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(Directores)
TRAUMATISMO
RAQUIMEDULAR
ERRNVPHGLFRVRUJ
La Sociedad Española de Neurocirugía avala la publicación de este libro
por su interés científico y cumplir con los objetivos planteados por sus
Grupos de Trabajo de Neurotrauma y de Docencia.
Autores
Ariel Kaen
Médico Residente de Neurocirugía, Hospital 12 de Octubre, Madrid.
XV
XVI TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Capítulo 19. Integración familiar y social del paciente con daño medular
postraumático ................................................................................ 337
Lluïsa Curcoll Gallemí, Mercè Yuguero Rueda y Ángel Gil Origüén
Prólogo y a la Editorial Díaz de Santos, que ha sabido plasmar la idea que tenía-
mos al diseñar la presente obra y ha tratado con todo esmero el material icono-
gráfico de los diferentes capítulos.
LOS DIRECTORES
Prólogo
XIX
XX TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Todas estas circunstancias permiten augurar un gran éxito a esta obra, que sin
duda será de obligada lectura para los profesionales que se ocupan y preocupan
de mejorar los resultados finales de los afectados por la problemática situación
del daño medular postraumático.
1 traumatismos raquimedulares
█ Introducción
Por lo tanto, la LMT supone un problema cada vez más prevalente en nuestro
ámbito con unas repercusiones personales, familiares, laborales y económicas de
importante magnitud y que todavía carece de un tratamiento efectivo en cuanto a
recuperación funcional del paciente.
█ Recuerdo histórico
█ Definiciones y conceptos
█ Epidemiología
Incidencia
Prevalencia
Edad
Sexo
Etiología
Nivel lesional
La mitad de los pacientes con LMT presentan un nivel medular cervical (51%),
un tercio un nivel dorsal (34%) y el resto un nivel lumbar o sacro (15%).
Completas o incompletas
Déficit motor
Tabla 1.1. Porcentaje de pacientes y grado de lesión (ASIA) al ingreso, durante el ingreso y
al alta en la población americana.
Durante el ingreso
ASIA Ingreso Alta
Mejoría Igual Peor Desconocido
Fuente: Nacional Spinal Cord Statistical Center (NSCISC). University of Alabama. EE UU. Da-
tos 2006.
10 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
█ Complicaciones
COMPLICACIONES 1 2 5 10 20 30
Úlceras de presión 14,7 17,1 18,7 22,3 24,3 30,0
Neumonía 3,9 3,9 3,2 2,7 3,6 4,1
TVP 2,8 1,2 1,0 1,0 0,6 0,5
TEP 0,7 0,2 0,3 0,4 0,4 0,0
█ Mortalidad
Hasta mediados del siglo XX la mayor parte de los pacientes que sufrían una
LMT, morían a las pocas semanas debido sobre todo a complicaciones infec-
ciosas (neumonía, sepsis, urinarias, úlceras cutáneas,…) y los que sobrevivían
más tiempo desarrollaban una insuficiencia renal crónica debido a las infeccio-
CAPÍTULO 1 Aspectos generales de los traumatismos raquimedulares 11
nes urinarias de repetición, que a menudo acababan con su vida. Los avances en
la medicina producidos durante los últimos 50 años han permitido invertir este
panorama y hoy, la mayoría de los pacientes que sufren una LMT sobreviven
muchos años (Tabla 1.4).
Tabla 1.4. Expectativa media de vida en años en población de EE UU con y sin lesión medu-
lar traumática (LMT), con paresias o plejias, dependientes o no dependientes de ventilación
mecánica (DV), según los años de edad cuando tuvieron el traumatismo.
No DV No DV
No No DV Dependientes
EDAD Paresia Tetraplejia Tetraplejia
LMT Paraplejia respirador
C5-C8 C1-C4
10 68,2 62,4 55,0 49,8 45,0 23,6
20 58,4 52,8 45,6 40,6 36,1 16,6
30 48,9 43,5 36,8 32,1 28,1 12,1
40 39,5 34,3 28,0 23,8 20,2 7,1
50 30,6 25,7 20,1 16,4 13,4 3,7
60 22,2 17,9 13,1 10,2 7,9 1,4
70 18,4 11,3 7,6 5,5 4,0 0,1
80 9,0 6,2 3,7 2,3 1,4 <0,1
Solo se incluyeron los que sobrevivieron más de 24 horas tras el traumatismo.
Fuente: Nacional Spinal Cord Statistical Center (NSCISC). University of Alabama. EE UU. Da-
tos de 2006.
Mortalidad prehospitalaria
El paciente que sufre una LMT puede fallecer en el lugar del accidente debido
a la propia lesión medular, sobre todo si es alta, o debido más frecuentemente a las
lesiones asociadas al traumatismo que pueden ser graves y comprometer la vida
del paciente. Esta mortalidad hiperaguda o prehospitalaria no está bien estudiada
(la mayor parte de las series publicadas no incluyen los pacientes que no llegan al
hospital) y es difícil, por tanto, de conocer, pero puede estar en torno al 20% según
algunos estudios.
Mortalidad hospitalaria
Mortalidad tardía
█ Ingreso inicial
En EE UU, los pacientes con LMT, tras ser valorados y/o tratados inicial-
mente en un hospital general, ingresan de forma muy precoz en uno de los
centros específicos de lesionados medulares de los 16 que existen en el país e
inmediatamente se les incluye en una base de datos para un seguimiento a largo
plazo. El ingreso en el centro de medulares se produce el primer día de LMT en
el 44% de los casos, en la primera semana en el 53%, el primer mes en el 80%
y antes de dos meses en prácticamente el 100% de los casos. Este ingreso se
lleva a cabo en dos etapas, primero en una sección de agudos una serie de días,
y posteriormente a una sección de rehabilitación (Tabla 1.5). Tras este ingreso el
paciente es dado de alta a domicilio para proseguir tratamiento ambulatorio en
más del 95% de los casos (solo un 6% precisan o se pueden costear enfermería
en su propio domicilio).
Tabla 1.5. Estancia media en días en las Unidades de Agudos y de Rehabilitación de la red
americana de LMT.
Paraparesia incompleta 11 28 39
Tetraparesia incompleta 13 36 49
Paraparesia completa 16 39 55
Tetraparesia completa 28 50 78
Fuente: Nacional Spinal Cord Statistical Center (NSCISC). University of Alabama. EE UU. Da-
tos de 2005.
CAPÍTULO 1 Aspectos generales de los traumatismos raquimedulares 13
En nuestro medio, los pacientes con LMT son tratados de forma inicial en
un hospital general donde pasan la fase aguda y posteriormente son derivados
a alguno de los Centros o Unidades de Rehabilitación de LMT que existen en
España. Aunque hay pocos datos publicados al respecto, cada vez se tiende más
a un ingreso precoz en estas unidades.
█ Reingresos
█ Prevención
Debido a que la LMT no tiene cura hoy por hoy, lo más importante es la pre-
vención, sobre todo la prevención primaria. Una vez ha ocurrido el daño, nuestros
esfuerzos deben centrarse en evitar la aparición de complicaciones (prevención
secundaria) y, cuando se presentan, tratarlas de un modo adecuado para mejorar
la calidad de vida del paciente que las sufre (prevención terciaria) (Branco et al.,
2007).
Primaria
Secundaria
Terciaria
Medidas para tratar las secuelas y mejorar la calidad de vida mediante un ade-
cuado tratamiento integral del paciente con LMT desde el punto de vista físico
y mental.
█ BIBLIOGRAFÍA
2 fisiopatológicos del
traumatismo raquimedular
Raquel Gutiérrez González, Ángela Moreno Gutiérrez
y Gregorio Rodríguez Boto
█ Introducción
Figura 2.1. A. Teoría de las dos columnas. Se señalan los elementos de la columna posterior
(excepto láminas y complejo ligamentoso posterior). B. Teoría de las tres columnas. Se seña-
lan los elementos de las columnas anterior y media (cuerpo vertebral, disco intervertebral,
ligamentos longitudinales anterior y posterior).
█ Recuerdo anatómico
Vértebras
Figura 2.3. Imagen transversa de una vértebra cervical, una vértebra torácica y una vértebra
lumbar, representando la orientación típica de las carillas articulares en cada segmento.
22 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Los platillos superior e inferior del cuerpo vertebral están formados por hueso
cortical, mayor en la periferia y menor en la parte central, mientras que el resto
del cuerpo se compone de hueso esponjoso, con láminas trabeculares alineadas
verticalmente para resistir las fuerzas de compresión. Las láminas trabeculares
horizontales salen de los platillos para atravesar los pedículos y dirigirse al arco
posterior. Los elementos del arco posterior se componen asimismo de hueso cor-
tical compacto externo (que confiere gran resistencia) y hueso esponjoso interno.
Las dimensiones del cuerpo vertebral son mayores a medida que se desciende de
región, en relación con la carga creciente que soportan dichas regiones, y las vér-
tebras sacras se fusionan para añadir estabilidad al raquis como pilar de apoyo. El
cuerpo vertebral soporta el 50% de la compresión ejercida por una determinada
carga, siendo mayor este valor en los niveles más bajos. Las facetas articulares
también intervienen en las tareas de carga, soportando más del 20% de la com-
presión axial y pudiendo llegar este valor hasta el 50% cuando la carga es en ex-
tensión y rotación. Con la edad, la masa ósea disminuye, y con ella la resistencia
que soporta, de tal manera que la reducción en un 25% de la masa ósea conlleva
una reducción del 50% de la resistencia.
Discos intervertebrales
Ligamentos espinales
Los ligamentos espinales, junto con las cápsulas de las articulaciones sinovia-
les de la columna, son los principales elementos que restringen el movimiento
de la columna vertebral, añadiendo estabilidad. Están formados por tejido co-
nectivo rico en elastina, lo que proporciona gran elasticidad a estas estructuras,
dispuestas en un solo eje para soportar fundamentalmente fuerzas de tensión o
distracción. En estas estructuras el paso del tiempo también implica un aumento
de la proporción de tejido fibroso, mayor cuanto más elástico es el ligamento
originalmente.
El ligamento longitudinal anterior se extiende desde el tubérculo anterior del
atlas hasta la segunda vértebra sacra, recorriendo la cara anterior de la columna
vertebral. Se continúa en su porción más craneal con la membrana atlantooccipital
anterior. Sus fibras son fundamentalmente longitudinales, con puntos de inserción
en el periostio de todos los cuerpos vertebrales y en el anillo fibroso de los discos
intervertebrales. Predomina el contenido en colágeno, siendo su función principal
prevenir la hiperextensión y sobredistracción de la columna. Esta capacidad es
mayor a medida que se desciende en el nivel del raquis, ejerciendo su mayor resis-
tencia a nivel de T11-L1.
El ligamento longitudinal posterior es una continuación de la membrana tec-
toria que se extiende desde el axis hasta la primera vértebra sacra, a lo largo de
la cara posterior de los cuerpos vertebrales y discos intervertebrales. Sus fibras
son también ricas en colágeno y de disposición longitudinal, con inserción en
el anillo fibroso de los discos intervertebrales a modo de festón y solamente de
forma marginal en los cuerpos vertebrales. De dimensiones menores respecto
a su homónimo anterior, se encuentra más engrosado al ascender de región. Su
24 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Articulaciones cigapofisarias
Médula espinal
Es la parte del sistema nervioso contenida dentro del canal raquídeo. Presenta
forma de tallo cilíndrico y se extiende en el ser humano adulto desde la base del
cráneo hasta la primera o segunda vértebra lumbar, con una longitud aproximada
de 45 cm y siguiendo las curvaturas fisiológicas del raquis. Presenta dos intu-
mescencias, cervical (C5-D1) y lumbosacra (L1-S3), que se corresponden con
la zona de emergencia de las raíces nerviosas de las extremidades superiores e
inferiores, respectivamente. Esta disposición anatómica conlleva cierta dife-
rencia, más ostensible a medida que se desciende, entre el nivel medular y el
vertebral, de tal forma que a una altura determinada de la columna vertebral
el nivel medular es más bajo que el óseo. Así, por ejemplo, el segmento me-
dular D10 se encuentra en el canal raquídeo a la altura de las 8ª y 9ª vértebras
dorsales. En su porción terminal se afila formando el cono medular, constituido
por los segmentos sacros y coccígeos, en continuidad a su vez con una estruc-
tura fibrosa, residual y filiforme, el filum terminale, que rodeada de duramadre
a partir de S2 (donde termina el saco dural), desciende hasta la cara posterior
del cóccix donde se ancla, confundiéndose con su periostio y formando el li-
gamento coccígeo. Por encima del foramen magnum, en la base del cráneo, se
continúa con el bulbo raquídeo.
Externamente, la médula presenta la fisura media anterior, surco muy profun-
do que recorre longitudinalmente la cara anterior de la médula, el surco medio
posterior, también longitudinal, a lo largo de la cara posterior de la médula, los
surcos antero-laterales, que se corresponden con la zona de emergencia de las
raíces anteriores de los nervios raquídeos, y los surcos postero-laterales que se
26 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
corresponden con la zona de entrada de las raíces posteriores de los nervios ra-
quídeos. La existencia de estos surcos limita tres pares de cordones: anteriores,
laterales y posteriores.
Desde el punto de vista funcional, la médula está formada por segmentos su-
perpuestos que se corresponden con los nervios espinales o raquídeos: 8 pares de
nervios espinales cervicales, 12 pares de nervios torácicos, 5 pares de nervios lum-
bares, 5 pares de nervios sacros y un par de nervios coccígeos (en total 31 pares).
Cada uno de estos nervios espinales se forma por la unión de una raíz anterior y
otra posterior en el interior de cada agujero de conjunción, envueltos por durama-
dre. El nervio raquídeo C1 sale entre el occipital y el atlas y los nervios desde C2
hasta C7 lo hacen por el agujero de conjunción que hay por encima de su vértebra
homónima (entre C3 y C4, sale el nervio raquídeo C4, por ejemplo). El nervio
C8 sale entre C7 y D1, y a partir de aquí lo hacen por el agujero que se encuentra
por debajo de su vértebra correspondiente (entre D7 y D8, sale el nervio espinal
D7, por ejemplo). Existe un desfase entre el nivel en el cual emerge el nervio
de la médula y el nivel en el cual abandona el conducto raquídeo a través de
los agujeros de conjunción, siendo más craneal el primero respecto al segun-
do. Esta falta de concordancia es más marcada cuanto más caudal es el nervio
espinal y por tanto, mayor su trayecto intrarraquídeo desde su origen medular
hasta su salida por los agujeros intervertebrales o de conjunción. Por este mo-
tivo, las últimas raíces lumbosacras tienen una mayor longitud intrarraquídea,
constituyendo la cola de caballo, la cual ocupa el tercio inferior del canal raquí-
deo. En el sacro, las raíces S1-S4 salen por los 4 agujeros sacros, haciéndolo las
raíces S5 y el par de nervios coccígeos por una hendidura inferior de este hueso
(hiato sacro).
Internamente, la médula está formada por sustancia gris (a su vez formada
por somas neuronales y glía que conforman las láminas de Rexed) y por sustan-
cia blanca (a su vez formada por axones y mielina). La sustancia gris se dispone
centralmente, a diferencia del encéfalo, formando cuatro astas, dos anteriores o
motoras y dos posteriores o sensitivas, conectadas entre sí por la comisura gris,
que alberga en su interior el conducto ependimario, un vestigio del tubo neural
embrionario que es una pequeña cavidad longitudinal por la que circula LCR y
que transcurre desde el 4º ventrículo hasta el final de la médula. En el nivel torá-
cico, existen además dos astas intermedio-laterales que forman parte del sistema
nervioso vegetativo. La sustancia blanca se dispone periféricamente, formando
los cordones anteriores, laterales y posteriores. El cordón anterior alberga el
fascículo corticoespinal medial (vía piramidal directa; descendente) y el haz es-
pinotalámico anterior (sensibilidad termoalgésica contralateral; ascendente). El
cordón lateral alberga el fascículo corticoespinal lateral (vía piramidal cruzada;
descendente), el haz espinotalámico lateral (sensibilidad termoalgésica contrala-
teral; ascendente) y los haces espinocerebelosos dorsal (sensibilidad propiocep-
tiva ipsilateral; ascendente) y ventral (sensibilidad propioceptiva contralateral;
CAPÍTULO 2 Biomecánica y mecanismos fisiopatológicos del traumatismo raquimedular 27
Anatomía funcional
El atlas
Las fosas de las masas laterales del atlas son cóncavas mientras que los cón-
dilos occipitales son convexos (Figura 2.6). Los movimientos de flexo-extensión
se efectúan alrededor de un eje transversal que pasa por el centro de curvatura de
los dos cóndilos. Así, en la flexión los cóndilos ruedan por la concavidad de las
masas laterales y son las fuerzas axiales que ejerce el propio peso de la cabeza y
los músculos activos en el movimiento los que obligan a los cóndilos a deslizarse
hacia atrás y abajo evitando la luxación occípito-atloidea. El limitante último de
la flexión o extensión de esta articulación es el impacto del borde de la masa late-
ral contra la base del cráneo. En condiciones fisiológicas, la flexión se ve limitada
por la tensión de los ligamentos occípito-atloideos posteriores y laterales, los
ligamentos occípito-odontoideos y los ligamentos occípito-axoideos, así como
por el impacto de los tejidos blandos submandibulares contra la vía respiratoria,
mientras que la extensión se limita por la tensión de los ligamentos occípito-
atloideos anteriores y antero-laterales, así como el impacto del occipucio contra
la musculatura suboccipital.
CAPÍTULO 2 Biomecánica y mecanismos fisiopatológicos del traumatismo raquimedular 31
Figura 2.6. Imagen oblicua de la columna cervical. Se señalan las articulaciones occípito-
atloidea, atlo-axoidea, cigapofisarias y uncovertebrales, así como de la orientación de sus
superficies articulares. Los discos intervertebrales quedan ocultos tras el ligamento longitu-
dinal anterior.
El axis
El atlas asienta sobre el axis (2ª vértebra cervical), transfiriendo el peso que
soporta a través de las articulaciones atlo-axoideas (Figura 2.7). Además, la apó-
fisis odontoides del axis se articula con la cara posterior del arco anterior del
atlas para realizar el movimiento de rotación axial (amplitud fisiológica de 35-
50º hacia cada lado), principal función de esta articulación. Característicamente,
al movimiento de rotación axial se suman con frecuencia otros componentes de
extensión (hasta 15º de amplitud), flexión lateral (hasta 25º) e incluso flexión en
determinados casos, para conseguir la distribución equilibrada de la carga. Se
trata, en general, de movimientos no puros sino combinados y complejos.
arco anterior del atlas sobre la carilla articular de la apófisis odontoides, mientras
la limitación del desplazamiento anterior recae exclusivamente en el ligamento
transverso del atlas y en los ligamentos alares.
El ligamento transverso del atlas es una banda transversa de tejido conecti-
vo, gruesa y firme, que se inserta en un tubérculo existente en la cara medial de
ambas masas laterales del atlas, trazando un arco que pasa por detrás de la apó-
fisis odontoides. En el tercio medio de este ligamento existen dos prolongaciones
longitudinales, superior e inferior, que se insertan en el borde anterior del agujero
magno y en la parte posterior del cuerpo del axis, conformando en conjunto el
ligamento cruciforme del atlas. Los ligamentos alares, más cortos pero también
firmes, se extienden oblicuamente y de forma divergente desde el vértice de la
apófisis odontoides a ambos lados hasta la cara medial de los cóndilos occipita-
les. El ligamento apical es una banda delgada en íntima relación con la banda
longitudinal superior del ligamento cruciforme, que se extiende desde el vértice
de la apófisis odontoides hasta el borde anterior del agujero magno, entre los
ligamentos alares. Su principal función es estabilizadora.
Los ligamentos alares y apical contribuyen discretamente a la restricción del
movimiento de flexo-extensión atlo-axoideo, considerándose el limitante último de
este movimiento el impacto del arco posterior del atlas contra el occipucio (flexión)
o contra el arco de C2 (extensión). La rotación axial se ve limitada por las cápsulas
de las articulaciones atlo-axoideas, pero las estructuras más determinantes en este
movimiento son los ligamentos alares, de tal manera que su integridad es esencial
para prevenir la dislocación del atlas en rotación. Por último, los ligamentos alares
limitan también el movimiento de deslizamiento lateral, ejecutado cuando la masa
lateral del atlas se desliza hacia abajo por el proceso articular superior del axis ip-
silateral mientras la masa lateral contralateral se desliza hacia arriba. Sin embargo,
la restricción última de este movimiento la marca el impacto de la masa lateral del
atlas sobre la parte lateral de la apófisis odontoides.
Articulación C2-C3
Se considera el comienzo de la columna cervical como tal. Sin embargo,
esta articulación presenta características morfológicas y cinemáticas diferentes
al segmento C3-C7, motivo por el que debe considerarse una unidad funcional
independiente, a pesar de que la influencia real que ejerce en el movimiento
de la columna cervical es aún desconocida. La principal diferencia radica en la
orientación de las carillas articulares. En la articulación C2-C3, la faceta articular
superior de C3 presenta una orientación superior, posterior y medial, mientras
que en el resto de la columna cervical la orientación de las facetas articulares es
transversa (Figura 2.6). Este hallazgo influye de manera significativa en el mo-
vimiento de rotación axial y flexión lateral del cuello en el segmento C2-C3, ya
que, en contra de lo que cabría esperar, C2 rota en sentido opuesto a la flexión la-
34 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Características cinemáticas
Figura 2.8. Imagen lateral de la columna cervical. Se representa la posición teórica de los
centros instantáneos de rotación.
