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EL BURRO DE AL-HAKIM.

Autor: Tawfiq al-Hakim.


( Traducción y estudio: Iris Hofman Vannus)
Publicaciones del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid.
149 págs.

La lectura de esta breve obra teatral por parte de cualquier persona que se
acerque inocentemente a ella puede servir de introducción a la desconocida dramaturgia
árabe, y más concretamente a la egipcia. Ante un posible lector mayoritariamente
desconocedor de este tipo de obra, en este libro no puede más que sorprenderle narrando
una historia un tanto surrealista y muy plástica que no deja de maravillar con el fiel
reflejo de sus diferentes escenas.

En un marco de paisajes tan contrastados, como puede ser el Egipto de


principios del siglo XX, esta obra es capaz de transmitir a través de maravillosas
descripciones, los ambientes tan opuestos que se quieren reflejar, el Cairo queda
elocuentemente definido desde la primera página, y a esa descripción se contrapone la
visión del campo egipcio que quiere reflejar su autor, un campo sucio y tosco sin ningún
tipo de ayuda ni intención de desarrollo, un campo olvidado que queda fuera de todo
anhelo de civismo incluso dentro de sus mismos habitantes. El Cairo alocado y frenético
es enfrentado a este campo de supervivientes sin más motivación que la de poder
sobrevivir un día más gracias al sudor de sus frentes. Esta intención de choque ante el
lector entre ambos lugares es, según mi opinión, la principal motivación que tuvo el
autor al escribir esta obra, ya que sufrió en primera persona la incompatibilidad de estos
dos ambientes.

La obra se basa en un constante ir y venir de opuestos, comenzando por el más


obvio que es el contraste paisajístico, y que a su vez es el que deriva el resto: los
personajes de ciudad, especialmente los extranjeros, con los personajes del campo; sus
puntos de vista totalmente contrarios sobre la vida, las costumbres,…. Todo esto no deja
de ser reflejado intencionadamente por el autor que quiere con ello dejar patente las
diferencias existentes entre el campesinado egipcio y la burguesía del propio país, ya no
es un choque propiamente dicho entre ambas secciones, sino que el contacto y el interés
mutuo es inexistente, tan sólo los extranjeros que van a rodar una película al pueblo son
los que se fijan en la situación del campesino en este país y tienen alguna compasión
por ellos, ni tan siquiera el escritor (personaje autobiográfico, en mayor o menor
medida, que refleja a Tawfiq al-Hakim) siente ningún tipo de obligación respecto a estas
gentes, sólo quiere volver al Cairo y dejar de pasar penalidades y sufrimientos en aquel
pueblo sucio y maloliente.

Estos continuos choques de visiones están presentes a lo largo de toda la obra, en


la que sin descanso surgen nuevas contradicciones una y otra vez, como la visión del
hombre cruel ante el animal que se presenta como mucho más afable y noble que el
humano; Europa tranquila, rica y poderosa, con su visión romántica de África, y el
Egipto que no puede más que fijarse en su cruda realidad y la de su tiempo; el artista
libre que choca y tiene que convivir con un hombre vulgar que no le entiende,….Sin
duda gracias a todos estos argumentos reflejados en la obra con grandes pinceladas de
ingenio, hacen al lector avanzar por sus páginas rápida y agradablemente. Es una obra
que reflejando la situación de tensión y grandes conflictos del siglo XX consigue que el
lector a la vez que se conmueve y reanima su consciencia, pueda ser capaz de sufrir y
desternillarse en una misma página. En definitiva, una lectura más que recomendable
para estos tiempos que corren.

Regina Chatruch del Río.

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