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Ética Empresarial

Vetocracia

Por: Ayrton Rios

Resumen
Hay 3 razones principales que sustentan la falta de reformas estructurales para promover
equipos de interés que bloquean reformas que les afectan; y el crecimiento de la
postración democracia y más actores con poder de veto. Formar grupos de interés o
poderes de facto que concentran grandes recursos económicos, jurídicos y políticos para
detener y retrasar los cambios en el statu quo. La vetocracia es un régimen de veto, una
función de los actores políticos y económicos para, Por ejemplo, la capacidad del
Congreso para prevenir detener, a través de legisladores de ideas afines, reformas en su
detrimento (por ejemplo, en temas de tesorería); función del equipo de negocios para usar
la corte y partidos y bloquear cambios en las leyes sindicales. Si bien es semánticamente
redundante comparar el concepto de vetocracia con un régimen de veto, estamos
hablando de un sistema de equipos de interés que son lo suficientemente fuertes como
para detener las políticas que los afectan, incluso si son generalmente útiles. Estamos
hablando del problema de la acción colectiva, tal como la define la ciencia política, que
ocurre después de que una política o régimen electoral crea beneficios generalizados
para la población (por ejemplo, una ley sindical completamente nueva que conduce a una
mayor productividad y crecimiento económico) pero recauda precios en el sector
organizado y con poder político (por ejemplo, los sindicatos pierden beneficios laborales).
La asimetría de beneficios que se reparten entre la población desorganizada y la
concentración de precios en los sindicatos organizados les permite poder "amenazar" al
partido y evitar cambios en las leyes sindicales, como sucedió en México. El neologismo
"vetocracia" fue acuñado en 2011 por el politólogo estadounidense Francis el término
"captura del Estado". Según la organización, esta alguna vez fue un equipo interesante.
La “captura del Estado” ocurre en democracias que son vulnerables a los equipos de
interés.

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Introducción

La vetocracia en México, uno de los principales obstáculos para la creación de una


verdadera democracia. También analizaremos las formas en que los grupos de interés se
aprovechan de los recursos económicos, legales y políticos para mantener el statu quo.
En este blog, exploraremos los mecanismos de vetocracia en México, sus implicaciones
para la democracia y la equidad, así como los esfuerzos para combatir esta tendencia.
Nos centraremos en el trabajo de Luis Carlos Ugalde, quien es uno de los líderes en la
lucha contra la vetocracia en México.

Contexto

Quizás el obstáculo mayor lo constituyen los grupos de interés o poderes fácticos que
concentran enormes recursos económicos, legales y políticos para detener y posponer
cambios al statu quo. La vetocracia es el gobierno del veto, la capacidad de actores
políticos y económicos para usar su fuerza e influencia para bloquear decisiones y
políticas públicas que afectan sus intereses y mantener así el statu quo. Aunque es
exageración semántica equiparar el término vetocracia con gobierno del veto, se trata de
un sistema grupos interés con la suficiente fuerza para detener políticas que los afectan, a
pesar de que sean de beneficio general. Se trata de un problema de acción colectiva,
como lo define la ciencia política, que ocurre cuando una decisión o política de gobierno
genera amplios beneficios para la población pero que concentra los costos en sectores
organizados y con fuerza política.

Esa asimetría de beneficios difusos entre ciudadanos desorganizados y costos


concentrados en sindicatos organizados facilita que éstos sean capaces de amenazar a
los partidos y evitar cambios a la ley laboral, como ha ocurrido en México.

El neologismo vetocracia fue acuñado en 2011 por el politólogo americano Francis

Según el organismo, ésta ocurre cuando grupos de interés usan su influencia para
moldear las reglas del juego a su conveniencia, eso es, la compra de leyes, decretos y
regulación secundaria que favorece ciertos intereses privados. Hay dos tipos de actores
con capacidad de veto. El segundo tipo de actor con capacidad de veto es «informal»,

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conocido en la jerga coloquial como «poder fáctico», porque carece de legitimación en la


Constitución, pero dispone de los recursos políticos y económicos para descarrilar los
esfuerzos que pretenden cambiar el statu quo en beneficio general. Se trata de sindicatos,
corporativos empresariales y aun políticos en lo individual que por su peso político y
económico pueden amenazar a partidos y otros actores políticos para detener políticas
que los afectan.
Según Carlos.

Los actores con poder de veto formal y legal cuentan con las atribuciones para ello
desde la

Como ya se ha analizado, el presidencialismo concentró tanto poder que los órganos


legislativos y judiciales actuaban como agentes del presidente en lugar de ser
contrapesos, como marcaba la ley. Primero fue la Suprema Corte, que a través de una
reforma en 1994 adquirió facultades para declarar inconstitucionales leyes aprobadas por
el Congreso. Luego, en 1997, cuando el PRI pierde la mayoría en la Cámara de
Diputados, el Congreso se activa como un vetador potente frente a las iniciativas
presidenciales. En el caso de los actores con poder de veto informal o los llamados
poderes fácticos, éstos surgen a partir del desmantelamiento del presidencialismo
hegemónico a fines de los años noventa que por varias décadas había sido la cabeza y
eje ordenador de un sistema corporativo y clientelista que negociaba, pedía apoyos, pero
al final se plegaba a la palabra del presidente.

