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OCTAVIO PAZ

SoRJLIANA
INE,S DE, IA CRI-]Z
o
IAS TRAN{PAS DE IAFE,

Y\ é >t \(c I-r -T


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Retrat«¡ de sor Juana, óleo anónimo. The Philadelphia Museum of


Art. Colección del Dr. Robert H. Lamborn.
FONDO DE CULTURA ECONÓUICT
1. CARTA DE MAS

EN Los últimos días de noviembre de 1ó90 apareció en la


ciudad de Puebla un folleto de lóbrego título: Carta atena-
górica de la madre luana Inés de la Cru7, religiosa profesa
de velo y coro en el muy religioso convento de San I eró-
nimo. . . Que imprime y dedica o. la misma sor Philotea de
la Crul, su estudiosa aficionada en el convento de la San-
tísima Trinidad de la Puebla de los Angeles. Atenagórica
significa: digna de la sabiduría de Atenea. Inmenso elogio
de sor Filotea. El escrito de sor Juana, eD forma de carta,
es una crítica a un sermón del Mandato del jesuita portu-
gués Antonio de Vieyra. Se llama sermón del Mandato al
que se predica el Jueves Santo en la ceremonia del lava-
torio y que tiene por tema un versículo del Evangelio de
San Juan: " Un mandato nuevo os doy: que os améis los
unos a los otros, así como yo os he amado." Vieyra es una
figura que pertenece tanto a la historia del Brasil como a
la de Portugal. Considerado como uno de los grandes pro-
sistas de su siglo, fue muy leído y comentado en España
y en sus dominios. Sus sermones y sus cartas fueron pu-
blicados en español varias veces, incluso en México. Vieyra
predicó varios sermones del Mandato pero el criticado por
sor Juana fue pronunciado en la capilla real de Lisboa en
1650. O sea: cuarenta años antes. No es menos extraordi-
nario que su autor, desterrado en Brasil, no se haya ente-
rado nunca de la crítica de sor Juana.t
El tema del sermón también es extraordinario. Al acabar
sus días, Cristo no amó más a los hombres amor fue,
-su
desde el principio, perfecto e infinito: inmejorable y sin
aumento ni disminución- pero los efectos, ya que no los
afectos, fueron mayores y más extremos: "juntó el fin con
lo fino". De todas iur finezas de Cristo al final de su vida,
' Cf . Robert Ricard, "Antonio de Vieyra y sor Juana Inés de la
Cruz" , Revista de Indias, núms. 43-44, Bogotá, l95l; Dario Puccini,
Sor Juana Inés de la Cruz, Studio d'una personalitd del barocco
messicano, Roma, 1967. Ricard piensa que Vieyra predicó el sermón
entre 1642 y 1652. Puccini puntualiza que sor Juana debe haberlo
leído en una traducción que aparece en dos ediciones, una de ló78
y otra de 1ó80.
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512 LAS TRAMPAS DE LA FE C.ARTA DE MAS 513

¿ cuál fue la mayor de todas ? E sta €s, dice Vieyra, "la "vivezas", sobre "los sermones de un excelente orador" y
materia del sermón". Ricard observa que las palabras fino tanto le gustó lo que había oído que le pidió que escribiese
y fineza son comunes al castellano y al portugués . Fino pa- sus razones. Sor Juana se inclina ante el deseo de su supe
rece reunir "las ideas de pureza, ternura e ingeniosidad". rior aunque con una condición: el escrito sólo será leído
Vieyra define así la palabra: "el amor fino es aquel que por é1. Af final de la Carta repite la restricción: "Finalmerr-
no busca causa ni efecto; ama porque ama y ama para te este papel es tan privado que sólo lo escribo porque_V-mc1.
amar". Vieyra en realidad cita una frase de San Bernardo, me lo ,ruñda y para que V.md. lo vea. . Sor Juana declina
sólo que , al traducirla del latín al portugués, agrega de su de antemano cualquier responsabilidad en la difusión pú-
cosecha el adjetivo fino. O sea: perpetra una blica de su escrito.
ria ?- f in€za con San Bernard«1. El Diccionario -¿involunta-
de Autori- No menos extrañas son dos advertencias que figuran
dades dice que " fineza es perfección , pureza y bondad de al principio de la Carta. La primera es que escribe "purifi-
alguna cosa en su línea. | | Vale también por acción o dicho .udu de ioda pasión" pues tiene tres razones para amar al
con que uno da a entender el amor que tiene a otro I I Se orador que critica (rrunca l«¡ nombra: escribe para inicia-
usa también por delica deza y primor." Las dos últimas ,Cos) t pértenecer a Ia Comp añía cle Jesús, de la_ que ella
acepciones son las más favorecidas por Vieyra y sor Juana. se siente "hij a"; ser un altísimo ingenio; y profesar una
Al definir "qué cosa es fineza", ella dice: "oculta simpá tía" a su nación. (Muy oculta, en efecto.)
Es fineza, acaso, tener amor ? No, por cierto, sino las de- La otra adv"it".,.ia es todavía más notable. Escribe sólo para
¿
mostraciones de amor: ésas se llaman finezas. Aquellos sig- su interlocut«¡r: "ante otros ojos parecería desproporcio-
nos exteriores demostrativos, y acciones que ejercita el aman- nada soberbia, y más cayendo en sexo tan desacreditado
te, siendo su causa motiva el árrror, eso se llama fineza. en materia de letras en la común acepción de todo el mun-
do". Sor Juana no teme insistir en la indignidad de su sexo
El tema, según se record ará, la había apasionado siempre y al final de la Carta vuelve a- Ia c-arga: fue mucho su atre-
y aparece en sus poemas de amor y hasta en un sainete. uimi"nto, ya que, "frente al elevado ingenio- del autor, aun
La Carta está escrita en un lenguaje claro y directo; las los muy gígu.,t"r parecen enanos. ¿ Pues qué har-a gna pobre
frases no se alargan demasiado; los razonamientos son a rnuj.ri Alnqu e ya se vio qrre una quitó la clava de las manos
veces secos y pesados un escrito polémico y teológico: a Allcides, siéndb uno de los tres imposibles que veneró Ia
dos veces serio- pero, -es
eD las pausas, huy una sonrisa de ,tntigüedad ." 2 Y agrega que ella fue "el flaco instrumento"
alivio y un guiño de inteligencia con el lector. Sor Juana ron á,r" Dios quiso castigar la soberbia del orador:
escribe para un pequeño grupo y sabe que ninguna de sus
saetas pasará inadvertida. Como ocurre con todos los es- no es ligero castigo, a quien creyó que no había hombre que
critos doctrinarios cuando ha pasado su actualidad, €s di- se atrevrese a."lprr',derle, ver que se atreve una mujer ig-
fícil apasionarse por los argumentos de la autora; al mism«¡ norante, en qurien es tan aicno este género de estudio, y tan
distante de su sexo; pero también lo era de Judit el manejo
tiempo, es imposible no adrnirar su soli dez, SU coherencia de las armas y de Débora la j udicatura.
y su energía. Al leer este text«¡ se advierte otra insospechada
faceta de su genio: sor Juana es un verdadero pugilista in- Ardientes declaraciones feministas que resultan aún más
telectual. Por fortuna, jamás olvida ni Ias buenas maneras ardientes si se repara en que una monja las escribe y otra las
ni Ia ironía. La Carta está dirigida a un destinatario incóg- publica.
nito aunque, a juzgar por la forma respetuosa y deferentc
con que lo trata, de alto rango. Escribe esa crítica no pot' r Onfalia, que vistió a Hcírculcs de mu.ier y lo obligó a tejer e hilar
voluntad propia sino para obedecerlo. Cuenta que en una ryrientras ellá, cubierta cle la piel de león, empuñaba la rnaza de
llclrcules (Macrobi«¡, Saf urnules, V. 3). S«¡r Juana sc refiere al mismo
ocasión Ia oyó discurrir "bachillerías", que su bclndad llamó oasaje en Printero sltetto.
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Es difícil compartir no comprender- la adml. cra de opinión que "la mayor fineza fue lavar los pies a
ración gue provocaban-aunque ^los
los sermones de Paravicino, Io¡ r;us discípulos", entre ellos al mismo Judas, el traidor. Viey-
Donne, Ios Bossuet y los Vieyra. Con mucho ingenio y en ra sostiene bellamente que Cristo lavó los pies a Judas,
un lenguaje de estudiadas leñtitudes y rápidas lnferenciar como a los otros, porque "el amor fino no busca causa ni
estética de la sorpresa aplicada a iur óru, divinas ¿¡ efecto: ama por amar". Sor Juana, como ya referí más
-la
padre Vieyra refuta las_ opiniones de tres santos arriba, refuta al oradclr definiendo el significadc¡ de fineza:
Tomás de Aquino y Juan Crisósfe¡¡s- sobre -Agustín, Ias "fine. la causa del acto es el amor y el lavar los pies es su fineza, es
zas" de Cristo en sus últimos días. A cada una de ellas opono decir, su expresión o signo exterior. Así, lavar Jesús los pies
otra y, después, expone su opinión acerca de cuál ér Ia al mismo Judas sí tuvo causa: su amor a las criaturas.
mayor. Con cierta jactancia previene a sus oyentes: "y I No sé si rni resumer, breve y tosc«¡, deja vislumbrar un
la fineza del amor de Cristo que yo dijese, ninguno mo poco Ia sutileza y el ingenio de Vieyra y de sor Juana.
dará otra igual". San Agustín ópinó que Ia mayó. fineza Vana sutileza e ingeni«-r vacío pues no estaban aplicados a
de Cristo había sido morir por los hbmbres pero, según ningún objeto real sino a entelequias alejadas de la vercia
Vieyra, fue más alto sacrificio ausentarse de ,orótros: "iris. dera filoso fía. Pasión retórica, enamorada de sí misma )'
to Nuestro Señor amó más a los hombres que a la vidu lejos también del auténticr¡ sentimiento religioso: shado¡'
I I y el morir es- dejar Ia vida, el ausentarse deja.- a los boxittg. La parte que sigue tiene más substancia porque sor
hombres". En El divino Narcisot, según se .".orá ará, sor Juana, después de defender a lc¡s tres santos, se encara a
Juana dice que la mayor fineza de Ciisto es haber .rrú..tu la opinión de Vieyra y toca un tema que ya había tratado
por "sLl trasunto", es decir, por el hombre, criatura hechu mucho en sus obras profanas: el amor y la corresponden-
a semej anza divina. En la Carta repite el argumento: "E¡ cia. Vieyra sostenía que "Cristo no quiso la correspondencia
cuanto hombre, Cristo dio Io más que podria dar que clr de su amor para sí, sino para los hombres, y que ésta fue
la vida." Además, ¿Cristo realmente tL ausen ta? No: "iuecln su mayor fineza: amar sin correspondenc ia". Sor Juana
presente sacramentado en el Cenáculo". Y esa presencil, había dicho algo semejante en sus poemas de amor y de
como ella misma había dicho en un villancico (3ri5) , €s un amistad amorosa a Lysi; también, er un romance de amor
estado que comprende la vida y la muerte pues el Señor c.$. a lo divinc¡ (5ó) repite que el amor más alto no necesita
tando glorioso / estd como muerto. correspclndencia; si nosotros nos empeñamos en pedirla es
Para Santo Tomás, dice Vieyra, "la mayor fineza de amor. por una falla de nuestra naturaleza humana. ¿ Cómo sale
de Cristo fue quedarse con nosotros al á.rr"ntarse de nos. del aprieto? En primer término, por el recurso a la autori-
otros". Aclara: se quedó de muchos modos pero, sobr.t, dad de la Escritura. En el Antiguo y en el Nuevo Testa-
todc¡, e D el sacramento de la Eucaristía. E sta f.r" tambic¡r nrento abundan los textos que indican que debemcls amar
Ia opinión de sor Juana en Ia loa para Et mártir det S«. a Dios sobre todas las cosas. Del amor a Dios brota el
cramento: el estudiante que la personifica refuta la opini«irr amor que tenemos o deberíamos tener a nuestros semejan-
de San Agustín y se decl ara por la de Santo Tomás. [,it tes y a nosotros mismos. Entonces, ¿Cristo necesita nuestra
salida de Vieyra es muy original ; "fue mayor finezi, Ln t.l correspondencia? Nc¡: "el amor humano halla en ser cG'
mismo sacramento, encubrirse que quedarse t .] Cristo, rrespondido algo que Ie faltara si no lo fuera; pero al de
en el sacrament«r del altar, &unquc está allí ór.páralmc¡r. Cristo nada le falta aunque no le correspondamos". Al llegar
te, no tiene uso ni ejercici<¡ de los sentidos". Sor Jualr¡r a este punto, el más arduo, sor Juana desarrolla Ia segunda
comen ta : "i Qué manera de argumen tar es ésta ? Sap lr l parte de su argLlmento.
Tr¡más propone en génefo y el ,r.ád,r. responde en especic." Com ienza diciendo:
Esta falta contra las reglas de la lógica Ia lleva a decii: " N(
) Es cl antor clc Cristr¡ nrLlv al t'ct'i's dcl dc los honrbrcs. Los
vale el argumento. . . es sofístico]' San Juan Crisóstr¡nro ht-¡nrbrcs quicrcn la corrcsponclcnci¿t porqLlc cs bicn pl'opio

