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Educación Artística
Yoemmi Cabrera #04 4toS
Tema: Identidad Latinoamericana y Caribeña.
Identidad Latinoamericana.
El pensamiento evoluciona a partir de una herencia que se inicia antes del nacimiento,
se nutre de cuanto aceptamos como verdadero y cambia con las nuevas creencias
resultantes del trato con los demás, del confrontamiento con situaciones ambientales y
del resultado de nuestras reflexiones. Como resultado, el conocimiento es relevo de
ideas, creencias aceptadas que con el paso del tiempo son corregidas, ratificadas o
rechazadas. El conocimiento parte de algo para luego evolucionar, pero en sus
procesos no actúa solo el individuo, también interviene el grupo social que comunica la
identidad cultural. El individuo puede compartir, rechazar y hasta reformar la cultura,
pero nunca apartarla. La cultura forma parte del individuo como su propia piel,
constituye su identidad cultural. La cultura es parte de él y está sujeta a los mismos
procesos de conocimiento, sólo que los realiza con la lentitud que requiere asimilar los
procesos individuales.
Las culturas, aun habitando regiones naturales idénticas, no son iguales. Su diferencia
la establece el modo como sus individuos resuelven los obstáculos que el ambiente
exterior interpone. Los problemas para el desarrollo social y las formas de solucionarlos
son la base para comparar las culturas. Para poder apreciar y comprender nuestra
propia cultura, es necesario el contacto respetuoso con culturas diferentes. En las
demás culturas podemos encontrar el espejo que nos devuelve nuestra propia imagen
cultural. Cada cultura es comparable con una arboleda que ha echado raíces en un
mismo suelo y que ofrece su variedad y semejanza de árboles, de ramas y de frutos.
Identidad Caribeña.
El Caribe se distingue por su similar historia. Somos parte de un gran evento histórico,
en el que nos involucra un gran descubrimiento. Según Olivero y Pozo quienes citan a
Alejo Carpentier diciendo: “Ha sido descubierta América y de repente por una serie de
circunstancias, resulta que nuestra caribe se hace teatro de la primera simbiosis, del
primer encuentro registrado en la historia entre tres razas que como tales no se habían
encontrado nunca: la blanca de Europa, la india de América y la africana.
La época precolombina es la primera de las coyunturas en las que nace el arte del
Caribe. En la tierra que hoy es Puerto Rico, fueron los habitantes aborígenes de la isla
quienes plasmaron pinturas rupestres en lugares como la isla de Mona y el pueblo de
Morovis, según declara el historiador Osiris Delgado. Otro contexto en el arte de Puerto
Rico es, por supuesto, el arte que germina de la colonización española, a partir del
siglo XVI. Lugo Ferrer expone, por ejemplo, que un dibujo al carbón en una pared del
castillo de San Felipe de El Morro data, de acuerdo con Delgado, antes del año 1585.
En Curazao y Bonaire, las pinturas rupestres también sirven como recuerdo de los
inicios artísticos, al igual que en varias partes del mundo como el Caribe y América
Latina. Las artes en las mencionadas islas holandesas ─descubiertas entre los siglos
XIX y XX─ presentan imágenes ornamentales del firmamento, mientras que en Aruba
quedan plasmados cuerpos humanos y animales en dibujos asociados con una
finalidad de ritual.
Rodríguez Morey señala que estos artistas tuvieron como denominador común una
expresión pictórica primordialmente religiosa. En Cuba, amplía Rodríguez Morey, las
comunidades religiosas (franciscanos y dominicos) incentivaron dicho desenvolvimiento
a partir de los siglos XVII y XVIII.
En el siglo XII, las culturas como los toltecas (conocidas por sus columnas
independientes), los mixtecos (murales caracterizados por diseños geométricos) y
los aztecas (esculturas de piedra y cráneos elaboradamente decorados) habían
cobrado importancia.
Durante el siglo XVIII, la pintura al óleo era el medio utilizado por los artistas de la
época para representar sus narrativas. Una de estas trataba el tema de la esclavitud
negra, la que fue contada e interpretada a través de la mano y la mirada particular de
un amplio espectro de artistas antillanos. La producción artística caribeña habría de
tener como rúbrica, a través del tiempo, una paleta intensa de color derivada de la
naturaleza, anclada ésta en la vida de los pueblos y de la urbanidad.
