. La situación era relativamente delicada porque era eviden­
te que no sólo tenía que apoyar, sino obligar a Livas Villarreal a de­
fender la posición oficial. Tampoco le interesaba que este tipo de
protesta se generalizara y que los acontecimientos de Monterrey forta­
lecieran los centros de oposición que se habían creado y manifestado
en otras ciudades del interior y, desde luego, en la capital de la repúbli­
ca. Por otra parte, el origen social de una proporción importante de
los manifestantes y la naturaleza de la querella escolar imponían casi
naturalmente la vía de la negociación. Además, llevar a cabo la refor-

46 “La manifestación de Monterrey”, Excelsior, editorial, S de febrero de 1962, p·


6-a.
47 La izquierda, por su parte, señaló a propósito de la manifestación en Monterrey
que la ofensiva contra el artículo 3o era una prueba de que el gobierno debía poner fin
a las ambigüedades ideológicas, y que tanto el gobernador Livas Villarreal como el se­
cretario Torres Bodet habían caído en la trampa del anticomunismo. Ver: “Punta a Punta
del Este”, Política, 15 de febrero de 1962, vol. ii, núm. 44, pp. 18-23.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 359

ma escolar sin dar algún tipo de respuesta a estas protestas hubiera ser­
vido para sustentar las denuncias de represión antidemocrática y per­
secusión ideológica. En consecuencia, las autoridades de la ciudad de
México adoptaron una doble estrategia: por un lado la sep aceptó dia­
logar con los representantes de los padres de familia, y por el otro, ini­
ció una campaña nacional de apoyo a los libros de texto gratuitos.48 44 * * *
Más aún, auspició la creación en Monterrey —al igual qüe lo había
hecho en Puebla meses antes— de un Comité de Defensa de la Consti­
tución, que organizó una contramanifestación en defensa de la refor­
ma escolar.49 Este comité efímero se formó con treinta y nueve aso­
ciaciones de padres de familia de escuelas públicas y particulares laicas,
con representantes de las organizaciones obreras y campesinas priis­
tas, además de las logias masónicas y las asociaciones de exalumnos
de las escuelas públicas.
Al igual que el gobernador Livas Villarreal, la sep cedió a las pre­
siones de la manifestación y, hecho sin precedente, envió a un grupo
de representantes, todos ellos maestros reconocidos, a discutir las re­
formas educativas con los “técnicos” de la Comisión Organizadora de
la UNLPF.50 Por primera vez desde su creación en 1917, la unpf fue
reconocida por el gobierno como interlocutor legítimo en la querella
escolar.

44 Aparentemente la sep mandó numerosas circulares a los responsables de la Direc­


ción de Educación en cada estado, invitándolos a enviar telegramas de apoyo a las auto­
ridades. Los periódicos de todo el país recibieron la sugerencia de dar a conocer amplia­
mente la información relativa a este apoyo "por las razones evidentes". Ver: "Lo que
tay detrás de la campaña oficial contra los padres de familia", La Nación, 18 de febre­
ro de 1962, vol. xli, núm. 1062, pp. 9-11. Para los resultados de estas instrucciones
*er: “El pueblo ba fallado ya", Tiempo, 19 de febrero de 1962, vol. xl, núm. 1033,
PP. 4-12.
49 Apenas se anunció la fecha de la contramanifestación, 11 de febrero, empezaron
* distribuirse volantes en las calles de Monterrey cuyo propósito era desalentar la asis­
tencia. Su texto era más o menos como sigue: "Yo no asistiré a la manifestación del
domingo 11 porque: lo. Soy un padre de familia digno; 2o. No permitiré que a mis hijos
te les inculque a adorar el Estado como primera autoridad, negando la existencia de Dios;
3o. Me opongo al texto que le regalaron a mis hijos, en cuya portada aparece un cuadro
tacho por un comunista que todavía permanece en la cárcel, ya me imagino su conteni­
do; 4o. Con mi presencia contribuiré a que se pisotee mi dignidad, la de mi familia y
te de México entero; So. Porque dicha manifestación está siendo organizada por un gru­
po de burócratas y por el Partido Comunista. Firma, Un padre de familia también egresado
ta una escuela oficial". Citado en "El Pueblo ha fallado ya", art. cit.
50 Los representantes de la sep fueron Manuel Boneta Méndez y Enrique García Ga-
tagos, ambos maestros de experiencia reconocida en el medio. Aparentemente sus ins-
teucciones fueron desde un principio buscar puntos de acuerdo e incluso aceptar, si fue­
te necesario, la modificación de los puntos conflictivos, tanto en los libros de texto
ttetuitos como en los programas. Entrevistas citadas con Ramón G. Bonfil y con Mario
hilera Dorantes.
360 CASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

No obstante la actitud favorable de las autoridades ante la negocia­


ción, la oposición local no estaba todavía suficientemente organizada;
de hecho, el éxito de la manifestación del 2 de febrero, en lugar de afian­
zar la coalición original, desató severas fricciones internas, rivalidades
y luchas por el liderazgo entre los diferentes componentes. El sector
empresarial quiso tomar las riendas de la movilización directamente,
provocando con ello la separación de un grupo importante de militan­
tes católicos, y por consiguiente, la pérdida de uno de los núcleos más
eficaces de articulación de la oposición, que era también el vínculo con
las colonias populares.51 Es probable que este tipo de problemas haya
sido la causa central de que la Comisión Organizadora no se presentara
a la entrevista con los enviados de la ciudad de México. Sin embargo,
para explicar este acto de descortesía, pretextó intransigencia: los re­
presentantes de los padres de familia no se reunirían con las autorida­
des mientras éstas no aceptaran las condiciones de negociación que pro­
pondría la propia comisión, y que serían dadas a conocer al día siguiente.52

Los titubeos de la oposición alentaron los rumores de que en el fon­


do ni siquiera conocía los manuales de la Conalit. Es muy posible que
así fuera, al menos eso sugiere el hecho de que después del 2 de febre­
ro, los opositores manejaran argumentos nuevos que denotaban un me­
jor conocimiento de los libros de texto gratuitos y, en consecuencia,
mayor cautela. Así, por ejemplo, la unpf hizo de los nuevos progra­
mas el blanco de sus ataques; al mismo tiempo se aferró a la distinción
entre la gratuidad, que consideraba deber del Estado como una deriva­
ción del irrebatible principio de ayuda a las “clases necesitadas*’, y en­
tre “imposición ilegal de un libro de texto único’*, medida que en cam­
bio repudiaba por considerarla plenamente antidemocrática. Sin

51 Según Dolores Landa, en un primer momento ella había aceptado las propuestas
de Eliot Camarena porque estaba convencida de que estaba efectivamente defendiendo
el derecho de los padres de familia. Sin embargo, una semana después del 2 de febrero,
tuvo una tormentosa entrevista con las esposas de poderosos industriales, que quisieron
arrebatarle el liderazgo del movimiento. Fue entonces —dice— que se dio cuenta de que
había sido utilizada en una disputa que poco tenía que ver con la libertad de enseñanza.
Acto seguido, Dolores Landa abahdonó la Comisión Organizadora de la unlpf y se con­
virtió en una enemiga irreconciliable de la familia Garza Sada. Entrevista citada cón Do­
lores García Téllez de Landa.
52 Las condiciones que puso por fin la Comisión Organizadora de la unlpf fueron:
lo, que el problema fuera examinado a fondo, sobre todo en vista de que los programas
no empezarían a aplicarse sino hasta 1963; 2o, que la sep respondiera a estas dos pre­
guntas: a) ¿No implicaba la propuesta un deslizamiento hacia el comunismo? y b) en
caso de que así fuera, ¿estaría dispuesta la Secretaría a dar marcha atrás en los programas
mas de educación primaria y en los libros de texto gratuitos, es decir, estaría dispuesta
a retirarlos?. Ver: “Los padres no irán a la junta si no se aceptan las bases enviadas",
£/ Norte, 10 de febrero de 1962, p. l-2a.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 361

abandonar la perspectiva anticomunista, señalaba “puntos sospecho­


sos” en los nuevos programas. Por ejemplo, le parecía que privilegia­
ban los valores materiales frente a los espirituales, porque realzaban
las'virtudes del trabajo manual y no hacía mención alguna de las “rea­
lizaciones del espíritu”; también les reprochaban que atribuyeran al
Estado la autoridad de amo y señor de todas las cosas; además descon­
fiaba de que se invitara a los niños a trabajar en grupos de ocho a diez
bajo el mando de un “jefe”, “a manera de células”, relegando al maes­
tro al papel de vigilante.53

Las autoridades educativas, por su parte, rehuyeron la discusión de


los programas, que eran un punto muy vulnerable de la reforma,54 y
se concentraron en la defensa de los libros de texto gratuitos. El 9 de
febrero, el secretario Torres Bodet declaro que los manuales no se apar­
taban en lo absoluto de los principios de la democracia mexicana, por­
que su propósito era uniformar las condiciones en que se impartía la
educación, no los criterios.55 Así que, de alguna manera, el debate se
dividió en dos líneas paralelas que corrían lado a lado impidiendo que
se entablara un auténtico debate en torno al contenido de la educación.
Pero quizá lo más importante de la defensa haya sido el hecho de que
nunca abandonó su punto de partida inicial, que consistía en defender
el contenido de los libros de texto gratuitos como vehículos de trans­
misión de los “valores tradicionales de la familia y de la sociedad me­
xicanas”.
Al igual que en la segunda mitad del siglo xix, la intervención del

53 Desplegado de la unpf dirigido al secretario de Educación Pública, Excéisior,


8 de febrero de 1962, p. 16-a. Incluso un historiador tan conservador y crítico del siste­
ma como Alfonso Taracena rechazó las protestas contra los libros de texto gratuitos que,
según ¿1, no eran necesariamente peores que los libros de texto comerciales. Ver: Alfon­
so Taracena, “Lo que enseñan los textos que no son únicos", Novedades, 22 de marzo
de 1962, en Consejo Nacional Técnico de la Educación, Los libros de texto gratuitos
y las corrientes del pensamiento nacional, México, Biblioteca del Consejo Nacionla Téc­
nico de la Educación, 1962, 2 vols., col. 2, pp. 187-189.
M En primer lugar, porque como ya se dijo, los maestros prácticamente no habían
Participado en su elaboración y muchos de ellos dudaban de la calidad de los programas
y del método pedagógico que proponían. Por otra parte, mientras que la unpf conside­
raba que los programas estimulaban actitudes favorables al comunismo, la izquierda del
magisterio sostenía que el principio pedagógico de adaptación al medio que inspiraba
ios nuevos programas era un ejemplo de la influencia de la cultura norteamericana en
la educación mexicana. Ambas posiciones coincidían, sin embargo, en que este método
había sido abandonado en la Unión Soviética y en los Estados Unidos. Ver: Antonio
Betancourt P., “Los programas de enseñanza primaria”, Política, 15 de noviembre de
1962, vol. ni, núm. 62, pp. 14 y 15.
35 “Nada antidemocrático o antisocial en los textos y planes escolares, dice jtb",
Excéisior, 10 de febrero de 1962, p. 1-a.
362 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Estado en la educación se entendía como la defensa del todo nacional


frente a un faccionalismo sin representatividad que pretende usurpar
la conciencia de la colectividad. En julio de 1962, Novedades publicó
un editorial donde se decía que el gobierno no podía dejar la elabora­
ción de los libros de texto en “manos mercenarias” o “capaces de man­
char la verdad con prejuicios”, y que existía un “derecho colectivo”
que no podía ser violado en nombre de “una libertad cualquiera”. La
historia —añadía— no podía ser deformada por creencias o posicio­
nes partidistas.56
Si bien, la manifestación regiomontana del 2 de febrero provocó una
fuerte impresión en la ciudad de México fundamentalmente por su mag­
nitud, lo cierto es que desde un principio fue descalificado su carácter
de protesta civil auténtica y, por consiguiente, legítima; en cambio, fue
denunciada como instrumento al servicio de intereses políticos entera­
mente ajenos a la educación, que pretendían obligar al gobierno a re­
nunciar a las reformas al artículo 123 que habían sido votadas en di­
ciembre anterior.
Este uso político de la querella escolar fue el tema de los discursos
que se pronunciaron en la contramanifestación que organizó el Comi­
té para la Defensa de la Constitución el 11 de febrero en Monterrey.
El pri y la burocracia local recurrieron a las mismas técnicas de aca­
rreo que habían utilizado los organizadores de la concentración ante-
ridr. No obstante, su éxito fue muy relativo: el número de manifestan­
tes fue notablemente inferior al de los asistentes al acto convocado por
la Comisión Organizadora de la UNLPF (entre 50 000 y 90 000), y la at­
mósfera conseguida resultó comparativamente pobre por lo que de ar­
tificial tenía, a pesar de que fue calcada punto por punto sobre el desa­
fío al que pretendía responder. También participaron oradores que re­
presentaban, en principio, a todos los sectores involucrados en la querella:
un obrero, un profesionista, una madre de familia, un “veterano de
las luchas revolucionarias”. El obrero, Eugenio Martínez, acusó a los
“poderosos organizadores” de la manifestación anterior de haber en­
gañado a los habitantes de las colonias populares y de inducirlos a pro­
testar contra una política favorable a sus propios intereses, e identificó
en los libreros, el clero y los grandes empresarios, a los instigadores
de la protesta,57 enemigos de la patria y del progreso del régimen, que

56 “El libro de texto y sus opositores", editorial, Novedades, 7 de julio de 1962, en


Consejo Nacional Técnico de la Educación, op. cit., pp. 73- 75, p. 75.
57 A partir de ese momento, la revista Tiempo inició una serie de furibundos artícu­
los plagados de denuestos contra los empresarios regiomontanos, que se prolongó du­
rante meses; no en balde su director general era Martín'Luis Guzmán, que también era
presidente de la Conalit. Tiempo acusaba periódicamente a los propietarios de Cervece-
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN** 363

pretendían mantener al pueblo en la ignorancia y al país en el subdesa­


rrollo. En último caso, según Martínez, la querella escolar sólo servía
para disfrazar la lucha de clases porque su verdadero objetivo era la
anulación de las reformas al artículo 123.

Los auténticos trabajadores apoyamos el programa del gobierno y sus re­


formas al Artículo 123 Constitucional, porque son producto de la Revo­
lución. Los campos están definidos: pueblo y gobierno unidos contra la
reacción.58

El discurso del gobernador Livas Villarreal en esa ocasión fue tan


conciliador como el que había pronunciado días antes frente a la opo­
sición, aunque esta vez sí se comprometió con la defensa de los libros
de texto gratuitos; nada en ellos, subrayó, contradecía la moral, la tra­
dición o los principios fundamentales de la familia mexicana. Además
insistió en que las diferencias de opinión eran una muestra de demo­
cracia, y que podían superarse con “pláticas amistosas y cordiales**,
sobre todo cuando, según él, circunstancias como las de entonces no
admitían discordias, sino que demandaban que todos los mexicanos
se unieran en torno a la bandera nacional, la Constitución y los princi­
pios fundamentales de la Revolución.59
Ese mismo día, la prensa local anunció que la Comisión Organizado­
ra de la UNLPF había logrado que la SEP aceptara establecer un diálo­
go permanente con sus representantes para discutir los libros de texto
gratuitos y los nuevos programas escolares. Las reuniones se iniciarían
el 26 de febrero, y los temas de discusión serían los fundamentos filo­
sóficos de los nuevos programas, sus fundamentos psicológicos, sus
proyecciones sociales y su estructura y contenido. A pesar de que la
ofensiva mantuvo todo su vigor en la prensa, era evidente que los ma­

ria Cuauhtémoc de ser los principales instigadores de la campaña contra los libros de
texto gratuitos, sin detenerse a pensar en los argumentos de los defensores de la libertad
de enseñanza. Para Martín Luis Guzmán, los fines de los industríales eran profunda­
mente egoístas: anular las modificaciones al artículo 123. La revista señalaba como res­
ponsables de la movilización a los industríales Eugenio Garza Sada y Virgilio óarza;
« José P. Saldaña, banquero, Carlos Alvarez y Pedro Reyes (fundador de la crac), sa­
cerdotes; también acusaba al pan, a los Caballeros de Colón y al Opus Dei, algunos de
cuyos miembros identificaba: Gabriel Palomar Silva, Bernardo Jiménez, Armando Ra-
vizé, Ricardo Canturial, Gregorio Ramírez, Ignacio y Alberto Santos, Ricardo y Alber­
to Margáin Zozaya, Andrés y José Chapa. Ver: “Ofensiva reaccionaria y clerical”, art. cit.
58 Citado en “El pueblo ha fallado ya**, art. cit., p. 7. Ver también: “Solidaridad
del obrero a los planes”, El Porvenir, 12 de febrero de 1962, p. 6-2a.
59 Ver: “Discurso pronunciado por el gobernador de Nuevo León, licenciado Eduar­
do Livas Villarreal”, Excélsior, 13 de febrero de 1962, p. 1-a. Ver también: “El gober­
nador elogia el parlamento concertado entre padres y maestros”, El Porvenir, 12 de fe­
brero de 1962, p. l.-2a.
364 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

nuales de la Conalit habían perdido importancia,60 y en las semanas


que transcurrieron antes de que se iniciaran las conversaciones, los ad­
versarios tomaron posición repetidamente como para dejar sentado que
sus puntos de vista eran irreconciliables.61
£1 pri denunció “la agitación demagógica de la extrema derecha y
de la extrema izquierda contra los libros de texto gratuitos”.62 El snte
hizo un llamado a la unidad magisterial para luchar contra la reacción
y el secular enemigo común: la escuela particular.63
Negociaciones con propósito pero sin rumbo

Las conversaciones entré la Comisión Organizadora de la unlpf y los


representantes de la SEP se iniciaron en la fecha prevista.64 Para en­
tonces, la oposición había depurado sus argumentos, probablemente
porque al fin había examinado con detenimiento los libros de texto gra­
tuitos, al punto que algunos de sus miembros podían repetir de memo-

