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BAREMO FUERO CIVIL.

DEL DR. DANIEL NAVARRO.

METODOLOGÍA PROPUESTA PARA LA EVALUACIÓN DE INCAPACIDADES.

Antes de adentrarnos en la cuestión particular es necesario tener presente que debe considerase
el estado mental del sujeto, teniendo además en cuenta su edad y si el suceso traumático ha
dejado coartadas sus posibilidades laborales y/o afectado su vida de relación

Para determinar la gravedad de un trastorno, a los efectos de asignar el porcentaje de incapacidad


laboral correspondiente, nos guiaremos por las limitaciones que produce en la vida cotidiana
(laboral, familiar, social, sentimental, sexual), atribuyendo un mayor índice de gravedad cuando
mayores sean las disfunciones que determinen el síndrome. De tal manera que cualquiera sea la
patología que surja a consecuencia de un evento traumático, la misma determinara un porcentaje
de incapacidad de acuerdo con las alteraciones que produzca en el funcionamiento laboral, social,
familiar y/o recreativo. Obviamente que patologías más graves provocaran mayores alteraciones.

Puede ocurrir que el suceso traumático haya provocado el agravamiento de una patología
preexistente, debemos entonces informar el estado previo y el posterior de tal patología a los
efectos de determinar el quantum de responsabilidad del suceso en cuestión.

Debe evaluarse:

1. Actividades de la vida diaria: Auto cuidado, higiene, función sexual, sueño, actividades sociales o
recreativas.

2. Funcionamiento social Es la capacidad de interactuar e intercomunicar con los otros.

3. Capacidad de concentración, persistencia y ritmo: son los elementos importantes para la


realización de tareas que posibilitan el mantenimiento de la atención necesaria para un buen
rendimiento laboral. Evaluar el tiempo para la realización de la tarea y los errores cometidos así
como si requiere o no de la ayudad de terceros.

4. Deterioro o descompensación en el medio laboral, expresado por el fracaso repetido en la


adaptación a circunstancias estresantes.

En base a esta evaluación se determina la gravedad del trastorno que presenta la víctima del
siniestro y consecuentemente el porcentaje de invalidez correspondiente.
1. Muy Leve: La sintomatología que presenta guarda una relación directa con la situación
traumática padecida la cual no interfiere en sus actividades cotidianas, las cuales continúa
desarrollando normalmente. Las actividades de la vida diaria: Auto cuidado, higiene, función
sexual, sueño, actividades sociales o recreativas, están conservadas. El Funcionamiento social es
adecuado. La capacidad de concentración, persistencia y ritmo: es normal de acuerdo a las
capacidades previas al suceso traumático. El deterioro de la actividad laboral es compensado con
un mayor esfuerzo del individuo para llevar adelante las mismas.

2. Leve: La sintomatología que presenta guarda una relación directa con la situación traumática
padecida no interfiriendo en sus actividades laborales, las cuales continúa desarrollando
normalmente, pueden encontrarse alteraciones en las relaciones familiares. Las actividades de la
vida diaria: Auto cuidado, higiene, función sexual, sueño, actividades sociales o recreativas, están
conservadas o presentan mínimos disturbios. El Funcionamiento social esta levemente alterado. La
capacidad de concentración, persistencia y ritmo: es normal de acuerdo a las capacidades previas
al suceso traumático. El deterioro de la actividad laboral es compensado con un mayor esfuerzo
del individuo para llevar adelante las mismas.

3. Moderada: La sintomatología que presenta puede o no guardar relación directa con la situación
traumática padecida. Se alteran las relaciones laborales y sentimentales. Hay leves trastornos de la
memoria, la concentración y la voluntad. Dificultad para desarrollar las actividades laborales, que
puede llevar adelante con mayor esfuerzo. Se acentúan los rasgos de personalidad. Las actividades
de la vida diaria: Auto cuidado, higiene, función sexual, sueño, actividades sociales o recreativas,
presentan mínimos disturbios. El Funcionamiento social esta alterado. La capacidad de
concentración, persistencia y ritmo: están levemente disminuida en relación a las capacidades
previas al suceso traumático. Existe deterioro de la actividad laboral que puede o no ser
compensado con un mayor esfuerzo del individuo para llevar adelante las mismas.

