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Figura 54. Diferentes modalidades de observación según León y Montero (León y Montero, 2003).
Si examiná is a un hombre con una herida abierta en la cabeza que le llega hasta el hueso
© Editorial UOC 4 Fundamentos de psicobiología
No hay má s que observar la disecció n de la masa grande, el cerebro, para tener amplios
motivos para lamentar nuestra ignorancia […]. Admiramos […] las fibras de todos
los mú sculos y aú n deberíamos admirar má s su disposició n en el cerebro, donde un
nú me- ro infinito de ellas, confinadas en un espacio muy reducido, llevan a cabo su
funció n específica sin confusió n ni desorden alguno.
Nicolas Steno (Niels Stensen), 1668.
Entre 1772 y 1775, John Walsh demostró que la electricidad parecía estar impli-
cada en la fisiología animal (Piccolino y Bresadola, 2002). No obstante, este autor no
pudo explicar có mo la electricidad se podía almacenar en los tejidos.
En 1791, los trabajos de Luigi Galvani proporcionaron firmes evidencias
experi- mentales de la implicació n de la electricidad en la funció n neuromuscular.
De acuer- do con este autor, existe un desequilibrio entre el interior y el exterior
de las fibras
© Editorial 9 Psicobiolog
Charles Bell
(1774-1842).
François Magendie
(1783-1855)
Utilizando un escalpelo muy afilado pude […] dejar al descubierto la mitad posterior
de la médula espinal […] vi que [el perro] se movía aunque su sensibilidad había sido
completamente anulada […]. Comencé a considerar que era probable que las raíces pos-
teriores de los nervios espinales tuvieran funciones diferentes que las anteriores y estu-
vieran particularmente relacionadas con la sensibilidad. Se me ocurrió , desde luego, que
el paso siguiente era cortar las raíces anteriores dejando intactas las posteriores […] el
miembro estaba completamente inmó vil y flá cido, aunque no podía haber duda de que
su sensibilidad quedaba sin afectar.
F. Magendie (1822). Expériencies sur les fonctions des racines des nerfs rachidiens.
Journal de physiologie expérimentale et pathologique, 2, 276-279.
Gustav Theodor
Fritsch, Eduard
Hitzig y la
ilustración original
de la corteza del
perro.
jos en la fisiología de los sistemas sensoriales, fue Hermann Ludwig Ferdinand von
Helmholtz.
Este autor inició , en 1841, su disertació n doctoral como discípulo de Johannes
Mü ller. É ste ú ltimo formuló la teoría de la energía específica en relació n a los sistemas
sensoriales, sugiriendo que cada sensació n se encontraba marcada y configurada por la
actividad espe- cífica de las células sensoriales que recogían y enviaban dicha
informació n, independien- temente de la energía estimular que las activara (luz,
presió n de la piel, etc.).
No obstante, el austríaco Franz Joseph Gall se decantó por la idea de que el cere-
bro estaba compuesto de partes especializadas. La percepció n, la emoció n y el lengua-
je se podían localizar en diferentes sistemas neurales.
A mediados de siglo, el
cirujano francés Pierre Paul
Broca argumentó que el len-
guaje, una de las funciones que
nos distinguen de otras espe-
cies, no es una propiedad pro-
cedente del funcionamiento
global del cerebro, sino que
puede circunscribirse a regio-
nes cerebrales específicas.
Paul-Pierre Broca (1824-1880) Localización en un cerebro humanio del área
Broca que lleva
presentó a un pacien-
su nombre
te que podía entender el len-
© Editorial UOC 14 Fundamentos de psicobiología
guaje pero no podía hablar. A la muerte del paciente (1861), examinó su cerebro y
obser- vó que só lo una pequeñ a porció n de tejido parecía dañ ada; esta lesió n se
localizaba ú nicamente en el ló bulo frontal del hemisferio izquierdo.
El neuró logo y psiquiatra alemá n Karl Wernicke,
por su parte, identificó otra á rea (denominada pos-
teriormente el á rea de Wernicke) localizada en la
regió n posterior de la circunvolució n temporal
supe- rior, y en la regió n colindante a la
circunvolució n temporal media (á reas 22, 39 y 40
de Brodmann). Inicialmente, su lesió n se
relacionó con déficit en la comprensió n del
lenguaje. No obstante, hoy en día sabemos que su
implicació n funcional en el lenguaje es mucho
má s compleja, formando parte del sistema
perisilviano posterior e interaccionado con el
sistema perisilviano anterior.
Figura 55. Mapa de localizaciones cerebrales propuesto por Spurzheim. (Fuente: Edelmira
Domènech. La frenología, pp. 176-177. Seminario Peu Mata. Universidad de Barcelona).
Por tanto, toda la tradició n científica acaecida en el siglo XIX se decantó hacia
tres premisas vertebrales:
1) El cerebro se comunica con el cuerpo a través de los nervios y mediante la elec-
tricidad.
