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Nacimiento, infancia y juventud de Jesús Augusto

César ocupaba el trono del imperio romano, y bastaba un movimiento de su dedo para
poner en juego la maquinaría del gobierno sobre casi Todo el mundo civilizado. Por esto
promulgó un edicto, como dice Lucas el evangelista, "que toda la tierra fuese
empadronada. Uno de los países afectados por este decreto fue Palestina, cuyo rey,
Herodes el Grande, era vasallo de Augusto. Entre las personas que el edicto de Augusto,
desde lejos, arrojó a los caminos, estaba una humilde pareja de la villa de Nazaret de
Galilea, José, carpintero de la aldea, y María, su esposa. Para inscribirse en el registro
debido, tenían que hacer un viaje de unos 150 kilómetros.

Día por día la voluntad del emperador, como una mano invisible, los impulsaba hacia el
sur, por el pesado camino, hasta que por fin ascendieron la pedregosa subida que
conducía a la puerta de la población; él amedrentado de ansiedad, y ella casi muerta de
fatiga.

Llegaron al mesón, pero lo hallaron atestado de forasteros que llevando el mismo


negocio que ellos, habían llegado con anticipación. Ninguna casa abrió amistosamente
sus puertas para recibirlos, y se resolvieron a preparar para su alojamiento un rincón del
corral, que de otro modo hubiera sido ocupado por las bestias de los numerosos viajeros.
Allí, en esa misma noche, ella dio a luz a su hijo primogénito; y por no haber una mano
femenil que la ayudara, ni cama que lo recibiera, lo envolvió ella misma en pañales y lo
acostó en un pesebre. De esta manera fue el nacimiento de Jesús.

El grupo alrededor del niño Primero


vinieron los pastores, de los campos vecinos. Lo que no fue visto por los reyes y los
grandes del mundo, fue motivo que arrebató a los príncipes del cielo hasta hacerles
romper los límites de la invisibilidad con que se revisten, para expresar su gozo y explicar
la significación del gran suceso. Y buscando los corazones más dignos para comunicarlo,
los hallaron en estos sencillos pastores, que pasaban una vida de contemplación y
oración en los campos llenos de instructivos recuerdos; en donde Jacob había guardado
sus rebaños, donde Booz y Rut se casaron, y David, el personaje máximo del Antiguo
Testamento, pasó su juventud.

Después de ellos vinieron Simeón y Ana, representantes de los devotos e inteligentes


escrutadores de las Escrituras que en aquel tiempo esperaban que apareciera el Mesías, y
después vinieron a ser algunos de sus más fieles adherentes.

Es probable que fuera después de la presentación en el templo y después que sus padres
habían vuelto a Belén, adonde querían fijar su residencia en vez de Nazaret, que Jesús fue
visitado por los sabios del Oriente. Estos eran miembros de la clase instruida conocida
por el nombre de magos, depositarios de la ciencia, la filosofía, la habilidad médica y los
misterios religiosos de los países de más allá del Éufrates. La visita de ellos era una
profecía de cómo, en el futuro, el mundo gentil recibiría la doctrina y salvación divinas, y
traería sus riquezas y talentos, su ciencia y filosofía para ofrecerlos a los pies de Jesús.

Todos éstos se colocaron alrededor del niño para adorarle; los pastores con su sencilla
admiración, Simeón y Ana con la reverencia aumentada por la sabiduría y la piedad de
largos años, y por último los Magos con sus valiosos dones del Oriente y sus almas
preparadas para recibir la instrucción. Pero mientras estos ilustres adoradores
contemplan al niño, podemos ver con la imaginación cómo aparece tras ellos, un
semblante siniestro y asesino.
Este era Herodes. Este príncipe ocupaba entonces el trono de la nación, el trono de David
y de los Macabeos. Era un usurpador extranjero de baja cuna; sus súbditos lo aborrecían,
y ocupaba el trono solamente por el favor de los romanos. Ahora en su vejez estaba
atormentado por las enfermedades, los

Remordimientos, el odio del pueblo, y el cruel temor que le causaba el pensamiento de


que se levantara un aspirante al trono que él había usurpado.

Los magos habían tenido que llegar a la capital para preguntar dónde había de nacer
Aquel cuya estrella habían visto en el Oriente. Esta pregunta hirió a Herodes en su punto
más susceptible, pero con diabólica hipocresía ocultó sus temores. Habiendo sabido por
los sacerdotes que el Mesías nacería en Belén, hacia allá dirigió los extranjeros e hizo de
modo que volviesen y le dijeran con exactitud dónde se encontraba el nuevo Rey, Los
magos, amonestados por Dios para que no volviesen, regresaron a su país por otro
camino. Entonces su furia estalló como tempestad y envió sus soldados a que matasen en
la ciudad de Belén a todos los niños de dos años abajo.

El semblante asesino de Herodes, contemplando de una manera malévola al niño, era una
triste profecía de cómo los poderosos del mundo habían de perseguirlo y cortar su vida de
sobre la tierra.

Los años de silencio en Nazaret Su


hogar: Sabemos cuáles fueron las influencias del hogar en que fue educado. Su hogar era
uno de aquellos que hacían la gloria de su país como la hacen de los nuestros, hogares de
piadosos e inteligentes artesanos. José, el jefe de la familia, era un hombre sabio y santo;
pero el hecho de que no se le menciona en el resto de la vida de Jesús ha hecho que se
crea generalmente que murió durante la juventud de Cristo, dejando a ese el cuidado de
la familia.

Su madre probablemente ejerció la más decisiva de todas las influencias exteriores sobre
el desarrollo de Jesús. Ella no fue una reina milagrosa de los cielos, como la califica la
superstición, sino una mujer pura, eminentemente santa, amante y de alma elevada. No
necesita ella más aureola. Bajo el influjo del amor de María crecía Jesús, que igualmente
la amaba con amor ardiente.

Había otros miembros de la familia; tenía hermanos y hermanas. De dos de ellos,


Santiago y Judas, tenemos Epístolas en las Escrituras, y por ellas podemos conocer sus
caracteres. Tal vez no sea irreverente inferir del tono severo de sus escritos, que en el
estado de incredulidad deben de haber sido de carácter duro y poco simpático. Nunca
creyeron en Jesús durante su vida y probablemente no fueron sus compañeros muy
íntimos en Nazaret.

Jesús recibió su educación en casa, o tal vez en la de algún escriba de la sinagoga de la


aldea; pero fue solamente la educación de un pobre. Todos los días experimentaba la
alegría que produce la buena y profunda meditación. Tenía la mejor clave para adquirir
conocimientos: la inteligencia lista y el corazón amante; y los tres grandes libros: la
Biblia, el Hombre, y la Naturaleza, estaban abiertos delante de él.

El estudio que hizo de las Escriturasen su juventud fue el secreto de la admirable


facilidad con que hacía uso de ellas en lo sucesivo para enriquecer su predicación y
reforzar su doctrina, para resistir los asaltos de sus opositores, y para vencer las
tentaciones del maligno.
Hay pocos lugares donde la naturaleza humana pueda estudiarse mejor, que en un
pequeño pueblo o aldea, porque allí se conoce casi totalmente la vida y carácter de sus
habitantes. Jesús no conocía el pecado en su propia alma, pero en la ciudad tenía delante
la exhibición completa del tremendo problema del mal con el cual era su misión luchar.

Entraba en contacto íntimo con la naturaleza humana por motivo de su oficio. No cabe
duda de que él trabajaba como carpintero en el taller de José. Hizo también que Jesús se
familiarizase con los sentimientos de la multitud y le ayudó a conocer lo que es el
hombre. Después se dijo que él sabía esto tan perfectamente, que no necesitaba que
ningún hombre se lo enseñase.

La nación y época: Llegamos ahora al tiempo en que, después de treinta años de silencio
y retiro en Nazaret, iba Jesús a presentarse en el teatro de la vida pública. Es pues, el
punto en que conviene hacer un examen de las circunstancias de la nación en la cual iba a
trabajar, y formar un concepto claro de su carácter y de sus propósitos.

Cuatrocientos años pasaron entre Malaquías y Mateo, y efectuaron en Palestina un


cambio tan completo como no se ha efectuado en ningún otro país en igual tiempo. Hasta
el lenguaje mismo del pueblo había cambiado; y ahora existían costumbres, ideas,
partidos, e instituciones tales que si Malaquías hubiese resucitado, apenas habría
conocido su país

Políticamente el país había pasado por vicisitudes extraordinarias. Después del


cautiverio había sido organizado como una especie de Estado sagrado bajo la dirección de
sus sumos sacerdotes; pero conquistador tras conquistador lo había hollado, cambiando
todas las cosas.

La condición religiosa y social Respecto


a la religión los cambios habían sido igualmente grandes y la caída igualmente completa. Es
cierto que exteriormente parecía haber progreso en lugar de retroceso. La nación era mucho
más ortodoxa que en ningún período anterior de su historia.