4. Grave: la sintomatología que presenta puede o no presentar relación directa con la situación
traumática padecida. Se alteran las relaciones laborales y sentimentales. Hay importantes
trastornos de la memoria, la concentración y la voluntad. Clara dificultad para desarrollar las
actividades laborales. Se acentúan los rasgos de personalidad. Las actividades de la vida diaria:
Auto cuidado, higiene, función sexual, sueño, actividades sociales o recreativas, presentan
disturbios. El Funcionamiento social esta alterado. La capacidad de concentración, persistencia y
ritmo: están disminuidas con respecto a las capacidades previas al suceso traumático. El deterioro
de la capacidad laboral, generalmente no puede ser compensado con un mayor esfuerzo del
individuo para llevar adelante las mismas.

5. Muy Grave: la sintomatología que presenta puede o no presentar relación directa con la
situación traumática padecida. Se alteran las relaciones laborales y sentimentales. Hay
importantes trastornos de la memoria, la concentración y la voluntad. Importante dificultad para
desarrollar las actividades laborales y de la vida cotidiana, requiriendo para el desarrollo de la
misma de asistencia Las actividades de la vida diaria: Auto cuidado, higiene, función sexual, sueño,
actividades sociales o recreativas, están francamente deterioradas. El Funcionamiento social esta
alterado. La capacidad de concentración, persistencia y ritmo: están alteradas y disminuidas con
respecto a las capacidades previas al suceso traumático. El deterioro de la capacidad laboral
impide la realización de las actividades que realizaba previamente al suceso traumático.

Una vez realizado el diagnostico de la dolencia psíquica que afecta al sujeto debe determinarse la
gravedad del mismo y a posteriori atribuir, entre los limites que establece este, el porcentaje
correspondiente. Esta evaluación propuesta permite valorar adecuadamente y de forma integral el
funcionamiento del individuo tanto en el plano laboral como social y recreativo.

Así, por ejemplo, a una Neurosis Traumática, que presentase leves trastornos de la memoria, la
concentración y la voluntad, acentuación de los rasgos de personalidad, disturbios en las
actividades sociales y recreativas de grado variable, funcionamiento social alterado, con deterioro
de la actividad laboral que puede o no ser compensado con un mayor esfuerzo del individuo para
llevar adelante las mismas, presenta una incapacidad del 15 a 25%, de acuerdo al criterio del
perito,

Conociendo las dificultades del perito en cuantificar la gravedad del sufrimiento psíquico
patológico diagnosticado, propongo un Baremo para evaluar incapacidades derivadas de un
suceso traumático, elaborado, en base a mi propia experiencia y saber y considerando los otros
baremos vigentes ( Baremo para Daño Neurológico y Psíquico de Dr. Castex y Silva, Baremo
General para el Fuero Civil de los Dres. Altube y Rinaldi, Baremo de la Dirección de
Reconocimientos Médicos de la Pcia. de Buenos Aires y el Baremo Previsional .)

Baremo para evaluar incapacidades derivadas de un suceso traumático (Dr. Daniel Navarro)

