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CAPITULO 1. INTRODUCCION
La historia de la geoquímica. Breve reseña

Las raíces de la geoquímica están relacionadas con los orígenes de la geología y la


química. Muchas de las observaciones prácticas de Agrícola (Georg Bauer), Nicolás Steno, y
otros geólogos del Renacimiento ayudaron a expandir el conocimiento del comportamiento
de los elementos y su presencia en la naturaleza. Estas observaciones constituyeron las
bases sobre las que se sentaron los avances de la química moderna y la geología a finales del
siglo XVIII. Los estudios de Antoine Lavoisier y sus contemporáneos, durante la época en
la que la química moderna comenzó a tomar forma, están llenos de conjeturas sobre la
composición química de los océanos, la atmósfera, suelos y las rocas y los procesos que
influyen en ella.
Asimismo, Roma de L'Isle y René-Just Haüy hicieron las primeras observaciones
modernas de cristales, lo que implicó grandes avances en el campo de la mineralogía y la
estructura química.
El término geoquímica fue utilizado por primera vez por el químico suizo C.F.
Schönbein en 1838, mientras que la aparición de la geoquímica como una disciplina
separada, vino asociada con el establecimiento de grandes laboratorios en el Servicio
Geológico de EE.UU. en 1884, el Carnegie Institution de Washington, DC, en 1904, y
de otros grandes laboratorios europeos ubicados en particular en Noruega y la ex Unión
Soviética, entre 1910 y 1925. En estos laboratorios se produjeron algunos de los primeros
estudios sistemáticos de composición de rocas y minerales y algunos de los primeros
estudios experimentales en los que se estudiaron las condiciones termodinámicas de
estabilidad mineral. El famoso trabajo de F. W. Clarke, The Data of Geochemistry,
publicado en 1909 y revisado y reeditado en varias oportunidades durante los siguientes 16
años, resume los estudios analíticos realizados en el Servicio Geológico de EE.UU. y en
otros lugares, para estimar la composición media de la corteza.
La regla de las fases, que fue sugerida por primera vez en un trabajo teórico
de Gibbs de la Universidad de Yale en 1880, fue aplicada por los petrólogos europeos
Roozeboom y Eskola a los estudios de campo de las rocas metamórficas. Estos geólogos
establecieron luego las bases químicas para el desarrollo del concepto de facies
metamórficas. Al mismo tiempo, el Laboratorio de Geofísica de la Carnegie Institution
(Washington) comenzó a experimentar en los procesos de formación de rocas ígneas.