I
CARTA DE MAS 517
5ló LAS TR.AMPAS DE LA I.E

suyo; Cristo quiere esa rnisma corresponciencia para bien Dios dio al hombre. Puesto que amar a Dios "es el sumo
ajeno, que es el de los propios hombres. A mi parecer el autor bien del hombre y esto no puede ser sin que el hombre
[Vieyra] anduvo muy cerca de este punto, pero equivocólo quier?" , por esto mismo "quiere Dios, solicita y manda al
y dijo lo contrario; porque, viendo a Crist«¡ desinteresado, se hombre que lo ame". Esta conclusión no me parece muy
persuadió a que no quería ser correspondido. Y es que alejada de la de Vieyra, salvo que sor Juana traslada la
no dio el autor distinciórr entre correspondencia y utilidad de contradicción de la esfera divina a Ia humana. El alnor de
la correspondencia t. . . ] Y así, la proposición del autor es Dios no niega sino que intensifica la libertad humana: por
que Cristo no quiso la correspondencia para sí sin«¡ para los amor a los hombres, Dios los ha hecho libres. Los dos ex-
honlbres. La mía es que Cristo quiso la correspondencia para tremos amado- que padece Dios, e o cuanto
sí, pero la utilidad que resulta de esa correspondencia la -amar/ser
Cristo, los padecen también los hombres en cuanto seres
quiso para los hombres. libres. Esta idea, según se vio ya, es el eje de su vida interior.
En cierto modo, la Carta confirma lo que antes había es-
Razonamiento más sutil que sólido y ejemplo de la casuís- crito: los "amantes recíprocos" alcanzan una suerte de fe-
tica que se reprochaba a los jesuitas. Vista desde una pers' licidad pero hay otros que aman por arnar. El amor de los
pectiva moderna, la dificultad que experimentaba sor Juana amantes heroicos, que no buscan la correspondencia, es el
(V también Vieyra) procedía de Ia doble naturaleza de Cris'
arnor más pleno.
to: Hombre y Dios . La necesidad de correspondencia se Al final de la Carta expone su propia opinión sobre las
origina de su humanidad; Cristo, como Dios, Do la necesita. finezas divinas. Es desconcertante: después de haber afir-
Misterio impenetrable y que ya había provocado el escánda' rnado que Cristo nos pide correspondencia, dice ahora que
lo de Porfirio: le parecía una incclngruencia y una blasfemia "la mayor fineza del Divino Amor son los beneficios que nos
de l«¡s cristianos adorar a un Dios que pedía ser amacio. Sor
Juana responde con brillo pero no resuelve el dilema:
deia de hacer" y que ella llama "beneficios negativos". Para
atenuar un poco el escándalo, puntualtza que no habla "de
Ias finezas de Cristo en el fin de su vida", tema de Vieyra,
Acá el amante hace la correspondencia medio para su fin; sino de "las finezas de Dios en cuanto Dios". Desaparece el
Cristo hace la correspondencia meciio para el bien de los elemento humano de Ia naturaleza divina, €D el que, jus-
hombres t . . . l Acá los amantes recíprocos quieren el bien tamente, reside la originalidad del cristianismo. "Dic¡s en
de su arrtor para su amado, pero el hien del amor del amado
para sí; Cristo, el bien del amor que tiene al hombre y cuant«¡ Dios": extraña fórmula que recuerda al Printero
el bien del arnor que le tiene el hombre, todo, quiere que sea sueño, eD el que tampoc«r aparece Cristo. Sor Juana expone
para el hombre. su argumento de un modo un poco abrupto. Conociendo
nuestra ingratitud y maldad, Dios nos deja de hacer bene-
ficios: "Agradezcamos y ponderemos este primor del Divino
Sor Juana distingue entre correspondencia y utilidad pero Amor en quien el prenriar es beneficio, el castigar es bene-
no responde a la terrible pregunta: ¿por qué Cristo quiere ficio y el suspender los benefici«rs es el mayor beneficio, y
que lo quieran los hombres? Antes, €n el romance 56, más el no hacer finezas la mayor fineza." Versión a lo divin«¡
cerca de Plotino que de los Evangelios, había dich«¡ que de su idea del arnor más alto como amor que no busca
huy que amar a Dios sin deseo de correspondencia y que ese
correspondencia: debemos arnar a Dios no por l«¡s favores
amor es el más alto. Había dicho lo mismo en sus poemas que nos hace sino porque su mayor fineza es no hacernos
de amor profancl y en los de amistad amorosa a María ningún favor. La fineza de Dios consiste en dejarnos de su
Luisa. Per«-r en la Carta afirma que Cristo, que es Dios y es
Hombre, nos pide correspondencia. AI final añade un argu' mano pues así acrecienta nuestra libertad. Esto último es,
mentcl no muy convincente: la necesidad de correspondencia sin duda, Ia consecuencia más notable de la idea de los
tt P
brota del libre albedrío , "carta de libertad auténtica" quc negativos" y debe de haber alarmado a más de
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uno de sus lectores. La noción de Ia libertad humana como podía "gloriarse de verse impugnado por una mujer que
gracia de Dios no desaparece pero cambia, por decirlo así, es honra de su sexo". En seguida alaba la "enérgica clari-
de coloración: se convierte en un "favor negativo", en una dad" de la prosa de sor Juana y le recuerda re-
abstención divina. En esto sor Juana está más cerca de Pe- proche- que si es cierto que "quien más ha-primerrecibido de
lagio que de San Agustín. Dios, más obligado está a la correspondencia, temo que
Los razonamientos acerca de los "favores negativos" son V.md. se halle alcanzada en la cuenta pues pocas criatu-
un eco de Ias grandes polémicas de su tiempo sobre la ras Ie deben a Su Majestad mayores talentos en lo natu-
gracia y el libre albedrío . Báñez y los dominicos habían ral". No la censura por los versos con que "ha sido tan
hecho del libre albedrío Lrn reflejo de la gracia divina; el celebrada como Santa Teresa" pero deplora que no la imi-
jesuita Luis de Molina trató de conciliar libertad y predes- te "en Ia elección de los asuntos". La reconvención de sor
tinación pero acrecentando la esfera de la libertad. La Filotea es mesurada: le parece "una vulgaridad" reprobar
gracia suficiente era la gracia primera pero Ia gracia efi- €n las mujeres el uso de las letras. Es verdad que San Pablo
caz obraba no sobre ni por encima sino a través del libre dice que las nrujeres no enseñen "pero no manda que no
albedrío. Sor Juana, sobre todo por sus conclusiones parece estudien t . . I Sólo quiso prevenir el riesgo de elación en
suscribir al molinismo. Dorothy Schons, en una inteligente nuestro sexo, propenso siempre a la vanidad t...] Letras
Carta abierta al escritor ultramontano Alfonso Junco, sostie- que engendran la elación, no las quiere Dios en la mujer;
ne que pero no las reprueba el Apóstol cuando no sacan a Ia mujér
del estado de obediente." Sor Filotea no se muestra tierna
en la cuestión tan reñida de la gracia suficiente de los agus- con su sexo aunque conviene en que "el estudio y el saber ha-
tinos y la gracia eficaz de los jesuitas, sor Juana opta por bían contenido a sor Juana en el estado de súbdita". ¿La
la gracia suficiente. Declara que daña lo que falta (la gracia) habían contenid«¡ realmente? La carta de sor Filotea mues-
y lo que sobra (la gracia eficaz): es decir, que basta con la tra precisamente lo contrario y uno de sus objetos es vol-
gracia suf iciente. Desde este punto de vista sor Juana es
el Port-Royal de la Nueva España pudiera haber llegado verla a la «¡bediencia.
a serlo. -o Sor Filotea no pretende, como otros, que sor Juana
"mude el genio renunciando a los libros, sino que lo me-
No lo creo . La visión de San Agustín del hombre caído iore leyendo alguna vez el de Jesucrist«¡ t. ] Mucho tienlpo
por Jansenio- se funda en Ia predestinación ha gastado en el estudio de f ilósofc¡s y poetas: ya será
-radicalizada
y Ia idea de "favores negativos" significa J,rttamente l«¡ razón que se perfecci«rnen l«¡s empleos y que se mejoren
contrario: la abstención divina. I-os "favores negativos" no los Iibr«¡s t . .] Ciencia quc no alumbra para salvarse, Dios
suspenden el libre albedrío: lo acrecientan. Obran como Ia califica de necedad." La condenación del saber profano
la gracia eficaz de Molina. Con ideas y procedimientos quc se une a una exhortación: "Lástima es que un tan grande
venían de los jesuitas, sor Juana atacó a uno de ellos y de cntendimiento de tal manera se abata a las raseras noticias
los más ilustres. Su ataque no fue, como el de PascáI, a rle Ia Tierra que no desee penetrar lo que pasa en el Cielo;
una doctrina sino a una persona y a un grupo. \/ ya que se humilla al suel«¡, que no baje más abaio con-
La Carta iba precedida por otra, dirigida a sor Juana y :;iderand«¡ I«¡ que pasa en el Infierno." Después de esta
firmada por una sor Filotea de la Cruz, monja en un con- grave advertencia, vuelve a mezclar lo dulce con lo amar-
vento poblano y que se decl ara "estudi«rsa" de Ia poetisa. El go. Se refiere a los "favores negativos" y le desea que "el
prólogo de sor Filotea es breve. Empieza por un elogio: ¿f Señor, que ha llovid«¡ tan abundantemente beneficios posi-
pesar de que en su sermón Vieyra se había elevado "sobrc tiv«rs en lo natural sobre V.md., no se vea obligado a con-
sí mismo, como otra Ag,rila del Apocalipsis", sor Juana t:cderle beneficios s«¡lamente negativr-ls en lo sobrenatural,
había cortado "la pluma más delgada" y el órador portugud.s (lue por más que la discreción de V.md. los llame finezas, yo
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Ios tengo por castigos". Sor Filotea no sólo reprueba la idea de los familiares del obispo y su futuro biógrafo, el mer-
de los "favores negativos" sino que, abiertamente, amenaza cedario fray Miguet de Toires, era nada menos que sobrino
con ellos, "en lo sobrenatural", a sor Juana. La despedi- carnal de sor Jüana. Era hijo de Inés, su rnedia herman?, y
da es más dulce. Pide que la favorezca Ia liberalidad divina de José Miguel de Torres, poeta y secretario de la Univer-
y, aludiendo a otros tiempos, añade : " Esto Ie desea quien sidad. No es temerario suponer que Fernández de Santa
desde que Ie besó la mano, muchos años ha, vive enamorada C,ntz, sor Juana y otros ellos quizá Castorena y
de su alma, sin que se haya entibiado este amor con Ia Ursúa- formaban un -entre
grupo ligado por la amistad y^comu-
distancia y el tiempo, porque el amor espiritual no padece nes intereses. Muchos á" éllo; habían comenzado a figurar
aclraques de mudanza." en la vida pública en la época de fray _ Payo. [Jnos eran
Sor Filotea admira tanto Ia crítica de sor Juana al ser- criollos y otros acriollados, és decir, gon largos añc¡s de re-
món de Vieyra, que la publica a slr costo. Al mi.smo tiempo sidencia en Nueva España. Es probable que la cabeza de
Ie reprocha su dedicación a Ias letras y la reprende por este círculo fuese el obispo de Puebla. El nombramiento
no consagrarse a Ios "asuntos sagrados", es decir: a Ia de Aguiar y Seijas como arzobispo de México, su españo-
teología. Extraña actitud que mezcla el anror a la severidad lismo- y rri intemperancias deben haber irritado al obispo
y en Ia que el elogio esconde una grave amonestación. La de Puebla y a sus amigos.
actitud de sor Juana es igualmente extraña: escribe por Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagúrr había nacido
mandato Ia crítica y con la condición de que no se le dé en Palencia, eD 1637. Miguel de Torres cuenta que, niño, fue
publicidad; sin embargo, acepta que se publique e incluso, al río a jugar con otr«rs amigos pero, como no sabía nadar,
más tarde, €D la Respuesta a sor Filotea de la Cruz, dicc por poco se ahoga; en otra ocasión, estuvo a punto de Ino-
"qre no sabe cómo agradecerle la merced tan sin medida rir pues dejó unas velas que prendieron frrrego a
de dar a Ia prensa mis borrones". Para desvanecer, hasta ia cama clonde"ró".,didas
dormía." Tat vez estc¡ explica su cautela. Es-
donde sea posible, estos misterios, huy primero que hacer tudió con los jesuitas y después, er Salamanca, fue discípulo
ciertas prcguntas y tratar de contestarlas: ¿ quién era esa del dominico Pedro dé Godoy, famoso teólogo. Ya ordenado,
sor Filotea de la Cruz y por qué publicó la crítica de sor tuvo como clirector espiritual, durante una temporada, a
Juana al sermón de Vieyra?; ¿quién era el destinatario dc Tirso González, que séría general de lc¡s jesuitas. A los
Ia Carta de sor Juana ? Un contemporáneo de los hechos treinta y cinco añc¡s fue nombrado obispg de Chiapas. Antes
respondería: "por sabido se calla". En efecto, era un secre. de embárcarse lo designaron para una diócesis más impor-
to a voces: sor Filotea de Ia Cruz y el destinatario de Ia tante, la de Guadalajára. Llégó a México en 1673 y fue
Carta eran Llna sola y la misma persor?, el obispo de Pue- consagrado en l67s por fray payg Enríquez de Rivera. Por
I:la, Manuel Fernández de Santa Cruz. E,l también fue et lo qu; cuenta Torres, el jov:n obispo gozó de la arnistad
au tc¡r de Ia Aprobación del escrito. Sólo el destinatario y d; la protección de fray Payo. En 1676, a los treinta y
podía divulgar Ia Carta y sólo un destinatario que tuviesc nueve udnt, ftre nombrado obispo de Puebla, cargo que
el alto rarlgo del obispo podía atreverse a publicarla. La ocupó hasta su muerte, en 1699. En Puebla fundó colegios_

razón de esconderse bajo un pseudónim«¡ fenlenino aparecc. purá niñas vírgenes (curioso adietivo aplicado a la infan-
rá dentro de poco. .iu) , colegios á" monjas y una casa para- mujeres "reco-
La amistad entre sor Juana y el obispo era antigua, como gidas". Támbién enriqueció la biblioteca formada p9r su
Io muestran tanto el tono de la Carta como el del prólog«r, antecesor, el gran Palaf<¡x, e impulsó el colegio de teólogos.
afectuoso en su severidad. La relación entre la monja y ct por esta brevé enumeración de sus actividades pueden adi-
prelado debe remontarse a l«¡s tiempos de fray Payo En. 3 Miguel de Torres, Dechado de príncipes eclesiásticos que dibujó
ríqtrcz de Rivera, él recién llegado a Nueva España y to. con tl ejemplar y virtuosa vida' el llmo. y Excttto. Sr. D. Manuel
davía reciente Ia profesión cle ella en San Jerónimo. Uno Fernáttdez dc Santa Cruz, Madrid, 1722-
522 LAS TRAMPAS DE LA FE CARTA DE MÁS s23

vinarse sus dos pasiones: Ia teología y las religiosas. Hay y Seijas en la cuestión de las "oblaciones". Al administrar
que agregar otra: el ascetismo. Se retiraba conJ.".renciá, ior sác"amentos, los sacerdotes recibían ciertas dádivas lla-
cuenta Torres, al Santuario de San Miguel del Milagro, "para madas, indebidamente, "oblaciones". Aguiar y Seijas, con
mucha oración, mala comida y no pocos azotJs". Oliza la autoridad del Papa, condenó esta "costumbre sacríl ega" .
Torres exagera: su
-biografía "i una ñagiclgrafía, .o-á su- Los dos prelados se reunieron en Chilapa en 1686 (fue su
cede con las vidas de Núnez de Miranda"y áe Aguiar y Sei- único errtrentro) . Fernández de Santa Cruz comentó la
jas_ que escribieron oviedo y Lezamis. entrevista en estos términos:
Su afición a Ia teología p. dujo tres volúmenes , la obra
de su vida, dedicados ; conciliai Ias " apar"i.t" áir"rgen- Yo repart«r entre los pobres lo que sale de esas oblaciones
giqt y contradicciones entre las distintás partes de Ia Bi- y me áhorra llevar dinero que dar t ] pero con todo deseo
blia. Su solicitud hacia las religi«rsas se manifestó en la huce. lo que más convenga, que aunque el Pontíf ice habló
reforma de las relajadas prácti.ir de los conventos. Según como persona particular, con t«¡clo pesa mucho su autoridad.
Torres Yo sé lambién que est<¡ perjudica a mis sucesores pero nada
de esto me hace fuerza t . .] aunque no entiendo cómo
muchas de aquellas vÍrgenes, clel número de Ias necias, Do puede el señor arzobispo llamar [a esa práctica] sacrílega
sólo no lucían sino que deslustraban sus lámparas con algu- si no es que infernal.
nas comunicaciones a.ienas cle su consagraclá pureza, cuyo
des«rrden causó la infernal «¡saclía de ul-g.rrr,r, sujetos gue, Estos párrafos de humildad eclesiástica no logran ocultar
desde el siglo, las inquietaban con la f'recuencia de visitas enteramente su malhumor ante los hechos y los dichos de1
a las rejas y tornos, escan dalizando a los menos advertidos. arzobispo. Pero ¿por qué publicó el obispo la Carta de sor
Juana y -
por qué-se escondió bajo el nombre de sor Filotea
ql obispo de Puebla visitaba a las monjas, conversaba con de la Cruz? Para contestar a estas preguntas debemos
ellas, Ias instruía Y, sobre t«¡do, les escribía encendidas car- antes responder a otra: ¿contra quién estaba dirigida real-
tas -que Torres IIamó espirituales. En una de ellas dice: mente la crítica de sor Juana?
"P?decer, por cristo, buicar despr..ior, hacer pedazos la El iesuita Antonio de Vieyra nació en Lisboa en 1608 y
voluntad, es tu camino, enamo.uáu de Cristo crucificado." murió en Salvador, Brasil, en 1697. Predicador insigne, au-
En
-otra , la exaltación de sus metáforas, violentamente sen- tor de cartas notables, maestro de la prosa barroca, misio-
suales, se vuelve crueldad: "Por más que tiro a desnudarte, nero en Brasil y ardiente abogado de los indios y los ne-
no acabo de conseguirlo- y tú te conáenarás, desampá."¿" gros , gozó de gran influencia y crédito cerca del rey Juan- IV
de Dios, olvidada v_ de¡ adá de tu confesor. . ." Torres publi- á" po-rtugal . F,r" hábil diplornático y defendió a _los judíos
có treinta y seis de estas cartas, entre ellas la dirigida a convertidás. Perdió el fav-or de palacio, regresó al delta del
sor Juana, que es Ia más mesurada. El sobrino coinenta Amazonas entre los indios, aprendió el tupi-guarani y otros
con cierta compunción hipócrita : "tuvo esta carta el efecto i,Cionras indígenas, regresó a Portugal, fue de nuevo expul-
deseado t . . . ] porque, como se Io pedía Su Ilustrísima, vi- sado , la Inquisición lo persiguió, Se refugió en Roma, Se
vió dando ejemplo a las religiosas i murió con claras convirtió en el confesor de Cristina de Suecia, volvió al Bra-
tras de su salvación". -,r"r- sil, luchó nuevamente por los indios y murió a los 89 años.
- A pesar del tono invariable y cansadamente encomiástico Ya dije que fue del todo aieno al enredo de la Carta. ¿Por
de Torres, se vislumbra a ,"t"t la persona real que fue qué y páru qué sor Juana escribió una crítica sobre un
Ferná ndez de Santa Cruz. N«¡ fue un santo sino ü., ver- sermón predicado cuarenta años antes ? ¿ Por qué y para
dader«¡ príncipe de la Igle_sia: políticc¡ cauteloso pero no qué el obispo de Puebla publicó ese texto con tanto em-
cobarde, .":Igi.o pero réalista. Supo resistir al 't i.."y de peño ? ¿ Cómo fue posible que esa publicación provocara
México en 1692 y también supo ."á"r al arzobispo A§uiar tantas críticas contra sor Juana, sin que nadie le tocara
524 LAS TRAMPAS DE LA FE
CARTA DE MAS s25