Mecanismos de lesión
Anatomía funcional
Mecanismos de lesión
Son las que producen las “fracturas en estallido” (burst fractures) o “frac-
turas conminutas” (Figura 2.11). Estas fracturas suponen entre un 10-20% de
las fracturas de la columna dorso-lumbar, principalmente a nivel de la charnela
dorso-lumbar (D11-L2). De hecho, la fractura por estallido del cuerpo de L5 es
muy infrecuente. Son fracturas que se originan por la aplicación de cargas axia-
les puras, las cuales producen compresión del cuerpo vertebral e insuficiencia
de las columnas anterior y media. A diferencia de las fracturas producidas por
mecanismos de flexo-extensión, son biomecánicamente estables debido a que se
mantiene la integridad de toda la estructura ligamentosa espinal. Con frecuencia,
se combinan con un mecanismo de flexión y, en ocasiones, con mecanismos de
rotación y flexión lateral.
Figura 2.12. Diversos tipos de lesiones traumáticas de la columna dorsal o lumbar produ-
cidos por un mecanismo de flexión-distracción.
Son los que producen las “fracturas-luxaciones”. Estas lesiones son típica-
mente inestables debido a que se genera insuficiencia de las tres columnas. Su-
ponen un gran riesgo para la integridad de rotación, que lesionan las carillas
articulares y son la causa fundamental de la luxación (Figura 2.13).
A pesar de los esfuerzos realizados en las últimas décadas para conocer cómo
se produce y evoluciona la lesión medular secundaria a un traumatismo raquídeo,
la reproducción en el laboratorio de ésta dista aún de representar lo que realmente
sucede en el ser humano, ya que no es posible controlar factores externos que
intervienen sobre el hombre, si bien este hecho no invalida los conceptos fisiopa-
tológicos observados en los estudios experimentales.
Cuando la médula sufre un traumatismo, inmediatamente se desencadenan
tres procesos: uno de muerte celular, otro de degeneración celular, y un tercero
de regeneración funcional, basado este último en la plasticidad del tejido nervio-
so, de tal manera que células sanas reemplazan las funciones realizadas por las
células lesionadas hasta cierto punto.
Existen dos tipos principales de lesión o daño medular postraumático: prima-
rio y secundario.
Daño primario
Daño secundario
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CAPÍTULO Anatomía patológica de la
█ Introducción
Figura 3.1. A. Hemorragias petequiales en sustancia gris (flecha), a las pocas horas de una
lesión medular traumática. Hematoxilina-eosina. B. Foco hemorrágico adyacente a neuronas
en proceso de degeneración. Técnica de Kluver-Barrera.
50 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
isquémica en las que tendrá lugar la muerte neuronal secundaria y donde se for-
marán cavidades y quistes durante la fase crónica.
Las células gliales activadas son la microglía y la astroglía. La microglía ac-
tivada se ve como células más grandes, de citoplasma amplio y pálido, núcleo
irregular y morfología ameboidea (Andersson et al., 1991), que expresa el antí-
geno común leucocitario (LCA o CD45). Su función macrofágica provoca una
transformación en células grandes y poligonales. En el foco de lesión también
actúan los macrófagos procedentes de los monocitos sanguíneos, que aunque
llegan algo más tarde, presentan similar actividad fagocítica. Sea cual sea su ori-
gen, los macrófagos del foco o focos de lesión persisten en su actividad durante
semanas o meses, y sea por su función fagocítica de restos necróticos citotóxicos
o por la secreción de determinados factores, su presencia parece estimular la
regeneración neuronal (McIntosh et al., 1996). La activación microglial es un
proceso graduado que depende de la severidad de la lesión, y como el resto de
las lesiones, comienza en la zona central de la médula espinal y se extiende a la
sustancia gris y blanca adyacentes (Dusart y Schwab, 1994).
La activación de los astrocitos tiene lugar varios días después del trauma. Se
les ve hipertróficos, con aumento de su tamaño citoplasmático y nuclear, y acla-
ramiento del núcleo. Mediante el microscopio electrónico es posible constatar
un aumento de su metabolismo en forma de aumento de mitocondrias y retículo
endoplásmico. Aunque su función en la reparación neuronal parece evidente, aún
este hecho está en estudio (Nathaniel EHJ y Nathaniel, 1981).
Otros tipos celulares que invaden también el sitio de lesión medular son las
células de Schwann, las células meníngeas y los fibroblastos. Conjuntamente,
y como parte de la respuesta inflamatoria general, hay una neovascularización,
con presencia de vasos de pared gruesa tapizados por endotelio alto. Las célu-
las de Schwann son capaces de migrar desde el sistema nervioso periférico al
central en presencia de daño y se han implicado en procesos de recuperación
en lesiones medulares incompletas (Blight y Young, 1989). Adicionalmente, los
fibroblastos del tejido conjuntivo adyacente proliferan sobre la capa de astrocitos
fibrosos, depositan colágeno y completan la formación de una verdadera barrera
que separa las neuronas que antes de la lesión se encontraban conectadas entre sí.
Tanto las células de Schwann como los fibroblastos y los macrófagos depositan
material de matriz extracelular, como la laminina, la fibronectina y el colágeno
de diferentes tipos (Risling et al., 1993), que posiblemente estén implicados en
la recuperación funcional de lesiones incompletas.
En la fase subaguda de la lesión medular también se observa infiltración de
células inflamatorias, fundamentalmente macrófagos procedentes de la microglía
y monocitos (como hemos visto previamente) pero también linfocitos. Los linfo-
citos son B y T, aparecen en el foco entre las 3 y 6 horas, preceden a los monoci-
tos, aumentan en los días siguientes, y siguen siendo evidentes alrededor de los 7
días tras la lesión (Popovich et al., 1997), momento a partir del cual comienzan a
52 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 3.5. Células de Schwann implicadas en los procesos de remielinización tras una le-
sión traumática de la médula espinal. Microscopía electrónica.
█ BIBLIOGRAFÍA
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56 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
4 postraumático
█ Introducción
Es bien conocido que tras una lesión traumática del Sistema Nervioso se pro-
duce, de forma precoz, la pérdida de gran número de neuronas y de células gliales.
A nivel celular, la necrosis debida al impacto traumático se traduce morfológi-
camente por una disrupción de la membrana celular, asociada a alteraciones me-
tabólicas irreversibles y entra dentro de los eventos que generalmente se definen
como lesiones primarias que son efecto directo del traumatismo. Sin embargo,
en las últimas décadas está cobrando importancia creciente el conocimiento de
las llamadas lesiones secundarias, que se desarrollan en las horas o días que si-
guen al traumatismo y que aumentan el daño tisular producido de forma primaria
por el impacto traumático. Teóricamente, sobre estas lesiones secundarias, cuya
fisiopatología y características se han detallado en otros capítulos del presente
libro, podríamos actuar mediante el empleo de sustancias “neuroprotectoras”,
capaces de disminuir su intensidad, o bien su extensión, en el tejido nervioso
adyacente a la zona del impacto. Entre estas lesiones secundarias, capaces de
aumentar el daño que se produce inicialmente tras un traumatismo, tendríamos
los fenómenos de apoptosis.
Desde el punto de vista de la biología celular, la apoptosis es una forma de
muerte celular, diferente a la necrosis, por la que cada organismo regula de forma
natural el número de células que constituyen sus diferentes tejidos. Es un meca-
nismo biológico activo y programado, con participación activa de la propia cé-
lula en su inicio y progresión (muerte celular programada) que permite eliminar
células individuales que no tienen ninguna función, que han sido generadas en
exceso, que se están desarrollando incorrectamente, o que son perjudiciales para
el propio individuo (Cohen, 1993).
En el caso del Sistema Nervioso Central (SNC) la apoptosis tiene lugar como
respuesta a múltiples situaciones, puede afectar tanto a neuronas como a células
de glía, y en la última década se está empezando a considerar la importancia de
este fenómeno para explicar las secuelas postraumáticas en pacientes que han su-
frido un traumatismo craneoencefálico severo (Parajón y Zurita, 2007). Por otra
parte, es razonable pensar que la apoptosis que se desencadena tras una lesión
58 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 4.1. Neuronas en apoptosis, expresando CD95 en su citoplasma, a las 8 horas de una
lesión traumática medular. Astas anteriores de la médula espinal.
Tras conocer el patrón de apoptosis tras una lesión traumática medular, estu-
diamos su posible modificación por la administración de dexametasona (Zurita
et al., 2002).
Es conocido que la administración de esteroides en los primeros días des-
pués de la lesión traumática medular puede tener una influencia significativa
en los cambios morfológicos producidos en el tejido lesionado, y en estudios
previos habíamos observado que la dexametasona, a las dosis de 1 mg/kg, inme-
diatamente después del trauma, modifica el edema del tejido nervioso e impide la
desmielinización axonal postraumática, logrando una mejoría neurológica en los
animales tratados con este fármaco (Zurita et al., 1994). Además, existen nume-
rosos estudios que apoyan los efectos neuroprotectores de los glucocorticoides
durante la fase aguda de un traumatismo afectando al Sistema Nervioso y que
sugieren que la magnitud del daño secundario que desarrolla después de la fase
aguda de la lesión puede limitarse por una intervención farmacológica puntual
(Bracken et al., 1992; Young, 1992; Young et al., 1994). Clásicamente, el efec-
to neuroprotector de los corticoides se ha relacionado con la disminución de
catecolaminas en el área de la lesión, con su capacidad para atenuar la forma-
ción de radicales libres, o a un efecto directo modificando los niveles de ácido
glutámico (Janssen y Hansebout, 1989; Young 1992; Young et al., 1994) y en
concreto, la metilprednisolona ha sido considerada desde hace tiempo como
CAPÍTULO 4 Apoptosis y daño medular postraumático 61
Figura 4.2. Gráfica de barras que muestra (valores medios) el número de células en apop-
tosis que se detecta en cortes histológicos correspondientes a una zona de traumatismo
medular experimental y su disminución en el caso de un tratamiento precoz con dexame-
tasona. (*): significación estadística (p< 0,05). Las células en apoptosis fueron detectadas
mediante su marcaje con Apostain.
Figura 4.4. Gráfica de barras que muestra el número de oligodendrocitos en apoptosis que
se detecta en cortes histológicos correspondientes a una zona de traumatismo medular ex-
perimental y su disminución en el caso de un tratamiento precoz con metilprednisolona. Las
células en apoptosis fueron detectadas mediante su marcaje con Apostain y la identificación
de los oligodendrocitos se hizo por medio de un comarcaje con el anticuerpo monoclonal
MAB 1580. A partir de las 24 horas tras la lesión existe una clara diferencia, estadísticamente
significativa, entre ambos grupos (p< 0,05).
CAPÍTULO 4 Apoptosis y daño medular postraumático 65
█ Perspectivas futuras
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CAPÍTULO Evaluación clínica del paciente
█ Introducción
El cordón posterior
Las fibras que componen este cordón transmiten la cinestesia y el tacto discri-
minativo. Así, la lesión de estos tractos provocará clínica deficitaria en la sensación
de vibración y posición, en la discriminación entre dos puntos, en el tacto y en el
reconocimiento de las formas. Los fascículos del cordón posterior son dos:
El cordón lateral
Contiene fascículos tanto ascendentes como descendentes. A continuación se
comentan brevemente los más importantes:
1. Fascículos ascendentes
Figura 5.2. Corte medular dorsal que muestra: el asta lateral medular (1) y la columna de
Clarke (2).
2. Fascículos descendentes
El cordón anterior
Contiene los siguientes fascículos:
Vascularización medular
Extremidades superiores
— Tono: hay que valorar el tono del paciente, lo que se hará, siempre que sea
posible, con la flexo-extensión de codos y muñecas.
— Potencia: se valorará la potencia de los diferentes grupos musculares, que
nos servirán en caso de encontrar algún déficit neurológico para obtener un
diagnóstico topográfico.
Figura 5.9. Exploración del músculo flexor común profundo de los dedos.
• Músculo abductor largo del pulgar: se explora con la abducción del primer
dedo contra una resistencia, es dependiente de nivel C7 (Figura 5.10).
Figura 5.12. Exploración de los músculos interóseos dorsales y del músculo aductor del
meñique.
82 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Tronco
Extremidades inferiores
Figura 5.19. Exploración de los músculos glúteo mediano, glúteo menor y tensor de la
fascia lata.
Figura 5.25. Exploración de los músculos extensor largo del dedo gordo y extensor común
de los dedos.
Por otro lado, la hipotensión arterial que suele asociarse a las lesiones medu-
lares es de origen multifactorial:
— Pérdida de tono simpático, que produce disminución del tono vascular y
predominio relativo del sistema parasimpático (bradicardia). Ocurre pre-
dominantemente en lesiones medulares por encima de D6. Esta condición
es denominada “shock” neurogénico, y no debe ser confundida con el tér-
mino “shock” medular.
— Estasis venosa como consecuencia de la pérdida de tono muscular. Produ-
ce hipovolemia relativa.
— Hemorragias propias de las lesiones traumáticas asociadas.
Una lesión medular completa por encima del nivel C4 da lugar a la denomina-
da disociación bulbocervical, que cursa con fallo cardiorrespiratorio agudo y de
92 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Fisiopatología
La zona más central de la médula espinal está peor vascularizada, lo que la
hace más sensible al edema o a la contusión. Las fibras corticoespinales descen-
dentes están organizadas de forma somatotópica, de forma que las que se dirigen
a las extremidades superiores son más mediales que las que inervan la muscula-
tura de los miembros inferiores (Figura 5.31).
CAPÍTULO 5 Evaluación clínica del paciente con traumatismo raquimedular 93
Clínica
Típicamente, el paciente sufre debilidad motora de predominio en extremidades
superiores, con diferentes tipos de afectación sensitiva por debajo del nivel lesio-
nal y afectación esfinteriana también variable (frecuentemente retención urinaria).
Pueden existir además alteraciones sensitivas adicionales como disestesias de pre-
dominio en zonas proximales de los miembros superiores y signo de Lhermitte
(presente en un 10% de los casos).
Evolución
La historia natural de la lesión típicamente cursa con una fase inicial de
recuperación de funciones neurológicas: en primer lugar se recupera la motili-
dad de los miembros inferiores, posteriormente la función vesical y después la
fuerza en los miembros superiores (lo último es la movilidad de los dedos). La
recuperación de la función sensitiva no sigue un patrón típico. Después de esta
fase inicial existe una fase de meseta y finalmente un periodo de deterioro tardío.
Desde el punto de vista pronóstico, aproximadamente el 50% de los pacientes
recuperarán una función neurológica suficiente como para deambular de forma
independiente (este porcentaje es sensiblemente menor si la lesión medular está
producida por hematomielia y no por contusión medular). La recuperación de la
función neurológica de los miembros superiores no es tan favorable, quedando
importantes secuelas en el control del movimiento fino.
94 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Fisiopatología
Puede ser consecuencia de un fenómeno intrínseco de la propia arteria (trom-
bosis/embolia) o debido a una compresión extrínseca (un fragmento óseo fractu-
rado, una hernia discal central,…) (Figura 5.32).
Clínica
Para o tetraplejia (dependiendo del nivel lesional) junto con déficit sensitivo
disociado distal a la lesión, es decir, pérdida de sensibilidad termoalgésica (haz
espinotalámico) de carácter variable y mantenimiento de las sensibilidades pro-
pioceptiva y vibratoria (cordones posteriores).
Evolución
Fisiopatología
Suele aparecer como consecuencia de un traumatismo penetrante que lesiona de
forma directa la mitad del cordón medular. Más raramente aparece de forma secun-
daria a compresión extrínseca (hematomas, hernias discales,…) (Figura 5.33).
Clínica
Este síndrome, que fue reproducido de manera experimental en animales, rara
vez aparece en su forma más pura, la cual incluye:
Fisiopatología
Clínica
Evolución
El pronóstico depende de la magnitud de la lesión, pero por lo general es
favorable.
Habitualmente, se observa una mezcla de los signos clínicos porque las lesio-
nes del cono y de la cauda equina suelen asociarse.
█ BIBLIOGRAFÍA
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CAPÍTULO Valor de la radiología simple y de
6 la tomografía computarizada en
los traumatismos raquimedulares
Beatriz Brea Álvarez y José Carlos Méndez Cendón
█ Introducción
diar. A efectos prácticos, los segmentos que se deben considerar son el segmento
cervical y la columna dorsolumbar.
Figura 6.2. Fractura tipo II de Anderson y Montesano del cóndilo occipital. Los cortes axiales
(A y C) y la reconstrucción en sagital con TCMD (B) permitieron ver la presencia de hemorra-
gia subaracnoidea (A) y del hematoma epidural espinal (B y C).
Figura 6.3. Fractura de D3 por flexión y carga axial secundaria a un atropello. A. La Rx sim-
ple no ve con claridad la fractura que se demuestra de forma evidente con la TCMD (B y C).
B. Reconstrucción de TCMD en el plano coronal. C. Reconstrucción VRT (Volume Rendering
Technique) en el mismo nivel.
plen alguno de los siguientes factores que indican baja probabilidad de lesión
cervical (traumatismo secundario a alcance de vehículo por detrás, posición sen-
tada o deambulante en la sala de Urgencias, comienzo tardío del dolor cervical
y ausencia de dolor a la palpación en la línea media o a la presión de las apófisis
espinosas) y pueden girar voluntariamente la cabeza 45º. Stiell consideró que a
los pacientes etiquetados como de bajo riesgo no debería realizárseles ninguna
prueba de imagen. La aplicabilidad de este estudio consiguió un 100% de sen-
sibilidad y 42% especificidad para identificar fracturas cervicales clínicamente
importantes.
En el caso de la columna toracolumbar, como se ha mencionado anterior-
mente, los estudios incluyen menos pacientes y por tanto, las conclusiones son
menos precisas. La ACR recomienda estudios de imagen cuando encontremos
alguno de los siguientes supuestos: dolor de espalda o a la palpación en la línea
media, signos locales de lesión toracolumbar, déficit neurológico, fractura de la
columna cervical o en cualquier otro nivel, Glasgow menor de 15, intoxicación
por drogas/alcohol o lesión por distracción mayor.
Una vez decidido que el paciente requiere una técnica de imagen porque hay
sospecha de traumatismo raquimedular según los criterios arriba mencionados,
se debe escoger la técnica ideal. La elección depende, según la ACR, de la edad
del paciente, del segmento de columna a estudio y del tipo de traumatismo. Para
los pacientes pediátricos, considerados como tal los menores de 16 años, se rea-
lizará en todos los segmentos involucrados un estudio radiológico simple. En
la columna cervical, la mayor parte de las lesiones en este grupo de edad se
localizan entre el foramen magno y C2 y este segmento se valora precisamente
muy bien con las tres proyecciones de la radiología simple. La TC se aconseja
como herramienta compleme ntaria para pacientes dudosos. En pacientes adultos
(considerados como tal los mayores de 16 años) y en el caso de la columna cer-
vical las conclusiones son claras, el método de elección es la TCMD. La placa
simple solo debe realizarse en aquellos centros donde no se disponga de TCMD
y nunca debe considerarse una sustituta de ésta. En la sospecha de lesión de la
columna torácica y lumbar se hace una distinción según el mecanismo lesional.
Si se trata de un traumatismo de baja energía se recomienda la valoración con
Rx, reservando la TC como técnica complementaria cuando existan dudas sobre
una determinada imagen o ésta no sea concluyente. Cuando la fuerza lesiva sea
secundaria a un traumatismo de alta energía, el panel de la ACR concluye que es
necesaria la realización de una TCMD. Muchas veces ésta ya se ha hecho para
la valoración del tórax y el abdomen del paciente politraumatizado y por tanto,
la adquisición de la TC de columna se conseguirá a partir de reconstrucciones
de menor grosor y con las ventanas adecuadas, sin necesidad de hacer una TC
específica del raquis.
CAPÍTULO 6 Valor de la radiología simple y de la tomografía computarizada... 107
Figura 6.4. Fractura lumbar por compresión. A. Corte axial de TC donde se puede observar
la irregularidad anterior de la línea de fractura. B y C. Reconstrucciones en el plano coronal
y sagital, respectivamente, permiten visualizarla con mayor claridad.
Figura 6.5. Fractura lumbar por estallido. A. Corte axial de TC. B. Reconstrucción en el plano
sagital. Existe una clara disminución de altura del cuerpo vertebral y un estallido centrífugo
de la vértebra con obliteración parcial del canal espinal.
CAPÍTULO 6 Valor de la radiología simple y de la tomografía computarizada... 109
Figura 6.6. Fractura lumbar tipo Chance. A. Reconstrucción sagital de TC. B. Reconstrucción
VRT, visión posterior. Se observa la línea de fractura que divide horizontalmente los elemen-
tos posteriores aumentando la distancia interespinosa.
Figura 6.9. Lesión por flexión. A. Reconstrucción sagital de TC. Se observa anterolistesis ver-
tebral, alteración de la línea espinolaminar y disminución del espacio discal en el segmento
afecto. B. En un corte parasagital del mismo paciente, a mayor aumento, se demuestra una
fractura facetaria.
