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© Dora Fried Schnitman, Tesis, Capítulo 1 1

Fried Schnitman, D. (1983): Cultural issues in family therapy: A sistemic model. Tesis
doctoral. Wright Institute Graduate School of Psychology. Berkeley. Traducción:
Lorna Myers (supervisada por la autora).

SECCION 1

LA TEORIA GENERAL DE LOS SISTEMAS EN LA TERAPIA FAMILIAR 1

Esta sección expone el proceso de intersección y confluencia que se da entre


la teoría general de los sistemas y la terapia familiar. Con este objetivo presenta una
visión panorámica del desarrollo de las construcciones conceptuales de la teoría
general de los sistemas (Capítulo 1) y considera su impacto e influencia en el
desarrollo de la terapia familiar (Capítulo 2), focalizándose en los enfoques
epistemológicos que han ayudado a moldear formulaciones teóricas en la terapia
familiar.
Se enfatizan aquellas perpectivas que pueden facilitar un encuadre más
general para la formulación de modelos transculturales y cross-culturales.

Capítulo 1

LA TEORIA SISTÉMICA:
UN MARCO CONCEPTUAL EN TERAPIA FAMILIAR

Este capítulo ofrece una visión panorámica de los enfoques epistemológicos


que han influido las formulaciones teóricas en terapia familiar. Distingue dos etapas
en el desarrollo de las mismas: la primera abarca las formulaciones tempranas de la
Teoría General de los Sistemas que enfatizan la unidad y el manteniemiento del
sistema por medio de un cambio continuo; la segunda se caracteriza por una
progresiva introducción de la perspectiva evolutiva.
Se sostendrá un tanto histórico como sistemático, enfatizando las perspectivas
y conceptos necesarios para la formulación de un encuadre general para modelos
transculturales y cross-culturales en terapia familiar.

La teoría sistémica: una visión panorámica


1
En: D. Fried Schnitman (1983) Cultural issues in family therapy: A sistemic model.
Tesis Doctoral. Wright Institute Graduate School of Psychology. Berkeley.
Traducción Lorna Myers (supervisada por la autora).
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La teoría general de los sistemas – originariamente desarrollada en el campo


de las ciencias bilógicas– puede ser caracterizada como un campo lógico-
matemático que abarca las nuevas doctrinas científicas de la totalidad, la interacción
dinámica y la organización. En 1945, Bertalanffy, biológo centrado en la
elaboración de conceptos "organísmicos" desde 1928, unificó todas sus ideas bajo el
nombre de Teoría General de los Sistemas (Bertalanffy, 1968). Casi
simultáneamente se publicaron el trabajo de Wiener sobre cibernética (1948), los
trabajos sobre teoría de la comunicación de Shannon y Weaver (1949) y sobre teoría
del juego de von Neumann y Morgenstern (1949). Todas estas teorías compartían el
interés por el estudio de objetos complejos con metodologías no reduccionistas.2
Si bien los científicos han enfatizado diferentes aspectos de la teoría
sistémica, usaré principalmente la perspectiva de Bertalanffy. Según este autor, la
teoría general de los sistemas se propone la formulación y derivación de los
principios válidos para los sistemas en general (Bertalanffy, 1956, 1968). La teoría
postula que hay principios que se aplican a los diversos sistemas (o a subclases de
sistemas) independientemente de la naturaleza de los mismos, de la de sus
componentes, o de las relaciones o fuerzas que existen entre ellos (Bertalanffy,
1974, p.1100; también 1950, 1956, 1968).
El enfoque sistémico enfatiza la unidad de las ciencias, considera a la
organización como principio unificador, cuestiona la reducción y busca
isomorfismos estructurales generales dentro de los sistemas.

El problema sistémico
El problema sistémico es esencialmente el problema de las limitaciones del
paradigma científico clásico y los procedimientos sumativo-analíticos en las
ciencias. (Bertalanffy, 1968, pp 18-19) La biología y las ciencias sociales y del
comportamiento se enfrentan con objetos de estudio complejos y organizados que
pueden pasar espontáneamente a estados de mayor organización. Sin embargo, un
conjunto de problemas relevantes para estas ciencias fueron eludidos mediante
abordajes analíticos y explicados por medio de la acción de factores teleológicos
(soul-like), desde una perspectiva vitalista. Así, quedaron sin respuesta problemas
centrales para estas ciencias, como la organización de las partes en el mantenimiento
de la totalidad, el aumento en la organización, la interacción dinámica, el orden, la
formación de patrones (patterning), las regulaciones espontáneas posteriores a

2
El interés por encontrar metodologías apropiadas para el estudio de objetos
complejos no es un fenómeno restringido sólo a la Teoría General de los Sistemas.
Se han desarrollado trabajos en cursos similares en los EEUU y en Europa, tales
como los dearrollados por Chomsky y Saussure en la Lingüística, Roland Barthes
en la Semiótica, Lévi Strauss, en la Antropología y Piaget en la Psicología
Evolutiva. Se ha postulado que una similaridad como ésta indica una convergencia
epistemológica y metodológica entre tendencias de pensamiento estructurales y
sistémicas en el siglo XX (ver Baluberg, Yudin, Sadovsky, 1977, Caps 1 y 2;
Wilden, 1972).
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perturbaciones, el mantenimiento de los sistemas, mediante el cambio continuo, la


regulación y aparente teleología del comportamiento humano.
Según Bertalanffy (1968, p.92), el descuido de estos problemas, desde la
perspectiva del paradigma científico clásico, constituyó una de las razones primarias
que condujeron al desarrollo de la Teoría General de los Sistemas.
Históricamente, un segundo motivo que impulsó el desarrollo de la Teoría
General de los Sistemas fue que las ciencias clásicas estaban ocupadas
principalmente con problemas ligados con dos variables, con cadenas causales en
una dirección –sólo una causa para un efecto– o a lo sumo algunas pocas variables.
Sin embargo, muchos de los problemas que se presentaban en las ciencias
biológicas, del comportamiento y sociales, eran de covariables o de múltiples
variables para los cuales eran necesarios nuevos instrumentos. El surgimiento de
modelos con interacciones multivariables, organización, automantenimiento,
autorregulación, direccionalidad, etc., implicó la introducción de nuevas categorías
en el pensamiento y la investigación científica –categorías capaces de superar las
limitaciones conceptuales y metodológicas de posiciones y conflictos mecanicístico-
vitalistas.
Mediante el desarrollo de la Teoría General de los Sistemas, Bertalanffy
intentó resolver este conflicto mecanicístico-vitalista en la biología y superar las
limitaciones de cada una de estas perspectivas.
Muy sintéticamente podría plantearse que el conflicto entre estas dos
posiciones giraba en torno a posiciones encontradas entre científicos que insistían en
que los sistemas de tipo teleológico, presentes en la biología y en las ciencias del
comportamiento, podían ser explicados de manera mecanicista, preservando así un
abordaje de naturaleza reduccionista. Otros científicos proponían que era necesaria
la suposición de un elemento vitalista para comprender a los sistemas teleológicos o
dirigidos por metas, por ejemplo, los sistemas biológicos y sociales.
Bertalanffy propuso que la resolución de este conflicto requería una
expansión conceptual y metodológica de la perspectiva analítico-sumativa de las
ciencias, de tal manera que los procesos de acrecentada complejidad, orden y
organización pudieran explicarse científicamente sin necesidad de recurrir a los
principios vitalistas.
Bertalanffy entendía que las ciencias biológicas enfrentaban dificultades para
explicar los procesos de creciente complejidad y organización en sistemas vivientes,
porque estaban limitadas por explicaciones científicas apoyadas exclusivamente
metodologías analítico-sumativa y un énfasis en la independiencia de variables.
En esencia, las explicaciones analítico-sumativas se basan en el desarrollo de
una serie de relaciones secuenciales de causa-efecto, cada una de las cuales tiene el
objetivo de descubrir un suceso precedente fundamental que se asume como
causalmente explicativo del comportamiento final que se está estudiando.
Los procedimientos analíticos en ciencia suponen que las entidades que se
estudian pueden ser resueltas, reconstituidas o constituidas a partir de sus partes
componentes.
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La aplicación científica de procedimientos analíticos depende de dos


