Está en la página 1de 2

Mariana

Acto Primero
Escena I
Elisa: Si, Mariana; mi hermano me ha confesado la pasión que siente por vos.
Se las penas y disgustos que son capaces de causar tales reveses, y os
aseguro que me intereso por vuestra aventura con sumo afecto. (Voz en off, al
comienzo de la primera escena)
Mariana: Es un dulce consuelo ver que una persona como vos toma parte en
nuestros intereses, y os suplico, Elisa, que me conservéis siempre esa
generosa amistad, tan capaz de suavizar la crueldad de la fortuna. (Mientras
camina entre el público)
Escena II
Cleanto le ha confesado a su hermana el amor que siente por mí, pero
depende de un padre y que el nombre de hijo lo somete a sus voluntades, no
debe empeñar su palabra sin el consentimiento del que le dio vida. El cielo hizo
a su padre dueño de sus deseos, y le esta ordenado no disponer de ellos sino
por su gobierno. En cuanto a la pobre Elisa se ve bajo la misma subordinación.
Cleanto le conto que yo vivo desde hace poco en estos arrabales, y que parece
que fui creada para enamorar a todos cuantos me ven. Que se sintió
embelesado en cuanto me vio. Que vivo bajo el gobierno de una buena madre,
y que mis sentimientos hacia ella son de cariño inimaginables, la consuelo con
una ternura que conmueve el alma. Que poseo una dulzura llena de hechizos,
una bondad muy atrayente. También ha descubierto que no estoy en muy
buena posición, y que a mi discreta manera de vivir me es difícil atender a
todas las necesidades. Su intención es aportar hábilmente algún pequeño
socorro a las modestas necesidades de mi virtuosa familia.
Pero se encuentra en un gran disgusto por que la avaricia de su padre, le
imposibilita de gozar esa dicha y de darme alguna prueba de su amor. Los
rigurosos ahorros de su padre, lo obligan a languidecer, aunque cuentan con
un caudal majestuoso, que tan solo podrá gozar en la época en que esté en
edad de ello. Por ahora debe entraparse concurriendo diariamente a los
mercaderes para poder llevar unas ropas decentes.
Cleanto quiso que Elisa le ayudase a sondear a su padre sobre los
sentimientos que lo embargan por mí, y se ha propuesto incluso marcharse a
otros lugares junto a mí, donde gozaremos de la suerte que el cielo quiera
ofrecernos. Desprendiéndose así de la avaricia insoportable de su padre.
Pero se ha llevado un gran disgusto al escuchar que su padre se enamoró
también de mí e intenta incluso casarse.
Ahora nuestra intención es romper con tal casamiento, donde tan hábilmente
con la ayuda de Fronsina se fue entretejiendo. Engañando a mi madre que tal
matrimonio me convendría, para que nuestra modesta vida se vea un poco
holgada.
Cleanto considera que sea la misma Fronsina, quien nos ayudase en tan
intrigante historia de amor.
¡Somos gentes desdichadas, es nuestra mala fortuna!
Acto Segundo
Escena I
Frente a todo esto solo pude decirle a Cleanto: (música suave de fondo)
(movimientos de paloma)
¡Ay! ¿Estoy yo, acaso, en situación de tomar decisiones? Y en la subordinación
en que me veo, ¿puedo forjar otra cosa que no sean anhelos?
¿Qué podría deciros? Poneos en mi lugar y ved que puedo hacer. Pensad vos
mismo: en vuestras manos me pongo; y os creo harto razonable para querer
exigir de mí tan solo lo que pueda estarme permitido por el honor y el decoro.
Mas ¿Qué queréis que haga? Aunque saltase por encima de numerosos
miramientos a que está obligado nuestro sexo, tengo respeto a mi madre. Me
ha educado siempre con suma ternura y no podría decidirme a ocasionarle
ningún disgusto. Haced, actuad cerca de ella; emplead todos vuestros afanes
en ganar su ánimo. Podéis hacer y decir todo cuanto queráis, os lo permito; y si
solo estriba en declararme en vuestro favor, accedo gustosa a hacerle yo
misma una confesión de cuanto por vos siento.
Escena II
Mi corazón esta conmovido frente a esta situación. Es todo esto una desdicha.
Mas mi madre me hablo mil veces de los infortunios de nuestra familia. El cielo
no nos hizo perecer tampoco en ese triste naufragio; más nos salvó la vida y
nos privó de libertad; fueron unos corsarios los que nos recogieron a mi madre
y a mí sobre unos restos de nuestro navío. Después de diez años de
esclavitud, una suerte venturosa nos devolvió nuestra libertad y regresamos a
Nápoles, donde encontramos todos nuestros bienes vendidos, sin que
pudiéramos saber allí noticias de mi padre y hermano. Nos trasladamos a
Génova, adonde mi madre fue a recoger los míseros residuos de una herencia
que había sido anulada, y desde allí, huyendo de la bárbara injusticia de
nuestros parientes, vinimos a estos lugares, en donde hemos vivido tan solo
una vida casi mísera.
Pero esta vez confió nuevamente en el cielo, quien no me hará padecer ningún
infortunio sobre el amor que sentimos Cleanto y yo, ¡Mariana!

También podría gustarte