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Disclaimer:
Esta historia es una adaptación
los personajes pertenecen a Stephanie Meyer
La historia original es de
Capítulo Uno
No le había sucedido en dos años. Antes, a menudo vislumbraba
una silueta, un cabello cobrizo… alguien más alto que la mayoría.
Entonces su boca se secaba, su corazón latía temeroso y ella
caminaba al otro lado por si acaso era él; por si la veía e intentaba
alcanzarla para hablar con ella. Así que cuando le sucedió otra vez
y, en Dorchester, se sorprendió muchísimo. Aunque por suerte no
respondió con el pánico acostumbrado. De hecho se convenció de
que no podía ser él en ese coche, después de cuatro años y mucho
menos en Dorchester.
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A pesar de ser alta, Bella parecía una chica de doce años. Su largo
y sedoso cabello de color café estaba trenzado a la nuca con una
cinta verde. La línea de su alta frente se veía invadida por
mechones rebeldes. Un rizo cayó sobre su pequeña nariz, dándole
el aire de un gatito curioso.
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su cuerpo se sonrojaba.
.
.
.
—Nada.
—Pues… yo…
—Vamos, admítelo.
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Edward condujo por las estrechas calles del viejo pueblo comercial
y señaló un lindo salón de té.
Bella asintió con mortificación. Ella sólo había querido dar un breve
paseo en un día soleado, en un convertible, con un extraño alto y
guapo. Sólo se trataba de un agasajo para la parte más juvenil de
su ser. Era terrible. No había querido molestarlo ni forzarlo a que
la regresará a casa. Era una tonta…
.
.
.
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"Debes irte con él, mamá, había dicho Alice. Llévame contigo", le
rogó. "Podemos hacer una nueva vida. Por favor, mamá, por favor.
Debes hacerlo. Tú lo amas", insistió una y otra vez hasta que Bella
casi enfermó.
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Una vez más, Bella no se decepcionó. Por alguna razón sabía que
no era una excusa. Tan pronto se desocupara iría a verla. Había
algo en la cargada atmósfera de la velada que no dejaba lugar a
dudas.
—No sé. Tú eres el padre. Debes saber qué decir cuando tu hija
llega y te dice que se ha enamorado por primera vez.
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Capítulo Dos
Cuando Edward regresó llevaba puesto un traje gris claro.
—Se supone que yo debería decirte eso —replicó él—. Excepto que
no te veo bien.
Bella cerró los ojos contra el azul del cielo y separó los labios. Era
su primer beso real, y siempre tuvo miedo de no saber qué hacer.
Pero los tibios labios rozando su boca, la lengua húmeda y
poderosa probando la de ella con control cuidadoso le
proporcionaron la guía que necesitaba. La presión desconocida de
la afeitada barbilla contra la de ella despertó el deseo que saltó por
sus venas. Esa sensación comenzaba por fin a revelarle sus
misterios.
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Bella asintió.
*~AP~*
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*~AP~*
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—No…
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—Creo que será mejor que nos casemos, ¿no? —susurró él con
más suavidad aún—. Así no tendrías que decir no otra vez.
*~AP~*
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Sin embargo, algo que leyó en una revista le dio una esperanza. A
Alice le habían extirpado el apéndice antes de irse; había estado
grave, y en el artículo decía que una peritonitis después de la
apendicitis podría causar infertilidad. Quizá los doctores le dijeron
algo así a Alice, y su dolor fue tan grande que sintió celos de Bella
y eso la llevó a…
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—Pero a mí no me importan.
—Sí.
*~AP~*
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—No te besaré hasta que seas mi esposa —señaló con voz ronca.
*~AP~*
*~AP~*
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—¡En nuestra luna de miel! —se quejó Bella con un puchero y tiró
de Edward hacia la cama tibia.
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—Lo sé. No debí ser tan tonta. Yo confío en ti, Edward, tú lo sabes.
Dime cómo te sientes tú —preguntó con suavidad.
—Lo sé —se rió Alice—. Soy ridícula, pero no puedo esperar a ser…
bueno, seré mucho más que una tía cuando la hora llegue, ¿no?
Será tu hijo, Edward, no sólo el de Bella. Oh, cualquiera puede
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—Ay, Alice… soy tan feliz —suspiró Edward—. Sólo espera un poco
más, ¿sí? Yo me aseguraré de que todo salga bien para ti. Te lo
prometo. No habrá más separaciones, ni dolores… todos los
problemas del pasado se olvidarán y serás feliz por siempre. Yo
siempre cuidaré de ti, lo sabes.
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—Sí.
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Aún ahora pensaba que podía convencerla. ¡Dios, pensaba que era
estúpida!