60 Este acuerdo fue concluido entre los representantes de la Comisión Organizadora,


Eliot Camarena y Arturo Pérez Ayala, y los enviados de la sep, Manuel Boneta y Enri­
que García Gallegos. Originalmente, el gobernador Livas Villarreal había propuesto que
en las pláticas no participara ningún representante del gobierno local, con el fin de man­
tenerse al margen del conflicto en la medida de lo posible, pero la Secretaría exigió que
las autoridades locales fueran parte de las conversaciones, y entonces fueron designados
Ciro R. Cantú, Oziel Hinojosa, Timoteo L. Hernández y Daniel Urencio Ramírez. Ver:
"Triunfan los padres de familia: son escuchados", El Norte, 11 de febrero de 1962, p.
10-2a. Lo anterior confirma la impresión de que Livas Villarreal se sentía rebasado por
los acontecimientos y demasiado débil para enfrentarse a los grandes industriales, y, por
consiguiente, prefería referir el conflicto a las autoridades federales. Estas, por su parte,
querían circunscribir el conflicto al ámbito local para evitar que se ampliara a otros estados,
y también limitar la controversia al Grupo Monterrey para no provocar roces con otros
grupos empresariales igualmente importantes.
61 Ver, por ejemplo, el desplegado de la Federación de Asociaciones de Padres de
Familia de Colegios Particulares de, Distrito Federal, en Excéisior, 11 de febrero de 1962,
p. 16-a; el desplegado de la unpf, publicado eh Excéisior el 14 de febrero de 1962, p.
6-a; y el gran desplegado acompañado de cuatro planas de fotografías de la marcha del
2 de febrero en Monterrey, publicado en Excéisior, 20 de febrero de 1962.
62 Ver: "Oscuros intereses económicos en la campaña contra los libros de texto”,
Excéisior, 15 de febrero de 1962, p. 4-a.
63 Ver el desplegado del snte dirigido a la opinión pública, Excéisior, 17 de febrero
de 1962, 14-a.
64 Participaron en las conversaciones: por la sep, Luis Alvarez Barret, Soledad Anaya
Solórzano, Antonio Barbosa, Manuel Boneta Méndez y Dionisio Zamora. Todos ellos
eran maestros muy respetados, de larga trayectoria en la educación pública y autores
de libros de texto comerciales que habían sido retirados de las listas oficiales; por la Co­
misión Organizadora de la unlpf asistieron Eliot Camarena, Juan Celada, Alfonso Gar­
za y Garza, Arturo Pérez Ayala y Andrés Marcelo Sada. Todos estaban de alguna ma­
nera vinculados con el grupo de Cervecería Cuauhtémoc o trabajaban en sus empresas,
o bien, como en el caso de Andrés Marcelo Sada, eran miembros de la poderosa familia
Garza Sada. El gobierno local mandó dos "observadores": Ciro Cantú y Oziel Hinojosa.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 365

lia pasajes enteros. Como resultado de su análisis dejaron de insistir


en que su contenido ideológico o el de los programas fuera “sospecho­
so”, para concentrarse así en la defensa de los principios generales.
£1 blanco de ataque entonces fue el autoritarismo de una disposición
gubernamental que había sido impuesta “por la fuerza”, haciendo a un
lado las opiniones e intereses de los padres de familia. Le reprochaba a
los libros de la Conalit su condición de obligatorios y no la gratuidad,
porque —decía-— pese a las acusaciones que se habían hecho a la unlpf,
su objetivo no era mantener a las masas en la ignorancia, sino prote­
gerlas frente a las arbitrariedades de las autoridades. Así pues, cuando
la Comisión se refería a los manuales, denunciaba fundamentalmente
los mensajes subliminales que se transmitían al omitir ciertos concep­
tos “clave” como “propiedad privada”, mientras que otros como “co­
lectividad” y “comunidad” eran utilizados repetidamente.65
La Comisión también rechazaba las pretensiones de las autoridades
educativas de que nada había en la reforma educativa que contrariara
o agraviara a los principios tradicionales de la familia mexicana. Insis­
tía en que sólo la participación de los padres de familia en la formula­
ción de los programas escolares podía garantizar que los niños mexica­
nos recibieran una educación conveniente y “que garantice” los
conceptos tradicionales de familia, patria y dignidad de la persona
humana.”66
Esto no significa que la protesta contra los libros de texto gratuitos
hubiera perdido la coloración del anticomunismo elemental con que
había sido lanzada, sólo que ahora el'blanco de esta denuncia ideoló­
gica eran los supuestos comunistas “incrustados” en la administración
local, en particular en el terreno de la educación.67 Tampoco desapa­

65 Por ejemplo, la Comisión señalaba que en los programas de So. año, las palabras
“colectividad” y .“comunidad” aparecían 43 veces, “salud”, sólo siete veces, “coope­
rar”, seis veces y “Estado” y “gobierno”, cinco veces, mientras que las palabras “pa­
tria”, “himno nacional”, “bandera” y “familia” aparecían una sola vez. Ver: Luis Campa
V„ “Frente a la exigencia democrática, la cerrada actitud totalitaria”, La Nación, 1°
de abril de 1962, vol. xu, núm. 1068, pp. 20 y 21, p. 20.
66 “A los padres de familia. La verdad sobre el problema educativo surgido en Nuevo
León”, desplegado de la Comisión Organizadora de la Unión Neoleonesa de Padres de
Familia, Excélsior, 20 de febrero de 1962, pp. 10-1 1-a.
67 El rector de la Universidad de Nuevo León, José Alvarado, que había sido desig­
nado por el gobernador Livas Villarreal, sufrió una auténtica embestida por parte de
los mismos que respaldaban la ofensiva contra los libros de texto gratuitos. Se le repro­
chaba su filiación cardenista, y también era denunciado como miembro del pcm, que
no lo era. Incesantemente se cuestionaba en la prensa y en volantes callejeros su autori­
dad moral y su conducta personal. Esta violentísima campaña de desprestigio lo obligó
* renunciar a su cargo a fines de 1963 por no mencionar los múltiples problemas que
durante meses agitaron a la comunidad estudiantil. Es posible que su renuncia también
366 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

recieron las comparaciones directas o veladas entre la reforma de To*


rres Bodet y la de los revolucionarios cubanos, y no deja de ser una
extraña coincidencia que ca4a desplegado de la comisión organizado­
ra de la UNLPF se publicara al lado de fragmentos de una supuesta ley
cubana que atribuía al Estado la tutela de todos los niños mayores de
tres años.
La Comisión Organizadora también atacaba el carácter de únicos de
los libros de texto gratuitos, que era el aspecto central del proyecto edu­
cativo del gobierno, uno de cuyos objetivos era difundir un cuerpo ho­
mogéneo de símbolos y creencias. La idea de que los libros de texto
gratuitos podían unificar a todos los niños de un país tan contrastado
como México había sido criticada incluso por maestros fieles al artícu­
lo 3o, que habían señalado las dificultades que suponía encontrar pun­
tos en común entre habitantes de medios tan distintos como el urbano
y el rural, por no mencionar las enormes diferencias que separaban al
niño del norte industrial del país del pequeño del sureste. Con base nada
más en estas consideraciones —relativamente neutrales desde el punto
de vista ideológico—, la ofensiva regiomontana propuso la autonomi-
zación de su sistema educativo: el estado de Nuevo León, en ejercicio
de su soberanía, tenía derecho a escoger los métodos de enseñanza que
juzgara apropiados, así como el derecho a elaborar los programas y
los libros de texto que utilizarían las escuelas locales.68
Pese a su fuerza potencial y a su atractivo, este argumento era del
todo irreal —como quedó demostrado meses después—, no sólo por­
que se oponía radicalmente a la más acendrada tradición de la educa­
ción pública mexicana y, en términos generales, a la estructura centra­
lizada del poder, sino porque ni siquiera con el apoyo de la iniciativa
privada hubiera podido el estado sostener sus propias escuelas prima­
rias sin ayuda del gobierno federal, y en México, el enemigo secular
del federalismo ha sido invariablemente las limitaciones financieras.
Aún asi, y en vista del éxito de la ofensiva, que podía medirse en tér­
minos de una rápida proliferación de comités de organización de la
unpf en diferentes puntos del país, cabía la posibilidad de que la lu­
cha contra el centro pusiera en pie de guerra a otros estados que aspiraran
a la autonomía educativa.

haya estado relacionada de alguna manera con la negociación final entre el gobierno
y los grandes industriales a propósito de los manuales de la Conalit. Ver: “Tergiversa­
ciones históricas’*, Tiempo, 23 de julio de 1962, vol. xli, núm. 1055, pp. 16-18.
68 Esta propuesta no implicaba cambios esenciales, en la medida en que el articulo
61 de la Ley Orgánica de la Educación Pública entonces vigente afirmaba: “La enseflan-
za primaria será en su contenido mínimo la misma en toda la República”. Ahora bien,
la palabra “mínimo” podía ser interpretada de diversas maneras; por lo menos daba
cabida a estas pretensiones al considerar que la escuela debía ajustarse a las necesidades
y a las características de su medio físico, económico y social.
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 367

No obstante la disposición negociadora del gobierno, las conversa­


ciones entre los enviados de la sep y la Comisión Organizadora fueron
suspendidas el lo de marzo a iniciativa de la primera. Esta decisión,
qué a primera vista pudo calificarse de dureza, considerada con más
detenimiento no traducía sino la indiferencia respecto de la querella
escolar de un sector crucial de la movilización.69 Esta impresión se pre­
cisa a la luz de la relativa debilidad del gobernador Livas Villarreal
(que hacía todo lo posible por mantenerse al margen del conflicto),
como de la actitud receptiva de la sep, que, según algunos, estaba dis­
puesta incluso a modificar los puntos conflictivos de la reforma.70
Para justificar su actitud, los representantes de la sep denunciaron
ante la opinión pública local y nacional que a su contraparte le intere­
saban muy poco los libros de texto gratuitos, y que la prueba era que
la reunión del 10 de febrero anterior había tenido que suspenderse por­
que la Comisión Organizadora, había admitido que no conocía los ma­
nuales de la Conalit, y que aún así, para el 26 de febrero esa deficien­
cia no había sido corregida. Añadían además que, para su sorpresa,
la Comisión había rechazado la propuesta de que los avances de las dis­
cusiones fueran dados a conocer pública y regularmente, y tampoco
había aceptado que la materia de discusión fueran las cuestiones fun­
damentales para luego enviar por escrito sus comentarios sobre las cues­
tiones menores a la Secretaría.71
En esta ocasión, la ruptura entre las autoridades federales y los re­
presentantes de los padres de familia fue definitiva, pero el conflicto
no se agudizó ni se endurecieron siquiera las posiciones. Contrariamente
a lo que hubiera podido pensarse, cuando las conversaciones se sus-
- Pendieron, la querella escolar empezó a convertirse paulatinamente en
Un problema local, evolución que convenía a casi todos los involucra­
dos. Para entonces los dirigentes del sector empresarial que habían res­

69 Según la versión más difundida y aceptada a propósito de estas conversaciones,


Uno de los represeñtantes de la Comisión Organizadora admitió explícitamente frente a
uno de los enviados de la sep que los libros de texto gratuitos no eran el verdadero ob­
jetivo de la ofensiva. Tanto Maño Aguilera Dorantes como Ramón G. Bonfil sostuvie­
ron en entrevistas respectivas que, al decir de esta persona, este grupo de organizadores
de la oposición ni siquiera conocía los libros de texto de la Conalit, pero querían demos­
trarle al gobierno hasta dónde llegaba su autoridad. Cuando los enviados de la sep co­
municaron esta conversación a sus superiores, recibieron instrucciones de regresar de
tnmediato a México, porque en estas condiciones el problema no era competencia de
h Secretaría. Esta versión fue confirmada por Dolores García Téllez de Landa y por
José Álvarez Icaza en las entrevistas citadas.
0 Mario Aguilera Dorantes y Ramón G. Bonfil coincidieron en que el secretario To­
rres Bodet estaba dispuesto a modificar el contenido de los libros de texto gratuitos. En­
trevistas citadas.
71 “Al la opinión pública**, desplegado firmado en Monterrey, Nuevo León, por los
^presentantes de la sep en las conversaciones con la Comisión Organizadora de la unlpf,
fiempo, 12 de marzo de 1962, vol. xl, núm. 103, p. 2.
368 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

paldado la movilización, fundamentalmente identificados con el Gru*


po Cervecería Cuauhtémoc, ya habían demostrado su capacidad como
núcleo organizador de una amplia protesta social contra el Estado; su
determinación de hacer valer la autonomía regiomontana se había ma*
nifestado incluso en el hecho de que la representación de los padres
de familia en las conversaciones había estado a cargo de la sección lo*
cal de la unpf, y no de sus dirigentes nacionales —que probablemen­
te eran más independientes de los intereses empresariales, aunque lo
fueran menos de la jerarquía eclesiástica— y todo ello hablaba mejor
de lo que se pudiera decir sobre la defensa de los libros de texto gratui­
tos a cargo de las autoridades federales. Los deseos de negociación que
habían manifestado las autoridades educativas habían dado la medida
del éxito de la demostración, y los empresarios podían concluir sin te­
mor a equivocarse que su posición frente al Estado se había fortalecido.
Por razones obvias al gobierno federal también le convenía mante­
ner localizado un conflicto cuyo potencial de movilización había sido
expuesto en las numerosas y crecientes protestas que se elevaban en
diferentes estados contra los libros de texto gratuitos y que, como ve­
remos más adelante, no se detuvieron entonces. Además, limitar el con­
flicto en ese momento le permitía centrar sus propias acusaciones en
un grupo muy preciso del empresariado, evitando así la ampliación de
un enfrentamiento que, por otra parte, era en cierta forma vulnerable
a las acusaciones que podían hacérsele de antidemocrático.
Para los padres de familia regiomontanos, la limitación del conflic­
to podía ser favorable en la medida en que significaba que tendrían
que negociar, ya no con representantes de las autoridades nacionales,
sino con un gobernador más que titubeante. Si bien es probable que
no hubieran sido ellos quienes por propia mano, hubieran decidido auto-
limitarse y anunciar al día siguiente de suspendidas las pláticas que en­
tregarían sus objeciones por escrito al gobernador Livas Villarreal, in­
dudablemente se anotaron un éxito cuando éste se comprometió a no
modificar los programas escolares antes de que los padres de familia
hubieran entregado el estudio que harán al respecto. A pesar de todo,
la Comisión Organizadora de la unlpf perdió en ese momento el im­
pulso que había cobrado como centro generador de una organización
nacional vigorosa.
Lo importante es que a partir de ese momento, la protesta escolar
regiomontana se desprendió de la evolución general de la querella, aun­
que esto no significa que no haya tenido ecos importantes en otras partes
del país, como se verá más adelante. Sin embargo, al localizar, el con­
flicto, también se deslindaban las negociaciones de Nuevo León en esa
materia de otras que pudieran exigir otros estados, de suerte que lo ocu­
rrido en Monterrey no se convertiría en un precedente para nadie.
La interrupción de las conversaciones en Monterrey se convirtió de he-
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 369

cho en un compás de espera. Así lo entendieron al menos los padres


de familia de la unlpf que el 31 de mayo entregaron al gobernador
el documento que contenía sus objeciones, y que tuvieron la satisfac­
ción de que les prometiera que cualquier cambio se haría con la parti­
cipación del Estado y de las “fuerzas cívicas”.72
El tono del largo documento de la unlpf (124 páginas) era más que
conciliador. Integraba una reconsideración de ios padres de familia so­
bre los libros de texto gratuitos y los programas, e insistía en que entre
gratuidad y obligación había una gran diferencia, subrayando que ellos
no se oponían a la distribución gratuita porque entendían que la mayo-
da de los niños no tenía los medios para adquirir libros de textos, pero
Que rechazaban el que una política de asistencia a las clases populares
fuera pretexto para obligar a todos los niños a utilizar los mismos li­
bros de texto. Decían que en ello iba el riesgo de que se orientara a
los niños hacia una concepción totalitaria de la vida, porque los libros
eran un instrumento de adoctrinamiento.73
No obstante, la unlpf se decía dispuesta a aceptar todos los libros
de texto gratuitos salvo cinco (Civismo e Historia para 2o, 3o,y 4o años,
Lengua Nacional para 3o y Geografía para 4o año),74 pero aclaraba
Que comprendía que no había tiempo para hacer otros y que el estado
había incurrido en gastos considerables. De manera que proponía la
solución “transitoria” de que los libros fueran utilizados hasta que se
elaboraran otros “más conformes a las aspiraciones de los padres de
familia”.75
Unos días antes, ias propias autoridades educativas habían hecho
la distinción entre gratuidad y obligación, pero en diferente sentido
■~~que, por otra parte, era el mismo que el propio López Mateos había
especificado meses antes—. Según la sep, la condición de obligatorie­
dad de los libros no implicaba que fueran únicos o exclusivos, ya que
los padres de familia con recursos podían comprar libros de texto “com­
plementarios” para sus hijos, siempre y cuando fueran autorizados por
la secretaría.76
Esta interpretación, que fue la que finalmente prevaleció, se prestó para

“Ningún cambio se hará en educación sin previo estudio, dice Livas'*, El Porve-
1° de junio de 1962, 1-2 sección.
71 “Precisan los padres de familia sus puntos de vista", El Porvenir, 9 de junio de
*%2, pp. l-2a.
74 Rechazaba estos libros porque consideraba que eran “sectarios”, “anticlericales"
y porque trataban a la iniciativa privada con injusta displiscencia, decía.'
5 “Temporalmente los padres aceptan los textos, pero rechazan cinco", El Porve·
n‘r<10 de junio de 1962, pp. l-2a.
6 “No son únicos ni exclusivos los libros gratuitos: Torres Bodet", La Prensa, 23
* mayo de 1962, p. 3
370 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

que muchas escuelas relegaran los libros de la Conalit a la categoría


de complementarios, utilizando como principales los libros comercia­
les autorizados por la sep y en ocasiones algunos manuales extranjeros.
No obstante este acuerdo de fondo, la unlpf persistía en la añeja
desconfianza frente a la educación pública mexicana, de manera que
aunque estuvo dispuesta a reconocer las buenas intenciones del gobier­
no en cuanto a los intereses populares, no cedió ante la posibilidad de
que escondieran objetivos menos loables. Insistía entonces en que, como
los nuevos programas eran los mismos que los vigentes en Cuba revo­
lucionaria y en la Unión Soviética —porque, según ella, habían sido
formulados según las recomendaciones del Congreso para la Paz y la
Soberanía que se había celebrado en México en mayo de 1961— sus
resultados tenían que ser iguales a los obtenidos en esos países.77 Ade­
más, la Unión tampoco quitaba el dedo del renglón en lo que concierne
a los maestros, ya que por una parte decía que no estaban preparados
para aplicar los nuevos programas, y por la otra hacía hincapié en su
anticlericalismo y en los ataques que dirigían a las tradiciones y los prin­
cipios de los mexicanos, razones por las que la unlpf exigía que se “de­
purara” el personal de las escuelas normales.78

