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Hace muchos siglos vivía un Papa en Roma que había cometido muchísimas faltas y
se sentía abrumado por sus culpas. En cierta ocasión sucedió que Dios Nuestro
Señor, permitió que este Papa cayese gravemente enfermo sin remedio. Cuando el
paciente sintió que ya se acercaba la hora terrible de la muerte, mandó llamar a todos
los Cardenales, Obispos, y demás personas bien instruidas. Entonces el Papa
moribundo les habló así:
«Mis queridos amigos: ¿Qué consuelo me pueden dar ahora que me voy a morir y
parece que merezco la condenación eterna por mis múltiples pecados?»
Por algunos momentos nadie se atrevió a contestarle esta pregunta. Entonces, uno
de los presentes, llamado Juan, le replicó diciéndole:
«¿Qué consuelo me pueden dar en esta hora en que me voy a morir, y temo ser
condenado por mis pecados?»
«Voy a rezar tres oraciones por tu beneficio: espero en Dios que esta lectura le dará
consuelo. También espero que, por este medio, su alma obtendrá la Misericordia de
Dios».
Ya no pudo hablar más el Papa moribundo. Luego, el padre Juan se arrodilló con
todos los presentes y rezaron el Padre Nuestro, añadiendo las siguientes oraciones:
1ra. ORACIÓN
3ra. ORACIÓN
¡Señor Jesucristo! Después de haber guardado silencio, hablaste por la boca de los
Profetas, diciendo: «Te he atraído a mí, a través del Eterno Amor.» Este mismo amor
te ha traído del cielo al seno virginal de María Santísima.
Después has venido a este Valle de Lágrimas, al mundo indigente. Este mismo amor,
Jesús mío, te detuvo en este mundo terrestre por 33 años. Además, para rubricar este
tremendo amor, has entregado tu Sagradísimo Cuerpo como manjar verdadero y
como bebida verdadera tu Preciosísima Sangre.
Aún como si todo esto fuese poco, mi buen Jesús, nos diste otras señales de tu gran
amor. Te has dejado ser aprehendido y llevado preso. Durante Tu Sagrada Pasión
fuiste arrestado de tribunal a tribunal y de un juez a otro. Además, te has sometido a
ser condenado a muerte, a morir en la cruz y a ser sepultado.
Todo esto has hecho para demostrar tu profundo amor a nosotros. Habiendo
resucitado al tercer día, apareciste a Tu Santísima Madre y a todos los santos
Apóstoles. Luego, manifestando tu inmenso amor, oh dulce Salvador, has subido al
cielo por virtud de tu propia omnipotencia. Y estás sentado a la diestra de tu Padre
Celestial, el Dios Eterno. Luego, oh Jesús, al demostrar tu infinito amor, has enviado
al Espíritu Santo para encender los corazones de los Apóstoles y de todos los que
creen y esperan en ti.
Entre tanto el Papa moribundo falleció. Pero el cura perseveró rezando estas
oraciones hasta la tercera hora. Súbitamente, el alma del Papa difunto apareció en
forma corporal ante los ojos del cura, que todavía continuaba orando.
«¡Oh Santo Padre! No podré contar estas cosas porque nadie me creerá!»
«En verdad te digo, que el ángel de Dios permanece a mi lado y ha escrito estas
oraciones en letras de oro, para el consuelo de los pecadores.»
El Papa dijo luego que estas oraciones, si son rezadas en la presencia de un gran
pecador que está a punto de morir, el ángel de Dios le ayudará con muchas
bendiciones e incluso le asistirá en su sufrimiento en el Purgatorio, para que sea
liberado de cualquier castigo debido a sus pecados. También dijo que la persona que
escucha la lectura de estas tres oraciones, debe creer verdaderamente que Dios
Nuestro Señor lo protegerá de una muerte infeliz.
La historia nos dice que las tres oraciones fueron llevadas a la Basílica de San Pedro
y fueron puestas en el altar como señal del gran amor de Dios por los hombres. El
Papa de la historia intercedería desde el Cielo para que a cualquier persona que
recitara estas oraciones, Dios le revelase cuál sería el día de su muerte para que
estuviese preparado y pudiera evitar el Purgatorio.