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Capítulo Tres
Bella disminuyó la velocidad en su pequeño Ford Fiesta antes de
virar en la entrada de la Mansión Littlebourne. La verdad era que
estaba muy nerviosa. Sabía que era buena en su trabajo, y tenía
la experiencia para realizar una labor tan grande. Además hacía
cuatro años que su hermana y ese hombre le habían robado su
confianza. El tiempo curó las cicatrices; pero en momentos como
ese, en los que se dirigía a ver a un cliente nuevo a su casa,
recordaba que aún había heridas en su alma.
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Ella asintió y dio un paso hacia la puerta, pero fue un error, ya que
como animal al acecho Edward brincó, la sujetó del brazo y le
quitó los portafolios.
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—Hablemos de negocios.
—Claro que los tengo —replicó con ira—. Cullen-Platt son los
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—No dudo que seas buena, pero tampoco dudo que el juicio de
Carlisle esté influenciado por jóvenes amigas. Los hombres de su
edad a menudo se dejan convencer por hermosas mujeres.
— ¿Qué implicas?
—No te alteres. No implico que los dos tengan una aventura, pero
creo que él está predispuesto a considerarte mejor de lo que
pensaría hace veinte años.
—Valen más que eso, ¿no crees? —se mofó. Luego levantó un
mosaico y lo estudió.
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Él colocó las anchas manos sobre las rodillas, echó atrás la cabeza
y rió. Después le sonrió.
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—Vamos —la urgió—. Recoge tus mosaicos. Creí que tenías prisa
por irte, ¿no?
—No lo harías —repitió más segura, pero él sólo arqueó una ceja
irónica y no replicó.
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—Tú fuiste la que se fue, Bella —le recordó con frialdad—. ¿No
recuerdas?
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Tragó saliva. Era una admisión difícil de hacer, ya que nunca había
sido rencorosa. No quería guardar la amargura de su
resentimiento, pero tampoco podía alejarlo. Cruzó hacia la mesa y
acomodó los mosaicos, concentrándose en que las esquinas se
ajustaran a la perfección, aunque normalmente no era tan
quisquillosa.
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Le habló tan cerca del oído que sintió su aliento. Se mordió el labio
con fuerza. La sola presencia de él la enervaba. La proximidad
probaba su autocontrol al máximo.
—Pues yo… —cerró los ojos un poco. ¿Así que eso era todo?
¿Todos esos años terminaban en eso? Una breve conversación
cortés y directa a los negocios. Bella reveló sus emociones
mientras que él, el hombre que quiso usarla como incubadora, no
dio nada de sí. Debió saberlo. Bella Swan maduró, pero no lo
suficiente para estar al nivel de Edward Masen.
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—Sí.
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— ¿Ah sí? Eres mi esposa, Bella. ¿Lo olvidaste? Sería difícil hacer
una acusación contra tu marido. No te preocupes, esta vez no te
dejaré ir tan fácilmente.
—Te quiero aquí, mañana, a las nueve en punto. Aquí estaré para
recibir algunas llamadas. Puedes tomar medidas mientras yo
trabajo. Podemos almorzar también.
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—A las nueve está bien —declaró con desprecio. Lo miró con odio
y caminó hacia la puerta.
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Capítulo Cuatro
—Llegas tarde.
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— ¿Así que soy una rata? —arqueó una ceja—. Bueno, ese es tu
problema, no el mío. Tú te casaste con una rata. Yo me casé con
una hermosa joven. Parece que salí mejor librado que tú, ¿eh?
—Bien hecho.
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—Maldito —murmuró.
— ¿Qué?
—Algo así.
—Vete al diablo.
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— ¿Perdón?
—No —espetó.
—No.
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— ¿Y luego?
—Ya casi no la veo. Una o dos veces por año, algunas horas
cuando estoy de negocios en Nueva York. Trabaja allá.
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— ¿De qué?
—Sí.
—Vaya —lo miró con ira—. Qué diferencia. En ese caso, preferiría
que se reunieran en Manhattan.
¿Qué pasaba? ¿Por qué compró Edward esa casa? ¿Importaba? Esa
vez no la arrastraría a sus trampas. A pesar de todo se alegró de
que él ya no viera tanto a Alice. Y no fue su corazón ni su cabeza
lo que se aceleró con la noticia… sino ese pulso ciego en su interior
que palpitaba por él.
¡Vaya! Comentarios así tenían sus usos. Eran muy efectivos para
alejar nudos en la garganta.
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—Ah sí, así es. Dime sobre la piscina, Bella. ¿Tienes algún plan
especial para ella?
Él sonrió.
