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La Biblia: Los Libros Apócrifos

“mi palabra… será prosperada en aquello para que la envié”.


Isaías 55:11
INTRODUCCIÓN
            Por todo lo que hemos visto podemos decir que no hay libro u obra literaria que iguales la
singularidad, continuidad en sus temas y poder de la Biblia. Una evidencia incuestionable de su autoridad
divina es el testimonio de miles de vidas que ha cambiado a lo largo de la historia, su mensaje es poderoso,
más que cualquier otro que jamás se allá escrito o dicho. Por eso el profeta decía: “Porque como desciende de
los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da
semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía,
sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” , (Isaías 55:10-11). Sin
embargo, con el tiempo han surgido otros libros que han querido igualar a los 66 canónicos, queriendo aludir
a que estos también son inspirados por Dios y por ende merecen incluirse en la Biblia. Estos libros son
conocidos como los Apócrifos, Deuterocanónicos o Pseudoepígrafos.

                El término Apócrifo significa escondido, y es utilizado para designar a los libros que no han sido
considerados canónicos por los judíos y los protestantes por tener contener errores o herejías, o simplemente
porque su calidad literaria no llega a la altura de los inspirados. Estos últimos hacen referencia a ellos como
Deuterocanónicos, que literalmente significan segundos canónicos. En otras ocasiones oímos hablar de libro
Pseudoepígrafos, para hacer referencia a aquellos que fueron escritos por otra persona que no es el aparente
autor.

Libros Apócrifos

LOS APÓCRIFOS DEL ANTIGUO


TESTAMENTO
                  De acuerdo a la tradición, Jerónimo llego a clasificar alrededor de 14 a 15 libros apócrifos, los
cuales surgieron en el periodo Intertestamentario que va del siglo II a.C., al I d.C. Estos fueron escritos en su
mayoría en hebreo o arameo, a excepción de Sabiduría, la Oración de Manasés y 2 de Macabeos. La mayor
parte de estos fueron incluidos en la versión de la Septuaginta y más tarde en la Vulgata Latina de Jerónimo.
Sin embargo, los rabinos que se reunieron en el concilio de Jamnia en el 90 d.C. al momento de ratificar la
canonicidad de los libros del Antiguo Testamento no los consideraron dignos de entrar en esta clasificación
por las razones siguientes:

1.       Contienen inexactitudes históricas y anacronismos históricos y geográficos.


2.       Enseñan prácticas que están en desacuerdo con la Biblia.
3.       Su calidad literaria es inferior al no guardar una armonía con los escritos inspirados y carecer del poder
profético y autoritativo.

Sin embargo, con todo no todos estos libros han sido desechados por completo. Hay algunos que ven
en algunos que ven la influencia de estos libros en el Nuevo Testamento, aunque Jesús jamás cito
textualmente uno de ellos, pero algunos padres de la iglesia primitiva tuvieron la costumbre de citarlos sin
elevarlos a la calidad de inspirados por Dios. El erudito en idiomas bíblicos, Jerónimo, llego a incluirlos en su
traducción al latino haciendo referencia en su prólogo que dichos libros podían leerse, pero jamás servirían
para establecer doctrina. Durante la reforma Lutero llego a juntar los apócrifos en una sección aparte al final
del Antiguo Testamento en su versión alemana de la Biblia y los encabezo con las palabras: “Apócrifos.
Libros que no son tenidos por iguales a la Sagrada Escritura, pero cuya lectura es útil y buena” . También
Casiodoro de Reina en su Versión del Oso introdujo algunos de estos libros aclarando que no eran inspirados
por Dios y estos han sido llamados entre los protestantes como Deuteronomio. Frente a esta actitud, la Iglesia
Católica Apostólica y Romana llego a considerarlos canónicos en el Concilio de Trento en el 1546
condenando a todos aquellos que lo negaran. En general, la iglesia evangélica en sus diferentes enunciados y
artículos de fe no reconocen la autoridad divina de los libros apócrifos, por no alcanzar las características
literarias, por errores en sus escritos y hasta herejías, no obstante, muchos de ellos nos dan una buena
descripción histórica de los acontecimientos Intertestamentario que ayuda en gran manera a los estudiosos
bíblicos. Veamos algunos de ellos.

Primer Libro de Esdras (3 Esdras en la Vulgata).


