Está en la página 1de 25

Pirámide de los italianos, ¿Damnatio

memoriae?

Sí, hablaremos de la pirámide de El Escudo. “¿Pirámide?” –Me dirán.


Sí, pirámide. Y, es cierto que cualquiera podrá decirnos que las hay en
Egipto, en Centroamérica y, rizando el rizo, en Roma. Pero pocos dirán
que hay una pirámide escalonada en Las Merindades. Una obra de
veinte metros de altura en un lugar que ya es atractivo por su valor
paisajístico: la antigua llanura de La Vilga y el actual pantano del Ebro,
por cierto, construido en época franquista.

Es un edificio rompedor por su estilo, por su localización y por el


momento en que se construyó. Es uno de esos casos en los que el
proyectista necesitaba la arquitectura atípica para transmitir su idea.
¿Qué idea quería transmitir con la Pirámide de los italianos?

Vayamos por partes. La pirámide, simbólicamente, es “de lo más”:


Enlace entre el mundo terrenal y el celestial; representación de la
capacidad de ser dioses por parte de los hombres al construir una
montaña; materialización del conocimiento matemático; y de la
astrología, amén de la astronomía, porque, generalmente las cuatro
caras están orientadas a los cuatro puntos cardinales con la puerta de
entrada situada hacia el este, como evidente simbolismo de su
esperanza en una vida nueva.

La de El Escudo, casi marcando el límite interprovincial, no tiene nada


que ver con las históricas pero, quizá, sí buscó parte del simbolismo de
aquellas. Fue construida para enterrar y conmemorar a los caídos
italianos que lucharon en la zona norte de España -incluida la batalla del
Puerto de El Escudo pero no solo los de El Escudo- durante la Guerra
Civil Española y que estaban distribuidos por los cementerios de varias
provincias: Vizcaya (141), Cantabria (616) y Castilla Norte (153). Les
añado que el total de los italianos muertos en España fue de 3.414
hombres, sin contar desaparecidos y heridos muertos tras regresar a
Italia.

Fotografía de Guglielmo Sandri (Archivo Provincial de Bolsano)

No solo era hacer un cementerio llamativo sino impactante también,


piensen que en los movimientos de masas los muertos se convierten en
mártires (o héroes de la patria), trofeos de la causa o pruebas de su
fuerza y en la enrarecida atmósfera de los funerales, el dolor se
convierte en entusiasmo político. Lógicamente, los cementerios de los
mártires deben ser más que lugar de recuerdo para sus allegados. Ya
no son de sus deudos porque su pérdida fue por “la causa” (la
revolución proletaria, fascista, el Reich de los mil años, la fe religiosa, la
liberación del “pueblo X”, la cruzada…) y este acto de abnegación lleva
a que el lugar sea un espacio para el recuerdo y la conmemoración…
colectiva, popular, que tiene sus fechas icónicas. En inglés se llama
“remembrance day” y es cuando se afirma ante los restos que nunca
serán olvidados. Su recuerdo es la medida de su heroísmo y muestra de
gratitud de los que les recuerdan.

La víctima ascendía a los cielos, a la otra vida, y desde allí vigilaba.


Ellos estaban así presentes mientras perviviese su recuerdo en los
vivos, quienes al recordarles y homenajearles no les olvidan jamás. Los
hombres pasan, pero su ejemplo queda entre los vivos que les admiran
y recuerdan sus obras y epopeyas.

Vista del pantano del Ebro desde el cementerio de los italianos

Todas las revoluciones lo hacen, lo necesitan. Pero suelen destacar


esos sistemas dictatoriales, autocráticos y nacionalistas para quienes la
memoria es un fin y un instrumento de gobierno. Destacaremos como
maestros en el empleo de las conmemoraciones del pasado a la
Alemania nazi, la Italia fascista y la URSS. Franco fue bajando el pistón
a lo largo de su régimen. En la España de hoy es difícil ver estas
demostraciones pero, podrían servirnos de ejemplo, la Diada en
Cataluña y la entrega de flores ante un “caído” por la causa de 1714 a
pesar de morir años después. Y en menor medida las arengas en los
días de Aberri Eguna o de los Comuneros en Villalar.