Su sonrisa se amplió.
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—Dímelo otro día —la cortó con frialdad—. Tengo negocios que
atender. Te veo a las doce para almorzar.
*~AP ~*
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—Perdón, pero creo que no escuché bien… ¿dijiste que podía hacer
lo que quisiera?
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recordar que una vez ese hombre. la engañó sin escrúpulos. Era
capaz de hacer lo mismo, aunque no entendía por qué hacia ese
ofrecimiento. ¿Para qué? Quizá no debería dudar. Después de
todo, él debía atender todo un emporio internacional.
—Dijo algo, sí, pero no comprendo. Pensé que Masen Twilight era
un emporio de industria a gran escala. ¿Decidiste que es hora de
tener un negocio de camareras?
—No, no se puede.
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*~AP ~*
— ¿Y tú eres…?
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—Lo sé.
—A mí también me gustó.
—No.
—Esa es sólo una indirecta para decir que te mudaste aquí para
entrometerte en mi vida, ¿no?
—Sí.
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—Bueno —exclamó con furia—, espero que esta casa te haga muy
feliz, porque te aseguro que esta vecina no será agradable contigo.
—Extremadamente —espetó.
—Satisfacción no es felicidad.
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Tan pronto tomó unos sorbos de café, se levantó para irse con la
excusa de tener una cita.
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Pero él sólo la tomó del otro codo también y la miró a los ojos.
—Aún te deseo, Bella —dijo con voz suave y peligrosa, como sus
ojos—. A pesar de todo, aún te deseo, así que comenzaré a
cortejarte a partir de esta noche.
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—Ah, sí puedo.
— ¿No?
—No.
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Capítulo Cinco
Carmen se presentó más tarde, alisando sus rizos dorados y la
falda roja cuando bajó de su deportivo rojo. Bella la conocía desde
hacía mucho, y a pesar de la diferencia de edades eran buenas
amigas. Carmen tenía un buen corazón y sentido del humor.
También era divorciada y tenía deseos de reemplazar al ex marido
con alguien más adecuado. Sus estándares eran demasiado altos,
pensó Bella. Aunque decía que una billetera cargada y una lengua
educada la conformarían, era muy difícil de complacer. Había
muchos candidatos, con grandes cuentas bancarias y enormes
sonrisas, pero no duraban mucho. Bella deseaba que Carmen y su
padre se dieran cuenta de que provocaban chispas. Dicha gente
tan inteligente a veces parecía tonta.
—Sí.
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—Cállate, Carmen.
—Sabes bien que tiene una cafetera en el establo y que odia que
lo interrumpan cuando trabaja.
—No seas tonta —se rió Carmen—. Sabes que no estoy interesada
en cortejar a tu querido padre.
—Pero me temo que está casado con ese horrible suéter suyo. No,
no funcionaría. La búsqueda debe continuar.
Bella sonrió. El mundo no era tan difícil con gente como Carmen
en él. Al menos la entretenía. Las bromas siguieron hasta que
Charlie Swan apareció. Su espesa barba estaba manchada de
polvo.
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Carmen gruñó.
—No.
—Apresúrate.
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—Ah, ¿se supone que debemos recrear la charla original? —rió con
sarcasmo—. ¿Es un juego?
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*~AT~*
Unos días más tarde Edward la llamó para decirle que fuera a la
mansión a ver unos muebles que le llegarían de Londres.
—Ven a ver los jardines —sugirió él antes que ella bajara del
coche.
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—Hablo en serio.
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— ¿Sí, ¿verdad? Qué bueno que por fin aprecies mis cualidades,
Edward.
—Me subestimas.
—No es tuyo.
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— ¡Ya basta! —la cortó con voz dura—. Estoy harto de tus
protestas. Te sientes tan atraída hacia mí como yo hacia ti. Irás
conmigo en el bote durante un par de horas. Hablaremos de todo y
nos enfriaremos mucho. No mencionaremos el pasado. No te
pondré un dedo encima, pero cuando llegues a casa, más tarde,
tendrás mucho en que pensar, ¿correcto?
Hizo una mueca irónica, pero no protestó, porque sería inútil. Que
la llevara a Weymout, que la subiera a su botecito otra vez. La
última vez fue divertido ser la tripulante. Ahora sería horrible estar
atrapada en el pequeño bote, respirándolo, anhelándolo. Pero no
habría tentación real, nada que temer. Su cuerpo podía susurrar
todo lo que quisiera, pero ella no lo obedecería.
*~AT~*
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*~AT~*
— ¿Qué cosa?
—No sé. Tú dímelo. Hay algo muy poderoso entre ustedes dos,
pero no sé qué es.