El arte caribeño se caracteriza por sus colores brillantes, el estilo naif, y un agudo
sentido del humor. Los principales objetos que se perciben en sus obras son las
grandes frutas deliciosas, los paisajes exuberantes, las montañas y bahías de la costa,
la vida cotidiana de las mujeres en los mercados. Caracterizado por representar las
formas humanas de manera abstractas, fuertemente influenciada por el simbolismo del
Vudú.
Por otra parte, las influencias que proceden de la política, la sociedad, la religión y la
economía hacen que este arte sea muy técnico, precisamente como consecuencia de
las vivencias históricas en el Caribe. Estas influencias, desde la colonización hasta el
presente, han marcado y dejado una huella indeleble, participando cada una de ellas
en la identidad cultural de cada país.
Pintura. Es por esto que cada país puede identificar sus costumbres y valores
emblemáticos en la pintura, y viceversa. Individual y colectivamente los caribeños
pueden encontrarse, como si se mirasen ante un espejo, en las muestras pictóricas
producidas por los artistas caribeños.
El Caribe es, en definitiva, uno lleno de color vivo e intenso, de esencia alegre y de
costumbres similares que llevan a sus artistas a crear tendencias y, con ellas, a
enfrentar desafíos nuevos. No importa la época vivida, la pintura caribeña lleva, desde
sus primeros artistas hasta el presente, un distinguido movimiento de ricas variantes;
por lo que el perfil caribeño es uno de líneas inalcanzables en tanto inimitables.
Pintores Latinoamericanos.
Fernando Botero (Colombia, 1932):
Realizó ilustraciones para un periódico local (El Colombiano), con lo que financiaba sus
estudios, redactó un artículo sobre Picasso, lo que le acarreó la expulsión del Colegio
Bolivariana, plantel en el que estudiaba, ya que sus dibujos fueron considerados como
obscenos, y debió culminar sus estudios en el Liceo de la Universidad de Antioquia.
Itinera entre sus afamados estudios de esculturas de Pietra Santa, Italia y los de
pintura en París (Francia), Nueva York (Estados Unidos de América) y de Montecarlo
(Principado de Mónaco); así mismo, dedica tiempo al dibujo algunos días del año en
Zihuatanejo, México y Rionegro, en Colombia.
Estilo y técnicas.
Las creaciones artísticas de su autoría llevan impresa una sui generis e irreverente
interpretación del estilo figurativo, denominado por algunos como «boterismo», el cual
impregna de una identidad inconfundible a las iconográficas obras, reconocibles no
sólo por la crítica especializada, sino también por el gran público, incluyendo niños y
adultos por igual, constituyéndose en una de las principales manifestaciones del arte
contemporáneo a nivel global.
Este pintor figurativo es famoso por distorsionar las formas hacia una gordura
extrema. Sus pinturas y esculturas son fáciles de identificar. Es uno de los artistas
latinoamericanos vivos más cotizados hoy en día.
En contra de los deseos de su padre, que prefería que ingresase en el Colegio Militar, a
partir de 1896 comenzó a tomar clases nocturnas en la Academia de San Carlos de la
capital mexicana, donde conoció al célebre paisajista José María Velasco. En 1905,
recibió una pensión del Secretario de Educación, Justo Sierra, y en 1907, otra del
entonces gobernador de Veracruz, Teodoro A. Dehesa Méndez, que le permitieron
viajar a España a hacer estudios de obras como las de Goya, El Greco y Brueghel e
ingresar en el taller de Eduardo Chicharro, uno de los retratistas más sobresalientes en
Madrid.
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón fue una pintora mexicana.2 Su vida estuvo
marcada por el infortunio de contraer poliomielitis y después por un grave accidente en
su juventud que la mantuvo postrada en cama durante largos periodos, llegando a
someterse hasta a 32 operaciones quirúrgicas.3 Llevó una vida poco convencional.3 Su
obra pictórica gira temáticamente en torno a su biografía y a su propio sufrimiento.
Fue autora de 150 obras, principalmente autorretratos, en los que proyectó sus
dificultades por sobrevivir. La obra de Frida y la de su marido, el pintor Diego Rivera,
se influyeron mutuamente. Ambos compartieron el gusto por el arte popular mexicano
de raíces indígenas, inspirando a otros pintores mexicanos del periodo
posrevolucionario.
