Charles Darwin ofreció una solución a la duda sobre nuestra naturaleza, en el
momento en que formuló él porque existimos por medio de la teoría de la evolución, la cual consiste en la supervivencia de las especies que mejor de adapten a las condiciones del ambiente para adquirir los recursos que son limitados, modificando sus características y dando origen a nuevas especies (selección natural). En el origen del mundo prevalecía la simplicidad, el mundo constaba de átomos simples existiendo sin ningún orden, los cuales en búsqueda de su supervivencia se unieron unos con otros formando cadenas complejas hasta llegar a constituir las secuencias con moléculas tan elaboradas que conforman a los seres hoy en día. Esta búsqueda de supervivencia represento la forma primaria de la selección natural, donde prevalecieron las formas estables y se generó rechazo de las inestables. La supervivencia de lo estable, expone que el universo está poblado de cosas estables, desde conjuntos de átomos lo suficientemente estables para merecer un nombre, hasta llegar a explicar existencias tan complejas como la del hombre. Recapitulando, en el origen surgió una molécula compleja que se multiplicó y multiplicó generando una cadena estable de átomos que se copiaba generando un tipo de estabilidad; esta molécula fue esparciendo sus copias a través de los mares causando una gran población de réplicas idénticas, las cuales no eran perfectas y generaron errores que dieron origen a mejoras que permitieron la evolución, produciendo que se crean diferentes variantes, unas más estables que otras, y ciertas moléculas que presentarían mayor resistencia a separarse que otras. A medida que se generaban nuevos replicadores, estos debían evolucionar y encontrar nuevas formas de defenderse para existir, para así, miles de millones de años después conformar los genes que dieron origen al hombre y son la razón de nuestra existencia. No obstante, según la teoría de la evolución, desde estos pequeños átomos, hasta las grandes especies que podemos encontrar hoy en día, han evolucionado debido a una selección natural, la cual si se observa a detalle por medio de cualquier ser que haya evolucionado por esta selección podemos concluir que opera de manera egoísta, pues el bienestar y la supervivencia del individuo prevalece sobre el bienestar de los demás, por lo tanto, todas las especies vivientes son egoístas. Es así como la naturaleza resume la comprensión de la evolución natural, nosotros igual que los demás animales solo somos máquinas creadas por nuestros genes que han sobrevivido en un mundo altamente competitivo, esto hace suponer ciertas cualidades de nuestros genes, como por ejemplo el egoísmo despiadado; sin embargo, hay circunstancias especiales en las cuales los genes pueden alcanzar mejor sus objetivos egoístas generando una forma limitada de altruismo entre su misma especie o grupo pero este “altruismo” representa egoísmo frente a otros grupos. En muchas ocasiones resultar parecer que los actos altruistas terminan siendo actos con motivos egoístas disfrazados, y los efectos reales del acto son el reverso de lo que creíamos al inicio. Para cuestiones de comprensión del texto, el altruismo puede ser definido como la característica de contribuir a aumentar el bienestar de otro ser semejante a costas de su propio bienestar, y dentro de la naturaleza, el bienestar es considerado como las oportunidades de supervivencia. Sin embargo, la perpetuación de la especie no surge gracias al altruismo si no a la reproducción, y los animales se comportarán de tal forma que generarán la reproducción de la especie, donde sobreviven los más aptos, como si los miembros individuales fueren peones listos para defender los intereses egoístas del grupo. Aún en un grupo conformado por seres altruistas habrá una minoría de individuos que no estarán dispuestos a sacrificarse por el grupo, y ellos tendrán más posibilidades de sobrevivir y reproducirse que los demás, de manera que cada uno de sus hijos tendrá mayor posibilidad de heredar sus rasgos egoístas, causando que luego de varias generaciones de esta selección natural, el grupo altruista será superado por una mayoría egoísta. Podríamos concluir, que el amor universal y el bienestar en conjunto de especies son conceptos alejados de la evolución, pues la importancia de la evolución es el bienestar del individuo y no de la especie. Si se espera una sociedad donde prevalezca el bien común, esta no podría basarse en la biología, por el contrario, deberá enseñarse desde su etapa inicial el altruismo pues los humanos nacen egoístas. Sin embargo, una sociedad humana basada en la ley de del egoísmo de los genes sería una sociedad deplorable, ya que es un error pensar que los rasgos genéticos son fijos e inmodificables. Nuestra naturaleza puede guiarnos a ser egoístas, pero no estamos obligados a obedecerlo, pues el hombre es el único animal capaz de ser dominado por influencias y culturas aprehendidas de una generación a otra. Se pueden realizar entonces inferencias de un hombre según las condiciones en las que ha vivido y prosperado, pero esto no permite considerar irrelevantes los genes dentro del comportamiento moderno, pues si el ser humano fuera intrínsicamente altruista sería antinatural y deberíamos preocuparnos por ser una especie excepcional dentro de la regla general.