2) Las lesiones del sistema nervioso pueden afectar a las sensaciones, al
movimien- to e incluso al propio pensamiento.
3) El cerebro tiene distintas partes identificables que, probablemente,
podrían llevar a cabo diferentes funciones: la percepció n, la emoció n y el
lenguaje se podrían localizar en sistemas neurales anató micamente dife-
renciados.
© Editorial 1 Psicobiolog
En definitiva, podemos decir que el lenguaje con el que se escriben las raíces
en el siglo XIX de la psicobiología y la neurociencia es un lenguaje basado,
fundamen- talmente, en la electrofisiología y en la neuroanatomía.
das, esta barrera se ha ido solventando, establecié ndose poco a poco una
neurocien- cia celular y molecular, en la que anatomía y electrofisiología se han
convertido en objetivos fá cilmente accesibles. Esta instauració n de la neurociencia
celular y mole- cular se ha basado, fundamentalmente, en dos hechos importantes:
1) Por un lado, en la doctrina neuronal.
2) Por otro, en el surgimiento de la hipó tesis ió nica.
La aparició n de Santiago Ramó n y Cajal en el marco teó rico del estudio del
siste- ma nervioso cambió el curso de su propia historia (Bosch y Abbott, 2001; De
Felipe, 2002).
A finales del siglo XIX, la teoría que prevalecía para dar una explicació n de la
orga- nizació n del sistema nervioso establecía que éste estaba compuesto de una
red difu- sa de nervios, donde los somas celulares desempeñ aban un papel específico
de apor- te de nutrientes. Cajal pudo demostrar que el cerebro se componía de células
discretas, llamadas neuronas, cuyos axones y ramificaciones axó nicas no formaban
un retícu- lo continuo. Rá pidamente, esta doctrina constituyó el principio
fundamental y orga- nizacional del sistema nervioso, exponiendo que la neurona
era la unidad metabó - lica, genética, anató mica y fisioló gica del cerebro (Shepherd,
1991). Cajal fue considerado como uno de los investigadores que había contribuido
de forma má s sig- nificativa a la victoria de la doctrina neuronal en su batalla sobre
la teoría reticular (De Felipe, 2002).
Del mismo modo, Cajal expuso otros dos principios teó ricos que ayudaron en
gran medida a favorecer el acercamiento teó rico de la biología hacia el estudio del
siste- ma nervioso:
© Editorial 1 Psicobiolog
Inteligencia
Para Cajal, la morfología celular o su relació n entre sí no pueden explicar las fun-
ciones cerebrales superiores, por los motivos sigu¡entes:
• El cerebro no contiene un centro receptor de todas las fibras sensoriales y
motoras, sino que toda la corteza puede considerarse una serie de centros.
• La corteza está dividida en regiones que realizan asociaciones mentales que no
pueden explicarse por su citoarquitectura.
Segú n Cajal, una “célula psíquica” desempeñ a una actividad má s amplia y fun-
cional en relació n con las funciones superiores cuanto mayor nú mero de expansio-
nes protoplasmá ticas, somá ticas y colaterales ofrece, y cuanto má s copiosas, largas
y ramificadas son los colaterales emergentes de su cilindroeje.
La hipó tesis previa a Cajal aceptada por la comunidad científica se centraba en
la premisa de que la inteligencia está relacionada con el nú mero de células. Cajal
sugiere que el ejercicio mental puede forzar el desarrollo de expansiones protoplas-
má ticas y colaterales estableciéndose nuevas relaciones intercorticales (proceso que
hoy identificamos como plasticidad cerebral), aunque no se forman nuevas neu-
ronas (proceso conocido actualmente como neurogénesis).
En esta línea de pensamiento, se observa la gran influencia del asociacionis-
mo en Cajal a través de autores alemanes, como Wundt y Helmholtz (Redolar,
2007). De esta forma, se habla de asociacionismo interneuronal, en el sentido de
que la inteligencia depende del nú mero de conexiones entre las células nerviosas
(hipótesis quimiotáctica, no só lo para el desarrollo sino también para los pro-
cesos de aprendizaje y memoria). Ademá s, Cajal tambié n lleva a cabo una des-
cripció n de las diferencias en la plasticidad cerebral en el cerebro en desarrollo y
en la edad adulta.
Este autor tambié n destaca en su obra la importancia que tiene la atenció n en los pro-
cesos de aprendizaje y memoria:
Bajo la influencia de la atenció n profunda y continuada sobre un orden de ideas y per-
cepciones, el territorio encefá lico correspondiente sería asiento de una hiperemia fisio-
ló gica, y el protoplasma nervioso acrecentaría su masa en virtud de una asimilació n
má s activa.