CAPÍTULO 6 Valor de la radiología simple y de la tomografía computarizada... 111
Figura 6.10. Luxación facetaria bilateral. A. Reconstrucción sagital de TC, donde se observa
la importante anterolistesis. B. Corte axial que demuestra lo que se describe como el “signo
de la hamburguesa invertido” por engatillamiento de las carillas articulares de la vértebra
superior.
Figura 6.12. Fractura cervical por extensión. Existe fractura-luxación cervical con retrolistesis
(avulsión del margen anterior del cuerpo vertebral y desplazamiento C5-C6), aumento de
partes blandas prevertebrales, lesión del ligamento longitudinal anterior e hiperintensidad
de señal en T2 intramedular con isoseñal en T1, lo que traduce edema postraumático. A.
Reconstrucción sagital de TC. B. Corte de RM sagital potenciada en T1. C. Corte de RM sa-
gital potenciada en T2.
unión toracolumbar se debe a que existe una reorientación facetaria desde el pla-
no coronal en el segmento dorsal, al plano sagital en el segmento lumbar. En L1
las articulaciones facetarias están orientadas en 90º, lo que permite la resistencia
de lado a lado y a la rotación. Además, el cambio desde la curvatura cifótica torá-
cica a la curva lordótica lumbar y la pérdida de los efectos estabilizadores de las
costillas incrementa la vulnerabilidad mecánica de esta región a todos los grados
de movimiento. Estas lesiones generan una alteración severa en la alineación
vertebral, con distracción y dislocación. Es frecuente, además, la asociación con
fracturas costales y de los procesos transversos (Figura 6.14).
Figura 6.13. Fractura tipo III de Anderson y Montesano del cóndilo occipital. Se identifica la
avulsión del cóndilo occipital izquierdo por un mecanismo combinado de rotación y flexión.
A. Corte axial de TC. B. Reconstrucción coronal de TC. Existe una asimetría de la odontoides
con respecto a las masas laterales del atlas.
Figura 6.14. Atropello. A. RX simple de abdomen. La enorme cantidad de gas y las caracte-
rísticas del paciente no permitieron ver las fracturas. Por este motivo se procedió a la recons-
trucción de las imágenes a partir de la TC de abdomen (B y C). B. Reconstrucción VRT en la
que se observaron fracturas de múltiples procesos transversos (flechas). C. Reconstrucción
sagital de la TC donde se comprobó la existencia de una fractura con enorme desplazamien-
to anterior del cóccix secundaria a una lesión por cizallamiento (flecha).
114 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Lesiones vasculares
Figura 6.15. Fractura tipo II de Anderson y Montesano del cóndilo occipital. Se trata del
mismo paciente de la Figura 2. A. Corte sagital de TC. B. Reconstrucción VRT. C y D. Estu-
dio angiográfico. Se observa disección del segmento distal de la carótida interna cervical
izquierda que se visualiza en los cortes axiales (C) como en defecto de relleno y que viene
representado en el plano coronal (D) con la imagen típica de un pseudoaneurisma. Obsérve-
se como la lesión vascular se sitúa próxima a un fragmento óseo. E. RM sagital potenciada
en T2 demuestra un importante aumento de partes blandas prevertebrales.
En 1983 Denis creó el concepto de las tres columnas y fue capaz de determi-
nar que la integridad de la columna media era la clave de la estabilidad raquídea.
Desde un punto de vista práctico concluyó que la interrupción del pilar medio
generaba inestabilidad.
Posteriormente Daffner (2008) ha estudiado de forma exhaustiva la columna
y ha determinado cinco criterios radiológicos de inestabilidad: desplazamiento
anterior, posterior o lateral de una vértebra mayor de 2 mm, interrupción de la
línea vertebral común posterior, ensanchamiento de la distancia interpedicular,
ensanchamiento de la articulación facetaria y ensanchamiento del espacio inter-
laminar mayor de 2 mm con respecto a otros niveles. Aunque la mayoría de estos
signos pueden aparecer combinados, la presencia de uno solo es suficiente para
etiquetar de inestable una lesión espinal. Además, la presencia de estos criterios
radiológicos indica que el paciente ha sufrido una lesión raquídea de importancia
considerable.
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CAPÍTULO Estudio con resonancia
█ Introducción
█ Lesiones intramedulares
Estudios de RM convencional
Figura 7.1. Contusión medular. Obsérvese la presencia de una lesión intramedular cervical a
nivel C3-C4, que aparece hiperintensa en las secuencias potenciadas en T2 sagital (A) y axial
(B). En la imagen sagital la médula presenta un leve aumento de su calibre (A), mientras
que en la imagen axial se aprecia que la lesión afecta principalmente a la región dorsolateral
derecha de la médula (flecha en B).
Las lesiones menos severas presentan una pequeña zona de contusión que no
supera un segmento vertebral. Además, los pacientes que presentan hiperinten-
sidad de señal homogénea de la médula tienen mejor evolución clínica. Estos
cambios suelen ser reversibles y se cree que traducen únicamente la presencia de
124 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 7.2. Contusión hemorrágica medular. Este recién nacido sufrió un parto traumático
con fórceps y presentó tetraplejia a las pocas horas. En la RM se apreció una extensa contu-
sión bulbar y medular hasta C4. En las secuencia sagital potenciada en T2 se adivinan tenues
cambios hipointensos en el seno de la contusión (flecha en A), que resultan mucho más
extensos y aparecen hiperintensos en las secuencia sagital potenciada en T1 (B).
Figura 7.3. Contusión hemorrágica medular. Este paciente presentó un traumatismo cervical y
en la RM se apreciaba una extensa contusión medular de C3 a C6. Se aprecian focos hemorrá-
gicos en el seno de la contusión a nivel C4-C5, como cambios intramedulares marcadamente
hipointensos tanto en la imagen potenciada en T2 sagital (A) como en la axial (B).
CAPÍTULO 7 Estudio con resonancia magnética de las lesiones medulares traumáticas 125
Figura 7.4. Transección medular. Este paciente sufrió un herida incisa penetrante por apu-
ñalamiento en la región dorso-lumbar. Obsérvese en esta secuencia sagital potenciada en
T2 el trayecto de entrada del arma a través del arco posterior vertebral y una solución de
continuidad en la médula a nivel D11-D12 (flecha), con presencia de signos contusivos en
los dos extremos del cordón medular, más prominentes de D12 a L2.
126 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 7.5. Contusión medular dorsal por apuñalamiento. Obsérvese en la secuencia sagital
T2 el trayecto de entrada de la herida incisa a través de arco posterior, con fractura de la
apófisis espinosa de D3 (flecha) y presencia de contusión medular a nivel D3-D4.
et al., 2003; Hori et al., 2006; Aota et al., 2008) (Figura 7.6). Además, observa-
ron que la extensión de la alteración del CDA intramedular era mucho mayor que
la hiperintensidad objetivada en las secuencias potenciadas en T2. Estos autores
relacionaron este incremento de la difusión intramedular observado con la pre-
sencia de necrosis quística de la sustancia gris central, así como con la atrofia
producida por la mielomalacia (Aota et al., 2008).
La única y relativa limitación de estas secuencias es su baja resolución espa-
cial para estudiar los tejidos perimedulares, que no permite caracterizar con ni-
tidez las estructuras óseas y de partes blandas raquídeas que puedan condicionar
la compresión medular, aunque ello puede conseguirse simplemente añadiendo
otras secuencias convencionales a la exploración (por ejemplo, secuencias poten-
ciadas en T1 y en T2), si el estado del paciente lo permite.
Figura. 7.6. Contusión medular. En este paciente, que sufrió un trauma con impacto sobre
la región cervical, las imágenes de RM potenciadas en T2 (A) no mostraron lesión intrame-
dular alguna pero en el estudio de difusión medular por RM (B) se apreciaron cambios con-
tusivos intramedulares de C4 a C6, demostrándose la superioridad de estas secuencias para
detectar la presencia de pequeños cambios postraumáticos intramedulares.
Estudios de RM funcional
que mueva las piernas mientras se realiza el estudio). Este estado de oxigenación
resulta un fiel reflejo de la funcionalidad de dichos tejidos neuronales. La obten-
ción de imágenes de alta resolución de la médula espinal para realizar estudios
funcionales, similares a los cerebrales, resulta una tarea complicada debido a
su morfología estrecha y alargada, así como por la presencia de artefactos por
movimiento producidos por la respiración y el latido cardíaco. Además, son es-
tudios largos y en muchos pacientes con lesión medular resulta difícil completar
los mismos por cuestiones de tiempo y por los artefactos mencionados. Estos
problemas técnicos han conseguido reducirse considerablemente en los últimos
años mediante la utilización de campos magnéticos más potentes y protocolos de
estudios que logran sincronizar la obtención de imágenes con cada movimiento
respiratorio o del ciclo cardíaco (Stroman et al., 2002).
Distintos autores han conseguido demostrar mediante estudios de RM funcional
que la estimulación sensitiva con estímulos dolorosos, táctiles y nociceptivos se
traduce en distintas áreas de activación funcional en la imagen de RM de la médu-
la, que se corresponden con la localización anatómica de las vías de transmisión
de dichos estímulos (haces espinotalámicos y cordones posteriores, fundamental-
mente) (Stroman et al., 2002; Lilja et al., 2006). Además, mediante estudios de
RM funcional en ratas, a las que se provocó una lesión medular, se ha observado
que, tras sufrir una contusión leve o moderada en la médula dorsal, presentaban
una recuperación de la función motora completa o casi completa mientras que la
recuperación de la función sensitiva era muy variable (Hofstetter et al., 2003).
Aunque la aplicación de la RM funcional a los estudios medulares se encuentra
todavía en sus inicios, muchos autores predicen que las futuras aplicaciones de esta
técnica al estudio del daño medular postraumático en humanos permitirán conocer
con mayor precisión la evolución funcional de las distintas áreas anatómicas medu-
lares tras la lesión y aproximar un pronóstico más preciso para estos pacientes.
animales (Fujiyoshi et al., 2007). Esta técnica también promete ser una herramien-
ta útil en la detección de la degeneración axonal secundaria a la desmielinización
producida por la lesión postraumática (De Boy et al., 2007) (Figura 7.7).
Figura 7.7. Contusión medular con lesiones osteo-ligamentosas. En este paciente politrau-
matizado se apreciaron múltiples lesiones en el raquis cervical en las imágenes sagitales de
RM potenciadas en T2 (A) con fractura-luxación de C6-C7, rotura del ligamento longitudinal
anterior (flecha rosa) y del ligamento amarillo (flecha amarilla), así como estenosis de canal
con contusión hemorrágica medular (flecha blanca). En la imagen con tensor de difusión
por RM (tractografía por RM) (B), se observaron indemnes todos los haces medulares a
excepción de los cordones anteriores, con ausencia de un segmento de los mismos a nivel
C5 y C6 (flecha roja) que probablemente traducía la existencia de desmielinización o rotura
axonal. Esto concordaba con la presencia clínica de tetraparesia.
█ Compresión extrínseca
Figura 7.10. Hernia discal cervical traumática. En la imagen sagital potenciada en T2 (A)
se aprecia una herniación subligamentaria de un fragmento del disco C5-C6 hacia el canal
raquídeo con compresión medular y cambios contusivos secundarios en C5 y C6. Obsérvese
cómo la morfología y extensión de la hernia se aprecian mejor en la imagen axial potenciada
en T2 (flecha en B).
Siringomielia postraumática
Figura 7.12. Siringomielobulbia postraumática. En este caso, existe una extensa dilatación
multiquística que se extiende desde el bulbo raquídeo hasta la médula dorsal. Obsérvese
cómo las cavidades poseen una señal similar al líquido cefalorraquídeo en las secuencias sagi-
tales potenciadas en T1 (A) y T2 (B).
Figura 7.13. Siringomielia postraumática. En esta paciente que sufrió un traumatismo con
aplastamientos dorsales hace años, se aprecia en la imagen de RM sagital potenciada en T2
(A) una dilatación quística que condiciona aumento de calibre de gran parte de la médula
dorsal. En la imagen axial (B) se observa el escaso parénquima medular residual que rodea la
cavidad, así como una imagen puntiforme central en relación con un catéter de derivación.
CAPÍTULO 7 Estudio con resonancia magnética de las lesiones medulares traumáticas 135
Mielomalacia postraumática
Figura 7.14. Mielomalacia dorsal. Este paciente con aplastamientos dorsales y compresión
medular D7 y D8 antigua, presentaba mielomalacia del cordón medular dorsal por encima
de la lesión. Obsérvese en las imágenes sagitales potenciadas en T2 (A) la extensión de la
atrofia medular, asociándose cambios quísticos intamedulares en la región dorsal baja que
se visualizan con mayor nitidez en las imágenes axiales (B).
136 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Meningocele postraumático
Absceso postraumático
Figura 7.16. Absceso epidural. Obsérvese una colección de morfología extradural en la par-
te posterior del canal a nivel D12-L1, de baja intensidad de señal y con realce de sus límites
en la imagen sagital potenciada en T1 con gadolinio (A). Existe también el realce difuso de
toda la superficie de la médula y de las raíces hasta la cola de caballo, probablemente por
extensión intradural de los cambios inflamatorios. Además, en las imágenes axiales (B) se
delimita mejor la extensión del absceso, rodeando el saco dural por detrás y por delante
(flechas).
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CAPÍTULO Tratamiento médico inicial del
█ Introducción
█ Manejo prehospitalario
— Respiración y ventilación.
— Valoración hemodinámica con control de la hemorragia.
— Rápida evaluación neurológica. Hace referencia fundamentalmente a la
escala de coma de Glasgow, a la simetría y reactividad pupilar, a los déficits
neurológicos groseros, como los signos de lateralización y a la existencia
de una lesión medular. Por lo tanto, la evaluación de la LMT queda relega-
da a un cuarto lugar, dando prioridad a aquellas lesiones que suponen un
peligro inmediato para la vida. No podemos olvidar que un 25-50% de los
enfermos que sufren una LMT tienen además un traumatismo craneoence-
fálico (TCE) (Figura 8.1) y contrariamente, aquellos enfermos que sufren
un TCE tienen en un 5-10% de los casos asociada una LMT (Stevens et al.,
2003).
— Exposición y control ambiental. Es muy importante evitar la hipotermia.
Figura 8.1. Paciente que sufrió un traumatismo craneoencefálico grave. A. Hemorragia tem-
poral mesial izquierda. B. Contusión prerrolándica izquierda.
es, por lo tanto, uno de los pilares del manejo del enfermo politraumatizado. Es
importante conocer que un 3-25 % de las LMT ocurren después del insulto inicial,
bien en el periodo inicial de manejo bien durante el traslado del enfermo. Además,
hasta un 20% de las lesiones involucran a múltiples segmentos medulares no situa-
dos de forma contigua, por lo que ha de llevarse a cabo una inmovilización de toda
la columna (Figura 8.2).
Figura 8.2. Lesiones espinales del enfermo de la Figura 8.1. A. Fractura de C2. B. Fractura
del cuerpo de C6.
█ Manejo hospitalario
Al igual que ocurre en el TCE, las lesiones asociadas a una LMT son el resulta-
do de una secuencia en la que interviene un daño primario y un daño secundario.
El daño primario es aquel que ocurre como consecuencia directa del trauma-
tismo. Su expresión es máxima en el momento del insulto inicial y rara vez se ve
modificado por las distintas intervenciones terapéuticas.
El daño secundario ocurre de forma diferida. Hace aparición horas o días des-
pués del traumatismo y es debido a distintos fenómenos que se ponen en marcha
tras el daño primario. Entre ellos encontramos (Stevens et al., 2003):
— Compromiso vascular: alteración de la función vasomotora, isquemia, he-
morragia, vasoespasmo, trombosis y aumento de la permeabilidad vascular.
146 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Evaluación neurológica
Muchos son los sistemas que se han usado a lo largo de los años para intentar
clasificar la LMT (Anonymous, 2002). De todos ellos, el recomendado por las
guías de manejo de la LMT, es la clasificación de la American Spinal Injury As-
sociation (ASIA). Esta escala está compuesta por dos secciones. La primera va-
lora la función motora en diez grupos musculares que engloban las extremidades
superiores (C5-T1) y las inferiores (L2-S1). Como regla general, se considera
que lesiones superiores a T1, que afectan a los ocho primeros segmentos cervica-
les, se asocian a cuadriplejia, mientras que lesiones inferiores a T1 se manifiestan
como distintas formas de paraplejia (Tabla 8.1).
Puntuación Significado
0 Parálisis completa
1 Contracción visible o palpable
2 Movimiento activo. No levanta contra gravedad
3 Levanta contra gravedad
4 Movimiento activo contra mínima resistencia
5 Vence resistencia
Puntuación Significado
0 Sensibilidad ausente
1 Sensibilidad alterada
2 Sensibilidad normal
Pruebas diagnósticas
Una proyección radiológica aislada no debe ser usada para descartar la exis-
tencia de lesión espinal. Aproximadamente, un 98% de los pacientes con una
serie normal que incluya las tres proyecciones anteriores tendrán una columna
cervical normal (Anonymous, 2002). La principal causa de error en la interpre-
tación de la radiología convencional es la incapacidad para visualizar la zona de
lesión, algo que puede ocurrir por la realización de proyecciones que no englo-
ban adecuadamente todas las estructuras (Anonymous, 2002).
La valoración de las columnas torácica y lumbar puede llevarse a cabo tam-
bién con proyecciones anteroposteriores y laterales. Es importante recordar que
un 10% de los pacientes con fractura cervical tienen una segunda fractura verte-
bral no contigua.
Manejo cardiovascular
Manejo respiratorio
Analgesia
Los opiáceos son los fármacos más empleados en el tratamiento del dolor
de pacientes críticos. En la LMT se debe buscar el equilibrio entre su control y
la necesidad de una valoración neurológica continuada. En ocasiones, el dolor
producido por estas lesiones se puede ver reducido tras la estabilización de la
fractura vertebral con cirugía o mediante fijación externa.
Sondaje vesical
Úlceras de estrés
Debido al alto riesgo de aparición de úlceras de estrés, todos los pacientes que
sufren una LMT deben recibir profilaxis con inhibidores de la bomba de proto-
nes, al menos durante el primer mes (Wuermser et al., 2007).
CAPÍTULO 8 Tratamiento médico inicial del paciente con traumatismo raquimedular 153
Control de la temperatura
Corticoides
Soporte nutricional
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CAPÍTULO Traumatismos de la unión
9 cráneo-cervical y de la columna
cervical superior
Rosario Sarabia Herrero, Vera Espino García y Álvaro Otero Rodríguez
█ Introducción
La columna cervical superior está constituida por el occipucio con sus cóndi-
los (C0), el atlas (C1) y el axis (C2), junto a sus seis articulaciones sinoviales y
sus potentes ligamentos. Este complejo occípito-atlo-axoideo, también llamado
unión cráneo-cervical, actúa como una unidad anatómica y funcional diferente
de la columna cervical subaxial (C3 a C7). Se trata de una estructura osteoliga-
mentaria tridimensional en la que las partes están cohesionadas de forma extraor-
dinariamente estable, a la par que permiten amplios movimientos.
El complejo consta de seis articulaciones sinoviales. Los cóndilos occipitales
convexos se articulan con las facetas cóncavas articulares del atlas que actúan
como una copa en el plano frontal conteniendo a los cóndilos y permitiendo la
flexo-extensión (15º, que representa el 30% de la flexo-extensión total cervical),
algo de rotación axial pero casi ninguna inclinación lateral. Las articulaciones
entre el atlas y el axis son cuatro: dos laterales atloaxoideas y dos mediales con
la odontoides (una anterior, entre el arco anterior del atlas y la odontoides, y otra
posterior, entre la odontoides y el ligamento transverso). A nivel atloaxoideo,
las articulaciones permiten rotación axial extensa (45º, que supone el 50% del
total de la rotación cervical), algo de flexo extensión (10º) y poca inclinación
lateral. Los ligamentos contribuyen de forma esencial a dar estabilidad a la unión
cráneo-cervical y a restringir los movimientos previniendo el daño al tronco del
encéfalo y a la médula. Así, tanto el potente ligamento transverso como los liga-
mentos alares, están formados por fibras colágenas no elásticas para cumplir su
función estabilizadora, pero por la misma razón no toleran estiramientos de más
del 10%. A nivel occípitoatloideo, la estabilidad de la unión está asegurada por
un grupo interno y externo de estructuras ligamentarias. Los ligamentos internos
son los alares, el ligamento apical, el cruciforme vertical y la membrana tectoria
(continuación del ligamento longitudinal posterior). Los ligamentos externos es-
tán constituidos por las cápsulas articulares, la membrana atlantooccipital ante-
rior (continuación del ligamento longitudinal anterior) y posterior, y el ligamento
nucal (continuación del ligamento supraespinoso). La estabilidad a nivel de la
articulación atloaxoidea depende también de la integridad de los elementos óseos
158 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
█ Epidemiología
Figura 9.1. Halo craneal unido mediante barras al chaleco torácico (halo-vest).
B. Dislocación occípito-atloidea.
D. Dislocación atloaxoidea.
• Fracturas de la odontoides.
• Fracturas misceláneas.
1. Mecanismo de flexión:
a. Subluxación anterior.
2. Mecanismo de flexión-rotación:
4. Mecanismo de extensión:
a. Fracturas de odontoides.