1.- Desarrollos Neuróticos

1.1 Neurosis de Angustia.

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 35

Muy Grave 35 a 50

1.2 Neurosis Fóbica.

Muy Leve: 1 a 5
Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 35

Muy Grave 35 a 50

1.3 Neurosis Obsesiva.

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 35

Muy Grave 35 a 50

1.3 Neurosis Traumática. (Estrés Postraumático)

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 35

Muy Grave 35 a 50

1.4 Duelo patológico

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 40

Muy Grave 40 a 60

1.4 Depresión Neurótica.

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25
Grave 25 a 40

Muy Grave 40 a 70

1.5 Sinastrosis

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 10

Moderada 10 a 15

Grave 15 a 25

Muy Grave 25 a 40

2.- Desarrollos Psicóticos

2.1 Psicosis reactivas.

Muy Leve: 10 a 20

Leve 20 a 30

Moderada 30 a 50

Grave 50 a 70

Muy Grave 70 a 80

2.1 Psicosis crónica. Si bien un suceso traumático difícilmente determine el desarrollo de una
psicosis crónica, si puede suceder que la victima presentase un cuadro de estas características
previo al trauma padecido, el perito entonces debe determinar de que manera el mismo incidió en
su capacidad al provocar un agravamiento de la patología preexistente (si así sucediese)

Muy Leve: 10 a 20

Leve 20 a 30

Moderada 30 a 50

Grave 50 a 70

Muy Grave 70 a 80

3.- Desarrollos Psiquiátricos originados en un traumatismo de cráneo.

3.1 Síndrome postconmocional

Muy Leve: 1 a 5
Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 40

Muy Grave 40 a 80

3.1 Síndrome del lóbulo frontal.

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 40

Muy Grave 40 a 70

3.2 Cambio de personalidad.

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 40

Muy Grave 40 a 50

3.3. Trastornos afectivos postraumáticos

Muy Leve: 1 a 5

Leve 5 a 15

Moderada 15 a 25

Grave 25 a 40

Muy Grave 40 a 50

3.4 Psicosis postraumática.

Muy Leve: 10 a 20

Leve 20 a 30

Moderada 30 a 50
Grave 50 a 70

Muy Grave 70 a 80

3.5 Psicosíndrome orgánico cerebral.

Muy Leve: 10 a 20

Leve 20 a 30

Moderada 30 a 50

Grave 50 a 70

Muy Grave 70 a 80

3.6 Epilepsia postraumática.

Las ausencias y sus equivalentes vegetativos son equiparables en su valoración, deben solicitarse
EEG previos y posteriores al traumatismo y historia clínica neurológica si hubiese.

Muy Leve, con antecedentes de manifestaciones epilépticas,

EEG no patológico sin sintomatología clínica actual. 1 a 5.

Leve, EEG patológico, controlable con medicación, sin crisis actuales 5 a 15

Moderada, EEG patológico, controlable con medicación con episodios esporádicos constatados. 15
a 30

Grave, EEG patológico y crisis periodicas. 50 a 70

Muy Grave, EEG patológico, refractaria al tratamiento 70 a 80

3.8. Temblores postraumáticos. (Incluye Síndrome cerebeloso postraumático Y Síndrome


parkinsoniano postraumático)

Deben sumarse a los trastornos psiquiátricos

Muy Leve: 5 a 10

Leve 10 a 20

Moderada 20 a 35

Grave 35 a 50

Muy Grave 50 a 70
VALORACIÓN DEL DAÑO PSÍQUICO.
Di Fabio, Ingrid./ Paganoto, Laura./ Rivamar, Javier.

Mendoza - 2002

Introducción

El punto de partida para la realización de esta monografía, se relaciona con las dificultades
encontradas, al momento de realizar un peritaje y transmitirle al juez aquello que hemos visto
desde nuestro saber y ciencia especifica. Hemos notado que la demanda existente ante el perito
psicólogo se relaciona en la mayoría de los eventos de autos, con la "valoración del daño
psíquico", tanto en los fueros civil, comercial como laboral.

Es por ello, que desde este lugar, tomamos la monografía, como un espacio de reflexión para
plantearnos y re-pensar, nuestro rol como peritos psicólogos, como así también, intentar aclarar
aquellas dudas que surgen al momento de realizar el dictamen pericial.

Por esta razón, nos pareció necesario ver conceptualmente y profundizar algunos elementos para
la valoración del daño psíquico. Con este fin, hemos optado por plantearnos diferentes
interrogantes e intentar darle una respuesta concreta que sea útil en la práctica profesional del
psicólogo en el área jurídica.