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— ¿Qué cosa?
—No es cierto.
—Cállate, Carmen.
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Bella lo miró por encima del hombro. Tenía el rostro rojo por el
ejercicio y su cabello se había soltado en algunas partes de su
frente y espalda.
—Ven —insistió.
—Te dije que te fueras —lo echó, echando atrás los hombros.
—Edward, no quiero…
Él la ignoró.
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—Alice no, sólo yo. Cuando supe que habías regresado aquí, pensé
que era hora de comprarme una casa de campo y venir a buscarte.
—No me iré —la llevaba hacia el lago—. ¿La chalana sigue ahí?
—¿Ninguna de las dos cosas? —su mirada era fría y su tono duro—
. No necesito molestarme con eso. Aún seguimos casados, Bella, y
no te haré el amor hasta que estés preparada para eso. Lo cual
sucederá tarde o temprano.
—¡Nunca!
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Fue un día de otoño como ese, cuando Bella echó la chalana para
que naufragara en el lago. Durante cuatro años la observó decaer,
esperando el día en que se hundiera sin dejar rastro.
*~AT~*
—Te recogeré mañana a las ocho —anunció él—. Trae las cosas
para los mosaicos de la piscina. Almorzaremos con Carlisle.
—Será mejor que hagas una maleta para tres o cuatro días. No sé,
depende de cuánto nos tardemos. No pude llevarte en la chalana,
pero tengo muchas ganas de llevarte a Londres.
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—Sí.
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Capítulo Seis
Edward llegó puntual a las ocho. Bella lo esperaba en los escalones
con sus maletas; usaba una falda y chaqueta de color verde y una
blusa blanca de cuello alto. Él la ayudó a subir al coche y después
metió las maletas en el portaequipajes. Casi ni la miró, hasta que
puso en marcha el motor.
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—¿No? A Londres.
—Así es.
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—Así que…
Qué bueno que Carlisle estaría con ellos. Eso la salvaba de estar
todo el tiempo con Edward, Carlisle Cullen era un hombre guapo a
sus cincuenta años, de cabello espeso de color blanco y una
sonrisa divertida. Abrazó a Bella con fuerza cuando entró en el
salón.
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—No.
—Olvídalo.
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Carlisle. Supuse que para ahora ya sabría lo que tramas, pero soy
como una de esas ratas de experimento en un laberinto, y no me
molesta admitirlo. Hay algo… raro en la forma en que te comportas
conmigo. Me tienes harta.
—No sé qué planeas para mí. Todo esto de la fábrica, por ejemplo.
¿No habría sido educado de tu parte decírmelo en el coche, en vez
de soltarlo así?
—Oh, cállate.
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—Lo harás.
—Te odio.
—No te creo.
—¡Auxilio! ¡Auxilio!
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—Edward… —jadeó.
—Bien, soy todo oídos. Sólo espera a que entremos. Será más
privado ahí, ¿no crees? —subió por los escalones de una
impresiónate casa antigua. Sacó una llave y la introdujo. ¿A qué
jugaba? Eso no era un hotel…
—No todas las casas de esta calle son consultorios. Hay unas casas
muy elegantes aquí. Las admiré mucho tiempo, así que compré
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—¡Bájame!
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Bella cruzó los brazos, y entonces pudo ver que era una casa
grande, que seguramente necesitaba de servidumbre. Sonrió.
—¡Sólo si yo debato!
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Fue lo único que podía decir para callarla. Pasmada, Bella comenzó
a subir por la escalera.
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Capítulo Siete
El estudio era enorme, con grandes ventanales que miraban a la
atestada calle londinense. Había una elegante chimenea. Después
de que Bella se sentó en un sillón de terciopelo, apareció una
mujercita mayor con un vestido gris, con una botella de champaña
en una cubeta con hielo y dos copas de cristal.
—¿A dónde? ¿Al infierno? Sí, quizá esté de acuerdo contigo en eso.
¿Por qué dijo que la amaba? ¿Por qué? Un dolor enorme creció
dentro de ella. Era una tonta. Edward sólo pronunció esa palabra,
y ella lo siguió ciegamente al piso superior. Nada había cambiado,
pensó. Era tan ingenua como siempre, mientras que él podía
mentir hasta con los ojos y con los dientes.
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—¿Quieres decir que puedo ganar? Vaya, no sabía que tenía esa
opción.
—No —acordó—, no lo es, pero una vida sin eso puede ser muy
vacía, sobre todo para alguien como tú, Bella. ¿Conocerás a otro
hombre con quien hagas el amor como lo hiciste conmigo? ¿Lo
harás?
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—Para nada —se rió con dureza—. Has empezado muy bien.