Reverberaciones indeseables

La evolución de los acontecimientos en Monterrey no impidió que se


mantuvieran en pie de guerra las organizaciones nacionales compro­
metidas con la ofensiva contra el artículo 3o. Para los defensores de
la libertad de enseñanza, lo ocurrido en Nuevo León había creado un
momentum para el combate y la organización que había que aprove­
char, de manera que, así como algunos grandes empresarios habían
utilizado la causa y la infraestructura de los grupos de clase media mo­
vilizados en su beneficio, éstos quisieron utilizar, si bien con menos
éxito, los recursos y la fuerza del respaldo empresarial para sus pro­
pios fines. Así por ejemplo, una de las consecuencias concretas del éxi­
to de la manifestación del 2 de febrero había sido el fortalecimiento
y la expansión de la unpf, que en mayo de 1962 afirmaba tener comi-

77 “Glosan [sic ] la Unión en 124 cuartillas sus objeciones”, El Porvenir, 5 de junio


de 1962, pp. 12-a.
78 “Todos los días se reciben quejas de que hay maestros que tratan asuntos de ca­
rácter religioso en forma por demás injuriosa y ofensiva para los niños. En Nuevo León
es fama la que gozan algunos maestros por su anticlericalismo. No deben, no pueden esos
señores seguir siendo maestros, no se puede tolerar que sigan envenenando a nuestra
niñez y ofendiendo a los mexicanos en sus tradiciones y principios”; “El problema edu­
cativo en Nuevo León", Señal, 24 de junio de 1962, núm. 404, pp. 9-1L P- 11·
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 371

siones organizadoras en casi todos los estados de la república. Más aún,


a partir de entonces aumentó considerablemente el tamaño de sus des­
plegados en la prensa, su tono adquirió combatividad y seguridad, y
sus'demandas. se volvieron exigencias.79
Las negociaciones entre los poderosos para limitar la movilización
no consiguieron frenarla de un día para otro. En la segunda semana
de marzo se produjo un incidente en San Luis Potosí que reveló las
restricciones que pesaban sobre las acciones independientes de la clase
media, cuando éstas quedaban a merced de sus propios y en realidad
limitados recursos.
El presidente de la unpf, Ramón Sánchez Medal, y tres miembros
de la Comisión Organizadora de la unlpf, Eliot Camarena, Pablo Emi­
lio Madero y Ernesto Casasús, llegaron a San Luis para explicar al pre­
sidente de la unpf local los puntos que debía abordar en sus discusio­
nes sobre los libros de texto gratuitos con el gobernador.80 Sin
advertencia ni explicación alguna fueron detenidos el mismo día de su
llegada y sometidos a un tratamiento “humillante”. Fueron liberados
tres días después y enviados de regreso a Monterrey, luego de que se
les prohibió regresar al estado. Esta violencia contra los defensores de
la libertad de enseñanza se explica menos por la fuerza de su causa en
esa ciudad que por las condiciones políticas que en ese momento impe­
raban en San Luis Potosí, donde una agitada oposición de clase media
se había organizado para protestar contra la imposición de un candi­
dato a gobernador que había mandado la ciudad de México.81 La expli­
cación probable radica en la posibilidad de que, con la llegada de la
comitiva de Monterrey, a este agravio del centro se sumara la incon­
formidad de los padres de familia y el apoyo de las organizaciones ca­
tólicas, pero lo cierto es que para entender semejante despliegue de
intolerancia, habrá que tomar en cuenta también que el gobernador
en funciones, López Dávila, era él mismo maestro y antiguo miembro
del snte.

79 En mayo de 1962, los comunicados de la unlpf incluían una lista de apoyos que
^numeraba comisiones organizadoras y secciones ya establecidas de la unpf en Aguas-
calientes, Coahuila, Colima, Chihuahua, Distrito Federal, Durango, Estado de México,
Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Puebla, Querétaro,
San Luis Potosí, Sinaloa, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas. Anunciaban también la for­
mación de nuevas secciones en Baja California Norte, Chiapas, Guerrero, Morelos, Ta­
maulipas y Veracruz.
80 “La democracia pisoteada en San Luis Potosí, con la detención del Ing. Pablo
Emilio Madero Casasús [ízc]”, crac. Mensqje Quincenal, 5 de abril de 1962, núm. 394,
Pp. 8 y 9.
81 Para la historia de esta protesta, ver: Tomás Calvillo Unna, San Luis Potosí, 1958,
Tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales, Centro de Estudios Internacionales,
El Colegio de México, México, 1981, doc. mimeografiado.
372 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Por otra parte, el presidente López Mateos no podía permitir que


se creyera que ya que había cedido en Monterrey cedería también en
otros casos. De suerte que las represalias que sufrió la unpf en San
Luis fueron también una manera de hacerle entender a los enemigos
del artículo 3o cuál era el verdadero significado de lo que había ocurrí*
do en Monterrey: la actitud conciliadora del gobierno frente a las pro*
testas de los regiomontanos no quería decir que estuviera dispuesto a
negociar sobre lo esencial, que para la SEP estribaba en la idea de que
los libros de texto gratuitos eran un instrumento para crear el funda*
mento mínimo de una educación nacional.
Después del incidente de San Luis Potosí, las respuestas del gobier­
no a la ofensiva se sucedieron como en cascada a partir de la iniciativa
del propio presidente de la república. En ocasión del día del maestro,
López Mateos pronunció ante el snte un discurso que la oposición con*
servadora motejó de “Gritito de Guadalajara”, en el que afirmó que
el propósito de los libros de texto gratuitos era educar a los niños en
el amor a la patria, el ejemplo de los héroes nacionales y las tradicio­
nes mexicanas, y anunció que seguirán siendo distribuidos porque sólo
“la pasión sectaria” podía negarles su “contenido e inspiración pa­
trióticas”.82 Al secretario Torres Bodet le tocó hacer la segunda, pero,
precavido, se acogió a las pretensiones centristas del nacionalismo ofi­
cial de la época y denunció el doble asedio de que era víctima la escue­
la mexicana, desde la derecha y desde la izquierda:

La pasión nacionalista de México es la pasión de la independencia y la


vocación más profunda de todos los mexicanos ha sido y será sin tregua
la vocación de la libertad. Esto deberían recordarlo oportunamente quie­
nes intentasen desvirtuar la libertad que es irreversible invocando pasiones
que produjeron lamentables conflictos en el pasado, o quienes pretendie­
sen defraudarla con detrimento de la persona humana y de sus derechos.83

En esta ocasión, los líderes del magisterio se comprometieron ple­


namente con la reforma educativa; el secretario general del SNTE, Al­
berto Larios Gaytán, anunció que los maestros habían lanzado una
ofensiva contra los enemigos del artículo 3o., “[los] individuos y [las]
organizaciones que traicionan al pueblo” y que además se empeñarían
en explicar a los padres de familia el contenido de la ley y en orientar­
los para que no fueran víctimas de “esta campaña contra México y los
mexicanos”.84

82 “Llamado en defensa de la escuela", Excélsior, 16 de mayo de 1962, p. 1-a>


M Ibid.
84 "El snte a la ofensiva contra la reacción", desplegado del snte, Excélsior, 16 de
mayo de 1962, p. 18-a.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 373

Para los defensores de la libertad de enseñanza, los discursos del


15 de mayo fueron una declaración de guerra, cuyo principal riesgo
residía en que habían traducido la querella escolar en los términos de
una lucha de clases. Según ellos, el tono que había adoptado las auto­
ridades y los maestros creaba una atmósfera de intolerancia que dis­
torsionaba las posiciones de los padres de familia y justificaba el re­
curso a la violencia para acallar a quienes se opusieran a esa “política
totalitaria’*.85
Esta denuncia no era de ninguna manera una exageración, sino el
reconocimiento de una táctica bien establecida del Estado mexicano
que consiste en refugiarse tras los intereses populares cada vez que siente
amenazada su autonomía o el alcance de su autoridad. Este reflejo re­
tórico adquiere una de dos formas posibles: o bien el Estado aparece
como el único representante de las clases populares, o bien el Estado
es el interlocutor necesario de las clases altas, en vista de que es el úni­
co intermediario capaz de contener la lucha social o, en todo caso, de
moderar las demandas populares.

En este punto de la querella escolar la respuesta oficial adoptó la


segunda forma en un amplio documento de la ctm sobre los libros de
texto gratuitos, que, según la central priista, “confirman el espíritu de­
mocrático del artículo 3o”. La ctm afirmaba que siempre había con­
siderado un error que las autoridades educativas convocaran a la ini­
ciativa privada para que contribuyera a resolver los problemas del
sector, porque esa invitación había propiciado la proliferación de es­
cuelas confesionales, y respondía a los que llamaba “argumentos fala­
ces” de la reacción con otro argumento no menos falaz: los libros de
texto gratuitos eran obligatorios porque la educación debía ser nacio­
nal y única.

[...] los textos aludidos no tienen, en absoluto, ningún concepto que esté
en contra de los principios familiares, de la integridad del hogar, de la
libertad de pensamiento [...] en los textos, con el derecho y obligación que
corresponden ai Estado sólo se consigna la verdad nacional*, sin de­
formaciones en los hechos históricos. No hay verdad oficial. La verdad
es única para todos los mexicanos, sin distinción; producto de la investi­
gación científica y de las realidades que ha vivido nuestra nación.86

85 “Contacto nacional”. Contacto núm. 5, Segunda ¿poca, 1962, p. 59.


* Mayúsculas del original.
86 “La ctm y los libros de texto”, desplegado publicado en varios periódicos de la
dudad de México, dirigido a la clase obrera y al pueblo de México, firmado por cada
uno de los sindicatos miembros. Excélsior, 26 de mayo de 1962, p. 12-a.
374 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

El interés por la querella escolar disminuyó en las semanas que si*


guieron, pero el tema seguía presente, así no fuera más que en la revis*
ta Tiempo, cuyo director, Martín Luis Guzmán, había hecho de los
libros de texto gratuitos una causa personal. La revista lanzaba los más
virulentos ataques contra los empresarios regiomontanos, como si fue­
ran los únicos responsables de la ofensiva o sus instigadores esencia­
les. Pero al hacerlo así eludía las razones de fondo de la movilización
y, desde luego, negaba cualquier posibilidad de que la libertad de ense­
ñanza fuera el objetivo de la lucha. Para no caer en la trampa de la
antidemocracia ni del anticomunismo, Tiempo se lanzaba en la gue­
rra de religión; como la posición oficial se negaba a reconocer lo que
de democrático podían tener las demandas de los padres de familia,
la revista se esforzaba por mantener el debate dentro de los límites de
la versión oficial de la historia del siglo xix, y acusaba a los defenso­
res de la libertad de enseñanza de querer restaurar el antiguo régimen
e imponer la enseñanza confesional.87

Ei plebiscito antitotalitario

No obstante su significado profundo y la flexibilidad que había demos­


trado el gobierno, los términos de la querella escolar no bastaron para
convencer a los anticomunistas más reticentes, que ponían en duda la
sinceridad del compromiso ideológico de López Mateos con el mundo
occidental. La visita del presidente norteamericano, John F. Kennedy,
en cambio, logró lo que no habían podido hacer innumerables decla­
raciones oficiales y cambios concretos de política. Este acontecimiento
aceleró la desarticulación del frente de oposiciones que se había crea­
do en torno a la lucha anticomunista.
La prensa calificó de “plebiscito antitotalitario’* la recepción po­
pular que, con la colaboración de autoridades gubernamentales y or­
ganismos privados, fue organizada en la ciudad de México para recibir
a la pareja Kennedy a finales de junio de 1962. Esta acción sin prece­
dentes tuvo un significado simbólico crucial, porque demostró que, des­
pués de largos meses de equívocos y. malentendidos, los mexicanos se
mantenían unidos en lo esencial, a saber, la identificación con el mun­
do occidental y con su líder, el presidente de los Estados Unidos. El
gobierno mexicano era consciente de que esta invitación no satisfacía

87 Ver por ejemplo: "Imposible volver atris", Tiempo, 25 de junio de 1962, vol.
LXi, núm. 1051, pp. 21-24. En un momento dado, una tal "Agrupación regiomontana
amante de las libertades de su patria y de su región "empezó a firmar las denuncias con­
tra las empresarios. En una ocasión invitó a los regiomontanos a liberarse "de la opre­
sión burguesa".
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 375

exclusivamente objetivos de política exterior, sino que era un acto de­


finitivo de política interna que debía mejorar sus relaciones con el sec­
tor privado. Cuando en el mes de mayo se anunció la visita, la Conca­
naco, que había mantenido las posiciones más intransigentes frente al
juego del consenso lopezmateísta, declaró:

El viaje [...] significa en términos diplomáticos que las opiniones diplo­


máticas divergentes de la oea han sido superadas y que hay cordiali­
dad entre las dos administraciones. (...] este es quizá el factor más impor­
tante que se podrá esperar para devolver la confianza a los inversionistas
extranjeros y para revigorizar la inversión privada que se retrajo el año
pasado.88

El hecho de que los Kennedy fueran católicos desempeñó un papel


central en la organización del entusiasmo popular, y fue hábilmente
explotado por todos los interesados en el éxito de la visita, incluidos
los Kennedy, quienes anunciaron que asistirían a misa en la Basílica
de Guadalupe, santuario popular por excelencia, para hincarse codo
a codo “con los mexicanos más humildes”, pregonaba conmovida la
prensa.89 Como era de esperarse, la jerarquía eclesiástica fue uno de
ios principales beneficiarios del acto. El arzobispo de la ciudad de Mé­
xico, Miguel Darío Miranda, convertido en anfitrión al igual que el
Presidente López Mateos, publicó en la prensa una invitación dirigida
a todos los mexicanos para que acompañaran a la primera pareja nor­
teamericana a la basílica:

Pedimos a Dios que esta visita contribuya grandemente a estrechar los vín­
culos entre nuestros pueblos y a reafirmar la paz y la prosperidad del Con­
tinente Americano. Con esta intención celebraremos la Santa Misa en la
Basílica de Guadalupe, Dios mediante, el domingo lo de julio, a las diez
horas, a la cual asistirá el Presidente Kennedy acompañado de su esposa.90

El día de la llegada de los Kennedy, 29 de junio, el secretario de Go-

88 “Renace la confianza con el viaje de jfk", Excélsior, 21 de mayo de 1962, p. 1-a.


89 Anuncio un poco exagerado porque, como ocurrió veintisiete años después con
b visita de Juan Pablo II a México, los codos de los ilustres visitantes se rozaron en
tQdo caso con los codos de los ¡lustres mexicanos que fueron preferentemente invitados
* la ceremonia. Aun así, la mayoría de los comentarios en la prensa a propósito de la,
misa en la basílica tenía este mismo tono: “El católico jfk —que estará acompañado
Por su esposa—, al hincarse a los pies de la Virgen de Guadalupe, se fundirá en nuestra
comunidad y será uno con el más humilde de nuestros indios"; Bernardo Ponce, “Pers­
pectiva”, Excélsior, 27 de junio de 1962, p. 7-a.
90 “Se une el Arzobispo Primado de México al homenaje a los Kennedy", Excél-
tior, 29 de junio de 1962, p. 1-a.
376 CI ASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

ber nación, Gustavo Díaz Ordaz, y el regente de la ciudad de México,


Ernesto P. Uruchurtu, publicaron en todos los periódicos sendas invi­
taciones al pueblo para que se uniera a la recepción. La ctm anunció
orgullosamente que había organizado una valla de 14 kilómetros des­
de el aeropuerto hasta avenida Reforma; burócratas, empleados y tra­
bajadores tuvieron el día libre, de manera que el presidente norteame­
ricano y su esposa fueron recibidos en medio de una kermesse popular
a la que, según las crónicas periodísticas, asistió más de un millón y
medio de personas. Los grupos de izquierda antimperialista que ha­
bían expresado su oposición a la visita y que habían protestado, por
ejemplo, cuando se anunció la misa en la basílica, fueron mantenidos
bajo vigilancia policiaca de manera que sus manifestaciones no cruza­
ran las fronteras de la Ciudad Universitaria.91
La visita tuvo múltiples significados, desde dar por terminadas las
fricciones que el problema cubano podía haber provocado entre Méxi­
co y Washington, hasta demostrar a la oposición conservadora mexi­
cana que la integridad ideológica de su gobierno ameritaba el aval de
Washington. El comunicado conjunto que firmaron los presidentes Ló­
pez Mateos y Kennedy no mencionaba la Revolución cubana por su
nombre, pero hacía hincapié en las convergencias ideológico-políticas
de ambos gobiernos. El documento afirmaba que se iniciaba una nue­
va época para las relaciones entre los dos países, época de compren­
sión, y adhesión a los ideales de la libertad individual y de la dignidad
humana. En consecuencia, ambos presidentes se comprometían a for­
talecer las instituciones democráticas y a oponerse a las “instituciones
totalitarias y a las actividades que sean incompatibles con los princi­
pios democráticos que [los gobiernos] mantienen**.92 Por último, el docu­
mento se refería a la ayuda económica norteamericana a los países de
América Latina, y sostenía que la alianza para el Progreso y la Revo­
lución mexicana tenían los mismos objetivos: justicia social y progre­
so económico en un régimen de libertad individual y política.93
Al término de la visita, los dos centros de gravitación del descon­
tento político de las clases medias, los dirigentes empresariales y los

91 Ver: “La décima entrevista”. Política, 10 de julio de 1962, pp. 5-9.


92 “Texto de la declaración conjunta”, Excélsior, 10 de julio de 1962, p. 1-a.
93 En una entrevista publicada en U.S. News and World Report, el presidente Ló­
pez Mateos subrayó una vez más las convergencias ideológicas entre México y Washing­
ton, estableciendo la diferencia entre la “democracia de representación popular” que
regia en México y los regímenes de los países socialistas. Asimismo, el presidente recha­
zó cualquier injerencia de la Unión Soviética en los asuntos latinoamericanos. Citado
en “Latinoamérica no abdicará de sus derechos soberanos”, Política, 10 de julio de 1962,
vol. ni, núm. 53, pp. 33-37.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 377'

líderes religiosos, expresaron su inmensa satisfacción con el aconteci­


miento y sus implicaciones. El cardenal Garibi señaló que entre el pre­
sidente católico de los Estados Unidos y el pueblo mexicano existía una
“unión espiritual”, y que México debía agradecer a los Estados Uni­
dos la ayuda que proporcionaría a América Latina a través de la
alpro.94 La Coparmex, por su parte, aplaudió ei acercamiento entre
los dos gobiernos, mismo que se fundaba —decía— en intereses comu­
nes,95 atribuyéndole un significado político muy concreto a la recep­
ción popular que se había brindado a los Kennedy,

como un acto en el que se afirmó, por parte del pueblo, la inalterable fi­
delidad de la nación a los principios democráticos y, por consiguiente, su
repudio frontal, tajante y definitivo de las tesis marxistas.96

Lo cierto es que a partir de ese momento, las posiciones guberna­


mentales ante cuestiones que en el pasado se habían prestado a equívo­
co perdieron toda ambigüedad.97 El propio López Mateos denunció,
a pocas semanas de la apoteòsica recepción a los Kennedy, las ambi­
ciones de la ‘‘extrema izquierda”, que pretendía modificar las ‘‘estruc­
turas democráticas vigentes”.98 Mas no por ello abandonó la convic­
ción de que el subdesarrollo era la causa fundamental de la inestabilidad
política, y tampoco la idea de que el caso cubano no se repetiría en
ningún otro país del continente siempre y cuando

Los Gobiernos [creen] para sus pueblos las condiciones de bienestar con
justicia a que aspiran. Én esta forma, los pueblos buscarán dentro de sus

94 “Comenta Garibi la visita de Kennedy”, Excéisior, 3 de julio de 1962, p. 1-a.


