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Llegados a este punto se preguntará n que tiene que ver todo esto con la alarma
provocada por el Coronavirus y la necesidad imperiosa de que todos
permanezcamos en nuestras casas. Desde hace un mes, muchísimos de nosotros,
vivimos confinados en nuestros hogares. Hemos aprendido a salir solo lo justo y
necesario y hemos tenido que desarrollar todas nuestras habilidades y recursos
para mantener una “extrañ a “ normalidad en nuestras vidas. Los que ademá s
tenemos hijos pequeñ os o adolescentes hemos tenido que explicarles qué no
podían salir a la calle y para minimizar los efectos de esta situació n para ellos y
hacérsela lo má s llevadera posible hemos establecido horarios, inventado
actividades y apoyado en aquellas actividades académicas que ya desde los
colegios no podían ofrecer. Ademá s algunos de nosotros tenemos en nuestra casa
familiares sanitarios y desgraciadamente muchos de ellos han sido contagiados y
han tenido que ser ingresados y después mantenidos encerrados en su
habituació n para realizar la debida cuarentena (en el mejor de los casos). Algunos
hemos tenido la inmensa suerte de que a pesar del mes encerrados, del miedo por
el familiar enfermo, de la dificultad para coordinar a una persona confinada en su
habitació n con niñ os que no pueden salir , estamos ya recuperados. Soy consciente
de que hay situaciones muchísimo peores que las que he descrito: familias en las
que los dos son sanitarios y no tienen con quién dejar a sus hijos, personas que
está n solas en sus casas, familias enteras viviendo en muy malas condiciones en la
misma habitació n, personas que han perdido su trabajo o han visto reducidos
drá sticamente sus ingresos, personas que han estado en la UCI pasá ndolo
realmente mal, personas que no han podido despedir a un familiar, personas que
han muerto.
Pero también soy consciente que desde el principio algunos cumplimos la reglas y
tuvimos claro que lo má s importante era acatar las instrucciones que se nos daban:
”Quédate en casa, no salgas”. La norma estaba clara y el objetivo también: si todos
nos quedamos en casa la famosa curva llegarían antes y nuestros servicios
sanitarios podrían empezar a descongestionarse. Todos debíamos de colaborar,
todos debíamos de poner de nuestra parte para conseguir algo bueno para todos.
Pues como se podrá n imaginar al igual que en el juego que hemos descrito
anteriormente, los hay que han decidido sacar una “X” y los hay que creyéndose
má s listos que el resto han decidido sacar una “Y”.
Los comportamientos de colaboració n son fá ciles de reconocer ya que está n todos
relacionados con la premisa de salir lo menos posible y solo cuando sea totalmente
necesario. Sin embargo los comportamientos egoístas, es decir de aquellos que han
decidido sacar una “Y” también los podemos detectar con facilidad: cuando alguien
se inventa cualquier excusa para salir, cuando se alarga innecesariamente el paseo
de una mascota, cuando se hacen visitas continuas al supermercado, en aquellos
viajes a una segunda residencia para aprovechar mejor el sol de primavera, cuando
decides salir a correr,…etc.
El pensamiento detrá s de este tipo de conductas suele ser: “como todo el mundo
(menos yo) está en sus casas, yo no hago ningú n dañ o a nadie si decido darme una
vueltita para estirar las piernas o tomar un poco el sol”. Y realmente analizá ndolo
es verdad, aunque esta ló gica solo funciona si el resto decide colaborar. Si la
mayoría sacamos una “X”, los que deciden hacer prevalecer sus objetivos
individuales frente al objetivo comú n pueden seguir manteniendo esa conducta
“Có mo voy a contagiar a alguien o que alguien me contagie a mí si no hay nadie
por la calle”.
El problema, como en el juego, surge si todos decidimos sacar en vez una “Y” ,
entonces las calles vuelven a estar atestadas, los comercios llenos de gente, las
distancias entre personas se acortan y entonces la probabilidad de enfermar
aumenta. Recuerde la “Y” solo funciona si hay otros que sacan una “X”.
