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ANA MARIA BOTEY, RODOLFO CISNEROS

. LA CRISIS DE 1929 Y
LA FUNDACION DEL
PARTIDO COMUNISTA
DE COSTA RICA

IS Editorial Costa Rica


lta San José, 1984
320.97286
B748c Botey Sobrado, Ana María
La Crisis de 1929 y la Fundación del Par-
. .

Botey Sobrado, Rodolfo Cisneros Castro.


-- San José : Editorial Costa Rica, 1984.

ISBN 99n-23-113-3

1. Partidos comunistas. 2. Costa Rica -


Historia. l. Cisneros Castro, Rodolfo. 11. Tí­
tulo.

DGB/PT 84-081

ISBN 9977-23-113-3

Ana María Botey

© Rodolfo Cisneros
Editorial Costa Rica

Impreso en Costa Rica_ Hecho el depósito de ley .

... IMPRESO POR IMPREhU NACIONAL


au..Jil5 1.AUflJCA �.llSE WSTARIC4.Af'OO �
A nuestros familiares, compafleros y amigos.
A los trabajadores costa�ricenses.
AGRAD ECIMIENTO

Agradecemos al Lic. V/adimir de la Cruz de Lemas y al


Mto. Mario Ram/rez Boza, por sus observaciones que contri­
buyeron a mejorar sustancialmente esta investigación. Asi­
mismo al Dr. Paulina González quien nos estimuló a
transformar éste trabajo en el libro que hoy se,presenta a
ustedes. A ellos nuestro sincero agradecimiento.
A la Lic. Hazel Vargas, Profesora de la Universidad
Nacional, por el interés y la calidad de sus apreciaciones en el
proceso de revisión de la forma y estilo de ésta investigación.
A todos los entrevistados que nos brindaron importante
información y parte de su valioso tiempo.
A los trabajadores de la Sección de Per/ódicos de la
Biblioteca Nacional, en especial a Marvin Ava/os por su
cooperación y ayuda desinteresada.
A Esterl/a Aguilar H. por su dedicación en el trabajo
mecanográfico.
A todos nuestros familiares por su apoyo moral y ma­
terial que hicieron posible la realización de este libro.

Muchas Gracias

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I NT RODUCCION G E N E R A L

E l desarrollo histórico d e los pueblos h a demostrado que


no todos los acontecimientos sociales son igualmente rele­
vantes. Su significación se determina por el grado en que
manifiesten y definan, en sí mismos, la dinámica de los proce­
sos en que están inmersos. De ahí la importancia del tema de
nuestro estudio: La crisis de 1929 y la funda�ión del Partido
Comunista en Costa Rica. Los acontecimientos ocurridos
durante este período revelan la culminación de un proceso
económico, social, poi ítico e ideológico en el desarrollo his­
tórico costarricense. Podemos afirmar, desde una perspectiva
dialéctica, que representan, a un mismo tiempo, el final de un
proceso y el inicio de otro pero con un contenido nuevo.
El movimiento obrero costarricense sufre, a partir del
período de crisis de 1929, un cambio cualitativo en cuanto a
la apertura y orientación de las luchas sociales; dado que,
después de este momento, adquieren una perspectiva política
más profunda al orientarse hacia la consecución de un
proyecto político concreto.
Gran parte de los estudios realizados en nuestro país
acerca del movimiento obrero en Costa Rica coinciden en
señalar que la fundación del Partido Comunista es un hecho
que marca una nueva etapa en la vida política del país. Este
criterio nos ha servido de base para el estudio que realizamos,
en tanto que justifica algunos de nuestros propósitos: com­
prender la historia de los movimientos populares y dilucidar

11
las leyes que los explican y determinan. Además, proponemos
un nuevo enfoque metodológico para el estudio de estos
problemas.
Como investigadores sociales, consideramos que toda
producción materia� e intelectual está determinada por el
aspecto poi ítico. En consecuencia, rechazamos el trabajo de
los historiadores que niegan el carácter poi ítico de la historia
y convierten su obra en materia muerta, carente de utilidad
para el presente. Por el contrario, creemos que la naturaleza
política de los hechos históricos confiere vigencia y razón de
ser al trabajo del científico social que debe reflexionar sobre
el devenir de los procesos sociales y su repercusión en la vida
de los pueblos; de tal forma que sirvan de guía para la inter­
pretación del presente. En síntesis, afirmamos que todo
científico social debe contribuir al esclarecimiento de las
contradicciones que, retrasan o impulsan el desarrollo histó­
rico de la humanidad a fin de convertir su labor en una acción
transformadora, viva y útil para el �conocimiento de la rea­
lidad, objeto de su estudio.
Es por eso que nuestro análisis cobra vigencia en la
Costa Rica de hoy, pues las condiciones de vida de los traba­
jadores, de sus organizaciones y de sus pugnas han cons­
tituido verdaderos dinamos de nuestra historia patria.
Utilizamos diversos razonamientos y supuestos teóricos
para enfrentarnos a nuestro objeto de estudio. Estos se re­
fieren tanto al período estudiado como al proceso que lo
gestó; es decir, toma en cuenta su articulación con las ins­
tancias sociales que lo condicionan.
Cualquier fenómeno social puede ser explicado si su
existencia es entendida como un producto del desarrollo de
las contradicciones que lo provocan. La conducta poi ítica de
las clases sociales y la creación de sus correspondientes
expresiones orgánicas surgen como, resultado de un proceso
de maduración de ciertas condiciones ideológicas que hacen
posible el desarrollo y la creación de organismos poi íticos a
través de los cuales, estas clases, pueden reflejar su pensa­
miento y canalizar sus acciones. Esta maduración ideológica
es producto de factores de tipo económico y social. Concre­
tamente el planteamiento y la acción organizativa se explica a

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raíz del papel que juegan las clases en la dinámica social. La
maduración ideológica, entendida como la precisión en la
correspondencia del pensamiento poi ítico con la realidad, se
originan en una práctica histórica, gracias a la cual la clase
social toma conciencia de sí misma, y elabora un proyecto
para sí. Esto se produce como resultado de las confron­
taciones y choques con otras clases sociales y con otras
posiciones ideológicas, que permiten, en el caso de la clase
trabajadora, superar la ideología dominante, y elaborar un
pensamiento propio, que implique métodos de acción y orga­
nización.
Así pues, para entender las luchas populares, hay que
analizar no sólo los planteamientos ideológicos, sino también
las fuerzas sociales que las sustentan. El desarrollo de los
movimientos que esas fuerzas han emprendido, y las condi­
ciones económicas y sociales en que surgen sus hombres. Los
p r o c e s o s ideológicos y políticos están profundamente
vinculados con la base social y material en que se producen y
se explican, en consecuencia, a partir de ella.
En una sociedad· capitalista, las clases sociales en pugna
generan los instrumentos necesarios para la competencia
política. De esta manera, las clases dominantes crean par­
tidos, ideologías e instituciones, con el fin de mantener el
estado de cosas y asegurar su poder. Sin embargo, las clases
dominadas, en su práctica históricél, van comprendiendo y
creando sus propios instrumentos de lucha, organizaciones,
partidos poi íticos, alianzas, etc.
Con base en lo anterior creemos que las luchas sociales y
poi íticas de Costa Rica, hechos significativos en la historia,
expresan contradicciones sociales y que sus planteamientos se
explican por la naturaleza de estas contradicciones. Las con­
tradicciones típicas de cada sociedad, según sea el momento
histórico y el nivel de desarrollo alcanzado por la acción
consciente de los individuos inmersos en ellas, generan las
condiciones necesarias para la creación de elementos nove­
dosos, que entran en pugna, toman fuerza y culminan con la
creación de nuevas formas y nuevas relaciones.
En la coyuntura de crisis que analizamos -década de
1930- la creación del Partido Comunista constituye un salto

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cualitativo en el desarrollo de las luchas sociales; pues la can­
tidad de experiencias políticas, ideológicas y orgánicas
acumuladas por el movimiento obrero se transforma en una
organización que responde a una concepción poi ítica cualita­
tivamente diferente a la existente hasta ese momento, dado
que se integra a un proceso que opera a nivel internacional.
En el modo de producción capitalista, la inevitabilidad
de la crisis ocurre por la naturaleza privada de su organi­
zación. En estos períodos críticos de agudización de contra­
dicciones, los procesos de polarización social se acentúan, la
situación económica de la clase trabajadora se empeora, y se
crean condiciones objetivas y subjetivas que estimulan a los
trabajadores a la participación política. Asimismo, permiten
la posibilidad de visualizar las contradicciones y las distor­
siones del desarrollo del capitalismo.
Partiendo de estos razonamientos globales, planteamos
las siguientes hipótesis: 1) Dadas las contradicciones exis­
tentes .en Costa Rica, puede afirmarse que ya para 193 1
predominaba el modo de producción capitalista. En el campo
económico era evidente la contradicción trabajo-capital; en el
plano social se presentaban fuertes diferencias entre una
oligarquía burguesa y una masa proletaria y semi-proletaria
duramente explotada.
2) En el sistema mundial capitalista, las crisis en los centros
hegemónicos, se reflejan especialmente en las zonas peri­
féricas, lo que genera graves consecuencias económicas y
sociales. El empeoramien� de las condiciones de vida de las
masas populares, condujo al fortalecimiento de las fuerzas
antioligárquicas y antimperialistas y contribuyó al desarrollo
de la conciencia de clase de los trabajadores costarricenses. La
crisis de 1929 generó una coyuntura propicia para que una
serie de procesos poi íticos, ideológicos y organizativos,
maduraran en el movimiento obrero y provocaran la fun­
dación del Partido Comunista. Razón por la cual se explica
que el naciente Partido Comunista se desarrollara y enraizara
rápidamente en la vida poi ítica nacional a partir de su
fundación.
3) La fundación del Partido Comunista, en 1931, no fue un
hecho casual, sino que respondió a leyes objetivas del desa-

14
rrollo económico social, por existir en el país las condiciones
socio-económicas, características del desarrollo del capi­
talismo y también por el grado de madurez poi ítica e ideo­
lógica del movimiento obrero de Costa Rica.
Al fundarse el Partido Comunista en 1931, se produjo
por primera vez una ligazón orgánica y permanente, entre la
clase trabajadora y la doctrina del socialismo científico, como
consecuencia de la untión existente entre el movimiento
obrero y la intelectualidad progresista.
El tema de este trabajo ha sido estudiado en otras oca­
siones. No obstante, dichos análisis se fundamentaron en
otras perspectivas ideológicas. La obra de Vladimir de la
Cruz: las luchas sociales en Costa Rica 1870-1930 es muy
cercana a la nuestra en lo que se refiere al objeto de estudio
pero no ocurre lo mismo con el planteamiento metodológico.
De la Cruz hace un valioso aporte a la historia poi ítica de
Costa Rica por la gran cantidad de información que recoge.
Otros trabajos del mismo autor: El primero de Mayo de 1913
y Te n d e n c i a s en el movimiento obrero costarricense
1870-1930, enriquecieron su investigación inicial, y cons­
tituyeron un punto de partida para nuestra labor. Sin embar­
go, su objetivo fundamental fue "esbozar una visión general
de las luchas sociales en la Costa Rica de 1870 a 1930". El
autor logró lo anterior al describir el largo proceso histórico
que dio origen al Partido Comunista, pero no profundizó en
la explicación de los procesos que condujeron a su fundación.
De la Cruz aclara los antecedentes poi íticos, ideológicos y
organizativos del Partido Comunista. Sin embargo, creemos
que esos aspectos no explican la totalidad del problema. De
ahí que se plantee la necesidad de profundizar en el análisis
de las condiciones objetivas, materiales que explican en gran
medida, los movimientos sociales ocurridos durante el pe­
ríodo que se estudia, no como hechos casuales, sino como
producto del devenir histórico. Nos referimos concretamente
a un análisis más exhaustivo sobre la penetración del capi­
talismo en la estructura económica, y sus repercusiones en la
dinámica social.
En igual forma consideramos de gran importancia co­
nocer las condiciones de vida de los trabajadores, principales

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gestores de los movimientos sociales que analizamos.
También nos fueron de gran utilidad las investigaciones
de Manuel Rojas: Lucha social y Guerra Civil en Costa Rica
1940-1948 y Notas para la historia del movimiento obrero
en Costa Rica que a pesar de centrar su interés en la década
de los cuarenta, se detienen a estudiar la situación de los
movimientos sociales durante los años treinta. En Notas para
la historia del movimiento obrero en Costa Rica, Rojas, ela­
bora una periodización del movimiento obrero con base en
ciertos criterios que nos permitieron crear nuestra propia
periodización.
Se deduce entonces que la investigación de Rojas, y
especialmente la de De la Cruz, son las más relacionadas con
nuestro objeto de estudio y con nuestro propósito de trabajar
la historia. Pero que, sin embargo, no profundizan en el
proceso histórico que da origen a las luchas sociales de este
período, a través de las relaciones entre lo económico-social,
con lo poiítico e ideológico y viceversa.
Para los efectos de nuestra investigación, en lo que
respecta a las fuentes primarias, nos hemos apoyado en: los
periódicos de la época, las entrevistas, y los censos y anuarios
estadísticos.
Recurrimos al análisis sistemático de la prensa para el
período de 1923 a 193 1.
Utilizamos el procedimiento de comparar la prensa
"burguesa" con la "prensa obrera", para adquirir una visión
más objetiva. Fueron revisados los periódicos de orientación
popular incluso desde el siglo pasado, y los diarios: LA TRI­
BUNA y DIA RIO D E COSTA RICA.
Las entrevistas cubrieron a varios representantes de la
primera generación de comunistas, cuyos comentarios, obser­
v a c i o n e s y ex periencias de lucha, ampliaron nuestro
conocimiento sobre el contexto histórico y los aconte­
cimientos que produjeron la fundación del Partido. La con­
frontación de la fuente periodística con la oral, permitió la
precisión de detalles y hechos.
El empleo de los Anuarios Estadísticos ( 1925-1935), el
Censo de 192'.f y el Censo de Personas sin Trabajo de 1932,
enriquecieron la información referente a la estructura econó-

16
mica y social, así como lo concerniente a la comprensión de
las condiciones de vida de los trabajadores, que tratamos en
1 los capítulos 1 y 111.
En cuanto a la bibliografía de carácter económico y
social, queremos subrayar que no existen suficientes obras de
síntesis gene¡al. No obstante, utilizamos de preferencia los
libros: Interpretación del Desarrollo Social Costarricense, de
José Luis Vega Carballo y Estudio sobre economla costa­
rricense de Rodrigo Facio. Esto nos llevó a consultar ciertas
tesis de grado de publicación reciente, que aunque tratan
temas específicos de Historia Económica, representan el
conocimiento más avanzado, dentro de una nueva perspectiva
metodológica y técnica. Entre ellas destacamos: El desarrollo
del capitalismo en la industria 1870-1930 de Mario Ramírez
B. y Manuel Salís, que nos permitió aclarar el proceso de
penetración del capitalismo, y la formación de una oligarquía
burguesa paralelamente a las tendencias de proletarización de
la masa laboral. El trabajo de Mario Samper: Evolución de la
Estructura socio-ocupacional de Costa Rica constituyó un
buen aporte para el conocimiento de la evolución, las ten­
dencias y la composición de la estructura social, sobre todo
de los sectores populares.
En el nivel metodológico, nuestro punto de partida lo
constituyó el estudio de los sectores productivos de la
estructura económica y social del país. Esta problemática fue
abordada de manera global y sirvió como punto de referencia
para el análisis de la base material y social que dio origen a los
acontecimientos de la época. Esto nos permitió lograr una
síntesis que explicara el desarrollo del capitalismo en Costa
Rica. Posteriormente, estudiamos la coyuntura por la que
atravesaba la vida del país, a fin de obtener un mayor nivel de
concreción en el análisis de los acontecimientos. Esto res­
pondía las interrogantes planteadas sobre las condiciones
generales y específicas en que se enmarcaba el movimiento
popular durante este período.
La necesidad de alcanzar una perspectiva histórica, que
permitiera explicar el problema, nos llevó a estudiar la evo­
lución del movimiento obrero, con el fin de conocer, poste­
riormente la repercusión política de la crisis de 1929.

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Los datos fueron clasificados en cuatro áreas funda­
mentales, los que se refieren a la estructura económica y
social, los vinculados con la evolución del movimiento
obrero, los referentes a la coyuntura de la crisis general de
1929, y por último los que aclaran la fundación misma del
Partido Comunista de Costa Rica.

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CAP I TU LO 1

E L D E SA R R O L LO D E L CAP I TAL ISMO E N COSTA R I CA


HASTA 1930

1. Penetración y desarrollo del capitalismo

Para comprender el desarro l l o del capita l i smo en Costa R ica , es


importante remitirse a las cond iciones que prevalecieron en el pa ís du­
rante la época coloni a l . La ausencia de grandes concentraciones i nd í­
genas, el desconoci m iento de la ex istencia de metales preciosos, la
leja n ía de los centros po i ítico-adm i nistrativos de la Corona E spañola y
la ausencia de v ía s de comun icación provocaron, en este terr itorio,
rasgos específicos en su evol ución posterior.
La sociedad co lonial se caracterizó por u na pobreza bastante
gener a l i zada, a pesar de e l lo, se estab lecieron a lgunos meca n ismos de
diferenciación socia l , orig i nados por los privi legios que la Corona
otorgaba a los españoles y, en espec i a l , a sus fu ncionarios. ( 1 )
Al i niciarse la vida i ndependiente, se dist i ngue un grupo social que
h a b ía logrado acumular pequeñas fortunas a través de a lgunos cult ivos:
cacao, tabaco, etc.; y del comercio. No obstante este grupo por los
cond iciona ntes a pu ntados en relación con l a situación colonia l , no logró
transformarse en un grupo o l igárqu ico, terrateniente, s i m i l a r a los
entro n i zados en otros pa íses lati noamericanos. Por lo tanto, a mediados
del Siglo X I X , el capita l i smo pudo desarro l larse ampl iamente gracias a l
cu lt ivo d e l café. Este cultivo rápidamente y s i n tropiezos, rompió las
estructuras económicas heredadas del per íodo colon i a l , y logró cons­
titu i rse en l a alternati va que la clase domi nante necesitaba para estruc­
turarse como ta l , puesto que garantizó l a v incu lación permanente a l
mercado i nternaciona l .
Dura nte el per íodo que estud iamos, e l café fue el eje sobre e l cua l
giró nuestra econom ía , cana l i zó la mayoría de los esfuerzos socia les y, a
su ve z, deter m i nó , en gran parte, el desarro l l o de otras act i vidad es.

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La producción cafetal era, en términos capita l i stas, fue una rea­
l idad debido al desarrol lo de procesos de acu m u lación primitiva que
ocurrieron en diferentes momentos. ( 2 ) El pri mero se circunscribe a las
pequeñas fortunas que se formaron en el per íodo col onial, en torno a la
producción cacaotera, el tabaco, la m i nería y el comercio. Luego,
algunos capitales acumulados exógenamente, de origen inglés en su
mayor ía, se invirtieron en el pa ís y, por últ imo, a partir de 1 840, se
produjo un i ncremento de la r iq ueza social i nterna gracias a la apro­
piación de p l usva l ía efectuada por los productores d irectos.
El café promovió el crecimiento económ ico, d i na m izó la estruc­
tura económ ica, y per m itió que se expandiera la riqueza socia l sobre el
campesinado. Sin embargo, marcó también la pauta para la concen­
tración y centra lización de los capitales por parte de un pequeño grupo
hegemón ico, que pasó a controlar el comercio i mportador y expor­
tador, la usura, y la propiedad fund iaria.
Este proceso de concentración de los capitales se reflejó en la
tendencia a la concentración de la propiedad fund iaria característica del
Va l l e Centra 1 . ' 3 l La ocupación de ba ldíos, promovida por el acceso al
poder poi ítico, se transformó en uno de los mecanismos más usua les de
acapara m iento de tierras. Esto permitió que u nas pocas fam i l ias se apro ­
piaran de grandes extensiones de t ierra . Fue frecuente también, durante
la época de crisis originada por el descenso de los precios de café, que
muchos pequeños productores tuvieran que despojarse de sus tierras
ante la imposi b i l idad de hacerle frente a las obl igaciones cred iticias que
habían contra ído. De a h í que las estad ísticas sobre la tenencia de la
tierra no pueden mostrar claramente la conce ntración fund iaria, dado
que ésta se produjo sin necesidad de que aumentara el tamaño de las
fi ncas. ( 4 ) En consecuencia, fue un hecho común el que las propiedades
cafetal eras más extensas se encontraran fragmentadas.
El impacto de l a d ifusión y apl icación de ciertos i nstrum entos y
máq u i nas a la producción cafeta lera, fue otro elemento que favoreció el
proceso de concentración de capitales.
Al respecto González F lores apunta : " . . . el adelanto que repre­
sentan los nuevos beneficios (donde se i nsta la la maq u i na r ia h idráu l ica )
no e s gratuito, ta lvéz fuera i m perioso para nuestra i nd u stria, ya que sin
él no fuera posible la competencia con los demás pa íses productores,
pero el precio de tan importante mejora se paga, en buena parte, con la
desaparición de la pequeña propiedad " . ' 5 )
Hasta mediados del 'siglo pasado, las técnicas de beneficiado eran
artesanales y sumamente rud i menta rias. Conforme el mercado cafe­
talero fue a m p l iándose, se crearon cond iciones para la separación de l a
fase agr ícola y del beneficiado. ' 6 ) Este proceso s e puede pa lpar en las
l i stas de ped idos, patentes y exclusividades de fabricación y venta de

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7)
máq u i nas de beneficiar café. (
D e esta forma, las agro i ndustrias artesa na les .se fueron tra n s ·
formando en u na r a m a espec ífica d e l a agroi ndustr ia capital i sta. S i n
embargo, n o todos l o s beneficiadores s e encontraban en cond iciones d e
efectuar grandes i nversiones de tecnolog ía , y m uchos de e l l o s s e arrui ­
naron. H echo q u e contribuyó a la concentración de cap ita les.
El número de beneficios tend ía a reducirse, pero se i ncrementaba
el volumen de café exportado, a l igua l q ue la cantidad de café total ·
mente beneficiado. Este café procesado proven ía de aquel los beneficios
que util izaba n a lta tecno log ía y estaban mejor equ i pados. ( a ) Los bene­
ficios manua les o s im p l es sufri r ía n u na d ism i nución relativa .
E l control del procesam iento de café ejercido por u n pequeño
número de beneficiadores, les perm itió apoderarse del plus trabajo de
muchos pequeños y m ed ia nos productores.
La relación de subordi nación de los pequeños y m ed ianos pro­
ductores se agud i zó a ú n más por las condiciones usureras del sistema de
créd ito empleado. El crédito que los grandes productores otorgaban a
los pequeños productores, ten ía por objeto asegurar la producción para
poder cum p l i r los compromisos contra ídos con los compradores i ng le­
ses. Se formó entonces, u na cadena cred iticia que se originaba en los
adelantos hecho por las casas consignator ias i ng l esas a los grandes
exportadores. E stos, a su vez, f inanciaban al pequeño productor u b i ·
cado en su área d e influencia. E l i ncump l i m i ento de l o s compro m i sos
económ icos contra ídos, perm itió que muchos campesinos fueran des·
pojados de sus tierras. (g l
La contribución de la banca nacional al crédito agr íco la fue suma­
mente l i m itada. (io) El Ba nco Anglo Costarricense, el B a nco de la
U nión que l uego se l lamará B anco de Costa R ica, y el B anco l nter·
nacional no ofrecieron f inanciam iento permanente al productor na­
cional .
Todas estas situaciones muestran q ue la producción mercantil
simple se s u bordi naba cada vez más a l capital, por lo que l a indepen·
dencia y las pos i b i l idades de ganancia del pequeño productor se redu ­
jero n · sustancial mente. F u e entonces cuando nuevas áreas d e colo·
n i zación fuera del V a l l e Centra l , fueron abiertas por antiguos pro­
1 1 l E n estas áreas em pe·
ductores d i rectos desplazados por el capital . (
zaron a surg i r productores merca nt iles ded icados a las subsi stencias, e l
tabaco, l a caña, y otros productos. M ed iante este proceso s e contribuyó
a organ i za r el mercado i nterno.
La producción cafeta lera e n el V a l l e Central genera l izó la pro­
ducción para el mercado, en la med ida e n que los campesinos se
incorporaron a esta a ct ividad, como productores d irectos, sem i·
proletarios o j ornaleros; se especial izaron y aumentaron su poder

21
adqu isitivo. Por lo tanto, i ndi rectamente se estimulaba la producción
a rtesana l .
Desde fi nes del siglo X IX s e observó un creci m iento de l a s i n ­
dustrias merca nt i l es campesinas, determ i nado por l a expansión de las
relaciones capita l i stas de producción y la constitución d e u n mercado
i nterno.
En s íntesis, el desarrollo capita l i sta que se generó en torno a l
cul t ivo d e l café, fue el factor q u e determ i nó la i ntegración y creación
del mercado i nterno. En su fase i nicial est i m u l ó e l surg i m iento de
empresas mercanti l es de carácter artesana l en el campo y la ciudad .
Posteriormente, con la genera l ización de la econom ía de mercado, los
pequeños establecimientos tendieron a ser e l i m i nados · por l a d i nám ica
del capita l, el cua l no se centró exclusivamente en el café, s i no que
1 2)
penetró otras actividades. (
La acumu lación de capita l or igi nada por el café posibil itó la
acumulación en otros sectores de l a econom ía, y la extensión de las
relaciones socia les capital istas.
Ejemplo de esta concentración de capitales fue el monopo l io, que
se constituyó desde princi pios del siglo, a lrededor de la producción
azucarera. ( 1 3 ) En rea l idad, los pr i ncipa les azucareros formaban parte de
una o l igarq u ía burguesa d inám ica, con tendencias monopólicas a lre­
dedor de la cua l convergía el capital agr íco la, agroindustri a l , merca n t i l ,
f i nanciero y, más tarde, el i ndustrial . D e a h í que l a s grandes haciendas
azucareras eran a su vez cafeta l eras y contaban respectivamente con su
i ngenio y su beneficio.
Por esta m isma época, el desarrol l o del capital enca m i nó sus pasos
1
hacia otros n iveles de la producción agroindustr i a l . ( 4 ) Se fu ndaron
sociedades i ndustria les con el fin de establecer empresas d ed icadas a l
aserrado d e las maderas, e l procesado d e los cueros y tabacos; productos
que contaban con una gran demanda i nterna y externa . La destrucción
de la i ndustr ia fam i l iar de cigarril l os estuvo l igada al estab lecim iento
de la R epubl ic Tobacco Co. en 191 5 y de la Tabaca lera Costarricense en
1 932.
E l capita l , poco a poco, se fue extend iendo al comercio, la usura,
las finanzas, la industria y los servicios generales, provocando u na
central ización productiva de los capitales ya concentrados.
En las primeras décadas de este siglo se percibió un flujo de
capita les hacia la i ndustria, por parte de los sectores más d i námicos de
la clase domi nante, conj untamente con algunos i nm i grantes v i nculados
a ésta y con grupos de burgues ía pequeña y m ed i a . ( 1 s) Pareciera que las
crisis provocadas por los bajos precios del café en el mercado mund i a l a
f i nes de siglo, y los efectos de la 1 G u erra Mundial, condujeron a l
fortalecimiento de la participación de la ol igarq u ía burguesa en las acti-

22
vidades i ndustria les.
Hacia princ ipios del siglo X X el panorama de una i ndustria pre
capita l ista tend ió a mod ificarse. H icieron su a pa r ición a lgunas fábricas,
y a umentaron considerablemente las manufacturas. ( 1 6 l E n el Censo
I ndustrial de 1 9{)f a parecieron 1 54 empresas industr ia les, la mayo r ía
productoras de bienes de consumo no du raderos, especialmente a l i ­
mentos. D e el las u n 53% correspond ía a panader ías y pasteler ías, u n 8%
a gaseosas, y u n 4% a productoras de h ielo, etc. En tota l el 73% pro­
ducían b ienes a l i menticios. Le segu ía un 26% de bi enes de consumo
como velas, jabón y artículos de cuero, y un 1 1 % de bienes de consumo
que pod r ía n considerarse i nsumos de otras i ndustrias.
El Censo I ndustri a l de 1 9 1 5 , refleja un salto cual itativo en la
estructura i ndustrial, puesto que se observa la conso l idación de la
empresa capita l i sta en a lgunos ramos: derivados de la har ina, aguas
gaseosas, cerveza, h ielo, velas, calzado, jabones, impresión, art ícu los de
madera y de construcción. E stas empresas pagaban impuestos ad i ­
ciona les por derechos d e uti l ización de fuerza motriz y de maq u i naria y
se encontraban concentra � San Jose. <
1 7l
E l aporte del sector i ndustr ial fue muy l i m itado, ya que aún hacia
1940 no sobrepasaba el 8% del producto nacional bruto, !1 8 ) pero su
creación nos demuestra que el desa rrollo del capita l ismo en la i ndustria
surg ió como consecuencia del desarrol lo del capita l ismo interno.
Según lo afirman R a m írez y Sol ís, el proceso de ol igopo l i zación
económica impu lsado por el sector más conspicuo de la clase domi­
nante, se extendió a la banca y a las finanzas en general antes que a la
i ndustr ia; prueba de e l lo es el desarro l l o bancario de las últimas décadas
del siglo pasado y las pri meras del presente, y el gran control que sobre
d icha actividad ejercieron a lgunos de los cafeta leros más impor­
tantes. < 1 9 l
Durante el siglo pasado la actividad l;tancaria tropezó con a lgunas
dificu ltades, producto de la a usencia de u na poi ítica y reglamentación
bancaria. Este problema quedó superado en 1 900, cuando se promu lgó
la Ley General de Bancos, d u ra nte la adm i nistración de Rafael I g l esias.
El pr imer i ntento efectivo de creación de u n banco fue el que d io
origen a l Ba nco Ang lo Costarricense en 1863, sobre la base de cap ita l
ing lés y costarricense; éste ú ltimo aportado por los hermanos Mon­ __
/
tea legre, cafeta leros muy importantes. ( 2 o l
E n 1877 fue creado el Banco de l a U nión, impulsado por u n
grupo d e capital istas naciona les pertenecientes a l a cúspide d e la o l i ­
garqu ía burguesa; sobresa len entre e l los: F rancisco Peralta, Gaspar
Ortuño, José R a món R ojas T., Rafael Barroeta, Aniceto E sq u i ve!, Alejo
Jiménez y F rancisco Echeverría. (2 1 l
E n 1 905 se fundó el Banco Comercia l de Costa R ica cuyos

23
Otros ejemplos importantes son el del Banco Merca nt i l de Costa
R ica, fundado en 1 908 por la f irma B ennet, R ojas y F ernández ( 2 3 l y el
del Banco Crédito Agrícola de Cartago, creado en 1 9 1 8 con el aporte de
importantes capital istas de esa provincia. E ntre sus fundadores estaban :
Alejandro Pirie, Maxim i l ia no Peralta, R icardo Pacheco y Sa lvador O rea­
muno . ( 2 4 l
E n síntesis, podemos decir que e n l a banca s e reflejó claramente
el fenómeno de l a concentración y centr a l i zación de los capita les. La
clase dom i nante se aseguró el control de las fi nanzas, incluido el Banco
1 nternacional de propiedad estatal . En este proceso se evidencia la re­
lación estrecha de los capita l i stas naciona les con el capital extranjero.

2. I ntervención del capital monopólico en la estructura económica


costarricense.

A fi nes del siglo X IX y princ1p1os del XX, las necesidades


de ampl iación del capital ismo condujeron los polos hegemónicos
i ndustriales ( I ng laterra, Estados U n idos, F rancia, A lemania) hacia la
extracción d irecta de plusval ía en las colonias y semicolo nias, hasta ese
momento v i nculadas con la d ivisión i nternaciona l del trabajo como
proveedores de materias primas y consumidores de productos fabr i l es.
E n los pa íses atrasados como Costa R ica, las ganancias del c:apital
extranjero resultaban muy jugosas, dada la carencia de capita l es, el bajo
precio de la tierra, de las materias primas y de la fuerza de trabajo. E n.
nuestro pa ís fue posible el i ng reso de esos capitales gracias a las
relaciones comerciales y fi nancieras que se establecieron, en condiciones
económ icas de dependencia, fundamentalmente con 1 nglaterra. E sto
nos permitió i ncorporarnos a l círcu lo capita l i sta mund i a l . Por otra
parte, el capital f i nanciero imper i a l i sta necesitaba de v ías de comu­
nicación para poder extraer d irectamente la r iqueza. Costa R ica contaba
con el ferrocarri l al Atlántico, f i na nciado en parte con empréstitos
i ng leses, por lo que aseguraba al capital extranjero las condiciones
necesar ia s para e l control d irecto de ciertos procesos productivos. De
a h í que el nacim iento y conso l idación del enclave bananero estuviese
íntimamente l i gado a la construcción del ferrocarri l al Atlántico.
La firma del contrato Soto-Keith, rea l i zado en 1884, es u na
muestra clara de las cond iciones onerosas a que el p a ís se vio sometido

24
por parte del capital extranjero. Ejemplo de ello, es la entrega de
800.000 acres de terrenos bald íos con sus r iquezas natural es del suelo y
el subsuelo y el otorgamiento por un lapso de 99 a ñ os, de la propiedad
de los ferroca rr i l es constru ídos. < 2 5 ) La presencia de Keith en Costa
R ica expresa la penetración directa del cap ital monopo l i sta , la confor­
mación de enclaves y monopo l ios extranjeros y la h egemon ía norteame­
ricana en América Latina.
La ol igarqu ía burguesa nacional y el capital financiero inter­
nacional establecieron " lazos económicos", pues ten ían i ntereses
comunes. Muestra de ello fue la construcción de la v ía al Atlántico que
abarataba los costos de transporte, agi l izaba e l comercio de mercancías
y abr ía un mayor margen de desarrol lo a la producción nacional , y a l
comercio internacional . F u e a s í que l a clase domi nante complementó
sus i ntereses con el capital fi nanciero internacional , y lo satisfizo en sus
demandas. Además, la fase imperi a l i sta en las relaciones eco nóm icas de
Costa R ica , no significó la desaparición d e los "viejos términos l ibre
cambistas", de los v íncu los comerciales y f ina ncieros. El cap ital
financiero buscó sectores económicos que no estuvieran sometidos
tota lmente por la clase dom i na nte naciona l . Por eso el enclave no a lteró
d irectamente el proceso de acumulación de capitales a escala nacional.
Lo a nterior no impl ica, sin embargo, u na separación entre el desarro l lo
i nterno del capita l ismo naciona l y el capital monopo l i sta i nternaciona l ,
representado fielmente por el enclave bana nero.
H asta e l primer q u i nto de este siglo, la producción bananera
estuvo enteramente controlada por la U n ited F ru it Company, que
desplazó a los agricu ltores naciona les que se d ed icaban a esta actividad.
No obstante, a parti r de 1 920 l a U nited trató de evad i r los efectos de la
crisis med iante el control del transporte y comercia l i zación de la fruta.
Con esto monopol izó el negocio y trasladó los r iesgos de pérdidas de
producción por causa de enfermedades, inundaciones, h uracanes, mano
de obra, etc. a los productores privados que deci d i eron i nverti r en el
banano.
La compañ ía exportadora, los productores y l a fuerza laboral ,
eran los grupos soc i a l es que pugnaban al rededor d e l a producción
bananera. A d iferencia de la U n ited, los productores no constituyeron
un bloque homogéneo. U nos, extranjeros en su mayor ía, cultivaban en
gran escala, ya fuera en forma personal o m ed i a nte compañ ía s e n cond i­
ciones técnicas sim i lares a las de la U F CO . U n segundo grupo lo
formaban med ianos productores, cuya subsi stencia d epend ía de la venta
de su producción a la U nited; contaban con u na peq ueña cantidad d e
trabajadores y e n s u mayoría, eran costarricenses, hab ía también
a l g u nos centroamericanos. E l grupo de l os pequeños productores estaba
compuesto por jamaiqu i nos, q u ienes cultivaban el banano en m i n i -

25
fundios, complementando su trabajo con u na ded icación parcial a las
p l a n t a c iones de la U FCO o de l os grandes productores. Los
jama iqu i nos, generalmente no eran propietarios de la tierra, sino que la
ocupaban bajo formas de arrenda m iento o precari smo. ( 2 7 )
La i ndustria bananera se convirtió e n l a principal fuente de
empleo en l a provi ncia de L imón, pues requer ía de una i nmensa masa
labora l asalariada, para plantaciones, muel les y ferroca rr i l es. E sto
estimuló una fuerte mov i l ización de mano de obra al Atlántico
proven iente del V a l l e Central, Guanacaste y Pu ntarenas. Así como de
otros pa íses como N icaragua y Jama ica . En 192 7 más de la m itad de la
población Atlántica era extranjera ( 2S l ; sin embargo, los prej u icios
raciales fueron acrecentados por l a Compañ ía con el propósito de
mantener d i v ididos a los trabajadores. E sto se h izo patente a med iados
de la década de 1920, cuando la producción bananera tend i ó a con­
traerse y las exportaciones decl i naron en más de un 60% con respecto a
lo que eran en 1913. ( 2 9 )
L a absorción d e fuerza de trabajo por parte del enclave, produjo
escasez de mano de obra en el V a l l e Central , y contribuyó a agud izar el
problema de las subsistencias. A pesar d e la e x i stencia de los com i ­
sariatos de la U FCO, el enclave, esti muló la ampl iación del mercado
i nterno para artículos agropecua rios e i ndustr i a l es .
E n relación con la producción bananera s e produjo tam b ién u na
transferencia de capitales provenientes de grupos ol igárquicos que
deseaban i nvertir en e l Atlántico. N o obstante, l a reproducción de estos
capitales tuvo sus l im itaciones porque u na parte importante de l a
pl usva l ía era captada por e l enclave, med iante el monopo l io ejercido e n
el transporte y mercadeo de la fruta.
D espués de 1913, se i n ició u na tendencia a la d isminución de
exportaciones pero a partir de 1926, ( 3 0 ) se incrementó cuando la
Compa ñ ía decidió hab i l itar nuevos territorios para el cultivo en la zona
del Pacífico; porque según lo manifestó, ten ía d if icultades para obtener
u na exitosa producción en L imón. El traslado a la reg ión del Pacífico es
otra h i storia negra de la U F CO y de sus colaboradores naciona l es. E sto
l o confirmó el delegado que el gobierno envió a investigar las denuncias
de los pobladores, cuando probó que la compañ ía, en compl icidad con
las autoridades naciona les, hab ía rea l i zado u n despojo masivo de
pequeños agricu l tores. (3 1 ) Otra consecuencia d el traslado a l Pac íf ico ,
fue la r u i na económ i ca y social de las áreas abandonadas ocasionada por
el agotamiento de las tierras ded icadas a l cultivo del ba nano y el desa ­
rraigo permanente de la masa trabajadora. ( 3 2 )
L a comerc i a l i zación del banano depend i ó del mercado nortea­
mericano y de sus fluctuaciones. A partir de la 1 G u erra M u nd i a l este
mercado tend ió a contraerse; en 1930, este fenómeno se agud i zó como

26
consecuencia de la cri sis económica que afectó al sistema capita l i sta.
E l capital acumulad o en la producción ba nanera permitió a l ca­
pital extranjero la transferencia de fondos a otros sectores de la eco­
nom ía como el cacao, la banca, los transportes, los servicios eléctr icos,
la m i ner ía, el comercio, las comunicaciones telefónicas, etc. Podemos
decir que el capital f i nanciero que respaldaba a la U FCO , y que l uego se
d iversificó, constituyó en Costa R ica u na especie de empresa com­
binada. La mod a l idad que adqu irió esta forma monopól ica en los pa íses
colonia l es o depend ientes se caracterizó por la participación, d irecta o
indi recta , del capital nacional en aquellos sectores económicos donde el
capital f i nanciero ampl ía su rad io de acción.
Desde 1 913 la U FCO comenzó a cultivar cacao en las a ntiguas
zonas de producción bananera, que había n sido abandonadas cuando las
atacó la enfermedad del ma l de Panamá. Aunque l a producción cacao­
tera había surgido en el Atlántico desde la época co lonia l , nunca tuvo
un gran desarrollo, por la inexistencia de i nfraestructura vial que le
perm itiera u na sa l ida al producto, por la competencia de otros pa íses y
por las i ncursiones de los zambos mosq u itos. Posteriormente, entre
1926- 1 930 el cacao proporcionó aproximadamente el 5.5% del valor de
)
las exportaciones (33 dir igidas fundamentalmente al nuevo polo hege­
món ico del capita lismo mund ia l Estados U n idos. Este pa ís consumía en
1 930 1 65.3 m i l toneladas métricas, lo segu ía Alemania con un consumo
de 78.2 m i l toneladas métricas. ( 3 4 )
Esta producción, durante el per íodo 1 920-30, estuvo fuertemente
controlada por el capital extranjero, por lo que se produjo una fuerte
tendencia a la concentración de la propiedad· en manos extranjeras:
ingleses, norteamericanos, a l emanes, españoles, y jamaiq u i nos. Los
i ng l eses eran los extranjeros más poderosos, solamente Ceci l Stanley y
Perciba! Lindo Mora les pose ían la finca " L indo Brothers" con 3.576.51
hectáreas. ( 3 5 l Los más grandes propietarios extranjeros y costarricenses
pose ían var ias haciendas, entre el los destacaba Keith. El Estado costa­
rricense hizo esfuerzos por estimular la producción cacaotera en el
Atlántico, med i a nte concesiones -donaciones de ti erra desde 1 883- o
venta de ba ld íos a bajo precio (6% anua l ) . S i n embargo, con esta poi í­
tica lo ún ico que logró fue favorecer a los "am igos del gob ierno", que se
benef iciaron con la concentración de fa propiedad en manos de u nos
pocos naciona les y extranjeros. Los principales propietarios costa­
rricenses eran: Cañas Mora, Alvarado Ouirós, Oui rós Oduber, etc. E n
Memorias de Hacienda d e 1896, R icardo Montealegre señala q u e l a
adjud icación de ba ld íos por denuncias n o aumentó la producción, s i no
que contribuyó a central i zar la propiedad.
Las grandes plantaciones de extranjeros y de l a U n ited producían
con cierto n ivel técn ico, y ocupaban a gran nú mero de trabajadores,

27
qu ienes vivían en las plantaciones en casas o campamentos, en cond i ­
ciones m i serables. E n documentos dei R egistro de la Propiedad apa­
recen i nscritas haciendas que tenía n var ias casas para peones y hasta 1 2
campamentos con capacidad para 40 peones cada uno. Por ejemplo: La
Haci enda Trudd de Lindo Brothers. S i n embargo, estas grandes ha­
ciendas que contro laban el procesam iento y l a comerc i a l i zación del
cacao "coexist ían", con u na gran cantidad de pequeños productores,
propietarios o arrendatarios del Estado y de la U n ited.
Los despidos de trabajadores bananeros se incrementaron por
causa de la crisis. E stos hombres engrosaban el número de arrendatarios
en tierras de la Compañ ía y posteriormente se transformaron en pre­
car istas. Quesada Camacho en su obra Historia Económica del cacao en
Costa Rica, manifiesta que en 1 929, existían, en fi ncas de la U n ited, 85
precaristas que cu ltivaba n cacao y banano a la vez, dada la compati­
.bi l idad de ambos productos. A partir de 1 925, los negros jamaiquinos
sufrieron u n proceso de proletar i zación, dismi nuyó el número de
propietarios de tierras, pri nci pa l mente por i ncumpl i miento de los cré­
d itos y las propiedades pasaron a manos de bancos o particulares.
La ru i na de la producción cacaotera fue el producto de una suma
de factores: la i mposibi l idad de competir con los bajos precios del
mercado internaciona l , la elevada oferta y la buena ca l idad de la
producción africana y, l a poca atención que la U FCO prestó a los
cultivos por su afán de uti l i za r las tierras abandonadas por los bana­
neros. La tendencia a la concentración de la propiedad en manos
extranjeras, la proletarización de los pequeños propieta r ios, el arren­
dam iento y el precar ismo, las pésimas condiciones de vida del traba­
jador cacaotero, y la constante baja en el precio del producto, fueron
los e lementos que caracterizaron, en s íntesis, este sector productivo que
ocupó el tercer puesto en las exportaciones durante las décadas del 20 y
del 30 en este siglo.
El enclave m i nero fue otro sector productivo que logró controlar
casi en su tota l idad e l capita l f i na nciero norteamericano. En 1 902,
M i nor C. Keith fundó en U .S.A. la Abangares Gold F ields, y muy
pronto, él y sus agentes dom i naron a la tota l idad del negocio m i ­
nero. ( 37) Al desplazar a l o s empresarios nacionales, Keith f u e la f igura
clave, puesto que no sólo d irigió las más importantes empresas, s i no que
sirvió de i ntermediario entre el capita l extranjero y el Estado costa­
rricense. La transferencia de las propiedades de los denunciantes nacio­
na les a las compañ ías norteamericanas, se rea l i zaba por adquisición
d irecta o mediante i ntermed iarios (caso de Charle H owez Food,
R oberto Crespi , Cyri l Smith, W . F . White, Beaver, etc.) .
!38>
E l desarro l l o de la m i nería en Costa R ica tuvo dos per íodos.
E l primero s e extend ió desde 1830 hasta f ines d e l siglo XIX, y se