Los fariseos eran ardientes patriotas, listos siempre para dar su vida por la libertad de su
país, y aborrecían el lujo extranjero con intensidad apasionada. Despreciaban y aborrecían a
las demás razas, y retenían con una fe tenaz la esperanza de un futuro glorioso para su país.
Al partido fariseo pertenecía la mayor parte de los escribas. Se llamaban así porque eran a la
vez intérpretes y copistas de las Escrituras y abogados del pueblo; pues estando el código
legal de los judíos incorporado en las Escrituras, la Jurisprudencia llegó a ser una rama de la
teología.

Los escribas y los fariseos habían aprendido a hacer a un lado, mediante su exégesis
arbitraria y sus discusiones casuísticas, las obligaciones morales de mayor peso, y
compensaban el desprecio que de ellas hacían, aumentando las observancias rituales. Así
podían ostentar el orgullo de la santidad, mientras daban rienda suelta a sus egoístas y viles
pasiones. La sociedad estaba podrida por dentro con los vicios, y barnizada por fuera con
una religiosidad engañosa.

Había un partido de protesta. Los saduceos impugnaban la autoridad que se daba a las
tradiciones de los padres, demandaban que se volviera a la Biblia, y a nada más que la Biblia,
y reclamaban la moralidad en lugar del ritual. Pero su protesta era efecto solamente de un
espíritu de negación y no impulsada por el ardiente principio opuesto de religión. Eran
escépticos, fríos y mundanos.
Los saduceos pertenecían principalmente a las clases más elevadas y ricas de la sociedad.
Los fariseos y los escribas formaban lo que pudiéramos llamar la clase media aunque
algunos de ellos pertenecían a las familias de alto rango. Más abajo todavía había otra clase
numerosa que había perdido toda conexión con la religión y con la vida social bien ordenada;
ésta la formaban los publícanos, las rameras, y otros pecadores, por cuyas almas nadie se interesaba.

Tal era el estado lastimoso de la sociedad en medio de la cual Jesús había de desarrollar su influencia. Una
nación esclavizada; las clases más elevadas entregadas al egoísmo, a las intrigas de la corte y al escepticismo;
los maestros y representantes principales de la religión perdidos en un mero formalismo, jactándose de ser los
favoritos de Dios, mientras que sus almas estaban carcomidas por la falsa esperanza y por el vicio; el pueblo
común desviado por ideales falsos; e hirviendo en el fondo de la sociedad, una masa abandonada de pecado
desvergonzado y desenfrenado.

Hay hombres buenos aún en las épocas peores de la historia. Había hombres buenos aun en los egoístas y
corrompidos partidos judaicos. Pero especialmente persiste la piedad en tales épocas, en los hogares humildes
del pueblo. El punto de más interés para estas personas era la promesa de un libertador. Sintiendo
hondamente la vergüenza de la esclavitud nacional, lo falaz de los tiempos, y la iniquidad tremenda que se
fermentaba bajo la superficie de la sociedad, ansiaban y oraban por el advenimiento del Prometido y la
restauración del carácter y la gloría nacionales.

EL BAUTISMO DE JESUS: El bautismo mismo tenía una significación importante para Jesús. Para los
demás candidatos que lo recibieron, el rito tenía un significado doble. Indicaba el abandono de sus pecados
anteriores, y su entrada en la nueva era mesiánica. Pero aún más importante fue el descenso del Espíritu Santo
sobre él. No era ésta una vana manifestación, ni simplemente una indicación para el Bautista. Era el símbolo
de un don especial, dado entonces, para prepararlo para su obra, y para Culminación del prolongado
desarrollo de sus facultades peculiares.

La tentación de Jesús

Pero nos causa sorpresa y asombro cuando leemos que durante estos días su alma era escenario de
una terrible lucha. Se nos dice que fue tentado por Satanás. ¿Con qué podría él ser tentado, en
momentos tan sagrados?

Para entender esto es menester recordar lo antes dicho del estado de la nación judaica, y
especialmente sobre la naturaleza de las esperanzas mesiánicas que abrigaban. Esperaban a un
Mesías que obrara maravillas deslumbrantes y estableciera un imperio que abarcara todo el
mundo, con Jerusalén como su centro, y habían puesto en segundo término las ideas de justicia y
santidad.

Las diferentes tentaciones no fueron más que modificaciones de este mismo


pensamiento. Es probable que la sugestión de que se arrojara del pináculo del templo
fuera también una tentación a condescender con el deseo del vulgo de ver maravillas. La
sugestión de que cambiara las piedras en pan para satisfacer su hambre era una tentación a hacer
uso del poder de milagros de que acababa de ser dotado, para un objeto inferior a aquellos para los
cuales le fue conferido.

Es claro que la tercera y principal tentación, la de ganarse el dominio de todos los reinos del mundo
por un acto de homenaje al maligno, no fue más que un símbolo de obediencia al concepto universal
de los judíos de que el reino venidero había de ser una vasta estructura de fuerza material.

Aunque el tentador se apartó de Jesús sólo por algún tiempo, fue ésta la lucha decisiva; fue
completamente derrotado y su poder destruido de raíz

Divisiones de su ministerio público


El primero puede llamarse el año de retiro, tanto porque los datos que tenemos de él son muy escasos, como
porque durante este año, parece sólo haber estado saliendo muy lentamente a la luz Fue pasado en su mayor
parte en Judea. El segundo fue el año de popularidad, durante el cual todo el país había llegado a saber de él.
El tercero fue el año de oposición, durante el cual su popularidad iba menguando, sus enemigos se
multiplicaban, y lo atacaban con más y más tenacidad, y por fin él sucumbió, víctima del odio
El año de retiro Los datos que de este año poseemos son en
extremo escasos, y consisten sólo en dos o tres incidentes, que deben ser enumerados aquí,
especialmente porque forman una especie de programa de la futura obra de Jesús.

Los primeros discípulos Es


probable que el primero de éstos a quienes Jesús habló fuera el hombre que más tarde había de ser su
discípulo favorito y dar al mundo el más inspirado retrato de su carácter y vida, Juan el Evangelista. Los otros
jóvenes que se juntaron a él al mismo tiempo fueron Andrés, Pedro, Felipe, y Natanael. Habían sido
preparados para seguir a su nuevo Maestro, por haber estado asociados con el Bautista; y aunque no
abandonaron por lo pronto sus ocupaciones para seguir a Jesús, como lo hicieron más tarde, recibieron en su
primera entrevista impresiones que determinaron toda su carrera subsiguiente El primer milagro
Con sus nuevos seguidores Jesús se apartó de la escena del ministerio de Juan y se fue para el norte,
a Cana de Galilea, para asistir a unas bodas a que había sido invitado. Aquí hizo la primera
manifestación del poder milagroso de que acababa de ser dotado, cambiando el agua en vino. Fue
una manifestación de su gloria hecha especialmente para sus nuevos discípulos quienes según se nos
dice, desde entonces creyeron en él, lo cual quiere decir sin duda, que fueron completamente
convencidos de que él era el Mesías.

La purificación del templo: Poco después de este milagro, Jesús volvió otra vez a Judea para
asistir a la Pascua, donde dio otra prueba aún más notable del alegre y entusiasta estado de su
mente en aquel tiempo. Purgó el templo de los vendedores de animales y de los cambiadores de
dinero, que habían introducido su tráfico a los atrios sagrados.

Es probable que Jesús haya presenciado con indignación esta vergonzosa escena muchas veces
durante sus visitas a Jerusalén. Ahora, con el celo profetice de su bautismo sobre él, prorrumpió en
una manifestación de su desagrado. Fue el principio de su obra de reformación contra los abusos
religiosos de la época.

Nicodemo: Hizo otros milagros durante la fiesta, los cuales deben de haber suscitado muchos
comentarios entre los peregrinos de todo lugar, cuya multitud llenaba la ciudad. Uno de los
resultados de estos milagros fue el traer a su alojamiento, una noche, a aquel venerable y ansioso
investigador a quien pronunció el maravilloso discurso sobre la naturaleza del nuevo reino y los
requisitos para ser admitido en él, que nos ha sido conservado en el capítulo 3 del Evangelio según
San Juan.

Causas de la escasez de informes sobre este año


Hasta aquí seguimos con claridad los primeros pasos de Jesús. Pero en este punto nuestros informes
con respecto al primer año de su ministerio, después de comenzar con tanta abundancia, terminan
por completo y durante los ocho meses siguientes nada sabemos de él, sino que bautizaba en Judea
—"aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos"—y que él "hacía y bautizaba más discípulos
que Juan.

El año de popularidad
Galilea, la escena del trabajo de este año

Vuelta de Jesús desde el Sur La noticia de los


milagros que Jesús había hecho en Jerusalén, ocho meses antes, había sido llevada a Galilea por los peregrinos
que habían estado al Sur en la fiesta. Sin duda también las noticias de su predicación y su bautismo en Judea
habían dado origen a mucha conversación y admiración antes de que él llegara. Por consiguiente, cuando
volvió entre ellos, los galileos estaban algo preparados para recibirlo.