Considero algo raro que me recuerdes ese hecho. A estas alturas,
debería abandonarte ya.
—Atracción mutua.
—No creo que estés tan desesperado por sexo que eso te
influencie, ¿o sí?
—¿No?
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—¿Sobre lo feliz que era contigo? —la ayudó con voz gélida.
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pero ahora estoy perdida… pensé que esta vez podría controlar
todo, pero estoy tan confundida y…
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Bella trató de cerrar los labios secos, pero no se movían. Miró con
desesperación la taza de té, pero no tenía la fuerza para
levantarla. Su hermanastra. Alice era su hermanastra, por eso la
quería. Por eso el hijo que Bella y Edward tuvieran sería más que
un sobrino para Alice. Sería doblemente tía. Sí, cualquiera estaría
feliz por ese hecho. Además, por esa razón Alice vivía en Nueva
York y Edward en Inglaterra. Aun así había un lazo…
hermanastros. Sí, por eso planearon que ella tuviera al nene que
los dos deseaban… no fueron amantes para nada… oh no… no… su
respiración se hizo irregular y su mente era un caos.
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Esa vez el ruido en sus oídos fue más fuerte que nunca. La
sensación de incredulidad era fuerte. Esa vez no tenía una puerta
de cristal cerca, ni una tormenta de verano que la protegiera del
dolor. Esa vez no había dolor que esconder. Sólo felicidad que
aliviaba un dolor profundo y arraigado. Esa vez Bella sí se
desmayó; las piernas se le doblaron y el té se derramó en la
alfombra.
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Capítulo Ocho
—Todo el día estuvo pálida. Ha estado bajo presión, así que pensé
que esa era la razón…
Bella abrió los ojos justo a tiempo para ver a un hombre de traje
que salía. Después su vista fue bloqueada por el rostro de Edward.
— ¿Edward? —balbuceó.
— ¡Me desvestiste!
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Se sorprendió cuando abrió los ojos y vio que era por la mañana.
¿Cómo se durmió si tenía cosas importantes que decirle, a
Edward? Presionó con fuerza el botón. Edward entró y abrió un
poco las cortinas. Usaba un traje oscuro con una camisa de rayas
azules.
—Mejor que en cuatro años —se sentó con una gran sonrisa. Su
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—Haré que la señora Mallory te suba algo. Temo que tengo citas
esta mañana, pero haré que el doctor…
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—Sí.
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—Sí… —se acomodó mejor y tragó saliva. Después bajó las piernas
de la cama, se levantó y la estudió. Estiró una mano y le acarició
la mejilla y la mandíbula—. Bueno, después de todo, obtuve lo que
quería —comentó fríamente.
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~@^_^@~ AT ~@^_^@~
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Edward le soltó las manos, y metió las suyas a los bolsillos. Cruzó
la habitación y se sirvió una bebida que tomó de golpe.
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—Bueno… no comprendo.
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Capítulo Nueve
Edward insistió en que se quedaran en Londres un tiempo. Era
atento y encantador cuando estaba con ella. A veces se sentía una
huésped. No era la señora de la casa, aunque el personal así la
tratara. Era como una impostora que decidía el menú para la cena
y los arreglos florales de la casa.
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—¿No es obvio?
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—¿No? —lo miró con ira—. ¿Así que piensas que cualquier tipo con
un buen antecedente puede hacer mi trabajo, eh? ¿Cómo te
atreves? Esta es mi labor, basada en mi talento. No tienes derecho
a usar mis diseños. ¿Dónde los conseguiste?
~@^_^@~ AP ~@^_^@~
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—No tanto para darse cuenta de que esos suéteres que usa no te
favorecen —sonrió—. ¿Cuándo te casaste con él?
—¿Lo amas?
—¿Perdón?
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~@^_^@~ AP ~@^_^@~
—¿Nosotros qué?
—¿Perdón?
—Nada.
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~@^_^@~ AP ~@^_^@~
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—Me cambio.
—Ah.
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—No.
—¡Ah!
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—Tú —lo acusó y fue al vestidor para ponerse una falda y una
blusa de seda—, querías que hablara y ahora me callas.
—No era esto lo que tenía en mente —suspiró Edward y dejó caer
su cuchillo.
—¿Quieres que haga mis maletas? —preguntó Bella por fin—. ¿Por
eso me llevas a Dorset? ¿Para qué me mude a casa de nuevo?
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—¿Qué tienen de malo las comidas? —lo retó sin importarle más.
—Sí, pero ella es mi amiga. Sólo le pido las cosas que a papá o a
mí nos gustan. Es diferente. No sé qué hacer aquí.