condiciones: en primer lugar, que la interacción entre las partes o componentes del
sistema no exista o sea suficientemente débil como para ser ignorada de acuerdo con
los propósitos de la investigación; con esta condición, algunas partes pueden ser
analíticamente distinguidas y luego rearmadas. En segundo lugar, la relación que
describe el comportamiento de las partes debe ser lineal; sólo de ese modo se
dispone de la condición de sumatividad (Bertalanffy, 1968, p 19; Blauberg,
Sadovsky y Judin, 1977).
Estas condiciones no se cumplen en las entidades denominadas sistemas, que
están constituidas por partes en interacción. La naturaleza de un sistema consiste
precisamente en interacciones. Un sistema, o una complejidad organizada, puede ser
definida por la existencia de fuertes interacciones (Rappaport, 1966) o por
interacciones que no son triviales (Simon, 1965). La red recursiva de relaciones
entre los componentes sistémicos es esencial a la noción de un sistema. Un sistema
no se comporta como un compuesto de partes independientes, sino como una
totalidad indivisible. Por lo tanto, los abordajes analítico-sumativos sólo pueden ser
aplicados a sistemas intrínsecamente muy simples o a aquellos que pueden ser
analizados en simples componentes. Un sistema complejo no puede ser considerado
equivalente a la suma de sus partes; semejante análisis de segmentos aislados
destruye el mismo objeto de estudio.
Un sistema está tan dinámicamente interconectado que los cambios en un
elemento o en una relación evocan cambios en otros elementos o relaciones. En la
Teoría General de los Sistemas, la existencia de relaciones unilaterales entre los
elementos es reemplazada por modelos circulares de interacción dinámica y por
circuitos de retroalimentación cibernética. Los modelos sistémicos conceptualizan
formas de relaciones recursivas, altamente complejas, muy diferentes de las
relaciones lineales causa-efecto.
La provisión de herramientas conceptuales para el estudio de los sitemas
complejos ha sido y continúa siendo el problema metodológico de la Teoría General
de los Sistemas. Este problema metodológico incluye tanto las características
esenciales de las interacciones entre los componentes del sistema, como las
relaciones entre los componentes que son contingentes a esta forma de interacción.

Desde el elementalismo, el mecanicismo y las condiciones iniciales a la


totalidad, la recursividad y los parámetros sistémicos
Con el propósito de generar instrumentos conceptuales para el estudio de los
objetos complejos, la Teoría Sistémica reconsideró algunas de las premisas implícita
o explícitamente aceptadas en la ciencia, incluyendo el elementalismo, el
mecanicismo y las condiciones iniciales de los fenómenos de estudio.
El elementalismo refiere a un método de conocimiento que esencialmente se
ocupa de la búsqueda de elementos sustanciales, indivisibles y fundamentales, a los
que puede ser reducido cualquier objeto (en nuestro caso, la búsqueda de actos
psíquicos últimos, conductas o eventos elementales e indivisibles).
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El mecanicismo considera que en el análisis final todos los procesos pueden


ser explicados por el estudio de conexiones causales rígidas en las que la causa
produce un único efecto. Combinado con el elementalismo, el mecanicismo surgió
como un intento de explicar cualquier fenómeno por medio de una serie de cadenas
elementales e indivisibles.
En cambio, la Teoría General de los Sistemas propuso una perspectiva
centrada en las nociones de totalidad y circularidad. A partir de la premisa de que el
sistema como totalidad es más que la suma de las partes y que las características
constitutivas de un sistema dependen de las relaciones recursivas que se dan en su
interior, los rasgos de un sistema no pueden ser explicados sobre la base de partes
aisladas –un sistema presenta características nuevas o emergentes cuando se
compara con sus partes constitutivas. El concepto de totalidad (abordaje integrativo)
procede de acuerdo al principio que establece la irreductibilidad de lo complejo a lo
simple, de la totalidad a sus partes. Se considera que el objeto íntegro –la familia en
el caso de la terapia familiar– posee propiedades y cualidades que no se encuentran
en sus partes constitutivas (individuos y subsistemas familiares). Los instrumentos
analíticos, tales como la covariación por medio de la interacción dinámica y los
circuitos de retroalimentación circular, se ajustan mejor al principio de totalidad que
al de cadenas causales lineales.
Finalmente, esta perspectiva produjo el desplazamiento del foco de interés y
la metodología de análisis desde el origen de un sistema hacia sus parámetros,
contextos, procesos y organización. Propuso que los sistemas abiertos (vivos)
constituyen una unidad con su ambiente y que los parámetros del sistema mantienen
la organización, al mismo tiempo que la organización mantiene el valor de estos
parámetros. Se entiende así que la organización depende más de los parámetros que
de las condiciones inciales (a diferencia de los sistemas inorgánicos cerrados).
La formulación novedosa del problema de la totalidad –en las ciencias del
comportamiento y en la biología– resultó posible por el desarrollo de las ideas
organísmicas. Este avance se complementó con el desarollo de la ecología, que
considera a la naturaleza viviente como una interface de los sistemas
interrelacionados, complejos y de múltiples niveles. Los estudios ecológicos fueron
de particular importancia porque prepararon las condiciones previas para el
desarrollo sistemático de las teorías de las organizaciones vivientes en contexto.
Como resultado se reconoció que tenía tanta importancia la organización de la
naturaleza viviente en contexto como la capacidad evolutiva que posee la vida
(Khailov, 1968).

