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PALABRAS CHIRRIANTES

La lengua es como la piel de una sociedad, está unida a ella de manera intrincada,
carne con carne y sangre con sangre, de manera que, si la sociedad cambia, la lengua
también cambia, estrechamente pegada, como la dermis, a un cuerpo que engorda o
adelgaza. De este símil se deduce además que la lengua es algo orgánico, un tejido
vivo que no puedes transformar por decreto, sino que tiene que ir mutando a medida
que el cuerpo social cambia. Por eso no creo que prosperen iniciativas como esas
cansinas duplicaciones de ciudadanos y ciudadanas, amigos y amigas y así hasta el
infinito, porque son una solución ortopédica y muy torpe al problema de la inclusión
de lo femenino en el lenguaje. Todos los idiomas buscan intuitivamente la elegancia
de la concisión y la precisión, y esta repetición insufrible resulta agotadora. Sin
embargo, en nuestra sociedad existe una necesidad real de adaptación del lenguaje
sexista a los nuevos tiempos. Y aunque esa piel de palabras sólo puede mudar
orgánicamente, podemos colaborar en el proceso, de la misma manera que una
persona se pone a régimen cuando quiere adelgazar. De hecho, la lengua ya está
cambiando. Por ejemplo, está desapareciendo el término señorita, que pertenece a un
sistema social caduco (¿por qué a las mujeres se nos va a tratar diferente por el hecho
de estar solteras o casadas?). Y muchos ya no decimos jamás el hombre como
genérico, sino que utilizamos seres humanos. Una muestra clara de ese cambio es
presidenta. Hay quienes sostienen que no se puede decir presidenta porque es un
participio de presente, de la misma manera que no se dice estudianta. Curiosa
puntualización: les incomoda la palabra presidenta, pero no les molesta asistenta o
dependienta, lo cual demuestra que es una cuestión de costumbre. Lo cierto es que
cuando la palabra se emplea como sustantivo puede feminizarse, y así lo ha recogido
la RAE. Una palabra se legitima por el uso y por su necesidad real. En cuanto al
conflicto de cómo dirigirse a las audiencias, propongo que cuando las personas
presentes sean mayoritariamente mujeres, usemos el femenino como neutro, y
viceversa. Y no hace falta ponerse a contar a la gente: en la duda, claro está, la
costumbre nos hará seguir usando el masculino. Pero esas situaciones que todos
conocemos, en las que hay una veintena de mujeres y un solo hombre y seguimos
concordando todo en masculino, a mí, personalmente, empiezan a sonarme muy
chirriantes. 

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