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~@^_^@~ AP ~@^_^@~
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Mientras fuera Bella Swan, como lo era, la persona que él una vez
amó, sería una causa perdida. Esa era la Bella que él no quería a
ningún precio.
—¿Qué quieres?
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Quería dormir con él esa noche y todas las demás hasta que la
echara. Eso significaba que no le quedaba nada de orgullo.
—No es cierto.
—No te odiaré, Edward. Pensé que lo hice una vez, pero eso fue
antes de que supiera la verdad.
—No, claro que no, pero esta es la forma en que seguiré actuando.
Si terminas odiándome y nos separamos, tendré que aceptarlo.
—Lamento que te moleste tanto, pero así es. Ojalá hubiera podido
controlarme cuando descubrí lo de Alice y tú. Entonces no te
habría dicho qué te amaba. Me sentiría mucho más cómoda
viviendo como tu esposa si pensara que tú no lo sabías. Pero fui
una tonta y mencioné el hecho. Primero muerta que empezar a
mentir. Puedes aceptarme como soy o no.
—Me encantaría, pero no fingiré ser quien no soy. ¿Para qué? ¿Me
querrías, si fingiera? ¿De verdad te satisfaría, Edward?
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Bella cerró los ojos. ¿Así que no soportaba pasar la Navidad sólo
con ella? No era sorprendente, pero la desilusionó. ¿Sería todo
más fácil si Alice estaba allí? Desde que descubrió la verdad, los
amargos sentimientos hacia su hermana casi se disolvían. Aún
estaba el hecho de que convenció a su madre de irse, pero ya no
le dolía tanto. Si se peleaban, quizá Edward se pondría de parte de
Alice y Bella no lo soportaría. De hecho, después de todo, él quería
a su hermanita… y no a su esposa…
~@^_^@~ AP ~@^_^@~
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—Mucho. De hecho, pon tu mano ahí… así está bien. Mmm. Muy
bien.
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No era orgullo, sino celos. Ardían como una navaja filosa. Hicieron
que Bella volviera la cara con angustia amarga. Si Carmen podía
reírse así frente a Edward, eso significaba que a él le agradaba
mucho, mucho.
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Capítulo Diez
Al día siguiente Bella se despertó tarde. Edward seguía a su lado
en la cama. Su cabello olía al humo de la fogata. Bella quería
tocarlo, pero no lo hizo. Yació despierta media noche,
atormentándose con Carmen aunque confiaba en ella, y no tendría
complicaciones. El punto era que de no ser así cualquier cosa
pasaría. Sin Bella, Edward podría enamorarse de cualquiera que lo
hiciera reír, bromeara, y lo mantuviera tibio de diversión las
veinticuatro horas.
—La cosa es, que si no cambiaré Edward, ¿para qué diablos seguir
con este matrimonio?
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Más tarde, Bella recordó que debía hablar con Carmen sobre los
diseños. Por primera vez no tenía ganas de marcar el teléfono de
su amiga. Era el incentivo que buscaba para presentarse con
Garrett Blackler, el administrador de la fábrica en Dorchester. Bella
tomó el auto compacto y fue a buscarlo.
Tenía tres o cuatro años más que ella. Era alegre, de cabello
grueso castaño y unas maneras encantadoras. También era muy
talentoso y capaz, como dijo Edward. Bella pasó todo el día con él.
~@^_^@~ AP ~@^_^@~
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—Me lo dio, pero le dije que sólo lo aceptaría si tiraba sus prendas
tejidas —murmuró con algo de mordacidad, aunque sus ojos
brillaban de alegría.
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Bella tragó saliva. No sólo Alice, pensó con tristeza. "En mi casa
también estoy muy sola".
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—Me alegro por ustedes dos —admitió Bella, deseando que Edward
la amara tanto que ella quisiera cambiar su trabajo para dedicarse
a comprar y a complacerlo.
—Por fin te encuentro. ¿Sabes qué hora es? —la sujetó del brazo.
—Se me olvidó.
Antes que pudiera protestar, Edward guió a Bella fuera del bar. El
brazo en sus hombros parecería posesivo para los demás, pero a
Bella le parecía brutal. En el estacionamiento se liberó de él.
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—¿Y tú?
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¿Qué hizo mal? Cuando él llegó otra vez a su vida, ella prometió
que no lo dejaría lastimarla. Y ahí estaba, hundiéndose más y más
en un mar de dolor. ¿Por qué aceptó vivir con él como su esposa,
cuando él confesó que no la amaba, que no quería amarla, y que
no quería que ella lo amara? Porque su entrega parecía susurrar
algo más profundo en su corazón, por eso. Había algo en la forma
en que la poseía, que seguía renovando sus creencias… su fe de
que algún día la amara. A la luz del día, no había fe alguna.