La revolución sistémica: el estudio científico de la complejidad


organizada
Con frecuencia se presenta a la teoría general de los sistemas como un
paradigma surgido a partir de la revolución científica del siglo XX, posibilitada más
por una revisión arrasadora del aparato conceptual en las ramas principales del
conocimiento, que por la acumulación de nuevos datos empíricos.
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Desde los trabajos de Kuhn (1970) se plantea que las revoluciones científicas
se caracterizan por la aparición de nuevos paradigmas o nuevos esquemas
conceptuales. Éstos incluyen aspectos no percibidos anteriormente o suprimidos por
paradigmas previos y que, desde la nueva perspectiva, se convierten en relevantes.
Se produce un desplazamiento en relación a los problemas que se distinguen e
investigan y un cambio en las reglas que ordenan la práctica científica. El nuevo
paradigma enfoca nuevos problemas, en muchos casos, previamente rechazados
como metafísicos.
Refiriéndose a la revolución científica producida por la teoría general de los
sistemas, Warren Weaver3 (1948) planteó que la física clásica desarrollaba
exitosamente una teoría de complejidad desorganizada enraizada en las leyes del
azar y de probabilidad y en la segunda ley de la termodinámica. Los científicos del
siglo XX enfrentaban el problema fundamental de la complejidad organizada. Los
conceptos de organización, totalidad, teleología y diferenciación –ajenos a la física
convencional e indispensables para trabajar con los organismos vivientes y los
grupos sociales– emergieron por todos lados en las ciencias biológicas, del
comportamiento y sociales. Esta exploración científica permitió considerar aspectos
de la realidad que previamente se había estimado que superaban las fronteras de la
ciencia.
Por lo tanto, un problema básico de las ciencias modernas fue la necesidad de
una teoría general de la organización. La Teoría General de los Sistemas abordó el
estudio de la organización en sistemas complejos y fue capaz de definir conceptos y
–en casos apropiados– de analizarlos cuantitativamente (Bertalanffy, 1968, p 34). Se
desarrolló una selección de nuevas concepciones, modelos y campos matemáticos
para tratarlos, incluyendo la cibernética, la teoría de la información, la teoría general
de los sistemas, en sentido estricto, la teoría del juego, la teoría del autómata, el
análisis de sistemas por medio de la teoría de conjuntos y gráficas, entre otras.
Si bien las ideas de Kuhn sobre la evolución de los paradigmas científicos se
desarrollaron a partir del estudio de las revoluciones clásicas en la física y la
química, encajan bien con los cambios producidos por los conceptos sistémicos y
ayudan a comprender tanto los méritos como las limitaciones de la introducción de
conceptos organísmicos y sistémicos en el pensamiento científico en general y en la
ciencia del comportamiento en particular. Kuhn sugirió que cuando se introducen
nuevos paradigmas se pone un énfasis mayor en el análisis filosófico que el que se
pone durante el período de ciencia "normal". Las primeras versiones de los
paradigmas son, en su mayoría, poco refinadas y alejadas de la perfección, con
profusión de teorías, cada una limitada por el número de problemas que trata.

3
Weaver distingue tres etapas en el desarrollo de objetos de análisis científico: 1) una
simplicidad organizada (el mundo de la mecánica clísica); 2) una complejidad
desorganizada (el mundo de la física estadística clásica), y 3) una complejidad
organizada que fue alcanzada por la ciencia del siglo XX. (Weaver, 1948, pp 536-
544)
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La investigación en la teoría general de los sistemas desarrolló nuevas


concepciones y modelos para el estudio de la organización de los sistemas
complejos en diferentes ciencias y, con el tiempo, devino en un abanico abarcativo
de numerosas disciplinas y ramas. Estas ramas formales tenían rasgos comunes, en
tanto sus conceptos, fundamentos y abordajes metodológicos, en cierta medida se
superponían.4
Sin embargo, la extansa difusión de los conceptos sistémicos y más aun el
hecho de que la teoría general de los sistemas representó un paradigma novedoso en
el pensamiento científico, tuvo como consecuencia que los conceptos sistémicos
hayan sido definidos y desarrollados de diferentes formas, según fue requerido por
varias disciplinas y objetivos de investigación. (Bertalanffy, 1968, p XVII)

La teoría general de los sistemas y las ciencias del comportamiento


El impacto producido por los conocimientos sistémicos en las ciencias del
comportamiento es considerado frecuentemente como una revolución paradigmática
(Bateson, 1972, 1978, 1979; Hoffman, 1981; Sluzki, 1978; Selvini Palozzoli,
Cecchin, Prata y Boscolo, 1978; Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967). A partir de
los años '50 se introdujeron conceptos de diferentes ciencias sistémicas al estudio de
la interacción y de la comunicación humana. La teoría general de los sistemas –con
su énfasis en la totalidad, las relaciones, la interacción dinámica, la recursividad y la
formación de patrones– resultó muy atractiva para un grupo emergente de
investigadores y clínicos. Estos conceptos sistémicos resultaron particularmente
atractivos para los científicos del comportamiento interesados en estudiar las
relaciones entre individuos y entre grupos, y se convirtieron en principios teóricos
de un área emergente de investigación centrada en el estudio de las interacciones y
comunicaciones en las relaciones estables y actuales de grupos humanos, que
posteriormente se convirtió en la terapia familiar. Gregory Bateson y su grupo de
investigación de Palo Alto desempeñaron un papel fundamental en este desarrollo.
Aunque por lo general, los científicos del comportamiento no usaron modelos
matemáticos formales, descubrieron poderosas analogías, conceptos y metodologías
que poseían un claro valor heurístico dentro de sus campos, y utilizaron conceptos
sistémicos para desarrollar modelos sobre comunicación, procesos interpersonales, y
organización y cambio familiar. Numerosos investigadores expandieron los
conceptos y los usaron de modo filosófico o analógico, aunque con menos precisión.
Algunos aspectos comunes de la Teoría General de los Sistemas fueron introducidos
en las ciencias del comportamiento:
1) el énfasis en la totalidad y en la no-sumatividad;
2) la tendencia a enfatizar las relaciones constitutivas entre unidades en vez
de enfatizar las unidades mismas;
4
Desafortunadamente, como no existe una Teoría General de los Sistemas unificada,
con frecuencia son poco claras las relaciones que existen entre los conceptos de
diferentes ramas sistémicas. En otras circunstancias, los conceptos sistémicos son
usados más como nociones filosóficas que científicas.
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3) el desplazamiento del foco desde el énfasis en los atributos del sistema


hacia la organización de los elementos y la red de relaciones entre ellos;
4) el traslado del énfasis en la transformación de energía a la información;
5) una tendencia a rechazar las nociones de causalidad lineal y las variables
experimentales independientes y una preferencia por los métodos de análisis basados
en la interacción dinámica, la circularidad y la recursividad;
6) se enfatizó la perspectiva contextual y ecológica en vez del aislamiento;
7) se privilegió la organización y los parámetros sistémicos por encima de las
condiciones iniciales.
En suma, los científicos del comportamiento compartieron con otros
investigadores sistémicos un énfasis conceptual focalizado en la complejidad y la
organización, y el alejamiento metodológico de los métodos científicos previos
basados en premisas analítico-sumativas y en la independencia de variables.

