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TRES MITOS DE LA RELACIÓN ENTRE JUSTICIA Y SEGURIDAD

Ensayo por: Talia Elizabeth González Flores

Los sistemas de justicia, al igual que las leyes están en constante


transformación, no en si por que tengan una fecha de caducidad o un proceso de
metamorfosis, no es tan simple; se trata pues de una transformación lo más
posible apegada a las necesidades de la sociedad, pero con un tinte primordial de
respeto a la vida y a los derechos humanos.

Es muy fácil creer que un buen sistema de justicia penal es aquel que llena
las cárceles de personas, sin embargo la intención del sistema penal debe ser el
saber de la VERDAD de los hechos, y la búsqueda de la reparación del daño, por
lo que los sistemas tradicionales que se enfocaban de manera deshumanizada al
castigo del hombre ya no son suficientes para resolver el daño en la sociedad, no
traen una verdadera solución para el agraviado ni para el agraviante.

Las soluciones “socialmente útiles” son los objetivos que tienen en mira en
este preciso momento los sistemas de justicia en sus diferentes ramas, la penal no
es su excepción. Tras la reforma en 2008 el enfoque nuevo buscó mejorar la
prevención del delito, mejorar el sistema de justicia penal, fortalecer las
instituciones e involucrar a la ciudadanía.

La justicia y la seguridad estrecharon líneas a partir de este momento, pues


al configurar el sistema, la operatividad de este quedó reconfigurada también, por
lo que los encargados (personas e instituciones) quedaron alineados a
responsabilidades específicas.

Es claro que no vivimos en el mundo ideal que quisiéramos y que la justicia


es el resultado de una lucha en la que se tiene que ser bastante hábil, preparado,
y además todas las cosas tienen que “operar” en tu favor. No es un mito que
muchas de las personas no tienen fe en que exista la justicia, de ahí a que menos
de un trece por ciento de la población denuncie los delitos de los cuales es víctima
u ofendido y que de ese porcentaje más del ochenta y siete por ciento quede
impune, de acuerdo a datos del INEGI.

Por otro lado en nuestro país se ha apostado por la búsqueda de soluciones


alternas, justicia por acuerdo, en donde se logre la restitución del daño y no
necesariamente el castigo o la pena. Es claro que con estas medidas se logrará
drenar la cantidad de asuntos en espera de una resolución, a su vez se lograría
una despresurización de las prisiones.

No obstante muchas personas no están de acuerdo con que el sistema


permita la existencia de acuerdos reparatorios, o medidas como la suspensión
condicional, creen que la justicia y la seguridad depende de ver a una persona tras
las rejas, incluso como se venía viendo en el sistema anterior, muy a pesar de no
estar seguros de que se trate del delincuente. Por lo tanto a este grupo de
personas le atribuiremos el primer mito sobre la justicia y la seguridad, pues
aseguran que “Los delitos que se denuncian y no terminan en sentencia son
impunidad”.

Otro tanto grupo de personas sugieren que “si la incidencia delictiva no


disminuye, el sistema de justicia ha fracasado”, lo que conforma otro mito y ni una
realidad, bien sabemos que la criminalidad es un fenómeno social que se
constituye de diversos factores y cuya solución no puede ser atribuida
exclusivamente a la esfera del quehacer público; si bien las mejoras al sistema
repercutirán siempre en el efecto de justicia y seguridad que se viva en la
sociedad, no se puede esperar que los índices delictivos desaparezcan o
decrezcan.

Lo anterior me recuerda un ejemplo que siempre utilizaba mi maestro de la


materia de penal en segundo semestre de la universidad y es que las personas
que van a delinquir no se levantan, toman el periódico o el código penal y se
ponen a analizar si “conviene” o no delinquir, además que la razón no es la que los
mueve a delinquir, sino el instinto y la irracionalidad, en su carácter se seres
antisociales llevan a cabo conductas alejadas del bien social, por lo tanto ningún
esquema o sistema será respetado por ellos.

El tercero de los mitos más comunes en la sociedad es que “el éxito de la


reforma de justicia penal no se relaciona con la incidencia delictiva”, ante esto
queda claro que el sistema penal trabaja por dar solución a las problemáticas
sociales de su materia, buscando la procuración de justicia pronta, expedita y
gratuita, cuenta a su vez con recursos humanos y materiales limitados y el sistema
opera en la medida de lo posible con la mayor prontitud posible, buscando
aprovechar al máximo cada recurso, lo cierto es que el aumento en la comisión de
los delitos pudiera rebasar al sistema, y ampliar el número de instituciones
(además que económicamente no sería factible), sería un desperdicio.

La carga de trabajo que actualmente tienen los órganos de justicia penal


son bastantes, sin embargo con el nuevo sistema se han delegado a quien
corresponde sus debidas responsabilidades y funciona de manera pronta bajo el
esquema de un sistema oral.

A pesar de todo lo mencionado, de cómo el sistema se ha transformado, no


podemos dejar de lado que en México cada vez más hemos buscado fortalecer el
estado de derecho, por lo que resultaría imposible que el fenómeno de la justicia
se siga llevando con las viejas prácticas y con un enfoque de las autoridades
totalmente renovado.

Algo que sin duda modificó por completo el sistema y con lo que me
gustaría concluir es que con la determinación del principio de inocencia, la justicia
no solo depende de que parezca que se pudiera acreditar la existencia del delito,
por lo que para que el juez condene o declara delincuente a una persona se
necesitará tener todos los elementos necesarios para vincularlo al hecho.

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