                Es una traducción y compilación de 2 Crónicas 35:1-36 donde se relata como Zorobabel obtuvo de
Darío, el rey persa, la autorización y fondos necesarios para reanudar la reconstrucción del Templo. Se dice
que fue escrito alrededor del 150 a.C.

Segundo Libro de Esdras (4 Esdras en la Vulgata).


                Es un libro apocalíptico que contiene una mezcla de dos secciones de autores diferentes. El primero
de ellos es un judío desconocido que escribió en arameo y se piensa que escribió a fines del siglo I y presenta
siete visiones que Esdras tuvo en Babilonia. Los capítulos 1, 2, 15 y 16 son adiciones tardías realizadas según
se cree por autores cristianos.

Tobías.
                Es un relato muy popular fechado alrededor del siglo II a.C. El Libro de Tobit analiza la presencia
de Dios en las relaciones familiares, expresadas en el acompañamiento que el arcángel Rafael hace a Tobías,
un joven lleno de fe que va a buscar esposa y finalmente se casa con ella tras sortear enormes dificultades con
la ayuda del ángel enviado por Dios. Tobit es un judío de la tribu de Neftalí deportado a Nínive. El anciano,
de gran sabiduría, sufre un accidente cuando le caen en los ojos unos excrementos de ave. Los remedios de los
diferentes médicos no hacen sino agravar su enfermedad, hasta que acaba por perder totalmente la vista. Por
otro lado, Sara, hija de unos parientes lejanos de Tobit, trata de suicidarse a causa de los insultos de su criada,
que la acusa de asesina; ello se debe a que la joven, que ha contraído matrimonio siete veces, ha enviudado de
todos sus maridos y sigue siendo virgen porque está poseída por un demonio, Asmodeo; este demonio está
perdidamente enamorado de Sara y se llena de celos cada vez que ella se casa, por lo que el demonio mata a
sus esposos en la noche de bodas antes de que puedan unirse a ella. Sin embargo, Sara se arrepiente de sus
planes de suicidio en el último momento y pide ayuda a Dios, que envía al arcángel Rafael. Tras la muerte de
los siete maridos de Sara, Tobías, hijo de Tobit, se convierte en el pariente más cercano de la joven, y debe
desposarla siguiendo la ley del levirato, por lo que sale de viaje a visitar a sus parientes y tomar por esposa a
Sara. Por el camino, se le aparece el arcángel Rafael en forma humana y bajo el nombre de Azarías y los dos
se hacen amigos. Azarías le cuenta toda la historia de Sara a Tobías, quien se enamora de ella antes de
conocerla por la descripción que le da el arcángel: "Es inteligente, valiente y muy bonita y su padre es
honrado" (6:12). Asimismo, le da un remedio tanto para salvar a Sara como para curar a Tobit: Tobías debe
pescar un pez y quemar el corazón y el hígado delante de Sara; el humo espantará a Asmodeo, que irá para no
volver. Para curar la ceguera de Tobit, deberá conservar la hiel del pez. En casa de sus parientes, Tobías
desposa a Sara ante la tristeza de los padres de ella, que creen que el joven morirá igual que los otros maridos;
en la noche de bodas, cuando Asmodeo va a atacar a Tobías, él sigue el consejo de Azarías y logra ahuyentar
al demonio. A la mañana siguiente, los padres de ella se alegran de verle con vida y les dejan marchar a ellos
y a Azarías. De vuelta en casa, Tobías logra curar la ceguera de su padre untándole sobre los ojos la hiel del
pez. Cuando se efectúa el milagro, Azarías desvela su verdadera identidad ante todos, que dan gloria a
Dios. Comúnmente es aceptado como parte del canon de los escritos bíblicos por las comunidades judías de la
Diáspora, por todas las iglesias cristianas ortodoxas, y también por la iglesia católica romana. Ha sido
rechazado como parte del canon por los judíos rabínicos y los protestantes.