Visita a Nazaret Uno de los primeros lugares


que visitó fue Nazaret, el hogar de su niñez y juventud. Apareció allí en la sinagoga un sábado, y siendo ahora
conocido como predicador, fue invitado a leer la Escritura y a hablar a la congregación. Leyó un pasaje de
Isaías en el cual se da una descripción fervorosa de la venida y de la obra del Mesías: El Espíritu del Señor
Jehová está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a
vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová...

Mientras hacía comentarios sobre el texto, pintando los rasgos característicos del tiempo del Mesías—la
emancipación del esclavo, el enriquecimiento del pobre, la curación de los enfermos—la curiosidad del
auditorio al oír por primera vez, a un joven predicador que se había educado entre ellos, pasó a un encantado
asombro, y prorrumpieron en los aplausos que era costumbre permitir en las sinagogas judaicas

Pero pronto vino la reacción. Comenzaron a murmurar: ¿No era éste el carpintero que había trabajado entre
ellos? ¿No eran sus padres vecinos suyos? ¿No estaban sus hermanas casadas en la población? Su envidia se
despertó. Y cuando

prosiguió diciéndoles que la profecía que acababa de leer se cumplía en él mismo, manifestaron un colérico
desdén. Arrastrándolo de la sinagoga a una peña detrás de la población, si no se hubiera librado de una
manera milagrosa, lo habrían despeñado, coronando así su iniquidad proverbial con un hecho que habría
despojado a Jerusalén de su mala preeminencia de matar al Mesías.

Cambio de su morada a Capernaum

Desde aquel día Nazaret no fue más su hogar. Es cierto que en otra ocasión, movido de su amor profundo para
con sus antiguos vecinos, la visitó, pero sin mejor resultado. Desde entonces estableció su residencia en
Capernaum, en la ribera noroeste del Mar de Galilea.

Su vida en Capernaum: En Capernaum, pues, comenzó su ministerio en Galilea; y por muchos meses fue su
costumbre estar allí con frecuencia, como centro de sus operaciones, haciendo viajes en todas direcciones y
visitando los pueblos y aldeas de Galilea.

Su popularidad: A las pocas semanas, en toda la provincia resonaba su nombre. Era el tema de conversación
en toda nave del lago y en cada casa de toda la región; las mentes de todos estaban movidas con una profunda
excitación, y todos deseaban verlo.

Los medios que empleaba: Los dos grandes medios que Jesús empleaba, en su obra, y que excitaron tanta
atención y entusiasmo, eran sus milagros y su predicación.

Milagros: Tal vez sus milagros movieron más hondamente la atención. Se nos refiere cómo se extendió por
dondequiera con la rapidez de un incendio la noticia del primer milagro que hizo en Capernaum, hecho que
atrajo multitudes a la casa en donde estaba; y siempre que hacía un nuevo milagro de carácter extraordinario,
la excitación se hacía mayor y el rumor de él se extendía por todos lados.

Los milagros de Jesús en su conjunto, eran de dos clases— milagros que se hacían sobre el hombre, y milagros
hechos en la esfera de la naturaleza externa, tales como cambiar el agua en vino, calmar la tempestad, y
multiplicar los panes. Aquéllos eran, por mucho, los más numerosos. Consistían principalmente en curar a los
que tenían enfermedades más o menos malignas, tales como los cojos, ciegos, sordos, paralíticos, leprosos, etc.

Pero los milagros más extraordinarios de Jesús sobre el hombre fueron los casos en que restauró los muertos a
la vida. No eran frecuentes, pero como era natural, produjeron una impresión extraordinaria siempre que
sucedía.

¿Por qué empleaba Jesús estos medios? Pueden darse a esta


pregunta varias respuestas. Primero, hizo milagros porque su Padre le dio estas señales como prueba de que él
lo había enviado.

En segundo lugar, los milagros de Cristo eran la manifestación natural de la plenitud divina que moraba en él.
Dios estaba en él y su naturaleza humana estaba llena de los dones del Espíritu Santo sin medida.

En tercer lugar, sus milagros eran símbolos de su obra espiritual y salvadora Cuando él curaba la ceguera
corporal, era un tipo de curación del ojo interior; cuando levantaba a los muertos, quería indicar que él era la
resurrección y la vida en el mundo espiritual también; cuando sanó al leproso, su triunfo hablaba de otro
triunfo sobre el pecado; cuando multiplicó los panes, siguió con el discurso sobre el pan de vida; cuando calmó
la tempestad, erauna seguridad de que podía hablar de paz a la conciencia perturbada.

Predicación : El otro gran instrumento de que Jesús se servía para su obra era su enseñanza. Era,
por mucho, el más importante de los dos. Es probable que los milagros hicieran más ruido, pero su
predicación también extendía su fama por todos lados. No hay otro poder cuya atracción sea más
segura que el de la palabra elocuente. Jesús también fue reconocido como profeta, y por
consiguiente su predicación causaba excitación intensa:

El año de oposición

Durante todo un año Jesús prosiguió su obra en Galilea con energía incesante, andando entre las
multitudes dignas de lástima que solicitaban su ayuda milagrosa y aprovechando toda oportunidad
para derramar sus palabras de gracia y verdad en el oído de la muchedumbre o del ansioso
inquiridor solitario.

Debemos indicar las causas y el progreso de este cambio de sentimiento de parte de los galileos, y de
este triste cambio en la carrera de Jesús

Causas de la oposición: Desde el principio, las clases influyentes e instruidas habían tomado una
actitud de oposición a Jesús. Poco les interesaba el movimiento religioso que se verificaba entre las
clases inferiores. Fue sólo cuando les pareció que el movimiento amenazaba conducir a una
revolución política, la cual atraería sobre el país la mano férrea de sus gobernantes romanos y
daría al Procurador una excusa para nuevas extorsiones en que peligrarían las propiedades y
comodidades de ellos mismos, que se despertaron y fijaron su atención en él

Fue muy diferente la reacción de los sectores más religiosos de las clases elevadas: los fariseos y los
escribas. Ellos tomaban un interés profundo en todos los acontecimientos eclesiásticos y religiosos.

Fue muy diferente la reacción de los sectores más religiosos de las clases elevadas: los fariseos y los
escribas. Ellos tomaban un interés profundo en todos los acontecimientos eclesiásticos y religiosos.
No se les puede acusar de haber desatendido a Jesús. Le daban su más empeñosa
atención desde el principio. Le seguían paso a paso. Discutían sus doctrinas y sus
pretensiones, y tomaron por fin una decisión respecto a él. Esta decisión fue
adversa, y la confirmaron con hechos, no disminuyendo su actividad ni por una
hora.

Esta es tal vez la más solemne y asombrosa circunstancia en toda la tragedia de la


vida de Cristo. Aquellos que lo rechazaban, lo perseguían como a una fiera, y lo
asesinaron, eran los hombres que se consideraban como los mejores de la nación,
como sus maestros y modelos, los que celosamente conservaban las Escrituras y las
tradiciones del pasado.

Una cosa en Jesús que desde el principio excitó la oposición de ellos fue lo humilde
de su origen. El era hijo del pueblo. Había sido carpintero, y según creían ellos,
había nacido en la ruda y malvada Galilea.

Por el mismo motivo se ofendían a causa de los discípulos que él escogió y en cuya
compañía andaba. Sus instrumentos escogidos no eran de entre ellos mismos, los
sabios y de alta cuna, sino legos sin educación, pobres pescadores. Aún más, uno de
ellos era publicano. Además, se mezclaba libremente con la clase ínfima de la
población; con publícanos, rameras y pecadores. Aborrecieron a Jesús por su
compasión, y lo llamaron amigo de publícanos y pecadores.

Un tercer y muy grave motivo de oposición era que él mismo no practicaba ni


instaba a sus discípulos a practicar muchas de las observancias rituales, tales como
ayunos, escrupulosidad en el lavamiento de manos antes de la comida, etc.,

Jesús las consideraba como el mal más grande de la época. Por esto las desatendía y
animaba a otros a hacer lo mismo, conduciéndolos al mismo tiempo a los grandes
principios de juicio, misericordia y fe, y haciéndolos sentir la majestad de la
conciencia y la profundidad y espiritualidad de la ley. Pero de allí resultó que Jesús
fue considerado como impío y engañador del pueblo. Especialmente en lo referente
al sábado se notaba la diferencia entre él y los maestros religiosos.

Se comprenderá fácilmente que habiendo llegado a estas conclusiones por


consideraciones tan mezquinas, no estaban de ningún modo dispuestos a
escucharle cuando se anunciaba a sí mismo como el Mesías, profesaba perdonar el
pecado, e insinuaba su relación superior con Dios. Habiéndose convencido de que él
era impostor y engañador, consideraban semejantes aseveraciones como
blasfemias odiosas, y no podían menos que desear tapar la boca al que las profería.