Esta semana llevaba a mi madre y a mi tía que viven solas, comida, una revistas y
unas mascarillas. En el trayecto me paró la policía y me preguntó que a dó nde iba y
tras mi respuesta me dejaron marchar. Huelga decir que me encontraba muy
cansado y que ya en mí se estaba generando un sentimiento de enfado
considerable al ver que muchas personas estaban siendo mucho má s laxas que yo y
mi familia en el cumplimiento de las normas establecidas. La cuestió n es que en el
trayecto me crucé nuevamente con multitud de personas, la mayoría hay que
decirlo que eran personas mayores que tranquilamente iban a por el pan, a pesar
de que es este colectivo el que mayor riesgo tiene de un desenlace trá gico ante el
contagio del coronavirus. Volviendo a casa pensaba: “llevo un mes encerrado en
casa, mis hijos llevan un mes encerrados en casa y mi mujer ha estado 15 días
enecerrada en nuestra habitació n después de haber estado ingresada. Las
personas mayores son el colectivo de mayor riesgo ante esta pandemia y en
cambio con tranquilidad veo a muchos de ellos (que no a todos evidentemente)
saliendo de sus casa a hacer recados con toda tranquilidad”.
Con estos pensamientos en mi cabeza, me crucé con un señ or mayor que iba
tranquilamente paseando, cuando me percaté que se paraba en un escaparate a
mirarlo con curiosidad no pude callarme y le pregunté: “¿Qué, dando un paseo?”. El
señ or mayor me sonrió como diciendo, “mira que chaval má s majo que se interesa
por mí”. Entendiendo que la respuesta era afirmativa no pude contenerme y le
grité: “¡llevo un mes encerrado en casa con mis hijos para proteger sobretodo a
personas de su edad, si está dá ndose un paseo vá yase a casa!”. Tras lo cual me dí la
vuelta y me fui.
Ante situaciones tan difíciles como la que estamos viviendo, todos soportamos un
nivel de estrés considerable y cada uno respondemos de diferente manera ante
esta presió n. Habitualmente cuando las demandas del entorno empiezan a
sobrepasar las capacidades que tenemos cada uno de nosotros utilizamos las
estrategias que habitualmente nos funcionan en la vida normal pero exageradas.
Los que tienden a comunicarse todo el día con los demá s y a actuar antes de
pensar, lo intentan hacer con mayor intensidad y se embarcan en un sin vivir de
llamadas telefó nicas, grupos de WhatsApp o de Skype. Los que en cambio se
encuentran má s có modos en su mundo interior se suelen replegar hacia dentro
todavía má s para consumir menos energía y ser má s consientes de sus propios
pensamientos. Los que está n acostumbrados a controlar todas las situaciones
intentan controlar este momento de emergencia todavía con má s energía con el
objetivo de seguir teniendo la sensació n de que todo está bajo su dominio. En
cambio los má s adaptables asumen la realidad antes y se amoldan a la situació n sin
tanta resistencia. Aunque como he dicho la primera estrategia que utilizamos suele
ser aplicar lo que ya conocemos y nos ha funcionado pero de manera todavía má s
intensa, en esta ocasió n, por su crudeza y duració n, en muchos de los casos este
primer planteamiento no funciona y muchos entramos en una segunda fase en la
que se activa aquella parte de nosotros que es mucho menos consciente y que
suele ser nuestro taló n de Aquiles. Los extravertidos desesperados por no poderse
comunicar y no poder actuar pueden terminar por encerrarse en ellos mismos, los
Introvertidos pueden llegar a tener explosiones emocionales como nunca antes
han experimentado, las personas ló gicas se vuelven irracionales y los má s afectivos
se tornan fríos y distantes. Aunque es una forma de comportarse muy diferente a
lo que hacemos habitualmente, también forma parte de nuestra personalidad y en
muchos casos habla má s de nosotros que esa parte má s controlada que solemos
presentar a los demá s cuando todo fluye segú n lo esperado.
Estuve a punto de explicarle todo esto y lo de la “X y las “Y” al señ or que me cruce y
al que le cayó una sonora bronca pero decidí que la mejor opció n era volver a casa
con los míos y seguir encerrado.