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Nadie nunca sabrá al respecto ni tú ni yo… pero eso no importa; ella

lo sabía, y no podía evitar sentirse responsable, llevaba consigo ese


sentimiento de culpa desde hacía muchos años atrás… pero el pensamiento
que acechaba su mente, día y noche era: que volvería, y consumaría su
venganza.

Una mujer de tez clara, ojos azules y cabello blanco caminaba de prisa
por las calles desiertas muy temprano por la mañana, parecía temerosa y
el horror se reflejaba en sus ojos, trataba de llegar lo más rápido
posible a su destino; aún estaba oscuro, pero ella llevaba ropa ligera
y solo un chal delicado que cubría su cuello y parte del rostro,
protegiéndola del gélido amanecer.

Una señora, se sorprendió al verla pasar, -“ahora las personas mayores


se comportan como jovencitos... ¡es la demencia senil!”-, pensó. Ella
estaba vestida con ropa abrigadora de pies a cabeza, y ceñía con fuerza
un poncho con capucha hacia su cuerpo, aparentemente intentando
innecesariamente que no se lo arrebate el viento; mientras sacaba sus
estantes fuera del local, los pensamientos comenzaban a circular por su
mente -esto nunca fue lo que planeó para su vida, pero sus tres hijos,
y la ausencia del padre, eran motivo suficiente para levantarse a las
cuatro de la mañana a empezar con sus actividades matutinas, y
seguidamente se ocupaba de su negocio-, la gente que visitaba a menudo
su local la habían escuchado hablar sola y repetir siempre la misma
frase, -“yo y mi mala cabeza”-.

Se sorprendió, pero no esbozó ningún comentario en voz alta, mientras


la mujer mayor, pasaba delante de ella; sin embargo, hubo algo que la
alertó, y que días después este pasaje de su vida la acecharían en sus
sueños; la cara de la mujer estaba anormalmente clara, y tenía los ojos
desorbitados, proyectaban pánico, no, no era pánico, era miedo; terror
del más intenso, del que estuvo segura, nunca haberlo sentido antes; eso
realmente la angustió y antes de tan siquiera reaccionar, la mujer, que
hasta este momento, tenía todas las características para calificarse
como “extraña”, giró por el callejón a mano derecha, rumbo a…

-¡La iglesia!- predijo, -“bueno, era de esperarse; al parecer, tiene


demasiados problemas”- esbozó para sí misma; así que, decidió ya no
pensar en ello, y continuar con su día, pensó que todo iría con la
normalidad a la que estaba acostumbrada, pero no fue así.

1

La “extraña” mujer llegó a su destino casi corriendo, al final de la


calle, se encontraba una iglesia católica… no tenía opción, ella no era
creyente, y nunca lo había sido, pero debido a lo acontecido en la última
semana, necesitaba ayuda, toda la que le pudieran ofrecer. Guardaba la
esperanza de que aun podía refugiarse en esto, llamado religión, algo
con lo que nunca se sintió enlazada; su padre definitivamente era
creyente pero no exactamente de un ser piadoso y buen-intencionado, ya
que todo lo que había pasado, difícilmente podía calificarse como
“normal”, y cada vez que había contado su historia, le fue mal, la
gente no le creía, y casi termina internada en un centro psiquiátrico.

Paso las puertas de ingreso, abiertas de par en par, y oculto el rostro


bajo el chal, sentía miedo; así que, juntó todo el valor que pudo reunir
y caminó con fuerza hacia el podio, al parecer minutos antes habían
acabado de celebrar una misa, aún estaban los acólitos limpiando el
“¿estrado?” no sabía los nombres, pero sentía que había llegado al
lugar correcto; antes de siquiera decir una palabra, los monaguillos
notaron su presencia y se le acercaron preguntándole si necesitaba algo,
ella les respondió que sí, y que a quien buscaba era al padre, sacerdote,
cura, o como se refieran a él; los jovencitos esbozaron sonrisas y el
aparente líder, asintió con la cabeza y le pidió que espere, amablemente
la invito a tomar asiento, y salió por una puerta pequeña, y los otros
siguieron con sus tareas.

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