I. Hacia una conceptualización del daño psíquico

El daño psíquico es una entidad nosológica de origen mixto: psicológico y jurídico. Se aplica en los
fueros civil, comercial y laboral. Consideramos necesario definir con precisión a qué hacemos
referencia cuando hablamos de daño psíquico.

Si tomamos la definición de diccionario, encontramos que daño remite a perjuicio, menoscabo,


pero también a maltratar o echar a perder, esto último, asociado con el uso forense de detrimento
o destrucción de bienes, es decir, de algo a lo que la persona tenía derecho.

Castex, considera daño a todo menoscabo que, debido a algún acontecimiento, sufre una persona
en sus bienes vitales naturales, propiedad o patrimonio. Un bien vital natural es el psiquismo, y
por tanto si este es afectado hablamos de daño psíquico (si no se afecta el patrimonio, es daño no
patrimonial directo). Si esto, ocasiona algún daño en el patrimonio, entonces hablamos de daño
patrimonial indirecto. Por lo tanto, existe daño psíquico cuando hay disfunción o disturbio en las
esferas afectiva, intelectiva y/ volitiva, que limite a la persona en su capacidad de goce individual,
familiar, laboral, social y/o recreativa. El daño psíquico, implica siempre patología, en otras
palabras, creación de patología, incremento de alguna preexistente, o actividad de una
personalidad predispuesta a lo patológico. Por lo tanto, el daño psíquico supone cuatro cosas: Un
dañador, un dañado, un nexo causal entre ambos, y una demanda judicial por daño psíquico.

El daño psíquico, también ha sido definido por Matilde Zabala de González, como una
perturbación patológica de la personalidad de la víctima que altera su equilibrio básico o agrava
algún desequilibrio precedente. En esta definición se habla primero de perturbación patológica de
la personalidad y en segundo lugar, de alteración del equilibrio básico que ya tenía o bien que
agrave algún desequilibrio precedente. Es importante destacar, que no es necesario que la
personalidad haya estado en perfecto estado de salud mental en forma previa al hecho en
consideración.

Según lo planteado por Rof Carballo, el daño psíquico, admite un supuesto básico derivado de la
gravedad de la situación traumática y un pronóstico. Se caracteriza por contar con un correlato
orgánico-funcional que está en relación con el sistema nervioso autónomo y con las formaciones
del sistema límbico y el cerebro interno.

Ahora bien, en la literatura encontramos diferentes conceptualizaciones de daño psíquico, para el


presente trabajo tomamos como referencia la definición propuesta por Ricardo Ernesto Risso.
Para quien el daño psíquico puede definirse, desde el punto de vista médico-legal, como:
"Síndrome psiquiátrico coherente (enfermedad psíquica), novedoso en la biografía, relacionado
causal o concausalmente con el evento de autos (accidente, enfermedad, delito), que ha
ocasionado una disminución de las aptitudes psíquicas previas (incapacidad), que tiene carácter
irreversible (cronicidad) o al menos jurídicamente consolidado (dos años)".

- Síndrome psiquiátrico coherente

Según este criterio, el daño psíquico no es otra cosa que una enfermedad mental. Las
enfermedades mentales no pueden ser diagnosticadas sobre la base de un solo síntoma o a algún
síntoma aislado. Los síntomas deben poder ser coherentemente agrupados en algún cuadro
clínico, cualquiera sea la nosografía que utilice el perito.

- Novedad

Esta enfermedad psíquica debe ser novedosa en la biografía del paciente, ya sea porque antes no
estaba (inédita), o porque a causa del evento se han acentuado significativamente los rasgos
previos, de modo tal que ahora pueden ser valorados como "enfermedad" o "trastorno" nuevo.

- Nexo

La enfermedad psíquica que se diagnostique debe tener una relación con el trabajo o con el
accidente invocados. Nexo que puede ser directo causal (etiológico, cronológico, topográfico), o
indirecto concausal (acelerar, agravar o evidenciar lo previo).