El primer caso autópsico fue descrito por Sir Charles Bell en 1817. En 1962 se
diagnostica por primera vez en radiología simple y en 1983 en estudio TC. Desde
la introducción de la TC se ha observado que esta lesión es más frecuente de lo
que se pensaba, dado que es muy difícil de diagnosticar con radiología simple. Su
frecuencia oscila de un 3% a un 16% de pacientes que han sufrido un traumatismo
grave a nivel cervical y craneal, frecuentemente asociadas a fracturas del atlas.
La clínica de presentación es muy variable, desde ningún defecto hasta tetra-
plejia, aunque lo más frecuente es que el paciente refiera dolor en la región occípi-
to-cervical, tortícolis con limitación de la movilidad y cefalea, más que síntomas
deficitarios neurológicos. Hasta el 30% pueden presentar afectación de pares cra-
neales bajos, en dos tercios de forma aguda y en el resto de manera progresiva.
Radiológicamente, es una lesión difícil de diagnosticar. A veces la presencia de
un hematoma retrofaríngeo es el único dato sospechoso. Por ello, la radiología sim-
ple se considera un método inadecuado para su diagnóstico. La TC, incluyendo la
base craneal, con reconstrucciones coronales y sagitales, es el método diagnóstico
de elección y se recomienda en presencia de déficits de pares craneales bajos, frac-
tura de base de cráneo o cervicalgia severa persistente. La RM puede ser útil para
valorar si existen lesiones de la membrana tectoria y los ligamentos alares, que son
estructuras esenciales en la estabilidad cráneo-cervical (Leone et al., 2000).
Las fracturas de cóndilo occipital se clasifican según su morfología y mecanis-
mo de producción en tres tipos, de acuerdo con Anderson y Montesano (1998):
Tipo I
Son fracturas condilares por impacto axial del cráneo sobre el atlas, similar
al mecanismo de producción de las fracturas de Jefferson. El cóndilo se fractura
a veces de manera conminuta pero con nulo o mínimo desplazamiento de los
fragmentos al foramen magnum. No suelen afectar a los ligamentos alares ni a la
membrana tectoria, por lo que son estables salvo algunos casos de lesión condilar
bilateral. Es el tipo menos frecuente.
Tipo II
Son fracturas condilares uni o bilaterales producidas como propagación de
fracturas basicraneales más extensas y generalmente secundarias a impactos cra-
neales. En TC se observa la continuación de la fractura lineal a través del cóndilo
y del foramen magnum. Son lesiones estables ya que tanto la membrana tectoria
como los dos ligamentos alares suelen estar intactos.
CAPÍTULO 9 Traumatismos de la unión cráneo-cervical y de la columna cervical superior 167
Tipo III
Son fracturas por avulsión de la porción inferomedial del cóndilo cerca de la
inserción del ligamento alar, con desplazamiento del fragmento al foramen mag-
num. Su mecanismo de producción suele ser rotación forzada de la cabeza con
inclinación lateral. Son fracturas potencialmente inestables por la avulsión del
ligamento alar. Además, es el tipo lesional más frecuente (Figura 9.2).
Figura 9.2. Fractura del cóndilo occipital derecho con avulsión hacia el foramen magnum
del fragmento inferomedial y posible afectación de la inserción del ligamento alar (tipo III de
Anderson y Montesano). En las imágenes de arriba se comprueba la fractura en la proyec-
ción axial de TC. Abajo, se confirman los hallazgos en las imágenes de TC con reconstrucción
coronal.
Dislocación occípito-atloidea
Figura 9.4. Relación normal entre basión-arco posterior del atlas y opistión-arco anterior
del atlas (cuadro arriba izquierda). Tipos de dislocación o luxación occípito-atloidea según
Traynelis et al. (1986).
Las fracturas de atlas fueron descritas por Jefferson en 1920. Suelen afectar
al arco posterior o al anterior porque éstas son las áreas más frágiles de la pri-
CAPÍTULO 9 Traumatismos de la unión cráneo-cervical y de la columna cervical superior 171
Levine y Edwards en 1985 clasificaron las fracturas del atlas en tres tipos:
— Tipo I: fractura aislada del arco posterior (más frecuente) o anterior del
atlas. Es el tipo más común. Son fracturas estables. Se producen por carga
axial con hiperextensión de la columna cervical (en el caso de la fractura
del arco posterior).
— Tipo II: fracturas de la masa lateral. Los arcos anterior y posterior se frac-
turan de un lado, separando la masa lateral. Se produce por una carga axial
con movimientos angulares laterales. Es la forma menos frecuente.
— Tipo III: fractura estallido de Jefferson. Suele haber dos fracturas bilate-
rales del arco anterior y una o dos del arco posterior, por lo que las masas
laterales se “independizan” y tienden a separarse.
Figura 9.5. Fractura clásica de Jefferson. En condiciones normales, las masas laterales del
atlas no deben sobresalir de los márgenes laterales de C2. Si la suma de las distancias entre
las masas laterales de C1 y los márgenes laterales de C2 excede de 7 mm, debe sospecharse
rotura del ligamento transverso y por tanto, inestabilidad asociada.
CAPÍTULO 9 Traumatismos de la unión cráneo-cervical y de la columna cervical superior 173
Figura 9.6. Fractura de atlas, evidenciada en corte axial de TC. Se aprecia claramente la
fractura bilateral del arco anterior, de manera que las masas laterales aparecen indepen-
dientes.
turas del complejo atloaxoideo. Como secuela el paciente puede presentar dolor
cervical crónico, dolor suboccipital o limitación de los movimientos cervicales.
Dislocación atloaxoidea
— Tipo I: rotacional pura sin desplazamiento anterior del atlas. Es la más fre-
cuente.
— Tipo II: dislocación rotacional con desplazamiento anterior del atlas menor
de 5 mm. Es la segunda más frecuente y se asocia a lesión del ligamento
transverso.
— Tipo III: un grado más que la anterior en la que el desplazamiento anterior
del atlas es mayor de 5 mm, por deficiencia completa del ligamento trans-
verso y de los ligamentos alares.
— Tipo IV: dislocación rotacional con desplazamiento posterior del atlas. Es
la menos frecuente y se produce por lesión de la odontoides, como en la
fractura odontoidea tipo II, o por un os odontoideo inestable.
Figura 9.7. Corte sagital de RM cráneo-cervical. Se observa una separación excesiva entre
las apófisis espinosas de la 1ª y la 2ª vértebras cervicales congruente con luxación C1-C2
asociada a contusión medular traumática.
mientras que dos tercios de las de tipo II se resuelven con tratamiento conserva-
dor (inmovilización externa).
Las fracturas de axis representan del 15 al 20% de las fracturas cervicales. Sus
causas más frecuentes son los accidentes de tráfico y las caídas. La mortalidad
asociada a estas fracturas en el momento agudo del traumatismo no es en abso-
luto despreciable, alcanzando el 25% de los casos. Existen dos tipos de fracturas
que juntas constituyen más del 80% de todas las del axis: la de la odontoides
(58%) y la fractura del ahorcado o espondilolistesis traumática de C2 (25%). El
resto lo forma un grupo misceláneo de fracturas del axis.
Figura 9.9. Dos ejemplos de fractura de odontoides evidenciadas en la imagen TC con re-
construcción sagital (arriba) y coronal (abajo).
178 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 9.10. Esquema que muestra los tres tipos de fracturas odontoideas.
— Tipo I: es una fractura oblicua por avulsión que afecta a la punta de la odon-
toides y que implica la afectación de al menos uno de los ligamentos ala-
res. Es muy rara (< 4% de las fracturas de la odontoides). Obliga a hacer
un diagnóstico diferencial con el os odontoideo (anomalía congénita que
radiológicamente muestra bordes lisos). Habitualmente se resuelve con in-
movilización con collarín rígido durante 3 meses (como corresponde a una
lesión estable), pero hay que asegurar la curación con estudio radiológico en
flexión y extensión para descartar inestabilidad occípito-atloidea asociada.
— Tipo II: la fractura se sitúa en la base de la odontoides, en la unión con el
cuerpo del axis. Son las más frecuentes (60%) y las más problemáticas.
El 14% se asocian a daño medular. Estas fracturas son inestables a nivel
atloaxoideo porque el segmento fracturado de la odontoides y el atlas se
comportan como una unidad. El tratamiento con inmovilización mediante
halo solo resuelve el 66% de los casos.
— Existe una variante, descrita por Hadley, en la que la fractura que afecta
a la base odontoidea es conminuta (Tipo IIA). Esta es una fractura rara e
inestable que precisa intervención quirúrgica precoz, ya que los fragmen-
tos impiden la curación con inmovilización externa.
— Tipo III: la fractura de la odontoides se extiende al cuerpo del axis (Figura
9.11). Se asocian a daño medular en el 8% de los casos. Es una fractura estable.
El tratamiento suele ser conservador mediante la colocación de un halo duran-
te 12 semanas, exceptuando aquellos casos en los que exista una disrupción
asociada del ligamento transverso. Este tratamiento con halo fracasa en menos
del 20% de los casos porque existe más superficie de fractura y proporcional-
mente más hueso esponjoso que cortical para favorecer la fusión, a diferencia
de lo que ocurre en las de tipo II. También puede utilizarse un collarín rígido
para su tratamiento pero la tasa de fusión es menor que con el halo.
CAPÍTULO 9 Traumatismos de la unión cráneo-cervical y de la columna cervical superior 179
Figura 9.12. A. Fractura de odontoides tipo II con desplazamiento posterior del fragmento.
B. Reducción de la fractura mediante la colocación de halo-chaleco.
180 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 9.13. Espondilolistesis traumática del axis o “fractura del ahorcado” o hangman’s
fracture. Se observa la fractura bilateral a través de la pars interarticularis (pedículos o ist-
mo) de C2.
Figura 9.14. Imagen en radiología simple (proyección lateral) característica de la fractura del
ahorcado.
182 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Podemos considerar entre ellas, la fractura aislada lateral del cuerpo de C2.
Es una fractura poco frecuente que suele encontrarse casualmente al buscar otra
patología traumática del axis. Se produce por un mecanismo de sobrecarga axial
junto con una inclinación lateral, similar al que produce la fractura de las masas
laterales de C1, por lo que frecuentemente ambas se asocian. Puede asociarse
también a la dislocación occípito-atloidea o a la atloaxoidea. Suele producir do-
lor cervical alto sin alteraciones neurológicas. Se trata habitualmente con collarín
cervical, salvo que existan lesiones asociadas.
Otras fracturas del axis son aquéllas que no se enmarcan dentro de las odon-
toideas y tampoco dentro de las de las fracturas del ahorcado. Afectan al cuerpo,
masa lateral y espinosa de C2. No son infrecuentes debido a la compleja anatomía
de esta región. Se asocian a daño neurológico con más frecuencia que las fracturas
aisladas de atlas o de axis. El tratamiento de este tipo de fracturas debe individuali-
zarse, aunque en general la inmovilización con halo suele ser suficiente.
█ Conclusiones
Hay que mantener un elevado nivel de sospecha, realizar una cuidadosa eva-
luación del paciente, del mecanismo de producción y de los estudios de imagen,
que nos permitan un diagnóstico y tratamiento precoces.
Debemos sospechar este tipo de lesiones en los traumatismos craneofaciales
graves secundarios a mecanismo de alta energía.
El estudio de TC con reconstrucciones sagitales y coronales es el método
diagnóstico ideal y el indicado siempre que la radiología simple no sea conclu-
yente o no pueda realizarse adecuadamente.
Es fundamental conseguir la estabilización de la columna. Muchos casos de
lesiones de la unión cráneo-cervical se pueden tratar con medidas conservadoras,
pero hay que estar alerta a la posibilidad de desarrollar inestabilidad, no solo
aguda sino también tardía, que obligará a considerar el tratamiento quirúrgico.
█ BIBLIOGRAFÍA
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CAPÍTULO 9 Traumatismos de la unión cráneo-cervical y de la columna cervical superior 185
█ Introducción
█ Epidemiología
█ Evaluación clínica
█ Diagnóstico
Hay que realizar estudios de imagen a todo paciente con sospecha de lesión
cervical. Así, deben estudiarse radiológicamente todos los pacientes que haya
sufrido un accidente por mecanismo de alta energía (sobre todo si es accidente
de tráfico) y que presenten traumatismo craneal o facial, focalidad neurológica,
contractura o dolor cervical. La columna cervical debe ser protegida con inmo-
vilización adecuada hasta que se demuestre que no existe lesión en las pruebas
de imagen.
El estudio inicial suele ser la radiología simple en proyección lateral, antero-
posterior y transoral (con boca abierta), pese a que su sensibilidad no supera el
85% en las mejores condiciones. Hay estudios que aseguran que en el estudio
radiológico simple pueden no detectarse hasta el 25% de las fracturas y que hasta
en el 50% de los casos no se detecta la inestabilidad raquídea (Zuloaga Santama-
ría y Núñez, 2007). Por ello, la TC helicoidal axial, con reconstrucciones sagita-
les-coronales y con técnicas 3D se ha establecido como método de diagnóstico
de elección, sobre todo si el paciente es de alto riesgo para la lesión raquídea o
existe bajo nivel de conciencia o colaboración por parte del mismo.
El estudio radiológico de la columna cervical debe ser completo y adecuado
para permitir analizar las lesiones y determinar si son o no estables. Debe incluir
la valoración de los siguientes datos:
Figura 10.1. Imágenes de RM en secuencias T2, sagital (A) y axial (B), que permite definir
con toda claridad la extensión del daño medular completo de este paciente así como la
lesión de partes blandas asociada a la lesión vertebral C5.
194 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 10.2. Imagen de TC en reconstrucción sagital de una lesión con morfología en com-
presión.
Figura 10.3. Imagen de TC en reconstrucción sagital de una lesión cervical con morfología en
distracción.
Figura 10.4. Imagen de radiología simple lateral de lesión cervical con morfología en rota-
ción por encajamiento facetario.
196 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
█ Tratamiento
Esguince cervical
El esguince cervical es la patología más frecuente de la columna cervical trau-
mática. Se produce una lesión puramente músculo-ligamentosa por un meca-
nismo de aceleración-deceleración, primero hiperextensión (causa la lesión) y
después hiperflexión (accidente de tráfico con golpe por detrás de otro coche).
Desde el punto de vista clínico, el paciente aqueja dolor cervical (síntoma capital
que tarda en aparecer 24-48 horas), mareo, vértigo, disfagia, acúfenos o visión
204 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 10.7. Mecanismo de producción del esguince cervical, primero hiperextensión (causa
la lesión) y después hiperflexión.
Son fracturas que se producen por carga axial sobre el vértex con el cuello sin
flexión y que suelen afectar a C6 y C7. La fractura conminuta del cuerpo verte-
bral da lugar a una pérdida de altura del mismo, con disrupción radiológica de la
línea vertebral posterior. Si existe daño neurológico, suele deberse a la retropul-
sión del cuerpo vertebral, aunque radiológicamente no sea muy evidente porque
parte de la retropulsión se recupera tras absorberse el impacto.
El diagnóstico diferencial con las fracturas por flexión-compresión se basa prin-
cipalmente en que en las fracturas por compresión vertical no suele haber mucha
cifosis, ni traslación rotacional, ni daño del complejo ligamentario posterior.
El tratamiento dependerá de la existencia de daño medular, del grado de com-
promiso del canal, del alineamiento vertebral y de la integridad de los elementos
posteriores. Para sistematizar el grado de lesión se describen tres estadios:
CAPÍTULO 10 Traumatismos de la columna cervical inferior 205
Figura 10.8. Fractura vertebral por compresión axial de C5, conminuta, no tratada en su
momento. Años después la paciente desarrolló cifosis segmentaria (imagen lateral de radio-
logía simple: A) y mielopatía postraumática diferida secundaria a estenosis del canal (RM: B)
que requirió corporectomía de C5 y C6, caja de titanio y placa anterior (radiología simple,
imagen lateral (C) y anteroposterior (D)).
cuerpo (fractura en lágrima) que se queda alineada con el disco y vértebra cau-
dales, del resto del cuerpo fracturado que se desplaza hacia atrás. A mayor retro-
listesis del fragmento de cuerpo vertebral, mayor compromiso del canal y mayor
riesgo de daño medular. Además, hasta 2/3 de los casos presentan fractura sagital
del cuerpo con separación de los fragmentos y fractura bilaminar, situación que
favorece aún más la producción de daño medular. En estas fracturas es frecuen-
te que se asocie disrupción del ligamento longitudinal vertebral posterior y del
complejo ligamentario posterior. Se cree que la lesión se propaga posteriormente
desde la fractura oblicua del fragmento en lágrima hacia el disco, el ligamento
longitudinal vertebral posterior, las facetas articulares y el ligamento interespi-
noso. Como resultado de ello, la columna se divide en un segmento caudal que
comprende el fragmento en lágrima y las vértebras caudales adyacentes, y en un
segmento craneal cifótico desplazado posteriormente formado por el resto del
cuerpo vertebral y las vértebras adyacentes craneales (Figura 10.10).
Figura 10.10. A. Radiografía simple en proyección lateral. Se observa una fractura en lá-
grima por flexión de C5 en una paciente joven sin afectación neurológica tras sufrir un
accidente de coche. B. Misma imagen a mayor aumento en TC. C. Corte axial de TC donde
se identifica el trazo de fractura producido por un mecanismo de flexión-compresión. D.
Tratamiento quirúrgico de la lesión con corporectomía, caja de titanio y placa.
Más de la mitad de los pacientes con este tipo de fractura presentan lesión
medular completa. Por el contrario, solo un 10% no tienen daño medular y están
neurológicamente intactos. En este pequeño grupo de pacientes sin lesión neuro-
lógica se puede plantear un tratamiento conservador, pero es muy difícil predecir
208 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
rante 10 a 12 semanas con collarín rígido. Es una lesión ligamentaria sin que
se asocie lesión ósea, por lo que su significación clínica depende del hecho
de la aparición de inestabilidad tardía, la cual ocurre en un 20 a 50% de los
casos por falta de curación de los ligamentos.
— Estadio 2: es la dislocación o fractura-dislocación facetaria unilateral. Se
evidencia radiológicamente una deformidad rotacional en el plano axial,
más difícil de valorar en el plano coronal. Suele deberse a mecanismo de
alta energía con producción de flexión, que provoca distracción de los ele-
mentos posteriores asociada a una fuerza de rotación. El mecanismo de ro-
tación se manifiesta por la aparente anterolistesis del cuerpo afectado que
no supera el 25% del diámetro anteroposterior del cuerpo vertebral. Por
este efecto de rotación vertebral, el diámetro anteroposterior de los cuerpos
que están por encima de la lesión parece mayor que el de los cuerpos bien
alineados que están por debajo. Asimismo, en proyección radiológica an-
teroposterior se aprecia falta de alineamiento de las espinosas. En el 80%
de los casos las dislocaciones facetarias se asocian a fractura de la faceta,
generalmente la superior de la vértebra inferior.
— Estadios 3 y 4: es la dislocación o fractura-dislocación facetaria bilateral. El
grado de la lesión varía desde la subluxación facetaria, al encajamiento de
facetas y a la dislocación completa. En el caso de encajamiento facetario,
la deformidad por cifosis es mayor que en el caso de dislocación facetaria
completa, en el que se produce anterolistesis (de más del 50% del diámetro
anteroposterior del cuerpo vertebral) y aumento del espacio interespinoso.
En las lesiones facetarias bilaterales no hay desalineación rotacional, como
ocurre con las unilaterales. Con TC se aprecia si existe fractura asociada de
las facetas superiores o de las inferiores, raramente de las dos. Con RM se
puede apreciar si hay lesión discal asociada, que existe en más del 60% de
los casos. Es obligado la realización de RM previa a la reducción cerrada
con tracción en todo paciente que no esté perfectamente consciente o no sea
colaborador. Si el paciente colabora bien se puede iniciar la tracción y se de-
tiene si hay cualquier cambio neurológico que pudiera avisar de la existencia
de extrusión de material discal al canal medular (Figura 10.11).
Figura 10.12. Reducción de una fractura-dislocación facetaria bilateral (A) tras tracción
cervical (B) previa a fijación quirúrgica definitiva.
█ Conclusiones
█ BIBLIOGRAFÍA
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CAPÍTULO Traumatismos
11 de la columna dorsal
█ Introducción
█ Epidemiología
Tabla 11.1. Distribución por sexos según la edad en las lesiones medulares traumáticas.
Tabla 11.2. Esperanza de vida en función del déficit neurológico y la edad en el momento
de la lesión.
█ Anatomía
— La zona superior, constituida por los niveles cervicales y los primeros ni-
veles torácicos, que recibe un aporte abundante gracias a la arteria espinal
anterior y a las ramas radiculares cervicales.
— La zona inferior, correspondiente a los últimos niveles torácicos y prime-
ros lumbares, zona de entrada de la arteria de Adamkiewicz.
— La zona intermedia, constituida por el resto de niveles torácicos, que tiene
una vascularización relativamente pobre especialmente a la altura del 4º
220 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
El sistema ideal para clasificar las fracturas de la columna dorsal debería ser-
vir como método de comunicación precisa entre los especialistas que tratan esta
patología, debería aportar información acerca de la gravedad de la lesión y debe-
ría guiar la actitud quirúrgica a seguir. La mayoría de estas clasificaciones están
basadas en el mecanismo de acción y en los hallazgos radiológicos, pero sin em-
bargo, no existe consenso sobre la reproducibilidad de las mismas. Por otro lado,
son también aplicables a las fracturas de la columna lumbar.