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Además de los avances en geología, los avances de la geoquímica a lo largo del siglo XX
estuvieron claramente asociados con el desarrollo de modernas técnicas de análisis. Entre
ellos, el descubrimiento llevado a cabo por Max von Laue (1912) permitió sentar las bases
para los análisis por difracción de rayos X. von Laue descubrió que la disposición interna
de los átomos en una sustancia cristalina puede servir como una rejilla de difracción para la
dispersión de un haz de rayos-X. Poco después de este descubrimiento, William L. Bragg
utilizó esta técnica para determinar la estructura cristalina de la halita. En la década de 1920,
Víctor M. Goldschmidt y sus asociados en la Universidad de Oslo determinaron las
estructuras cristalinas de un gran número de minerales comunes, y a partir de estos estudios
formularon los principios que rigen la distribución de los elementos en compuestos
naturales. Sus trabajos fueron quizás el más grande aporte a la geoquímica en su tiempo.
Durante la década de 1930 y en los años que abarcó la Segunda Guerra Mundial, las nuevas
aleaciones de acero permitieron a los petrólogos experimentales investigar los procesos de
formación de minerales a presiones muy altas. Percy Bridgeman de Harvard, Norman L.
Bowen del Laboratorio Carnegie, y un creciente ejército de colegas construyeron una serie
de aparatos con los que pudieron sintetizar asociaciones de minerales a temperaturas y
presiones similares a las que se encuentran en la corteza inferior y el manto superior.
Con estos avances tecnológicos, los geoquímicos fueron finalmente capaces de
investigar la química de porciones inaccesibles de la Tierra. El uso de isótopos radiactivos
en la geocronología comenzó a finales del siglo XIX, de la mano de los descubrimientos
dramáticos de Ernest Rutherford, Henri Becquerel y Marie y Pierre Curie. El mayor
impacto de la química nuclear sobre la geología, sin embargo, llegó con el desarrollo de los
espectrómetros de masas modernos de alta precisión, a finales de 1930. Los isótopos se
volvieron rápidamente herramientas invaluables de la geoquímica. Alfred Nier de la
Universidad de Minnesota determinó entre 1936 y 1939 la composición isotópica de 25
elementos. En 1947, Nier crea un espectrómetro de masas de alta precisión y de uso simple
que permitió que esta tecnología estuviera al alcance presupuestario de muchos laboratorios
y abrió un campo que, aún hoy, sigue siendo el área de mayor crecimiento de la
geoquímica.
A partir de la obra de Harold Urey de la Universidad de Chicago y sus estudiantes en la
década de 1940, los isótopos estables se han convertido en herramientas de uso frecuente
en geología económica y geoquímica ambiental. En los últimos años, las mediciones
precisas de isótopos radiogénicos también han demostrado ser cada vez más valiosas en el
rastreo de procesos de diferenciación geoquímica.
Los avances en la instrumentación en la última mitad del siglo XX, permitieron contar
con detectores cada vez más sofisticados y precisos que alcanzan límites de detección muy
bajos, los cual dio lugar al desarrollo de los estudios de elementos traza, lo cual se tradujo
en una mejor comprensión de la evolución química del manto y la corteza y de otros
procesos petrológicos fundamentales. La microsonda electrónica, desarrollada
independientemente por R. Castaing y A. Guinier en Francia y I. B. Borovsky en Rusia en
la década de 1940, se empezó a comercializar con fines geoquímicos en la década de 1960.
Debido a que el nuevo instrumento hizo posible la realización de análisis en la escala de
micras, los geoquímicos fueron capaces de estudiar no sólo muestras microscópicas, sino
también gradientes químicos dentro de las propias muestras.
En las primeras décadas del siglo XX, la exploración y explotación de petróleo
se convirtió en el foco de los estudios geológicos y con ello cobró importancia el campo de
la geoquímica orgánica. En la década de 1930, el "padre de la geoquímica” en Rusia, V.I.
Vernadsky fue uno de los primeros en especular sobre las relaciones genéticas entre la
materia orgánica sedimentaria, el petróleo y los hidrocarburos. Alfred Treibs fue quien
confirmó el origen biológico del petróleo en la década de 1930. Otros, incluyendo a
Wallace Pratt, de Humble Oil Company, dedujo correctamente que el petróleo se forma

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por la descomposición natural de grandes moléculas orgánicas y señaló que las diferencias
locales en el material de origen y las condiciones diagenéticas crean un producto químico
distintivo o "Huella digital" en cada depósito de petróleo. En la segunda mitad del siglo
XX, los geoquímicos orgánicos redirigieron su atención a los contaminantes ambientales,
reorientando los métodos geoquímicos aplicados en los derivados del petróleo al rastreo y
control de la materia orgánica en suelos industriales y aguas subterráneas y para la
reconstrucción ambientes pasados.
El crecimiento de la geoquímica ha sido paralelo al desarrollo de cosmoquímica. Desde
el punto de vista uniformista, el estudio de patrones terrestres y de procesos geoquímicos
sienta las bases para determinar los principios que rigen el comportamiento general de los
materiales planetarios. En los últimos años, nuestro entendimiento de la diferenciación de
la corteza y del manto terrestre primitivo ha mejorado gracias a estudios de muestras
lunares.
Este breve resumen de la historia de la geoquímica deja en evidencia la estrecha
relación que ha habido entre los avances de la química y la geoquímica propiamente dicha.
En particular, los últimos dos siglos han estado marcados por ciclos de interés recurrentes
en la recopilación de datos y el crecimiento de teoría básica, a la que han aportado tanto
químicos como geólogos. Cada avance en la tecnología ha invitado a los geoquímicos a
avanzar en un mayor conocimiento de la Tierra, se expandió el espectro de información
disponible para nosotros, y dio lugar a una nueva interpretación de muchos procesos
fundamentales en Geología.

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