Judit.
                Libro escrito en hebreo alrededor del 100 a.C. y cuenta la historia de una viuda hebrea, Judit hija de
Merari, en plena guerra de Israel contra el ejército babilónico, erróneamente denominado asirio. De bellas
facciones, alta educación, enorme piedad, celo religioso y pasión patriótica, Judit descubre que el general
invasor, Holofernes, se ha enamorado de ella. Acompañada de su criada, la viuda desciende de su ciudad
amurallada y sitiada por el ejército extranjero —Bethulia— y, engañando al militar para hacerle creer que
estaba realmente enamorada de él, consigue ingresar a su tienda de campaña. Una vez allí, en lugar de ceder a
sus reclamos galantes, lo hace beber hasta emborracharlo. Cuando Holofernes cae dormido, Judit lo decapita
y siembra de esta forma la confusión en el ejército de Babilonia y obtiene de este modo la victoria para Israel.
El relato está lleno de errores históricos y geográficos.

Adiciones a Ester.
                Entre el siglo I y II a.C., un hombre llamado Lisímaco tradujo el texto hebreo del libro de Ester al
griego, pero al hacerlo introdujo pasajes que no se hallan en el original, donde todos a excepción de una
mencionan el nombre de Dios (ya que si recordamos, ninguna vez aparece el nombre de Dios en este libro).
En la Vulgata estas adiciones se agregaron al final del texto canónico y en la Biblia de Jerusalén se incluyeron
diferenciándolas con letra cursiva.

Eclesiástico.
                El Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sirac, la tradición latina lo ha llamado Libro del Eclesiástico.
No debe confundirse con el Eclesiastés, el cual es otro libro sapiencial del Antiguo Testamento. El original
fue escrito en hebreo y la traducción griega se considera obra de un nieto de Ben Sirac unos 60 o 70 años
después. Hoy se dispone de copias del texto hebreo manuscritas por los judíos caraítas en el Siglo IX,
encontrado en el depósito de una sinagoga en El Cairo. Tal como el mismo nieto de Sirácides señala en el
Prólogo, el Libro se dirige a los judíos piadosos, deseosos de regir su propia vida de acuerdo con la Ley, sin
olvidar a los paganos que deseen saber qué les espera al asumir al Dios, la fe y las tradiciones propias de los
judíos. Sirácides intenta mantener la integridad de la fe religiosa yahvista, y poder contribuir a la depuración y
purificación de usos y costumbres, que cada vez se iban tiñendo más de infiltraciones helenísticas. El Sirácida
contiene sobre todo máximas éticas, por lo que se asemeja considerablemente a los Proverbios. Se ignora si
Sirácides fue el autor original o sólo se trató de un compilador. Aunque el estilo uniforme mostrado por el
libro parece indicar lo primero. Trata temas diversos, desde sencillas reglas de cortesía, humanidad y
urbanidad, preceptos sobre el culto, superación de pruebas y el temor del Señor, hasta las normas respecto de
los deberes para con el estado, la sociedad y el prójimo.

El libro de Baruc.
El libro de Baruc existió primeramente como tres partes separadas e independientes que más tarde
fueron reunidas y resultaron en el libro actual. La pieza más antigua (dos poemas, Baruc 3:9-5:9) pertenecen
al siglo III a. C. Ya en tiempos de los Macabeos, un último redactor añadió el prólogo y la parte final y
atribuyó el todo Baruc amanuense de Jeremías. La Septuaginta muestra separado el capítulo 6 de Baruc, que
se llama "Carta de Jeremías" y en las Biblias de ciertas religiones se encuentra como libro separado. La
Vulgata, en cambio, la junta con el libro de Baruc y la numera como un capítulo más. La Carta de Jeremías es
un discurso apologético contra la idolatría, y desarrolla aún más los conceptos estudiados por Jeremías e
Isaías.

La oración de Azarías y el cantico de los 3 jóvenes.


Es una adición al texto canónico de Daniel colocada entre 3:23-24 que se encuentra en la Vulgata y
versiones católicas. Se cree que se escribió en hebreo alrededor del siglo II y II a.C. y destaca la oración de
Zacarías y el cantico expresado por los tres jóvenes cuando fueron echados al horno de fuego por
Nabucodonosor.