En estos movimientos se exige a los representantes de todas las áreas


de la vida pública que comparezcan un día determinado ante el
cenotafio y depositen sus coronas: las fuerzas armadas, la iglesia, los
veteranos de guerra, los representantes diplomáticos... Es toda una
grandiosa afirmación de la unidad y la solidaridad de los vivos para con
los muertos y un acto de memoria colectiva. Este esfuerzo por mantener
viva la memoria, intenta reconstruir un pasado en el que la verdad y la
mentira suelen ir de la mano; los recuerdos suelen ser engañosos
porque la memoria inventa, arregla, modifica, actualiza el pasado y
estos actos crean una visión muy subjetiva de la historia, dificultando a
los asistentes la necesaria depuración y contraste con la realidad
histórica. Vamos que se puede manipular el pasado y al pueblo a un
mismo tiempo.
¿Y para ese ejercicio de control social era necesaria la forma de
pirámide? ¡¿Qué les respondo?! Si escuchamos a algunos nos dirán
que esa edificación es un claro mensaje masón porque el triángulo era
un recurso de la masonería y la representación tridimensional del
triángulo (símbolo de la luz). Además, con el vértice hacia arriba,
simboliza el fuego y de la virilidad. Masculinidad y bizarría (Valentía).
Pues vale. Ahora seguimos en serio.

Asumamos que las exaltaciones fúnebres del fascismo italiano en


España adoptarán los estilos y modos de la España vencedora. Algunas
de sus realizaciones (Monumento del Puerto del Escudo) recuerdan
obras y proyectos de la arquitectura española conceptualista, como la
de Luis Moya y su Pirámide no realizada, dedicada también a los
muertos; así como otra de Goya, tampoco llevada a cabo, dedicada a
los muertos de la guerra de la Independencia. Mamaban la concepción y
diseño del proyecto de los diferentes estilos faraónicos. Fíjense que el
Valle de los Caídos es una típica tumba escavada.
¿Cómo era este arte fascista? Pues, con demasiados monumentos
conmemorativos a los difuntos, obeliscos o monolitos, cruces funerarias,
capillas votivas, inscripciones y pinturas murales. Era una arquitectura
votiva y expiatoria que buscaba fijar en piedra la retórica de estos
regímenes. También era una arquitectura de espacios amplios para las
grandes manifestaciones, homenajes y desfiles de los primeros años de
postguerra. Un homenaje funerario, con los caídos voluntarios de un
país hermano delante, lleno de símbolos, himnos, banderas,
monumentos y discursos con fuerte lenguaje militar y religioso, era de lo
más efectivo para adoctrinar a las masas.

Vista aérea Pirámide de los Italianos año 1946


Nuestro Mausoleo italiano respondió a las intenciones políticas del
momento, teniendo la grandeza de los monumentos antiguos que
desafían al tiempo, al olvido. Surgía un lugar de meditación y de reposo
para las generaciones futuras y de admiración para el visitante. Pero no
se crean que esto es cosa de fachas, estoy seguro que, si hubiese
ganado la II República Española, hubiera habido un monumento similar
para las Brigadas internacionales, un tipo “mausoleo de Lenin”. Piensen
que hablamos de monumentos que conmemoran la victoria sobre un
adversario político, y para nuestro caso: un enemigo de la fe cristiana y
de los nuevos valores occidentales. Se construyó un lugar de
peregrinación, un sitio histórico, en la línea del Valle de los Caídos.

Vista aérea Pirámide de los italianos año 1956

Para el momento de la guerra civil de 1936-1939 el gobierno fascista


italiano ya tenía experiencia en estas “perfomances” con hormigón. En
1934 proyectó un sagrario militar para los llamados “mártires de la
Revolución Fascista italiana”. El diseño estaba firmado por el arquitecto
racionalista Giuseppe Samoná. Lo concibió como un templo dentro de
un templo, con unos volúmenes austeros, como había sido austero el
sagrario erigido según el diseño de los racionalistas Adalberto Libero y
Antonio Valente en 1932 para la Exposición de la Revolución Fascista
que celebraba el décimo aniversario de la Marcha sobre Roma. Era una
sala circular y en la oscuridad reinante resplandecía sobre la pared el
lema “Presente”, bien iluminado desde el fondo, para semejar la
irradiación lumínica de las almas de los mártires. Igual que en la
pirámide de El Escudo.