Estado para negociar con sus clientes e intercambiar apoyos políticos por beneficios
económicos o regulatorios, pero siempre la última palabra era del jefe del Estado
mexicano. Cuando Vicente Fox llega a la presidencia en 2000, su oficina contaba con
menores recursos políticos y económicos para actuar con autonomía frente a los clientes
corporativos gestados bajo la hegemonía del PRI. Si antes el gobierno escuchaba a las
partes y daba la última palabra, ahora es sujeto de presión por esos poderes fácticos con
enorme poder para bloquear las decisiones que los afectan. Según Carlos Elizondo
Mayer-Serra, la democratización política lejos de someter a esos poderes fácticos los
liberó del yugo de la presidencia de la República y hoy parece más difícil contener su
poder.

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De actores sumisos pasaron a ser eficaces retadores o extorsionadores de la política


mexicana. Los poderes fácticos o vetadores informales no pueden competir por número
de votos porque carecen de ellos, ni tampoco son mayoría numérica frente a los
ciudadanos desorganizados, pero se han convertido en manipuladores de los vetos a
políticas públicas que dañan sus intereses.

Las zonas veto

Hay diversas áreas estratégicas para elevar la competitividad económica y mejorar la


oferta política que hasta 2010 seguían atascadas sin cambiar sus prácticas y regulación
debido al bloqueo de grupos de interés, entre ellas, el sector de telecomunicaciones, la
radiodifusión y TV abierta, el mercado laboral, la industria del petróleo, la educación y los
partidos políticos.

5 A pesar de la enorme pérdida de bienestar, el gobierno del presidente Felipe Calderón


fue incapaz, omiso y lento para regular con eficacia al sector y algunas empresas
acudieron a argucias legales y amparos para detener acciones administrativas que las
afectaban.

En el caso del mercado de TV abierta, hasta el 2012 éste se encontraba dominado


por

Televisa y TV Azteca, con una participación de 70% y 30%, respectivamente, esto es, por
un oligopolio con barreras a la entrada de nuevos participantes y fuente de enorme
controversia por el trato discrecional que existe en la relación comercial e incluso política
entre las televisoras, por un lado, y los gobiernos y los partidos, por el otro.

Sin embargo, el punto medular es que la competencia electoral y la enorme


influencia de la

TV en ese juego político convirtió a la clase política en rehén de los intereses estratégicos
de los medios electrónicos y eso detuvo y pospuso cambios regulatorios para contar con
industria competida, transparente y plural. Trabajo mandata la afiliación obligatoria de los
trabajadores de entidades públicas y además el gobierno les descuenta de manera

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forzosa sus cuotas sindicales para entregárselas a los sindicatos. Además, los líderes
sindicales, ante una presidencia que cambió de partido y que cuenta con menores
recursos para controlarlos, han adquirido una mayor fuerza que ha permitido que algunos
se adueñen de sus sindicatos y se perpetúen en el poder.

La respuesta fue de rechazo y, a través del sector obrero del PRI y de aliados en el
Partido de la Revolución Democrática, el mundo sindical logró que se desechara esa
iniciativa. Pero incluso esta reforma limitada fue rechazada de último momento por el
propio PRI, ya que se articuló un bloqueo que la crónica periodística adjudicó a Tereso
Medina, entonces diputado federal por ese partido y secretario general de la
Confederación de Trabajadores de México en Coahuila, así como a Francisco Hernández
Juárez, diputado por el PRD, y líder, como se ha dicho, de los telefonistas, ambos con el
apoyo del sector obrero del PRI. El primero de septiembre de 2012 el presidente Felipe
Calderón presentó otra propuesta de reforma laboral mediante la nueva figura de iniciativa
preferente, que da a cada Cámara legislativa hasta 30 días para votarla.

Martín Esparza, del SME, entre otros, expresaron el rechazo a la reforma por considerar
que atenta contra la clase trabajadora y sólo beneficia al sector empresarial. En el sector
educativo ocurre algo similar. Por una parte, el sindicato magisterial ha limitado la
competencia para obtener plazas docentes por mérito. Asimismo, se han limitado tanto la
evaluación de los maestros como las reformas que permitan elevar la calidad de la
educación, como fue el caso, durante el sexenio del presidente Felipe Calderón, de la
Alianza para la Calidad Educativa que, surgida en 2008 como una estrategia para hacer
meritocrática la carrera magisterial, fue perdiendo fuerza y rumbo durante su
instrumentación.

El poder de veto del SNTE se ejerce principalmente en el Congreso y en la Secretaría de


Educación Pública.