Susana.
Es otra adición al libro canónico de Daniel  que aparece al final cuyo autor es desconocido y data
aproximadamente del II siglo a.C. Susana, una bella mujer, esposa de Joaquín, un rico e influyente judío en el
Exilio Babilónico, es vista y deseada por dos ancianos que habían sido nombrados jueces entre los judíos en el
exilio en Babilonia. Los dos viejecillos se ponen de acuerdo para sorprender a solas a Susana y así abusar de
ella. Ante la importancia y la "credibilidad" de sus acusadores, Susana es condenada a morir apedreada. Mas,
cuando es llevada por la congregación para ser lapidada, el profeta Daniel, que por aquel entonces, es sólo un
adolescente, aprendiz de las artes de la consejería, con miras a ejercerla al servicio del rey Nabucodonosor,
detiene el cortejo del pueblo que lleva a Susana hacia el sitio de su lapidación, reprende a la gente por estar
actuando sin conocimiento pleno de la causa, y pide separar a los dos viejecillos para interrogarlos con
inteligencia. Y, tal como sucede en los procesos en los que se implementa dicho procedimiento, los dos falsos
testigos incurren en tremenda inconsistencia o contradicción en sus declaraciones cuando el jovencillo les
pregunta bajo qué árbol vieron a Susana recostada con su supuesto amante. Uno de ellos dice: "Debajo de un
lentisco." Y el otro de ellos dice: "Debajo de una encina." Ante la evidencia del falso testimonio de los jueces,
la bella y noble dama es exonerada de todos los cargos que habían sido afincados en su contra, y los dos
viejecillos mueren ejecutados en lugar de Susana.

Bel y el Dragón.
Aparece como una adición en el capítulo 14 de Daniel, su autor y fecha son desconocidas y 
desarrolla el drama donde el profeta demuestra que Bel, patrono y protector de Babilonia, no es un dios
verdadero. Un rey de Babilonia ofrendaba diariamente delante de su estatua enormes cantidades de alimentos,
que eran "devorados" por la estatua de Bel. Daniel demuestra al rey que todos los manjares y alimentos
ofrendados al dios, eran, en realidad, consumidos por los sacerdotes de dicho ídolo, sus niños y mujeres. En la
segunda parte, el profeta destruye un animal al cual los babilonios adoraban en virtud de su aspecto
imponente. La voz griega drakón (δρακων), traducido dragón, fue empleada con frecuencia en la Biblia
Septuaginta para hacer referencia a todo tipo de seres que se suelen desplazar o propulsar por medio del
arrastre, o del deslizamiento de sus cuerpos de esta acepción a dicho término, es de donde se infiere que
pudiese tratarse de un enorme reptil.

La oración de Manasés.
Presenta la oración que Manasés realizo confesando sus pecados y pidiendo perdón a Dios. Se
escribió en griego ya comenzada la era cristina posiblemente para introducirse en 2 Crónicas 33:12-18.

Primer libro de los Macabeos.


Este libro apócrifo destaca la resistencia de los judíos contra los ataques de Antíoco Epífanes IV de
Siria por erradicar la fe judía y helenizarlos, resaltando las hazañas de los hermanos Judas Macabeo, Jonatán y
Simón. Es de gran valor histórico. Fue escrito en hebreo por un judío de Palestina alrededor del 100 a.C.,
aunque en la actualidad no se tiene ninguna copia en este idioma.

Segundo libro de los Macabeos.


Fue escrito por Jasón de Cirene en el idioma griego  y posee un resumen de una obra de cinco tomos
donde se trata la historia de los judíos entre el 175 al 160 a.C. fue dirigido a los judíos de Alejandría con el fin
de exhortarles a reconstruir el templo de Jerusalén y da por sentado la fe en la resurrección de los justos así
como recomienda la oración y el sacrificio de expiación por los muertos.

Libro de Enoc
El libro que hoy se conoce fue editado tal vez en el siglo I de nuestra era, y consta de varias partes
escritas entre los siglos III a.C. y I d.C. en el estilo literario apocalíptico. Entre las partes o capítulos que lo
dividen tenemos: el Libro del Juicio, donde da una profecía del juicio venidero, el Libro de los Vigilantes o
Caída de los ángeles, donde describe como algunos de ellos descendieron del cielo para tener relaciones
sexuales con las mujeres, el Libro de las parábolas o El mesías y el reino, cuyo contenido es meramente
mesiánico, entre otros.