Bella ardía de celos cada vez que veía a Carmen, ya fuera con su
padre o con Edward. Su mejor amiga se había ganado el corazón
de los dos hombres a quienes Bella quería. Era tan injusto. Si tan
sólo esperaran un poco, Bella correría con su padre, quien le daba
su amor sin dudar. Ahora no tenía a quién acudir, y envidiaba a
Alice. Alice tenía el amor de Edward, su hombro en el cual llorar,
sus cuidados y su preocupación cuando tenía problemas. Bella no
tenía nada, excepto su trabajo. Edward la regañaba, incluso por
eso.
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—Ah… —comprendió Bella—. Ya veo. Sí, los dos saben que deben
adaptarse. Y se aman para querer hacerlo; pero Carmen seguirá
siendo Carmen, y mi papá, el mismo. Los cambios serán
superficiales en comparación con lo que tú me pides que haga.
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—Eras muy joven también. ¿No crees que tenías ideas que no eran
correctas?
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—Me alegra que Edward haya venido. Eso demuestra lo mucho que
piensa en ti. Esa reunión era muy importante…
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—No.
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Capítulo Final
—Pero, Edward…
—No comprendo…
Bella se quedó ahí con miedo y alivio. ¿Debía correr, ahora que
tenía la oportunidad?
—Ya lo hiciste.
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— ¿Qué diablos tiene que ver Carmen en todo esto? Quizá está un
poco loca, pero tu padre la ama. Serán felices. Es sólo otra historia
de amor y matrimonio. Eso le envidio, pero nada más.
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—No. Es decir, sí. Sé que no hice eso, pero quizá lo habría hecho si
me hubieras dejado unos minutos más.
—Lo soy.
—No —cerró los ojos e hizo una mueca—. Creí que me habías
lastimado todo cuando me dejaste, cuando dijiste que no me
amabas y que sólo quisiste usarme… para el sexo. Me convencí de
que eras demasiado joven para atarte como esposa. Demasiado
joven para comprender lo mucho que te necesitaba… o para saber
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lo que el amor real es. Pero pensé que madurarías, Bella, que
probarías la vida en la universidad, que conocerías a otros
hombres. Y que después regresarías a mí… sabrías que lo que
teníamos era muy especial. Pero cuando no regresaste… —
continuó—, pensé que… ¿qué diablos importa? Hasta que ese
amigo de Alice dijo que su hermano te llamaba la "perpetua
virgen". Entonces compré esta casa. Esperaba… pensaba que si la
vida aún no te abría los ojos, entonces yo lo haría. Tenía tantas
esperanzas. Estaba seguro de que sólo necesitabas amor y tiempo
y todas las heridas sanarían. Me equivoqué. Así que no me
mientas, Bella. Por lo menos déjame eso. Ahora vete antes de que
me lastimes más.
— ¡Ya basta! —se llevó los puños cerrados a las sienes—. ¡Basta!
—gimoteó con voz dolorosa—. ¡Por favor, Edward, escucha!
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— ¡Ya basta! —exclamó con ira—. Todo esto son puras trampas,
¿no? Eso ya lo sabías. Ahora guarda tus cosas… —sacó unas llaves
de su bolsillo y abrió un maleta.
Era la de él, la que siempre usaba, y que estaba lista para su viaje
a Milán. Sacó su ropa y la lanzó al suelo. Hubo un golpe entre sus
camisas y apareció el joyero rojo de la madre de Bella.
—Es tuyo, creo —anunció él, con desdén—. Todo tuyo, Bella. Lo he
llevado durante cuatro años conmigo, esperando que me lo
reclamaras. Estas semanas que han transcurrido esperé que me
pidieras que te pusiera tus anillos. Ahora ya no importa —terminó
con tanta miseria qué Bella quiso gritar.
—Escúchame, Edward… por favor —no sabía qué quería decir, pero
sentía la urgencia terrible de luchar por su vida. O encontraba las
palabras, o perdería al hombre al que amaba. Momentos atrás
creyó que sería lo mejor separarse para que Edward estuviera libre
y encontrara a alguien más. Ahora sabía que si se iba, los dos lo
lamentarían toda la vida.
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—Porque —habló—, yo creí algo mucho peor que eso. Era algo que
Alice dijo ese día, y claro, desde que supe que eran hermanos, me
pareció absurdo mencionártelo… yo… estaba pasmada conmigo
misma por haberlo creído, pero ahora debes escucharme, Edward,
cuando te digo que todo tenía sentido en aquel entonces.
