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Lectura de texto crítico: El lugar sin límites de José Donoso

Nombre:_______________________________________ Curso:____ fecha:_______

Objetivo: Leer y comprender textos no literarios para contextualizar y complementar las lecturas literarias
realizadas en clases.

I.- INSTRUCCIONES: Desarrolla una lectura personal y luego

Yo con yo: Yo con todos:


➔ Señala una palabra que capte tu atención o ➔ ¿Qué temas surgen?
te parezca poderosa. ➔ ¿Qué implicaciones o predicciones pueden
➔ Una frase que te conmueva, comprometa o extraerse?
estimule. ➔ ¿Qué aspectos del texto no se captaron en
➔ Una oración que sea significativa para ti y las elecciones?
creas que capta la idea central del texto.

“Reverso, espejos y mundos: El lugar sin límites de José


Donoso.”
por Bárbara González

Como reacción a la literatura mimética criollista y regionalista


de la primera mitad del siglo XX, en la década de los años 60’s
se desarrolla en Latinoamérica un movimiento llamado el
“Boom”, quizás referido despectivamente por aquellos que
pensaron que sería una tendencia fugaz que no tendría
repercusiones a futuro. Sin embargo, quienes lo componían,
tenían una clara conciencia de lo que estaban fraguando con
sus propias manos y mentes. Al ser plenamente conscientes
de la situación social e histórica de Latinoamérica, estas ideas
revolucionarias se esparcieron y tomaron una trascendencia
quizás insospechada para la época. La superación del
realismo imperante que deja atrás el servilismo a una técnica
o temática establecida, es uno de los principales motores que
mueven a autores como Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa,
Julio Cortázar, e incluso al mismo José Donoso. La idea
fundamental de estos y otros autores es dar un vuelco a las
directrices imperantes y enfocarse en modelos externos para
crear literatura social. A ellos les debemos la
internacionalización de lo hispanoamericano, pues el criterio
comienza a abandonar lo regionalista y Europa mira hacia
Hispanoamérica, desenterrando a la antes literatura marginal.

Para comenzar, El lugar sin límites, cuenta la historia de varios


de los habitantes del pueblo de Estación El Olivo, donde
destacan, principalmente, las figuras de Don Alejo, la
Manuela, la Japonesita, y la visita de todas las vendimias,
Pancho Vega.

Desde el inicio de la narración, es posible asistir a la


decadencia de este pueblo, una decadencia que comenzó con
la llegada de la Manuela y una decadencia que se presenta
netamente como finalización del mundo al revés, tomando en
cuenta la definición de carnaval dada por Bakhtin. Esto se da
como contraparte de lo que sucede hasta ese entonces en la
literatura: mimesis, arquetipos y presentaciones realistas de la
sociedad.

La Manuela es quien, con su llegada, introduce a El Olivo en


el carnaval, disfrazándolo y disfrazándose para dar rienda
suelta a los impulsos del sujeto, dejando atrás, de esta
manera, las convenciones sociales como culturales. Es en
este personaje donde se da la esencia del carnaval: la fusión
de contrarios. Asistimos a la presentación de un travesti que
lleva en su cuerpo, tanto el mundo del carnaval como la
negación a lo establecido, es decir, a su calidad de ser
masculino, la cual es invertida para dar paso al personaje, a la
representación carnavalesca.

De esta manera, comienzan a darse las inversiones, tanto de


los personajes de la obra, como de las relaciones que dentro
de ella se formulan: prostitutas decadentes, patrones egoístas
y una ciudad cuyo centro es un burdel. Sin embargo, existe
una relación en particular que se mantiene como cable a tierra
dentro de este mundo trastocado, una convención que existe
para conservar la verosimilitud del relato y que representa la
realidad que hace patente la existencia de un mundo al revés.
Sobre la base del contraste entre lo real y lo inverso se
reconoce, por una parte, la voz oficial y, por otra, el sentido de
espejo invertido que representa El Olivo. Esta relación es la de
patrón / sirviente, una relación que guía los hilos de la obra y
que, como voz oficial, debe ser destronada a través del
carnaval.

