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EL ARQUITECTO PINTOR

En el capítulo “El arquitecto pintor” se menciona sobre los pintores y los arquitectos, y sobre
sus diferencias en torno a la relación entre la pintura y la arquitectura, se expone la forma en
que respecto a lo pintoresco se tienen distintas visiones según la disciplina que lo vea
(arquitectura o pintar). Todo esto nos da un punto de vista diferente entre ambas partes,
siendo que en cierto punto se encuentran vinculados en el arte y la belleza, dando un enfoque
diferente en los paisajes que forman las pinturas por el otro lado.

Del mismo modo que lo pintoresco es una manera de ver, así la arquitectura pintoresca
puede definirse como la construcción y el diseño que son concebidos en relación con el
paisaje, tanto en el emplazamiento como en cuanto a fuente de determinadas y
características reflejadas en la arquitectura, es por eso que se busca insertar el elemento
arquitectónico en la obra de una forma en el que sea parte de un primer plano de varios, en
vez de ser la pieza fundamental de ésta, buscando un equilibrio entre la arquitectura, paisaje
y la pintura.

Principalmente, el hecho de que la obra sea pintoresca significa que se busca utilizar la
irregularidad como el elemento primordial, en vez de la regularidad, es decir, se adopta un
estilo que, desde la época de la Reina Isabel, no era ni abordado y por lo tanto se busca un
nuevo enfoque donde el arquitecto no quiera reflejar la obra en base a un eje sino que sea
construída en linealmente en base a un diseño sin tantas restricciones, teniendo libertades
creativas y artísticas como el artista en sus múltiples obras como se puede apreciar en el arte
y paisajes de la época.

Otra de las características principales de la arquitectura pintoresca es el concepto de


movimiento. Como bien mencionan Reynolds y Price, se buscaba mostrar el movimiento en
todas direcciones, más el añadido de las formas cóncavas y convexas en sus obras. Esto logra
una impresión similar a la de valles y montañas, con distintos planos y diferencias entre
niveles de profundidad. De esta manera se crean distintas formas de iluminar el entorno,
además de proporcionar variedad de contrastes y sombras a los elementos que lo componen,
como fue mencionado anteriormente con los artistas y arquitectos de la época. Así, todo se
integra formando un todo que termina por dar un sentido pintoresco en las obras.

También tomando en cuenta la transición desde una actitud sentimental y de amante de la


antigüedad a una postura pintoresca respecto al gótico fue una gran medida provocada por la
“crítica” hacia las ruinas de Gilpin y de Arthur Young. Hasta cierto punto, la poesía de Gray y
de los Warton educó la mirada en el color. En Pleasures of Melancholy (1747), Thomas
Warton se refiere a las ruinas en términos tanto de color como de sentimiento romántico.
Carl Blechen, La torre en ruinas del castillo de Heidelberg (1830)

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