Uno de los sistemas más empleados es el descrito por Denis, que en 1983 in-
trodujo el concepto de las tres columnas: anterior, media y posterior, y estableció
cuatro categorías de lesión:
█ Clínica
Síndrome de Brown-Séquard
█ Evaluación radiológica
Radiografía simple
Tomografía computarizada
Resonancia magnética
█ Lesiones asociadas
Incluye lesiones costales y esternales. Son las lesiones más frecuentes en este
tipo de traumatismos. Su existencia debe hacer sospechar una posible contusión
pulmonar y obliga a descartar el neumotórax.
Lesiones pulmonares
Las lesiones pulmonares más frecuentes son las contusiones. Son el resultado
de una fuerza aplicada directamente al pulmón. Histológicamente, una contusión
pulmonar se caracteriza por edema intraalveolar y hemorragia, con consolida-
ción secundaria del parénquima pulmonar.
Aproximadamente, el 50% de todos los pacientes con contusión pulmonar
precisarán ventilación mecánica, aunque en la mayoría de los casos será debido
a las lesiones asociadas, ya que solo el 15% de los que presentan contusiones
pulmonares aisladas requerirán intubación endotraqueal. Son un marcador fiel
de gravedad y mal pronóstico en el sentido de desarrollo de insuficiencia respi-
ratoria.
Son más frecuentes en heridas penetrantes del tórax, las cuales se localizan
principalmente en el hemidiafragma izquierdo. En el caso de estas lesiones pene-
trantes, las roturas suelen ser pequeñas y sin herniación de vísceras abdominales
a la cavidad torácica.
La rotura diafragmática tras un traumatismo cerrado se sitúa, caracterís-
ticamente, en la zona posterior del hemidiafragma izquierdo, con paso de
vísceras abdominales al tórax, traduciendo un aumento súbito de presión in-
tratorácica.
Lesiones mediastínicas
Pueden producirse por la salida de aire del árbol bronquial o por la presencia
de posibles hematomas. Las imágenes radiológicas sugestivas de ensanchamien-
to-desplazamiento mediastínico, de borramiento del botón aórtico o de la línea
de la aorta descendente deben de ser investigadas de forma que se descarten
lesiones vasculares a ese nivel.
CAPÍTULO 11 Traumatismos de la columna dorsal 227
█ BIBLIOGRAFÍA
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CAPÍTULO Traumatismos
12 de la columna lumbar
█ Introducción
En este capítulo nos ocuparemos de las lesiones que afectan a los dos últimos
segmentos.
— Por compresión.
— Por flexión-distracción.
— Por extensión.
— Por cizallamiento.
— Por torsión.
— Estables
• Por acuñamiento.
• Estallido.
— Inestables
• Fracturas luxación por rotación.
• Fracturas rotación por cizallamiento.
Para Denis, las fracturas que afectan a dos o más columnas necesitarían es-
tabilización quirúrgica. Además, basándose en su teoría, Denis distingue cuatro
tipos de fracturas toracolumbares (Figura 12.2):
1. Fracturas compresión,
2. Fracturas conminutas,
232 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Fracturas compresión
— Son las fracturas más frecuentes (más del 50% del total).
— Se producen por mecanismo de compresión axial.
— Afectan a la columna anterior.
— Se distinguen dos subtipos
Fracturas conminutas
— Suponen un 20% del total.
— Se producen también por mecanismo de compresión axial.
— Afectan a las columnas anterior y media.
— Se distinguen cinco subtipos:
— Con más frecuencia que las anteriores producen lesión neurológica (un
50% en el examen inicial que aumenta normalmente en exámenes poste-
riores; un 5% presentan paraplejia completa).
— Según el esquema de Denis, son fracturas inestables ya que afectan a dos
de las tres columnas. Para otros autores se consideran inestables y por tan-
to quirúrgicas, aquéllas que presenten:
• Déficit neurológico.
• Deformidad angular superior a 20 grados.
• Ocupación del canal raquídeo superior al 50%.
• Pérdida de altura de la parte anterior del cuerpo vertebral mayor del
50% respecto a la parte posterior.
Fracturas-luxación
— Fracturas-compresión en cuña.
— Fracturas estallido estables.
— Fracturas estallido inestables.
— Fracturas de Chance.
— Lesiones por flexión-distracción.
— Lesiones por traslación.
— Flexión-compresión.
— Flexión-distracción.
236 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
— Flexión lateral.
— Translación.
— Flexión-torsión.
— Compresión vertical.
— Extensión-distracción.
— Lesiones menores aisladas.
Figura 12.4. Fractura acuñamiento del platillo superior por un mecanismo de flexión y com-
presión axial, vista en TC (reconstrucción sagital).
CAPÍTULO 12 Traumatismos de la columna lumbar 237
Figura 12.5. Mismo caso que la Figura 12.4 pero en reconstrucción coronal (TC).
Figura 12.6. Fractura estallido con desplazamiento posterior e invasión del canal. Recons-
trucción sagital en TC. Fractura tipo A 3.3. de la clasificación AO.
238 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
— Estado neurológico:
• Afectación radicular 2 puntos
• Lesión completa de cono o médula 2 puntos
• Lesión incompleta de cono o médula 3 puntos
• Lesión de la cola de caballo 3 puntos
Posteriormente los propios autores (Vaccaro et al., 2006) han hecho una mo-
dificación de la clasificación TLISS para simplificar algunos aspectos. En lugar
de referirse al mecanismo lesional, lo que puede dar lugar a discusiones y contro-
versias, sugieren utilizar solo una descripción morfológica de la lesión. En caso
de que aparezcan varias características de la misma, se utilizará la más evidente
(en lugar de sumarse todas como se hacía con los mecanismos lesionales en
el sistema TLISS). Apareció así la TLICSS, del inglés “Thoracolumbar Injury
CAPÍTULO 12 Traumatismos de la columna lumbar 241
— Morfometría lesional:
• Compresión 1 punto
• Estallido +1 punto (2 puntos en total)
• Traslación / rotación 3 puntos
• Distracción 4 puntos
En el hospital:
— Inmovilización.
— Tratamiento de la hipotensión (“shock” medular).
— Oxigenación.
— Sonda nasogástrica (no solo sirve para prevenir la aspiración sino también
para tratar el íleo paralítico del “shock” medular).
— Sonda vesical (para prevenir la distensión vesical).
— Mantener una adecuada temperatura (puede perderse la homeotermia por
el “shock” medular).
— Examen neurológico (motor, sensitivo, reflejos, sistema nervioso autóno-
mo). Suele utilizarse además una escala para graduar el daño neurológico
(la escala de Frankel es una de las más utilizadas). El reflejo bulbocaver-
noso es útil para determinar si una lesión medular es completa o no. Si el
242 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Estudio radiológico:
— Rx simples en proyecciones anteroposterior y lateral: muy útiles para
detectar las fracturas y centrar estudios posteriores (TC). Se visualizan
aquéllas directamente o mediante signos indirectos como el aumento de
distancia interpedicular, el aumento de distancia interapofisaria entre espi-
nosas, la alteración en la alineación de los cuerpos vertebrales o la diferen-
cia en altura de los discos intervertebrales.
— TC: probablemente la TC con reconstrucción 3D es en la actualidad el
estudio de imagen más útil en el diagnóstico y planificación quirúrgica de
las fracturas vertebrales lumbares (Figuras 12.3, 12.4 y 12.5).
— Resonancia magnética: aporta datos sobre la patología del disco y liga-
mentos (muy útil para detectar lesiones del complejo ligamentario pos-
terior como la del ligamento supraespinoso, que se puede ver como una
discontinuidad en la línea hipointensa del mismo o la del ligamento inte-
respinoso que se identifica mediante hiperintensidad en secuencias T2) y
sobre la cronología de la fractura (útil para diferenciar fracturas antiguas
de recientes visualizando el edema en estas últimas mediante las secuen-
cias STIR —short time inversion recovery—).
█ Tratamiento
— Fracturas con una cifosis inferior a 15º y una deformidad coronal inferior
a 10º. Cuando la cifosis es inferior a 10º normalmente no es necesaria ni
siquiera la reducción (Figura 12.8).
Figura 12.8. Medición del llamado “índice sagital”. Cálculo de la deformidad en cifosis.
Figura 12.9. Tomografía computarizada (corte axial). Invasión del canal en una fractura
estallido (ocupación de más de un 50% del canal raquídeo).
█ Tratamiento ortopédico
los casos en que sea preciso un tratamiento quirúrgico, algunos sistemas actuales
de instrumentación permiten la reducción intraoperatoria de la fractura.
En las fracturas aplastamiento leves (menores de un 30%) o con una cifosis
inferior a 10º, ni siquiera se recomienda la reducción en la mesa de Cotrel y basta
con colocar al paciente durante una semana en reposo en cama con una almohada
bajo la espalda para producir hiperextensión.
Si no se necesita tratamiento quirúrgico, el paciente se levanta de la cama al
día siguiente y si no hay complicaciones, como un íleo paralítico por ejemplo,
puede ser dado de alta al tercer día. No obstante, algunos autores sugieren man-
tener el reposo en cama durante 5-7 días, tomando precauciones para prevenir
las complicaciones trombóticas (heparinas de bajo peso molecular en inyección
subcutánea diaria a dosis profilácticas). El paciente deberá llevar un corsé duran-
te tres o cuatro meses, realizándose controles radiológicos y clínicos mensuales.
Este es una ortesis tipo Jewett o de tres puntos de apoyo (“tipo Böhler”: esternón,
espalda y pubis), que se retira únicamente para el aseo. Deberá realizar ejercicios
isométricos tan pronto como cese el dolor para evitar la atrofia de la musculatura
paravertebral y abdominal. A partir del quinto mes se recomienda la realización
de ejercicios activos y se estima que puede volver a trabajar a los seis meses. Sin
embargo, en el caso de trabajos que requieran esfuerzo físico, no se recomienda
levantar pesos superiores a 25 kg durante otros seis meses.
█ Tratamiento quirúrgico
Fijación posterior
Figura 12.10. Instrumentación corta posterior en una fractura compresión de L1. Radiogra-
fía simple anteroposterior.
Figura 12.12. Radiografía simple lateral. Instrumentación larga posterior en una fractura
de L1.
█ Fracturas de L4 y L5
— Para las fracturas compresión estables sin importante afectación del cuer-
po, la mayoría de los autores proponen un tratamiento conservador: inmo-
vilización con ortesis durante 6 a 10 semanas (Figura 12.16).
— Para las fracturas estallido sin clínica neurológica, muchos también sugie-
ren un tratamiento conservador: reposo en cama y posteriormente corsé
“TLSO” con extensión a caderas.
— En las fracturas estallido, recientemente se ha recomendado la utilización
de instrumentaciones posteriores cortas en los casos en los que la angu-
252 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 12.16. Radiografía simple lateral. Fractura compresión de L3 en una paciente con
una fijación lumbar posterior previa por patología degenerativa que se manejó de forma
conservadora.
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CAPÍTULO Traumatismos de la
█ Fracturas sacras
Introducción
Las fracturas sacras aisladas son raras, representando solo el 5% de todas las
fracturas de la pelvis. Sin embargo, se estima que en el 45% de las fracturas de
pelvis se asocian con fracturas parciales o totales de sacro o de la articulación sa-
croilíaca, lo que suele resultar en inestabilidad del anillo pélvico, que puede condi-
cionar la aparición de alteraciones hemodinámicas y neurológicas graves (Mehta et
al., 2006). Así, se estima que el 25% de las fracturas del sacro se asocian a déficits
neurológicos definitivos. Sin embargo, el diagnóstico suele ser tardío (30%) por
presentarse asociada a pacientes politraumatizados (Tötterman et al., 2006).
Los mecanismos de producción de las fracturas sacras frecuentemente están
relacionados con traumas de alta energía como los accidentes de tráfico (57%),
atropello (18%) y precipitación (13%) (Bellabarba et al., 2003).
Anatomía
Presentación clínica
Clasificación
Se han desarrollado varias clasificaciones para valorar las fracturas del sacro.
Algunas hacen referencia a las que ocurren como resultado de fracturas del anillo
pélvico. Estas son a menudo verticales o longitudinales (como las clasificaciones
de Letournel, Tile y AO-ASIF). Otros sistemas simplemente se clasifican según
el dibujo del trazo de fractura mediante la letra del alfabeto a la que más se pa-
rezcan (Figura 13.1).
Figura 13.1. Clasificación de las fracturas sacras según el dibujo de la línea de fractura.
TIPOS
Figura 13.2. Clasificación de las fracturas sacras según Denis. Características más impor-
tantes.
Tratamiento
█ Fracturas coccígeas
█ BIBLIOGRAFÍA
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CAPÍTULO Traumatismos raquimedulares
14 en la infancia
█ Introducción
█ Epidemiología y etiología
Los efectos más graves de las lesiones intrarraquídeas van ligados a la des-
trucción o compresión médulo-radicular.
Los mecanismos que intervienen en la producción de las lesiones de la co-
lumna vertebral y de su contenido son los de flexión, flexión-rotación, extensión,
extensión-rotación, compresión vertical, flexión lateral y otros combinados de
difícil comprensión (Allen et al., 1982; Rekate et al., 1999).
El daño traumático nervioso medular se puede clasificar en primario y se-
cundario. El daño primario es aquel que aparece inmediatamente después del
intercambio de energía mecánica. Las fuerzas que intervienen en los mecanis-
mos de producción pueden requerir contacto directo o no con el agente externo.
La resistencia inercial de la médula y sus raíces nerviosas al movimiento de
aceleración y desaceleración de la cabeza y cuello (“mecanismo del latigazo”),
condiciona choques de zonas nerviosas con estructuras rígidas intrarraquídeas,
causando lesiones. Las fuerzas pueden tener componentes de presión, tracción,
succión, aplastamiento y vacío. La energía que actúa en los contactos directos
sobre las estructuras de la columna es deformante o penetrante, produciendo le-
siones focales médulo-radiculares, como contusiones o laceraciones. Los efectos
destructivos son más importantes cuando la consistencia y la velocidad del agen-
te son mayores. Cuando intervienen mecanismos de aceleración y desaceleración
se suelen producir lesiones difusas, que son más graves, con afectación funcional
y estructural. Si se produce desplazamiento entre dos vértebras puede haber des-
trucción completa de la médula por cizallamiento.
El daño secundario se define como la cascada de acontecimientos que ori-
ginan lesión en regiones sanas médulo-radiculares con posterioridad al trau-
matismo. Las causas que intervienen en el daño secundario son de origen
intrarraquídeo:
— compresión médulo-radicular,
— edema e isquemia medular,
— vasoespasmo,
— trombosis de senos venosos,
— infección.
De origen extrarraquídeo:
— hipotensión arterial,
264 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
— hipoxia,
— hipercapnia,
— hipocapnia,
— hipertermia,
— hiperglucemia o hipoglucemia extremas,
— problemas respiratorios,
— anemia,
— sepsis,
— alteraciones electrolíticas,
— hipoproteinemia, etc.
— la privación energética,
— la acidosis,
— la excitotoxicidad,
— las reacciones inflamatorias mediadas por radicales libres, citocinas y óxi-
do nítrico,
— las alteraciones en la síntesis proteica,
— las neurotrofinas,
— las alteraciones en la expresión genética,
— los efectos del ión calcio (Tator, 1998).
Estos mecanismos íntimos celulares forman parte del llamado daño terciario.
Varios de estos mecanismos intervienen en la muerte celular por apoptosis.
█ Tipos de lesiones
Fracturas
Cervicales altas
Las fracturas de C1 tipo Jefferson, producidas por compresión axial en zonas
específicas del atlas, son excepcionales en los niños (Reynolds, 2000). Las frac-
turas de la apófisis odontoides y los desplazamientos del os odontoideo son poco
CAPÍTULO 14 Traumatismos raquimedulares en la infancia 265
frecuentes en los niños, aunque pueden causar daño medular grave (Kuhns et al.,
1998; Odent et al., 1999; Fassett et al., 2006). Las fracturas del arco posterior
de C2 tipo “hangman” (“fractura del ahorcado”) también son raras en los niños
(Ranjith et al., 2002). Estas fracturas normalmente no asocian lesiones neuroló-
gicas y se suelen originar por un mecanismo de hiperextensión (Figura 14.1).
Figura 14.1. Niña de 12 años diagnosticada de fractura de hangman tipo IIA después de
sufrir un accidente de tráfico. Presentó dolor cervical sin déficits neurológicos. a. Imagen tri-
dimensional de angioTC en proyección lateral derecha, donde se observa fractura diastásica
en el pedículo derecho de C2. b. Proyección lateral izquierda que muestra también fractura
del pedículo izquierdo de C2.
Suelen afectar a niños mayores de 14 años. Son similares a las que ocurren en
los adultos (Dogan et al., 2006). Las más frecuente son las fracturas-luxaciones
o fracturas dislocaciones producidas en accidentes de tráfico, en la práctica de
deportes y en zambullidas en aguas poco profundas. Más raras son las fracturas
por compresión del cuerpo vertebral tipo “gota de lágrima” o los aplastamientos
en cuña (Figura 14.2).
266 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 14.2. Niño de 8 años con fractura aplastamiento en cuña de C4. a. Rx de columna
cervical en proyección lateral donde se aprecia el aplastamiento. b. Imagen quirúrgica in-
traoperatoria mostrando la placa de titanio que sujeta un injerto óseo autólogo intersomá-
tico entre C3 y C5. c. Rx de columna cervical donde se aprecia la placa de osteosíntesis fijada
con tornillos en los cuerpos de C3 y C5.
Toracolumbares
Son vistas normalmente en niños mayores que han sufrido caídas desde gran
altura o accidentes de tráfico (Dogan et al., 2007). Las producidas por caídas se
deben a mecanismos de compresión axial y flexión que producen aplastamientos
en los cuerpos vertebrales. En las de los accidentes de tráfico intervienen meca-
nismos de flexión y extensión combinados a veces con rotación.
Sacras
Son excepcionales en los niños, suelen producirse en accidentes de tráficos y
en caídas de gran altura (Hart et al., 2004).
Dislocaciones y luxaciones
Occipital-C1
Las dislocaciones atlantooccipitales son poco frecuentes y van asociadas a
accidentes de tráfico y trauma obstétrico. Son lesiones muy inestables que pro-
vocan alta mortalidad (Bellabarba et al., 2006).
Subluxación atloaxoidea
Puede ocurrir en el plano anteroposterior o de manera rotatoria (Pang y Li,
2005). En muchos casos se produce por un mecanismo de flexión donde se rom-
CAPÍTULO 14 Traumatismos raquimedulares en la infancia 267
Otros niveles
Dislocaciones y luxaciones pueden aparecer de manera excepcional en sec-
tores de la columna dorsal y lumbar, generalmente producidas en accidentes de
tráfico (Yazici et al., 1999).
SCIWORA
Cuadro descrito por Pang y Wilberger en 1982, consiste en una lesión trau-
mática medular sin evidencia radiográfica de fracturas o dislocaciones en la
columna vertebral (spinal cord injury without radiographic abnormality). El
mecanismo es atribuido a la gran elasticidad de las estructuras ligamentosas
de la columna de los niños, lo que permite movimientos extremos con daño
médulo-radicular asociado (Pang, 2004; Launay et al., 2005). En estos casos,
la resonancia magnética (RM) puede detectar lesiones ligamentosas y a veces
medulares. En la evolución, estos niños pueden presentar inestabilidad y defor-
midad de la columna.
Tetraparesia transitoria
Es una entidad vista con frecuencia en niños que han sufrido un trauma medular
en la práctica de deportes. Se cree que es debida a un a contusión de la médula cervi-
cal. Su duración varía desde unos minutos hasta 24 horas (Rathbone et al., 1992).
Cuadro clínico
La historia clínica nos ayuda a obtener importante información sobre los ante-
cedentes personales, las causas del trauma, los mecanismos de producción y los
datos clínicos evolutivos. Las manifestaciones más comunes, cuando el niño está
consciente, incluyen:
— tortícolis,
— sensación de descarga eléctrica a lo largo de la columna, lo que se conoce
como “signo de Lhermitte” (Lhermitte, 1920).
█ Diagnóstico
— dislocación cráneo-cervical,
— fracturas de C1 y C2,
— luxación atlo-axoidea,
— algunas fracturas cervicales bajas (en gota de lágrima, aplastamientos,
fracturas con dislocación),
270 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Examen neurológico
CLASE DESCRIPCIÓN
ano-rectal, que la lesión sensitiva es completa. Por tanto, para etiquetar una
lesión como completa (clase A de la ASIA) no ha de existir función motora
ni sensitiva en el nivel S4-S5 (esfínter anal y sensibilidad perianal). La lesión
será incompleta cuando esté presente al menos una de las dos. Se debe también
examinar la sensibilidad (superficial y profunda) y los reflejos osteotendinosos,
cutaneoabdominales, cremastéricos y el bulbocavernoso (Tabla 14.2).
Estudios de imagen
Figura 14.3. Niño de 3 años politraumatizado en accidente de tráfico. Trauma cervical grave
con tetraplejia. a. Imagen de RM de la columna cervical en secuencia T2 y proyección sagital,
que muestra contusión medular y disrupción ligamentosa. b. Imagen de RM en secuencia
T2, proyección axial, donde se observa la contusión medular.
