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Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa junto con los apóstoles. Entonces les dijo:
Jesús: ¡Cuánto he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de mi muerte! Porque les
digo que no volveré a comerla hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios.
Narrador: Tomó luego en sus manos una copa, dio gracias a Dios y dijo:
Jesus: Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque os digo que ya no beberé más de este
fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
Narrador: Después tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio diciendo:
Jesús: esto es mi cuerpo, entregado en favor vuestro. Hagan esto en memoria mía.
Jesús: Esta copa es la nueva alianza, confirmada con mi sangre, que va a ser derramada en
favor vuestro. Pero ahora, sobre la mesa y junto a mí, está la mano del que me traiciona. Es
cierto que el Hijo del hombre ha de recorrer el camino que le está señalado, pero ¡ay de
aquel que lo traiciona!
Narrador: Los discípulos comenzaron entonces a preguntarse unos a otros quién de ellos
sería el traidor.
Jesús: el que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar
Narrador …….
Jesús: Simón, Simón, Satanás les ha reclamado para zarandearlos como a trigo en la
criba; pero yo he pedido por ti, para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando recuperes la
confianza, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes.
Jesús: Pedro, te digo que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces que me
conoces. Cuando les envié sin bolsa, sin zurrón y sin sandalias, ¿les faltó acaso algo?
Discípulos: Nada.
Jesús: Pues ahora, en cambio, el que tenga una bolsa, que la lleve consigo, y que haga lo
mismo el que tenga un zurrón; y el que no tenga espada, que venda su manto y la
compre. Porque les digo que tiene que cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: Lo
incluyeron entre los criminales. Todo lo que se ha escrito de mí, tiene que cumplirse.
Narrador: Después de esto, Jesús salió y, según tenía por costumbre, se dirigió al monte de
los Olivos en compañía de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo:
Narrador: Luego se alejó de ellos como un tiro de piedra, se puso de rodillas y oró:
Jesús: Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya.
Narrador: Jesús lleno de angustia, oraba intensamente. Y le caía el sudor al suelo en forma
de grandes gotas de sangre. Después de orar, se levantó y se acercó a sus discípulos. Los
encontró dormidos, vencidos por la tristeza, y les preguntó:
Jesús: ¿Cómo es que duermen? Levántense y oren para que puedan resistir la prueba.
Narrador: Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había
reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los
guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.
Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que, si me buscan a mí, dejen marchar a éstos.»
Narrador: Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a
ninguno.»
Narrador: Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del
Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.
Jesús: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»
El que a espada mata, a espada morirá.
Narrador: Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús,
le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote
de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo
hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era
conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras
Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del
Sumo Sacerdote, habló
Narrador: Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se
calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose.
CAIFAS: ¿Quién es este mendigo que nos traen encadenado como un condenado?
ANAFAS: Dicen que eres un rey. ¿Dónde está ese reino tuyo?¿Cuál es tu descendencia?
CAIFAS: ¡Habla!!
Jesús: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga
y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas.
¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben
lo que he dicho.»
Jesús: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me
pegas?»
Narrador: Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había
cortado la oreja, le dice
PILATO: ¿A muerte? ¿Qué ha hecho este hombre para merecer la pena de muerte?
Narrador: Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué manera iba a
morir.
Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?»
Pilato: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí.
¿Qué has hecho?»
Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría
combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.»
Pilato: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he
nacido y para est he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la
verdad, escucha mi voz.»
Narrador: Pilato sale y les pregunta de nuevo a los judíos y sumos sacerdotes
ANAFAS: Si lo es
PILATO: Entonces es súbdito del rey Herodes, ¡Que lo Juzgue Herodes!
TESTIGOS: Cura a los enfermos con magia, se proclama rey de los judíos
Pilato: «Yo no encuentro ningún delito en él. Pero es costumbre entre vosotros que os
ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de
los judíos?»
Pilato: ¿A quien quieren que les deje libre? A Jesús llamado el Cristo o a Barrabás.
Pilato: Suéltenlo.
Pilato: Yo no veo en este hombre ningún delito. ¿Qué mal ha hecho este hombre?, Por eso
lo mandaré a azotar y luego lo dejaré libre.
Narrador: Entonces Pilato tomó a Jesús y ordenó que fuera azotado, mientras tanto la
esposa de él le dijo:
Esposa de Pilato: Mira… no te metas con ese hombre, que por su causa he tenido sueños
muy fuertes en esta noche.
Narrador: Después de haber sido golpeado, Jesús fue llevado nuevamente ante Pilato
Multitud: ¡Crucifícalo!
Narrador: se acerca un soldado llevándole agua a Pilato, que se lava las manos ante el
pueblo y replica.
Segunda Estación
Narrador: Jesús ha caído de pura fatiga, él había querido también hacerse hombre para
conocer así la fatiga, la debilidad del cuerpo.
Soldado 3: Miren… ese su rey se esta levantando… le podemos ayudar (los soldados
proceden a azotar a Jesús).
Cuarta estación
María: Jesús, Jesús, hijo … Hijo mío, Hijo aqui estoy, que dolor más grande el verte así mi
niño amado.
Jesús: Madre, Madre mía, tengo que hacer la voluntad de mi Padre…. Madre, hoy estoy
haciendo nuevas las cosas.
Narrador: cuan triste y afligida se vio la madre bendita, de tantos tormentos llena, cuan
triste miraba a su hijo muy amado.