un p_elo al obispg? En 1950 señalé, eD un pequeño ensayo,


que la crisis intelectual y psicológica de roi Jüana sólo era cle todo esto que la personalidad que podía sentirse afec-
comprensible desde Ia perspectivá de la crisis social e his- tada por la ciítica de sor Juana no era Vieyra, ausente
tórica de Nueva España al finalizar el xvrr. Nadie tomó en ajeño a todo, sino el arzobispo- Francisco de Aguiar y
y"Seijás.
cuenta mi observación hasta gue, en 1967 , el crítico italiano Atacar a Vieyra era_ atacar de refilón a Aguiar. Tarn-
Dario Puccini la recogió y ofreció una hipótesis que €s, a bién era enfrentarsó a influyentes jesuitas amigos del ar-
un tiempo, sólida, verosímil e intelectualmente sátisfacto- zobispo.
ria. Lo seguiré en esta parte, aunque aquí y allá, como euáda por examinar la razón de la rivalidad entre Fer-
es natural, me _ aparto un poco de su interpretación. nández dé Santa Cruz y Aguiar y Seijas. El primero había
Vieyra era adrnirado en España y en Méxito. Esa gloria llegado antes a México. El obispado de Puebla era el más
fue, _en gran parte, reflejo dei p...lominio de la Comlañía importante de Nueva EsP
de Jesús. En México Iós iesuitas no sólc¡ dominabán la naiural eu€, a la salida de
educación superior sino que , a través del arzobispo F.un- Santa Cruz aspirase a ese Pues
cisco {e-uig y Seija_s, ejercían una influencia muy profunda
e, más tarde, "no sólo renun'
!n lu Iglesia y e-n el Estado. El nombramiento d" aguiar y y al virreinato de la Nueva
Seijas había sido, e D buena parte, obra de Ia Coñrpañíá
de Jestis. Pues bien, entre los amigos y admiradorés de ispado de Puebla; Pero - esta
Vieyra se encontraba, er prinrera fila, Ag.riar y Seijas. Su Eita información, Procedente
amistad era tanta que en 167 5 y en I ó78 se púUti.u.o., en Torres y rePetida sin PrLle'
Nladrid dos vr¡lúmenes de traducciones de sermones de vista hoy con justificado
Vieyra, _ambos dedicados a Agtriar y Seijas, entonces obispo ia de los historiadores.? El
de Micho acán.o En 1683 apirecieion unas Conclusiones a de México era Aguiar Y Seija§,
toda la teología, que Ia Réal y Pontificia Universidad de Michoacán. Los textos de la
México dedicó a Vieyra. Seguramente, dice Dario Puccini, época, a pesar de su reserra, dejan vislumbrar que la lrcha
'-r1? sugerencia de Aguiar , Seijas, recién llegado al po- entre prelados fue larga y e_ncarnizada. Santa Cruz,
der". La dedicatoria de la Univeriidad de Méxióo coinciái. "-tor ;tenía mayor popularidad
dice puccini, -
en Nueva España, su
con Ia caída en desgracia de Vieyra en Lisboa y así podía experiencia era más iica, dé temperamento más modera'
interpretarse como una suerte de desagravio.' F inal¡iente, do y con mejores dones para tratar con el poder .civil".
ell 1685 se_p_ublicó en México el sermón de Vieyra "Herá- Aguía r gozaba del apoyo de ios jesuitas y de otras autoridades
clito defendido". Imposible no ver en esta nueva publicación
Ia intervención de Aguiar y Seijas. No parece dificil deducir
6 José Marianr¡ Beristáin y Souza, Biblioteca hispanoamericana sep'
tentrional,- Mé*i.o, 181ó (ségunda edición facsimilar, 1980) '
? Según Torres, a la salidá de fray
l"yo, se le despachó "cédula
n Las cittco piedras
de la honda de David. en cinco discursos mo.
rales predicados a la serenísima reina de Suecia, Cristina Alejandra, cle arzobisñ d;'México" pero Fernándei de Santa Cruz, "montado
en lengtru italiana. Por el reverenclísimo padre Antonio de Viéyra... sobre el uito espéculo dei desengaño", no aceptó el cargo. T-orres
Dedicados al ilustrísinto set\or d.on Fra'ncisco de Agtúar y Seiias, no menciona ni transcribe ningúñ dclcumento que pruebe su dichc¡.
obispo de Michoacán. . . , Madrid , 1675. Y el tomo seguñdo: Sertnones Agrega que después el virrey ónde de Galve le . participó .quc se Ie
varios del padre Antonio de Vieyra de la Contpañla de lesús, dedi- había nombradó "virrey en interit " y que el obispo_ volvió a renun'
cados al ilustrísimo señor don Francisco de Aguiar y Seiia's, Ma. ciar En este caso sí ieproduce la cédula en que Carl«¡s I I ar:epta
drid, 1678. ia renunciá (Madrirl, S a. abril de 1é98).Subrayo que Fernández
r'En una carta al marqués de Gouvela (junio 24 de ló83) <le Santa Cruz renunció a un encargo provisional, ro al nombra-
miento def initiv«r de virrey. El relat«¡ de T«¡rres es confuso y pre'
Vieyra
se refiere con satisfacción a este homena.ie". L,as relaciones 'entre la
universidad y el arzobispo, señala puccini, eran inmeiorables (puc- tende ver en el nombramiento de 1696, ¡una consecuencia de la
cini, op. cit.) supuesta renuncia al arzobispado, dieciséis años antes | (C f . el ca-
píiulo x¡-r, páginas 266-270, clrjl Dechado cle príncipes. . .)
526 LAS TRAMPAS DE LA FE CARTA DE MAS 527

del clero metropolitano, tenía fama de severos principios, kov, protector en esos días de la poetisa. Más impn.der]te
intransigencia moral y prestigio intelectual, corno lo mues- que Ajmatova, sor Juana intervino en el pleito entre dos
tra Ia dedicatoria de Vieyra. Para compensar sus desven- foderósos príncipes de la Iglesia romana y fue destrozada.
ta.ias, Santa Cruz trató de conquistar, sin gran éxito, la Para comprender la actitud de sor Juana debe tenerse
voluntad de Ia Jesüs. Hay ,rru' carta suya a en cuenta la personalidad del arzobispo de México, Fran-
Carlos II, en I los- jes_uitás y a la obra"qr. cisco de Aguiar y Seijas. Era gallego, de Betanzos. Su fami-
realizan en el n Iláefooro. "L; elección del lia, antigua e ilustre, decía descender de un caballero roma-
arzobispo se hi era misteriosa y qr. no se ha no de la casa de Julio César. Cuando el apóstol Santiago
aclarado del todo aún. En el Diario de ,u""ío, notables de llegó a las costas de España, lo recibió a Ia orilla del mar
Antonio de Robles se hacen cuatro menciones del caso: en uno de los antepasados de Aguiar y Seijas. De ahí que las
Ia primera se dice _que ha sido nombrado arzobiipo;; Mé- armas del escudo familiar fuesen cinco conchas y una cruz.
xico el obispo de Sánto Domingo;- en Ia r"Irrraa, de mayo Dos circunstancias determinantes: fue sietemesino y huér-
de ló80, que el nombrado ha -sido Manuel Fernández de fano. Niño vivió cuidado por extraños y todavía de tierna
Santa Cruz; en la tercera, se confirma que el nombrado edad fue paje de un prelado. Buenos estudios de teología
es Santa Cruz, obispo de Puebla; en la ó.r"rta, de marzo en la Universidad de Santiago de Compostela. Desde enton-
de 1ó81 , se da por primera vez el nombre de Francisco de ces se distinguió por su humor lunático y caprichoso, su
Aguiar y Seijas. devoción extrema y sus accesos de irritación. Riguroso con

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*#:lx'*iii,,J.';?T:
a que hizo cambiar fi.
los demás pero también con él mismo, alcanzó reputación
de sacerdote ejemplar, a pesar de sus excentricidades. Lo
rodeó pronto una atmósfera de exaltación devota y crédu'
n rid en favor de Aguiar. Hay Ia. El padre José de Lezamis, que lo acompañó en sus
r. sPuccini, que dejan
indiciog, dice viajes y que fue su confesor, nos ha dejado una biografía
entrever una enconada ¿¡u¡-
gue subterránea rivalidad errt.e Aguiar y Santa Cruz. Sólo de Aguiar y Seijas llenas de historias insólitas.8 Al lado de
dentro del contexto de esa rivalid;d pr.á. responderse con Lezamis, resultan sobrios y realistas Torres y Oviedo; su
visos de exactitud a las preguntas qu¿ nos hemos hech«¡. La manía milagrera llegó a provocar la impaciencia incluso de
Carta atenagórica es un texio polémico en el que Ia crítica un historiador flemático como Leonard. Cuenta, por ejem'
a Vieyra esc«¡nde una crítica ; Aguiar. Esa crítica la hace plo, que cuando don Francisco se embarcó hacia Nueva
humilla España, los demonios " trataron de hundir Ia flota", pues
«¡diaba y temían que el nuevo obispo les arrancase de las garras lrlu'
mujeres a por .il chos pecadores. Fracasaron: "una sierva de Dios" tuvo una
que así su auto. visión en la que vi«¡ cómo Santa tJrsula y las once mil
escribe bajo un vírgenes domaron al mar y pusieron en fuga a los diablos.
pseudónimo femenin«¡, burla.y vejamen de Aguiar y Seíi¿s. ..
¿ Por q9é sól«¡ ahora se ha lógrado aclarar
",,, poco Las buenas relaciones de Aguiar y Seijas con I«¡s jesuitas
deben haber comen zado en sus años de estudiante. Tal ver.
que todavía
Lry muchas tinieblas- el enigma de Ia-aun-
atenagórica? Tal vez porque en el siglo xx ñ"*r, aprendido
Cartct conoció personalmente a Vieyra o, al menos, sostuvo corres'
despej-ut esas tragedias y c«¡media-s de máscaras que son pondencia con él; de «¡tro modo éste no le hubiera dedicad«¡
3
l«¡s conflict«¡s en lai s«¡cieáades regidas por una ort«¡doxia los dos volúmenes de sus sermones traducidos al españ«rl.
y una burocracia. Nadescha Manáelstam nos cuenta en Siendo gallego, Aguiar y Seijas tenía probablemente amigos
sus memorias (H ope against Hope) que aquellas terribles y conocidos en Portugal. Durante su obispado en Michoa-
críticas de Jadanov en contra e Ajmat«¡va, uD poco despud.s 8 José de Lezamis, Breve rcluciótt dc la vida y tnue rl c dal llnto. y
de Ia guerra, eran en realidacl_( ,n "utaque a .su riv¿rl Malcn- Revnto. Señor Doct or Don F rctttcisco Agiar y Se i ias, Móxico, 1699.

&l
528 LAS TRAMPAS DE LA FE CARTA DE MAS s29

cán uno de sus familiares era lrn jesuita portugués, Antoni«¡ procuraba acabar con los libros de comedia y repartía libros
Soares. De Ia misma época michoacana es una carta quc devotos. Cuando llegamos de España, trajo unos mil quinien-
le dirigió _el padre Oliva, general de los jesuitas, tos librc¡s que se intitulaban Consuelo de pobres t . ] y
"gr"á..
ciéndole "las señaladas mercedes y favores que V. S.llm¿¡. persuadÍa a los libreros que no tomasen libros de comedias;
se sirve hacer a nuestra Compañía Apenas nombrado y trocó con algunos de ellos todos cuantos tenían por l<¡s
arzobispo de México, Aguiar y Seijas initiO una política dichos arriba Consuelo de pobres; y luego quemaba los de
de austeridades - que pocos aplaudiéron. IJna de sus pri. comedias.
meras rnedidas fue prohibir a las religiosas de la Coniep.
ción y de San Jerónimo que l-ezamis no nos dice de qué medios se valía el arzobispo
os locutorios a
sus "devotos" (eufemismo qu los aficionados I)ara persuadir a los librerbs. Pero sabemos por otras fuen-
a las monjas, una costumbre tes que no vacilaba en usar la amenaza, la coacción moral
a en España y v utrn la confiscación, mediante un simple recibo como
en la Améri.q españc¡la) . con idad ."piobabá
I9t espectáculos públicos, sobre todo el teatro, las Lorrida.s rinico documento. Poseído por una suerte de rabia carita-
de toros y las peleas de gallos . Lezamis dice,. "Urr" causa tiva, Do Se contentaba con dar lo Suyo sino que, usando y
mly principal de muchos pecados suelen ser las comedias :rbusando de su autoridad sacerdotal, obligaba a los otros
y fiestas de toros; por lo éual aborrecía mucho Su Ilustrf. ¿r hacer caridades extravagantes. Al f inal de su vida no
sima esta y otras semejantes fiestas [...] Predicaba con supo resistir a esta pasión y se entregó a una desenfrenada
gran acritnonia contra estos toros y comedias y los estorbó tlistribución de limosnas, precedida en cada ocasión por
siempre que pudo." una recaudación más o menos forzada de fondos. Lezamis
t:uenta que "no podía vencerse t . . .] y en ese tiempo no
La entrada en Ia ciudad de México de este enemigo del sólo recibía lo que le daban sino que pedía y hacía listas
teatro coincidió con el estreno de una comedia de soi Jua.
na (Los empeñas de una casa) en un agasajo a los mar. rle los ricos de la ciudad t . . .] y juntó mucho dinero e
queses de Ia Laguna. En Ia loa, sin nombrailo, la poetisa lrizo muy extraordinarias limosnas". En realidad, los que
:ie plegaron a su manía dadivosa no fueron los verdaderos
elogia al nuevo arzobispo. Pero el prelado, que no asistió
al acto, nunca se dio pnr aludido. ¿ Qué p"nraría de una ,'icos, que tenían medios y poder para resistirle, sino gente
monja autona de comedias, Ietras pará bailés y otros €sp€c. ,le -"diano pasar y que por esta o aquella razón le debía
, rbediencia. Una de las víctimas de esas piadosas exacciones
táculos ? ¿ Se habrá enterado de que sor Juana- había
f i-re sor Juana. Apunta Dorothy Schons: "El arzobispo mu-
un soneto en honor de un reioneador? ¿ Llegarían"r.iito a sus i-ió en 1698 y no bien estuvo enterrado cuando varios con-
ojos los sonetos "burlescos" de la monjá y sus poemas ventos y personas particulares presentaron autos acreedo-
eróticos ? En esos años Ia Inquisición prohibió, por razones
i-es al expolio arzobispal. Y así se levantó un pleito contra
más bien fútiles, una comedia del famóso dramaturgo Pérez
los bienes del difunto prelado."
de Montalbán , El valor perseguido y la traición lrengada,
que se presentaba en el Coliseo (ése era el nombré del La fiebre de caridades era inseparable de los milagros.
teatro de la ciudad) . Entre los inquisidores que conderla. Lezamis refiere que, durante las inundaciones q-ue sufrió
ron la obra estaba Núñez de Miranda, el confesor de sor la ciudad de México, el arzobispo, acompañado de uno de
Juana. El tribunal prohibía muy de vez en cuando las obras :,gs limosneros varios- y de otro sacerdote, recorrió
-tenía de las cercanías provisto de cinco o
L'1 canoa los pueblos
de teatro; Leonard atribuye esta decisión en contra de la
comedia de M«¡ntalbán a la inquina de Aguiar y Seijas. seis costales de pan; luego de bendecirlo, empezaron el
r"eparto pero era tanta la multitud de mil quinientas
EI arz«¡bispo combinaba de curiosa manera el odio al tea. -más
tro con el amor a los pobres. Dice su biógrafo: Irersonas- que ternieron que.no alcanz?se. ¿Cuál no sería
slr sorpresa át ver que alcánzó para todos? Entonces "vol-
,.'ieron a repartir, dieron a cada uno de los pobres dos y
530 LAS TRAMPAS DE LA FE CARTA DE MÁS 531

