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¡Decadencia de una sociedad!

Vicente Medina de la Bastida


Una fábula concluía: “Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad. Casi
nadie piensa en cambiarse así mismo”. Ha corrido mucha agua bajo el puente, y
hemos elegido: presidentes, asambleístas, alcaldes, prefectos y muchas otras
“dignidades”; si bien el cambio se ha dado en personas, pero el cambio en sí
mismo, cambiar paradigmas y someterse, nunca llego. Y, acaba de ser
escalofriante. El país ha caído en manos de iletrados, narco-criminales,
corruptos de la política, y, ni un ápice de moral y sentido común. El Gobierno,
tiene mucho de culpa, incapaz, nada intrépido, que, a lo largo de este tiempo su
gestión ha sido impensada y mediática: parches por aquí y parches por acá sin
beneficio de inventario, y bañados en cinismo de que todo está bien, ¿bien para
quién? Que, por estar brincando sin un propósito en firme, olvidarse de tomar
decisiones trascendentales, y “sin querer queriendo”, “consentir injusticias”.

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Al “que sabemos y aliados”, no
les interesa si son buenos o malos, sino tal como son. Esta gente son parte del
rebaño, que un astuto, como un lobo en piel de oveja, los seguirá engañando.
Mientras más ignorante, ambiciosa, mediocre y servil sea una persona; es
mucho más y mejor aprovechado la gobernabilidad. Esta masa de incorregibles
del pueblo, no son pobres, son mantenidos, y presa fácil del populismo
inmisericorde. Los pobres existen, pero son olvidados, o sirven de excusa para
vividores y politiqueros; quienes se aprovechan para saquear las arcas de los
pueblos. “Se vive un verdadero estado de anomia en el país”.

Es inverosímil, cualquiera es candidato. Pero, el problema no está ahí, sino


más abajo aún. la falta de estudio en unos, y el desconocimiento en todos los
campos del saber de la mayoría, aun siendo profesionales. El no empaparse de
los problemas que nos aquejan y como hacer frente; nos hemos quedado
helados de su escaso raciocinio. El mínimo conocimiento, incluido su cultura
general, se hace preponderante, necesario e imprescindible. Sin embargo, en la
“politiquería” no hay censura, la ignorancia es predominante; todo vale. No me
sorprende que el farsantear sea la moda (vulgar) mediática que tengamos que
soportar. La banalidad de los cargos se basa en las retribuciones económicas y
la componenda, desconociendo méritos y lo social en el servicio. Escupen para
arriba: jactarse los elegidos, que, ni siquiera pasan del 30%, fatuos, aunque no lo
fuesen. ¿Dónde está el liderazgo? Estamos asediados por minorías que agrupan
a gentes no cualificadas. ¡Así sea!

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