Está en la página 1de 5

Una historia corta en el pasado progresivo:

Los pendientes de oro

Ann estaba sentada en su sillón favorito, leyendo un libro, cuando sonó su


teléfono. Fue su madre, Silvia.
“Ann”, dijo su madre, “¡estaba peinando mi cabello en el salón esta mañana
cuando conocí al chico más maravilloso! Acordamos que ustedes dos tuvieran
una cita esta noche”.
"¿Qué?" dijo Ann. Empezaba a preocuparse. Odiaba las citas a ciegas.
“Él era encantador. ¡Estuvimos sentados y charlando juntos durante más de
una hora! Debes cumplir. Y debes usar mis aretes de oro de la suerte. Te
recogerá a las 8. ¡No tienes que agradecerme! "
Ann recordó los pendientes de su madre. ¡Fueron terribles! La única vez que
Ann los usó (en la boda de su prima el fin de semana anterior) todos la miraron
toda la noche.
Ann estaba tratando de decirle que no a su madre cuando Silvia colgó el
teléfono. "Mamá, ¿me estás escuchando?"

A las 8 en punto, Ann todavía estaba leyendo su libro, con la esperanza de


olvidarse de su cita a ciegas, cuando sonó el timbre de la puerta. Mientras se
ponía rápidamente unos bonitos zapatos, una chaqueta y esos tontos
pendientes, Ann estaba pensando en lo mucho que quería quedarse en casa.
No se sentía muy romántica.
John, su cita, ya estaba hablando de su éxito comercial cuando llegaron al
restaurante. Cuando llegó la ensalada, le estaba contando sobre sus viajes por
el mundo. Cuando el camarero trajo la comida, John estaba hablando de su
perfecto sentido de la moda. "A diferencia de esos pendientes", dijo. "¡Son
horribles!"
Bueno, Ann pensó que al menos estaban de acuerdo en algo.
Cuando llegó a casa, Ann llamó a su madre. Mientras le contaba todas las
cosas tontas y egocéntricas que decía John, Silvia la tranquilizó. “Solo estaba
tratando de impresionarte”, dijo.
"Bueno, encima de todo, no le gustaron tus pendientes de oro ..."
"¡Mis pendientes de oro!" gritó Silvia. "¡Ahora escúchame, estaba tratando de
decirte todo este tiempo que este tipo obviamente no es para ti!"
Fidel era un muchacho de aproximadamente unos 20 años de edad a quien le
fascinaba salir de vacaciones con su «mochila al hombro», es decir, nunca
hacía reservaciones en hoteles o posadas, pues prefería utilizar su tienda de
campaña y dormir cobijado por un manto de estrellas.
Luego de caminar unos pocos kilómetros por una vereda sinuosa, se topó con
un paraje que bien podía formar parte del paraíso. Era un lugar repleto de
vegetación. De repente, comenzó a escuchar el murmullo del agua y se dio
cuenta que cerca de él se encontraba un apacible río de aguas cristalinas.
Cuando cayó la tarde, colocó su tienda de dormir como de costumbre y
encendió una gran fogata para que las bestias se alejaran de la zona. Pese a
eso, durante la noche alcanzó a oír una serie de ruidos que de alguna forma
despertaron un sentimiento de terror en su mente.
Por la mañana se levantó y fue hacia el río para darse un buen baño. Dejó sus
pertenencias en la orilla y literalmente se zambulló cuál pez en el agua. No
pasaron ni dos segundos, cuando quedó paralizado al notar que se aproximaba
a toda velocidad una víbora de gran tamaño.
Hay quienes dicen que a este tipo de reptiles se les conoce en los países
hispanoparlantes como «Culebras de agua dulce», sin embargo, uno de los
aspectos que más miedo acarrea esta especie es que sus colmillos pudieran
estar repletos de veneno.
Fidel gritó envuelto en pánico, esperando a que algún otro turista se acercara
a ayudarlo. Rápidamente un fotógrafo aficionado a la naturaleza, acudió en su
auxilio, más no fue lo suficientemente rápido dado que a su arribo encontró que
la voz de aquel hombre había sido acariciada por las garras de la muerte.
Luego, lo único que se le ocurrió para dar testimonio de lo ocurrido fue retratar
a esta mítica criatura. La foto fue publicada en distintos portales de Internet e
inclusive algunos de ellos le añadieron un círculo de color rojo, a fin de prevenir
a los nuevos viajeros.