La teoría sistémica y la cibernética: ¿una revolución tecnológica o


científica?
La teoría general de los sistemas fue la culminación de un cambio de la
perspectiva científica que ha estado esforzándose para emerger durante los últimos
cien años.
Un concepto erróneo, aunque ampliamente difundido, sugiere que emergió de
la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, sus raíces están muy alejadas de la
producción de armamentos militares y de los desarrollos tecnológicos relacionados
con ella (Bertalanffy, 1968, pp 15-17).
Las cuestionables concepciones acerca de los orígenes, el desarrollo y las
implicaciones de la teoría general de los sistemas han tenido consecuencias sobre las
que vale la pena centrarse. En primer lugar, cabe señalar que la concepción que liga
la teoría sistémica al desarrollo tecnológico y a la ingeniería oscurece la
convergencia epistemológica y metodológica entre la teoría general de los sistemas
y otros desarrollos científicos del siglo XX, que también apuntan a estudiar objetos
organizacionales complejos con métodos no reduccionistas. Segundo, esta visión
nos presenta un enfoque ahistórico del desarrollo de la teoría general de los sistemas.
Enfatiza un aspecto de esta teoría, ligado a la cibernética y la teoría del control, y
privilegia desarrollos tecnológicos sobre adelantos teóricos. Esta tendencia enfatiza
un modelo ingenieril en las ciencias del comportamiento, caracterizando
innecesariamente el estudio de la organización en los sistemas vivientes con
“modelos mecanicistas”; en otras palabras, ignora las diferencias entre aplicaciones
ingenieriles y aplicaciones a los sistemas vivientes.
Por muchos años los biólogos y científicos del comportamiento se
preocuparon por los requisitos específicos para aplicar conceptos y modelos
sistémicos a sistemas vivientes y sociales. En sus primeros trabajos, Bertalanffy
trató este tema y sugirió la necesidad de realizar distinciones refinadas,
particularmente entre constricciones estructurales en procesos en máquinas y
constricciones en sistemas evolutivos vivientes. Las máquinas están compuestas por
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componentes sólidos y fijos y, en gran medida, los aspectos estructurales de su


construcción determinan los procesos que pueden realizar. En los sistemas
biológicos y sociales, la noción de sistema no está restringida por los componentes
estructurales ni por su configuración. En estos casos, el sistema se presenta como un
conjunto coherente, evolutivo e interactuante de procesos que, sólo transitoriamente,
se manifiesta en estructuras relativamente estables (Buckley, 1967, 1968; Jantsch,
19809; Nicolis y Prigogine, 1977; Varela, Marutana y Uribe, 1974; Marutana y
Varela, 1975).
El crecimiento, la creatividad y el cambio espontáneo, son rasgos de los
sistemas biológicos y sociales, pero no de las máquinas. Los modelos sistémicos
aplicados a estas disciplinas necesitan incorporar la naturaleza evolutiva de esos
sistemas. Al contrario que las disciplinas ingenieriles, la biología y las ciencias
sociales requieren un énfasis mayor en los procesos que en la estructura porque,
precisamente, el interjuego entre procesos puede llevar hacia nuevas formas
estructurales.

Dialéctica entre mantenimiento y cambio


El desarrollo temprano de la cibernética y la teoría general de los sistemas se
caracterizó por el énfasis en la estructura, la adaptación y el equilibrio dinámico con
el propósito de comprender cómo una organización dada podía ser estabilizada y
mantenida por medio del cambio continuo, encubriendo así el dominio de la
autoorganización y la autoregulación que dan cuenta del comportamiento coherente
a lo largo del tiempo, asociado con el mantenimiento del sistema. Sin embargo, las
estructuras vivientes y sociales no pueden ser estabilizadas de manera permanente,
requirieron una comprensión de las transformaciones espontáneas, como así también
una integración progresiva del estudio del cambio estructural y la capacidad de
transformaciones espontáneas del sistema como un dominio necesario.
La dialéctica entre estabilidad y cambio y el estudio de cómo se organizan las
nuevas formas de interacción fueron temas de gran interés para Bertalanffy (1968) y
Wiener. Ambos propusieron formulaciones intuitivas que fueron sustanciadas y
refinadas en las ciencias sociales durante los años '60 (Bateson, 1972; Buckley,
1967, 1968; Cad Wallader, 1968; Maruyama, 1963; Lazlo, 1972). En los '70 se
enfatizó aun más la llamada perspectiva evolutiva en biología y en ciencias sociales
(Holling, 1976; Jsantsch, 1980; Jantsch y Waddington, 1976; Nicolis y Prigogine,
1977; Prigogine, 1976; Prigogine y Stengers, 1979).
Estas dos formulaciones posteriores se caracterizaron por refinar una
perspectiva de los sistemas vivientes centrada en los procesos y por *desenfatizar
¿decrecer, disminuir?* el rol de las constricciones estructurales. Consideraron los
sistemas vivientes como conjuntos interactuantes de procesos que pueden ser
estabilizados temporariamente o evolucionar hacia nuevas formas estructurales. Los
sistemas vivientes no son abiertos sólo porque sus intercambios con el ambiente son
esenciales a su organización –como sugirió Bertalanffy– sino que lo son de un modo
más sutil; es decir, son abiertos internamente porque pueden cambiar su
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organización y las reglas de su organización (Eigen y Schuster, 1979; Jantsch, 1980;


Stengers, en Elkaim, 1980b).
Tal como sugirió Prigogine, las formulaciones tempranas focalizadas en la
estabilidad de los sistemas, presentaban a éstos como inmunes a sus propias
fluctuaciones y a la posibilidad de cambio (en Elkaim, 1980b). Esas perspectivas
tempranas han sido reformuladas, lográndose una comprensión más clara de la
dialéctica entre mantenimiento y cambio. Una comprensión como ésta es de crucial
importancia para sistemas socio-culturales, tales como la familia, cuya habilidad
para reorganizarse y cambiar se relaciona directamente con su capacidad para la
superviviencia. Estos temas condujeron a modificaciones radicales en el estudio de
los sistemas.