El fin
Estaba por terminarse el tercer año del ministerio de Jesús, cuando las estaciones
trajeron en su giro la gran fiesta anual de la Pascua. Se dice que en semejante ocasión se
juntaban en Jerusalén hasta dos o tres millones de forasteros. Eran atraídos por varios
motivos. Algunos venían con los pensamientos solemnes y el profundo gozo religioso que
correspondían al recuerdo venerable que se celebraba.

Pero este año, los espíritus de miles de personas estaban llenos de excitación especial y
venían a la capital esperando ver algo más notable que todo lo que habían visto hasta
entonces. Esperaban ver en la fiesta a Jesús, y abrigaban muchos vagos presagios sobre lo
que pudiera suceder relativo a él.

Sin duda estarían presentes casi todos los discípulos de Jesús, abrigando la ardiente
esperanza de que por fin, en esta reunión nacional él dejaría la apariencia de humillación
que ocultaba su gloria, y de alguna manera irresistible demostraría que era el Mesías.Las
autoridades de Jerusalén también esperaban su venida, aunque con sentimientos muy
diferentes. Esperaban que algún suceso les daría por fin la oportunidad de quitarlo de en
medio; pero no podían menos que temer que él se presentase a la cabeza de un séquito
provincial que le diera la supremacía sobre ellos.

El rompimiento final con la nación Su arribo a Betania Seis días antes


de que comenzara la Pascua, Jesús llegó a Betania, la aldea de sus amigos Marta,
María y Lázaro, situada a media hora de distancia de la ciudad al otro lado de la
cumbre del Monte de los Olivos. Era un lugar muy a propósito para vivir durante la
fiesta, y allí se alojó con sus amigos.

Entrada triunfal en Jerusalén Por consiguiente,


cuando después de descansar en Betania durante el sábado, salió el domingo para ir
a la ciudad, halló las calles de la aldea y los caminos cercanos llenos de una vasta
multitud. Lo recibieron con entusiasmo, y comenzaron a exclamar " ¡Hosanna al Hijo
de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! ". Era
un movimiento mesiánico tal como aquellos que él antes había evitado. Pero ahora él lo
aceptó. Pero al ceder a los deseos de la multitud de que asumiera el carácter de un
rey, mostró de una manera inequívoca en qué sentido aceptaba tal honor. Mandó
traer un pollino de asno, y habiendo sus discípulos puesto sobre el animal sus
vestidos, se sentó encima y caminó a la cabeza de la multitud. No venía armado de
pies a cabeza, ni montado en caballo de guerra, sino como Rey de sencillez y de paz.

La multitud esperaba una señal de él, y en su condición excitada la hubiera


obedecido, cualquiera que hubiera sido. Pero no les dio ninguna y, después de mirar
un poco a su alrededor en el templo, los dejó y volvió a Betania

Frustrada así las esperanzas de la multitud, las autoridades tuvieron una


oportunidad de la cual no tardaron en aprovecharse. Los fariseos no
necesitabanestímulo, y aun los saduceos, aquellos fríos y orgullosos amigos del
buen orden, viendo en el estado del espíritu popular un peligro para la paz pública,
se aliaron con sus acerbos enemigos en la decisión de quitarlo de en medio.

El gran día de controversia El lunes y el martes


volvieron a aparecer en la ciudad y se ocupó de su antiguo trabajo de sanar y
enseñar. Pero en el segundo de estos días intervinieron las autoridades. Fariseos,
saduceos y herodianos. Pontífices, sacerdotes y escribas. Entraron en una astuta y
prolongada controversia con él, sobre puntos escogidos de antemano, poniéndole al
frente sus más hábiles controversias para sorprenderle en sus propias palabras.

Procuraban o desacreditarlo ante la concurrencia, o sacar de sus labios, en el calor


de la discusión, algo que sirviera de base para acusarlo ante la autoridad civil. Pero
Jesús era en extremo superior a ellos. Hora por hora rechazaba el ataque con
firmeza. Su rectitud ponía en vergüenza la duplicidad de ellos, y su destreza en el
argumento volvió contra el pecho de ellos todos los dardos que le dirigían. Habían
sido completamente humillados delante de todo el pueblo, sobre el cual estaban
puestos en autoridad y honor.

Esto les parecía intolerable, y se resolvieron a no perder ni una hora en buscar la


venganza. Esa misma noche el Concilio Sanedrín celebró una sesión, en el calor de
su ira, con el fin de formar algún plan para deshacerse de él. y por unanimidad
acordaron matarlo inmediatamente.El ofrecimiento de Judas llegó a éstas en el
momento más a propósito. Lo aceptaron ansiosamente, y habiendo convenido en el
precio con este hombre miserable, lo enviaron a que buscara la oportunidad
conveniente para entregarlo. La halló más pronto de lo que ellos esperaban; a la
segunda noche después de haberse concluido el vil contrato.

el huerto de Getsemaní. Aquí siguió la pasmosa y memorable agonía. Fue el acceso


final del espíritu de depresión que había estado luchando toda la semana con el
espíritu de gozo y confianza que llegó a su colmo mientras estuvieron a la mesa. Fue
el ataque final de la tentación, de la cual su vida nunca había estado exenta.
Pero la lucha terminó en una victoria completa. Mientras los pobres discípulos
pasaban dormidos las horas de preparación para la crisis que ya estaba cerca, El se
había preparado completamente para ella. Había subyugado los últimos restos de
tentación; la amargura de la muerte había pasado ya; y pudo sostener las escenas
que siguieron con una calma que nada podía alterar, y con una majestad que convirtió su
juicio y crucifixión en el orgullo y la gloria de la humanidad.

Acababa de triunfar en esta lucha cuando por entre las ramas de los olivos vio moverse a la
luz de la luna la turba de sus enemigos, que venían bajando por la ladera opuesta, con el fin
de arrestarlo. El traidor estaba a la cabeza de ellos. Habían traído linternas y antorchas,
pensando que podrían hallar a su víctima escondido en alguna cueva o que tendrían que
perseguirlo por entre el bosque. Pero él salió a encontrarlos a la entrada del huerto, y ellos
temblaron cobardemente ante su mirada majestuosa y sus asoladoras palabras.

Hubo dos juicios: uno eclesiástico y otro civil, en cada uno de los cuales hubo tres grados.
Aquel se verificó primero ante Anas, luego ante Caifás, y una comisión irregular del Concilio
Sanedrín y finalmente ante una sesión formal de esta corte; el juicio civil se verificó, primero
ante Pilato, luego ante Herodes, y por fin ante Pilato otra vez.

La crucifixión
Ellos habían conseguido arrebatar a su víctima de las manos de Pilato, en contra de
la voluntad de éste, y "tomaron entonces a Jesús y le condujeron fuera de la ciudad".
Al fin podían satisfacer su odio en el más alto grado.

La turba
Deben de haber sido ya cerca de las diez de la mañana. La multitud frente al palacio
se había ido aumentando. Era pues en medio de millares de espectadores
despreciativos y crueles que Jesús caminaba a la muerte..

El Calvario El
lugar donde él padeció no puede señalarse ahora con certeza. Estaba fuera de las
puertas de la ciudad, y era indudablemente el lugar común de ejecución. Era
probablemente un espacio ancho y despejado, en el que podía reunirse una
multitud de espectadores; y parece haber estado al lado de algún camino muy
frecuentado, porque además de los espectadores estacionarios, había muchos otros
que pasando por allí, hacían también mofa de Jesús en sus sufrimientos.

Los horrores de esta forma de muerte La crucifixión era una muerte indeciblemente
horrible. Estaba reservada para losesclavos y los revolucionarios, cuyo fin debía
marcarse con especial infamia. Si la muerte hubiera venido durante los primeros
golpes, aún así habría sido terrible y dolorosa. Pero generalmente la víctima
padecía dos o tres días con el dolor ardiente de los clavos en sus manos y pies; la
tortura de tener las venas sobrecargadas; y lo peor de todo, la sed insoportable que
aumentaba cada vez más. Era imposible no moverse para aliviar sus penas; sin
embargo, cada movimiento traía consigo una nueva y excesiva agonía.

Su triunfo sobre ellos Pero con gusto


nos apartamos del horrible espectáculo para pensar cómo, por la fuerza de su alma,
su resignación y su amor, triunfó Jesús sobre la vergüenza, la crueldad, y el horror
de esa muerte. Triunfó sobre sus sufrimientos, no por la serenidad indiferente del
estoico, sino por el amor que le hacía olvidarse de sí mismo. Cuando desmayaba en
la vía dolorosa, bajo la carga de la cruz, olvidó su fatiga y ansiedad para
compadecerse de las hijas de Jerusalén y de los hijos de ellas. Fue en verdad,
solamente por su amor que pudo sufrir tan profundamente.

El llevaba los pecados del mundo; y el fuego destructor del carácter de Dios, que es
el reverso de la luz de su santidad y amor, flameaba contra él para destruir así el
pecado. Así plugo al Señor afligirlo, cuando a Aquél que no conoció pecado,
constituyó en pecado a causa de nosotros.