tres tantos de pan y con todo no pudieron acabar con él sus primeros años evitó su trato y proximidad; no huy por
y quedó allí mucho para que se diese al día siguiente". qué extrañarse de que , yd sacerdote, ni el rostro quisiese
Caridad, milagros y humildad: don Francisco andaba ves- verles." n Sosa olvida varias circunstancias: Aguiar y Seijas
tido con trajes viejos, llevaba las medias rotas, borró en era sietemesino, perdió muy pronto a su padre, y su madre,
los sellos arzobispales las arrnas de su casa, comía en los niño aún, lo entregó como paje a un prelado amigo de la
hospitales y era tal su horror al fasto y la ostentación que familia. Su nacimiento prematuro, el abandono de su ma-
"provocaba las murmuraciones de los hombres mundanos". dre y el haber vivido toda su infancia y su juventud entre
Llevaba cilicio y se azotaba dos veces por semana. Dormía clérigos, lo apartaron para siempre del mundo femenino.
€n cama prestada y, a su muerte, se descubrió que henría Pero no es difícil advertir en ese aborrecimiento a los dos
de chinches, "cosa horrible". Pero, agrega Lezamis, del componentes contradictorios de la fascinación: el temor y
cadáver se desprendió una f ragancia maravillosa. el vértigo. "En su servidumbre Sosa- jamás
F I rigor con que el arzobispo trataba a su cuerpo no -continúapláticas doctri-
permitió mujer alguna; en sus frecuentes
calmaba a su espíritu. Iba de la devoción a la cólera, del nales atacó con vehemencia cuantos defectos creía hallar
fervor a la acrimonia; su caridad era más odio que amor, su en la murjer; se avanzó hasta reprender a alguna desde el
humildad más aborrecimiento a sí mismo que fraternidad. púlpito, personalizando sus ataques. Lezamis recuerda
No conocía ni Ia amistad ni la confia nza: llamaba a todo que oyó decir al arzobispo "qr" si supiera que ha entrado
el mundo de usted y vuestra merced. Fue distante, colérico, una mujer en su casa, había de mandar arrancar los ladri-
imperioso y descomedido. Al entrar a predicar en el templo llos que ella había pisado t . . . I No quería que en casa suya
vio, €D el atrio , a una mujer descubierta y en seguida le pusiesen manos las mujeres ni que Ie guisasen la comida
cubrió Ia cabeza y el rostro con el chal que ella- Ilevaba ni oírlas cantar y ni siquiera oírlas hablar quería." Tampoco
sobre los hombros. Aguiar y Seijas profesaba estimación perrnitÍa que las personas que lo visitaban llevasen con
a Sigüenza y Góngora; lo nombró capellán del Hospital del ellas a sus mujeres, prohibición que irritó a muchos. En
Amor de Dios y Io hizo, favor señalado, uno de sus limos- t:sto era tan estricto que cuando el virrey conde de Galve
neros. Sin embargo, poco después de los tumultos de 1692, tomó posesión de su cargo, el arzobispo no fue a visitarlo,
durante una conversación entre ambos y como surgiese como lo pedía el protocolo, para no visitar también a la
una diferencia de opinión, el arzobispo perdió los estribos, virreina. Aguiar y Seijas daba gracias a Dios por ser corto
Io increpó y, ante el asombro de Sigüe nza, se lanzó sobre de vista pues así no veía a las mujeres.
é1. Robles refiere el incidente en su Diario de sucesos no- El testimonio de Lezamis revela la verdadera naturaleza
tables: de la misoginia de Aguiar y Seijas: "Me acuerdo que en
el tiempo que yo lo confesé, que fue cuando era obispo y
Pleito. Sábado I l. Estando don Carlos de Sigüenza y Góngora, arzobisp«t, explicaba con gran claridad las batallas y tenta-
clérigo sacerdote, con el señor arzobispo sobre algunas razú ciones que acerca de esto padec ía." Se refiere a la tentación
nes, le dijo dicho don Carlos que viera Su Ilustrísima que de la lujuria y agrega: "antes que fuese obispo no solía
hablaba con é1, sobre lo que Su Ilustrísima, con una muleta
que traía, le quebró los anteojos y lo bañó en sangre. padecer en esto lo que cuando obispo y an obispo. Y la
causa Ia atribuía Su Ilustrísima a que antes de tener estos
Si Ia humildad es muchas veces máscara de Ia soberbia, puestos no visitó mujeres." El trato con las mujeres, así
qué decir de Ia castidad ? Aguiar y Seijas fue célebre no fuese lejano, era una amenaza para su salud espiritual . La
¿
sólo por sus limosnas sino por su horror a las mujeres. En castidad del prelado era "heroica" pero, a medida que cas-
su historia de la lglesia mexicana, Francisco Sosa dice que tigaba a su cuerpo, la lujuria crecía. No sólo la humillación
"la aversión del arzobispo hacia la mujer era tan exagerada dolorosa de su carne estimulaba cruelmente su imagina-
que podría calificarse de verdadera manía. Consta que desde e Francisco Sosa , El episcopado tnexicArto, México , 1877 .
532 LAS TRAMPAS DE LA FE CARTA DE MAS 533

ción; también es revelador que la tentación aumentase con los rasgos característicos de la sociedad hispánica en esa
su nuevo rango de arzobispo, como si hubiese una conexión e poca r
"lu, rivalidades de los dos prelados se expresaban
secreta entre deseo y orgullo. Lezamis comenta: "rrn mar- en formas encubiertas . La t :ología era la máscara de la
tirio prolongado fue la castidad del señor arzobispo". A política. pero en este incidente _huy un elemento nuevo,
pesar de la admlración y el amor que le profesó, el retrato ,lesconocido hasta entonces e l la historia de la cultura his-
que hace Lezamis es el de un hombre vehemente y capri- ;á;l;' la aparición de una conciencia femenina. Este ele-
choso, aprensivo y colérico, suspicaz, cruel con ét misrno mento es lo que le da otra significación al suceso.R"Pito: sor
y con los otros, visitado continuamente por los fantasmas Juana no fue un instrumento del obispo de Puebla. Fue
de la ira y la lujuria. Su caridad era despótica, su humildad su aliada. No sabemos si la idea de humillar a Aguiar y
soberbia y su castidad una débauche mental. Seijas, a través de una crítica femenina a un sermón de su
La impaciencia y la cólera de Aguiar y Seijas ante las admirado Vieyra y brillante ejenrplo de ^" len-
actividades mundanas y literarias de sor Juana deben de -perverso
guaje esópico'í--, fue de sor Juana o de Fernández de Santa
haber sido inmensas. Sin embargo, durante años esa ani- Cruz; lo que sí Puede decirse es
madver.sión no se expresó abiertamente; de manera indi- escrito ese texto sin el aPoyo del
recta, a través de clérigos y monjas, la poetisa fue constante fue el destinatario de la Cart a, él
objeto de reconvenciones y reprimendai. Núñez de Miranda, siástica para que fuese publicada, él
su confesor, le transmitió sin duda muchas de estas quejas, cos teó Iá edición. Sor Juana no pudo prever las consecuen-
aparte de Ias suyas propias. Pero sor Juana gozaba- de la cias de su acto. Se sentía segura y con valedores poderosos
amistad y la protección del virrey y de su mujer la condesa en N{adrid y en México. Pero otro poder -sin rostro }' sin
de Paredes. Después, aunque Ia amistad con los Galve no nombre: ¿ suerte, destino, historia ?- aguardaba en una
fue tan íntima, conservó el favor de palacio. Sor Juana, por vuelta del tiempo.
su parte, sentía indudablemente una mezcla de repugnancia
y de miedo ante el extravagante y terrible arzobispo. Debió
ver su condenación del teatro y la poesía profána como
una condenación de su obra y de su vida; su odio a las
mujeres debe haberle parecido, todo junto, cómico y ho-
rrible. Ella no se averg onzó nunca de ser mujer y su obra
es una exaltación del espíritu femenino. Aguiar y Seijas
inspiraba temor pero ella no se doblegó. Al contrario: es-
cribir una crítica del sermón de Vieyra, el teólogo venerad«¡
por Aguiar y Seijas, equivalía a darle una lección al arro-
gante prelado. En Ia Carta lo dice claramente: una "pobrc
muj er" mism a- es el instrumento de Dios para
castigar -ella
a un soberbio.
Puccini piensa que Ia participación de sor Juana en estt:
asunto se redujo a ser un involuntario instrumento de la
maquinación de Fernández de Santa Cruz. Me parece quc
es imposible soslayar sus sentimientos y las razones que ellu
tenía para atacar al arzobispo. Esas razones, además clc
s€r legítimas, eran entrañables: Ia defensa de sí misma y
de su sexo. El incidente refleja, en su complejidad, uno rlc
I,A "RESPUESTA" 535

cisco Ildefonso de Segura. Pero no es necesario extenderse


2. LA "RESPUESTA" sobre esto: sor Juana habla siempre en plural de sus crí-
ticos y los llama "impugnadores", "calumniadores" L "per-
seguidores". Entre loJ dócumentos descubiertos por Ermilo
Es rMPosrBLE que sor Juana y Ferná ndez de Santa Cruz no Abreu Gómez se halla un folleto: La fineza moyor, sermón
hubiesen previsto que la aparición de la Carta atenagórica pronunciado por el clérigo valenciano Francisco Xavier
provocaría réplicas y comentarios. Pero el número y la vio- iralavicino Vi[arrasa nada menos que en el convento de
Iencia de algunos debe haberlos asombrado y, a soi Juana, las jerónimas, el 10 de marzo de 1691. Sor Juana había
atemorizado un poco. No han llegado hasta nosotros sino despachado su Respuesta o sor Filotea de la Cruz apenas
ecos de e.sa poiémica y unos cuantos documentos directos; diei días antes. El sermón de Palavicino tiene un interés
sin embargo, por lo que nos cuenta la Respuesta, sabemos especial: es un indicio de las proporcione- que tomó el
que intervinieron varios clérigos y que algunos la atacaron asunto durante los meses que siguieron a la aparición de
con saña y sin tniramientos por su doble calidad de mujer la Carta atenagórica. Palavicino disiente tanto de la opinión
y de religiosa. La polémica cruzó el mar aunque allá no de Vieyra comó de la de sor Juana: para él la fineza mayor
tuvo Ia acrimonia y la pasión de México.' Desde el principio, es la bcultación que hace Cristo de sí mismo durante el
por una suerte de convenio tácito odia más el clero sacramento de la Eucaristía. El presbítero comienza su
que el escándalo- se intentó no darle -nada
demasiada publicidad sermón con un desorbitado elogio de Vieyra: Demóstenes
al incidente. Esta política continuó después de muertos los lusitano, Tulio jesuítico y "Tertuliano de nuestros felices
principales protagónistas. En la Fama) Castorena y Ursúa tiempos". Sigue otro panegírico de sor Juana, aunque al
sólo se refiere de paso a los hechos, aunque sabemos que final repite la reserva consabida i " El más florido inge-
él fue uno de los defensores de sor Juana; Calleja haLla nio de éste feliz siglo, Minerva de América, grande ingenio
con grandes elogios de la crítica del sermón de Vieyra pero limitado con la cortapisa de mujeril . . ." Probablemente
no entra en el fondo del asunto; Oviedo se ocupa más bien las monjas de San Jerónimo, con objeto de aplacar un poco
en defender a Núñez de Miranda, tratando de mostrar que los ánimos, invitaron al cortés Palavicino para que mediase
Juana Inés no correspondió a su afecto; Torres observa la en la cuestión . l,a pieza del presbítero valenciano es muy
misma actitud: exaltar y defender Ia memoria de Santa inferior al sermón de Vieyra y a la crítica de sor Juana
Cruz; en cuanto a José de Lezamis: ni siquiera se ocupa pero ya en esos momentos no contaba tanto el peso de las
del embrollo. Este silencio pretende acallar lo que realmen- razones como la personalidad de los contendientes. Es
te ocurrió. revelador que las monjas de San Jerónimo hayan creído
Cast ningun«r de l«¡s comentari«¡s se imprimió. Algunos prudente invitar a un predicador que sostenía una opinión
fueron dichos desde los púlpitos de las iglesias y en las distinta a las de Vieyia y sor Juana sobre las finezas de
aulas de los colegios y seminarios. Otros circularon manus- Cristo: así mostraban que eran ajenas a la controversia. Sor
critos. Sor Juana relata que su censor más encarnizado ha- Juana debe haberlo sentido como una defección de sus her-
cía copias de su escrito y las distribuía. No sin razón Dorothy manas.
Schons habla de una " tormenta de críticas" y cita, entre Las reacciones que produjo la Carta no fueron exclusi-
Ias cbras que circularcrn manrrscritas , la de un presbítero, vamente negativas. A pesat de la "cortapisa mujeril" lubo
Manuel Serrano de Pereda, y la de un franciscano, Fran- algunos qr" lu defendi,eron y en la Respuesta ella se refiere
'Ya señalé que todavía en 1727 se publicó en Lisb«¡a una Apologiu a esos eicritos, aunque sin ombrar a sus autores. Alaba
o f cn,or dc¡ R P Antr.tnio V ieyra, firmada por sor Margarita Igna- particularmente a ,ro de ellos; el elogi?do era probable-
cia, monja agustina. El autclr del f<¡llet<¡ era en realidad su herman«r, mente Castorena y Ursúa, al que dedicó adernás una décima
Luis Gongalves Pinheir<¡. Otra vez l«¡s seudónim«¡s v los cambios dc
sexo, insólito "travestismo" simbólico. de agradecirnientó, €D la qLre le dice con gracia i pues debéis
534
53ó LAS TRAMPAS DE LA FE LA "RESPUES'IA" 537

a mi defensa / lucir vueslro entendimiento. Sin embargo, ('n el caso de la mujer. Sor Juana los quiere más amplios
nueva prueba de que se intentaron borrar las
escándalo, la defenia de Castorena y Ursira,
huellas del .\, en esto no cede. Aunque su rebelión no es declarada,
como Ia mayo. tampoco abdica: avanza con prudencia, se retira, vuelve a
ría de los otros alegatos, no aparece por ningún lado. :rvanzar. Subrayo la ambivalencia del obispo: le pide a sor
reticencias, silencim. y equÍr,o.or, así como Estas
el amor a los .iuana que escriba la crítica a Vieyra, la publica y no vacila
pseudónimos y alusior"r esconclidas, s"" t.orgo, inheren. (,o darle su aprobación; se esconde bajo un pseudónimo de
lut
tes a todas las burocracias identificaclas con
una ortodoxia. :r rnbiguas significaciones y escribe un prólogo no menos
Esto también gxPlica la extraordinaria ambigüedad .rmbiguo en el que, por una parte, elogia a sor Juana y, por
logo de sor Filotea cle la Cruz. En prirner término, del pró-
et r rtra , la critica. Si los enemigos de sor Juana atacan al
pseudónimo. EI célebre Juan de palafo;
cresor de Fern ández de Santa Cruz en Ia
t M;ncloza,-pr.d". obispo y se extrañan de que haya publicado ese terto , él
había publicado en 1ó59 una Peregrinerción mitra de puebla, ¡-ruede replicarles que ya reprendió a la monja; al mism«r
Santo templo y monte cle la Cru¿, ?scrita ende Filotea al tiernpo, esa reprensión le da a ella una ocasión para defen-
inritación
la "Filotea francesa" de San Francisco de Sales. El pseudó. de .iersé. José Máría de Cossío supone que trabía un acuerdo
nimo del obispo de Puebla era ya una invitación irrevio entre sor Juana y el obispo: la carta del prelado
; dejar ,,ra una invitación para que ella expusiese su caso y se de-
Ias Ietras profanas por las s_agradas. También
contraste del primer párrafo- del prólogo ;;" es notable el tcndiese. No es imposible. Pero ni el obispo pudo prever
Ior- il; si- ,.:uál iba a ser la respuesta de sor Juana ni ella la cruel
guen' Comienza elogiar de *árr".u cxiravagante
Por
poetisa: no sólo ha sobrepasadc a Vieyra sino a Ia .ieserción det prelado. En el fondo de su relación había
cador portugués, Men"r"r,que fue su aotro predi- un equívoco, algo no dicho; apenas salió a la luz, SU rela-
, ión se quebró. El escrito del obispo enfrentó a sor Juana
malicia, sor Filotea se urorrr^b.u de que maestro.
una
Irtro sin
'on el problema de su vocación, €s decir, con el sentido
vencid«¡ a un gran teórogo. E¡ seguiáu,
mujer huyo
mujeres estudien, a condiáon de qrE
aprueba que Ias rnismo de su vida. Las finezas de Cristo y los otros puntos
estpdio no Ias vuel- teológicos pasaron a segundo plano.
"l
va soberbias' Todo-esto puede corisiderarse
como una seric Juana Inés l1o tomó mucho tiempo en contestar: la Carta
de oblicuas estocadas .orrt* Aguiar. Después
restricción ' esta sí capi tal : es Iástima que
adelanta una ittenagórica apareció a fines de noviembre de 1690 y la
consagre a Ia literatura profana y no a lu
sor Juana sc Respuesta a sor Filotea de la Cruz está fechada el le de
,ág.ada.
Se ha acusado al obispo de Puebla de intolerante. ,naizo de 1691. Es un texto que a veces adopta la forma
Lo tlel alegato, otras la de las memorias y otras la de la
f'" pero me parece que no se ha leído bien ese texto cautc- ()xposición de ideas. Ciertos pasajes de su época
Ioso' Los párrafos en que condena Ia afición de
sor Juan¿r -marcay abundan en
\r de su cultura clerical- soll pedantescos
a la's letras profanas tenían por ob¡etá, -
;robablementc, latina.ios; otros son llanos, escritos en una admirable y
adelantarse a las críticas de Iós amigos del
arzobrspo clc f luida prosa familiar. A pesar de sus lunares y sus lagurlas,
México' Creo, asimismo, que el ..p.oche de Fernándcz la Respuesta es un documento único en la historia de la
de Santa Cruz, además de u utilidad táctica como literatura hispánica, eD doncie no abundan las confidencias
fensa, representaba realmente sus puntos de autodc-
vista. Sin sobre la vida intelectual, sus espejismos y sus desengaños.
proponérselo s qu-iera,- por su estilo ¿" penru.
y de
bir, sor Juana chocabá contra ellos. Pára el obispo,,laescri- I.as reflexiones acerca de las aventuras solitarias del es-
ciencia ¡riritu han sido un tema pocc exploradc¡ por los grandes
-gue no es del Crucificado es necedad y sólo vani-
dad"; ella t-:scritores españoles e hispanoamericanos. E,n esto, Ia Re.s-
decía Io mismo p"." su actitud vital puesta se aparta de las tendencias predominantes de nuestra
mente distinta: Io que Ie ápasionaba realmenteera radicat. cultura y es el complemento de Primero sueño: s^ este
nocimiento. otro mótivo de conflicto: l«¡s límitesera el co-
del sabcr. ultimo es el aislado monumento del espíritu en su ansia
s38 LAS TRAMPAS DE LA FE LA "RESPUESTA" 539