9í Curiosamente, mientras gran parte de la prensa mexicana insistió en subrayar las
convergencias entre la política exterior de Washington y la de México, Associated Press
reportó que según la Casa Blanca Kennedy y López Mateos no habían logrado ponerse
de acuerdo respecto del problema cubano. Es muy probable que el presidente mexicano
haya defendido obstinadamente el derecho de los cubanos a la autodeterminación y, al
mismo tiempo, que haya tratado de convencer a Washington de que México estaba indi­
solublemente comprometido con las formas de la democracia occidental. Es muy posi­
ble también que la prensa mexicana interpretara el compromiso del gobierno con la de­
mocracia de la manera que más le convenía, menos por pasión ideológica que por táctica
de corto plazo. Al difundir su propia versión comprometía al gobierno con determina­
das posiciones para presionarlo. Ver: "Sigue igual la política con Cuba” Excéisior, 4
de julio de 1962, p. 1-a.
96 “Elogian los patrones la visita de Kennedy”, Excéisior, 6 de julio de 1962, p. 5-a.
97 En octubre México apoyó sin titubeos la posición de Washington respecto del em­
plazamiento de armas nucleares ofensivas en Cuba, asi como la exigencia de que el ar­
mamento fuera retirado. Ver: “Declaración mexicana sobre Cuba y las armas atómi­
cas", Política, 10 de noviembre de 1962, vol. m, núm. 61, p. 3.
98 “México tiene metas que alcanzar con su propio estilo: alm”, Excéisior, 14 de
septiembre de 1962, p. 1-a.
378 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

tradiciones, sus sentimientos, su manera de ser, la solución a sus


problemas.99

La querella escolar, conflicto local

La visita de los Kennedy había colocado al gobierno de López Mateos


en una posición por encima de toda sospecha ideológica; en lugar de
que la definición redujera su margen de maniobra, éste se amplió con­
siderablemente. Ahora el gobierno podía continuar con la distribución
de los libros de texto gratuitos y ya nadie podría acusarlo de perseguir
fines ideológicamente inconfesables.
En Monterrey, el gobernador Livas Villarreal adoptó una actitud
más segura y concisa en sus tratos con la unlpf cuyo documento del
31 de mayo no recibió respuesta sino hasta el 2 de agosto en un desple-
gado de prensa del gobernador, firmado también por organizaciones
priistas de obreros y campesinos.100
El objetivo de la respuesta era limitar todavía más el conflicto, ex­
cluyendo de hecho a la Unión de la revisión de los programas. Los li­
bros de texto gratuitos serían distribuidos en todas las primarias de Nue­
vo León, públicas y particulares, y ios programas serían estudiados por
el Consejo Local de Educación con el propósito de adaptarlos a las
condiciones particulares del estado, conforme a los principios conteni­
dos en el artículo 3o. A partir de ese momento, la participación de los
padres de familia quedaba restringida a la atención que el Consejo Lo­
cal de Educación dispensara al documento de la unlpf, aunque el go­
bernador señalaba también que en adelante podrían ser invitados a fu­
turos concursos de la Conalit para elaborar libros de texto gratuitos
“mejorados”.
No obstante su aparente intransigencia, Livas Villarreal defendía los
manuales de la Conalit a partir de las mismas protestas de-los padres
de familia, es decir, los presentaba cómo fieles transmisores de los va­
lores patrióticos y de los principios tradicionales de la familia y del ho­
gar mexicanos. Cuidadoso, esquivaba la palabra “obligatorios”, pero

99 “Una revolución pacífica, evita una revolución cruenta’’, Excélsior, 4 de octubre


de 1962, p. 1-a.
100 El presidente López Mateos recibió en audiencia al gobernador Livas Villarreal
el 26 de julio; según la prensa, no trataron el tema de la movilización contra los libros
de la Conalit, lo cual resulta por lo menos increíble, sobre todo a la luz de ios cambios
en la actitud del gobernador. En las semanas posteriores ya no trató de esquivar su res­
ponsabilidad en la solución del problema, y parecía más seguro de sí mismo ante sus
adversarios, entre otras razones porque el interés de los Garza Sada por esa. causa se
había desvanecido.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 379

en cambio establecía una relación de causalidad entre el carácter gra­


tuito de los manuales de la Conalit y el hecho de que pudieran ser utili­
zados a título de complementarios.101
A estas alturas, era evidente que los poderosos empresarios regio­
montanos habían abandonado este frente, si bien dos de sus gentes per­
manecieron en la directiva de la unlpf, Andrés Marcelo Sada y José
Cantú, dirigente de la Canaco local. Había otros temas que hubieran
podido inducir a los empresarios a presionar al gobierno, como po­
dían ser las reformas al artículo 123 o incluso la sucesión presidencial;
lo cierto es que ya no parecían interesados en utilizar la querella esco­
lar, o al menos así lo deja suponer el cambio de tono del gobernador
y de la propia unlpf, que se volvió más cautelosa. Su respuesta a Li­
vas Villarreal se publicó por partes entre el 5 y el 12 de agosto. Hacien­
do gala de democracia, la Unión advirtió que tenía que someter las pro­
puestas de Livas Villarreal a un plebiscito entre sus representantes mu­
nicipales. Finalmente terminó por aceptarlas, alegando que coincidían
con algunas de sus propias formulaciones, y por último convino en en­
viar al Consejo Local de Educación la lista de libros complementarios
que sugería.102
Según Tiempo, este supuesto cambio era en realidad táctica dila­
toria. Agosto era un mes de vacaciones, por lo que no favorecía las
movilizaciones en torno al tema de la educación. Por otra parte, es po­
sible que los padres de familia pensaran que la posición oficial se sua­
vizaría conforme se acercara el lo. de septiembre. Cabía suponer que
para entonces, el Presidente querría rendir un informe libre de conflic­
tos y protestas organizadas, por lo que su interés en negociar con ellos
sería mayor; sin embargo, la indiferencia acechaba de nuevo a los de­
fensores de la libertad de enseñanza.
El 13 de agosto, la unlpf reinició la ofensiva con la publicación de

101 Desplegado del gobernador Livas Villarreal a los dirigentes de la unlpf, El Por­
venir, 2 de agosto de 1962, p. 6-la. Ver también: “Libros gratuitos de texto en Monte­
rey”, Excélsior, 4 de agosto de 1962, p. 4-a.
102 La unlpf mandó al Consejo Local de Educación una lista de libros de texto que
contenía títulos tradicionalmente aprobados por la sep, entre otros: Oriente, de A. Garza
Villarreal, Amanecer, de Jesús Hernández Ruiz, Aritmética Infantil, de Carmen Basur-
lo, Poco a poco, de Daniel Delgadillo, Ensueño, de Evangelina Mendoza, Aritméticp
(Para 2o. aflo), de Carmen Basurto, Adelante, de Daniel Delgadillo, Recreo, de Evange­
lina Mendoza, Primeras Lecciones de Historia Patria, de R. Martínez C., Historia Pa­
tria (para 3er. aflo), de Guillermo Sherwell, Saber leer, de Daniel Delgadillo, Mi país,
<1* Elsie Medina, Historia de México (para 4o aflo), de Rosa de la Mora, Historia de
América (para 5o aflo), de C. Hernández Solís, Cultura y Espíritu, de Jesús Hernández
*tuíz, e Historia Universal, de Macedonio Navas, Ver: “Duro contra el pueblo”, Tiem-
0°. vol. xli, núm. 1059,20 de agosto de 1962, ver también:: “Proponen \os paterfami-
•ios la adopción de textos complementarios”, El Porvenir, 12 de agosto de 1962, l-2a.
380 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

un documento cuyo tono era más bien desesperado, distorsionaba al*


gunos puntos de las posiciones oficiales y contradecía algunos acuer*
dos. Refiriéndose al desplegado de Livas Villarreal, sostenía que si como
afirmaba el gobernador, los' libros de texto gratuitos no eran únicos,
entonces tampoco eran obligatorios. Añadía que el haber consentido
discutir los principios del artículo 3o —discusión que ni siquiera se ha­
bía propuesto— no significaba que lo aceptara, y concluía exigiendo
una reforma local que introdujera la libertad de enseñanza en el esta­
do de Nuevo León.
£126 de agosto, la unlpf anunció que llevaría a cabo una campa­
ña de recabación de fondos para comprar libros de texto alternativos
a los manuales de la Conalit, los cuales serían distribuidos en forma
gratuita entre los padres de familia de escasos recursos, que entonces
podrían ejercer libremente su derecho a elegir los libros que más con­
vinieran a sus hijos y escapar a los manuales “impropios” que quería
imponer el Estado. Asimismo, la Unión anunció que organizaría un con­
curso local de libros de texto.103
Los resultados de la nueva campaña de la unlpf y la actitud de la
prensa demuestran que el impulso inicial estaba casi totalmente agota­
do. Las condiciones en que se desarrollaba esta etapa de la ofensiva
eran muy distintas a las prevalecientes en febrero. Además, la proxi­
midad del reinicio del ciclo escolar limitaba las posibilidades de acción
de la Unión. Había logrado que se pospusiera la aplicación de los pro­
gramas, pero había aceptado que se utilizaran los manuales de la Co­
nalit, y no podía dar marcha atrás en esta decisión sin provocar un en­
frentamiento con la sección local del snte, organización poderosa que
probablemente se hubiera visto obligada a intervenir en caso de que
la campaña de los libros paralelos hubiera interferido en las activida­
des de los maestros de las escuelas públicas.
La campaña de distribución gratuita de libros de texto comerciales
fue un fracaso. Se desarrolló en medio de la profusa distribución de
volantes y desplegados que la denunciaron como una humillación para
las clases populares.104 que la unlpf trataba de clases menesterosas,
cuya educación, decían los volantes, quedaba a merced de la caridad
de los ricos. Sin embargo, la derrota obedeció más que nada a limita­
ciones de la propia Unión; mientras que la SEP distribuyó en el estado

103 “A la ciudad de Monterrey, ciudad que lucha infatigable por superarse'*, des­
plegado de la unlpf, El Porvenir, 26 de agosto de 1962, p. 4-la. Ver también: “Textos
gratuitos no oficiales frente a textos gratuitos oficiales”, La Nación, 2 de septiembre
de 1962, vol. xlii, núm. 1090, pp. 6-7.
104 Ver: “Estos, Nuevoleonés”, desplegado de la Asociación Regiomontana Aman­
te de las Libertades, Tiempo, 24 de septiembre de 1962, vol. xli, núm. 1064, p. 2.
"LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 381'

un millón doscientos mil ejemplares de libros de texto gratuitos, la Unión


sólo repartió cuatro mil ochocientos, y de esto la Unión no podía cul­
par a las autoridades, dado que le habían permitido ofrecer una alter­
nativa a la escuela pública.
A partir de entonces, las autoridades ponían mayor énfasis en que
los manuales de la Conalit no eran únicos en el sentido de la exclusivi­
dad que les había atribuido la oposición, sino que podrían ser “com­
plementados” por los libros tradicionales. No cabe duda que con ello
lograron apaciguar los ánimos, en particular porque era la garantía de
que se respetaría el régimen de excepción de las escuelas particulares.
Además de todo, el desinterés de los grandes empresarios contribuyó
también a desalentar la movilización. De haberse mantenido activos,
es probable que, por ejemplo, hubieran “invitado” a obreros y em­
pleados de sus empresas a donar un día de sueldo. Por otra parte, ago­
tado el entusiasmo de los primeros días de la movilización, la unlpf
requería ahora una mejor organización, y esta sola exigencia la estaba
debilitando, así como el hecho de que la militancia se había desgasta­
do y/o dispersado. Más aún, en el seno de la coalición opositora em­
pezaron a surgir dudas muy serias acerca de la conveniencia de mante­
ner una alianza con grupos “netamente antipopulares”. La revista
Contacto del Secretariado Social Mexicano afirmó en junio de 1962:

Por esto urge que caigamos en la cuenta que por más trascendental que
sea el problema del Texto Unico, a nuestro pueblo le preocupa más tener
qué comer, que no se explote y poder instruirse aunque sea en libros úni­
cos. A nuestro pueblo en general tal vez aparezca como problema sutil
la primacía de los derechos de la familia sobre el Estado, frente a todos
esos problemas más tangibles en su vida diaria. No juzgamos en jerarquía
de valores decimos lo que el pueblo siente de hecho.103

El resurgimiento de los intereses particulares condenó a la alianza


de los primeros días contra los libros de Conalit a un debilitamiento
que se fue acentuando a medida que fueron siendo satisfechas algunas
de las demandas en Nuevo León y en otras partes del país.

Las secuelas de la ofensiva y la desmovilización como condición


previa al cambio presidencial de 1964

La ofensiva contra los libros de texto gratuitos y el artículo 3o tuvo


repercusiones palpables durante algunos meses más, pese a que el inte-

l0s ‘‘Ambiente y zozobra de inquietud” (sic.), Contacto, núm. 3, Segunda época,


1962, pp. 25-26, p. 26.
382 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

rés predominante del gobierno y del pri era mantener la calma. Como
se vio antes, desde 1961 la tranquilidad pública se había convertido en
un requisito con carácter de urgente para el restablecimiento de la con­
fianza de la iniciativa privada, y esta urgencia aumentó al acercarse
el cambio de gobierno. A pesar de que el candidato priísta a la presi­
dencia de la República sería elegido a finales de 1963, los debates y
las tomas de posición al respecto empezaron a gestarse un año antes.
La sucesión presidencial constituye un momento capital en la vida
política mexicana, y los comentarios y las discusiones que suscita tien­
den a acallar de manera implacable cualquier otro aspecto de la reali­
dad cotidiana del poder, que resulta, por tanto, profundamente defor­
mada en esos momentos. Todo se explica, todo sucede en función de
las rivalidades entre los aspirantes a la candidatura del pri. En este sen­
tido, una prolongación en 1963 de las movilizaciones que se habían de­
sarrollado al margen de los partidos políticos hubiera podido amena­
zar seriamente el equilibrio político interno y desbordar el pluralismo
limitado que constituía la regla de oro del sistema mexicano. El go­
bierno adoptó diferentes medidas para desarticular las movilizaciones
independientes, desde la reforma electoral hasta la represión, pasando
por el debilitamiento de organizaciones políticas nacientes y la nego­
ciación con los adversarios de calidad. Por paradójico que parezca, una
movilización intensa en vísperas del periodo electoral hubiera resulta­
do por lo menos innecesaria por lo que el objetivo inmediato fue la
desmovilización y la neutralización de tensiones.