El manteniento por medio del cambio continuo: la primera sistémica y


los comienzos de la terapia familiar
Bertalanffy y Norbent Wiener estudiaron los sistemas como entidades que se
autorregulan, que mantienen su unidad y su identidad a través de procesos
complejos y dinámicos. Pensaron los sistemas como estables y los estudiaron
utilizando modelos del cuasi-equilibrio.
Tradicionalmente el análisis de la estabilidad igualaba a los estados de
mantenimiento con condiciones cercanas al equilibrio. Esta conveniencia era dictada
por la complejidad y las dificultades analíticas surgidas al estudiar el
comportamiento de sistemas no lineales lejos del equilibrio. (Holling, 1976) Sin
embargo, los enfoques de cuasi-equilibrio ofrecían poco insight con respecto al
comportamiento transitorio de los sistemas que no están próximos al equilibrio. Si
bien ambos autores estaban preocupados por el estudio del comportamiento
transitorio y la organización de nuevas formas, su comprensión en esta área
consistió en formulaciones intuitivas posteriormente desarrolladas en mayor
profundidad por otros investigadores sistémicos en los '60 y '70 (Jantsch, 1980).

Sistemas abiertos y estados estacionarios: de los sistemas


termodinámicamente abiertos a la familia como sistema abierto. Von
Bertalanffy marcó una revolucionaria distinción entre sistemas cerrados y abiertos.
El concepto de sistemas abiertos caracterizaba a los sistemas vivientes por un estado
de constante flujo e intercambio con el ambiente. Este “concepto organísmico”5 se
basó en la idea de que el organismo no es un conglomerado de elementos separados,
sino un sistema que posee totalidad y organización; así los organismos, como

5
Bertalanffy desarrolló una perspectiva organísmica en sus estudios del metabolismo,
del crecimiento y de la biofísica del organismo, y formuló una teoría sobre sistemas
abiertos y estados estacionarios. Esta formulación fue esencialmente una expansión
de la física, química, quinética y termodinámica convencional. Posteriormente la
amplió y generalizó aun más y eventualmente la unificó bajo el nombre de la Teoría
General de los Sistemas.
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sistemas abiertos, estaban en continuo intercambio internamente e interactuando con


el ambiente.
La mayor contribución de Bertalanffy fue establecer que esta apertura no
excluye la estabilidad ni la organización en los sistemas, tampoco los excluye de ser
estudiados científicamente. En apoyo a esta perspectiva formuló una teoría de
“sistemas abiertos y estados estacionarios” refierida a las propiedades de los
organismos vivientes que les permiten permanecer relativamente estables a pesar de
los cambios constantes en el ingreso de materia y energía.
Los sistemas cerrados –por ejemplo, los inorgánicos– están aislados y no
participan de intercambios con el ambiente. Tienen fronteras impermeables y
siempre contienen idénticos componentes. En estos sistemas hay un equilibrio
químico basado en reacciones reversibles. La etapa final que logra un sistema
cerrado es determinada por las condiciones iniciales y cambiará si las condiciones
iniciales se modifican.
De acuerdo con la termodinámica tradicional, la dirección general de los
sucesos físicos apunta hacia estados de máxima entropía y desorden molecular,
tendiendo como resultado a reducir la diferenciación. Un sistema cerrado debe
eventualmente alcanzar un estado de equilibrio independiente del tiempo definido
por una máxima entropía y un mínimo de energía libre en el que la proporción
(ratio) entre las fases permanece constante.
Por el contrario, los sistemas abiertos sostienen intercambios con el ambiente,
tanto de energía-materia como de información, dando lugar a incorporaciones y
salidas, y a una continua construcción y desintegración de sus componentes
materiales. Estos sistemas están en un estado de cuasi-estabilidad. Los sistemas
abiertos tienen fronteras que son al menos parcialmente permeables que permiten los
intercambios con el ambiente. El ingreso de energía-materia y de información a los
sistemas abiertos permite el mantenimiento de un alto grado de orden e inclusive
promueve el avance hacia un orden y una organización superiores –negentropía– en
vez de apuntar hacia un estado de máxima entropía y azar.6
Un sistema abierto puede alcanzar un estado estacionario independiente del
tiempo en el cual el sistema permanece constante como totalidad con excepción del
flujo de materiales componentes.7 Los estados estacionarios difieren del equilibrio

6
Las propiedades indicadas como características de los sistemas humanos –
mantenimiento del equilibrio dinámico, independencia de la cantidad absoluta de
componentes, mantenimiento de la composición de los sistemas bajo condiciones de
cambio y nutrición, restablecimiento del equilibrio dinámico después del
incremento del catabolismo normal por estimulación, orden dinámico de procesos,
etc.– son consecuencia de su condición de sistemas abiertos.
7
La definición que hace del organismo como sistema de estado estacionario sólo es
válida cuando se consideran períodos más cortos de tiempo. Si se considera el ciclo
vital total, raras veces el proceso pareciera estacionario, sino más bien
cuasiestacionario, sujeto a cambios que se dan con la suficiente lentitud como para
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verdadero. Un sistema en estado estacionario exhibe notables características


autorregulatorias, permaneciendo constante en su composición a pesar del ingreso-
egreso constante de energía-materia y de información, del fenómeno de construcción
y desintegración, y de la presencia de continuos procesos irreversibles. Un sistema
en estado estacionario mantiene una proporción constante entre sus componentes
que depende únicamente de las constantes de reacción, de la naturaleza del proceso,
o de los parámetros del sistema.
Las características regulatorias de los estados estacionarios en los sistemas
abiertos se hacen particularmente evidentes en su equifinalidad. Si se alcanza un
estado estacionario en un sistema abierto, ese estado es independiente de las
condiciones iniciales y está determinado sólo por los parámetros del sistema. La
equifinalidad es un aspecto del orden dinámico característico de los procesos
organísmicos. En contraste a los sistemas cerrados –en los que el estado final
depende de las condiciones iniciales– el mismo estado final en un sistema abierto
puede alcanzarse desde diferentes condiciones iniciales, de diferentes modos y
después de que tuvieron lugar perturbaciones del proceso.
Bertalanffy remarcó la importancia de un abordaje dinámico para el estudio
de los fenómenos biológicos y psicosociales e insistió en la importancia de
considerar al organismo como activo y no sólo como reactivo. Criticó las
metodologías y orientaciones que igualaban la estructura del organismo a la de la
máquina, porque consideraban al organismo como estático y actuando sólo en
respuesta a influencias externas. Sus críticas se basaron en la idea de que en los
sistemas vivientes no hay partes fijas que puedan asimilarse a piezas electrónicas, ya
que esta perspectiva ignora que la interacción entre los procesos internos en los
sistemas es la fuente de lo novedoso, lo creativo y los cambios espontáneos de los
que son capaces los sistemas vivientes. 8
Sin embargo, estudió organismos vivientes en general desde el punto de vista
de su comportamiento equifinal y, consecuentemente, como sistemas relativamente
estables que son tanto predecibles como caracterizables. El énfasis en el estado
estacionario y la equifinalidad le permitió utilizar modelos similares a los que se
usan frecuentemente para los sistemas cerrados (Stengers, en Elkaim, 1980b).