por conocer', Ia Respuesta es el relato de los diarios afanes crítica a Vieyra sin su consentimiento. Sor Juana prolonga
del mismo espír'itu, contados en un lenguaje directo y fa- la ficción: no descubre la identidad del destinataric de
miliar. su carta, insiste en que la escribió por mandato de alguien
La Respuesta no es sólo una suerte de versión en prosa a quien no podía desobedecer y reitera que no ha tenido
de Primero sueño; también €s, y en primer término; una arte ni parte en su publicación. Tampoco es sincera a[
réplica al obispo de Puebla. Esa iéplica, naturalmente, tenía calificar el acto del obispo como un favor de Dios, eue
que ser una defensa de las Ietras profanas. Sor Juana no así Ia castiga de su ingratitud. Se refiere a no haber escrito
podía decir gu9 eran, iguales o superiores a las sagradas rnás sobre asuntos de teología: ¡pero toda la Respuesta
-decirlo
la habría llevado ipso fácto a la InquisióiOn- está destinada, precisamente , a explicar y justificar esa
pero sí se las ingenió para exaltarlas y mostrar su valía omisión! El pasaje termina con una promesa formal: acep-
y necesidad. No sólo contesta al obispo sino a sus adver- ta la amonestación de sor Filotea. Aunque "viene en traje
sarios y censores. Se da cuenta de que la atacan sobre de conse jo", tendrá para ella "substancia de precepto", y
todo por ser mujer y de ahí que su défensa se transforme se dedicará al estudio de los I-ibros Sagrados. (Promesa
inmediatamente en una defensa de su sexo. Esta €S, pro- no cumplida, según se verá.) Después de este preludio hu-
bablemente, la parte más viva y actual de su alegato. pot milde y conciliatorio, pasa a su defensa.'
último, hay un interlocutor invisible con el que sor Juana ¿ Por qué no ha escrito más de letras sagradas ? La res-
dialoga sin cesar: ella misma. Toda su vida ^ ha vivido en puesta es desconcertante: no es capaz de penetrar en las
el equívoco: ¿monja o literata? Al responder al obispo y a sutilezas de la teología. Se apoya en la autoridad de San
Ios otros, s€ escribe a sí misma, cuenta el origen de uü amor Jerónimo, eu€ recuerda la tradición hebrea, según la cual
a las letras y trata de explicárselo y de justificarlo . La se prohibía a los dedicados al ministerio sacerdotal que
contradicción que la habita dice una y otra vez- no leyesen el Cantar de los cantares "hasta pasados los treinta
-locircunstancias que le fueron
nace de su natur aleza sino de años [ . . .] porque de la dulzura de aquellos epitalamios
impuestas: fue monja porque no Ie quedaba bt.o recurso. no tomase ocasión la j uventud imprudente de mudar el
Pero fue una monja cumplida y, al cabo de más de veintc sentido en carnales afectos". El temor de mal interpretar
años de haber p.oi"tado, sigue creyendo en Ia coexistencia Ios libros santos "me ha quitado muchas veces la pluma
de sus dos destinos. Cualquier lector advertido percibe, al de la mano t . . .] el cual inconveniente no topaba en los
leer esas páginas, que si Ia Respuesta fue un examen dc asuntos profanos, pues una herejía contra el arte no la cas-
conciencia, ella no salió arrepentida de ese examen. Al con. tiga el Santo Oficio, sino los discretos con risa y los críticos
trario: escribir ese texto fue una experiencia liberadora con censura". El párrafo es arnbiguo; claro está que ella sí
que Ia reconcilió con ella misma. Aunque su lenguaje esr tenía talento suficiente para manejar las abstracciones
cauteloso y constelado de reservas y páréntesis, lá impre. teológicas pero era no menos claro que prefería escribir co-
sión final es nítida: no se avergüenza de lo que es y ha medias y sonetos. En seguida, afirma que no ha escrito
sido. Y esto es lo que debe haber conturbadb, doliáo y 4t ' ' 'entada, forzada y sólo por dar gusto a otros". De-
srno vrol
ofendido a los Ferná ndez de Santa Cruz y a los Núñez d¡ claración sorprendente si se recuerda el cuidado que puso
Miranda. en publicar sus obras. Pero inmediatamente atenúa la enor-
Sor Juana comienza su respuesta con un Iargo e ingenio. midad dc su afirmación: puntualiza que esta "repugnancia"
s9 preámbulo. Confiesa su emoción al ver publicadoi sult para escribir se refiere sobre todo a los asuntos sagrados. Y
"borrones" y agrega: "al llegar a mis manos, impresa, la repite: "yo no quiero ruidos con el Santo Oficio". Su ver-
carta que vuestra propiedad Ilamó atenagórica, prorn.mpl dadera pasión no ha sido la literatura sino el saber. Afir-
en lágrimas, con no ser esto en mí muy fácll". Frases no muy 2 la numeración de las líneas en el cuarto tomo de las
l-128. Sigo
sinceras: no es creíble que el obispo hubiese publicado l¡r Obras completas.

rl
540 LAS TRAMPAS DE LA FE LA "RESPUESTA" 541

mación que huy que entender en su verdadero sentido: por r¡ronio desastroso como los de sus dos hermanas? Sin
saber designa no sólo a las ciencias y a la filosofía sino ,.rnbargo, es verdad que entró en San Jerónimo a sabiendas
a lo que en aquella época se llamaba letras humanas y quc .lc que un convento no era el sitio más a propósit-o para
abarcaba en primer término a las literaturas clásicas.t r¡n¿ intelectual como ella. Por eso vaciló y así se lo dijo
En los párrafos que siguen defiende no sólo su violenta .r quien, "en el mundo, sól«¡ lo debía saber", es decir, a
afición a la literatura sino su condición de mujer: sLl confesor, Núñez de Miranda. Pero éste "no me lo permi'
rió, diciendo que era tentación , y sí sería". Terrible confi-
desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehc- .k:ncia que es también una velada acusación: Núñez de
mente y poderosa la inclinación a las letras, eue ni ajenas Miranda le dijo que era tentación querer enterrar en el
reprensi«¡nes t. .I ni propias reflejas t. .l han bastado a t'ofiv€nto, con Su persona, Su nombre, Su fama" El la animó
que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en ml:
Su Majestad sabe por qué y para qué; y sabe que Ie hc ir que tomase los hábitos, diciéndole que allá podía, sin
pedido que apague la luz de mi entendimiento dejando sól«l ¡rerjuicio de su.s obligaciones religiosas, continuar sus estu-
Io que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según ,lios. Seguramente sor Juana dice la verdad. Para Núñez de
algunos, en una rnu.ier. Miranda el primer paso era el urgente y el que contaba:
¡rrofesar. Después, poco a poco, él la convencería de que
Esos algunos eran los mismos que, decía el obispo, come- :rbandonase la poesía y las letras profanas y se consagrase
tían "la vulgaridad de reprobar en las mujeres el uso dc :r la vida religiosa. Es claro que Núñez de Miranda cambió
Ias letras". Después hace una confesión extraordinaria BUn- (.r-l el curso de su relación con sor Juana: primero fue
que, de nuevo, eD ella mezcla lo cierto con lo falso: lrlando y después más y más severo. Era un "pescador de
,rlmas" y para pescar a la de sor Juana atenuó al principio
he intentado sepultar con mi nombre mi entendimientcl, y la oposición entre la vida religiosa y Ia dedicación al estudio
sacrificársel«¡ sólo a quien me lo dio; por no otro motivo v a- las letras. Por eso, ante las vacilaciones de ella, las
me entré en religión, no obstante que al desembarazo y quic. t'alificó de tentación El cambio del jesuita fue paulatino
ttld quc pedía mi estudiosa inclinación eran repugnantes l«¡s v sujeto a las circunstancias. Durante el largo período en
ejercici«-rs y compañía de una comunidad. t¡ue lor Juana se dedicó plenamente a la vida literaria, el
¡radre Antonio no mostró una oposición demasiado violen-
Palmaria contradicción: en la primera parte de su confi- ta: sor Juana se había convertido en algo así como un
dencia dice que quiso sepultar en el convento no sólo su ¡roeta oficial, ligado al palacio con los dobles lazos de los
nombre sino su entendimiento, l<¡ cual significa, justamen. t:rlc?rgos palaciegos y de la amistad íntima. Al finalizar
te , tra renuncia a su estucliosa inclinación; en la segundn t'l párrafo, sor Juana escribe con auténtica pasión: "Señora
parte dice que tomó los hábitos aunque sabía que la vida rnía, creo que sólo os pagara en contaros esto, pues no
conventual est«rrb aría a su propósito de estudiar y leer. Aquf [a salido d¿ mi boca jamás, excepto para quien debió sa-
aparece, por primera vez, uD tema que en el curso de la Res'- tir" (Núñez de Miranda) . Esta frase dolorida delata una
pu.esta se presentará muchas veces: la contradicción entrc íntirna desavenencia, hasta entonces guardada secreta, en-
su vocación de solitaria estudiosa y las obligaciones de la t re ella y su confesor.n
vida comunal en un convento. En los párrafos que siguen cuenta sus afanes: str asis-
La confesión de sor Juana no corresponde enteramentc tencia , a l,os tres años , a una escuela "de las que llarnan
a Ia realidad: ella parece olvidar la mediocridad de los Amigas", en Nepantla (ella vivía en Panoayán, a unos cuan-
carninos que se Ie abrían en 1669. Si no hubiera sido Ia tr¡s kilómetros) ; su voluntaria abstención de comer queso
del ccnvento, ¿ qué otra solución le quedaba? ¿ Un matri- golosina preferida- porque oyó decir que dañaba a
-su
s 129-193. 4 184-215.
542 LAS TRAMPAS DE LA FE LA "RESPUESTA" 543

Ia inteligencia; su proyecto de ir a la Universidad vestida parece, otra vez, poco sincera. Ella misma confiesa QU€, si
de hombre; sus lecturas en la biblioteca de su abuelo; su r" demoraba tantó en los preliminares, era para "lisonjear
apreq dizaie de la gramática y el voluntario castigo que y aplaudir mi propia inclinación, proponiéndole como obli-
se infligía: cortarse el pelo cuatro o seis dedos y ,o áejarlo gatório su ptopio gusto". Explica- eltonces que no puede
crecer hasta haber aprendido esta o aquella lección (iefu- éntender "ei estilo
-de la Reina de las Ciencias [la teolo-
tación anticipada de Schopenhauer) . Yá me referí a estos gía] quien no sabe el de las ancilas". Sin ló_gicd, retóricd, mú-
pasajes en la Segunda Parte e intenté interpretarlos. Lás- ii.a, áritmética, geome tria, historia, derecho, lenguas, astro-
tima que sean tan pocos y que sor Juana pale tan rápida- logía y hasta las-artes mecánicas, es imposible comprender
mente sobre su infancia y su juventud. El relato de su ámor este o aquel pasaje de las Sagradas Escrituras. El proyecto
a los estudios Ia lleva nuevamente a la razón de haber ele- de sor Juana, aparte de su dificultad intrínseca, era super-
gido la vida religiosa. Este es uno de los temas sobre el que fluo: el caráctei predominantemente especulativo de la teo-
giraba sin cesar su pensamiento. Confiesa que tenía "total logía hacía innecesarios muchos de los conocimientos de
negación al matrimonio", de modo que escogió la vida con- qu-e habla. Con la excepción de Alberto el Magno, su discí-
ventual como "lo más decente que podía elegir". No estamos pulo Santo Tomás y átgtin otro, ningún teólogo dominó
ante un llamamiento de Dios sino ante un éálculo racional: iodas las ciencias de su época. Por lo demás, ella era dema-
sor Juana pesa las circunstancias y con lucidez se decide siado inteligente para creer en lo que decía.
por San Jerónimo, a pesar de Se adentra en sus confidencias y cuenta que se extra-
viaba en la variedad de los estudios, pues no tenía "para
todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer alguna cosa particular inclinación sino para todas en ge-
vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria que em- ne-ral". Sin embargo, aun en estas lecturas en apariencia
barazase Ia libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad
que impidiese el sosegado silencio de mis libros. desordenadas g,ra.áaba cierto ritmo y pasaba del estudio
a la diversión. Sor Juana es severa c )n ella misma: "he
Por eso, repite, vaciló en tomar las órdenes hasta que la estudiado mucho y nada sé". Este juicio sobre su método
alumbraron "personas doctas [diciendo] que era tentaiión". de conocimiento y sobre sus resultados podría qu!7á justi-
ficar la opinión á" José María de Cossío, _gue la llama di'
\eaparece el tema sobre el que vuelve sin cesar a Io largo lettante. Ño: su ideal del saber era poligráfico; quiero
de la Respuesta: para ella tomar las órdenes no signifióO
renunciar a Ias letras humanas, aunque sí se daba cuenta decir: quiso abrazar con cierta profundidad los temas y
de Ia oposición entre la vida intelectual y Ia conventual. Esta las cientias que formaban el núcleo de la cultura de su
oposición no era de fondo sino formal: el cúmulo de obliga- época, procurándo discernir los nexos y eslabones qqe unían
ciones de la segunda dificultaban la concentración estu- unos a otros esos dispares conocimientos. Este ideal era
diosa. El resultado, naturalmente, no fue apagar su sed inasequible en la Nuéva España de fines del siglo xvrr
de saber sino avivarla: "esta inclinación, q.r.- ,ó sé si por aunque ella, probablemente, nb lo sabía. Ignoraba casi todo
prenda o por castigo me dio el cielo, con tanto ejercicio de lá gran revolución intelectual que transformab a a Europa.
que Ia religión tiene, reventaba como pólvora y se verifi- Esta Ig.ro.ancia volvía aún más patético su afán. No obs'
caba en mí el privatio est causo. appetitus".' tante, ii sus noticias eran atrasadas e incompletas -sobre
En el convento prosiguió la tarea "de leer y más leer, de todo en física y astronomía- la idea que tenía de la cul
e_studiar y más estudiar". Hay amargura en su relato: es tura era singulármente moderna. No era la del especialista
duro estudiar sin maestro. Aunque sus estudios eran profa- sino la del éspíritu que trata de descubrir los escondidos
nos, su fin último era llegar algún día a la teologíá. Me enlaces entre una disciplina y -
otra. Sin duda le habrían
fascinado los razonami,entos de un Lévi-Strauss que ha
6 21ó2g9. encontrado escondidas analogías entre el pensamiento sal-
544 LAS TRAMPAS DE LA FE LA "RESPUESTA" 545