La reforma electoral, táctica de desmovilización

En este contexto político, la querella escolar fue relegada nuevamente


al rango de debate histórico que le conferían su propia naturaleza y
la retórica oficial, si bien por momentos se entrelazaba con el tema de
la sucesión presidencial. Ya desde las primeras manifestaciones de la
oposición a la reforma escolar en Monterrey, algunos observadores ha­
bían señalado la posibilidad de que su objetivo verdadero fuera in­
fluir en la designación del candidato del pri. Desde una perspectiva
amplia, esta hipótesis no era del todo desatinada, porque como se ha
visto, uno de los propósitos centrales de las protestas empresariales con­
tra el gobierno era precisamente que se le reconociera su peso político,
y una manera de hacerlo era integrando al proceso de la sucesión a los
dirigentes de la iniciativa privada, independientemente de que se incli­
naran o no por alguno de los aspirantes en particular.
Era tal el deseo de ese grupo de sentar bases de participación polí­
tica, independientes de los partidos, que el 13 de septiembre de 1962,
un tal Comité Nacional Coordinador de la Iniciativa Privada, A.C. pu-
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 38Í

blicó un desplegado que planteaba el problema de la sucesión en los


mismos términos en que un año antes se había planteado la desafiante
pregunta acerca de la orientación ideológica del gobierno: “¿Se puede
preguntar hacia dónde vamos? ”106 El documento expresaba la indig­
nación y la inquietud que había suscitado en los medios empresariales,
en particular en Monterrey, el entusiasmo de la izquierda a propósito
de una reunión del presidente López Mateos con dos de sus predeceso­
res, Lázaro Cárdenas y Adolfo Ruíz Cortines, con la notoria ausencia
de Miguel Alemán, con motivo de un acto oficial relativamente trivial.
Para los cardenistas éste había sido un acto de reconciliación, un “abra­
zo de Cupatitzio” (nombre de la central eléctrica que fue inaugurada
el día de la mencionada reunión), había sido —decían— la oportuni­
dad para que estos tres personajes discutieran la sucesión presidencial
sin la intervención de la derecha, es decir, del sector empresarial, de
los alemanistas y de la iglesia, a fin de formar un frente “centro iz­
quierda” que llevaría a cabo reformas orientadas hacia el progreso
nacional.
Estas entusiastas interpretaciones de la inauguración de Cupatitzio
bastaron para que este comité de empresarios previera una radicaliza­
ción hacia la izquierda del gobierno y de su sucesor, “¿Es este encuen­
tro el preludio de la agonía de nuestra democracia?” se preguntaba
el comité, y doliente concluía: “Su voz [la de los cardenistas] es la úni­
ca que es escuchada”.

Ellos gritan una victoria que aun con sus limitaciones [...] tiene la gran
importancia de haber excluido a una parte del país* de la próxima con­
tienda electoral; ellos,tomando como base el encuentro de Cupatitzio, han
iniciado de hecho el futurismo [...] el silencio [...] nos hace sentir el temor
de que en Cupatitzio haya podido ocurrir algo muy grave para México.107

El ccip comparaba los supuestos avances políticos de los cardenis­


tas con el progreso de los comunistas para advertir: “El peligro fascis­
ta nace de la amenaza comunista”.

106 Es probable que este Comité Nacional Coordinador de la Iniciativa Privada fue­
ra la cabeza de los ccip que surgieron entonces en Puebla y en otras ciudades del inte­
rior, y cuyo propósito era precisamente organizar la intervención de grupos indepen­
dientes del Estado en el gobierno local. También parece ser un precedente de las
organizaciones cupulares que surgieron en ios años setenta, como el Consejo Coordina­
dor Empresarial. "¿Se puede preguntar hacia dónde vamos?, desplegado del Comité Na­
cional Coordinador de la Iniciativa Privada, A.C., Excélsior, 13 de septiembre de 1962,
p. 14-a.
* Cursivas del original.
107 Ibid.
384 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Es el castigo que sufren fatalmente las democracias que no han demostra*


do una gran severidad, sino por el contrario una gran tolerancia y pasivi­
dad ante la amenaza comunista.108

Por desorbitada que pudiera parecer esta denuncia, lo cierto es que


la cercanía del cambio presidencial permitía prever la reapertura del
debate izquierda-derecha en el seno de las élites. Lo que no se pensaba
es que la dinámica de la movilización conservadora siguiera su curso
entre los grupos de clase media que estaban comprometidos con la de­
fensa de la tradición. Sin embargo, se produjo un segundo incidente,
relacionado con este tipo de oposición, en el que estuvieron involucra­
dos militares, sacerdotes y campesinos, una combinación que evocaba
profundas fracturas en el consenso de los últimos treinta años.
El 17 de noviembre de 1961, el ex mayor del ejército Jesús Barra­
gán Leñero atacó, al mando de 150 hombres, el destacamento militar
de once efectivos en guarnición en Huajuapan de León, Oaxaca. Su
objetivo era derrocar a la “extrema izquierda en el poder’’ y establecer
un gobierno demócrata- cristiano.109 Según algunas informaciones, el
levantamiento tenía ramificaciones en los estados de San Luis Potosí,
Tamaulipas, Veracruz, Guanajuato, Aguascalientes y Michoacán. De
ser así, este apoyo era muy débil y estaba mal organizado, ya que el
supuesto movimiento sucumbió el mismo día. No obstante, indepen­
dientemente de que hubiera sido un fracaso y de que sus repercusiones
pudieron haber sido graves, el movimiento había sido, desde luego, sig­
nificativo.
La prensa de la ciudad de México y las autoridades gubernamenta­
les quisieron restarle importancia y apenas lo mencionaron, consignán­
dolo en todo caso como “desórdenes de borrachos”. Pero también hubo
quien lo calificó de acto subversivo de militantes católicos. Cuando las
autoridades militares intervinieron, arrestaron a varios miembros de
la ACJM regional, y aunque la jerarquía eclesiástica se apresuró a ne­
gar cualquier responsabilidad en el asunto y a expresar su repudio al
uso de las armas, la prensa católica reconoció que Barragán Leñero
había sido apoyado por “sacerdotes rurales de la diócesis de Apatzin-
gán (...] que entregaron sus campesinos al engaño y a aventuras do-
lorosas”.110

108 Ibid; ver también: “Otra ofensiva reaccionaria", Política, vol. m, núm. 59, lo
de octubre de 1962, p. 5-6.
109 “Los levantamientos de Huajuapan de León”, Çontacto, núm. 1 y 2, segunda
época, 1963, p. 21.
110 Ibid.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 385

El incidente fue desde luego una advertencia contra los llamados


irresponsables a la movilización, pero también contra los efectos posi­
bles de la marginaiización política.
El 21 de diciembre de 1962, el presidente López Mateos envió a las
Cámaras un proyecto de reforma a los artículos 54 y 63 de la Constitu­
ción, relativo a las reglas del proceso electoral, que puede ser conside­
rado una respuesta a las protestas del ccip y a las demandas de am­
pliación de la participación contenidas en la movilización de los meses
anteriores. El objetivo central de la reforma era:

Consolidar la estabilidad política orgánica de que goza el país, canalizar


las fuerzas cívicas por la vía lega, y en particular las fuerzas minorita­
rias que, agrupadas en el seno de partidos políticos orgánicos, actúan or­
gánicamente. 111

La reforma pretendía satisfacer demandas de participación sin por


ello poner en peligro la invariable mayoría priísta en la Cámara de Di­
putados. Para lograr ambos objetivos introducía un sistema de represen­
tación proporcional paralelo ai de representación mayoritari’a, según el
cual a cada partido se le atribuirían, además de las curules que le corres­
pondieran por mayoría de votos, cinco “diputaciones de partido” si
lograba 2.5% del total nacional de votos, y una curul más por cada
0.5% del total nacional de votos, y una curul más por cada 0.5% adi­
cional hasta un máximo de veinte. Esta regla no se aplicaría a los par­
tidos que hubieran obtenido más de diez curules por mayoría, es decir,
al pri.
Se pensaba que las diputaciones de partido aumentarían el atracti­
vo de la actividad electoral, que consolidarían la legitimidad democrá­
tica del sistema, y que, sin necesidad de fortalecer el cuerpo legislati­
vo, restarían legitimidad al recurso a actividades políticas
extrapartidistas, como las que se habían desarrollado durante el sexe­
nio. Según el diputado del PPS, Manuel Stephens García —partido que
al igual que el pan recibió la propuesta con gran entusiasmo—, el nue­
vo sistema evitaría que organizaciones como las cámaras de comercio
y las asociaciones del sector privado, cuyos objetivos no eran políti­
cos, usurparan las funciones de los partidos.112 Según el diputado Je-

1,1 Citado en “Vitaminas para la oposición”, Tiempo, 7 de enero de 1963, vol. xlii,
núm. 1079, pp. 3-8, p. 3.
112 La representación proporcional era una vieja demanda de Acción Nacional, y apa­
reció en 1957 en el Manifiesto Cardenista. Es interesante destacar que, en la medida en
W el propósito de esta reforma era paliar la debilidad del régimen de partidos y alentar
ta participación electoral, se pensó que sería transitoria: el nuevo sistema dejaría de ope­
rar automáticamente una vez que los partidos hubieran adquirido la fuerza suficiente
Para mantener suficientes votos como para quedar sometidos a la regla mayoritaria.
386 CIASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

sús Reyes Heroles, era necesario conseguir que la oposición fuera or­
gánica, es decir, integrarla al sistema porque “todo lo que resiste,
apoya”.113

El apaciguamiento de la ofensiva contra los libros de texto gratuitos

La movilización contra los libros de texto gratuitos y, en términos ge­


nerales, contra el autoritarismo gubernamental, se había mantenido ac­
tiva. En Monterrey, la unlpf había proseguido con sus denuncias, aun­
que éstas habían perdido mucha de su insolencia original y habían vuelto
a la tradición de defensa de los intereses limitados de los padres de fa­
milia con hijos en escuelas particulares.114
En un momento dado, la chispa de la querella escolar pareció reani­
marse a causa de insistentes rumores en el sentido de que las escuelas
particulares serían nacionalizadas. Esta información, obviamente fal­
sa, ha sido uno de los fantasmas domiciliados en la querella escolar
desde los años de la educación socialista y aun antes, y suele incorpo­
rarse a las fantasías de los defensores de la libertad de enseñanza a pe­
sar de su absoluta irrealidad.
En cambio, empezó a circular un rumor bastante más creíble que
se refería a la elaboración de una nueva ley reglamentaria del artículo
3o, la cual no había sido modificada desde 1942. La unpf se apresuró
a advertir que la elaboración “en la precipitación y el secreto” de ese
proyecto por parte de empleados de la SEP despertaba inquietudes y
desconfianza en los medios interesados y, citando las palabras del pro­
pio presidente López Mateos, apuntaba que “La paz escolar es la paz
de la nación”. En consecuencia, la Unión exigía que se publicara el
proyecto y se discutiera abiertamente.115 Es muy probable que el tal
proyecto nunca haya existido, pero la SEP se mostró de inmediato con-

1,3 Citado en: “Vitaminas para la oposición”, art. cit., p. 4.


114 En 1963 era evidente que la fuerza qne la unpf había ostentado el aflo anterior
habfa sido efímera. Únicamente diecisiete organizaciones afiliadas firmaban sus desple­
gados: Aguascalientes, Baja California Norte, Coahuila, Chihuahua, Distrito Federal,
Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Nuevo León, Estado de México, Oaxaca,
Puebla, Querétaro, San Luis Potosí y Tlaxcala. En pocos meses se iniciará una nueva
etapa de inactividad para la Unión.
1,5 Desplegado de la unpf dirigido al presidente de la República, en Excélsior, Ί de
noviembre de 1962, p. 19-a. Ver también: “Rumores de la elaboración de la Nueva Ley
Orgánica de la Educación, Señal, 15 de noviembre de 1962, núm. 242, p. 4. Según Ma­
rio Aguilera Dorantes y Ramón G. Bonfil, el mencionado proyecto nunca existió, y aunque
su necesidad fuera ampliamente reconocida, razones burocráticas menores obstaculiza­
ron su elaboración. Esta ley reglamentaria no fue reformada sino hasta 1972.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 387

ciliadora y señaló que un proyecto de esa naturaleza sólo podía prove­


nir del Ejecutivo, asegurando que, de elaborarse, sería sometido al co­
nocimiento y la consideración de los padres de familia.
A pesar de que le interesaba mucho mantener la calma en el frente
escolar y no obstante la movilización de los meses anteriores, el go­
bierno no había renunciado a su propósito de resolver el problema edu­
cativo del país. Más aún, es muy probable que la actitud conciliadora
adoptada inicialmente en Monterrey haya obedecido al deseo de pro­
teger un proyecto que afectaba a los empresarios. Para responder a
las urgentes necesidades educativas del país, y con el fin de obligar al
sector privado a apoyar ese esfuerzo, el gobierno había decidido intro­
ducir un impuesto sobre el ingreso (1%), cuyo producto sería destina­
do a la educación. Ya no se trataba de que los propios empresarios
defendieran el tipo y el monto de su contribución, sino que ahora el
Estado ejercía la autoridad para determinar ambos.
El espíritu redistributivo de esta medida contrarrestaba de antema­
no sus repercusiones en forma de denuncias contra el autoritarismo del
Estado. En este caso, el sector empresarial no podía esperar un apoyo
amplio a sus muy previsibles protestas.
El 21 de noviembre de 1962, Jaime Torres Bodet anunció la refor­
ma fiscal mencionada a la V Asamblea del Consejo Nacional Técnico
de la Educación. En febrero de 1963, la Concanaco, La Concamin y
la Coparmex dieron a conocer su decisión de recurrir a los tribunales,
de amparo para solicitar la revocación de la medida. Aprovecharon
además esta oportunidad para destacar que el impuesto equivalía a una
confesión de parte del Estado, que así reconocía su incapacidad para
asumir plenamente las tareas educativas. Si el Estado quería que cola­
boraran financieramente, también tenía que aceptar que participaran
en otros aspectos del problema:

[...] el sector empresarial tiene el derecho y la obligación de participar en


la programación y realización de estas tareas en todos sus niveles. Para
ello, es conveniente que, dentro de nuestro sistema democrático el Estado
propicie un clima de libertad que facilite esa participación y estimule la
contribución de los empresarios para la solución del ingente problema edu­
cativo que confronta nuestro país.116

Las propuestas contra el nuevo impuesto no precipitaron una reac­


ción importante, y cualquiera que haya sido, no fue de ninguna mane­
ta comparable a la que habían provocado los libros de texto gratuitos,
lo que confirmaba que pocos podían sentirse identificados con la in­
conformidad de los empresarios.

116 "Carta económica mexicana", citada en Marco Antonio Alcázar, Las agrupa­
ciones patronales en México, México, El Colegio de México, 1970, p. 64.
388 Cl ASKS MLDIAS Y POLITICA EN MEXICO

La militancia católica de clase media: e! núcleo duro de la oposición

Mucho más difícil era reconciliar a ios católicos militantes que habían
participado en la movilización, porque su propósito seguía siendo, y
ha sido hasta la segunda mitad de la década de los ochenta, la instau­
ración de la libertad de enseñanza. Era evidente que el tema ya no po­
día tratarse a partir de la polémica en tomo a los manuales de la Cona­
lit. La jerarquía eclesiástica, en particular, había modificado sus tácticas
y parecía dispuesta a renunciar a una confrontación directa con el go­
bierno. Al mismo tiempo, sin embargo, se erigía nuevamente en agen­
te de reconciliación social y en símbolo de unidad nacional desde la
plataforma que seguía proporcionándole el anticomunismo, que des­
pués de 1962 dejó de ser un instrumento para denunciar el autoritaris­
mo estatal para convertirse en distintivo oficial del patriotismo ecle­
siástico.
Se inició entonces una segunda ola de movilización anticomunista.
El 9 de diciembre se llevó a cabo una gigantesca concentración en la
Basílica de Guadalupe, organizada por el MFC para apoyar la inaugu­
ración el Concilio Vaticano ii. Ese mismo día hubo manifestaciones
similares en numerosas ciudades de provincia, pero el tema educativo
ya no fue central en los discursos pronunciados en esa ocasión. La con­
ciliación se había impuesto, así lo apuntaban algunos indicios: Ramón
Sánchez Medal, presidente de la unpf y representante de la intransi­
gencia, fue reemplazado como orador por el presidente de la Federa­
ción de Asociaciones de Padres de Familia (unpf, ciudad de México),
Fernando Barbará, quien invitó a los asistentes a cambiar de actitud,
porque —dijo— la lucha por la educación no debía provocar enfrenta­
mientos.
Hemos fraccionado a nuestra Patria en dos bandos: los buenos y los ma­
los; los progresistas y los retrógradas. No hemos querido ver ni entender
que todos trabajamos por un mismo México (...1 No hemos sabido apre­
ciar la buena fe de ambos en detrimento todo ello de la unidad.117

Todo parecía indicar que la movilización había sido por fin de­
sarticulada y el consenso, restablecido. Sin embargo, un inciden-

1,7 “Se adhirió todo el México católico al Concilio", Excéisior, 10 de diciembre de


1962. El 12 de diciembre fue ocasión para la Iglesia de hacer un nuevo llamado a la uni­
dad; en la Basílica de Guadalupe, el canónigo Angel Marta Garibay exhortó a los pre­
sentes (200 000 según las crónicas periodísticas) y a los cristianos en general, a colaborar
con el gobierno y con.el sector privado: ha llegado la hora de ayudar a nuestras
autoridades, de trabajar con ellas por el bien de México, de unirnos en un mensaje de
amor, de paz y de progreso". Citado en Regino Díaz Redondo, “Gran manifestación
de fe guadalupana, ayer", Excéisior, 13 de diciembre de 1962, p. 1-a.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACION” 389

te más demostró que la. movilización había adquirido una lógica


propia.
El 13 de enero de 1963, el presidente López Mateos llegó en gira
oficial a León, Guanajuato, ciudad cargada de historia para la mili­
tancia católica. En los meses anteriores había sido escenario de nume­
rosas manifestaciones anticomunistas y de oposición a los libros de texto
gratuitos y al artículo 3o. Un pequeño grupo de adolescentes esperaba
al presidente elevando una pancarta en la que se leía: “Señor Presiden­
te: el libro de texto único es una vergüenza para México’’.
Perdiendo entonces toda mesura, López Mateos improvisó un vio­
lento discurso contra las “fuerzas tradicional mente oscurantistas”:

es una vergüenza para México que las fuerzas oscuras que no dan la cara,
se valgan de niños para decir un pensamiento que ellos no tienen el valor
de expresar. Y esas mismas gentes quieren, además, engañar al pueblo.11*