- Secuela incapacitante
El trastorno detectado debe ocasionar algún grado de incapacidad, minusvalía o disminución
respecto de las aptitudes mentales previas.

-Irreversibilidad-consolidación

La incapacidad que se determine deberá ser irreversible o, al menos, estar jurídicamente


consolidada (es decir, que hayan transcurrido dos años desde su comienzo a causa del evento que
origina el juicio).

Al ser el daño psíquico, una entidad médico y legal, es necesario considerar para el diagnóstico,
otros ejes que participan en la configuración de esta entidad nosológica:

a) una dimensión clínica: Culmina con el diagnóstico del estado actual.

b) una dimensión psicopatológica: Siguiendo los conceptos jasperianos de "proceso" y


"desarrollo", debemos investigar si el estado actual es una enfermedad que aparece como
consecuencia de un evento (proceso) o una mera continuación de un estado mórbido previo
(desarrollo).

c) una dimensión vincular: Establece o descarta la relación entre el estado actual y el evento
dañoso.

d) una dimensión práxica: Se refiere a las cualidades, habilidades y aptitudes mentales del sujeto, y
a su conservación, disminución o pérdida.

e) una dimensión cronológica o temporal: Aquí hemos de determinar la transitoriedad o


perdurabilidad de los trastornos mentales diagnosticados, así como los límites que la ley establece
para considerar que una enfermedad pasa a ser crónica (consolidación jurídica), aun cuando desde
el punto de vista clínico sea todavía esperable la mejoría o la curación.

II. ¿Qué entendemos por causas y concausas en la valoración del daño psíquico?

Desde el lugar de peritos psicólogos, en nuestra tarea pericial, nos encontramos con la dificultad
de discriminar factores causales y concausales del daño psíquico manifestado. Todo lesionado
antes de sufrir un traumatismo posee un estado psíquico anterior, su propia psicobiografía. No
todo estado anterior psíquico es una concausa.

Para esto, es necesario considerar la personalidad básica o personalidad previa o premórbida.


Debemos tener en cuenta que el ser humano estructura su personalidad de acuerdo con:

" Factores genéticos y congénitos.

" Improntas indelebles adquiridas a partir de las experiencias de los primeros años de vida.
Estos elementos constituyen lo que se denomina personalidad básica, se trata de aspectos
caracterológicos predisponentes, normales o patológicos que se ponen o no de manifiesto, de
acuerdo con circunstancias posteriores que tienen lugar durante el transcurso vital.

Si el sujeto, logró un devenir estable y consistente (aún dentro de la mayor modestia), a pesar de
su carácter o incluso de sus disturbios psíquicos previos podría decirse que sus eventuales
antecedentes psicopatológicos son irrelevantes como concausa pre-existente, correspondiendo
establecer un nexo causal directo.

Un problema delicado, surge de las impugnaciones que provienen precisamente de que el


impugnante considera que el sujeto ya padecía antes del evento la enfermedad que nosotros
describimos. Es algo obvio para nosotros, pero no para todos los que intervienen en un litigio
judicial, que la enfermedad actual, será de la misma serie psicopatológica que los síntomas o
rasgos anormales del carácter previo, precisamente por aquello de que el Yo no se quiebra por
cualquier parte sino por sus planos de clivaje. El perito, apelando a su conocimiento y experiencia,
deberá valorar la intensidad de los trastornos previos y de esa valoración surgirá cuál es el tipo de
nexo (causal o concausal ) entre el evento y el estado actual. Si los trastornos previos han sido de
significativa importancia, y vienen entorpeciendo el desarrollo vital desde mucho tiempo atrás, se
podrá decir con fundamento que el hecho traumático "agravó, aceleró o evidenció" una
enfermedad que ya existía y que esta constituye una verdadera concausa pre-existente.

III. ¿Cuáles serían los criterios de exclusión para la valoración del daño psíquico?

Estos criterios pueden surgir de "las dimensiones que forman esta entidad nosológica". Por lo
tanto, no deben considerarse como "daño psíquico":

-Los síntomas psíquicos aislados que no constituyen una enfermedad.