Realmente así lo creí —hizo una pausa y tomó un respiro—. Yo…
creí que te habías casado conmigo porque Alice era infértil, que
querías que llevara al hijo que ella no podía tener —tragó saliva.
— ¡No es mentira!
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—No, no creo. Ahora entiendo mejor por qué fuiste tan cruel
cuando te fuiste, y por qué dijiste esas cosas, pero no pienso que
hayas cambiado, Bella. Ojalá yo pudiera. Me engañé todo este
tiempo pensando que cambiarías, pero no funcionó. ¿Recuerdas
ese primer día? Hablaste con demasiado entusiasmo acerca de tu
madre. Supe entonces que la amargura estaba arraigada en ti,
Bella. Bueno, eras joven y vulnerable. No me sorprendió. Alice
sabía que estabas enfadada con ella, ya que te habías quedado
sola con tu padre. Recuerda que yo pensaba que tu padre era muy
diferente —se encogió de hombros—. Ahora que lo conozco mejor,
veo que todo fue inevitable. Su amor no te ha curado tampoco.
Cuando lo conocí, supe que luchaba contra una causa perdida.
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—Creo que ahora entiendo —hizo una pausa—. ¿Creías que Alice
rompió una familia sin razón alguna?
—Sí.
—Sí, era todo lo que quería, que olvidaras el dolor. Claro, pensé
que sabías por qué Alice quiso irse, y que sólo eras terca. Pero…
bueno, maldición, Bella. Debiste saber lo que yo quería. ¿A qué
otra cosa pude referirme?
—De hecho, pensé que querías que me volviera una esposa más
adecuada para un hombre como tú. Cuando admiraste mi vestido
amarillo, dijiste que era más mordaz y fría. Pensé que eso te
gustaba. Además, deseabas que hubiera asistido a la universidad.
Eso me habría hecho más distinguida para ti. Querías que
comprara gran cantidad de ropa, que no trabajara y hablara de
asuntos actuales. Pensé que querías que me convirtiera en una
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—Yo… ay, Dios… —Bella sentía que las lágrimas le quemaban los
ojos. Podía sentir el susurro de él en su cuello. Podía sentir el aire
tibio de su aliento. Levantó la mano para acariciar su cabello y
trazar los mechones grises. Después apoyó la mejilla en el pecho
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fuerte, cerró los ojos y dejó que las lágrimas dulces de alivio se
derramaran.
Edward la abrazó con tanta ternura que las lágrimas fluyeron más.
Después movió una mano para tirar de la colcha, con la ropa
encima, al suelo. Llevó ahí a Bella y la sentó. Después comenzó a
besarla.
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aceituna eran los mismos que ella conocía. Bajó la cabeza y besó
su piel con infinita ternura. Los vellos en los hombros de él se
levantaron y enviaron una ola de deseo en Bella. Se acostó junto a
él, apoyando el cuerpo contra la espalda larga, sintiendo la curva
dura del trasero presionar sus muslos.
Con los ojos abiertos, Edward deslizó los labios por su cuello y
llegó hasta los senos. Ligeramente besó los pezones endurecidos,
dejando que sus labios los rozaran, antes de provocarlos más con
la punta de la lengua. Chupa primero uno y después el otro,
tirando duro hasta que Bella se estremeció de deseo.
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Bella cerró los ojos, anhelando que sus cuerpos se hicieran uno. La
poseyó despacio, agolpando la sangre en sus venas, sacando el
aire de sus pulmones, liberando una música salvaje en sus oídos.
Después empujó firme, llevándola a un mar de calma perfecta.
Bella se cerró alrededor de él, y su mente se vaciaba en ese
espacio sin tiempo. El color que veía detrás de sus párpados era
más blanco que la luz y más brillante que las estrellas debido al
éxtasis.
Para Bella, vestirse fue muy difícil ya que Edward seguía besándole
los senos.
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—No los puedo culpar por eso, Carmen. Son una pareja con años
de matrimonio —le guiñó un ojo a Bella.
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—Mira. Eso iba a decir. Sólo que iba a sugerir que fuéramos todos
a Italia y celebremos allá.
Alice se rió.
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—Ah, uno de esos cambios que planeas para mí —se quedó callado
un momento y después tomó una tira de píldoras del buró—. Hay
algunos cambios que también quiero planear para ti —reflexionó—.
Pero supongo que es prematuro mencionarlos…
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Cuando Bella cerró los ojos contra la boca de él, una ola de deseo
energético estalló dentro de sí. "Ojos verdes", pensó. "Como
él". "E impecable buen gusto para los hombres", agregó, "como
yo".
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*~*FIN*~*
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