Defendió los libros de la Conalit, calificándolos de populares, pa­


trióticos, nacionalistas y avanzados. Este incidente precipitó una autén­
tica avalancha de demostraciones de apoyo al Presidente. Algunos se­
ñalaron que el problema residía en que la tolerancia religiosa de López
Mateos había abierto la puerta a los enemigos de la libertad que pre­
tendían consolidar sus privilegios.”9 Torres Bodet repudió los “ata­
ques envilecedores” y el snte invitó esta vez a “todas las fuerzas re­
volucionarias ” a unirse contra la reacción.120 118 La
* Comisión de
Educación de la Comisión Permanente del Congreso anunció que lle­
varía a cabo una acción coordinada para difundir las tesis oficiales so­
bre educación nacional y educación pública, y así responder a los “in­
tereses políticos y económicos particulares”, cuya intervención en la
política educativa había fortalecido “la convicción general de que el
libro de texto gratuito es una necesidad nacional”.121 La Canacintra
se unió a la campaña y publicó en numerosos periódicos de la ciudad
de México la reproducción de un editorial que originalmente había apa­
recido en la revista Atisbos, que examinaba detalladamente algunos pa­

118 Citado en Jesús M. Lozano, “Tronó alm contra los anónimos ataques al texto
único”, Excélsior, 14 de enero de 1963, p. 1-a.
1,9 “Indignación nacional”, Tiempo, 21 de enero de 1963, vol. xlii, núm. 1081, pp.
21 y 22, p. 21.
120 Ibid.
121 “Cruzada nacional para retirar ante la opinión pública del país la trascendencia
y el sentido del esfuerzo que despliega el gobierno dei Presidente López Mateos, por
medio de los libros de texto y cuadernos de trabajo gratuitos”, Tiempo, 11 de febrero
de 1963, vol. xlii, núm. 2084, pp. 14-15.
390 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

sajes de los manuales de la Conalit para demostrar que respetaban las


creencias del pueblo.’22
La unpf negó toda responsabilidad en el desacato y señaló que para
la vista del Presidente sólo había preparado un cartelón que rezaba:

Bienvenido Señor Presidente, los padres tendrán derecho preferente a es­


coger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos (Art. 26, decla­
ración universal de los derechos humanos, suscrita por México en asam­
blea de las Nacionales Unidas). Pedimos su cumplimiento.123

En cambio, el obispo de León, ilustrísimo Jesús Lira, criticó las


campañas que engañaban a la población, provocaban incidentes de fran­
ca descortesía hacia el jefe de la nación y calumniaban al manual gra­
tuito, ya que, aseguró, esos libros “en nada ofenden a Dios, a la fami­
lia y a la patria”.’24
Después de lo ocurrido en León, la retirada de las autoridades ecle­
siásticas de la ofensiva contra los libros de la Conalit fue mucho más
patente. Es probable que la violencia de la reacción presidencial haya
sido señal de que la paciencia de las autoridades se estaba agotando y de
que podía haber algún tipo de represalia. La posición de la Iglesia era
fuerte, pero seguía siendo informal, y no eran pocas las denuncias contra
sus actividades políticas: las concentraciones callejeras, las peregrinacio­
nes, la presencia de numerosos religiosos extranjeros, los mensajes an­
ticomunistas y antigubernamentales, los ataques contra el artículo 3o.l2S
La militancia católica conoció de los límites de la tolerancia oficial
en San Luis Potosí, donde el 4 de febrero de 1963 fueron detenidos
sorpresivamente connotados opositores al gobernador López Dávila,
a quienes se les relacionó con la campaña contra los libros de texto úni­
cos. La policía intervino dos imprentas en donde se había producido
una obra de denuncia de los abusos del gobernador La grieta en el yugo,
misma que fue presentada como prueba de las actividades subversivas.
La uns y el pan protestaron contra la violencia y la arbitrariedad del
acto en el que habían sido detenidos dirigentes del MFC local, el ge­
rente de una empresa mediana, el gerenté de la sucursal del Banco de
Londres y México, un sacerdote, el presidente del Club Rotario, que
era también militante de la uns, y un miembro del pan.’26 Se trataba

133 Curiosamente, la izquierda insistia en señalar a Atisbos como una publicación del
clero mexicano.
133 Desplegado del Comité Estatal de la unpf dirigido al presidente de la República,
Et Heraldo de León, 18 de enero de 1963, p. 6.
124 “Repudian tas campañas contra el ‘texto gratuito' en la ciudad", El Heraldo de
León, 21 de enero de 1963, p. 3.
,3S Ver entre otros: Ermilio Abreu Gómez, "Con la Iglesia topamos Sancho", Po·
Utico, 15 de febrero de 1963, vol. iv, núm. 68, p. 10.
136 Los detenidos en esa ocasión fueron: M. Alvarez Salguero, Francisco Carriza-
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 391

en suma, de una pequeña muestra de las ‘ ‘fuerzas oscuras de la


reacción”.
Fueron acusados de financiar la producción y difusión en todas las
primarias del estado, de un boletín obsceno que se presentaba como
suplemento de los manuales de la Conalit,*127 así como de organizar
una conspiración. Los detenidos rechazaron los cargos, protestaron con­
tra los métodos ilegales de las autoridades y denunciaron el “terroris­
mo policiaco” violatorio de las libertades individuales.
Sorpresivamente, apenas iniciado el proceso, los detenidos fueron
liberados y las autoridades se desistieron de toda acción penal, acor­
dando una “gracia” para “no alterar la paz de la familia potosina”.
El incidente fue revelado ruidosamente en la prensa de la ciudad de
México, pero tres días después ya no se hablaba más de él. Sólo la prensa
católica intentó, aunque tímidamente, exponer el caso de San Luis como
la provocación que probablemente fue. Asimismo, las asociaciones loca­
les del sector privado y otras representativas de la clase media profe­
sional acusaron en la prensa a las autoridades de violar los derechos
individuales y comprometer la estabilidad interna.128 La existencia de
los boletines obscenos nunca fue puesta en tela de juicio, pero cuesta
trabajo creer que los inculpados hubieran sido realmente autores del
libelo. Una serie de elementos, tales como la ausencia de López Dávila
del estado cuando ocurrieron las detenciones, las irregularidades del
proceso y el súbito desistimiento, sugieren que lo ocurrido en San Luis
fue solamente una ejemplificación de lo que podía ocurrir en un caso
dado.

les, Manuel Espinosa Pittman, Rogelio García, Carlos González Ramos, Luis Martínez
Narezo, P. Rafael Montcjano, José Perogordo y Emilia Zárate. El padre Montejano
fue liberado unas cuantas horas después, pero en cambio fue detenido el ex candidato
independiente al gobierno local, Salvador Nava Martínez.
127 Además de denunciar el libro La grieta en eí yugo, que —se decía—, desacredi
taba instituciones nacionales como el ejército, se reveló la existencia de un folletín, “La
señorita bien educada (para tortillera)”, que —decían— contenía ilustraciones groseras
y ofensivas para la moral. Ver: “Protestas por los arrestos en S.L.P.”, Excéisior, 6 de
febrero de 1963, p. 1-A. Ver también: “Crimen de lesa patria”, Tiempo, 11 de febrero
de 1963, vol. xlii, núm. 1084, pp. "San Luis Potosí: contubernio de la reacción y el
Bobiemo”, Política, 15 de febrero de 1963, vol. tu, núm. 68, cuarta de planas.
uh ycr; <<a ia opinión pública”, desplegado Firmado por: Club Rotario, Cámara
Nacional de Comercio en Pequeño de San Luis Potosí, Cámara Nacional de la Industria
de la Transformación, delegación en el estado, Cámara Nacional de la Industria de la
mas, delegación en San Luis Potosí, Unión de Propietarios de Fincas Urbanas, Cámara
Nacional de Comercio de San Luis Potosi, Centro Patronal de San Luis Potosí, Cámara
Nacional de la Industria Panificadora, delegación en San Luis Potosí, Cámara Nacional
de la Industria del Vestido, delegación en San Luis Potosí, Asociación de Médicos Me­
xicanos, Sociedad Médica del Hospital Central, Profesores de la Escuela de Medicina
de la uap; Excéisior, 14 de.febrero de 1963, p. 10-a.
392 CIASES MEDIAS Y Pül.ÍTK'A EN MEXICO

A pesar de todo, la querella escolar volvía inexorablemente al lugar


que le correspondía en el “orden natural de las cosas’’, Al acercarse
c, fin de sexenio, el tema de los libros de texto gratuitos se transformó
paulatinamente en parte de la campaña de exaltación del gobierno y,
en particular, de la persona del Presidente de la República. Los ma­
nuales de ,a Conalit se distribuyeron sin tropiezos. En febrero de 1963,
la prensa anunció que catorce de los diecinueve estados integrados al
calendario “A’’ habían recibido y repartido trece millones de libros
de texto gratuitos.129 Los periódicos publicaban fotografías de esco­
lares de todo el país que, con los manuales de la Conalit en las manos,
agradecían a López Mateos que hubiera hecho realidad las promesas
de enseñanza gratuita.
El “lugar natural’’ de la querella escolar era el inventario de con­
flictos particulares que involucraban a fragmentos de la sociedad, en
este caso los católicos militantes y el clero, y en el lado opuesto los maes­
tros fieles a una tradición laica y anticlerical que, en principio, le co­
rrespondía al pri defender como parte de la herencia ideológica de la
Revolución mexicana.
Así lo indica un documento del episcopado del 7 de mayo de 1963,
que más que una propuesta parece un intento de dejar constancia de
que la solución a la querella escolar seguía pendiente. Tres arzobispos
y diecisiete obispos firmaron una pastoral sobre educación130 que de­
fendía las tesis tradicionales de la Iglesia, para concluir que la solución
residía en armonizar los derechos y deberes de las instituciones involu­
cradas en la tarea educativa: la familia, la Iglesia y el Estado.

Debemos buscar una solución práctica y creemos que ha llegado el tiem­


po en que por bien de nuestro pueblo no debemos ignorarnos sistemática­
mente los que tenemos una misión educativa, la Iglesia y la Familia no
pueden ser ignorados como fuerza educadora.
(...) Se impone pues algo nuevo entre nosotros. Para que esa reforma
pueda llevarse a cabo, se le debe rodear de un clima favorable; debemos
crear una atmósfera de leal comprensión, de buena voluntad y de paz;

129 “Cruzada nacional para reiterar ante la opinión pública del pais...”, art. cit.
,3<> Firmaron la pastoral los arzobispos Fortino Gómez (Oaxaca), Manuel Pío Ló­
pez (Jalisco) y Antonio López Avina (Durango), y los siguientes obispos: José G. Anaya
y Diez de Bonilla (Zamora), Alberto Almeida Merino (Zacatecas), Ignacio Lehonor Arroyo
(Tuxpan), Luis Francisco Ferreira Arreola (Texcoco), Celestino Fernández (Huajuapan
de León), Sergio Méndez Aceo (Cuernavaca), José Esaú Robles (Tulancingo). Manuel
J. Llerena Camarena (Huejutla), José S. Torres (Ciudad Obregón), Jesús C. Alba Pala­
cios (Tehuantepec), Arturo Scymanski (San Andrés Tuxtla), Ernesto Corripio Ahuma­
da (Tampico), Miguel García Franco (Mazatlán), Manuel Talamás Camandari (Ciudad
Juárez) y José de Jesús Sahagún (Tula); “Carta Pastoral", Contacto, 1963, segunda época,
núm. 6, s.p.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 393

este es nuestro solo deseo. Sólo así se logrará el bien, la paz, la unidad
profunda de nuestra nación.131

El pan, la uns y la unpf apoyaron la pastoral, pero en esta oca­


sión sólo respondieron el snte y el pri. El dirigente de la cnop —la
organización de las clases medias revolucionarias— Alfonso Martínez
Domínguez, afirmó que aunque la mayor parte del pueblo era católi­
ca, se oponía a toda forma de intervención política del clero y defen­
día el derecho irrenunciable del Estado a educar al pueblo.

Atentar contra ese derecho lleva la intención innoble de desunir a los me­
xicanos, pues con el mismo derecho que una institución religiosa pretende
para sí la función educativa, la reclamarían otros.132

El 17 de mayo, el sindicato de maestros dio a conocer la “Declaración


de Cozumel”, que afirmaba que el artículo 3o no estaba sujeto a nego­
ciaciones, porque modificar su contenido significaba poner en peligro
otras conquistas revolucionarias y reanimar dolorosos conflictos.

[...] La escuela mexicana, en tos términos en que ese artículo [3o] la defi­
ne, garantiza la libertad de creencias, condición esencial de la democra­
cia, afianza la unidad nacional y asegura la evolución constructiva de to­
dos los sectores del país.133

Remitir la querella escolar a los debates parlamentarios y a las dis­


cusiones sin interlocutor en la estructura real de poder equivalía a con­
denarla de nuevo al índice de las querellas pospuestas indefinidamente
sin auténtica solución. En junio de 1963, la única relación que hubiera
podido detectarse entre esa polémica y la actualidad política o social
era inevitablemente a través de la sucesión presidencial. Según Manuel
Stephens García, diputado del PPS, la pastoral era una nueva etapa de
la ofensiva contra el artículo 3o, y no era ajena a la campaña preelec­
toral, porque el clero pretendía que el candidato designado fuera católico:
si en los Estados Unidos, país eminentemente protestante, John F. Ken­
nedy, que era católico, había accedido al poder supremo, ¿porqué Mé­
xico, país mayoritariamente católico, no podía tener también un presi­
dente católico?134

131 /bid.
132 Citado en Rogelio Cárdenas, “En los frentes políticos", Excélsior, 13 de mayo
de 1963, p. 1-a.
133 Desplegado el snte, Excélsior, 17 de mayo de 1963, p. 15-a.
134 Manuel Stephens García, “Las cartas pastorales. Nueva ofensiva reaccionaria del
clero político". Política, lo. de junio de 1963, vol. vi núm. 754, pp. 24 y 25.
394 CLASES MEDIAS Y POLITICA EN MÉXICO

Epílogo

La sucesión presidencial en 1963

El clima de antagonismo ideológico que había prevalecido durante el


sexenio permitía prever que al acercarse la sucesión presidencial, la po*
larización se agudizaría y los conflictos se intensificarían. Para sorpre­
sa de muchos, cuando se dio a conocer el nombre del candidato del
pri a la presidencia de la república, la atmósfera política era de la más
absoluta tranquilidad: la oposición conservadora y la crítica progresis­
ta estaban profundamente debilitadas.
El frente que había congregado grupos conservadores fue el prime­
ro en mostrar síntomas de agotamiento, como se había constatado desde
finales de 1962. Todo parecía indicar que el consenso entre los empre­
sarios y el gobierno había sido restablecido y, en todo caso, como lo
demostraba el desplegado del ccip a propósito de la reunión en Cu-
patitzio, los grandes empresarios habían abandonado la alianza con
organizaciones de clase media, primero porque los canales de comuni­
cación con el gobierno nunca habían desaparecido, y porque esas or­
ganizaciones podían resultar menos sumisas de lo esperado.
Por otra parte, a finales de 1962 habían sido votadas las reformas
a la Ley Federal del Trabajo conforme a los cambios efectuados al ar­
tículo 123, y considerando finalmente varias de las observaciones de
las organizaciones empresariales.131 El gobierno mantuvo la cláusula
de la reinstalación obligatoria, pero el artículo 49 de la Ley Federal
del Trabajo limitó su aplicación, previendo el despido definitivo sin
justificación en empresas medianas y pequeñas que hubieran demos­
trado que la reinstalación tendría efectos negativos en su funcionamien­
to. Además, la reinstalación no sería aplicable al servicio doméstico,
al personal no sindicalizado y a los eventuales, excepciones que am­
pliaban el margen de posibilidades para que el empresario evadiera la
ley.
El anticomunismo seguía siendo un poderoso común denominador
entre numerosos y en cierta forma dispares grupos de clase media, pero
para 1963, los militantes católicos parecían ser los únicos que aún creían
que el país estaba en manos de comunistas, y ni siquiera así se conver­
tía el anticomunismo en elemento suficiente para imprimir coherencia
organizativa y programática a estos grupos. Esta causa, por monote-
mática, no tenía posibilidad alguna de cristalizar en un proyecto polí­
tico de largo plazo. La Iglesia había aceptado una nueva tregua y el
Partido Acción Nacional, cuyas ambiciones en ese entonces eran toda-
135 Fueron oficialmente presentadas en la xxvii Convención General de Centros Pa­
tronales que se llevó a cabo en la ciudad de México el 15 y 16 de octubre de 1962. Ver:
"Iniciativa privada", Política, lo. de noviembre de 1962, vol. m, núm. 61, pp. 21-22.
“LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN" 395

vía muy modestas, parecía conformarse con las diputaciones de parti­


do de las cuales fue el principal beneficiario.
El debilitamiento de esta alianza no deja de ser sorprendente porque
sus componentes eran los mismos que en otros países de América La­
tina, convergían en esos momentos en la formación o el fortalecimien­
to de partidos democráta- cristianos; el origen social de los moviliza­
dos, algunos de sus temas —en particular el anticomunismo—, la
participación política de la Iglesia y la persistencia y legitimidad de los
valores tradicionales eran algunos de esos componentes comunes. In­
cluso algunos empresarios mexicanos llegaron a mencionar esa posibi­
lidad aunque de paso, como sucedió por ejemplo durante la etapa re­
giomontana de la querella escolar, si bien el tono y las circunstancias
en que lo hicieron sugieren más un chantaje que un auténtico
proyecto.136
Desde 1957, algunos jóvenes miembros del pan venían discutien­
do la posibilidad de renovar su partido a fin de convertirlo en el homó­
logo de las formaciones demócrata-cristianas del continente. Estable­
cieron contactos y recibieron apoyo de la Democracia Cristiana alema­
na, pero su proyecto se topó con la enconada oposición de los “viejos”
panistas que rechazaban cualquier vinculación con organizaciones ex­
tranjeras y que se aferraban a la idea de que el partido era nacional y
debía seguir siéndolo, conscientes como estaban de la eterna acusación
que arrastraban de ser el partido de los ultramontanos. Los jóvenes
panistas fueron expulsados del partido, luego de haberlo acusado, en
nombre de las ideas y los principios de la encíclica Mater et Magistra,
de ser un anacronismo paralizado por las tesis del liberalismo decimo­
nónico y de no representar una alternativa para los jóvenes y para los
desheredados.137 Esta acusación, que podía parecer retórica, no care­
cía de fundamento; es muy probable que el reformismo demócrata-
cristiano fuera todavía inaceptable para muchos representantes de la
cepa liberal panista de los primeros años, y para muchos más que, sin
ser miembros del partido, habían simpatizado con la movilización con­
tra el Estado.
La alternativa demócrata-cristiana presuponía una participación po-