Con toda esta disquisición no me he dado cuenta de que hemos llegado


ante la puerta del parque. Les propongo que lo imaginen en su
esplendor. El acceso se realizaba a través de una verja de hierro, entre
dos grandes fasces de cemento. En la calle de entrada estaban las 270
lápidas recuperadas de los cementerios donde estuvieron inicialmente
enterrados los legionarios. Un duro trabajo porque, indico, había 236
localidades con tumbas del CTV. Por cierto, para la tarea de
reagrupamiento de los cadáveres, así como en la atención espiritual,
intervinieron los Padres Capuchinos y los franciscanos, que eran los
encargados espirituales de las tropas italianas en España.
Entrada a la Pirámide de los italianos 2016

Cementerios. ¿Se han parado a pensar en esos cementerios que


marcaban el avance de los italianos? Todos ellos eran cementerios
militares, cementerios de soldados italianos con al menos cinco tumbas
de soldados, pero dentro de un cementerio municipal. En las cruces de
sus tumbas solía aparecer el lema fascista “Credere, Obbedire,
Combattere”, recordando que habían encontrado la muerte tras la
obediencia ciega a sus ideales fascistas. Pero había otras frases como
las que los más viejos leyeron en las tumbas de los soldados enterrados
en Villarcayo: “Scese per me l’ultima sera nella speranza di un domani
migliore per te, o Spagna!”, “Dieron sus vidas defendiendo el patrimonio
espiritual común a entrambos pueblos” y “Aquí yacen 95 legionarios
italianos caídos en heroica lucha por el triunfo de Cristo y del alma
hispana. Los años no marchitan la gloria ni el amor que guardan estos
despojos”.
Foto de Guglielmo Sandri (Archivo Provincial
de Bolsano)

La batalla de El Escudo disparó el número de soldados italianos


fallecidos y enterrados en la zona. Destacaremos los 95 que estuvieron
en Villarcayo; los 28 del balneario de Corconte; el de Ollas; los 8 de
Argomedo; los 23 de Cabañas de Virtus; el de Castrobardo; los 26 de
Oña; los 7 de Quintanatella; el de Quintanilla de Pienza; los 95 de
Santelices; el de Torme; los 8 de Soncillo; los dos de Villalaín; el de la
Ctra. Soncillo-Cubillo; los cuatro de Castillo de Bezana; el de Cigüenza;
y las 17 aisladas de Corconte.

Las exhumaciones fueron llevadas a cabo por el Sargento Petrozzi a


partir del 13 de agosto de 1941 en zonas de Valladolid, Soria,
Santander, País Vasco, Navarra y Burgos. 93 cadáveres de la zona de
Valladolid-Soria y 291 de los restantes lugares. Total: 384 cuerpos
inhumados. No fue difícil porque, previsoramente, los soldados habían
sido enterrados con una botella que conservaba las chapas de
identificación. Una curiosidad sobre estos muertos: uno era un argentino
de la provincia de Buenos Aires.

Foto de Guglielmo Sandri (archivo Provincial de Bolsano)

Concretando, el diseño, el dinero y la dirección fueron italianas y la


mano de obra prisioneros republicanos locales, dicen que unos
cincuenta. Según el historiador Dimas Vaquero, el excombatiente
teniente de ingenieros licenciado Attilio Radic realizó un proyecto de
homenaje a los caídos en esta batalla y el centurión capellán capuchino
fascista Pietro Giovanni Bergamini fue el director de los trabajos en la
primavera de 1939. Radic supo recoger las esencias de los sagrarios
fascistas italianos, reflejarlas en este cementerio y monumento del
Puerto de El Escudo. Las obras deberían estar ultimadas antes del día
24 de mayo de 1939. El monumento fue inaugurado el día 26 de agosto
para coincidir con la caída de Santander.
Diseño original de la Pirámide de los italianos.