vaje y Ia música; también le habrían apasionado las ideas a nadie que se interesase en las ciencias, las letras o las
de la lingüística moderna, en la que los fonemas y sus
componentes desempeñan la función de las partículas elc.
mentales en Ia física y la de lo.s bloques coloreados de la
pintura cubista. A pesar del arcaísmo de muchas de sus
nociones , la visión moderna del universo como un vasto
sistema de comunicaciones, de Ia biología microcelular a
la astronomía, ro le habría sorprendidb demasiado. gatorios y casuals5"- no fueron sino una parte , y no la
Después de haber descrito en términos más bien negativr¡s mayor, de las que experimentó. Aparte de sus obligaciones
su- experiencia en tantas y diversas disciplinas, €D unu monjiles y de la cháchara y agitación de sus hermanas, su-
súbita inversión nto frect-rente en ella- dicc r rió las persecuciones de aquellos y aquellas que querían
-procedimi, con distintas materias es mu.y
lo contrario: Ia familiaridad prohibirle estudiary escribir. Entre ellos los peores fue-
provechosa "pues lo que no entiendo en un autor de una ron no
facultad lo suelo entender en otro de otra que parece mu.y
distante t . . . I Y así no es disculp&, ni poi ta[ la doy, ..1 los que con declarado odio y malevolencia me han perseguido
haber estudiadc¡ diversas cosas, pues éstas antes se ayudan." sino los que, amándome y deseando mi bien, me han morti-
Invoca como ejemplo máximo "la cadena que fingieron k¡s ficado y atormentado más que los otros, con aquel: No cotl'
antiguos, que salía de la boca de Júpiter, de donde pendían viene a la santa ignorancia que debe, este estudio; se ha
todas las cosas eslabonadas unas con otras". Soi Juana de perder, se ha de desvanecer en tanta altura con su misma
atribuye la imagen al padre Kircher. En realidad es dc perspicacia y agudeza.
Macrobio, que se sirve de ella para ilustrar la idea de l¡r
procesión descendente del Uno a lo Múltiple: "Del Dios Entre estos persecutores piadosos se encontraba Núñez de
Supremo a los peces de las profundidades, todo está unick¡ Miranda. También la atoimentaban por su "infeliz habili-
por un mismo hilo y en continua sucesión, sin que se rompu clad de hacer versos, aunque fuesen sagrados". Todo este
nunca un solo eslabón. Esta es la dorada cadena eu€, nost pasaje está escrito con admirable sutileza. Imperceptible'
cuenta Homero, Dios colgó del cielo a Ia Tierra ." 6 En cl mente sor Juana pasa de la defensa de su afán de saber, a
mismo párrafo, también como si fuera de Kircher ia defensa del arte de escribir versos, sean sagrados o pro-
su curioso libro ^De magnete"-, repite su máxima preferida: -"g¡¡ i'anos. Reclama así, sin decirlo, su derecho a leer y escribir
Dios es a un tiempo centro y circunferencia.' sc¡bre temas que no fuesen de religión.'
At llegar a este ptrnto, pondera sus trabajos: no sók.r Leer es ocr.rpación pasiva; escribir es lo contrario de "en-
careció de maestro sino de condiscípülos. L.a confidenci¡¡ terrar su nombre" en la oscuridad de un monasterio: es
revela que en el convento, durante veinte años, Do encont¡'Ó
6 Macrobio, capitulo xrv del Contentctrio al "S¿,teño de Escipión".
l.¡r
in:agen viene de Ia llíada (VIII. 9). Aparece también en Pr'«¡clo.
? Kircher no tiene ningún libro que se llarne así. Sor Juana sr,
refiere, quizá, a Magnes, sive de arte tnagnetica (Roma, 164l), (lr¡r,
es el estudio más amplio de Kircher sobre magnetismo. Ya indir¡rrt! vidia. Lo mataron "porque ése es el premio del que se se-
el origen de la imagen .sobre Dios y la circunfercncia: Nicolil¡
cle Cusa. El frontispicio de lltagnes, sive de arte ftlagnetica c«¡ntict¡t,, rlala". Por eso los antiguos adornaban la figura de la
entre otras imágenes, la de la cadena que cuelga del cielo. El símbokr l;'ama, colocada en la eminencia de sus templos, con púas:
aparece en otros d<¡s libr«rs de Kircher : ei frontispicio de Magneticttttt no puede estar sin púas que Io puncen quien está en lo
ttaturae regrtutn (Roma , 1667 ) y el de Mtmdus sttbterraneus (Alrrr.
te-rdam , 1678) (290-440). I 441-530.
546 LAS TRAMPAS DE LA FE LA "RESPUESTA" 547

alto". Cualquier superioridad, "sea de dignid?d, nobleza, Entre las "mujeres doctas" que enum era, muchas pertenecen
riqueza, hermosura o ciencia, padece esta pensión, pero la a la Antigüedad pagana y escuchar el nombre de algunas
que con rnás rigor la experimenta es la del entendimiento. el de Hipasia, "qre enseñó astrología y leyó mucho
La razón es que, como dijo doctamente Graci án, las venta- -como
tiempo en Alejandría"- en labios de una monja provoca
jas en el entendimiento lo son en el ser." Se lanza entonces cierta perplejidad. Hipatia (Hipasia) de Alejandría, hermo-
en una disquisición sobre Cristo como víctima de la envidia, sa e inteligente, virtuosa y sabia, filósofa neoplatónica, fue
aunque advierte que a ella la han perseguido no "po1. saber asesinada en marzo de.415 por una banda de monjes cris-
sino por tener amor a la sabidu ria" . Ese amor ^"me hizo tianos. Es imposible que sor Juana ignorase las circuns-
acercarme más al fuego de la persecución, al crisol del tancias de la muerte de Hipatia, mártir no de la fe que
tormento; y ha sido con tal extremo que han llegado a so- ella profesaba sino de la filosofia. Como en el caso de su alu-
I-icit3. que se me prohíba el estudio". .h,.riénes ,"iíu., ellos: sión a la mujer de Simón el Mago, la gnóstica Eunoia, su
Aguiar y Seijas, Núñez de Miranda ? En una ocasión Io admiración por esas mujeres ilustres era más fuerte que
lograron y yna prelada, "-,ry santa y muy cándida, que su temor a traspasar los límites de la ortodoxia. En su
creyó que el estudio era cosa de Inquisición, me mandó interior combatían creencias rivales: el cristianismo y el
prohibición duró tres meses. Este feminismo, la fe religiosa y el amor a la filosofía. Con
rasgo de su carácter, que la aparta frecuencia, y no sin riesgo, triunfaban las segundas. Admi-
y de la tradición hispánica: el amor rable valentía.'o
n. Los objetos de uso común, las ro Entre la figura dc Hipatia y Ia de Juana Ineis hay claras semc-
sombras paralelas que hace sobie la pared el testero de
una cama, los trazos en el suelo del trompo al girar, todo janzas qut: , sin duda, fucron advertidas por la poetisa. Hermosas,
jóvenes, castas y sabias, las dos fuer«¡n pcrseguidas por prelados
lo que _veía y tocaba, Ie sen¿ía para hacérse preguntas y int«¡lerantes, aunquc k¡s de la alejandrina fueron incomparablemente
tratar de responderlas. La cocina también era iabóratorio: más crueles y bárbaros. Hipatia fue hiia y discípula del matemático
"¿ qué os pudiera contar
aa ,
de los secretos naturales que he y filós«¡fo neoplatónic<¡ Teón. Tal vez fue la primera mujer que
descubierto estando guisando? t. . .l Aunque ¿qué poi",,,ot sobresalió en las ciencias exactas : matemáticas v as t ronomía. Di-
saber Ias marjeres_ sino filosofías de cocina?"'§in émbargo, rigió la academia platónica de Alejandría, rival de la de Atenas, y
escribió varios tratados científ ic«¡s, hoy perdidos, que eran comen-
"si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escri- tari«¡s de Diafante, Apolonio de Pérgamo y Ptolomeo. Es probable
to". Todos estos esfuerzos, desvelos y penalidades pasados guc, como tod«¡s los neoplatónicos de su tiempo, combinase la
por amor al saber, ¿ son méritos ? Si se tratase de ,, hom- astr«¡nomía con la astrología. Fue maestra y amiga de Sinesio de
bre, lo serían; no en ella que es mujer. No importa: obedecía Cirene, obispo a pesar suyo y autor de un libro famoso s«¡bre el
sueño que tal vez sor Juana leyó, o conoció indirectamcnte a través
a su inclinación, que obraba sobre su vida "necesariamen- de citas y comentarios: De ittsontniis. Hipatia, amiga de «rtro paga-
te". No se juzga: narra su invencible afición al estudio y flo, el prefecto Orestr:s, rival del terrible patriarca de Aleiandría,
deja a sor Filotea el juzgarla.n San Cirilo, teólog«r revoltoso y sanguinario, fuc blanc«¡ de la inquina
de las bandas de monjes fanáticos que acaudillaba el patriarca y
+ pesar de qqe su amor a las letras ha sido tal que no que atemorizaban a la ciudad. Un día de la cuaresma de 415 los
habría necesitado de ejemplos que imitar, siempré tuvo mon.ies detuvieron su carro, matar«¡n al auriga y la dcsnudaron y
en Ia mente los nombres de las mujeres que sobreruii".on en vejaron; después Ia llevar«rn a la iglesia y allí la descuartiz.a-
divinos. Aquí comienza una larga ron. Gibbon añade un detalle horrible: her f lesh 1t,As separat ed
ue abarca a las mujeres insignes front ltcr bottes ¡,itlt sharp o!sters-sltells. Su asesinato fue cl co-
filósofas, juristas y s[¡¿5- désdc mienz«¡ de! fin de Alejandría como centr«-» de sabcr. Su sucrte
conmovió a la Antigiiedad. En una de sus cartas Sincsio habla de
Biblia hasta sus contemporáneas, ella corno "madre y hermana, maestra y benefactora cn tcldo
como Ia duquesa de Aveyro y la reina Cristina d; Suecia. de todos". El poeta Palladas, un siglo des'pucís, dedicó a su mcmoria
.v.-

e 531-940. un pocma (Atttología palettitta, [X, 400). En la Edad Moderna, Hipa-


tia ha sido rccordada por historiad«rrcs, filósofos y cruditt¡s. Gibbon
r
548 LAS TRAMPAS DE LA F-E LA "RESPUESTA" 549

La lista de las mujeres sabias le sirve como introducción caso. ¿Por qué la atacan? Ella no enseña ni escribe (teo-
a un tema que le apasiona: ¿pueden las mujeres enseñar logía) . ¿La Carta atenagórica? No fue un crimen escribirla.
e interpretar las Sagradas Escrituras ? La opinión de San Si la Iglesia no se lo prohíbe, ¿ por qué se lo han de pro-
Pablo era adversa: "Las mujeres callen en las iglesias, por- hibir otros? Las opiniones de Vieyra no son artículos de
que no les es dado hablar." Apoyándose en un teólogo fe. Además, dice con pasión , "yo no le falté al decoro [ . . .]
mexicano, el doctor Arce, en otras autoridades y en su pro- ni toqué a la Sagrada Compañía [de Jesús] en el pelo de
pio ingenio, a través de un largo rodeo dialéctico, llega a la ropa". Se queja de que uno de sus censores sí le ha
la conclusión de que las mujeres pueden estudiar, interpre- faltado al decoro y de que ha llamado a su crítica "heré-
tar y enseñar las Sagradas Escrituras, con una limitación: no tica, ¿por qué no Ia delata?, y bárbara". Pero la defensa
en el púlpito de los templos sino en sus casas y otros lugares de la Carta sólo es un aspecto de su alegato; le duelen aún
privados. Propone algo así como una educación universal más los ataques a su "tan perseguida habilidad de hacer
de las mujeres, a cargo de ancianas doctas. Señala que versos". Ha buscado el daño que pudiese ocasionar y no
debe enseñarse a las mujeres también las ciencias y las lo ha encontrado. Cita a los granCes poetas y poetisas de la
letras profanas. Funda su idea en un razorramiento que ya Biblia y Ia tradición católica para mostrar que el ejercicio
había expuesto al principio: es imposible la recta intelig€r- de Ia poesía no está reñido con la vida religicsa. Si tantas
cia de las Escrituras sin el estudio de la historia, el dere- mujeres santas han cultivado a la poesía, ¿por qué ha de
cho, Ia aritmética, la lógica , la retóri c?,la música. El estudio ser malo que ella escriba? Y afirma con desparpajo: "no
de los libros santos "pide más lección de lo que piensan se habrá visto una copla mía indecente". (¿Y los sonetos
algunos, meros gramáticos [ . . .] que se aferran al Mulieres "burlescos" y los epigrárnas?) En seguida se repliega en el
in Ecclesils taceant". Rechaza con burlas la idea corriente no creíble argumento que ha repetido a lo largo de la Res-
en su época sobre la inferioridad intelectual de su sexo. Ni puesta: "Demás, yo nunca he escrito cosa alguna por _rni
la tontería es exclusiva de las mujeres ni la inteligencia voluntad, sino por ruegos y preceptos ajenos." Esta disculpa
privilegio de los hombres." le sirve para deslizar una confidencia: "no me acuerdo de
El largo pasaje sobre las mujeres la hace regresar a su haber escrito por mi gusto si no es un papelillo que llaman
Et sueño". Aunque o tenemos por qué creerle literalmente
le consagra una emocionada página, el olvidado Charles Kingsley la de lo que escribió seguramente le gustab a- sí es
hiz<¡ heroína de su novela histórica: Hypatia of New Foes with -mucho
Old Faces (1853). Leconte de Lisle escribió d«¡s poemas eI) su honor comprensible que pusiese en lugar aparte a ese poema: es
y, más cerca de nosotros, Charles Péguy pronunció un exaltado su autobiografía espiritual.'2
el«rgio de esa alma si parfaitemente accordée d l'dme platonicienne. El final de la Respuesta está escrito en un lenguaje más
Sobre sus relaciones con Sinesio señalo el ensayo de H. f. Marrou atropellado; hay repeticiones y saltos, colrlo si no acertase
en The Conflict between Paganism and Christianity in the Fourtlt con la manera de dar fin a su escrito. Insiste en que escri-
Century (ed. Arnoldo Momigliano, Oxford , 1963). Como en el caso
de sor Juana, todos lc¡s autores hablan de su belleza y de su amor bió su crítica mandada por alguien a quien no podía des-
al saber. Gibbon escribe con su acostumbrada elocuencia : I n the obedecer y que nu ca pensó en que se publicaría. Los lu-
bloom of beauty and in the maturity of u,isdom, the modest maid nares y lagunas de Ia Carta se deben sobre todo a la prisa
refused her lovers and instructed her di.sciples. Probablemente mu- con que Ia redactó: se Ie quedaron en el tintero algunas
rió virgen pues en el poema que le dedicó Palladas la mira como razones y pmebas. No se atreve a remitir al obispo esos
una de las estrellas de la c«¡nstelación de Virg«r. Me atrevo a of re-
cer una adaptación del poema: "discursos" pero "si ellos por sí volasen por allá (que son
Cuando contemplo, Hipatia, tu discursc¡, tan livianos que sí lo harán) me ordenaréis lo que debo
doctas voces sin mácula grabadas hacer". Así, sor Juana envió al obispo otros "discursos" que
en la altura, m<¡rada de la Virgen, ampliaban y completaban su crítica al sermón de Vieyra.
no desgrano palabras sin<¡ estrellas.
1r 841-l 150. t2 ll5ul267.
s50 LAS TRAMPAS DE LA FE

Pero Ferná ndez de Santa Cruz ni los publicó ni habló nunca


de ellos. ¿Cómo calificar esta sinuosa conducta? En cuanto 3. Y LAS RESPUESTAS
a sus im-pugnadores: otros han respondido por ella; ha
visto alguñoi de esos papeles y, por docto, le remite uno de
ellos. Ñi Fernández ds San fa Cruz ni nadie ha dejado La Respuesta a sor Filotea de la Cruz no fue publicada sino
noticia sobre el contenido y la suerte de esos escritos. . . Y hasta ya muerta sor Juana, €D Fama y obras póstumas
prosigue: los ataques no la desaniman pues- son el precio (1700), aunque debe haber circulado manuscrita entre sus
q.r" h"y que pagar
-
por la notoriedad: "las calumnias nunca amigos y admiradores. La actitud de Fernández de Santa
me han hecho daño, aunque me han mortificado". Este Cruz reveló una cautela que colindaba con la doblez y la
desahogo la conduce, sin mucha lógica, a repetir que nada hipocresía. No contestó a la carta de su protegida ni sabe-
ha p.r6licado por voluntad propia, con la excepción de mos cuál haya sido su reacción al recibirla. fJn silencio
dos escritos devotos: Ejercicios de la Encarnación y Ofre' tanto más extraño cuanto que la Respuesta era un escrito
cimientos de los Dolores, dos pliegos que circulaban sin ,