Es así como, para destronar a esta voz oficial, toda interacción


y presentación de caracteres dentro la obra, existen sobre la
base del espectáculo y de la representación teatral. La
Manuela el inicio, fuente e influencia de este mundo al revés.
Ella es quien, originalmente, comienza el carnaval a través de
sus bailes. Antes de su llegada, es posible hablar de una
especie de paraíso, donde todo giraba en torno a la relación
feudal que se establecía entre don Alejo y su pueblo. Sin
embargo, después todo cambia. Ella es el carnaval y, por
ende, la fusión de los opuestos. El vestido de española es la
máscara a través de la cual acalla los convencionalismos y
lucha contra ellos de manera inconsciente. En él esconde su
sexo y da rienda suelta al mundo inverso: el de él / ella visto
como una verdadera mujer.

De esta manera se va configurando el carnaval en El Olivo, y


la mayor aprobación del mismo es la aceptación, por parte de
don Alejo, de la Manuela. Este gesto, que se puede tomar
como de buena voluntad, simplemente esconde las reales
intenciones del creador de El Olivo. Es él quien debe
apropiarse de todo lo que llegue a sus dominios y sacar el
mejor provecho posible. Es por esto que don Alejo acepta el
carnaval en El Olivo, pero solo por los beneficios que éste le
puede acarrear. En la medida que él sea capaz de mantener
contento al vasallaje, podrá obtener todo lo que de ellos
desee, incluso sus cuerpos, tal como lo hizo con la Manuela, a
través de la Japonesa Grande. De esta manera, Don Alejo
acepta un carnaval, pero bajo sus condiciones y bajo su
mirada omnipresente. Es por esta razón que la relación de
vasallaje jamás se rompe dentro de su mundo, aunque sí lo
hace fuera de él: Pancho logra su independencia a través del
contacto con el exterior y la declara en la hacienda de don
Alejo, lugar que no es parte del mundo creado por este último.

Como ya se mencionó, el baluarte de la polisemia


carnavalesca está en el personaje de la Manuela. La
femineidad que ella presenta en su diario vivir posee una
doble significación dentro de la obra. En primer lugar, la de
hombre que procrea. Es decir, ella, quien se sabe hombre, en
el acto sexual, es seducido y conducido como mujer, dando a
luz a su hija. Y, en segundo lugar, a través de la función de
objeto. Ella es un objeto a poseer, tanto por hombres como
por mujeres. Este máscara le otorga la opción de dejar atrás
su representación masculina que se descubre como un objeto
poseído y dominado por una verdadera mujer, por su hija, la
Japonesita quien, como todas las mujeres del pueblo, lleva las
riendas y ve al hombre solo como proveedor, tanto de placer
carnal, como de dinero.

De esta forma, dentro de la dinámica que se da al interior del


pueblo, la Japonesita representa la realidad, un ser sin
máscaras, que no se debe confundir con institucional. Ella es
la mujer verdadera, por lo tanto, tiene poder sobre la Manuela,
quien está consciente de su desventaja y se deja dominar. La
realidad de la Japonesita es ausencia para la Manuela. Es
decir, la Japonesita representa lo que la Manuela jamás podrá
ser: primero que todo, mujer, y segundo, joven.

Es así como los opuestos se funden en El Olivo: la Japonesita


representa la realidad, el ser verdadero y sin disfraz, mientras
que la Manuela es la carnavalización de esta realidad, su
opuesto, pero un opuesto complementario. La Manuela solo
se define como hombre o como mujer en función de su
relación con la Japonesita. Sin ella no podría ser mujer, pues a
través de ella es madre y posee a Pancho, ni tampoco podría
recordar su condición masculina, pues es ella quien
constantemente la llama “papá” y busca su protección y
amparo viril. Es por esto que El Olivo se transforma en un gran
espejo donde todos conviven con su otro y donde existe la
opción de asumirlo o de obviarlo, a conveniencia.