El Gólgota estaba casi desierto. Jesús, silencioso, permanecía suspendido de la cruz,


en medio de la oscuridad exterior e interior, hasta que al fin, de las profundidades
de una angustia que ningún pensamiento humano sondeará jamás, salió la
exclamación: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?". Este fue el
momento en que el Angustiado bebió la copa de amargura hasta las últimas gotas.

Pero la oscuridad pasó, y el sol volvió a brillar. También el espíritu de Cristo salió de
su eclipse. Con la fuerza de la victoria obtenida en la última lucha, exclamó: "
¡Consumado está! " y entonces, con perfecta serenidad, entregó su espíritu con un
texto de un salmo favorito: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu

Cristo resucitado: Cristo resucitado permaneció sobre la tierra el tiempo suficiente


para satisfacer a sus adherentes de la verdad de su resurrección. La paciencia tan
tierna con que él trató a estos incrédulos muestra que aunque su apariencia física
estaba cambiada, en su corazón era el mismo de siempre.

A pesar de esto, había claras y evidentes indicaciones de que él no pertenecía ya a


este mundo inferior. En su humanidad resucitada notamos cierta reserva que no
existía antes. Prohibió a María Magdalena tocarle, cuando ella quiso besar sus pies.
Al fin, al cabo de cuarenta días, cuando el propósito que le detenía aún en la tierra
estuvo cumplido, y cuando los apóstoles, fortalecidos por su nuevo gozo, estaban
listos para llevar las nuevas de Su vida y de Su obra a todas las naciones, su
humanidad glorificada fue recibida arriba en aquel mundo a que pertenecía por
perfecto derecho.
CRISTO NUESTRO SALVADOR

AUTOR: ELEN WHITE

EL NACIMIENTO DE JESUS
En la pequeña ciudad de Nazaret, situada entre los cerros de Galilea, se encontraba el
hogar de José y María, quienes fueron después conocidos como los padres terrenales de
Jesús. Este José era del linaje, es decir, de la familia de David; y cuando se promulgó un
decreto para levantar el censo con el objeto de repartir los impuestos, tuvo que ir a Belén,
la ciudad de David, para ser empadronado. Viaje penoso era aquél María, que acompañó
a su esposo, estaba muy cansada al subir la ladera sobre la cual se extiende Belén

¡Cuánto anhelaba encontrar un sitio donde descansar holgadamente! Pero las posadas
estaban ya llenas de gente, y mientras que los ricos y pudientes estaban bien provistos de
todo, esta humilde pareja tuvo que guarecerse en un tosco edificio donde se cobijaba el
ganado. Fue allí, en aquel humilde establo, donde nació Jesús nuestro Salvador, donde le
acostaron en un pesebre.

Antes de venir a la tierra, Jesús era el jefe de las huestes celestiales. Empero este Ser tan
glorioso amaba al pobre pecador, y tomó sobre sí la forma de siervo para sufrir y morir por
nosotros. Los sacerdotes y los príncipes de los judíos no estaban preparados para dar grata
acogida a Jesús. Eran demasiado orgullosos para pensar que un niño pobre y débil pudiese
ser el Mesías.

Así que cuando nació el Cristo, Dios no se lo reveló a ellos, sino que dio las alegres nuevas a
unos pastores que cuidaban sus rebaños en las alturas cercanas a Belén. Eran ellos hombres
piadosos, y mientras velaban sobre sus ovejas de noche, solían hablar juntos del Salvador
prometido, y oraban con tanto fervor por su venida, que Dios les mandó brillantes
mensajeros desde su propio trono de luz para anunciársela.

Jesús presentado en el templo


José y María eran judíos, y seguían las costumbres de su nación. Cuando Jesús tuvo seis
semanas, le llevaron al templo de Jerusalén para presentarle al Señor; eso estaba en
armonía con la ley que Dios había dado a Israel, y Jesús debía ser obediente en todas las
cosas. Sólo el primogénito de cada familia era presentado así en el templo.

Esta ceremonia se hacía para conmemorar un suceso de tiempos muy remotos, Cuando los
israelitas eran esclavos en Egipto, el Señor envió a Moisés para libertarlos. Lo mandó a
Faraón, rey de Egipto, para decirle:“Así dice Jehová: Israel es mi hijo, mi primogénito; y ya te
he dicho: Deja ir a mi hijo para que me sirva; y tú rehúsas dejarle ir: he aquí que voy a matar
a tu hijo, tu primogénito.” Éxodo 4:22, 23.

Moisés llevó este mensaje al rey, más Faraón le respondió: “¿Quién es Jehová, para que yo
oiga su voz y deje ir a Israel? No conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel.” Éxodo 5:2}
Entonces Dios mandó terribles plagas sobre los egipcios. La última de éstas fue la muerte del
primogénito de cada familia, desde la del rey hasta la del más humilde de aquella tierra. El
Señor dijo a Moisés que cada familia de los israelitas debía matar un cordero y pintar con la
sangre una señal sobre los postes de las puertas de sus casas. Esta sangre de la “pascua”
representaba para los judíos la sangre de Cristo, pues a su debido tiempo Dios daría a su Hijo
amado para ser sacrificado como lo era el cordero pascual, para que todos los que en él
creyeran fuesen librados de la muerte eterna.

De manera que cada vez que una familia de Israel llevaba a su primogénito al templo, debía
recordar cómo los niños habían sido salvados de la plaga en Egipto y cómo todos podían
salvarse del pecado y de la muerte eterna

José y María llevaron a Jesús al sacerdote según lo exigía la ley. Todos los días había padres y
madres que iban con sus hijos al templo, y en las humildes personas de José y María el
sacerdote no notó nada de extraordinario, en el niño Jesús no vio más que una tierna
criatura, no se imaginó aquel sacerdote que tenía en sus brazos al Salvador del mundo, al
Sumo Sacerdote del santuario celestial.

En aquel mismo momento se encontraban en el templo dos verdaderos siervos de Dios,


Simeón y Ana. Ambos habían envejecido en el servicio de su Señor, el cual les había revelado
cosas que había tenido que ocultar a los sacerdotes orgullosos y egoístas Simeón había
obtenido la promesa de que no moriría antes de que hubiese visto al Mesías. Tan luego
como vio al niño Jesús en el templo, supo que era el Ungido del Señor.

Circundaba el rostro de Jesús una suave luz celestial, y Simeón, tomando al niño en sus
brazos, dio gracias a Dios y dijo: “¡Ahora despide a tu siervo, ¡Señor, conforme a tu palabra,
en paz! porque mis ojos han visto tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos
los pueblos; luz para iluminación de las naciones, y gloria de tu pueblo Israel.” Lucas 2:29-32.
Y la profetisa Ana, “presentándose en aquella misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba de
aquel niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.” Lucas 2:38.

Así es como Dios escoge a personas humildes como testigos suyos y con frecuencia pasa por
alto a aquellos a quienes el mundo llama grandes.

Visita de los sabios de oriente Quiso Dios


que otros, además de los judíos, supieran que ya había venido al mundo el Salvador. En el
Oriente vivían unos sabios que habían leído las profecías concernientes al Mesías, y que
opinaban que no tardaría en aparecer. Los judíos consideraban a aquellos hombres como
paganos, pero no eran idólatras. Eran hombres sinceros que anhelaban conocer la verdad y
hacer la voluntad de Dios.

Dios conoce los corazones, y vio que aquellos hombres eran dignos de confianza, aquellos
eran filósofos. Habían reconocido la mano de Dios en la naturaleza, y por ella habían
aprendido a amarle. Habían estudiado las estrellas y conocían sus movimientos. Al notar la
presencia de una nueva estrella, consideraron su aparición como acontecimiento muy
notable. La noche en que los ángeles hablaron a los pastores de Belén, los magos habían
observado una luz extraña en el cielo. Era la gloria que rodeaba a la hueste angélica.

Cuando aquella luz se hubo apagado, vieron algo que parecía ser una estrella nueva en el
cielo, resolvieron seguirla y ver adónde los guiaba. Los llevó a Judea; pero cuando ya estaban
cerca de Jerusalén el brillo de la estrella se apagó tanto que no pudieron seguirla más,
Suponiendo que los judíos podrían conducirlos inmediatamente al Salvador, los magos
entraron en la ciudad y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?
porque en Oriente vimos su estrella, y hemos venido para tributarle homenaje

Cuando el rey Herodes oyó esto, turbóse, y toda Jerusalén con él. Y convocando a todos los
jefes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el
Cristo. Y ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta.”