€xcepcional, Do sólo por venir de quien venía sino por los


su firma entre las religiosas de la ciudad." asuntos que trataba, entre ellos el de Ia educación de las mu-
Antes de las fórmulas de cortesía, agradecimiento y des- jeres y su derecho a comentar e interpretar las Escrituras. Si
pedida, tiene ocasión para hacer un ofrecimiento al obispo:
Fernández de Santa Cruz había manifestado tanta solicitud
'Si algunas otras cosillas escribiere, siempre irán a buscar por la salud espiritual de las religiosas, al grado de escri-
el sagiado de vuestras plantas y el seguro de vuestra cG' birles muchas cartas edificantes, ¿ cómo pudo oponer a las
rrec.lón." Se refiere sin duda a escritos teológicos o devo- razones de sor Juana tanta indiferencia y tanto silencio? El
tos: no es creíble que se propusiese enviarle poemas de desdén que sucedió a la Respuesta contrasta extrañamente
asunto profano.'n Así termina este escrito singular. La forma
que adbpta su argumentación es la de la espiral: cada con la atención cariñosa aunque exigente de antes. La acti-
avance es un regreso. Su complejidad es aparente y su tud del prelado fue la de su biógrafo, fray Miguel de To-
argumento puede reducirse a unos cuantos puntos: no es rres, el sobrino de sor Juana. Este mediocre apologista
eséncial sinó formal la contradicción entre la vida religiosa relata mil nimiedades en la vida de Fernández de Santa
y los estudios profanos; estos últimos han sido y son esca- Cruz pero no menciona siquiera a la Respuesta.
lones hacia los más altos y difíciles: los sagrados; tampoco Es difícil «rfrecer, después de cerca de tres siglos de los
encuentra reprensible el ejercicio honesto de la poesía; re- hechos, una explicación de la conducta de Fernández de
clama para éttu y para las muieres la poslbilidad de edu- Santa Cruz. Sin embargo, no es descabellado suponer que
carse tanto en las letras y ciencias profanas como en su cambio se debió, €D primer térmiro, a que no quiso
las sagradas; en fin, nada de esto le parece contrario a los irritar aún más al colérico Aguiar y Seijas. Era preferible
manditor de la Iglesia. La Respctesta a sor Filotea de la abandonar a la monja que prolongar y envenenar una dispu-
Cruz no sólo es ,-,ña confesión sino una defensa de sus afi- ta no sólo con el arzobispo de México y sus amigos sino
ciones intelectuales; Manuel Fernández de Santa Cruz bus- con muchos jesuitas. Esta última consideración debe haber
caba una retractación pero la contestación de sor Juana sido decisiva. Además, él mismo estaba persuadido de la
fue una refutación que todavía aguarda respuesta. justicia de las censuras que se hacían a sor Juana. La Res-
puesta a sor Filotea de la Cruz lo confirmaba: las letras
y el renombre que había ganado habían fortalecido su va-
nidad y rebeldía naturales. A pesar de las protestas de
13 Los dos son insignificantes, lo mismo desde un punto de vista
_
obediencia y de los acentos de humildad obsequiosa que
literario que como eséritos ascéticos o místicos. Prosa para beatucas. prodigaba sor Juana, el obispo de Puebla no podía quedar
14 1267-1432.
satisfecho con su respuesta; él quería una renuncia franca
551
552 LAS TRAMPAS DE LA FE Y LAS RESPUESTAS 553

e inequívoca a las letras profanas, Do una defensa razonada incomprensión y excesivo rigor en sus tratos con sor Juana,
de su ejercicio, incluso si eran vistas como camino hacia cometió Ia indiscreción de revelar algo de lo que había
las divinas. Para el prelado, sor Juana se mostraba obsti- ocurrido: "viendo el padre Antonio que no podía conseguir
nada, rebelde. Había caído en el pecado que ét había de- lo que deseaba fla renuncia a las letras profanas] se retiró
nunciado en su carta como el riesgo más grave de las totalmente de la asistencia de la madre Juana, llorando si
letradas: la elación, la soberbia "qr" saca a la-mujer de su no mal logradas por lo menos no tan bien logradas como
estado de obediente". quisiera aquellas singularísimas prendas". Oviedo no dice
La reacción del confesor de sor Juana, el jesuita Antoni«¡ cuándo se retir'ó sino cuándo volvió: en 1693, dos años
l.Iúñez de Miranda, fue aún rnás dura: Ie retiró sus ¿ruxilios antes de su muerte. Es posible que el retiro haya sido en
y se negó a verla. Núñez de Miranda era una figura de el momento de la RespuestA, puesto que en ese escrito sor
gran prestigio e influencia: profesor de teología, rector del Juana no declara que tenga intención de renunciar a las
Colegio de San Pedrc y San Pablo, predicador de farna, letras profanas; también es razonable pensar que haya sido
hombre de crédito con los magnates, consejero incansable antes, bastante antes. Desde 1ó80 se vio claro que sor Juana,
de monjas y calificador del Santo Oficio. Este cargo con- lejos de consagrarse a la teología o a la vida ascéticz, estaba
sistía en examinar, censurar y, en su caso, condenar los decidida a participar más y más en la vida literaria y sus
libros y proposiciones sometidos a la autcnidad de la In- agitaciones. Entre 1680 y 1690 su vida literaria y mundana
quisición. Los calificadores eran los guardianes de Ia orto- alcanza la máxima intensidad: la tertulia de San Jeróninto,
doxia. Muchas veces sor Juana aludió al temor que le la amistad con María Luisa, Ias comedias y las loas, los
inspiraba el tribunal del Santo Oficio. El abandono de poemas cortesanos y los eróticos, la incesante correspon-
Núñez de Miranda debe haberla afectado cruelmente. ¿Cómo dencia con colegas y admiradores de Madrid, Sevilla, Lima,
olvidar que él Ia había decidido a escoger el camino reli- Quito. Tal vez Núñez de Miranda se retiró durante esta
gioso y que el día de su profesión había encendido las época.
Iuminarias detr altar? Una relación tan íntima y prolongada ¿Cuál fue la actitud de sor Juana ante el retiro de Núñez
como Ia de Núñez de Miranda y sor Juana temfera- de Miranda? No sabemos nada: ésta es otra de las lugr-
mentos opuestos: él dominante y ella de -dos genio indepen- nas de su biografía. No obstante, en contra de lo que pudiera
diente- engendra siernpre equívocr¡s y rencores. EI confésor esperarse, su actividad literaria e intelectual durante e.sos
ela el padre y el tirano, la irnagen venerada y el fantasma años sido diez o hayan sido dos- muestra que
aborrecido. La arnbigüedad de estas figuraciónes se acen- -hayandel padre Antonio ni dañó su integridad psí-
el abandonc
tuaba no sólo por el carácter riguroso de Núñez de Miranda quica ni su capacidad creadora. Esto confirma indirec-
:;ilt«¡ por su cargo de calificador de la Inquisición. Debe tamente mi suposición acerca de Ia ambigüedad de los
haber sido angustioso tener por confiesor a un especialista sentimientos que profesaba a su antiguo confesor. Otra la-
en detectar herejías y errores contra el dogma. guna: no sabemos quién fue el sacerdote que tomó el lugar
No sin dudas he dado conro fecha del retiro de Núñez de Núñez de Miranda. Tuvo que haber sido una persona de
de Miranda Ia de la RespuestA, es decir, los primeros rn€- autoridad y prestigio, que Ia apoyase doblernente, frente
ses de 169l . E,sta es Ia opinión de la mayoría de los críticos. al mundo y frente a sí misma. Francisco de Ia Maza descu-
Pero no es imposible que el padre Antonio se haya retirad«¡ brió en una biografía del padre Pedro Arellaro, escrita por
antes. La información que tenemos sobre esto es vaga e Juan José de Eguiara y Eguren, una curiosa información.'
insuficiente. Calieja, fiel a su intención apologética, ni si- Dice Eguiara que , a la muerte de Núñez de Miranda, el
quier_a menciona el incidente; de modo que si no fuera por t Vida del venerable padre Pedro de Arellano y Sosa. . . por el
Oviedo la información no habría llegado hasta nosotros. Pr. Juan José de Eguiara y Eguren, México, 1753. Véase: Francisco
Empeñado en lavar a Núñez de Miranda de las culpas de de la Maza, Sor lttana ante la historia, México, 1981.
554 LAS TRAMPAS DE LA FE Y LAS RESPUESTAS I ))

confesor de sor Juana fue el padre Arellaro, al que la monja convento fue un razonable compromiso entre la existt'ttt i,t
llamaba santo. Este Arellano gozaba de gran piestigio "e"n- libre y solitaria del intelectual y las servidumbres (lt' l,t
tre los grandes personajes de lá ciudad de Méxic o" , d; modo vida doméstica. Durante veinte años su tacto y su habilitl;r.l
que_ podía substituir sin desventaja a Núñez de Miranda. le ganaron protectores en muchos sitios y sobre tod«r ('t¡.'l
Probablemente era menos severo que el jesuita: no era un más alto: el palacio; así pudo vivir en un fecundo equililr¡ ¡,,
intelectual sino un "extático". Sólo que Egui ara dice que entre su profesión de religiosa y su verdadera vocacirir¡ rlt'
Arellano fue el confesor de sor Juana -despiés de la muerte escritora. De pronto, todo se quiebra y unos prelack rs I t ¡

del padre Antonio. Es imposible: Núñez á" Miranda murió transigentes la cercan,la acusan y Ie piden que no cs('l ¡lr,t
el 17 de febrero de ló95 y sor Juana el 17 de abril, exacta- sino de asuntos religiosos. ¿ Por qué?
mente dos meses después. Se trata de un error de Eguiara La diferencia entre sor Juana y los otros clérig«rs ('s( I I

o, *4t probablemente, de otro ejemplo de la manía c[erical tores Góngora, Calderón y tantos s[¡s5- er¿t trrrrv
que busca _ siempre ocultar la verdad real y substituirla -Lope,
simple: ser mujer. Lope y Góngora fueron malos sacct'(lolt".
por la edificante: el episodio del retiro de[ confesor no pero ningún Fernández de Santa Cruz los reprendió ¡rrrl,lr
favorecía ni a sor Juana ni a Núñez de Miranda. Es razo- camente por no escribir tratados de teología ni n ir tl',r I rr
nable suponer, en consecuencia, que Arellano reemplazó al Núñez de- Miranda les retiró sus auxilios espiritualcs l)r ,r
padre Antonio desde su retiro hasta su regreso en 1693. escribir sonetos y décimas de amor. A una monja cuttt¡rlr.l,r
En sus años finales sor Juana tuvo que enfrentarse a un se le podía prohibir lo que no se podía prohibir a Lur rtt.tl
conflicto presente desde el día de su profesión pero que sacerdote. Su dedicación a las letras parecía una singttl;rr I

veinte años después se convirtió en inaplazable e in-exorable. dad sospechosa y la fama que alcanzó en poco tiem¡xr ltr,'
Ese conflicto- puede definirse, sumariamente, como la opo- vista por la burocracia eclesiástica como una prucb:r rlr'l
sición entre la vida religiosa y la intelectual. Sólo que- al pecadó de elación: la soberbia que se transforma ir r:,t'r t

enunciarlo así parece que aludimos a un tema de disertación siblemente en rebeldía. Sor Juana tuvo plena concit't t, r;¡
filosófica y no a una cuestión vital y urgente: lo que estaba de que su condición de mujer era la causa, declar'¿ttl;r ( )

tácita, de las censuras y las amonestaciones. Por L:s( ) ('r I

debía darle en el futur«¡. El conflicto ponía en entredicho la Respuesta se extiende sobre la educación de la mtrit'r v
a su identidad, esto €s, a su ser más profundo. Desde el enum era a las poetistas y escritoras notables de la A I r I I

principio había tenido conciencia de la contradicción en güedad y de los tiempos modernos. Su culto a las f igttt.r'.
que vivía; también desde el principio se había propuesto femeninas del pasado era tal que dedicó una serie clt' \(,
e:-quivarla y hasta entonces lo había logrado. El camiño que netos morales verbales en el gusto pal'ltárhl¿¡
ella había escogido no era insólito sino acostumbrado: Ia no- a Lucrecia,-medallones
Julia y Porcia. La irritación que prov()t'¡rlr,r
Iglesia había sido siempre el amparo de los talentos pobres la existencia de una monja literata, que no tenía vergii('tr/.r
y Ios Iiteratos sin recursos. En el clero secular, ér, Ios de ser mujer y que contaba con protectores en altos silit,',,
conventos y en las órdenes abundaban los poetas, los drama- se redoblaba y exasperaba por otra circunstancia: li¡ lrt'
turgos y aun los novelistas. Ninguno de ellos había sufrido queñez del mundo en que ella se movía. El centro clt' l,r
persecuciones por escribir obras profanas; Ia libertad de vida de la ciudad era una corte que imitaba a la de M¿rtl¡ rrl
qye gozaban era bastantÉ amplia, con la limitación de no y en la que las querellas de rango y posición adquir'¡¡t¡r
afirmar nada que fuese contrário al dogma. Su resolución proporciones simultáneamente gigantescas y ridículas. I .¡r'.
de tomar los hábitos, a pesar de los estorbos e inconve- disputas por cuestiones de "precedenc ia" eran cons tÍt t t l t".
niencias de la vida en común, había sido cuerda, acertada y en ella participaban con la misma pasión de la nohlt'r,t
y_ conforme a Ia tradición. Puesto que no tenía gusto por peninsular y criolla los príricipes de la Iglesia. La prct'ttti
el matrimonio ni medios para concertar alguno deéororo, el nencia alcanzada por sor Juana ofendía a muchos preletttor;
55ó LAS TRAMPAS DE LA FE Y LAS RESPUESTAS 557

todos ellos eran sus superiores y casi todos presumían do ,


a los
rbró cuerpo y se convirtió en un asunto que tocaba hosti-
teólogos, Iiteratos y po_etas. La monja encarrutu una excep. de la disciplina eclesiástica - La
ción doble e insoportable; la de su lexo y la de su superig. i i.tuá
'v losmiimos
¡rr.incipios
celos se vistieron con el disfraz del re-speto
ridad intelectual. rr la autoriáud, la obediencia y la consagración a los deberes
Aguiar y Seijas cristalizó todos estos sentimientos. Fuo re ligiosos. Y iodo esto se áxprysó en una exigencia:
la
su genio maléfico. Poseído por un odio enferm izo haciu ,..rrcia a las letras Profanas' El mov
I-1t Tuieres, vio en sor Juana un ejemplo de perdición y .lcsencadenado por la mala voluntad de
disolución. Euemigo_ del teatro y de ia po"riu, juzgabi (.rr realidad, ut á oleada de inconfesable
abominación la conducta de una monja qüe, en lügaí do lcmor, odio a la rnujer, recelo. Pero si
azotarse, escribía comedias y poemas. L^ animadvlrsión l. máscara de Ia oriodoxia y les daba unidad la compli-
de Aguiar y Seijas se expresó, ai principio, como indiferen. r idad que t u unido siempre a las burocracias. unos querían
cia:- puesto que Ilo podía atacarla, la igñoraba. Esta reservu santa; todos que-
t.ofiv€rtirla en una teóloga, otros en una
se debía a un cálculo político: no era prudente, ni siquierrr r ían doblegarla, callarla-
para un arzobispo, malquistarse con los poderes que protrr.
gían a sor Juana. El marqués de la Laguna no sólo éra r:l sería un error creer que sor Juana era objgto de una
t.r-r,spiración deliberada: se enfrentaba a un difuso estado
de espíritu que crecía _y crecía lentamente. Poco a
virrey _de Nueva España: era el hermano del duque de Me. poco la
dinaceli, pr-ivado del rey y su primer ministro. El regres(, y resistía' No
rnarea adversa la ..r.uü". Ella se daba cuenta
a España de los marqueses de la Laguna, en 1ó88, deEilitri de sí misma. Du-
¡rerdió ";;;; rutro al final, el
dominio
Ia posición de sor Juana pero no demasiado: pronto con. r.ante estos dos años, por lo demás, no Ie faltaron
amigos
quistó el apoyo del nuevo virrey, el conde de Galve. Adc. palacio qy" en la Iglesia y entre
v protectáies, lo mismó en
rnás, €D España seguía crcntando con la arnistad de la con.
otras personas de crédito-..rrburgó,y autoridad. su recurso más
desa de Paredes, su editora y vocera de su talento cn l'uerte y ,otido, ,ir, estaba en sus valedores de
Madrid y en Sevilla. El marido de María Luisa, Tomás dc lispaña.. Entre ellos, además de la condesa de
Paredes y
la cerda, había sido nombrado mayordomo mayor de lu :iu ma.clo, se -quecontaba su antigu-o protectof , el marqués
nueva reina, Mariana de Neuburgo, de modo que la pare.iu
¿e Manc;;;, había vuelto ul favor real desde el regre-
había recobrado su ascendencia en la corte déspués de iu so cle la reina madre, Mariana de Austria, a la corte de
caída del
-duque de Medinaceli. En 1ó89 apareció el primcr Madrid. por todo esto porque lq: pasados triun-
tomo de las obras de sor Juana (Inundación castdíida)
ell 1ó90 la _segunda edición del mismo volumen, corregida.y los le habían inspirado-tarnbién
una peligrosa confianza- se mos-
y aumentada. Estas publicaci«¡nes, muy bien recibidal cn rraba animosa y resuelta urrt" lur censuras. Tod y avia los
clogios pesaban ma;- ár'r" las críticas. sus escritos activi-
T.lspaña, aumentaron su reputación y consolidaron su po. 69l y l9g?- la revelan tranquila
,lacies de ese período
sición.
v dueña de sí. La -1
Respuesta áo había sido una abdicación
El incidente de la Carta cttenagórica favoreció finalmenlc sino una afirmación á" lo que también
a Aguiar y Seijas y a los otros enemigos de sor Juana. Por - creía y pensaba; con que
lrabía sido una muestra de entereza el _
temp-le
una parte, la separó de su confesor (en caso de que la aceptó el retiro de Núñez de Miranda. Pero el testimonio
ruptura con Núñez de Miranda no haya sido antes, como rnás impresionante de su voluntad de preservar su inde-
_
creo); por otra, el cauteloso Fernández de Santa Cruz, antc p."a".,.iu fue su continua e imperturbable dedicación a
el resultado negativo que habían tenido sus exhortacioncs las tareas literarias.
pala que abandonase las letras profanas, Ie retiró su amis. A principios de 1óg 1 salió a la luz el volumen prepa-radr¡
tad " La hostilidad difusa que suscitaban su condición ctc
monja escritora y su celebridad de ultramar, poco a poc(, por sigüe nza y Gó.gora qug celebraba la victoria de la
armada hispar-u,..i.u.u iobre los franceses en las Anti-
558 LAS TRAMPAS DE LA FE Y LAS RESPUESTAS 559