Desde lo alto del monte, los muertos estarían vigilantes y “presentes”


como ejemplo de su sacrificio por una nueva España. Attilio Radic eligió
una pirámide, monumento funerario por excelencia, en el que la luz
tendría un papel importante cuando atraviesa el hueco vacío de la cruz,
como un símbolo de la gloria en el sacrificio, y la oscuridad de su cripta
representará el silencio imperturbable de los que allí descansan,
rodeados de un ejército de mártires que reposan sobre la llanura
exterior.

Siguiendo la mejor tradición “pirámidica”, los cuatro vértices de la base


coinciden con los puntos cardinales, y la puerta está situada al este,
hacia el camino de entrada y el amanecer (renacer). Claro que su
estructura no es de bloques de piedra sino del más recio hormigón. Sus
18 niveles están revestidos de piedra caliza y representarían las
distintas cotas del puerto.

La puerta es identificada por la gran “M” que la encuadra y que parece


un homenaje a Benito Mussolini, aliado del Generalísimo, pero –para los
especialistas- es sólo un indicador de Moritorio (cementerio en italiano)
o Monumentum. El proyecto tenía diseñado rematar la pirámide con una
estatua de la Victoria alada con escudo, arco triunfal y ornamento con
fasces.

En la parte posterior, la gente ha amortizado parte del material


constructivo, lo que hace parcialmente ilegible la original inscripción en
latín que se grabó al inaugurar la pirámide:
SCUTUM ENSE FRACTUM IBI CONFREGIT POTENTIA SARTUUM
SCUTUM GLADIUM ET BELLUM. El escudo fue roto (por la espada) allí
quebró la fuerza de los arcos, el escudo, la espada y la guerra.

Sobre el dintel de la puerta, bajo la “M” hubo otra inscripción que decía:
"AL CADUTI LEGIONADI", a los legionarios caídos.

Cuando se desacralizó y abandonó la pirámide la puerta fue tapiada.


Aunque se la encontrarán abierta. Tras esta abertura verán la primigenia
puerta metálica que daba paso a la estancia circular rematada con una
cúpula semiesférica que, gracias a su ojo y las dos cruces vaciadas
exteriores, permite la entrada de luz natural iluminando las palabras
“presente, presente, presente”, lema originario del fascismo italiano.
Enlazaba con la idea de que “dalla croce come la gloria dal sacrificio”.
Parece ser que al pasar revista y nombrar a un soldado caído, el resto
del pelotón respondía con esta palabra. (Atención: no entren solos a la
cripta al ser un edificio en ruinas).
Dentro hubo un altar de mármol. Sobre las cuatro paredes fueron
recogidos los 360 “loculi” (20x20x60 cm) con unas pequeñas lápidas
individuales con el grado, nombre del caído, unidad a la que pertenecía
y fecha de su muerte. En doce tumbas fueron depositados los restos de
12 oficiales, únicos que estaban enterrados en el interior, junto al
Cónsole Alberto Liuzzi (de origen judío), en la pequeña cripta, y en ella
también estaban anotados los nombres de los que fallecieron. El resto,
372 soldados, permanecían enterrados en el exterior, en el recinto de
forma circular.
El gran Elías Rubio Marcos, cronista de la provincia, entrevistó a Félix
López Hernando que fue el vigilante del cementerio desde 1946 hasta
1975. En los últimos noventa era el único vecino del pueblo de El
Escudo aunque había nacido en Venta Nueva. “El primer día que los
italianos tiraron hacia aquí desde La Maza nos mataron un cerdo y nos
destrozaron la casa: “Franco paga”, nos dijeron”. Y la paga fue que,
después de acabada la guerra encontró un puesto de trabajo como
conserje del panteón de El Escudo. Le nombró el consulado de Italia en
Santander con un sueldo de 500 pesetas de la época y seguridad social.
Camino de acceso a lo largo del cual se encontraban
las diferentes lápidas de las primeras tumbas de los caídos

Félix mantenía limpio el panteón y se lo enseñaba a las visitas que


venían desde Italia. Para una correcta identificación la embajada le
había entregado un libro con los nombres de los soldados, el regimiento
y el batallón al que pertenecían. Como conserje asistió a las misas de
difuntos que anualmente se celebraban. Cada dos años asistía el
embajador de Italia en España. (¿Recuerdan lo dicho sobre no
olvidarles?).