Herodes se conmovió mucho; no le agradó oír hablar de un rey que pudiese substituirle en el
trono; Por tanto, habló reservadamente con los magos, preguntándoles “con particularidad
el tiempo en que apareció la estrella.” Los envió luego a Belén, diciéndoles: “Id, y averiguad
exactamente lo que haya acerca del niño; y cuando le hallareis, hacédmelo saber, de modo
que yo también vaya y le tribute homenaje.” Y ellos habiendo oído esto, volvieron a ponerse
en camino. “Y he aquí la estrella que vieron en Oriente, iba delante de ellos, hasta que,
llegando, se paró sobre el lugar donde estaba el niño

Entrados en la casa sobre la cual estaba la estrella, “hallaron al niño, con su madre María; y
cayendo en tierra, le tributaron homenaje: abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones: oro,
olíbano y mirra. “Mateo 2:2-11. Los magos trajeron al Salvador las cosas más valiosas que
tenían. En esto nos dieron ejemplo. Muchos obsequian regalos a sus amigos, pero no tienen
nada para el Amigo celestial de quien reciben todas las bendiciones. No debemos obrar así,
sino reservar para Cristo lo mejor de todo lo que tenemos: de nuestro tiempo, nuestro
dinero y nuestro amor

LA HUIDA A EGIPTO
Herodes habló con engaño al decir que quería ir a adorar a Jesús. Deseaba saber dónde
podría encontrar al niño, para mandarlo matar. Temía que el Salvador llegara a ser rey y le
quitara su reino. Los magos se preparaban para volver y dar a Herodes la información que
había pedido. Pero el ángel del Señor se les apareció en un sueño y les dijo que volvieran a
su tierra por otro camino. “Y cuando ellos hubieron partido, he aquí que un ángel del Señor
aparece en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto;
y estate allí hasta que yo te lo diga; porque Herodes buscará al niño para destruirle.” Mateo
2:13.
José no esperó hasta la mañana, sino que se levantó luego y aquella misma noche
emprendió el largo viaje. Los magos habían hecho valiosos dones a Jesús, y de esta manera
Dios proveyó para los gastos de viaje y para la permanencia de la santa familia en Egipto,
hasta su regreso a su tierra.

Herodes se encolerizó cuando supo que los magos se habían vuelto a su tierra por otro
camino. Sabía lo que Dios había dicho por su profeta tocante a la venida de Cristo.
Comprendió que la estrella había sido enviada para guiar a los magos. Sin embargo, estaba
resuelto a destruir a Jesús. En su ira, “enviando soldados, mató a todos los niños varones
que había en Belén...de dos años abajo.” Mateo 2:16

¡Cuán extraño es que el hombre se atreva a hacer la guerra a Dios! ¡Qué escena tan
espantosa debe haber sido aquella matanza de niños inocentes! Herodes había cometido ya
muchas crueldades, pero pronto iba a terminar su vida de impiedad, y tuvo una muerte
aterradora. LA NIÑEZ DE JESUS
Jesús pasó toda su niñez en un pueblecito de las montañas. Era Hijo de Dios y podría haber
vivido en cualquier parte del mundo. La presencia de Jesús hubiera honrado cualquier lugar,
pero el Salvador no escogió su morada entre los ricos ni en palacios de reyes. Prefirió vivir
entre los pobres de Nazaret. Jesús quiere que los pobres sepan que él comprende sus
pruebas. Ha sufrido todo lo que ellos tienen que sufrir, así que simpatiza con ellos y puede
ayudarles.

Respecto a los primeros años de Jesús la Escritura dice: “Y el niño crecía, y se iba
fortaleciendo en espíritu, llenándose de sabiduría: y la gracia de Dios era sobre él.” “Y Jesús
avanzaba en sabiduría y en estatura, y en favor para con Dios y los hombres.” Lucas 2:40, Su
mente era despejada y activa. Era perspicaz y daba pruebas de sabiduría y conocimiento
superiores a los de su edad. Sin embargo, su conducta era sencilla e infantil, y crecía en
inteligencia y en estatura como otros niños; Pero Jesús no se asemejaba en todo a los demás
niños. Siempre demostraba mansedumbre y humilde abnegación. Sus manos estaban
siempre listas para servir a los demás. Era paciente y siempre decía la verdad.

Firme como la roca en asuntos de rectitud, jamás dejó de ser amable y cortés para con todos.
En el hogar, o dondequiera que estuviese, era como un rayo de sol para sus compañeros. Era
atento y bondadoso con los ancianos y los pobres, y benévolo hasta con los animales.
Cuidaba al pajarillo herido, y todo ser viviente se sentía más feliz en su presencia.

En tiempo de Cristo, los judíos cuidaban mucho de la educación de sus hijos. Sus escuelas
estaban relacionadas con las sinagogas, o lugares de culto, y los maestros, llamados rabinos,
eran hombres que gozaban fama de muy instruidos.

Jesús no frecuentó esas escuelas, porque en ellas se enseñaban muchas cosas que no eran
verdaderas Por el Espíritu Santo Dios mismo indicó a María cómo debía educar a su Hijo.
María enseñaba a Jesús por las Santas Escrituras, y el niño aprendió a leer y a estudiar por sí
mismo el Libro de Dios; Además, Jesús era muy dado al estudio de las cosas maravillosas que
Dios había hecho en la tierra y en el cielo. En el libro de la naturaleza estudiaba las plantas,
los animales, el sol y las estrellas.

Jesús vivía en un hogar de campesinos como hombre pobre. Fiel y alegremente desempeñó
la parte que le correspondía para asegurar el sostén de la familia Vistiendo la tosca ropa del
trabajador, pasaba por las calles de la pequeña población, al ir y volver de su trabajo.

Mientras trabajaba durante su niñez y su juventud, Jesús se fortalecía en cuerpo y mente.


Todo lo que hacía, lo hacía bien. Quería ser perfecto aun en el manejo de las herramientas,
con su ejemplo nos enseñó que debemos ser diligentes, que debemos trabajar con empeño,
y que el trabajo es honroso.

DIAS DE CONFLICTOS
Los maestros de los judíos dictaban muchas prescripciones para el pueblo, y exigían de él
muchas cosas que Dios no había ordenado. Aun los niños tenían que aprender y obedecer
estos reglamentos; Pero Jesús no trató de aprender lo que enseñaban los rabinos. Nunca
habló con desprecio de estos maestros, más estudiaba las Escrituras,y siempre obedecía a las
leyes de Dios. Con frecuencia, se le reprendía por no hacer lo que hacían los demás.
En tales ocasiones demostraba por las Escrituras cuál era el camino recto. Jesús trataba
siempre de hacer felices a otros. Por ser tan manso y bondadoso, los rabinos esperaban
hacerle conformarse a la conducta de los demás; pero no podían lograrlo. Esto enojaba a los
rabinos, sabían que sus enseñanzas eran contrarias a la Palabra de Dios, y, sin embargo, se
disgustaban con Jesús porque rehusaba obedecerle. Los hermanos de Jesús se ponían
también del lado de los rabinos y decían que las palabras de aquellos maestros debían ser
atendidas como las de Dios.

Muchas fueron las pruebas y las tentaciones que Jesús tuvo que soportar. Satanás estaba
siempre alerta para vencerle, Aunque el Salvador estuvo siempre guardado por ángeles
celestiales, su vida fue una larga lucha contra los poderes de las tinieblas.

Ninguno de nosotros tendrá jamás que sufrir tentaciones tan fuertes como las que
acecharon a nuestro Salvador. Para cada tentación tenía una sola respuesta: “Escrito está.”
No censuraba a menudo la mala conducta de sus hermanos, sino que les repetía lo que Dios
había dicho. El bautismo

Cuando llegó el tiempo en que Jesús debía comenzar su ministerio público, lo primero que
hizo fue ir al Jordán para ser bautizado por Juan el Bautista. Dios había hecho saber a Juan
que un día el Mesías vendría a él para ser bautizado. También le había prometido que le
daría señal por la cual habría de reconocerle.

Cuando Jesús vino, el Bautista observó en su rostro evidencias tales de su vida santa que se
resistió, diciendo: “¡Yo he menester ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? “Más Jesús
respondiendo, le dijo: Consiente ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia.”
Mateo 3:14, 15.
Mientras decía esto vióse en su rostro la misma luz celestial que Simón había visto en el
templo el día de la dedicación.Entonces Juan condujo al Salvador a las aguas del hermoso río
Jordán, y entrando con él en ellas le bautizó a la vista de toda la gente que estaba en la
orilla. Jesús no fue bautizado en señal de arrepentimiento por sus propios pecados, puesto
que nunca había pecado, lo hizo para darnos el ejemplo.

LA TENTACION
Después de su bautismo, Jesús fue llevado del Espíritu al desierto para ser tentado del
diablo. Al ir al desierto, Cristo fue guiado por el Espíritu de Dios, no fue en busca de la
tentación, sino del retiro que necesitaba para meditar acerca de su misión y de su obra. Por
medio de la oración y del ayuno quería fortalecerse en previsión de la senda de aflicción y
tormento que le tocaba recorrer. Mas Satanás sabía adónde había ido el Salvador; y allí fue
él también para tentarle.