136 Ver por ejemplo: “Atacar a la provincia es dividir a México”, discurso de Mi­
guel G. Arce en Cydsa el 26 de septiembre de 1962. Publicado en varios periódicos de
la ciudad de México el 28 de septiembre de 1962. El potencial de la fórmula demócrata-
cristiana no pasaba desapercibido para algunos miembros de la élite política, y es proba­
ble que esa haya sido la razón de que se anunciara la supuesta formación de un tal Parti­
do Demócrata Cristiano, bajo la dirección del conocido mercenario político, Mario Guerra
Leal. Una noticia de esta naturaleza sólo podía tener el propósito de desacreditar a la
democracia cristiana; algunos observadores atribuyeron la triquiñuela al fcmar.
137 Ver por ejemplo: “Grietas en la derecha”, Política, lo de julio de 1963, vol. iv,
ñúm. 77, p. 78; y Mabry, op. cit., pp. 71-95.
396 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

lítica abierta de la Iglesia. Independientemente de lo que la jerarquía


eclesiástica pensara al respecto —y lo más probable es que, al igual que
los grandes empresarios, siguiera prefiriendo los contactos informales
pero directos con el poder—, muchos no panistas consideraban ina­
ceptable este presupuesto, si bien los propios panistas tampoco lo adop­
taban sin sus reservas. En 1961, Adolfo Christlieb Ibarrola fue elegido
presidente del pan con el proyecto de renovarlo aligerando el lastre
que le había impuesto el predominio de los católicos; por consiguien­
te, uno de sus objetivos iniciales fue borrar todo rasgo de organización
confesional, lo que cancelaba toda posibilidad de una asimilación ine­
quívoca a la democracia cristiana.138
Sin embargo, el elemento decisivo para el desmembramiento del fren­
te de oposición conservadora no fue el discreto repliegue de la Iglesia
ni la restauración del consenso con los empresarios, ni siquiera el des­
gaste propio de la movilizáción. El detonador de la dispersión fue el
nombre del candidato del pri a la presidencia de la República, Gusta­
vo Díaz Ordaz, cuyas credenciales anticomunistas eran impecables, así
como su compromiso con el orden público dentro de la más rigurosa
tradición desmovilizadora priísta.
Meses antes de que fuera lanzada en definitiva la candidatura de Díaz
Ordaz, la revista Política describió así las corrientes que lo apoyaban:

Es lo más negro, lo más corrompido del país. Eso es lo que representa


la candidatura de Gustavo Díaz Ordaz: venalidad, caciquismo, pistoleris­
mo, fascismo, entrega a los Estados Unidos [...] La tolerancia violatoria
de la Constitución para los actos de culto externo y para la abierta inter­
vención del clero en política da testimonio del peso que tienen las sotanas
en Bucareli. La candidatura de Díaz Ordaz también huele a sacristía.139

La inquietud de los grupos y las personalidades de izquierda ante


la posibilidad de que la designación recayera sobre el secretario de Go­
bernación empezó a manifestarse desde finales de 1962. Obstaculizar­
la fue uno de los propósitos del proyecto, viejo de algunos años, ten­
diente a formar un frente unido de izquierda. Los esfuerzos en esa
dirección coincidieron con la creación en enero de 1963 de la Central
Campesina Independiente (CCI), que fue la culminación de un largo
proceso de lucha de grupos campesinos que rechazaban a las organiza-

138 Al frente de su partido, Christlieb hizo un gran esfuerzo por dejar establecido
que sabía muy bien cuáles eran las diferencias entre política y religión; gustaba de recor­
dar que la constitución prohibía a las organizaciones políticas adoptar nombres religio­
sos. Ver, por ejemplo, la entrevista que sobre el tema publicó Excélsior, 22 y 23 de mayo
de 1963, vol. xliii, núm. 116, pp. 17-19; Horacio N. Almonte, “Algo sobre el llamado
‘clero político’ ”, La Nación, 15 de agosto de 1963, vol. xlvih, núm. 1120, p. 3.
139 “El ‘tapado’ de Bucareli”, Política, lo de mayo de 1963, vol. iv, núm. 73, p. 5.
‘‘LA PAZ ESCOLAR ES LA PAZ DE LA NACIÓN” 397

ciones priistas para exigir el cumplimiento de la reforma agraria. Este


equema de acción independiente fue percibido por el gobierno y por
el pri como una auténtica amenaza a su monopolio de poder, en vir­
tud de sus vínculos con el pcm, el pcom y con Lázaro Cárdenas. El
verdadero peligro residía en la posibilidad de que la cci satisficiera real­
mente la necesidad de una organización nacional de defensa de los in­
tereses de los campesinos y movilizara a un sector cuya filiación al pri
era considerada sustento esencial de la estabilidad política, ademaá de
que la cci desmentía las pretensiones del partido oficial como único
representante legítimo de los intereses populares.140
Por consiguiente, la nueva central fue muy mal acogida por los me­
dios priistas. Para enfrentarla se recurrió a una vieja táctica desmovili-
zadora de eficacia probada que consistía en ofrecer a la disidencia una
supuesta alternativa dentro de la estructura de poder. Unas semanas
antes de que se anunciara formalmente el nacimiento de la nueva cen­
tral, Javier Rojo Gómez, que muchos identificaban con Cárdenas, fue
elegido dirigente de la cnc, elección seguramente inspirada en la idea
de que su solo nombre evocaba la renovación del compromiso del pri
y del Estado con los campesinos.
Por otra parte, la cci suscitó una nueva andanada de ataques con­
tra Lázaro Cárdenas, pese a que el ex presidente desmintió enfáticamente
las versiones que le atribuían la paternidad de la nueva central.141 El
fcmar publicó un violentísimo desplegado que acusaba de traición a
un ‘ ‘general ensoberbecido y enloquecido por la vanidad y la ambición
de poder”, que —afirmaba— preparaba una insurrección para instau­
rar un régimen comunista en México.142 La élite política se unificó en
contra de Cárdenas, a quien incluso Portes Gil llegó a reprocharle su
indisciplina.143 A diferencia de lo que había ocurrido a finales de 1957
en torno al Manifiesto Cardenista, en 1963 una escisión cardenista en
el seno del pri parecía impensable.
En medio de estos dimes y diretes, los grupos de la izquierda no ofi­
cial prosiguieron con sus actividades organizativas, y el 22 de abril de
1963 anunciaron la formación del Frente Electoral del Pueblo (FEP),

140 yer jas diferentes reacciones que provocó la cci en la prensa, en “Grupo cam­
pesino radical”, Tiempo, 14 de enero de 1963, vol. xlii, núm. 2080, pp. 13-15.
141 Ver: “Declaraciones de Lázaro Cárdenas. Respuesta a una campaña de falacias
y calumnias", Política, 15 de enero de 1963, vol. ut, núm. 66, s.p.
142 “Manifiesto del Frente Cívico Mexicano de Afirmación Revolucionaria”, Polí­
tica, 15 de enero de 1963, vol. ni, núm. 66, pp. xiv-xv.
143 Ver: “De ex-presidente a ex-presidente”, Tiempo, 21 de enero de 1963, vol. xlii,
núm. 1081, p. 18-19; y “Frente a frente”, Tiempo, 28 de enero de 1963, vol. xlii, núm.
1082. pp. 24-26.
398 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

que desde el principio fue visto como el partido cardenista del que tan­
to se había hablado.144 Sin embargo, en realidad el proyecto murió an­
tes de nacer, en buena medida porque las organizaciones comprometi­
das no habían logrado crear vínculos sólidos entre sí, por lo que el FEP
no pasaba de ser un acuerdo de coexistencia que no suponía la fusión
en un solo organismo coherente y estable. El proyecto sucumbió —como
era de esperarse— víctima de las primeras discusiones a propósito de
tácticas electorales. El desacuerdo fundamental sobrevino cuando se
discutió el apoyo de fep a un candidato presidencial determinado, y
la desbandada se inició cuando el mln decidió no comprometerse con
ningún candidato en particular. Estas diferencias de opinión y los ine­
vitables desacuerdos entre el pps y el pcm para apoyar la candidatura
de Gustavo Díaz Ordaz, anularon la posibilidad de que la izquierda
formara un frente electoral amplio.145
Aun así, el fep participó en la campaña presidencial apoyando la
candidatura de un viejo miembro del pcm, Ramón Danzós Palomi­
no, incluso después de que la Secretaría de Gobernación le había nega­
do el registro oficial, argumentado que según sus investigaciones no
contaba con el número mínimo de afiliados que exigía la ley (65 000
en todo el país).146
Al margen de disidencias y divisiones de la oposición, aislado Cár­
denas, el dirigente nacional del pri, Alfonso Corona del Rosal, advirtió
que su partido designaría a su candidato en una atmósfera de unidad
y disciplina. El 13 de noviembre, la Central Nacional de Trabajadores
(CNT), el sindicato de ferrocarrileros y el de electricistas destaparon,
no sin ironía, a Gustavo Díaz Ordaz.147 La avalancha de apoyos no
se hizo esperar. El sistema político mexicano había logrado restablecer
la unidad en torno al candidato priísta a la presidencia de la República.

144 Entre los organizadores del fep se contaban algunos dirigentes de movimientos
campesinos independientes: Ramón Palomino, Alfonso Garzón, Arturo Corona; tam­
bién participaban dirigentes de organizaciones estudiantiles: Eisa Márquez, Arturo Or­
tiz Marbán y Fausto Trejo; ¿1 ex gobernador de Baja California, Braulio Maldonado y
representantes de sindicatos independientes: Mario Hernández, Luis Solís y uno de los
miembros del comité central del pcm, Manuel Terrazas. “Nace el fep”. Política, lo de
mayo de 1963, vol. iv, núm. 73, pp. 24-32.
145 “El pps aliado a palos del pri”, Política, lo. de diciembre de 1963, vol. iv, núm.
87, pp. 5-8. Ver: “Batalla de siglas”, Política, lo de noviembre de 963, vol. iv num.
85, pp. 13-15.
146 “Respuesta del fep a Gobernación”, Política, lo. de diciembre de 1963, vol. i*»
núm. 87, p. 5-8.
147 Ver: “El hombre de México", Tiempo, 11 de noviembre de 1963, vol. xliv, núm.
123, pp. 7-13.
CONCLUSIONES

De la investigación se desprenden dos tipos de reflexión, la primera


en relación con la crisis de participación de 1957-1963, a partir de la
cual se pueden obtener conclusiones acerca del funcionamiento del sis­
tema político mexicano. En un segundo nivel más general, puede for­
mularse otro grupo de conclusiones relativas al papel y a la posición
de las clases medias en la estructura política mexicana.

La lógica del autoritarismo mexicano

La ofensiva contra los libros de texto gratuitos y contra el artículo 3o


no alteró, cuando menos a primera vista, la posición inicial de los ac­
tores involucrados: los libros de la Conalit fueron distribuidos en to­
das las primarias del país y la Constitución no fue modificada, aunque
por otro lado, la libertad de enseñanza siguió rigiendo el funcionamiento
de las escuelas particulares.
Desde 1964, los manuales oficiales se distribuyeron sin obstáculos
y empezaron a ser utilizados por casi todos los escolares mexicanos.
Incluso las escuelas particulares descubrieron algunas ventajas en su
uso. Los gastos en que incurrían los padres de familia al inicio de cur­
sos disminuyeron considerablemente, en vista de que ya no tenían que
comprar una parte del material escolar, y este ahorro era siempre sig­
nificativo.
La posibilidad de evadir la obligatoriedad de los libros de texto im­
puesta por sep fue aprovechada de inmediato —y lo sigue siendo aun
ahora. En la mayoría de las primarias particulares —a excepción de
Us más modestas—, los libros de la Conalit se utilizaban, y se utilizan,
a título complementario, por lo que hoy en día algunos se preguntan
si no sería mejor reducir las ediciones de la Conalit y limitar su distri­
bución a las escuelas públicas. Por consiguiente, la ofensiva de 1960-
1963 sirvió para mantener el régimen de privilegio de las escuelas par­
ticulares, aunque desde otro punto de vista el Estado mexicano haya
logrado imponer el uso generalizado de los libros de texto gratuitos.
Con el paso del tiempo, estos manuales se convirtieron en parte in­
legrante del consenso escolar que había quedado establecido en 1946
13991
400 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

y que prevalece hasta la fecha —consenso que se funda en el principio


de autoridad del Estado y en un régimen de excepción para los grupos
sociales privilegiados. Los libros de la Conalit son actualmente una ins­
titución, si bien este organismo ya no decide de su contenido, porque
cuando se adoptó la nueva ley orgánica de la educación pública en 1973,
se creó un “Comité de contenidos y métodos”, que depende directa­
mente de la sep y que elabora los libros, mientras que la Conalit sólo
se encarga de su fabricación.
En 1972 y 1978 aparecieron, respectivamente, dos nuevas versiones
de los libros de texto gratuitos, que diferían de manera esencial de la
inicial. Primeramente se modificó la perspectiva. Mientras que los li­
bros que fueron elaborados entre 1959 y 1964 tenían como punto de
partida al niño mexicano, los posteriores hablaban del niño er. general
y su enfoque era más universal. Por consiguiente, la intención original
de que los libros fueran un instrumento de creación de una identidad
nacional se vio cuando menos atenuada. Por otra parte, los nuevos li­
bros de texto daban mucho más importancia que los anteriores a acon­
tecimientos ocurridos en otros países en el presente siglo: México ha­
bía dejado de ser la clave de su contenido. Además, mientras que el
propósito de la edición iniciada en 1959 era inculcar el amor a la pa­
tria, nutriéndolo de “los grandes hechos históricos que son el funda­
mento de la evolución demócrata del país”, la reforma de 1972 insistía
menos en la especificidad de México para hacer hincapié en su perte­
nencia a la historia universal.
Este cambio de perspectiva refleja la naturaleza política del consen­
so escolar. La primera revisión de textos gratuitos se llevó a cabo du­
rante el gobierno de Luis Echeverría, caracterizado por el intento
de volver al populismo dentro del estilo cardenista, por severos
enfrentamientos entre el gobierno y grupos empresariales, así como por
su compromiso con posiciones antimperialistas del Tercer Mundo. En
los nuevos textos se hablaba de marxismo, de la Revolución cubana y
de Fidel Castro, de la Revolución china y de Mao-Tse tung, y de la soli­
daridad de los países subdesarrollados para hacer frente a los industria­
les. Los libros de ciencias naturales, por su parte, contenían algunos
rudimentos de educación sexual, temas todos estos que en 1959-1964
ni siquiera fueron considerados por los programas escolares. Como.era
de esperarse, estos cambios reanimaron la querella escolar. Sin embar­
go, en 1972 la existencia misma de los libros de texto gratuitos ya no
fue cuestionada, y el eco de las protestas de los defensores tradicionales
de la libertad de enseñanza fue francamente débil. El tema no tuvo la
misma capacidad de movilización que había demostrado en 1960-1963.
A varios años de distancia, parece evidente que desde finales de la
década de los sesenta la sociedad mexicana experimentó profundos cam­
bios culturales, y que el impacto de los acontecimientos de 1968 fue
CONCLUSIONES 401

decisivo a este respecto, tal vez porque una de sus consecuencias más
duraderas fue una mayor tolerancia frente al cambio y la diversidad,
sin adentrarnos en su efecto sobre el comportamiento de las clases me­
dias. El aperturismo político de los años posteriores también inyectó
liberalidad en las actitudes sociales. Sin embargo, la serenidad ante los
cambios de la política educativa también se explica porque el gobierno
del presidente Echeverría se valió en este terreno de una táctica muy di­
ferente a la de fait accompli que había adoptado López Mateos en 1960.
En lugar de desafiar con un acto de autoridad a la Iglesia y, en ge­
neral, a los enemigos tradicionales del artículo 3o, las autoridades edu­
cativas sometieron a su consideración, a través de contactos informa­
les, los nuevos libros de texto antes de su elaboración final, de manera
que la versión definitiva incorporó las sugerencias de autoridades ecle­
siásticas y dirigentes empresariales. Por lo tanto, puede afirmarse que
la ofensiva de 1960-1963 logró uno de sus objetivos centrales: que las
autoridades reconocieran el derecho de grupos independientes del Es­
tado a intervenir en la definición del contenido de la enseñanza, facul­
tad que en última instancia también se desprende del derecho de la so­
ciedad a intervenir en la definición de los términos del consenso político.
El significado de esta victoria fue mucho mayor que el solo reconoci­
miento de un derecho, en la medida en que acarreó la ampliación de
la discusión política hacia temas que habían sido considerados de la
exclusiva competencia estatal.
En la historiografía política convencional del México contemporá­
neo, los años 1957-1960 son vistos como un periodo decisivo en el de­
sarrollo de movimientos obreros independientes contra el autoritaris­
mo estatal.Muchos son los autores que ven en la movilización de
ferrocarrileros y maestros disidentes el origen del reformismo que ha
caracterizado el sistema político mexicano en los últimos veinte años.
La ampliación de la arena política y la flexibilización del pluralismo
limitado habrán resultado, según estos autores, de la presión de “fuer­
zas progresistas y populares*’ sobre el sistema político. No obstante,
el presente análisis conduce a una conclusión distinta: la reacción que
estos movimientos sindicales provocaron en otros grupos sociales —fun­
damentalmente de clase media— fue el origen de una movilización que,
sostenida por el sector empresarial y por la jerarquía eclesiástica, fue
considerada altamente riesgosa para la estabilidad del sistema; esos gru­
pos, frente al Estado gozaban de un margen de maniobra mucho ma­
yor que el de los grupos llamados progresistas, dado que la retórica
revolucionaria y algunas políticas estatales han hecho de la izquierda
mexicana un rehén del Estado. Las presiones que ejerció esta movili­
zación defensiva tuvieron mayor efecto que las que pudieron ejercer
sus contrapartes. Así lo prueba la evolución del gobierno de López Ma-
402 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