-Aquellas enfermedades que no han aparecido ni se han agravado a causa del evento de autos.
Puede estar enfermo ahora, pero su estado actual puede no ser más que otro momento evolutivo
de su vieja enfermedad.

-Obviamente, aquellos cuadros que -aunque constituyan una verdadera enfermedad- no tengan
relación (ni causal ni concausal) con el acontecimiento de la causa.

-También es evidente que deben ser excluidos aquellos cuadros no incapacitantes, es decir, los
que no han ocasionado un desmedro de las aptitudes mentales previas.

IV. ¿Cuándo puede ocasionarse el daño psíquico?

El daño psíquico puede provenir de distintas situaciones: un accidente de tránsito, mala praxis
médica, haber sido víctima de un delito, de un accidente laboral, etc. En la pericia psicológica, se
trata de establecer hasta que punto la víctima se ha visto perturbada patológicamente o se ha
agravado un desequilibrio precedente.
Para poder determinar como se ha visto agravada una situación precedente conviene solicitar o
hacer solicitar toda constancia o estudio psicológico que permita conocer su funcionamiento
psicológico antes del evento traumático. Estos datos también permitirán comparar el actual nivel
psicológico con el previo. Para ello, se recurre a registros escolares, informes, orientaciones
vocacionales, estudios para selección de personal, psicodiagnóstico, etc.

V. ¿Qué es el daño moral?

Es una modificación disvaliosa en el espíritu de una persona, que la coloca en una posición distinta
de la cual se encontraba antes del hecho. Puede afectar a las tres esferas que configuran la
personalidad: el intelecto, la voluntad, y la afectividad; pero no necesariamente cursar con un
daño psíquico, simplemente puede manifestarse como un dolor normal acorde con el suceso
padecido. Por lo tanto, no es necesario que exista patología para determinar daño moral.

VI. ¿El "daño moral" debe ser dictaminado por el perito?

No. Pero si el perito, en función de la actividad requerida por el juez, y de los recursos técnicos que
posee para explorar la mente humana, encuentra elementos que puedan integrar el "daño moral",
debe señalarlos al juez para que él decida si incluye o no estos hallazgos en la indemnización por
"daño moral", así como su monto. De este modo, el perito no decide nada sobre la existencia y/o
monto del "daño moral", pero ilustra al juez sobre la existencia de datos verosímiles, aunque
pretéritos e imprecisos, que sólo pueden obtenerse en el examen por expertos.

VII. ¿Qué inconveniente podemos encontrar al valorar el daño psíquico?

Una de las mayores dificultades es la de determinar si existe o no, simulación. El perito puede
estar ante un simulador, debido a las connotaciones especiales que tiene la labor pericial.
Consideraremos la posibilidad de simulación, cuando el peritado presenta "Síntomas no
compatibles con un trastorno mental", o reúne estos elementos:

1.- Una finalidad clara y positiva en el sujeto de obtener una ganancia económica.

2.- Presencia de un cuadro clínico que no se corresponde definitivamente a ningún cuadro


psiquiátrico, existiendo a veces absurdas contradicciones semiológicas.

3.- La clínica no siga los patrones patocrónicos habituales del cuadro.

4.- El comienzo y la finalización del cuadro no se ajusten a la realidad del cuadro clínico

Para sortear estas dificultades, el perito psicólogo, cuenta con datos complementarios, resultados
de ítems de los tests de personalidad internacionalmente validados que miden la sinceridad del
paciente, y muestren que el paciente no es sincero. Entre los diferentes tests se destacan, la escala
de sinceridad del EPI, las escalas de sinceridad y distorsión motivacional del 16 PF, y las escalas L,
F, y K del MMPI-2.

VIII. ¿A qué funciones debe referirse la "incapacidad"?


La enfermedad psíquica que el perito diagnostique debe dañar de manera perdurable una o varias
de las funciones del sujeto por lo que presente:

- Incapacidad para desempeñar sus tareas habituales.