Cuando Satanás se presentó por primera vez a Cristo en el desierto, revestía la apariencia de
un ángel de luz y se daba por mensajero del cielo. Dijo a Jesús que no era voluntad de su
Padre que sufriera hambre; que bastaba con que mostrase su buena voluntad para sufrir.
Cuando Jesús sentía los más agudos tormentos del hambre, Satanás le dijo: “Si Hijo eres de
Dios, manda que estas piedras se hagan panes.”
Pero el Salvador había venido para llevar una vida que nos sirviera de ejemplo y tenía que
sufrir como nosotros; no debía hacer milagro alguno en provecho suyo. Todos sus milagros
los debía hacer en beneficio de los demás, así que contestó a Satanás: “Escrito está: No de
pan solamente vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Habiendo fracasado en su propósito de vencer a Cristo en la primera gran tentación, Satanás


le llevó a una de las almenas del templo de Jerusalén, y le dijo: “Si Hijo eres de Dios, échate
de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles dará encargo acerca de ti; y sobre sus
manos te elevarán, para que no tropieces con tu pie en alguna piedra.”

Esta vez Satanás siguió el ejemplo de Cristo al citar las Escrituras. Pero la promesa a la cual
aludía el diablo no es para los que voluntariamente se ponen en peligro En conclusión,
Cuando Cristo dijo a Satanás: “¡Apártate!” el tentador no pudo resistir el mandato. Se vio
obligado a huir. Retorciéndose de odio y de ira impotente, el jefe de los rebeldes se retiró de
la presencia del Salvador del mundo.

Al día siguiente, Juan vio a Jesús otra vez y volvió a decir: “¡He aquí el Cordero de Dios!” Al
oír esto, dos discípulos de Juan siguieron a Jesús. Prestaron oído a sus enseñanzas y se
hicieron discípulos suyos. Uno de ellos fue Andrés, y el otro Juan. Pronto llevó Andrés a su
hermano Simón a Jesús, el cual le llamó Pedro. El día siguiente, mientras se dirigían camino
de Galilea, Cristo llamó a otro discípulo, a Felipe. Tan pronto como Felipe halló al Salvador,
trajo a su amigo Natanael.

Así empezó la gran obra de Cristo en la tierra. Uno tras otro llamó a sus discípulos, y uno de
éstos trajo a su hermano y otro a su amigo. Esto es lo que cada discípulo de Cristo debe
hacer. Tan pronto como él mismo conozca a Jesús debe decir a los demás cuán valioso amigo
halló en él. Esta es la obra que todos, viejos y jóvenes, pueden hacer.

LA ENSEÑANZA DE JESUS

Entre los judíos la religión había llegado a ser poco más que una serie de ceremonias.
Conforme se fueron apartando del culto verdadero de Dios y perdiendo el poder espiritual
de su Palabra, fueron añadiendo ceremonias y tradiciones de su propia invención. Debido a
su apego a estas ceremonias se creían justos y dignos de ocupar un puesto en el reino de
Dios; Pero sus esperanzas se cifraban en las grandezas del mundo.

Jesús sabía que estas esperanzas tenían que ser frustradas. Había venido para enseñarles
algo mucho mejor de lo que ellos buscaban; había venido a restaurar el verdadero culto de
Dios, a traer una religión pura y verdadera, procedente del corazón, que debía manifestarse
en una vida pura y un carácter santo. En el admirable sermón sobre el monte explicó lo que
Dios considera como más precioso, y lo que da felicidad verdadera.

LA OBSERVANCIA DEL SABADO


El Salvador guardaba el sábado, y enseñó a sus discípulos que lo guardaran. Sabía de qué
manera debía ser observado, pues él mismo lo había santificado. Cristo obró con su Padre en
la creación de la tierra, y fue él quien hizo el sábado, pues las Santas Escrituras dicen que
“todas las cosas por medio de él fueron hechas.” Juan 1:3. Como Dios suspendió su obra de
la creación y reposó el sábado, así también debemos nosotros descansar. Él nos manda que
dejemos a un lado nuestras ocupaciones diarias y que dediquemos esas horas sagradas al
reposo saludable, al culto y a obras de santidad.

EL BUEN PASTOR
El Salvador se llamó a sí mismo pastor, y a sus discípulos sus ovejas. Dijo: “Yo soy el buen
pastor; y conozco mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí.” Juan 10:14.
Cristo iba a dejar pronto a sus discípulos y les dirigió estas palabras para consolarlos. Cuando
ya no estuviera más con ellos se acordarían de ellas.

Siempre que vieran a un pastor vigilando sus ovejas, pensarían en el amor del Salvador y en
el cuidado que tiene de ellos, era costumbre en aquel país que los pastores cuidasen sus
rebaños tanto de día como de noche; Por grande que fuese el rebaño, el pastor solía conocer
todas las ovejas y tenía un nombre para cada una. Asimismo, Cristo, nuestro Pastor celestial,
cuida de su rebaño esparcido por todo el mundo. Nos conoce a todos por nuestro nombre.
Sabe en qué casa vivimos, y el nombre de cada habitante de ella. Cuida de cada uno como si
no existiera otro más en el mundo.

LA ENTRADA DE JERUSALEN
Jesús se iba acercando a Jerusalén para pasar allí la fiesta de la pascua. Por orden suya dos
de sus discípulos trajeron un pollino de asna para que montado en él entrara en Jerusalén
Cuando la multitud le vio sentado así, prorrumpió en gritos de triunfo que llenaban el aire.
Le aclamaron como al Mesías, su Rey.

Nunca antes había permitido el Salvador que sus adherentes le tributasen honores como a
un rey. Pero en aquella ocasión quería manifestarse al mundo de una manera especial, como
su Redentor. El Hijo de Dios iba a ser sacrificado por los pecados del hombre. Su muerte
había de ser para su iglesia, en todas las edades futuras, objeto de profunda meditación y
cuidadoso estudio.

QUITAD ESTAS COSAS DE AQUÍ


Al día siguiente Jesús entró en el templo. Allí encontró la misma actividad de compra y venta
de objetos que tres años antes, cuando él la había censurado tan severamente.Toda aquella
gente contemplaba con asombro y temor al Hijo de Dios; porque en aquel momento la
divinidad se traslucía en él a través de lo humano, comunicándole una dignidad y una gloria
como nunca antes las manifestara. El silencio se hizo casi insoportable. Al fin el Salvador
habló con voz clara y sonora, y con tal poder que conmovió a la muchedumbre como soplo
de fuerte tempestad: “Está escrito: Mi Casa será Casa de Oración: pero vosotros la habéis
hecho cueva de ladrones.” Lucas 19:46.

Y con aun mayor autoridad que la que había manifestado tres años antes, ordenó: “¡Quitad
estas cosas de aquí!” Juan 2:16. Ya la primera vez habían huido los sacerdotes y gobernantes
del templo al sonido de su voz. Después se habían avergonzado de ello, y se propusieron no
volver jamás a ceder de tal manera. Sin embargo, esta segunda vez se aterrorizaron aún más,
y con la mayor premura para obedecer al mandato del Maestro echaron fuera a sus animales
delante de sí.

LA PASCUA
En la cena de la pascua, los discípulos estaban solos con Jesús. Los días que habían pasado
con él en tales fiestas habían sido siempre de mucho gozo para ellos, pero esta vez el ánimo
del Salvador estaba muy turbado.

Al fin, con voz de conmovedora tristeza, les dijo: “Con deseo he deseado comer con vosotros
esta pascua, antes que padezca.” Había vino dulce en la mesa, y habiendo tomado una copa
y dado gracias, dijo: “Tomad esto, y repartidlo entre vosotros, porque os digo, que yo no
beberé en adelante del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.” Lucas 22:11, 15, 17,
18. Era la última pascua que el Señor había de celebrar con sus discípulos. Era realmente la
última que había de celebrarse, pues cuando se mataba el cordero era para enseñar al
pueblo lo referente a la muerte de Cristo; y cuando Jesús, el Cordero de Dios, hubiese sido
sacrificado por los pecados del mundo, entonces no habría más necesidad de matar un
cordero para representar su muerte.

EN GETSEMANI
La vida terrenal del Salvador fue una vida de oración, muchas fueron las horas que pasó a
solas con Dios. Después de comer la cena de pascua con sus discípulos, Jesús se dirigió con
ellos al huerto de Getsemaní, adonde solía retirarse a orar.
La terrible noche de agonía para el Salvador empezó cuando se acercaban al huerto. Parecía
que la presencia del Padre, que lo había sostenido hasta entonces, se apartaba de él. Al
compenetrarse del terrible desagrado que siente Dios por el mal, se le escapó la
exclamación: “Tristísima está mi alma, hasta la muerte.”

Cerca de la entrada del huerto, Jesús dejó a sus discípulos, con excepción de Pedro, Santiago
y Juan, con quienes entró en el jardín Estos eran sus más fervorosos partidarios y los tres en
quienes más podía confiar. Por esto les dijo: “Quedaos aquí, y velad conmigo.” Mateo 26:38.