teos y, desde luego, la designación de Gustavo Díaz Ordaz como can­


didato a la presidencia de la República.
Por otra parte, el análisis de esta coyuntura de movilización permi­
te avanzar una hipótesis respecto del funcionamiento del sistema polí­
tico mexicano. La lógica del pluralismo limitado obedece a una diná­
mica de integración-exclusión de grupos e instituciones sociales cuya
pertinencia política es apenas circunstancial. Esta dinámica se acelera
en la fluidez de una situación de movilización, de manera que, junto
a los actores políticos permanentes —fundamentalmente el partido do­
minante, la élite administrativa, la Iglesia y ciertas organizaciones em­
presariales— van surgiendo periódicamente otros actores que derivan
su fuerza más de la coyuntura que de su nivel de organización y de
su capacidad de agregación. Esta coyuntura puede ser producto de
las exigencias del desarrollo capitalista y ya no sólo de las condicio­
nes del equilibrio político. A principios de los años setenta, estos dos
elementos se conjugaron para conferir pertinencia política a clases me­
dias activadas, tanto así que sus reivindicaciones de participación in­
dependiente tuvieron que ser escuchadas por el grupo en el poder, so­
bre todo a partir del momento en que fueron apoyadas por dos de los
componentes del pluralismo limitado, la Iglesia católica y el sector em­
presarial.
El funcionamiento de la dinámica de integración (al sistema políti­
co) y exclusión (del sistema político) descansa sobre la asimetría que
caracteriza las relaciones entre el sistema político y la sociedad misma,
desequilibrio que se ha modificado en los últimos años, pero que en
el periodo estudiado parece haber sido mucho más agudo en perjuicio
de la articulación y coherencia internas de la sociedad, y, por consi­
guiente, de su autonomía frente al sistema político. La relativa liber­
tad del Estado respecto de la sociedad le permitió entonces, y le permi­
te todavía'ahora, elegir a sus interlocutpres en un momento dado. Sin
embargo, la movilización de 1957-1963 demostró que algunos actores
sociales logran en ocasiones imponer su presencia en el sistema políti­
co, explotando las condicionantes coyunturales que pesan sobre su es­
tabilidad. No obstante, esta manera de ingresar en el sistema político
no asegura de ningún modo la permanencia en él.
Por lo demás, paralelamente a esta dinámica que se juega entre ac­
tores políticos permanentes y actores políticos circunstanciales, dentro
del marco del pluralismo limitado existe una lucha constante por posi­
ciones en la estructura de poder: el número de participantes en el juego
político varía tanto como su identidad. Al igual que en un sistema de
pesos y contrapesos, en el marco del pluralismo limitado, todo avance
de influencia en beneficio de uno de los actores significa una pérdida
de influencia para los restantes. En el caso particular de la crisis de
participación analizada, la movilización defensiva de las clases medias
CONCLUSIONES 403

tenía por objeto conservar su posición relativa y protegerla de los cam­


bios que hubiera podido producir el liberalismo de López Mateos.
En el análisis de esta coyuntura destaca también la importancia de
la movilización como instrumento de lucha política entre los grupos
dominantes. En un sistema en el que la estabilidad descansa fundamen­
talmente sobre la apatía política y la participación limitada, la capaci­
dad de movilización y de organización constituye un capital político
apreciable para los grupos de poder. Ahora bien, la importancia de
ese capital era aún mayor a principios de los años sesenta, porque des­
de finales del cardenismo parecía haber estado reservada al Estado. En
el curso de la crisis, este instrumento fue hábilmente utilizado por ac­
tores políticos distintos del Estado para dar mayor peso a sus reivindi­
caciones. El recurso a la movilización, o el renunciar a ella, se reveló
como una carta de gran valor en las negociaciones entre los grupos do­
minantes, como lo demuestra el comportamiento de las autoridades ecle­
siásticas y, más brutalmente, el de los grandes empresarios regio­
montanos
No obstante, esta crisis de participación sólo dio lugar a una movi­
lización política limitada: limitada en el tiempo, en sus objetivos y en
sus beneficiarios. En efecto, aun cuando el frente antiautoritario que
sostenía la movilización defensiva congregara a grupos sociales diver­
sos, esta coalición se desintegró en el momento en que los grupos do­
minantes consideraron que había llegado el momento de la desmovili­
zación. Una de las razones de esta decisión fue que se había logrado
el objetivo fundamental: hacer a un lado a grupos y posiciones progre­
sistas. El carácter efímero de la coalición se explica también porque
el sistema político ha condicionado el desarrollo de la sociedad, acen­
tuando así su dependencia y minando consistentemente cualquier esfuer­
zo de organización interna sólida y duradera. Visto así, el autoritarismo
ha sido un obstáculo fundamental para el desarrollo de una sociedad
estructurada y coherente en su heterogeneidad.

Las CLASES MEDIAS: legitimistas de la democracia mexicana

El comportamiento político de las clases medias mexicanas debe expli­


carse a partir de la convergencia de dos dimensiones, una universal y
otra particular. Dicho de otra manera, algunos aspectos de este com­
portamiento se refieren a las características que han sido identificadas
como propias de la condición de clase media en general, pero otras sólo
Pueden ser entendidas si se tiene en cuenta la experiencia histórica de
estos grupos sociales en el contexto específicamente mexicano. La in­
teracción de estas dos dimensiones es el origen de contradicciones e in­
coherencias en las actitudes de estos grupos frente al poder.
404 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

Aun cuando el presente análisis haya privilegiado una perspectiva


histórica y política para explicar el comportamiento político de las cla­
ses medias, esto no significa que le reste importancia a variables de or­
den económico y sociológico que refieren el tema al marco general de
las clases medias como fenómeno común a otras sociedades.
La fluidez y la heterogeneidad características, así como su posición
intermedia en la estructura social, definen intereses específicos, en par­
ticular la salvaguarda de la movilidad social en un cuadro de estabili­
dad. Esas características generales también inciden sobre ciertas acti­
tudes comunes, tales como la tendencia a defender una estructura social
estable, siempre y cuando no esté inmovilizada, y a favorecer la estabi­
lidad política, cuando ésta no amenaza su identidad social.
La crisis de participación analizada demuestra que, en el contexto
de bienestar económico, las clases medias sentían que su posición so­
cial estaba amenazada por la marginación política. Esta había dejado
de ser garantía de libertad, como pudo haber sido vista en un momen­
to dado, porque el clima reinante estaba cargado de enfrentamientos
ideológicos que podían ser ocasión de auténticos enfrentamientos so­
ciales cuyo desarrollo hubiera podido modificar las alianzas estable­
cidas. Los sectores de clase media movilizados contra el Estado consi­
deraban que las políticas lopezmateístas comprometían la estabilidad,
porque ocurrían en un contexto internacional que representaba una ame­
naza de dimensiones incontrolables para los mexicanos. Por otra par­
te, la polarización política se agudizó porque ei autoritarismo estatal
mexicano exacerbaba las actitudes de defensa del individuo como par­
te de un conjunto más amplio de valores tradicionales.
El fraccionamiento político de las clases medias también puede ex­
plicarse a partir de la economía, aunque ni ella ni la sociología bastan
para entender los contenidos ideológicos de ese fraccionamiento, así
como tampoco sus líneas divisorias en el interior del conjunto de clase.
La polarización de finales de los años cincuenta se impuso a sus dife­
rencias socioeconómicas, de manera que las dos grandes familias ideo­
lógicas aquí descritas estaban formadas de hecho por una variedad de
grupos de ocupación, ingreso y status, que se alinearon sin referencia
socioeconómica específica. Es en este caso cuando la experiencia his­
tórica particular se reveló como una fuente invaluable de explicación,
porque la memoria del grupo parece haber sido determinante de las
formas precisas en que cristalizó el enfrentamiento.
En la crisis también se manifestaron las profundas contradicciones
del sistema político mexicano, porque en ella se precisaron las diferen­
cias entre el conservadurismo individualista y los fundamentos popu­
listas del consenso revolucionario. Este proceso de depuración puso al
descubierto los consensos antagónicos que coexistían en la base de la
estabilidad política y en el interior de un pacto más o menos nacional
CONCLUSIONES 405

que reunía a diferentes grupos sociales, cuyas relaciones con el Estado


estaban definidas por consensos particulares y de contenido diferente
en cada caso.
La importancia crucial de las clases medias para la estabilidad resi­
de en que el consenso que las identifica con el Estado pretende ser el
más cercano a una cierta idea de la democracia mexicana. De ahí que
ocupen una posición estratégica en las relaciones entre el sistema polí­
tico y la sociedad, porque con su sistema de creencias, valores y sím­
bolos se han convertido en una especie de bisagra entre ambos medios.
Esto significa que las clases medias cumplen una función ideológica
esencial gracias a sus recursos culturales, porque en México, al igual
que en otros países de América Latina, su capital de instrucción ha po­
dido traducirse en capacidad de agregación social. Su importancia se
apoya en su habilidad para organizarse políticamente y para elaborar
ideologías, pero sobre todo en su capacidad para imponer su propia
experiencia como si fuera la de toda la colectividad.
Su acceso a la educación les permitió convertirse en guardianes y
agentes de transmisión de una historia llamada nacional, misma que
se han apropiado a expensas de la experiencia de otros. Han querido
incluso escribir una historia a su imagen y semejanza, y quienes han
accedido al poder lo han hecho. Su influencia sobre la evolución polí­
tica del país no proviene únicamente del hecho de que han conquista­
do el poder, sino también de que han logrado imponer sus valores so­
bre el conjunto de la sociedad. Por esta razón, el consenso particular
que rige las relaciones entre el Estado mexicano y las clases medias es
crucial para la estabilidad política general, consenso que no está libre
de contradicciones, ya que abriga la ambigüedad esencial de las clases
medias que nace de su posición antiautoritaria frente al poder y auto­
ritaria o paternalista frente a las clases bajas. Desde cualquiera de am­
bas perspectivas, las clases medias se ven a sí mismas como las legiti-
mistas de la democracia mexicana.
No obstante lo anterior, si el manejo privilegiado de las ideologías
es su fuerza, también constituye su mayor debilidad, primero porque
éstas son fuente inagotable de fraccionamientos internos, y segundo por­
que son un recurso codiciado por otros actores políticos que cuentan
con una mayor coherencia interna o cón el respaldo de elementos ob­
jetivos de poder, tales como un aparato de represión o ía independen­
cia económica, y que recurren a los sistemas de valores y creencias para
alcanzar sus propios fines, comprometiendo la autonomía política de,
las clases medias. Así, tanto el Estado como las clases altas han busca­
do cooptarlas y utilizar los instrumentos que les son propios, temas
de movilización o aliados sociales, en beneficio de sus intereses parti­
culares.
La posición estratégica de las clases medias en el contexto mexicano
406 CLASES MEDIAS Y POLÍTICA EN MÉXICO

se ha visto consolidada por el compromiso del poder, al menos en el


discurso, con la democracia y la construcción de la nación, ambos ob­
jetivos derivados de sus valores y actitudes. Las contradicciones en el
interior de estos grupos y entre el sistema político y la sociedad han
surgido cuando se trata de darles contenido, de tal manera que se han
convertido en la piedra de toque de dos corrientes de la democracia
mexicana que en más de un caso han parecido irreconciliables.
Los grupos de clase media que en 1960 veían en la democracia elec­
toral una alternativa política válida, cuestionaban el sistema político,
y ningún peligro iba en ello para la nación, cuya garantía era la histo­
ria. No obstante, para los grupos que se identificaban con las políticas
del Estado revolucionario, el desmantelamiento del sistema político
equivalía a la desintegración nacional. Los diferendos entre estas dos
familias ideológicas daban lugar a divergencias notables: mientras un
sector era antiestatista, el otro era estatista; uno se oponía al autorita­
rismo del Estado, el otro era partidario del autoritarismo como instru­
mento para orientar el cambio. Esta forma de ordenamiento de sus po­
siciones políticas parece corresponder más a las particularidades del
medio mexicano que a la división convencional entre derecha e iz­
quierda.
Sin embargo, contrariamente a lo que supondría una mínima cohe­
rencia democrática, el antiestatismo y el antiautoritarismo de la época
encajaban perfectamente en actitudes intransigentes frente a una posi­
ble modificación de la posición de las clases bajas, derivada de decisio­
nes económicas en ese sentido o de cambios en el sistema de creen­
cias y de valores dominante. Quienes defendían estas posiciones, recu­
peraban las de la pequeña burguesía europea tradicional, y sus convic­
ciones ideológicas definían de antemano la identidad de sus aliados:
la Iglesia y las clases altas.
En este análisis también se ha tratado de mostrar la manera como
el sistema político, el Estado autoritario en particular, ha sabido ma­
nipular con uña extraordinaria habilidad diversos símbolos políticos
y sociales, en ocasiones incluso en detrimento de su coherencia inter­
na. Esta habilidad le ha permitido usurpar a la sociedad las iniciativas
ideológicas, a veces apenas esbozadas, que podían contener el germen
de proyectos políticos de recambio. Su estrategia ha acrecentado aún
más la heteronomía de las clases medias mexicanas: cuando sus pro­
yectos políticos no se reclaman de una tradición legitimista, reivindi­
cando el proyecto original que se supone debe representar el grupo en
el poder, estos proyectos no pasan de ser el esbozo de reacciones con­
tra políticas gubernaméntales específicas.
La posición central que ocupan las clases medias en las relaciones
entre el sistema político y la sociedad las hace también más vulnerables
a la politización que deriva de la cercanía con el poder, así como a las
CONCLUSIONES 407

contradicciones que se producen en los intercambios entre ambos; la


fundamental, la más evidente de todas se origina en el hecho de que
la configuración y la consolidación del sistema autoritario mexicano
se llevaron a cabo en un momento en que la posición de estos grupos
era particularmente débil, esto es, durante el callismo y el cardenismo.
No obstante, poco después se convirtieron en “grupo de referencia”
y en base fundamental del consenso de la misma estructura de domi­
nación política que las había marginado durante un periodo crucial.
La crisis de participación de 1957-1963 aparece entonces como una de
las primeras manifestaciones de la lucha por la restauración de la de­
mocracia mexicana. Esta lucha, sin embargo, se entabló a partir de una
serie de combates en el interior del mismo conjunto social que pretende
ser el único detentor legítimo de este proyecto.
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Publicaciones periódicas
Acción Femenina (1958-1963)
Buró de Investigación Política (1957-1963)
Christus (1935-1963)
Contacto (1961-1964)
CRAC. Mensaje quincenal (1961-1963)
David (1961-1964)
Excéisior (1958-1963)
Gaceta Oficial del Arzobispado de México (1946-1958)
El Maestro (1921)
Magisterio (1960-1964)
Mundo Mejor (1960-1963)
La Nación (1957-1963)
El Norte (1962)
Nuestro Tiempo (1960-1963)
La Opinión (1961)
Política (1961-1964)
El Popular (1957-1961)
El Porvenir (1962)
Señal (1958-1963)
El Sol de Puebla (1961)
Temas contemporáneos (1955-1963)
Tiempo (1958-1963)
Clases medias y política en México. La
querella escolar, 1959-1963 se terminó
de imprimir en marzo de 1988.
Fotocomposición, formación, negativos
e impresión: Prisma Editorial, S.A. de
C.V., Norte 75 núm. 2537, México, D.F.
Se imprimieron 3 000 ejemplares más
sobrantes para reposición. Diseñó la
portada Mónica Diez Martínez. La
edición estuvo al cuidado del
Departamento de Publicaciones de
El Colegio de México.
Centro de Estudios Internacionales

lo largo del siglo XX las clases medias mexicanas han sido


A vistas alternativamente como motor del cambio y como
sustento de estabilidad. Han cumplido ambas funciones,
primero sucesivamente, pero luego también de manera
ambivalente y contradictoria, pues no se puede hablar de una
sola clase media, porque los grupos que ocupan las posiciones
intermedias en la estructura social mexicana constituyen un
mosaico diverso y variado de ocupaciones, ingresos, status,
actitudes y comportamientos que hace de las clases medias
una categoría forzosamente plural. Esta primera característica
indica algunas de las dificultades que se presentan en el
estudio de este tema que es un reto a la imaginación
sociológica y un desafío al cálculo político. No obstante, su
reconocida importancia y la prioridad que recurrentemente se
les ha atribuido en el desarrollo del México moderno, explican
el esfuerzo que en esta investigación hace Soledad Loaeza para
desentrañar los fundamentos de la conducta política de las
clases medias.
El libro se propone reconstruir primero la trayectoria de estos
grupos con respecto al poder a partir de 1910 y hasta 1940,
fecha en que sentaron las bases del predominio político y
cultural que han ejercido en los últimos cuarenta años. Fue ése
un proceso de formación, de socialización, en el que se fueron
definiendo paralelamente los rasgos del sistema político y de la
estructura social que habrían de persistir hasta la actualidad.
Desde esta perspectiva la autora sostiene que las clases medias
han sido el gozne decisivo de las relaciones entre el Estado y la
sociedad de México. El hilo conductor que guía a Soledad
Loaeza en el laberinto de las luchas de las clases medias entre
sí y con el poder, es la querella escolar, el conflicto histórico
entre el Estado educador y la libertad de enseñanza. La
evolución del proyecto educativo se convierte en este libro en
el espacio privilegiado donde se libran las luchas por el poder
simbólico de la sociedad, que ha sido y es de hecho el único
capital político de las clases medias. Para ejemplificar las
conclusiones de la primera parte de la investigación, la autora
nos ofrece un análisis detallado de la vida política durante el
sexenio de Adolfo López Mateos, que es el primero que se
enfrenta a las presiones encontradas y dispares de las robustas
clases medias que nutrió el desarrollo económico. En esa
periodo de confrontaciones ideológicas, en México se produjo
el conflicto entre democracia y socialismo a raíz de la crisis de
conciencia que precipitó la Revolución cubana. Esta experiencia
se apoderó de la imaginación de estos grupos despertando
entre ellos fantasías contradictorias, muchas de las cuales
cristalizaron nuevamente en el combate en el terreno escolar.

EL COLEGIO DE MÉXICO

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