- Incapacidad para acceder al trabajo.

- Incapacidad para ganar dinero.

- Incapacidad para relacionarse.

La propuesta de limitar las secuelas "incapacitantes" está dirigida a la difundida pretensión de


conceptualizar el daño psíquico como una entidad tan amplia y abarcativa que, prácticamente,
cualquier síntoma desagradable podría significar alguna incapacidad.

Por ejemplo: una cosa es que el damnificado de un accidente no pueda salir a la calle, o sólo
pueda hacerlo acompañado de otra persona, y otra cosa es que al hacerlo sienta una desagradable
inquietud o deba mirar varias veces antes de cruzar la calle. En los dos casos podemos hablar de
"agorafobia". Pero en el primer caso existe una verdadera incapacidad (tanto para continuar
desempeñando sus actividades habituales como para relacionarse), que nosotros debemos valorar
como daño psíquico y graduar de acuerdo a un baremo. En cambio, en el segundo hay un
disconfort o desasociego que no genera ningún tipo de incapacidad (aunque podamos
informárselo al juez para que él decida si lo incluye en el daño moral).

El concepto de "tareas habituales" es más útil, que el concepto de "trabajo", o de "tareas para las
que se ha especializado", para determinar incapacidad en personas que no realizan actividades
con recompensa económica y/o en relación de dependencia (v.gr.: jubilados, niños, amas de casa).

Lo mismo puede decirse de la incapacidad "para relacionarse". Las personas que no han perdido
un trabajo (porque nunca trabajaron), ni la posibilidad de ingresar a un empleo (porque no iban a
hacerlo), ni la de ganar dinero (porque nunca lo habían ganado), pueden haber perdido la aptitud
para los vínculos interpersonales (por una fealdad sobreviniente, la inhibición, la depresión, etc.),
perdiendo así una dimensión (la social) de sus facultades yoicas.

La dificultad para "acceder al trabajo" está referida, obviamente, a sortear exámenes


preocupacionales, selecciones, ingresos, etc.

IX. ¿Cómo debe realizarse la distribución de porcentajes en las concausas?

Del total de la incapacidad determinada, ¿qué porcentaje corresponde atribuir al evento dañoso, y
cuánto a la personalidad previa del actor? Esta pregunta constituye un punto de pericia cuando se
trata de enfermedades que reconocen una concausa previa, y es frecuente motivo de
cuestionamiento.

Debe quedar claro para las partes y para el juez que, desde el punto de vista científico, es
imposible establecer estos porcentajes con total exactitud. El perito estudiará con cuidado la
importancia de los trastornos previos y distribuirá la carga siempre con un sentido de orientación
para el juez.

Es estéril discutir si la enfermedad previa ha incidido en un treinta o en un cuarenta por ciento de


la incapacidad actual, simplemente porque no hay forma de medirlo con precisión.

X. ¿Cómo determinar los costos del tratamiento, cuando hay daño psíquico?

Cuando el perito determine que el trastorno mental que presenta su examinado amerita un
tratamiento por especialistas, lo indicará al juez. El damnificado puede percibir ese monto, como
un rubro más del resarcimiento, incluso en el caso de que decida no hacer ningún tratamiento, y
cargar con el peso de su malestar (en este caso, tendrá luego dificultades para argumentar, en un
eventual juicio de reagravación).

La frecuencia y duración siempre serán estimativas, y también tendrán el sentido de una


orientación para el juez. Está claro que nadie puede predecir con certeza cuándo se curará una
persona, o cuándo la mejoría que ha obtenido ya es suficiente. Al decir: "dos veces por semana
durante dos años", simplemente se le está sugiriendo al tribunal que se le paguen doscientas
sesiones; no otra cosa.

Del mismo modo, cuando se estipula el costo por sesión, no deben consignarse ni altos honorarios
privados, ni la gratuidad de los hospitales públicos. Los honorarios que percibe un terapeuta en
alguna empresa seria de medicina prepaga (actualmente, alrededor de $25) es un razonable
promedio para la asistencia (psicoterapéutica o farmacoterapéutica).