S. Ramó n y Cajal (1894b).
Consciencia
Emociones
Para Cajal, ademá s de los “centros perceptivos”, existen en la corteza cerebral los
“centros conmemorativos”, cuya lesió n afecta a la memoria, al reconocimiento de
obje- tos y a la conducta emocional (“sentimiento”). Cajal se anticipa a la relació n
entre el control emocional de la conducta y la corteza cerebral (refiriéndose a lo
que cono- cemos como corteza prefrontal).
Cajal también se anticipa a la lateralizació n de las funciones cerebrales en los
“centros conmemorativos” (no para los “centros perceptivos”, que son simétricos y
bilaterales).
Wilhelm Wundt
(1832-1920).
sació n subjetiva. Este rigor científico fue llevado al estudio de la conducta observa-
ble, virando de forma completa en los añ os sesenta hacia el estudio de los procesos
cognitivos y las representaciones internas.
La psicología fisioló gica es así en primer lugar psicología, y adopta como objetivo,
investigar los procesos conscientes dentro de su propio contexto.
W. Wundt (1874). Grundzüge der physiologischen Psychologie. Leipzig: W. Engelman.
La idea de tratar las sensaciones como estados conscientes que varían cuantitativa-
mente se remonta a las mó nadas de Leibniz y a sus doctrinas de la pequeñ a percepció n
y la apercepció n. Esta línea de pensamiento había sido elaborada ulteriormente por el
filó sofo alemá n Herbart. Fechner los siguió a ambos al admitir la existencia de sensa-
ciones inconscientes –o, como é l las denominaba, negativas– que no atraviesan el
umbral de la conciencia.
T. Leahey (1998). Historia de la psicología. Principales corrientes en el pensamiento psicológico.
Madrid: Prentice Hall.
Guillaume Benjamin
Amand Duchenne
(1806-1875)
La britá nica Brenda Milner demostró ser uno de los pioneros en el estudio de
la memoria y de otras funciones cognitivas desde un punto de vista
neuropsicoló gico. Esta autora analizó de forma sistemá tica las secuelas cognitivas
producidas por la lesió n del ló bulo temporal medial, detallando los dé ficit
presentados por H. M. A partir de los trabajos de Brenda Milner, se gestó la idea de
que en el cerebro existen diferentes sistemas de memoria que pueden interactuar y
mantenerse preservados, en caso de dañ o o lesió n en uno de ellos. Así, Brenda
Milner no só lo se centró en el estudio de la memoria declarativa mediante el
estudio del papel del ló bulo temporal medial, sino que también abordó otros
sistemas, como el que implica a la corteza pre- frontal dorsolateral en la
organizació n temporal de la memoria, o el sistema que incluye al estriado dorsal y
a sus conexiones con la corteza, dando soporte a las memorias procedimentales.
En los añ os ochenta, surgieron modelos animales de amnesia en primates no
humanos y en ratas que permitieron identificar las estructuras del ló bulo temporal
medial implicadas en la memoria declarativa: el hipocampo y la regió n parahipo-
campal (comprendida por la corteza perirrinal, la corteza parahipocampal –o postri-
nal– y la corteza entorrinal). Estos experimentos pusieron de manifiesto la existen-
cia un circuito neural crítico que involucraba conexiones bidireccionales entre el
neocó rtex, la regió n parahipocampal y el hipocampo (Eichenbaum y Cohen, 2001).
© Editorial 2 Psicobiolog
abarcar tanto los procesos cognitivos como la propia biología molecular de las
célu- las nerviosas, estudiando los mecanismos de plasticidad siná ptica y su
relació n con el almacenamiento de la informació n en la memoria. ¿Podemos
pensar en una uni- ficació n má s amplia que aquella que nos permite comprender
tanto las moléculas como la propia mente?
A principios de los añ os setenta, diferentes estu-
dios en invertebrados mostraron que formas de apren-
dizaje como la habituació n, la sensibilizació n o inclu-
so el condicionamiento clá sico, se basaban en
cambios estructurales y funcionales en las siná psis
entre las neu- ronas que mediaban la conducta
modificada (Kandel y Squire, 2000).
En los añ os noventa, la aparició n de técnicas de
manipulació n gé nica permitió poder relacionar genes
específicos con los mecanismos de plasticidad siná p-
tica, e incluso con la conducta y la cognició n. Del
mismo modo, el poder combinar estudios genéticos Eric Richard Kandel (1929).
con estudios conductuales en Drosophila, Aplysia y
ratones permitió identificar que las formas de memoria declarativa y no declara-
tiva compartían algunos elementos celulares y moleculares comunes. De este
modo, se pudo comprobar la existencia de diversas moléculas de señ alizació n crí-
ticas para convertir la plasticidad transitoria a corto plazo en una memoria persis-
tente a largo plazo, tanto para las memorias de tipo declarativo como no declara-
tivo (Kandel y Squire, 2000).