permitir una investigación. Se refiere a este fenómeno de cambio a lo largo del


tiempo como morfogénesis (Bertalanffy, 1968).
8
Bertalanffy consideraba que los enfoques cibernéticos tenían deficiencias similares
a las que los modelos mecanicistas tenían en el pasado –en tanto estudiaban a los
sistemas vivientes con modelos similares a los de las máquinas y enfatizaban
diferenciaciones estructurales y constricciones en lugar de procesos dinámicos. Esta
línea de razonamiento lo condujo a oponerse a la noción de configuraciones
estructurales basadas en regulaciones cibernéticas, porque dudaba de endosar una
perspectiva en la que la diferenciación estructural tenía precedencia sobre el
funcionamiento en sistemas vivientes (con excepción de la homestasis). Bertalanffy
también sugirió que el modelo cibernético enfatizaba el rol de los cambios externos
en un sistema que obligaban al sistema a adaptarse (Bertalanffy, 1968).
© Dora Fried Schnitman, Tesis, Capítulo 1 13

La distinción propuesta por Bertalanffy entre sistemas abiertos y cerrados


liberó al estudio de los fenómenos vivientes de las restricciones impuestas por los
modelos y métodos teóricos basados exclusivamente en los sistemas cerrados. Los
conceptos de Bertalanffy respecto a los sistemas vivientes tuvieron gran influencia
sobre los científicos del comportamiento que se interesaban en grupos y en
relaciones entre grupos. En particular, los terapeutas familiares definieron a la
familia como una subclase de los sistemas abiertos que, como tal, puede ser
caracterizada por su totalidad, su organización y sus constantes intercambios con el
ambiente. También plantearon que las familias, como sistemas abiertos, se
caracterizan por una organización con estados estacionarios en la que se mantienen
parámetros básicos relativamente estables a pesar de los cambios constantes y que
podían avanzar hacia un orden y organización superiores. (Watzlawick et al, 1967,
Cap.4)

La Cibernética. Wiener (1961) definió a la cibernética como el estudio de la


comunicación y el control en sistemas vivientes y en máquinas. Formuló una teoría
sobre mecanismos de control fundada en conceptos de información y
retroalimentación, cuyos alcances extendió más allá del campo de la tecnología,
generalizándolos a los ámbitos biológicos y sociales. La cibernética ofreció ricas
concepciones y metodologías para estudiar procesos circulares y recursivos e
interacciones en objetos complejos, dando cuenta de la aparente “intencionalidad”,
autorregulación y autodireccionalidad en los sistemas vivientes. El concepto de
comportamiento intencional y teleológico se asoció durante mucho tiempo con una
misteriosa capacidad de autoperfeccionamiento o con la capacidad de orientarse
hacia la búsqueda de fines o una causa final, usualmente de origen sobrehumano. La
cibernética introdujo esta problemática en el ámbito científico.
La Cibernética estudió los sistemas complejos con un modelo de procesos
autorregulatorios basados en la retroalimentación. La noción de regulación por
medio de la retroalimentación se refiere al mantenimiento de un estado característico
–o a la búsqueda de un objetivo– basado en cadenas circulares y mecanismos que
monitorean y retroalimentan la información respecto de las desviaciones que alejan
el funcionamiento del sistema del estado a ser mantenido. Parte del output o
comportamiento del sistema es reingresado como input que, a su vez, regula outputs
o comportamientos nuevos. La retroalimentación negativa contrarresta las
desviaciones; en este tipo de regulación un aumento en el output de cualquier
componente o parte del sistema, disminuirá la desviación, fluctuación o variaciones
en el próximo suceso. En la retroalimentación positiva un aumento en el output
incrementará el próximo suceso. La reiteración irrestricta de la retroalimentación
positiva crea escalada que, eventualmente, conduce al sistema más allá de donde le
es posible funcionar, llevándolo así hacia una desintegración o un cambio.
Los conceptos cibernéticos –frecuentemente equiparados con la teoría general
de los sistemas como una totalidad– han tenido gran influencia en terapia familiar.
Fueron introducidos por el grupo de Bateson en el contexto de sus investigaciones
© Dora Fried Schnitman, Tesis, Capítulo 1 14

sobre la comunicación. El encuentro de Bateson con las nociones cibernéticas de


procesos autorreguladores y autocorrectores mediante circuitos de retroalimentación
activados por el error o la desviación de una norma, y las amplificaciones y
escaladas generadas por retroalimentaciones positivas, le permitió clarificar la
dinámica de los procesos de causalidad mutua que investigaba desde sus primeros
trabajos antropológicos en la década de los '30. En este estudio de los procesos de
causalidad mutua en los sistemas familiares pivota la aparición de una nueva área de
investigación: la dinámica familiar. Las familias fueron entendidas como sistemas
cuyas partes covariaban entre sí y que mantenían un estado estacionario a través de
procesos activados por errores (retroalimentación negativa). La dialéctica que
existía entre el mantenimiento y el cambio, era crucial para comprender la dinámica
familiar disfuncional. Se prestó especial atención al rol jugado por los
comportamientos sintomáticos para mantener equilibrado o desequilibrado el
sistema familiar (Bateson, Jackson, Haley y Weakland, 1956; Watzlawick, Beavin y
Jackson, 1967).
El grupo de Bateson también introdujo modelos cibernéticos para comprender
el cambio familiar. Conocían los efectos de los circuitos de retroalimentación
positiva y las escaladas, considerándolos como procesos que llevaban al cambio o a
la crisis en familias. Estos conceptos fueron implementados en la clínica y en la
elaboración de modelos.