Radiología simple
Se admite su indicación cuando los niños presentan dolor localizado en algún
punto de la columna, especialmente si éste aumenta con el movimiento de rota-
ción, flexo-extensión o compresión vertical, o si está asociado a contractura de la
musculatura vertebral posterior o tortícolis.
Las radiografías en proyección anteroposterior y lateral sirven para descartar
fracturas y desplazamientos vertebrales. Se debe tener en cuenta para su inter-
pretación que en los niños pequeños existen centros de osificación y sincondrosis
(unión mediata de huesos por cartílago). Las proyecciones laterales de la unión
cráneo-cervical son útiles para medir la distancia entre el basión y el arco pos-
terior del atlas (BC), y la distancia entre el opistión y el arco anterior del atlas
(OA). El cociente BC/OA debe aproximarse siempre a la unidad, por lo que si
es diferente, sospecharemos dislocación atlantooccipital. De forma similar, en la
CAPÍTULO 14 Traumatismos raquimedulares en la infancia 273
Figura 14.4. Imágenes de TC con ventana ósea de la unión cráneo cervical en una niña de 9
años. a. En la proyección sagital se estudian las líneas BC y OA, cuyo cociente (BC/OA) debe
aproximarse a 1 para no sospechar dislocación atlanto-occipital. Se observa también un
pequeño os odontoideo en la parte superior de la odontoides. b. En la proyección coronal,
la distancia entre las dos líneas paralelas de la articulación cóndilo-C1 debe ser menor de 4
mm. Si es mayor puede haber dislocación atlanto-occipital.
Los criterios utilizados para no realizar radiografías simples en los niños son:
— ausencia de contractura muscular paravertebral posterior,
— no existir intoxicación,
— tener un nivel de conciencia normal,
— no haber signos neurológicos,
— no presentar dolor cuando se realiza distracción y rotación del cuello (Hoff-
man et al., 2000).
Otras pruebas
█ Tratamiento
Tratamiento médico
Tratamiento quirúrgico
Inestabilidad atlantooccipital
La dislocación occípitocervical es una lesión muy inestable de la cual existen
tres tipos, según que el desplazamiento del occipucio sea anterior, longitudinal o
posterior. La medida más fiable para su diagnóstico es la distancia de separación
entre el cóndilo del occipital y C1, medida con TC. Es patológica si mide más de 4
mm. (Figura 14.4). Los niños que sobreviven a esta dislocación son tratados prime-
ro con inmovilización externa intentando mantener alineada la columna cervical
alta con el foramen occipital para impedir el daño medular por flexión del cuello.
Para conseguirlo es preciso elevar el cuerpo del niño, colocando en su espalda
una plataforma blanda. Posteriormente el tratamiento consiste en la colocación de
un “halo-vest” y finalmente en la realización de una fijación quirúrgica interna
occípito-cervical, hasta C2 (Pang et al., 2007).
Inestabilidad atlantoaxial
Algunas formas traumáticas de inestabilidad atlantoaxial pueden tratarse de
modo conservador, con inmovilización externa, especialmente en niños menores
de 3 años. Existen también procedimientos quirúrgicos de reducción y fijación
de las luxaciones atlo-axoideas en niños pequeños, utilizando alambres sublami-
nares o hilos fuertes no reabsorbibles bilaterales entre C1-C2 y añadiendo una
artrodesis ósea con injertos de hueso autólogo extraídos percutáneamente de las
crestas ilíacas. La luxación rotatoria atlo-axoidea (Figura 14.5) se trata primero
con inmovilización externa, ya que muy pocos casos requieren una fijación inter-
na posterior C1-C2 (Pang y Li, 2005).
Figura 14.5. Niño de 3 años de edad, politraumatizado por caída desde 7 metros de altura.
En la imagen tridimensional de la columna cervical obtenida con TC se observa una luxación
rotatoria C1-C2.
276 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 14.6. Imagen característica en radiología simple, proyección lateral, del llamado os
odontoideo (hueso odontoideo), considerado como una displasia ósea de la región occípi-
to-cervical. Obsérvese cómo sus bordes son lisos a diferencia de las fracturas odontoideas
tipo I.
CAPÍTULO 14 Traumatismos raquimedulares en la infancia 277
con corsés. El resto, y principalmente las que producen daño neurológico, ines-
tabilidad o cifosis, se tratan con cirugía. Las originadas en las caídas desde altura
producen aplastamientos de los cuerpos vertebrales que causan compresión me-
dular e inestabilidad y que requieren ser tratadas mediante cirugía (Dogan et al.,
2007). Las fracturas sacras son muy raras en los niños y se tratan igual que en
el adulto.
Lesiones neonatales
La aplicación de fórceps para extraer la cabeza del niño en el parto puede
producir lesiones importantes de la unión cráneo-cervical y de la unión cervico-
torácica. Las lesiones altas cursan con elevada mortalidad por el daño bulbo-
medular asociado. Su diagnóstico se realiza por la clínica y mediante RM. Los
niños que sobreviven son tratados con inmovilización cráneo-cervical, con mol-
des termoplásticos.
█ Complicaciones
rales, y pueden producirse de manera precoz (dentro del primer mes después de
la cirugía) o ser diferidas (con posterioridad al primer mes). La mortalidad es la
complicación más grave, siendo del 0,1% al 4%, dependiendo de los procedi-
mientos utilizados y del estado del niño. Va siempre ligada a problemas graves
como lesiones medulares, lesiones de los grandes vasos, embolias pulmonares,
fallos cardiorrespiratorios agudos, infecciones graves, fístulas traqueoesofági-
cas, “shock” hipovolémico y reacciones alérgicas. Dentro de la morbilidad se
incluyen complicaciones reversibles e irreversibles (secuelas), que suelen ser si-
milares a las producidas en los adultos. En relación a las producidas en los niños
debemos mencionar la inestabilidad, la falta de fusión ósea, la detección del cre-
cimiento de la columna y las deformidades, tanto escoliosis como cifosis. Para
evitar la detección de crecimiento de la columna y las deformidades, así como
para mejorar la movilidad, se debe valorar si merece la pena retirar el material de
osteosíntesis una vez conseguida la fusión y cicatrización ósea.
█ Evolución
La mayoría de los traumas raquimedulares en los niños son leves y tienen una
evolución favorable sin complicaciones. Los más graves, con afectación destruc-
tiva completa, medular tienen una evolución desfavorable y dejan secuelas muy
graves. El shock espinal, caracterizado por parálisis flácida y arreflexia distal,
evoluciona con los días a hiperreflexia anormal y aumento del tono muscular
acabando en parálisis espástica grave, que afecta a las articulaciones y que va
a necesitar medidas específicas de rehabilitación y otros tratamientos. Se pier-
de también permanentemente el control voluntario esfinteriano. Los síndromes
medulares incompletos tienen una evolución diferente, dependiendo de la zona
medular lesionada. El síndrome espinal anterior, causado por una compresión
directa medular o por la afectación de la arteria espinal anterior, se da con fre-
cuencia en las fracturas conminutas del cuerpo vertebral que invaden la parte an-
terior del conducto raquídeo. Se produce parálisis y pérdida de percepción distal
del dolor y de la temperatura. Se conserva la sensibilidad epicrítica, vibratoria
y propioceptiva, que depende de los cordones posteriores. El síndrome central
espinal (Schneider et al., 1954) se caracteriza por una debilidad mayor en los
miembros superiores que en los inferiores. Suele producirse en las lesiones por
hiperextensión en pacientes con estenosis congénitas del conducto espinal. En el
síndrome de hemisección medular de Brown-Séquard (Brown-Séquard, 1850;
Grubenhoff y Brent, 2008) existe parálisis ipsilateral por debajo de la lesión,
pérdida sensitiva contralateral completa del dolor y de la temperatura y pérdida
ipsilateral de sensibilidad epicrítica, vibratoria y propioceptiva. Este síndrome
suele estar asociado a heridas penetrantes y fracturas de la masa lateral de las
vértebras cervicales.
280 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
█ Prevención y pronóstico
Tabla 14.3. Clasificación pronóstica de Frankel según los grados de lesión medular.
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CAPÍTULO Traumatismos raquimedulares
15 en el paciente geriátrico
█ Definición
Epidemiología
Mecanismo patogénico
Figura 15.1. a. Rx cervical lateral que objetiva luxación occípito-atloidea. b. TC con recons-
trucción 3D que muestra fractura-luxación del cóndilo derecho. c. Mismo caso tras fijación
occípito-cervical tipo Olerud.
los pacientes geriátricos parecen ser menos propensos a sufrir déficits neuro-
lógicos severos (mayor porcentaje de lesiones ASIA C y D) pero sin embargo,
su mortalidad es mayor.
Cuadro clínico
El diagnóstico clínico puede verse dificultado por la escasa entidad del trau-
ma asociado y el deterioro cognitivo que afecta más frecuentemente al paciente
geriátrico. La exploración física puede estar limitada por la falta de colaboración
más habitual en estos pacientes. Por último, los conocimientos del personal sani-
tario sobre la clínica y la fisiopatología de los traumatismos en esta edad son, en
ocasiones, insuficientes.
Schneider et al. (1954) describieron el síndrome centromedular caracterizado
por la siguiente tríada: déficit motor mayor en EESS que en EEII, disfunción
urinaria (más frecuentemente retención) y alteraciones sensitivas variables por
debajo del nivel de la lesión. El déficit motor en las EESS es predominantemente
de tipo de segunda motoneurona, consistiendo en debilidad, hipotonía, disminu-
ción de reflejos osteotendinosos y atrofia muscular, que afecta más severamente
a la musculatura interósea de las manos. Si existe afectación motora de las EEII
es de primera motoneurona, con espasticidad, hiperreflexia y signo de Babinski
positivo. El algunos casos la función esfinteriana puede estar preservada. Son
frecuentes la hiperpatía y las disestesias dolorosas en hombros y brazos. Aunque
se trata de una lesión medular incompleta, el grado de afectación neurológica
puede ser muy variable, así como el grado de recuperación.
Diagnóstico
Figura 15.3. a. Rx cervical lateral con signos de cervicoartrosis importante y listesis C4-C5.
b. Reconstrucción sagital de TC (ventana ósea). Retrolistesis de C5 sobre la C4, pero sin
observarse líneas de fractura, pudiendo estar en relación con su proceso artrósico degenera-
tivo. c. RM sagital potenciada en T1. Signos de discopatía crónica y artrosis severa con ines-
tabilidad C4-C5 y desplazamiento anterior del cuerpo de C4. Alteración de la señal medular
en el segmento adyacente a C4-C5.
Figura 15.4. a. Rx lateral cervical que muestra fractura de odontoides tipo II desplazada pos-
teriormente. b. Reconstrucción sagital de TC (ventana ósea). Confirmación de la fractura de
base de odontoides que se acompaña de luxación atlantoaxoidea inestable y compromiso del
canal raquídeo superior al 50%. c. Mismo caso tras artrodesis posterior C1-C2 con cerclaje
sublaminar y posterior colocación de halo.
Tratamiento
Pronóstico
funcional antes del trauma, ausencia de déficit motor en EEII y evidencia de me-
joría de la fuerza en EESS y EEII durante la rehabilitación (Tow y Kong, 1998).
En el paciente geriátrico, la pérdida de fuerza en ambas manos puede impedir el
uso de bastones, andadores o sillas de ruedas, resultando de esta forma todavía
más incapacitante.
█ Fracturas patológicas
Definición
Epidemiología
Mecanismo patogénico
pérdida de altura a este nivel. A nivel dorsal, la vértebra adquiere la forma ca-
racterística en cuña y causa una deformidad cifótica. La columna media suele
permanecer intacta, por lo que la mayor parte de estas fracturas son estables y
raramente asocian compromiso neurológico.
La causa principal suele ser una caída desde la misma altura (hasta en el 50%
de los casos). También se han relacionado con movimientos bruscos del tronco,
doblarse hacia delante, levantar un objeto o incluso la tos. Cuanto mayor es el
grado de osteoporosis, menor es el trauma requerido.
Los pacientes que ya han sufrido un aplastamiento vertebral tienen un riesgo
5 veces mayor de desarrollar fracturas en las vértebras adyacentes, debido a la
creación de unas nuevas condiciones biomecánicas que favorecen fracturas adi-
cionales (Melton et al., 1999). La coexistencia de múltiples fracturas se asocia a
pérdida de estatura, aproximadamente 1 cm por aplastamiento. Por ello, la mus-
culatura paravertebral requerirá mayor contracción para mantener la postura, lo
cual genera fatiga muscular y dolor, que pueden persistir a pesar de la curación
de las fracturas. Además, el desarrollo de importante cifosis dorsal y lordosis
lumbar puede producir una disminución de la capacidad torácica y abdominal,
con deterioro de la función respiratoria y digestiva, respectivamente.
Cuadro clínico
Diagnóstico
tos (vértebra plana). Los criterios radiológicos de aplastamiento son una pérdida
de altura superior al 20% o de 4 mm sobre la altura previa (Nevitt et al., 1998).
Es importante un estudio completo del raquis ya que entre el 20 y el 30% de los
pacientes presentan fracturas múltiples. A veces se precisan Rx seriadas, pues
la deformidad puede tardar días o semanas en desarrollarse. La historia clínica,
la exploración física y las pruebas de laboratorio deben encaminarse a descartar
otras patologías subyacentes.
La TC y la RM están indicadas en casos de etiología dudosa, afectación neu-
rológica o como estudio previo a la realización de técnicas quirúrgicas abiertas o
percutáneas (valoración de indemnidad del muro posterior). La RM también es
útil en la valoración de la antigüedad de la fractura.
En pacientes menores de 55 años con fracturas patológicas, debe descartarse
la presencia de lesión tumoral subyacente, situación en la que es especialmen-
te útil la RM. La tomografía por emisión de positrones con fluordeoxiglucosa
(PET-FDG) también puede ser de ayuda en el diagnóstico diferencial en fracturas
patológicas.
Finalmente, la gammagrafía ósea permite la valoración de todo el esqueleto,
la antigüedad de la fractura y el diagnóstico de fracturas por insuficiencia sacra,
las cuales son difíciles de visualizar en Rx simple. Los estudios de densitometría
son útiles para valorar el grado de osteoporosis y el riesgo de desarrollar nuevas
fracturas.
Tratamiento
mientos, ya que la mayoría de los pacientes mejoran en ese tiempo con trata-
miento conservador. En casos de dolor incontrolable médicamente o cifosis
progresiva, podrían estar indicados más precozmente. Debido a que muchos
de estos pacientes tienen múltiples fracturas crónicas, debe existir una elevada
correlación entre los hallazgos clínicos y los radiológicos, para determinar cuál
o cuáles de dichas fracturas son responsables del dolor actual del paciente y
cuáles son antiguas.
La vertebroplastia, introducida por primera vez en Francia en 1987, consis-
te en inyectar un cemento acrílico en el interior de la vértebra (Figura 15.5).
Se realiza normalmente bajo anestesia local y sedación, si bien determinados
pacientes que no toleren el decúbito prono pueden requerir anestesia general.
Bajo control de fluoroscopia (o TC) se introduce una aguja en el interior del
cuerpo vertebral vía transpedicular o parapedicular. Se inyecta cemento hasta
rellenar la mayor parte del cuerpo vertebral (que alcance ambos platillos y
cruce la línea media) o hasta que aparezca el primer signo de extensión del
cemento a las venas epidurales. Tras el procedimiento, el paciente debe perma-
necer en decúbito supino durante una hora mientras el cemento se endurece.
Tras una observación hospitalaria de unas horas, la mayoría de los pacientes
pueden abandonar el hospital por su propio pie. Este procedimiento estabiliza
la fractura aunque la vértebra no llega a recuperar su altura inicial. Con esta
técnica se consigue una mejoría sustancial del dolor en la mayoría de los pa-
cientes (He et al., 2008), de tal manera que el alivio parcial o completo de los
síntomas en las siguientes 72 horas alcanza al 60-100% de los pacientes. Además
de las fracturas osteoporóticas, la vertebroplastia está indicada en el tratamiento
del dolor vertebral secundario a metástasis, mieloma múltiple, hemangiomas u
osteonecrosis. También puede utilizarse para reforzar vértebras débiles de cara
a un procedimiento de estabilización quirúrgica posterior. Entre las contraindi-
caciones se encuentran las siguientes: sepsis o infección espinal localizada, coa-
gulopatías, disrupción del muro posterior, afectación neurológica, radiculopatía,
colapso superior al 80-90% del cuerpo vertebral, y fracturas de antigüedad mayor
de 1 año. Respecto a las complicaciones de la vertebroplastia se incluyen: hemo-
rragia, infección, fractura costal y de elementos vertebrales posteriores, neumo-
tórax, radiculopatía, fuga de cemento al espacio epidural y fuga del cemento a las
venas perivertebrales. Aunque ésta última es frecuentemente asintomática, existe
posibilidad de embolia pulmonar por cemento a través del sistema venoso. La
tasa de complicaciones graves en el tratamiento de las fracturas osteoporóticas
con este procedimiento es menor del 1%.
294 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Pronóstico
Conclusiones
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CAPÍTULO Traumatismos raquimedulares
16 penetrantes
█ Introducción
█ Nivel lesional
se haga lateral o posteriormente. Sin embargo, los casos por vía anterior no son
frecuentes (Cabezudo et al., 1980).
Otro factor que hace que aumenten las lesiones cervicales es la mejora y po-
pularización de las unidades de cuidados intensivos y sistemas de transporte asis-
tidos, lo que hace que estos pacientes no fallezcan de forma inmediata.
█ Agentes etiológicos
Armas de fuego
Civiles
Habitualmente de baja energía cinética, es decir, hasta 200 m/seg y desde
luego, con menor energía cinética que las militares (pistolas, revólveres, etc.).
Existiría un subgrupo como las pistolas neumáticas de clavos empleados en
construcción para atravesar muros, que en ocasiones de forma fortuita o acciden-
tal pueden llegar a alcanzar la médula espinal.
Militares
Con alta energía cinética, comprendidas por artefactos explosivos y balas
desde más de 200 hasta 800 m/seg. Son las municiones de fusiles automáticos,
bombas, minas, etc.
Animales
█ Patología
Hay una importante diferencia entre las balas de alta y baja velocidad, no solo
por su energía cinética, ya descrita anteriormente, sino porque además en los de
baja velocidad puede sumarse al efecto cinético el de aplastamiento y en los de alta
velocidad daños a distancia y fenómenos de cavitación temporal con producción de
impactos secundarios, sumándose la aspiración de mayor cantidad de tejido necró-
tico y detritus, junto con posibles fracturas asociadas. A ello hay que sumar que no
obligatoriamente los efectos implican un contacto directo, sino también a distancia,
añadiéndose trombosis, hemorragias, laceraciones y/o elongaciones nerviosas. La
fragmentación de las balas puede producir diferentes trayectos y lesiones secun-
darias. Muchas balas o sus fragmentos son bien tolerados dentro del canal espinal
durante años, aunque se han descrito casos de migraciones, tanto en sentido caudal
como craneal, con efectos muy tardíos en el tiempo, incluso años, traduciéndose en
la aparición de daño neurológico retardado. En cuanto a la composición de los pro-
yectiles, se describen como particularmente dañinos los derivados del cobre frente
a los constituidos por plata o bronce, aunque un nuevo apartado puede derivarse en
el futuro con las balas enriquecidas en uranio (Síndrome de los Balcanes). La des-
cripción macroscópica de las lesiones varía desde la normalidad, la contusión, el
edema y/o la hemorragia hasta una total destrucción medular. Se puede asociar en
las primeras fases con hematomas epidurales o subdurales, así como con desgarros
durales y posteriormente, con abscesos, granulomas y aracnoiditis.
En el caso de apuñalamientos, el trayecto del agente causal es generalmente
oblicuo o transverso, para salvar las apófisis espinosas y láminas, pudiéndose
encontrar la lesión medular incluso a distancia del orificio de entrada, con lo cual
la médula puede estar cortada o lacerada. En la columna torácica usualmente la
dirección es hacia arriba, mientras que a nivel cervical y lumbar el trayecto es ho-
rizontal o hacia abajo. El orificio de entrada varía desde escasos milímetros hasta
grandes heridas contusas, dependiendo del arma utilizada. En el primer caso (por
300 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
ejemplo, un punzón) la herida puede ser engañosa en cuanto a sus efectos. A ve-
ces, como hemos dicho, no existe una clara relación entre el sitio de entrada y el
nivel de la lesión. Las lesiones medulares pueden ser similares a las producidas
por armas de fuego o de mucho menor grado. En un 6% de los casos puede haber
una fístula de LCR que dura unos pocos días. En otros casos, la medula aparece
dañada directa o indirectamente por contragolpe y puede asociarse a trauma en
nervios, raíces o paquetes vasculares.
El empleo generalizado de antibióticos y de la profilaxis antitetánica ha hecho
que la aparición de meningitis sea inferior al 1%.
█ Daño neurológico
█ Traumatismos asociados
deben de predominar sobre la lesión medular. A nivel cervical los daños sobre
la vía aérea han de ser tratados igualmente. Se estima que aproximadamente, un
40% de los lesionados presentan traumas asociados torácicos o abdominales,
siendo el 45% de ellos tratados conservadoramente y el 55% intervenidos dentro
de las primeras 48 horas. De estos últimos y gracias a la terapéutica antibiótica,
la mayoría no desarrollan complicación alguna.