Los dos últimos puntos marcan una diferencia con todos los demás temas. Casi no hay demandas
por daño psíquico que no los tengan incluidos. Pero aquí, aunque sea implícitamente, no se apela
tanto a la ciencia como a la experiencia del perito. Lo científico llega hasta el momento de
establecer que, por la patología que el perito ha detectado, la persona necesita o puede
beneficiarse con un tratamiento. A partir de ese momento, se pone en juego un criterio de
apreciación, tanto para la distribución de los porcentajes, como para la duración y costos del
tratamiento.

No es una mera conjetura, porque hay elementos clínicos que la convalidan, pero tampoco es una
opinión científicamente demostrable. Por ello, hacen mal los abogados al impugnar estas
apreciaciones exigiendo una acabada demostración científica de estas opiniones periciales. Pero
también hacen mal los peritos que, atormentados por los cuestionamientos, tratan de sostener su
opinión con pretendidas argumentaciones "científicas" las que, siendo obviamente
indemostrables, conspiran contra la seriedad del dictamen.

Es preferible decirle al juez que en este punto preciso -no en los otros- lo estamos ilustrando de
acuerdo a nuestra experiencia, y no de acuerdo a nuestra ciencia, simplemente porque esto último
es imposible.

Conclusión
Entendemos que es esencial, el uso de la ciencia psicológica para mejorar la eficacia y eficiencia, al
momento de impartir justicia. Para ello es necesario, entender la compleja estructura donde el
Perito se encuentra inserto. Comprendiendo el rol que debemos ocupar en dicho proceso, es
decir, como auxiliar del juez, para comunicarle datos que clarifiquen la realidad de los hechos. Por
lo tanto, debemos responder con responsabilidad, apelando a nuestros instrumentos, que deben
ser válidos, confiables y objetivos.

Sin embargo, es esencial entender, que al momento de realizar la valoración del daño psíquico,
nos encontramos en muchas ocasiones, en el límite, entre lo que la ciencia si puede contestar y
aquello que tiene que ver con la experiencia y el juicio crítico y clínico del perito. En otras palabras,
no sólo estamos frente a datos objetivables, sino que también, encontramos muchos factores y
componente subjetivos, pues cada ser humano responde desde sus recursos, marcos de referencia
y matrices de aprendizaje. Aspectos que no podemos dejar de lado al momento de valorar el daño
psíquico.

Creemos que éticamente, debemos acordar pautas comunes a partir de las cuales, los peritos
psicólogos, aunemos criterios para la valoración del daño psíquico, pues el mismo concepto de
"valoración" remite a poner en juego los recursos y herramientas del perito al momento de tomar
decisiones con relación al diagnóstico, porcentajes de incapacidad, tipos de tratamientos, etc.

Esto último, requiere una actitud activa por parte del perito, que debe investigar, capacitarse,
crear métodos y técnicas que vayan paliando los diferentes obstáculos encontrados al momento
de realizar el dictamen pericial.

Bibliografía

1. Asociación de Peritos Judiciales (2002). Apuntes del Ciclo de Formación continua de peritos
judiciales. Mendoza.

2. Castex, M. (1996). El daño psíquico en los fueros civil y laboral. Buenos Aires: Cátedra de
Psicología Forense U.B.A..

3. Criado del Río, M.T. (2000). Valoración de las consecuencias psicológicas de los accidentes
(Especialista en Medicina Legal y Forense, Universidad de Zaragoza).

4. Del Popolo, J.H. (1996). Psicología Judicial. Mendoza: Ediciones Jurídicas Cuyo.

5. Risso, R. E. (2001). Daño psíquico. Delimitación y Diagnóstico. Fundamento teórico y clínico del
dictamen pericial.. Psiquiatría Forense - Sexología - Praxis. Consultado en A.A.P. Volumen 3.

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