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ISABELLA GUTIERREZ CALVO C.C 1.007.542.

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EL GEN EGOISTA

Charles Darwin ofreció una solución a la duda sobre nuestra naturaleza, en el


momento en que formuló él porque existimos por medio de la teoría de la evolución,
la cual consiste en la supervivencia de las especies que mejor de adapten a las
condiciones del ambiente para adquirir los recursos que son limitados, modificando
sus características y dando origen a nuevas especies (selección natural).
En el origen del mundo prevalecía la simplicidad, el mundo constaba de átomos
simples existiendo sin ningún orden, los cuales en búsqueda de su supervivencia
se unieron unos con otros formando cadenas complejas hasta llegar a constituir las
secuencias con moléculas tan elaboradas que conforman a los seres hoy en día.
Esta búsqueda de supervivencia represento la forma primaria de la selección
natural, donde prevalecieron las formas estables y se generó rechazo de las
inestables. La supervivencia de lo estable, expone que el universo está poblado de
cosas estables, desde conjuntos de átomos lo suficientemente estables para
merecer un nombre, hasta llegar a explicar existencias tan complejas como la del
hombre.
Recapitulando, en el origen surgió una molécula compleja que se multiplicó y
multiplicó generando una cadena estable de átomos que se copiaba generando un
tipo de estabilidad; esta molécula fue esparciendo sus copias a través de los mares
causando una gran población de réplicas idénticas, las cuales no eran perfectas y
generaron errores que dieron origen a mejoras que permitieron la evolución,
produciendo que se crean diferentes variantes, unas más estables que otras, y
ciertas moléculas que presentarían mayor resistencia a separarse que otras.
A medida que se generaban nuevos replicadores, estos debían evolucionar y
encontrar nuevas formas de defenderse para existir, para así, miles de millones de
años después conformar los genes que dieron origen al hombre y son la razón de
nuestra existencia.
No obstante, según la teoría de la evolución, desde estos pequeños átomos, hasta
las grandes especies que podemos encontrar hoy en día, han evolucionado debido
a una selección natural, la cual si se observa a detalle por medio de cualquier ser
que haya evolucionado por esta selección podemos concluir que opera de manera
egoísta, pues el bienestar y la supervivencia del individuo prevalece sobre el
bienestar de los demás, por lo tanto, todas las especies vivientes son egoístas.
Es así como la naturaleza resume la comprensión de la evolución natural, nosotros
igual que los demás animales solo somos máquinas creadas por nuestros genes
que han sobrevivido en un mundo altamente competitivo, esto hace suponer ciertas
cualidades de nuestros genes, como por ejemplo el egoísmo despiadado; sin
embargo, hay circunstancias especiales en las cuales los genes pueden alcanzar
mejor sus objetivos egoístas generando una forma limitada de altruismo entre su
misma especie o grupo pero este “altruismo” representa egoísmo frente a otros
grupos.
En muchas ocasiones resultar parecer que los actos altruistas terminan siendo actos
con motivos egoístas disfrazados, y los efectos reales del acto son el reverso de lo
que creíamos al inicio.
Para cuestiones de comprensión del texto, el altruismo puede ser definido como la
característica de contribuir a aumentar el bienestar de otro ser semejante a costas
de su propio bienestar, y dentro de la naturaleza, el bienestar es considerado como
las oportunidades de supervivencia.
Sin embargo, la perpetuación de la especie no surge gracias al altruismo si no a la
reproducción, y los animales se comportarán de tal forma que generarán la
reproducción de la especie, donde sobreviven los más aptos, como si los miembros
individuales fueren peones listos para defender los intereses egoístas del grupo.
Aún en un grupo conformado por seres altruistas habrá una minoría de individuos
que no estarán dispuestos a sacrificarse por el grupo, y ellos tendrán más
posibilidades de sobrevivir y reproducirse que los demás, de manera que cada uno
de sus hijos tendrá mayor posibilidad de heredar sus rasgos egoístas, causando
que luego de varias generaciones de esta selección natural, el grupo altruista será
superado por una mayoría egoísta.
Podríamos concluir, que el amor universal y el bienestar en conjunto de especies
son conceptos alejados de la evolución, pues la importancia de la evolución es el
bienestar del individuo y no de la especie. Si se espera una sociedad donde
prevalezca el bien común, esta no podría basarse en la biología, por el contrario,
deberá enseñarse desde su etapa inicial el altruismo pues los humanos nacen
egoístas.
Sin embargo, una sociedad humana basada en la ley de del egoísmo de los genes
sería una sociedad deplorable, ya que es un error pensar que los rasgos genéticos
son fijos e inmodificables. Nuestra naturaleza puede guiarnos a ser egoístas, pero
no estamos obligados a obedecerlo, pues el hombre es el único animal capaz de
ser dominado por influencias y culturas aprehendidas de una generación a otra.
Se pueden realizar entonces inferencias de un hombre según las condiciones en las
que ha vivido y prosperado, pero esto no permite considerar irrelevantes los genes
dentro del comportamiento moderno, pues si el ser humano fuera intrínsicamente
altruista sería antinatural y deberíamos preocuparnos por ser una especie
excepcional dentro de la regla general.

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