█ Estudios diagnósticos
Figura 16.1. TC de columna. Traumatismo por arma de fuego con esquirlas intracanal,
trayecto paravertebral derecho, que produjo hemotórax izquierdo (cortesía del Dr. G. R.
Boto).
302 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Figura 16.2. TC de columna. Traumatismo por arma blanca con fragmento intracanal (cor-
tesía del Dr. J. M. Cabezudo).
Figura 16.3. RM de columna. Nos permite ver el trayecto de la herida y descartar complica-
ciones (cortesía del Dr. J. M. Cabezudo).
CAPÍTULO 16 Traumatismos raquimedulares penetrantes 303
█ Tratamiento
Hemos dejado claro que el tratamiento de los traumas asociados requiere prio-
ridad ante el medular.
La limpieza de las zonas blandas, así como la retirada de cuerpos extraños, se
considera esencial. La herida debe ser suturada excepto en heridas producidas por
balas de alta velocidad en las que esté indicado el cierre retrasado (Garnerd, 1992).
A diferencia de la las balas que pueden permanecer dentro del canal, los restos de
hojas de cuchillo y los fragmentos de vidrio o de madera deben ser extraídos del
canal por la alta tasa de infección que conllevan.
Si existe una perforación de víscera hueca abdominal, especialmente del co-
lon, el empleo de antibióticos y profilaxis antitetánica está indicado, con una cui-
dadosa vigilancia de la posibilidad de infección espinal, ya que se ha demostrado
una mayor incidencia en estos casos de meningitis.
Sigue siendo controvertido el tratamiento quirúrgico de las lesiones medu-
lares, pero está aparentemente claro que el empleo de los corticoesteroides no
ha mejorado su pronóstico. En general, la escuela británica se caracteriza por
su matiz claramente conservador con rehabilitación precoz. La mayor parte
de la literatura incide en el pronóstico acorde a la localización y al grado de
déficit.
El clásico trabajo de los autores surafricanos (Peacock et al., 1977) sobre heri-
das por arma blanca, muestra una recuperación funcional de casi dos tercios de los
450 pacientes tratados. En el frente croata (Splavski et al., 1996), el 80,9% de los
heridos por arma de fuego fueron intervenidos, llamando la atención la baja inci-
dencia de complicaciones postquirúrgicas (14,5%). En cambio, los datos extraídos
de la guerra entre Irán e Irak (Aarabi et al., 1996) no apuntan a una llamativa recu-
peración funcional en los pacientes intervenidos quirúrgicamente y sí al contrario,
un incremento de las complicaciones (fístulas, meningitis e infección local). Otros
autores (Hammoud et al., 1995), en su experiencia del frente libanés, no creen
que la realización de laminectomías mejore los resultados en los heridos por arma
de fuego, tanto en las lesiones completas como en las incompletas. En el caso de
las heridas por proyectiles de baja velocidad, se cree que los pacientes con lesión
incompleta pueden experimentar una mejoría, bien de carácter radicular o medular
(Benzel et al., 1987).
304 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Indicaciones de la cirugía
█ BIBLIOGRAFÍA
17 medular postraumática*
█ Introducción
*
La mayor parte del trabajo experimental realizado por los autores y al que nos referimos
en esta revisión ha sido posible gracias a subvenciones recibidas de FUNDACIÓN MAPFRE,
Comunidad de Madrid e Instituto de Salud Carlos III (Fondo de Investigación Sanitaria).
308 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
entre los cabos de sección medular, tal vez en virtud de factores tróficos aporta-
dos por las células de Schwann. Sin embargo, aunque los axones en regeneración
penetran en el nervio trasplantado, cruzando fácilmente la unión médula-nervio,
parecen encontrar una gran dificultad para atravesar la zona de separación entre
el nervio periférico y el cabo medular opuesto (David y Aguayo, 1981; Richard-
son et al., 1982).
A pesar de estas evidencias, en la literatura se recogen escasos intentos de
trasplantar tejido nervioso sobre la médula espinal traumatizada. La explicación
a este hecho parece radicar en la dificultad técnica que supone realizar estos tras-
plantes y en los pobres resultados obtenidos, desde el punto de vista funcional,
en las pocas experiencias realizadas (Nygren et al., 1977; Das, 1983). En asocia-
ción a estos procedimientos, se ha ensayado la colocación de “tubos” de material
biológico o sintético, rodeando la zona de lesión medular, con el propósito de
que guiados por ellos pudieran regenerarse axones medulares, sobre todo si en
el interior de estos tubos se inyectan diversas sustancias neurotróficas. Entre los
materiales más utilizados cabe destacar los tubos formados por polímeros biode-
gradables, del tipo de poliésteres, que llevan en su interior células de Schwann o
BDNF (Brain Derived Neurotrophic Factor).
La demostración de que la glía envolvente del bulbo olfatorio es capaz de
lograr la mielinización de axones del SNC ha llevado también a utilizar estas
células, junto con células de Schwann y sistemas de tubulización, con resulta-
dos prometedores en ratas sometidas a sección medular (Ramón Cueto et al.,
1998).
olfatorio (Ramón Cueto et al., 2000) y debe tenerse en cuenta que realizar el
trasplante en fase aguda puede ser una circunstancia desfavorable para la super-
vivencia del tejido trasplantado, si se tienen en cuenta los estudios que señalan
la influencia beneficiosa de un cúmulo tardío de factores tróficos en zonas lesio-
nadas del Sistema Nervioso. Además, teniendo como lógico objetivo la posible
aplicación clínica de estas técnicas, es obvio que su utilización en humanos de-
bería ser hecha en fases de paraplejia crónica, cuando ya se hayan descartado las
posibilidades de recuperación espontánea de los pacientes.
Teniendo presentes todas estas consideraciones, hacia 1990 nos planteamos
estudiar, sobre un modelo de contusión medular causante de una paraplejia cró-
nica, los resultados morfológicos y funcionales del trasplante diferido de tejido
neocortical fetal. La utilización de tejido neocortical obedece a la constatación
de que este tejido muestra una alta capacidad mitótica, lo que teóricamente po-
dría llevar a rellenar la zona de necrosis centromedular postraumática, aunque el
tamaño del trasplante no fuera adecuado.
Como consecuencia de estos estudios experimentales (Vaquero et al., 1991 y
1992), llegamos a la conclusión de que: 1) El trasplante de tejido cerebral fetal
sobre médula espinal contusionada en la rata adulta, y en determinadas condi-
ciones experimentales (tejido donante obtenido de fetos de 18 días de gestación
y trasplantado al menos una semana después de la lesión traumática) alcanza un
índice de supervivencia, a largo plazo, superior al 80%. 2) Estos resultados son
similares si se realiza el trasplante a los 3-4 meses tras la lesión medular trau-
mática, en situación de paraplejia crónicamente establecida. 3) Los trasplantes
efectuados consiguen restaurar la continuidad anatómica de la médula, mostran-
do una perfecta integración con el tejido huésped y sin que se observen signos
de reacción inflamatoria que sugieran fenómenos inmunológicos de rechazo. 4)
La integración de los trasplantes es independiente de su localización anatómica
respecto de la sustancia gris o blanca medular y no parece depender de la mayor o
menor presencia de tejido conectivo. 5) Aunque la presencia de tejido conectivo
en la zona del trasplante puede estar condicionada por la técnica quirúrgica, su
mayor o menor intensidad no parece influir significativamente sobre la viabilidad
de los trasplantes. 6) La presencia de un trasplante de tejido cerebral fetal sobre
la médula traumatizada condiciona que al menos ocho meses después de la lesión
continúen presentes, en la zona traumatizada, procesos de regeneración axonal.
7) Existen evidencias morfológicas del paso de fibras nerviosas entre el tejido
trasplantado y el tejido medular adyacente. El origen de estas fibras parece ser
tanto las raíces dorsales como fibras regenerativas de los cordones medulares. 8)
La cicatriz glial en torno a los trasplantes es variable, de mínima intensidad en
la mayor parte de ellos y, en todo caso, no parece influir sobre su viabilidad ni
representa obstáculo importante para el paso de fibras entre el tejido trasplantado
y el tejido medular adyacente. 9) Las neuronas del tejido cerebral trasplantado
CAPÍTULO 17 Estrategias en la regeneración medular postraumática 311
Ante estas consideraciones, nos planteamos que deberíamos buscar otras al-
ternativas en pacientes, y fundamentalmente, deberíamos estudiar las posibili-
dades de regeneración del SNC que ya parecían ofrecer entonces las llamadas
“células madre adultas”.
Figura 17.1. Progresiva recuperación motora en una serie de ratas Wistar previamente pa-
rapléjicas, tras ser sometidas a un transplante intralesional de BMSC. Escala BBB de función
motora (21 puntos como valor máximo de función motora). Véase Zurita M and Vaquero J:
Neurosci Lett 2006; 402: 51-56.
CAPÍTULO 17 Estrategias en la regeneración medular postraumática 315
Figura 17.3. Tejido nervioso neoformado y maduro, que rellena la cavidad centromedular
traumática de ratas parapléjicas. En estas imágenes se aprecia la similitud de la regenera-
ción tisular que se obtiene en la médula traumatizada utilizando trasplantes intralesionales
de tejido cerebral fetal (A y C) o de BMSC (B y D).
316 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Una vez que pudimos confirmar la eficacia del trasplante de BMSC para rege-
nerar el tejido medular dañado y para lograr recuperación motora de los animales
parapléjicos, nos planteamos si también podría ser eficaz una administración de
BMSC por vía sistémica, sobre todo teniendo en cuenta algunas publicaciones
que señalaban cómo la administración intravenosa de BMSC puede revertir défi-
cits funcionales en ratas sometidas a un traumatismo craneoencefálico (Mahmo-
od et al., 2001). Como un primer paso, marcamos las BMSC con bisbenzimida,
o bien con Indio-111, y realizamos estudios para comprobar la distribución de
las células marcadas tras su administración sistémica por vía intravenosa. Los
resultados que obtuvimos mostraron que tras su administración intravenosa, las
BMSC marcadas colonizaban órganos de perfusión, como el bazo, hígado o ri-
ñones, pero no alcanzaban de forma significativa la zona de lesión medular (De
Haro et al., 2005). Estos estudios permitieron aportar por vez primera a la litera-
tura la utilidad del marcaje isotópico con Indio-111 para estudiar la distribución
de las BMSC tras su administración en procedimientos de terapia celular, pero
nos llevaron a la conclusión de que la administración sistémica de BMSC no
permite que estas células lleguen en un número significativo a las zonas de lesión
traumática medular. En un estudio posterior valoramos la recuperación motora de
animales parapléjicos tras la administración sistémica o intralesional de BMSC,
lo que nos permitió confirmar la evidente superioridad de la administración local
frente a la administración sistémica (Vaquero et al., 2006).
CAPÍTULO 17 Estrategias en la regeneración medular postraumática 317
Los buenos resultados obtenidos tras más de 150 trasplantes en roedores han
sido reproducidos en una serie de 10 cerdos adultos con una paraplejia crónica-
mente establecida, lo que permite suponer que esta técnica puede ser igualmente
útil en humanos (Zurita et al., 2008) (Figuras 17.5, 17.6 y 17.7).
Figura 17.5. Progresiva recuperación motora en una serie de 7 cerdos adultos (“minipigs”)
previamente parapléjicos y sometidos al trasplante intramedular de BMSC autólogas. Escala
de función motora de 10 puntos.
Figura 17.6. Cerdo adulto, previamente parapléjico, que comienza a levantarse espontá-
neamente, a los 3 meses del trasplante intramedular de BMSC autólogas.
318 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
vamente BMSC para estos trasplantes, tal como diversos grupos hemos hecho
en los estudios experimentales preclínicos (Chopp et al., 2000; Hofstetter et
al., 2002; Ohta et al., 2004; Zurita y Vaquero, 2004 y 2006; Bakshi et al., 2006;
Vaquero et al., 2006; Himes et al., 2006; Parr et al., 2007) o bien de utilizar,
como se ha hecho en las primeras experiencias clínicas en humanos, una mez-
cla de BMSC y otras células mononucleares de médula ósea (Park et al., 2005;
Sykova et al., 2006; Yoon et al., 2007). Teniendo en cuenta que las BMSC
representan menos del 1% de las células de la médula ósea, su empleo en pro-
tocolos de terapia celular requiere manipular estas células en instalaciones de
alta seguridad biológica (cabinas GMP) para expandir las células y obtener
un número suficiente antes de realizar el trasplante, lo que conlleva una cierta
complejidad técnica y posiblemente éste sea el principal argumento para la
utilización, en clínica, de células madre de médula ósea sin excluir la fracción
de células madre hematopoyéticas. Sin embargo, las BMSC tienen la ventaja
de su gran especificidad para lograr la transdiferenciación en el seno del tejido
huésped, su gran facilidad de expansión, teniendo en cuenta que la eficacia del
trasplante parece ser dosis-dependiente, y por último, su baja antigenicidad, lo
que podría llevar a que en un futuro se planteara el empleo de trasplantes alo-
génicos de BMSC en clínica humana.
En cualquier caso, es obvio que aún tenemos que adquirir un mejor conoci-
miento de los mecanismos por los cuales este tipo de terapia celular consigue la
recuperación neurológica, tanto de animales experimentales como de los pocos
pacientes en los que se ha ensayado hasta ahora. En los estudios experimenta-
les realizados, llama la atención que la recuperación funcional de los animales
se inicia antes de que se produzca una regeneración tisular capaz de rellenar
completamente la cavidad centromedular traumática y exista un puente capaz de
permitir el paso de axones ascendentes y descendentes (Zurita y Vaquero, 2004 y
2006; Vaquero et al., 2006). Por lo tanto, es obvio que tras el trasplante, al menos
en una fase precoz, deben existir diversos procesos regenerativos, incluyendo
la liberación de factores neurotróficos por las células madre trasplantadas, o la
activación de mecanismos endógenos de la médula espinal, capaces de restaurar
parcialmente funciones neurológicas previamente abolidas.
Por último, teniendo en cuenta los resultados experimentales que sugieren
la conveniencia de llevar al sitio de lesión una gran cantidad de células madre,
nuestros esfuerzos deben ir encaminados a lograr la mayor supervivencia posible
de las células madre, una vez trasplantadas. En este sentido, recientes estudios
muestran que las células madre derivadas de la médula ósea pueden alcanzar
las zonas de lesión centromedular traumática tras ser depositadas en el espacio
subaracnoideo (Ohta et al., 2004; Sateke et al., 2004; Bakshi et al., 2004 y 2006;
Himes et al., 2006), una observación que deberá ser tenida en cuenta a la hora de
aplicar estas técnicas en pacientes, por cuanto que puede ser una estrategia com-
plementaria a la administración intralesional, aumentando así su eficacia.
320 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
█ Conclusiones
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CAPÍTULO Tratamiento neurorrehabilitador
18 de la lesión medular
postraumática
Joan Vidal Samsó
█ Introducción
No olvidemos que hasta hace pocos años los lesionados medulares eran perso-
nas que solían fallecer durante el primer año, la mayoría de ellas víctimas de las
múltiples complicaciones graves que sufrían, como las sepsis de origen urinario,
las úlceras por presión y otras. A partir de los años 50, después de la II Guerra
Mundial, se organizan los primeros hospitales y unidades especializadas en el
tratamiento medicoquirúrgico integral de la LMT, bajo las pautas diseñadas por
el doctor Sir Ludwig Guttmann, un neurocirujano judío de origen alemán, que
inaugura en Gran Bretaña el primer hospital dedicado íntegramente al tratamien-
to y rehabilitación de las personas con una LMT (Stoke Mandeville) (Guttmann,
1967). A partir de este momento el pronóstico vital de este colectivo cambia de
forma radical y la supervivencia se convierte en el elemento básico del trata-
miento (Whiteneck et al., 1992; Sarrias et al., 1998).
El objetivo actual ya es diferente. No obstante, antes de valorar los diferen-
tes tipos de terapias existentes en la actualidad, es necesario comentar algunos
aspectos que pueden influir de forma negativa en la consecución de resultados
favorables:
Tal como vemos, con estas premisas es difícil considerar la posibilidad de con-
seguir mecanismos de regeneración que permitan una recuperación funcional en
las personas que han sufrido una lesión medular completa. De todas formas y a pe-
sar de este pesimismo reinante, sabemos que existen diferentes factores que hacen
posible empezar a hablar de terapias regenerativas y neurorrehabilitadoras eficaces.
Hoy en día disponemos de evidencias tanto en animales de experimentación como
en humanos de que es posible demostrar cierta capacidad de regeneración del Sis-
tema Nervioso Central (SNC). Así, la utilización de injertos de nervio periférico
en la médula espinal permite que los axones crezcan correctamente. Además, he-
mos objetivado en alguna ocasión que existen pacientes que de forma espontánea
presentan cambios funcionales a lo largo de los años, a pesar de presentar lesiones
medulares completas. También en los casos de lesiones incompletas se puede re-
cuperar función neurológica de forma progresiva a lo largo de muchos años. Por
todo ello, es probable que las mejores soluciones en cuanto a la curación de la LMT
lleguen de la mano de combinaciones de diferentes terapias, como por ejemplo
combinar transplantes celulares con factores neurotróficos que promuevan el creci-
miento axonal, seguidos de un tratamiento rehabilitador intensivo y prolongado.
Todo esto hace necesario replantear la necesidad de invertir en la investiga-
ción sobre regeneración de las lesiones medulares, para obtener resultados a cor-
to y medio plazo. No olvidemos que gobiernos como el de los Estados Unidos,
gasta más dinero en un solo día de la guerra de Irak que en investigación sobre
LMT en los últimos 5 años.
Distinguimos cuatro tipos de terapias que hoy en día se utilizan para el abor-
daje medicoquirúrgico de la LMT:
1. Terapia neurorrehabilitadora.
2. Terapia regenerativa.
3. Neuroprótesis.
4. Terapias de sustitución.
328 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
En este capítulo, si bien los procesos de mejora es probable que se den por la
combinación de varias terapias, nos centraremos en las terapias neurorrehabili-
tadoras que van dirigidas en general a maximizar las funciones preservadas tras
una lesión. Para poderlo hacer, hoy en día, uno de los objetivos del tratamiento
especializado es el de manipular la plasticidad intrínseca del SNC y aprovechar-
la para conseguir una recuperación funcional adecuada. Este aspecto constituye
probablemente uno de los avances más relevantes en el campo de la medicina de
la rehabilitación en el intento de mejorar o “curar” aquellas lesiones que hasta
ahora se consideraban permanentes. Los últimos trabajos publicados en la litera-
tura centrados en la plasticidad neuronal pueden ayudar a entender ciertos fenó-
menos, como la demostración de los circuitos neuronales que forman el llamado
“centro generador del patrón de la marcha” (CPG: central pattern generator) y
que pueden participar en los fenómenos de aprendizaje.
En este capítulo reflexionamos sobre los últimos avances del tratamiento re-
habilitador centrados en técnicas que hoy en día se conocen con el nombre de
“terapias intensivas”. El papel del tratamiento rehabilitador ha ido cambiando
de forma lenta pero progresiva tras conocer los resultados esperanzadores de
diferentes ensayos, tanto en fase experimental en animales como a nivel clínico,
realizados en Hospitales de Canadá, EE UU y Suiza, y dirigidos a recuperar la
capacidad de la marcha. Son varias las vías de investigación que se han abierto en
esta última década. La primera, es la constatación de que la bipedestación diaria
y otros ejercicios mejoran las funciones musculares, cardiovasculares y pulmo-
nares de estos pacientes. La segunda, son las innovaciones en los dispositivos
tipo FES (Functional Electrical Stimulation: Estimulación Eléctrica Funcional) y
otros aparatos para ejercitar los músculos paralizados. La tercera vía de investi-
gación es el descubrimiento de que al menos un 40% de las personas que nunca
han realizado marcha después de una LMT, pueden aprender a caminar con cierta
funcionalidad tras un programa intensivo de reeducación de la marcha en un sis-
tema de treadmill (cinta sin fin).
Dentro de este capítulo es necesario comentar los avances que se han con-
seguido en la reeducación de la marcha. Estudios recientemente publicados
describen los efectos beneficiosos de la terapia intensiva en la recuperación
motora de personas que han sufrido bien una LMT, bien un accidente vascular
cerebral (ACV). El grupo alemán de Taub dio a conocer el método denomina-
do “terapia de constricción” (constraint-induced therapy), terapia que consiste
en forzar al paciente hemipléjico, limitando el movimiento de la parte sana, a
utilizar el lado paralizado, con el objetivo de conseguir mejoras neurológicas
a partir de la capacidad del SNC para participar en los fenómenos de neuro-
plasticidad y así conseguir una reorganización cortical positiva. A partir de este
trabajo de Taub, otros muchos autores han publicado a posteriori los efectos
beneficiosos de esta terapia. Liepert en 1998 demuestra que la constraint thera-
py no solo mejora la función motora de los pacientes que han sufrido un ACV,
CAPÍTULO 18 Tratamiento neurorrehabilitador de la lesión medular postraumática 329
Figura 18.2. Sistema de reeducación de la marcha con soporte parcial del peso corporal
(Gait Training®).
CAPÍTULO 18 Tratamiento neurorrehabilitador de la lesión medular postraumática 331
Figura 18.3. Reeducación de la marcha con soporte parcial de peso corporal (Lokomat®).
la médula espinal de estos animales y que no necesitaba del control del cerebro.