Vista aérea del cementerio hacia 1973

Cuando aparcamos en la explanada de acceso y vemos la entrada sin


las letras (“Aquí reposan en la gloria los legionarios italianos caídos por
la causa de España y su civilización”) ni las grandes columnas con sus
correspondientes hachas fascistas poco podemos imaginarnos que este
monumento llegó a ser visitado por el conde Ciano, yerno de Mussolini,
y ministro de exteriores de Italia. Hubo todo un despliegue para aquel
acto. Previamente pasó el General Gambara, agregado militar de la
embajada italiana, por la zona de combate, la pirámide de El Escudo y
los cementerios de donde se habían extraído los cadáveres de los
voluntarios. En la prensa se hablaba de la obra como “un colosal osario,
de forma piramidal, donde han de quedar encerrados en su día, los
restos de los 400 legionarios italianos enterrados en distintos
cementerios de esta provincia y que cayeron en la conquista de
Santander. La puerta está formada por una enorme “M”, inicial del
apellido del Duce, y dentro, cerrada por una magnífica Cruz de hierro,
que sirve de cancela. En el interior hay tantos nichos pequeños como
restos de legionarios caídos se guardan en ellos. Las paredes,
severamente trazadas, contienen por tres veces la palabra “Presente””.
Demasiada exageración pero refleja la importancia que daban al
monumento.

Ciano llegó a las once menos cinco de la mañana del 13 de julio de


1939 en una caravana de cien vehículos acompañado del Ministro de la
gobernación, Serrano Súñer, el Gobernador Civil, Marqués de la
Eliseda, el Alcalde de Santander, Emilio Pino y el general López Pinto,
jefe de la sexta región militar. Allí esperaba el General Gambara, las
autoridades locales y muchachas ataviadas con el traje típico regional
montañés. El conde recibió explicaciones y detalles del monumento por
parte del capellán Bergamini.
Periódico AZUL

Tras la visita Ciano se dirigió a Corconte (también en Burgos) y depositó


una gran corona de laurel con la inscripción “El ministro de Asuntos
Exteriores de Italia a los legionarios caídos”. En el trayecto se habían
unido a la comitiva el Gobernador Civil de Burgos junto al jefe de la
Guardia Civil y el Secretario de Orden Público. Ya en el balneario de la
localidad le esperaban el alcalde, el presidente de la Diputación, el jefe
Provincial de Falange Tradicionalista y de las JONS, organizaciones del
Movimiento, autoridades locales, doscientos camisas negras de ambos
sexos de los fascios de Vigo, Bilbao, San Sebastián y Santander y
numeroso público, siendo nuevamente interpretados los respectivos
himnos nacionales. Allí se incorporaron el Ministro de Defensa Nacional,
Se rezó un responso a cargo del capellán del CTV, que todos siguieron
arrodillados, finalizando el acto con la revista a las tropas que rindieron
honores.
Con el tiempo la pirámide perdió a tan egregios visitantes y eran los
familiares de estos soldados caídos los que se acercaban a visitar los
restos de aquellos idealistas. Hasta el accidente de la “curva de los
italianos” (19/05/1971) cuando un autobús del ejército de tierra se
despeña por un barranco causando una docena de muertos y múltiples
heridos.
ABC (30/05/1971)

Ese accidente, los costes y el cambio de ciclo histórico que se


produciría en España decidieron la exhumación de los cuerpos. En 1975
se metieron en cajas de zinc y unos se repatriaron (268) y otros se
llevaron a la Torre-Osario de Zaragoza (104), la torre de la iglesia de
San Antonio de Padua que es un Sacrario Militare Italiano construido
para albergar los restos de los combatientes italianos caídos en la
Guerra Civil Española. Este lugar es propiedad del gobierno italiano y es
tierra italiana. De esta manera se evitarían posibles profanaciones, se
facilitaría la visita de sus familiares al estar todos agrupados en un
mismo lugar, y su mantenimiento resultaría más barato.