Se retiró a corta distancia de ellos y cayó postrado sobre su rostro, sentía que el pecado lo
estaba separando de su Padre celestial, Cristo no estaba sufriendo por sus culpas propias,
sino por los pecados del mundo. En su agonía Cristo se aferraba al suelo frío. De sus pálidos
labios brotó el amargo clamor: “¡Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa! mas no
como yo quiero, sino como tú.” Mateo 26:39.

Durante una hora Jesús soportó a solas este atroz sufrimiento, luego vino adonde había
dejado a sus discípulos, en busca de una palabra de simpatía. Pero ninguna compasión
encontró en ellos, porque estaban dormidos.

Por segunda vez el Hijo de Dios se sintió sobrecogido de angustia sobrehumana.


Desfalleciente y agitado se retiró otra vez con paso vacilante y oró como anteriormente:
“¡Padre mío, si esta copa no puede pasar, sin que yo la beba, hágase tu voluntad!” Mateo
26:42. La agonía que experimentaba al dirigir esta súplica era tal que le hizo sudar sangre.

Por tercera vez hace la misma súplica. Los ángeles estaban ansiosos de llevarle alivio, pero
no les era permitido hacerlo. Era preciso que el Hijo de Dios bebiera aquella copa solo, o el
mundo quedaría para siempre perdido.

LA TRAICION Y EL ARRESTO
Ninguna huella del sufrimiento por el cual acababa de pasar se notaba en el rostro del
Salvador cuando salió a recibir al que le iba a entregar. Adelantándose a sus discípulos,
preguntó a la turba: “¿A quién buscáis?” “¡A Jesús el Nazareno!” le contestaron. Jesús dijo:
“Yo soy.” Juan 18:4, 5. Judas el discípulo falso, no se olvidó del papel que tenía que
representar. Acercándose a Jesús le dió el beso traidor. El Señor le dijo: “Amigo, cumple
aquello a que vienes.” Mateo26:50. Y luego con voz temblorosa agregó: “Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del hombre?” Lucas 22:48.

Estas blandas palabras hubieran debido conmover el corazón de Judas; pero todo
sentimiento de ternura y de honor le había dejado. Había consentido en que Satanás se
apoderara de él. Aquella turba sanguinaria cobró ánimo cuando vio a Judas tocar aquella
forma que momentos antes se había presentado tan gloriosamente ante su vista. En seguida
prendieron a Jesús y ligaron esas manos que nunca habían hecho más que el bien.

Luego volviéndose al sumo sacerdote y los príncipes del templo que estaban entre la
muchedumbre homicida, les dijo: “¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y
palos, para prenderme? Todos los días estaba con vosotros enseñando en el Templo y no me
prendisteis. Mas sea así, para que se cumplan las Escrituras.” Marcos 14:48, 49.

Ante Anas, Caifas y el Sanedrin El


maligno Anás había pedido ser el primero en ver a Jesús Nazareno cautivo y maniatado,
Esperaba sacar de él algo con que asegurar su condena; Con tal propósito le hizo preguntas
al Salvador respecto a sus discípulos y a sus doctrinas. A esto contestó Jesús: “Yo he hablado
abiertamente al mundo; enseñaba siempre en las sinagogas y en el Templo, donde
concurren todos los judíos; y nada he hablado en secreto.” Y luego agregó: “¿Por qué me
preguntas a mí? pregunta a aquellos que me han oído, lo que les he hablado.” Juan 18:20,
21. O sea: Recurrid a vuestros espías; ellos han oído todo cuanto he dicho, bien pueden
deciros lo que he enseñado. Las palabras de Jesús venían tan bien al caso y eran tan directas
que el sacerdote sintió que su prisionero leía hasta lo íntimo de su alma.

Pero uno de los criados, considerando que su señor no era tratado con el debido respeto por
Jesús, le dió a éste una bofetada diciendo: “¿Respondes así al sumo sacerdote?” A este golpe
y a esta pregunta insultante Jesús contestó con mansedumbre: Si he hablado mal, da
testimonio del mal; mas si bien, ¿por qué me hieres?” Juan 18:22, 23.

De la casa de Anás, el Salvador fué llevado al palacio de Caifás. Iba a ser procesado ante el
Sanedrín y mientras convocaban a los miembros de este consejo supremo de los judíos, Anás
y Caifás le interrogaron otra vez sin conseguir ventaja alguna

En aquel tiempo los judíos estaban sujetos a los romanos y no tenían derecho para aplicar la
pena de muerte. El Sanedrín no podía ir más allá que examinar al reo y dar un fallo que debía
ser ratificado por las autoridades romanas.

Los sacerdotes comenzaron a temer que no lograrían evidencia alguna que pudieran
presentar contra Cristo cuando lo llevaran preso delante de Pilato. Comprendieron que era
necesario hacer un esfuerzo supremo. El sumo sacerdote, levantando la mano derecha al
cielo, se dirigió a Jesús como para tomarle juramento solemne y le dijo:¡Te conjuro por el
Dios vivo, que nos digas, si eres tú el Cristo,el Hijo de Dios!” Mateo 26:63.
Jesús no negó su misión ni su parentesco con el Padre. Podía guardar silencio frente a los
insultos personales, pero siempre se expresó clara y resueltamente respecto a su obra y a su
personalidad como Hijo de Dios. Todos prestaron oído y fijaron sus miradas en él, esperando
su respuesta:

“Tú lo has dicho.” En el lenguaje de aquel tiempo, esto equivalía a decir: “Sí” o “Es como tú
dices.” Y era la forma más enfática de contestación afirmativa. Una luz celestial pareció
alumbrar por un instante el pálido rostro del Salvador cuando agregó: “Sin embargo os digo,
que en adelante habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder divino, y
viniendo sobre las nubes del cielo.” Mateo 26:64.

Al declararse Jesús Hijo de Dios y Juez del mundo, el sumo sacerdote desgarró sus vestiduras
para manifestar el horror que le ¿causaba la blasfemia que acababa de oír y alzando las
manos al cielo exclamó: “¡Ha blasfemado! ¿qué más necesidad tenemos de testigos? ¡He
aquí, ahora habéis oído la blasfemia! ¿Qué os parece?” Los jueces respondieron: “¡Digno es
de muerte!” Mateo 26:65, 66.

Judas

Aunque Judas tenía por naturaleza mucho amor al dinero, no siempre había sido depravado
y malo hasta el extremo de poder hacer tamaña villanía. Pero había fomentado dentro de sí
el mal espíritu de la codicia hasta transformarlo en la pasión dominante de su vida, y hacerse
capaz de vender a su Señor por treinta monedas de plata, el precio de un esclavo.

Siguió después paso a paso al Hijo de Dios desde el huerto al tribunal de los gobernadores
judíos. No se imaginaba que el Salvador se dejaría matar por los judíos, como amenazaban
hacerlo. Esperaba que de un momento a otro le vería en libertad, protegido por el poder
divino, como en ocasiones anteriores.

Cuando la causa estaba por fallarse, Judas no pudo ya soportar el tormento de su mala
conciencia. De repente se dejó oír en la sala una voz ronca que llevó una sensación de horror
al corazón de todoslos oyentes: “¡Es inocente! ¡Ten misericordia de él, oh Caifás!” ¡No ha
hecho nada digno de muerte!” Judas, con su alta estatura, se abrió paso entre la multitud
asombrada. Su rostro estaba pálido y desencajado y grandes gotas de sudor le bañaban la
frente,

Viendo que todos sus ruegos eran inútiles para libertar a su Maestro, Judas se precipitó por
la sala exclamando:“¡Es demasiado tarde! ¡demasiado tarde!” Se dió cuenta de que no le era
posible vivir para ver crucificado a Jesús, y en la agonía de su remordimiento fué y se ahorcó.

ANTE PILATO Y HERODES


Luego de ser condenado por los jueces del Sanedrín, Jesús fue llevado ante Pilato, el
gobernador romano, el cual tenía que confirmar la sentencia y ordenar la ejecución, al
contemplar a Jesús, Pilato vio a un hombre de noble apariencia y de porte digno. En su
rostro no había la menor huella de culpabilidad. Pilato se dirigió a los sacerdotes y les
preguntó: “¿Qué acusación traéis contra este hombre?” Juan 18:29.
Los sacerdotes tuvieron que valerse otra vez de sus testigos falsos. Y comenzaron a
acusarle,diciendo:“A éste hemos hallado pervirtiendo a nuestra nación, y vedando pagar
tributo a César, y diciendo que él mismo es Cristo, el Rey.” Lucas 23:2.

Esto era falso, pues Cristo mismo había pagado tributo y había enseñado a sus discípulos a
hacerlo Pagad, pues, a César lo que es de César; y a Dios lo que es de Dios.” Mateo 22:21.

Pilato no se dejó engañar por tan falso testimonio. Volviéndose hacia Jesús, le preguntó:
“¿Eres tú el rey de los judíos?”Jesús le contestó: “Tú lo dices.” Mateo 27:11. Pilato se sintió
perplejo. No hallaba ningún vestigio de crimen en Jesús y no tenía ninguna confianza en los
que le acusaban

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