En 1939 expuso sus pinturas en Francia gracias a una invitación de André Breton,
quien intentó convencerla de que eran «surrealistas», aunque Kahlo decía que esta
tendencia no correspondía con su arte ya que ella no pintaba sueños sino su propia
vida. Una de las obras de esta exposición (Autorretrato-El marco, que actualmente se
encuentra en el Centro Pompidou) se convirtió en el primer cuadro de un artista
mexicano adquirido por el Museo del Louvre. Hasta entonces, Frida Kahlo había
pintado solo privadamente y a ella misma le costó admitir que su obra pudiese tener
un interés general. Aunque gozó de la admiración de destacados pintores e
intelectuales de su época como Pablo Picasso, Vasili Kandinsky, André Breton o Marcel
Duchamp, su obra alcanzó fama y verdadero reconocimiento internacional después de
su muerte, especialmente a finales de los años de 1980 y principios de 1990 por
coleccionistas como la cantante Madonna.
La vida de Frida estuvo marcada desde muy temprana edad por el sufrimiento físico y
las enfermedades que padeció. El primero de estos infortunios consistió en una
poliomielitis que contrajo en 1913, dando inicio a una serie de sucesivas
enfermedades, lesiones diversas, accidentes y operaciones. Esta primera enfermedad
la obligó a permanecer nueve meses en cama y le dejó una secuela permanente: la
pierna derecha mucho más delgada que la izquierda. Animada por su padre y como
parte de su rehabilitación, Frida practicó diversos deportes, algunos poco usuales en la
sociedad mexicana de su época para una niña, como fútbol o boxeo.
En 1936, al visitar una exposición de Pablo Picasso se sintió fuertemente atraído hacia
él, tanto artística como políticamente. En 1936, ayudado por su amigo Faustino
Cordón, se une como voluntario al ejército republicano en su lucha contra las tropas
golpistas de Franco. Dibuja carteles antifascistas y es encargado de la dirección de una
fábrica de municiones. La violencia de los combates inspira su gran tela titulada La
Guerra Civil.
En 1938, se fue a vivir a París, donde el propio Picasso lo tomó bajo su tutela y
alimentó su interés por el arte africano y máscaras primitivas. En ese mismo año, viajó
a México donde permaneció con Frida Kahlo y Diego Rivera. La variada herencia
multicultural de Lam así como su relación con la santería, se manifiesta extensamente
en la obra del artista.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Lam vivió la mayor parte del tiempo en el Caribe,
junto con Claude Lévi-Strauss, André Masson y André Breton, cuyo poema Fata
Morgana, Lam ilustró en 1940. En 1941, regresó a la Habana donde fue fuertemente
influenciado por las teorías de Carl Jung. A finales de 1942, comenzó su importante
obra "La Jungla" (1943). Lam desarrolló un estilo propio en el que combinaba el
surrealismo y el cubismo con el espíritu y formas del Caribe.
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Antonio Berni fue un pintor, grabador y muralista argentino.12Algunos de sus
personajes más notables son Juanito Laguna y Ramona Montiel, representantes de los
sectores más bajos y olvidados del país. Fue nombrado miembro de la Academia
Nacional de Bellas Artes.3
En 1921, ingresó como aprendiz en el taller de vitrales Buxadera y Cía, donde recibió la
enseñanza de su fundador, N. Bruxadera, un artesano catalán. Poco tiempo estuvo en
este taller ya que entre 1914 y 1915 su padre volvió a Italia, y Berni fue enviado a la
casa de sus abuelos en Roldán. A pesar de que Antonio se alojó poco tiempo allí,
estudió pintura en el Centre Catalá de Rosario con los maestros Eugenio Fornells y
Enrique Arian.
En 1920, a los 15 años, expuso sus cuadros por primera vez en el Salón «Mari». La
muestra constó de 17 óleos (paisajes suburbanos y estudio de flores). Expuso
nuevamente en 1923, pero esta vez en la Galería Witcomb de Buenos Aires. Ya por ese
entonces recibía los halagos de los críticos en varios artículos publicados el 4 de
noviembre de 1923 en los diarios La Nación y La Prensa. Sus primeros cuadros
respondieron al impresionismo y al paisajismo.
En 1925, consiguió una beca otorgada por el Jockey Club de Rosario para estudiar en
Europa y en noviembre de ese año llegó a Madrid. En febrero de 1926, el Salón de
Madrid expuso Puerta cerrada, un paisaje madrileño que llamó la atención. Más tarde
pintó otros temas españoles, Toledo y el religioso (1928) y El Torero calvo (1928).
En París asistió a los cursos de los pintores franceses André Lhote y Othon Friesz, en la
Academia libre de la calle Grande Chaumiere. Y aunque estudió solo unos meses allí,
su influencia se dejó sentir en una serie de desnudos figurativos.