Hacia reformulaciones evolutivas


Hasta este punto del desarrollo del capítulo se ha presentado un enfoque que
enfatiza la estabilidad sobre el cambio. Esta sección se focaliza en una perspectiva
evolutiva que ha acentuado progresivamente la habilidad de los sistemas para
cambiar espontáneamente y transformar su organización.
Los primeros modelos presentaban los ecosistemas como estables o inestables
(Holling, 1976). Las cuatro reformulaciones siguientes apuntan hacia una
perspectiva dialéctica más refinada que integra progresivamente la estabilidad y el
cambio, ilustrando la naturaleza transitoria y evolutiva de la organización en los
sistemas vivientes.
El modelo de comportamiento adaptativo de Ashby. Ashby (1960)
propuso un modelo de comportamiento adaptativo en sistemas vivientes que
denominó “función escalonada”. El concepto de función escalonada representa
funciones regulatorias de orden superior y procesos de retroalimentación que
involucran cambios en los parámetros y hasta en la misma naturaleza del sistema.
Distinguió esta regulación de la retroalimentación de primer orden o
retroalimentación negativa.
Al caracterizar los atributos de un sistema estable describe, por un lado, el
mecanismo de retroalimentación de primer orden (retroalimentación negativa) por el
cual el sistema, mediante la corrección de desviaciones, mantiene sus variables
esenciales dentro de límites críticos. Un sistema estable puede así permanecer
estacionario frente a continuas perturbaciones pequeñas. Pero se modificará o
© Dora Fried Schnitman, Tesis, Capítulo 1 15

desintegrará cuando enfrente un cambio mayor en los parámetros que gobiernan el


contexto donde opera. Un sistema tendrá una capacidad adaptativa superior si puede
reajustar sus mecanismos homeostáticos abarcando diferentes parámetros; los
mecanismos que gobiernan este tipo de cambio en los valores homeostáticos
requieren una función escalonada para responder, de esta manera, a un cambio
drástico en el contexto. Esta retroalimentación de segundo orden (mecanismo
escalonado), difiere de la retroalimentación de primer orden que existe en un sistema
meramente estable, opera sólo ocasionalmente cuando las variables esenciales del
sistema exceden sus límites. En ese punto se desencadena la búsqueda de un nuevo
valor que, una vez más, retorna el sistema a un estado estable.
Así, los sistemas son capaces de responder a variaciones mínimas en sus
contextos sin cambiar por eso sus parámetros básicos, y son capaces de cambiarse a
sí mismos modificándo sus parámetros básicos y estableciendo nuevas normas,
nuevos rangos para un amplio espectro de conductas posibles y permitidas para un
sistema en respuesta a cambios contextuales significativos.
Si bien el modelo de Ashby aún enfatiza la estabilidad y describe el cambio
que se produce dentro del sistema como gatillado por grandes cambios ambientales,
la noción de función escalonada integra un importante componente evolutivo,
porque funciona como un proceso regulatorio de orden superior. También propone
un modelo de cambio espontáneo como posibilidad para un sistema. La formulación
de Ashby integra circuitos autorregulatorios positivos y negativos, dando lugar a
cadenas complejas de causalidad mutua y sugiere que un cambio puede posibilitar
un proceso a través del cual se transforme el sistema entero. En suma, el modelo de
Ashby sugiere que existen dos niveles de desviación, de procesos regulatorios y de
cambio dentro de los sistemas. Estas ideas fueron introducidas a la terapia familiar
por el grupo de Bateson y han sido usadas extensamente para ilustrar cambios
sistémicos en las familias (Bateson, 1958, pp 292-302, 1979, Cap. 7; Hoffman,
1981, pp 47-40, 74-84, 163-166; Watzlawick et al, 1967, 1974).

El concepto de Maruyama de una segunda cibernética. Maruyama (1963)


conceptualizó, en términos cibernéticos, la dialéctica entre estabilidad y cambio en
sistemas, que consideró esencial para comprender la capacidad de supervivencia de
los sistemas. Señaló que la supervivencia de cualquier sistema viviente depende de
dos procesos: morfostasis –mantenimiento de la forma– y morfogénesis –
transformación de la forma. La morfostasis alude a que el sistema mantiene su
constancia frente a cambios ambientales, a través de la retroalimentación negativa.
El concepto de morfogénesis alude a un cambio en la estructura básica del sistema a
través de circuitos de retroalimentación positiva.
Originalmente, se consideró a la retroalimentación positiva desde la
perspectiva de sus efectos destructivos en un sistema dado. Sin embargo, Maruyama
propuso que la retroalimentación positiva y el movimiento hacia el azar aumentan el
potencial de supervivencia que tiene un sistema viviente porque expanden el rango
de alternativas disponibles. Propuso que la desviación puede ser amplificada por
© Dora Fried Schnitman, Tesis, Capítulo 1 16

procesos de causalidad mutua, de manera tal que un input azaroso o accidental


insignificante, o un output, se amplifican de manera exponencial, fomentando la
desviación y divergiendo progresivamente de las condiciones iniciales.
Distingue entre primera y segunda cibernética, y sugiere que los pensadores
sistémicos se focalizaron más en los procesos que neutralizan la desviación –
retroalimentación negativa–, a lo que denonimó “primera cibernética”. Maruyama
propuso prestar mayor atención a las relaciones de causalidad mutua que amplifican
la desviación, a las que refirió como “segunda cibernética”. Maruyama remarcó el
lugar que ocupa la retroalimentación positiva en la generación de la desviación, la
novedad y el azar, y su potencial para enriquecer los recursos y las capacidades
adaptativas de un sistema dado. Los terapeutas familiares, preocupados por los
recursos para el cambio inherentes a la familia, se interesaron en la propuesta de
Maruyama (Hoffman, 1981, Cap. 3; Speer, 1970).

El modelo de sistemas adaptativos complejos de Buckley. Buckley


desarrolló en mayor profundidad la dialéctica entre mantenimiento y generación de
la estructura en sistemas sociales (1967, 1968). Con este propósito se basó en
contribuciones de Ashby y de Maruyama para describir aspectos básicos de los
sistemas adaptativos complejos. Revisó algunas de las características específicas de
los sistemas sociales y psicológicos, a los que consideró una clase particular de
sistemas abiertos, y propuso distinguir tres tipos de sistemas: cerrados,
homeostáticos y adaptivos complejos. Tanto, los sistemas homestáticos como los
adaptativos complejos son abiertos y negentrópicos. Ambos intercambian con el
ambiente y ambos se dirigen hacia niveles de mayor complejidad. Pero aun así son
diferentes.
La principal característica de un sistema homeostático –que involucra al
organismo aparte del funcionamiento cortical superior– es su capacidad para
mantener la estructura dada del sistema dentro de límites preestablecidos (el énfasis
está aquí en el estado estacionario). Esto involucra intercambios con el ambiente
orientados principalmente a la autorregulación –conservación de la estructura– más
que a la adaptación –cambio en la estructura del sistema. Por otro lado, los sistemas
adaptativos complejos –por ejemplo, las especies, los sistemas psicológicos, los
sistemas socio-culturales– están abiertos tanto interna como externamente y el
intercambio entre sus componentes puede resultar en cambios significativos en la
naturaleza de los componentes mismos, con importantes consecuencias para el
sistema como totalidad (Buckley, 1968). En este tipo de sistema, no sólo son
posibles la autodirección y la autorregulación –por medio de circuitos de
retroalimentación– sino que también lo es la adaptación al ambiente cambiante a
través de transformaciones sistémicas. Tanto la característica de mantener como la
de modificar la estructura, corresponden a los sistemas socio-culturales que, según
Buckley, son inherentemente inestables. El concepto de estado estacionario se
aproxima a este significado si se cumple con la condición de no identificar al
“estado” que tiende a permanecer “estacionario” con la estructura del sistema. En
© Dora Fried Schnitman, Tesis, Capítulo 1 17