Finalmente, el mercado de los partidos políticos también está diseñado para evitar la
competencia externa y preservar prerrogativas. Son ellos, los partidos, los que aprueban
las leyes que los regulan y por esa razón nunca han legislado en su contra y sí, en
cambio, se han dado prerrogativas crecientes. En el periodo 2000-2012 los partidos
recibieron 40 mil 996 millones de pesos de financiamiento público. Dos barreras protegen
a los partidos de la competencia externa.
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En la reforma electoral de 2007 se estableció que sólo podían formarse nuevos partidos
cada seis años, para lo cual se requería, para 2012, organizar 200 asambleas distritales o
20 estatales, además de contar con las firmas de aproximadamente 219 mil personas. En
el primer decenio del milenio sólo dos partidos nuevos lograron su registro ante el Instituto
Federal Electoral, pero sólo uno sobrevivió, el Nueva Alianza, con estrechos vínculos con
el sindicato de maestros, el más grande de México. Este candado protegió a los partidos
durante todo el siglo XX y limitó la posibilidad de que políticos sin partido airearan la
competencia y estimularan una mayor oferta política durante las elecciones.

La hipótesis alternativa: Falta de mayorías legislativas

Diversos analistas y políticos argumentan que el gobierno dividido es la causa principal de


que las reformas estructurales estén detenidas. Sin embargo, en los últimos 15 años se
han dado algunas reformas estructurales y han existido, además, diversas coaliciones
legislativas posibles para aprobar otras reformas constitucionales y legales, lo que sugiere
que es incorrecta la tesis de que gobierno dividido es igual a parálisis. Entre 1997 y 2012,
por ejemplo, el partido del presidente siempre ha tenido un aliado potencial para sacar
adelante tanto reformas legales como constitucionales. En los cuadros 2 y 3 se muestran
las posibles coaliciones que han existido desde 1997 a la fecha, las que pudieran haber
sido suficientes para impulsar reforma legal o constitucional.

Como se puede observar, el partido que encabezaba el Poder Ejecutivo ha tenido siempre
al menos una opción para conformar una coalición lo suficientemente amplia para la
aprobación de reformas. Durante los últimos años el Congreso mexicano ha mostrado
tasas de unidad partidista superiores al 90%. 8 la alta unidad partidista facilita la
formación de mayorías legislativas pues la negociación se puede circunscribir solamente
a los liderazgos de los partidos al interior del Congreso. Finalmente, como se observa en
el cuadro 4, el volumen de reformas constitucionales aprobadas por periodo presidencial
muestra que no existe una caída a partir de 1997 cuando nace el gobierno dividido en
México.

Muchas de las reformas transformadoras en materia política, fiscal, energética y de


combate a los monopolios, por ejemplo, no están contempladas en las reformas
constitucionales que se contabilizan en el cuadro 4. Según un estudio del Banco Mundial

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publicado en 2007, «la dificultad para aprobar las reformas parece limitarse a ciertos cotos
de política donde los intereses creados son especialmente poderosos». La existencia de
diversas coaliciones legislativas factibles y cercanas ideológicamente permitió aprobar
reformas constitucionales y legales durante el periodo de mayor pluralismo político en el
Poder Legislativo, aunque muchos temas medulares para el desarrollo de México
quedaron sepultados por la oposición de algunos partidos. Mientras exista una vetocracia
capaz de bloquear las reformas que los afectan, los intentos para construir una economía
de mercado y una democracia liberal e igualitaria serán parciales y aun fallidos.

Eso explica, en parte, por qué las reformas llamadas estructurales han dado pocos
resultados e incluso han conducido a la corrupción y a fortalecer los privilegios de
algunos. Por eso las reformas económicas han dado pocos frutos, porque se trata de la
combinación de políticas de mercado que son opacadas por prácticas clientelares de los
grupos que quieren preservar sus privilegios.

Conclusión

En conclusión, la vetocracia es una forma de bloqueo de reformas estructurales,


permitiendo a los actores políticos y económicos con recursos para detener los cambios.
Esto genera una serie de problemas para los sistemas democráticos, ya que reduce la
capacidad de los gobiernos para promover reformas necesarias para el bienestar social y
económico. Por lo tanto, los gobiernos y la comunidad internacional deben abordar este
problema de forma urgente para garantizar que los sistemas democráticos mantengan su
legitimidad y eficiencia.

Referencias

[1] 2012, disponible en , consultada en junio del 2012.

[2] Ídem.

[3] Lucrecia Santibáñez, “Reforma educativa: el papel del SNTE”, en Revista Mexicana de

Investigación Educativa 13, núm. 37, abril-junio de 2008, pp. 419-443.

[4] La ley electoral establece que deberán organizarse 200 asambleas distritales con 300

asistentes, o 20 estatales con tres mil. Asimismo, deberá contarse con la afiliación del
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equivalente de 0.26% del padrón electoral, que en 2012 correspondía a 219 mil ciudadanos,

aproximadamente.

[5] Ver Reporte Legislativo elaborado por Integralia Consultores, www.integralia.com.mx.

[6] La unidad partidista se mide como el número máximo de las votaciones (a favor, en

contra, abstención) entre la suma total de votos (a favor, en contra, abstención).

[7] Banco Mundial, Gobernabilidad democrática en México: más allá de la captura del

Estado y la polarización social, 2007, pp. X-XI.

[8] Mayer-Serra, op. cit., pp. 25-26.

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