Como centro del carnaval, todos los personajes acceden de


una u otra forma a la Manuela y forman parte del festejo,
aunque sea momentáneamente. De esta manera, y a través
de la fusión de contrarios, los diversos personajes se olvidan
de sí cuando están en el festejo, pero, a la vez, accedan a la
revelación de sus auténticos seres. Esto es lo que sucede con
Pancho, quien, en principio, se deja llevar por el carnaval,
disfruta de su máscara pero, en el último encuentro, se le es
revela su verdadera esencia. La Manuela actúa como el imput
en la conciencia de Pancho y le revela su ser.

En el desplazamiento que se produce entre la suerte de la


Japonesita con la visita de Pancho, su primera vez en el acto
sexual, y lo que finalmente sucede con la Manuela, se
reafirma, por una parte, la situación de opuestos
complementarios de estos dos personajes y, por otra, el hecho
de que, mediante este acto, se produce una transformación en
Pancho: al hombre se le cae su máscara, su posición de
macho. Esto produce un cambio en el mundo interior del
personaje: reconoce su posición en El Olivo y su condición de
homosexual reprimido. Es por esto que, al violentar
sexualmente a la Manuela, Pancho le mantiene encima el
vestido desgarrado. El vestido, que representa la femineidad
de la Manuela, nunca es rasgado totalmente y, en ese
momento en particular, ayuda a conservar el sentido de los
opuestos. El desgarrarlo totalmente implicaría entrar en lo real,
acallar la voz carnavalesca, asumir lo que se prefiere obviar y
que, al darse dentro de los límites del carnaval, está
permitido… esa es la disculpa.

La vejación produce, también, un efecto de transmutación de


mundos dentro de la Manuela: con el desgarro de su vestido,
es rota su máscara, el teatro apaga sus luces y el carnaval
termina. Al estar moribunda en los bordes del pueblo, asume
su condición real de hombre, de ser del sexo masculino. El
acto sexual mata a la niña y da paso al hombre, responde al
acceso a la realidad sin caretas y al final de la representación
carnavalesca, es decir, de los opuestos.

De esta manera, la obra se presenta como un constante


cambio entre mundos internos (cada uno de los personajes
vistos como mundos individuales, mediante la polifonía) y
desplazamientos simbólicos a través de imágenes
especulares (conciencia de la inversión del yo en el otro)
dentro de un lugar delimitado. Paradójicamente, este lugar sin
límites es cerrado, aislado y enclaustrado, pero dentro de él se
transgreden los límites eternamente y se acepta lo que en
otras circunstancias estaría vedado. El Olivo se presenta
como el espejo invertido de la sociedad reflejada en la
literatura criollista, es la caída de la concepción cultural de
realidad y el descenso del ángel del paraíso a la tierra,
creando el infierno. El motivo por el cual este “lugar sin
límites”, este mundo creado sobre la base del carnaval, se
trasforma en infierno, es porque todas las máscaras van
cayendo lentamente y se van hundiendo en la tierra, tal como
lo hace el burdel. Al quedar todos al descubierto, las cosas se
descontrolan y pierden sentido: el carnaval no es eterno, por
lo tanto, a su finalización, se produce un lento descenso al
abismo.

El paso del personaje emblema del carnaval, la Manuela, a un


estado de pseudo conciencia de la realidad, termina por matar
la representación. El desplazamiento de mundos que realiza la
Manuela da cuenta de que el universo que se representa en El
Olivo debe desaparecer. Así como las máscaras están
cayendo, El Olivo debe terminar de hundirse en la tierra que lo
vio nacer.

Bibliografía
Donoso, José. El lugar sin límites. Alfaguara. Santiago. 1995.

Publicado en:
https://critica.cl/literatura-chilena/reverso-espejos-y-mundos-el-lugar-sin-limites-de-jos
e-donoso

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