28
caracterizó por el predominio de los empresarios naciona l es, que luego
fueron cediendo terreno a las compa ñ ías extra njeras.
Durante este per íodo se efectuaron las primeras importaciones de
maq u i naria y se consol i daron j u r ídicamente las sociedades para la
explotación m i nera. S i n embargo, en esta primera fase la m iner ía no
jugó un papel importante, por lo menos en lo relativo a su contribución
al sector externo de la economía. A mediados del s iglo X I X la actividad
m inera empezó a decaer debido al i nsuficiente f inanciam iento, al bajo
n ivel técnico y a la consecuente baja rentab i l idad.
Desde 1 900 hasta 1 930 se puede señalar el segu ndo ciclo m inero,
que tuvo gran auge en las prov i ncias de Puntarenas y G ua nacaste
(Montes de Oro, Abangares, T i larán) . Se produjo un a umento en el
volumen de la producción originado por la consol idación de impor­
tantes empresas mineras extranjeras, por la adopción de u na tecno log ía
moderna, y por u na estrecha vi ncu lación al mercado norteamericano.
El n ivel técnico era var iable pues dependía de la m ag n itud de la
inversión de capita l . El empresario i ndividual "co l ig a l l ero" , gene­
ral mente costarricense, trabajaba con u n bajo nivel técn ico, con moli nos
rústicos y bajos rendimientos. ( 3 9 l Las grandes empresas nortea­
mericanas uti l i zaban tecnología moderna, fomentaban u na clara división
socia l del trabajo, y ten ían maq u i naria con capacidad para procesar
diariamente hasta 1 00 toneladas de bruto. En los i n icios de este proceso
la mano de obra fue escasa, posteriormente, se operó un desplazam iento
considerable hacia las zonas m i neras, i ncl uso de extranjeros. Los dis­
tr itos m i neros de San Mateo, D esmontes, M i nas de Abangares, L 1bano­
T i l arán, La U nión, Montes de Oro , q u i ntupl i caron su poblaci ó n : de 668
habitantes en 1 883 a 8.506 hab itantes en 1 927. (4ol E l comercio y otras
actividades, se desarrol la n y podemos afirmar que en alguna med ida, la
m iner ía significó la apertura de la región a la di námica eco nómica
naciona l . No obstante, las condiciones de trabajo eran pésimas, la segu­
ridad laboral m ín i ma, l as jornadas de 1 0 horas en la m ina condenaban a
los trabajadores a una vida m i serable, y los hacían propensos a u na
muerte temprana.
" La s enfermedades de t i po profesional eran frecuentes e incu­
rables, la mayor ía de los m ineros padec ían de afecciones bronquio
pulmonares que contraían al respirar el polvo de las máq u inas de
barrenar que se acumulaban en los pu lmones". ( 41 )
Los trabajadores de las empresas m i neras padecían todo t ipo de
coacción; los procedimientos de agentes, capataces, guardas de la
empresa y pol ic ía estatal eran t ípicamente represivos, e incl u ía n
castigos y prohibiciones.
Las condiciones inhumanas de explotación a que eran sometidos
los trabajadores de las m inas hacía que éstos evad ieran su real idad

29
mediante el a lto consumo de l i cor, la prostitución y los juegos de azar.
La huelga de 1 912 fue la consecuencia de la opresión y la explo­
tación que sufrían los m ineros. Los trabajadores, en Ja época de auge
escondían piedras con oro que luego procesaban para venderl a s y me­
jorar a s í sus condiciones de v ida . La reacción patronal frente a esta
práctica fue represiva; contrataron guardas y capataces negros de Li món
para vigi lar a los trabajadores y se impuso el registro a l a sa l i da de las
m i nas. Como respuesta, los m ineros se organ i zaron y explotó una re­
bel ión armada, en la cual mur ieron guardias negros y m i neros. A pesar
de e l lo no se l ogró n i ng u na reinvind icación concreta, el gobierno y la
com pa ñ ía i ncumpl i eron sus promesas y encarce laron a los p r i ncipales
d i rigentes. Es nuestro criter io que la importancia de la producción
m i nera no radica en los niveles de exportaci ón, puesto que en e l año
1926, máximo momento de la explotación m i nera, a lcanzó el 4,6% de
la exportación total aproximadamente. ( 4 2 ) Su importancia se der iva del
impulso que dio al proceso de proletarización y a la expansión del
capital ismo. Asimismo, este sector productivo hab i l itó el oeste de l V a l l e
Central y contribuyó a la modificación d e Ja estructura económ ica y
soci a l , al igu a l que a la penetración del capita l extranjero y a la pro­
fundización de la dependencia de l os Estados U n idos.
A pesar del apoyo br i ndado por e l Estado a la penetración del
capital extranjero y concretamente a Ja m i nería, a través de la pro­
mu lgación de decretos que sancionaban fuertemente los robos en las
m i na s ( G aceta Ofici a l Marzo 7 de 1915, pp. 280-281) y l i m itaban al
3l
máxi mo las cargas f i scales de la m i ner ía -3% del producto- ( 4 , la
m i nería decae en 1930, fundamenta l m ente por la reducción del
comercio i nternacional, el desfi na n\:iam i ento externo provocado por la
crisis económica de los años 30, y el agotamiento de las vetas a u r íferas.
El campo de las comun icaciones y los transportes fue otra esfera
de dom i n io de la i nversión extranjera. Desde f ina l es del siglo X I X fue
controlado el ferrocarr i l al Atlántico, principal arteria �conómica del
país debido a nuestros v íncu los comercia les, y posteriormente se tomó
posesión del tranvía la producción de energía eléctrica, y de la red
te léfonica . El transporte col ectivo urbano estuvo a cargo del Tranvía
E l éctrico de San José, que pertenecía a la Costa R ica E l ectric L igh
and Traction Company Lim ited.
E n rea l i dad, e l pa ís pose ía una i nfraestructura v i a l caracterizada
por la ausencia de cam i nos de penetracion. Merz señaló que el país
contaba con apenas 1 .500 K m en carreteras (y no en m uy buen estado)
para 1928 ( 4 4 l , y un área de 37 .000 K m 2 aún s i n cu ltivar. La existencia
de l íneas ferroviarias era de 580 Km aproximadamente ( 4 5 ) y su función
era fundamentalmente u n i r las áreas cu ltivadas de café en la meseta
central con los puertos de exportación de la producción comercial . La
construcción de carreteras y cam inos estaba en fu nción de la

30
producción para el mercado i nternaciona l , los cam i nos ho hab i litaron
nuevas áreas y tampoco ampl iaron las fronteras de producción. Las v ías
de comunicación mostraban l a orientación general de nuestra eco­
nom ía, desti nada fundamentalmente a la satisfacción del mercado i n­
ternaciona l . De a h í que la principal ruta de exportación ( l a del
Atlántico) fuera controlada por el capita l extranjero.

3. E structura Social

3. 1 . Origen y proceso de formación d e la oligarq u ía burguesa costa­


rricense*

Hacia 1 930, el desarro l l o del capita l ismo en Costa R ica hab ía


permitido la acumulación de importantes cap ita les en la agricu ltura,
especial mente en el café, la agroindustria, el comercio, la banca y la
i ndustria, actividades que estaban estrechamente vinculadas. Esta i nte­
rrelación profunda en el control de las act ividades económ icas, dio ori­
gen a la formación de u na ol igarq u ía burguesa, compuesta por u n redu­
cido número de capita l i stas, aproximadamente a pr i nc i p ios del presente
siglo. < 4 5 l
Los elementos constituyentes d e esta o l igarq u ía burguesa tu­
v ieron diferente origen; algu nos proven ía n de la "aristocracia colo n i a l " ,
otros eran inm igrantes europeos: españoles, a l emanes, franceses, i n­
gleses y , los menos, campesinos costarricenses enr iquecidos por la acti­
vidad cafeta l era, ta l es el caso de don J u l i o Sánchez y de don F lorenti no
Castro.
La ol igarq u ía burguesa costarricense no fue una "ol igarq u ía cafe­
ta lera" ni "agroexportadora" exclusivamente, ta l y como se ha venido
afirmando. En e l transcurso de este cap ítulo hemos tratado de presentar
el desarrol lo del capital ismo en Costa R ica, desde mediados de l siglo
diecinueve, sobre la base de la producción agrícola, especi a l mente la
cafeta l era. Observamos, posteriormente, la consol i daci ón de los cap i ­
ta les agr ícolas, fenómeno que s e expresó en u n gran concentración de

La caracterizac i ó n de Ja clase d o m i nante como º o l i garq u ía burguesau la


hemos tomado de M a r io R a m írez B. y Ma nuel S o l ís : "El desarrollo capi­
talista en la industria costarricense " 1 870-1 930".

31
Lo a nterior significa que la o l igarq u ía burguesa ejecutó una cons­
tante movi l i zación y transferencia de capitales de u na esfera a otra, por
lo que suponemos, que no se i ncl i na ba en lo fundamenta l , hacia el
derroche de sus ganancias en el consumo suntuario, s i no hacia la per­
manente reproducción y ampl iación del capita l .
La nuestra n o fue una o l igarqu ía cafeta!era tradiciona l , pater­
nal ista, como se ha querido pi ntar, sino u na o l igarq u ía burguesa, man­
comunada y complaci ente con el capital extranjero, que rei nvertía en
distintos sectores productivos, controlaba el comercio exterior y el
aparato estatal .

3.2. Conformación del proletariado costarricense.

Conocer las caracter ísticas de los trabajadores costarricenses, es


entender de la pobreza de un pueblo.
Desde la época colonial las condiciones de trabajo y vida de la
sociedad costarricense fueron de pobreza y retraso. Pero también, desde
entonces, existió u na diferenciación social en su i nterior .
F actores como la escasez numérica de la mano de obra y la natu­
ra leza agr ícola de la producción, determi naron que la masa obrera
estuviera constitu ida, principal mente, por campesinos y artesanos. La
producción poco tecn ificada, la poca y elementa l división del trabajo,
conformó u na población: agr ícola y artesanal e n lo fundamenta l , hasta
la vi ncu lación permanente de nuestra econom ía al mercado mund i a l a
mediados del sig lo X I X .
Durante los años 1900-1930 nuestra i ntegración a l mercado
mundia l capita l i sta estaba conso l i dada , ya que eramos consum idores de
mercancías manufacturadas y productores de materias primas y pro·
duetos agrícolas. La inyección de capita l extranjero ( i ng lés y nortea­
mericano ) , y el desarro l lo general del mundo capita l i sta en su fase
monopól ica; aceleraron los procesos de concentración del capital en
Costa R ica y fueron modificando poco a poco la estructura soc ia l .
E l proceso d e proletarización d e los disti ntos tipos de traba·
jadores (artesanos, semi-proleta rios agr ícolas, pequeños campesinos,
empleados, etc.) y la correspondiente pauperización de la masa laboral
fueron el resultado de la pau lati na concentración de la propiedad
fundiaria y de la r iqueza social.
Desde fines del siglo X I X se opera este proceso por la concen-

32
tración de la propiedad de la tierra, agudizado por el cada vez más
l i mitado acceso a los baldíos naciona les y por la diversificación de los
canales de concentración de la propiedad (sistemas crediticios, "adelan­
tos", usura, otorgamientos de baldíos, extorsión en los precios, ventas,
1 etc. ) .
E n las zonas rura l es se produjo u n aumento d e los jorna leros,
au nque estos no estaban totalmente proletarizados; combinaban la
venta de su fuerza de trabajo, en a lgu nos casos, con su producción
parcelaria particular. Y a u nque las relaciones salariales estaban genera·
! izadas, ex i st ía n otras relaciones de intercambio y explotación : boletos,
cartones, f ichas, productos, etc. D e esta manera el sem i -proletariado
rural crece y j unto con los pequeños propietarios, los obreros agr ícolas
y los peones en general , conforma la masa trabajadora agr ícola. E l
proletariado y semi-proletariado del campo, estaba poco cohesionado
por el hecho de que gran cantidad de mano de obra circu laba entre l¡is
haciendas y se desplazaba no sólo entre las grandes u nidades produc­
tivas, sino también entre distintos tipos de producción y trabajo. ( 4 7) E l
bajo desarrol lo técnico de la producción agr ícola contribuyó a esta
dispersión, y a que sus luchas fueran esporádicas. A pesar de las duras
condiciones laborales, de los sa lar ios m i serables, de la aguda explotación
y de las malas condiciones de vida de los campos costarricenses, sus
mov imientos y l uchas se centraron en la defensa de la tierra, contra los
grandes hacendados. Muy distinto es lo que suced ía en los enclaves
bananero y m inero, y en las agroindustrias donde se trabajaba en me·
jores condiciones técnicas, con una mayor división del trabajo, meca n i ­
zación, etc. principal mente en algu nas fases d e la producción (procesa­
m iento de café, de la caña, construcción, transportes, etc . ) .
Mario Samper e n s u trabajo sobre la evo lución d e l a estructura
socio ocupaciona l de Costa R ica ( 4 s > , afirma con base en los datos del
censo de 1927, que para esta época se produjo un aumento de los
jorna leros, que ocupaban el 40% del total de l a población censal ocupa­
da. Esta categoría, la de jornaleros incl u ía trabajadores de la agro­
industria, construcción, transportes, m i neros y trabajadores agrícolas.
E ra una fuerza de trabajo bastante proletarizada , a u nq ue desempeñara
diversas ocupaciones, y comb i nara su trabajo a sa l ariado con otras for·
mas de subsistencia . Los obreros agr ícolas se concentraban, en lo fu nda­
mental , a lrededor de a lguna s fases de la producción bananera y m inera,
transportes y agroi ndustria.
" E l resto de los productores directos estaban constituidos en pro·
porciones simi lares a los jornaleros, por agricu ltores y artesanos relativa­
mente independientes". ( 4 9 >
Otra característica importa nte del período q ue nos ocupa, e s l a
tendencia a la concentración urbana y semi urba na; y la creación de

33
nuevos núcleos de población (Ej. Turrialba , T i larán ) , creados por l a
expansión cafetalera, cañera y m i nera; p o r el desplazamiento d e los
trabajadores agr íco las, la pérdida de las propiedades campesinas, y e l
despido d e mano d e obra del banano. E stos sectores s e agruparon alre­
dedor de centros rura l es con elementos urbanos (Cabeceras de cantón,
distritos, caseríos, etc . ) . S i n embargo, la mayor ía de sus pob ladores
fueron trabajadores agr ícolas.
La e laboración de artículos necesarios para e l consumo y la pro­
ducción, l a reparación de maq u i naria agro industr i a l , l a construcción y
manten imiento de ferrocarri les y transportes, impu l saron el desarro l lo
de tal l eres, estableci mientos manufactureros y a lg u nas fábri·cas peque­
ñas.
La disminución y la diferenciación a l i nterior de los artesanos, la
conversión paulatina de estos en u n proletariado artesanal , concentrado
en los centros u rbanos, fue creado un sector de trabajadores indepen­
dientes, sin medios o pocos i nstrumentos de producci ón q ue trabajaban
a domi c i l io o a destajo; oficial es de pequeños ta l leres, aprendices ayu­
dantes, mecán icos, l i tógrafos, ferrocarrileros y obreros.
" E n s íntesis, a partir de la diferenciación a l interior de los ta l leres
artesana les, del desplazamiento progresivo de las activ idades productivas
domésticas y de la subordi nación de u na parte de los artesanos al capita l
comercial, fue surg iendo poco a poco un proletariado industrial que aún
pesaba poco en términos cuantitativos, pero cuya aparición constitu ía
u n cambio cual itativo importante''.
El desarro l l o de este pro letariado artesanal y este pequeño sector
obrero en la ciudad, pone de manifiesto la existencia embriona ria de
u na i ndustria. Los obreros agr ícolas y el proletar iado rural revelan, en
alguna medida, la penetración del cap i ta l i smo en el agro. D ebemos
afirmar con respecto a la industria que su desarro l lo fue déb i l a u nque,
en este sector secundario de la econom ía, empiezan a conformarse gru­
pos de fabricantes industria l es, lo que refleja la ex istencia de pequeñas
fábricas, manufacturas, ta l l eres e ingen ios más tecn ificados. Asim ismo ,
la naturaleza agraria y dependientes del desarrollo capital ista costarri­
cense y la poi ítica económica l iberal del E stado, fueron l i m ita ntes para
este tipo de producción.
Pero las condiciones de vida y de trabajo im puestas por e l capital ,
eran compartidas por los obreros, el proletariado artesanal, agroindus­
trial y agr ícola. Las condiciones sociales, necesarias para la fundación de
u n partido nuevo que se sustentara en estas fuerzas sociales estaban
dadas: " E n el campo y la ciudad se hab ía desarrol lado un sector obrero
pequeño pero no despreciable (agrícola, manufacturero, de tra nsportes,
construcción, etc.) así como un semi prol etariado numeroso". 1 5 1 )
Los sectores medios, la pequ eña burguesía urban a : empleados

34
públ icos de "levita", de comercio, maestros, profesionales, no tuvieron
un papel destacado en las luchas populares, sus movimientos fueron
esporádicos y buscaron, en su mayoría, reivindicaciones económicas
l i m itadas.
No obstante, un pequeño y val ioso grupo de i ntelectuales i mpu l ­
saron movimientos anti mperial istas junto con l o s trabajadores d e la
época, se destacan entre ellos: don Ornar Dengo, B i l lo Zeledón, A niceto
Montero, Joaquín Garc ía Monge, Carmen Lyra y Lu isa Gonzá lez. Algu­
nos de el los posteriormente, se af i l ia n a las l uchas e ideas revol u­
cionarias del movimiento .obrero (como las dos últimas) .
Estos sectores del proletariado artesanal, los obreros agr ícolas,
bananeros, los m i neros y ex m i neros, un pequeño número de obreros
fabriles, y un peq ueño sector de la i ntelectua l i dad, fueron las fuerzas
sociales que i mpu lsaron las l uchas poi íticas de la época, y constituyeron
1
la base social del Partido Co munista en 1 931 .

35

--
CITAS Y NOTAS

(1 ) Stone, Samue l . La dinastía de los conquistadores. ( E duca Centroamericana,


1 9 7 5 ) pp. 5 1 -66.
(2) R a m írez B . , M a r i o ; S a l ís Manuel. E l desarrollo capitalista e n la industria
costarricense 1850- 1930. Tesis de Licenciatura de la E scuela Centroameri­
cana de Soci o log ía , San José - Costa R ica, 1 9 79, tomo l. p . 1 7 ,
(3) Véase: Ram írez Bo za, Mario. La polémica de la concentración de la tierra
en Costa Rica; Mitos e ideologías sobre el desarrollo capitalista 1850- 1930.
( D epartamento de Soci o l o g ía , F acu ltad de C iencias Socia les, U n i versidad
de Costa R ica, 1 978 ) .
(4) Ram írez B ., M a r i o ; Sa l ís M a n u e l , Op. Cit: Tomo 1 , p . 2 5 .
(5) G onzá lez F lores, L u i s F el i pe . " E l d esenvo l v i m i ento hist6rico del desarrollo
del café en Costa R ica y su influencia en l a cu ltura naciona l " en Jorge
Carranza ed itor Monografía del Café, Tomo 1 , p . 24. Apud : Vega Carbal l o ,
J o s é L u i s . La evolución agroeconómica de Costa Rica un intento de perio­
dización y síntesis ( 1 560- 1930), m imeografiado.
( 6) R a m írez B., M a r i o ; S a l ís Manuel, Op. Cit. Tomo 1 , p . 36.
(7) Cardoso, C iro. " L a formaci 6 n d e l a hacienda cafeta lera e n Costa R ica siglo
X I X" . E n : Estudios Sociales Centroamericanos. ( C . S . U . C . A . , setiembre­
d i ciembre 1 9 73 ) NO 6 , p . 3 7 .
(8) R a m írez B., M a r i o ; S a l ís Manuel. Op. Cit. Tomo 1 , p . 49.
(9 ) l dem. p. 2 6 .
(1 O Soley G ü e l l , Tomás. Compendio de Historia Económica y Hacendaria de
)
Costa Rica. 2a. ed ición, E d itorial Costa R ica, San José - Costa R ica. 1 97 5,
p. 93.
(1 1 ) Samper, Mario. Evolución de la estructura socio-ocupacional costarricense:
labradores, artesanos y jornaleros 1864- 1935. (Tesis de L i cenciatura en
H istoria, U C R ) , p. 1 1 8 .
( 1 2) R a m írez B . , M ar i o ; Sal ís M a n u e l . Op. Cit, Tomo 1 1 , p. 4,
( 1 3) l dem, p. 1 00 .
( 1 4) l dem. pp 8 7 , 88, 1 1 5 , 1 1 6.
(1 5) l dem, p. 1 52.
( 1 6) l dem, p. 1 35 .
(1 7) l dem, pp 1 44 - 1 4 5 .
( 1 8) Departamento de 1 nvestigac i o n es de la Escuela de C iencias E co n 6 m i cas y
Socia les. El desarrollo Económico de Costa Rica: estudio del sector indus­
trial. U n iversidad de Costa R i ca, C i udad U n iversitar ia, tomo 1 1 , 1 959,
p. 28 . , Ap ud. R a m (rez B., M ar i o y S a l ís A . Manuel, tomo I , 1 9 79, p . 1 34,
( 1 9) R a m írez B . , Mar io; S a l ís M a n u e l , Op. Cit., tomo 1 , pp 1 2 2-1 26.

37
( 20) G i l Pacheco, R uf i no . Cien to cinco años de vida bancaria en Costa Rica y
algunos hechos sobresalientes de nuestra economla. (S.P . 1 . , San José, Costa
R ica, 1 9 58 ) . p. 43.
(2 1 ) l d em , p . 7 4.
( 22) l dem, p . 1 04 .
( 23) l d e m , p. 1 05 .
( 24) l d em , p. 1 5 1 .
( 25 ) N ú ñez Soto, O r lando. El estado nacional a l servicio de las empresas multi­
nacionales. E l enclave bananero en Costa R i ca. (Serie a n á l isis económico,
CSUCA , 1 9 76, NO 4) pp 2 -4 ) .
(26) F a c i o, R od rigo. Estudio sobre economla costarricense. ( Ed itorial Costa
R ica, San José - C osta R ica, 1 97 5 ) . p. 58 .
( 27) Cfr. Casey Jeffrey. Limón 1880- 1940. Un estudio de la Industria bananera
en Costa Rica. ( F acu ltad de F i losof ía y L etras. 1 nstituto de Estudios Lati­
noamericanos, U n iversidad Nacional Autónoma, H eredia, Costa R ica,
1 9 7 7 ) , p, 66-73.
(28) Fernández, Mario y otros. La población de Costa Rica. ( U n iversidad d e
C osta R ica, San José - Costa R ica, 1 9 7 6 ) p. 1 6.
( 29) Cfr. Casey Jeffrey, Op. Cit. pp 1 46 - 1 4 7 .
( 30) Loe. Cit.
(3 1 ) La Tribuna, 8 d e noviembre de 1 928, p . 4.
( 32) F a c i o , R odrigo. Op. Cit., p. 60.
( 33) Merz, Carlos. El comercio internacional de la República de Costa Rica,
( I m prenta N a l . San José - Costa R ica) Tomo 1 1 , pp 28-35.
( 34) Quesada Camacho. J u an R afae l . Historia económica del cacao en Costa
Rica 1880- 1930. (T esis de L icenciatura en H i storia, U .C . R . 1 977).
pp 1 32- 1 43 .
(35) l d e m , p. 59.
( 36) Véase: Quesada Camacho, Juan Rafael. Op. Cit.
(37) Araya Pochet, Carlos. Segundo Ciclo Minero de Costa Rica 1890- 1930.

/, , ( Cátedra de H i storia de las i nstituciones de Costa R ica, E scuela de H i storia

� ( 39)
8)
y Geografía, U n iversidad de Costa R ica, 1 9 7 7 ) , p . 8.
ldem, p p 4-5.
l d e m , pp 1 0- 1 5 .
( 40) l d em , p . 1 1 .
(41 ) l d em , p . 1 4.
( 42) De acuerdo con la i nformación de los A nuarios E stad ísticos 1 900- 1 932,
( 43) Gaceta O f i c i a l , 22 de octubre 1 9 1 9 , p. 2 7 7 . En Araya Pochet, Carlos. Op.
Cit., p. 29.
( 44) M erz, CMlos. El comercio internacional de la República de Costa Rica.
( I m prenta N a l . , San José, Costa R ica, 1 929 ) . Tomo 1 1 , p. 26.
(45) Loe. C it.
( 46) R a m frez B., M a r i o ; So l ís A ., M a n u e l . O p . Cit., p. 1 60 .
(47) C f r : Documentos d e l Concurso d e A u to b i ografías Campesinas, organizado
por l a Escuela de P l an ificación y Promoción Soc i a l de la U n iversidad N a l . ,
Hered i a .
( 48) Samper K . , Mario. Evolución de la estructura socio-ocupacional costarri­
cense. Labradores, artesanos y jornaleros 1864- 1935. ( U C R , 1 9 79) , p . 1 40.
( 49) ldem, p. 1 23 .
( 50) l d e m , p. 1 38 .
(5 1 ) ldem, p. 1 28 .

38
CAP I TU LO 1 1

LOS MOV I M I E NTOS POP U L A R E S E N COSTA R ICA:


ANT E C E D E NT E S PO L I T ICOS , I D E O LOG ICOS Y O R GAN I ZATIVOS

I N TR ODUCC I O N

Las luchas populares son el producto de u n largo proceso, que


arranca desde mediados del sig lo X I X , con las primeras organ i zaciones
populares de carácter mutua l ista y culm ina en esta coyuntura de crisis
con la fundación del Partido Comun i sta en Costa R ica . En rea l idad
de'sde que existe objetivamente la contradicción trabajo-cap ital , se dan
las condiciones para la lucha de los trabajadores. La explotación engen­
dra las ideas, los organismos, las fuerzas sociales y los hombres encar­
gados de destruirla. H emos dividido este proceso en tres per íodos to­
mando en cuenta la di námica que existe entre el tipo de organ ización
popul ar, la forma de l ucha que esta condiciona, y el nivel de desarro l l o
ideológico q u e expresa. A la vez, tomamos e n cuenta el desarro llo d e l a
conciencia antimperi a l ista, como u n a forma d e conciencia popu lar y
naciona l , que se vi ncu la con el fortalecim iento de la conciencia i nterna­
cional i sta y, en general , con el nivel pol ítico e ideológico de los obreros,
artesanos, campesinos, jorna leros, peq ueños propieta rios, i ntel ectuales y
capas medias.
La evolución de estos elementos nos ha marcado la pauta para la
periodización, que no tiene u n carácter l i n ea l y absoluto, pues las aso­
ciaciones mutua l istas, l os gremios, los sindicatos, las confederaciones
obreras, como formas de organización de l os trabajadores coexisten
hasta la fundación del Partido Comun ista en 1 931 . Destacamos los
núcleos que dentro de los sectores populares, avanzan hacia formas más
desarrol ladas y marcan la pauta para intentar esta periodización.
El primer per fodo se in icia en la segunda m itad del siglo X I X ,

39

------- -
cua ndo surgen las primeras organizaciones de trabajadores, de carácter
mutua l ista y concluye en 1 9 1 3, con la fundación de la Confederación
G eneral de Trabajadores. E s un per íodo de l uchas a is ladas, dispersas, y
reivindicativas impu l sadas por sociedades de artesanos, gremios, y s i ndi­
catos. La CGT rea l i za el primer i ntento por centralizar y elevar a planos
de orga nización superior el d isperso movi miento popular, a u nque ya
habían surgido F ederaciones Obreras desde 1 905.
El segundo per íodo, parte de l a creaci ón de la Confederación
hasta 1 923, cuando ésta deci de disolverse para fu ndar el Partido R efor­
mista. A pesar de que la l iq u idación de la Confederación frenó el desa­
rrol lo s i ndica l , es importante la decisión que tomaron los trabajadores
de participar pl enamente en la vida poi ítica de Costa R ica y de buscar
una organ i zación i ndependiente, que expresara los i ntereses de los sec­
tores popu lares.
Al diso lverse, la Confederación, pierde su identidad s i ndica l para
seguir al Reformismo. Otros sectores del proletariado buscan mantener
ese perdido i nstrumento de l ucha y fundan en 1 923 la Confederación
Obrera Costarricense.
A partir de 1 923 y hasta 1 931 , del im itamos el tercer período. Es
un per íodo de búsqueda de una organización poi ítica de nuevo, tipo,
que responde a la necesidad de aglut inar a los elementos más desarro­
l lados y dispersos de los trabajadores costarricenses. Es una etapa p lena
de l uchas pol íticas, con un gran desarro l lo de la l ucha antimperial ista e
i nternaciona l ista.

2. P R I M E R P E R I O DO: Las p r i m e ras organizaciones populares


1 850- 1 9 1 3

Este per íodo contempla un largo proceso durante el cual se sen­


taron las bases para l a penetración capita l ista en la sociedad costa·
rricense. Se inició a mediados del siglo X I X cuando la sociedad costarri·
cense i ngresó en la órbita del capital ismo dependiente a través de la
producción cafeta l era, evidenci ada por la dom i nación del capital agrario
en las esferas de la producción y circu lación. Los productores di rectos se
encontraban, !!n este momento, sujetos de una u otra forma, a l capital por
su condición de asa lariados que dedicaban parte de su tiempo a trabajar
en la hacienda o a través del mercado. ( 1 l
E n el últi mo tercio del siglo X I X el desarro l l o capita l i sta se agu­
d i zó con la i ntervención di recta del capital extranjero, representado por
la construcción del ferrocarril a l Atlántico y por el establecimiento de
los enclaves banero y m i nero. Las agroindustr ias del café y la caña
acrecentaron su tecnificación, por lo que los pequeños productores se

40
subordinaron cada vez más el capital agroindustrial financiero y comer·
cia l . Por lo tanto, el proceso de diferenciación soci a l en el campesinado
tendió a ampl iarse al igual que las relaciones salariales. Por esta época se
abrieron nuevas zonas de colonización entre las que se destacan la
formación de grandes haciendas en los Val les de Turria lba y R even·
tazón, en las cercan ías de la v ía ferrocarri l era.
A finales del siglo X I X y principios del XX, se conso l i daron
importantes tal l eres a rtesana les con fuerza de trabajo asalariada en las
zonas urbanas y semi-urbanas. Algunos of icios artesa nales disminuyeron
por la competencia de los a rt ícu los i mportados; sin embargo, los censos
comerciales de 1 907-1 91 5, revelan la existencia de manufacturas y de
a lgunas fábricas. El trabajo, en lo fundamenta l , era de t i po artesa na l ,
predom i naba el pequeño ta l ler. E n el Censo Comercial d e 1 907 las
industrias más desarrol ladas aparecen con u n promedio de 1 6.2 trabaja·
dores. E n el Censo de 1 9 1 5, hay un incremento cual itativo sustentado
en la transformación de ta l l eres por manufacturas y fábricas de mediano
tamaño. ( 2 )
Este panorama nos muestra un desarrol lo desigua l del capital ismo
en las dist i ntas regiones del pa ís y dentro de las diferentes actividades.
Las reg i ones más penetradas por el capita l i smo eran; la Atlánt ica ; l a
Centra l , que comprendía parte de las provincias d e H eredia, Alaj uela y
San José y la zona m i nera de T i larán y Abangares. Pero es en las áreas
de domi n i o del capital extranjero donde prevalecían las relaciones socia·
les de producción emi nentemente capita l i stas, pues se genera l izaban las
relaciones sa lariales y por lo tanto, se hizo patente la explotación capi·
ta l i sta.
El desarrol lo desigual del capita l ismo se reflejaba tamb ién e n las
formas de organ i zación popu lar y en l a coexistencia de formas de orga·
n i zación poco desarrol ladas con otras más avanzadas.
En las zonas u rbanas, especi a l mente en San José, a lrededor de
1 850, las pri meras formas de organización fueron las sociedades mutua·
listas, puesto que sol o existía n pequeños ta l leres a rtesa nales. Las sacie·
dades mutualistas eran u n i ones de artesanos que ten ían por objeto
brindar sol idaridad a sus asociados. Con este f i n creaban cajas de
ahorro, que daban socorro a sus m iembros en caso de enfermedad,
accidente o muerte.
En las primeras organizaciones mutua l istas fue frecuente la partí·
cipación de los patronos, probablemente pequeños propietarios. E n
casos a islados, estas sociedades mutua l i stas abandonaron los 1 ímites del
socorro mutuo y elevaron sus protestas ante rebajas en los sa la rios o
prolongación de la jornada de trabajo. La participación de los patronos
en estas sociedades, al igual que su orientación, revela en gran medida el
carácter de la sociedad costa rricense de esa época y el poco desarrol lo

41
del capital ismo en la i ndustria, que no le perm itía a los artesanos detec­
tar el origen de sus problemas y desarrol lar un instrumento de organi­
zación i ndependiente. Sino que, por el contrar io, buscaban una forma
de sol idar i dad, que les garantizara apoyo económ ico en las circuns­
tancias más difíci les de su pobre existencia. En gener a l , según lo pla ntea
?
De la Cruz, este es el ambiente que dom i na a n ivel de las or a n i zaciones
3>
de trabajadores, especialmente de los artesanos, hasta 1 870.
Posteriormente, las sociedades mutua l i stas iniciaron u na l enta
transformación que dio lugar al surg i m iento de las Sociedades de Traba­
jadores o artesanos con un carácter más i ndependi ente de los patronos,
puesto que estos ú lt imos no formaban parte de este t i po de organ iza­
ciones. Además, desarro l laron cierto grado de conciencia sobre la nece­
sidad de emprender luchas por reivindicacaciones económ icas.
E ntre las pr imeras so�iedades de artesanos se encuentra la const i­
tuida en 1 874, bajo la infl uencia del sacerdote F rancisco Calvo. El
padre Ca lvo fue u n gran l ibera l , masón, y muy l igado a don Tomás
G uardia. Muy pronto se dio cuenta de la necesidad que ten ía la I g lesia
Catól ica de participar en la dirección de los movimi entos socia les a fi n
de conservar su i nfluencia en la conciencia de los trabajadores. E sta
sociedad de artesanos fundó un periódico : " E l artesano" y se propuso
elevar la condición socia l de sus miembros, para lo cual creó una caja de
)
ahorros, una escuela de artes y oficios y una b i b l i oteca. (4 Estableció
además, contactos con otras sociedades simi lares en El Salvador y
'
Honduras. ( 5 > , Hacia 1 890 se establecieron numerosas sociedades entre
el las: La Sociedad de Artes y Oficios, La Sociedad de Artesanos E l
Porvenir, Sociedad el Magisterio, L a Sociedad Constructora, L a Socie­
dad de Artesanos de Cartago, La Sociedad " E u terpe" y los Trabajadores
del Progreso. ( 6 ) Para este año, se crearon también los grem i os de : pi nto­
res, a lba ñ i l es, carpinteros y sastres. ( 7 )
E 1 carácter de las luchas de este tipo de asociaciones, fue deter m i ­
nado por u n a mezcla d e mutu a l i smo, q u e s e reflejaba en el principio de
la acción sol idar i sta y la creación de cajas de ahorros, y por los intentos
de i niciar una lucha económica de carácter grem i a l i sta, aunque suma­
mente dispersa.
A princ ipios de siglo las organizaciones de trabajadores, tendían a
superar cada vez más los marcos de acción dentro de la órbita mutua­
l i sta y sol i daria, para dar paso a una abierta lucha reivi ndicativa que se
sustentaba en la consecución de la jornada de 8 horas y u n rég i men más
justo de salar ios. Sobresa l ieron muchos gremios organ izados por oficios,
y las l lamadas l igas de obreros. E ntre e l los encontramos en 1 90 1 : el
Circuito de Artesanos de Heredia, el Circu ito de Artesanos de Desampa­
rados, la U n ión de T ipógrafos y la L iga de Obreros. ( B ) La Liga jugó un
papel importante. Se forjó en un amb iente poi ítico q ue trataba de

42
sofocar cua lqu ier i ntento de organ i zación de los trabajadores. La Liga
l l egó a plantearse l a necesidad de l l evar a sus representantes al Congreso
con el f i n de que impulsaran leyes que beneficiaran a los trabajadores.
S i n embargo, los partidos ol igárqu icos man i pu laron a los l igueros
y los l l evaron a una transacción pol ítica . (9 ) Esta a l ianza seg u i d i sta me­
diatizó la labor de sus representantes en e l Congreso, pero sign ificó u na
experiencia necesaria para la madurez de su conciencia poi íti ca .
E ntre 1 903 y 1 904 el gremio d e panaderos dio i mportantes bata­
l las en la búsqueda de mejoras salariales y dismi nución de la jornada
laboral . A ra íz de estos acontecimientos se exp u l só al español Juan
Vera, u no de los dir igentes, a q u i en se le acusaba de anarq u i sta. ( 1 O )
Ese m ismo año de 1 904, se agitaron las consignas, en busca de l a
equ i pación de la jornada de los trabajadores privados con l a de los
empleados púb l i cos q ue era de nueve horas, y de asistencia médica
gratuita para la madre y el recién nacido. ( 1 1 )
La formación de organizaciones continuó desarro l lándose; en
1905 se crearon los s i ndicatos de zapateros, albañi les, carpi nteros,
panaderos y tipógrafos, con el propósito de defender los i ntereses de su
grupo ocupaciona l . ( 1 2 J
Para lelamente sucedió a lgo muy importante para los trabajadores
de San José, se crista l i zó un primer i ntento de central izar las l uchas a
1 3)
través de la fundación de la\ F ederación de Obreros de San José. (
E s importante destacar el apoyo que dio u n sector d e l a prensa a l
proceso d e concientización de los trabajadores, a f i na l es del siglo X X .
Su objetivo era denunciar la explotación, las pésimas condiciones labo­
rales e i ncitar a los obreros a organ i zarse para l uchar por el mejoram ien­
to de sus condiciones de vida .
E ntre esos periódicos se epcontraban : " E l G rito del Pueblo"
( 1 908) , "Hoja Obrera" ( 1 909) , que se proclamaba "defensora de los
derechos del pueb lo" y def i n ía su accionar como "hostigadora del
capita l , el gobierno y l a ignorancia". Además, otros periódicos como
" La Aurora Socia l", "Orden Socia l", " E l Trabajo".
Después de 1 9 1 0 fue muy val iosa l a discusión que se suscitó en la
prensa sobre la necesidad de crear un parti do de clase, obrero, i ndepen­
diente. N ecesidad que la práctica po i ítica contribuyó a madurar y a
concretar con la fundación del Partido Comun ista en 1 931 .
En el Atlántico, el capita l extranjero fue el hab i l i tador y exp lo­
tador de la zona. Para la construcción del ferrocarri l , la obra más
importante real izada durante el siglo X I X, fue necesario importar mano
de obra puesto que los procesos de expropiación apenas se i n iciaba n , y
las condiciones inhospita lar ias de la zona , y de trabajo, no ofrecían
n i nguna atracción a los habitantes del i nter ior. Fue así como hicieron su
aparición las inmigraciones ch i na e ita l iana. Los ch i nos y posterior-

43
mente, los ita l ianos comprendieron rápidamente la natural eza de las
relaciones de producción capita l ista. No suced ió lo m ismo con el pe­
queño productor, el semi pro letario de las zonas cafeta leras y el artesano
l
que se encontraban mediat izados por v ínculos "paterna l istas" ( 1 4 , y
respond ían a la explotación con motines y levantam ientos. La protesta
de los c h i nos ( 1 874) fue repr i m ida en forma tan violenta por las autori ­
dades naciona l es, q u e varios c h i nos resultaron muertos. ( 1 5 )
Los obreros ita l ianos fueron los protagonistas, en 1 888, de l a
pr imera g r a n huelga q u e s e rea l izó en Costa R ica, cuyas causas fueron e l
atraso en l o s pagos y l a s m i serables cond iciones de trabajo q u e hab ían
l l evado a l a muerte a varios trabajadores. ( l S l La huelga encontró u na
gran sol idaridad entre los trabajadores de Cartago y San José. La fir­
meza de los huelguistas y la sol idaridad que se gestó a lrededor de su
causa, contribuyeron a solucionar e l confl icto en favor de los ita l ianos.
1 7l
A la inmigración ita l iana y a la española de f ines de siglo /
cuando l l egó un importante grupo de artesanos contratados por F ran­
cisco de Mendiola, se les atribuye el haber d ivu lgado las ideas a narquis­
tas en Costa R ica, tan enraizadas en I ta l i a y España durante esa época.
A lgunos de e�os españoles desempeñaron un papel destacado en las
luchas sociales del período.
Con l a i nstalación del enclave bananero en la zona Atlántica sur­
gieron los obreros agr ícolas del banano en un contexto de predomi nio
de métodos de organización capita l i sta y u na profunda exp l otación;
condiciones que los l l evaron a organ i zarse. A pri ncipios de siglo se
formaron verdaderos s i nd icatos que d ir i g ía n las l uchas de los trabajado­
res, las cua les tendieron a ser más i ntensas a partir de 1 908. Ese año, en
la fi nca La G loria, se registró u na huelga de peones por i ncump l i mi ento
sa laria l . ( 1 S l Durante 1 9 1 0 Limón conti nuó siendo e l escenario de
1 9l
numerosas huelgas / en abri 1 los trabajadores de la N orthern para l i ­
zaron sus labores en demanda de mejores sa lar ios y sol icitaron el de­
recho a trabajar menos de 1 0 horas. En agosto, esta l ló de nuevo otra
huelga, esta vez de los maq u i nistas y conductores, qu ienes sol icitaban
aumento de sal a r i os . Estos trabajadores se encontraban organ izados en
la Un ión Obrera, que afi l iaba a 5.000 trabajadores de esa provi ncia. La
represión y fundamenta l mente el a rresto de los dirigentes debil itaron el
mov i m iento, pero estas constituyeron val iosas experiencias de l ucha
ara los trabajadores.
Los pri meros pasos del naciente movimi ento obrero en la vida
pol ít ica a f i na les del siglo pasado, se orientaron hacia l a búsqueda d e
u n a representación de los trabajadores en el Congreso de la R epúbl ica.
Esta aspiración demostraba u n n ivel de lucha superior en relación con la
lucha economicista.
Para ese entonces el voto era i nd i recto, pri mero deb ían elegirse

44
los electores y posteriormente, el los decid ían los puestos de repre­
sentación popu lar. El voto d i recto fue una real idad hasta 1 9 1 3, pero
con la l i m itación de que era púb l i co. El voto d irecto y secreto se esta­
bleció en la década del trei nta.
El i ncipiente desarrol l o pol ítico de los trabajadores fue med ia­
tizado y cond icionado por u na situación h istórica dentro de la cua l el
l iber a l ismo se encontraba en pleno ascenso y jugaba , en muchos
aspectos u n papel progresista que l e permitió sentar, t iempo después, las
bases de nuestra democracia l iberal a través de la promulgación de u na
serie de leyes como: la declaración de la enseñanza primaria gratuita y
obl igator ia, el Código Civil de 1 888, el impulso a la enseñanza la ica y e l
rompimiento, en muchos órdenes, de la relación I g l esia-Estado.
Los trabajadores buscaron expresión poi ítica dentro de los par­
tidos tradi cionales. Fue así como conformaron los "Clubes de Arte­
sanos", con el objeto de ejercer presión en la poi ítica partidista .
Surgi eron, el Club R epub l i cano de Artesanos, que l legó a editar " E l h ijo
del pueblo" y el Club Constitucional de Artesanos, que a su vez ten ía
funciones de Sociedad Mutual ista. ( 2 0 >
Sobre l a base de las concepciones 1 ibera les s e fundó e n 1 893 e l
P a r t ido I ndepend iente Demócrata con una marcada orientación
popu l ista. Su principal i nspirador fue el Lic. F é l i x Arcadio Montero, u n
l iberal consecuente, d e l ínea progresista, con fama de "rad ica l", ganada
en sus combates a favor de la clase trabajadora. ( 2 1 > El Partido I nde­
pend iente Demócrata tuvo el mérito h istórico de plantearse la repre­
sentación autónoma de los trabajadores en el Congreso, fuera del a lero
de los sectores ol igárq u icos. Se proponía l uchar contra los pri v i l eg ios
económ icos, socia les y pol íticos que imped ían una completa igua ldad
civ i l ; sol uc ionar los problemas socia les con el i mpu l so a l trabajo, e
i mplantar la soberan ía de la l ibertad, la just icia y la democracia P 2 >
Sus proclamas estaban i mpregnadas d e prédicas contra l os r icos;
"que nuestro pr i ncipal deseo y más grande a nhelo es el mejorami ento
de la clase proletaria". ( 2 3 >
S i n embargo, l a vida d e este partido fue muy corta. A don F é l i x
Arcadio s e le acusó d e conspirar contra la vida d e l presidente R afael
I g l esias y gracias a un ardid muy bien montado se l e declaró cu l pable
por lo que fue desterrado de Costa R ica . A su regreso a l pa ís murió en
forma trágica, en e l barco en que viajaba. Su partido no logró perma­
necer después de su muerte, s i no que sus partidarios decidieron apoyar
al grupo de la oposición jefeado por don Máximo Fernández.
D e la Cruz señala que a l rededor de 1 9 1 3- 1 9 1 5 en L imón, y poste­
riormente en San José, los centros con mayor concentración de fuerza
de trabajo proletar izada , surgi eron mov i m i entos tend ientes a fundar
partidos obreros con el propósito de que fueran obreros los que repre-

45
sentaran a su gremio, en el Congreso. Es decir, personas que conocieran
2 4 ) Constituyó este un primer
de cerca la cond ición del proletariado. (

H íl � �íl ij� íl � Híl �� �m �míl � � íl m � �


trabajadores.
Las luchas poi íticas de los trabajadores no pod ían exc l u ir la l ucha
antimperial ista por el carácter dependiente nuestra econom la , ni obviar
l a intervención d irecta del cap ita l extranjero en las esferas de la produc­
ción, la circulación y los transportes. Estos grupos ten ían además, u na
gran i ngerencia en la pol ítica costarr icense y con e l l o lograban conservar
y ampl iar sus pri v i l eg ios. La domi nación imperial ista puso a la orden del
d ía la defensa de la soberan ía nacional y el rescate de nuestras r iquezas.
Los contratos bananeros de 1907 y 1 909 revivieron la conciencia
antimper ial ista de los costarricenses surgida en la Campaña N acional de
1 856, cuando el ejército nacional y el pueblo exp u l saron de Centroa­
mérica a las trop¡¡s anexionistas norteamericanas comandadas por
W i l l ia m Walker. Para ese entonces, l a U FCO hab ía e l i m i nado a sus
competidores y ejercía un dom i n i o absoluto sobre la actividad bananera
a través de la fuerza que le otorgaba el monopolio ferroca r r i l ero , que
funcionaba "de hecho" a u nque no "de derecho".
A través de los contratos en d i scusión la U n ited pretend la con­
tinuar l ibre de todo i mpuesto durante d iez a ños más, y legal izar la
unión de los ferrocarriles: N orthen y Costa R ica R a i lway Co., de esta
forma e l i m i naba la participación del E stado. Además, q uer la que el
E stado suprimiera el derecho que ten ía de ocupar tierras a los lados de
la v ía .
L a lucha parlamentaria fue encabezada por d o n R icardo J iménez,
q u ien a su vez era bananero, lo que muestra claramente la contrad icción
entre la U nited y los bana neros naciona les.
Don R icardo levantó tribuna con u na perspectiva ab iertamente
antimper ia l ista, que le mereció el reconoci m i ento del pueb lo y le favo­
reció en su posterior ascenso a la presidencia de la R epúbl ica.
A lgu nas apreciaciones de don R icardo fueron las sigu ientes:

" . . . y es esta Compañ ía, con estos hombres podridos de


d i nero y de ignom i n ia , con esta gente, con qu ien tratamos?
Es i nnegable que las fuerzas socia les que impulsaron a
Wal ker, siguen actuando con igual energía en el pueb lo ame­
( 5)
ricano" 2

E n 1 91 0 N icaragua fue i nvadida por los marineros nortea­


mericanos y en nuestro pa ís se generó un gran m ovimiento contra la
intervención. Jorge Vol io, quien hab ía regresado de Europa muy
influenciado por l a doctr i na social cristiana uti l i zó su púlpito para

46
i nducir al pueblo a levantarse en armas, y luchar en N icaragua al lado de
los patriotas. E n u na actitud ejemplar Volio abandonó su sotana y tomó
el fus i l , pese a que l e esperaba la i ncomprensión de la jerarq u ía ec le­
siástica.
Los obreros y los estud iantes del L iceo de Costa R ica y de la
Escuela de Derecho se man ifestaron en contra de la i ntervención, se
conformó, de esta manera, u na gra n fuerza so l idaria con el pueblo
nicaragüense. ( 2 6 )
E stos hechos nos evidencian e l forta leci m i ento d e u n a conciencia
antimperia l ista que fue madurando poco a poco, y se fue transfor­
mando en u n elemento ideológico que concluyó con la fundación del
Partido Comun ista en 1 931 .
E n la primera década de este sig l o, don Ornar Dengo, j u nto con
otros valiosos i ntelectuales como Joaqu ín García Monge, Carmen Lyra,
B i l l a Zeledón (autor de la letra del H im no N aciona l ) , R ubén Coto F. y
otros, impu l saron la creación de un centro de estud ios, cuya f i n a l idad
era i nstrui r a los artesanos y trabajadores en general y orga n izarlos
como grupo de presión. ( 2 7 )
E ste grupo de i ntelectuales jugó un papel de primer orden en la
vida de Costa R ica de la primera m i tad del siglo vei nte. Poseedores de
una profunda sensi b i l idad soc i a l , creían que el pa ís req uer ía de grandes
transformaciones económ icas, pol íticas y socia les. En gran med ida se
encontraba n influidos ideológicamente por las corrientes a na rq u i stas, de
gran boga en esa época. Prueba de e l lo es la presencia de los retratos de
Zolá y E l iseo R eclus, en el sa lón del "Centro Germ i n a l " . Otro ejemplo
lo constituyen l as constantes al usiones a Tolsto i , R eclus, Kropotk i n ,
R u s k i n y Luisa M ichel q u e d o n Joaq u ín García Monge pronu nció e n
u n a i nstructiva conferencia con motivo de celebrarse por pri mera vez e l
Pr imero de Mayo de 1 9 1 3, D ía de Los Trabajadores. R ecuérdese q u e las
ideas anarqu istas ya habían hecho su aparición en Costa R ica , con la
l legada de los i n m igra ntes españoles e ita l ia nos.
En el Centro G er m i na l se congregaban todas las noches los a rte­
sanos de los d i ferentes oficios. Se d i ctaban cursos l ibres y conferencias
de Ciencias Socia l es, también se estab leció u na b i b l i oteca públ ica .
G ra ndes esfuerzos rea l i zaron los m iembros del Centro para fu ndar
u na organ i zación naciona l de trabajadores y en 1 91 3, cuando se consti­
tuyó la Confederación G e nera l de Trabajadores, convirtieron en rea­
l idad sus propósitos.
Conclu ía así u n per íodo caracteri zado por las l uchas a isladas que
impu lsaron los gremi os, l igas o s i nd i catos a f i n de forta lecer la lucha
rei v i nd i cativa, econom icista y dejar de lado la acción solidarista y mu­
tual ista .

47
3. S E G U N DO P E R I ODO: La Confederación General de Trabajadores,
las luchas económicas y pol íticas. 1 9 1 3-1 923

La creación de la Confederación General de Trabajadores consti­


tuye el punto de partida de este per íodo porque marcó el inicio de u na
nueva circunsta ncia h istórica en el naciente movimi ento obrero. La
a pa r ición de la CGT generó las cond iciones necesarias para lograr una
niayor cohesión y organización de los d isti ntos grem ios, sociedades y
sind icatos. La coord i nación de los esfuerzos de todos los trabajadores,
permitió la consecución de los objetivos más genera les de todo el mo­
v i m iento obrero.
La Confederación estuvo compuesta, en su mayor parte, por
artesanos pro letarizados, dado que éstos sobre! levaban el peso funda ­
mental en los centros de población. No obsta nte, desde principios de
siglo habían surgido a l g u nas manufacturas y comenzaron a aparecer
.fábricas de cierta complejidad y tamaño.
La Confederación surgió como un i nstrumento de "defensa y
· · - ......

acción común en todo lo que se relaciona con el bienestar y adelanto


del prol eta r iado" y con el propósito de "rea l izar obras cuya magnitud
no está a l a lcance de la acción a i slada de cada agrupación de obre­
ros". ( 2 8 l
Se orga n i zó sobre la base de un principio democrático, med iante
el cual se les garant i zaba a todos los gremios cond iciones de igualdad en
la representación.
La actividad de la Confederación enmarca este per íodo, pl eno de
rei v i nd icaciones económicas, orientadas hacia la d ismi nución de la jor­
nada laboral , la elevación de los sa lar ios y mejores cond iciones de traba­
jo. También fue muy importante la experiencia adq u i r ida por l os traba­
jadores en la lucha contra la d ictadura t i noqu ista . Lucha que se
enmarcó en el plano constituciona l , dentro de l os l ím ites de la sociedad
capita l i sta, pero que contribuyó con el forta l ec i m iento de la conciencia
poi ítica de los trabajadores.
En la lucha ideológica l a prensa obrera, que no se circunscr i b ía a
Sa n José, l ibró i mportantes bata l las para ganarse la conciencia de los
trabajadores.
Para este per íodo las ideas a na rq u i stas y soc ia l istas prend ían entre
los obreros más desarrol lados. La formación de una i ntelectual idad va­
l iosa y progresista, i nfl uenciada por esas ideas y en proceso de l i garse
pol ítica mente al movimiento obrero, era un hecho. Muchos i ntelec­
tua les se hab ía n formado en Europa o en Ch i l e, y se hab ía n compe­
netrado de la madurez poi ítica de esos pueblos donde fueron testigo de
las convulsiones sociales, que los afectaba n . F orta leciendo así su voca­
ción de hombres l i bres, forjadores de u na nueva sociedad.

48
Esta unión de la i ntelectual idad progresista y el movimiento
obrero se l levó a la práctica poi ítica con la rea l ización conju nta de la
celebración, por primera vez, del Pri mero de Mayo de 1 91 3.
E ste Primero de Mayo tuvo un carácter de l uto y de fiesta a la
vez, expresó en parte, las concepciones anarqu istas y u n tanto socia l ­
demócratas d e sus orga n i zadores. E l espíritu festivo s e man ifestó en las
actividades de la mañana donde los trabajadores d i sfrutaron de u n parti­
do de fútbo l, se repartieron e l pan y golosinas que hab ía n donado
algu nos i nd ustr iales. Además, en a lgunos d i scursos, los oradores se refi­
r ieron a l pri mero de mayo, ú n icamente en el sentido de fiesta de todos
los trabajadores.
La nota l uctuosa se h izo presente cuando se recordó a los mártires
de Ch icago, y se h izo u na visita al cementerio para conmemorar la
muerte de varias obreras de u na fábrica de pól vora acaecida u n año
antes, como consecuencia d e la ausencia de normas de seguridad labo­
ral. También, dentro de esta orientación se visitó l a cárce l , para l levar
consuelo a los presos y repartirles algún d i nero. ( 2 9 l
Las a lusiones a l a necesidad d e l uchar, como m edio para d a r l ugar
a una sociedad más justa, real mente no fueron l a tónica domina nte.
Todavía nuestro movimiento obrero y popular no ten ía defin ida una
1 ínea revo l ucionaria, apenas se i n iciaba ese proceso.
Para esta época la sociedad costarricense no sólo se ha estruc­
turado al ca lor del proceso de desa rro l l o del capita l i smo depend iente,
sino que experimentaba las crisis económicas del s istema en su tota­
l idad.
Como consecuencia de la 1 G uerra M u nd i a l , en 1 9 1 4, Costa R ica
sufrió una profunda crisis económ ica : se produj o u na fuerte contrac­
ción en el comercio exterior y esto repercutió en la situación fisca l . E l
Estado se desf inanció completamente debido a l a reducción d e las
rentas adua nales, uno de los principa les i ngresos. Esta situación obligó I

al gob ierno de G onzá l ez F lores a i ntervenir en las actividades privadas.


Las med idas para sa l i r de la crisis _se concretaron a través de las leyes
promulgadas por la Asamblea Leg islativa en 1 9 1 5 : Ley sobre la for­
mación del Catastro, Ley General dé 1 mpuesto sobre la renta, Ley sobre
contr ibución para las Obras púb l i cas de i nterés especial o loca 1 . ( 3 0 l
Con e l f i n de forta lecer y modernizar e l Estado Costarricense,
González F l ores, rea l izó u na serie de reformas económicas relacionadas,
especia lmente, con el aspécto tributario. La poi ítica económica
i ntervencion ista i mpu lsada por González F l ores, fue un factor determi­
nante en la deci sión de la burguesía y los terratenientes de separarlo
del gob ierno, pero no fue el ú n ico. Su gestión lo descubrió como un
joven po i ítico con criter io i ndepend iente del part ido que lo l l evó al
poder. F ue capaz d e enfrentarse a los viejos l íderes del R epubl icano,

49
Máximo Fernández y R ica'rdo J iménez por considerar que la crítica
s ituación económ ica no perm i t ía cancelar la deuda pol ítica. ( 3 1 l
G onzález F lores buscó el apoyo del pueblo, se acercó a los traba­
jadores para que comprend ieran la d imensión de l os proyectos de
reforma. Con este propósito publ icó fo l l etos en los que, de manera
clara, se trataban de exp l icar los a lcances de la reforma económ ica. S i n
embargo, el n ivel de vida d e l puebl o estaba sumamente deteriorado, y e l
bajo n ivel p o i ítico n o le permitía detectar l a s causas de la grave situa­
ción económica .
La oposición de G onzález F lores a l o s famosos contratos petro­
leros P i nto Grewl ich constituyó la causa i nmed iata de su caída, puesto
q ue afectaba los i ntereses económ icos del im per ial ismo y de los entre­
gu istas naciona l es. El a islamiento pol ítico creó las cond iciones para la
real ización del golpe de estado perpetrado por su m i n istro de G uerra,
F ederico T inaco.
El mov i m iento obrero se mantuvo al margen de estos hechos. N o
era l o suficientemente fuerte para detener el golpe, n i tampoco había com­
prend ido con claridad las i ntenciones reformistas de Gonzá lez F lores.
Costa R ica v ivió, entonces, una horrible d ictad ura que agud izó
aún más los problemas económicos y �aciales. Se e l im i naron las
l i bertades púb licas, los cuerpos represivos general izaron el terror con el
f i n de ahogar cualqu ier intento de rebel ión.
T i naco contó con e l apoyo d i recto e i nd irecto de l os viejos poi í­
ticos " l iberales", de la burguesía, de los terraten ientes q ue se habían
sentido amenazados, y de Keith qu ien le prestó su ayuda fi nanciera.
La oposición al rég imen agrupó a personas de todas las clases
sociales, pero se destacaron los artesanos prol etarizados de las ciudades.
Las precarias cond iciones de vida i ncrementaban el descontento popu lar
y propiciaban l a organización del pueb lo. Los grem ios presionaban
'
contra el a lto costo de la vida y la especu lación a que estaba sometida
l a pob lación. La lucha económica se tra nsformó en l ucha pol ítica,
puesto que e l objetivo pr i ncipal de los sectores populares era . d errocar
a la d ictadu ra .
E n 1 9 1 7, a pesar de l a d ictadu ra , l a Confederación General d e
Trabajadores l lamó a s u primer Congreso. ( 3 2 ) E l Congreso versó sobre
los problemas económicos, e h izo especial énfasis en el de las subsis­
tencias. Asimismo, sol icitó l a promu lgación de u na ley de protección al
consumidor, que pretend ía castigar a los acaparadores y especul ad ores.
También se decid ió q ue los trabajadores deb ían abstenerse de
participar en poi ítica, probablemente deb ido a l a presión ejercida por
las cond iciones imperantes en ese momento.
Sin embargo, el movim iento obrero no se mantuvo ajeno a la
lucha poi ítica, sino q ue por el contrario, las rei n v i nd icaciones econó-

50
m icas que se impu lsaron adq u i rieron el carácter de luchas contra el
régi men . G rupos de trabajadores se i ncorporaron al movim iento armado
que organizó la Junta R evolucionaria i nstalada en N icaragua contra la
d ictadura.
En mayo de 1 9 1 9 se declararon en huelga los grem ios de pana­
deros, de pureras, y cigarreras; los empleados m u n icipales exigieron
aumento de salarios. Los panaderos de H ered ia también fueron a la
huelga demandando d ism inución de la jornada de trabajo y aumento de
(33>
salarios. A estos mov i m ientos de protesta se agregaron los maestros,
qu ienes encabezados por Carmen Lyra, exigieron a umentos salaria les y
se opusieron firmemente a los recortes de personal en el Magister io. Las
autoridades del gobierno tinoquista reprimieron duramente los conflic­
tos sociales que se produjeron en las plantaciones bananeras. Los estu­
d ia ntes del L iceo de Costa R ica y de la E scuela de Derecho se lanzaron
a las ca l l es en protesta contra las arbitrar iedades del rég i men.
La voluntad y deci sión de l ucha del pueblo se h izo patente el 1 3
de junio de 1 9 "1 cuando los maestros concluyeron u na manifestación
d
con la quema e l periódico L A I N FO R MA C I O N , vocero gobiern is­
ta . ( 3 4 > A estas a lturas la oposición al rég imen era ta n manifiesta que los
T i noco decidieron hu ir de Costa R ica . De esta forma se abrió paso a l
retorno a la constitucional idad.
En los movimi entos huelgu ísticos de 1 920 y 1 92 1 se puso de
manifiesto la experiencia de lucha acumulada por los grem ios y sind i ca­
tos, puesto que la huelga general de 1920 d io origen a l estab lecim iento
de la jornada de 8 horas para los empleados públ icos.
E ste movimiento de las ocho horas y aumento general de sa larios,
fue i niciado por los Eban istas y Carpi nteros. Los patronos no aceptaron
las demandas de sus trabajadores. En consecuencia, los trabajadores,
que se encontraban en paro constituyeron un Comité que adq u ir i ó
funciones de Comi té de H uelga. L a primera med ida que impu l só e l
Comité, f u e la de extender el movimiento a otros grem ios y ciudades
para converti rlo en u na lucha naciona l . Por esta razón se fueron suman­
do al paro los carpi nteros, mecánicos y p i ntores d el Ferrocarril al
Pacífico, los obreros de los Tal leres de Obras Púb l icas, los trabajadores
de la Fábr ica N acional de Licores, y de otras dependencias del go­
bierno. ( 3 5 > La h u e lga se vislumbraba cada vez más favorable para los
trabajadores.
E l movimiento estuvo apoyado, en todo momento, por la Confe­
deración de Trabajadores. Es muy probable que para ese ento nces los
obreros rebasaran en i niciativa a la Confederación.
El ambi ente l l egó a ser tan tenso que la mayor ía de los esta­
b l ecimi entos públ icos y comerciales se encontraban cerrados. S i n
embarqo, el mov i m iento se ampl iaba cada vez más. L o s empleados del

51
mercado, como las costureras, las pureras, los zapateros, se sumaron a él
e i ncorporaron sus dema ndas: la lucha contra el a lto costo de los a lqu i ­
leres y contra los usureros. 1 3 6 ¡ Posteriormente, los empleados del
tranvía , los trabajadores de la Planta de los Anonos, zapateros, pa na­
deros, pi ntores, tipógrafos. Más tarde, pasaron a formar parte los
empl eados de la Traube, los sa loneros, los mari neros del G olfo de
N icoya, L i món , Puntarenas y los cocheros. 1 3 7 ¡
La paral ización de las dependencias del Estado y de muchos ser­
vicios y actividades evidenció la presencia de u na h uelga genera l . La
prensa, a través de sus ed itoriales exi g ía al gobierno u na rápida i nter­
vención para sol ucionar el confl icto. H asta ese momento la actitud del
gobierno hab ía sido la de reconocer el derecho de huelga de los trabaja­
dores, pero paralelamente consideraba su deber proteger a la ci udadan ía
y ped i r respeto para aque l los que no qu isiesen part ici par en "alterar el
orden púb l ico" .
L a presión y combatividad de l o s trabajadores l l egó a ser tan
gigantesca que el gob i erno se decidió a i ntervenir en el confl icto y a
aceptar las demandas de los empleados del estado . Por lo tanto, a partir
del 4 de febrero de 1 920 la jornada de 8 horas fue una rea l idad y se
decretó un au mento de sa lar ios del 20%. < 3 B l
Pero n o todos los patronos asum ieron esa actitud, por l o q u e la
hue lga d u ró varios d ías más. 1 ncluso, muchos gremios conti nuaron l u ­
chando, hasta q u e s e promulgó la Ley N° 1 00 del 9 de d ici embre 1 920,
donde se lega l izó la jornada de trabajo de 8 horas para los jornaleros,
artesanos, trabajadores de f incas y empresas s i m i l ares, y de 1 0 horas
para los empleados de comercio. 1 3 9 l
S i n embargo, ah í no ter m i na ron las l uchas reivind i cativas de ese
año. En j u n i o de 1 920 se produjeron g randes manifestaciones frente a l
Congreso en e l momento en que se d i scut ía el problema d e la i mpor­
>
tación y exportación del azúcar y de las subsistencias. 1 40
Los trabajadores se negaron a que el Congreso permitiera l a
exportación d e azúcar, pues a nteriormente este h a b ía elevado e l costo
del producto en el mercado naciona l . E n rea l idad, la protesta de los
man ifestantes no era sólo contra las exportaciones s i no que estaba d i r i ­
gida contra el a lto costo de la vida, el comercio y l a especulación. Los
d i putados trataron de establecer el d i á logo con los manifestantes, pero
la falta de madurez poi ítica y los á n i mos caldeados h icieron que el
asunto term i nara en un apedreo al Congreso y a a lgunos d iputados,
qu ienes se man ifestaban a favor de la exportación.
E ntre los organizadores de este movim iento se encontraban el
d i r igente obrero Juan Rafael Peréz, el Dr. An iceto Montero y el d i pu­
tado Gerardo Matamoros, q u ienes contaban con e l apoyo de la Confe­
deración .

52
Lo suced ido en el Congreso sirvió de. pretexto al gobierno para
e laborar una ley que castigase a los responsables de ese t ipo de actos.
S i n embargo, los d i putados comprend ieron que tales acontecimientos
pon ía n de manifiesto una protesta general contra la poi ítica económica
del gobierno. Las manifestaciones continuaron, la mayoría de el las d i r i­
gidas contra los comerciantes.
En 1 92 1 , Li món fue conmocionado por numerosos movi m ientos
huelgu ísticos. A partir de 1 9 1 3 la producción bananera mantenía una
tendencia a disminuir lo que ocasionaba grandes problemas económ icos
y sociales en la provincia. La Compañía atribu ía su baja en la produc­
ción al surg i m iento de plagas, como la de la mosca prieta . La amenaza
del desempleo motivó a la F ederación de Trabajadores de L i món a
buscar un mayor acercam iento con la de San José, sus d i r i gentes se
reunieron con el propósito de coordi nar esfuerzos y comprometerse en
una actitud de mutua sol idaridad.
S i m u l táneamente, la Compañ ía decidió adoptar u n severo ré­
gimen de econo m ía y decretó el despido masivo de trabajadores. La
F ederación de Trabajadores de L i món declaró l a huelga genera l de
todos sus asociados en demanda de la restitución de los trabajadores
desped idos .y de un a lza general de sa lar ios. ( 4 1 l
Por supuesto la Compa ñ ía no aceptó n i ng u na de las condiciones;
por el contrario, sol icitó al gobierno el resguardo · de sus bienes. Para
cumpl ir con esta petición se envió un contingente de pol i c ía, que
detuvo a los princi pa l es d irigentes. Segu idamente, se rea l izó u na gran
ma n ifestación de protesta, durante la cual se trató de quemar las i nsta la­
ciones de l a Compa ñ ía . Por esta razón se destituyó al Presidente de la
F ederación : Carlos Monge U maña. Como respuesta la pol i c ía i ncend i ó
e l loca l d e l a F ederaci ón.
D ía a d ía l a huelga se extend ía por la provincia de L imón. La
Confederación General de Trabajadores organizaba la sol idar idad en el
resto del país, y recogía contribuciones económicas.
La tesi s sostenida por el Estado fue la de que l os empresar ios
ten ían el derecho de contar con los trabajadores que qu isiese, y de
dism i nu i rlos cuando el negocio lo amer itara.
La huelga h a b ía durado más de un mes, cuando la U nited rea lizó
otro despido masivo de trabajadores uti l i zando los m ismos argumentos.
E sto fortal eció aún más la huelga, que se mantuvo todo el mes de
febrero. En esas circunstancias esta l l ó el confl icto l i m ítrofe con Panamá
y, tanto la Confederación como la Federación de Trabajadores de
L i món, renunciaron a sus peticiones y l lamaron a los trabajadores a
defender la Patr ia. Ante esta situación el mov i m iento huelgu ístico se
ahogó, pese a que contaba con grandes perspectivas de tr i u nfo. ( 4 2 l
L a guerra con Panamá era una guerra creada por compañ ías petro-

53
leras imper i a l i stas, u na de el las establecida en Panamá y la otra en Costa
R ica . Ambas estaban dispuestas a var iar la l ínea fronteriza a costa de lo
que fuese, ante la expectativa de encontrar yac i m ientos petrol íferos en
la frontera sur .
E n nuestro pa ís, A niceto Montero y V icente Sáenz, no encon­
traron apoyo para sus denu ncias sobre el carácter de la guerra. Esto
demostraba que el mov i m i ento obrero todavía no superaba los marcos
de la lucha econom icista y que aún le faltaba mucho desarro l lo para
lograr su i ndependencia ideológica de la burguesía.
Las luchas campesi na s en las primeras décadas de este siglo estu­
vieron estrechamente vi ncu ladas con el proceso de concentración y
acaparamiento de la propiedad. En sus i nvestigaciones, De la Cruz,
detectó u na serie de actos que la prensa dom i nó vandál icos o de bando­
l erismo agrario y que se caracterizaron por la quema de siembras y
cosechas rea l izadas con u n carácter de " l ucha social i nsti ntiva de los
grandes sectores campesi nos, que se veía n a menazados de ser expro­
l
p iados . . . " . ( 4 3
Estas formas de l ucha revelan u n nivel de conciencia embrionario
y espontáneo. De l a Cruz, def i ne estos mov i m i entos como " l ud ismo
agrario" por el paralel ismo existente con las primeras luchas efectuadas
contra el capital ismo i ndustr i a l . Por su parte, Lowe l l G udmu nson,
p l a ntea un análisis muy i nteresante sobre las modal idades de la l ucha
agraria en el Guanacaste, l ugar donde se generaron los enfrenta m ientos
más violentos ocurridos hasta .ese entonces. ( 4 4 l
E n s íntesis, G udmunson, destaca la existencia de dos tipos d e
luchas agrarias, protagon i zadas por dos tipos de campesinado con ra íces
h i stóricas d iferentes: los de las tierras bajas del l i tora l , q u ienes se situa­
ban dentro de las grandes haciendas ganaderas, y los campesinos par­
celarios ub icados en la zona cercana al d istrito m inero de T i larán y
Abangares. Las causas del confl icto y las reivind icaciones de los campe­
si nos fueron d isti ntas para cada grupo.
Los campesinos de las tierras bajas formaban parte de u na
economía que, en lo funda mental , era de subsistencia. La tierra se
encontraba i nexpl otada, en abu ndancia, y era considerada un bien l ibre
y gratuito. Las 1 razones de lo, anterior radicaban en la ausencia de mer­
cados y en el carácter ausentista de los propietarios, muchos de los


cuales no hab ía n tomado posesión de su prop iedad.
Para estos campesi nos l os problemas se i niciaro n alrededor de
1 880, cua ndo los procesos de desarrol l o capita l i sta i mpactaron por pri­
mera vez. E n 1 8 se abrió el R eg istro Público de la Prop i edad para
Guanacaste, por 1 que muchos hacendados i nscribieron sus t ítulos
colonia les de pro iedad, y luego, sol ic itaron títu lo para las t i erras
contiguas que ha ían ocupado sin derecho lega l , y que eran conocidas

54
con el nombre de: "demasías". < 4 5 ) Algunas de esas demasías eran tan
extensas que abarcaba n pueblos enteros. Se reg istra el hecho d e que el
pueblo de "Cañas D u l ces" debió levantarse en armas para defender su
existencia. Los hacendados in iciaron , también, la explotación de los
bosques con el f i n de exportar maderas f i nas altamente cotizadas en el
mercado mundial . Con esta actividad a lgu nos se enriquecieron y eso les
permitió i ntroducir pastos artificia les y nuevas razas ganaderas, como el
cebú, con el f i n de atender la creciente demanda de carne de las ciu­
dades del Valle Centra l .
E ste proceso de penetración cap ita l i sta y posesión d e l a s tierras
provocó u na fuerte reacción en los campesinos, q u i enes se negaban a
creer que la tierra tuviera dueño, pues part ía n de u na a ntigua trad ición
comu na l . Su lucha no buscaba la apropiación de u na parcela, sino el
mantenimiento de la cal idad d e bien l ibre para la tierra. Se rebe laron
ante la posibil idad de transformarse en arrendatar io a u nque fuese a
precios simból icos.
En resumen, se opo n ía n a los i ntentos de los hacendados de
tomar posesión efectiva de su propiedad y de los recursos natu rales con
que ellas contaba n . La resistencia de los campesinos se centró en el
ataque a la posesión de l a tierra y a l cercamiento de las haci endas. Los
campesinos impid ieron f ísicamente l a med ición de las haciendas, i ncen­
d i aron los campos y uti l i zaron armas para amedrentar a sus dueños.
R ad icalmente d i sti nta fue la l ucha por la tierra emprend ida por
los campesinos de la reg ión de T i la rán y Abangares. E n primer l ugar,
estos campesinos eran origi narios del i nter ior del pa ís, del Va l le Central,
donde hab ían estado i ntegrados a una economía d e monocu ltivo y d e
mercado, q u e l e s hab ía i nfundido la noción de propiedad. D ichos
campesinos hab ía n emigrado a esas tierras buscando una parcela que les
permiti era transformarse en propietarios o seg u i r siéndol o ; supo n ía n
q u e esas tierras constitu ían bald íos naciona les.
La situación de estos campesinos varió cuando la Compañ la
" R iver Plate" reclamó, con motivo de la usu rpación d e los terrenos y
pidió ayuda al gobier no para exp u l sar a los i nvasores. E sas ti erras
hab ía n sido entregadas a la Compañ ía por concepto de i ndemnización,
en pago de los fondos que hab ía faci l i tado a l E stado du rante la cons­
trucción del ferrocar r i l al Atlántico hacia 1 870. < 4 5 ) Por supuesto que el
pr i ncipal i nterés de Keith y de sus asociados lo constitu ía n los yaci­
m ientos de oro y plata d e T i larán y Abangares. Sin embargo, se sentían
amenazados por la expa nsión continua de los campesinos y el cerca­
m iento de las propiedades. •

E n 1 9 1 1 los veci nos de T i larán sol icitaron también la i ntervención


del gobierno y exigieron u na repartición de las tierras. E sta sol icitud fue
apoyada por el Estado, y en consecuencia, se i n iciaron negociaciones

55
con la Compa ñ ía . Posteriormente, hubo otros casos s i m i lares y los resu l­
tados fueron los m ismos. Pero también se presentaron luchas viol entas
cuando la Compañ ía impidió la si embra de tierras en d i sputa. Los cam­
pesi nos respond ieron por med io del saqueo e i ncend io de las bodegas de
la Compañ ía , y hubo i ntercambio de d i sparos con la pol icía . E n esta
zona el resultado de los confl ictos motivó la acción del Estado, a favor
de los campesi nos, en una actitud abiertamente reform i sta.
Se observa así cómo, el fenómeno de la penetración capita l i sta y
la concentración de la tierra, generó d iferentes móv i l es y formas de
lucha de acuerdo con los rasgos específicos de cada reg i ó n .
E n este segundo per íodo no puede dejar de menciona rse la R evo­
lución R usa de 1 91 7 , u no de los aconteci m ientos sociales más impor­
tantes de la h i stor ia contemporánea, que provocó un viraje radical en el
destino de Rusia y del mundo. E l l a va a marcar el i n icio de u na nueva
época, la de transición del capital i smo social ismo.
De la Cruz, plantea que la primera repercusión poi ítica de la
R evolución Rusa en Costa R ica , fue el intento del Dr. A niceto Montero
de transformar su Centro Soc i a l ista, fu ndado en 1 9 1 9, en un Partido
Social ista. (4 7 ) El Dr. Montero se hab ía educado en Bélgica , de donde
regresó impregnado de ideas social istas. S iempre se destacó por su iden­
tificación con el pueblo y por su v i nculación a l movim iento popu lar.
F ue u n gran admirador de la R evolución R usa y u n d ifusor de las ideas
soc i a l i stas y comunistas, las cuales no logró concretar en u n programa
po i ítico ag l ut i nador de los trabajadores costarricenses.
Los d i scursos y proclamas del Dr. Montero fueron mucho más
claros y precisos que el programa del f a l l ido Partido Socia l i sta , y son
rea l mente los que lo ubican, conju ntamente con su práctica poi ítica, en
la 1 ínea de l a construcción de u na orga n i zaci ón poi ítica i ndepend iente
de los trabajadores. M uestra de e l lo es la ·justificación h i stórica que
elaboró del surg i m i ento del Partido Socia l ista .
" E l Partido Socia l i sta se orga n i za porque hemos l l egado a u n
momento en q u e l a s ideas deben lanzarse a la l ucha contra la r ut i na de
una sociedad sat isfecha . Hoy en d ía el mundo de los harapientos, de los
opr i m idos , de los miserables se levanta contra el m u ndo de los ah ítos.
E l pueblo en E u ropa asesta mazazos en las testuz de la vieja sociedad.
La fiebre de reforma i nvade e l u n i verso y es preciso que nosotros tam­
bién resolvamos nuestros problemas sociales y los estud i emos. E l
movi m iento es sa no. A l a reacción responde l a rebe l i ón proletaria,
precursora de u na revolución, a los despotismos de arriba , la heroicidad
de abajo ( . . . ). Nuestra f i na l idad es supr i m i r toda explotación del
hombre por el hombre, abo l i r l a d ivisión de la sociedad en clases,
aplastar a los explotadores ( . . . ). No puede haber democracia donde la
l
igua ldad pol ítica no se basa en la igua ldad económica". ( 4 B

56
Esa claridad poi ítica de don Aniceto en lo relativo al desarrol l o
d e la organ i zación i ndependiente de los trabajadores s e reafirma en las
siguientes frases, expresadas en el acto de recordación del V l a d i m i r 11 ich
Len i n en 1 924. "D ebemos orga n izar al proletariado en un partido de
clase y con él obtener la conqu i sta del poder poi ítico por el prol e­
tariado ( . . . ) porque como el mismo Manifiesto lo d ice, el poder poi í­
t ico en manos de las clases proletarias, la lucha franca de clases ( . . . )
supri mirá, gracias a la revol ución las condici ones económicas y sociales
que or i g i na n el antagonismo actual de clases ( . . . ) los partidos refor­
mistas no hay que confu nd i r l os, no son revol ucionar ios, soc i a l i stas. U n
partido que no e s d e lucha d e clases n i d e R evolución Socia l , puede ser
más o menos l i bera l , pero nunca socia l i sta . Esto, la R evolución Social es
en s íntesis la obra de Len i n . . . " . ( 4 9 )
S i n embargo, el Programa del Partido Socia l ista no correspond ía a
la 1 ínea poi ítica expresada en sus d i scursos. Los f i nes del Partido se
l i m itaban a reducir el precio de los art ícu los, de l os comestibles, el
i nterés de los préstamos destinados a la agricu l tu ra y el montepío.
Abogaba por la supresión de a lguna de las tributaciones, la d irecta o la
ind i recta; exigía la publ icación de los contratos y obl igaciones del
gobierno y la desvincu lación de los compromisos i nternaciona les adqui­
r idos a espaldas del pueblo. ( 5 0 ) Los f i nes del programa se contraponen
a las posiciones poi íticas defendidas por el Dr. Montero. Sus objetivos
eran muy l i mitados, no planteaba una estrategia hacia el socia l ismo, ni
un carácter a ntimperia l i sta, ni siqu iera una l ínea audaz de reforma
soc i a l .
L o a nter ior n o le resta méritos a l Dr. Montero, su vida estuvo a l
servicio d e los trabajadores, pero no compartimos e l criterio de que
fuera e l "pri mer gran d i r igente marx i sta del mov i miento obrero costa­
rricense". ( 5 1 ) N i el Centro Socia l ista ni don An iceto fueron capaces de
desarrol lar la teoría marxista dentro de las cond iciones específicas de
Costa R ica , ta mpoco pud ieron dotar a la clase trabajadora de un i nstru­
mento orgánico, i ndepend iente y permanente, que le permitiera desa­
rro l larse po l íticamente. E l Centro Social ista no logró l l enar el vacío
orga n i zativo y poi ítico del momento.
En enero de 1 923, la Confederaci ón Genera l de Trabajadores,
rea l izó u na Asamblea G eneral con la asistencia de más de 500
miembros, que marcó un nuevo ru mbo al movimi ento s i nd ical pues en
e l la se planteó el problema de la participación act i va del movi m iento
obrero en la vida pol ítica. ( 5 2 > En esa d i scusión preva l eció el criter io de
que los trabajadores ten ía n el deber de organizarse poi íticamente, tener
su partido y, de esa manera, contribuir al l ogro de una sociedad más
justa para todos.
A parti r de aqu í, el movimi ento obrero representado por la Con-

57

- - -- -------
federación se u n i ó a Jorge Volio con el objeto de fundar el Partido
R eformista.
La fundación del Partido R eformista, en la práctica, impl icó la
d isol ución de la Confederación. Algunos obreros continuaron en otra
d irección y crearon la Federación Obrera Costarricense, que tuvo, en
rea l idad , u na corta vida. Durante su funcionamiento se afi l ió a la Confe­
d e r a c i ó n de Obreros de Centroamérica, que funcionaba desd e
1 92 1 . ( S 3 l En 1 923 Costa R ica pasó a ser la sede de la COCA y ésto le
permitió estrechar los lazos con los obreros de América Central.

4. TERCER P E R I O DO: Búsqueda de una organización pol ítica


independiente de los trabajadores 1 923-1 93 1 .

La decisión de la Confederación Genera l de Trabajadores de i ntervenir


abiertamente en la vida pol ítica del país se ven ía gestando tiempo atrás.
Los trabajadores organizados hab ía n participado en d iferentes luchas
poi íticas, como la promu lgaci ón de determ i n adas leyes que los bene­
f iciaran y, especial mente, la l ucha contra la d ictadu ra ti noqu i sta. Esa
determi nación fue adversada por sectores desarrollados y atrasados del
proletariado. Los primeros preveían el pel igro de perder u n i nstrumento
de orga ni zación y cohesión sind ical que había impul sado importantes
l uchas reivind icativas, ta l y como rea lmente suced ió. Los s eg u ndos, más
atrasados poi íticamente, prefer ían conti nuar el falso abstencionismo del
pasado. S i n embargo, esa determ i nación abrió paso a un nuevo per íodo
h istórico, caracterizado por la búsqueda de una organización pol ítica
independiente, que expresara los i ntereses de los sectores populares y la
maduración de la conciencia poi ítica de los elementos de_ avanzada,
producto de l as luchas poi íticas de la década del vei nte que remataron
en 1 93 1 , con la fundación del Partido Comu n i sta .
E l Partido R eformista se nutrió de gran parte de l os mejores
elementos obreros pues, tuvo como pu nto de partida a la Confederación
General de Trabajddores. Se convirtió en la alternativa poi ítica de los
trabajadores, en el partido que reu n ía en su programa sus aspiraciones.
E xpresar algunos a spectos de la existencia poi ítica del Partido
R eform i sta conduce i nev itablemente a destacar la figura de su fu ndador
y l íder máximo, el sacerdote y general Jorge Volio J iménez.
Jorge Volio, desde muy joven, se i nteresó por los problemas so­
ciales, en 1 903 fundó un peri ód ico de tendencia social cristia na l lamado
"Justicia Socia l " . Luego v iajó a E u ropa donde se ordenó sacerdote y, en
Lovaina , a l lado del Cardenal Mercier reafirmó su vocación socia l , fue
i nflu ido profundamente por la nueva posición de la I glesia expresada en

58
la encíclica papa l R erum N ovarum de León XI 1 1 .
E n 1 9 1 O, regresó a Costa R ica plenamente convencido de que los
sacerdotes deb ían propiciar la transformación social de los pueblos.
Luego, abandonó el pú lpito para ir a pelear a l lado de los patriotas
n icaragüenses, en su l ucha contra la i ntervención extranjera. Ah í cae
herido y es proclamado general , título que lo va a def i n i r por el resto de
su vida.
U na vez en Costa R ica, abandonó el ejercicio sacerdotal , conscien­
te de que dentro de las r íg idas estructuras de la I glesia Católica
Costarricense no pod ía desarro l l a rse poi íticamente.
Vol io j ugó, en 1 9 1 7, un pape l destacado en l a l ucha contra la
d ictadura ti noq u ista . Por causa de e l lo debió abandonar el pa ís y, en
N icaragua, se u n i ó al movim iento m i l itar para derrocar a la d icta­
l
dura. ( 5 4
En 1 923, fundó el Partido R eformista, que se proponía como u n
partido permanente, doctr inario, con una base socia l popular y ajeno a l
control d e l o s partidos p o i íticos trad icionales, del l iberal i smo costa­
rr icense. Objetivo q ue, como veremos más tarde, no .logró estructurar.
El programa del Partido R eform ista postu laba u na reforma en
todos los órdenes de la vida del pa ís. ( 5 5 l En e l ámbito socioeconómico
pretend ía : la ley de accidentes de trabajo, la d igni ficación de la vida de
los ciudadanos por med io de l a h ig ien ización y mejoramiento de las
viviendas, el fomento de las sociedades cooperativas, reforma pen iten ­
ciaria (colonias penales) , la ley agraria ( reforma agra r i a ) , recuperación
de terrenos bald íos por parte del E stado, reforma Tr ibutaria, rechazo de
emisiones sin respa ldo, Ley de esca lafón, control de las compañ ías ex­
tranjeras, nacional ización del suelo y el subsuelo.
En el aspecto pol ítico planteaba : convocatoria a una nueva
constituyente para la elaboración de u na nueva constitución, mayor
participación de las masas a través de la i ntroducc ión de los pleb i scitos,
autonom ía municipa l , participaci ón de los extranjeros residentes en los
gobiernos locales, defensa de la soberan ía, arreg l o h onroso de la situa­
ción con Panamá, establec ía además, el pri ncipio de no rea l izar pactos o
a l ianzas con partidos extraños a sus p r i ncip ios, no obstante, se com­
prometía a respetar la vol u ntad nacional manifestada en l os com icios.
En cuanto a reivind icaciones educativas estipu laba lo sigu iente : el valor
y m isión de la escuela se sustenta en poder desarro l la r el carácter,
ideal ismo y hábitos de trabajo, gratuidad de la enseñanza secu ndaria, la
fundación de un nuevo tipo de U n iversidad que garantizara la cu ltu ra
naciona l , reapertura de la Escuela de Agr icu l tu ra y creación de la de
Artes y Oficios.
En s íntesis, e l programa del Partido R eform ista era de carácter
antimperial ista, democrático y popu lar. No planteaba la transformación

59
de las estructuras económicas y sociales pero s í contemplaba la rea l i ­
zación d e reformas ante los problemas d e los campesinos, d e l prole­
t a riado rural y urba no y de las capas med ias. Su l ucha fue
emi nentemente parlamentarista ; no pla nteó la toma del poder para la
clase trabajadora .
E l Partido R eformista se lanzó a la contienda electoral de 1 924,
se enfre ntó a R icardo Jiménez candidato del Partido R epubl ica no y a l
Partido Agr íco la q u e l l evaba como candidato presidencial a A l berto
Echa ndi .
E l Partido R eformista y especial mente Jorge Vol io, su candidato,
l levaron el programa pol ítico a todos los r i ncones del pa ís. E ncontraron
una gran acog ida en las f i las del pueblo, lo que evidenciaba la necesidad
sentida de la clase trabajadora de encontrar voz propia, y so l ución a sus
problemas más u rgentes.
En esa elecci ón, el Partido R eformista, obtuvo 1 5.000 votos, u n
gran cauda l electoral para u n partido que s e levantaba con l a oposición
de la ol iga rqu ía y de la-jerarqu ía eclesiástica, y con escasos recursos
económ icos. El R epubl icano N acional contó con 30.000 votos y el
Agrícola con 26.000 votos. N i nguno de los candidatos obtuvo la
mayor ía necesa ria para l legar a la presidencia, por lo tanto, según lo
dispo n ía la Const itución, el nombramiento del pri mer Designado a la
Presidencia fue responsabi l idad de la Asamblea Leg islativa.
E n esta coyuntura poi ítica el Partido R eformista inició su 1 ínea
claud icante, al romper con lo esti pulado en su programa y en su pro­
paga nda el ectora l , basada en un ataque feroz a los partidos trad i ­
ciona l es, especia l mente a l que representaba R icardo J i ménez. E n e l
Congreso, l o s d i putados reformistas s e plegaron a los d e l R epubl icano
Naciona l , y el igi eron a R icardo J iménez pri mer designado de la R epú­
bl ica . A cambio reci bieron el puesto de segundo designado que recayó
en Jorge Volio, tamb ién les fueron asignados varios m i n i sterios.
A partir de ese momento - 1 924- el R eform ismo perdió su carác­
ter de i nstrumento orgánico y poi ítico i ndependi ente para transfor­
marse en un grupo electorero a la zaga de los partidos o l i gárquicos, que
contaba n con suficientes med ios económ i cos para atraer a los votantes.
De esa forma, en 1 928, apoyaron a Cleto González V íquez y, en 1 932,
a M a nuel Castro Quesada . Adujeron razones de t i po económ i co y
manifestaron que con esas a l ia nzas reafirmaban las conq u i stas a lca n­
zadas. Pero, lcuáles conqu istas?
En 1 925, Jorge Vol io y J u l i o Pad i l l a participaron activamente en
la promulgación de la Ley de Accidentes de Trabajo, y en la obl i ­
gatori edad d e este seguro. Esta ley constitu ía u na reivindicaci ón del
movi m iento obrero desde 1 907, por lo tanto, no era paternidad del
R eform ismo. Ese mismo año, u n m i l itante reformista renunció públi-

60

'-
camente a su m i l ita ncia en el Partido por no estar de acuerdo con los
sigu ientes pu ntos : pacto con el R epubl icano, abandono de la lucha por
la promulgación del Servicio Civil, y poca seriedad de los representa ntes
reformistas en las M u n ici pa l idades. R econocía como ú n i ca cosa posi ­
tiva, l a labor rea l izada e n l a promu lgación d e l a Ley d e Accidentes de
Trabajo. < 5 5 l
E n 1 928, e l G enera l Volio, que e n ese momento se encontraba en
el destierro por u na hábi l maniobra del entonces presidente R icardo
J i ménez, se v io ob l igado a hacer un l l amado a su Partido, donde se
opuso a la reelección de los di putados R eformistas que d i eron su apoyo
a los empréstitos extranjeros, o que favorecieron l os contratos bana­
<5 )
neros. 7 lOué significa ésto? Era u na muestra de que el Partido
R eformista no hab ía logrado desa r ro l larse como un partido doctri nario,
puesto que sus representantes populares se olvidaron , en la labor par­
la mentaria, del esp íritu antimperia l ista planteado en el programa. Ese
mismo año, Ju l io Pad i l l a d iputado R eformista, se opuso a la creación de
la Secretar ía de Trabajo. Consideraba que deb ía abrirse un De­
partamento que tuviera como función el estudio de las leyes.Jaboral es, y
que poster iormente, en un espacio de 1 O a 1 5 años, se estableciera ese
M i nister io. Aducía que en Costa R ica no exist ían i ndustr ias, por lo que
el problema obrero se reducía a a rmonizar el sa lario con e l costo de la
vida. < 5 9 l Esas afi rmaciones de Jul io Pad i l l a , quien hab ía sido u n desta·
cado d i r igente obrero, denotaban un profundo desconocimi ento de l a
rea l idad costarricense y l im itaba el "problema obrero" a l aspecto sa la­
r i a l . Probablemente su posición correspond ía a u na 1 ínea de acción del
Partido, porque en u na entrevista con un per iodista Jorge Volio ma n i ·
testó q u e " l os viejos p o i íticos en s u afá n de permanecer en e l poder se
visten de ropajes progresistas, y por esa razón he rechazado proyect �
en la Cámara con esa apariencia". < 5 9 l
Las pos iciones reformistas fueron muy contradictorias e i nconse­
cuentes. Posteriormente, en 1 929 siendo Volio d i putado se enfrentó
abiertamente a l gobierno de Cleto Gonzá lez V íquez, del cua l era parte,
debido a la determi nación del ejecutivo de aprobar los contratos ba na­
neros. < 5 o > En esa oportunidad, las tesis naciona l i stas tr i u nfaron en la
Asamblea y grandes multitudes se lanzaron a las ca l l es, donde el general
Vo l i o pro nu nció elocuentes discursos que provocaron "de l i rantes aplau­
sos". S i n embargo, meses después a l hacérsel e pequeñas modificaciones
a los contratos, que no los variaban en l o fu ndamenta l , el Reformismo
<51 >
en pleno decidió votar a favor de el los.
A ra íz de estos sucesos, los m i l itantes honestos q ue quedaban en
sus f i las ter m i na ron retirándose. Octavio Montero, viejo d i r igente
obrero, uno de los promotores de l a d isolución de l a Confederación
General de Trabajadores y de l a fundación del Partido R eformista excla-

61
mab a : "hab ía creido en los reform i stas pero hoy d ía no son más que u n
esqueleto d e frases vacías, h a n tra icionado s u s programas. Ayer n o más
gritábamos los reformistas en las plazas públ icas las bondades del Par­
tido, entre otras, la cláusula de no extender concesiones a Compañ ías
extranjeras, y hoy l os autores de ese programa ced en por una parcela de
tierra agotada a todas las exigencias de la U n ited" . ( 6 2 )
E n tér m i nos semejantes s e expresó el ex-d i putado O r l i ch , a ntiguo
reformista : "de la noche a l a mañana el Genera l V o l io y los reform i stas
han pasado a engrosar las f i las de los paral íticos morales" ( 6 3 ) . Señaló
que no se exp l i caba cómo los reformistas aprobaban esas contra­
taciones, cua ndo eran muy i nferiores a las de 1926 y 1 928; manifestaba
no comprender cómo don Jorge Vo l io y el reform ismo hab ía n cam­
biado tanto.
Las causas del desgaste del R eform i smo eran muchas, su origen
estaba en la pol ítica seguidista, en el hecho de que no logró estruc­
turarse como partido doctri nario y de programa y en la ausencia de una
d irección colectiva.
En 1 928 cuando Jorge Volio planteó su retiro de la vida pol ítica,
el jefe de acción del R eformismo Francisco Ross, manifestó lo si­
gu iente: "El Partido Refor m i sta está formado por dos clases de ele­
mentos: los ideal istas y los am igos personales del General Volio". Seña­
laba que estos ú l t imos se retiraban de l a poi ítica cuando éste lo hiciese,
en cuenta él mismo. ( 6 4 )
H acia 1 930, el Partido R eform ista estaba herido de muerte, ya
h a b ía j ugado su papel h i stórico. Los s igu i entes comentarios aparecidos
en la prensa de esa época, lo ponen en evidencia.
"Jorge Vol io ha sido u n precursor del soci a l i smo. La rea l idad lo
ha asustado, porque el arribismo fue l a mala h i erba que creció y se
fortificó a expensas del sem i l l ero que no ha muerto y que regó Jorge
Volio ( . . . ). La acción parlamenta r i a ha sido obra de préd ica. F alta de
crista l ización de las ideas en instituciones de carácter f i rme corres­
pond i endo a los sueños y a las necesidades de las masas". ( 6 5 )
Otro comentario interesante es el del Dr. Aniceto Montero. Cal ifi­
caba a Vol io de idea l ista, apóstol y predicador si ncero. Agregaba que no
hab ía usufructuado de los negocios púb l i cos, pero que "su pecado
h a b ía estado en haber servido para que u nos cuantos a rrib istas l ucraran
a su sombra". ( 6 6 )
E n def i nitiva, e l Reform ismo destruyó l a oportunidad h istórica de
transformarse en un importante movim iento de masas, tal y como se
h a b ía i n iciado en 1 924, al obtener 1 5.000 votos, cuando el voto no era
secreto, n i obl igator io y con la desaprobación de l os capita l istas, l a
I glesia y l a prensa.
La d i rigencia reform ista y fundamenta l mente Jorge Vol io, ca-

62
recían de un criterio def i n ido en cuanto a las modificaciones que pre­
tendían impu l sa r en la estructura social, porque en rea l idad nu nca se
plantearon l a transformación de l a sociedad vigente. No lograron desa­
rrol lar u na ideolog ía coherente sustentaba en u n proceso de revol ución
soci a l . Su acción po l ítica fue el ectorera y seguidista. Un reflejo de esta
situaci ón se manifestó e n el desi nterés de los d ir igentes por educar
poi ítica e ideológ icamente al pueblo y a los m i l itantes en particu lar.
S i n embargo, lo más grave fue la l iqu idación de la Confederación
G eneral de Trabajadores, organ ización s i nd ical que tantas bata l la s h a b ía
impulsado en el campo de la lucha socia l .
Posteriormente, después d e fundado e l Partido Comun ista, Jorge
Volio fue uti l i zado por la burguesía, para enfrentarlo al naciente
Partido que intentaba derrotar poi íticamente el R eform ismo . A Vol io
se le abrieron las pág i na s de la gran prensa, la m isma que lo atacó en sus
i n icios, para desacred itar y d ifamar a los comunistas.
Para 1 934 el R eformismo como agrupación pol ítica h a b ía
muerto. A pesar de que el Partido R eformista no respond ió a las i nq u ie­
tudes poi íticas de los trabajadores, y contribuyó poco a su educación
pol ítica, las luchas populares continuaron en ascenso. En este per íodo
se destacan los movimientos de sol idar idad con la causa de Sacco y
Vanzetti, la lucha de l i beración de N icaragua y los mov i m i entos
a ntimperia l i stas.
N icolás Sacco y Bartolomé V anzetti era n dos inm igrantes de
origen ita l iano, m i l itantes y revol ucionarios, a q u i enes se les acusó hacia
1 920 de un crimen que no hab ían cometido, en los Estados U n idos.
Siete años permanecieron afi rmando su i nocencia, de la que nad ie
dudaba, n i siqui era sus acusadores. E l caso Sacco y Vanzetti constituyó
uno de los tantos procesos montados con objetivos poi íticos; pretend ía
asustar a los temerosos y detener el avance d e las ideas socialistas. La
sol idaridad con Sacco y Vanzetti brotó en todas partes del m u ndo. E n
Costa R ica, e l mov i m i ento pop u l ar, e l Partido R eform ista, i ntelectua l es
y estud iantes rea l izaron grandes jornadas de so l idaridad con Sacco y
Vanzett i ; a l calor de e l l as, en 1 927, se formaron : La Sociedad Obrera
Sacco y Vanzetti, u na orga nización mutua l ista y el Comi té Social ista
(
Sacco y V anzett i . 5 7 l
Otro aspecto importante fue la formación de u na Seccio na! de la
L iga Antimperia l i sta de las Américas en 1 927, con sede en Estados
U nidos, cuyo objetivo era obligar a los E stados U n idos a retirarse de
N icaragua y promover la so l idar idad con el pueb l o n icaragüense. E n
enero d e 1 927 se estructuró l a Secc ión de Costa R ica. ( 5 B l Esta orga­
ni zación contó con la adhesión de la clase obrera, y las simpat ías del
pueblo costarricense.
La creación de la L iga C ívica, la Secciona! del A P R A y el Partido

63
Al ia nza de Obreros, Campesinos e I ntelectuales, en nuestro pa ís, esta­
blecen la profundidad de las l uchas antimperia l i stas de fines de la
década de los vei nte. Su actividad puso de manifiesto la vi ncu lación
objetiva de la lucha popu lar con la a nti mperi a l ista y defi nió más clara­
mente a l enemigo principa l de nuestro pueblo.
E n 1 927, a nte el i ntento de creación de u n monopol io de los
servicios eléctricos por parte de la E l ectric Bond a nd Share Corporation,
que pretend ía adqu irir, la Compañ ía Nacional de F u erza y Luz, la
P l a nta de E l ectriona y la Compa ñ ía del T ra n v ía, se organ i zaron los
sectores más conscientes de nuestra sociedad a f i n de proteger los re­
cursos naciona l es.
E l 18 de junio de 1 928 se reunió en el consu ltor io del D r . Moreno
Cañas, un grupo de personas d i spuestas a transformarse en u na fuerza
social defensora de los i ntereses nacionales ajena a i ntereses persona les y
(Gs)
de partido.
E l 2 5 d e j u n io d e 1 928 este grupo celebró s u segunda reunión con
una nu merosa concurrencia, en ella se formal izó la asociación que re­
cibió el nombre de Liga C ívica ; además se i ntegró l a d i rectiva y se
d i scut ió el P!Oyecto de E statutos. Se determinó también, el carácter
profu ndamente nacional ista de la Liga, y el objetivo de su trabajo crear
conciencia en la opin ión públ ica sobre los problemas relativos a la
tierra, la actuaci ón de las compañ ías extranjeras, la constitución de los
monopol ios y todos aquel los aspectos que atentasen contra la sobera n ía
naciona l . Su primera tarea fue la i nvestigación de todo lo relativo a l
( 0
mono poi io d e l a s empresas eléctricas. 7 l
La L iga C ívica reu n ió en su seno a u n grupo sel ecto de personas
ta les como: O rna r Dengo, José V ictory, R ica rdo Fournier O., R icardo
Moreno Cañas, A lejandro Alvarado Ou irós, Alfredo y Luis Fel i pe Gon­
zález F lores y muchos más. Contó con la participación de muchos
e lementos obreros, entre e l los Fausto Peraza.
D ictaron conferencias sobre el monopo l i o eléctrico, las contra­
taciones bana neras, y las denuncias contra l a G olfo D u l ce Lands Co. por
el acaparami ento de tierras en Coto como parte de sus actividades pú­
b l i cas.
Tal vez su lucha más importante fue la efectuada contra la mono­
po l ización de la energía eléctrica, y por el triu nfo en el Co ngreso del
proyecto del L ic. A lfredo G onzá lez F. para naciona l izar la electricidad
en Costa R ica.
La Liga se enfrentó abiertamente al gobierno de C l eto Gonzá lez ·

V íquez por su actitud pasiva y entregu ista frente a los problemas ba na­
(
nero, e l éctrico y a l acaparamiento de las ti erras de Coto. 7 1 ) La L iga
patentizó las posibil idades objetivas de crear u n gran frente de l ucha
contra el imper ial ismo, cuando agrupó representantes de todos los es-

64
tratos socia les.
El mov i m iento aprista fue fundado en 1 924 en M éx ico, por
V íctor R a ú l Haya de la Torre qu ien para ese entonces, se encontraba
expu lsado del Perú por sus actuaciones contra la d ictadura de Augusto
Leg ía. Se había destacado como d i r i gente del movimiento estud iantil y
como creador de las l lamadas U n i versidades Populares.
Al aba ndonar Perú, Haya de la Torre, vis itó primero N ortea­
mérica, luego E u ropa i ncluyendo la U RSS, y poster iormente se rad icó
en Méx ico, donde fundó la Al ianza Popular R evolucionaria Americana,
u n mov i m iento i nternacional funda mental mente lati noamericano. Muy
pronto el Apra agrupó a grandes masas en Perú, y formó seccionales en
varios pa íses de América Latina.
E l aprismo funda mentaba su acci onar poi ítico en la necesidad d e
constru i r u n frente de los trabajadores, i ntelectuales y clase med i a
contra la aristocracia terraten iente y sus a l i ados, l os capita l istás extran­
jeros y sus patroci nadores naci ona l es. R echazaba los nacional ismos
a islados de los d i versos pueblos lati noamericanos y abogaba por la
acción conjunta en escala cont i nenta l . ( J 2 )
Con e l afán d e d ifund ir e l pensamiento aprista, V íctor Raúl Haya
de la Torre, l legó a Costa R ica en 1 928. ( 7 3 l Rápidamente estableció
contacto con Carmen Lyra, G a rc ía Monge y a lgunas de las perso­
na l idades más progresistas de nuestro med io.
E n u na actitud represiva el gobierno l e negó los teatros y el Salón
de la B ib l i oteca N aciona l para sus conferencias, a l egando q ue garan­
l
tizaba la l ibertad d e palabra en cua lquier l ugar no oficia l . ( 74 S i n
embargo, a pesar de las d ificultades, H aya d e la Torre logró d i ctar varias
charlas en el 1 nstituto B íb l ico. Los estudia ntes de Derecho lo i nvitaron
a dia loga r en el Colegio de Abogados; los reformistas también lo acer­
caron a su loca l . R ápidamente la actividad de Haya de la Torre maduró
a l conformarse la Soci edad APRA, presidida por e l profesor García
Monge.
E ntre los propósitos fundamentales del AP R A estuvo la creación
de u n Centro de Estudios Económicos, que perm itiera conocer objeti­
vamente los avances del 1 mperial ismo en relación con nuestras r iquezas
naci ona les. l 7 5 l En el Centro se rea l izaron i mportantes trabajos de
i nvestigación y se dictaron conferencias de d ivulgación sobre la 1 ndus­
tria Bananera en Costa R ica y sobre los contratos del gobierno con la
Panamer ican Airways Co.
El Apra rea l izó u na i ntensa labor contra el trust eléctrico, l uchó
en favor de I? naciona l i zación de esta fuente d e energía, se opuso a los
contratos bananeros, defend i ó l a Sabana para el deport!l, y se enfrentó
a l R eform ismo de Jorge Volio.
E l surg i m i ento de l a , L iga y especialmente del APRA planteó un

65
fenómeno nuevo, acorde con el desarrollo de las ideas antimperial istas
porque, por pri mera vez, el a nt imper ial ismo se mater i a l i zó en orga n i ·
zaciones que permitían a la i ntelectual idad progresista estrechar sus
l azos con el mov i m iento obrero.
El Partido A l ianza de Obreros, Campesinos e I ntelectuales surgió
como producto de l a l ucha antimperial i sta y con el propósito de l lenar
el vacío producido por la carenci a de u na orga nización poi ítico·
electoral, con nuevos derroteros, formada por hombres nuevos capaces
de anteponer los intereses naciona l es a sus i ntereses particu lares.
La A l ianza de Obreros, Campesi nos e I ntelectuales fue def i n ida
por algunos de sus miembros como u n movimiento tend iente a sanear
nuestras prácticas poi íticas. ( 7 6 l U n partido de ideas y n o de oportu·
n ismos, donde no existiera u n "jefe" capaz de vender al Partido ( 7 7 l y
donde tendrían su lugar aquel los antimperi a l i stas de corazón. ( 7 8 ) La
A l ia nza se consideraba, también, representante de los i ntereses de la
clase trabajadora.
La A l ia nza de Obreros, Campesinos e 1 ntelectuales sustentaba su
razón de ser en la derrota poi ítica del R eformismo en Costa R ica. E l
objetivo inmediato de l a A l ia nza era participar e n las elecciones d e
med io per íodo para d iputados, a celebrarse en 1 930, con e l objeto de
l l evar al Congreso personas con u na larga trayectoria antimperial i sta y
con fuertes convicciones democráticas. La papeleta nacion a l i sta estuvo
i ntegrada por Joaq u ín García Monge, Otil io U late, ( 9 o l R icardo
Moreno Cañas y Octavio J iménez personajes q ue, desde la Liga C ívica y
el Aprismo, se había n transformado en u n ej emplo de patr iotismo.
Pasada la elección en la cual la agrupación no obtuvo el número
de votos necesarios, debido a que hab ía n enfrentado l a campaña con
escasos recursos económicos, se pla ntearon l a tarea de conti nuar tra·
baja :1do por el bienestar cultura l , económico y social de la clase traba·
jadora. ( 8 1 l
Como lo expresara Garc ía Monge : "hemos ido perd iendo poco a
poco cua nto tenemos y ( . . . ) nos vamos a quedar solamente con l a
bandera y el h i m no naciona l " ( 9 2 l de ah í que s u l ucha apenas
comenzaba.
La creación de un gran movimiento obrero i nternaciona l , l a for·
mación de los partidos obreros soc i a l i stas de fi nes del siglo pasado, el
triunfo de l a R evol ución R u sa en 1 9 1 7 y e l nac i m iento y desarro l lo de
los nuevos partidos com u n i stas, procesos profundamente l i gados a la
labor de las tres I nternacional es, fueron elementos q ue contr ibuyeron a
la difusión y desarrol l o de las ideas soc i a l i stas en Costa R ica.
No es nuestro propósito detal lar la obra de cada una de las 1 nter·
nacionales, sólo se hará una pequeña mención, en especial de la tercera,
durante la cual se i n scribe la F u ndación del Partido Comu n i sta de Costa

66
R ica .
E n 1 864 se fundó la 1 I nternaciona l , denom i nada Asociación
1 nternacional de T rabajadores, cuyo manifiesto i naugural y Estatutos
fueron redactados por Marx. Ambos documentos eran de carácter
revol uciona rio y científico, buscaban la u n idad del mov i m iento obrero.
" E n efecto , a 1 7 años del Manifiesto Com u n i sta, y en cond iciones muy
d i sti ntas en cuanto al desa rro l lo del movimiento obrero, Marx logró
i nsuflar en ambos documentos la esencia del Manifiesto en 1 848, co n
las conces iones de forma i nevitables para poder u ni f icar las más d i versas
corrientes. Se trataba de hacer el F rente único entre los marxistas,
a narqu istas, bak u n i stas, proudhonista , tradeu n ionistas, lasa l l ea nos y
hasta mazz i n ianos y ex owenistas, sin ceder en !os principios, y Marx lo
logró con ejemplar maestría" ( S 3 l
Muy pronto, las secciones de la I nternaciona l se extend i eron por
todo el mundo, no solamente en los pa íses europeos y en los Estados
U n idos, sino que también mantuv ieron relaciones con los trabajadores
revolucionarios de Asia, Africa y América Lat i na .
L a I nternaciona l real izó u n a g r a n labor entre los años 1 864 y
1 876, fecha en que fue d i suelta por la represión de que era objeto. Su
aporte está cimentado en sus conferencias y congresos, sus documentos,
y su participació n activa en las grandes luchas del proletariado, espec i a l ­
mente, en la Comuna de París. La Comuna de Par ís fue la g r a n obra d e
la 1 I nternaci ona l . P o r primera vez en la h istor ia s e i ntentó crear u n
Estado d e la clase obrera y sus a l iados. Otro de s u s grandes méritos fue
crear las condiciones adecuadas para el triu nfo dei marxismo en el
movimi ento obrero.
A f i nes del siglo X I X se i ntens i f icó la d ivu lgación del marxismo, y
el movi mi ento obrero i o ició de nuevo una gran etapa de ascenso. E n
varios pa íses surgi eron partidos Soci11I istcs Obreros y se creó la nece­
sidad de fundar u na 1 1 I nternacion a l , labor en la que participó E ngels.
E ntre los princ i pa l es d i rigentes de los primeros tiempos se destacaron :
Kautsky, Len i n y Rosa Luxemburgo.
La 1 1 I nternacional desarro l l ó u na gran labor tendiente a u n ir ,
cohes ionar a l o s proletarios, y ampl iar la d ifusión del marxismo en el
seno del movi m i ento obrero. E ntre sus grandes contribuciones está la
l ucha contra el a na rq u i smo, el prob lema de las huelgas y además, la gran
ag itación i nter naci onal que impu l só, por el logro de l a jornada de las 8
horas.
"Sin embargo, en su actividad poi ítica y teórica fue imponiéndose
poco a poco el oportun ismo. L a época de desarro l l o relativamente pací­
fico del capital ismo, la extensión d e l movimiento obrero, en el que
participaban eleme ntos provenientes de las capas no proletarias y la
aparición de la a r i stocracia y !a bu rocrncia obrera, portadoras de las

67
ideas conc i l iatorias en el seno del movim iento obrero . . . " ( B 4 l condu­
jeron a la bancarrota de la 1 1 1 nternaciona l .
L a mayoría d e los partidos i ntegrantes d e la 1 1 I nternaciona l , no
lograron def i n i r el carácter i mperia l ista de la 1 Guerra Mundial. Cayeron
en pos iciones chov i n i stas de apoyo a sus respectivas burgues ías, en l ugar
de l lamar a la guerra contra el las.
Los revolucionarios de izqu ierda, i nternacional istas, se cohesio­
naron en torno a l Partido Bolchevique, el de Len i n, y l ucharon i ncansa­
blemente al i nterior de la 1 1 1 nternaci ona l . Posteri ormente, el triu nfo de
la R evol ución R usa en 1 9 1 7, puso de m a n if iesto la val idez de las
concepciones impu l sadas por el Partido B olchevique, se i n ició la ruptura
dentro de los partidos social demócratas, protagonizada por los sectores
auténticamente revolucionarios, que constituyeron partidos de nuevo
tipo.
La 1 1 1 1 nternacional o 1 nternacional Comu n i sta , fundada en 1 9 1 9,
fue el resultado de ese proceso y de la i n iciativa del Partido Bolche­
vique, que trataba de compartir su exper iencia revol ucionaria con los
partidos proletarios en formación.
La estructura orgánica de la 1 1 1 1 nternacional, era rad ical mente
disti nta a la de la Segunda, constituía un gran partido mund i a l del cual
cada partido naciona l era una sección. El 1 1 Congreso de l a 1 1 1 I nter­
naciona l , rea l izado en 1 920, estableció 21 condiciones para la ad misión
de esos partidos.
La 1 1 1 1 nternacional desarro l l ó la obra h i stórica de la 1 1 nter­
nacional y asumió las mejores trad iciones de la 1 1 1 nternaciona l . La 1 1 1
I nternacional d i o i n icio a l movimiento comu n i sta i nternacional de
nuestra época, l o orientó por espacio de un cuarto de siglo, lo educó en
e l espíritu del i nternaciona l i smo proletario y le enseñó a mantener la
u nidad ideológica y poi ítica.
La 1 1 1 I nternacional se lazó a la tarea h i stórica de situar del lado
de la revolución a l a mayoría de los trabajadores, y de u n i r la l ucha por
la paz y la democracia con la l ucha por e l social i smo.
Costa R ica no escapó a esas real i dades h i stóricas, a pesar del lento
desarro l l o del movimi ento obrero y de la escasa d i fusión de la l i teratura
comun ista.
Desde f i nes del siglo pasado circulaba l iteratura a narqu ista, v i ncu­
lada a los i n migrantes ita l ianos y españoles. A pesar de las restricciones
lega les, su circulación conti nuó en aumento y en la década de los vei nte
hay not icias de la existencia de obras socia l i stas y comu n i stas.
En esta labor de d ifusión fue fu ndamental el aporte de i nte­
lectuales como Ornar Dengo, Carmen Lyra y Joaqu ín García Monge,
qu ienes hab ían permanecido en el extranjero, manten ían u na gran
cantidad de v íncu l os i nternacionales y rec i b ían muchas publ icaciones.

68
De la Cruz, destaca al Dr. A niceto Montero, como d ifusor de la l ite­
ratura marx ista entre los obreros costa rricenses.
En los a ños vei nte ya exist ía n pequeños c írcu los donde se l e ían
los primeros textos del "Manifiesto Comun ista", E l Capita l, y otros
l i bros que dejaba n una huella i ndeleble en la conciencia de ios traba­
jadores nacionales.
Otro aspecto que debe tomarse en cuenta, es la visita a nuestro
pa ís de lo que la prensa denom inó "agentes del comunismo, q u i enes de
Yi
manera há9il y si lenciosa, apo ados por a l gunos elementos nacionales
rea l izan una i ntel igente labor". 8 5 l
E stas visitas d e d i rigentes obreros l igados a la 1 nternaciona l n o se
han logrado comprobar concretamente ni se ha pod ido determ i na r su
importancia, ta l vez por las condiciones en que se d i eron. E x i sten noti­
cias del paso por Costa R ica de R odo lfo Wedel Ouirós en 1 925, quien
s u p u esta m e n t e v en ía con credenciales del mov imi ento obrero
colombiano y desde su l l egada trató de vincu larse a la Federación de
Trabajadores. " E n sus i ntervenciones públ icas se declaraba comunista ,
representante del proleta riado i nternaciona l , hablaba de la R evolución
R usa , de Leni n, atacaba l a rel igión y el acaparador de azúcar G u il lermo
N iehaus, ma nifesta ndo que era necesario la creación del comunismo en
el pa ís". 1 8 6 )
Otra visita i nternaci onal registrada fue l a l l egada a Costa R ica en
1 927, de F rancisco de Hered ia i nvitado por la U n i versidad Popular. De
Hered ia era colombiano y m i l itaba en las f i l as del Partido R evo­
lucionario Soci a l i sta de ese pa ís, que en la práctica constitu ía el Partido
Comu nista, y estaba adh er ido a la 1 1 1 1 nternaciona l . El propósito de su
visita era d ictar u n ciclo de conferencias sobre problemas sociales.
De H ered ia, murió misteriosamente, por causa de un incend io que
se desarro l l ó en el hotel donde se hospedaba, las razones que provo­
caron este suceso nunca fueron i nvestigadas a fondo. 1 8 7 l
Tamb ién hay noticias d e que, entre 1 926 y 1 927, trabajó en
Costa R ica un activista revo lucionario cubano, quien poster iormente
estuvo en la d i rección cari beña del Socorro Rojo 1 nternaciona l . ( 8 8 )
Otro aspecto i mportante fue el desa rro l lo de la l ucha socia l en
Centroamérica y Panamá, donde la ideo!og ía revol ucionaria impregnaba
a importantes sectores de trabajadores. En 1 922 se hab ía fundado el
Partido Comu nista de Guatemala, el cual desde 1 924 sol icitaba su
i ngreso a la I nternacional Comunista, sin obtener respuesta. De a h í que
en la Conferencia de Partidos Comun istas de América Lati na, en 1 929,
un representante de Guatema la expresara lo siguiente:
" La I nternaciona l Comunista l l egó tarde a América Latina y espe­
cial mente a América Centra l , donde existen grandes simpatías para
nuestro Partido. E sta Conferencia debe tener muy en cuenta a los

69
partidos centroamericanos y ded icar más atención al movim iento revo­
l ucionario de esos pa íses". ( B 9 )
Para esa m isma fecha - 1 922- se fundó también el Partido Comu­
nista de Honduras, d i r igido por M anuel Cá l i x Herrera, sobre la base de
los obreros bananeros. ! 9 o ) Más tarde este Partido va a desaparecer
como consecuencia de lá represión de que fue objeto y de su escaso
desarrol lo. E n 1 925 se formó el Partido Com u nista de Panamá, que
l l evó originalmente el nombre de Partido Labori sta y posteriormente, se
adh i rió a la 1 nternacional Comunista. ( 9 1 )
En 1 925, el Partido Comun ista de G uatema la recibió la visita d e
u na del egación d e l Partido Comu n ista Mex icano, encargada de atender
los problemas d e esta región, que man ifestó la necesidad d e que el
Partido Comunista de Guatemala se convirtiera en el Partido Comu n ista
2)
de Centroamérica, seccion de la 1 nternaciona l Com u nista. ( 9 Luego,
se envió una delegación a El Salvador para q ue organ izara el partido d e
ese pa ís. E n este proceso j ugó u n papei muy importante F a rabu ndo
Martí, gran i nternaciona l i sta, quien en el transcurso de su vida participó
d i rectamente en las luchas revolucionarias d a Méx ico, N icaragua, Guate­
mala y en su propio pa ís, donde murió fusilado en 1 932.
Costa R ica nu nca estuvo representada en el Partido Comu n ista d e
Centroamérica. No s e ha pod ido determ inar qué tipo de contactos se
establecieron pero es i r.negable que los procesos centroam ericanos
infl u ían en el desarrol lo de la conciencia nacional Otros partidos comu­
n i stas lati noamericanos fundados entre 1 9 1 8 y 1 925 al calor de la
R evol ución d e Octubre, fueron los de Argenti na, U ruguay, C h i le,
México, B rasil y Cuba .
La fundación del Partido Comun ista en 1 93 1 , no fue un h echo
aislado, sino que forma parte de un p;oceso h istórico que le da origen.
Para 1 93 1 , en la sociedad costarricense, hab ían mad u rado las cond i­
ciones objetivas y subjetivas que expl ican su creación.

70
C ITAS Y NOTAS

(1) Samper, Mario. Op. Cit. p . 58.


(2) Cfr: R a m írez y Sal ís. Op. Cit., tomo 1 , p . 1 37 .
(3) D e la C r u z , V l ad i m i r . El Primero de Mayo de 19 13. ( U n iversidad N ac i o na l ,
F a c u l tad de C i encias Sociales, I nstituto de E studios del Trabajo,
m i meogrf., 1 9 79) p. 1 7 .
(4) Partido Vanguardia Popular. C u rso E lemental 57 cuestiones que debe
conocer todo militan te del Partido. San José, 1 96 7 , p. 1 . Apud: De la C ru z ,
1 980, p. 2 6 .
(5) D e l a C r u z , Op. Cit., 1 979, p . 2 1 .
(6) ldem, pp. 2 1 -22 .
(7) l d e m , p , 23.
(8) l d e m , p . 30.
(9) D e l a C r u z , V l ad i m i r . Las luchas sociales en Costa Rica 1870- 1930. (San
José, Costa R ica, E d ito r i a l Costa R ica) p . 68.
( 1 O) De la C r u z , 1 9 79, p. 30.
(11) L o e . cit.
(1 2) D e la C ru z , Op. Cit., 1 980, p. 7 1 .
( 1 3) De la C r u z , 1 979, p. 30.
( 1 4) R ojas, M a n u e l . " E l desar r o l l o d e l movim iento obrero e n Costa R ic a , un
i ntento de per iod ización " . E n : Revista de Ciencias Sociales. No. 1 5 - 1 5 .
( U n iversidad d e Costa R i ca, 1 9 78 ) p . 1 3 .
( 1 5) De la C r u z , 1 9 79, p. 24.
( 1 6) ldem , p. 2 5 .
(1 7) De la C r u z , V la d i m i r . Op. Cit., p. 2 5 .
( 1 8) l d em , p. 3 1 .
( 1 9) l d em , pp. 3-9-40-4 1 .
( 20 ) De la C ru z , V l ad i m i r , Tendencias en el movimiento obrero costarricense
( 1 87 0 - 1 930 ) , (México, 1 980) pp. 6 - 7 .
(21 ) De la C r u z , Op. Cit, 1 980, p. 4 1 .
(22) Periódico E l Heraldo de Costa Rica, 6 de j u l io de 1 893. Apud: D e la C r u z ,
1 980, O p . C it, p. 4 5 .
(23) El Independien te Demócrata, 13 de junio d e 1 89 7 , p. 3. Apud: D e la C r u z ,
1 980, p. 4 6 .
(24) D e l a Cruz, 1 980, p. 1 4.
(25 ) Gamboa, F rancisc o . Costa Rica, ensayo histórico. (San José, I mprenta y
L i tografía E l ena, 1 9 7 4 ) pp. 7 0 - 7 1 .
(26) D e la C r u z, Op. Cit, 1 980, p. 95 .

71
(27) D e la C r u z , 1 9 79, p . 4 5 .
(28) De la C ru z , 1 980, p. 8 3 .
(29) D e la C ru z , 1 979, p p . 5 1 -6 1 .
(30) Salazar, Jorge M a r i o . Po//tica y Reforma en Costa Rica. ( 1 9 1 4 - 1 958) .
E d itor i a l Porven i r , 1 98 1 , p p . 43, 44, 45 .
(31 ) l dem, p. 42.
(32) De la C r u z , 1 980, p . 91 .
(33) l dem, p. 92.
(34) l dem, p . 94.
(35) l d em, p p . 1 0 7 - 1 08 .
(36) ldem, p. 1 08 .
(37) l dem, p p . 1 08 - 1 09 .
(38) La Gaceta, 4 de d i c i embre de 1 920, p . 2. Apud: De la C r u z , 1 980, p. 1 1 O .
(39) Avi lés v . . C a r l o s A . Los derechos y las garant/as sociales en el desarrollo
constitucional de Costa Rica. (San José, Costa R ica, T esis, U n i versidad d e
Costa R ica, 1 9 74) p . 5 5. Apud: R ojas, M a n u e l . 1 9 7 8 , p . 1 5.
(40) De la C ru z , 1 980, p. 1 1 2 .
(41 ) l d em, p . 1 1 5 .
(42) l dem, p . 1 1 7 .
(43) ldem, p. 7 2 .
(44) G ud m unson, Lowe l l . Las luchas agrarias del Guanacaste, 1900- 1935, res­
puesta al capitalismo agrario y al reformismo pol/tico. ( U n iversidad
Naciona l , H ered i a , 1 98 0 ) . p . 1 .
( 45) l dem, p . 1 1 .
(46) ldem, p. 1 6.
(47) De la Cruz, 1 980, p . 9 9 .
(48) Diario de Costa Rica 8 de febrero d e 1 92 0 , p. 2. Apud: D e la Cruz, 1 980,
p. 1 00 .
(49) La Tribuna, 1 0 de febrero de 1 924, p. 7 . Apud: D e la C r u z , V lad i m i r ,
1 980, p . 1 25 .
( 50 ) De la C r u z , 1 980, p . 99 .
(51 ) l dem, p. 1 01 .
(52) l dem, p . 1 40 .
( 53 ) l dem, p . 1 2 1 .
( 54) Cfr : V o l i o Brenes, M ar i na . Jorge Vatio y el Partido Reformista. ( E d ito r i a l
Costa R ica, 1 9 7 8 ) .
(55) l d em, p p . 1 0 1 - 1 04 .
( 56) La Tribuna, 7 de febrero de 1 92 5. p . 4.
(57) L a Tribuna, 5 d e enero d e 1 92 8 , p . 1 .
( 58 ) Diario de Costa Rica, 31 de mayo de 1 92 8 , p. 6 .
( 59) Diario de Costa Rica, 2 d e agosto d e 1 92 8 , p . 4 .
(60) La Tribuna, 8 de agosto de 1 9 29, p . 1 .
(6 1 ) Diario de Costa Rica, 1 7 d e j u l io de 1 930, p . 1 .
(62) La Tribuna, 23 de j u l io de 1 930, p . 3 .
(63) La Tribuna, 26 de j u l i o de 1 930, p . 1 .
(64) La Tribuna, 6 de d i c iembre d e 1 928, p . 5 .
(65) La Tribuna, 2 de noviembre d e 1 930, p . 1 O .
(66) D iario de Costa Rica, 1 4 de a b r i l de 1 93 1 , p . 5 .
(67) L a Tribuna, 4 de set i embre de 1 9 2 7 , p . 4.
( 68) La Tribuna, 1 3 de enero de 1 92 7 , p. 1 3 .
(69) Diario de Costa Rica, 1 9 de j u n i o de 1 9 28, p . 4.
(70) Diario de Costa Rica, 26 d e j u n i o de 1 9 28, p . 4 .

72
(71) La Tribuna, 8 d e marzo d e 1 928, p . 1 .
(72) C o l e , G . D . H . Historia del pensamiento socialista VI. Comunismo y social
democracia 1914- 193 1. ( M éxico. F o ndo de C u ltura Económica, 1 97 5 )
p . 274.
(73) L a Tribuna, 9 de septiembre de 1 92 8 , p . 4 .
( 74) Diario de Costa Rica, 16 de octubre de 1 928, p. 5.
(75) L a Tribuna, 2 1 de febrero de 1 928, p. 3 .
( 76 ) L a Tribuna, 2 6 de marzo de 1 929, p. 3 .
(77) L a Tribuna, 1 O de septiembre de 1 9 29, p. 1 4.
(78) La Tribuna, 1 4 de agosto de 1 929, p. 3 .
( 79 ) L a Tribuna, 2 5 de febrero d e 1 930, p. 4 .
(80) O t i l i o U l ate fue sacado d e l a pape l eta d e l Partido A l ianza d e Obreros,
Campesinos e 1 ntelectuales debido a l a presión de los trabajadores, pero su
nombre permaneció puesto que el tiempo para notificarlo ante el orga­
n ismo electoral habfa ter m i nado.
(81 ) La Tribuna, 25 de febrero de 1 930, p. 4 .
(82) La Tribuna, 28 de febrero de 1 930, p. 6.
(83) Documentos de la I Internacional. E d ición C a l icanto. S uenos A i res, 1 968,
p. 9.
(84) 1 nstituto de Marxismo Leninismo. La Internacional Comunista. ( M oscú ,
E d i to r i a l Progreso s. f. ) p p . 7 y 8 .
(85) La Tribuna, 2 de agosto de 1 930, p. 9.
( 86) De la Cruz, 1 980, p. 1 2 5 .
(87) l d e m , p. 1 28 .
(88) Samper, 1 9 79, p. 57.
(89) Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana. ( B uenos
A i res, Argentina. E d itorial Sudamericana, s.f. ) p. 1 35 .
(90) De la C ruz, V la d i m i r . Apuntes para la historia del movimiento obrero
centroamericano, ( U n iversidad N aciona l , H ered i a , 1 98 1 ) p. 8 .
(9 1 ) Versión de la P ri mera Conferencia C o m u n ista Latinoamericana, p. 1 24 .
(92) l d em, p. 2 2 5 .

73
CAP I T U LO 1 1 1

LA C R I S I S G E N E R A L D E 1 929 Y SU IMPACTO E N
COSTA R ICA

1. Consideraciones generales sobre las crisis.

La crisis económ ica de 1 929 agud i z6 los confl ictos socia l es y


poi íticos en nuestro país. D entro de esta coyu ntura nació el Partido
Comun i sta y fueron sus efectos los que perm itieron que esta naciente
organización se arra igara rápidamente en las masas popu lares e i n iciara
su ex i stencia.
Esta situación nos plantea l a necesidad de estud iar el fenómeno
de las crisis del capital ismo, no sólo en el plano económ ico, sino
también en el poi ítico e ideológico.
La sociolog ía bu rguesa entiende la crisis como un i nstante o mo­
mento d i sfuncional que rompe de manera intempestiva el fu ncio­
nami ento a rmonioso del sistema. Esta visión de la crisis, como
momento pasajero hasta el restablecimiento del equ i l ibrio necesar i o
entre oferta y demanda, oculta la d i námica r é a l del fenómeno: las
contrad icciones y las l uchas de c lases i nherentes a la reproducción
capita l ista.
Otra concepción, a nuestro j u icio equ i vocada, es aq uel la que,
partiendo del hecho rea! de que la reproducción de las relaciones capi­
ta l istas i ncluye dentro de s í elementos de crisis, concluye que sus
efectos son l i nealmente crecientes y que acentúa, evo lucion i sta,
mecánica y automáticamente su destrucción, por l o que siempre está
viviendo su úl timo momento . (
1 l

Si bien es c ierto que los elementos genér icos de crisis están


presentes y actúan permanentemente en la reproducción de l as rela­
ciones capita l istas, las crisis deben verse en relación con las transfor-

75
maciones propias que se dan en las d iferentes fases y ritmos por las que
atraviesan las contradi cci ones del desarro l lo cap ital ista, y debe enten­
derse la especificidad de cada "momento".
\
De esta manera, las crisis se nos presentan como situaciones o
per íodos donde se condensan y agud izan las contradicciones del
sistema. La crisis no es u n momento sino u n proceso de agud ización de
contrad icciones, con r itmo propio y específico, según la i nstancia en
que se manifieste este proceso con sus tiempos fuertes y débi les, a ltos y
bajos. Constituye, en su extensión, toda u na situación-coyuntu ra parti­
cular de condensación de contrad icciones.
En el plano económico, la crisis cap ita l i sta es una crisis de super
producción, que nace simultáneamente con la gran i ndustr i a . ( 2 ) E s el
capita l ismo e l que engendra l as crisis de superproducción. Los cap i ­
ta l i stas tratan de l imitar a l máximo la parte del cap ital que corresponde
al mantenimien¡o --y reproducción de la fuerza del trabajo, de a umentar
su gana ncia y a la vez, restri ngu i r l a capacidad de consumo de mer­
cancías. Pero, contradictoriamente el capita l i smo, tiende a producir más
mercanc ías de las que se pueden negociar en el mercado. Por su
voracidad, y deseos de obtener ganancias, los cap ita l istas producen más
mercancías de las que los obreros pueden consu m i r. La sobre·
producción no se establ ece en relación con la verdadera demanda de
bienes que la clase trabajadora necesita ( l a p r i ncipal afectada por la
crisis) s i no en relación con su restr i ng ida capacidad adquisitiva. E sto
expl ica su relatividad . ( 3 )
Podemos afirmar, entonces, q u e las crisis económicas constituyen
una agud ización de esta contrad icción básica del capita l ismo: la pugna
entre el carácter social de la producción y la forma privada de la apro­
piación del producto.
Estos fenómenos de crisis no son excepciona l es ni casuales en el
modo de producción capita l i sta ; son inherentes al sistema y se mani­
fiestan periódicamente, aún más, son agud izaciones necesarias para 1a
vida y el desarro l l o de esas tendencias estructu rales del capita l ismo ; la
concentración de la r iqueza y la prol etar ización.
Pero las crisis económ icas no se traducen automáticamente en
crisis poi íticas e ideológicas. Lo poi ítico no es un reflejo o expresión
mecán ica de lo económico. La crisis pol ítica tiene que ser comprend ida
en su marco específ ico y consiste, p r i ncipalmente, en u na "mod i­
ficación sustanci a l " en la corre lación de fuerzas de la lucha de las clases,
como plantea Poulantzas: "mod ificaciones que a su vez determinan, de
manera espec ífica, a los elementos propios de l a crisis en el seno de l os
aparatos del Estado : formas revestidas por las contradicciones de las
clases en l ucha, configuraciones de las a l ianzas de c lase tanto del lado
del bloque a l poder como del lado de las clases explotadas-dom i nadas,

76
apar1c1on de nuevas fuerzas sociales, relaciones entre l as formas de
representación-organ i zación de las clases y éstas, nuevas contradicciones
entre el bloque al poder y a lgunas de las clases domi nadas que fun­
cionan como clases-apoyo del bloque al poder, etc." ( 4 l .
Las crisis poi íticas tienen rasgos particulares que resu ltan de esa
condensación de contradicciones en el campo poi ítico, que afectan el
aparato del Estado en su papel de 1 nterventor económico, organ i zador,
agluti nador y leg iti mador del i nterés del grupo hegemón ico en el poder.
La relación entre economía y crisis poi ítica, debe verse a la luz de
la lucha de clases presente en las relaciones de producción. La lucha
poi ítica es, en lo fundamenta l , una lucha por el poder que expresa, en sí
m isma, la compos ición de las fuerzas sociales en pugna.
En la medida en que las clases dom i nantes, sustento del aparato
estata l , i ntervienen de u na manera más d irecta en las relaciones econó­
micas propiamente d ichas, la crisis económica se traduce en crisis
poi ítica de u na manera más d irecta y orgán ica.
Pero una crisis económica no necesar iamente se traduce en crisis
poi ítica, y la crisis económica que se traduce en crisis poi ítica no nece­
sariamente tiene u na contemporane idad o concordancia cronológica,
cada u na tiene su ritmo propio. Asimismo, u na crisis pol ítica puede
presentar un atraso con respecto a los efectos masivos de la crisis eco­
nómica o viceversa. También es i mportante anotar que la crisis pol ítica
puede ser un factor de crisis económica.
De por demás está decir que el Estado siempre i nterviene en la
econom ía, (aún el "estado l ibera l " de la Costa R ica de 1 930) como
monopolizador de a lgunas ramas de la producci ón, organizador d irecto
o i nd i recto, o, en ú ltimo caso, como l egitimador de determinadas rela­
ciones de producción. Por el lo es que u na crisis poi ítica se articu la casi
siempre con u na crisis ideológica; porque las relaciones de domi nación y
subord i nación ideológ icas están presentes y son deter m i na ntes en la
reproducción económica y en la constitución de las clases soc i a l es y el
Estado.
La ideología no debe entenderse exclusivamente como " ideas", se
encuentra presente, forma parte importante de las prácticas materi a l es y
de la forma de vida de una sociedad dada.
En el modo de producción capital ista existe una particu laridad en
cuanto a las relaciones entre el Estado y la economía : es la "separación
relativa" del primero con respecto a la esfera de las relaciones propia­
mente económicas (de producción, de acu mulación de capita l , de
extracción de pl usva l ía ) . Esta "separación relativa" se expl ica, en parte,
por la necesidad que tiene la clase domi nante, o el sector de clase
hegemónico, de crear u n "consenso" ideológico entre l a clase o sectores
de clase domi nante y las clases domi nadas. De esta manera organiza y

77

----- --
dom i nantes -clases domi nadas atraviesa los aparatos que material izan y
concentran el poder de la o las clases y fracciones dom i na ntes en sus
contradicciones con las domi nadas". ( 5 )
D e esta manera, se comprende que l a acción del E stado es el
resultado de las contradicciones de clase i ncl u ídas dentro del aparato
estata l . La estructura i nterna de cada aparato estatal se establ ece
mediante u na relación entre las d isti ntas fracciones de la clase dom i­
nante y su interés particular en las d iferentes ramas del Estado. Las más
poderosas son controladas por los sectores o fracciones de clase hege­
món icos, en una relación de control escalonado ( Ejecutivo, parlamento,
ejército, magistraturas, m i n i sterios, a lca Id ías, municipal idades, etc. ) .
Así, las med idas del Estado se establ ecen por med io de u n
proceso d e contrad icciones i nterestata les y l a crisis d e l aparato del
Estado se pone de manifiesto a través de la agud i zación de estas contra­
d icciones entre los d ist i ntos organ ismos del Estado.
Las crisis poi íticas, tanto en las modificaciones de fuerzas i nter­
c lase domi na nte, como entre ésta y las clases dom i nadas, se articu lan
necesariamente con u na crisis ideológica, que en lo que se refiere a l
Estado s e traduce en u na c r i s i s de legitimación y s e mater i a l iza en los
aparatos de dom i nación ideológica ( ig l esia, med ios de i nformación,
aparato escolar, cultura l , etc . ) , el aparato de i ntervención económica del
Estado y sus aparatos represivos (ejército, pol i c ía , justicia, etc. ) .
S i comprendemos que e l capital ismo e s u n todo internacional , nos
daremos cuenta de que las crisis presentan sus particu laridades en los
d isti ntos eslabones del sistema. U na crisis en un eslabón, puede generar
u na crisis en todo el sistema, de acuerdo con la importancia y el rol que
ocupe determi nada econom ía y sociedad con respecto a la total idad.
La crisis de 1 929 es ejemplo claro de lo anterior, en razón de que
una crisis en el polo hegemónico del sistema m u nd i a l capita l ista, U .S.A.,
impl icó el traslado de esas contradicciones a todas las econom ías y
sociedades adscritas al mercado mundial capita l ista .
E n las "econom ías periféricas" del sistema, cuya fu nción era pro­
ducir materias primas y atender el mercado de productos i ndustriales e
i nversi o nes d i rectas, las ramas que se v ieron más afectadas por la crisis
de 1 929 fueron aquellas que estaban más estrechamente vinculadas al
mercado m u nd ia l capital ista. E n Costa R ica , para 1 930, los principa l es
ejes de la producción naciona l estaban estructurados de tal manera que
satisfacían las necesidades del mercado mundial capita l i sta.

78
2. La crisis de 1 929 en Costa R ica.

La agud ización de las contrad icciones en la estructura económica,


derivada de l a reproducci ón del capital ismo, constituyó el a ntecedente
i nmediato de la crisis de 1 929 y se gestó en el lapso de vei ntici nco años
que anteced ió a su material ización.
La experiencia d e las crisis económ icas no era u n fenómeno nuevo
en la Costa R ica de 1 929, efectos de las cri-sis c íc l i ca s del cap ita l i smo ya
se h a b ía n sentido en 1 847, 1 897 y d urante la 1 G u erra M u nd i a l .
La crisis d e 1 897-1 907 provocada por u n a superproducción
mund ial de café y por la consigu iente baja en los precios i nterna­
cionales, marcó el i n icio de la agud ización de las contrad icciones
prop ias del desarrol lo cap ita l ista depend iente .
.A. lo largo del primer cap ítu lo tratamos de mostrar la expansión
de las relaciones capita l i stas de producción y la penetración del capital
monopól ico en los sectores más d inámicos de l a estructura económica.
Este desarro l l o capita l i sta depend iente tuvo como eje la prod ucción
cafetalera, pero no se l imitó a e l l a. La consol idación de los capita les
agr ícolas se reflejó en la concentración de la propiedad de las tierras
cafetaleras y la extensión de las relaciones capita l i stas de producción a
otras actividades, especialmente la agro i ndustria y, en los in icios del
siglo X X , la i ndustria urba na . Para esta época era tamb ién notoria la
concentración y centra l i zación de los cap itales en la esfera de la circu­
lación económ ica: la banca y el comercio.
La presencia del capital extranjero, a f ines del siglo X I X , en la
producción y comercial ización del banano, la m i nería , los transportes,
la banca y l as comun icaciones reforzó a ú n más el desarrol l o capita l i sta
depend iente y las tendencias d erivadas de é l : concentración, acu­
mulación y proleta rización.
En s íntesis, por l i m itado que fuese el desarro l l o del cap ita l ismo en
el primer tercio del siglo X X , es i nd i scutible que las empresas cap i­
tal istas se impon ían en el conjunto de la producción.
Las consecue ncias sociales de la amp l i ación y reproducción del
capital ismo quedaron plasmadas en los procesos de expropiación,
proletarización y pauperización cr eciente de u n amplio sector de la
poblaci ón.
En l o fundamenta l , el problema de los pequeños propietarios agr í­
colas fue la subord i nación d i recta al cap i ta l , que controlaba el créd ito,
el procesamiento y la comercial ización del producto. E sta circunstancia
determinó que muchos pequeños propietarios tend ieran a perder sus
tierras o a proleta r izarse parcialmente dada la necesidad i m periosa de
trabajar parte del tiempo por u n jornal. ( S )
Para e l peq ueño productor l a espec i a l ización productiva significó

79
una mayor v i ncu lación con el mercado en su doble función d e
productor y consumidor. N o obstante, depend i ó siempre de l a s fluctua­
ciones en los precios i nternaciona les, esto orig i nó su subord i nación a l
capital comercial y usurario, y por ú ltimo, el abandono grad u a l de los
productos de subsistencia.
La expropiación de los campesinos en aq uellas áreas domi nadas
por e l capita l , condujo a l a proletarización parci a l o compl eta, o al
desplazamiento hacia nuevas áreas de co lon ización.
La ocupación i l egal de tierras l legó a ser u n prob lema de cierta
magnitud, puesto que en 1 926 se presentó en el Congreso un proyecto
denomi nado " Ley sobre deshaucios" . Al respecto son i nteresa ntes los
comentarios de don R icardo J i ménez, presidente de la R epúb l ica :
" La propiedad es sagrada, puesto que los pod eres púb l i cos no h a n
logrado confiscarla jamás, n i las multitudes arrebatarl a . L o s capita l i stas
extranjeros que han i nvertido su fortuna en propiedades, los Bancos que
dan d i nero sobre h ipotecas, reposan sobre l a confianza de que la propie­
dad es respetada. Y cuando perdamos esa justa fama de la que gozamos,
perderemos todo créd ito y nos tratarán como a pueblos d esor­
ganizados". ( 7 ) Don R icardo añad ía que ese proyecto fue presentado
con el propósito de defender el derecho de la propiedad, y otorgarle
cred i b i l idad a los t ítulos que exped ía el R eg istro Públ ico.
La proletarización parcial o completa fue caracter ística de
aquel la s regiones donde el control d i recto del cap ita l era mayor, puesto
que los trabajadores l legaron a depender exc l us ivamente de su sa lario.
La producción, en consecuencia, se organ izó e n cond iciones técnicas
específ icamente capital istas. ( S l E s el caso de la producción agro i ndus­
tri a l , los transportes, la m i nería y la i ncip iente i nd ustria urbana.
La pauper ización creciente de las masas, origi nada por l a apro­
piación del plus trabajo de los campesinos a través de l a comercia­
l i zación y la apropiación de pl usval ía ad icionada al producto por
q u i enes vend ían su fuerza de trabajo, quedó reflejada en sus cond i­
ciones de vida. Las d imensiones de los prob lemas de v i v ienda, sa lud
públ ica, desnutrición, morta l idad i nfanti l , a l canzaban n iveles alar­
mantes, mucho tiempo antes de producirse la crisis de 1 930.
S i n embargo, a pesar de que la econom ía costarricense se
mostraba sumamente vul nerable y los prob lemas sociales se agigan­
taba n , no se producían mod ificaciones en l a poi ítica económica.
Por el contrario, el .café siguió siendo considerado el grano de oro,
la base de nuestra r iqueza social y por consig u i ente, a pesar de su lenta
desvalor ización se conti nuó expand iendo su producción. El 70% del
valor total de las exportaciones, fue producto del café; no existió otra
fuente de d ivisas más significativa. Prácticamente se puede afirmar que
el tipo de cambio se def i n ía por el "reflejo natur a l " de los precios y del

80
valor del café. En este contexto, esta l l ó la 1 G uerra Mundial, que puso
f i n a un ciclo de auge de la econom ía capital ista, al i nterior de la cual, la
producción costa rricense h a b ía mostrado u na tendencia al crecimiento
constante y a la prosperidad aparente, a pesar de las crisis citadas
anteri ormente.
La 1 G uerra Mund i a l para l izó el comercio i nternacion a l , provocó
en Costa R ica, la d ismi nución de las exportac iones y de las i mpor­
taciones. S i n embargo, la exportación de café logró mantenerse a pesar
1 de una sensible baja en los precios.
El sector agroexportador resolvió rápidamente los problemas de
colocación del café. En 1 9 1 8, entró en u n per íodo de expansión
i nd uc ido por u na venta extraord i naria de post-guerra a los USA. E l más
afectado fue el estado costarricense, cuyo f i nanciamiento depend ía en
gra n parte de los i mpuestos adua neros y del monopo l io de la fabr i ­
cación d e l icores. S u s i ngresos bajaron de 5.5 m i l lones en 1 9 1 3, a 1 . 1
m i l l ones en 1 9 1 8, s i n variar sus compromisos fina ncieros naciona l es e
i nternacionales.
Por otra parte, en 1 9 1 3 la U FCO i n i ci ó u n proceso de dec l i nación
de la producción ba nanera que se prolongó por dos décadas, con lo que
i ncrementaron los problemas socia les concernientes a la desocupación y
a su secuela, la miseria .
Es importante recalcar, para precisar el conocimi ento de l a
situación, que la econom ía ag r ícola costarricense sustentaba s u s expor­
taciones en tres productos básicos, a saber: café, ba nano y cacao,
puesto que el los constitu ían el 94.3% del valor total de las expor­
taciones. ! 9 l
E l entonces presidente, Alfredo González F l ores i ntentó poner en
marcha u n proyecto reformista con el f i n de a l iviar los efectos de la
crisis económica med iante u n sistema tributario directo, que gravara a
los capital istas y compensara la disminución de los i ngresos del Estado.
Tomó dos medidas que afectaron d irectamente a los grandes propie­
tarios : el impuesto territorial y la creación del Ba nco I nternaciona l , u na
i nstitución estatal que reg u l a r ía las f i na nzas y que fac i l itar ía el crédito
rura l . Estas determ i naci ones preocuparon grandemente a la ol igarqu ía
costarricense la cua l organ izó, a través de Federico Ti naco, M i nistro de
Guerra, u n gol pe de estado en 1 9 1 7 .
E l gobierno t i noqu i sta acentúo aún más los problemas d e l a clase
trabajadora, pese a que contó con el apoyo financ iero de los bancos
privados y de Keith . Se gestó un gran movi miento popu lar contra l a
dictadura. S e desarro l l a ron numerosas huelgas; protestas contra e l alto
costo de la v ida, l os maestros (con Carmen Lyra a la cabeza) d i eron
i mportantes bata l las y se organizó u na Junta Revol ucionaria que desde
N icaragua i mpulsó el mov i m iento armado. Todo esto h izo que la

81
d ictadura no concluyera el año de 1 9 1 9.
R establecido el orden constitucion a l , el reg 1 me n democrático
burgués se fortaleció, amparado por una coyuntura económ ica que se
vislumbró muy próspera y permitió creer que "los d ías de don Cleto y
don R icardo" fueron los mejores de la R epúbl ica.
La vida económica, a part i r de 1 920, se desarro l ló en forma
favorable para las clases más acauda ladas del pa ís, pues se restableció el
orden constituciona l y las abu nda ntes cosechas de café y relativos
buenos precios i nternaci ona l es, mantuvieron inalterable la fuerte depen­
dencia externa.
Este auge económico ten ía mucho de ficticio, era sumamente
vul nerable y sólo beneficiaba a los grupos ol igárqu i cos. La población de
bajos i ngresos ten ía muy pocas pos i b i l idades de gozar de la bonanza
l iberal, en cuanto a educación, vivienda, sa lud, recreación, a l i mentación
e i ncl uso del legítimo derecho a l trabajo. De acuerdo con l o que
muestran los per iód icos de l a época , el bienestar no l l egó a la mayor ía de la
población trabajadora, la fuente period ística deja ver claramente las
condiciones de trabajo, de seguridad labora l , de h ig iene, el a lto costo de
los a rt ículos de pri mera necesidad en relación con los bajos salarios que
empujaba n al proletariado y a l a rtesanado naciona l , a la desnutr ición, a
las enfermedades contagiosas, a l éxodo, a l haci namiento urbano y el
ana lfabetismo.
S i n embargo, los d i r i gentes poi íticos estaban convencidos y
trataban de convencer a l pueblo de la bonanza e x i stente gracias a u n
creci miento sa no y progresivo d e la econom ía . A partir d e 1 924, de
manera precipitada contrataron varios empréstitos extranjeros con el
objeto de crear obras de i nfraestructu ra y de fomentar la producción
(construcci ón de cañer ías, construcción del muelle de Pu ntarenas,
carreteras, electrificaci ón del F . E . a l Pacífico, pavimentación de San
José, saneami ento de L imón, etc . ) . Las consecuencias de esta poi ítica
emprestataria se reflejaron en el exceso y faci l idades de crédito que
ayudaron a l a extensión del cultivo del café: cosechas de las cuales
d i sfrutó el pa ís en los tiempos de crisis. ( 1 O l También esta poi ítica
estimuló las importaciones, se desarro l l ó así un proceso i nflacionario
encubi erto de prosperidad.
E n real idad, desde 1 925 se ven ía n desval or i zando las expor­
t a c iones, pero esta situación no se evidenciaba por causa del
permanente aumento del volumen exportado, en especial del que se
refiere al café, y en menor grado al cacao, pues en los renglones del
ba nano y otros productos si se registraba una merma. ( 1 1 l
Vega Carba l l o muestra, en el cuadro siguiente cómo el precio por
q u i ntal i nglés de café ven ía desva lor izándose desde 1 924.

82
VAR I AC I O N ES E I N D I C E S DE LAS COT I ZAC I O N ES
D E L CA F E DE COSTA R ICA EN LO N D R ES,
1 925-1 934

Años Che l i nes I nd i ce Varia- Colones I nd ice Varia-


ciones ciones

1 925 1 85-2 1 00 1 80 1 00
1 926 1 77- 1 0 96 · �'4 1 73 96 4
1 927 1 80-4 1 /4 97 1 1 75 97 1
1 928 1 75-1 1 /4 95 2 1 79 94 3
1 929 1 63-7 1 / 1 4 88 7 1 59 88 6
1 930 1 50-8 81 7 1 47 82 6
1 93 1 1 02-4 55 -26 93 52 -30
1 932 97-6 53 - 2 75 42 -1 0
1 933 79-9 43 -10 76 42 o
1 934 80 44 1 87 48 6

F uente: Vega Carba l lo, José L u is. Hacia una interpretación del desarrollo costa-
rricense: ensayo sociológico. p . 1 70 .

Lo a nterior demuestra que este auge aparente no proven ía de una


valorización del trabajo nacional expresado en buenos precios i nterna­
ciona l es para el café, sino, por el contrario, en el constante aumento del
volumen exportado. Reafi rmaron esta situación de b ienestar económ ico
a pa r e n t e , l o s e m p r é s t i t o s q u e ( $ 8.000.000.00 en 1 924 y
$ 4.000.000.00 en 1 928 de E E .U U . ) tuvieron u na i nfl uencia temporal
porque el auge fue producto de una i nyección de capital extranjero y
no del desarrol lo económico interno del pa ís.
Por estas razones muy pocos pensaron que se encontraban en la
antesa la de una crisis. El descenso de los precios del café en el mercado
i nternacional se expl ica por el desarro l lo de ciertos elementos pertur­
badores de las econom ías metropol itanas, tales como: la suspensión del
flujo migratorio europeo hacia otras zonas del m u ndo, lo que provocó
un crecí.ente desempleo que se agud i zaba con la progresiva i nnovación
tecnológica, las constantes deval uaciones monetarias que atentaban
contra el dólar y l a l ibra esterl ina, el fenómeno de la movi l ización de
capitales hacia otras áreas mejores de inversión, generador de dese­
q u i l ibrios en la balanza de pagos y, en lo fundamental , la crisis de los
productos agr ícolas y de materias primas, b ienes que sufrirán u na
permanente baja de precios, en contraste con el a l za de los productos

83
i ndustriales. 1 2 l
(
E n consecuencia, creemos que la qu iebra de la bolsa de N ueva
York en 1 929, fue el esta l l ido de una contracción que ven ía gestándose
desde t i empo atrás en l os pa íses capita l istas desarrol l ados. Esta
contracción se man ifestó in icial mente a nivel de la circu l ación y reper­
cutió, posteriormente, en la producción en razón de la contradicción
existente entre el poder adq u isitivo de las masas y su capacidad real de
compra, i nsuficiente para absorber el desarrol lo continuo de la
producción.
E n Costa R ica la crisis se origi nó por una contracción i nterna que
se i n ició en e l sector agroexportador de la econom ía, el más i mportante
de la producción nacional , pu esto que hacia él se orientaban· los capi­
ta l es naciona l es y extranj eros en nuestro pa ís. Posteriormente la crisis se
trasladó a la esfera fisca l , dado que los principales rubros de ingreso del
Estado proven ían de los aranceles aduaneros. La crisis fisca l se tradujo
en u na crisis monetaria que se expresó en la d ismi nución del med io
circu lante, en el retiro de los depósitos bancarios, la restricción de los
créditos y la exigencia del pago de las deudas contra ídas.
Afi rmar, como lo hacía G onzá lez F lores, que la crisis económ ica
de 1 929 fue en sus or ígenes "esencia l mente monetaria" origi nada por
una maia poi ítica económ ica i nterna y que "no tuvo en e l l a parte
a lguna la i ndustria cafeta lera" ( 1 3 l sino más bien los empréstitos que
causaron un auge f icticio, pues correspondía a la "expansión de los
negocios"; decir ésto, es anal izar el prob lema muy u n i latera l mente,
puesto que esta d ismi nución monetaria fue el efecto de la contracción
del sector externo naciona l , que no fue más que un eslabón en la
contracción de la econom ía mund ia l capital ista como total idad.
Aceptamos la afirmación de Gonzá lez F lores en el sentido de que
hubo una ma la poi ítica económica y que e l lo fue un factor de crisis,
pero no fue el origen de la crisis que vivió el pa ís.
Si bien la crisis se ven ía preparando desde antes de 1 929, com­
partimos con Vega Carba l lo el criterio de que ésta "se hizo senti r sobre
todo a partir de 1 932" . " E n este a ño, el derrumbe de los precios i nter­
naciona les del café pasó del 50% y se produjo u na desvalorización sin
precedentes del producto socia l , con su secuela i nterna de contracci ones
cred iticas, baja de las importaciones y crisis fisca l . Se presentaron
numerosas q u i ebras comerciales y una profunda crisis agraria que
abarcó a los cultivos trad icionales de exportación y de subsistencia. Se
agud izó entonces la desocupación y el éxodo rura l ; la concentración de
la propiedad se acentuó más. Una baja sensible en l a producción general
i nterna de bienes . . . " . ( 1 4 l
L a crisis económ ica de 1 929, se extend i ó a todos los campos d e la
vida económica y socia l de Costa R ica. A conti nuación veremos algunas

84
de sus man ifestaciones concretas.

2. 1 . Reducción del Comercio Exterior

Los rasgos más generales de la situación del comercio exterior, en


este per íodo , son los sigu ientes :

1 . En pri mer térm i no la ca ída de los precios del café en el mercado


internaciona l ; producto que constitu ía la col umna vertebral del
comercio externo de Costa R ica .
2. La i nestabi l idad de los mercados trad icional es de nuestras expor­
taciones ( I nglaterra, Alemania, etc . ) , que no pod ían absorber nuestra
producción para la exportación, ni sostener los anteriores n iveles de
precios.
3. La búsqueda, por parte de la ol igarq u ía costarricense, de nuevos
mercados (San F rancisco de Cal ifornia, USA) .
4. R educción del valor y vol umen de las i mportaciones, a partir sobre
todo de 1 930.
5. R educción del precio y volumen de otros productos agr ícolas de
exportación (banano, cacao) .

Puede señalarse, s i n embargo que, hasta 1 93 1 , el vo lumen expor­


tado de café a umentó, pero el precio del café d i sm i nuyó sensiblemente
como producto de la crisis. Vega Carba l l o señala que "entre 1 929-30 y
1 930-31 el vol umen de k i los de la producción del café pasó de d i ecisiete
m i l lones a 20.5 m i l lones promedio, ( . . . ) el índice de precios (base
1 924) fluctuó entre 1 50 y 9 J puntos ( 1 929- 1 930- 1 93 1 ) , sufriendo en el
año 1 932 u na ca ída de 69 puntos, m ientras continuaba en el mercado
de Londres el derrumbe de los precios: de 1 70 colones comerciales en
1 928 a 93 en 1 93 1 , l l egando el año sigu iente ( 1 932) a 75, la cotización
más baja desde 1 924". ( 1 5 )
Los per iód i cos d e l a época ( La Tribu na y E l Diario d e Costa R ica,
pr incipa les voceros de la clase dominante) muestran claramente la
preocupación constante de nuestra ol igarqu ía por obtener i nformación
actual izada sobrfl las fl uctuaciones de los precios en los mercados euro­
peos. A pesar de que, en nuestro pa ís, la cal idad del café permitió u na
mayor fac i l idad de colocación y mejores precios, el sector cafetalero
sufrió una gran contracción, sobre todo a partir de 1 932.
E n 1 93 1 , en j u l io, La Tribuna anuncia que "el 27% del café de
Costa R ica ofrecido en venta en el mercado de Londres ha dejado de
venderse". ( 1 6 )
Esto es s ign ificativo, sobre todo s i tomamos en cuenta que

85
Londres, durante este per íodo, fue el principal mercado y que recib ía
aproxi mada mente el 60% del volumen total de la exportación de
café. ( 1 7 l
E l siguiente cuadro muestra la d isminución del promed io de los
precios en el per íodo que nos i nteresa :

PROM E D I O D E L P R E C I O D E L CA F E 1 925-35

AÑOS GAF E SANTOS SUPE R I O R GA F E M E D I U M BOOD

1 925 1 1 3 chel ines 8 1 /8 peniq. 1 85 chelines y 2 peniq.


1 934 46 chel i nes 9 3/8 peniq . 79 chel i nes y 9 pen i q .

F u ente: Merz, Carlos. O p . C i t . 1 936, p. 1 50-1 5 1 .

E l otro mercado de importancia era Alemania q u e en 1 930


compraba el 45% del café costarricense. ( 1 8 l
E l volumen exportado aumentaba, pero también se acrecentaban
la desvalorización y las posib i l idades de colocar el producto. Esta
situación se agud izó por varias razones: las potencias i ndustr iales
europeas ( I nglaterra, Alemania, F ra ncia, Austria, etc.) favorec ían, en el
consumo de materias primas, a sus propias colonias med iante una pol i·
tica i mpositiva hacia los productos que no eran de sus colonias, como se
muestra en l a i nformación period ista sigu iente:

"Med i ante l a creación de un i mpuesto recomendado por el


gobierno no dejará de entrar a 1 ng laterra el banano que no sea proce­
dente de sus col o n ias". ( 1 9 l
" E l gobierno británico decretará un i mpuesto más a lto sobre e l
café, esto haría q u e s e dismi nuyera en u n buen porcentaje las expor­
taciones de café". ( 2 0 )
Los problemas del comercio también se agud izaron por l a desva­
lorización de la l ibra esterl i na, pues el café se cotizaba en esa moneda y
nuestra riqueza d isminu ía a l bajar la l ibra. 1 2 1 l
S i n embargo, nuestra burguesía (y esto se pone de manifiesto a
través de sus periód i cos) trataba de esti mular la producción, levantando
el án imo del productor naciona l , exa ltando los triunfos de l a ca l idad y
la cantidad del café naciona l vendido al exterior, esperanzando a los

86
c o starricenses y subl imando los m i serables "buenos" precios, e
informando a grandes t itu lares el monto y precio del café tico ven­
d ido. ( 2 2 ) Lo a nterior refleja el terror constante que produda la
i nseguridad de la venta y la uti l ización de i nformación para dar án imo al
desalentado productor naciona l que d eda que: "Por primera vez en
Costa R ica el café está dejando pérd idas. Con excepción de u n pequeño
grupo de productores que cultivaron clase de fantasía, todos los demás
están trabajando con pérd idas a juzgar por los precios obtenidos ( . . . )
las pérd idas están patentes y son más fuertes para q u ienes trabajan en
fincas gravadas con h i potecas, que tienen que reabrir el créd ito" . ( 2 3 )
A pesar d e que e n algunos momentos hubo desplazam iento del
café costarricense en el mercado europeo (sobre todos por parte del
café brasi leño en 1 932 ( 2 4 > , hay que reconocer que l a ca l idad del café
nacional logró hacer que nuestra situación económica fuera menos inso­
portable.
Otras ramas agr ícolas como el banano y el cacao muestran una
fuerte d ismi nución en la exportación. Con el cierre del mercado del
banano en la plaza a l emana, donde para 1 9 3 1 se anunciaba que "no
podrán hacerse nuevos embarques de banano del Pacífico a A leman ia
mientras dure esta ma l a situación" } 2 5 ) l a U F CO restri ngió las compras
a los productores naciona les a ta l pu nto que, seg ú n las declaraciones de
Mariano G uard ia, "todos los productores de banano van a tener que
abandonar esa actividad ya que la U n i ted Fruit Company está absor­
biendo todo de ta l manera que se está convirtiendo en la d ueña ú nica
( . . . ). Esta m i sma situación se presentará con los productores de caña
de azúcar". ( 2 6)
Sin embargo, a pesar de que se anunciaba e l cierre de mercados se
segu ía estimu lando a los productores naciona l es a "que no d escuiden el
producto, que sea cuidadoso, porque puede mejorar l a situación"; ( 2 7 >
i l usiones vagas, pues l a d ism inución era evidente: d e 1 930 a 1 93 1 el
valor de la exportación de banano bajó en l/J 834.375.00. El desempleo
en USA y Europa ocasionaba la restricción del consumo de la fruta.
En 1 932 parte de la producción bananera estaba paral izada como
lo i lustra la siguiente noticia :
" M i l ochocientos acres de banano abandonados, la depresión
obl iga a la U FCO a tomar esa medida en la d ivisión de Costa R ica.
Mucha s serán las personas que quedarán sin trabajo y que se vendr ían al
inter ior, donde la desocupación ya es considerable ( . . . ). Se pierde a l re­
dedor de un m i l lón de raci mos mensuales". ( 2 S )
E n l o q u e se refiere a la producción cacaotera, l a fuente perio­
d ística nos dice que, pa ra este producto, l l egó a "su per íodo más cr ítico
el precio del cacao''. ( 2 9 ) Lo que nos demuestra que durante este
per íodo los tres productos principales de exportación, se v ieron sensi-

87

-
blemente afectados por la crisis y que la r iqueza proveniente del
comercio exterior se vió reducida.
A partir de 1 932, la o l igarqu ía cafeta lera costarricense i n icia la
búsqueda de nuevos mercados y pone especial i nterés en San F rancisco
de Cal ifornia, USA, puesto que a l parecer ofrec ía fac i l idades de fletes
en el transporte y era un centro de d i stribución del grano. Además,
desde 1 93 1 , las organizaciones de productores ( Asociación N acional de
Cafetaleros) planteaban la necesidad de encontrar nuevos mercados, por
l a posible competencia con e l mercado inglés, ya que se empezaba a
producir café en las co lonias br itán icas. ( 3 o )
Costa R ica y algunos pa íses latinoamer icanos trataron, e n d i versas
formas, de defender sus i ntereses como productores de materias primas
en el mercado i nternacional . Para logra rlo i ntentaron crear u na organ i ­
zación i nternacional, según lo revela esta notici a : "Hay i nterés e n los
E E . U U . por saber si se resucitará el proyecto de formar u na asociación
de p r o d u c t o r e s c e n t roamericanos". ( 3 1 > También se planearon
campañas propagand ísticas para promover el consumo d e los productos
en los pa íses compradores. La crisis era profunda en todos los ámbitos
del s istema capita l i sta y, tanto los centros hegemón icos como las colo­
n ias, sufrieron las consecuencias del colapso de l a econom ía interna­
ciona l a la cual estaban sometidos.
En 1 930 las importaciones se hab ían red ucido en un 50% para
1 932 en un 75% del monto que correspond ía a 1 929, ( 3 2 1 el punto más
bajo del ciclo cr ítico.

2.2. La crisis fiscal

Dos canales fundamentales eran los que a l i mentaban las arcas del
fisco costarricense: los impuestos aduaneros a las i mportaciones y
exportaciones y la Fábrica N acional de L icores. Ambos sufrieron u na
drástica ca ída sobre todo a partir de 1 932. E l renglón fuerte del i ngreso
naciona l eran las rentas aduanales, que osc i laban entre el 45% y el 50%
del tota l de la recaudación fisca l . E ntre el 1 0 y el 1 5% provenían de los
� mpuestos a la exportación : "era un t ípico rég i men impositivo adscrito
a una econom ía abierta al exterior y socia lmente i njusta que basaba su
estructura tributaria en i mpuestos indirectos". ( 3 3 l
A l bajar los ingresos aduaneros como consecuencia de l a re­
ducción de i mportaciones y la desva lor ización de las exportaciones la
crisis se reflejó, i nmed i atamente, en el fisco. ( 3 4 l En 1 929, las entradas
aduaneras l l egaron a la suma de f/t 23.5 m i l lones y en 1 930, el pr imer
año de crisis bajaron a ra 1 2 .7 m i l lones o sea el descenso fue de u n 47%.
E n el mes de abr i l de 1 932, las entradas ad uanales no l l ega ron n i a

88
un m i l lón de colones. { 3 5 l
Carlos Merz recomendaba " l a combi nación prudente de la i mpo·
sición tributaria d irecta o indirecta" . S i n embargo, Gonzá lez F l ores lo
había intentado y la clase dom i na nte había respondido con una cruel
d ictadura mi l itar.
Las leyes proteccion istas de la agricu ltura (cerea les, conservas,
granos, verduras, frutas secas, etc.) d ismi nuyeron el i ngreso rea l del
consumidor y generaron especu laciones y carestías.
La ol igarqu ía no i ncrementó la producción n i sustituyó las i mpor­
taciones, de ta l manera, que ami noraran los lazos de dependencia . N o
sólo s e atribu ía la crisis a los problemas d e l mercado i nternaciona l , sino
que se criticaba el despi lfarro popular y la desmedida i mportación de
artícuios de l uj o antes de 1 930.
Ante la crisis se instauraron dos tipos de med idas fiscales: se
elevaron los impuestos y se sometió al pueblo a un régi men de aus­
teridad. El gobierno decretó impuestos a l café, a la céd u l a de identidad,
a la gaso l i na , a los cigarril los, a las bebidas gaseosas, suspend i ó puestos y
redujo sa l ar ios, "reorga nizaciones necesarias" en los Departamentos del
F erroca rr i l E l éctrico a l Pacífico, en los tal l eres de obras púb l i cas, en la
D i rección G enera l de Cami nos y Puentes y entre otros, a l M in i sterio de
Educación. { 3 S l
E n todas las i nsta ncias de la adm i n i stración públ ica de don Cleto
( 1 928-32) (fines), y de don R icardo, es notor i a la ausencia de u na
orientación y u na plan ificaci ón hacenda ría. E l Estado no atend i ó los
efectos pauperizadores de la crisis. Las med idas tomadas para solventar
el problema fiscal recayeron en l os trabajadores, pues sobre el los el
Estado descargó el peso de su poi ítica tributaria y sus med idas de
auster idad.

2.3. Crisis Comercial

La crisis comercial que afectó a los pa íses desarrol l ados se exten­


dió a nuestro pa ís como producto del deterioro en la capacidad adqu i­
sitiva de la mayoría de la población. La crisis se evidenció e n 1 929 y se
agud izó conforme decrecían l os precios i nternaci ona l es de nuestros
productos de exportación.
E n 1 93 1 los comerciantes consideraban que l as ventas hab ía n
disminu ído e n un 6 0 % d e acuerdo con el a ñ o anter ior. E sto produjo e l
despido masivo d e empleados y l a qu iebra de a lgunos negocios. { 3 7 l
S i n embargo, se creyó que l a qu iebra d e muchos comerciantes
significaba un "reajuste necesa rio", puesto que era imposible mantener
un sector comercial tan grande como el que exist ía . Quedaron a flote

89
so la mente los que contaban con capita l para resistir la crisis.
La banca supri mió todos los créditos y se produjo la i ntervención
de los acreedores en las ventas, con lo que se acrecentaron las posibi­
l idades de e l i mi na r a los pequeños comerciantes y fortalecer a l capital
comercial.
La falta de l iqu idez de los comercia ntes pos i b i l itó dos tipos de
actividades: l os remates que se real i zaban en las aduanas de L imón y
Puntarenas, con mercaderías que no hab ía n podido ser desalmacenadas
por sus peticionarios y los ba rat i l los, muchos de el los con nombres
sugestivos con el f i n de atraer el máx imo de compradores. 1 ncl uso se
a l u d ía a la crisis en la propaganda, como lo muestra este anuncio que
apareció en La Tribuna del 4 de junio de 1 93 1 . "No señores . . . para
nosotros no hay crisis . . . Porque es nuestra gra n d ísima l iqu idación que
ofrece oportunidades únicas para el comprador".
E n 1 930, cuando los efectos de la crisis no hab ían l l egado a su
el ímax, don R ómulo Artavia, u n comerciante capital ino, se quejaba
porque algunos ciudadanos i nsistían en negar que se estuviera sufriendo
una depresión en todas las actividades económicas. Para demostrar su
af i rmación se rem itió a su promedio de ventas mensuales, y señaló que,
en 1 929, no bajaba de ciento sesenta m i l colones ( 1 60.000) y ese
m ismo año ( 1 930) , no logró alcanzar la suma de ci ncuenta m i l colones
( 50.000) a pesar de que él era uno de los que más vend ía. ' 3 8 )
Aún los comerciantes más sól idos, que contaban con el d i nero
necesario para responder a los créditos en el exterior, atravesaban serios
problemas por la imposibil idad de g i rar sumas como pago a sus i mpor­
taciones puesto que el F isco no ten ía fac i l idades para consegu i r oro. La
opi nión del Estado era que el comercio demandaba más l etras de oro de
las que en rea l idad necesitaba .
La crisis económica l l evó a innumerables empresas a la q u i ebra y a
otras las mantuvo en el 1 ímite de la supervivencia. La actividad ganadera
langu idecía porque e l consumo de carne mermó notoriamente. ( 3 9 ) Las
entradas de las Compañ ías E léctr icas, du rante 1 93 1 , bajaron en
200.000 colones, en relación con el año a nterior como resultado de la
disminución de servicios de sus clientes. ( 4 o ) Las panader ías, sector muy
importante de la rama i ndustrial, se vieron en l a necesidad de dejar
cesantes a gran cantidad de trabajadores por el exiguo consumo de pan.
El Garaje Alfara (servicio de taxis) rebajó sus tarifas en un 50% para
poder contrarrestar los efectos de la crisis. ( 4 1 )
La Fábr ica Nacional de L icores, monopol io estata l , fu ndamenta l
para el fina nciamiento del sector públ ico, también dismi nuyó sustan­
cia lmente e l volumen de ventas. Paralela mente, muchos desocupados
trataron de subs istir mediante la fabricación de l icor clandestino, por lo
que el resguardo fiscal i ntensificó la persecuci ón de los contra-

90
band i stas. ( 4 2 l Los comerciantes de los pueblos cu lparon a los autobuses
de su mala situación pues señalaron que esos veh ícu los promovían el
interés por i r a comprar a la capita l .
Para ca l ibrar la situación d e l comercio m i norista y de l o s q u e se
dedicaban a la d istribución de productos básicos, es esencial el análisis
·
de la R evista de ' Mercado, que aparecía continuamente en los per ío­
dicos. En ella observamos dos fenómenos determinantes del comporta­
miento del mercado de abastos. En primer término, las i mportaciones
masivas de artículos de primera necesidad como frijoles, manteca y
ma íz, que reflejan claramente la crisis de las subsistencias. E n segu ndo
lugar, la permanente ca ída de los precios provocada por l a s enormes
existencias de mercadería.
El comercio m i norista sufrió d uramente los efectos de la crisis
porque las ventas eran baj ísimas. Esto obl igó a muchos comerciantes a
consum i r sus capitales y los que trabajan al créd ito sucumbieron. Lo
reducido de las ventas condujo a los comerciantes a bajar a ú n más los
precios, situación que aparentemente beneficiaba al consumidor pero
que afectaba al comerciante y, en especial, al productor. Realmente
n i nguno se beneficiaba porque m i l es de fam i l ias permanecían a l margen
del consumo m ín imo. Lo reducido del precio de los artícu los de
consumo básico, fundamental mente de los granos, y l os bajos precios
i nternacionales de nuestros productos de exportación generaron u na
profunda crisis agraria que afectó esenci a l mente a los pequeños propie­
tarios y a los que v i v ían a un jornal o sa lario. Los pequeños propietarios
ante la imposi b i l idad de responder a sus obl igaciones cred iticias, se
v ieron urgidos a vender sus propiedades. En los d iarios aparecen muchos
anuncios como el sigu iente: " G ra n número de ventas de fi ncas produ.c:­
tivas de todas las cond iciones y regiones del pa ís a precios muy bajos y
en condiciones favorables de r/1. 1 .000 en adelante".
Los obreros agr ícolas eran expul sados continuamente de sus tra­
bajos, fenómeno que se h izo cr ítico en a lgu nas regiones como es el caso
de la zona atlántica, donde la producción de banano y cacao d isminu ía
notablemente. Para q u ienes pod ían conservar sus trabajos el problema
medular radicaba en la constante merma de su sa lario; lo que expresaba
una profunda desvalorización del trabajo naciona l . En la ciudad de
L imón la situación l l egó a ser tan severa, por la depresión del comercio,
l a agricultura, y la industria, que muchos habitantes amenazaron con
abandonarla. (43 l
E l descenso permanente de los precios i nternacionales del café,
u nido a la deval uación de la l ibra ester l ina, m i naba d ía con d ía la
deteriorada econom ía naciona l y favorecía el desarrollo de los con­
fl ictos sociales. Fue frecuente la d isputa entre pequeños productores y
beneficiadores exportadores. Los pequeños productores de Tres R íos y

91

------ - - ____,
de Santo Domi ngo, entre otros, manifestaba n su descontento por Ía
fa lta de fijación de precios y por los precios r id ículos con que se les
>
remu neraba después de haber entregado su cosecha . ( 44
Semejante situación se prod ucía con los bananeros naciona l es en
la región del Atlántico. Los bajos precios de la fruta, en virtud de la baja
de las cotizaciones del producto en Estados U nidos e 1 nglaterra, conl le­
varon la d ismi nución de l a producción a ta l punto que muchos de el los,
agobiados por las deudas, debieron vender sus prop iedad es a la U nited
Fruit Co.
La actividad azucarera sufrió tamb ién severos embates. Los i ndus­
triales del azúcar manifestaron que los bajos precios los obl igaban a
trabajar con pérdidas. La situación se tornaba más grave si tomamos en
cuenta que a lgunas firmas monopo l i zadoras -como la casa N iehaus­
tomaron la i niciativa en la poi ítica de bajar precios y arrastraron con la
5>
ruina a muchos pequeños productores de caña. l 4
Lo anterior nos hace reflexionar sobre las d imensiones d e l a crisis
en la estructura económica y soci a l .

2.4. El Desempleo

El desempleo fue u na de las consecuencias más trágicas de la crisis


pues provocó el hambre y la desolación en muchos hogares. Sin embar­
go, no fue u n problema nuevo, la clase trabajadora, lo empezó a sufrir
conforme se fue desarrol lando el capita l ismo y se e l i m i naba a los peque­
ños propietarios.
La clase trabajadora v i v ía sumergida en u na gran explotación y
sufría grandes penurias, producto de las pésimas cond iciones de trabajo,
las largas jornadas, l a ausencia de cond i ciones h igiénicas y de segu ridad
socia l . En los l itorales, especial mente en las zonas bananeras, las cond i ­
ciones i n hóspitas de l a zona s e sumaron a l a s defici entes condiciones d e
trabajo y d i eron como resultado u n prom ed i o de vida m u y corto. La
i ntelectual costarricense Carmen Lyra, en sus artículos period ísticos
"Bananos y hombres" denu nciaba que en las zonas bananeras "se le ten ía
más consideración a una mata de banano que a un peón" .
Los empleados públ icos o de " l evita", como s e l e s decía, no
escapaban a esa rea l idad, pese a que eran los que d i sfrutaban de mayo­
res garantías. Con sus sueldos se cancelaba la deuda pol ítica : a menudo
pasaban dos o tres meses sin percib i r sus sa lar ios, al term i nar las
adm i n istración los dejaban sin e l pago del último mes, todo lo cual los
manten ía en un ambiente de zozobra y de i nseg u r idad, que no sólo los
afectaba a el los s i no que se extendía a toda la fam i l ia .
Encontramos noticias ala rmantes sobre l a desocupación desde 1 925,

92
año en que i niciamos el aná l isis s istemático de periódicos. A part i r de
esa fecha detectamos brotes de orga n i zación entre los desocupados. E 1
26 de agosto de 1 925 se rea l i zó una reunión de trabajadores cesantes en
" l a Casa del Pueblo", con el fin de buscar so l uciones al problema. U n
obrero i nformó que l a crisis del trabajo e n l a capital hab ía tra ído, como
consecuencia, el aumento de la jornada de trabajo y la d i sm i nución de
los sa lar ios. También se anal izaba n los movimientos m igratorios a la
zona Atlántica en busca de trabajo. ( 4 6 )
Posteriormente, aparece un com ité pro-desocupados, q u e j u nto
con representantes del Consejo Provi ncial de Trabajo lanzaron un mani­
fiesto a los trabajadores del pa ís donde i nducía n a orga n i zarse a los "sin
trabajo", y a tomar med idas de emergencia. ( 4 7 >
La d i scusión acerca de los obreros desocupados se elevó al Con­
greso pero el asunto no se abordó a fondo n i se propusieron los medios _

para sol ucionarlo. E ntre las causa les del desempleo se planteó la
invasión de trabajadores provincianos a la ci udad por falta de activi­
dades i ndustriales y agr ícolas en las zonas rurales. Se cu lpó a las Juntas
de créd ito, por no f i nanciar a los pequeños productores y como medida
(4al Sin
necesaria se abogó por la reapertura del ta l l er de Obras Públ icas.
embargo, el problema de la cesant ía se v a a tornar dramático desde
1 929, cuando los efectos de la crisis mund i a l hacen su apar ición.
E n octubre de 1 929 los desocupados josef inos organ izaron u n�
manifestación. U no de los orga nizadores denunciaba que para ese
entonces, en la capita l , se encontraban tres m i l obreros y peones s i n
medios económicos para subsi st i r . L a manifestación ten ía por objeto
denunciar la situación y ped i r al Jefe de Estado que reanudara los
trabajos de obras públ icas, muchos de los cua les se hab ía n para l i zado ;
en un afán de disminuir el gasto púb l i co. ( 4 9 )
Otra i niciativa que se planteó fue l a sugerencia del d i putado Pérez
de la bancada reformista, qu ien propuso que entrara en vigencia la ley
que autorizaba un gasto de <1t 2 .000 (dos m i l colones) semanales para el
arreglo y conservación de las ca l les de San José, y se reformara a fin de
que el gasto fuera de <1t 1 0.000 ( d i ez mil colones ) .
Para 1 930, la desocupación amenazaba seriamente a a lgunas
importantes i ndustrias naciona les por el número de trabajadores que
dependían de el las. Esto suced ía con las de fabricación de calzado y
procesamiento de la madera. Los gremios de zapateros y eba n istas cu l ­
paban directamente a la poi ítica económica d e l gobierno de su situación
porque la importación, con bajos aforos, de ca l zado y muebles de
meta l , los hab ía l l evado a una competencia ruinosa, La presión sobre el
gobierno l l egó a ser tan fuerte que este se vió en la necesidad de d ictar
med idas proteccionistas para ciertas i ndustrias.
Los gremios y s i nd icatos de San José se mantenía n en un estado

93
de agitación constante y l lamaban a los trabajadores a orga n i zarse,
"contra los abusos del capital que han producido una situación angus­
tiosa en la masa de trabajadores del pa ís". ( 5 o l
U na petición que tomó mucha fuerza fue l a moratoria para e l
pago de alqui leres puesto que muchas fami l ias eran lanzadas d iaria­
mente, a l a ca l l e .
Durante el año de 1 930, l a U n ión G eneral de Trabajadores
encabezó la l ucha de los desocupados, celebró reuniones con asistencia
de más de 200 obreros e i ntervino en la sol ución de los problemas de los
trabajadores. Además, participó en el conf l icto de los trabajadores de
Obras Públ icas a quienes se les hab ía rebajado excesivamente su sa lario.
Acordó emplazar al Secretario de F omento con lo sigu iente : "La UGT
declara al señor Secretario de Fomento que de proseg u i r opr imi endo a
los trabajadores en sus dependencias, los obreros de San José se verán
(51 l
obl igados a apelar a la violencia para restablecer el equ i l i br io".
En mayo de 1 930, el d i rector de los talleres de Obras Púb l i cas
consideraba que exist ían aproximadamente u nos 2.000 obreros s i n tra­
bajo m i entras que otros hac ían cá lcu l os de 4.000 y más; asimi smo
comentaba que el señor Presidente le h a b ía solicitado que br i ndara
suficientes oportunidades de trabajo pero señalaba que eso le era i m po­
sible, debido a su exiguo presupuesto. ( 5 2 )
E n 1 93 1 l a desocupación arreció y se extend ió a otros grupos
sociales. La rebaja permanente de sa larios y los constantes despidos
fueron la tónica genera l .
Con el f i n de ajustarse a u na po i ítica de austeridad que frenara e l
gasto públ ico, el propio Estado, efectuó una rebaja general de salarios
que osciló entre el 5% y el 30%. ( 5 3 l Este plan de rebajas se i nició en el
F errocarri l a l Pacífico y luego se extend ió a todas las dependencias.
Además, con el fin de aca l lar cualqu ier i nconform idad , la Secretar ía de
Hacienda d ictó una resol ución que proh i b ía, a los empleados públ icos,
gestionar los aumentos sa lariales con los d i putados en el momento de
d iscutir el proyecto de presupuesto, y los a menazaba con u na destitu­
(54l
ción i n mediata.
La U n ited F r u it Co., otra gran empleadora efectuó, en 1 93 1 , una
rebaja general de sa larios del 20%, la más grande hasta ese momento y
suprimió gran cantidad de puestos. ( 5 5 l
La m isma situación se planteaba e n otras actividades agr íco las,
industr iales y comerciales en todo el pa ís. Como ya l o afirma mos,
L imón fue una de las provincias más afectadas por el desempleo, lo que
trajo como consecuencia la agud i zación de los confl ictos y prej u i cios
raciales, puesto que los naciona les denunciaban que los empleados cos­
tarricenses no l l egaba n al 1 0% mientras que los negros, procedentes de
Jamaica , encontraban trabajo con faci l idad. Afirmaban que este era uno

94
de los motivos de la pobreza de la región.
S i n embargo, la real idad era más compleja, como lo expone La
Tribuna del 19 de mayo de 1 93 1 , donde encontramos u na petición de
dos mil trabajadores de color de la l ínea del Atlántico so l icitando a los
d i putados su colaboración para poder regresar a Jamaica en un barco
directo puesto que eran v íctimas de la desocupación. Aducían que los
trabajadores nacionales h a b ían emigrado al interior d e l pa ís, pero que
e l los no hab ía n podido hacerlo por las restricciones legales que existían.
G ra ndes legiones de trabajadores se acercaban d iariamente a las
secciones de carreteras en construcción, ;;i ped ir trabajo a los d irectores
de las obras, pero debido a lo l i m itado de los presupuestos, muchos de
estos proyectos se para l i zaban . E n agosto del 3 1 , el Secretario de F o­
mento comentaba que hab ía recibido más de 1 .000 sol icitudes de
trabajo para los proyectos de carreteras.
En el mes de febrero de 1 93 1 , los desocupados rea l i zaron varias
actividades, entre el las, presentaron al señor Presidente u na declaración
de apoyo al establecimiento de la cédu l a persona l . Suger ían que se
util izara esa nueva renta en u na emisión de bonos para emplearlos en
obras públ icas tal es como: construcción de la adu a na y bodegas de
Puntarenas, ampl iación de l a Aduana de San José y reed ificación de la
Penitenciaria Centr a l . 1 5 6 )
E se mismo mes los obreros s i n trabajo rea l i za ron una man ifes­
tación silenciosa que c u l m i nó con la entrega de un p l iego de peticiones
al gobernador de San José. El documento se i niciaba con u na expresión
de apoyo a las donaciones de banano, du lce y d i n ero que el gobierno
estaba rea l izando. Pero afirmaba que ya era hora de que el "capita l "
ayudara a sol ucionar un problema fundamenta l : e l trabajo. Asimismo,
los trabajadores sol icitaban respaldo para que se obl igara a los capita-
1 istas a p i ntar sus propiedades, a construi r en los lotes desocupados, a
reconstruir las casas declaradas i nhab itables, a constru i r aceras, cor­
dones, caños y cloacas, tal y como lo determi naba la ley. Añad ían :
"el mayor beneficiado y superior cu lpable de la falta de trabajo es
el capital ista, porque al encerrar su d inero trae la baja de la propiedad y
con e l l o la r u i na de quienes empiezan a levantarse, a s í como la baja del
sa lario ( . . . ). Ya es hora de que nuestros gobernantes promulguen l eyes
para sa l i r de la crisis: rebaja de alqu i l eres, e l im i nación d e 1i ntermed iarios
comerciales, impuesto sobre la renta, apertura de colonias agr í­
colas". 1 5 7 )
E n esta petición los obreros def i n ía n claramente a l sistema
económico y social imperante como el culpab le de su situación; ped ían
la promulgación de med idas que solucionaran la crisis, a u nque su ejecu­
ción afectara los i ntereses de los capita l istas.
Pocos d ías después, en el local de la U n ión G eneral de Traba-

95
jadores, se congregaron más de 200 obreros desocupados, con el objeto
de ana l i za r los med ios y recursos con que contaba el gobierno. F i nal­
mente, tomaron la decisión de enviarle u n ulti mátum a l Presidente de la
R epúbl ica, "con el respa ldo de nuestra hambre y con la conciencia de
nuestra fuerza", en el que le conceden un plazo de ocho d ías para
arreg l a r la situación. Pero u na vez transcurrido este período, si no se ha
hecho nada, la UGT, se considerar ía en l ibertad de adoptar las med idas
y
que considerara más convenientes. Conclu en el manifiesto recor­
dándole al ejecutivo que no quer ía n l imosnas. 5 8 )
L a respuesta d e l gobierno fue la represión; s e apresó a los fir­
mantes del ultimátum. Como respuesta, la UGT se organ izó para l l evar
sol idaridad a los compañeros presos y trató de organizar una man ifes­
tación, pero la pol icía lo impidió. Ciento setenta obreros pertenecientes
a la U n ión firmaron un documento donde compartían las respon­
sabi l idades con los presos y manifestaban estar d i spuestos a correr la
misma suerte. ( 5 9 l
A l fina l , los obreros presos debieron ser l i berados pero e l gob ierno
expresó que no estaba d i spuesto a permitir n i ng u na alteración en el
órden públ ico. Las man ifestaciones fueron proh ibidas, las reuniones de
los obreros fueron vigi ladas por fuertes pelotones de po l icía destacados
en la cal le. Sin embargo, el movim iento se agigantaba y abarcaba a otros
grupos sociales, como los l lamados "cesantes de l evita' .
E l año de 1 932 fue el más duro porque la desva lorización del café
a l canzó niveles impredescibles. E l Congreso d ispuso l evantar un censo
de desocupados para anal izar la magnitud del problema. A. co nti nuación
expondremos algunos datos de este censo y las l i m itaciones más
importantes del m i smo.
Según este censo que representa cifras oficiales, el problema de la
desocupación afectaba a 8.863 costarricenses, de los cua les e l 96.86%
eran de sexo mascul i no y se extendía a 1 8 .03 1 depend i entes, o sea,
h ijos de desocupados, de lo que se obtenia un total de afectados de
26.894. Sin embargo, nosotros creemos que el Censo de Desocupados
de 1 932 no revela las d imensiones reales del prob lema debido a u na
serie de i nsuficiencias técnicas. La más seria de el las consistió en que 1 6
cantones ne fueron tomados e n cuenta, porque los agentes d e po l ic ía
del l ugar, q u i enes eran los que recog ían la i nformación, manifestaron
que no habían encontrado desocupados. E sto ocurrió porque el deso­
cupado, no hab ía sido def i n ido con precisión ; en la mayor ía de los
casos, se estab lecía n s i m i l itudes entre sub-empleo o trabajo ocasional, y
trabajo permanente. En los telegramas enviados por las autoridades se
expresaba que los hab itantes del l ugar trabajaban u nos d ías sí y otros
no, dependiendo de las faenas agr ícolas por lo que no los consideraban
como desocupados. Otros problemas se derivaron de l a falta de prepa-

96
CUAD RO D E L N U M E RO D E HAB I TANTES Y
D ESOCU PADOS PO R P ROV I N C I AS

Nº de Nº de % de desocupados
Provincia habitantes desocupados por provincia
del tot. de desoc.

San José 1 75 .408 2.804 31 .63


Alajuela 1 1 2 .600 1 .422 1 6.04
Cartago 8 1 .067 1 .07 1 1 2 .08
Heredia 43.042 2 .097 23.66
Guanacaste 60.550 389 4.41
Puntarenas 32.897 601 6.78
Li món 34.090 479 5.4

Total
general 539.654 8.863 1 00.00

F uente : Censo de personas s i n trabajo 1 932.

ración de l os encargados de recoger la i nformación. R ecuérdese que


eran los agentes de pol icía, por lo que se i ncurrió en muchos errores a la
hora de establ ecer el ti empo de cesantía y el número de h ijos de los
desocupados.

Por el cuadro de ocupación de los trabajadores cesantes i nferimos


que la mayo r ía de los m ismos eran trabajadores agr ícolas y, a lrededor de
u n 20%, artesanos y obreros.
Todos el los pertenecientes a las provincias de Sa n José y
H e r e d i a , donde los niveles de proletarización y general i zación
de las relaciones sa lariales eran importantes desde tiempo atrás.
Extraña el hecho de que entre el los no se i ncluyera n cantones de L imón
provi ncia en la cual la desocupación adqu i r ía grandes magnitudes.
Los cantones que no registraron desocupación eran funda­
menta l mente agr ícolas con un gran predom inio de pequeñas propie­
dades o de grandes latifund ios y, relativamente, poco poblados.
A pesar de lo l i mitado del Censo, fue muy importante su rea l iza­
ción, pero no por razones prácticas, porque el estado l i beral burgués fue
i ncapaz de encontrar sol uciones tend ientes a dism i n u i r los efectos de la
crisis económica sobre la clase trabajadora. La desocupación es un fenó-

97
OCUPAC I O N E S D E LAS PE RSONAS S I N T RABAJO

Nº de
Ocupación desocupados %
1) Agricultura, ganadería, etc. 6.705 75.65
2) E xtracción de m i nerales 24 0.27
3) I ndustria 1 .744 1 9.67
4) Comunicaciones y transportes. 117 1 .32
5) Comercio 45 0.50
6) Adm i n i stración Pública 11 0. 1 2
7) Profesiones l i bres 18 0.20
8) Trabajos domésticos 1 35 1 .52
9) Ocupaciones n o bien determinadas. 46 0.55
10) Ocupaciones ignoradas 18 0.20

Total 8.863 1 00.00

F uente: Censo de personas sin trabajo, 1 932.

Los cantones con los coeficientes de desocupación más altos son los
siguientes:

Goigoechea (7,8)
Belén (6,8)
Sto. Domi ngo (5,6)
Tibás (5,3)
Heredi a (4,9)
La U n ión (4,8)
San I sidro * (4,7)
Barba (4,5)
F l ores (4,5)
Sta. Bárbara (4,4)
Alajuel ita (4,4)

* Se refiere a San I sidro de H ered i a .

meno i ntr ínseco d e l desarrollo d e l capita l ismo; s i n embargo, el estado


está en capacidad de controlar sus efectos. La desocupación y sus secue­
las fue estimada como una obra de caridad. El Congreso aprobaba parti­
das de 30.000 o más para dar socorro a l os h ijos de los obreros sin
trabajo. ( S O ) Se d istr i buyeron a l i mentos como bananos y du lce, donados

98
por la U FCO y la Fábrica Nacional de Licores}6 1 l y se buscaron
fondos a través de impuestos ind irectos para invertir en obras pú·
blicas. ( 62 )
Los niveles de desocupación bajaron después de 1 936, pero el
problema continuó como parte consustancial de nuestro modelo de
desarrol lo.

2.5. Vivienda

El problema de la vivienda era uno de los más agudos para la clase


trabajadora. Durante toda la década del veinte se encuentran demandas
de vivienda barata, denuncias de altos montos de alquileres, noticias y
reportajes que ponen de manifiesto las pésimas condiciones de las
viviendas de los trabajadores. Desde 1 9 1 7, durante la adm inistración
González F lores, se hablaba de buscar una pronta solución al problema,
pero este no se reducía solamente a cubrir la necesidad de techo a las
fami l ias que no lo ten ían, sino a proporcionar condiciones m ínimas de
seguridad e h igiene. Las barriadas obreras concentradas en la periferia
del núcleo 'urbano: La Puebla, Bo. del Pacífico, Lotes Keith, Bo. Gon·
zález V íquez, etc. no contaban con los servicios urbanos m ínimos de
alumbrado, cunetas, cloacas, aceras, calles, etc.
Los proyectos del Estado para construir casas baratas se quedaban
en eso; proyectos. En 1 932 , se invirtieron solamente 1 32 .000 colones
en vivienda y una "casa barata" para obreros ten ía un precio aproxi·
mado de seis mil colones (6.000 ) . ( 53l
E l problema de la vivienda se intensificó durante la crisis econó·
mica, "muchos pobres están siendo desalojados de sus propiedades por
los acreedores h ipotecarios, si todas las casas baratas hubiesen sido
construidas, conforme a la ley, hubieran prestado ahora un magn ífico
papel". ( 5 4 )
La situación de la vivienda no sólo se agud izó en la ciudad por el
desalojo de los trabajadores, la pérdida de sus casas y propiedades
mediante hipotecas, sino que también en las áreas rurales se despojó a
campesinos de sus tierras, se destruyeron sus cultivos, cercados y
casas. ( 5 5 l
Los "chinchorros", como s e les llamaba e n l a época, s e locali­
zaban en los barrios tradicionalmente pobres, y en el "centro de San
José", donde el gobierno procuraba un "mejoram iento de las condi·
ciones h ig iénicas", para causar una buena impresión a quienes visitaban.
No obstante, se encontraban grupos de habitaciones de madera y otros
materiales en número hasta de cuarenta donde vivían hacinadas fam i l ias
completas. ( 55>

99
En el campo y en las cabeceras de provincia el problema de los
precios de los alqu ileres y de vivienda en general era también agudo.
Ahí las condiciones h igiénicas eran menos controladas, "en los pueblos
casi todas las casas carecen de inodoro", decía el D iario de Costa R ica,
el 1 7 de junio de 1 926 en su página uno.
La situación en las zonas urbanas eran tan desesperante, sobre
todo en San José, incluso antes de la crisis, que las fam il ias ocupaban
lugares públicos, calles, plazas, etc. El gobierno, el 1 6 de enero de 1 925,
otorgó un plazo de 15 d ías para proceder al desalojo y ordenó la inme­
diata destrucción de ranchos y barrancas.
Los dueños de tugurios inhabitables se enriquecieron dado que no
incurr ían en gasto alguno en sus propiedades y la falta de alojamiento
para trabajadores creaba una demanda creciente que posibil itaba la
especulación. Todo esto provocó el lanzamiento de campañas contra las
casas inhabitables, la ausencia de cond iciones de seguridad e h ig iene y la
prol iferación de centros de prostitución, delincuencia, etc. Los anuarios
estad ísticos, desde 1 923, registran una información general sobre el
aumento de "los juzgamientos por del itos de policía y embriaguez" y
por consiguiente en las sumas recaudadas por imposición de multas. En
1 925, hay 3.000 casos de alcohol ismo registrados y una cifra mayor de
qJ 20.000 por multas, la del incuencia es un mal que crece conforme
crece la miseria y el hambre. No sólo en San José, sino en Limón,
Puntarenas, y otros centros, la crisis empobreció las cond iciones de vida
del proletariado, y aumentó los del itos a la propiedad, por prostitución,
embriaguez y alteración al orden públ ico. Eran numerosos los sitios de
hacinamiento como: el Palomar de Zamora "donde va a ocultarse la
pobreter ía ( . _ ) durante los d ías de aciago y las noches frías", ah í iba la
.

gente sin casa, y eran frecuentes los suicidios, robos, prostitución, etc.
Es d ifícil determinar el déficit total de viviendas del país, cero s í
es claro que la crisis elevó los precios d e l a vivienda y d e los alquileres,
como medida de presión en la lucha por la vivienda, los inqui l inos
desarrollaron, como respuesta, movimientos tend ientes a imped ir el
pago de alqui leres.
El gobierno, por su parte, no atacó el problema desde su ra íz, sino
que trató, por todos los medios, de ocultar la falta de habitación y la
miseria. No obstante, promovió algunas medidas tend ientes a solucionar
la situación, tales como los planes de colonización agr ícola para fami l ias
pobres que consistían en la adjudicación de terrenos (de 10 hectáreas
aproximadamente) en la Zona Atlántica (Guápiles) . Estos planes se pro­
pon ían descongestionar los centros urbanos y mitigar la gravedad del
problema de vivienda y empleo, pero fracasaron por la falta de vías de
comunicación, entre otras razones.
En la satisfacción de esta necesidad básica del hombre: la vivien-

1 00
da, se reflejó claramente el empobrecimiento de los trabajadores, expre­
sión de las contradicciones sociales engendradas por el desarrollo capi­
tal ista.

2.6 Salud

Puesto que este derecho social: la salud , es un reflejo directo de


las condiciones de alimentación, vivienda, h igiene y en general, de segu­
ridad social, constituye uno de los principales indicadores de la cal idad
de vida de un pueblo. Y tal vez, es uno de los aspectos en donde se
refleja, con mayor claridad, la situación de la clase trabajadora costarri­
cense.
El panorama de la salud en el per íodo estud iado es alarmante, no
sólo por la gravedad del problema social, sino por la poca atención de
nuestra clase domi nante y del Estado.
Para afrontar el problema de la salud, Costa R ica, contaba hacia
1 934 con las siguientes instituciones hospitalarias:
Asistencia de
Hospital enfermos hospitalarios
Hospital San Juan de D ios 1 .000
Hospital de Heredia 1 00
Hospita l de Alajuela 1 00
Hospital de G recia 15
Hospital de Cartago 1 00
Hospital United F ruit Co. 1 40
Hospital de Puntarenas 1 00
Hospital de Liberia 40
Sanatorio Durán de Tuberculosos • 1 20
Asilo de leprosos- 74-80
Asilo incurables . 280
Asi lo de vejez 50
Fuente: 2do. Congreso Médico Centroamericano. 1 934.

En el mismo Congreso médico centroamericano del año 1 934, se


describe la organización hospitalaria de Costa R ica. El Hospital San
Juan de Dios se revela como la institución más importante, pues cui­
daba aproximadamente la mitad de los enfermos hospitalizados "y el
75% de los enfermos de afecciones graves".
Como no existía una organización hospitalaria general a nivel
nacional, los hospitales y centros de salud estaban ¡i cargo de juntas de

101
Caridad, integradas por personas interesadas en estas instituciones, tal es
el caso de Keith que fue presidente de la Junta de Protección Social y
uno de los principales donadores del Hospital San Juan de D ios. Su
interés era expl icable pues la mayoría de los enfermos proven ían de la
zona Atlántica, de los bananales y fincas de la United Fruit Co., tra·
bajadores enfermos de malaria, tuberculosis, palud ismo, etc. ( 6 7 )
La Facultad de Med icina atend ía el Sanatorio de Tuberculosos,
un grupo filantrópico cuidaba el Asilo de I ncurables; el Asilo de la Vejez
de Cartago estaba a cargo de Monseñor Claudio Volio, y el Asilo de
Leprosos era el único centro regentado por el Estado.
En Costa R ica se atendían aproximadamente 2.600 enfermos en
doce instituciones para una población de 500.000 habitantes. Sólo el
0.52% de los habitantes recibía atención médica hospitalaria. La
mayor ía de la población vivía y moría sin atención médica. En muchos
lugares del pa ís no hab ía ninguna asistencia médica y, en el campo, los
emp íricos eran un problema generalizado. El servicio de consulta
externa era casi inexistente, los enfermos llegaban a los centros, o los
médicos visitaban a domicil io. 1 ncluso se planteaba la consulta externa
médica, como una solución al problema de salud, para ahorrar dinero,
recursos profesionales y mejorar y democratizar la atención. Los pocos
hospitales existentes no se uti lizaban de manera racional. Existían tres
el ínicas privadas o "particulares": la CI ínica Hernández, la CI ínica F i­
gueres, con una proyección social m ínima y la Cl ínica B íbl ica. ( 1 926)
En los Anuarios Estad ísticos de 1 923-32 se puede observar que
las principales enfermedades del pa ís eran infecciosas, epidémicas y
endémicas, generadas por las miserables condiciones de vida, por la falta
de higiene, por la desnutrición y, en general, por la pobreza. La tuber·
culosis, anemia, cáncer, fiebres recurrentes, malaria, paludismo, tosfe·
rina, sarampión, sífil is, viruela, gripe, etc. eran las principales causantes
de las defunciones.
La mortal idad infantil era uno de los problemas mayores y el que
más preocupaba a las personas conscientes de la época por sus dimen·
siones devastadoras. En todos los informes medicos, periódicos,
anuarios estadísticos, se alude a la magnitud del problema. En 1 925 se
registraron 6.835 defunciones infantiles, la mayor ía antes del año de
vida. ( 6 8 >
En 1 925 las epidemias de tosferina y sarampión sin tratamiento,
como aparecen en los certificados, fueron las principales causas de la
mortal idad infanti l. Para este año, una epidemia de sarampión aniquiló
a famil ias enteras. 1 6 9 > Los diarios mencionan la falta de atención de
este problema y la dimensión de las epidemias tanto por las "exiguas
fumigaciones" y la ausencia de programas extensivos de vacunación.
El porcentaje mayor de enfermos provenía de L imón, puesto que

1 02
las condiciones de esta provincia engendraban enfermedades tales como
tuberculosis, malaria, paludismo, sífilis.
En 1 928 la enfermera norteamericana Dorothy Anderson contra­
tada para el entrenamiento de Asistentes Sanitarios, declaraba alarmada
que en nuestras barriadas "los niños están mal alimentados y habitan en
pocilgas insalubres y pel igrosas para la salud".
A pesar de que existían servicios méd icos para pobres, (muy re­
ducidos) y un clima benigno, como lo señalaba el Diario de Costa R ica
el 8 de febrero de 1 925, se concluye que desde esa época, el problema
de la salud era de tipo social, "por mala alimentación y la falta de
higiene en los hogares". El Dr. Mario Luján Fernández, decía en 1 929
que "lo que hay que combatir es la pobreza y la ignorancia, y afirmaba
que en ese año de cada 1 O niños, 2 tienen hambre y que hay niños que
mueren de hambre" . ( 7 1 l
La crisis agudizó el problema de salud. Debido a las "condiciones
económicas", las juntas de Caridad 1 imitaron el ingreso de pacientes en
los hospitales. El Hospital San Juan de D ios en 1 93 1 (principal centro
del pa ís) solamente recib ía enfermos graves. ( 7 2 > Así, la crisis económi­
ca cerró, aún más, las pocas posibilidades de atención médica de la
mayor ía de la población costarricense y esto agravó la situación de
salud, que de por sí era excesivamente preocupante.
El Estado no se interesó por solucionar el problema a fondo; pues
su naturaleza de clase inh ibía la intervención, defensa y financiamiento
de la salud públ ica. Esta situación cambió sustancialmente hasta la
década de los 40, cuando gracias a las luchas de los trabajadores se logró
obtener un servicio médico más amplio, aunque no completo pues tu­
vieron acceso a ello sólo los trabajadores urbanos. Como lo planteaba el
Dr. Luján en 1 93 1 , al referirse a la catastrófica mortal idad infantil de
"78.4 1 9 niños en los últimos 20 años, por las malas cond iciones de
vida", . . . "Sólo interesando al Estado en el enfoque del problema de la
salud se podría rea l izar con suficientes recursos la defensa del niño -y
del hombre- con una victoria completa". Lo anterior en la década de
los años 20 y 30 era un sueño.

2.7. Movimientos Migratorios

La crisis económica de 1 929, acentuó los flujos m igratorios en


disti ntos sentidos.
En primer lugar, cabe mencionar que la zona Atlántica se había
constituido en la gran captadora de fuerza de trabajo en las plan­
taciones bananeras y cacaoteras. La producción bananera i nició un
proceso de decl inación a partir de 1 9 1 3 , con altibajos posteriores, por

1 03
r

lo que muchos trabajadores se vieron en la necesidad de trasladarse a l


interior del país, con excepción de los negros jamaiqu inos, qu ienes por
las disposiciones legales estaban imposibil itados de hacerlo.
El otro producto de importancia en la zona, que generaba riqueza
en la región, era el cacao. El cacao entre 1 930 y 1 935, obtuvo precios
tan bajos en el mercado internacional, que ni siquiera alcanzaban para
cubrir los costos del cuido de las plantaciones. De esa actividad depen­
d ían gran cantidad de precaristas y arrendatarios que vivían en las fincas
de la United . En general, la situación de Limón y las zonas aledañas
llegó a ser tan difícil que muchos trabajadores abandonaron la región y
se trasladaron al Valle l ntermontano Centra l . Las zonas cafetaleras, las
actividades industriales y artesanales no pud ieron asimilar esa población
flotante, por lo que se produjo un incremento en la cesantía.
Como respuesta a la desocupación se vislumbró la posibil idad de
impulsar colonias agrícolas en terrenos bald íos o de propiedad del Esta­
do, con el fin de "descongestionar las ciudades de infinidad de elemen­
tos del campo que por la falta de trabajo han venido a instalarse en el las
y de procurar darles ocupación y med ios de vida a numerosas fami l ias
que hoy no los tienen". ( 7 3 l
E l Congreso recibió muchos proyectos en ese sentido y los agrupó
en un plan orgán ico de colonización que tenía la intención de proveer
de tierra a los futuros colonos, y de ayudarles en los primeros meses, ya
fuera proporcionándoles herramientas de trabajo o una pequeña subven­
ción en dinero.
Como se comprenderá, el Estado no estaba en cond iciones eco­
nómicas de estimular las colonizaciones a regiones vírgenes pues las
experiencias anteriores habían demostrado que sin infraestructura eco­
nómica y posibil idad de mercadeo para los productos, los proyectos se
desvanecían.
En la información period ística se consigna que sólo una colonia se
abrió; la de Pococí, por ' gentes pobres llegadas del interior sin recursos
económ icos de ninguna especie, qu ienes h icieron sus siembras de ma íz y
frijoles, yuca y otros productos en proporción reducida" ( 7 4 l , sin contar
con apoyo estatal .
Las migraciones originadas por la concentración d e l a tierra e n el
Valle Central , acentuadas por el impacto de la crisis económica se efec­
tuaron en forma espontánea y desorganizada hacia regiones como Ti la­
rán, Abangares, San Carlos, San Isidro del General y Turrialba.
E ncontramos una noticia que informa acerca de un grupo de
obreros sin trabajo, quienes visitaron al Secretario de Fomento para
ped irle facil idades para trasladarse a El General, hoy Pérez Zeledón.
En el año de 1 93 1 el gobierno brindó facil idades, como por
ejemplo, extender pasajes a los desocupados que qu isieran trasladarse a

1 04
la zona de Turrialba a coger café. Sin embargo, esa no era la solución
para muchos artesanos y tampoco ten ía carácter permanente porque las
exigencias de mano de obra en las regiones cafetaleras eran sólo para la
época de cosecha, lo que corresponde a 3 o 4 meses.

3. La Crisis Pol ítica

Paralelamente a los efectos económicos y socia les apuntados, se


desencadenó en el pa ís una de las crisis poi íticas más profundas que
había conocido la historia de Costa R ica.
La vu lnerabil idad del aparato estatal y del "equilibrio" de las
fuerzas pol íticas fue demostrada al iniciarse la agudización de los pro­
blemas económicos y las presiones del capital extranjero. Tanto la
estructura económica como la poi ítica mostraron su poca fortaleza y su
gran dependencia externa, ante los primeros asomos de crisis.
Toda esta situación provocó en el pa ís un alto grado de descon­
fianza hacia el grupo hegemónico que controlaba el a parato estatal y,
cada vez resultó más difícil mantener el "consenso" necesario entre las
disti ntas fracciones de la clase dominante y entre éstas y las clases
dominadas. Se le objetó a la clase gobernante su incapacidad de orga­
nizar la producción, la distribución de los bienes y recursos del Estado,
y se le acusó de múltiples desfalcos. Se produjo un i ncremento en los
confl ictos interestatales (Ejecutivo - Legislativo, Legislativo - Secreta·
rías o Ministerios, Legislativo - Oficinas estatales, Secretarías M i nis­
teriales - Oficinas estatales, etc.) , situación que expresaba una crisis del
poder po l ítico.
Lo pol ítico no es un reflejo automático de lo económico. La
naturaleza de la dinámica pol ítica cuenta con especificidades particu­
lares y con una conducta propia. La crisis poi ítica puede anteceder o
desencadenar la crisis económica. Ambas pueden ser paralelas, incluso la
crisis económica puede generar la crisis poi ítica; aunque estendemos
que la esfera de lo poi ítico tiene su sustento en lo social y en última
instancia en lo económico, que le da su "base originaria''.
Compartimos la conceptualización de N icos Poulanzas, que ca­
racteriza la crisis poi ítica como una agud ización de contradicciones, una
reorganización en la composición de las fuerzas poi íticas que pugnan
tanto dentro del bloque social que controla el aparato del Estado, como
entre éste y las clases subord inadas.
" La crisis poi ítica (todavía falta d istinguir entre las distintas crisis
po l íticas) implica, con respecto al bloque en el poder, una acentuación
considerable de las contrad icciones, una puesta en d uda de la hege­
mon ía de la fracción hegemónica por parte de otras fracciones que

1 05
forman parte del bloque en el poder, y a menudo una modificación en
la relación entre d isti ntos componentes de este bloque, una crisis ideo­
lógica que l leva a una ruptura del lazo representantes -representados
entre las clases y las fracciones de clase del bloque en el poder" . ( 7 5 )
E l poder Legislativo reflejo d e las pri ncipales fuerzas en el poder,
entró en 1 930, en un per íodo de grandes pugnas y confl ictos con otros
orga n i smos del Estado, ta les como Ejecutivo, M i nisterios, dependencias,
etc. Se plantearon dudas sobre la hegemon ía del sector de clase más
poderoso dentro del bloque en el poder, genera lmente representado por
el Ejecutivo .
E n j u l i o de 1 930, el Congreso Naciona l trató de fisca l izar al Presi­
dente de la R epúbl ica mediante una com isión nombrada por el Legis­
lativo, dado el grado de desconfianza en su gestión. ( 7 G l
Durante los años d e 1 930 y 1 93 1 , fueron constantes las censuras
por parte del Congreso a d iferentes organ ismos del aparato estata l . Al
Secretario de la cartera de Fomento se l e objetó su poi ítica de reorga­
n i zación departamenta l . ( 7 7) Se sancionó al Secretario de Seguridad
Públ ica y a varios funcionarios m i l itares; el Comandante de la Pri mera
Sección de Pol icía, Sr. Brea l y -pari ente del presidente don Cleto
González V íquez- fue acusado de sustracción de fondos. ( 7 8 ) En mayo
de 1 930, todo el gabinete presentó su renuncia por causa de las nego­
ciaciones entre la Compa ñ ía S immons y el gobierno, pues el Sr. Fabio
Baudr it -sob r i no de don Cleto Gonzá lez V íq uez- era el abogado de la
citada compañ ía y a su vez, Primer Designado de la R epúbl ica . ( 7 9 l
A mediados d e j u n io del m ismo año, se volvió a producir una
crisis parcial del gabi nete, motivada por las contrataciones bana­
neras. ( 8 0 ) Las presiones del capital extranjero y sus a l iados naciona l es,
consigu i eron aprobar los contratos bananeros el 30 de agosto de 1 930.
Posteriormente, entró en crisis el aparato del Estado, con las renuncias
de todo el persona l de la Oficina de Aduanas de Limón ( 8 1 ) , la del
Secretario de Fomento don León Cortés, por contrad icciones con el
Adm i n i strador del F errocarr i l al Pacífico, don R afael Castro Quesada,
quien a su vez renunció a su cargo. ( 8 2 )
A f i nes d e 1 930, la prensa denunciaba l a pérd ida d e apoyo
popular que sufr ía el gobierno, por causa de sus desaciertos y de los
confl ictos del Ejercito con el Congreso. ( 8 3 ) Para las elecciones m u n i ­
cipa l es de ese a ño, el grupo oficia l en e l poder sufrió u na sensible
derrota. El 1 2 de noviembre, renunció tamb ién el Sub-Secretario de
8
Hacienda, Luis Demetrio Tinoco. ( 4 )
Aprovechando las fiestas d e f i n de a ño, el gobierno aprobó d i sm i ­
nuciones sa laria les y despidos masivos, lo q u e produjo mayor des­
contento popular. Pasadas estas fechas, en los primeros d ías del año
1 931 , nuevamente el aparato estatal enfrentó otra crisis de gabi nete,

1 06
ocasionada por las renuncias de los Secretar ios de Educación, Haci en­
da ( 8 S ) , Gobernación y Pol ic ía . ( 8 6 )
L a crisis po l ítica d e los a ños 1 930- 1 93 1 creó e n el pa ís u na d e l i ­
cada situación p o i ítica puesto que eran acuciantes l o s problemas so­
ciales y el gobierno sufría una desorgan i zación y u na corrupción interna
q ue le imped ía afrontar la crisis y aglutinar, a lrededor del sector socia l
hegemónico, n o sólo a l a s otras fracciones de la c lase dominante, s i no
tambi én a las clases subord i nadas mediante un "consenso" y u na justi­
ficación ideológica satisfactoria para l a mayoría.
El pa ís desconfiaba de los representantes púb l i cos y de la eficacia
de la clase dirigente. Se deb i l i taron los lazos -para usar el término de
Pou la nzas entre representantes y representados. La fuente period ística
recogió esa sensación socia l producida por la crisis poi ítica de la si­
guiente manera :
" R e i na en todas partes un espíritu de desconcierto, de profundo
temor en el porvenir. Sólo un gobierno que por su energía, su honradez
y su propósito de sacrificio se asegure la confianza y la adhesión del y
pueblo, puede l l evarnos a buen puerto, por entre los pel igros de la
absorción extranjera y la anarq u ía i nterna que amenaza nuestra exis­
tencia de nación l ibre ( . . . ) un d ía de i ntensa expectación pol ítica fue
ayer ref iriéndose a l 6 de enero de 1 93 1 abundante en bolas, comen­
tarios, conjeturas. Situación que determ ina el grado de nerviosidad e
(87)
i nquietud en que vive la R epúbl ica" .
L a situación crítica, e n l a q u e estaba i nmerso e l pa ís, obl igó a las
fracciones de la clase dom i nante a emprender modificaciones en sus
al ianzas y a i ntentar respuestas diferentes para la convu lsión imperante.
La burguesía opositora constituyó un F rente U n ico en el que
participaron activamente el ex presidente Ju l io Acosta, Juan Bautista
Quirós, Carlos M . Jiménez, M a nuel Castro Quesada, A lberto Echand i ,
Máximo Fernández, José Joaquín Quirós, R afael Calderón M ., Jorge
Volio, F e l ipe A lvarado, E nrique Ortíz. Este grupo sol icitó al gobierno
una prórroga de la actividad poi íti ca hasta agosto de 1 93 1 , lo q ue
demuestra la necesidad que ten ía la burguesía de reorganizarse y def i n ir
su posición. ( 8 8 )
E l grado de vincu lación, l igazón o entrega a l capital extranjero,
nos parece un criterio importante para d i lucidar a lguna d iferenciación
dentro del conjunto de la clase dom i nante costarricense en ese mo­
mento. Por ejemplo, en los inicios de 1 93 1 , Manuel Castro Quesada,
embajador del gobierno de don Cleto González V íquez en Wash i ngton
y, a su vez, i ntermediario entre el gobierno de Costa R ica y el capital
extranjero, concretamente con el F irst N at ional Bank d e Bastan,
hombre fiel a los i ntereses del capita l norteamericano y partici pante
activo en la vida poi ítica naciona l , intentó dar un golpe de Estado,

1 07
junto con Jorge Volio. Su plan era dar el gol pe y posteriormente l l a mar
a F rancisco R oss para ocupar el puesto de Primer Designado de la
R epúbl ica . D e esta manera, se aseguraba el éx ito de la candidatura de
Fernando Castro. Este golpe de Estado fue denunciado por el L ic.
E rnesto M art ín y la Asociación de estud iantes de D erecho, en cuya
d i rectiva se encontraba el joven Manuel Mora. ( S 9 )
Desde los i n i cios de 1 930, Costa R ica v ivió una aguda crisis poi í­
tica, que se manifestó en la reorganización de la composición y la
correlación de las fuerzas socia les en el plano pol Ttico, no só o al in­
terior def grupo social do;ii n a te, s i no entre éste y la base social de
apoyo. Se estaba en presencia-de üna c rTSTS"Oíg á n ica, un c"riSi s de los
partidos eol ítico i_!rad ic1onales. --
Ante íos primeros asomos de crisis el gobierno de Cleto González
V íquez recurrió a los empréstitos extranjeros, restri ng ió e l gasto púb l i ­
co, redujo los sa larios y despid i ó persona l . E l "consenso" necesario que
i nstaura l a fracción de clase hegemón ica fue puesto en duda no sólo por
otros sectores de la burguesía, s i no por amplios grupos socia l es . No
queremos decir con esto que los sectores populares, en su tota l idad ,
entendi eron el agota m iento del sistema económico, social y poi ítico
imperante, pero sí est i m u ló a los grupos de trabajadores, más avanzados
poi íticamente, a entender la necesidad de crear urgentemente una
opción pol ítica propia, autónoma, que d efendiera sus i ntereses.
La fundación del Partido Comunista en 1 931 , no debe entenderse
como producto de la crisis económica de 1 930 exclusivamente, ya que
los problemas socia les y la necesidad de una organ ización revol ucionaria
no eran nuevos, constitu ían u na aspiración sentida desde tiempo atrás.
La crisis de la sociedad costarricense, desde sus cimientos, estimuló la
fundación del Partido Comunista y sobre todo permitió un arra igo
acelerado de sus postu lados en l as masas populares.
La estructura poi ítica costarr icense era tan vulnerab le ante las
crisis i nternaciona l es del capita l ismo, como la estructura económ ica . La
crisis económ ica estuvo acompañada de la crisis pol ítica, amba s se
manifestaron para lelamente. E ste fenómeno se exp l i ca por la poca so l i ­
dez de l a estructura poi ítica ante las presiones externas y por el grado
de dependencia de nuestra econom ía , sociedad y poi ítica del capital
monopol ista mund ia l , que colocaba a Costa R ica en u na posición subor­
d i nada dentro del sistema capita l i sta mund i a l . Para responder a esta
crisis, la clase dom i nante se vió obl igada a provocar un mayor i nter­
vencionismo del est'!ldo costarricense en las actividades privadas, con el
,
fin de lograr el consenso y el eq u i l ibrio entre las clases y fracciones de
.
clase. Prueba de ello es la creación de la Oficina del Café y la R eforma
B a ncaria de 1 9�6, y luego las po i íticas de reforma social en los años
1 942 y 1 943.

1 08
C ITAS Y N O TAS

(1} P o u l a ntzas, N icos. " L a s transformaciones actuales del Estado, la cr i s i s p o l í­


tica y la c ris i s del E stad o ' ' . E n : El Marxismo y la crisis del Estado. 1 nstituto
de C i encias de l a U n iversidad A utónoma d e P u eb la , 1 9 77 , p. 26.
(2) Cf r : E ng e l s , Fed e r i co . Principios del Comunismo. T o m o 1 1 1 . O bras E sco­
g i da s . E d i to r ia l Progreso. U R S S . 1 9 73 , pp. 88-89.
(3) El poder de compra d e l a clase obrera no rep resenta el poder total d e
c o m p r a e n u n m o m e n t o d a d o , puesto q u e el p o d e r d e c o m b r a d e la b u r g u e­
sía ( b ienes de c o n s u m o y b i enes de p r o d u c c i ó n v. cap i ta l ) es ta m b i é n u n
componente d e l poder d e c o m p r a del c o n j u nto so c i a l .
(4) P o u l a n tzas, N i co s , 1 9 7 7, p. 33.
( 5) l d e m , p. 49.
(6) Evolución de la estructura socio-ocupacional costarricense:
S a m pe r , M a ri o.
labradores, artesanos y jornaleros 1864- 1935. Tesis de L i cenciatura e n
H i st o r i a , U n iversidad d e C o sta R i ca, 1 9 7 9 , p p . 1 03-1 04.
( 7) Diario de Costa Rica, 1 5 de j u n i o de 1 926, p. 2 .
(8) S a m pe r , op. cit., p . 1 1 4.
(9) M e r z , Car l o s . " C o y u ntura y c r i s i s e n Costa R i ca d e 1 924-1 936". En: Re-
vista del Instituto de Defensa del Café Nr. 29, 1 9 3 7 , p. 604.
( 1 O) M e r z , op. cit. pág. 621 .
(11) l dem, p. 6 1 6.
( 1 2) Véase: Vega Carba l l o , José Luis. Hacia una interpretación del desarrollo
costarricense: ensayo sociológico. E d ito r i a l Porve n i r S . A . , S a n José, Costa
R i ca, 1 980, p. 35.
( 1 3) G o n z á l e z F l ores, A lf r ed o . La crisis económica de Costa Rica, s . l . i ., 1 936,
p. 78.
( 1 4) Vega Carba l l o , op. cit., p. 1 87 .
( 1 5) l d e m , p. 1 7 8.
( 1 6) La Tribuna, 5 de j u l io de 1 931 , p. 1.
(1 7) M er z , C a r l o s . " M o v i m i entos de los precios d e l café de Costa R i ca en L o n ­
dres desde 1 925 hasta 1 935". Revista del Instituto de Defensa del Ca fé.
T o m o 1 1 1 , No 1 5, S a n José, C o sta R i ca, enero 1 936, p. 1 50 .
( 1 8) Diario de Costa Rica. " I nteresa n te i nformación d e l Dr. M er z sobre l a
i r n por ta c ió n , exportación y comercio de Costa R i ca " , S a n José, Costa R ic a ,
No 333 1 , 1 0-9-1 930, p. 1.
( 1 9) La Tribuna, 1 de marzo de 1 931 , p . 1 .
( 20) Diario de Costa Rica, 1 de septiembre de 1 930, p . 1 .
(21 } Diario de Costa Rica, 26 de septiembre de 1 930, p. 3 1 .

1 09
(22) La Tribuna, 20 de enero d e 1 9 3 1 , p . 1 .
Diario de Costa Rica, 1 1 de m a y o , 1 932, p . 1 -6.
(23) La Tribuna, 1 3 de e ner o d e 1 931 , p . 8.
( 24) Diario de Costa Rica, 12 d e m a y o de 1 932, p . 1
Diario de Costa Rica, 5 d e j u n i o de 1 932, p. 1 -6.
(25) La Tribuna, 1 5 de enero d e 1 93 1 , p . 3.
( 26) La Tribuna, 1 2 de ab r i l d e 1 931 , p . 9.
(27) L a Tribuna, 1 5 d e enero d e 1 931 , p . 3.
(28) Diario de Costa Rica, 2 1 d e j u n i o d e 1 932, p . 1 .
(29 ) La Tribuna, 23 d e noviembre d e 1 930, p . 9.
(3.Ql. • La Tribuna, 1 de a b r i l d e 1 93 1 , p. 5.
(31 ) La Tribuna, 8 de enero d e 1 930, p. 1 .
(32) Vega Carba l l o, José L u i s . Op. cit. p . 1 78.
(33) V ega C a r ba l l o , José L u i s , 1 980, p. 1 79 .
( 34) La Tribuna, 1 1 d e noviembre d e 1 932, p . 9.
(35) Diario de Costa Rica, S a n José, 6 d e m a y o d e 1 932, p . 1 .
(36) Diario de Costa Rica, 9 de j u l i o d e 1 932, p . 1 .
(37) La Tribuna, 21 de m a r z o d e 1 931 , p . 3 .
( 38) L a Tribuna, 9 de a b r i l d e 1 930, p . 3.
(39) La Tribuna, 4 d e agosto d e 1 930, p . 2 .
( 40) La Tribuna, 11 de noviembre d e 1 93 1 , p . 5.
(41 ) La Tribuna, 1 de octubre d e 1 931 , p. 3.
(42) Diario de Costa Rica, 8 d e j u l i o d e 1 930, p . 4.
(43) La Tribuna, 31 de m a y o de 1 931 , p . 1 5 .
(44) La Tribuna, 3 de septiembre de 1 932, p . 1 .
(45) La Tribuna, 1 de febrero de 1 93 1 , p . 3 .
(46) Diario de Costa Rica, 28 de agosto d e 1 925, o . 4.
(47) Diario de Costa Rica, 4 d e septiembre d e 1 925, p . 1 .
(48) Diario de Costa Rica, 29 d e agosto de 1 925, p . 3.
(49) La Tribuna, 20 de octubre d e 1 929, p . 5.
( 50) La Tribuna, 31 de m a y o d e 1 930, p . 3.
(51 ) La Tribuna, 1 1 de j u l i o d e 1 930, p. 4.
( 52) La Tribuna, 29 de m a y o d e 1 930, p . 4.
( 53) La Tribuna, 1 5 de oct ub r e d e 1 93 1 , p . 1 .
( 54) La Tribuna, 1 5 de octubre de 1 93 1 , p . 1 .
(55) L a Tribuna, 5 de septiembre d e 1 93 1 , p . 1 3.
( 56) L a Tribuna, 3 de septiembre d e 1 93 1 , p . 4.
(57) L a Tribuna, 10 de febrero d e 1 93 1 , p . 3 .
( 58) L a Tribuna, 1 1 de febrero d e 1 93 1 , p . 1 .
(59) La Tribuna, 14 de septiembre d e 1 93 1 , p . 5.
(60) La Tribuna, 6 de febrero d e 1 93 1 , p . 1 .
(61 ) La Tribuna, 5 de febrero d e 1 93 1 , p. 1
( 62) Diario de Costa Rica, 2 1 d e j u l io d e 1 932, p . 1 .
(63) La Tribuna, 22 de septiembre d e 1 928, p . 5 .
(64) Diario de Costa Rica, 24 d e j u n i o d e 1 932, p . 1 .
( 65) La Tribuna, 19 d e octubre d e 1 932, p . 4.
( 66) Diario de Costa Rica, 20 d e s ep t i em b r e d e 1 930, p . 5.
(67) Véase: Informes del Presidente de la Jun ta de Protección Social, d u rante
ese período .
(68) Véase: Anuario Estadístico, 1925. p . 5.
(69) Diario de Costa Rica, 1 O d e noviembre d e 1 925, p. 1.
(70) Diario de Costa Rica, 9 d e enero d e 1 925, p . 2.

1 10
(7 1 ) La Tribuna, 1 4 de febrero de 1 929, p . 1 .
(72) L a Tribuna, 1 6 de octubre d e 1 93 1 , p . 3.
( 73) Diario de Costa Rica, 27 d e m a y o d e 1 932, p . 1 .
( 74) Diario de Costa Rica, 20 d e j u l io d e 1 932, p . 1 .
(75) Pou lantzas, Op. cit. 1 977, p . 47.
( 76) La Tribuna, 22 de j u l io 1 930, p . 1 .
( 77 ) L a Tribuna, 1 9 de j u l i o d e 1 930, p . 1 .
( 78) La Tribuna, 15 d e a b r i l d e 1 930, p . 1 .
La Tribuna, 9 de j u l i o de 1 930, p . 1 .
Diario de Costa Rica, 30 d e j u n i o d e 1 932, p . 5 .
Diario de Costa Rica, 22 de j u l io de 1 932, pp. 1 -6 .
( 79) La Tribuna, 20 de mayo d e 1 930, p . 1 .
(80) La Tribuna, 14 de j u n i o d e 1 930, p . 1 .
(81 ) La Tribuna, 1 0 de septiembre de 1 930, p. 1 .
(82) La Tribuna, 1 8· 1 9 de o c t u b r e d e 1 930, p , 1 .
(83) La Tribuna, 5 de n ov i e m b r e d e 1 930, pp. 1 -6.
(84) La Tribuna, 1 2 de n o v i em b r e d e 1 930, p . 1 .
(85) La Tribuna, 7 de e n e r o d e 1 93 1 , p . 1 .
(86) La Tribuna, 1 O de enero d e 1 93 1 , p . 1 .
(87) L a Tribuna, 7 de enero d e 1 931 , p . 1 -4.
( 88) La Tribuna, 30 de e n e r o d e 1 93 1 , p . 1 .
(89) La Tribuna, 8 d e enero d e 1 9 3 1 , p. 1 .

111
CAP I T U LO IV

LA F U N DACION D E L PA R T I D O COM U N ISTA

1. E l acontecim iento

Desde 1 923, la Confederación G eneral de Trabajadores prácti­


camente se hab ía d isuelto para seg u i r el Reform i smo de Volio. E n ese
mismo año los trabajadores de San José fundaron la Federación Obrera
Costarricense, que decid ió adherirse a l a Confederación de Obreros de
Centroa mérica (C.O .C.A . ) , que operaba desde 1 9 2 1 en El Salvador, y en
1 923, trasladó su sede a Costa R ica por u n año, después el cua l su
influencia se d i luyó.
El 2 de febrero de 1 924, las organizaciones de trabajadores orga­
n i za ron una manifestación de recordación de V l a d i m i r l l ich Len i n , q ue
cu l m i nó con un mitin donde se portaban estandartes de los grem ios
obreros, la bandera roja y se cantó la 1 nternaciona l . ( 1 l
En 1 925 se constituyó el Consejo Provincia l del Trabajo, repre­
sentativo de los s i nd icatos de la provincia de San José, cuyo f i n era
defender los intereses de sus agremiados. < 2 l
E n e l per íodo comprend ido entra los años d e 1 927 y 1 929, las
organ i zaciones josefinas hicieron i ntentos de reorgan izar l a antigua
Confederación General de Trabajadores ( 3 ) que hab ía existido años
atrás. E l obrero Juan R afael Pérez, d i r igente josefino decía en 1 92 7
q u e : " La antigua y desaparecida Confederación h i zo varias importantes
conq u i stas que no deben dejarse perder" y que ejercitará sus actividades
a base de modernas prácticas para obtener mejores frutos. ( 4 )
E sta situación evidenciaba l a necesidad d e u n a organ ización que
or ientara la lucha de los trabajadores. Orga nización i nexi stente, dado que

113
sólo se manten ía el Consejo Provincia l , pues los gremios y sind icatos se
reun ían per iód icamente pero en forma a i slada . A pesar de ésto el n ivel
de la lucha sind ica l en los años de 1 927 y 1 928 se i ncrementó. " E n
h uelgas y paros bajo la consigna de a lza de sa larios, s e registraron sesenta
movimi entos, a un promed io de uno cada doce d ías, se constituyeron
qui nce sindicatos obreros; hubo diez conf l i ctos de tierras y seis confl ic­
tos en las m i nas". ( 5 l
La complejidad y desarrollo d e los tal leres d e zapatería que ya
mostraban caracte r ísticas fabr i les, y el auge y d i versificación de la
construcción, explica en a lguna medida la existencia de condiciones
adecuadas para el desarrol lo de u n mayor nivel ideológico y de comba­
t i vidad poi ítica de los zapateros y eban i stas, cuyos "grem ios"
mostraron siempre un gran i nterés por l a l ectura y la d i scusión poi ítica,
caracter ísticas que los ayudaron a constitu i rse en la vanguard i a del mo­
v i m iento obrero.
En los ta l l eres de zapateros y eba n istas, las co ndiciones de trabajo
permitieron el desarro l lo de las inquietudes poi íticas, mediante el diá­
logo frecuente y la lectura compartida de periód icos y otras pub l i ca ­
ciones.
Al comenzar el año 1 929, se aglutinó a l rededor de don Joaq u ín
García Monge, un grupo de discusión y estud io, que cu l m i nó con la
fundación del Partido Al ianza de Obreros, Campesinos e I ntelectual es,
que participó en las elecciones de med io per íodo para d iputados, en
1 930. Este partido asumió una gran cantidad de elementos ideológ icos
provenientes del apr i smo y, en su campaña poi ítica, denunció las clau­
dicaciones de Jorge Vol io, planteó la necesidad de una organ i zación
clasista , i ndependiente, honesta y popu lar y, sobre todo, anti mpe­
r i a l ista.
En 1 929, Manuel Mora V., hab ía i ntentado formar "un Partido
Comun ista" con empl eados del Juzgado donde trabajaba , aunque de

manera muy formal, ues no estaba respaldado en la práctica por un
movim iento de masas. s i .
Carmen Lyra, vi nculada a l a prismo, mante n ía círculos de estud io
y d i scusión po l ítica donde se estud iaban la revista peruana "Amauta,'',
las pub l i caciones mexicanas que d i r i g ía V icente Lombardo Toledano,
las obras de Mariáteg u i , etc. A este c írcu lo l l evó el Manifiesto Comu­
n i sta el profesor de Matemáticas, Mario Fernández, quien lo hab ía
tra ído de Francia. Carmen Lyra lo tradujo y fue estudiado con gran
detenimiento por l os i nte l ectua les y obreros asistentes a l c írcu lo. ( 7 l E l
Manifiesto Comunista ya se conocía e n Costa R ica y hab ía sido es­
tudiado por grupos de trabajadores.
Exist ía n grupos de estudio en San José, H ered ía, Limón, Cartago
y en Alajuela. Se d iscutía y se estudiaba la necesidad de formar u n

1 14
partido poi ítico de nuevo tipo, revolucionario, "comunista", que
respond i era a las necesidades de los trabajadores. Otros temas que se
estud iaban eran La R evolución R usa , las " ideas comunistas", la l ucha
de clases, la explotación del hombre por el hombre, la crisis económica,
la i ncompetencia de los partidos trad iciona les, l a necesidad del socia­
lismo y del partido como i nstrumento necesario para construirlo.
Estos núcleos d ispersos de estud io cumpl i eron un papel de d ifu­
sores de las ideas revol ucionarias y fueron embriones de organizaciones
popu lares.
"En un principio, eran grupos heterogéneos, donde participaban
obreros, artesanos, comerciantes, pequeños propietarios y profes iona les
y luego, poco a poco fueron depurándose". ( S )
La i nq u i etud d e responder a l a angustiante situación socia l con
una orga n i zación poi ítica se hacía cada vez más urgente ante la desar­
ticu lación de las organizaciones de los trabajadores en la década del
vei nte, situación que term i nó con la creación de la U n ión Genera l de
Trabajadores a fi nes de ese per íodo.
La U . G .T. fue la respuesta que d i eron los trabajadores más orga n i ­
zados y conscientes a l o s efectos de la crisis económ ica, en un pri mer
momento. E ntre sus pri ncipa les gestores estuvo Gonzalo Montero
Berry, un artesano eban i sta, de larga trayectoria en la l ucha reivin­
dicativa.
A través de la U n ión General de Trabajadores, se logró aglutinar y
orga n izar a las orga n izaciones de trabajadores y a los m i les de desocu­
pados.
La lucha de "los sin trabajo" fue d i rigida principal mente por la
U .G .T . , a su vez, esta causa fue la que permitió el acercami ento de los
gremios y s i nd icatos. Para lelamente a l trabajo de ag itación y mov i li za­
ción, se organ izaba n discusiones y conferencias sobre los probl emas
sociales del pa ís, la crisis, el desempleo, el social ismo, etc.
La d irectiva Central de la U . G .T . estaba i ntegrada por :
Gregario Bravo Secretario General
Gonzalo Cerdas Mora Secretario de Acuerdos
Ef.ra ín J i ménez Guerrero Secretario de Correspondencia
F abián Soto Secretario de F i nanzas

E n febrero de 1 929, el d i rigente obrero Gonzalo Montero Berry,


organizó la Asociación por la U n iversidad Popular con e l fin de revivir la
desaparecida U n i versidad Popu lar, que en 1 926 hab ía d ir igido Joaq u ín
García Monge. ( 9 ) A fi nes de ese mes, esta Asociación se transformó en
la Asociación Revolucionaria de Cultura ( A . R .C.0 . ) . ( 1 o ) El propósito
de A R CO fue, en sus i nicios, elevar el nivel pol ítico y cultural de la
clase trabajadora. Para tal fin consideraron prioritario, la apertura de la

115
U n iversidad Popu lar.
A A R CO se i ntegró u n grupo de estud iantes de la Escuela de
Derecho, entre ellos se destacaron : Manuel Mora Valverde, Jaime
Cerdas Mora y R icardo Coto Conde, q u i enes organ i zaban grandes jorna­
da s antimper i a l i stas, desde la Asociación de Estudi antes de Derecho.
Estos estudiantes de Derecho fueron profund i zando poco a poco los
contactos con los núcleos de obreros y artesanos, según lo veremos más
adelante, y fueron aglutina ndo y desarro l l ando, j u nto con los traba­
jadores, l a fuerza y l a base social del futuro Partido Comunista .
Manuel Mora y R icardo Coto Conde publ icaron en A R CO un
periód ico l lamado "R evolución", en marzo de 1 930, con un tiraje de
unos m i l ejemplares. En este periód i co l lamaban a la un idad de los
trabajadores, denunciaban la explotación capita l i sta y d ifund ían las
ideas socia l istas. Su presencia en AR CO generó un viraje importante en
su accionar poi ít ico y contr ibuyó a afianzar los lazos entre la i ntelec­
tual idad y los trabajadores.
Este grupo -refi r iéndose a A RCO- ten ía a l pr incipio un
carácter más bien a ntimperial ista, sin orientación marxista. Pero en
cuanto nos cayó a nosotros e l Manif iesto Comun ista, y varia l iteratura
que entraba por medio de mari nos que l l egaban a L imón, y un a m igo
que teníamos en ese lugar, que era el que nos mandaba esa l iteratura,
comenzamos a darle un carácter comunista al a�unto". 1 1 1 1
En 1 93 1 , la labor de agitación se i ntensificó a tal grado q ue l a
prensa informó sobre e l asunto de la sigu iente for ma: ,
" La noche del domi ngo se capturaron personas afil iadas a ese
bando poi ítico que se ocupaban de pegar algunos cartelones con pro­
paganda com u n i sta . También se nos informa que hoy o mañana serán
expu lsados de Costa R ica, dos extranjeros indeseables m i entras se
comprueba la cu l pab i l idad de otro ind i v id uo que está siendo vigi lado
por la pol i c ía y que también será expu l sado". < 1 2 )
La exi stencia y la necesidad del Partido Com u n ista se anunciaba
en d iferentes partes. El 16 de mayo de 1 93 1 en la Primera Asamblea
E lectora! organ izada por el Partido Repub l icano de R icardo Jiménez
"cuatro o ci nco i nd i viduos que se d icen comun istas gr itaban vivas a l
P a r tido Comu nista, intervino la pol ic ía y s e presentaron agre­
siones". < 1 3 )
Con el propósito de hacer propaganda, la UGT alqu i l ó un loca l en
los "Altos de Max Zúñiga" en l a avenida del cementerio. E n noviembre
de 1 930, esta organización convocó a u na reunión para celebrar el 1 3
a n i versar io de l a R evol ución R usa. 1 1 4 )
En los meses de j u n io, j u l io y agosto de 1 930 la U n ión G enera l de
Trabajadores desplegó un trabajo i ntenso a l rededor de las reivind i­
caciones económicas necesar ias en esta coyuntura de crisis. Coyuntura

1 16
en la cua l , por la agud i zación de las contrad icciones sociales, se posi­
bi l itó un desarrol l o de la conciencia de c lase, en razón de que a los
trabajadores de l a época les era más fácil comprender y sentir la d i ­
námica contradictoria e i njusta d e l capita l ismo.
El 5 de agosto de 1 930, La Tribu na, i nformaba que la U n ión
G eneral de Trabajadores se hab ía adherido a la 1 nternacional Sindica l
Roja con sede e n Moscú, y q ue hab ía resuelto emprender u n a "viva
campaña comun ista en todo e l pa ís con el objeto de dar a conocer
ampliamente sus doctr inas". ( 1 5 ) E sta información no pudo ser compro­
bada a través de las entrevistas, pero de ser verdadera i nd ica r ía que el
movimi ento obrero se l igó al movim iento sind ica l clasista i nternacional
antes de fundarse el Partido Comu n i sta y no después, como siempre se
ha creído.
La competencia pol ítica surgida como proyección del proceso de
desarrol lo del capita l ismo, fue generando las expresiones orgánicas de
las clases que aparecen y se conforman con el m ismo proceso. Esa
madurez se expl ica por la concurrencia de varios factores de naturaleza
d iversa, no sólo a n ivel económico y social, sino tamb ién por la
evolución del pensam iento po i ítico propio de la clase obrera, a n ivel
i n t e r n o , p u e s e xt e r n a m e n t e l a s c o nd icidnes i nternacionales,
coadyuvaban y estimu laban este proceso naciona l .
N o debemos conocebi r e l partido poi ítico como una organ i zación
exclusivamente creada en y por la "competencia poi ítica" para usar el
tér m i no de G ramsci s i no como u na organ i zación con base y plantea­
m ientos que por su contenido de clase organice, defienda y construya el
proceso poi ítko de l a l i beración de u n pueb lo.
La organ i zación comun i sta sólo puede ser elaborada en la l ucha
cuando cada miembro tome conciencia, por su propia experiencia, de la
justicia y la necesidad de esta forma precisa de cohesión. Como b ien lo
plantea Luckacs, el partido es l a med iación concreta entre el hombre y
la h istor ia . ( l G )
E n e l caso concreto d e Costa R ica , las l uchas reivind icativas y
propagand ísticas de la UGT constituyeron las causas más inmed iatas de
la fu ndación del Partido Comunista. En febrero de 1 93 1 , la UGT lanzó
un ultimátum al gobierno de don Cleto Gonzá lez V íq uez, donde se le
conced ían ocho d ías para tomar las med idas necesarias para so lucionar
los problemas origi nados por la crisis o, de lo contrario, se le derrocar ía .
E n med io de estas evalentonadas amenazas de corte u l tra i z­
qu ierdista, que demostraban la poca experiencia y la j uventud del
naciente Partido Comun ista, las masas respond ieron a l l lamado. Se
d i eron enfrenta m ientos con la pol ic ía , detenciones, expu lsio nes del
pa ís, etc.
A ra íz de este ataque al gobierno, el núcleo de fundadores del

117
Partido Comun ista, se vio en la necesidad de a l q u i l a r otro local en el
pasaje Rescia, donde el 6 de j u n io de 1 93 1 acordaron, formalmente,
funda r el Partido Comunista e i ntegrar el Comité Ejecutivo Pro­
visiona l . ( 1 7) Deci mos formal mente porque en la práctica ya estaba
fundado.
El 16 de junio de 1 93 1 se reunió por pri mera vez el Comité
Ejecutivo Provisional compuesto por :
Manuel Mora Valverde Secretario General
Luis Carba l lo Corrales Secretario de Actas
Ricardo Coto Conde Secretario de Correspondencia
Ja i me Cerdas Mora Secretario de F ina nzas
Efra ín J i ménez G uerrero Vocal
Carlos Mar ín Obando Voca l
Gonzalo Montero Berry Voca l
Alfredo V a l er ín Vocal
José Barquero Vocal
Ansel mo Soto Voca l

La d irección pol ítica hab ía sido creada y, a partir de ese momen­


to, se i n ició la organ i zación de células con un criterio geográfico y se
comenzó a e laborar colectivamente el Programa.
A cont i nuación se nos pl antean las siguientes i nterrogantes:
- lOué t i po de organ ización poi ítica se creó a parti r del 1 6 de junio de
1 931 ?
-lCuál es su carácter?
-lCuáles son sus planteam ientos?
H emos a n a l i zado hasta aqu í el desarro l l o de los factores que de­
term i naron l a fundación del Partido Comun ista 'tle Costa R ica en 1 93 1 .
Para el a n á l isis cr ítico de la fundación de esta organ i zación, nos ocupa­
mos de un elemento fundamenta l : su Programa.
Los programas y ios estatutos son los documentos rectores y
básicos de una organ i zación poi ítica. En el primero el partido poi ítico
plantea sus tareas, su concepción de la rea l idad, los i ntereses de la clase
-o sector de clase- que representa. El segundo t iene u na vocación
hacia la vida partida ria i nterna. Ambos deben expresar l a concepción
ideológica de la clase y del organismo, pues ésta determina su práctica,
principio de su existencia.
El programa es lo funda menta l , es la carta de presentación de la
organ i zación partidaria, E ngels planteaba que, "mientras no sea
elaborado tal programa o exposición breve, clara y precisa de todo lo
que el partido procura obtener y por lo que l ucha , existe en forma
embrionaria, hasta el pa rtido de tipo más nuevo permanecerá en estado
embrionario, ( . . . ) será sólo un partido en potencia, pero no un partido
en la rea l idad " . ( 1 S) Precisando este aspecto, Lenin decía que el pro-

1 18
grama deb ía contener lo absol utamente i ndudable y de hecho esta­
blecido, deb ía de parti r de cond iciones y posib i l idades
históricas concretas y "apoyarse en l a experiencia de la l ucha de las
masas y basarse en los logros de la teo r ía marxista -en el caso de un
partido obrero-. En el programa no deberá haber espacio para plantea­
mientos fantasiosos, grandes abstracciones ni deta l l ismos exagerados,
que tienen el pel igro de a l ejarse de la rea l idad concreta de la masa
trabajadora". ( 1 9 )
E l Programa M ín i mo del Partido Comunista debe estud ia rse pues,
a la luz de las condiciones h i stóricas existentes en Costa R ica hacia
1 931 .
Si se habla de un partido revol uciona rio cuya perspectiva sea la
revolución social ista, tiene que hacerse referencia necesariamente a un
plan sistemático de actividades, basado en principios teóricos y orgá­
n icos rea les, y claramente del i m i tados. U n ú n ico plan que aglutine a su
alrededor a las fuerzas sociales encargadas de impulsarlo. Esto fue cla­
ramente expuesto por Lenin, en las d i scusiones i n iciales sobre la
cuest ión organ izativa; concretamente, en el nú mero cuatro de 1 skra, a
(
principios de siglo. 2 D l E l plan o programa e s un i nstrumento básico,
planif icador y esclarecedor dentro de l a visión cient ífico de la actividad
poi ítica.
Por e l lo creemos que es necesario part i r del programa, como
elemento que nos permite hacer a lgu nas reflexiones sobre la naturaleza
del Partido Comunista de Costa R ica.

2. Programa M ín i mo del Partido Comunista de Costa R ica

"Costa R ica es un país de econom ía dependiente o semicolonia l ,


por cuanto s u i ndustr ia, comercio y agr icu ltura están med iatizados por
el i mper ia l i smo de los grandes pa íses capita l i stas ( E stados U n idos,
I ng laterra, etc . ) . Debido a este hecho fundamenta l , la i mplantación del
programa comunista i ntegral (abo lición de la propiedad privada , socia­
l i zación de los medios de producción, etc . ) , no se pondrá a la orden del
d ía en e l pa ís, sin hab e a rea l izado la revo ución social en las etró­
pol is de que oependemos econom1camente o s i n la concurrencia de
factores especial ísimos, que permitieran orga nizar la econo m ía y la vida
soc i a l del pa ís, sobre bases tota l mente comunitarias sin provocar i nter­
venciones i mper i a l i stas. M ientras una u otra de estas dos condiciones
objetivas no se rea l izaren : una revol ución soc i a l en los grandes países
capital istas o coyuntura tan favorable que nos permitiera rea l i zar ínte­
gramente el programa comu n i sta sin provocar r u i nosas intervenciones
-el PARTI DO COM U N ISTA DE COSTA R I CA luchará por la

119
implantación med iante la conq uista del poder, del siguiente programa
m ín i mo.

PO L I T ICA F U NC IONAL

1 . Todo el poder poi ítico para l a clase trabajadora. Creación de con­


sejos de obreros y campesinos.

PO L I T ICA DE D E F E NSA Y P R E V l S I O N SO C I A L

2 . Establec i m iento de seguros sociales a cargo del E stado, para la deso­


cupación, accidentes de trabajo, enfermedades en general, vejez,
maternidad, etc.
3. Abol ición del trabajo para los n i ños menores de q u i nce años, y
reglamentación del trabajo de los mayores de q u i nce años y de la mujer,
sobre e l principio de que igual trabajo, igual sa lario y con e l propósito
primord ial de proteger la deb i l idad de esos componentes sociales.
4. Obl igación de trabajar para todos los consum idores mayores de
d ieciocho años en la medida de sus capacidades f ísicas e i ntelectuales.
5. Efectiv idad de la jornada de ocho horas para los trabajadores en
general y de seis para los de i ndustr ias agotadoras ( m i nas, etc.) .
6. Ley del salario m ín imo y control del m ismo por un Consejo de
Obreros y Campesinos el cual tendrá facultades para fijar el 1 ímite de
ese salario atend iendo al costo de l a vida .
7. Leyes de organ ización s i nd i ca l . Consagración expresa dei "derecho
de H uelga".
8 . Previsión de casas de habitación h igiénicas para los trabajadores de la
ci udad y del campo.
9. H igien ización del pa ís. Creación y sosten i m iento por el Estado de
colonias san itarias para n i ños déb i les; de d ispensarios y hospita l es
modernos; de casas de maternidad; de granjas de descanso en el campo
para los trabajadores. Campaña educativa entre l as masas sobre la nece­
sidad de u na a l i mentación raciona l . Lucha contra l a s enfermedades so­
ciales ( venéreas, tubercu losis, drogoma n ía , etc.) .
10. Supresión d e l a F ábr ica Nacional d e L icores.
1 1 . E mancipación poi ítica-j u r ídica de la mujer.

1 20
PO L I T ICA ECONOM I CA

1 2 . R evisión de los contratos y convenios celebrados por el Estado con


el capita l i smo nacional y extranjero. I mpugnación de las cláusu las
onerosas para el pa ís.
1 3. Legislación agrar ia e l i m i nando el latifund ismo y autor izando la
expropiación por causa de u t i l idad públ ica de las tierras no cu ltivadas.
Explotación social izada por y en favor de los campesinos pobres, de
todas las tierras pertenecientes a l Estado.
1 4 . Hab i l i tación de todas las regiones del pa ís (apertura de cam inos,
ferrocar r i les de penetrac ión, etc. ) . Nacional ización de las v ías de trans·
porte.
1 5 . 1 ncrementación por el Estado de la Agricu ltura,de las 1 ndustrias de
acuerdo con un plan de raciona l i zación social izad a .
1 6 . Nacional ización del subsuelo.
1 7 . Control por el Estado de las i ndustrias que por su carácter
constituyan monopol ios de servicios púb l i cos ( energ ía e l éctrica, etc . ) .
1 8 . R evisión completa de l o s sistemas arancelarios y tributar ios del
pa ís.
1 9. Creación de un Consejo Técnico de Econom ía N aciona l .

PO L I T ICA A D M I N ISTRAT I VA

20. R educción al m ín imo del aparato burocrático.


2 1 . Ley de Servicio C i v i l .
2 2 . I mplantación d e l pr i ncipio de q u e n i ng ú n sueldo de empleado pú·
b l ico pueda ser mayor que el sa lario máx imo de un obrero.

PO L I T I CA ED UCAT IVA

23. R eforma completa de las leyes de educación de acuerdo con los


siguientes princi pios fundamentales: a) preferentemente a l a educación
p r e - e s colar (casas cunas, escuelas para niños de 2 a 4 años,
k i ndergard ens, escuelas maternales) ; b) el trabajo como eje a l rededor
del cua l g irarán las actividades de la escuela primaria y secu ndaria
( i nterés especia l para los trabajos manuales y agr íco las) ; c) educación
gratuita en todas sus fases y obl igator ia en las necesarias para obtener
ci udada nos l i bres y conscientes.

121
PO L I T I CA I N T E R N AC I O N A L

24. Cooperación constante y decid ida en los trabajos que se l l even a


cabo para la formación de una gran repúbl ica social ista soviética en el
(21 l
conti nente americano.

3. Análisis del Programa

1 niciamos el anál isis del Programa, en su pri mera parte, donde el


Partido caracteriza el país, las fuerzas socia les, y enuncia sus objetivos
tácticos y estratég icos.
El hecho de autodenominarse comunista o soci a l i sta no garantiza
el papel revo l ucionario de n i ngún partido. Este carácter se lo da la
correspondencia del planteamiento pol ítico con la rea l idad que se pre­
tende ca mbiar. Para e l lo es necesario conocer y partir de la d i námica de
la rea l idad misma; sus contrad icciones fundamentales, el n ivel de desa­
rro l lo de esas contrad icciones y programar los pasos y las actividades
necesa rias que pos i b i l iten un proyecto poi ítico transformador . De esta
manera, la i nterpretación del materia l i smo h i stórico se circunscribe a
una sociedad específica. Si bien es cierto no se logra conso l idar el
socia l i smo i nmed iatamente, si se i mpulsan los procesos socia les y poi í­
ticos, que permiten la superación de l os obstácu los y la organización de
las fuerzas socia les más i nteresadas en la construcción del social ismo. E n
este sentido, señala Lukacs "Desear conscientemente e l reino d e l a 1 iber­
tad significa entonces franquear de manera consciente el paso que
conduce efectivamente a él ( . . . ). 1 mplica una subord i nación consciente
a esta vo luntad de conjunto que tiene por vocación reclamar rea l mente
de la v ida esa l ibertad rea l, de dar los primeros pasos, d i f íc i l es, i nci ertos
y titubea ntes en esa d i rección. Esta voluntad de conjunto consciente es
'22)
el Partido Comun ista " .
E n e l programa se expresaba esa voluntad d e alcanzar e l social is­
mo. Y aunque no se precisara muy clara mente, se planteaban dos
objetivos, uno táctico y otro estratégico, representados por dos pro­
gramas diferentes.
a) " E l Prográma Máximo del Partido Comunista o Programa
Comunista 1 ntegral (abol ición de la propiedad privada , social ización de
los medios de producción, etc.) . Este plantea m i ento debe entenderse
como un obj etivo estratég ico, común a todos los partidos comunistas de
la época que recog(a de manera general los d i ez puntos expuestos en el
apartado de "Proleta r ios y Comu n i stas" del Manifiesto del Partido
Comun ista. ( 2 3 )
"Med idas que desde un punto de vista económico parecieran i nsu-

1 22
ficientes e i nsostenibles, pero q ue en el curso del movimiento se sobre­
pasarán a sí mismas y serán i nd ispensables como med io para transfor­
mar rad ical mente el modo de producción". < 2 4 l
b) E l Programa M ínimo d e l Partido Comun ista d e Costa R ica , se
plantea, en el momento de su fundación como el paso táctico, que
responde a ciertas necesidades y cond iciones, de la época, hasta tanto
no se pueda desarrol lar " íntegramente el programa comunista". Al de­
finir a Costa R ica como dependiente o semicoloni a l , cuya producción
está med iatizada por el i mper ial ismo, se elaboró un programa m ínimo
que permitiera u n avance en la construcción del comunismo, sin la
i ntervención extranjera. Este pel igro siempre fue contemplado en el
proyecto de rea l i zación comunista y se exp l ica por el i nmenso poder del
capita l imper i a l ista en la época y por la seguridad de u na intervención
extranjera en caso de u na cu l m i nación exitosa del proceso revo­
lucionario. Además, se impo n ía la poi ítica del "big stick", en las re­
laciones i nternacionales de Estados U n idos con Amér ica Lati na, y se
hab ía n dado las i ntervencio nes yankys en N icaragua, Cuba , Panamá,
Puerto R ico, y otros pa íses. Por eso, en ci erta forma, cond icionaban los
comunistas, en 1 93 1 , la l i beración naciona l , a la revolución en las me­
trópo l i s o a "factores especial ísimos".
E ste planteamiento, según nuestro cr iterio, refleja la creencia de
que el proceso revol ucionario y la or ga n i zación de las fuerzas sociales
era un movimiento a corto plazo. Y en segundo l ugar refleja la sujeción
casi total de la cu l m i nación del proceso de revol ución socia l a factores y
cond iciones externas y no a una relación de cond iciones naciona l es e
internaciona les.
S i bien es ci erto que en la década de 1 930 no se dio ningún
proceso revo l ucinario exitoso en América Latina , eso no fue solamente
por causa del imperial ismo, s i no tamb ién por la i nsuficiente madurez de
las condiciones naciona les de América Latina.
S i n embargo, en la Pri mera Conferencia de Partidos Comunistas
de América Lati na, celebrada en B uenos A i res, Argentina , en 1 929, se
-
d iscutió la necesidad de !a lucha antimper ial ista como un paso prio·
ritario en el proceso de l i beración social y como u na cond ición necesa­
ria para la construcción del soci al ismo en América Latina . La poca
vincu lación del núcleo de fundadores del Partido Comun ista, con el
movimiento comun i sta i nternaciona l exp l ica , en alguna med ida, el
hecho de que la l ucha antimperial ista no se precisara como un elemento
necesario y previo para alcanzar el objetivo estratégico de la naciente
orga n i zación revolucionaria costa rricense. E n este sentido, se nota ,
ta mbién, la ausencia de una visión pol ítico-m i l itar de la l ucha pro l etaria,
por lo menos expl ícitarnente. Aunque en el plano económico, en el
apartado de "Poi ítica Económica" del Programa M ín imo, sí se coloca

1 23
en primer l ugar la l iberación de los lazos de dependencia del dominio
extranjero, expresado en la necesidad de una "revisión de los contratos
celebrados por el Estado a n ivel naciona l e i nternaciona l , con la impug­
nación de las cláusu las onerosas para el pa ís".
La cuestión del poder está planteada en el segu ndo apartado "Po­
i ítica F unciona l", que programaba "todo el poder poi ítico para l a clase
trabajadora. Creación de Consejos de obreros y campesi nos". E ste
planteamiento del poder contrad ice en algunos aspectos el a ná l isis que
se hace de las condiciones necesarias para la toma del m i smo, en el
tanto en q ue, para que todo el poder estuviera bajo el control de los
trabajadores, el programa com u n i sta planteaba la necesidad de l l evar la
revo l ución social a las metrópo l is de las que depend íamos, y se subor­
d i naba la toma del poder a factores externos o situaciones muy espe­
ciales. Es importante anotar que esta concepción de la toma del poder,
sí coi ncide con los plantea m ientos de la I nternacional Comunista, de
donde sospechamos que se pudo haber tomado, puesto que un partido
poi íti co revo l ucionario debe tener como objetivo la toma del poder y el
traslado de éste a la clase trabajadora organ i zada . E ncarna así, la idea
l ímite del social ismo -como escri b ía Antonio Gramsci- "q u i eren todo
el social ismo ( . . . ) son revolucionarios no evol ucionistas" . ( 2 5 l
La resolución de tomar todo el poder y trasladarlo a "Consejos de
obreros y campesinos", no corresponde pues, al aná l i si s sobre las cond i ­
ciones necesarias para lograrlo.
Otros elementos imprescindibles en la concepción de u n partido
obrero revolucionario, tales como su naturaleza i ndependiente, mono­
! ítica y �ermanente, son planteados en el programa del Partido Co­
munista. Desde sus inicios esta organización defi n ía su carácter no elec­
toral ( 2 6 ) , su u nidad, sustentada en "su programa básico común cuya
base fundamental es la abol ición de la propiedad privada y de la socia­
l i zación absol uta de los med ios de producción".
U n partido obrero bajo u na concepción lenin ista debe tener un
carácter independ iente, con una táctica y poi ítica de a l ianzas surgida de
las condiciones naciona les y en e l momento concreto, a la luz de la
teor ía cient ífica . Desde los i nicios de la elaboración teórica del Partido
de nuevo tipo, E ngels insistía en que "el partido obrero no debe consti­
tu i rse en un ápendice de cua lqu ier partido burgués, s i no como u n
partido i ndependiente q u e t iene sus objetivos propios, s u p o i ítica pro­
pia". ( 2 7 )
Posteriormente, a pri ncipios del siglo, Lenin enr iqueció y con­
cretó estos postu lados, enfatizando la necesidad de l a cohesión ideo­
lóg ica, l a un idad orgá nica, l a vida democrática i nterna y la d i rección
colectiva.
Estos el ementos corresponden al desarrol lo de la conciencia de

1 24
clase de los trabajadores, que define sus organ izaciones, y éstas, a su
vez, elevan la conciencia del destacamento más consc1i ente y orga n i zado
de la clase: El Partido . El Programa M ínimo del Partido Comunista de
Costa R ica se gestó a la luz de estos contenidos programáticos.
E n este primer plan de los comun istas costarr icenses, se inducía a l
proletariado costar ricense a l a organización a l r ed edor de reivin­
dicaciones económicas y poi íticas. E n el apartado de Poi ítica de
Defensa y P revención Soci al ( pu ntos 2-6) se consignan estas notas:
seguridad social, regul ación del trabajo i nfantil, femen i no y mascu l i no ,
mayor equidad y j ust icia sa larial, jornada de ocho horas, mejores sa la­
rios, l i bertad y organ ización sind ical y en general el mejoram iento de las
cond iciones de vida y trabajo, emancipación pol ítica y jur íd i ca de la
mujer.
La defensa de los i ntereses del proletariado, se l leva a cabo me­
diante u na ser ie de l uchas tendientes a a l canzar las reinvind icaciones
económicas necesarias para que se desarro l l e la capacidad organizativa y
de l ucha de los trabajadores. Además, debe fortal ecerse la conciencia de
clase en s í y para s í, y su poder e i nf luencia como cla�e revo luciona r ia y
organizada que conduzca al objetivo ú ltimo de unPartido Comu nista .
En esto hay que estar claro. E l partido poi ítico obrero, debe generar la
práctica poi ítica necesaria que eduque a la clase y sus a l idadas para la
consecusión de su proyecto pol ítico. Es esa práctica y la apl icación de
la teor ía revol ucionaria lo que va precisando el análisis, el evando el nivel
de l ucha, desarrollando la organ ización y el desarrol l o pol ítico del par­
tido en gener a l . Pero no solamente la l ucha reivind icativa ti ene un sen­
tido poi ítico, también adqu iere su razón de ser en la defensa que el
partido obrero debe hacer de los intereses de su clase.
E s importante seña lar, como se refleja en los p untos enunciados
en el programa de defensa y previsión socia l , las cond iciones de v ida de
la clase trabajadora costarricense en los años 30. E 1 programa constituye
u na respuesta a las necesidades más i mperiosas del momento, de u na
masa trabajadora atrasada, depend iente, pobre, sin n i nguna segu ridad
socia l n i laboral , explotada, ignorante y hambr ienta .
E n lo relativo a l a pol ítica económ ica ( apartado 1 2- 1 9 ) , el pro­
grama p lantea las med idas necesa r ias para garantizar su fin ú ltimo en el
plano económico: l a d i rección de la vida productiva del p a ís por parte
de los trabajadores. 1 ncl uye med idas generales, tend ientes a la orga­
n i zación y rea l i zación de u na producción agr íco la bajo principios mo­
dernos y cooperativos, que garanticen la socia l ización de la producción
y 1 a s o l ución de las contrad icciones de u na sociedad agraria,
depend iente y descapital izada.
Las econo m ías agroexportadoras, depend ientes y atrasadas como
la de Costa R ica en 1 93 1 , sufr ía n y sufren un proceso de desea-

1 25
pita l ización, como consecuencia de la apropiación del va l or social pro­
ducido, por parte de las potencias i mper ia l istas. Esta explotación, a
nivel i nternaciona l , no es más que un reflejo de las relaciones de explo·
tación económicas propias del modo de producción capita l i sta. El papel
de las econom las subdesa rrolladas en el mercado mund i a l cap ital ista,
está planteado en térmi nos de subord inación a l os i ntereses y neces i­
dades de los pa ises domina ntes. Por el lo, nos parece acertado pla ntear la
necesidad, en pri mer térmi no, de la revisión de los contratos contra Idos
por el Estado costarr icense a n ivel externo e i nterno, para romper esos
tér m i nos "onerosos bajo los cuales se inscribe nuestra participación en
e l sistema mund ia l capita l i sta.
Esta medida es básica e i mprescindible porque busca la so l ución
de una contradicción que afecta no sólo a la clase obrera, sino a otras
clases socia les.
" Los comun istas -decía E ngels- se dist i nguen de los demás part i ­
d o s prol etar ios en que, p o r u n a parte, en las d iferentes l uchas nacional es
de los prol etar i os, destacan y hacen valer los i ntereses comunes de todo
el proletariado, ( . . . ) y, por otra parte en que, er. las d iferentes fases del
desarrol lo por las que pasa la lucha entre proletariado y burguesía re­
presentan siempre los i ntereses del movimiento en su conjunto". ' 2 3 l
Así pues, la necesidad de la l ucha antimperia l ista cobra sentido no sólo
como una fase de la l ucha del proletariado, sino tamb ién, nacional .
Las d isposiciones subsigu ientes del mismo apartado d e Pol ítica
económica, se orientan hacia una d istribución más j usta de la t ierra, el
desarro l l o y la modern ización agr ícola y de la producción, la socia­
l ización de las principa l es ramas de la economía, el control estatal de los
servicios, y el desarrol lo técnico en general . Med idas, todas e l l as, necesa­
r ias para la creación de cond iciones que permitan el desarro l l o de las
fuerzas productivas requeridas para la construcción del Social ismo.
La pol ít ica admi n i strativa desa rrol lada de manera global en los
puntos 20 al 22, se orienta a la raciona l ización y organ i zación del
aparato estata l , a la igualdad y control de los empleados públ icos con
respecto a , y por, l a clase trabajadora.
La reducción al m ín i mo del aparato burocrático, y l a creación de
u na ley de Servicio C i v i l , corresponden a necesidades de la real idad
histórica de la época. El tercer punto de este apartado ( N o. 22) sobre la
igualdad entre sueldos de empleados públ icos y obreros recuerda una
reivind i cación bolchevique, de los pri meros años de la revol ución rusa,
tendiente a evita r l os privi legios del personal estatal y las d iferen­
ciaciones socia les, y contribu ir a una mayor igualdad socia l . Poste­
riormente, la necesidad de cuadros cal ificados mod ificó parcia l mente
esta idea .
E n el apartado 23 del Programa M ín i mo del Partido Comu nista de

1 26
Costa R ica se esboza la poi ítica educativa, que responde a las necesi­
dades del momento, al rededor de tres aspectos básicos :
a) La educación pre-escolar
b) El trabajo como eje del sistema educativo.
c) El carácter gratu ito y obl igatorio en los n iveles necesa rios para el
desa rro l l o de ci udadanos " l ibres y conscientes".

Desde med iados del siglo X I X se hab ían sentado las bases de un
sistema educativo en Costa R ica, que comparativamente con otros
pa íses de Centroa mérica era amplio, aunque en la práctica no era demo­
crático. El acceso a la educación por parte de los n i ños y jóvenes pobres
era muy l i m itado. No fue s i no hasta 1 949, que l a enseñanza med ia "es
decretada" gratuita, y a pesar de eso la mayor ía de la población en edad
esco l a r que v i v ía en el campo donde la educación forma l no l l egaba ,
ten ía pocas posibil idades educativas. Los n iveles educativos superiores
(funda menta l mente las escuelas de Derecho y F a rmacia y la Escuela
Normal de H ered i a ) , eran el privi legio de u n reducido n úmero de jó­
venes ad i nerados o provenientes de la capa media urba na , que podían
fi nanciar la educación. La gran masa de los n iños y jóvenes rurales, e
i ncluso "urbanos" se i ncorporaban tempranamente al trabajo. E n el
Censo de Desocupados de 1 932, las edades que se tomaron como 1 ímite
del trabajo censal fueron 13 a 90 años. Lo que refleja como, i ncl uso
of icial mente, se reconoce la i ncorporación temprana de los n iños a l
trabajo. E l n ivel de vida y la democratizada miseria, n o per m i t ía a las
nuevas generaciones dedicar tiempo a la educación, pues tempra­
namente se veían obl igados a ayuda r a sus fam i l ia s económicamente.
Esto se agud iza más, si tomamos en cuenta, que la educación m ed i a y
superior no eran gratuitas.
El Programa M ínimo esboza las reivind icaciones necesarias para
crear un sistema educativo democrático. Aún no se plantea l a estruc­
turación de u na i nstrucción socia l ista.
"Al principio nosotros ten ía mos un Programa M ín i mo de l ucha
para la etapa que estábamos viviendo. Por ejemplo, pa ra entonces ped ía­
mos un Cód igo de Trabajo moderno, ped íamos Seguros Sociales, que
luego obtuvimos etc. Y nos l la mábamos Partido Comun ista . En el fondo
éramos partido marxista-lenin ista, que actuaba en Costa R ica , de
acuerdo con las circunstancias y eso lo d ice nuestro Programa M ín i mo.
Por eso repito, si me dicen :
l E ra posible en aquella época, constru ir el Comu nismo? No. l E I Socia­
l ismo ? N o . l E ra posible avanzar hacia e l Social ismo y el Comun ismo?
S í. Ten íamos que l uchar en esa d irección". ( 2 9 )
Pero ésto q uedó claro después, con el desa r ro l l o y la madu ración
poi ítica del Partido Comunista.

1 27
En la pol ítica i nternacional -apartado 24- se programa la coope­
ración en la construcción de "una gran R epúbl ica Social ista Soviética en
el Conti nente Americano".
E n este apartado se expresa la i nfl uencia del pensa m iento latinoa­
meri can ista, que constituyó un elemento importante para el desarro l l o
d e l a conciencia anti mper ial ista y popular, tanto e n nuestro pa ís como
en el resto de América Latina.
E sta corriente poi ítica, fuente integrante del pensa m iento popular
y revoluciona rio, fue i mpulsada y d ifund ida, en Costa R ica por algunos
i ntel ectuales como Ornar Dengo, Carlos Gag i n i , Joaqu ín G arcía Monge,
V icente Sáenz. El a nt imper i a l i smo logró la constitución de un partido
poi ítico (Alianza de Obreros, Campesi nos e ! ntelectua les en el año
1 930) , al cual pertenecieron m iembros fundadores del Partido Comu­
n i sta como G onza l o Montero Berry, Carmen Lyra y Luisa González
entre otros. La un idad geo-pol ítica y cu ltu ral de América Latina es
recobrada en este pl antea m i ento con u na perspectiva popu lar, "sovié­
tica " como fue expuesto en el programa de l a época. El uso de este
tér m i no se expl i ca por las condiciones del momento puesto q ue, en ese
entonces, la mayor ía de los Partidos Comunistas, general izaron el pro­
ceso soviético a sus rea l idades particu lares. La exper iencia rusa era la
única exitosa hasta el momento, y había penetrado en casi todo el
mundo.
E n este documento confluyen una gran cantidad de factores
i nternos y externos que lo expl ican. Para 1 93 1 , las ideas social istas,
revo l ucionarias, eran conocidas y d i scutida s e n Costa R ica. Además de
ésto, l a creación de partidos, anti mper i a l i stas con una ori entación
popu lar como el A P R A y La A l i a nza de Obreros, Campesinos e I ntelec­
tua les, hab ían aportado a l movim iento obrero u na exper iencia y u n
pensam iento popular antimperial ista y naciona l . E l R efor m i smo como
pensa m iento y organización , estaba agotado. La crisis económ ica y po­
l ítica en que se encontraban Costa R ica y el mundo cap ita l ista, hab ía
creado cond iciones objetivas para el surg i m iento de un nuevo movi­
m iento poi ítico que respond iera a las necesidades de las grandes
mayor ías trabajadoras. E l deb i l itam iento cie los programas de los par­
tidos burgueses trad ;ciona l es, propició el h echo de que los trabajadores
visual izaran mejor la necesidad de una nueva alternativa, que res­
pond iera a sus i ntereses y a las demandas de la época. Todo esto expl ica
que sea éste el momento en que un grupo de trabajadores e i ntelectuales
lanzaran este programa y fundaran este partido, que recog ió en s í
mismo, la exper iencia y la madurez pol ítica e ideo lóg ica d e l pro l e­
tariado costarricense, elevándolo a una nueva cond ición.

1 28
4. El individuo y la historia

La h i storia es fundamentalmente la ciencia de los hombres, cuyo


objeto de estudio es el hombre m ismo considerado en el seno de de los
grupos que constituye. Como afi rma Lucien Fevre "la tarea del h i sto­
riador es volver a encontrar a l os hombres que han vivido los hechos y a
los que, más tarde, se a l ojaron en el los para i nterpretarlos en cada
caso". ! 3 0 l Son los hombres los que construyen, transforman y deter­
m i na n el rumbo de la evol ución soci a l . Por lo tanto, como la h istoria la
hacen l os hombres, l os i nd ividuos no pueden dejar de tener su impor­
· tancia en e l l a .
L a generación d e fundadores del Partido Comun i sta conjugó
experiencias poi íticaG y cond iciones sociales que deter m i naron su
conciencia socia l . Fue una generación cuya i nfancia y j uventud estuvo
marcada por la crisis de l a P rimera G uerra M u nd ia l , y la d ictadura
tinoqu i sta de 1 9 1 7- 1 9 1 9 . En la década de los años 20, los movi m ientos
antimperial istas mov i l izaron tanto a i ntelectuales como a amplios
sectores popu lares, y forjaron a lg u na s perso nal idades que luego se inte­
graron al naciente Partido Comunista, tales como Carmen Lyra, Luisa
G onzález, G onza lo Montero Berry, etc. Esta generación de los años 30
estuvo i nflu ida por la d ifusión de la l iteratura social y pol ítica . La
corriente rea l i sta en la l i teratura adqu irió expresiones nacionales, se
escribieron novelas de orientación anarqu ista pero con una profunda
preocupación soci a l . 1 nfluyó en nuestros artistas l a l i teratura revolu­
cionaria de los grandes teór icos del material ismo, pues en su j uventud,
asimi laron el impacto ideológico que produjo la l iteratura revo­
lucionaria, y la Revol ución R usa . E ste grupo de hombres fue formado
bajo el ejemplo del pensamiento y las acciones de i ntelectuales ho­
nestos, con gran sens i b i l idad social y trayectoria poi ítica como O rnar
Dengo, Carmen Lyra, Joaqu ín G a rc ía Monge, Aniceto Montero, etc.
La generación de fundadores del Partido Comun ista tuvo una
i ncorporación muy temprana a la vida poi ítica, con todas las virtudes y
problemas que esto impl ica. Provenían de d iferentes clases socia les que
se fueron acercando, un ificando y organizando en u n proceso que se
acentuó a pa rtir de 1 929, enmarcado por una profunda crisis social y
poi ítica, en el plano naciona l , y por el desarrollo de las ideas del
social ismo científico a nivel mund i a l .
Lu i s Carba l l o Corrales, R icardo Coto Conde, Jaime Cerdas Mora y
Manuel Mora Valverde, eran estud iantes de Derecho con una parti ­
cipación destacada e n el movimiento estud ianti l , y prove nientes de las
capas med ias de l a sociedad costarr icense.
Carlos M a r ín Obando, era d i r igente sind ica l, afi lador de tijeras en
tal ler y a domici l i o, con u na participación im portante en las luchas

1 29
reivind icativas.
Gonzalo Montero Berry, era eba n i sta y carpi ntero, obrero de gran
intel igencia, se acercó a l movi m iento revol ucionario med ia nte su
act ividad en las luchas si ndica les, y sobre todo antimperial istas; perte­
neció al APRA, fundó la UGT y A R CO y posteriormente, fue fundador
del Partido Comunista.
Efra ín J i ménez Guerrero era u n joven obrero zapatero, perte neció
a la UGT y más tarde, en 1 933, se destacó como d i r igente de una de las
huelgas de zapateros más i mportantes de Costa R ica .
Carmen Lyra, i ntelectu a l , maestra, novelista, se integró a l movi­
mi ento revolucionario después de u na trayectoria muy larga en las
l uchas pol íticas, rei v i nd i cativas y anti mper i a l i stas. Fue la mujer más
destacada de la época. Perteneció al grupo Germinal, tuvo u na parti­
cipación muy i mportante en la l ucha contra l a dictadura ti noqu ista ,
organ i zadora de círculos de estudio de obreros e i ntelectua les, Aprista,
contactada con la i ntelectua l idad progresista de América Latina, y
fundadora del Partido Comun ista.
Dentro de este grupo de hombres, la persona l idad de M a nuel
Mora Valverde fue la más importante, puesto que encarnó en sí mismo
y en su acción cotidiana, la necesidad de la existencia del Partido Comu­
nista . N ació el 27 de agosto de 1 909, el mayor de doce herma nos, de un
hogar formado por un obrero eban ista especia l i zado . D u ra nte su n i ñez
sufrió muchas calam idades económ icas, por el ex i l io poi ítico de su
padre, José R afael Mora, durante la dictadura de los T i noco.
Sus pri meras nociones poi íticas las aprend ió de su padre, hombre
demócratico y honesto, gran amigo del presidente Alfredo G onzález
F lores, y si mpatizante de la R evol ución R u sa .
E n s u adolescencia fue segu idor de Jorge Volio y comprend ió
rápida mente su claudicación y componendas. F ue, en este entonces,
cuando empezó a mad urar su idea de formar un partido poi ítico "para
los pobres".
Durante sus estud ios secundarios en el L iceo de Costa R ica y
un iversitarios en la Escuela de Derecho de la U n i versidad de Costa R ica,
tuvo una participación activa en las luchas estud iant i l es, perteneció a la
Asociación de E studia ntes de la Escuela de Derecho. A los 18 a ños
intentó fundar el Partido Comu n ista, con los empleados del juzgado
donde trabajaba . Junto con R icardo Coto Conde editó el periód ico
Re volución en 1 930. Perteneció a A R CO, a l a UGT, y fue fundador del
Partido Comun ista, y su Secretario General hasta esta fecha.

1 30
C ITAS Y NOTAS

(1) D e l a C r u z , V l ad i m i r , 1 980, p . 1 23.


(2) La Tribuna, 7 d e a b r i l de 1 92 5 , p . 1 .
(3) La Tribuna, 20 de noviembre de 1 92 7 , p . 1 5 .
La Tribuna, 1 1 de octubre de 1 9 29, p. 5 .
(4) La Tribuna, 2 0 de noviembre d e 1 92 7 , p . 1 5.
(5) La Tribuna, 2 6 d e octubre d e 1 929, p . 1 6. T o m a d o d e D e l a C ru z , 1 980,
p. 222.
(6) E n trevista a M a n u e l M o r a . S an J o s é - C o s t a R i ca, 3 d e mayo de 1 9 79.
(7) E n trevista a L u i sa G o n zá l ez . S an José - Costa 3 d e febrero d e 1 98 1 .
(8) E ntrevista a M a n u e l M o r a . S a n José - Costa R i ca. 3 d e m a y o d e 1 9 79.
(9) L a Tribuna, 7 d e febrero de 1 929, p . 1 0 .
( 1 0) La Tribuna, 22 de febrero de 1 9 29, p. 3 .
(1 1 ) A g u i l ar H . , M a r ía d e l o s A ngeles. E n trevista a J a i m e Cerdas M o r a . E n ero d e
1 98 1 , p. 1 .
( 1 2) Diario de Costa Rica, 2 de j u n i o de 1 93 1 , p. 2 .
( 1 3) La Tribuna, 1 6 de mayo de 1 93 1 , pp. 1 ·6 .
( 1 4) La Tribuna, 7 de noviembre de 1 930, p. 3 .
( 1 5) La Tribuna, 5 de agosto de 1 930, p. 1 .
( 1 6) L u kacs, G eo r g . Observaciones metodológicas de Georg Lukacs sobre el
problema de organización. Teoría marxista del partido politico (problemas
de organización). C u ader no s de pasado y presente, s i g l o X X I E d itores S .A .
M é x i co D . F . , 1 9 7 8 , p . 1 05 .
( 1 7) Véase: De l a C r u z , V l ad i m i r , 1 98 0 , p p . 246-247.
( 1 8) M ar x , C a r l os y E ngel s , F ed e r i c o . Obras Completas. Tomo X X I . E d i to r i a l
Progreso, M oscú, U R S S , 1 96 7 , p . 347 , ( e n r u so ) .
( 1 9) Le n i n , V l a d i m i r l . Obras Completas. T o m o X X I X . E d itor i a l P o l ítica. La
H a ba n a , C u b a . 1 96 3 . p . 1 84.
(20) M a r x C a r l o s y E n gels F ed e r i c o , Obras Completas. T o m o V . 1 96 7 , p p . 6-7
( e n r uso ) .
(21 ) Trabajo, 1 3 de marzo de 1 932, p. 3 .
(22) L u kacs, G eorg . Op. cit., p . 1 03.
( 23 ) Los d i e z p u ntos q u e aparecen en el M a n i f i esto C o m u n ista so n l os s i g u i e n ·
tes:
" 1 . E x pr o p i a c i ó n d e la p r o p iedad terr i t o r i a l y e m p l eo d e l a renta d e l a
tierra para l o s gastos d e l Estado.
2. F u erte i m p u esto progresivo.
3. A b o l i c i ó n d e l derecho d e h er e n c i a .

131
4. C o n f i sc a c i ó n de la p r o p i edad de todos los e m i grados y sedici osos.
5. Ce n tr a l i zac i ó n de l crédito en m ano s del E stado por med i o d e un B a n co
n a c i o n a l con c a p i t a l del E stado y m o n o p o l i o exc l u si v o.
6. C e nt r a l i z a c i ó n e n m a nos d e l Estado d e todos los med i o s d e transporte.
7 . M u l t i p l i c a c i ó n de l as empresas f ab r i les pertenecientes a l E stado y d e l o s
i nstr u me n tos de prod ucci ó n. roturac i ó n d e los terrenos i nc u ltos y m ejo ·
r a m i e n to de l as tierras, seg ú n u n p l an gener a l .
8. O b l ig a c i ó n de trabajar p a r a todos: orga n i za c i ó n d e ejércitos ind ustriales,
particu l a r mente p a r a l a a g r i c u l tu ra.
9 . C o m b i n a c i ó n de l a agricu ltu r a y la i nd ustr i a : m ed id as encam i nadas a
hacer desaparecer grad u a l m ente l a d iferencia entre la c i udad y el c a m p o .
1 O . E d ucac i ó n p ú b l i c a y g r a t u i t a d e t o d o s l o s n i ñ o s ; ab o l ic i ó n d e l trabajo
de éstos e n las fábricas tal com o se p ractica hoy, rég i m en d e educación
c o m b i nado c o n la p r o d u c c i ó n m ate r i a l , etc . , etc.
(24) M ar x , C a r l o s ; E n gels, F ed e r i c o . Manifiesto del Partido Comunista. Tomo 1 ,
O bras E scogidas, E d i t o r i a l Progreso, M o sc ú , U R SS , 1 966, p . 1 29 .
(25) G ra m s c i , A n t o n i o . Partido y Revolución. E d i c i o nes C u l t u ra P o p u l a r S . A . ,
M é x i c o D . F . , 1 9 7 7 , p p . 7-9.
(26) Trabajo, 7 de e n e r o d e 1 933, p . 1 .
(27) E n gels, F ed e r i c o . Sobre la acción política de la clase obrera. E d i to r i a l
Progreso. M osc ú , U R S S . 1 97 6 . p p . 1 60-1 6 1 .
128) E ngels, Federico. Marx y la Neue Rheiniche Zeitung. 1848- 1849. T o rn o 1 1 1 .
O bras E scogidas. E d itor i a l Progreso, M oscú , U R SS , 1 9 76, p. 1 75 .
(29) Agui lar H., M a r ía de l o s A ng e l es . E n trev i sta a M a n u e l M o r a . S a n José,
Costa R i ca, 31 de m a r zo y 5 d e abr i l d e 1 980.
(30) F evre, Lucien. Combates por la Historia B a rc e l o n a . E d i to r i a l A r i e l , 4ta.
ed i c i ó n , 1 9 75, p . 29.

1 32
CON C L U S I O N E S

A mediados del siglo X I X , Costa R ica hab ía i n iciado su i nclusión


en la órbita del capita l ismo dependiente a través de la producción cafe­
talera. El café perm itió el desarrollo de los procesos de concentración
de la r iqueza, fundamenta l m ente, por medio de los canales de comer­
cial ización y procesamiento del producto. El café generó una creciente
concentrac ión de l a propiedad fund iaria y de los capitales, que más
tarde se util izó en el desarro l l o de otras actividades eco nómicas ta les
como las agr ícolas, usuarias, agroi ndustriales, comerciales, banca r ias e
i ndustriales.
A partir de esta época los prod uctores d irectos se encontraban
sujetos, de u na u otra forma, al capital y a la producción mercanti l , a
través del crédito, procesamiento y comercial ización ya sea del café o
de otros productos. Estas condiciones sentaron las bases de los procesos
de prol·etar ización puesto que a lgunos productores comenzaban a traba­
jar parte de su tiempo para la hacienda cafetal era, se desarrol l o as í una
masa creciente de proletarios y semi-prol etar ios agr íco las.
A fi nes del sig lo X I X , el desarro l l o cap ita l ista se profu nd izó
gracias a la i ntervención d irecta del cap ita l extranjero, representado por
la construcción del Ferrocarril al Atlántico y por el establecimiento de
los enclaves bananeros y posteriormente, el m i nero. En estas áreas pre­
valecían pésimas condiciones de trabajo, extensas jornadas labora les,
bajos sa lar ios, malas cond iciones de vida, carenci a de seguridad labor a l ,
u na intensa explotación y general ización de las relaciones sa lariales.
Para estos trabajadores fue más fácil visua l i zar la naturaleza explotadora
de las relaciones capita l i stas de producción, esto exp l ica, en parte, el
surgimiento de las primeras l uchas vio lentas y de una de las primeras
grandes huelgas.
La expansión de la frontera agr íco la y la construcción del F erro-

1 33
carr i l a l Atlántico, crearon nuevas áreas de colon i zación en los val les de
Turr i a l ba y R eventazón, donde domi naron las g ra ndes haciendas cafe­
taleras y cañeras que permitieron concentraciones de trabajadores asa la­
riados.
A med iados del siglo X I X , en las "zonas urbanas" se gestaba la
sepa ración entre l a artesa n ía y la producción fam i l iar, se creó u na
mayor especial ización y se sentaron las bases para el establecimiento de
ta l leres y un i nci piente desa rrol lo capital ista en este sector productivo.
Surgen así, las pri meras orga nizaciones populares, las sociedades mutua­
l i stas, que era n uniones de artesanos que pretend ían ayudarse
mutuamente en caso de enfermedad, accidente o muerte. En u n pri n­
cipio, en algunas de el las se contó con la participación de los patronos.
Posteriormente, el desarro l l o y la especia l ización artesan a l , pro­
ducto de una mayor d ivisión social del trabajo, y del mejoramiento
técnico y de la penetración de las ideas a narq u i stas, crearon las cond i ­
ciones necesa rias para transformar las sociedades mutual istas artesa­
nales, de ta l manera q ue su composición y sus l uchas tuvieron u n
carácter más i ndepend iente .
A partir de 1 900 se incrementó la creación de grem ios y sind icatos
y se h icieron los primeros intentos de u n ificar estas organ izaciones.
Estos procesos cu l m i na ron con la fundación de la F ederación de Tra­
bajadores de San José en 1 905.
Los pri meros pasos del naciente movimiento obrero en la vida
po i ítica de fi nes del siglo pasado, se orientaron hacia la búsqueda de
una representación de los trabajadores en el Congreso de la R epúbl ica.
Esta aspiración representaba u n nive l de l ucha superior en relación con
la l ucha economicista. La l i mitación a l a l ibre emisión del sufragio y el
carácter "progresista" de las reformas l ibera les med iatizaron y cond i­
cionaron el desa rro l l o poi ítico de l os trabajadores. Constituyó u na
excepción el Partido 1 ndependiente Demócrata , fundado por el Lic.
F é l i x Arcadio Montero, de profunda orientación popu l i sta, puesto que
éste se planteó la representación autónoma de los trabajadores en el
Congreso.
E l desarro l l o de u na prensa con preocupaciones socia l es, surgida
a fines del siglo X I X , elevó la conciencia de clase de los trabajadores
más a l lá de lo que les permitían sus cond iciones de trabajo. La prensa
social contribuyó a organ izar a los trabajadores para la defensa de sus
i ntereses y en procura de u n mejoramiento de su cond ición humana.
Los g"rem ios de ti pógrafos, panaderos, eba n i stas, carpi nteros y
zapateros fueron muy combativos pero se destacaron los dos ú ltimos.
La penetración del capital extranjero y la fuerte dependencia
externa, contribuyeron a agudizar las contradicciones entre ciertos
sectores de l a burgues ía . Además, fortaleció l a conciencia antimpe-

1 34
rial ista del pueblo, sobre todo a part ir de 1 9 1 0 y durante la década de
1 920, cuando el pe l igro i mperi a l i sta representado por la U n ited Fruit
Company, las Compañ ías Norteamericanas petroleras, la E l ectric Bond
and Share, la Abangares G old F ields, la Costa R ica Electric L ight and
Traction Company y las múl tiples inversiones de Keith en d i sti ntos
sectores de la econom ía, impu lsó a ampl ias capas de la población a l a
defensa d e l a s riquezas nacionales, la sobera n ía y la l ibre determinación
de los pueblos.
El Centro de Estudios Socia l es G ermina l , fundado en 1 909 por un
grupo de i ntelectuales y trabajadores, desempeñó un importante papel
en la tarea de elevar e l n ivel poi ítico y cultural del pueblo e i nculcar la
idea de i ndependencia y un idad. Su gran contr ibución está representada
por la creación de la Confederaci ón G enera l de Trabajadores en 1 9 1 3,
que significó un salto cual itativo en el desa rrol lo orga n izativo del mo­
vim iento popu lar.
La CGT, fortal eció la l ucha reivi ndicativa por la consecución de la
jornada de 8 horas y los aumentos sa lariales ; logró una mayor cohesión
y organ i zación de los disti ntos gremios, sociedades y sindicatos.
La crisis generada por la Pri mera G uerra M u nd i a l afectó a los
i ngresos estatales y provocó un intento de mayor i ntervencion ismo es­
tata l , i mpulsado por el Presidente Alfredo G onzá lez F lores. Las re­
formas económicas constituyeron las primeras experiencias de moderni­
zación del Estado, con el fin de fortalecerlo en sus funciones eco­
nómicas y sociales. La poi ítica i ntervencionista de González F l ores y su
negativa a la aprobación de los contratos petroleros con una compañía
norteamericana fueron determi nantes en la decisión que tomaron la
burguesía l igada a l imperial ismo y los terratenientes, de separarlo del
gob ierno med iante un golpe de estado perpetrado por su M i nistro de
G uerra : Federico T i noco.
La d i ctadura ti noq u i sta i ncentivó y d ifersificó las formas de l ucha
del movimento popular, desde l as l uchas armadas hasta las reivind i ­
cativas, lo cual enr iqueció l a s experiencias de l o s trabajadores y los
preparó para l os grandes movimientos huelgu ísticos de 1 920 y 1 92 1 ,
cuando se logró el estableci m i ento de la jornada de ocho horas.
Las huelga s de 1 920 y 1 92 1 fueron producto de varios factores
ta les como: las consecuencias económicas de la Primera G uerra M u n­
d i a l , la d ifusión de las ideas socia l istas, los desórdenes económicos
provocados por la dictadura, la acumu lación de experiencias en la l ucha
reivind icativa y la conducción de la Confederación Genera l de Traba­
jadores.
Los enfrenta m ientos de los trabajadores con el aparato estatal
como orga n izador de la economía , y el ascenso de la l ucha antimpe­
r ia l ista y sol idaria en la década de 1 920, prepararon a los trabajadores

1 35
para la part1c1pac1on poi íti(:a y la búsq ueda de u na organ i zación i nde­
pendiente. E n esta tarea es importante destacar la labor de d ifusión y
orga nización del Centro Social ista y especialmente del Dr. An iceto
Montero.
La deci sión de la CGT, en 1 923, de romper con el abstencionismo
pol ítico del pasado y unirse a Jorge V o l io con el objeto de fundar e l
Partido Reformista, sign ificó un paso haci a adelante en el desarro l l o d e
la conci encia poi ítica de l o s trabajadores, pero a n iqu i l ó el instrumento
de organización y cohesión s indica l más importante del momento en la
conducción de las l uchas reivi nd icativas.
E n el segundo lustro de la década de 1 920, los trabajadores
trataron de revivir la Confederación, an:e la descompos ición y la
corrupción del R eformismo. La centra l ización de la act i v idad de los
gremios y s i nd i catos no pudo lograrse h asta la creación de la U nión
Genera l de Trabajadores a f ines de este período.
E l Partido Reformista no consiguió conso l idarse como un impor­
tante movimi ento de masas, tal y como se hab ía i n iciado en 1 924. Su
d i r igencia careció de un criterio defin ido en relación con las mod i­
f icaciones que pretend ía impu lsar en la estructura soci a l , puesto que
nunca se pl anteó l a toma del poder para la clase trabajadora, sino que su
objetivo fue a lcanzar representación en el Congreso, aún a costa de
a l ianzas con los partidos burgueses. El R eform i smo no logró desarro llar
una ideología y u na práctica pol ítica coherentes, que impu l saron la
revolución soc i a l . Sin embargo, a pesar d e que el Partido R eformista
contribuyó poco a l a educación poi ítica de las masas, las l uchas popu­
lares continuaron en ascenso.
La creación de la Liga C ívica , el A P R A y el Partido A l ianza de
Obreros, Campesinos e I ntelectuales, expresó la profundidad de las
l uchas antimper i a l i stas a f ines de l a década de 1 920. El avance y la
penetración del capital extranjero posib i l itó dentro de las l uchas po­
pul ares, la fusión de la l ucha reivi nd icativa con la l ucha antimper i a l i sta.
La actividad antimper ial ista y sol idaria h izo avanzar poi íti­
camente a ampl ios sectores de la pobl ación y estrechó los l azos de la
i ntelectua l idad "progresista" con el movim iento obrero.
Para 1 93 1 , el desarro l lo capital ista de la sociedad costarricense
pon ía de manifiesto las contrad icciones que resultaban de la extensión
y profu nd ización de las relaciones capita l istas de producción. El desa­
rro l lo de los sectores bananeros, agroindustriales, manufactureros,
transportistas y de la construcción, junto con la expansión capita l ista a
nuevas zonas agr ícolas, h a b ía creado en el agro una masa de peones,
proletarios rura les y semi-proletarios. En los centros urbanos se hab ía
acentuado el proceso de proletarización provocado por la conso l idación
de a lgunas fábricas y las transformaciones ocurridas dentro de los ta·

1 36
l l eres artesanales.
El desarro l l o capita l i sta no sólo se expresaba por la existencia de
clases socia les antagónicas (ol igarq u ía burguesa - pro l eta rios del campo
y la ciudad ) , s i no también, por la formación de sectores y grupos so­
ciales i ntermed ios tales como profes iona l es, burócratas, artesanos,
empleados, pequeños y medianos productores, que l legaron a constituir
una base social de a l ianza para las luchas de las clases más empo­
brecidas.
E s decir, exist ía n ya las condiciones materiales, objetivas, nece­
sarias, para el surg i m i ento de las contrad icciones socia les y poi íticas
típicas de una sociedad capita l i sta depend iente.
Para lelo a l desarro l l o capital ista se hab ía dado un proceso de
maduración poi ítica, orgánica e ideológ ica en las fuerzas sociales popu­
lares y un desarrol l o del elemento subjetivo que posibil itó el i ncremento
de las l uchas populares e influyó en la fundación del Partido Comun ista
en 1 93 1 .
La experi enci a d e l a lucha reivind icat iva, l a creación y expe­
r i mentación de d i ferentes formas organ izativas que evo l ucionaron d esde
las sociedades mutua l i stas, cl ubes, grem ios, sind i catos, confederaciones,
hasta los partidos poi íticos (Partido 1 ndependiente Demócrata 1 923;
Partidos Obreros de L imón y San José 1 9 1 3- 1 9 1 4 ; Partido Social ista de
Aniceto Montero 1 920; Partido R eformista 1 923; A l ia nza de Obreros,
Campesinos e I ntelectuales 1 930) , desarro l laron la conciencia de clase
de los trabajadores, su capacidad organ i zativa y crearon cond iciones
organizativas para la fundación poster ior del Partido Comun i sta .
E l desarro l l o desigual del capital ismo en determ i nadas áreas y
actividades expl ica, en parte, l a coexistencia de d i ferentes formas de
organ ización popular, y determ i na el hecho de q ue la evolución
orgánica popu lar no sea l inea l .
Las corrientes ideológ i cas revol ucionarias del mov i m i ento obrero
internacional hab ía n penetrado y madurado en Costa R ica. La R evo­
l ución R usa y el avance de las ideas comunistas aportaron el ementos
básicos para la formación de una conciencia "para s í" de los traba­
jadores, puesto que ya exist ían cond iciones socia les que permitieron el
arraigo de estos plantea m i entos.
Dentro de este contexto se desarro l ló u na profunda crisis eco­
nóm ica y poi ítica que actuó como detonante de los procesos de acen­
tuación de la conciencia popu lar y de sus acciones pol íticas. En estas
condiciones las capas med ias estrecharon su acerca m iento con la clase
trabajadora; no como un acto voluntario de este sector social i nter­
med io ni como un resultado natural de la ag itación, sino como parte del
proceso de proletarización provocado por la crisis de 1 929 en estos
sectores, y por la incapacidad de la clase domi nante de d ir ig irse a las

1 37
clases subalternas en ese momento. N o se presentó una crisis de hege­
mon ía de la clase dom i na nte pero sí hubo una crisis protunda de los
partidos po i íticos trad iciona l es y de otras formas de representación
burguesa; según l o revela el surg i m i ento del Partido Comunista .
E n una formación social donde el modo de producción capital ista
es dom i na nte, la crisis económica crea cond iciones adecuadas para la
apertura de nuevas alternativas socia les, orgán icas y de nuevos
proyectos pol íticos y p lanteam ientos ideológicos.
La crisis no fue decisiva para la fundación del Partido Comu n i sta
pero si logró generar u na situación que permitió el arraigo de sus plan­
teamientos. Aceleró la acción de un "sujeto socia l " que asumió y tomó
a su cargo el proyecto de transformación soc i a l . Evidentemente, para que
este proyecto de transformación soc i a l , fuera comprendido debieron
exist i r cond iciones obj etivas en la base material y soci a l que lo
pos i b i l itaran y las cond iciones subjetivas del desarrol l o de la l ucha de
clases, en el án imo soci a l e i nd ividual que l o rea l i zaran .
Lo-s problemas económicos que agud izaron la crisis no eran
nuevos. El empeoram i ento de las cond iciones de vida de la masa
trabajadora en este período, perm itieron el desarrol lo ideo l óg ico y la
conformación de un bloque de fuerzas socia les, que condujeron las
l uchas popul ares hacia planes cua l i tativamente d iferentes.
La crisis planteó retos concretos ante los cua l es el movi mento
popu iar respond i ó con acciones concretas, la crisis evidenció contra­
dicciones estructura l es ante las cua l es la clase trabajadora respond i ó con
proyectos de transformación social cua l i tativamente d iferentes, los
cua l es no logró rea l izar al momento, pero sí emprender la l ucha para
a lcanzarlos. Se generó u na situación social y pol ítica que pos i b i l itó un
arrai go re lati vamente acelerado del Partido Comun i sta en los sectores
populares durante las décadas del 30 y del 40.
Como consecuencia de la crisis del Estado, la clase domi nante se
vio condicionada a emprender transformaciones dentro del aparato
estatal costarricense desde mediados de la década de 1 930, cuando se
acentuó el i ntervencion ismo estatal en la vida económica, se creó la
Of icina del Café, se emprend ió la R eforma Bancaria , y en los años de
1 942 y 1 943 se vio obl igada a propiciar una nueva legislación socia l .
L a F u ndación del Partido Comunista marcó un viraje e n e l desa­
rro l l o del movimi ento obrero. Se i nscribió en un per íodo de avance de
las ideas socia l i stas en América Latina, puesto q ue en esos años fueron
fundados l a mayoría de los Partidos Comun istas del Continente. I nter­
namente, el Partido Comunista pasó a ser un factor deter m i nante en la
d i námica de los mov i m i entos sociales y pol íticos naciona les.

1 38
B I B L IO G R A F I A

A. F u entes E stad ísticas


D i rección Genera l de Estad ística y Censos. Anuario Estadístico.
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B. Periódicos
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L a H oj a del pueblo. 1 892-1 909- 1 9 1 4.
La Tribu na 1 92 5 - 1 932 .
R evol ución. 1 930.
Trabajo 1 93 1 - 1 932.

C. I nformes
I nformes del Presidente de . la Junta de Protección Socia l . San
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D. E ntrevistas
E ntrevista real izada a Manuel Mora Va lverde. San José, Costa
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E ntrevista rea l i zada a Lu is Carba l l o Corrales. 1 3 de febrero de
1 98 1 .
E ntrevista rea l i zada a Lu isa González. San José, Costa R ica, 3 de
febrero de 1 98 1 .
E ntrevista rea l i zada a Jaime Cerdas Mora por Marielos Agu i la r H .

1 39
San José, Costa R ica, enero de 1 98 1 .
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1 44


I NDICE GE NERAL

Pág.

1 ntroducción General 11
CAP. l . E l desarrol lo del capita l ismo en Costa R ica hasta 1 930
1. Penetración y desarrol lo del capita l ismo . . . . . . . . 19
2. I ntervención del capital monopólico e n l a estructura
económica costarricense . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
3. Estructura Social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
3. 1 . O r igen y proceso de formación de la ol igarqu ía
burguesa costarricense _.. ... .....-. 31
3.2. Conformación del pro letariado costarricense 32
CAP. 1 1 . Los movimientos popula res en Costa R ica :
Antecedentes po i íticos, ideológ i cos y organizativos. 39
1. 1 ntroducción ... ........ . ... .. . ... .. .. 39
2. Primer Per íodo : Las pri meras orga nizaciones popu·
lares 1 850- 1 9 1 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . 40
3. Segundo Períod o : La Confederación General de Tra­
bajadores y las luchas económicas y pol íticas 1 9 1 3· 1 923 48

4. Tercer Per íodo: Búsqueda de u na organ i zación po l íti·


ca independ iente de los trabajadores 1 924-1931 58
CAP. 1 1 1 . L a crisis general de 1 929 y s u i mpacto e n Costa R ica.
1 . Consideraciones General es sobre la crisis . . . . . . . ' 75
2. La crisis de 1 929 en Costa R ica . . . . . . . . . . . . .
. 79
2.1 . R educción del Comercio E xter ior . . . . . . . . 85
2.2. La crisis fisca l . . . . . . . . . . . . . . . 88
2.3. La crisis comercial . ......... 89
2.4. E l desempleo . ... . ......... . . .
. . . . 92
2.5. V ivienda . . . . . . . . . . . . . . .
. . . 99
2.6. Salud . . . - . . . . . . . . . . . . . . - . . . . 1 01
2.7. Movimientos migratorios ..... . . . . . . . . 1 03
3. La crisis poi ítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 05
CAP. I V. La fundación del Partido Comunista
1. E l acontecimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 13
2. Programa M ínimo d e l Partido Comunista de Costa R ica 1 19
3. Anál isis d e l Programa . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 22
4. El i nd ividuo y la historia . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 29
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 33
B ibl iografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 39
Este libro se i mprimió en la I m p renta Nacional e n
setiembre de 1984. S u edición fue aprobada por el
Consejo Directivo de la Editorial Costa Rica e n se­
sión N? 1 032. La tirada consta de 2 . 000 ejemplares
e n papel conaset con forro de ca rtulina gofra d a .
Levantado de texto: Leva ntex . Corrigió pruebas:
M a rtha B u stamante . Diseñó portada : Ferna ndo
Carba l l o .

Prohibida la reproducción parcial o total d e esta obra .

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