Quinta estación
Narrador: Cuando llevaban a Jesús al calvario tomaron a un tal Simón de Cirene que
volvía con su hija del campo y le forzaron a cargar la cruz de Jesús.
NIÑA: ¡Papa! ¿Qué es lo que quieren? ¿Por qué lo están azotando? ¡tengo miedo papa!
Soldado 1: Este condenado ya no puede cargar con la cruz el solo, no queremos que se
muera antes. Es por eso que tú le ayudarás.
SIMON Cirineo: No puedo, no es asunto mío… no tengo nada que ver con este
condenado, pídanselo a otro.
SIMON Cirineo: Está bien, pero les diré que no tengo nada que ver con este hombre, soy
inocente de cargar con la cruz de un condenado.
Narrador: Fue así como Simón de Cirene ayudó a Jesús a cargar con el madero de la cruz.
Sexta Estación
Verónica: Señor, Señor mío permíteme limpiar con mi paño tu hermoso rostro.
Narrador: Muchos al verlo se tapaban la cara, su rostro estaba tan desfigurado que ya no
parecía ser humano.
Séptima estación.
Soldado 2: Miren al que se llama el Rey de los judíos, mírenlo, ya no tiene fuerza.
Narrador: Sin embargo, eran nuestras dolencias las que Él llevaba, eran nuestros dolores
los que le pesaban, Él soporto el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido
sanados.
Octava estación.
Jesús: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren más bien por ustedes mismas y por sus
hijos; porque se dirá ¡Felices las madres sin hijos que no dieron a luz ni amamantaron!
¡Entonces se dirá: ojalá los cerros caigan sobre nosotros¡!ojalá que las lomas nos
ocultaran!, Porque si así tratan al árbol ver, ¿Qué harán con el seco?
Narrador: Estando más cerca de su destino Jesús dándose valor por el llanto de las mujeres
seguía su camino.
Novena Estación
Soldado 4: Y ese se llama Rey, mírenlo tan débil está, levántate de prisa que ya pronto
llegaremos.
Décima estación
Soldado 1: miren, aquí tengo lo que usaba este condenado ¿Qué haremos con ellas?
Narrador: los soldados comenzaron a sortearse la túnica de Jesús, así se cumplió una de
las profecías que dice: “Se repartieron mi vestidura y sortearon mi túnica”
Los jefes de los sacerdotes, jefes de los judíos y los maestros de la ley se burlaban de el
diciendo:
CAIFAS: ¡Vaya! Tú, que destruyes el templo y lo levantas de nuevo en tres días, si eres el
hijo de Dios líbrate de este suplicio y baja de la cruz.
Soldado 2: Ha puesto su confianza en Dios, si Dios lo ama, como el dice que lo salve, pues
el mismo dijo: Yo soy hijo de Dios.
Narrador: y cuantos mayores eran las blasfemias y los improperios, en lo alto del madero
se oyó la voz de Jesús que poniendo en el cielo su mirada suplicante y olvidando sus
tormentos, decía con infinita ternura:
Narrador: los soldados escribieron una inscripción sobre la cruz, la cual decía el porqué de
su condena.
Ladrón malo: ¿Qué no te llamabas ser el Hijo de Dios? Entonces sálvate a ti mismo y nos
salvas también a nosotros.
Ladrón Bueno: No tienes temor a Dios, Tú que estás en el mismo suplicio, nosotros si
merecemos esta condena y pagamos por lo que hemos hecho, pero este hombre no ha hecho
nada malo….. Jesús acuérdate de mi cuando entres en tu Reino
Narrador: María la madre de Jesús, estaba junto a la cruz y lloraba mientras su hijo
pendía, dolorosa viendo a su hijo al que más amaba.
Décima segunda.
Narrador: desde el mediodía hasta las tres de la tarde, toda la región, se cubrió de
tinieblas, Jesús con imponderable angustia levanto la cabeza, puso su mirada casi sin luz en
el cielo y con una voz grande, eco de todas las tristezas; exclamo con amargura infinita.
Narrador: Después de esto, sabiendo Jesús, que todo se había cumplido, dijo:
Narrador: Había allí un jarro lleno de vino agridulce; luego un soldado tomo una esponja, lo
empapó de vino y poniéndola en la punta de su lanza le dio de beber; pero Jesús no la probó
y después dijo.
Narrador: La voz de Jesús potente, llena de amor y confianza infinita en su padre grita.
Narrador: Espantosa fue la conmoción con que la naturaleza lloró la muerte de su Dios; en
ese mismo instante la cortina del templo se rasgó en dos partes de arriba abajo, la tierra
tembló las peñas se partieron, los sepulcros se abrieron y resucitaron varias personas santas
que habían llegado al descaso las tinieblas fueron densísimas y muchos lloraron su
iniquidad. El capitán, al ver lo que había sucedido, reconoció la obra de dios diciendo-
Narrador: Después de esto, José, del pueblo de Arimatea, se presentó a Pilato y pidió la
autorización de retirar el cuerpo de Jesús, El era también uno de los discípulos de Jesús,
pero en secreto, por miedo a los judíos, junto con estaba también Nicodemo, el que había
ido de noche a ver a Jesús.
Narrador: José tomando el cuerpo de Jesús lo envolvió en una sábana limpia y lo colocó
en un sepulcro nuevo, cavado en la roca que se había hecho a sí mismo. Era el día de la
preparación de la pascua y ya estaba por comenzar el sábado. Entonces las mujeres que
habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José para conocer el sepulcro y ver como
ponían su cuerpo.