Si el CPG está localizado en la médula espinal y no requiere ningún input del
cerebro, ¿por qué los sujetos con una LMT completa no caminan? Esta es una
de las preguntas que con más insistencia últimamente nos hacemos. La función
y control del CPG en primates y humanos puede ser diferente de los animales
cuadrúpedos. Una de las explicaciones vendría dada por el trabajo de Fulton en
1932, que intentaría justificar este aspecto por el hecho de que los bípedos tienen
más dominancia cortical integrada en los circuitos de la marcha, mientras que
en los animales cuadrúpedos el control es menor y por eso en estos últimos, a
pesar de una sección completa medular, se recupera la actividad de una marcha
refleja. La complejidad de la regulación cortical del CPG en humanos y primates
comparada con la de los gatos o ratas, hace difícil a veces trasladar los resultados
experimentales del laboratorio animal al humano. Sin embargo, la posibilidad de
que este centro exista también en humanos y pueda ser reeducado con sistemas
como el EM-SPPC, abre nuevas vías de investigación en la búsqueda de la cura-
ción o mejora de las secuelas de una LMT.
Junto con estas técnicas de entrenamiento de la marcha se ha postulado el
beneficio de la FES como un elemento más que puede ayudar a recuperar este
patrón de locomoción perdido tras una LMT. Bien a solas o combinada con el
entrenamiento de la marcha con soporte parcial de peso corporal, la FES repre-
senta una buena aproximación para conseguir dicha recuperación neurológica
(Agarwal et al., 2003).
Por otro lado, hay otros aspectos de la terapia intensiva que también hay que
tener presentes. Todos conocemos los efectos sobre el metabolismo de las per-
sonas que padecen una paraplejia o una tetraplejia y las ventajas que tiene el
ejercicio físico sobre el mismo, mejorando el estado general y reduciendo de
forma significativa el riesgo cardiovascular. Tras una LMT se produce una dismi-
nución de la actividad física, una atrofia muscular, un aumento de la adiposidad
y una disminución del ejercicio cardiorrespiratorio, provocando que sobre ellos
incidan factores de riesgo como la resistencia a la insulina, la intolerancia a los
carbohidratos, el aumento del colesterol y los triglicéridos y un nivel más bajo
de HDL-C, que pueden ser causa última de morbimortalidad. Recientemente se
ha producido un interés por el papel que juega el ejercicio físico en estos indivi-
duos de cara a una mejor salud y a una mejora en el potencial rehabilitador. De
esta manera, conocer la adaptación cardiorrespiratoria y metabólica al esfuerzo
y su impacto a nivel orgánico nos posibilitará aconsejar de manera más precisa
las pautas de una práctica física que colabore de manera efectiva a conseguir
un mejor estado de salud y una mejora en el rendimiento y en la adaptación al
esfuerzo, ya que se ha demostrado cómo un programa de entrenamiento es capaz
de provocar mejorías en la calidad de vida y en diversos parámetros endocrino-
metabólicos de los lesionados medulares (Javierre et al., 2005; Javierre et al.,
2006).
CAPÍTULO 18 Tratamiento neurorrehabilitador de la lesión medular postraumática 333
hallazgos experimentales a los humanos es uno de los retos más importantes que
tenemos que realizar durante estos próximos años (Hall et al., 1988; Faden, 1997;
Kakulas, 2004; MacDonald et al., 2007). De aquí la necesidad de crear grupos
donde participen tanto los investigadores básicos como clínicos. Los hospitales
de neurorrehabilitación deben estar preparados para incluir estas nuevas terapias
en los tratamientos clínicos habituales de los pacientes afectos de cualquier daño
neurológico y después han de poder valorar los resultados de las terapias regene-
rativas desde un punto de visita clínico, electrofisiológico, de neuroimagen y de
otras exploraciones. De todas formas y a pesar de los esfuerzos que se han dado
en estos últimos años en el campo de la neurorrehabilitación, quedan aún muchas
preguntas por responder:
█ Conclusión
█ BIBLIOGRAFÍA
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CAPÍTULO Integración familiar y social del
█ Introducción
Todo ello hace que las personas afectadas por una lesión medular dispongan,
después del hospital, de una expectativa vital larga y que, como otros ciudada-
nos, aspiren a realizar su trayecto personal de la forma más plena, satisfactoria y
autónoma posible.
Por otro lado, también es la misma sociedad la que está en permanente proce-
so de transformación, donde el común denominador no es la uniformidad, sino
la diferencia. Es la sociedad la que debe integrar las diferencias, no solamente
en términos de derechos sino de valores y actitudes y, en el caso que nos ocupa,
también a las personas con diversidad en cuanto a sus capacidades funcionales.
338 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
en función del momento vital de la persona. De ahí que podamos hablar de tra-
yectorias vitales muy personales pero también de unas fases por las que pasan la
mayoría de personas afectadas de lesión medular.
█ La neurorrehabilitación
entorno habitual. Por tanto, habrán de cuestionarse los cambios que conllevará la
situación de discapacidad en los diferentes ámbitos familiar, doméstico, sociola-
boral y también replantearse y/o modificar sus proyectos de vida.
Siguiendo el modelo biopsicosocial en el que se basa la rehabilitación integral,
“La neurorrehabilitación ha de tener en cuenta tanto los aspectos físicos, como
los psíquicos, sociales y culturales que inciden en la personalidad del paciente,
su etapa evolutiva, su manera de vivir... desarrollando en cada caso estrategias
asistenciales centradas en el paciente y su grupo familiar” (Fundación de Neuro-
rrehabilitación, Instituto Guttmann, 2001).
Creemos que dicho abordaje integral durante el tratamiento de neurorreha-
bilitación ha de contribuir significativamente a la integración familiar y social
posterior y, por ende, a la satisfacción personal y a la calidad de vida (Fundación
de Neurorrehabilitación, Instituto Guttmann, 2008).
La psicología de la rehabilitación
La rehabilitación psicológica de la persona con daño medular forma parte del tra-
tamiento de rehabilitación integral cuyo objetivo último está orientado a que la per-
sona con una gran discapacidad y sus familias puedan vivir satisfactoriamente en su
propio entorno, promoviendo el máximo nivel de autonomía funcional, compatible
con su lesión, y una calidad de vida equiparable a la de la población general.
El modelo asistencial en el que se enmarca la práctica profesional del área de
psicología clínica del Instituto Guttmann responde a la definición de la Psicolo-
gía de la Rehabilitación propuesta por la División 22 de la APA (American Psi-
chological Association. http://div22.org): “…los psicólogos de la rehabilitación
trabajan para fomentar el crecimiento personal y social de los individuos con
discapacidad, desde una perspectiva que pone énfasis en la persona global y en la
utilización óptima de sus recursos. Los psicólogos de la rehabilitación persiguen
los objetivos de mejorar las prácticas de rehabilitación, modificar los entornos
para ampliar las oportunidades disponibles para las personas con discapacidad en
las relaciones sociales, trabajo, educación y actividades comunitarias y de ocio”
(Frank y Elliott, 2000).
Desde esta perspectiva rehabilitadora, los aspectos psicológicos están básica-
mente orientados a la salud y al bienestar de la persona afectada y de su familia,
con el objetivo de promover la participación social y la autodeterminación. Ello
incluye, además de otras modalidades de intervención psicosocial, la práctica clí-
nica para prevenir y tratar en su caso los trastornos psicopatológicos asociados.
El impacto inicial
En el caso de una lesión medular de origen traumático la respuesta inicial más
habitual suele ser una elevación de la ansiedad y una disminución del humor,
CAPÍTULO 19 Integración familiar y social del paciente con daño medular... 343
Primeros resultados
La evaluación de los pacientes tiene lugar durante el proceso de rehabilita-
ción, especialmente al ingreso y al alta y, posteriormente, durante las valoracio-
nes integrales periódicas que se llevan a cabo habitualmente de forma anual.
Ello nos da un volumen actual de unos 300 pacientes nuevos con lesión me-
dular evaluados anualmente durante su tratamiento de rehabilitación, y de unas
700 personas con lesión medular que son evaluadas anualmente cuando están ya
viviendo en la comunidad y con un tiempo de evolución de su lesión que puede
ir desde un año hasta más de 30 años.
De los resultados iniciales obtenidos destacaremos:
cuestionario PHQ-9 (Kroenke et al., 2001) y solo alrededor del 4,5% pre-
senta sintomatología considerada moderadamente grave o grave.
— Salud y relaciones: la mayoría de personas con lesión medular, evaluadas
a los dos años de contraer la lesión, perciben su salud como buena (escala
Likert). Asimismo, a los dos años del inicio de la lesión más de un 81%
valoran sus relaciones familiares como buenas o muy buenas, y de los que
tienen pareja (un 64%), la mayoría de ellos valoran esta relación positiva-
mente y casi un 60% de los mismos valoran las relaciones sexuales como
satisfactorias.
— Aspectos sociales: el 56,2% de los sujetos evaluados tiene estudios prima-
rios. El 83,05% vive con su grupo familiar, el 46,5% dispone de una vivien-
da fácilmente accesible y el 33,1% puede acceder a ella con algo de ayuda.
El 83,4% recibe algún tipo de prestación periódica: el 42,7% se encuentra en
situación de incapacidad transitoria, el 35% percibe una pensión contributiva
y el 3,8% una pensión no contributiva. El 9,1% ha realizado acciones para
resolver la movilidad (reconvertir el permiso de conducir, adaptar un vehí-
culo,…). El 70% necesita ayuda en las actividades de la vida diaria, de los
cuales en el 72% de los casos es realizada por la familia.
En relación a los aspectos sociales, evaluados mediante la encuesta de facto-
res sociales del Instituto Guttmann (ESIG), el nivel de estudios tiende a me-
jorar con el tiempo. La inmensa mayoría (83,2%) de las personas visitadas
durante la Valoración Integral Periódica continúa viviendo con su familia y
aumenta considerablemente (84,4%) el número de personas que dispone de
una vivienda fácilmente accesible. La mayoría de personas (73,2%) percibe
una pensión contributiva por incapacidad permanente (grado absoluta o gran
invalidez), o bien son pensionistas por jubilación. Trabaja un 20% del total
de personas de la muestra en edad laboral. Un 51,3% dispone de un medio de
transporte individual adaptado. El 72,3% de las personas dependientes para
las actividades de la vida diaria es ayudado por algún miembro de la familia;
de éstos, el cónyuge es el cuidador principal en el 48,3% de los casos.
Algunas conclusiones
Los datos nos demuestran que, a pesar de las dificultades, la mayoría de las
personas afectadas por una lesión medular y sus familias, consiguen resolver los
problemas objetivos primordiales y logran adaptarse a esta situación de manera
positiva. El tratamiento de rehabilitación integral produce una mejora signifi-
cativa de la autonomía funcional y estado emocional de las personas con lesión
medular, sin embargo existe un cierto porcentaje de personas que no responden
favorablemente al tratamiento o bien no mantienen a lo largo del tiempo el estado
funcional o emocional que presentaban al alta, resintiéndose su calidad de vida
y la de sus familias.
348 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
La integración sociofamiliar
Una persona con discapacidad es, por encima de todo, una persona con dere-
chos y deberes, que ha de poder disfrutar de las mismas oportunidades que cual-
quier otra persona de su edad así como de un estilo de vida satisfactorio y que ha
de desarrollar un papel activo a nivel social (Figura 19.5).
█ BIBLIOGRAFÍA
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CAPÍTULO Rehabilitación profesional(*)
█ Introducción
*
En los textos publicados por instituciones internacionales y en la literatura científica es
posible encontrar los términos readaptación, rehabilitación, habilitación, reintegración,
integración, etc., al referirse a este tema. Los autores hemos optado por el término
“rehabilitación profesional” que consideramos más avanzado y consonante con las ideas
actuales. Respetamos a su vez los términos utilizados por las respectivas instituciones o
autores que se citan en el texto.
354 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
Deficiencia
Discapacidad
Minusvalía
dos. Hoy es sabido que las desventajas que presenta una persona con discapacidad
para la plena participación social tienen su origen, además de en sus dificultades
personales, en los obstáculos y limitaciones que la propia sociedad presenta.
— Médico rehabilitador.
— Psicólogo.
— Trabajadora social.
— Readaptación profesional.
nales que concurran en cada caso, su presencia puede ser más o menos
colaboradora, más o menos problemática o tener una mayor o menos
influencia en la actitud del accidentado. Realiza un apoyo moral y una
amplia información sobre su situación y las posibles alternativas con las
que puede contar. Motiva y apoya a la familia, para potenciar las capa-
cidades propias con que cuentan para afrontar el nuevo proyecto de vida
que se está armando para el accidentado. Les informa sobre los recursos
sociales con que cuenta, tanto internos (fondo de prestaciones), como
externos (organismos oficiales, ayuntamientos, asociaciones de personas
con minusvalía,...). Gestionan con la empresa del accidentado una rein-
corporación a otro puesto de trabajo que sea compatible con las lesiones,
definiendo, si es posible, el puesto de trabajo a desempeñar. Y finalmen-
te, le asesora en caso de dudas para tomar la decisión más acertada según
sus circunstancias personales.
— Readaptación Profesional: estudia el historial académico, los cursos de
especialización realizados, la experiencia profesional, el historial laboral,
los intereses profesionales y la actividad industrial en la zona de proce-
dencia, que mejor puedan ofrecer una salida laboral. Se le explica al acci-
dentado el contenido de los diferentes cursos de formación profesional que
se ofrecen en el centro de rehabilitación y se analizan las características
de los diferentes oficios, salidas profesionales, demandas en el mercado
y posibilidades de empleo tanto de forma autónoma como por contrato.
También se efectúan pruebas prácticas en las áreas de formación para
las que esté optando el accidentado y sobre las que se tengan dudas de
adecuación al trabajo. Se obtiene así un perfil de las aptitudes del fu-
turo alumno, que al ser comparado con las exigencias de la profesión,
indican las posibilidades de efectuar la formación y desempeño posterior
de un trabajo acorde con la formación recibida.
█ Formación profesional
Durante los programas de formación, los alumnos cuentan con el apoyo del
SIL que les prepara para la búsqueda de un trabajo y les ayuda, una vez finalizado
el curso, a la obtención del mismo. El SIL informa, orienta y asesora individual-
mente de las posibilidades formativas y laborales que existen en el mercado con
el fin de que los alumnos delimiten, con conocimiento del entorno laboral y las
opciones que están a su alcance, un itinerario que les permita desarrollar su carre-
ra formativa o profesional. Así, organiza e imparte Talleres de Preparación para
el Empleo, talleres elaborados con el fin de acercar al alumno el conocimiento
de todo aquello que precisa una persona para acceder al mundo laboral: carta de
presentación, currículum vítae, pruebas psicotécnicas, dinámica de grupo, entre-
namiento en habilidades sociales para afrontar entrevistas, etc. Además, organiza
Módulos de Preparación para el Mundo Laboral, en colaboración con otras en-
tidades del sector de la discapacidad. En los diferentes módulos que abarca, se
analizan los recursos personales y sociales que se ponen en juego para encontrar
un puesto de trabajo, mantenerlo y progresar en él, con una duración de 20 horas.
Estos módulos son:
Figura 20.9.Gráfica que muestra la relación de las diversas patologías con el desarrollo del
programa de readaptación profesional.
El 70% de los alumnos que hacen formación y sufren una lesión medular,
consiguen adquirir los conocimientos y habilidades de una nueva profesión para
encontrar un puesto de trabajo que podrán desempeñar de forma competitiva,
con rigor y calidad (Figura 20.11).
más frecuentes las paraplejias que las tetraplejias. De los 275 casos con le-
sión medular, no disponemos de información sobre cuántos han sido con lesión
completa y cuántos incompleta. Sí sabemos que 27 alumnos tenían afectada
la médula a nivel cervical (con lesión incompleta), 94 alumnos tenían afec-
tada la charnela dorso-lumbar (un 34% del total) y la mayor parte de ellos la
lesión medular estaba localizada en la región torácica (154 alumnos). De aquí
se desprende que la lesión medular más frecuente en los pacientes que acceden
a realizar un programa formativo esté localizada en la región torácica (Figura
20.12). Los alumnos afectados por una lesión a nivel cervical (producen gene-
ralmente tetraplejias o tetraparesias) representan un 10% del total de alumnos
con lesión medular que han accedido a uno de los programas de formación
profesional, mientras que los afectados a niveles más bajos (torácico y lumbar)
son el 90%. Cabe destacar que de estas lesiones toraco-lumbares, prevalecen
las que afectan a las vértebras D5, D6, D7 y D8, que representan un 60% del
total, mientras que el 30% restante afecta a las vértebras D10, D11, D12, L1 y
L2. Hay un 10% de personas con lesión en el cono medular o en la cola de ca-
ballo. Aunque estas lesiones no suelen ser un impedimento para la movilidad,
sí presentan alteraciones de la sensibilidad en distinto grado, así como en las
funciones urinarias e intestinal.
Figura 20.12. Porcentaje de pacientes encada nivel lesional que se incluyeron en el progra-
ma de readaptación profesional.
Las causas traumáticas más frecuentes son los accidentes de tráfico, que van
cada año en aumento (aunque últimamente han disminuido las cifras de accidentes)
y después están los traumatismos laborales, caídas, accidentes deportivos y otros.
El grupo de edades más representativo entre los lesionados medulares que
acceden a uno de los programas formativos es de 18 a 35 años, ocupando un 60%
372 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR
del total. Entre los 36 y 45 años están un 31% y el otro 9% corresponde a perso-
nas con más de 46 años (Figura 20.13).
█ Resultados laborales
█ Conclusiones
Una persona afectada por una lesión medular sí puede volver a trabajar. Para
ello:
Creemos que esos dos puntos podrían ser perfectamente la conclusión de todo
lo que se ha expuesto en este capítulo.
Desde que una persona se accidenta hasta que trabaja en una empresa, se en-
cuentra con muchos profesionales: médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores
sociales, fisioterapeutas, auxiliares sanitarios, gestores, secretarias, profesores,
buscadores de empleo y empresarios, sin olvidar a la familia. Todos podemos
ayudarle si de verdad nos creemos que puede desarrollar aquellos trabajos para
los que física, intelectual, tecnológica y desde un punto de vista práctico, esté
preparado. Debemos potenciar las capacidades residuales de las personas que
tras un accidente ven mermadas sus capacidades funcionales.
En FREMAP tenemos un trabajo difícil y a la vez apasionante: conseguir redu-
cir el número de personas que no inician un programa de recuperación profesional
y que en la mayor parte de los casos ajustan su vida a una pensión económica,
sin más. Tenemos que ilusionarles, devolverles la esperanza, que muchas veces se
pierde como consecuencia del accidente y hacer que se encuentren como personas.
Estamos convencidos que toda persona con una discapacidad sobrevenida tiene
capacidades y habilidades, desconocidas casi siempre, que debería desarrollar y
potenciar al máximo. Debemos ser activos y activadores de las posibilidades de
una persona con discapacidad, porque realmente es posible su vuelta al trabajo y
así, es factible encontrar su proyecto vital si elige adecuadamente el nuevo oficio y
se prepara con rigor y responsabilidad. Por todo ello, es necesario desarrollar pro-
gramas de trabajo y políticas que apoyen a las personas con el fin de mantener su
estabilidad personal y para que continúen activas en su entorno personal, familiar,
social y laboral. Debemos creer en las personas como ser único, irremplazable,
con un proyecto de vida roto por un accidente. Todos nosotros, profesionales de
la salud, debemos ayudar a estas personas desde nuestra área de competencia para
que vuelvan a sentir en su interior la alegría de vivir. Es nuestro deber, es nuestra
obligación.
CAPÍTULO 20 Rehabilitación profesional del paciente con daño medular postraumático 375
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APA (American Psychological Association), Denis, 19
342 Disfunción autonómica, 268
Apoptosis, 45 Disociación bulbocervical, 91
Arteria radicular anterior mayor de Adamkie- Disreflexia autonómica, 151
wicz, 28
Artrodesis intersomática, EM-SPCC (Entrenamiento de la marcha con
anterior (ALIF), 252 soporte parcial del peso corporal), 330
posterior (PLIF), 252 Entrenamiento de la marcha con SPCC, 330
ASIA (American Spinal Injury Association), 5 Escala de Frankel, 97
AVD (actividades de la vida diaria), 333 Esguince cervical, 200
Estallido de C1, fractura en, 37
BMSC (Bone Marrow Stromal Cells), 313
Bohler, método de, 245 Factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF),
Burst fractures, 39 62
FIM (medidas de independencia funcional),
Canadian C-spine rule, 105 333
Caspasas, 58 Fístulas de LCR, 303
Células madre adultas, 312 Fractura(s),
Centro generador del patrón de la marcha cominutas, 41
(CPG: Central Pattern Generator), 328 de Chance, 41
Centro instantáneo de rotación (CIR), 35 de Jefferson, 37
Chaleco torácico (halo-vest), 162 del atlas, 170
Cifoplastia, 295 del cinturón de seguridad, 41
Cinta sin fin (treadmill), 328 del minero, 206
CIR (Centro instantáneo de rotación), 35 en estallido, 39
Clasificación AO, 221 en lágrima, 201, 206
Classification and Severity Scale, 241 en rodaje, 41
Clay shoveler fracture, 206 Frankel, escala de, 97
Coccigectomía, 259
Coccigeoplastia, 260 Grisel, síndrome, 174
377
378 TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR