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LAS LECCIONES DEL VIOXX


La semana pasada, millones de enfermos de artritis recibieron una pésima noticia: Vioxx, el fármaco más
socorrido para aliviar los dolores, salía del mercado. Ante la evidencia de que el producto puede producir ataques
cardiacos y derrames cerebrales, su fabricante, el laboratorio Merck, Sharp & Dohme, decidió suspender su venta.
En realidad, era una doble mala noticia. Primero, porque los enfermos perdían un aliado contra una enfermedad
extendida y penosa. Pero, sobre todo, porque se enteraban de que había serios riesgos cardiovasculares por
efectos laterales.
Por: NULLVALUE

 9 de octubre de 2004

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No es la primera vez que se descubre un remedio que resulta peor


que la enfermedad. Desde los tiempos de la thalidomida, un
somnífero que entre 1959 y 1962 provocó el nacimiento de 8.000
niños con deformaciones, los consumidores saben que no siempre
lo que venden en la farmacia les ofrece garantías plenas. Pero
preocupa comprobar que, pese a los avances de la ciencia y los
laboratorios, siguen presentándose casos como este. Lo peor es
que la explicación es aún más inquietante, pues el mercadeo de
los fármacos los convierte cada vez más en meros artículos
comerciales que no reparan en la condición ética de su naturaleza.

El caso de Vioxx lo demuestra. El producto salió a la venta hace


cinco años y tuvo éxito inmediato. Tanto suceso, sin embargo, no
correspondía solo a su capacidad curativa, pues no resultaba más
potente que otras marcas. Merck, sin embargo, realizó una
multimillonaria campaña de ventas digna de una nueva cerveza o
una marca de camisas. En publicidad, regalos a médicos y
promociones directas (pese a tratarse de una droga que necesita
receta) invirtió entre 500 y 1.000 millones de dólares. El balance
superó lo esperado: en el 2003 Vioxx vendía ya 2.500 millones de
dólares y representaba uno de cada 10 dólares que ingresaban a
las arcas de Merck.

Lo que se había producido no era un triunfo científico, sino lo


contrario. Como dice el periodista Barry Meier, era la victoria del
mercadeo sobre la ciencia . Desde el comienzo, Vioxx recibió
tratamiento de artículo comercial. Dos veces en el 2001 y el 2002
tuvieron las autoridades de Estados Unidos que llamar la atención
a Merck porque soslayaba los riesgos cardiacos que, según lo
sabido en ese momento, ofrecía ya el fármaco. Hace dos años, una
investigación disparó las alarmas al revelar que, consumido en
dosis algo más altas que las habituales, el producto multiplicaba el
peligro de infarto. Y en el 2003 un nuevo estudio corroboró tales
conclusiones y añadió que, incluso en dosis menores, Vioxx
aumentaba el riesgo cardiovascular.

Como respuesta, el laboratorio cuestionó las investigaciones,


ordenó una pesquisa interna y modificó levemente las

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contraindicaciones de la papeleta. Lo insólito es que, pese a los


interrogantes surgidos, siguió promoviendo de manera activa la
venta de un artículo que ya era francamente dudoso. En el primer
semestre del 2004, según el New York Times, gastó 45 millones de
dólares adicionales en publicidad de Vioxx. La semana pasada, los
investigadores internos confirmaron los temores señalados por
pesquisas independientes y a partir de entonces, hay que
reconocerlo, el laboratorio obró con contundencia, en parte por el
peligro de demandas multimillonarias: retiró el producto e
informó de sus peligros.

Resulta triste decir que el fracaso del Vioxx que implicaba un


riesgo para millones de seres fue recibido con alegría por los
accionistas de la competencia. La cotización en bolsa de su rival,
Pfizer, subió 4,4 por ciento, y un analista del negocio comentó
dichoso a la agencia informativa Reuters: Esto divide el mercado
futuro entre menos participantes y hay que considerarlo como
algo bueno .

El de los fármacos es un mundo noble al que debemos muchos


remedios que nos alivian, nos curan y nos alargan la vida. Pero, en
la cara opuesta, puede ser un mundo mercantil y sórdido. Es
indispensable, pues, no perder de vista que, antes que un negocio,
la fabricación de fármacos ha de ser un servicio público y un
derecho social. Por eso tiene razón Germán Velásquez, director de
medicamentos de la Organización Mundial de la Salud, cuando
advierte al Gobierno colombiano que no entregue ni un milímetro
en el TLC en materia de salud porque este derecho está por
encima de cualquier obligación .

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