LOS APÓCRIFOS DEL NUEVO TESTAMENTO


A parte de los escritos del Nuevo Testamento, se escribieron otras obras que hablaban acerca de
Jesús y los apóstoles, algunas escritas por los mismos apóstoles, otras no, pero todas estas fueron excluidas
del canon bíblico. A parte de los apócrifos del Nuevo Testamento, también se tienen otras obras que no son
consideradas como tales, tampoco son inspiradas por Dios, pero que gozaron de gran aceptación entre los
cristianos de los primeros siglos y son conocidas como literatura patrística.

Literatura patrística.
Fueron escritos utilizados por los padres de la iglesia primitiva para la enseñanza de los dichos de
Jesús y las virtudes cristianas las cuales no alcanzaron el nivel de los canónicos del Nuevo Testamente, pero
que gozaron de gran aceptación por muchos años entre la comunidad cristiana. Entre ellos están el Pastor de
Hermas, una obra cristiana del siglo II y se compone de cinco visiones de género apocalíptico, doce mandatos
y diez parábolas. La Didaché (pronunciada en el latín como Didajé), contiene la enseñanza de los doce
apóstoles referente a su vida en comunidad, culto y principios cristianos. Algunos fechan la obra a mediados
del siglo I, por lo que sería contemporánea de las epístolas de Pablo y algo anterior a los Evangelios. La
Epístola de Bernabé, es un tratado cristiano de 22 capítulos, escrito en griego, con algunas características de
epístola, y se divide en dos secciones, la primera es teórica y trata de la interpretación de la Ley, del Antiguo
Testamento y de cuestiones dogmáticas mientras que la segunda sección, denominada los Dos Caminos, se
refiere a la vida cristina, la ética y la moral. Aparte de eso se tienen los escritos y homilías de Clemente de
Roma, Ignacio de Antioquia, discípulos de Pedro,  y Policarpo de Esmirna, el discípulo de Juan el apóstol.

Evangelios Apócrifos.
Entre el siglo II y siglo IV surgieron algunos escritores, la mayoría herejes, que quisieron llenar
algunos vacíos de las narraciones bíblicas, surgiendo así varios evangelios que se consideran apócrifos. Entre
ellos se encontraba el Evangelio de los hebreos, se conserva en fragmentos citados o resumidos por varios
Padres de la Iglesia y consistía en una narración de la vida de Jesús, que incluía su bautismo, la tentación, su
transfiguración, su última cena, su crucifixión y su resurrección. El Evangelio de los Egipcios, el cual incluye
dialogo entre Cristo y Salome sobre el repudio de la relación sexual. El Evangelio de Tomas, contiene 114
dichos atribuidos a Jesús de Nazaret. Se ha conservado en un papiro manuscrito en copto, descubierto en 1945
en la localidad egipcia de Nag Hammadi. Existen dudas acerca de su fecha de composición. Algunos de los
dichos de este evangelio se asemejan a los de los evangelios canónicos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan; otros
eran desconocidos hasta su descubrimiento. También existen evangelios apócrifos que describen la pasión de
Cristo, como el Evangelio de Pedro y el de Nicodemo, exagerando un tanto los milagros, otros como el
evangelio de Matías, Judas, Felipe, Bartolomé, etc., así como los que hablan de la infancia de Jesús como el
Proto-evangelio (o primer evangelio) de Santiago.

Hechos Apócrifos.
Como una forma de darle continuidad a la vida de los apóstoles, y especialmente darle énfasis a sus
últimos días, algunos llegaron a escribir referentes a ellos, donde algunos de ellos brindan una buena
referencia histórica, y otros por el contrario son heréticos. Entre ellos están los Hechos de Pedro, de Andrés,
de Pablo, de Tomas, etc.

Epístolas Apócrifas.
Durante los siglos II y III las falsificaciones que hacían de cartas supuestamente de Pablo (lo cual se
conocen como Epístolas Pseudoepígrafos) se volvieron populares especialmente en Siria y Egipto. Entre estas
están Tercera a los Corintios, Epístola a los Laodicenses, y Correspondencia entre Pablo y Séneca.

Apocalipsis Apócrifos.

La literatura apocalíptica, propia de la cultura judía del post exilio se volvió muy popular entre los
hombres a tal punto que se escribieron libros que querían asemejarse al Apocalipsis de Juan el apóstol, pero
sin el respaldo divino. Entre estos se tiene el Apocalipsis de Pedro, de Pablo, de Juan (no canónico), el de
Tomas, de Esteban y María.

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