llas: Trof eo de la iusticia españolA. Entre los poemas reco- peré y cuántas otras desistí y empecé de nuevo, Pof el
gidos en ese libro se encuentia la silva Epinicio gratulatorio émp"Ro de aprender, testigo es mi conciencia." Los treinta
al conde de Galve, url extenso poema en áf que sor Juana se y réir rengloñes de la dedicatoria par-ecen una prolongación
El virrey debe haberse sentido á" los terñas de la Respuesta: el "defecto" de ser mujer, Ia
n 169l apareció en Barcelona falta de maestros, el arnor al conocimiento y las penalida-
tomo de sus obras. Es una edi- des que ha padecido por ese amor. Más que una dedica-
or sLt autora". En efecto, s€ toria, es un alegato.
o más y más notable: la loa Juan de Orve y Arbieto no estuvo nunca en México ni
divino Narciso. Estos cambios conoció a sor Juana. El común origen vizcaíno de ambos
no pudieron hacerse sin la intervención y la autor ización no explica ni la dedicatoria de la poetisa ni qqe Olve y
de sor Juana. IJna tarea que requirió aún mayor esfuerzo Arbieto haya editado el libro. Como es sabido , la edición
fue la_ preparación del segundo irolumen de ,ú, obras: la del primer volumen de las poesías de sor Juana se debió
recopilación, selección, revisión y ordenación de los ori- a la solicitud de la condesa de Paredes. El encargado de
rabajo de los copis- esa edición ( 1689) y de las subsecuentes fue Juan Cama-
e al mismo tiempo cho Gayna, también caballero de la orden de Santiago y
publicación de este antiguo" mayordomo del marqués de Ia Laguna. Probable-
ignificación en la que, hasta *"rt" Juan de Orve y Arbieto, como Camacho Gay-na, era
ahora, Do se ha reparado: fue un proyectil, airparado familiar, amigo o proi"gido del duque de Medinaceli o del
desde sevilla, contra sus e.r migos de M"éxico. marqués de Ia Laguna o de algún otro miembro de esa
P]. segundo tomo de las obrás de sor Juana (Sevilla, podeiosa familia, óorno la duquesa de- Aveyro. Quiero de-
1692) está dedicado a un c rballero de la orden de San- Li.: el caballero vizcaíno era un testaferro de la condesa
liago, Juan de Orve y Arbieto. La curiosa dedicatoria de sor de paredes. El libro está adornado por un mediocre gra-
Juana cornie nza con una peregrina declaración: no le pide bado de Lucas de Valdés, que representa un medallón de
Orve y Arbieto que defienda a su obra de "las deirac- sor Juana, pluma en ristre, rodeada por Minen¡a y Mer-
ciones del vulgo" ni tampoco "q,r" coarte la libertad del curio y .o.ó.rada por Ia Fama alada y sus trompetas. EI
sentir de los lectores" . La declaráción es peregrina porque pareciáo con el retrato de Miranda es impresionante: no
un tercio del libro está compuesto por c".,rüras, juicios, iruy duda de que estamos ante una imagen auténtica de
panegíricos, apollgías y poemas laudaiorios que no son sino la ioetisa. Sin áuda Valdés se inspiró en un retrato de Jua-
una apasionada defensa de los escritos de rór Juana, espe- na Inés que le mostró la condesa de Paredes. Quizá aquella
por los que había sido cen- miniaturá que sirvió de tema a unas décimas'
, da Ia razón de la dedicato- Otro inditio de la no muy discreta intervención de Ma-
ya, como las "nobles familias ría Luisa en este asunto está en el hecho de que el libro se
sto "los arroyuelos de mis haya impreso en Sevilla, solar de los Medinaceli y lugar
mar en que reconocen su origen,,. de su residencia principal hasta nuestros días. También
Después de esta explicación que nada explica, la poZiiru eran sevillanos o ,i*ría., en esa ciudad [a mayoría de los
s-e disculpa de las imperfecciorr"r de sus escritos:
son obra teólogos, doctores, reverendos y poetas que firman los jui-
de una mujer, "en qrie, es dispensable ..rulquier defect o", cios y panegíricos. Algunos de ellos , a mayor abunda-
y que no tuvo más maestros que "el mudo magisterio de los miento, encuentran o.urió., para elogiar a la condesa de
libros". Termina con una cita de San Jerónimó que también Paredes y decir que gracias a
aparece en Ia Respuesta: "De cuántos trabajos me tomé, Yez primera las muestras del i
cuántas dificultades hube de ,riri., .rantas veces deses- na. Uno de ellos comPone tres
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honor de sor Juana, "única reina de la poesía", y los dedica Ias ediciones comunes y corrientes. Orve y Arbieto, según
a doña Maria Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes se explica en una nota, quiso conocer la opinión "de al-
y marquesa de la Laguna. En el tercero de esos anagramas gunos varones insignes en religión y letras" sobre los es-
se las ingenia para utilizar unos versos del rornance que critos del segundo tomo. Las respuestas fueron un conjunto
dedicó Juana Inés a "la gran sabiduría de la señora árr- de "brillantes elogios" que se publican en lugar del acos-
quesa de Aveyro". Cada uno de los cuatro versos de esta tumbrado preámbulo. Para defender a su amiga, la condesa
copla es ult flechazo contra los enemigos de la poetisa: de ParedeJ reclutó un destacamento de teólogos y de letra-
dos. También figuran doce poetas; entre ellos el único cono-
Claro honor de las mujeres
y del hombre docto ultraje, cido es José Pérez de Montoro, a quien sor Juana había
exo
citado varias veces. Los teólogos eran siete doctores; todos
X:', X lffi ;r s
gozaban de crédito intelectual en su tiempo, _aunque hoy,
como es natural, hayan sido olvidados. Dos de ellos eran
Es inusitado el entusiasmo
"'"',:ilr3ll,de los autores de las dos Cen- jesuitas, prueba de que en España no se pensó qu9 la crí-
sura.s y de la Aprobación; corno dice el autor de Ia última: iica de sor Juana a Vieyra fuese un ataque contra la Com-
"serÍa atrevimiento decir aprobar y mejor diré elogiar". El pañía. Sería tedioso repetir uno a uno los razonamientos
primer censor, fray Juan de Navario Yélez, comienia decla- á" los teólogos. Todos coincidían en tres puntos: su admi-
rando que "el segundo tomo es digno de las aclamaciones ración hacii sor Juana se acrecentaba por el hecho de ser
y aplausos con que fue recibido el primero". A continuación mujer (uno de ellos dice, sin gracia, "que esa mujer _es un
adelanta un argumento que ya co :emos: "no escribió hombre de mucha barba") , lo que lleva a varios a redactar
Ia madre Juana estos papelei con bición o esper anza largas listas de las mujeres ilustres de la Antigüedad, la
de que los imprimiesen [ . . ] sino por su lícito diveitimien- traáición cristiana y la época contemporánea (salen a re-
to o po.rque se lo - pidieron personas a quienes no podía lucir muchísimas monjas poetisas de Lisboa y de Sevilla) ;
negarse". _Cierto, "algunos escrupulosos reparan en que una los transportaba sobre todo la teóloga, vencedora del gran
pluma religiosa escriba versos'1 No tienen razón; i'los de Vieyra; y a ninguno de ellos se le ocurrió amonestar a
la madre Juana son tan puros" como ella misma. El elogio sor Juana o reprocharle su afición a las letras: en esto
los poemas termina con el de Et sueño, que juzga r,rp"- su posición era diametralmente opuesta a la de Fernández
rior a todos. _Mry de paso (era más difícil) áprueba ias de Santa Cruz y Núñez de Miranda. Los siete textos de los
comedias Y, claro, pone por las nubes a los autos sacra- siete teólogos eran siete desagravios.
mentales. Pero "la corona de este tomo y de todas Ias obras Este segundo tomo es el volumen más importante de
de la madre Juana" es su crítica " a un sermón de un pre- sor Juana: el más variado, el más rico y el que contiene
dicador insigne". La censura de Cristóbal de Báñez no sus mejores páginas. El libro se abre con la crítica al
es menos sino más entusiasta; sus juicios son más rápidos sermón de Viéyrá pero ya sin el título extravagante que le
y más vagos que los del otro censor, pero coincide con él había dado Fernández de Santa Cruz: Crisis lcríticaf sobre
en su elogio a una mujer que, no contenta con su excelso un sermón de un orador grande entre los mayores . . . La
ingenio métrico, es una teóloga impar. La Aprobación de publicación de este texto revela que sor Juana sí lo desti'
ledro Ignacio de Arce, otro caballero de Santiago y regidor naba a la publicidad. La sección de poesía lírica se abre,
de Madrid, termina con una pintoresca exclamaói¿ñ: "illus- en exacta correspondencia, con Printero sueño. Los comen-
tre mujer y ejemplar de las mujeres ilustres!" Todos estos tarios de casi todos los teólogos y de los dos censores
elogios h-abían sido escritos en Sevilla para ser leídos y revelan que el poema debe haberles impresionado profunda-
comprendidos en México. mente. Uno de ellos dice que, con la Crisis y El sueño, sor
EI volumen presenta una singularidad que lo aparta de Juana ha vencido al ma1,ór poeta y al mayor orador del
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siglo: Góngora y Vieyra. Las secciones de poesía "cómi ca" adunó las artes liberales con el ardor de la fe, y a los die-
contienen los tres autos sacramentales, las dos comedias ciocho años superaba a los varones más doctos t . . .] Maxi-
y las piezas cortas; Ias de poesía lírica, profana y sacra, mino, que perseguía al cristianismo, convocó de todas
sonetos, romances, décimas, glosas, villancicos . La inclusión partes a los mayores filósofos para confundirla" pero ella
de El mártir del Sacramento: San Hermenegildo, es otro "con la fuerza y sutileza de su argumentación" los venció
testimonio de la increíble, febril actividad literaria de sor y los convirtió. Calleja refiere un episodio análogo: asom-
Juana en esos años. Según señalé antes, las imperfecciones brado el virrey Mancera de la precocidad y el saber de Juana
y lunares de este auto son atribuibles a la prisa con que Inés, que tenía entonces dieciséis o diecisiete años, convocó
fue escrito, sin duda para que llegase a tiempo a las pren- a cuarenta doctores para que la interrogasen y la exami-
sas de Sevilla. La elaboración del tomo fue larga: las nasen, y a todos respondió con acierto. Otro parecido entre
censuras son de julio de 169l y la aprobación , la licencia Catarina y Juana Inés: la belleza. Amhas fueron perseguidas
y Ia tasa de mayo de 1692. Es muy posible que el retardo por el mismo doble motivo:
se haya debido a que el plan original tuvo que cambiarse
por los ataques de México, que obligaron a Orve y Arbieto Porque es bella la envidi?D,
(o sea: a la condesa de Paredes) a contraatacar solicitando porque es docta la emulan:
las opiniones de los teólogos. Las fechas de los escritos de ¡oh qué antiguo en el mund«r
éstos van de septiembre de 169l a abril de 1692. El volu- es regular los méritos por culpas! =

men se convirtió así en una poderosa arma de defensa de


sor Juana, que oponía a las críticas de sus enemigos y En otro villancico (3 17) , al cantar el triunfo de Catari-
censores de México los elogios y las opiniones favorables de na sobre los filósofos, reitera lo que ha dicho antes sobre
respetables autoridades religiosas de España. Por desgra- la mujer pero ahora con acentos a un tiempo irónicos y
cia, Ilegó tarde: en 1692 hubo cambios radicales que alte- apasionados. Al escribir estas coplas pensaba en ella misma:
raron la situación de Nueva España y la personal de sor De una mujer se convencen
Juana. todos los sabios de EgiPto,
El 25 de noviembre de 169l se cantaron en la catedral para prueba de que el sexo
de Oaxaca, en la fiesta de la mártir, los villancicos de no es esencia en lo entendido.
Santa Catarina de Alejandría. Ya me he referido a este ¡Víctor, víctor!
grupo de once poemillas, €Dtre los que se encuentran algu- Prodigio fue, y aun milagro;
nos de los más hermosos de sor Juana. Además de su pureza pero no estuvo el Prodigio
lírica, su complejidad métrica y sus curiosos ecos ñermé- en vencerlos, sino en que
ticos, estos villancicos contienen muchas resonancias auto- ellos se den por vencidos.
biográficas y varios de ellos proclaman un desafiante femi- ¡Víctor, víctor!
nismo. Quizá fueron cantados en Ia lejana Oaxaca porque Dios no quiere a Ia mujer ignorante, sobre todo a la re-
ella no se atrevió a darlos a la catedral de México o a la
de Puebla, para las que escribía regularmente cada año. Ni , y por eso honra a Catarina, patrona de las "doc-
ligiosa
tas":
el arzobispo de México ni el obispo de Puebla habrían oído Estudia, arguye y enseña,
de buen grado esas agresivas y estridentes alabanzas a una y es de la Iglesia servicio,
"docta doncella". Sor Juana se veía a sí misma en los que no la quiere ignorante
lasgos de Catarina de Alejandría: como Isis y "la doncella El que racional la hizo.
de Delfos", era uno de sus dcbles simbólicos. El Breviario ¡Víctor, víctor!
rom&no relata que "Catarina, noble virgen de Alejandría, 2 Villancicos a Santa Catarina (31ó).

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Nunca de varón ilustre El año de 169l se terminó con los villancicos de Santa
triunfo igual habemos visto; Catarina: autorretrato, defensa, burla y desafío. También
y es que quiso Dios en ella profecia de lo que le aguardaba:
honrar al sexo femíneo.
¡Víctor, víctor! Perdióse, oh dolor, la forma
de sus doctos silogismos:
Tutelar sacra Patrona, pero, los que no con tinta,
es de las letras asilo; dejó con su sangre escritos.
porque siempre ilustre sabios,
quien santos de sabios hizo.
¡Víctor, víctor!
El villancico final (322), escrito en lenguaje familiar, es
travieso, rápido, punzante:
E,rase una niña,
como digo a usté,
cuyos años eran
ocho sobre diez.
Esperen, aguarden,
que yo les diré.
E,sta (qué sé yo
cómo pudo ser)
dizque supo mucho,
aunque era mujer.
Esperen, aguarden,
que yo les diré.
Porque, como dizque
dice no sé quién,
ellas sólo saben
hilar y coser. ..
Esperen, aguarden,
que yo les diré.
Pues ésta, a hombres grandes
pudo convencer;
que a un chico, cualquiera
lo sabe envolver.
Esperen, aguarden,
que yo les diré.
Y aun una santita
dizque era también,
sin que Ie estorbase
para ello el saber. . .

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