otras palabras, para mantener un estado estacionario, el sistema puede cambiar su


estructura particular. La persistencia o la continuidad de un sistema puede requerir,
como condición para su sobrevivencia, un cambio en su estructura (Buckley, 1968, p
493).
La perspectiva cibernética de los sistemas adaptativos complejos enfatiza el
rol de la “desviación” en los sistemas vivientes. Las desviaciones de un cierto estado
pueden ser vistas como desencajes o desajustes con el valor de los parámetros o las
pautas, o como “señales de retroalimentación negativa”. Buckley argumenta que la
desviación es necesaria para proveer de una fuente de transformaciones
potencialmente nuevas que el sistema adaptativo puede adoptar para responder a
metas u objetivos que no encajan con los recursos disponibles. Tomando de Ashby
(1968) la noción que sostiene que la variedad dentro de un sistema debe ser por lo
menos tan amplia como la variedad contextual con la cual intenta regularse, Buckley
concluye (1968) que es un prerrequisito de los sistemas socio-culturales el desarrollo
de un nivel de desviación no patológica que se manifieste como una fuente de ideas
y comportamientos alternativos para explicar la relación de los sistemas adaptativos
complejos con su ambiente. Esta noción de sistemas adaptativos complejos de
Buckley influyó especialmente en los terapeutas familiares interesados en aplicar
nociones sistémicas y cibernéticas a las ciencias sociales (Beavers, 1977; Hoffman,
1981; Kantor y Lehr, 1975).

El principio de orden por medio de fluctuaciones de Prigogine. Ilya


Prigogine y sus colaboradores introdujeron ideas referidas a la naturaleza alejada del
equilibrio de los sistemas vivientes. (Nicolis y Prigogine, 1977; Prigogine, 1976;
Prigogine y Stengers, 1979; Prigogine, Stengers y Deneubourg, en Elkaïm, 1980b;
Stengers, 1981) Ellos sostienen que ni el estado de equilibrio de los sistemas
cerrados ni la equifinalidad en los sistemas de estado estacionario nos permiten
entender la creación y transformación de la estructura. Según ellos, para formular
una teoría acerca de cómo se construye la estructura de los sistemas vivientes, debe
tomarse en cuenta el rol de las fluctuaciones y las variaciones, en oposición a las
formulaciones previas del estado estacionario que presentaban al sistema y su
evolución insensibles e inmunes a sus propias fluctuaciones. Prigogine et al sugieren
que las fluctuaciones son un componente esencial de los sistemas abiertos porque
ocupan un rol central en la formación y transformación de estos sistemas, y porque
pueden conducir al sistema hacia una nueva organización.
Prigogine sugiere que los sistemas que se mantienen a través de intercambios
con el ambiente –por ejemplo, las estructuras disipativas– no están asociados con un
principio ordenador de cuasi equilibrio, sino con uno alejado del equilibrio que
podría llamarse orden por medio de fluctuaciones. El concepto de Prigogine de
orden por medio de fluctuaciones describe cómo los sistemas alejados del equilibrio
pueden cruzar umbrales de inestabilidad y moverse hacia nuevos regímenes
dinámicos a través de una amplificación de fluctuaciones internas. Este principio
describe las etapas en la creación de nuevas estructuras en sistemas vivientes.
© Dora Fried Schnitman, Tesis, Capítulo 1 18

Nuevas estructuras surgen a partir de la amplificación de fluctuaciones que, a su vez,


fueron gatilladas por una inestabilidad. Las inestabilidades generadas en un sistema
abierto por el intercambio –de materia o información– con el ambiente no conducen
a un comportamiento azaroso, sino que tienden a conducirlo hacia un nuevo régimen
dinámico que corresponde a un nuevo estado de complejidad. Luego de producirse
pequeñas perturbaciones, las fluctuaciones pueden ser disminuidas o amplificadas.
Mientras una fluctuación es habitualmente seguida por una respuesta que devuelve
al sistema a un estado imperturbado, en el momento en que una nueva estructura se
está formando, las fluctuaciones son amplificadas.
Una fluctuación crítica es un prerrequisito para que aparezca la inestabilidad,
y sólo las fluctuaciones de cierta extensión pueden comprometer la estabilidad de un
sistema. Una vez que se generó una fluctuación, se produce una competencia entre
una tendencia a aumentar la fluctuación y otra tendencia a contrarrestarla y
disminuirla. Solamente cuando ambas tendencias son del mismo orden de magnitud
puede manifestarse una inestabilidad y puede organizarse un núcleo de cambio.
Las estructuras disipativas se forman y transforman a través de un proceso de
nucleación: las fluctuaciones de escala pequeña se contrarrestan y disminuyen, pero
una vez que una fluctuación alcanza un grado que sobrepasa una dimensión crítica,
desencadena una inestabilidad y genera un núcleo de transformación potencial que
puede conducir al sistema hacia una nueva organización.
Prigogine y sus colegas adhieren a la noción que propone que la apertura de
un sistema implica que el sistema fluye y está constantemente intercambiando con el
ambiente; señalan también que la noción de apertura implica que la multiplicidad de
procesos e interacciones dentro de un sistema son esenciales para el estado actual
del mismo, para sus múltiples alternativas y para sus posibles transformaciones.
Estudiaron las interacciones dentro del sistema y elaboraron conceptos tales como
transiciones y bifurcación, amplificación de fluctuaciones y nucleación, rupturas de
la simetría, rupturas de regímenes de funcionamiento estructurado, y
retroalimentación evolutiva –todos ellos describen y caracterizan condiciones
alejadas del equilibrio en sistemas vivientes (Prigogine, 1976; Nicolis y Prigone,
1977). El impacto de esta perspectiva sobre los abordajes bilógicos y del
comportamiento aún está desarrollándose (Dell, 1982; Dell y Goolishian, 1979;
Elkaïm, 1980a, 1980b; Elkaïm, Goldbeter y Goldbeter, 1980; Hoffman, 1981;
Minuchin y Fishman, 1981; Prigogine y Stengers, 1979).
He presentado modelos sistémicos de un modo abstracto, pasando de las
formulaciones tempranas a las más recientes, y he presentado un breve panorama de
las principales contribuciones de cada abordaje a la comprensión de los sistemas
abiertos y dinámicos. Estas construcciones conceptuales sistémicas y su aplicación a
la terapia familiar serán utilizados a lo largo de esta tesis. El capítulo 2 perfilará el
proceso de confluencia entre la teoría general de los sistemas y los abordajes
teóricos en la terapia familiar.
© Dora Fried Schnitman, Tesis, Capítulo 1 19

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