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Airin Coccoda Reggio

La fragmentación del relato como fragmentación del yo


Poste restante narra de un viaje emprendido por Cynthia Rimsky en búsqueda de sus propias
raíces y orígenes familiares, después de haber encontrado un álbum fotográfico con el nombre
Rimski escrito en la primera página, en un mercado de pulgas en Santiago de Chile. Sin embargo,
más que ayudarla a descubrir sus verdaderos orígenes, este viaje parece solo generar una cercanía
con su pasado y llenar algunos de aquellos huecos que su familia nunca supo colmar.
Lo que más destaca en la construcción de este relato es el estímulo que dio vida al viaje y a la
novela misma, es decir: el álbum fotográfico. Como explica Josefina Ludmer en Aquí America
Latina:
En los relatos latinoamericanos de migración se ve que la lengua sin suelo toma tierra (literalmente
aterriza) y encuentra comunidad o comunicatividad en objetos y acciones específicas, en cosas
hechas de lengua. Como las cartas, que pueden ocupar uno de los centros del relato.

Una fotografía, una carta, un objeto o un álbum fotográfico con un nombre específico, como en
este caso, puede, por lo tanto, actuar como estímulo para la creación de un relato, sobre todo en
el caso de la narrativa de migración. Asimismo, cada objeto o acción esconde detrás de sí un
proceso largo e intenso llevado a cabo por los autores: en primer lugar, el escritor o la escritora
necesita incorporar la emoción que tal objeto le ha suscitado y hacerla sedimentar en su alma.
Posteriormente, él/ella empieza a investigar personalmente en el campo para recolectar más
datos y materiales, hasta que, finalmente, llega el momento en el que logra restituir a través del
lenguaje su propia experiencia.
Lo que distingue los diferentes relatos es entonces la manera en la que los autores restituyen su
propia experiencia, convirtiéndolos en obras únicas. En Poste Restante, Cynthia Rimsky decidió
hacerlo de manera fragmentaria, uniendo fotos, cartas, mapas, páginas de su diario íntimo,
cuentos sobre la vida de las personas que encontró a lo largo del viaje, impresiones personales y
mucho más.
La estructura fragmentaria del relato, así como su carácter innovador, pues como explica Chiara
Bolognesi, se trata de una: “novela experimental porque los elementos no narrativos se insertan
sin interrumpir la trama”, es un espejo de su propia condición personal, de la condición de su
familia o de la del pueblo judío en un sentido más amplio, caracterizada por la fragmentación, la
errancia y la falta de una historia lineal.
Como la crítica Florencia Garramuño afirma en su artículo Arte inespecífico y mundos en común, el
arte de las últimas décadas ha ido erosionando la idea de una especificidad del arte y del medio,
tanto en la narrativa como en el arte figurativo, creando un arte “inespecífico” con una
proliferación cada vez más insistente de entrecruzamientos de soportes y materiales en las
prácticas artísticas contemporáneas.
Las fotografías, los mapas, las cartas o las descripciones de las fotografías del álbum que
encontramos en el relato sirven para crear cuadros en nuestra mente llenos de emociones,
sentimientos e impresiones que colaboran a restituirnos lo que la autora vivió. Todo colabora
entonces a la creación de un mundo tan ajeno a nosotros que al mismo tiempo sentimos como
nuestro.
Al leer la novela, el lector siente la necesidad de leer una o dos veces más un parágrafo o un
capítulo para entender cómo la viajera llegó de Turquía a Ucrania o cómo encontró a esa nueva
Airin Coccoda Reggio

familia con la que describe una interesante cena en su propia casa. Página tras página, el relato se
hace aún más confundido y difícil; el lector intenta empatizar con las emociones y experiencias de
la autora pero todo implica un gran esfuerzo. Cuando ya empieza a hacerlo y confía que la autora
pueda por fin descubrir algo, lo que realiza es que el único resultado de este viaje largo ha sido
una “carta escrita por una mujer ucraniana que emigró a Israel y buscaba parientes en el mundo”
(Rimsky, p.192). Algo produjo entonces, pero, al mismo tiempo, al leer la última página, el lector
se queda trastornado e incompleto. De igual manera, la autora misma sabe y, quizás, sabía desde
el principio, que no encontraría respuestas: “Como nunca esperé encontrar un familiar, tampoco
experimenté desilusión. Mi único anhelo era caminar por Ulanov y ver con mis ojos lo que tu
padre había visto con los suyos” (p. 156). La ciudad de Ulanov llega a ser, entonces, solo “un lugar
del cual huir y sentir nostalgia” (p. 156).
Sin embargo, el lector se queda desilusionado y la obra adquiere un carácter aún más dramático al
afirmar la falta de confianza de la autora misma. Ella, además de no conocer su historia, ni siquiera
puede descubrirla, y está consciente de esto. Su persona adquiere, de esta manera, un carácter
aún más fragmentario.
Tomando como ejemplo mi experiencia personal, como lectora cualquiera, la pregunta que se me
ocurrió al final de la obra fue ¿puede ser que el sentimiento que siento ahora sea lo que la autora
quiso intencionalmente restituirme, después de haber vivido su propio proceso? ¿Es este el
sentimiento de falta e incompletitud que sienten los migrantes al dejar su patria?
Lo importante no sería entonces la historia en sí, sino el sentimiento que al leerla, esta nos
produce. Aquí volvemos al tema de la restitución; Cynthia Rimsky, gracias a la narración de su viaje
personal y a la manera en la que decidió narrarlo, logra restituirnos lo que ella misma sintió y
probablemente lo que muchos más migrantes sintieron. A lo largo del viaje, son muchas las
referencias a la condición del migrante, pero una en particular me llamó la atención: en la estación
de Tel Aviv la viajera encuentra a muchas personas entre prostitutas, vendedores de droga y
“hombres macizos y de modales bruscos. Tienen la piel blanca y los ojos claros. Vienen de la ex
Unión Soviética, ahora viven en Tel Aviv, y se refugian cerca de la estación de autobuses: aunque
no van a ninguna parte, el límite es el lugar posible” (p. 26). El título mismo refleja también la
condición de la falta de un hogar, pues el poste restante hace referencia a un tipo de correo
enviado a personas que no tienen un domicilio fijo y en el caso de la autora, ninguna carta fue
recibida y leída durante el viaje.
“Su miente viaja, su cuerpo se deshace” (p. 25) es la frase que, en mi opinión, representa la
condición de la viajera. Cualquier tentativo de reconstrucción del pasado es de alguna manera
inútil, el álbum fotográfico pertenecía a otra familia y el apellido Rimski no tenía nada que ver con
ella, su real significado era “baño romano” (p. 111).
La historia judía se presenta como una nube de polvo, a través de la cual, a veces, es imposible
mirar. Lo único que les queda a las personas como nuestra autora es, entonces, la memoria y
trozos de cuentos narrados por familiares, porque como explica bien Ana María Risco en una carta
enviada a Cynthia Rimsky: “Casi no existimos sino solo como recuerdos” (p. 54).

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