VISITA AL CEMENTERIO
Un día normal en la mañana Omar estaba durmiendo en su cama, de repente
sus padres lo levantaron para ir al cementerio.
Era la primera vez que Omar iba al cementerio a visitar la tumba de su
hermano mayor, el cual murió siendo aún muy pequeño. Sus padres le habían
contado de él, pero nunca antes los había acompañado. Era un día soleado y
estaba haciendo hartísimo calor
Omar estaba observando con atención todo lo que había a su alrededor,
grandes estatuas de piedra con forma de ángeles, cruces de todos tamaños y
con todo tipo de garabatos, y por supuesto muchas tumbas. Él estaba
caminando cuando se calló de cara, al levantarse fue directo donde sus padres.

Sus familiares estaban andando rápido, esto se debe a que ya conocían bien el
camino, se movían ágilmente entre las lapidas, y a él lo dejaron un poco
rezagado. Mientras se apresuraba para no quedarse muy atrás, pasó entre dos
tumbas aplastando un caballito de madera.

Los padres de Omar estaban llevando juguetes y rosas a su hijo difunto,


cuando era un niño le encaba jugar con juguetes eso decían sus padres,
probablemente mucha más gente lo hacía, así que lo recogió para ponerlo en
su lugar.

Miro la inscripción de las dos tumbas, y en ambas había enterrado un niño, lo


cual le estaba dificultando un poco para devolver el juguete a su dueño. Así
que lo dejó a la suerte, y lanzando una moneda, decidió dejarlo en la tumba a
su izquierda.
Omar estaba considerando salir corriendo para alcanzar a su familia, pero su
pie se atoró con algo, y mientras estaba agachado tratando de zafarlo, le
tocaron el hombro derecho y una suave voz le susurró al oído: -Ese juguete era
mío…-, Omar estaba sintiendo miedo cuando de repente volvió ala realidad,
aunque volteó lo más rápido que pudo, sus ojos solo percibieron una ligera
forma traslucida que se deslizaba debajo de la lápida a su derecha.
Aunque sus pies se estaban preparando para salir corriendo y quería con todas
sus fuerzas hacerlo, no tuvo más remedio que tomar el caballito y devolverlo a
su dueño, para después de eso jamás volver a pisar un cementerio.

VISIT TO THE CEMETERY

One normal day in the morning Omar was sleeping in his bed, suddenly his

parents woke him up to go to the cemetery.

It was the first time that Omar went to the cemetery to visit the grave of his older

brother, who died when he was still very young. His parents told him about him,
but he had never accompanied them before. It was a sunny day and it was very

hot

Omar was carefully observing everything around him, large stone statues in the

shape of angels, crosses of all sizes and with all kinds of scrawls, and of course

many graves. He was walking when he fell face down, when he got up he went

straight to his parents.

His relatives were walking fast, this is because they already knew the way well,

they moved agilely between the tombstones, and they left him a little behind. As

he hurried not to get too far behind, he passed between two graves, crushing a

rocking horse.

Omar's parents were bringing toys and roses to their deceased son, when he

was a child he loved to play with toys that's what his parents said, probably a lot

more people did, so he picked it up to put it in its place.

He looked at the inscription on the two graves, and in both he had buried a

child, which was making it a bit difficult for him to return the toy to its owner. So

he left it to chance, and tossing a coin, decided to leave it in the grave to his left.

Omar was considering running away to catch up with his family, but his foot got

caught with something, and while he was crouching trying to free it, they

touched his right shoulder and a soft voice whispered in his ear: -That toy was

mine ... -, Omar He was feeling fear when he suddenly returned to reality,

although he turned as fast as he could, his eyes only perceived a slight

translucent shape that slid under the tombstone to his right.


Although his feet were getting ready to run and he wanted with all his might, he

had no choice but to take the horse and return it to its owner, and after that

never set foot in a cemetery again.

También podría gustarte