La Vanguardia (Española)

Cuando vayan a ver este conjunto –no solo la pirámide- sientan cómo
conjugaban el carácter arquitectónico con fines conmemorativos y la
muerte. Era un templo que formaba parte del nuevo discurso artístico
franquista, en el que sólo era válido el arte útil, definido como un arte
con fuerte capacidad de proyección ideológica y de inserción en el
Estado.

Vista aérea año 2014

Estamos acabando este artículo sobre la pirámide de los italianos, un


lugar que sobrecoge y que nos despierta los profundos temores hacia la
muerte y nos predispone a la comunicación con “el otro lado”.
Tengámoslo claro: es un cementerio vaciado, como hay muchos, como
el nuevo parque de Villarcayo donde los críos juegan. Será por la forma
de pirámide o porque la guerra impregnó el entorno, no sé, pero este
mausoleo abandonado es lugar propicio para buscar psicofonías.

Si tienen interés en esta parte del tema el programa de Iker Jiménez,


con nula precisión histórica y geográfica, les abrirá a esa vertiente del
asunto. Reconocen que ellos no obtuvieron psicofonías en la pirámide
frente a otras personas que habían grabado palabras como “¡Atrápalo!”

Vayamos y abandonemos este prado comunal que se convirtió en


cementerio y que ha vuelto a ser prado comunal. Si el Valle de los
Caídos fue, y es, el símbolo de los soldados de Franco que murieron en
la guerra civil, el Puerto del Escudo tuvo un significado similar para los
italianos, era el monte de los caídos en España.

El Mausoleo del Puerto del Escudo respondió a las intenciones políticas


del momento. Hoy en día fascistas y antifascistas han dejado su colorida
señal en los muros del monumento.
Bibliografía:

“Arquitecturasin memoria” Blog por Maider Beldarrain Calderón


“CREDERE, OBBEDIRE, COMBATTERE, fascistas italianos en la
Guerra Civil española”, de Dimas Vaquero. Edit. Mira 2007
“Burgos en el recuerdo 2” de Elías Rubio Marcos.
Programa de televisión “Cuentos en la Bruma: Recuerdos de una guerra
(21/01/2017)”.
Programa de televisión “Cuarto Milenio”.
Periódico “ABC”.
Periódico “La Vanguardia española”.
Periódico “Imperio”.
Periódico “El diario montañés”.
Centro de documentación de la imagen de Santander.
Periódico “Diario de Zamora”.
Archivo provincial de Bolsano. Fotos de Guglielmo Sandri.
Relatosen Las Merindades.
Fototeca digital del Ministerio de Fomento.
Periódico “Azul, diario de las F.E.T. y de las J.O.N.S”
"La participación italiana en el Frente Norte. La batalla de Santander
(Julio-Agosto 1937)" por José Luís García Ruiz.
Página “Guadalajara en Guerra”.

Anexo:

Desde Sigüenza, donde estaba su mausoleo hasta finales de los años sesenta
fueron traídos los restos del general (Console) Alberto Liuzzi, condecorado con la
medalla de Oro póstuma y que tiene su placa en solitario en el Sacrario Militare de
Zaragoza. Fue, de entre todos los soldados italianos enterrados en la pirámide, el de
mayor graduación y cuya placa figuraba en solitario en el primer rellano. Alberto
Liuzzi había nacido en 1898, ingresando en la Escuela de Oficiales de
Complemento, y estando destinado en los “alpini” durante la primera guerra mundial
fue condecorado por dos veces con la Cruz de Guerra. Se licencia en el año 1920
con el grado de teniente e ingresaría en el Partido Fascista, pasando a la Milizia con
el grado de Centurione, ascendiendo hasta alcanzar el grado de Cónsule Generale.
Llegó a participar en la guerra de Abisinia y se alistó como voluntario para la guerra
civil española. A España llegaría a principios de 1937, participando ya en la batalla
de Guadalajara. Muere el 12 de marzo de 1937, junto a otros oficiales, a causa de
un bombardeo aéreo republicano, cuando en un coche se desplazaba hacia la
localidad alcarreña de Trijueque durante los trágicos días de la batalla de
Guadalajara.

También podría gustarte